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Diferencia entre
lo temporal y eterno
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Este libro es producto de su tiempo y no refleja necesariamente el pensamiento de la actualidad, el cual ha
evolucionado, como lo haría si se hubiese escrito en la actualidad.
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CONTENIDOS
LIBRO PRIMERO
CAPÍTULO I. LA IGNORANCIA QUE HAHAYY DE LOS BIENES VERDADEROS
CAPÍTULO II. CUÁN EFICAZ CONSIDERACIÓN SEA LA DE LA ETERNIDAD
CAPÍTULO III. LA MEMORIA DE LA ETERNIDAD ES DE SUYO MÁS EFICAZ.
CAPÍTULO IV. DEL ESTADO DE LOS HOMBRES EN ESTA VIDA.
CAPÍTULO V. QUÉ SERÁ LA ETERNIDAD, SEGÚN S AN GREGORIO N ACIANCENO
CAPÍTULO VI. QUE SERÁ LA ETERNIDAD, CONFORME A BOECIO Y P LOTINO.
CAPÍTULO VII. DECLARASE QUÉ ES LA ETERNIDAD, CONFORME A S AN BERNARDO.
CAPÍTULO VIII. QUÉ ES EN LA ETERNIDAD NO NO TENER FIN.
CAPÍTULO IX. CÓMO ES LA ETERNIDAD SIN CAMBIO.
CAPÍTULO X. COMO ES LA ETERNIDAD S IN COMPARACIÓN.
CAPÍTULO XI. QUÉ COSA SEA EL TIEMPO, SEGÚN ARISTÓTELES Y OTROS
CAPÍTULO XII. CUAN BREVE ES LA VIDA.
CAPÍTULO XIII. QUÉ ES EL TIEMPO, SEGÚN S AN AGUSTÍN.
CAPÍTULO XIV. EL TIEMPO ES LA OCASIÓN DE LA ETERNIDAD.
CAPÍTULO XV. QUÉ ES EL TIEMPO, SEGÚN P LATÓN Y P LOTINO
LIBRO SEGUNDO.
CAPÍTULO I. DEL FIN DE LA VIDA TEMPORAL.
CAPÍTULO II. CONDICIONES NOTABLES
NOTABLES DEL FIN DE LA VIDA TEMPORAL.
CAPÍTULO III. DE ESE MOMENTO EL CUAL ES EL MEDIO ENTRE EL TIEMPO Y LA ETERNIDAD,
CAPÍTULO IV. POR QUÉ EL FINAL DE LA VIDA TEMPORAL ES TERRIBLE.
CAPÍTULO V. CÓMO DIOS, AUN EN ESTA VIDA, EMITE UN JUICIO MUY RIGUROSO.
CAPÍTULO VI. DEL FIN DE LOS TIEMPOS .
CAPÍTULO VII. CÓMO LOS ELEMENTOS Y LOS CIELOS SE ALTERARÁN AL FINAL DEL TIEMPO.
CAPÍTULO VIII. COMO EL MUNDO HA DE ACABAR CON TAN TERRIBLE FIN,.
CAPÍTULO IX. DEL ÚLTIMO DÍA DE LOS TIEMPOS .
LIBRO TERCERO.
CAPÍTULO I. LA MUTABILIDAD DE LAS COSAS TEMPORALES.
CAPÍTULO II. CUÁN GRANDES Y DESESPERADOS SEAN NUEST NUEST ROS MALES TEMPORALES
CAPÍTULO III. T ENEMOS QUE PENSAR EN LO QUE PODEMOS LLEGAR A SER .
CAPÍTULO IV. LOS CAMBIOS DE LAS COSAS HUMANAS MUESTRAN CLARAMENTE SU VANIDAD
CAPÍTULO V. LA VILEZA Y EL DESORDEN DE LAS COSAS TEMPORALES
CAPÍTULO
CAPÍTULO VI.
VII.DQUÉ
E LA PEQUEÑEZ DE LAS COSAS TEMPORALES .
MISERABLE COSA ES ESTA VIDA TEMPORAL.
CAPÍTULO VIII. LO POCO QUE ES EL HOMBRE MIENTRAS ES TEMPORAL.
CAPÍTULO IX. CUÁN ENGAÑOSAS SON TODAS LAS COSAS TEMPORALES.
CAPÍTULO X. LOS PELIGROS Y PERJUICIOS DE LAS COSAS TEMPORALES.
LIBRO CUARTO.
CAPÍTULO I. DE LA GRANDEZA DE LAS COSAS ETERNAS.
CAPÍTULO II. LA GRANDEZA DEL HONOR ETERNO DE LOS J USTOS .
CAPÍTULO III. DE LAS RIQUEZAS Y REINO ETERNO DEL CIELO.
CAPÍTULO IV. DE LA GRANDEZA DE LOS GUSTOS ETERNOS
CAPÍTULO V. QUÉ FELIZ ES LA VIDA ETERNA DE LOS JUSTOS .
CAPÍTULO VI. LA EXCELENCIA Y LA PERFECCIÓN DE LOS CUERPOS DE LOS S ANTOS .
CAPÍTULO VIII. DE LOS MALES ETERNOS; Y SOBRE TODO DE LA GRAN POBREZA.
CAPÍTULO IX. PENAS DE LOS CONDENADOS POR EL LUGAR HORRIBLE EN QUE ESTÁN D
CAPÍTULO X. DE LA ESCLAVITUD, CASTIGOS Y PENAS ETERNAS
CAPÍTULO XI. DE LA MUERTE ETERNA, Y DE LA PENA DEL TALIÓN EN LOS CONDENADOS .
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CAPÍTULO XII. FRUTOS QUE PUEDEN SER COSECHADOS DE LA CONSIDERACIÓN.
CAPÍTULO XIII. LA INFINITA GRAVEDAD DEL PECADO MORTAL
LIBRO QUINTO.
CAPÍTULO I. DIFERENCIAS NOTABLES
NOTABLES ENTRE LO TEMPORAL Y ETERNO
CAPITULO II. POR EL PROPIO CONOCIMIENTO SE PUEDE CONOCER EL USO
CAPÍTULO III. LA ESTIMACIÓN DE LOS BIENES ETERNOS SE HIZO EVIDENTE
CAPÍTULO IV. LA VILEZA DE LOS BIENES TEMPORALES SE PUEDE VER POR LA PASIÓN
CAPÍTULO V. LA IMPORTANCIA DE LO ETERNO, POR HABERSE HECHO D IOS MEDIO
CAPÍTULO VI. SI SE HAN DE PEDIR COSAS TEMPORALES
CAPÍTULO VII. CUÁN DICHOSOS SON AQUELLOS QUE RENUNCIAN A LOS BIENES
CAPÍTULO VIII. MUCHOS QUE DESPRECIARON Y RENUNCIARON A TODO LO TEMPORAL
CAPÍTULO IX. EL AMOR QUE DEBEMOS A D IOS NO NO HA DE DEJAR LUGAR NI
NI FACULTAD
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LIBRO PRIMERO
CAPÍTULO I. La ignorancia que hay de los bienes verdaderos; y no sólo de las
cosas eternas, sino de las temporales.
Paraes eltanusocorta
cual de las
en cosas ha de preceder
este mundo, que no su
saleestima,
fuera ydea élsuaestimación,
considerar su
lo noticia;
celestial lay
eterno para lo lo que fuimos
fuimos c reados.
Pero no es maravilla que estando las cosas eternas tan apartadas del sentido, las
conozcamos tan poco; pues aun las temporales que vemos y tocamos con las manos las
ignoramos mucho. ¿Cómo podremos comprender las cosas del otro mundo, pues las de
este en que
qu e estamos
estam os no las conocemos?
conocem os? A esto puede
pued e llegar
llegar llaa ignorancia
ignorancia humana,
humana, que
aún no conoce aquello que piensa que más sabe. Las riquezas, las comodidades, las
honras y todos los bienes de la tierra, que tanto manejan y codician los mortales, por
eso las codician, porque no las conocen. Razón tuvo San Pedro cuando enseñó a San
Clemente Romano que el mundo era una casa toda llena de humo, en la cual nada se
puede
fuera dever; porque
ella, ni lo así
quecomo
estabaeldentro,
que estuviese
estuviese el
porque en humo
semejante casa ni
estorbaría la vería lo quedeestaba
vista clara todo,
de la misma manera sucede que los que están en este mundo ni conocen lo que está
fuera de él, ni lo que está dentro;
de ntro; ni entienden
entienden cuanta
cu anta sea la grandez
grandezaa de lo eterno, ni lala
vileza de lo temporal, ignorando igualmente las cosas del cielo como las de la tierra. Y
por fal
falta
ta de conocimient
conocimientoo truecan loslos frenos de la estimación
estimación de elelllos, dando la que
merecen las eternas a las que son temporales, y haciendo tan poco caso de las
celestiales como se debe hacer de las perecederas y caducas; siendo tan contrario a la
verdad, como nota San Gregorio, que al destierro de esta vida tienen por patria, a las
tinieblas de la sabiduría humana por luz y al curso de esta peregrinación por estancia y
morada, siendo causa de todo esto la ignorancia de la verdad y poca considerac1ón de
lo Por
eterno;
estapor lo cual adel
confusión losjuicio
los males humano
califican
calificanrogó
por bienes,
David yal aSeñor
los bienes
que lepordiese
males.
de su mano
un maestro que le enseñase cuales eran los verdaderos bienes, diciendo: ¿ Quién me
mostrará los bienes? (Sal. 4, 6). Porque todo lo ignora el mundo, aun los mismos
bienes
bienes del mundo, y lo que más tienetiene entre manos; sucediéndonos
sucediéndonos lo que a los hijos de
Israel, que teniendo el maná a la vista, y en las mismas manos, no lo conocían y
preguntaban
preg untaban qué era aquello (Ex. 16, 15). Pero aun esta curiosidad nos falta a nosotros
que no preguntamos que son las riquezas, por las cuales pasan los mortales tantos
peliigros de muerte. ¿Qué son las ho
pel honr
nras
as,, por las cuales
cuales se rompen los corazones
humanos de envidia y ambición? ¿Qué son los deleites, por los cuales se estraga tanto
la salud y viene a perderse la vida? ¿Qué son los bienes de la tierra, que sólo se pueden
gozar en laa peregrinación
desaparecer la entrada de laque
otra,hacemos en el destierro
como desapareció el manádea esta vida, de
la entrada y lahan de
tierra
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prometida?
prometida?
Con razón Cristo nuestro Redentor llamó en el Apocalipsis (2, 17) escondido al maná,
porque teni
teniéndol
éndolee en las manos no lo conocían los hebreos. Así
Así son las cosas de esta
v id a , escond
escondiidas al senti
sentido,
do, las cuales,
cuales, aunque
aunque to c am os , no las conocemos
conocemos y
confundimos la estimación de ellas, haciendo por las temporales lo que sólo deberíamos
hacer por las eternas, y menospreciando a estas por estimar aquellas, que debían ser
menospreciadas, porque
se errará en su uso. Lofaltando
que va elenconocimiento
esto se podrádetambién
las cosasechar
faltará
de suverestimación,
en los quey
comían el maná; porque a unos les vino a causar hastío y provocar al vómito, y a otros
les sabía dulcemente y al manjar que más querían: tanta diferencia como esta hay en el
bueno o mal uso de las cosas: y el buen uso de todas depende de su noticia.
noticia.
Despierten y abran los mortales los ojos, y conozcan la diferencia que hay entre LO
TEMPORAL y ETERNO, para que den a cada cosa su estimación debida,
despreciando
despreci ando todo lo que el tiempo
tiempo aca c ab
abaa , y estimando todo lo que la eternidad
conserva; a la cual deben buscar en el tiempo de esta vida, y por las mismas cosas
temporales granjear las eternas, lo cual no podrán conseguir sin el conocimiento de unas
y de otras; para que, puesta la mira en lo eterno, como de más estima, conserven lo
temporal,
consistenteaunque
consistente por si no tenga alguna, y de lo que es caduco y perecedero hagan
y duradero.
El maná que dio nuestro Señor a los hebreos mientras peregrinaban en el desierto,
hasta llegar a la tierra prometida, entre otras misteriosas significaciones que tenía, una
es ser símbolo de los bienes de esta vida, en la cual peregrinamos hasta llegar a la tierra
que nos tiene prometida de la bienaventuranza eterna. Por eso se pudría y corrompía
luego durando muy poco, como lo hacen todas las cosas de este mundo: sólo la parte
de maná, que se cogía con intención de guardarlo para el sábado, que es figura de la
gloria, y de conservarlo en el Arca para llevarlo a la tierra prometida, no se corrompía.
Tanto importa tener el respeto levantado y puesto en las cosas eternas, para que aun del
uso de las temporales y caducas ganemos la eternidad, y lo pequeño volvamos grande,
lo Algunos
mudablefilósofos
consistente
consistente
quey consideraron
lo mortal inmortal
mejorylas
si
sinncosas
fin. de esta vida, aun sin atención a la
eterna, hallaron en ellas muchas faltas, las cuales reduce a tres el sabio emperador y
filósofo Marco Aurelio Antonio, el cual dice que tienen estas tres tachas: de ser
pequeñas, mudables
mudables y corruptibl
corruptibles
es hasta llegar a su fin. fin. Todas estas condici
condiciones
ones
hallaremos dibujadas en el maná. Porque su pequeñez era tanta, que dice la Sagrada
Escritura que era menudo y tan pequeño como cosa molida en un mortero, cuando se
hace polvo. Su variedad y mudanza era tan notable, que llevado desde el campo donde
se cogía hasta los reales (campamentos), si llevaban un quintal se venía a resumir y
mermar en una pequeña medida de gomor; para con unos se espesaba, y para con otros
se extendía y esponjaba. Su corrupción era tan en breve, que no pasaba un día sin que
se llenase de gusanos y corrompiese del todo. Con todas estas condiciones costaba
mucho trabajo el gozar de él y comerle; porque primero se cansaban moliéndolo muy
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bien, coci
bien, cociéndol
éndoloo y haciéndol
haciéndolee otros benefici
beneficios.
os. De la misma
misma manera los bienes
bienes de esta
vida, con todas sus tachas y malas calidades, no se alcanzan ni gozan sin mucho
molimiento y cansancio.
Es verdad que la apariencia tenía buena, porque, como dicen los setenta intérpretes,
era semejante al cristal transparente y lúcido. Esta es la condición de los bienes de este
mundo, que tienen resplandor y apariencia; pero son más frágiles que el vidrio, son
menguados, son variables e inconstantes, con mil mudanzas que tienen; son corruptibles,
caducos y mortales; y sólo por el resplandor que muestran al sentido los buscamos como
eternos y grandes.
Dejemos la apariencia y superficie pintada, y miremos la sustancial verdad de las
cosas, y hallaremos que todo bien temporal es muy pequeño, lo eterno grande; lo
temporal inconstante, lo eterno firme; lo temporal breve y temporal, mas lo eterno
duradero, y al fin eterno. Esto sólo bastaba para que·se estimase más que todo lo
temporal, aunque esto fuese más que lo eterno. Pero siendo lo temporal en sí tan corto
y tan mudable, y lo eterno tan grande y tan firme, ¿qué diferencia habrá de lo uno a lo
otro?- San Gregorio juzgó que era bastante para que fuese la distancia inmensa, por lo
cual dice: inmenso es lo que seguirá sin término, y poco es todo cuando fenece. El
mismo santo notó que el poco conocimiento y memoria de la eternidad es la causa del
engaño de los hombres, que estimen los bienes falsos de esta vida y desestimen los
espirituales y eternos de la otra; y así dice: “Que el pensamiento de los predestinados
siempre tiene su intención puesta en la eternidad; aunque estos, poseyendo gran
felicidad de esta vida, aunque no tengan peligro de muerte, siempre lo miran presente.”
Al contrario hacen las almas obstinadas que aman la vida temporal como cosa
permanente, porque no entienden
entienden cuan gran cosa sea la eternidad
eternidad de la vida
vida futura; y
como no consideran la solidez de lo perpetuo, juzgan al destierro por patria; a las
tinieblas,
tini eblas, por luz, y a llaa carrera
carrera,, por estancia;
estanc ia; porque los que no conocen
conoce n las
las cosas
mayores, aun de las muy pequeñas no podrán juzgar.
Por esto, empezaremos a correr el velo y descubrir la distancia que hay de los bienes
del cielo a los que son de la tierra, por la consideración de la eternidad y débil condición
del tiempo; luego llegaremos a tratar de la vileza de lo temporal y de la grandeza de lo
eterno. P orque como un filósofo
filósofo dijo de la
la luz
luz que no había
habí a cosa más clara ni más
oscura, se puede decir lo mismo de otras cosas tenidas por muy claras, las cuales no
están entendidas. Y no son las menos oscuras la eternidad y tiempo; y así,
procuraremos darlas
darlas más a entender,
entender, ayudados de la lumbre
lumbr e de la fe, doctrina
doctrina de los
santos y desengaño de los filósofos.
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pueden vivir
vivir eternamente, sino
sino que han de gozar o penar para
par a siempre,
siempre, conforme a sus
obras y vida.
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cada mañana tres veces: “Felipe, hombre eres”, acordándole que había de morir y
dejarlo todo. El emperador Maximiliano I, cuatro años antes de morir, mandó le
hiciesen su ataúd, para que siempre le acordase otro tanto, y estuviese con voz muda
diciendo: “Maximiliano, piensa que te has de morir y dejarlo todo.” Ni los emperadores
abisinios se descuidaron en esto; porque en su coronación les traían, entre otras
ceremonias, un vaso lleno de tierra y una calavera de muerto, advirtiéndoles, al
princi
principi
pioo de su reireinado,
nado, cómo habían de tener fi fin.
n. Final
Finalmente,
mente, convini
convinieron
eron en esto
todos los filósofos,
filósofos, que toda su filosofía
filosofía era m
meditación
editación de la
la muerte.
muerte .
Pero sin duda que hay más que filosofar sobre la eternidad, y más espantoso es tener
que soportar para siempre los tormentos del infierno que acabarse pronto los mayores
imperios. Más horrible cosa es padecer males eternos, que poseer bienes temporales.
Mas maravilla es que sea nuestra alma inmortal, que lo es que haya de morir nuestro
cuerpo. Así los cristianos, principalmente los que tratan de perfección, más han de
procurar hacer
hac er concepto de la eterni
eternidad
dad que tem
temer
er la muerte, cuya memoria no habían
de haber necesidad para despreciar todo lo temporal. Porque el primer paso, según el
consejo de Cristo, había de ser este de renunciar todo lo que posean, para que,
quitados los impedimentos de la perfección cristiana, se empleasen en santas obras y
ejercicios de virtudes, con la consideración y memoria de la eternidad que les aguarda
para premio
premio de el elllas. Había de sonar en nuestro corazón muchas veces esta horrenda
voz: “¡Eternidad!, ¡eternidad! No sólo has de morir, sino después de muerto te aguarda
una eternidad. Acuérdate que hay infierno sin fin, y ten memoria que hay gloria para
siempre.” Más poderosa cosa será, para que cumplas la Ley de Dios, acordarte que
eternamente lo has de pagar, o si la quebrantas, que lo has de pagar con dolores sin fin,
que saber que han de acabar contigo los bienes y males de esta vida. Acuérdate, pues,
de la eternidad, y resuene en lo más íntimo de tu alma: “¡Eternidad!, ¡eternidad!”
Por eso, la Iglesia, cuando consagra a los padres de ella, que son los Obispos, les trae
a la memoria esta tan eficaz y fuerte memoria de lo eterno, diciendo: Estén en tu
ensamiento los años eternos, como lo hizo David. Y en la asunción y coronación de
los Pontífices, les queman delante de los ojos un poco de estopa con las palabras:
“Padre santo, así se pasa la gloria del mundo”; para que a la vista de aquel resplandor
breve y transitori
transitorioo se acuerden de los ardores sempiternos.
sempiternos. Y Martin
Martin V tomó por armas
y blasón una hoguera encendida, que llegaba a quemar en breve una tiara de Pontífice,
una diadema imperial, una corona de rey y un capelo de Cardenal. Porque si no
cumplen con las obligaciones de su oficio, arderán en breve por una eternidad en los
infiernos, cuya memoria quiso tener siempre presente en este provechoso símbolo.
2. ¡Oh, cómo el pensamiento de la eternidad debe producir en nosotros una gran
vigilancia! En efecto: ¿qué cosa hay, que deba causar mayor alerta que andar entre
estos dos extremos de gloria o de pena eterna? ¿Qué cosa había de hacer más
desvelarnos que correr este peligro de caer en el infierno? ¿Cómo pudiera dormir a
quien sólo le sirviese de puente entre dos altísimos peñascos un estrecho madero de
medio pie de ancho, corriendo, mientras pasaba, vientos fortísimos, y viendo que se
caía en un horrendo despeñadero? No es menor el peligro de esta vida; porque el
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CAPÍTULO IV. Del estado de los hombres en esta vida, y miserable olvido que
tienen de la eternidad.
Antes que lleguemos, a declarar las condiciones de la eternidad, cosa tan necesaria,
para vivi
vivirr santa y virtuosamente,
virtuosamente, pongamos
pongamos delante
delante de los ojos el olvi
olvido
do y engaño
engaño
miserable de los hijos de Adán, de cosa tan importante; pues viven tan descuidados,
amenazándolos por momentos la eternidad, y no distando de ella más espacio de dos
dedos, como dijo un filósofo. Porque ¿qué hay de los navegantes a la muerte sino el
grueso de una tabla? ¿Qué hay del colérico a la eternidad, sino el filo de una espada?
¿Qué hay del soldado a su fin, sino cuanto puede alcanzar una bala? ¿Qué hay del
ladrón a la horca, sino lo que hay de ella a la cárcel? Finalmente, ¿qué distancia hay en
el más sano y robusto hasta la eternidad, sino lo que hay de la vida a la muerte, que
está muy inmediata, pues tantas veces sucede repentinamente y por momentos debe
esperarse? La vida de un hombre no es sino un camino peligroso que va a la orilla de la
eternidad, y con certeza de caer en ella. ¿Cómo vivimos descuidados? ¡Qué abiertos
llevaría los ojos, con que cautela pondría los pies quien caminase juntamente a un gran
despeñadero, no por más ancha senda que cuanto cabían los pies y esa llena de
tropiezos! Pues ¿cómo los que andan cerca de la eternidad no atienden a su peligro?
Declaró bien San Juan Damasceno este riesgo y engaño de los hombres con una
ingeniosa parábola, en que nos propone al vivo el estado de la vida. Dice que iba un
hombre huyendo de un furioso unicornio, que sólo con sus bramidos hacía temblar los
montes y resonar los valles. Huyendo de esta manera, sin advertir a dónde iba, cayó en
una profunda hoya; pero al caer extendió las manos para asirse donde pudiese, y topó
con unas ramas de un árbol que allí estaba, al cual se agarró fortísimamente, y se
detuvo en él muy contento, pensando había escapado con eso de su peligro. Pero
mirando a la raíz del árbol vio a dos grandes ratones, uno negro y otro blanco, que le
estaban continuamente royendo muy aprisa, y que ya estaba para caer abajo. Mirando
después el suelo de la hoya vio en ella un disforme dragón que echaba fuego por los
ojos, tragársel
para y leársele.
trag estaba mirando
e. Luego,
Lueg con aspecto
o, echando los ojosterrible, la boca
a un lado de la abierta,
pared deesperando
la hoya a que
que cayese
estaba
arrimado
arri mado aquel árbol vio que tenían sacadas las cabezas cuatro ponzoñosos áspides para
morderle mortalmente. Pero mirando también a las hojas del árbol advirtió que algunas
destilaban algunas gotas de miel, con lo cual él, muy contento, olvidado de los demás
peliigros que por tantas partes le amenazaban, se estaba entreteniendo
pel entreteniendo cogi
cogiendo gota
gota a
gota la miel, sin reparar en más, ni haciendo ya caso de la fiereza del unicornio que
estaba en lo alto, ni de la terribilidad del dragón que estaba en lo bajo, ni de la ponzoña
de los áspides que estaban al lado, ni de la fragilidad del árbol que estaba para caer, ni
del riesgo que el sentía de írsele los pies y despeñarse; porque todo esto le hacía poner
en olvido una gota de miel, con la cual estaba todo ocupado cogiéndola y gustando de
ella.
En esta imagen veremos representado el estado de los hombres, que, olvidados de los
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comparó Isidoro Clario a un puente tan angosto que apenas caben los pies, debajo del
cual esté un lago de aguas negras, lleno de serpientes y fieras y animales ponzoñosos,
que se sustentan de los que caen del puente. A un lado y a otro hay jardines, prados,
fuentes y edificios muy hermosos. Pero así como sería locura del que pasase puente
tan peligroso divertirse en mirar los prados y edificios sin tener cuidado de los pies, así
es locura de los que pasan por esta vida pararse a mirar los bienes de·ella sin mirar por
sus pasos y obras. Añade Cesáreo Arelatense, que este puente tiene el mayor peligro en
el fin, porque allí es lo más estrecho de él y donde se viene a peligrar, y este es el paso
estrechísimo de la muerte. Miremos en vida dónde asentar el pie con seguridad para el
Cielo, porque en la muerte no le pongamos en vago, y perdamos la eternidad, a la cual
viene a parar nuestra vida.
¡O h eternidad!
eternidad! ¡Eternidad!
¡Eternidad!,, ¡q u e pocos son los que se previ
pre vienen
enen para ti!
ti! ¡Oh
eternidad, peligro de peligros, y riesgo sobre todos los riesgos, si se yerra el golpe!
¿Cómo no se aperciben para ti los mortales, y cómo no te temen? No hay peligro
mayor que el de la eternidad; no hay riesgo más cierto que el de la muerte; ¿cómo no
nos apercibimos y armamos para ella? ¿Cómo no nos prevenimos de lo que será de
nosotros mientras Dios fuere Dios? Esta vida presente ha de durar muy poco; las
fuerzas nos han de faltar, los sentidos se nos han de entorpecer, las riquezas nos las han
de quitar, las comodidades se nos han de acabar, el mundo nos ha de echar de sí; ¿por
qué no miramos lo que ha de ser de nosotros después? A otra región nos han de enviar
para muy despacio; ¿por qué no miramos que hemos de hacer al alllá?
Pues para que veamos esta nuestra suerte, y sepamos ser prudentes, diré otra
parábolaa del mismo San Juan Damasceno. Había una ci
parábol ciudad
udad muy grande y populosa,
populosa,
cuyos moradores tenían esta costumbre de elegir por rey a un extranjero que no tuviese
noticia de aquel reino y república, al cual por un año le dejaban hacer libremente cuanto
quisiese; pero después, cuando él estaba más descuidado y sin recelo, pensando que
había de reinar toda su vida, llegaban de repente a él y le despojaban de las vestiduras
reales, y sacándole desnudo por la ciudad, le llevaban a una isla muy lejos, donde venía
a padecer extrema pobreza, sin tener que comer ni vestir, cambiándole tan sin pensar su
fortuna en todo lo contrario: sus riquezas en pobreza, su gozo en tristeza, sus regalos en
hambre, su púrpura real en quedarse desnudo. Pero sucedió una vez que uno de éstos
que eligieron por rey era hombre muy prudente y astuto, el cual, entendiendo por un
consejero aquella mala costumbre de los ciudadanos y su notable inconstancia, no se
ensoberbeció nada con la dignidad y reino que le habían dado; sólo cuidaba de cómo
había de mirar para sí, para que después de privado del reino y desterrado a aquella isla,
no pereciese de pobreza y hambre, cuyo destierro estaba por momentos temiendo. El
consejo que tomó fue: mientras le duraba el reinado, hacer pasar con gran secreto
todos los tesoros de aquella ciudad, que eran muy grandes, a la isla adonde había de
venir a parar. Habiéndolo hecho así, vinieron al cabo del año los ciudadanos con grande
alboroto para deponerle de su dignidad y oficio de rey, como lo habían hecho con sus
antecesores, y enviarle desterrado. Él partió para allá sin ninguna pena, porque había
enviado delante grandes tesoros, con los cuales vivió con mucha abundancia y
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No tiene
tiene partes
menoscabo. la eternidad;
Y aunque eternidad; toda
los gustos es devida,
de esta una que
pieza;
pieza; no hay
andan con en el
ellla dismi
el tiempo,disminuci
nución
sean ón tal
de ni
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condición que con el tiempo se disminuyen, ni haya en este mundo algún deleite que si
durase mucho no se transformara en pena, y, por el contrario, las penas con el tiempo
se menoscaban y curan; muy al contrario es la tela que hace la eternidad, porque toda
es uniforme, no tiene gusto que canse ni pena que afloje. Y así, conforme a San
Dionisio Areopagita, la eternidad es inmutabilidad, inmortalidad, incorruptibilidad de
una cosa toda existente y en un espacio que no parece sino que siempre se está de una
misma manera; porque, como dijo el Sabio, donde cayere el leño, allí quedará; si
cayeres como tizón infernal en el profundo del abismo, siempre estarás allí ardiendo,
como caíste sin que nadie te levante, mientras Dios fuere Dios: allí te estarás sin que te
puedas volver de un lado a otro.
Es la eternidad inmutable, porque no se compadece con ella mudanza; es inmortal,
porque no cabe en ell ella fin;
fin; es incorruptibl
ncorruptible,
e, porque nunca tendrá dismin
disminuci
ución.
ón. Los
males de esta vida, por desesperados que sean de remedio, no carecen de este
consuelo; que, o con el cambio se alivien, o con la muerte se acaben, o con la
corrupción se disminuyan. Todo esto falta a los males eternos, los cuales jamás tendrán
el alivio de cambiarse, ni el remedio de acabarse, ni el consuelo de disminuirse. El
cambio de trabajo suele servir de descanso, y un enfermo, por acongojado que esté,
con cambiar de lado se alivia; pero las penas eternas en un mismo punto y fuerza
permanecerán mientras Dios Dios fuere Dios, sin modo alguno
alguno de cambio.
El manjar más gustoso y saludable del mundo, que fue el maná, sólo porque fue
continuo; vino a causar hastío y vómito. Las penas que se continúan para siempre,
¿qué tormento no causarán permaneciendo siempre de una misma manera?
El mar tiene sus menguantes y crecientes; los ríos, sus avenidas; los planetas, varios
sitios; el año, sus cuatro tiempos; a las mayores fiebres les viene su declinación, y el
dolor más agudo, llegando a lo sumo, suele decrecer: ¡sólo las penas eternas no tendrán
declinación, ni serán sus ojos cambio!
El andar por el camino todo llano, que parece el más descansado, suele cansar más,
porque le falta
falta variedad: ¿Cuánto cansarán los caminos
caminos de la eternidad, aquellos
aquellos dolores
perpetuos que no pueden cambiarse, ni topar con el fin, ni experimentar
experimentar dismi
disminuci
nución?
ón?
Los que fueron los tormentos de Caín ahora cinco mil años, esos son ahora después de
pasados tantos si sigglos; y lo que son ahora,
ah ora, eso serán de aquí a otro tanto de tiempo: sus
partes compiten
compiten con la eternidad
eternidad de Dios,
Dios, y la duraci
duración
ón de su desdicha
desdicha con la duración
duración
de la gloria divina. Y mientras Dios viva, ellos lucharán con su muerte, y estarán
muriendo inmortalmente; porque aquella muerte eterna dura, y aquella vida miserable
mata, porque tiene todo lo peor de la vida y de la muerte. Viven los miserables para
padecer,, y mueren para no gozar: no tienen
padecer tienen el descanso de la vida,
vida, ni el término
término de la
muerte; sino, para mayor tormento suyo, tienen la pena de la muerte y la duración de la
vida.
Mira, par el contrario, cuán dichosa suerte sea la de los que mueren en gracia, pues
su gloria será inmortal, sin miedo de que se ha de acabar: su bienaventuranza
inmutable, sin poderse envejecer; su corona incorruptible, sin haberse de marchitar:
donde no pasará día por los gozos; donde siempre el contento será nuevo, y su gloria
21
22
CAPÍTULO VI. Que será la eternidad, conforme a Boecio y Plotino.
Lleguemos a escuchar el parecer de Severino Boecio y Plotino, dos grandes
filósofos, y el uno no menor teólogo, que sienten acerca de este misterio y secreto de
lo eterno.
Definió Severino Boecio a la eternidad diciendo que era una total y perfecta
osesión de una vida interminable: la cual definición, aunque principalmente
conviene a la eternidad de Dios, también se puede ajustar a la eternidad de las
criaturas racionales que le gozan, porque tienen una total y perfecta posesión de
bienes
bienes en una vida
vida eterna que nunca se ha de acabar.
acabar.
Con razón la llamó posesión, por el cumplimi
cumplimiento
ento de su gozo; porque la posesión es
el mejor modo de gozar una cosa, el cual denota señorío pleno; porque el que tiene
algo prestado o en depósito, aunque goce de ello, no es con la libertad del que lo
posee.
Dice más: que esta posesión es total, porque es de todos los bienes, sin faltarle
alguno; y es detodos
otros, porque puedensin
todossejuntos, ser necesario
gozar. No tienenpara gozarsede
los bienes, queesta
sean unos
vida éstadespués
tan noblede
condición, porque aunque uno tuviese todos los bienes de ella, no los pudiera lograr
untos, sino sucesivamente, yéndose unos y sucediendo otros. El emperador
Heliogábalo, que fue quien más quiso y procuró gozar de ellos, por mucha diligencia y
prisa
prisa que se dio, apenas pudo lograrlos
ograrlos de una vez a tres o cuatro juntos. Mi Mientras
entras
estaba en los banquetes no pudo atender a los saraos; y mientras estaba en los saraos
no pudo atender a las fiestas de los espectáculos; y mientras se ocupaba en esto no se
entretenía en las músicas; y mientras oía las músicas no pudo solazarse en la caza y
cacería; y mientras se deleitaba en la cacería no pudo cebarse en su sensualidad. Para
gozar de unos gustos
gustos había de dejar otros; de suerte que, aunque no tuvo todos,
porque le faltaron
faltaron los que gozaban otros hombres particul
particulares,
ares, aún de aquell
aquellos que
pudo gozar, no los pudo gozargozar juntos. Mas al justo en el CielCieloo no le falta bien,
bien, y
teniendo todos los bienes no necesita sucesión para gozarlos, porque de todos goza
untamente.
Es también perfecta la posesión de la bienaventuranza, por la seguridad que tiene de
no poderla inquietar nadie. Ninguno puede poner pleito sobre ella, ninguno la puede
hurtar, ninguno la puede turbar. Es también perfecta su posesión porque se goza
cumplidamente, no como los bienes de la tierra, que no se pueden gozar enteros,
porque o la distanci
distanciaa del lugar,
ugar, o la imperfección del sentido,
sentido, o la mezcla de al alggún
dolor y cuidado, o, por lo menos, la multitud de objetos y oposición suya, es causa de
que no se gocen entera y perfectamente. Mas aquella bienaventuranza eterna toda se
posee perfectamente y se perci
percibe
be enteramente su gozo, y se penetra y embebe en el
alma todo lo esencial de su dulzura; la cual no puede menoscabar mezcla de pena, ni
sobresalto de cuidado, ni incapacidad de sujeto, ni distancia del sitio, ni grandeza de
23
24
d e un golpe
olpe han de estar cayendo sobre los pecadores. Una gotera sola sola cava una
piedra.
piedra. Y para acabar Dios
Dios con el mundo bastó que lloviese
oviese en él por cuarenta días.
Pues ¿qué será cuando llueva su Justicia fuego, azufre y tempestades sobre un
condenado, no por cuarenta días, sino mientras Dios fuere Dios?
Además de esto, no sólo poseerán los males todos y de por junto, sino consumada y
enteramente. Porque ni se menoscabará el sentido con la multitud de los dolores, ni se
embotará
padeci
padeciera conuno
era en su solo;
grandeza;
sol pues tan despierto
o; tan perfectamente y vivo
virvoel rigor
han de sentir
senti estará
rig para de
or entero ttod
odos
os,, quiera
cualqui
cual como si
era de
sus tormentos, que el fuego solo, no solamente les ha de penetrar los huesos, corazón y
entrañas, pero hasta la misma alma inmediatamente ha de abrasar su incendio con
tormentos inmortales. Porque la posesión de su miseria será total, será perfecta, será
llena; total, porque padecerá todos los males; perfecta, porque los padecerá totalmente,
y llena, porque padecerá en todos sentidos, facultades y potencias que pueden padecer.
o es este estado y vida para durar, o, por mejor decir, no es esta muerte para vivir;
pero vivirá
vivirá en los malaventurados esta muerte para mientras tuviere Di Dios
os vida, y durará
su miseria para mientras tuviere Dios gloria.
25
26
dijéramos con dos infinidades; por el contrario, aquel mal, al cual se le apegare la
eternidad, le hace infinitamente peor también de otras dos maneras. La primera, por
razón de la duración, porque le da duración infinita; y una cosa, cuanto más dura, por
mayor se tiene. El contento de un día no es tanto como el de una semana; pero mucho
mayor bien será el de un mes, y mucho mayor el de un año, y mucho mayor el de cien
mil, y así irá creciendo su estimación mientras más durare; por lo cual el que durare
infinito es más estimable infinitamente. De la misma manera el dolor, cuanto más
tiempo
tiempo durare, mayor mal será; y si durare infinita nfinitame
ment
nte,
e, será mal infin
infiniito, que
excederá infinito a otro cualquiera, aunque sea mayor en grandeza; en tanto grado, que
si a uno le dieran a escoger estarse quemando vivo en un horno de cal, y juntamente
padecer cuantas enfermedades y dolores dolores conoce la medicin
medicina,
a, y cuantos géneros de
tormentos han padecido los mártires, y los atroces suplicios que se han ejecutado en
hombres facinerosos; y todo esto habiendo de durar tan largo largo tiem
t iempo
po,, como son
doscientos mil millones de años, porque no habían de pasar de allí, o sólo sufrir una
aqueca o dolor de muelas por toda una eternidad, sin haber de tener fin jamás, debía
escoger antes todos aquellos tormentos juntos que no sólo este dolor. Porque aunque
aquellos excederían tanto en grandeza, este los excedía infinito en duración; al fin,
aquellos, aunque tan excesivos, eran temporales, y este, aunque tanto menor, eterno,
con esto aumenta su mal infinitamente; en aquellos había esperanza que se habían de
acabar; este no tenía remedio.
Me atrevo a sospechar que con el concepto vivo que tienen los condenados de la
eternidad, si le dieran a uno de ellos a escoger que quisiera más, o que le aliviasen de
sus tormentos, y quedarse con sólo un mal de piedra continuo eternamente, o que le
añadiesen cuantas penas y tormentos padecerán en todos sus sentidos todos los
condenados juntos por espacio de mil millones de años limitadamente, escogiera esto.
Por lo menos en rigor se debía escoger por menor mal; porque aunque las penas eran
tanto mayores, habían de tener fin; y el dolor de piedra, aunque tanto menor, había de
ser eterno.
Vengan ahora a cuenta todos los estimadores de lo temporal. Si los tormentos del
infierno,
nfierno, tan excesi
excesivos,
vos, fueran llevaderos con sólo sólo que f u e s e n temporales,
temporales, y se
escogieran antes que un solo dolor eterno, aunque fuese ligero, ¿cómo no sufrirán con
pacienci
paci enciaa un solo
solo mal li
liggero por tan breve tiempo
tiempo como el de esta vida, a trueque de no
sufrir eternamente los tormentos del infierno? Si los gigantes en tiempo (hablemos así),
a la presencia de un pigmeo en la eternidad, no hacen bulto ni parecen, ¿cómo le
espanta a uno un pigmeo titubeando en tiempo, y no le hace temblar un gigante armado
y caballero en la eternidad? ¿Cómo no nos mueve un eterno infierno, y tememos un
dolor temporal? ¿Cómo no hacemos penitencia? ¿Cómo no tenemos paciencia en
nuestros males? ¿Cómo no sufrimos cuanto hay que sufrir en esta vida por no sufrir un
solo tormento en la eternidad? No son de temer las penalidades de este valle de
lágrimas, pues han de tener fin, en comparación de las que no se han de acabar. Esté
uno muy contento de padecer aquí, donde se padece poco y por poco tiempo, por no
padecer donde se padece mucho y por mucho tiempo. tiempo.
27
Lo mismo considera en los bienes. Si hubiese uno de tener todos los tesoros de la
tierra y todos los gustos de los sentidos por cien mil cuentos de millones de años, pero
sin pasar de allí, los pudiera todos juntos cambiar por un solo gusto para siempre. Pues
¿cómo no cambiamos un gusto perecedero de la tierra por los inmensos bienes y gozos
que hemos de poseer en el Cielo eternamente? Todos los bienes del mundo temporales
se podían dar por sólo asegurar uno que fuese eterno; ¿por qué no aseguramos todos
los eternos, dejando a veces sólo uno temporal? Infinitamente excediera al señorío de
todo el mundo, por todo el tiempo que el durare, sólo ser señor de una casa para
siempre. No hay comparación de tiempo a eternidad: todo lo temporal, por grande que
sea; se ha de estimar bajamente; todo lo eterno por pequeño que sea, se ha de estimar
muy subidamente. De modo que lo temporal, ni por su grandeza ni por su duración
tiene comparación con lo eterno, por pequeño que sea este. Y para que exageremos
esto lo posible, el mismo ser de Dios, si fuese sólo por tiempo, se podría dejar por otro
ser que fuese eterno; ¿y estará muy contento el avariento con el corto tesoro que
mañana se lo quitara la muerte, y podrá ser que hoy se lo quite el ladrón, despreciando
por él en el Cielo
Cielo sus tesoros eternos? P or cierto
cierto que, aunque Dios
Dios no nos prometiera
prometiera
en la otra vida sino sólo el gusto de un sentido que había de ser para siempre,
habíamos de dejar en esta todos los gustos de ella; y así, es inmensa locura de los
hombres que, prometiéndosenos para siempre los inmensos gozos del Cielo, no
dejemos nosotros algunos de la tierra.
El segundo modo por el cual hace la eternidad donde se llega; al bien infinitamente
mejor, y al mal infinitamente peor, es por razón de que recoge en cada instante, como a
sí, todo; de manera que en cada instante se siente lo que ha de tener por cuanto durare;
y como ha de durar infinito, recoge en cada instante como un infinito, sintiéndose cada
instante lo que tiene de presente y tendrá de futuro. Y así, dice un Doctor: “Con la
eternidad todo el bien que una cosa puede tener sucesivamente en infinito tiempo lo
recoge en uno, y hace que se dé, y sienta y goce de por junto: como si todo el gusto
que un espléndido banquete pudiera dar sucesivamente por parte de tiempo infinito lo
resumiera
resumi era en uno, y todo ese deleitedeleite junto se diese
diese por tiempo etern o , sería
infinitamente mejor y de mayor estima.” Lo mismo hace la eternidad en los males y
penas, porque las recoge
recoge de cierta manera en uno, y hace que se sientan
sientan de por junto,
porque aunque no estén actualmente
actualmente juntas, hace que se aprendan todas juntas, y así
causa en el alma un dolor
dolor sin modo ni tasa.
Estos son verdaderamente males, pues son males por todas partes: por su extensión y
por su intensión;
intensión; por lo que duran y por lo que son; pues por lo que duran no tienen fin,
fin,
y por lo que son no tienen medida. ¿Qué doliente hay que considerando esto tenga
impaciencia, pues su dolor en esta vida ha de tener fin, y tiene en sí medida? Picaduras
de mosquito son los mayores males temporales respecto del menor eterno. Y así, por
escapar de todos los
los eternos, no es mucho se padezca uno temporal.
temporal.
Temblemos de estas dos lanzas que tiene la eternidad, de estas dos infinidades con
que aumenta sus males, porque son dos lanzas mortales que atraviesan de parte a parte
a los condenados, y dos incomparables peñascos con que les abruma y despedaza.
28
lo eterno,
como no queriendo
la eternidad nadainfinitamente
aumenta en esta vida,alpara
bienhallarlo mejorado
o mal adonde se en la otra;
arrima, asíporque así
el tiempo
disminuye grandemente a todo aquello adonde se llega, y lo arrebata tras sí. Cosas que
se han de acabar, no haría mucho uno en dejarlas; cosas que han de parar en nada, por
nada se pueden reputar.
Lo segundo, con la mansedumbre y paciencia debe insistir el cristiano en obrar bien
y vencer las dificultades de la virtud, pues ha de ser remunerado eternamente su trabajo
leve. Todo lo que se padece en esta vida es regalo respecto de lo que se padece en la
otra. ¿Quién, viendo el infierno abierto, sin tener fondo el abismo de sus males, no
llevará con paciencia el rigor de la penitencia, y con mansedumbre la sinrazón de la
injuria, sin turbarse por nada la paz interior del alma, atendiendo únicamente, por fuego
yaguarda,
por agua, a obrar
no se biencon
animará y agradar a su Redentor?
grande regocijo a hacer ¿Quién,
mucho yviendo
padecerel por
Cielo quecon
Dios le
29
mucho fervor y aliento? Escribe Rufino que vino una vez al abad Aquilio cierto monje
para darle
darle cuenta cómo en guardar la celda
celda sentía mucho tedio
tedio y tristeza;
tristeza; al cual
respondió el prudente abad: Esto nace, hijo mío, de que no piensas en los tormentos
eternos que tememos ni en el descanso y gozo que esperamos; porque si esto pensaras,
aunque estuviera tu celda manando e hirviendo en gusanos, y te llegaran hasta la
garganta, con todo eso, estuvieras en medio de ellos y perseverarías en tu recogimiento
sin tedio ni enfado.
Lo tercero, con lágrimas y dolor del alma se debe procurar recompensar por los
pecados pasados, y satisfacer
satisfacer por ell
ellos con dolorosa
dolorosa contrici
contrición
ón y amargura de su
corazón, pues la eternidad de bienes que por ellos perdió, con la penitencia se repara.
Porque es tan eficaz esta virtud, que restaura lo pasado; y aunque dicen que lo hecho
no tiene remedio, y que en lo pasado no hay poder, esta poderosísima virtud tiene
tanto poder, que deshace lo hecho y prevalece en lo pasado; pues los pecados hechos
quita, como si no se hubiesen
hubiesen hecho.
30
31
Esta misma condición de carecer de fin significaron los antiguos con la figura del
anillo con que figuraban a la eternidad, porque en el anillo no se halla fin. Con más
misterio la llamó David “corona”, según Dionisio Cartusiano, cuya redondez también
carece de fin, para significar que una eternidad sin fin ha de ser el premio y corona de
nuestras buenas obras y paga de las malas.
Temblar debíamos de esta voz: “Sin fin por las obras malas”; gozarnos debíamos de
estas palabras: “Sin fin por las obras buenas”, si cabe en nuestro concepto lo que es
durar sin fin; porque nadie puede decir con demasía ni exagerar lo que es, y siempre se
dirá menos. Porque, como pondera San Buenaventura, si un condenado derramase de
cien a cien años una lagrimita solamente, y se fuese guardando cada gota de éstas,
hasta que viniesen, después de innumerables centenares de años, a ser tantas que
igualasen con el mar, ¿cuántos millones de años fueran necesarios para igualar, no digo
ya al océano, sino a un solo arroyuelo? ¿Por ventura podríase decir, después de lleno
un mar en tantos millones de siglos: ésta es eternidad, aquí acabó? No, sino sino empezó.
Tórnense a guardar otra vez las gotas de lágrimas tan tardías de aquel miserable
condenado, y llenen otra vez el piélago después de tantos millones de centenares de
años, ¿acabaríase entonces la eternidad? No, sino que empezaría como el primer día.
Repítase lo mismo otras diez, otras veinte y otras cien mil veces; hínchense y rebosen
otros cien mil océanos con las pausas y tardanzas que hemos dicho; ¿toparíase, por
ventura, con el suelo de la eternidad? No, sino que nos quedaríamos en la superficie, y
tan profunda e inapelable estaría ella como al primer paso. No hay número ni cifra que
pueda comprender los años de la eternidad;
eternidad; porque si todos los ciciel
elos
os fueran otros
tantos pergaminos, todos escritos de una parte y de otra de números y más números
aritméticos no llegarán todos ellos a decir la más mínima parte de la eternidad; porque
no tiene parte, sino que está toda entera; y aunque no hubiera océano que tuviera
tantas gotas, ni monte que tuviese tantos granos de arena, no se podrían contar por
ellos los años de la eternidad.
Para declarar más esto, quiero contar lo que pasó a Arquímedes. Había en su tiempo
unos filósofos que decían que el número de las arenas del mar era infinito; otros,
aunque decían que no era en sí infinito, pensaban que no podían comprenderse en
número alguno. Para refutar a unos y otros, hizo Arquímedes un libro muy docto y
agudo, que dedicó al rey Gelón, en el cual probaba que aunque el mundo estuviese
todo lleno de arena, y él fuese mayor que ahora es, era toda aquella multitud de arenas
limitada, y que se podía reducir a número, y él hace la cuenta de todas cuantas serían.
Después de este filósofo, el P. Clavio hizo la misma cuenta de con cuantos granitos de
arena se podía llenar todo cuanto espacio hay debajo del firmamento, cuanto ocupan
agua, aire, fuego y los cielos, esto es, cuanto espacio hay debajo de las estrellas fijas; y
haciendo cada granito de arena tan pequeño e indivisible, que diez mil de ellos hicieran
un granito de adormidera o mostaza, viene a sumarlos todos tan en breve cuenta, que
la puso en un renglón porque el número de ellos no consta más que de una unidad y
cincuenta y un ceros.
Supuesto, pues, que tanta multitud de millones de millones de granos se comprende
32
en tan breve cuenta, cotéjese qué serán los años infinitos que comprenderá la eternidad.
Porque no digo una plana de un libro, sino que si todo un libro fuese de cifras; ni digo
sólo un libro, pero cuanto papel hay en el mundo; y aunque el mundo todo, desde el
firmamento, estuviese lleno de papel y todo el firmento estuviese escrito de números,
no comprendieran todos la más mínima parte de la eternidad, con ser tanta la
multiplicidad que se añade en cada número, que a cada cero que se añade lo·va
doblando diez siempre. Porque si a una unidad se añade un cero, hace diez: si se añade
el segundo, hace ciento; si se añade el tercero, hace mil; y de esta manera se van con
tanta prisa multiplicando los números: por donde podrá cada uno considerar que,
añadiendo cien ceros, se hace tal número cual no puede concebir la imaginación. Pues
¿qué sería añadiéndose tantos cuantos pudiesen caber en un pergamino tan grande
como el cielo? Pues todo este número tan innumerable no es como la menor partecita
de la eternidad. Porque después de pasados tantos años como se pudieran comprender
en tan gran suma, estuviera la eternidad tan infinita como el primer día. Todos aquellos
años últimamente toparían con el fin, y se vendrían a acabar, y otros tantos más y
millones de veces más; pero la eternidad siempre será, y estará después de pasados
todos estos millares de siglos como si empezase entonces.
Piense el cristiano despacio cuan larga vida sería la de cien mil años. Pues no ha
pensado nada respecto de la eternidad.
eternidad. P iense diez
diez veces cien mim il; no ha hecho nada.
Piense mil veces mil millones; no ha quitado ni una partecita de ella. Piense mil millares
de millones de millares de millones; aún está entera sin tocar la eternidad. Piense otros
millones de veces otro tanto: no ha dado aun con el fin de la eternidad; antes se estará
siempre en su principio, porque, como dijo Lactancio: “¿Con que años se puede hartar
la eternidad, pues no tiene fin?” Se hallará siempre en el principio, porque toda es
princi
principi
pio;
o; y verdaderamente de esta manera se pudiera dar forma para definirl definirlaa no poco
significativamente: “Eternidad es un perpetuo principio y ningún fin”; porque siempre
está al principio y nunca estará en su fin; siempre está nueva, siempre está entera, con
nada la pueden disminuir.
Quiten de la eternidad tantos años cuantas gotas de agua hay en el mar, cuantos
átomos hay en el aire, cuantas hojas hay en los campos, cuantos granos de arena hay
en la tierra, cuantas estrellas hay en el cielo: aún se estará toda entera. Añádanle otros
tantos años; no por eso será mayor ni estará más lejos de su fin, porque nunca le
tendrá, y en cualquier punto tiene su principio. Nunca, nunca tendrá fin, y siempre,
siempre estará en el principio.
Considere uno que hubiese un monte de arena que llegase desde la tierra al cielo, y
un ángel quitase de allí a cada mil años un granito solamente: ¿Cuántos millares de
años, y más millares e innumerables de millares se pasarán hasta que desapareciese
aquel monte? Póngase a hacer cuenta el más diestro contador: ¿qué tantos años
pasarían hasta que se menoscabase la mitad de él él,, dismi
disminuyéndol
nuyéndolee tan despacio
despacio aquel
ángel
áng el?? Parece
P arece este ttrr ab aj o que no era posibl
posiblee tener fi
fin;
n; pero engañase nuestro
entendimiento, qué fin tendría aquello, y llegaría tiempo en que se hubiese consumido
la mitad de aquel monte y todo el. Últimamente llegaría tiempo en que sólo faltase el
33
último granito, y éste también se quitaría de allí. Pero de la eternidad nunca llegará el
fin; y después que se hubiese acabado de consumir aquel monte de arena, no se
hubiera disminuido nada de lo eterno, sino que estuviera el monte de la eternidad tan
entero como al principio; después de pasados millones de siglos, después de consumidos
millones de aquellos montes, estarán las penas de los condenados tan enteras,
flamantes y vehementes como al principio.
3. ¿Quién pudiera sufrir que le estuviesen quemando medio lado por un año entero?
Pero ¿qué digo estarse quemando de un lado? No, sino sólo el estar descansando
recostado de un lado sin levantarse ni moverse al otro por espacio de un año. Lo cual
fue una rigurosa penitencia que hizo el Profeta Ezequiel por mandado de Dios, que le
ordenó que estuviese echado sin levantarse de un lado por espacio de trescientos
noventa días. Esto cumplió el santo Profeta con la gracia divina, pero fue un género
de penitencia rigurosísima. Pues si en sólo estar un año echado de un lado, hay tanto
que sufrir, ¿qué será estar por toda una eternidad en aquella noche y lobreguez del
infierno, tendido como cayere el condenado, en una cama de fuego, lloviendo sobre él
todo linaje de males sin fin ni término alguno? ¿Qué cristiano hay que, si considerara
esto de manera que hicihiciera
era de ell
elloo vivo
vivo concepto, no fuera
f uera otro? ¿Quién pudiera
pudiera tener
gusto momentáneo de la tierra corriendo tanto peligro de dolores eternos del infierno?
¿Quién se atreverá a pecar arriesgando a penar tanto? ¡Oh cuán eficaz remedio fuera,
de las estropeadas costumbres de los pecadores, si se·pusiesen a pensar esto: que la
eternidad no tiene fin, que ha de durar para siempre! ¡Oh si cada día pensasen en esto
media hora, o siquiera cada semana, cómo mejorarían su vida!
Pero no se ha de pensar en esto de corrida, sino despacio, con atención y
profundidad,
profundi dad, revol
revolvi
viendo
endo en su ánimo
ánimo que es eterni
eternidad
dad lo que nunca ha de tener fi fin,
n,
nunca, nunca. Porque así como el manjar que no se desmenuza y digiere no entra en
provecho, así la eternidad
eternidad bien
bien pensada, rumiada
rumiada y dig
digerida hará grande provecho en
nuestras almas.
La fuerza de esta consideración declara el caso que refiere Benedicto Renato, de un
hombre mundano, bien desvanecido y vicioso, que se llamaba Fulcón, el cual, como era
dado a todo género de gustos y regalos, así también no quería que le faltase el de la
cama blanda y sueño largo. Pero una noche que le faltó la gana de dormir, la pasó
dando vuelcos de un lado a otro, deseando por momentos que amaneciese el día. Entre
este desvelo le vino al pensamiento esta consideración: ¿Por qué tanto tomarás estar de
esta suerte? Por espacio de dos o tres años en continuas tinieblas, sin la conversación de
tus amigos y el entretenimiento de tus juegos, aunque estas en cama de plumas tan
blanda? P or cierto, intolerable
ntolerable trabajo sería. Pues has de saber que no has de salir
salir libre
libre
de esta vida; no pienses que has de salir sin que te toquen el pelo de la ropa, porque
para bien
bien ser,
ser, has de caer en una cama enfermo, donde pasarás muy malas malas noches, si
no es que mueres de repente, que será peor. Y después de salir de la cama donde
hubieres de morir, ¿sabes qué cama te aguarda? ¿Sabes en qué lecho te ha de hospedar
la muerte? Tu cuerpo tendrá por colchón la tierra dura, y será comido de gusanos; pero
de tu alma, ¿qué podrás decir de cierto? ¿Sabes a dónde has de ir? Por cierto, según tu
34
vida presente, al infierno irás a parar. ¡Que terrible cama de fuego te espera allí donde
no dos o tres años, sino por una eternidad, habrás de estar en perpetuas tinieblas y
tormentos, y mil, y otra vez mil, y mil millones de veces mil años no bastarán a pagar
por uno de tus gustos il
ilíci
ícitos!
tos!Allí no verás eternamente al sol,
sol, ni al Ciel
Cielo,
o, ni a Dios.
Dios. ¡Ay
¡Ay
de mí, miserable! ¡Ay de mí! Si este poco de desvelo no puedo sufrir, ¿cómo sufriré
eternos tormentos? Lo que importa es cambiar de camino, pues por este vas perdido.
el Con estasenconsideraciones
pensar ella, hasta quehizo tal concepto
determinó de lareligioso,
entrarse eternidad,diciendo
que no podía
entre echar de sí
si muchas
veces: ¿Qué hago yo aquí, miserable? Gozo del mundo, y no se me logra su gusto;
padezco muchas cosas que no quisiquisier
era,
a, y carezco de otras que quisi
quisiera
era tener;
te ner; me afano
por cosas de esta vida;
vida; pero ¿qué premio me ag aguarda
uarda de este trabajo vano? No tienestienes
gusto cumplido; pero aunque le tuvieras, ¿qué te puede durar? ¿No ves cada día los
que se mueren y entran en la eternidad?
eternidad? ¡Oh eternidad, eterni
eternidad,
dad, que si no eres en el
Cielo, dondequiera que seas serás pesada, aunque fuese en una cama muy regalada!
Aseguremos el Cielo, y por lo poco no perdamos lo mucho, ni por lo temporal lo
eterno. Así lo ejecutó, y se entró religioso cisterciense.
4. En todas nuestras obras habíamos de tener en el pensamiento: ¡Para siempre!
Para siempreCon
gravemente. me esto
han sedeanimará
premiarellocristiano
que hiciere bueno,
a obrar o me
siempre castigarán
buenas obras ysiobrarlas
pecare
bien.
bi en. Si en todas nuestras acciones
acciones pusi
pusiésemos
ésemos la mira
mira y tuviésemos
tuviésemos el respeto a la
eternidad, no hallaríamos dificultad en alguna obra buena; y así, en todas fijemos los
ojos en la eternidad que se ha de dar por la obra que se hace en un momento. Bendito
sea Dios por todas las eternidades, que nos dará un premio sin fin por trabajos tan
breves que apenas tienen
tienen principi
principio.
o.
Se quejó una vez Eurípides, insigne poeta de los griegos, que en tres días enteros no
pudo hacer sisino
no con gran trabajo sólo
sólo tres versos. Estaba presente otro poeta llamado
Alcestides, y dijo: “Pues yo para hacer cien versos bástame un día, y los haré con gran
facilidad.” Le replicó entonces Eurípides: “No os espantéis, porque vuestros versos no
son más que para tres días, mas los míos son para una eternidad.” De la misma manera
Zeuxis, excelentísimo pintor, pero espacioso sobre manera, preguntado por qué era tan
proliijo en su pintura,
prol pintura, deteniéndose
deteniéndose tanto en ell ella, respondió:
respondió: “Pi
“P into despacio
despacio porque
pinto
pi nto para la eternidad.”
eternidad.” Se engañó,
engañó, por cierto,
cierto, porque ya no hay pintura
pintura suya; y de
Eurípides se han perdido muchas obras; mas ninguna obra buena del Justo perecerá. Y
no necesitamos gastar un día para ganar una eternidad, porque con el acto de
contrición que se hace en un momento ganamos el gozo que ha de durar sin fin; pero
debemos aprovecharnos de la consideración de Eurípides y Zeuxis para hacer, no sólo
las obras buenas, sino muy bien hechas; pues no obramos para sólo esta vida, sino para
la eternidad, que siempre
siempre debe estar eenn nuestra memoria.
memoria.
El provecho que causó en el real profeta David su consideración fue una resolución
fi
firme
rme de mejorar la vida cambiandocambiando en otro h o m b r e , alentándose
alentándose a mayor
observancia y más alta y celestial perfección; y así, en aquel salmo en que dice: Que
pensaba en los días anti antigguos y en los años eternos, añade luego luego el efecto de su
35
meditación, diciendo que había de empezar de nuevo, porque el cambio que sintió en
su corazón era de la poderosa mano de Dios; porque considerando que la eternidad
nunca acaba y siempre empieza, y que todo es principio y ningún fin, se determinó de
dar tal principio a nuevo fervor y vida más perfecta, que nunca se desmaya en su
propósito,
propósi to, queriendo
queriendo en esto imitar
imitar a la eternidad, que así como ella
ella siempre empieza,
así el quería siempre empezar a merecerla. ¿Y que mucho, si lo que hemos de gozar,
o hemos de penar, siempre ha de empezar, que también nosotros empecemos siempre
a merecer lo uno y huir lo otro? El premio no ha de desfallecer, y es razón que el
servicio no se canse: el gozo siempre ha de empezar; ¿qué mucho que el trabajo sea
como de quien siempre empieza? El descanso no ha de tener fin, y el merecimiento
debe estar siempre como en su principio.
Con esta consideración aprovechó mucho el santo Arsenio, haciendo cuenta, aun
después de muchos años que había hecho una vida santísima, que entonces
empezaba, repitiendo el dicho de David: “Ahora empiezo, ahora empiezo.” Nunca
hemos de mirar lo trabajado, sino animarnos a trabajar más por Dios. Como lo hacía
el Apóstol San Pablo, el cual dijo de sí que se olvidaba de todo lo pasado y dilataba su
corazón y ánimo, extendiéndole para lo de adelante. Lo cual dijo el Apóstol en sazón
que había pasado tanto y hecho tales servicios a Dios y en bien de las almas, que
había ya trat raba
baja
jado
do más que todos los Apóstol
Apóstoles;
es; después que se entró por las
sinagogas de Damasco a predicar públicamente a Jesucristo, con peligro evidente de la
vida, y padeciendo tal persecución, que si no fuera echándole por los muros de la
ciudad le hubieran hecho mil pedazos; después que en Arabia convirtió mucha gente;
después de haber convertido muchos en Tarso y Antioquía; después de haber sido
arrebatado al tercer Cielo; después de haberle escogido el Espíritu Santo para su
Apóstol, y hecho grandes milagros y prodigios; después de haber dado algunas vueltas
a Asia la Menor y toda la Grecia y lo mejor de Europa, convirtiendo innumerables
gentes; después de haber hecho grandes limosnas, recogiéndolas con gran trabajo
suyo, y hecho grandes jornadas, llevándolas a los pobres de Jerusalén; después de
haber padecido innumerables
innumerables persecuciones; después de haber sido apedreado muchas
veces, y la una haberle dejado ya por muerto; después de haber sido azotado varias
veces y sido preso muchas; después de haber hecho infinitos servicios a la Iglesia;
después de todo esto, no le parecía que había padecido ni hecho nada por Cristo; y
olvidado de todo estaba como el primer día de su conversión, y determinado a hacer
más, a sufrir más, a trabajar más y empezar de nuevo, teniéndose después de tantos
trabajos y servicios por siervo inútil y sin provecho, como nos aconsejó Cristo cuando
dijo: “Despu
“Después és que hubiereis hecho todo lolo que os he mandado, decid: Siervos somos
inútiles, hicimos lo que debimos hacer.”
Compare uno sus trabajos, su celo, su predicación, su caridad, con los del Apóstol,
y hallará que no ha empezado. Pues ni el Apóstol, después de haber pasado a los
merecimientos
y juzgó que no en quehecho
había muchos santos
nada, murieron
tornando con grande
a empezar santidad,
de nuevo, se olvidó
nosotros, que de
aúntodo
no
hemos empezado, ¿por qué nos hemos de cansar antes de empezar? Empecemos
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siempre de nuevo, pues la eternidad que esperamos siempre ha de ser nueva, y siempre
ha de empezar. “No nos gloriemos, dice Dionisio Cartusiano, de los méritos de la vida
pasada, ni pensemos de nosotros que somos algo;
algo; sino
sino hall
hallámonos cada día tan nueva
y fervorosamente como si aquel mismo día empezáramos de nuevo y juntamente
hubiésemos de morir.”
37
38
mundo elemental cosa de un millón y setecientas mil veces, el miserable no podrá verse
mudado ni una vez, ni un paso de donde cayó en el infierno.
No se congoje
congoje el infi
infierno
erno en su dolencia,
dolencia, ni el pobre en su necesidad, ni el afli
afligido
gido en
su tribulación; pues los males de esta vida se cambian con el tiempo, o se alivian con el
consuelo, o se acaban con la muerte; pero los miserables condenados ni aun con la
esperanza de morir se pueden consolar; porque si entre tanta multitud de acerbísimas
penas hubiese
hubiesetienen
todas partes al
algguna esperanza
cerradas de su fin,
las puertas sería de al
al consuelo.alg
gúnesperanza
La ali
alivio;
vio; mas
es no es así,
la que que por
engaña los
males, y quita gran parte de su sentimiento; ni hay trabajo que con ella no sea tolerable;
y los más afligidos y ahogados respiran con sólo pensar en el fin de sus miserias o en el
cambio de sus males; pero ¿qué alivio puede tener un condenado, pues su miserable
desdicha no ha de tener fin, ni un leve
leve punto de alteración sus dolores?
dolores?
Tuvieran por consuelo que de aquí a mil años les dieran la gota de agua que pidió el
rico avariento. ¿Qué digo de aquí a mil años? De aquí a cien mil años, y de aquí a mil
veces cien mil, como les diesen término señalado y abriesen la puerta de una ligera
esperanza. Si todo el espacio cuanto ocupa la tierra, y cubre el agua, y llena el aire, y se
extienden todos los cielos, estuviese lleno de granos de trigo; y dijesen a un condenado
que después
vendría que uno,
a tomar los hubiese comidoeltodos
y llevándose últimounlepajarito
darían que de cien
la gota mil aque
de agua ciensemil añosa
pidió
Lázaro, se consolará de ver en el rigor de sus penas este solo cambio y alivio tan
pequeño. Pe
Pero
ro no le tendrán; y después de tantos mill
millones de mill
millares de años estarán
como al principio, tan penados, tan rabiosos, tan sin consuelo como siempre. Esto les
ha de hacer despedazar los corazones, viendo su remedio de todo punto imposibilitado,
habiéndoles sido tan fácil. Porque con unas migajas de pan que caían de la mesa
pudiera
pudiera granjear
granjear aquel rico
rico los
los gozos eternos, y ahora le es imposibl
mposiblee el al
aliivio
vio de una
gota de agua. ¡Qué rencor tendrán contra sí mismos acordándose que con carecer del
gusto de un momento pudieran haber escapado de tormentos eternos! ¡Qué rabiosas
tendrán las entrañas considerando que pudieron tener remedio, y que ahora sin remedio
penan!
Abra, pues, el cristiano los ojos y remedie, ahora que puede; lo que no podrá
cuando quiera. Ahora es tiempo aceptable, ahora es tiempo de salud (2Co. 6 , 2),
ahora es tiempo de perdón y jubileo, ahora puede ganar en un momento lo que en
toda la eternidad no podrá remediar.
Ahora sí que es tiempo de perdón cada año, y cada mes, y cada día, y cada hora, y
cada momento. ¿Qué diera un condenado por un cuarto de hora de los días enteros y
semanas que pierden los hombres en esta vida para poder hacer penitencia? No
seamos nosotros pródigos de cosa tan preciosa; no perdamos tiempo perdiendo en él la
gloria y arriesgando el infierno. El tiempo de esta vida es cosa tan preciosa, que dijo de
él San Bernardo este encarecimiento: «El tiempo tanto vale como Dios»; porque con él
se gana a Dios. No desperdiciemos cosa de tanto valor, sino gocemos de este barato,
que por tiempo ganemos eternidad, y al mismo Dios, Señor de la eternidad,
39
cumpliéndose lo que dijo el Eclesiástico (20, 12): Hay quien por poco prpreci
ecioo redime
muchas cosas. Sobre las cuales palabras dice Gaufrido: «Si se te debe a ti una
amargura eterna, y tú puedes escapar de ella por sufrir lo temporal, grandes cosas, sin
duda, compraste con poco precio.»
En los bienes eternos es también gran consuelo carecer de cambio, y que no sólo no
se han de acabar, pero que ni disminuirse podrán, y que consumiéndose o cambiándose
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que expiró San Romualdo, después de cien años de asperísima vida, ¿qué tuvo de
todos sus rigores? Y muriendo el penitentísimo Simeón Estilita, ¿qué tuvo después de
ochenta años de la prodigiosa penitencia que en ellos hizo? ¿Qué tuvo de pena del
áspero cilicio que en tan dilatado tiempo no se quitó de día ni de noche? ¿Qué tuvo de
su continuo ayuno y largas oraciones? Por cierto, no tuvo ya más pena ni más fatiga
que si en todos ellos hubiera tenido los regalos de Sardanápalo: de dolor no tuvo nada,
pero de admirable
admirable gozo
gozo y gloria
oria tuvo, tiene
tiene y tendrá mucho. ¿Qué tuvo San ClementeClemente
Anci
ncirano
rano en el tiempo
tiempo que murió,murió, de veintiocho
veintiocho años en que f u e rabiosamente
rabiosamente
atormentado de la crueldad de los tiranos? Por cierto, de dolor no más que si hubiera
gozado en ellos de todos los deleites del mundo; pero de la gloria tiene una eternidad;
porque si la mal
ma lici
ciaa de una hora hace olvi olvidar
dar los deleites
deleites de cien años, mucho mejor
m ejor la
bondad y bienaventuranza
bienaventuranza de una eterni eternidad
dad hará olvi
olvidar
dar los dolores
dolores de solo
solo veinti
veintiocho
ocho
años. ¡Oh prodigioso momento de la muerte, que acaba todo esto temporal y
perecedero, y da priprinci
ncipi
pioo a lo eterno, y trastorna todas las cosas! Acaba con los gustos
gustos
de los pecadores y empieza con los tormentos para nunca acabar; acaba con las penas
y asperezas de los santos y empieza con los gozos eternos.
Mire el cristiano lo que coge: igualmente han de tener fin los gustos con que peca y
las penas con que satisface; e igualmente no han de tener fin los tormentos porque pecó
y los gozos por que mereció. Escoja lo que le estará más bien; mire si le será mejor
labrar para si un eterno peso de gloria con el ligero y momentáneo trabajo de la
penitenci
peni tencia;
a; porque aunque la hici hiciera
era por espacio
espacio de cicien
en años, respecto de la eternidad
eternidad
es un momento. No espante a ningún penitente la vida larga, que no hay nada largo
respecto de lo eterno. Bien dijo dijo San Agustín
Agustín que “todo lo que tiene fi finn es bbre
reve
ve”.
”. Fin
tienen cien años de penitencia, y así es breve esta penitencia. Fin tienen mil años, y fin
tienen cien mil, y fin tienen cien mil millones; y así todo este tiempo, al parecer
inmenso, es breve, y respecto de la eternidad no es más que un instante.
De la misma manera habíamos de mirar cien mil años como una hora; y por sí, la
vida larga tan poco se había de desear como la breve, porque tan poco bulto hace
respecto de lo eterno. Y así como respecto de un cuerpo sólido no tiene más
proporción
proporci ón una superficie
superficie que cien mil, mil, porque no bastarán todas a componer una
partecita
parteci ta sóli
sólida, mas que si fu fuer
eraa una sola;
sola; así tambi
tambiénén respecto de lo eterno no es
menos un año que cien mil, ni más cien mil que un año; y a todo tiempo, aunque sea
un millón de siglos, hemos de mirar como a un instante, y a todo lo temporal como a
una superficie que tiene solo apariencia, pero no cosa alguna de solidez ni sustancia; y
todos los tiempos, con cuantos bienes temporales hay, no podrán componer un bien
solo de lo incomprensible de la eternidad. Si toda la tierra respecto del cielo se dice que
es un punto, con ser finita y limitada la grandeza del cielo, ¿qué mucho que todo
tiempo sea como un instante respecto de la eternidad, que es infinita? De la tierra al
cielo, y aun de un granito de arena al más alto cielo, hay proporción; y con todo eso, es
un punto en su comparación. Pero de cien mil años a la eternidad no hay proporción, y
así serán menos de un instante.
¡Oh ceguera de los hombres, que hagan tanto caso del tiempo; que en vida quieren
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gustos y en muerte memoria, y en vida y muerte nombre y fama! ¿Para qué? ¿Para un
momento? ¿Para un instante? ¿Para qué quieres gusto en vida que mañana se te
acabará? ¿Para qué quieres memoria vana y caduca después de muerto, pues no te
puede durar más que hasta el fin del mundo, y este no tardará muchos años? Y aunque
aunque
tarde un millón de siglos, breve es, pues se ha de acabar, y todo es como un momento
respecto de lo eterno.
Así como
respecto se ha lay inmensidad
del tiempo; de de
como respecto Dios respecto deldelugar,
la inmensidad Dios así se más
no es ha latodo
eternidad
el mar
que una gota de agua, ni es menos un átomo del aire que todo el mundo, así también,
respecto de lo infinito de la eternidad, no es más cien mil siglos que medio cuarto de
hora. P ues si Dios
Dios te diera medio
med io cuarto de hora de vida solamente y supieras que, qu e,
después de muerto, dentro de una hora se había de acabar el mundo, ¿gastaras aquel
tiempo en acomodarte y en procurar fama después de tu vida? Por cierto que no te
acordarás más que de aparejarte para morir, y no tratarás de dejar nombre vano y gran
memoria de ti. Sábete que lo mismo debes hacer, aunque tuvieras por muy cierto que
habías de vivir cien años y que el mundo no se había de acabar en cien mil; porque
todo lo que tiene fin, breve es, y todo tiempo, respecto de la eternidad, es como un
día, una hora y un momento. Sábete que San Juan dijo que ya estaba e staba su tiempo en la
última hora del mundo (1 Jn. 2, 18), aunque faltaban tantos años; porque todos esos
años no eran más que una hora respecto de lo eterno; y así como no tuvieras cuenta de
dejar nombre de ti en el mund0, si sólo faltase una hora para acabarse, tampoco la
debes tener ahora, aunque faltasen muchos siglos.
Si supieras de cierto que habías de vivir cien años, y que en todos ellos no hubieras
de comer sino lo que sacaras del tesoro de un gran rey por espacio de una hora, ¿qué te
determinase para ella, te irías, por ventura, aquella hora a pasear? ¿Te detendrías en
alguna vana conversación? ¿Te pondrías a buscar entretenimientos? Por cierto que no
cesarás de trabajar y darte prisa, cargándote de aquellos tesoros. Pues ¿cómo te
descuidas sabiendo que tu alma ha de vivir una eternidad, y que no ha de tener sino lo
que en
para lo ésta vida¿cómo
eterno; ganareteydescuidas,
mereciere?
descui Mira teel paseas,
das, cómo poco tiempo
cómo que te danenes,
paracómo
te entretienes,
entreti proveerte
ríes,
cómo no lloras y haces pedazos tus carnes a penitencia y rigor? Mas es una hora
respecto de cien años y de cien mil, que son cien mil respecto de la eternidad. Pues si
en aquella hora de atesorar no pararás por parecerte poco tiempo, ¿por qué pararás de
merecer en el tiempo de esta vida, aunque fuese de cien años, pues fuera un momento
respecto de lo eterno?
Mira que son cien años respecto de un millón de años, y mira que serán respecto
de la eternidad. Si
S i te dieran cien
cien años de tormentos
torme ntos por un millón
millón de contentos, te
venía a salir muy barata esta feria, pues dabas diez mil veces menos de lo que recibías.
Mas no por cien años de penalidades,
penalidades, sino por una hora de morti
mortificación
ficación de un gusto,
te dan una eternidad de gloria. Considera cuanto menos das de lo que recibes, porque
si tan larg
largaa vida de trab
tr abaj
ajoo fuera,
fuera , respecto de un millón
millón de años, diez
d iez mi
mill veces
43
44
CAPÍTULO XI. Qué cosa sea el tiempo, según Aristóteles y otros filósofos, y la
poca consistencia de la vida.
Aunque de todo lo dicho se puede colegir lo que es el tiempo, la vida temporal y
cuanto con el tiempo pasa; con todo eso, lo consideraremos ahora más particularmente,
después de haber tratado de la eternidad, para formar más vivo concepto de la bajeza
de las
las cosas tempora
temporalesles y ggrandez
randezaa de llas
as eternas.
eterna s.
Define el tiempo Aristóteles diciendo que es “La medida del movimiento”, porque
donde no hay cambio ni sucesión, no hay tiempo. Declara más esto Eleusipo,
añadiendo que el tiempo es llaa medidamedida del apresuramiento
apresu ramiento y carrera
carrer a que hace el sol.
sol. Y
Próculo dijo que era el número de las correrías y revoluciones de los cuerpos celestes.
Los pitagóricos dijeron que era la última esfera que rodea las demás; esto es, el último
cielo, cuyo rapidísimo movimiento es sobre toda ligereza y movimiento; conforme a lo
cual dijo
dijo San Alberto
Alberto Ma
Magno
gno que era la medida
medida del movimiento
movimiento del primer móvil.
móvil. De
manera que el tiempo es un accidente de cosa tan inconstante como el movimiento. Por
lo cual dijo Avicena: “El tiempo es cosa más flaca que el movimiento”. Mira, pues, que
hay que fiar de la vida humana, pues es miembro de una cosa tan inconstante, flaca y
veloz, que pasa y corre al paso que corre el sol, y dan vueltas al mundo las estrellas del
firmamento, que exceden en su curso y velocidad, no sólo a las aves que vuelan, pero
al mismo viento. Sábete que no viene la muerte tras ti con zapatos de plomo; alas trae,
y volando viene a buscarte con tanta celeridad, que no se puede imaginar mayor. No
sólo excede a las aves del aire, pero ni hay pieza de artillería disparada que con más
furiaa se mueva, que ella
furi ella corre por todas partes,
par tes, y no te dejará de alcanzar.
alcanzar.
Considera cuantas cosas conoces que hay ligeras, y piensa que todas se mueven a
paso de tortug
tortugaa en comparación
comparación de la muerte. Muy velozmente velozmente se mueve un halcón halcón
cuando va tras la garza; pero flema es toda su velocidad en comparación del tiempo, y
de la muerte que viene en el caballero, para hacer en ti presa. Más ligeramente que un
ave se mueve la saeta que dispara el cazador, pues la hiere y mata aunque vaya
volando por los aires; pero, lerda es la saeta más ligera en comparación de la que te ha
disparado la muerte desde el punto en que naciste. ¿Y qué cosa se puede imaginar más
veloz que un rayo que cae del cielo? Con todo eso, es su movimiento muy espacioso
respecto
respec to de llaa presteza con que corre la muertemuerte;; porque es al paso del movimiento
movimiento de
las estrellas del firmame
firmamento,
nto, que más lig ligerame
eramente
nte se mueven, cuya velocidad
velocidad es tan
prodiggiosa, que corren en un día más de mil y diecisi
prodi diecisiete
ete mill
millones y medio
medio de leguas,
leguas, y
en una hora más de cuarenta y dos millones, según el cómputo más moderado del P.
Clavio. A este paso viene la muerte tras ti; ¿cómo no te recelas? Más ligera viene que
un águila, más veloz que un rayo, con tal ligereza que aun el pensamiento no la
alcanza; ¿cómo no temes y te sobresaltas?sobresa ltas? Ya Ya está suelto el arco; contra ti esta
disparada la saeta, y viene a dar en ti; ¿cómo no abajas ssiqui iquiera
era la cabeza y ttee humillas
humillas
yhuir
reconoces?
golpe, Sinosupieses
el golpe, sabría sque
sabrías queunhacerte.
tiro de Partillería
ues ¿que querían
si te dispararte,
dijesen ya yestá
que disparad
nosparado?
di podías
o?
45
Murieras con sólo el susto. Pues sábete que mucho más precipitada y ligeramente se ha
disparado contra ti el tiro de la muerte, y no sabes desde donde partió ni dónde está ya;
porque aunque estuviera
estuviera muy lejos de ti,
ti, ell
ellaa corre con tanta prisa, que no puede dejar
de dar contigo muy pronto. Pero como no sabes de cuán lejos partió, debes por
momentos estarla
estarla esperando, pues por momentos viene. viene.
Fuera de la ligereza, se ha de considerar aquella condición del tiempo, que notó
Aristóteles
en que es
cuanto con medidasucesión
continua del movimiento,
movimi
unasento, en cuanto
partes tiene primero
vienen después y último;
de otras. últLo
imo; esto
cual es,
tiene
esencialmente el mismo tiempo, como notó Averroes; de manera que no tiene
capacidad para dar de por junto las cosas, sino por partes, dejando unas de ser para
venir otras, muriéndose cada momento las primeras para que vengan las segundas. Los
bienes
bi enes que puede gozar la vida
vida en la niñez
niñez se han de dejar cuando vienen vienen los de la
uventud; y los de la juventud cuando vienen los de la vejez. La candidez, seguridad e
inocencia de los niños se pierde con la juventud; y las fuerzas y vigor de la juventud
no están ya con el seso y juicio de la vejez, de suerte que no es el tiempo para darnos
todo junto inocencia, vigor y prudencia, sino, con ser tan limitados los bienes de la
vida, los da tan limitadamente, que a la misma vida da por partecitas, y mezcla en ella
tantas partes de muerte como da en trozos de vida. Primero que venga la niñez ha de
morir la edad del infante; primero que venga la vida pueril ha de morir la niñez; antes
que venga la juventud ha de acabarse la puerilidad, y la misma juventud muere
primero
pri mero que veng
vengaa el estado de varón; el cual, también,
también, antes que venga venga la vejez, ha
de expirar; y hasta la misma vejez muere para que venga la edad decrépita. De suerte
que en una misma vida hallará uno, antes de morir, que ha muerto muchas veces; y
con todo eso no acabamos de persuadirnos que hemos de morir una. Volvamos, pues,
los ojos a nuestra vida pasada, y consideraremos que se hizo de nuestra niñez, de
nuestra puerilidad, de nuestra juventud. Ya murieron en nosotros. Pues de la misma
manera morirán todas las demás edades y vidas de la vida.
No solamente
solamente moriremos en los princi
principal
pales
es tiempos
tiempos de el ellla, sino
sino cada hora y
momento, con una perpetua sucesión y cambio de cosas. ¿Qué contento hay en la vida
que no muera luego, y le suceda algún pesar? ¿Qué afecto da pena que no le suceda
otro con otra pesadumbre igual o mayor? Por lo ausente, porque se entristeció uno;
teniéndole presente se enfada; lo que deseado le dio congoja, poseído le da cuidado, y
perdido,
perdi do, pena.
No hay punto de vidavida en que no gane mucha tierratierra la muerte. Ni es otra cosa el
movimiento de los cielos sino un ligerísimo torno en que se está siempre recogiendo el
ovillo
ovil lo de nuestra vida, y un velocísimo caballo
caballo en que corre
corr e la apuesta la muerte. No
hay momento de vida en que no tenga igual jurisdicción la muerte. Y como dijo un
filósofo, no hay punto de tiempo que no le dividamos con la muerte.
Y si bien se considera, no vivimos sino un punto, porque no tenemos de vida sino
este instante
fuéramos presente.
muertos. LosLos
añosaños
quepasados ya pasaron,
han de venir aun noylos
novivimos,
tenemos nidetenemos
ellos más
deque
ellossi
más que si no hubiéramos nacido. El día de ayer se desvaneció; el de mañana no sabes
46
lo que será; del de hoy ya se te han pasado muchas horas que no vives, y te faltan de
vivir otras que no sabes sí las vivirás. De manera que, sacado todo en limpio, no vives
sino este momento, y en ese mismo te estas muriendo. De suerte que no puedes decir
que la vida
vida es sino la mitad de un mom
m omen
ento
to,, y un indivisi
indivisible
ble divi
dividido
dido entre vida y
muerte. Con razón se puede llamar esta vida temporal, como dijo Zacarías, sombra de
la muerte, porque a sombra de la vida
vida se nos entra la muerte; y como a cada paso que
da uno
así como dalaotro su sombra,
eternidad tieneasí
estatambién no daque
propiedad, paso la vidaempieza,
siempre que no de otro
y así es launmuerte. Y
perpetuo
princi
pri ncipi
pio,
o, así tambi
también
én esta vida
vida siempre
siempre acaba, y se está feneciendo;
feneciendo; por lo cual se
puede deci
decirr un perpetuo fin fin y una continua
continua muerte. No hay gusto en la vida, vida, aunque
durara veinte años continuos, que se pueda gozar presente, sino sólo un punto, y este
con tal contrapeso, que no menos se avecina en él la muerte que le goza la vida.
Finalmente, es de tan poco ser y sustancia el tiempo, y, por consiguiente, nuestra
vida, que no tiene ser permanente, como dice san Alberto Magno, sino sucesivo y
arrebatado, sin poderse detener en su carrera, con la cual va precipitado a dar en la
eternidad, y como si fuera un caballo desbocado atropella con todo y lo arruina, sin
poder pararse. Y a la manera que no se pudiera pudiera gozar de la vista
vista de un bizarro
bizarro caballo
caballo
lleno de joyas y galas, si fuese siempre corriendo a rienda suelta, así también, porque
no paran un punto las cosas de esta vida, no se puede gozar bien de ninguna; todas
corren a rienda suelta hasta estrellarse con la muerte y hacerse pedazos con su fin.
No sisiggnifi
nificó
có poco esta misma
misma condici
condición
ón del tiempo
tiempo el nombre que le d io el
emperador y filósofo Marco Aurelio, cuando dijo: “El tiempo es una ola arrebatada”;
porque así como una recia ola ola hunde con gran veloci
velocidad
dad la nave y no deja gozar al
navegante de las riquezas que lleva, así hace el tiempo con su arrebatamiento y furia:
que arruina y anega todo. Consideró este filósofo tanta brevedad y presteza en el
tiempo, que lo mismo juzgó era vivir largo tiempo que contó; y así, añadió una
sentencia que quiero referir aquí para desengaño nuestro: “Si te dijera Dios que habías
de morir mañana o ese otro día, no hicieras ya mucho caso en que murieses ese otro
día, y no mañana, si no es que tuvieses un ánimo muy débil y vil. Porque, ¿qué
diferencia había de uno a otro, por ser tan poca la distancia? Pues de la misma manera
uzga que no has de tener por gran diferencia morir después de mil años, o morirte
mañana. Considera a menudo cuántos médicos se han muerto, que tomando el pulso a
los enfermos arquearon las cejas; cuántos matemáticos (astrólogos) que se alabaron de
haber dicho a otros cuando habían de morir; cuántos filósofos, que disputaron
largamente de la muerte y de la mortalidad; cuántos muy celebrados en la guerra, que
mataron a muchos; cuántos reyes y tirano tiranos,
s, que con gran insol
insolenci
enciaa usaron de su
poder; cuántas ci c iudades se han muerto, por decirlo
decirlo así. Héli
Hélice, P ompeya y Herculano,
Herculano,
y otras innumerables. Añade a estos cuantos has conocido y ayudado a sus exequias,
que uno tras otro se han muerto, y lo que ayer fue pez, hoy es guisado o ceniza:
momentáneo
es todo tiempo.” Todo esto es de este sabio príncipe.
47
48
49
hombre que vive; esto es, toda mi vida; porque la vida del hombre es la
cuanto es el hombre
cosa más frágil de cuantas tiene el hombre. Esta baja estimación y esta vanidad tienen
las cosas, aunque las hubiésemos de gozar mil años. Pero habiéndose de acabar tan
pronto, y más de lo que pensamos, ¿qué caso se puede hacer de todo? ¡Oh si
hiciésemos concepto de esto, de cuan breve es la vida, y cómo se despreciarán todos
sus gustos!
Es cosa
saliese poresta tan importante,
las calles y plazas yque mandópregonase
a voces Dios al más principal
y diese de clamores
grandes sus Profetas que
de cuan
frágil y breve es nuestra vida. Porque estando profetizando el profeta Isaías (40, 6) el
más grave y escondido misterio que le reveló Dios, que es la Encarnación del Verbo
eterno, oyó de repente una voz del Señor que le decía que alzase el grito y diese voces,
diciéndole: Clama, clama. El Profeta respondió: ¿Qué es, Señor, lo que tengo que
clamar y quieres que pregone a gritos? Le dijo Dios: Que toda carne es heno, y toda
su gloria como la flor flo r del campo; porque así como el heno se corta y seca de la
noche a la mañana, y la flor se marchita luego, así es la vida de toda carne, y su
hermosura y lozanía se pasa y se marchita en un día. Sobre este lugar dice San
Jerónimo: “Verdaderamente que quien mirare la fragilidad de la carne, y que cada hora
crecemos y descrecemos, y que esto mismo que hablamos, que dictamos, que
escribimos, se nos pasa volando de nuestra vida, no dudará de decir a su carne que es
heno. El que ayer era niño se hace al momento muchacho, el muchacho se hace de
repente joven, y hasta la vejez se va mudando por plazos inciertos; y antes se siente
uno viejo que empiece a maravillarse que no es joven.”
Otra vez, considerando el mismo Santo a Nepociano, que murió en la flor de su
edad, dice: “¡Oh miserable condición la de la naturaleza humana! Vano es todo lo que
vivimos sin Cristo, toda carne es heno y toda su gloria como la flor del heno. ¿En
dónde estará ahora aquel rostro hermoso? ¿En dónde está la dignidad de todo su
cuerpo, con lo cual, como un hermoso vestido, se vestía la hermosura del alma? ¡Ay,
dolor! Se marchitó la azucena corriendo ábrego, y el color de púrpura de la violeta se
mudó en amarillez.” Luego añade: “Debemos, pues, considerar nosotros que lo que
hemos de ser en algún tiempo, y lo que queramos o no queramos, no puede estar muy
lejos. Porque si excediese nuestra vida a novecientos años y se nos concediese la edad
de Matusalén, con todo eso, toda la longitud de vida pasada no sería nada, pues deja
de ser. Porque entre aquel que vivió diez años, y aquel que hubiese vivido mil, después
que les hubiese venido el fin de la vida y la necesidad irrecusable de la muerte, lo
mismo es; sino que el viejo sale más cargado con mayor manojo de pecados.”
Pues esta fragilidad y brevedad de la vida humana, con ser tan cierta y clara, quiso
nuestro Señor que publicase su Profeta, juntamente con el misterio más escondido e
ignorado del entendimiento humano, que era su encarnación, y el modo de la redención
del mundo, que aun los más altos serafines no conocían ser posible. Porque no acaban
los hombres de persuadirse esta verdad, y conocer la brevedad de la vida, y con verla
acabar cada hora no creen que se ha de acabar en alguna, y con oírlo cada día les es
como un misterio escondido que no acaban de entender. Y así mandó Dios que, como
50
pues
mayorporquesombra
ahora. la cali
calificó
ficó el Santo Job, aún en·tiempo
en·tiempo que era tres o cuatro veces
Y no es maravilla, pues sintieron de ella lo mismo los que la alcanzaron tan larga, que
pasaba de novecientos
novecientos años, que son los que vivivivieron
eron antes del diluvi
diluvio;
o; de los cual
cuales
es los
más está
estánn en el
el infiern
nfierno,
o, dici
diciend
endoo lo
lo que
que refi
refiere el
el Sabi
Sabio (Sab. 5, 8): ¿De qué nos ha
servido nuestro
nuestro orgullo?
orgullo? ¿Qué nos han reportado las riquezas de que pr presumíamos?
esumíamos?
Todo aquello pasó como una sombra, como noticia que vuela; como nave que surca las
aguas agitadas, sin dejar ver el rastro de su travesía ni la estela de su quilla sobre las
olas; o como pájaro que vuela por el aire sin dejar ninguna huella de su vuelo: con su
aleteo bate el aire ligero, lo corta con agudo chillido, se abre camino agitando las alas
después no descubre la señal de su paso; o como flecha disparada al blanco: el aire
rasgado
nosotros:vuelve
apenasa soldarse
nacidos, al instante, sin . dejar
desaparecemos Estasconocer su trayectoria.
son palabras aun de Lo los mismo
tristes
condenados que vivieron más de ochocientos años. Y si tan larga vida la tuvieron por
sombra, y juzgaron que apenas habían naci nacido
do cuando al momento murieron. ¿cómo
piensas
piensas tú vivi
vivirr mucho, pues en este tiempo
tiempo es mucho llegar
llegar a sesenta años? La vida
vida de
ochocientos años no es más que el re revolotear
volotear de un gorrión,
gorrión, o el disparar de una saeta,
o, por mejor decir,
decir, el paso de una sombra. ¿ Qué piensas
piensas que serán cincuenta años que
podrás vivi
vivir?
r? P or cierto
cierto que a vida
vida más larga, esto es, a todo aquell
aquello a que se puede
extender la vida humana, comparó Homero a las hojas de un árbol, que cuando mucho,
duran un verano.
verano . Y pareciéndol
parec iéndolee mucho a Eurípides, dijo que la la felicidad
felicidad humana
bastaba que tuviese
tuviese nombre de un día. dí a. Mas juzgando
juzgando esto por sobrado, dijo dijo Demetrio
Demetrio
Falereo
algún
alg quey leasíbastaba
ún ser; se lo llamarse
lo quitó, no hora,
diciendo
diciendo quesino
era momento. Platón tuvo
sueño de despierto. Y por demasía
teniendo estodarla
por
51
52
inestable como ella. ¿Qué puede ser toda la gloria humana, pues la vida que la sustenta
no tiene más consistencia que el humo, según David, o según Santiago, que un
vaporcito que al momento se desvanece? Y aunque fuese de mil años, llegando su fin
es igual con lo que duró un día, porque así la felicidad de la vida larga, como la de la
corta, es humo y vanidad, pues una y otra se pasa, y para en la muerte.
Guerrico, dominicano, gran filósofo y médico, después teólogo, oyendo leer el
capítulo
de Adán,5ydel Génesis,dedonde
el término la Escritura
que usa comienza
es este: Toda la vidaa contar
de Adánlosfue
hijos y descendientes
novecientos treinta
años, y murió; la vida de su hijo Set fue novecientos doce años, y murió, etcétera, hizo
su cuenta, que si tales y tan grandes hombres después de tan larga vida al fin paraban
en morir, no era justo perder más tiempo en el mundo, sino poner la vida en cobro, de
manera que cuando acá se acabase no se perdiese; y con esto dio consigo en la Religión
de Santo Domingo,
Domingo, y fue de santísima vida.
¡Oh cuan locos son los hombres que, siendo tan breve la vida, tratan de vivir mucho
y no tratan de vivir bien, siendo cosa averiguada, como dijo Seneca, que todos pueden
vivir bien y que ninguno puede vivir mucho por más que viva! Echase de ver más esta
locura con lo que dice Lactancio, que siendo tan breve esta vida, es fuerza que los
males
eternos.y Y
bienes que hay
queriendo Diosenrepartir
ella sean breves, como los
competentemente males
estos y bienes
bienes y estosdemales,
la otra sean
ordenó
que a los bienes breves que se gozan en esta vida sucedan en la otra males eternos, y a
los males breves que se sufren aquí por amor de Dios, sucedan bienes perdurables. Y
así, poniéndonos Dios delante esta diferencia de bienes y males, y dejándonos libertad
para escoger
escoger la suerte que quisi
quisiéremos,
éremos, es gran locura, por no sufrir
sufrir tan breves males,
perder bienes
bienes eternos; por gustar de bienes
bienes tan breves padecer males
males tan largo
argoss que no
tendrán fin.
53
concluir
sol amenteque
solamente se no lo sabe.
puede decir Lo
ti másloque
tiempo
empo quellega a alcanzar,
es presente, queque noo hay
es sól
sólo tiempo largo y que
un momento.
Lo mismo sintió el emperador Antonino en su filosofía, por lo cual dice esta sentencia:
“Si hubieses de vivir tres mil años, y sobre estos otros treinta años, acuérdate que nadie
deja otra vida, sino la que vive de presente. Y así, lo mismo es un espacio larguísimo
de vida que uno brevísimo, porque lo que es presente a todos es lo mismo, aunque no
sea lo mismo aquello que ya pasó. Y así parece que no hay sino un punto de tiempo;
porque no lo pasado ni lolo ffuturo
uturo nadie
nadie lo puede perder.
perder. P orque ¿cómo se puede perder
lo que no se tiene? Por lo cual se deben conservar estas dos cosas en la memoria: Una,
que desde el principio todas las cosas tienen una misma figura y se revuelven en un
círculo, y no hay diferencia del que las esté viendo cien años o doscientos y del que las
viese infinito tiempo. La otra cosa es que aquel que vivió muchísimo y aquel que se
murió luego, pierden lo mismo, porque sólo son privados de lo que es presente, pues
esto sólo tienen: porque lo que no se tiene, tampoco se pierde.” Todo esto dice este
sabio príncipe; porque no haya más sustancia en el tiempo que el momento que es
presente.
Pero advierte San Agustín cuan poco se tiene ese mismo momento presente, pues no
se puede afirmar qué es, y así dice: “Lo presente, para que sea tiempo, es porque
asa; pero ¿cómo se dice
dice qué es, pues la causa porque es; es porque no será? De
suerte que no diremos con verdad ser ser,, sino porque camina a no ser.” Mira de qué fías
tu felicidad, mira en que columna de bronce colocas tus esperanzas; en una cosa tan
poco constante, que no tiene
tiene más consistenci
consistenciaa que el dejar de ser,
ser, y del mismo venir a
no ser recibe su ser, si tiene alguno. Porque; ¿qué ser puede tener lo que es y no es,
dejando siempre de ser con tanto ímpetu y ligereza, que no le podrás detener que se
pare más de un momento? Pero P ero ni ese momento se para, par a, pues el momento que es está
siempre en perpetuo y continuado curso. Dígame el que está en la flor de su edad: ¿qué
fuerza puede haber que detenga los años de su vida que no corra siquiera un solo día?
¿Qué poder habrá para que el gusto que tuviese tuviese una hora se detenga
detenga para que no se
haya pasado? P rocura asir asir del tiempo,
tiempo, y no hallhallarás de qué, porque no se le conoce
bulto;
bul to; y con todo eso corre con tan gran fuerza, que antes te llevará tras sí que tú le
puedas tener; corre a su fin fin perpetuamente. P or eso, hablandohablando de la vida
vida el mismo
Santo Doctor, dijo que era su tiempo “una carrera a la muerte”, la cual es tan veloz y
ligera, y mezclada con tantas muertes de un propio hombre, que viene a dudar el Santo
si la vida de los mortales se ha de llamar antes vida que muerte; y así dice: “Desde el
punto que empieza
empieza uno a estar en este cuerpo, que ha de morir, morir, siempre se hace en el
él venir la muerte; porque esto obra su mutabilidad por el tiempo de esta vida, si acaso
54
se ha de decir vida la que es para que vean la muerte Porque no hay ninguno que
después de un año no esté más cerca de morir que antes del año, y mañana y hoy que
ayer, y ahora que poco antes; porque todo el tiempo que se vive se quita del tiempo de
vivir, y cada día se hace menos y menos lo que queda, de tal suerte que no es otra cosa
el tiempo de esta vida sino una carrera para la muerte, en la cual no se permite a alguno
pararse un poco o irse más despacio,
despacio, sino
sino todos son apremiados
apremiados a ir con igual
gual
apresuramiento.”
Luego añade: “¿qué otra cosa se hace cada día y cada momento, hasta que se acabe
de consumar aquella muerte que se obra, y comienza a ser el tiempo que se sigue
después de la muerte, el cual ya estaba en la muerte mientras se le quitaba la vida? De
aquí se sigue que nunca está el hombre en la vida, desde que está en este cuerpo que
muere antes que vive, si juntamente estar en vida y en muerte no puede. ¿Por ventura
está junto en vida y muerte, esto es, en la vida que vive, hasta que toda se le quite, y
en la
la muerte, porque ya muere
mue re a quien se le quita la
la vida?”
Por esto mismo dijo Quintiliano: “Que por momentos moríamos antes de tiempos”; y
Seneca dice: “Erramos cuando miramos a la muerte que ha de seguirse, como sea así
que ya ha precedido y se ha de seguir: todo lo que fue antes, muerte es. Y ¿qué
importa quedía
ser?” Cada no empieces
morimos, ocada
que día
acabes, puesalguna
se quita de unoparte
y otrodeeslaelvida;
mismo efecto
y en de no
el mismo
crecer nuestro descaece y mengua la vida, y este mismo día que vivimos lo dividimos
con la muerte. Bien dijo·quien llamó a la vida de este mundo sueño de una sombra.
También se dice en el libro de la Sabiduría que es nuestra vida un paso de la sombra,
porque la sombra es como una mezcl me zclaa de la noche y del día. Y así como la sombra se
puede decir
decir que es cierto
cierto género de noche, así la vida
vida es ci
cierto
erto género de muerte. Y
como la sombra tiene mezcla de alguna luz, así la vida tiene su parte del morir y su
parte de vivi
vivirr, hasta que venga
venga a parar en una muerte pura y sólid
sólida.
a. Y pues ha de venir
venir
a parar en no ser, será muy poco, principalmente comparado con lo eterno, que
siempre ha de durar.
2. Todo
perder lo quepor
lo mucho tiene
tanfinpoco,
es poco, pues viene
lo verdadero a parar
y muy ci en por
cierto
erto nada.
lo Pues
falso ¿por qué quieres
y soñado? Oye a
San Juan Crisóstomo, que dice: “Si porque tuviese solo una noche un sueño alegre,
hubiese de ser atormentado después de despierto cien años, ¿qué hombre hubiera que
apeteciera tal sueño?” Pues ¿cuánta mayor es la distancia que hay de lo verdadero de
la eternidad al sueño de esta vida, de los años eternos del otro siglo a los transitorios de
éste? Menos es esta vida, respecto de la eterna, que una hora de sueño respecto de
cien años de vela, menos que una gota respecto de todo el mar. Prívate ahora de algún
gusto por no estar privado de todo gusto para siempre; pasa ahora algún trabajo
porque no pases eternamente mil tormentos. P orque con razón dijo dijo San Agustín:
“Mejor es una poca de amargura en la garganta, que eterno tormento en las entrañas.”
A todo
llamó al lo que pasa
tiempo en tiempo
de su Pasión,llamó Cristo nuestro
con tantos géneros Redentor y 16,
poco (Jn.
de acerbísimos muy16).crueles
Poco
tormentos que en ella padeció; poco llamó al tiempo del martirio de los Apóstoles, con
55
tan extraños modos de martirios que sufrieron; poco y poquito es cuanto en esta vida
podemos padecer respecto de los años eternos, si bien,
bien , como dijo
dijo San Agustín, “este
poquito
poqui to nos parece largo,
argo, porque aún estamos en ell
ello;
o; pero cuando se hubiere acabado
echaremos de ver cuán poquito es.” Pongámonos en el fin de la vida, y veremos cuan
pequeña es; y todo lo que en ella
ella parece grande y de cualqui
cualquier
er manera,
manera , es muy poco
comparado con lo eterno.
A un muy
Cristóbal Caro,observante y religioso
le envió nuestra Señora Padre de nuestra
este recado, Compañía,estas
que considerase que dos
se cosas:
llamaba“
¡Oh, que mucho!”, y “¡Oh, que poco!”; esto es, lo mucho, que es la eternidad sin fin, y
lo poco, que es el tiempo de la vida: lo mucho, que es Dios poseído para siempre, y lo
poco, que es un contento de la tierra
tierra que hemos de dejar; lo mucho, que es reinar
reinar con
Cristo, y lo poco, que es servir a nuestro apetito; lo mucho, que es gloria eterna, y lo
poco, que es vivi
vivirr mucho en este vall
valle de lág
lágri
rimas.
mas. Porque, como dijo
dijo el Eclesi
Eclesiásti
ástico
co
(18, 8): El número
número de los días de los hombres,
hombres, cuando mucho, son cien años, y son
reputados como una gota de agua del mar y como un granito de arena, así son
equeñitos los años en el día de la eternidad. Poco parecerá cualquier tiempo para
merecer lo eterno. Con razón San Bernardo repetíarepetía a sus monjes aquel dicho
dicho de San
Jerónimo:
Jerónimo:la “Ning
adquiere “Ningún
gloriaún
de tra
tlaraba
bajo
jo duró, ning
eternidad.” ningún
ún tormento debe parecer
parece r largo,
largo, con que se
A Jacob le parecieron poco siete años que sirvió a Labán, por el amor que tenía a
Raquel. Pues a nosotros ¿por qué nos ha de parecer mucho ningún tiempo por servir a
Dios? Mira a quien sirves tú y por qué; y mira a quien servía Jacob, y por qué tú sirves
al Dios verdadero y por la gloria eterna; Jacob servía a un idólatra engañador, y por una
hermosura caduca. Coteja ahora tus servicios con los de Jacob; mira si ha veinte años
que tu sirves a Dios, como Jacob sirvió a Labán; mira si le puedes decir: De día y de
noche te serví abrasándome con el estío y el hielo, y el sueño se huía de mis ojos, y
así te serví por veinte años en tu casa (Gn. 31, 40). Con esta fidelidad sirvió aquel
siervo de Dios a un pagano. ¿Cómo será que tú sirvas a Dios, si deseas ser su siervo?
Todo
Mirate en
ha de
queparecer poco,tuspues
empleas sirvesaños,
breves a un gran
que Señor,
siendo ycortos
por tanpara
gran ocuparles
premio. en el
merecimiento de una eternidad, se te pasan entre los dedos sin hacer cosa de provecho.
Bien dijo San Agustín que el tiempo de esta vida se significaba en el hilado de las
Parcas, de las cuales fingieron los sabios antiguos que estaban hilando la vida. El tiempo
pasado era lo que estaba revuelto
revuelto en el uso; el tiempo por venir,
venir, lo que quedaba en la
rueca por hilar; y el presente, lo que se pasaba entre los dedos; porque verdaderamente
no sabemos emplear el tiempo, ocupando en él las manos llenas con santas obras, sino
que se nos pasa con pensar en cosas sin sustancia y provecho. Mira que tela tan basta
sacarás de tu vida, pues tan poco cuidas de lograr bien el tiempo de ella, que se pasa
para nunca vol
volver
ver.. Mejor declaró
declaró David
David este mal empleo,
empleo, cuando dijo
dijo que nuestros
años no
aun meditarán como
hilan lana sino losotraexcrementos
las arañas;
o lino, letra dice: “Se ejercitarán”;
de sus entrañas, porque las arañasy
deshaciéndose
desentrañándose por urdir su tela, la cual labran con los pies, tan de poca consistencia,
56
que en un momento se deshace, y tan de poco provecho, que no sirve sino para cazar
moscas.
La vida del hombre toda está llena de vanos trabajos y fatigas, de varios
pensamientos,
pensami entos, trazas, sospechas, temores y cuidados,
cuidados, que la ejer citan
citan grandemente;
grandemente;
encadenando y tejiendo cuidados a cuidados; afanándose siempre por más; no habiendo
bien
bien acabado con una ocupació
ocupación cuando se embarazan en otras, y todas tan mal hechas
como si las hiciesen con los pies, añadiendo unos trabajos a otros, y trabajo a trabajo,
como la araña añade unos hilos a otros. Ya pensamos cómo se ha de alcanzar lo que
deseamos, luego cómo se ha de guardar, luego cómo se ha de adelantar, luego cómo se
ha de defender, luego cómo se ha de gozar, y todo viene a deshacerse entre las manos.
¡Que trabajo cuesta a la araña urdir su tela! Anda de una parte y de otra, y vuelve a un
mismo puesto muchas veces; consúmese por sacar más hilos de sus entrañas para
formar su toldo, y para ponerle en alto hace muchos caminos. Y habiendo acabado su
obra muy extendida y ancha, con sólo que la toque una escoba cae toda en tierra. Así
son los empleos de la vida humana, de mucho afán y de poca firmeza, quitando el
sueño y llenando de cuidados, para desvanecerse en un punto, gastando lo más de la
vida en trazas y pensamientos vanos. Por eso dijo David que los años de vida
meditaban o pensaban, como las arañas trabajan y se afanan todo el día en formar sus
telas; y así se va la vida del hombre en continuos pensamientos y cuidados de lo que ha
de ser uno, lo que ha de procurar, lo que ha de alcanzar, y todo es vanidad de
vanidades y aflicción de espíritu; y (como dice el Sabio) en las cosas del servicio de
Dios solo se tienen pensamientos y ningunas obras. Con mucha razón dijo Aristóteles
que la esperanza de la vida por venir era un sueño del que vela; y Platón, de la misma
manera, llamó a la vida pasada sueño de gente despierta. Porque así la esperanza
humana como la vida se igualan
igualan en esto al sueño, que
qu e no tienen consistencia ni ser. Y
ninguno hay que después de haber hecho discurso de su vida pasada no diga que los
sueños y verdades han sido de una misma manera; porque ya no tiene más de lo que
gozó que de lo que soñó, pareciendo todos sus gustos tan breves, que se les han
untado los fines con los principios, sin dar lugar a los medios.
57
diera por haberse aprovechado de la ocasión que tuvo de tener amistad con tan gran
rey y poseer en paz su propio reino? Pero ¿qué tiene que ver eso con lo que sentirá el
pecador cuando se vea a sí mismo abrasar en el infierno,
infierno, y enemigo
enemigo eterno del Rey del
Cielo, habiendo él perdido el reinar con los Santos? ¿Qué despecho y pesadumbre
tendrá?
El mal ladrón, que fue crucificado con el Salvador del mundo, y tuvo tan buena
ocasión para
39), ¿cuán salvarse
grande como
llanto harásu compañero,
ahora por esto?y no se supo aprovechar de ella (Lc. 23,
¡Y que arrepentimiento, será el del rico avariento, a quien se le entró tan buena
ocasión por sus puertas, pidiéndole Lázaro limosna, con la cual pudiera redimir sus
pecados, y el la dejó pasar, siendo
siendo más inhumano que sus perros, los cuales
cuales no le
dejaban irse sin lamer primero sus llagas (Lc. 16, 21), usando de misericordia con quien
fue tan poco misericordioso su amo! ¿Qué dirá ahora cuando le falte todo, hasta una
gota de agua, por no haber dado de limosna, siquiera una migaja de pan? ¡Qué
despecho! ¡Qué rabia! ¡Qué desesperación tendrá por no haber logrado tan buena
ocasión para salvarse!
Porque si bien es verdad que todo el tiempo que vivimos es ocasión para alcanzar la
gloria, pero haynuestra
especialmente en el discurso de laporque
salvación; vida particulares
en ellos, osucesos de los cuales
desobligamos más adepende
Dios, omás
le
obligamos. Como lo hizo el Santo José, cuando por no ofender a su Creador huyó de su
ama, dejándole la capa en las manos (Gn. 39, 12). Este fue un acto excelente con que
obligó mucho a Dios, y mereció que le favoreciese tanto como lo hizo. De la misma
manera Susana se aprovechó de una gran ocasión para salvarse con muchos
merecimientos, cuando escogió antes morir, que consentir en aquel torpe gusto con que
la convidaban aquellos dos ancianos (Dn. 13, 23). No se nos ha de pasar coyuntura de
mostrarnos finos con Dios y obligarle con acto heroico, que depende de ocasiones. Por lo
cual dijo el Sabio: No te prives de pasar un día feliz, no dejes escapar un deseo
legítimo. (Qo. 14, 14).
A laMitridates
cosa. ocasión definió Tulioera
dijo que quelaera partededeltodas
madre tiempo
las acomodado
cosas que separahanhacer alguna
de hacer. Y
Polibio, que era la que dominaba en las cosas humanas. Y no hay duda sino que
ocurren algunas coyunturas que nos dan a las manos, grandes ocasiones de merecer, y
obrar virtudes excelentes y actos heroicos que, si se logran, aseguran mucho nuestra
salvación. Por lo cual ponen algunos, entre otras señales de predestinación, el haber
hecho alguna obra de excelente virtud.
Miremos cómo se han aprovechado algunos de las ocasiones de cosas temporales,
para que seamos nosotros en las eternas no menos solíci solícitos
tos y dil
diligentes.
igentes. Raquel, ¿con
qué diligencia corrió a encubrir los ídolos (Gn. 31, 34) que llevaba hurtados de su
padre? Abig
bigail,
ail, ¿cuán dil
diligentemente procuró salirsalir al encuentro a David
David (1S. 25, 14)
Por
de lanovida
perder
ellala ocasión de aplacarle?
y su marido, Y sin toda
y asimismo duda,su
si se tardara,Pues
familia. corrieran evidente
Abraham, ¿conriesgo
qué
solicitud fue a buscar a aquellos cinco reyes que llevaban preso a Lot, su sobrino (Gn.
61
14, 14), porque no se le pasase la ocasión de alcanzarlos? Y Saúl ¿con cuanta presteza
recogió ejército para tener lugar de socorrer a Jabes Galaad? (1 S. 11, 6). No nos
importa menos ganar el Cielo: no seamos más tardos en esto que en adquirir las cosas
de la tierra.
Oigamos la diligencia y presteza con que el Sabio nos aconseja que cumplamos la
palabra
palabra que se dio
dio a un hombre: Hijo mío, si pr
prometiste
ometiste por un amigo, clavaste tu mano
enropias
un extraño;
razones.enlazado te has
Haz, pues, en las
lo que palabras
te digo, de tu aboca,
y líbrate y cautivo
ti mismo, hijo estás en que
mío; por tus
porque
caíste en manos de tu prójimo. Discurre apresuradamente, y despierta a tu amigo; no
des sueño a tus ojos, y no dormiten tus pestañas; escápate de la mano como la cabra
montés y como el pájaro de la mano del cazador (Pr. 6 , 1).
Los que están obligados al demonio con sus pecados miren con que diligencia deben
escaparse de él, sin perder tiempo ni ocasión; y los que están obligados a Dios por
infinitos beneficios y palabra que le han dado, miren cómo le deben satisfacer,
aprovechándose de todas ocasiones. Apresúrense, como dice el Sabio; no sean tibios y
tardos; no den sueño a sus ojos, ni peguen sus pestañas por escapar del infierno y del
cautiverio de Satanás, sin perder punto ni ocasión. Lástima es que se nos pase alguna
sin
sin aprovecharla;
buscar las del yCielo,
miseria inconsolable
siendo que sey nos
ella tan corta tan pase
brevelapara
vidamerecer
en cosaslodeque
la es
tierra,
tan
largo y extendido para gozar, como la eternidad. Con razón nos amonesta el Apóstol
(1Co. 7, 29): Esto os digo, hermanos míos: el tiempo es br breve;
eve; lo que resta es que
los que tienen mujer
mujeres
es estén como si si no las tuviesen, y los que lloran sean como
que no llorasen;
llorasen; y los que gozan como si no gozasen; los que que compran como si no
oseyesen; los que usan de este mundo como si no lo usasen; porque se pasa la
igura de este mundo. Considerando el Apóstol tanta brevedad del tiempo, quiere que
estemos tan metidos en las cosas de nuestra salvación y de la otra vida, que en las de
este mundo estemos muy superficialmente y enajenados de todas ellas, estando en
ellas y usándolas como si no las usásemos.
Miremos
Mi remosdeque
esperanza s i se nos
remedio noshapasa la ocas
o casión
de faltar iónotra.
en la del No
tiempo
tiempo
carecededeesta
e sta breve vloida
enseñanza idque
a , aun la
fingió
la antigüedad, que Júpiter dio a uno un vaso lleno de bienes. El cual, muy contento con
tanta grandeza de don, que contenía cuanto se podía desear, deseó gozarle luego y
habiendo de gozar de los bienes en su sazón y tiempo, y no todos juntos y a bulto,
abrió con imprudencia el vaso para verlos y gozarlos a un mismo tiempo. Pero apenas
le hubo descubierto, cuando todos volaron por el aire y desaparecieron; y por mucha
prisa
prisa que se dio a cerrarle, ya se le habían escapado todos. Sól Sóloo le quedó la esperanza.
e speranza.
Bien diferente es en esto la ocasión de nuestra salvación, que, aunque está llena de
bienes,
bienes, pasá
pa sánn do se
se,, ni aun la esperanza deja; sino sino en lugarugar de ella
ella viene
viene el
arrepentimiento y pesar eterno, y más siendo por culpa.
Cuando
hubiera el rey
herido seisJoas hirióveces,
o siete la tierra
comotresla veces y el acabaría
hirió tres, profeta Eliseo le dijo
con toda Siria que
(2 R.si13,
la
19), ¿qué pesar tendría de no haberlo hecho, aunque no tuvo en ello culpa? Porque
62
emperadores precedieron en la monarquía de los asirios, tan señores del mundo como
Alejandro, y ya ni de sus huesos se sabe dónde están, ni sus nombres se conocen? Del
mismo Alejandro Magno, ¿qué tenemos sino el retintín de su fama vana? Díganoslo
aquella congregación de filósofos que se juntaron en su sepulcro. Uno dijo: Ayer no
bastó a Alejandro toda la redondez de la tierra; ahora le sobran solo
solo dos varas de tierra.
tierra.
Otro se admiró diciendo: “Ayer pudo librar Alejandro de la muerte a numerosos
puebl
pueblos;
os; aahora
la tierra;
tierra; ahora nooprime
hora le puede aniéla llasí mismo.”
mismo.”
a tierra y noOtro
hay exclamó:
excl
en amó:
e n ella ya“Ayer
ella “Ayer oprimió
huellaoprimió Alejandro
Alejandro
por donde pasó. ”a toda
pasó.”
Además de esto, ¿qué diferencia va de una estatua de marfil o de oro a su sombra?
Aquella es de una sustancia muy preciosa y sólida; esta no tiene ser, ni cuerpo, ni
consistencia. Así, también la vida eterna es preciosísima y de gran momento; mas la
temporal es vana y miserable, sin tener sustancia en cuantos bienes tiene. La sombra
no tiene más ser que ser privaci
privación ón de la cualidad más buena que hay en la naturaleza,
y de la cosa más hermosa del mundo, que es la luz del sol, de la cual está privada para
nunca verlo. Así también, esta vida sin sustancia ni ser es privación de grandes bienes,
por lo cual dijo
dijo Job (9, 25) que sus días huyeron y no vieron sus ojos el bien. Esto dijo
aquel que fue rey y gozó de grandes riquezas, tuvo muchos criados y numerosa familia
ycual
todo lo que
pudo podía
decir conelmucha
gusto verdad,
desear. Con todotodos
porque eso, los
dicebienes
que endesuesta
vidavida
no vio
no el
se bien; lo
han de
calificar por tales; y aunque lo fueran, duran tan poco sus gustos, que se puede decir
que no los vemos; y aunque duren, teniendo fin, no son más que si no hubiesen sido.
Como lo confesó aquel caballero llamado Rolando, que después de haber entrado en
una gran fiesta con grandes galas, bizarría y regocijo de todos, cuando llegó la noche,
exclamó amargamente diciendo: ¿Dónde está la fiesta que hoy hicimos? ¿Dónde está la
gloria de todo el día? Como este día se pasó sin dejar rastro de sí, se pasarán los
demás; y así será toda la vida, sin dejar nada de sí sino un eterno pesar. Esta
consideración le le bastó sólo para cambiar
ca mbiar de vida y entrarse en la Religi
Religión,
ón, y ccomo
omo en
la sombra no hay luz, sino oscuridad, así esta vida está llena de tinieblas y engaños. Por
lo cual dijo Zacarías que estaban los hombres asentados en tinieblas y en la sombra de
la muerte (Lc. l, 79). Muy engañados vivimos, pues siendo esta vida breve, nos parece
larga, y siendo miserable, estamos contentos con ella, y siendo nada, nos parece todo;
pues no hay trabajo a que no se pongan pongan los hombres por su causa, aún con peli peligro de
perder la eternidad.
eternidad. Esto, sin sin duda, es lo peor que tiene
tiene la vida temporal,
temporal, pintándonos
pintándonos
muy hermosos sus bienes para perdernos con ellos, no teniendo en sí sustancia. Por lo
cual dijo Esquilo, no sólo que era sombra la vida, sino sombra del humo que ciega y
tizna y es cosa tan inconstante y vana. Lo cual es también conforme a lo que dijo
David, que sus días se desvanecieron como humo y declinaron como sombra (Sal.
101, 4. 12), juntando en uno la sombra y el humo, dos cosas las más vanas del mundo.
Aún Pindaro lo exageró más, añadiendo que era, no sombra, sino sueño de sombra. ¿Y,
qué es, sino soñar pensar que esta vida es larga, y esperar prosperidad en ella?
Este es el mayor engaño de los hombres, y gran causa de los demás, no acabarse de
persuadir,
persuadi r, lloo que es la vida
vida y su grande brevedad. P orque a la manera que la sombra no
65
es nada menos que llaa estatua cuya sombra es, pero parécese llaa estatua y es fig
figura
suya, así también, aunque no es nada menos esta vida que la eternidad, nos parece ser
eterna, como a la verdad sea brevísima. Este es, un engaño muy perjudicial y costoso.
Porque si la vida pareciere lo que es y no nos mintiese, no nos fiaríamos de ella, ni
estimaríamos bien alguno de los que nos promete, pues son tan engañosos e inciertos.
Pero como es imagen y sombra;·no son todas sus cosas sino fingimiento y disimulo,
que prometiéndonos
conocemos. bienaventuranzas,
¡Qué contenta va la doncellaestá toda llena
a casarse, de en
y cuan miserias, aunque
breve llora no las
su estado!
¡Qué gustoso toma el ambicioso su oficio, que le ha de ser semillero de mil pesares!
¡Qué alegría dan las riquezas, que han de ser ocasión de muerte a su poseedor! Engaño
es todo, disimulación, falsedad y daño; pero como frenéticos no sentimos nuestro daño.
¡A cuántas enfermedades del cuerpo está expuesto el hombre, de cuántas imaginaciones
es afligido y engañado, con cuántos trabajos lucha, cuántos peligros del alma y cuerpo
corre, cuántas sinrazones tolera,
tolera, cu
cuán
ánta
tass injurias
njurias padece, cuántas necesidades y
aflicciones! Tal es toda la vida, que le pareció a San Bernardo poco menos mala que la
del infierno, si no fuera por la esperanza que tenemos de otra mejor del Cielo. La
infancia está llena de ignorancia y de temores; la juventud, de pecados; la vejez, de
dolores, y todaenedad,
quiere morir vida;dedepeligros. No no
suerte que haypuede
quien ser
estélacontento con su
vida buena estado,
sino sinomás
cuando quien
se
pareciere
pareciere a la muerte.
Finalmente, así como la sombra de tal suerte es imagen que tiene todas las cosas al
revés, porque quien se pusiere entre la estatua y su sombra echará de ver que lo que
está a mano derecha de la estatua lo representa la sombra a la izquierda, y lo que está
a mano izquierda lo tiene ella a mano derecha, así el tiempo de tal manera es imagen
de la eternidad, que tiene todas sus propiedades al revés. La eternidad no tiene fin,
pero la vida
vida y el tiempo lo tienen; la eternidad no es mudable,
mudable, pero no hay cosa más
mudable que el tiempo; la eternidad no tiene comparación por su infinita grandeza,
pero la vida y todos sus bienes son tan cortos y pequeños, que no al alzan
zan de la tierra lo
que es un punto.
66
LIBRO SEGUNDO.
CAPÍTULO I. DEL FIN DE LA VIDA TEMPORAL.
Consideremos ahora cómo son contrarias a las condiciones de la eternidad las que
acompañan a ésta nuestra miserable vida. Empecemos por la primera, que debe ser
limitada y sujeta a un fin; en el cual dos cosas deben ser consideradas el fin, y la manera
de él; que, tal vez, es una miseria mayor que el fin mismo. Y en verdad, si el final de la
vida cae bajo la elección humana, y si estuviera en el poder del hombre elegir cuántos
años seguiría en la vida, y de qué manera la dejaría, y si pudiera concluir de otra manera
que por la muerte o la enfermedad, pero la consideración de que ella, y todas las cosas
temporales iban a perecer, y por fin tener un fin, sería suficiente para hacernos
despreciarlo, y ese mismo pensamiento ahogaría todo el placer y el contenido que nos
permiti
permi tiría.
ría. Pues, como todas las cosas son de mayor o menor estima, según
según la longi
longitud y
la brevedad de su duración, así que la vida tiene que terminar, sea de la manera que sea,
es mucho para ser desestimada. Un vaso de cristal, si era tan sólido y duradero como el
oro, era más precioso que el oro mismo; pero siendo frágil y sujeto a ruptura, pierde su
estimación; y aunque por sí mismo puede durar mucho tiempo, sin embargo, siendo
capaz, por algún descuido, de ser roto, se vuelve de mucho menos valor. De la misma
manera, nuestra vida, que es mucho más frágil que el vidrio, está sujeta a perecer por mil
accidentes, y aunque ninguno de ellos ocurra, no podría continuar mucho tiempo, ya que
se consume, necesita, junto con los temporales mercancías que la asisten, sean más
despreciables. Pero, teniendo en cuenta que el fin de ella es por el camino de la muerte,
las debilidades y las desgracias, que son los precursores y preparan el camino para la
muerte, es maravilloso que el hombre, que sabe que debe morir, tiene en cuenta la
felicidad temporal, viendo la miseria en que la prosperidad de este mundo y la majestad
de los más grandes monarcas están por fin para terminar. Donde terminó el rey Antíoco
(2M. 9), señor de tantas provincias, pero en una desconsolada y mortal melancolía; en
un perpetuo despertar, el cual, con falta de sueño, le privó de su juicio; en una grave
tortura corporal, que le obligó a anular sus entrañas por el dolor; en un dolor perpetuo en
sus huesos, que no podía moverse? Y el que parecía mandar las olas del mar, y que
sostenía los extremos más altos de la tierra sobre sus dedos; cuya majestad fue levantada
por encima
encima de todo el
e l poder humano, no pudo entonces conservarse en su propipropioo reino,
reino,
ni moverse a un paso del lugar donde lo ponían; el que se vestía con sedas suaves y
sábanas delicadas, aquel cuyas vestiduras eran más fragantes que las más preciosas
especias, echaba ahora tal olor por sus miembros podridos, que nadie podía soportar su
presencia.
presenci a. Y estando todavía vivo,
vivo, todo su cuerpo se llenó de repugnantes
repugnantes bichos,
bichos, su
carne se desprendió en pedazos, y sobre todo se quedó distraído en su ingenio, furioso
conllando
bri
brill el rencor
ando y la deslumbrando
en oro, locura.
desl Consideremos
umbrando los ojosahora a Antíoco
de los en toda
espectadores consuelpompa y su de
esplendor
esplendor gloria,
sus
diamantes y joyas preciosas, montado sobre un corcel majestuoso, comandando sobre
67
aunque tenía una gran dote, nadie deseaba tal compañía. ¿Por qué, entonces, nos
casamos con esta vida, que aunque parece llevar consigo mucho contenido y felicidad,
no es menos un monstruo; ya que aunque el cuerpo nos parece hermoso y agradable, sin
embargo el final de él es horrible y lleno de miseria? Y, por lo tanto, un filósofo dijo bien
que el fin de las cosas era su cabeza; y como los hombres debían ser conocidos y
distinguidos por sus rostros, así las cosas por su fin; y, por tanto, quien quiera saber lo
que
con es
el lavigor
vida,deveasuelsalud,
fin. ¿Ycon
quélafinabundancia
de vida no de
estásus
lleno de miseria?
riquezas, con elQue nadie se de
esplendor alabe
su
autoridad, con la grandeza de su fortuna; porque por cuanto es más afortunado, por tanto
será más miserable; ya que toda su vida es para poner fin a su miseria. Por eso, Agesilao,
al oír al rey de Persia, clamó por un príncipe muy afortunado y feliz, reprendió a los que
le alababan diciendo: "Ten paciencia, porque el mismo rey Príamo, cuyo fin fue tan
lamentable, no fue desafortunado a la edad del rey de Persia", dándonos a entender que
los más felices no eran envidiados mientras vivían, a causa de la incertidumbre del fin al
que están sujetos. ¡Cuántos aún parecen más felices, cuya muerte descubrirá pronto la
infelicidad de sus vidas! Epaminondas (Plutarco en el Apocalipsis Graecis), cuando le
preguntaron
preg untaron quién
quién era el mayor capitán,
capitán, Cabrias IfiIficrates
crates o él mismo,
mismo, respondió
respondió que
mientras vivían
sentencia, y dar anadie podíasu juzgar,
cada uno debido. sino que elseúltimo
Que nadie engañedía de su vidalacumpliría
al contemplar prosperidadla
de un rico; que no mida su felicidad por lo que ve ahora, sino por el fin, en el cual
concluirá; no por la suntuosidad de sus palacios, ni por la multitud de sus siervos, ni por
la elegancia de sus vestidos, ni por el brillo de su dignidad; sino que espere hasta el final
de aquello que tanto admira, y entonces lo percibirá en el mejor de los casos morir en su
cama, abatido, consternado y luchando con los dolores y las angustias de la muerte; y si
es así, sale bien; de lo contrario, las dagas de su enemigo, los dientes de alguna bestia
salvaje o un azulejo lanzado sobre su cabeza por algún viento violento pueden servir para
acabar con él cuando menos piensa en ello. Esto nos dice la razón, aunque no tengamos
experiencia de ello. Pero lo vemos cada día confirmado por el testimonio de aquellos que
ya están en las puertas de la muerte; y nadie puede juzgar mejor la vida que el que está
de espaldas hacia ella.
Mago, un famoso capitán de los cartagineses y hermano del gran Aníbal, herido de
muerte, confesó esta verdad a su hermano, diciéndole: "¡Cuán grande es la locura de
Gloria en un comando eminente; el estado de los más poderosos está sujeto a las
tormentas más impetuosas cuyo fin debe ser irse a pique y hundirse. Oh ¡cuán vacilante
e incierto es la altura de los mayores honores! Falsa es la esperanza del hombre y vana
Es toda su gloria, afectada de lisonjas fingidas y aduladoras, ¡vida incierta, debido al
trabajo y trabajo perpetuo!, ¿qué me aprovecha ahora para haber puesto fuego a tantos
edificios altos y alcázares, haber destruido tantas ciudades y su gente? ¿Me beneficia
ahora, oh hermano, haber levantado tantos palacios costosos de mármol, cuando ahora
muero en el campo abierto y a la vista del cielo? ¡Cuántas cosas piensas hacer ahora, sin
saber la amargura de tu fin, me verás morir ahora, y sabrás que también me seguirás
rápidamente.
rápidamente. "
69
Pero dejemos de mirar a los varios tipos de muerte, que son incidentes a la naturaleza
humana. Consideremos solamente lo que se estima más feliz, cuando no morimos
repentinamente, ni por la violencia, sino por alguna enfermedad que, de manera pausada,
nos acaba. ¡Qué mayor miseria de la vida del hombre, sólo porque es menor miseria!
Pero en sí no lo deja de ser muy grande; porque ¿qué angustias y congojas no pasa quien
de esta manera muere? La muerte debe ser considerada feliz, no porque sea así, sino
porque
manera?es menos
¿Cómo miserabl
miserable.
le afligen e. accidentes
los ¿Qué penade ysusafli
aflenfermedades?
icció
cciónn no sufre, quién
quiéndemuere
El calor de esta
su fiebre, que
le hiela las entrañas; la sed de su boca, que le impide hablar; el dolor de su cabeza, lo que
dificulta su atención; la tristeza y la melancolía de su corazón, procedentes del temor de
que va a morir; además de otros accidentes graves, que suelen ser más numerosos que
los que un cuerpo humano tiene que sufrir, junto con remedios que comúnmente no son
menos dolorosos que las propias enfermedades. A esto se añade el dolor de dejar a los
que más ama; y sobre todo la incertidumbre hacia donde debe ir, al cielo o al infierno. Y
si sólo se dice que el recuerdo de la muerte es amargo, ¿cuál será la experiencia? Saúl,
que era un hombre de gran valor, sólo porque se le dijo que al día siguiente iba a morir,
cayó medio muerto en el suelo con miedo. Porque ¿qué noticias pueden ser más terribles
para un pasada?
su vida pecador Sique
semori
mlanzaran
orirr, dejar todos
lotes, susle placeres
si se placeres enlalacarne
arrancaba muerte
cony tenazas
dar cuenta a Dios
Diosode
ardiendo, si
se hacía rey, ¿con qué temor y ansiedad de espíritu esperaría el asunto? ¿Cómo,
entonces, mirará, que en la agonía de la muerte lucha con la eternidad, y dentro de dos
horas el espacio busca gloria o tormentos sin fin? ¿Qué vida se puede contar feliz, si eso
es feliz que termina con tanta miseria? Si creemos mucho esto, preguntémonos quién
está pasando ahora el trance de la muerte, cuál es su opinión de la vida. Vamos a
preguntarl
preg untarlee ahora, cuando se acuesta con el pecho levantado, los ojos hundi hundidos,
dos, los pies
pies
muertos, las rodillas frías, el rostro pálido, el pulso sin movimiento, el aliento corto, un
crucifijo en una mano y una candela en la otra; los que le ayudan en su muerte,
diciéndole: "Jesús, Jesús", y aconsejándolo que haga un acto de contrición; ¿Qué diría
este hombre de su vida, sino de cuánto más próspero, mucho más vano y de que toda su
felicidad era falsa y engañosa, puesto que termina así? ¿Qué tomaría ahora por todos los
honores de este mundo? Ciertamente, creo que se separaría de ellos a un ritmo fácil. No,
si hubiesen ofendido al Dios Todopoderoso, daría todo lo que estuviese en su poder para
no haberlos disfrutados, y los cambiaría a todos por una confesión bien hecha. Felipe III.
era de este espíritu, y en ese momento habría cambiado ser monarca de toda España y
señor de tantos reinos en las cuatro partes del mundo, por la llave del portero de algún
monasterio pobre. La muerte es un gran descubridor de la verdad. Lo que tú quisieras
haber sido y no podrás ya serlo, séalo ahora mientras esté en tu poder. Es un tonto si lo
descuidas ahora cuando quieres, y luego deséelo cuando sea demasiado tarde. El que,
hasta la hora de su muerte, ha disfrutado de todas las delicias que el mundo puede darle,
a esa hora que queda con él? Nada; o, si acaso, una mayor pena. Y lo que de todas sus
penitenci
peni tencias
as y labores sufrió
sufrió por Cristo,
Cristo, aunque hubiese
hubiese padecido
padecido más que todos los
mártires. Ciertamente, si hubiera soportado más que todos los mártires, entonces no
70
sentirá dolor ni pena de todos ellos, sino mucho consuelo. Juzga, pues, si no te conviene
que hagas ahora lo que sabrás mejor haber hecho. Considerad cuán poca sustancia
parecerán todas las cosas temporales,
temporales, cuando estéis
estéis en la luz de lo eterno. Los honores
que te han dado no serán más tuyos; los placeres en los que te has deleitado, no pueden
ser tuyos; tus riquezas deben ser de otro. Veamos entonces si la felicidad de esta vida,
que no es tan larga como la vida misma, sea de ese valor que por su causa debemos
separarnos
Te ruego de
quelareflexiones
felicidad eterna.
sobre lo que es la vida, y qué es la muerte. La vida es el paso
de una sombra, corta, molesta y peligrosa; un lugar que Dios nos ha dado en el tiempo,
para ser merecedor de la eternidad.
eternidad. Considerad
Considerad con vosotros mismos
mismos por qué Dios
Dios nos
conduce en el circuito de esta vida, cuando pudo en el primer instante ponernos en el
cielo. ¿Acaso debíamos perder nuestro tiempo y, como bestias, revolcarnos en los
placeres
placeres básicos
básicos de nuestros sentidos,
sentidos, inventar cada día nuevas quimeras
quimeras de honores
vanos y frívolos? No, ciertamente, no lo fue: sino que por acciones virtuosas podamos
ganar el cielo, demostrar lo que debemos a nuestro Creador, y en medio de los problemas
y aflicciones de esta vida descubra cuán leales y fieles somos a nuestro Dios. Por esto
nos puso en las listas, para que tomáramos su parte y defendiéramos su honor; para esto
te pusola en
sobre este para
tierra" ejército
queyaquí
guerra, porqueluchar
podamos Job dice, "Layvida
por Él, del hombre
en medio de Él es unanuestros
y de guerra
enemigos, somos para Él. ¿Sería conveniente que un soldado, en el tiempo de la batalla,
permaneciera
permaneci era desarmado, pasando su tiempo
tiempo jugando
jugando los dados? ¡Y qué risa
risa sería aquel
gladiador romano que, entrando en el lugar de combate, se sentara en la arena y tirara las
armas! Este es el que busca su facilidad en esta vida, y fija sus afectos en las cosas de la
tierra, no luchando por las del cielo, ni pensando en la muerte, donde debe terminar. Una
peregri
pereg rinaci
naciónón es esta vida;
vida; y qué viajero
viajero está tan enamorado de los placeres
placeres del camino,
que se olvida del lugar adonde va a ir? ¿Cómo puedes entonces olvidar la muerte, a
donde viajas con velocidad, y no puedes, aunque desee, descansar un minuto por el
camino? Por tiempo, aunque contra tu voluntad, te atraerá contigo. El camino de esta
vida no es
sacados devoluntario,
la prisión como el de
al lugar delos viajeros,Asino
ejecución. la necesario,
muerte erescomo el de los acondenados
condenado, dónde vas
ahora; ¿Cómo puedes reírte? Un malhechor, después de pasar la sentencia, está tan
sorprendido con la aprehensión de la muerte, que no piensa más que en morir. Todos
estamos condenados a morir; ¿Cómo, entonces, podemos regocijarnos en aquellas cosas
que debemos dejar tan de repente? ¿Quién, llevado a la horca, podía complacerse con
alguna pequeña flor que se encuentra por el camino, o jugar con el cabestro que iba a
estrangularlo pronto? Desde entonces todos nosotros, incluso desde el instante en que
nacemos, andamos condenados a muerte, y no sabemos si pasamos de allí al infierno (al
menos podemos), ¿cómo podemos complacernos con una flor, o, decir mejor, con la
hierba marchita de algún placer corto de nuestros apetitos; ya que, según el profeta, toda
la gloria de la carne no es más que un poco de hierba, que rápidamente se marchita?
¿Cómo podemos disfrutar de las riquezas, que a menudo aceleran nuestra muerte? ¿Por
qué no consideramos esto cuando estamos seguros de que todo lo que hacemos en esta
71
mayor daño
almas? Ya queque,ponen
cuando
unno pueden servir
impedimento a nuestros
a nuestra cuerpos,cuando
salvación, perjudican más afecciones
nuestras a nuestras
están demasiadas fijadas sobre ellas, son un motivo suficiente, no sólo para condenarlas,
sino también para detestarlas. Roberto de Licio escribe que, mientras aconsejaba a un
enfermo que confesara y cuidara su alma, sus siervos y otros domésticos subían y
bajaban por la casa, apoderándose de todo lo que podían; el enfermo
enfer mo se fijó
fijó más en lo
que le robaron que en lo que le habló de la salvación de su alma, suspiró profundamente
y gritó, diciendo: "¡Ay de mí! Que han tomado tanto empeño en juntar riquezas, y que
ahora estoy obligado a abandonarlas, y me las arrebatan violentamente ante mis ojos, mis
riquezas, mi dinero, mis joyas, ¿a quién debo dejarlas? Y con estos gritos renunció a su
alma, sin hacer más cuenta de su alma que si hubiera sido un frijol. Vincencio de
Velvacense (Vincen, en Espec. Moral.) también cuenta de quien, habiendo prestado
cuatro libras de dinero, a condición de que a los cuatro años le pagaran doce, estando en
estado de muerte, un sacerdote fue a Él y le exhortó a confesar sus pecados, pero no
72
yque
estando al mismo
vinieron tiempo
en busca de suenamo,
Roma algunos caballeros
encontrándole muerto,y llevaron
soldadossudelsanto
mismo príncipe,
cuerpo, con
mucha alegría y reverencia, a su país.
La vista del cuerpo muerto de la emperatriz Doña Isabel, esposa del emperador Carlos
V, no tuvo menos
m enos efecto
efe cto en el corazón de San
Sa n Francisco Borgia, entonces m marqués
arqués de
Lombay, que fue designado para esperar el cadáver en Granada, donde debía ser
enterrado, y teniendo que entregarlo con el rostro desnudo, según la costumbre, hasta el
fin de que se pudiera ver que era el mismo cuerpo, hizo que la sábana, en la que estaba
envuelta, se abriera, e inmediatamente arrojó un hedor tan horrible, que los que estaban
presentes, incapaces de soportarlo,
soportarlo, se vieron obli
obliggados a retirarse;
retirarse; y con el rostro tan feo
y deformado, ninguno de los asistentes se atrevió a jurar que era el cuerpo de la
emperatriz. ¿Quién no ve aquí la vanidad del mundo? ¿Qué cosa de más respeto y estima
que los cuerpos de grandes reyes y príncipes mientras viven, y ahora muertos, los
guardias y caballeros que tienen que cuidarles, huyan de ellos? ¿Quiénes son más felices
74
que ellos, que tienen la fortuna de estar cerca de sus personas? Se les habla de rodillas,
como si fueran dioses, pero cuando muertos, todos los abandonan, y hasta sapos,
gusanos y perros se atreven a acercarse a lamerles y comerles. Un buen testimonio de
esto fue la reina Jezabel, cuyo cuerpo mimado, adorado mientras vivía, estaba, cuando
muerto, desgarrado ignominiosamente por los perros. Pero para volver a nuestra historia:
el marqués que permanecía solo detrás del resto, comenzó a considerar cómo era una
vez la emperatriz
convertida y lo yque
en gusanos ahora miraba.
putrefacción? ¿Dónde
Donde esa estaba la belleza
majestad de esa
y gravedad de cara, ahora
semblante,
que le hacían reverenciarla, y aquella gente feliz que la contemplaba, pero ahora tan
horrible, que sus más devotas criaturas la abandonaban y le huyen? ¿Dónde está ahora el
cetro real, pero resuelto en suciedad y corrupción? Esta consideración cambió tanto su
corazón, que despreciando lo que era temporal, ahora buscando totalmente lo que era
eterno, determinó nunca más servir a un señor que fuera mortal.
El mismo recuerdo de la repugnancia de un cadáver puede servir para hacernos
despreciar la belleza de lo que se está viviendo, como nos aconseja San Pedro Damián
(Petr. Dam. In Memor. Cap. 23), diciendo: "Si el enemigo sutil te pone delante la frágil
belleza de la carne, envía tus pensamientos al sepulcro de los muertos, y atiende qué se
odrá hallar
apesta ahora allí agradable al tacto,
intolerablemente, o agradable
esa corrupción quea engendra
la vista. Considera
y alimentaese veneno
a los que
gusanos,
que el polvo y las cenizas secas eran una vez carne blanda y viva, y en su juventud
estaba sujeto a las mismas pasiones que tú. Considérense esos nervios rígidos, esos
dientes desnudos, la posición desunida de los huesos y las arterias y esa horrible
disolución de todo el cuerpo, y por este medio el monstruo de esta figura deformada y
confusa arrancará de tu corazón todos los engaños e ilusiones.” Esto de San Pedro
Damián.
Todo esto es ha de pasar por ti a bien saber; ¿por qué no enmiendas tu maldad? Este
ha de ser tu fin; endereza tu vida y dirige tu vida y acciones. De aquí brotan todos los
errores de los hombres, que olvidan el fin de sus vidas, que deben tener todavía ante sus
ojos, y ordenar
filósofos los mismos
bracmanes pusieronpara
sus el cumplimiento
sepulcros todavíadeabiertos
sus obligaciones. Con razón,
ante sus puertas, los
para que
por el
e l recuerdo de la muerte pudieran
pudieran aprender a vivi
vivir.
r. En este sentido
sentido es ese axioma
axioma de
Platón más verdadero, cuando dice, que la sabiduría es la meditación de la muerte;
porque este sano pensami
pensamiento
ento de la muerte nos desengaña de las vanidades
vanidades del mundo, y
nos da fuerza y vigor para enmendar nuestras vidas. Escriben algunos autores que
cuando un determinado confesor (Johannes Brom., in suma. ver. Poenitent. n 12), no
podía alcanzar con sus persuasiones a su penitente a hacer penitenci
penitenciaa por sus pecados, se
contentaba con la promesa, de hacer que un servidor suyo le dijese cada noche, cuando
se fuese a la cama, estas palabras: Piensa que has de morir. Habiendo oído a menudo
esta advertencia, y profundamente considerarla consigo mismo en su cama por fin
regresó a su
ordenada. Loconfesor, bien dispuesto
mismo sucedió a admitir
a otro, quien, cualquier
después penitencia
de haber que había
confesado de serle
los crímenes
más atroces al Papa, dijo, que no podía ayunar, ni traer cilicios, ni admitir ningún otro
75
esto, se quiebren y pierdan su vista; esas manos, que ahora empleas, estarán sin sentido
o movimiento; ese cuerpo, que mueves de un lugar a otro con tanta agilidad, estará rígido
y frío; esa boca, que ahora da discursos, estará muda, sin aliento o espíritu; y esta carne,
la cual ahora mimas, será consumida y comida por gusanos repugnantes y alimañas. Una
cosa infalible es, que el tiempo vendrá, cuando has de ser cubierto con tierra, tu cuerpo
se pudrirá, y parecerá más horrible, que un perro muerto podrido en un estercolero. El
tiempo caminarán
pasan vendrá cuando
sobrehas
ti, de
ti, sinser
sin olvidado,
recordar quecomo si tú noasí
un hombre hubieses
nació. existido,
nació. Consideray los
Considera esto,quey
convéncete a ti mismo que morirás, así como los demás; lo que le ha ocurrido a tantos,
te sucederá también a ti; tú que ahora tienes miedo de los muertos, morirás también; tú
que tienes asco de contemplar un sepulcro abierto, donde reposan los huesos putrefactos
y carne de otros, debes descomponerte y pudrirte también. Piensa sobre esto en serio, y
reflexiona con seriedad, ¿cómo has de verte cuando estás muerto; y esta consideración te
dará un gran conocimiento de lo que es tu vida, y te hará despreciar los placeres de la
misma.
En verdad, tal es la condición de la muerte, que aunque fuera solo contingente, y de
ningún modo seguro, sin embargo, sucederá; debiendo hacernos más cuidadosos y
solícitos.
supieran loSique
Dios
la hubiera en un
muerte era, principio
hubiera caídocreado el mundo
uno enfermo lleno pestilente,
de fiebre de gente, yy antes quea
sufriera
los ojos de los demás, los accidentes de esa enfermedad; las calenturas, la sed que le
abrasa, el frenesí que inquieta la mente y el cuerpo, dando vueltas de lado a lado, ese
frenesí que lo saca de su juicio, y lo pálido y débil que está, en su totalidad desfigurado,
luchando con la muerte, y dar el último suspiro: el cuerpo después rígido, frío, e inmóvil;
quedarían todos asombrados de aquella miseria, la que al pasar tres o cuatro días, el
cuerpo empezará a oler corrupto, estar lleno de gusanos y suciedad. Sin duda, una
tristeza mortal se apoderaría de todos ellos, y todo el mundo temería que tan miserable
condición podría sucederles. Y aunque Dios les dijese: “Yo no quiero que todos mueran;
me contentaría con la muerte de algunos pocos”; y no revelase cuáles habían de ser; esto
sería
fuera suficiente para
uno de ellos el hacer quepara
escogido todosla temblaran; cada
desgracia. Si, unoen
pues, deeste
elloscaso,
tendría temor
siendo de que
incierta la
muerte, todos temblarían con solo pensar que podrían morir, ¿por qué sigues siendo tan
descuidado, ya que es seguro que todos deben morir? Si la muerte, siendo dudosa,
provoca un terror tal, ¿por qué no temer si es cierta? Es más, si Dios
Dios dijese además, que
sólo una de todas las personas en el mundo ha de morir, pero no declara quién es esa, sin
embargo, todos deberíamos temer. ¿Por qué entonces no te da miedo ahora, cuando
todos los hombres deben morir infaliblemente, y tal vez tú el primero? Pero si Dios
debiera ir aún más lejos para revelar el designado para morir, y si él, no obstante, viviese
de esa manera floja y descuidada que tú vives ahora, ¿qué dirán los demás hombres por
tu negligencia y temeridad? ¿Qué iban a decir? Lo cierto es que le dirían: Hombre, que te
has de convertir en polvo, ¿por qué vives de esa manera floja? Hombre, que has de ser
comido por los gusanos, ¿por qué te mimas a ti mismo? Hombre, que te presentarás ante
el tribunal de Dios, ¿Por qué no piensas en la cuenta que se te exigirá? Hombre, que
78
estás para el fin, y todas las cosas contigo, ¿por qué haces caso de ellas? Nosotros, sí que
hemos de vivir para siempre, así podemos construir casas, y procurar riquezas, porque
no tenemos otra vida que esta, y nos ha de durar para siempre; pero tú que estás en esta
vida de paso, como un pasajero, y que has de dejar mañana, ¿qué tienes tú que ver con
la construcción de viviendas? ¿Y qué tienes tú que ver con los cuidados y negocios de
este mundo? ¿Por qué te preocupas por las cosas temporales de las cuales, tú no tienes
ninguna
siempre. necesidad?
Tú, tú eres Cuida
el que de lashadediseñado
Dios la otra vida, en la ¿por
para morir, que has
qué de
no permanecer
lo crees? y sipara
lo
crees, ¿por qué te ríes? ¿por qué te alegras? ¿por qué vives tan a gusto en un lugar donde
estás como peregrino? Déjate de los cuidados de la tierra y mira a dónde has de ir. Tú no
habías de vivir entre nosotros, sino irte a un desierto, y allí disponerte para ese terrible
trance que te espera.
Cada uno, por lo tanto, debe decirse dentro de sí mismo: "Yo soy el que va a morir y
disolverse en polvo, no tengo nada que ver con este mundo y el otro fue hecho para mí,
y yo sólo debo cuidar de que, en este no sea más que un pasajero, y debo, por lo tanto,
considerar la vida eterna, para la cual voy y allí haré mi morada para siempre. Lo cierto
es que la muerte vendrá y me llevará de prisa con ella. Quiero tratar solamente de
disponerme paraa tan
él, me limitaré duroa golpe,
servir y yaque
ese Señor queesnocapaz
existedehombre con poder
guardarme para cierto
en modo liberarme de
de ese
peliigro inminente.
pel inminente. Bueno para este fin, por nuestro desengaño, es la historia
historia expuesta por
Juan Mayor (Joan Major, et Alex Faya tom 2): «Un soldado había servido a un marqués
durante muchos años con gran fidelidad, por lo que, fue favorecido por su señor con un
singular respeto y afecto, el soldado cayó en enfermedad, que apenas llegó al
conocimiento del marqués vino a visitarlo, acompañado con médicos expertos, y,
después de haber preguntado su estado de salud, le habló muchas cosas para su consuelo
y con amabilidad, se ofreció para ayudarle en todo lo que podría para su salud, rogándole
que le pidiese todo, porque sin reparar en gasto ni trabajo se le acudiría con gran
liberalidad. Después de mucha insistencia, por fin imploró el favor de tres cosas: o bien
que
lista lepara
proporcionaría
apoderarse dealgún
él; omedio
que ledemitigara
escapar esos
de lagrandes
muerte,dolores
que percibía estabaaunque
que sufría, ahora
fuese por el espacio de una corta hora; o que, después de que partía de esta vida, habría
de procurarle un buen alojamiento pero por una noche y no más. El marqués respondió
que esto sólo estaba en el poder de Dios, y que le pidiese cosas factibles aquí en la tierra,
y que no iba a dejar de servirle. A quien el soldado enfermo replicó: Ahora, es demasiado
tarde, he perdido todo mi trabajo, y todo el servicio que os he hecho en todo el curso de
mi vida, para ser vano y estéril; y volviéndose a los que estaban presentes, les habló con
mucho sentimiento y lágrimas en los ojos: Mis hermanos, he aquí cómo en vano he
pasado mi tiempo,
tiempo, siendo
siendo tan vali
valioso como un diamante,
diamante, en servir
servir a este amo,
obedeciendo sus órdenes con mucho cuidado y gran peligro para mi alma, que en este
instante es el dolor que más siente mi corazón de ver lo pequeño que es su poder, ya que
en todos estos dolores que me afligen, él no es capaz de darme alivio durante un espacio
de una hora. Por tanto, yo os advierto, que abran sus ojos con el tiempo, y dejen que mi
79
error sea una advertencia para ustedes, que se preserven de un peligro tan notable, y que
se esfuercen en este mundo por servir a un señor como el que puede no sólo liberarte de
estas perplejidades presentes, y preservarte de futuros males, pero puede ser capaz de
coronarte de gloria en la otra vida.
Y si el Señor, por la intercesión de sus oraciones, está satisfecho para restaurar mi
salud, yo prometo de aquí en adelante no emplearme al servicio de tan pobre e impotente
amo, que no
que tiene es capaz
poder sobre de
mí recompensarme; pero todo
y sobre todo el mundo paramiproteger
esfuerzocon
será
su para servir
virtud a Aquel
divina. Con
este gran arrepentimiento murió, dejándonos un ejemplo para valernos de este tiempo,
que Dios nos concede aquí para la obtención de una recompensa eterna.
Pasemos ahora a la segunda condición, que es la incertidumbre de la muerte en cuanto
a sus circunstancias. No hay cosa que sea más seguro que hemos de morir, por lo que no
hay cosa menos sabida de cómo hemos de morir; y como no hay nada mejor conocido
que la muerte viene a apoderarse de todos, así no hay nada menos comprendido de
cuándo y de qué manera. ¿Quién sabe si morirá en su vejez o en su juventud? si por
enfermedad, o golpeado por un rayo? si por el dolor, o apuñalado por puñales? si de
repente o lentamente? si en una ciudad o en un desierto? si dentro de un año o hoy? Las
puertas
y cuandode lmenos
a muerteloestán siempre
siempreviene
pensamos abiertas,
abiertas, y el enemigo
enemig¿Cómo
a asaltarnos. o está alpuede
acechouncontinuamente,
conti nuamente,
hombre ser
descuidado como para no prever un peligro que siempre amenaza? Veamos lo que los
hombres hacen por el cuidado de mantener sus cosas temporales, incluso cuando no
corren riesgo. Los pastores cuidan sus rebaños con perros vigilantes, aunque creen que el
lobo esté muy lejos, sólo porque él puede venir; y torres amuralladas se mantienen por
guarniciones en tiempo de paz, porque el enemigo puede acercarse a ellos. Pero ¿cuándo
estamos a salvo de la muerte? ¿cuándo podemos decir que ahora no va a venir? ¿por qué
no nos proporcionamos contra un peligro tan evidente? En ciudades fronterizas,
centinelas velan día y noche, aunque no aparece ningún enemigo, ni ningún asalto se
teme; ¿por qué no siempre velamos, ya que nunca estamos protegidos frente a los
ataques
la noche,de para
la muerte?
que noElleque sospecharadesprevenido.
encontraran que ladrones entrarían
Dado que, en entonces,
su casa, velaría
no es toda
una
sospecha, pero una certeza evidente, que la muerte vendrá, y no sabemos cuándo, ¿por
qué no siempre velas? Estamos en un continuo peligro, y por lo tanto debes estar
preparado continuamente.
continuamente. Es bueno siempre
siempre tener nuestras cuentas hechas con Dios, Dios, ya
que no sabemos, pero nos puede llamar con tanta prisa que no tendremos tiempo para
perfeccionarl
perfeccionarlas.
as. Es bueno jugar
jugar un juego
juego seguro
seguro y estar siempre
siempre en la gracia
gracia de Dios.
Dios.
¿Quién no temblaría de colgar de un hilo sobre un vasto precipicio, de donde si, se
rompiera éste estaría seguro de ser despedazado en mil pedazos, colgando de un soporte
tan débil como un hilo? Este, o en realidad mucho mayor, es el peligro del que está en
pecado mortal,
mortal, que se cierne sobre el infierno
infierno por el hilo
hilo de la vida,
vida, un hil
hilo tan delicado
delicado
que no digoMaravilloso
le rompe. un cuchillo,espero un soploel de
el peligro viento
que correloelpuede cortar
que se y el vaho
encuentra en de un enfermo
pecado grave,
pues le sobrará a la muerte tiempo
tiempo para hacer su tiro.
tiro. La muerte tiene
tiene tiempo
tiempo suficient
suficientee
80
para disparar su fl
flecha
echa como en el tiempo
tiempo de una palabra; y en un abrir
abrir y cerrar de ojos.
¿Quién puede reír y está satisfecho, mientras que está desnudo y desarmado en medio de
sus enemigos? Entre tantos enemigos está el hombre, como son los caminos a la muerte,
que son innumerables. El estallido de una vena en el cuerpo, la ruptura de una apostema
en las entrañas, un vapor que vuela hasta la cabeza, una pasión que oprime el corazón,
una teja que cae de una casa, un aire penetrante que entra por alguna estrecha grieta;
cien mil otras
entonces seguroocasiones se abren
que el hombre a las
ande puertas de
desarmado la muerte,
y desnudo de yla son susdeministros.
gracia No es
Dios en medio
de tantos adversarios y peligros de muerte, que le amenazan a toda hora. Desde el
vientre de nuestras madres estamos con sentencia de muerte, y caminamos hacia la
ejecución, por la culpa que hemos contraído por el pecado original. ¿Quién, siendo
conducido a la ejecución, se entretendría por el camino con presunciones vanas y burlas
frívolas? Estamos todos condenados, que vamos a la ejecución, aunque de diferentes
maneras, lo que nosotros mismos no sabemos: es que algunos vamos por el camino
recto, y algunos vamos con rodeos, pero todos estamos seguros de llegar a la muerte
tarde o temprano. ¿Quién sabe si va en la dirección directa o con vientos en contra? si se
llegará allí pronto, o permanecerá más tiempo? Todo lo que sabemos es decir, que
estamos en el
preparados, y lcamino, loys no
ibre de los muy lejos
placeres
placeres devida
de esta viallí.
da deDeberíamos,
distracción,por
distracción, paralono
tanto,
caer todavía estar
de repente y
sin darnos cuenta de ello. Este peligro de muerte súbita es suficiente para darnos un
disgusto por todos los placeres de la tierra. Dionisio, rey de Sicilia, para desengañar a un
oven filósofo, que pensaba que el rey disfrutaba de la suprema felicidad, pues no le
faltaba nada de su gusto ni regalo, mandó ponerle una mesa real un día, y le sirvió con
todas las variedades de espléndidas comidas y entretenimientos; pero en el lugar donde
estaba sentado, hizo que en secreto le pusiesen un arma de punta afilada para ser colgada
directamente sobre su cabeza, suspendida solamente por el pelo de un caballo. El peligro
era suficiente para hacer que el pobre filósofo se abstuviese de su cena, y no saboreara
un bocado de la fiesta con placer. Tú, entonces, ¿no estás más seguro de tu vida que él?,
¿cómo
muerte,puedes deleitarte
no debería en losmomento
en ningún placeres del mundo?
gozar El queEsta
de la vida. espera a cada
única momento de la
consideración
muerte, de acuerdo con Ricardo, sería suficiente para darnos un disgusto por todos los
placeres
placeres de la tierra.
tierra. Una mayor pelipeligro o el miedo
miedo basta para quitarl
quitarlee el sentido
sentido de
alegrías menores; y qué mayor peligro que el de la eternidad?
La muerte es, por lo tanto incierta, para que estés siempre cierto de despreciar esta
vida, y disponerte para la otra. A cada hora estas en peligro de muerte, a fin de que estés
a cada hora dispuesto a dejar la vida. ¿Qué es la muerte, pero el camino hacia la
eternidad? Un gran viaje que has de hacer; ¿por qué no te previenes con el tiempo, y
más cuando no sabes qué tan pronto puedes ser forzado a partir? El pueblo de Dios,
porque no sabía cuándo había de marchar, siempre siempre estaba a punto de camino los
cuarenta años, mientras que permanecieron en el desierto. Tú estés siempre listo, porque
no sabes si partirás hoy. Ten en cuenta, que hay mucho que hacer en morir; prepárate
mientras tienes tiempo, y hazlo bien. Para esto muchos años serían necesarios; por lo
81
cual, puesto que no sabes si has de tener un día para prepararte, ¿por qué no comienzas
a disponerte hoy mismo? Si cuando haces un viaje corto, y te proporcionas con todas las
cosas para él, te das cuenta que se te olvidó algo, ¿cómo es posible que pase, que para
un viaje tan largo, como a la región de la eternidad, piensas que estás bien proveído no
habiéndote provisto jamás para él? ¿Quién hay que desee que le coja la muerte habiendo
servido fielmente a Dios por dos años? Si, a continuación, no estás seguro de uno, ¿por
qué no empiezas
traición, pronto?lo No
cuando menos te fíes enporque,
esperamos; tu saludconforme
o juventud,
a la pues la muerte
palabra nosnuestro
de Cristo, roba a
Redentor, vendrá en la hora que no se piensa. Y el apóstol (1Tes. 5, 2) dijo, el día del
Señor vendrá como ladrón en la noche, cuando ninguno le sienta, y cuando el dueño de
la casa se encuentre en un profundo sueño. No te prometas el mañana, porque no sabes
si la muerte vendrá esta noche. El día antes de que los hijos de Israel saliesen de Egipto,
¿cuántos de ese reino, jóvenes príncipes y señores de las familias, se prometieron a sí
mismos a hacer grandes cosas al día siguiente, o, tal vez, dentro de un año, sin embargo,
ninguno de ellos vivió para ver la mañana. Sabiamente Mesadamo, que como escribe
Guido Bituricense, cuando uno le invitó al día siguiente para la cena, respondió: "Amigo
mío, ¿por qué me citas para mañana, ya que desde hace muchos años que no me atrevo
aenprometer
la fuerzanada
delpara el día en
cuerpo, siguiente y a de
los años cadajuventud,
hora espero
en lalasmuerte,
muchasni hay que confiar
riquezas, o las
esperanzas humanas ". Escucha lo que Dios dice al profeta Amós (Am. 8, 9): "Sucederá
aquel día-oráculo del Señor- que yo haré ponerse el sol a mediodía y en plena luz del día
cubriré la tierra de tinieblas." ¿Cuál es la puesta del sol al mediodía, pero cuando piensan
que están en medio de su vida, en la flor de su edad, al que espera vivir muchos años,
posee una gran riqueza,
riqueza, para casarse con mujeres ricas, para bril brillar en el mundo, a
continuación, viene la muerte y ensombrece el brillo de su día con una nube de tristeza;
como sucedió en la historia relatada por Alejandro Faya: (tom. 2.). Ladislao, rey de
Hungría y de Bohemia, envió una embajada muy solemne a Carlos, rey de Francia, para
que trajesen y sirviesen a una hija suya que estaba ya desposada con el príncipe, su hijo.
El principal
Baviera, paraembajador elegido para este fueron
cuyo acompañamiento viaje, era Udebrico, Obispo
seleccionados de Passau,
doscientos hombresen
princi
principal
pales
es de Hung
Hungría,
ría, doscientos
doscientos de Bohemia,
Bohemia, y doscientos
doscientos más de Austria,
ustria, todas
personas de nacimi
nacimiento
ento eminente
eminente y nobleza,
nobleza, tan ricamente revestidos y en tan elegantes
elegantes
carruajes, que parecían como príncipes. Con ellos, el obispo añadió un centenar de
caballeros, escogidos de sus propios súbditos; de modo que salieron de Francia
setecientos caballeros en la compañía, ricamente ataviados; y para mayor pompa y
magnificencia de la embajada, salieron con cuatrocientas hermosas damas, en suntuosos
hábitos, y adornadas con joyas muy costosas: las carrozas que les llevaban fueron
forradas de oro e incrustadas de piedras de valor. Además de todo esto eran muchos
regalos y prendas ricas de inestimable precio, que trajeron con ellos para los presentes.
Pero el mismo día en que esta gloriosa embajada entró en París, antes de que llegaran al
lugar designado para su recibimiento, un mensajero llegó con la noticia de la muerte del
príncipe
prínci pe desposado. Tal era el dol
dolor
or que sacudió
sacudió el corazón del rey de Francia
Francia ante la
82
noticia tan inesperada, que no podía ni dar una respuesta a la embajada, ni hablar con el
embajador, o los que le acompañaban, y se fueron de París tristísimos, cada uno
regresando a su propia casa. De esta manera, Dios sabe cómo, por medio de la muerte,
puede llenar
llenar la ti
tierra
erra con la oscuridad
oscuridad y la tristeza
tristeza en el día de mayor bril
brillo, mientras
mientras
hablaba por su profeta.
Desde entonces, porque no sabes cuando has de morir, piensa que debes morir hoy, y
estar siempre preparado para lo que pueda suceder alguna vez. Confía en la misericordia
de Dios, e implórala sin cesar, pero no presumas de aplazar tu conversión un momento.
¿Qué sabes si te dará tiempo para que la puedas invocar, o si después de invocada
merecerás ser oído? Sábete que la misericordia de Dios no está prometida a los que se
fían de ella para pecar con esperanza de perdón, sino a los que temiendo la justicia divina
cesan de pecar. Por lo cual, dice San Gregorio (Greg, en Moral.): " La miseri
misericor
cordia
dia de
Dios Todopoderoso
odopoderoso se olvida de aquel que se olvida de la justicia justici a de Dios
omnipotente: porque no podrá hallar a Dios misericordioso quien no le teme justo "
Por ello, tan a menudo repite la Escritura, que "la misericordia de Dios es para los que le
temen." Y en una parte se dice: "La misericordia del Señor, desde siempre y para
siempre, está sobre los que le temen." Y en otra: " Como el padre tiene misericordia de
su hijo, tiene
la altura desdeellaSeñor
tierra misericor
miseri cordia
al cielo, dia de los su
corroboró temen." Otra
quemisericordia vez los
sobre dice:
que"De
le acuerdo con
temen." Por
último, la misma Madre de la misericordia dice en su canto divino: "La misericordia del
Señor es de generación en generación a los que le temen." Ves, entonces, que la
misericordia divina no se promete a todos, y que has de seguir excluido de ella mientras
te presumieres de ella, y no temieras su justicia. Y ¿qué temor de su justicia será,
cuando, a sabiendas de que puedes morir hoy, dilatas tu conversión para después de
algunos años, cuando los vicios no tanto los dejes tú, cuanto ellos te dejarán? Mira lo que
San Agustín dice: " La penitencia
penitenci a de la muerte es muy peligrosa, porque
porque no se halla en
la Santa Escritura sino uno, a saber, el buen ladrón, que en su muerte tuviese
verdadera penitencia. Este se halla, para que nadie desespere; pero hallase solo, para
que nadieenpresuma;
enferma, el muerto,porque en".elMuchos
muerta. hombrehan
sano la penitencia
tratado es sana,
con Dios como en Dionisio
el Rey el enfermolo
hizo con la estatua de Apolo, de la cual, tomó su manto de oro macizo, dijo: "Esta capa
no es para el verano ni el invierno, porque para el verano es demasiado pesada, para el
invierno demasiado fría": por lo que algunos no hallan tiempo para el servicio del Dios
Todopoderoso. En la juventud suelen decir, es demasiado pronto, y que deben permitirse
el tiempo de libertad y de placer: que cuando sean viejos, en verdad pensarán en la virtud
y la modificación de su vida; que el vigor de la juventud no debe ser debilitado con las
austeridades de la penitencia, que los hacen enfermos e inútiles el resto de sus vidas;
pero, al lleg
llegar
ar a la vejez, si por casualid
casualidad
ad la logran,
logran, tienen
tienen entonces muchas ex
excusas,
cusas, y
fingen no tener salud y la fuerza para llevar a cabo sus penitencias. De esta manera
quieren engañar a Dios Todopoderoso, pero ellos mismos siguen siendo engañados. Para
el Apóstol Santiago esta forma de expresión no le parecía bien: "Mañana iremos a tal
ciudad, y allí estaremos un año;" porque no sabemos lo que será mañana. Si, a
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continuación, en las cosas temporales que no sea bueno que decir, voy a hacer esto
mañana, lo será en procurar la salvación de nuestras almas, por decir, diez o veinte años,
por lo tanto, cuando sea viejo
viejo (que quién
quién sabe si es que alguna
alguna vez será), voy a
continuación, sirven a Dios y se arrepienten? Pues si aun hablando de cosas temporales
no es bueno decir mañana lo haré, el procurar la salvación del alma ¿cómo puede decir
uno de aquí a diez años o veinte, cuando sea viejo, pues quizá nunca lo será? En este
error
“que estaba San Agustín
era detenido, (Augst.
y muchas Confess.)
veces comoestas
me repetía él mismo confiesa:
palabras: "me desgraciado,
Miserable sentí", dice,
¿hasta cuándo?, ¿hasta cuándo?. Mañana, y mañana; ¿por qué no será esta hora el fin de
mi mala vida? Esto, decía, y lloraba con muy amarga contrición de mi corazón".
A esta incertidumbre de la muerte es que se añade la tercera condición de ser sólo una,
y sólo una vez para ser juzgado; de manera que el error de morir enfermo no puede ser
modificado por el bien morir otra vez. Dios le dio al hombre sus sentidos, y otras partes
de su cuerpo duplicó; le dio dos ojos, que si uno fallaba, podría acogerse al otro; le dio
dos orejas, que si una ensordecía, la otra asumiría el defecto por la otra; le dio dos
manos, que si una se perdía, sin embargo, no estuviese perdido por completo; pero de la
muerte, le dio una, y si esa sale mal, todo está en ruinas. Una terrible causa! que la cosa
de más importancia
experiencia, ni remedio!que¡Que
tenemos,
se hayaque es eldemorir,
de hacer no vez,
una sola tenga ninguna
en un prueba,
instante, ni
y en ese
instante pende toda la eternidad, en la que, si se yerra la primera vez no se puede
enmendar su yerro. Plutarco escribe de Lámaco, el centurión, que, reprende a un
soldado por algún error cometido en la guerra, el soldado le prometió que no lo haría
más; a quien el centurión discreto respondió: Tú lo dices así, porque en la guerra el daño
que sigue al primer error es tan grande, que no puedes errar dos veces. Y si en la guerra
no se puede errar dos veces, en la muerte no se puede errar una sola vez, siendo el error
completamente irreparable. Si un campesino ignorante, que nunca ha disparado un arco,
recibe una orden de disparar a una marca muy distante, con la condición, de que si
dispara bien, sería altamente recompensado con muchos regalos nobles y ricos, pero si lo
errase en elestuviera,
acongojado primer disparo, seríaforzado
pues estaba quemado vivo,una¿en
a hacer quéde aflicción
cosa se vería,
esa dificultad, en lacuán
cual
no tenía ninguna habilidad, y que el fallo le iba a costar tan caro como su vida; pero
sobre todo que era sólo una vez para ser ensayado, sin la posibilidad de la reparación de
la primera falla por un segundo tiro? Este es nuestro caso. No sé cómo estamos tan
risueños; nunca hemos muerto; no tenemos ninguna experiencia o habilidad en una cosa
de tan gran dificultad; sólo una vez hemos de morir, y en la que todo está en juego, ya
sea eternidad de tormentos en el infierno, o de la felicidad en el cielo: ¿cómo vives
entonces tan descuidado y olvidadizo de morir bien, ya que para ello nacimos, y no
tenemos sino una vez para probarlo? Esta acción es la más importante de toda nuestra
vida, que es pasar en la presencia de Dios y los ángeles; sobre ella depende toda la
eternidad,
repiten sony,desital
se condición,
perdió, es que
sin reparación
si salió malo una,
modificación.
otra podráLas
saliracciones humanas
bien, y lo que se
que se perdió
en una, se puede ganar en otra. Si un rico comerciante tiene este año un barco hundido
84
en el océano, otro puede llegar al siguiente, cargado de riquezas tales como puede
recompensar la pérdida del primero. Y si un gran orador fracasa en su discurso y pierde
su credibilidad, él puede con otro recuperarla; pero si fallamos una vez en la muerte, la
pérdida
pérdida no vuel
vuelve
ve a ser restaurada. Lo que es único,
único, es dig
digno de más cuidado
cuidado y estima,
estima,
debido a que la pérdida del mismo es irreparable. Veamos a continuación, el valor del
tiempo de esta vida, ya que no hay otra para ganar la eternidad; estimemos el tiempo, en
el que podemos
muerte practicar
preciosísima; una preciosa
aprendiendo muerte,
en la vida cómoo, morir.
para decirlo
Fue asímejor,
dicho en
poruna vida y
un médico
piadoso:
pi adoso: Si los
los que han de ejecutar algún
algún oficio,
oficio, o realizan
realizan algún
algún asunto de importancia,
mportancia, o
si no sea más que de placer, como bailar o jugar al tenis, sin embargo, estudian primero
antes de que lleguen a hacerlos; ¿por qué no entonces estudiar el arte de morir, lo que,
para hacerlo
hacerlo bien,
bien, es una acción
acción más difíci
difícill e importante que todos las demás? Si un
hombre se viera obligado a saltar un salto muy dificultoso, con la condición de que si lo
realizare bien, le diesen un reino rico, pero si saltase mal, sería hecho esclavo y
encadenado a un remo de por vida; sin lugar a dudas este hombre usaría mucha
diligencia en la preparación de sí mismo para una empresa tan peligrosa, ya que a
menudo practicar antes de una acción de tan gran consecuencia es necesario, a partir de
tan diferentes
esperan de tan fortunas
gran saltoque se pueden
de partir adquirir.
de la vida ¿Cuántoyamás
a la muerte, que diferente
los reinosson
de lalastierra,
que en
se
comparación con el del cielo, son basura y desperdicios, y el tirón de un remo en las
galeras, en comparación con el infierno, es la gloria? Cuando el salto es grande y
peliigroso, el
pel e l que ha de saltar
saltar,, acostumbra a comenzar más atrás, ya que puede saltar más
lejos y con mayor fuerza. Por lo tanto, conociendo el peligro de que el salto de la vida a
la muerte, para que podamos llevar a cabo lo mejor, debe comenzar la carrera desde
atrás, incluso desde el comienzo de nuestra corta vida y de nuestro primer uso de la
razón, tan pronto como conocemos que la vida que vivimos es mortal, pues al final de
ella tendremos una gran deuda que pagar, pagando el principal e intereses cuando menos
lo pensamos de él. San Juan el Limosnero se refiere, que en la antigüedad, cuando se
coronaba
varios undeemperador,
tipos los que
mármol, para principales
tomara laarquitectos
decisión dele cuál
presentaban
mejor le algunas piezas
complacía para de
su
sepultura, dándole de esta manera de entender , que su reinado iba a durar tan poco
tiempo, que era conveniente para él de inmediato comenzar su tumba, con el fin de que
pudiera
pudi era estar terminada
terminada antes de que lleg
egase
ase el fin de su vida,
vida, y que con todo no podía
gobernar bien a sus vasallos, a menos que él primero se gobernara a sí por el recuerdo de
la muerte. Las otras personas presentes también eran amonestadas por este misterio, que
tan pronto como tenían uso de la razón comenzaban a prepararse para la muerte, y que
en la preparación para ese fin consistía el buen gobierno y la perfección de la vida. "Una
vida perfecta (Dice San Gregorio, 12. Moral.) es la meditación de la muerte:" Aquel tiene
la vida perfecta, que la emplee en el estudio de la muerte; vive así, quien aprende a morir
bien;
bien; y el que no lo sabe, no sabe nada; todas las otras ciencias ciencias le serán de poco
benefici
benefi cio.
o. ¿Qué le aprovechó al gran Aristótel
Aristóteles
es todo cuanto estudió y todo cuanto supo?
ada; así lo confesó el mismo, al estar cerca de su muerte, cuando sus discípulos le
85
rogaban, que en su tiempo de vida les otorgara unas lecciones justas y frases sabias, pues
tantas había dicho y escrito en vida, ésta fue su respuesta: "Entré en esta vida en la
pobreza, viví
viví en la miseri
miseria,
a, y muero en la ignorancia
norancia de aquell
aquello que más me convenía
saber". Dijo así, pues nunca había estudiado la forma de morir. Muchos discípulos tenía
Aristóteles en las ciencias que él conocía, muchos le seguían en sus opiniones, pero
muchos más los que lo imitaban en el desconocimiento que tenía de la muerte.
Ganemos el tiempo, en el cual podemos obtener la eternidad; porque una vez perdido,
perderemos el tiempo
tiempo de esta vida
vida y la eternidad
eternidad de la otra. ¿Cuántos mill
millones se
encuentran ahora en el infierno, que, mientras estaban en este mundo, despreciaron el
tiempo y ahora padecieran por un millón de años, todos los tormentos de los condenados
en el infierno porque les diesen un instante de tiempo, en que pudiese ganar la vida
eterna de la gloria haciendo penitencia, y no tendrán remedio? Y sin embargo, tú
desperdicias no sólo instantes, pero horas, días y años. Considera lo que un alma
condenada daría por alguna parte de ese tiempo que tú pierdes. Guárdate que de aquí en
adelante, cuando no habrá reparación de ese momento que tú ahora tan ricamente
desperdicias, no sea el mismo dolor y amargura de los tontos, que buscan
entretenimientos vanos para pasar el tiempo, como si el tiempo se detendría, si no
encontraran pasatiempos
no quieres adquirir la otra.para pasar elcómo
Considera tiempo. El tiempo
puedes por eldetiempo
esta vida
ganarse ladeja atrás, y no
eternidad; tú
mires la pérdida del tiempo como pérdida de tiempo, sino de eternidades; en un instante
de tiempo puedes ganar infinitos instantes de lo que puedes disfrutar para siempre. ¿Qué
tan pequeño un precio para la eternidad es nuestro tiempo en esta vida, que pasa con
más rapidez que el viento? Considera con qué velocidad viene la muerte que te persigue;
no pierdas un momento, ya que mientras duermes está en plena carrera; sin embargo, ¿te
atreves a desperdiciar el tiempo?. Duermes, dice San Ambrosio (Ambr. In Ps. Tu dormis,
et tempus ambulat), y el tiempo anda. No estés un instante parado, pues puedes con él
ganar más cielo. El tiempo, como dice Nacianceno, es el mercado o feria de la eternidad.
Atrévete, a continuación, mientras dure, para conseguir una buena ganga; pues esta vida
una vez espasada,
adquirir no hay
más corto, más oportunidad
y la ganancia para esmerecer,
y el beneficio y el tiempo
eterno. Escucha lo queseñalado para
un pagano te
enseña, que no sabía que de este bien del tiempo de ganar en él la eternidad, y sin
embargo, habla de esta manera (Senec. Ep. 118): "La naturaleza no otorgó tiempo sobre
nosotros con liberalidad como para que perdamos la menor partecita de él, y considera
cuánto tiempo pierden también los más diligentes; a algunos los ocupa parte de su tiempo
el cuidado de su salud, o de sus amigos, algunos de sus deseos personales, algunos se
emplean en sus asuntos públicos; también el sueño nos divide la vida. Pues de este
tiempo tan corto y rápido, ¿en qué nos beneficia pasar la mayor parte en vano?". El
mismo autor nos informa también, que nos esforzamos por superar la rapidez del tiempo
con nuestra diligencia en el uso y el empleo del bien. Sin conocimiento de fe dijo esto
Seneca,¿qué
gloria, sin debemos
saber quehacer
con nosotros
un instante deluz
con la tiempo se podría
del cielo, obtener unadeeternidad
y el conocimiento de
la felicidad
eterna que tenemos, y con las amenazas de los tormentos eternos? Vivamos siempre
86
muriendo, y pensemos en cada instante que es nuestro último, así que no hemos de
perder este tiempo
tiempo que es tan preci
precioso,
oso, y por el cual podemos obtener lo que es eterno.
Llamemos a la mente lo que se dice por San Juan Clímaco (Clím. grad. 6): " El día de
hoy no está bien pasar, sin pensar que sea el último de nuestra vida. Aquel es bueno
que cada hora aguarda la muerte, pero aquel es santo que todas las horas la desea ".
Por lo menos, vamos a comportarnos nosotros mismos como mortales, y vamos a
creer que somos así, mostrando por nuestras obras que conocemos que hemos de morir.
Pidamos a Dios, lo que oró David (Sal. 39, 5): "Señor, hazme saber mi fin." Está claro
que hemos de morir; está claro que nosotros no sabemos cuándo; está claro que hemos
de morir, pero una sola vez; pero es mucho más, como señala San Ambrosio, cuando
Dios nos lo dice que cuando lo inferimos nosotros mismos. Persuadámonos de esta
verdad, y no dejemos que el tiempo se deslice entre nuestras manos, que una vez pasado
nunca volverá. Avergoncémonos en el consejo de un pagano, Marco Aurelio, el
emperador, que nos aconseja proceder siempre constante en las acciones virtuosas
(Anton, lib. 2, en Princip). "Reflexiona", dice él, "en el final de ese tiempo que te ha sido
asignado, que si tú no gastas en la adquisición de la paz de tu mente mientras vives,
pasará y nunca vol
volverá
verá a ti estando muerto; cada hora apli aplica tu mente para marcar en
serio lo quea un
corresponde obras con con
romano, tus una
manos, y hazlo
gravedad con humanidad,
no fingida, precisión, con fortaleza,
liberalidad como
y justicia,
y mientras tanto, retira tu mente de todos los demás pensamientos, lo cual harás
fácilmente de tal manera si hicieres cualquier obra y negocio, sin mezcla de vana gloria,
como si fuera el último de tu vida." Este es un consejo admirable, que ya sabes que has
de morir, y lo sabes, haz cada obra como si fuera la última que acabándola de hacer
hubieses de expirar. Procura dejar los pecados y malas inclinaciones; dejar los
pensamientos
pensami entos de la tierra,
tierra, y elevar
elevar todo tu corazón y afectos al ciciel
elo,
o, y allí
allí col
colocar
ocar tus
pensamientos,
pensami entos, en posi
posici
ción
ón vertical
vertical y en Dios
Dios omnipotente.
omnipotente. Un árbol torcido,
torcido, cuando lo
cortan, se cae de ese modo a donde estaba inclinado. Si uno no se dobla hacia el cielo
mientras vive, así puede caer en la muerte?
Es mucho más de temer el infierno.
87
en el que tus propios esfuerzos serán inútiles, y en el que los santos no te ayudarán.
¿Cómo pueden los hombres ser descuidados, ya que una empresa tan importante como
lo es la salvación de sus almas, depende de un instante, en el que ninguna nueva
diligencia ni las preparadas les servirán? Dado que, por lo tanto, no sabemos cuándo ese
momento será, no estemos ni un momento desprovistos; esto es un negocio que no debe
ser olvidado por un instante, desde ese instante puede ser nuestra condenación. ¿De qué
nos aprovecharán cien años, pasarlos con gran penitencia y austeridad en el servicio de
Dios, si al final de todos esos años vamos a cometer un grave pecado, y la muerte nos
tome por sorpresa antes de arrepentirnos? Que nadie se sienta seguro de sus virtudes
pasadas, pero que conti
continúen
núen en ell
ellas hasta el final;
final; ya que si no muere en la gracia todo
está perdido, y si lo hace, lo que importa es haber vivido mil años en las mayores
dificultades y aflicciones de este mundo para poder sentarse con Él? ¡O momento, en el
que el justo olvida todas sus labores y se asegura de todas sus virtudes! O momento, en
el que los dolores de un pecador comienzan y terminan todos sus placeres! ¡O momento,
que cierto es que has de ser, y que incierto el cuándo has de ser, y que ciertísimo que nos
has de volver; porque eres una vez sola, y no se podrá revocar en otro momento lo que
en uno se determinó! ¡O momento, que digno eres de estar ahora fijado en nuestra
memoria,
Abad Eliaspara
que que no acostumbrado
estaba entremos a ti acon nuestro
decir, daño
que hay tresy cosas
perdición
que leeterna!
hacíanImitemos al
temblar (In
vita Patrum., lib. 5. p 165, ap. Rota.): La primera, cuando se me ha de arrancar mi alma
del cuerpo; la segunda, cuando he de comparecer ante Dios para recibir el juicio; y la
tercera, cuando se me ha de pronunciar la sentencia. Qué terrible es este momento, en el
que todas estas tres cosas, tan terribles han de pasar! Póngase el cristiano a menudo,
mientras viva, en ese instante; en donde ha de expirar, donde mira por un lado el
momento de su vida, de la que va a salir, y por el otro, la eternidad, donde entrará, y le
permiti
permi tirá
rá tener en cuenta lo que le queda de esa, y lo que le espera en la otra. ¡Cuán
breves le parecían a Matusalén
Matusalén en aquel punto al pie
pie de mil
mil años que vivi
vivió,
ó, y cuán largo
se le presentaría solo el día de la eternidad? En ese instante mil años de vida le parecen al
pecador
vida desdeno esta
más torre
de una
de hora, y unadesde
vigilancia, hora de
estetormentos
horizonte,parecerán
y mídelamil
mil años.
con He aquí
lo eterno, tu
y no
hallarás que sea de ninguna sustancia ni mayor extensión. Mire que vendrá en las manos
de ella, y que no se podrá escapar de las manos de la eternidad. ¡O momento espantoso,
que corta el hilo del tiempo, y comienza la tela de la eternidad! Prevengámonos con
tiempo para este momento, para que no perdamos la eternidad. Esto es la perla preciosa
para la que tenemos que dar todo lo que tenemos o somos. Deja que esté siempre siempre en
nuestra memoria, seamos siempre solícitos con ella, ya que puede venir contra nosotros.
La eternidad depende de la muerte, la muerte de la vida, y la vida de un hilo, que puede
o bien ser roto, cortado o quemado, y aun cuando más esperanza y más esfuerzo se
pongaa para prolong
pong prolongarl
arla.
a. Un buen testimoni
testimonioo de esto es lo que P aulo
aulo Emili
Emilio (P
(Paul
aulus
us
AEmil. Lib.sus
debilitadas 6, Accidit.
fuerzas Anno 1387)por
corporales relata
susdeexcesos,
Carlos, rey
los de Navarra,para
médicos que,suteniendo
curaciónmuy
le
mandaron unos lienzos, impregnados de aguardiente, para ser envuelto su cuerpo
89
desnudo. El que se los cosía, no teniendo cuidado para cortar el hilo, acercó una vela,
que estaba a la mano, pero el hilo estaba mojado con aquella aguardiente, tomando fuego
con tal velocidad que quemó el cuerpo del rey de tal manera que murió inmediatamente.
Tras un hilo natural, dependía la vida de este príncipe, que concluyó en tan desastrosa
muerte; y sin duda el hilo de la vida es tan corta fácilmente como el de lienzo. Se
requiere tiempo para cortar este, pero aquel se rompe en un instante; y no hay duda sino
que el hilo
segura, delola tanto
y por vida no es más dificultoso
deberíamos temer ese de cortarque
instante queda
el fin
lino.al Nuestra
tiempo, vida
y da nunca
inicio está
a la
eternidad.
Maravillosos son los caminos que halla la muerte, y de las cosas más pobres y
despreciables depende la vida; se cuelga no sólo de un hilo, pero a veces sobre una cosa
tan pequeña como un cabello. Así Fabio, un senador romano, se atragantó con un cabello
que se tragó en un vaso de leche. No hay puerta cerrada a la muerte; entra por donde el
aire no puede entrar, y nos encuentra en las mismas acciones de la vida. Las cosas
pequeñas son capaces de privarnos
privarnos de un bien
bien tan grande. Un pequeño grano de uva se
llevó la vida de Anacreonte (Valer Max lib VI); y una pera, con la que Druso Pompeyo
estaba jugando, cayó en su boca y lo ahogó. También los afectos del alma, y los placeres
del
de uncuerpo, se de
exceso convierten en la carretera
alegría. Dionisio a la muerte.
fue muerto con la Homero murió de
buena noticia de una
pena,victoria
y Sófocles
que
obtuvo. Aureliano murió bailando, cuando se casó con la hija del emperador Domiciano.
Tales Milesio, cuando estaba contemplando los deportes en el teatro, murió. Tras asuntos
pequeños y accidentes
accidentes inesperados depende el éxiéxito de ese momento, de la cual depende
la eternidad. Que cada uno abra los ojos, y no se asegure a sí mismo de que la vida que
tiene tantas entradas para la muerte; se diga: No he de morir hoy; porque muchos han
pensado así, y de repente murieron en la misma hora. P or cosas tan considerables,
considerables, como
hemos hablado, muchos han muerto, y tú no has de morir por ellas. Para una muerte
súbita no hay necesidad de que un cabello o espina de pescado te atragante, ni la
aflicción de la melancolía te oprima, ni que un exceso de alegría repentina te sorprenda;
esta puedealsuceder
que vuela corazónsinsin
todas
que estas
nadiecausas exteriores.
lo perciba, Un humor
es suficiente paracorrupto ende
poner fin lasti;entrañas,
y es de
admirar que no más mueran de repente, teniendo en cuenta los trastornos de nuestras
vidas y las debilidades de nuestro cuerpo; no somos de hierro o latón, sino de blanda y
delicada carne. Un reloj, aunque de metal duro, con el tiempo se desgasta, y tiene
constantemente necesidad de reparación, y la ruptura de una rueda detiene el movimiento
del resto. Hay más artificio en un cuerpo humano que en un reloj, y es mucho más sutil
y delicado. Los nervios no son de acero, ni las venas de bronce, ni las entrañas de hierro.
¿Cuántos han tenido sus hígados, o el bazo, dañado o desplazados, y han muerto de
repente? Ningún hombre ve lo que tiene dentro de su cuerpo, y como puede ser su
debilidad, que a pesar de que él piensa estar árido y se siente bien, sin embargo, él puede
morir
dentro de una hora. Temblemos todos de lo que puede suceder.
90
los ojos en esta vida, donde está el campo de la misericordia abierto, fue suficiente para
asombrar a trescientas personas que lo contemplaban, que cayeron al suelo sin sentido y
sin movimiento, y así continuaron por espacio de algunas horas. ¿Cuánto asombro no
causará, no la imagen, pero el mismo Jesucristo vivo, no en la humildad de la cruz, pero
en un trono de majestad y sitial de su justicia; no en el tiempo de la misericordia, pero en
la hora de la venganza; no desnudo, con las manos perforadas, pero armado contra los
pecadores
que le han con la espada
hecho! Dios esdetanla justo
justici
justicia,
a, su
en cuando hacomo
justicia de venir
veni
enr su
a juzgar
juzgar y vengar
vengar
misericordia; las injurias
y comoinjurias
él ha
asignado un tiempo para la misericordia de modo que lo hará por medio de la justicia; y
como en esta vida el rigor de su justicia es, por así decirlo, reprimida y suspendida, por lo
que, en ese momento de la muerte, cuando el pecador recibirá su juicio, se soltará, y
abrumará al miserable. Un gran y rápido río, que tuviese su corriente detenida y
sostenida por treinta o cuarenta años juntos, ¿Cuánta inmensidad de agua tuviera
recogida? Y en el punto que se soltase toda? ¿con qué ímpetu correría? ¿Qué resistencia
pudiera
pudiera suspenderla?
suspenderla? Pues la justicia
justicia divi
divina
na que el profeta Daniel (cap. VII.) compara no
a un río común, pero a un río de fuego, por la grandeza y la gravedad del rigor, y que
será reprimido durante treinta o cuarenta años durante la vida de un hombre, ¡cuán
infinito
Todo este abismo
rigor ytendrá junto,verán
severidad y como se soltará en
los condenados en ella punto dejuez
cara del la muerte del Y,
ofendido. pecador!
por lo
tanto, el profeta Daniel dice, que un río de fuego procedía de su rostro, y que su trono es
de llamas, y las ruedas del mismo eran de fuego ardiente, porque todo será entonces
fuego, rigor y justicia. Propónenos también su tribunal y trono con ruedas, para significar
con ello la fuerza y la violencia de su omnipotencia en la ejecución de la gravedad de su
usticia; porque se mostrará toda en ese momento, cuando los pecadores serán llevados a
uicio, cuando el Señor (como dice David) les hablará con su ira, y los turbará con su
uror .
Esto también es declarado por otros profetas en palabras más terribles y amenazantes.
Isaías dice (Is. 14): "El Señor vendrá vestido con ropas de venganza, y se cubrirá con un
manto de celo,para
Y el sabio, y él declarar
le dará a de
sus forma
adversarios
más de su ira, y dice,
completa, sus enemigos tendrán
"Su celo", es su turno"
decir, su
indignación, "deberá tomar las armas, y deberá armar a las criaturas para la venganza de
sus enemigos: pondrá la justicia sobre su pecho; después tomará el casco del juicio justo,
y abrazará el escudo invencible de la equidad, y deberá afinar su ira como una lanza." El
profeta Oseas(cap. 13) declara lo mismo,
mismo, proponiéndonos
proponiéndonos al Juez, no sólo
sólo como un
hombre enfurecido y armado, sino una bestia feroz y cruel; y por lo tanto, hablando en la
persona de Dios,
Dios, dice:
dice: "Me reuniré
reuniré con ell
ellos
os como un oso al que le han robado sus
cachorros, y les romperé sus entrañas y los devoraré allí como un león" No hay bestia
más feroz de la naturaleza que un león o un oso que ha perdido sus crías, los que
furiosamente asaltan al primero que se encuentran; y sin embargo, Dios, cuya naturaleza
es terror
el bondaddeinfinita, quería
su justicia ser comparado
y rigor, con la quecon
en las
esebestias
día se salvajes
mostraráyacrueles
sí mismoparacontra
expresar
los
pecadores. La consideración
consideración de esto fue de tal peso al abad Agatón (in Vi
Vita Patrum),
P atrum), que
92
cuando estaba a punto de morir, continuó tres días en admiración, con sus ojos abiertos,
por miedo y temor, sin moverse de un lado al otro. Ciertamente, todas las comparaciones
y exageraciones están a la altura de lo que será, ese día "el día de la ira y la calamidad."
Ese es el día en que el Señor dirá en voz alta lo que ha estado callando por muchos años.
Ese es el día del cual él había hablado por su profeta: "me callé, y estaba mudo, pero
luego voy a llorar como una mujer de parto." Se entenderá que ocupará toda su justicia,
y se ha de recompensar en él por los muchos años que gozo de la misericordia. Esa fecha
será puramente de la justicia, sin mezcla de misericordia, sin esperanza de compasión,
ayuda, favor, o cualquier otro patrocinio, sino la de nuestras obras. Esto está
representado en lo que dice Daniel, que el trono y el tribunal de Dios era de llamas, y que
procederá de su cara un río de fuego;
fuego; porque el fuego, además de que es el más activo,
activo,
ágil, y vehemente de todos los elementos, es también el más puro, que no admite mezcla
de nada. La tierra contiene minas de metales y canteras de piedra; el agua sostiene una
variedad de peces en su seno; el aire gran multitudes de vapores y exhalaciones y otros
órganos; pero el fuego no permite mezcla para nada, se funden los metales más duros,
reduce las piedras en cenizas, consume los seres vivos, convierte los árboles en cenizas,
de tal manera, que no solo no consiente en sí otra cosa, pero infunde sus propias
cualidades en losla que
no sólo derrite se reúnen
nieve, conhace
sino que él, eque
incluso convierte
hierva, y quemaen al
sí ahierro
lo quefrío.
le es
Asícontrario;
será en
aquel día; todo será rigor y justicia, sin mezcla de piedad, más aún, las mismas
misericordias que Dios ha usado hacia un pecador se utilizarán entonces como aumento y
sustento de su justicia.
Oh hombre, que tienes ahora tiempo, considera en qué condiciones te has de ver en
ese instante, en que no ha de haber para ti ni sangre de Cristo derramada por ti, ni Hijo
de Dios crucificado, ni intercesión de la Santísima Virgen, ni las oraciones de los santos,
ni la propia misericordia divina, te servirán, sino solo contemplar un Dios enfurecido y
vengador, a quien servirán todas sus misericordias para aumentar su justicia. Has de
entonces percibir que no tendrás a nadie de tu parte, y todo estará contra ti.
La misma
mismo, Santa Virgen,
y la sangre que es laserán
de tu Redentor, madre de la
contra ti; misericordia, la misericordia
y sólo tus buenas obras serándepara
Dios
ti.
Esta vida una vez pasada, has de esperar sin patrón, sin protector, pero tus acciones
virtuosas solamente te acompañarán; y cuando tu ángel de la guarda, y todos los santos y
tus santos defensores, te dejarán, únicamente las obras no te abandonarán. Mira cómo te
apercibes ahora para ese día; cuídate de aprovechar la sangre de Cristo para tu salvación,
y sino sólo servirá para tu mayor condenación. Todo el mundo estaba sorprendido por la
forma de la condena de Pirro el hereje por el Papa Teodoro (Theophanes anno. 20.
Heraclii. Imper. Ut Habetur in tom.. 2, p. 2, Conc. In Notis ad advitam Theod. Papae),
quien llamando a un concilio en Roma, y colocándose cerca del cuerpo de San Pedro, en
presenciaa de toda la asamblea,
presenci asamblea, tomó el cáli
cáliz consagrado,
consagrado, y con la sangre
sangre de Cristo
Cristo lo
hizo, con Pirro,
se apartó su propia
de lamano,
iglesiaescribir la sentencia
de Cristo. de excomunión
Esta manera de proceder yterrible
anatema por los
generó un cuales
miedo
a todos los que la oyeron. Tú, a continuación, tiembla, a lo que puede suceder, que la
93
sangre de tu Redentor solamente servirá como una sentencia de tu muerte eterna. Pero
tan grave será la justicia divina en aquel día contra un pecador, que si fuera necesario
para confirmar
confirmar la sentencia,
sentencia, firmarse
firmarse con la sangre
sangre de Cristo,
Cristo, (aunque una vez se ha
derramado sobre la cruz para su salvación), entonces sólo servirá para su condenación y
reprobación eterna. Si esto es cierto, ya que nada puede ser más seguro, ¿cómo es que
vamos a ser tan descuidados? ¿Cómo es que nos reímos y regocijamos? Con gran razón
un viejo ermitaño (in vitis Patr. Lib. 5.) en el desierto, contemplando a otro reírse, le
reprendió por ello, diciendo, "Hemos de dar cuenta estrecha ante el Señor del cielo y de
la tierra, el más inflexible juez, y te atreves a ser feliz?" ¿Cómo se atreve a esa risa el
pecador,, cuando lleg
pecador egará
ará ese instante en que no le ha de aprovechar llorar? ¿por qué no
ahora, con lágrimas, pedir perdón por sus pecados, cuando después de la muerte no
podrá obtenerlo?
obtenerlo? No habrá entonces piedad,
piedad, ni remedio, ni protección frente
fr ente a Dios
Dios o a
sus criaturas, ninguna defensa, pero lo que cada uno tiene es sus propias obras.
Esforcémonos para que sean buenas, ya que no tenemos nada en la otra vida, pero solo
ellas. El hombre rico no tendrá entonces una multitud de servidores, ni abogados bien
pagados
pag ados y beneficiado
beneficiadoss que le defiendan su plei
pleito;
to; sólo sus buenas obras le serán de uso,
y que sólo le defenderán; y en ese instante, cuando le faltare aun la misericordia de Dios,
yfallarán.
la sangre
Allídedonde
Cristo, no aplacará
faltarán la justicia
al hombre divina,
sus tesoros, quesolamente sus buenas
han acumulado obras
en este no ley
mundo,
guardado con tanto cuidado, solo sus limosnas dadas a los pobres no le fallarán; allí,
cuando sus hijos, tribu, amigos y siervos les fallen, no faltarán los peregrinos que se
albergaron, los enfermos que se han visitado en los hospitales, y los necesitados a los que
se han socorrido, estas obras no te fallarán. El hombre rico deja su riqueza detrás de él,
sin saber quién la poseerá; sus buenas obras solo llevará consigo, y estas sólo le valdrán,
cuando nada más le podrá valer; ni Cristo, que es el Juez de los vivos y los muertos, en
ese momento admitirá otros patrocinios o defensores. Mire uno no convierta contra sí lo
que solo ha de estar por él.
Es maravilloso, ¿cuántos se atreven a hacer el mal estando viendo quien ha de venir a
ser su juez,
mucho paraque
mayor, connos
quien nada ha con
atrevemos de valer sinomalas
nuestras haber obras
obradoa bien; y laalmaravilla
ofender que ha dees
uzgarlos. El ladrón no es tan imprudente como para robar a su vecino, y fuera tenido
por loco si al mismo corregidor
corregidor fuera
f uera a hurtar en su casa
ca sa o ag
agravi
raviarle.
arle. ¿cómo se atreve
a treve a
continuación, esta pobre criatura, el hombre, a lesionar la persona de su juez más justo y
recto (en cuya presencia es seguro estaremos) en su cara, en su propia casa, de manera
tal que se prefiera al diablo, y nuestro mayor enemigo, antes que a Él? ¡Cuán grande era
la maldad de los judíos, que juzgaron por mejor que viviese Barrabás que el Hijo de
Dios! Considere aquí el pecador su propia insolencia, que juzga mejor complacer al
diablo que a Cristo su Redentor.
Todo el que comete pecado, por así decirlo, enjuicia, y pasa una sentencia a favor de
Satanás
Dios, quey en contra de Jesucristo.
es injustamente condenadoDe por
la presente sentencia
el pecador, injusta día
en el último del lo
hombre,
tomaráelenHijo de
cuenta
en forma estricta y severa. Mira que tu injusticia cuánta ha de ser grande la justicia divina
94
contra ti. Considere el cristiano, por lo tanto, tenga en cuenta que no tiene ahora su
propia,
propi a, pero la causa de Cristo
Cristo en la mano. Deja que mire cómo funciona,
funciona, ya que todas
sus acciones son para ser vistas y revisadas por su Redentor. Un artista que supiese que
su trabajo iba a aparecer ante algún rey, o para ser examinado por un gran maestro en el
arte mismo, se esfuerza para darle la mayor perfección. Dado que, por lo tanto, todos
nuestros trabajos deben presentarse ante el Rey del Cielo y el jefe principal de la virtud,
Jesucristo, esforcémonos para que sean perfectos y completos, y más bien, no las ha de
examinar por curiosidad, pero para pasar sobre nosotros una sentencia de condena, o
bien,
bien, de feli
felicid
cidad
ad eterna. Veamos, entonces, traig
traigamos a la mente que tenemos que dar
cuenta a Dios de los ejércitos; y por lo tanto, vamos a prestar atención a lo que hacemos;
lloremos por lo que está fuera de lugar; abandonemos nuestros pecados, y esforcémonos
por hacer acciones
acciones virtuosas;
virtuosas; veámonos
veám onos como deli
delincuentes cul
c ulpabl
pables,
es, y luchemos con el
miedo permanente del Juez. Como Abad Amnon nos aconseja, de los cuales se informa
en el libro de la vida de los padres, traducido por Pelagio, el cardenal (in Vitis Pat . lib. 5,
pag.. 566), que preg
pag preguntado
untado por un joven monje, lo que debería hacer que pudiera pudiera
resultarle de provecho, respondió: “entretener los mismos pensamientos que los
malhechores de prisión, que todavía están investigando y preguntan, ¿Dónde está el
uez? ¿Cuándo
manera debería viene? cada hora
el cristiano estar esperando su alerta
siempre en castigoy yansiedad,
llorando reprendiéndose
sus faltas." De aesta
sí
mismo, y diciendo: "¡Ay, desgraciado que soy, ¿cómo voy a comparecer ante el tribunal
de Cristo? ¿Cómo voy a ser capaz de dar cuenta de todas mis acciones?" Si tú siempre
has de tener estos pensamientos, serás salvo, y no dejarás de hacer lo que pudieras para
asegurar tu salvación, y todo será bien poco. San Juan Clímaco escribe de un cierto
monje, que había vivido mucho tiempo con pequeño fervor y edificación, y, cayendo en
una enfermedad grave, en la que permaneció algún tiempo sin sentido, fue, durante ese
tiempo, llevado ante el tribunal de Dios, y de allí volvió a la vida, en el que continuó
siempre en tal temor y asombro, que pidió que tapasen la puerta de su pequeña celda,
que era tan pequeña y estrecha que tenía escaso espacio para moverse en ella, y se
encerró en ella
alimentaba por doce
de nada años,pan
más que tiempo durante
y agua, el cual élsenunca
y así sentado quedóhabló conojos
con sus ninguno, y se
atónitos y
fijos sobre lo que había visto en ese éxtasis; sobre el cual sus pensamientos estaban tan
concentrados, que no se movieron sus ojos de adonde los fijó, y perseverante en su
silencio y asombro, no podía contener las lágrimas que fluían abundantemente por su
rostro envejecido. Por fin (dice el santo), su muerte ya cercana, rompieron la puerta, y
entraron en su celda, y después de haberle preguntado con toda humildad que si les decía
algo que les diera instrucción, todo lo que pudieron obtener de él es esto. "Perdónenme,
padres, el que supiese
supiese lo que es realmente, y con todo su corazón, pensar en la muerte,
nunca tendría la libertad para el pecado." El rigor del juicio divino, que hay que pasar
después de la muerte, ocasionó en este fraile un cambio tan grande y penitencia durante
su vida.
SECCIÓN II. La segunda causa de lo terrible de la muerte, es, la averiguación
95
tierra? Y si los hombres espirituales son tan lúcidos, que condenan con la verdad lo que
los mundanos elogian, que será de esos ojos divinos, que son capaces de percibir una
mancha en lo que parece una pureza angelical? Y si, como dice la Escritura, encontró
maldad en los ángeles, en los hombres no se le esconderá vicio. Nuestro Señor mismo
dice por uno de sus profetas: "Escudriñaré a Jerusalén con candela." Si tan estricta
averiguación se hará en la ciudad santa de Jerusalén, ¿qué será en Babilonia? Si Dios
hará uso de rigor con los justos, ¿cómo podrá disimular con sus enemigos? Entonces
saldrán a la luz las obras que hemos hecho y las que hemos dejado de hacer; y se
descubrirá por culpa no solo lo malo que hicimos sino lo bueno que no hicimos debiendo
hacerlo. ¡No solo se nos ha de tomar en cuenta el mal que hicimos, sino también lo
bueno que no hici
hicimos
mos bien!
bien! Todo se ha de desenvolver
desenvolver,, y remirar
remirar y apurar y pasar por
muchos ojos. El diablo, como nuestro acusador, deberá revolver el proceso de toda
nuestra vida, y nos acusará de todo lo que sabe; y si algo se escapará de su repisa de
conocimientos, no por eso disimulará; porque tu propia conciencia clamará, y te acusará
también. Y porque nuestra conciencia puede ser ignorante de algunos fallos, nuestro
ángel de la guarda, que ahora es nuestro gobernador y tutor, a continuación, será el fiscal
y el acusador, pidiendo justicia divina contra nosotros, y lo que nuestras propias almas
ignoraban, él las
el testimonio confesará.
de nuestro Y sidelosla ojos
ángel del no
guarda diablo, la confesión
declaran de nuestra
todo, porque conciencia,
podrían no saberloy
todo, el propio juez, que es a la vez parte y testigo, y cuyo conocimiento divino penetra
en lo profundo de nuestra voluntad, publicará todo, declarando ser muchas cosas vicios,
que se tenían aquí por virtudes. ¡O extraña forma de juicio, donde ninguno habrá que
niegue, y todos lo acusan, hasta el delincuente se acusa; y donde todos son testigos,
incluso el propio juez! ¡O terrible juicio, donde no hay abogado, y hay cuatro
acusadores, el diablo, tu conciencia, tu ángel de la guarda, y tu propio Juez, que te va a
acusar de muchas cosas, que tú pensabas haber supuestos para tu defensa!
¡Oh, cuán grande será entonces la confusión a la hora de que sea hallado un pecado,
que se creía un servicio! ¿Quién hubiera imaginado, que Uza, cuando sostuvo el arca, en
pel
peli
igroledecastigó
Señor caer, había
como hecho más
un gran bien
bien un
pecado, condeli
delelitocastigo
que unade acción loable?
oable?
una muerte sin
sin embargo,
embarg
desastrosa; loo,que
el
demuestra cómo los juicios divinos son muy diferentes de los de los hombres. ¿Quién
pensara que ele l querer saber David el número de su pueblo
pueblo no era un acto de políti
política
ca y de
prudencia?
prudenci a? si
sinn embargo, Dios lo juzg
juzgóó un deli
delito, y lo castig
castigó con una peste sin
sin ejemplo,
ejemplo,
que en tan poco tiempo destruyó setenta mil personas. Saúl, cuando se tardaba Samuel,
apretado por sus enemigos, hizo el sacrificio ofrecido, él pensaba que había hecho un
gran acto de religión; pero Dios lo llamó por el nombre de un grave pecado, y por hacerlo
lo reprobó, y le echaron fuera de ser rey. ¿Quién no habría juzgado como un acto de
magnanimidad y clemencia, cuando Acab (1R. 20.) habiendo vencido a Ben Hadad, rey
de Siria, le perdonó su vida, y lo llevó hasta sentarse junto a él en su carro real? Pero
esto,
le dijoqueporfuesumuy estimado
profeta, que ydebía
alabado porpor
morir losél,
hombres,
y que éleray tan
su desagradable
pueblo debía asoportar
Dios, que
el
castigo que era para los sirios y su rey. Si, entonces, el juicio de Dios en esta vida es tan
97
diferente del de los hombres, ¿qué será en esa espantosa hora, lo que Dios ha preservado
para la ejecución
ejecución de su justici
justiciaa divi
divina?
na? All
Allí se descubrirá
descubrirá todo, y la confusión
confusión se
apoderará del pecador con la multitud de sus delitos. ¿Cómo podrá no ruborizarse al
verse a sí mismo en presencia del Rey del Cielo en prendas tan viles y miserables? Un
hombre se dice que queda confundido cuando le salen las cosas contrarias a lo que
esperaba, o cuando está con más indignidad, donde espera el honor y la recompensa;
¡Cómo entonces se confunde un pecador, cuando esas obras suyas que pensó virtudes,
se hallarán como vicios; imaginando que ha hecho el servicio, se percibirá que ha
ofendido, y con la esperanza de una recompensa, deberá cumplir con el castigo! Si un
hombre va a hablar con algún gran príncipe, desea ir vestido con decencia y bien, ¿cómo
va a ir entonces delante de él sucio y medio desnudo? ¡Cómo, pues un pecador se
avergonzará de verse a sí mismo ante el Señor desnudo de las buenas obras, y
contaminado con abominación y crímenes horribles! Porque, además de la multitud de
pecados, de los cuales
cuales toda su vida
vida estará llena,
llena, la atrocidad
atrocidad de el
elllos será también
también
desenmascarada delante de él, y temblará ante la vista de lo que ahora piensa trivial. Para
entonces verá claramente la fealdad del pecado, la oposición de la misma a la razón, la
deformidad que provoca en el alma, la lesión que le hace al Señor del mundo, su
ingratitud
se cae, y alalagloria
sangreeterna
de Cristo, el perjuicio
que pierde. que aporta
La menor a sí era
de ellas mismo, el infierno,
suficiente para en el que
cubrir su
corazón de tristeza y dolor inconsolable; pero en conjunto, el asombro y confusión que
deberán provocar, sobre todo cuando se percibe que no sólo los pecados mortales, sino
los veniales, producen una fealdad en el alma más allá de todas las deformidades
corporales que puedan ser imaginadas. Si la visión de un solo diablo es tan horrible, que
muchos siervos de Dios han dicho, que prefieren sufrir todos los tormentos de esta vida,
que verle por un momento, siendo toda la fealdad solo la que le pegó un solo pecado
mortal, porque por su naturaleza los demonios son muy hermosos; ¿en qué estado estará
ese pecador, que no sólo deberá contemplar todos los demonios, en toda su fealdad, pero
deberá verse a sí mismo tal vez más feo que muchos de ellos, con tantas deformidades
como
de salirhubiera cometido
a la luz, pecados
y de todo mortales
le han y veniales?
de pedir cuenta deEvítalos ahora,
todos los días,porque
hasta todos han
el último
céntimo.
Tampoco es esta cuenta para ser realizada solamente en bruto, para los mayores y más
aparentes pecados, pero incluso para los más pequeños e insignificantes. ¿Qué Señor hay
que así tome cuentas a su mayordomo, que exige una cuenta para las bagatelas más
pequeñas, y ni lele permite que pase medio
medio céntimo, sin informarle
informarle cómo se lo ha gastado?
En los tribunales humanos, el juez no se entera de las cosas pequeñas, pero en los
tribunales divinos, nada pasa; las cosas más pequeñas son tan diligentemente miradas
como la mayor.
Por lo que le ha pasado a muchos servidores de Dios, incluso antes de su partida de
esta vida, Clímaco
San Juan puede verse
(Gr.el7)rigor condeel un
escribe cual se tendrá
cierto monje,enque,
estaestando
cuenta después de la de
muy deseoso muerte.
vivir
en soledad y tranquilidad, después de que se había ejercido muchos años en los trabajos
98
de una vida monástica, y obtuvo la gracia de lágrimas y ayunos, con muchos otros
privi
privillegi
egios
os de la virtud, construyó una celda en el pie
pie de la montaña, donde Elías, en otro
tiempo, vio la visión sagrada y divina. Este reverendo padre, por ser de tan gran
austeridad, sin embargo, deseaba vivir una vida más estricta y penitente, y, por lo tanto,
pasó de al alllí a un lug
ugar
ar llamado Sides,
Sides, que pertenecía a los monjes anacoretas, que viven
viven
en una gran perfección y soledad; y después de haber vivido mucho tiempo, con mucho
rigor, en ese lugar, que estaba muy alejado de toda consolación humana, y distante
setenta millas de cualquier vivienda o morada de los hombres, al fin llegó a tener el deseo
de regresar a su primera celda en esa montaña sagrada, tenía él allí dos discípulos muy
religiosos de la tierra de Palestina, que guardaban dicha celda. Poco tiempo después de
su regreso, cayó en una enfermedad, y murió. El día antes de su muerte quedó muy
asombrado y atónito, y se quedó quieto con los ojos abiertos, se veía espantado, viendo
por un lado de la cama, y luego
uego al otro, como si hubiera visto
visto al
algu
gunos
nos que le exig
exigieran
cuenta de algo: a quien el respondía, a oídos de todos los que estaban presentes, diciendo
a veces, "Así es verdad, pero para esto he ayunado tantos años." en otras ocasiones,
dijo, "No es así ciertamente; mentís; nunca lo hice." Y también:" Es cierto lo hacía, pero
lloré por él, y tantas veces serví por la necesidad de mis vecinos.". Otras veces," Tú me
acusas, verdad..;
esa invisible No tengo
y estricta nada que
inquisición era decir; pero
horrible paraDios es misericordioso.”
los que Y ¡Ay,
estaban presentes. ciertamente
dice el
santo, ¿qué será de mí, pecador, ya que tan grande seguidor de una vida solitaria y
retirada no sabía lo que debía responder, el que había vivido cuarenta años, un monje, y
obtuvo la gracia de las lágrimas, y, como algunos me afirmaron, había en el desierto
alimentado a un leopardo hambriento, al que dócilmente le daba alimentos!; sin embargo,
después de toda esta santidad, en su partida de esta vida, se le exigió una cuenta tan
estricta, dejándonos sin saber cuál fuese su juicio, y cuál la condena y sentencia y
determinación de su causa.
Se lee en las crónicas (crónica. S. Franc. 2. p. lib. 4. c. 25) de los franciscanos, que un
novato de la orden de San Francisco, estando casi fuera de sí luchando con la muerte,
gritó con dijo:"
después, voz terrible diciendo:
Estoy muy "¡Ay de mí! !Oh,
apesadumbrado". Y nosimucho
yo nunca hubiera
después, nacido
añadió, "Un poco
"Poned algo
de los méritos de la pasión de nuestro Señor y Salvador Jesucristo." Entonces él dijo:
"Ahora, está bien". Los religiosos se maravillaron mucho de que un joven tan inocente
hablara cosas tan terribles y con tal ruido extraño. Cuando el joven volvió en sí, le
rogaron que les aclarase el significado de esas palabras y grandes gritos, a lo cual les
respondió: "vi que en el juicio de Dios Todopoderoso, tan estricto, tomaba en cuenta
incluso las palabras ociosas, y otras cosas que parecían muy poco, y les pesaba tan
exactamente, que los méritos, en relación con los deméritos, eran nada en absoluto; y por
esta razón di ese primer grito terrible y triste. Después vi que los deméritos se pesaron
con gran atención, y que poco hacían con respecto a los méritos; por esta razón hablé las
segundas palabras.
ustificados, Y viendo
dije la tercera; que los
y como losméritos
méritoseran
de latan pocosdeoCristo,
pasión casi ningunos, para ser
nuestro Salvador,
pesase más la balanza
balanza donde estaban mis buenas obras, de inmediato
nmediato una sentencia
sentencia
99
favorable se dio en mi nombre; por esta razón dije: "Ahora, está así." Y habiendo dicho
esto, expiró.
SECCIÓN III. La tercera causa de lo terrible del fin de la vida temporal, es la
cuenta que se dará de los beneficios divinos recibidos.
También hay, en el final de la vida, otra causa de tanto terror a los pecadores, que es,
el conocimiento vivo que tendrán de los beneficios divinos recibidos, y la carga que se
haya determinado en contra de ellos por su gran ingratitud y abuso de ellos. Esto también
se significó por lo que el profeta Daniel habló del trono y tribunal de Dios. Porque no
sólo dijo que era llamas de fuego, por lo que nos dio a entender el rigor de la justicia
divina contra los pecadores, representado por la violencia, el calor, y la actividad del
fuego, y el descubrimiento y la manifestación de los pecados, representado por la luz y el
brill
bri lloo de las llamas; pero tambi
también
én añade, que de la cara del juez procedió
procedió un río
caudaloso, que era también de fuego; significando, por la corriente y rapidez del curso y
la expedición de la misma de Dios, la multitud de sus gracias y beneficios, los cuales, se
derivan de la bondad divina, y se comunican y se vierten hacia abajo a sus criaturas. Lo
mismo cuando dice que este gran río será, en tal día, de fuego, es para hacernos
comprender el rigor de ese cargo en contra de nosotros, por nuestro abuso de los infinitos
benefici
benefi cios
os otorgados,
otorgados, junto con la luz y la clarid
claridad
ad con que los hemos de conocer,
conocer, y el
horror y la confusión se apoderará de nosotros por nuestro gran ingratitud, y la pequeña
cuenta que hemos hecho de ellos; para que los pecadores, en ese instante, no sólo se han
de espantar de sus propias obras malas, sino de la gracia y los beneficios de Dios
Todopoderoso para con ellos. Otro duelo de males y confusión les cubrirá, cuando vean
lo que Dios ha hecho para obligarlos y ayudarlos hacia su salvación, y lo que por el
contrario han hecho para dibujar sobre ellos su propia condenación. Temblarán por ver lo
que Dios hizo por su bien, y que lo hizo tanto, que no podía hacer nada más: todo lo que
lo han subempleado, y abusado. Esto es tan claro y evidente de parte de Dios
omnipotente, que llama a los hombres mismos como testigos y jueces de la verdad; y,
por lo tanto, hablando
hablando bajo la metáfora de un viñedo,
viñedo, por su profeta Isaías (Is. 5.), dice
dice
de esta manera: "Habitantes de Jerusalén y hombres de Judá, juzgad entre mí y mi viña,
¿que debí hacer más por mi viña, y no lo hice?" Y después de la encarnación del Hijo
de Dios, el Señor vuelve de nuevo a reconvenir a los hombres con el mismo
resentimiento, y significa más plenamente la multitud de sus beneficios, bajo la misma
metáfora de un viñedo, que un hombre sembró (Mt. 21, 33ss) y la benefició tanto, que
llegó a enviarla a su único hijo, que fue muerto en esta demanda. Permiten, por lo tanto,
los hombres entrar a juicio contra sí mismos, y sean ellos jueces, ¿qué más pudo hacer
Dios por ellos, y no lo hizo; siendo ellos aún tan ingratos con su Creador, como si
hubiera sido su enemigo, y malhechor?
Próximamente, por lo tanto, para considerar cada uno de estos beneficios por sí
mismos, el primero que se produce, es el de la creación, que fue representado por
nuestro Salvador Jesucristo, cuando dijo que "Él plantó la viña": y ¿Qué más pudo hacer
100
Dios en esta parte?, ya que en este beneficio de tu creación, Él te ha dado todo lo que tú
eres, tanto en el alma y el cuerpo. Y si faltándote un brazo te lo dieran bueno y sano
quedaras muy agradecido, ¿por qué no lo estás con Dios, habiéndote dado dos brazos,
corazón, alma, cuerpo, y todo? Consideremos lo que eras antes de que él te diera tu ser,
nada eras; y ahora tú disfrutas un ser, el mejor del mundo elemental. Los filósofos dicen
que entre el ser y no ser, hay una distancia infinita. Veamos entonces lo que tú debes a tu
Creador, y hallarás que tu deuda no es menos que infinita, ya que ha hecho de ti un ser,
y además un ser tan noble, y no por necesidad, sino por un amor infinito, y por elección,
porque te eleliigió a ti,
ti, entre una infini
nfinidad
dad de hombres posibl
posibles,
es, a los que pudiera
pudiera haber
creado. Si para un cargo importante se echaran suertes entre cien hombres, se tendría
por muy dichoso
dichoso el que sali
saliese entre tantos: mira
mira lo afortunado pues, sali
saliste de la nada al
ser entre infinitas criaturas posibles. ¿Y de dónde procede este singular beneficio, sino de
Dios, que fuera de innumerables millones, te escogió a ti, dejando de lado a muchos
otros, que, si los hubiese creado, le habrían servido mejor que tú? Ve a continuación, que
más pudo hacer Dios por ti, y no lo hizo, pues te entresacó entre tantos no mereciéndolo,
y prefiriéndote a otros que se lo agradecerían. Además de esto, Él no sólo te creó por
elección, y te dio un ser noble, pero, el ser la felicidad sobrenatural debida a tu
naturaleza,
que podría tesercreó para Él, ya te
imaginado, ha dado
saber, por fin de
la posesión tu naturaleza,
eterna el másBastábale
de tu Creador. alto y eminente
a Dios
haberte creado para darte una bienaventuranza natural conforme a tu naturaleza; pero,
por no dejar de hacer cuanto pudo te creó para una bienaventuranza
bienaventuranza sobrenatural,
sobrenatural, de tal
manera que no hay cosa creada que tenga un fin superior a ti. Ve a continuación, si Dios
podía hacer más por ti,ti, y no lo ha hecho, y ve lo que te conviene
conviene hacer por ÉlÉl;; ve a lo
cual tú estás obligado. Por esta única ventaja, te conviene no mover la mano ni pie, pero
para el servici
servicioo de tan buen y amable Dios.Dios. Un labrador
labrador que planta
planta un árbol tiene
tiene un
derecho a la fruta; y Dios, que te creó, tiene derecho a tus obras, que son el fruto del
hombre. Por esto de la túnica del sumo sacerdote, que representaba este beneficio de
nuestra creación, colgaban muchas granadas, que son el fruto más noble de los árboles, y
él llevaba
para Dios,una
Dios, corona, para
coronadas todassignificar
con unacuán buenos
intención
ntenci frutos
ón pura y de obras santas,
perfecta. has de
Ve a conti producir
continuaci
nuación,
ón, si
puedes hacer más por Dios;
Dios; porque no pudo hacer más que criarte
criarte para tan alto
alto fin,
fin, no
debiéndose la posesión de Dios a tu naturaleza débil y frágil.
Pues con ser tan grande este beneficio de haberte creado, es todavía mayor el haberte
preservado hasta este instante, sin echarte en mil iinfi
nfiernos
ernos por tus pecados y deli
delitos. Esta
gracia de la conservación notó nuestro Salvador, cuando dijo que él tenía cercada y
cerrada su viña, que era para la preservación de la misma. Mira entonces lo que tu
Creador, en este asunto de la conservación, podría haber hecho más de lo que ha hecho
por ti,
ti, ya que al ser tu enemig
enemigo, te ha conservado a ti como su amigo.amigo. Mira
Mira a cuántos,
por una sola
sola falta cometida, les ha reti
retirado
rado su preservación,
preservación, y han muerte en ese pecado,
yresultado
ahora están en agradecidos
ser más el infierno; que
y algunos deaellos,
tú. Mira si hubieran
cuántos sidosuindultados,
ángeles, por habrían
primer delito, tiró
de cabeza hacia abajo desde el cielo, y no les esperó y aun así te espera. Ve si podía
101
hacer más por ti; y ve lo que has de hacer por él. Considera qué le debes más por la
conservación que por la creación de ti, porque en la conservación le debes cuanto le
debiste en la creación, y fuera de esto le debes que siendo su enemigo te soporte y
conserve. En tu creación, aunque no mereciste el ser, sin embargo, no lo desmereciste;
pero en tu conservación
conservación lo desmereciste.
desmereciste.
Pero por encima de todo lo que se dice, es el beneficio que recibiste por la encarnación
del Hijo de Dios; lo que significó Cristo cuando dijo, el Señor de la viña envió a su hijo.
A ver si Dios podría haber hecho más por su propia salvación que él hizo por la tuya,
enviando al mundo a su Hijo único para ser encarnado por ti. Una obra más grande que
esto no podía hacer el brazo omnipotente de Dios. ¡Tengamos en cuenta que no lo hizo
esto por sus ángeles, y sin embargo lo hizo por ti! Véase, pues, si puedes cumplir con el
amor que tú le debes, siendo menos de un serafín en tu afecto. Ten en cuenta, asimismo,
que pudiéndote redimir haciéndose un ángel, y rogando por ti, sin embargo, no quiso
dejar de hacer esa honra a tu naturaleza, haciéndose hombre y no Ángel. Haciéndose un
ángel, él podría haber honrado a la naturaleza angélica, y del mismo modo aprovecharte
a ti, haciéndose Ángel, no quiso sino haciéndose hombre honrarte junto con
aprovecharte. Y si es cierto lo que dicen algunos Doctores de la Iglesia, que la caída de
los Ángeles fue porque habiéndoles propuesto Dios que habían de adorar a un hombre
que también había de ser Dios, y ser exaltado por encima de todas sus jerarquías, y que
debido a que no quisieron someterse a una naturaleza inferior, que, por lo tanto, cayeron
y se convirtieron en rebeldes; mira lo que debes a Dios por este favor tan singular, que se
quiso hacer a sí mismo un hombre, para que tú no te perdieses, aunque perdiese Él a
tantos ángeles mejor que ti. Ve de dónde Él te sacó por este beneficio, que era del pecado
y el infierno, y en un momento así cuando tu condición desgraciada estaba desprovista
de todo otro recurso; he aquí a lo que Él te ha exaltado; a su gracia, y a la herencia del
reino de los cielos. He aquí de qué manera y con qué amor singular y el afecto con que
lo hizo, con su propia pérdida y perjuicio, y, como dice el apóstol, aniquilándose, por así
decirlo, por ensalzarte a ti, y haciéndose de tu naturaleza, cuando no era necesario, sólo
por ti,
por conferirte
y mira unque
mira tú honor,
honor
más, elpuedes
cual nohacer
confirió
confiri
poró aÉl.losPor
ángel
ángeles.
P or es. Mira
Miraoque
el beneficio
benefici más podía
de nuestra hacer Dios
redención, por
la muerte y la pasión de Cristo, el Señor mismo no se olvidó, pero lo significó para
nosotros incluso antes de su muerte, diciendo que el hijo a quien el Señor de la viña
envió, fue muerto en la demanda. ¿Qué podría el Hijo de Dios hacer más por ti que
morir y derramar su sangre por tu beneficio, especialmente cuando no era necesario para
tu redención? El encarnarse Dios o hacerse ángel necesario fue para que te redimiese con
todo rigor de justicia; pero padecer y morir, no. Pues mira qué más pudo hacer Dios por
ti, pues hizo más de lo que era necesario. Pero tal era su amor infinito, que no se
contentó con padecer, y con una muerte ordinaria, pero morir de una manera
ignominiosa, que no parece podía sufrir más. Ponte delante de tus ojos a Cristo
crucificado enpúblicamente
fue ejecutado el Calvario; aentre
ver sidos
es ladrones,
posible nicomo
imaginable
hereje,hombre más infamado,
por doctrina pues
falsa, y porque
se hacía rey, y traidor al César; dos delitos que más infaman, porque no solo infaman al
102
que los comete, pero mancha e infectan todo su linaje. He aquí en qué pobreza murió, si
en mayor se puede pensar, para que veas, si fuera posible, si pudo hacer más por ti de lo
que hizo. Mientras vivió, no tuvo donde reposar su cabeza, pero todavía tenía ropa con
qué cubrir su desnudez; pero cuando murió, incluso sus vestidos le faltaron; ni una gota
de agua tuvo para refrescar sus labios sagrados; incluso la tierra lo rechazó, muriendo sin
tener en ella sus pies venerables. He aquí con cuántos dolores expiró, ya que de pies a
cabeza no era más que una continuación de heridas; sus pies y manos fueron perforados
con clavos, y su cabeza con espinas. Todo era una alta expresión de amor excesivo, e
hizo por ti lo que podía: ve a continuación, lo que te conviene hacer y sufrir por Él, que
hizo y padeció por ti lo que pudo, y pudo hacer lo que quisiera.
Después de todos estos beneficios, considera darse a ti para tu alimentación y sustento
en el santísimo Sacramento; que fue señalado por Cristo, cuando dijo que el dueño de la
viña construyó un lagar para el vino, en la que dio a su preciosísima sangre. Parece como
si las Personas de la Santísima Trinidad estaban en competencia, y contendían entre sí,
digámoslo así, para declarar a nuestro modo lo que ni a entenderlo cómo es en sí bastara
un entendimiento de ángel. Aquí se puede aplicar, lo que la antigüedad admiró en dos
pintores
pintores grandes y ffamosos.
amosos. Apeles
peles fue a Rodas para ver P rotógenes,
rotógenes, y al no encontrarlo
encontrarlo
en su casa, tomó un lápiz y dibujó una línea muy sutil, encargando que le dijeran que
quien había hecho esa línea había estado allí para buscarlo. Cuando Protógenes regresó,
le contaron lo que había sucedido; que tomó el lápiz y dibujó una línea de otro color por
el medio de lo que Apeles había dibujado, y yendo a lo suyo, ordenó a sus criados, que si
el desconocido llegaba de nuevo, le debían decir, que a quien buscaba, era el que había
echado la otra línea por el medio de la de él. Parece que no podía imaginarse un favor
mayor que la del Padre Eterno que ha dado a su Hijo único, y lo ha entregado a la
muerte por el hombre, sino además por medio de este favor del Hijo dibujó otra línea de
finura excesiva y astucia, que es la institución del Santísimo Sacramento, que algunos
llaman una extensión de la Encarnación, y es una representación de la pasión, y un cifra
y memoria de las maravillas de Dios. Aquí realmente quiso el Hijo de Dios dibujar la
línea
mismodepara
su amor infinito,
nuestro y consuma
beneficio y nombre,todos
sinolos beneficios
entra divinos;
en nuestros no sólo
propios se da para
corazones a sí
solicitar nuestro amor y afecto. Anacreonte escribe, que se colocó en desafío con el Dios
del amor, y al haberse resistido a todas sus flechas en el pasado, cuando no tenía más
que disparar, le pegó un tiro, y penetrando en su corazón, le obligó a rendirse. ¿Qué otros
son los beneficios de nuestro Señor Dios, que tantas flechas de amor al que el hombre se
resiste? Quién no se rindió a sí mismo, con el beneficio de la creación, la conservación, la
encarnación, o la pasión, ríndase con éste; pues el mismo Dios se entra en el pecho, se
da por saeta, y se le entra hasta las entrañas para solicitar su amor. Y si se resiste a esto
también, ¿qué juicio le espera? Con lo cual, San Pablo dice que quien llega a comulgar
indignamente, se come y bebe el juicio de Dios, es decir, se traga todo el peso de la
usticia divina. entonces, lo terrible que será a un pecador, cuando le hagan el cargo,
Consideremos,
no sólo de su propio ser, y su propia vida, sino también del ser y de la vida de Dios, de la
103
encarnación, la pasión, la vida y la muerte de Cristo nuestro Redentor, que tantas veces
se ha entregado a él, en el sacramento de su cuerpo y sangre. El asesino a quien es en
cargo de la vida de un hombre, aunque fuese alguna persona malvada, teme ser
aprehendido y llevado a juicio; ¿Cómo es, entonces, que el que está en cargo de la vida
de Dios no tiembla? ¡Oh que tremenda cosa cuando una criatura vil entre en juicio con
su Creador, y le pidan cuenta de la sangre de Cristo, cuyo valor es infinito! ¿Qué
descargo podrá dar a este beneficio y a los demás, de que le han de pedir cuenta rigurosa
desde el mayor hasta el menor? Cuando Cristo le diga aquellas palabras de San Juan
Crisóstomo (Chrys. Hom. 24 in Matth. p. 83): "Yo, como no tuvieses ser, hice que
tuvieses ser, y te inspiré un alma, y te coloqué por encima de todas las cosas que están
sobree la tierra. Yo por ti cree el ci
sobr cielo,
elo, el aire, el mar,
mar, la tierra y todas las cosas, y sin
embargo, estoy deshonrado por ti, y tenido por peor y más vil que el mismo diablo: y,
con todo esto, no cesé de hacerte bien, y descender sobre ti en beneficios
innumerables. Por tu causa, siendo Dios, me quise hacer un siervo, fui abofeteado,
escupido, y condenado a una pena de esclavos, y por redimirte de la muerte sufrí
muerte de cruz. En el cielo intercedí por ti, y, desde allí, te envié el Espíritu Santo, te
convidé al reino de los cielos, quise ser tu cabeza, tu cónyuge, tu ropa, tu casa, tu raíz,
tu comida, tu bebida, tu pastor, tu hermano; yo te elegí para ser heredero del cielo, y te
saqué de la oscuridad a la luz ". A tantos excesos de amor, ¿qué hemos de responder,
sino a estar asombrados y confundidos de que hemos sido tan ingratos, y dado ocasión al
diablo de uno de los más grandes desprecios y lesiones que se podrían hacer a nuestro
Redentor, diciéndole: “Tú creaste a este hombre, naciste por él en la pobreza, viviste en
trabajos, y moriste con dolor y tormentos.? Yo no he hecho nada por él, he bebido de su
sangre, y he tratado de condenarme en mil infiernos; y, sin embargo, con todo esto, es a
mí a quien se esfuerza por complacer, y no a Ti. Tú has preparado para él una corona de
gloria eterna; yo deseo atormentarlo en el infierno y, sin embargo, me ha servido a mí sin
interés, y a Ti no, con tan grande galardón como le prometiste. Vergüenza tuviera yo de
haberlo creado y redimido a un infeliz tan ingrato como él, quien ha recibido tan grandes
benefi
benefici
cios,
os, pero
continuadas vecesdesde
se meque me ama mejor a mí que a ti,
entregó". ti, que es y sea mío, pues tan
Estamos no sólo para dar cuenta de estos beneficios generales, pero de los que son
más particulares; de los buenos ejemplos que hemos visto, de las instrucciones que
hemos oído, de las inspiraciones que nos han sido enviadas, y los sacramentos que
hemos recibido; tenemos mucho que hacer para corresponder por todo esto. Veamos, por
lo tanto, temblemos de aquel juicio estricto; temblemos a nosotros mismos, que somos
tan descuidados de aquello para lo cual toda la atención en el mundo no es suficiente. Y
si no fuera por el amor de Cristo, ¿qué sería de nosotros? Pero el tiempo de
benefici
beneficiarnos
arnos porque será entonces después: ahora es el momento, y si ahora lo
desechamos y ultrajamos ¿Qué será entonces de nosotros? No debemos malgastar el
tiempo de esta vida,
hemos recibido, y unoyade
queellos
se exigirá una cuenta
es el tiempo tanvida
de esta severa de todos
temporal, los las
y de beneficios que
bendiciones
de la misma. Cuidemos del uso que hacemos de él; no perdamos tiempo, ya que tenemos
104
que responder por cada parte de él. Este hecho hacía temblar y llorar amargamente al
santo Talileo (Sophro. in Prato spirituali, cap 59), preguntándole la causa de sus lágrimas,
respondió: "El tiempo se nos concedió para hacer penitencia, y más estricta cuenta se nos
demandará si le despreciamos" No es nuestro, aquello por lo que hemos de responder; no
somos los señores del tiempo; por nuestro gusto, sino para el servicio de Dios, de quien
es. Esta consideración fuese suficiente para retirar el afecto de los bienes de esta vida, y
a aspirar a aquellos que son eternos; ya no somos dueños del tiempo y las cosas que
están en él, sino que somos administradores para dar cuenta de él y de ellas. Y pues,
hemos de dar razón de cómo los hemos utilizado para el servicio de Dios Todopoderoso.
Por lo tanto, no abusemos de ellos para nuestro propio deleite y placer en vano.
105
CAPÍTULO V. Cómo Dios, aun en esta vida, emite un juicio muy riguroso.
Todo lo que hasta ahora hemos hablado, en relación con el rigor del tribunal divino,
ante el cual el alma estará, al final de la vida, para comparecer, y para dar cuenta a su
Redentor, está muy por debajo de lo que realmente será. Por lo tanto, para que podamos
concebirlo
sus juicios, algo mejor,
incluso consideraré
en esta vida, en aquí la hace
la que severidad
uso dey la
rectitud con la que
misericordia, paraDios ejecuta
que de aquí
podamos deducir el rigor
rigor de la otra, donde él sólo
sólo utili
utilizará su justici
justicia.
a.
Por el profeta Ezequiel (Ez. 7, 3-4) habla a su pueblo así: "Yo enviaré mi ira contra ti,
te juzgaré según tus caminos y pondré todas tus abominaciones contra ti; y no
erdonarán nada mis ojos, ni te mostraré ninguna compasión, pero pondré sobre ti
todos tus pasos, y tus abominaciones estarán en medio de ti; y sabréis que yo soy el
Señor que hiere." Luego añade (Ez. 7, 15-18): " Mi ira será sobre sobre todo el pueblo, fuera
está la espada, en casa la peste y el hambre dentro, el que esté en el campo morirá a
espada, y los que están en la ciudad serán devorados por la pestilencia y el hambre, y
quienes de ellos huyeren escaparán, y estarán en las montañas, como las palomas de
los valles,por
en agua, temblando por suymaldad,
el gran temor asombro, todas
que las manos
Dios, en sudesfallecerán, las rodillas
ira, enviará contra se Pero
ellos ." irán
no es mucho que el Señor esto hiciese con los pecadores, que han abandonado su Dios,
ya que incluso en contra de aquellos que están deseosos de hacer todo por su honor,
procede con mucho rig rigor
or.. Vamos a ver cómo el profeta Zacarías (cap. III.) nos propone
al sumo sacerdote hijo de Josedec, que vivía entonces, e hizo con él como una
representación animada del juicio divino, porque estaba ante un ángel, que ejercía oficio
de juez, todo vestido de ropas sucias y contaminadas, de tal manera que el Señor le
llamó un tizón sacado del fuego
fuego,, y a su lado Satanás estaba a su lado para acusarlo.
Si, a continuación, este gran sacerdote, celoso de la gloria de Dios, se puso tan abatido
y confundido en presencia de un ángel, apareciendo como todo negro y quemado de
que no había ninguna sombra, para darnos a entender que nada, lo poco que sea, puede
estar oculto a los ojos del que todo lo ve, de nuestro justo Juez, a quien todas las cosas
aparecen clara y distintamente, “como son en sí, con suma claridad”. Pero no contento
con tantos argumentos de las pruebas que tendrá de todas los pecados, se añade que
tenía Cristo los ojos como una llama de fuego, más penetrantes que los ojos de lince;
para ver todo y averiguar
averiguar todo, y para que tuviéramos
tuviéramos en cuenta también
también el ri
rigo
gorr y la
severidad con que mira los delitos cuando venga a juzgarlos. Esto sin duda era suficiente
por sí mismo
mismo para expo
exponer
ner el rigor
rigor de su justici
justicia;
a; pero para declararl
declararloo con otra grande
señal, que fue con una espada de doble filo, que tenía en su boca, para denotar que el
rigor de sus obras será mayor que la de sus palabras, a pesar de que sus propias palabras
eran como espadas muy afiladas. En conclusión, todo estaba tan lleno de terror y
amenaza, que, a pesar de que nada le iba a San Juan, porque no era él juzgado, sin
embargo, causó tan gran temor y asombro en él, que cayó como muerto en el suelo. Si, a
continuación, San Juan, solamente viendo al rostro colérico de nuestro Señor, no en
contra de sí mismo, pero de otros, con los que también tenía la intención de utilizar la
misericordia, hizo que sus pies fallasen, y se le fuera el pulso: ¿cómo será con ese
pecador,, que lo ve todo enojado contra él, y no habiendo
pecador habiendo ya de tener con él misericordi
misericordia?
a?
Creo que
quitaría un simillar
las almas de los pecadores se pudiesen morir, el terror de esa vista les
de vidas.
Veamos ahora que encontró esos ojos de fuego, con que Cristo examinó de manera tan
estrecha las obras de los siete obispos, que eran como él mismo se digna llamarlos,
ángeles. En verdad, se encontró mucho que reprender en ellos, para que se verificase, lo
que dijo en Job, que encontró iniquidad en sus ángeles. ¿Quién habría pensado que San
Timoteo, de los cuales el apóstol estaba tan seguro, y del que tuvo tan grande estima,
fuese merecedor que Dios le quitase su silla, y privarlo de su iglesia de Éfeso? Sin
embargo, Cristo lo encontró digno de tan gran castigo, y le amenazó con infligirlo, si no
se enmendaba, y da de él muy vivas quejas, porque había descaecido de su antiguo
fervor, exhortándole a hacer penitencia, que por cierto la hizo, juzgándolo muy necesario
para él
él.. que
Tiatira, Mayores
fue Sanfaltas
falCarpo;
tas encontró en elmanera
y de igual obispo
obispolos
de exhorta
P érgamo, comopenitencia.
a hacer también
también en aquelque
Y para de
se vea cuán diferentes son los juicios de Dios de los juicios de los hombres, aunque era
tan comúnmente tenido de todos por santo el obispo de Sardis, y a pesar de que había
ganado una gran reputación por su virtud, y aunque hizo muchas buenas obras, sin
embargo, Jesucristo encontró que estaba lejos de ser un santo, si no que estaba en
pecado mortal. ¡Oh Dios santo!, ¿Quién
¿Quién no temerá si aquel que pasaba entre los hombres
por un ángel,
ángel, fue por Ti reputado como un diabl
diablo?
o? Pero
P ero no menos terrible
terrible es lo que pasó
con el obispo de Laodicea, cuya conciencia no le acusaba de nada, quien pensó que
había cumplido con sus obligaciones, que ejercía grandes virtudes, sin remordimiento de
falta grave o asunto de importancia, y, sin embargo, y con todo esto, él era tan al
contrario
desnudo dea toda
la vista divina,
virtud. Bien que el sabio,
dijo el Señor que
le dice, que era
"el hombre no miserable, pobre,deciego
sabe si es digno amor yo
de odio." Y David tenía razones para exigir de Dios que le limpiará de los pecados que no
107
conocía. ¡O santísimo Señor y Juez rectísimo!, ¿cómo sucede que los hombres no te
temen, pues por lo que ellos
ellos mismos se saben,
sab en, debían temblar;
t emblar; y, por lo que Vos
Vos sabéis
sabé is
de ellos, aunque ellos se tengan por justos, con todo aquello que solo tú conoces es
suficiente para condenarlos. Temblemos, ya que Dios nos exigirá un recuento de aquellos
pecados que ignoramos, como lo hizo hizo con este obispo
obispo de Laodicea,
Laodicea, y también
también de los
pecados cometidos
cometidos por otros, como lo hizo
hizo del obispo
obispo de Ti
Tiati
atira.
ra. Los ojos divi
divinos
nos de
Cristo penetran no sólo en nuestros yerros más ocultos y ajenos, sino también descubrirá
los de omisión; y, por lo tanto, así reprendió la omisión del obispo de Pérgamo, a pesar
de que era muy fiel a Dios en toda buena obra, y buscando la gloria y la exaltación de su
santo nombre. En todo reparó Cristo en todas nuestras malas obras, conocidas, así como
ocultas, así propias como ajenas, y también en nuestras buenas obras, cuando no se
hacían con el fervor y la perfección. Temblemos, ya que en San Timoteo descubrió que
sus obras no eran fervientes; pero mucho más que en el santo obispo de Filadelfia, que
era intachable, y que no había aflojado ni caído de su primer fervor; sin embargo,
encontró con qué reprenderle, no por la comisión de lo que era malo, no por omisión de
lo que era bueno, no por remisión de su antiguo fervor, sino sólo dice: Por Porque
que tienes
equeñita virtud ; con ser verdad, que tenía grandes méritos este santísimo obispo, por lo
que fue muy
infinitas, así nofavorecido
hay virtud,yniquerido
santidad,porqueDios.
a su Pero como
vista no nuestras
parezca obligaciones
pequeña. son
Tan preciso,
tan exacto es el juicio divino, que de siete obispos, que eran considerados como ángeles,
encontró en seis qué juzgar y reprender; en uno negligencia, en otro inconstancia y
desmayo, en otro dejadez y descuido del fervor, en otro cansancio y falta de
perseverancia,
perseveranci a, en otro miedo,
miedo, en otro tibi
tibieza
eza e indi
ndiscreció
screción,
n, y en al menos dos, que
estaban en pecado mortal. Y si, en tales ángeles, sus ojos divinos encontraron culpa,
¿qué van a encontrar en nosotros pecadores?
El conocimiento de que Cristo les había juzgado fue de gran provecho a los obispos,
haciendo que después cumpliesen con sus deberes con gran fervor; y para aquellos de los
cuales se sabe quiénes eran, lo cierto es que ellos murieron santos, y como tales los
celebran
igualmentelaa santa Iglesia.con
ser juzgados También
el mismopuede
rigor, ser útilnopara
y que nosotros
se puede saber
ofender que sevamos
a quien debe
tanto; para no ser tibio en su servicio, y para llevar a cabo obras santas, perfectas, y
cumplidas. Temamos los tibios esas palabras que nuestro Salvador dijo a uno de los
obispos (Apoc. 3, 15-16): "¡Ojalá fueses frío o caliente, pero por cuanto eres tibio, y no
eres frío ni caliente, te comenzaré a vomitar de mi boca. " De esta amenaza, nota un
intérprete, que es más terrible que si hubiera sido una condena, como dando a entender
algo más en particular, que la común suerte de los réprobos, que se identifica con esa
metáfora de vómito que denota un odio irreconciliable de parte de Dios, un desamparo
de su providencia paterna, una negación de su eficaz ayuda, y una gran dureza de
corazón. Temblemos en su amenaza del Justo Juez para que no perezcamos con su
sentencia
que le dijoy al
condenación. También
obispo de Sardis: "Yotengamos cuidado,
no encuentro tus no oigamos
obras llenasdedelante
la bocadedemi
Cristo
Dios.lo
Vamos, por tanto, a ver cómo se encuentra nuestra caridad, ya sea completa o no.
108
110
hacia el cielo. Pero ¿para qué esta ceremonia?, ¿por qué tan extraño traje y tanto aparato
y ruido de truenos? Todo era para anunciar la muerte del tiempo, y para persuadirnos
más de su infalibilidad, lo confirmó con un juramento solemne, concebido con una
fórmula muy legítima de palabras de toda solemnidad; alzando sus manos hacia el cielo,
y jurando por el que vive por los siglos de los siglos, que creó el cielo y la tierra y todo lo
que está en ella, "El tiempo no será más." ¿Con qué podría ser esta verdad más
confirmada, que por el juramento de tan grande y poderoso un Ángel?
La grandeza y solemnidad del juramento nos da a entender el peso y la gravedad de lo
afirmado, tanto respecto de sí mismo y la importancia para nosotros de conocerlo. Si la
muerte de un monarca o príncipe de algún rincón del mundo, pronosticado por un eclipse
o un cometa, causa un temor y asombro en los espectadores, ¿qué causará la muerte de
todo el mundo, y con él todas las cosas temporales y del tiempo en sí, anunciado por un
ángel, con tan prodigiosa aparición y ruido tan terrible, en aquellos para que lo consideren
seriamente? Para nosotros también este pensamiento es muy adecuado, para provocar en
nosotros un menosprecio de todas las cosas temporales.
temporales.
Veamos, por lo tanto, prácticamente convencidos de que no sólo esta vida se
terminará, sino que ha de haber también un final del tiempo. Tampoco ha de faltar al
hombre de su vida, y tiempo ha de faltar al mundo de la suya, cuyo fin no ha de ser
menos horrible que lo es el fin del hombre: antes cuánta distancia hay del mundo y todo
el linaje humano a un hombre particular, tanto mas espantosa ha de ser la muerte del
mundo a la de un hombre solo; y así son tan espantosas las profecías que hay del fin del
mundo, que si no fuera el Espíritu Santo el que las dijo, no se pudieran creer. Cristo, por
lo tanto, nuestro Salvador, después de haber pronunciado algunas de ellas a sus
discípulos, porque parecían superar todo lo que se podía imaginar, acabó confirmándolas
con aquel modo de juramento o aseveración de que solía utilizar comúnmente en los
asuntos de la mayor importancia (Mt. 24, 35): "Amén, esto es: Por mi verdad, os digo,
que el mundo no se acabará antes de que se cumplan todas estas cosas, porque el cielo y
la tierra pasarán, más mis palabras no pasarán." Creamos entonces que el tiempo
terminará, y que el mundo debe morir, y morir, si así podemos decir, una muerte muy
horrible y desastrosa; creamos en ello, ya que los ángeles y el Señor de los ángeles así lo
ha jurado. Si es así, entonces, que esas memorias de los hombres que parecían
inmortales, han de tener fin, pues toda la raza humana le ha de tener, cuidemos solo de
estar en la memoria eterna de aquel que no tiene fin; y no menos despreciamos
permanecer en la memoria de los hombres que se han de morir, morir, que gozar de nuestros
sentidos que han de perecer. Así como el acaparamiento de riquezas en la tierra no es
más que un engaño de la avaricia, el deseo de eternizar nuestra memoria es un error de
nuestra ambición. El hombre codicioso debe dejar su riqueza cuando sale de su vida, si el
ladrón, no se la toma antes; y la fama y renombre ha de acabar con el mundo, si no es
que la envidia o el olvido las borra antes. Todo lo que tiene fin es vano; pues todo este
mundo ha de
vanidades. tener fin, que
Procuremos y todo lo que
nuestro es estimado
único objetivo yenaspiración
él, es vano;
seatodo él es vanidad
a lo eterno, porquede
el
usto sólo, como dice el profeta, permanecerá en la memoria eterna de Dios. La memoria
1111
11
del hombre es (como los hombres mismos) frágiles y perecederas. Lo que el hombre,
ambicioso de una memoria perpetua, ¿no preferiría elegir ser estimado por diez hombres,
que iban a vivir cien años, que por mil que fueron a morir inmediatamente después de él?
o estimemos son estar en la memoria de Dios, cuya vida es eternidad. Nuestra memoria
entre los hombres no puede durar más que la de los propios hombres, que morirán como
nosotros; y no puede haber ninguna memoria inmortal entre aquellos que son mortales.
Es, por lo tanto, muy conveniente que el fin del mundo deba ir acompañado por el juicio
universal de todos los hombres, en el que serán revelados sus pensamientos y acciones
más secretas y ocultas; para que no se fíe el asesino que había matado a su vecino para
que no descubriese su mal, ella no ha de quedar oculta; ni se atreva nadie a pecar por
falta de testigos, pues ha de saber todo el mundo aquello que si supiera otro hombre se
muriera él de pena.
112
CAPÍTULO VII. Cómo los elementos y los cielos se alterarán al final del tiempo.
Veamos ahora la extraña forma del fin del mundo, que, por ser tan terrible, nos da a
entender la vanidad y engaño de todas las cosas en él, y el gran abuso de ellas por el
hombre; pues, sin duda, si no fuera por la gran malicia y maldad que reina en el mundo,
el
quefinélno sería tan
aprendió dehorrible o desastroso.
San Pedro, el apóstol,San
queClemente deestablecido
Dios había Roma (Lib.unRecognit.),
día desde escribe
toda la
eternidad, en el que el ejército de todas las penas debe luchar con el ejército de todas las
culpas, que por lo general se llama en la santa Escritura día del Señor, en el que el
ejército de las penas ha de dar batalla campal a las culpas, y acabar de una vez con ellas
y con el mundo donde han reinado. Y, desde luego, si el terror de ese día será igual a la
multitud y la enormidad de los pecados, no tenemos que preguntarnos lo que la Sagrada
Escritura y los Santos Padres han predicho de él. Pero, como en las guerras es habitual
que antes del día de la batalla, se hagan primero varias escaramuzas y se hagan
incursiones por lo que, antes de este terrible día, en el que todas las penas se encontrarán
con todas las culpas, enviará Dios, desde diversas partes, varias calamidades como
precursoras
campo, comodeseese gran día
significó de batall
a San batal
Juan la,
en que como caball
cabalrepresentado
el Apocalipsis, los ligeros, correrán primero
primeroque
por los jinetes el
veía salir atrevidamente en diversos caballos de colores, uno rojo, otro negro, y el tercero
páliido, por lo que el Señor, antes de ese día, enviará
pál enviará pestes, hambres, guerras,
terremotos, sequías, inundaciones, diluvios; y si esas miserias ahora nos afligen tanto,
¿qué haremos entonces cuando Dios haga la justicia divina con toda su fuerza y poder,
cuando todas las criaturas se armarán contra los pecadores, y el celo de la justicia divina
será su capitán general, como lo declara el sabio por estas palabras (Sb. 5): " Su celo
deberá tomar las armas, y deberá armar a las criaturas para vengarse de sus
enemigos, les pondrá como coraza la justicia, y el justo juicio como un casco. Tomará
la equidad como escudo, y afinará su ira como una lanza, y la redondez de la tierra
luchará por Él contra los insensatos. Enviará desde las nubes como de un arco bien
lechado y tirante, los rayos, y saltarán a lugar cierto. Enviará granizos llenos de ira
tormentosa, embravecerá contra ellos las aguas del mar, y los ríos combatirán
uriosamente. Contra ellos estará un viento fortísimo, y como un torbellino los
dividirá." Muy terrible son esas palabras, aunque no contienen más que la guerra que
han de hacer tres de los elementos para hacer frente a los pecadores; pero no sólo el
fuego, el aire y el agua, pero la tierra también, y el cielo (tal como aparece en otros
lugares de la Escritura), caerán sobre ellos y para confundirlos, porque todas las criaturas
expresarán su furia en ese día y se levantarán contra el hombre; y las nubes descargarán
rayos y piedras sobre sus cabezas, los cielos dispararán no menores balas que sus
estrellas, que, como dice Cristo, caerán desde allí. Si el granizo tan pequeño como un
grano, por caer de las nubes suele destruir los campos, y a veces matar a los animales,
cuando caigan a pedazos las estrellas, desde el firmamento, o alguna región superior,
¿qué estrago harán y qué pasmo causarán en las gentes?
113
con mil prodigios los asustará más; cuando el sol se es ponga de luto, y sorprenda con
horror su oscuridad; cuando la luna se verá como la sangre, las estrellas caerán, y la
tierra se sacudirá con su temblores inquietos; cuando los torbellinos los eche de sus pies,
y los rayos frecuentes y los relámpagos deslumbrando sus ojos y confunden su
comprensión: ¿qué harán los pecadores, por cuya causa se obrarán cosas tan temibles?
II. El pavor y el asombro que caerá sobre la humanidad, cuando todo el poder y
la explanada de la naturaleza se armarán contra los pecadores, se podrá echar de ver por
el miedo que ha sido causado por uno solo de esos cambios, que se predijeron que
sucederán con el acabamiento del mundo, cuando han de venir todas juntas, y cada una
con gran exceso. Veamos, por lo tanto, cuan terrible será la conjunción de tantas y tan
grandes calamidades, si la parte de algunas lo es tanto. Y para comenzar con la tierra,
que parece el más aburrido y pesado de todos los elementos: el cardenal Jacobo Papia
escribe, lo que sucedió en su propio tiempo, informa que en el año 1456, el 5 de
diciembre, tres horas antes del día, todo el reino de Nápoles temblaba con tal violencia,
que algunas ciudades enteras fueron enterradas en la tierra, y una gran parte de muchos
otros se hundieron también, en el que perecieron sesenta mil personas, parte de ellos
tragados por la tierra, y otra parte oprimida por las ruinas de los edificios. ¿Qué seguridad
pueden buscar los hombres en esta vida vida presente, cuando elelllos no están seguros
seguros de la
tierra que pisan? ¿Qué firmeza puede haber en el mundo, cuando una sola cosa que hay
en él firme es tan inestable? ¿De dónde no nos podrá asaltar la muerte, pues nos nace de
entre nuestros pies? Pero no es mucho que con el terremoto de todo un reino se causó
tanta ruina, pues el de una misma ciudad lo causó. Evagrio (Evagr. I. 6, c. 8 Vide
iceph. 1. XVIII. c. 13) escribe, que la noche en la que Mauricio, el emperador, se casó,
tres horas después de la caída de la noche, la ciudad de Antioquía tembló de tal manera
que la mayoría de los edificios cayeron, y sesenta mil personas quedaron sepultadas en
las ruinas. Si la tierra era tan cruel en esos terremotos particulares, ¿qué haría en el que
sucedió en la época de Tiberio, cuando, según Plinio (Plin. Libr. 2, c. 48, et Phil. lib. 14,
senac. natura q. 1. Lib. 6 Niceph. Lib. 14, c. 36.), doce de las principales ciudades de
Asia fueron destruidas y hundidas en la tierra? Y, sin embargo, aún más temor pone lo
que refiere Nicéforo (1. iv. C. 46), que sucedió en la época del emperador Teodosio, que
un terremoto se prolongó durante seis meses sin interrupción, y era tan universal que casi
todo el orbe de la tierra temblaba, ya que se extendía hasta el Quersoneso, Alejandría,
Bitinia, Antioquía, el Helesponto, las dos Frigias, la mayor parte del Oriente, y muchas
naciones regiones de Occidente.
Y que también podemos decir algo de la furia del mar incluso en contra de los que
estaban muy distantes de la rabia de sus olas, y se creían seguros en sus propias casas:
fue horrible el terremoto que cuenta San Jerónimo (S. Hier. in Vit. S. Hilar.), y Amiano
Marcelino, que era un testigo ocular del mismo, lo que ocurrió no mucho después de la
muerte del emperador Juliano, en el que no sólo la tierra tembló, pero el mar pasó sus
límites, como en otro diluvio, y se volvió de nuevo para abrumar a la tierra, como en el
primer
primer caos.
ca os. Las naves flotaban
flotaban en Alejandría
Alejandría por encima
encima de los edifici
edificios
os más al
altos,
tos, y en
115
otros lugares por encima de las altas colinas; y después de que el mar se calmó y volvió a
su canal, muchos buques en esa ciudad, como Nicéforo escribe (Niceph. Lib. 10. C. 35),
se mantuvieron sobre los techos de las casas, y en otras partes sobre las rocas altas,
como da testimonio San Jerónimo. Pero oigámoslo relatado por Amiano Marcelino,
cuyas palabras son éstas: " Pr
Procopio,
ocopio, el tirano, estando todavía con
c on vida, el 21 de julio
del año en el que Valentiniano era primer vez cónsul con su hermano, se
embravecieron de repente horrendos levantamientos de los elementos, cuales ni las
ábulas fingieron, ni las historias reales nunca mencionaron. Poco antes de la mañana,
estando el cielo cerrado con una tempestad oscura, entremezclado con truenos
recuentes y destellos horribles de relámpagos, todo el cuerpo de la tierra se movió, y
el mar se retiró de tal manera que el fondo más oculto de él se descubrió; de modo que
muchos tipos desconocidos de peces se observaron tendidos en el barro. Esos enormes
abismos contemplaron entonces el sol que la naturaleza, desde el principio del mundo,
le había escondido debajo de tan inmensa masa de aguas, muchos barcos se atascaron
en la tierra, o flotando en los canales pequeños que se formaron, de manera que los
eces se podían recoger en las manos de los hombres. Pero en poco tiempo las olas del
mar, enfurecidas de verse expulsadas de su asiento natural, se ensoberbecieron con
ran furia contra las islas y costas extendidas a lo largo de los continentes, y
estrellándose contra las ciudades o edificios que encontraban derrocándolas
violentamente al suelo; de tal manera que la cara del mundo, cambiada por la furia de
los elementos, produjo muchos inauditos prodigios. Porque regresándose la gran masa
de las aguas y entrando profundamente en la tierra de repente y de forma inesperada,
se ahogaron
ahogaron muchos miles de personas, cuyos cuerpos muertos, después de que las
crecidas de las olas se calmaron y se retiraron a su cauce natural, fueron encontradas,
algunos con sus caras hacia abajo, arrastrándose sobre la tierra, algunos hacia
arriba, mirando hacia los cielos. Algunos grandes barcos dejaron las aguas sobre los
techos de las casas, como ocurrió en Alejandría; otros lejos de la orilla del mar, como
nosotros mismos somos testigos, porque pasando por Methion, vimos allí una nave ya
carcomida toda." Toda
Toda esta lamentable historia es de Amiano Marcelino.
No menos temibl
temiblee es la que refiere Nauclero
Nauclero y Tritemi
Tritemioo (Naucler.
(Naucler. Gen. 41, sub. fi
f inem.
Trithem. Chro. Hirsau.), que por el año 1218, el mar embravecido entró en Frisia,
ahogando en el campo y en sus propias casas, a más de cien mil personas. Lango añade,
que luego, en el año 1287, el océano de nuevo volvió a entrar en la misma provincia, y
no se retiró hasta que había ahogado a ochenta mil personas. Esta mortalidad no es
mucho en una provincia entera, con respecto a lo que el mar hizo en una sola ciudad.
Surio, en sus comentarios del año 1509, escribe, que el día de la Exaltación de la Cruz,
en septiembre, el mar entre Constantinopla y Pera se levantó con tal rabia y furia, que
pasó por encima de las paredes de las dos ci ciudades,
udades, y que sólo
sólo los turcos en
Constantinopla por sí solos, llegaron a trece mil. Con estos ejemplos ciertos, no vamos a
necesitar
y muchosagregar
autores lo
deque
estosescribe Platón,
tiempos y aprueba
también, que la Tertuliano (Tertul.que
isla de Atlántica Apolog., Cap. 39),
estaba situada en
ese amplio océano, entre España y las Indias Occidentales, y que era una parte muy
116
importante del mundo y con innumerables habitantes, por un terremoto, y una lluvia de
un único día y una noche (en el cual los cielos como si dijéramos se deshicieron en agua,
y el mar rebasó sus límites), quedó sepultada en el océano, con todos sus habitantes, y
desapareció. Pero no voy a hacer uso de esta historia para exagerar la fuerza de los
elementos, enfurecidos contra el hombre. Las historias modernas, que hemos relacionado
con mayor certeza, son suficientes, y por lo que sucedió en Frisia, se puede ver con la
furia que el océano, aprisionado dentro de sus propios límites, sale cuando Dios le da
licencia para luchar contra los pecadores. ¿Cómo será, entonces, cuando el Señor de
todos armará todos los elementos en su contra, y dará la señal a todas las criaturas, para
que venguen sus injurias en los hombres, tan ingratos por sus infinitos beneficios?
El aire también, que es un elemento tan blando y suave, en el que vivimos y por el que
respiramos, cuando Dios, le suelte la rienda, sacará fuerza de la debilidad, y hará ruinas y
echará por tierra todo lo que se encuentre. Se ha visto arrancar bosques enteros por las
raíces, y transportar los árboles a lugares muy distantes. (Oviedo, Hist. Und. lib. 6. c. 3).
Surio escribe, que el 28 de junio, en el año 1507, a la medianoche se levantó una
tempestad en Alemania, que hizo estremecer los edificios más fuertes, y arrancó los
techos de las casas, desencajó a los árboles, y los arrojó a una gran distancia. Conrado
Argentino escribe, que, siendo emperador, Enrique VII, él mismo vio volar grandes vigas
de madera desde el techo de la iglesia principal de Mentz, tan grandes como las vigas de
una prensa de vino, y de la madera tan pesada como el roble, volando en el aire por
encima de una distancia de una milla. Por encima de todo, ¿Quién no se espanta por lo
que escribe Josefo, en sus Antigüedades, y Eusebio Cesariense en la Preparación
evangélica y es: Que la torre de Babel, que fue el edificio más fuerte y prodigioso en el
mundo, fue por Dios derribado por un viento? ¿Qué diré de esas tempestades terribles de
granizo y relámpagos, volando por el aire de lugar en lugar castigando a los pecadores,
uno de los cuales mató a todos los rebaños y manadas de los egipcios; y en Palestina, de
otra tormenta de granizo de una grandeza extraña, que mató a innumerables amorreos?
De estos últimos tiempos, en estas partes, en el año 1524, Clavitelo escribe, que cerca de
Cremona, cayó un granizo tan grande como huevos de gallinas; y en la Campiña de
Bolonia, en el año 1537, cayeron piedras de veintiocho libras de peso. Olao Magno
escribe, que en el Norte, el granizo había caído tan grande como la cabeza de un
hombre; y la Historia tripartita (1. 7. c. 22.), que en el año 369 vino tal tempestad sobre
Constantinopla, que el granizo era como rocas. Ciertamente, que no es entonces mucho
que el profeta Ezequiel dice, que en el fin del mundo caerán enormes piedras (cap. 38); y
San Juan (Ap. 16.) escribe, que serán parte del peso de un talento, que es de ciento
veinte y cinco libras de peso romano. Tempestad que tal piedra arroja ¿con cuán
horrendos truenos resonará? En Escitia, escriben, que en las tempestades personas
habían caído muertos con el terrible ruido de los truenos. ¿Qué ruido sucederá en las
últimas tempestades, cuando quiera Dios acabar el mundo?
Todas esas alteraciones anteriores de los elementos no son más que amenazas. ¿Cuál
será la batalla campal, que han de dar a los pecadores, cuando aún el cielo les disparará
sus flechas, y tocará al arma con truenos prodigiosos, y anunciarán su ira con apariciones
117
horribles? San Gregorio el Grande (lib. 4. Diálogo, c. 36) escribe, como un testigo ocular,
que en una gran pestilencia en Roma vio visiblemente flechas caer del cielo, y golpear a
muchos hombres. Juan el Diácono (Joan, in Vit. Greg. Lib. 1, c. 37) dice que era lluvia
de saetas. ¿Qué será entonces, cuando el aire y el cielo llueva pedazos de estrellas? El
mundo se sorprendió cuando, en el tiempo de Irene y Constantino (Zonar. In Iren.), el
sol se oscureció durante diecisiete días juntos, y en el tiempo de Vespasiano (Plin. 1. 1, c.
13) el sol y la luna no aparecieron durante el lapso de doce días. ¿Qué será en los últimos
días, cuando el sol esconderá sus rayos debajo de una prenda de luto, y la luna se vista
de sangre, para significar la guerra que todas las criaturas han de hacer a fuego y sangre
contra los que han despreciado a su Creador? ¿cuando, por un lado, la tierra se levante
contra ellos, y como no pudiéndolos soportar los sacuda de sí, por otra los embista el
mar y los asalte dentro de sus propias casas, y el aire no les deje estar seguros en los
campos? Sin duda, no será entonces de extrañar que, deseen que las montañas los
cubran y las colinas los escondan dentro de sus cavernas. Pero todo esto es más para
pensar que para poder exp expllicar; y la sola
sola idea es sufici
suficiente
ente para hacernos temblar.
temblar. Las
criaturas ahora gimen al verse a sí mismas abusadas por el hombre, en desacato a su
Creador, y a continuación, sacudirán el yugo, y se vengarán de los agravios que han
sufrido bajo él, y las lesiones que han hecho al Creador de todo. Las violencias de los
elementos, y las perturbaciones de la naturaleza, que suceden antes del fin, no tienen que
ver respecto de las que sucederán en los últimos días del mundo; que San Agustín dice
que serán mucho más horribles y terribles que las que ya han pasado. Pues si las pasadas
son tales (como ya hemos visto), ¿qué será entonces cuando vengan todas juntos, y de
todas partes; cuando el mundo entero se rebele contra el hombre; cuando todo será
confusión; cuando el verano se transformará en invierno, y el invierno en verano; y
ninguna criatura guarde ley fija, para los que no observaron la ley de su Creador, para
que así puedan vengar a Dios y a sí mismas.
III. Pero para que se vea más esta alteración que ha de haber de las criaturas, vamos a
especificar algunas de ellas del Apocalipsis de San Juan. Muy terrible es la que él
menciona en el capítulo octavo, del granizo y fuego, con una lluvia de sangre, tan
general, y en tal abundancia que destruirá la tercera parte de la tierra, de los árboles y las
hierbas verdes. Considere uno qué estrago será éste; pues tan horrenda tempestad de
piedra,
piedra, fuego
fuego y sang
sangre
re ha de consumir,
consumir, no solo
solo una vega,
vega, no solo
solo una provinci
provinciaa o reino,
reino,
sino tantos como pueden caber en la tercera parte de este mundo. ¡Qué pasmo causará
en los hombres así el modo de aquella tempestad sangrienta, como un estrago tan general
del orbe? Pero no ha de para en esto solo, porque inmediatamente deberá aparecer en el
aire una enorme montaña de fuego que caerá a la vez en el mar, y arderá la tercera parte
de los peces, la tercera parte de las naves, y de toda otra cosa en el océano. El efecto
como procederá de un cometa ardiente prodigioso, que caerá en los ríos y fuentes, y en
varias partes, convertirá las aguas amargas como el ajenjo, y las harán tan pestilentes que
afectarán a los que le beban, y muchos morirán con su gusto. Un ángel procederá a herir
el sol, la luna y las estrellas, y privarlos de una tercera parte de su vista. Pero más
118
horrible que todo esto, es lo que sigue, pues reventará el abismo, que es el infierno,
abriéndose una boca profunda, escupiendo un humo tan espeso que oscurecerá por
completo el sol y el aire. Saldrá juntamente de aquel humo del infierno grande multitud
de langostas deformes, que, en grandes enjambres, se dispersarán por toda la faz de la
tierra, las cuales dejando los campos, las hierbas, y los sembrados, caerán sobre los
hombres infieles a Dios, y, durante cinco meses los atormentarán con mayor furia que los
escorpiones. Algunos Doctores entienden aquellas langostas a la letra (Laesius de Per
Div Lib. XIII c 13), que serán un determinado tipo de langostas verdaderas, sino de una
figura extraña y fiereza; otros, que serán los demonios del infierno, en la forma de
langostas; y no es ninguna maravilla que, en la destrucción del mundo, los demonios
aparecerán en formas visibles, ya que, en la destrucción de Babilonia, aparecieron en
diversas figuras de animales, como fue profetizado por Isaías. De cualquier manera esta
plaga,
plaga, dice
dice San, será tan cruel, que los hombres buscarán la muerte y no la hall hallarán, y
desearán morir, y la muerte huirá de ellos.
Muchas otras plagas deberán pasar en esos últimos días. Porque, así como, antes Dios
ahogó a los egipcios, y libró a su pueblo, envió estas plagas sobre Egipto como se
registran en el Éxodo; así también, antes de la destrucción general de los pecadores en
ese diluvio universal, y mar de fuego, que abarcará toda la tierra, de donde han de salir
libres los santos, precederán tanto más horrendas plagas cuanto más es el mundo que
Egipto, porque no sólo llegarán a convertirse los ríos y las fuentes en sangre, pero todo el
mar, cuyas olas se convertirán en sangre muy negra. El Señor también, en aquellos días,
enviará horribles dolores y llagas sobre los hombres; y el sol les quemará de una manera
tal que perderán sus sentidos, y algunos de los impíos se volverán contra Dios y
blasfemarán,
blasfemarán, como si ya estuvieran
estuvieran en el infierno.
nfierno. Y la tierra
tierra temblará
temblará varias
varias veces; y
aunque no es el más grande que se relata en el capítulo sexto del Apocalipsis, sin
embargo, el apóstol se refiere como tales cosas son capaces de lograr un temor y
asombro en los que las escuchan. Sus palabras son estas: " Hubo un gran terremoto, y el
sol se puso negr
negroo como tela de cilicio,
cili cio, y la luna toda como sangre,
sangre, y las estrellas
estrellas
cayeron del cielo, como una higuera se despoja de sus higos cuando es sacudida por
un fuerte viento. Los cielos se pliegan como un libro, o como un rollo de pergamino; y
todas las montañas y las islas se movieron de sus lugares. " Dejo a la consideración de
cada uno, que harán, en este conflicto los hombres que quedaren vivos. San Juan dice
que los reyes y príncipes, los esclavos y libres, ricos y fuertes, se esconderán en las
cuevas y rocas, y dirán a los montes y colinas: "Caed sobre nosotros, y escondednos." Y
el mismo San Juan dice que habrá un mayor terremoto, que será el más grande que ha
habido en el mundo, en el cual las islas se hundirán, y las montañas se allanarán,
relámpagos y truenos terribles asustarán a los habitantes de la tierra, y granizos caerán
del peso de un talento, que es cinco arrobas, porque un talento hebreo pesaba ciento
veinte y cinco libras romanas. Esta plaga, se unió con tan extraño terremoto, ¡cómo
asombrará a quienes estuviesen vivos!
IV. Pues
P ues ¿qué será con
c on los pecadores, cuando, después de todo, ha de venir
venir aquel
119
fuego abrasador, tan a menudo predicho en la Santa Escritura, el cual o bajará del cielo o
subirá del infierno? O de acuerdo con Alberto Magno, (véase Alb. Mag. en Comp.
Theolog.), procede de ambos, y los abrasará y consumirá todo lo que se encuentra. ¿A
dónde los miserables huirán, cuando ese río de llamas, o, para decirlo mejor, que las
inundaciones y la avalancha de fuego, se les vaya acercando, y no tengan donde
acogerse, pero una vida santa, porque todo lo demás acabará aquel general incendio
universal que entonces empezará? ¿Qué aprovechará entonces a los mundanos los vasos
ricos de oro y plata, los bordados curiosos, tapices preciosos, agradables jardines,
palaci
palacios
os suntuosos, y todo lo que el mundo ahora estima,
estima, cuando verán con sus propios
propios
ojos sus muebles costosos quemarse, su piezas ricas y curiosas de oro fundido, y sus
huertos florecientes y agradables consumidos? Todo se quemará, y con ella el mundo, y
toda la fama y la memoria que en él hubo. Y lo que los mortales consideraban inmortal
entonces terminará y perecerá. No habrá más Aristóteles citado en las escuelas, ya no se
alegrará a Ulpiano en los tribunales, ni volverá a ser leído Platón entre los eruditos, ni
Cicerón imitado por los oradores; ya no se admitirá Seneca entre los intelectuales, ni
Alejandro será ensalzado entre los capitanes; porque ya murió toda fama, y se olvidó
toda memoria, cuyos monumentos son tan vanos como sí mismos; que en pocos años
perecen, y los que duran más tiempo no pueden durar más que lo que el mundo soportar.
¿Qué fue de aquella estatua de oro macizo, que Georgias Leontino colocó en Delfos,
para eternizar su nombre y la de Gabrion en Roma; y la de Beroso, con la lengua
lengua de oro,
en Atenas, y otras innumerables erigidas para grandes capitanes, en bronce o mármol
durísmo? Ciertamente, desde hace muchos años ya que han perecido, o si aún no,
perecerán en este
e ste gran y general incendio.
ncendio. Solo a la virtud
virtud ningún
ningún fuego puede quemar.
Trescientas setenta estatuas fueron erigidas por los atenienses a Demetrio Falereo, por
haber gobernado su República diez años con gran virtud y prudencia; pero fue tan poco
durable esta memoria, cual las mismas prendas de ella, que levantó el agradecimiento,
destruyó la envidia; y él mismo, que vio sus estatuas levantar en tan gran número, las vio
también derribadas; pero tuvo este consuelo, que los cristianos pueden aprender de él,
que al contemplar cómo tiraban sus imágenes al suelo, pudo decir: Al menos no pueden
derribar esas virtudes por las que erigieron esas estatuas para mí. Si fueran verdaderas
virtudes, dijo bien, porque estas ni la envidia puede demoler, ni destruir el poder humano;
y, lo que es más, ni el poder divino, en esta destrucción general del mundo, las
consumirá, pero conservará en su memoria eterna a todos los que persevere en la bondad
y muriendo en su santa gracia, porque sólo la caridad y virtudes cristianas no expirará
cuando se acabe el mundo. La vista de esos triunfos exhibidos por los generales romanos
cuando conquistaron reyes poderosos y potentes duró un rato, y el recuerdo de los
triunfadores no mucho más; y ahora son pocos los que saben que Metelo triunfó sobre el
rey Jugurta, Aquilio sobre el rey Aristónico, Atilio sobre el rey Antíoco, Marco Antonio
sobre el rey de Armenia, Pompeyo sobre el rey Mitrídates, y Aristóbulo, Jarba y Emilio
de Perseo,
pero y el mudos
los libros emperador Aurelio
y papel sobrecuando
muerto, Zenobia, reina
estos de én
Palmira.
también
tambi Si pocos
se acaben, saben
¿cómo esto,
quedará
su memoria? ¿Cuántas historias ha consumido el fuego y ahora no se sabe más de ellas
120
que si nunca hubieran pasado? Ni aprovecha obrar ni escribir para hacer la memoria del
hombre inmortal. Aristarco escribió más de mil comentarios sobre varios temas, de los
cuales no queda ni una línea en la actualidad. Crisipo escribió setecientos volúmenes, y
ahora, no se ha conservado una hoja. Teofrasto escribió trescientos, y escasos tres o
cuatro permanecen. Por encima de todo esto, está lo que se informó de Dionisio
Gramático, que escribió tres mil quinientas obras, y ahora no aparece ni una sola hoja.
Pero aún más es lo que Jámblico da testimonio del gran Trismegistro, que compuso
treinta y seis mil quinientos veinte y cinco libros, y es como si no hubiera escrito una
letra, que de cuatro o cinco tratados pequeños e imperfectos, que pasan con su nombre
no son ni suyos. El tiempo, incluso antes del final de los tiempos, no deja libros ni
bibl
bibliiotecas. Con la ayuda de Aristótel
ristóteles
es y luego de Demetrio
Demetrio Falereo, el rey Tolomeo
Tolomeo
recopiló una gran biblioteca en Alejandría, en el que se almacenó todos los libros que
pudo de Caldea,
Caldea, Grecia
Grecia y Egi
Egipto, que ascendía a setenta mil vol
volúmenes;
úmenes; pero, en las
guerras civiles de los romanos, pereció por la quema causada por Julio César. Otra
famosa biblioteca, entre los griegos, de Polícrates y Pisistrato, se echó a perder por
Jerjes. La biblioteca de Bizancio, que contenía ciento veinte mil libros, se quemó en el
tiempo de Basilisco. La de los romanos del Capitolio, se convirtió en cenizas por un rayo;
y ¿qué tenemos ahora de la gran biblioteca de Pérgamo, en la que había doscientos mil
libros? Incluso antes del fin del mundo, las cosas más constantes del mundo morirán, y
¿qué mucho que esas memorias de papel se quemen, pues las de bronce se derriten, y los
de mármol se deshacen. Ese anfiteatro prodigioso, que Estabilio Tauro (Vide Lypsium in
Amph.) levantó en piedra, fue quemado en la época de Nerón, el duro mármol no fue
capaz de defenderse de la bravura de las llamas. Las grandes riquezas de Corinto, de oro
y plata acendrada, se fundieron cuando la ciudad fue incendiada; no pudiendo esos
metales preciosos con su dureza resistir, ni por su estima hallar quien los defendiese de
esas llamas furiosas. Si este fuego particular, en el momento más floreciente del mundo,
causó tan grande ruina, ¿cuál será el incendio general, el cual pondrá fin al mundo y a
todas las cosas en él?
V. Vamos ahora a considerar (como ya tenemos en los terremotos e inundaciones) el
gran asombro y la destrucción que causará la quema universal del mundo. ¡Qué lástima
habría en Roma, cuando se quemó durante siete días juntos! ¡Qué alaridos resonarían en
Troya, cuando se consumió en su totalidad con las llamas! ¡Qué asombro y llanto habría
en Pentápolis cuando esas ciudades fueron destruidas con fuego del cielo! Algunos dicen
que eran diez ciudades, Estrabón (Steph. 1 de ve. Strab. Lib. 16) que trece, Josefo y Lira
que cinco (Vide Lorinum in c.X Sapientiae), lo que es de fe es que fueron al menos
cuatro, que con todos sus habitantes fueron consumidos. ¡Qué lágrimas habría en
Jerusalén, cuando vieron la casa de Dios, la gloria de su reino, la maravilla del mundo,
envuelta en fuego y humo! Y, para que podamos acercarnos más a nuestros propios
tiempos, cuando un rayo cayó del cielo sobre Estocolmo, la capital de Suecia, quemando
a muerte por encima de mil seiscientas personas, además de un inmenso número de
mujeres y niños, que, con la esperanza de escapar del fuego en tierra, huyeron a los
121
122
violencia traerá? Porque si un solo rayo espanta, aquella lluvia de fuego ¿Cómo parará al
mundo? Lot, el sobrino de Abraham, con tener segura su conciencia, y promesa de los
ángeles de Dios, que por amor a él la ciudad de Segor no iba a ser quemada, para que él
se guareciese en ella, estaba tan espantado del fuego (aunque no lo vio) que cayó sobre
las otras ciudades de aquel valle de Pentápolis, que no sintiéndose seguro se retiró a las
montañas. ¿Qué consejo tomarán entonces los pecadores en este extremo, cuando su
propiaa concienci
propi concienciaa será acusadora, y cuando miren al mundo en llamas?
llamas? ¿A dónde huirán
para guarecerse cuando ningningún
ún lugar
ugar está seguro?
seguro? Subirán
Subirán a las montañas pero al allí
lí las
llamas los perseguirán también. Descenderán a los valles pero allá el fuego los acometerá.
Se encerrarán en los castillos y pueblos amurallados pero la ira de Dios les asaltará, y el
fuego pasará sus fosos, consumirá las murallas, y acabará hasta sus nombres, pues ha de
acabar todo.
Además del menosprecio de todas las cosas que estima el mundo, que podemos extraer
de esta destrucción general por el fuego, podremos percibir la abominación del pecado,
ya que Dios, para purificar al mundo de esa inmundicia que le han pegado nuestras
culpas con fuego, como antiguamente le lavó con las aguas del diluvio. Tales son
nuestros pecados, que por haber sido cometidos únicamente en el mundo, es el mismo
mundo condenado a morir; ¿qué se hará entonces de los que pecaron? (Lesius, de Perf.
Div., lib. 13, c. 10). Pero de este fuego tan terrible los santos que entonces hubiere vivos
escaparán, para que se vea que fue por los pecados, y que nada se puede aprovechar
sino la virtud y la santidad. El rico no podrá escapar por su riqueza, ni el poderoso por su
poder,, ni el astuto por sus artifi
poder artifici
cios;
os; sólo
sólo los justos serán liberados por sus virtudes.
virtudes.
inguno escapará del terror de ese día ni por navíos, o por la velocidad de los caballos;
pues el propio mar se encenderá, y el fuego alcanzará
alcanzará a las costas; sólo
sólo la santidad
santidad y la
caridad defenderá a los servidores de Cristo, a quien las tribulaciones de aquellos tiempos
servirá para purificar sus almas, porque satisfaciendo con ellas por sus pecados, purgarán
con merecimiento lo que en el purgatorio habían de hacer sin él. Alberto Magno observó
la conveniencia de los elementos por los cuales Dios resolvió dos veces destruir el
mundo: La primera vez por el agua, en contra del fuego de la carne y el ardor de la
concupiscencia, que de manera excesivamente tiranizó a toda virtud antes de la
inundación general. La segunda vez se ha escogido el fuego contra la frialdad de la
caridad, que en estos últimos días ha de reinar en el mundo envejecido y decrépito. Y,
como en el diluvio de aguas sólo el casto Noé, porque fue continente en el matrimonio, y
antes castísimo, escapó con su esposa, y sus hijos y mujeres, que observaron la castidad
todo el tiempo que continuaron en el arca, y escaparon de ahogarse; por lo que, en ese
incendio general del mundo, sólo el justo, que estuviere lleno de caridad, no morirá. No
vinieron las aguas del diluvio sobre el que no tuvo el fuego del amor carnal, ni acabará
este diluvio de fuego a quienes tuvieron el fuego de la caridad divina.
123
CAPÍTULO VIII. Como el mundo ha de acabar con tan terrible fin, y en que se
hiciese juicio general de todo él.
I. El tener fin las cosas temporales (como se ha dicho) era suficiente para causar en
nosotros un desprecio por todas las cosas temporales, porque todo lo que ha de venir a
no ser está
tenerse muy más
en poca cercaestimación
del mismoque
nolaser, y dista
nada. Pero muy pocoa de
añádase estalanecesidad
nada: lo cual debe
del fin la
circunstancia tan notable del modo tan espantoso y terrible que han de tener las cosas,
como ya hemos visto. Y para eso me he detenido tanto en declararte, con el fin de que
podamos percibi
percibir, de una manera, tan ex extraña
traña conclusi
conclusión,
ón, lo que nuestra malici
maliciaa
exorbitante en el abuso de las cosas, porque somos nosotros los que, las hemos puesto
tales con nuestros vicios, que son mucho menos por culpa nuestra, que ellas por
condición suya, y así son como están ahora, para ser despreciadas. Los deleites naturales
más puros y menos dañosos lo son por su naturaleza, que lo que la malicia humana les
ha hecho, volviéndolos más costosos, peligrosos y difíciles, y, por lo tanto, menores,
cuanto más tienen de riesgo y de dificultad; porque no puede dejar de haber alguna pena
donde
menos sedulce
ve peligro,
será lay cuanto hubiereen
miel, cuanto de ella
penaseo cuidado
mezclarele la
quitará
hiel, dey gusto; porque tanto
un generoso vino
revolviendo con él un poco de vinagre se corrompe: por lo que se puede echar a ver el
error de nuestros apetitos, que, esforzándose por aumentar nuestros placeres, les ha
disminuido, y mediante la adición de condimentos excesivos a lo que la naturaleza simple
y regular no había proporcionado, en lugar ha inventado nuevas aflicciones que
contenidos. Nuestra gula no está satisfecha con la comida sabrosa, sino que ha de ser
rara y costosa; no se contenta con el sabor en el manjar, que es su objeto propio, sino
busca también
también olor
olor y color;
color; no se contenta con que se guiseuise la comida,
comida, pero que se le
sazone con muchas y diferentes especias; ya no solo sal y azúcar. Tampoco se contenta
el tacto con el abrigo del vestido, busca también de color, forma y costo; y somos más
solícitos, en su hechura para que parezca bien a otros, que el que puede cubrir
decentemente y abrigar nuestros miembros humanos; y de la necesidad de la naturaleza
tomó ocasión para nutrir nuestros vicios, y las prendas de vestir sirven más a la soberbia
y ambición del ánimo que a la desnudez de nuestros cuerpos.
Pero no es suficiente, que nos contentemos con el uso natural de las cosas, ya que no
estamos satisfechos con nuestra naturaleza misma, pero la adulteramos con artificios: no
sólo las mujeres sino los hombres se tiñen el pelo, se quieren desmentir sus caras y tallas,
y la criatura, con injuria del Creador, se atreve a hacerse de otra manera que no sea la
que Dios creyó oportuno para crearlo. De la misma manera, las riquezas no se miden por
la necesidad y la conveniencia humana, pero por la pompa y arrogancia; en la adquisición
y el uso de lo cual, nosotros no miramos tanto a lo que es suficiente para la vida y los
placeres
placeres líci
lícitos
tos de la misma, como que sirve para el orgul
orgulllo y la ostentación, y no tanto se
mira en su adquisición y uso por la vida y gusto, cuanto por el fausto, por lo cual
gastando más quieren muchos perder el uso de ellas; porque siendo las riquezas para
124
remedio de la necesidad, lo que con su uso bastara para quitarla, su abuso la aumenta.
Con lo cual, comúnmente sucede, que los hombres más ricos son los que carecen de más
cosas, y los más poderosos sienten mayor necesidad, y están más endeudados y
comprometidos que las personas más malas. El honor y la fama son tan adulterados, que
no sólo se desea como recompensa de las virtudes, sino de los vicios. Todos estos abusos
de las cosas son delitos del mundo, que ha hecho la vida humana más problemática y
llena de peligros, que ella lo es por su necesidad y condición; y por lo tanto, así convino
que el mundo tuviese fin de tanto estruendo; pues su abuso ha sido con tanta
desvergüenza y descaro; que en sí también deben ser juzgado todo él, que ha sustentado
y alimentado la vanidad y la insensatez del hombre con cosas tan viles y despreciables.
Los antiguos filósofos colocan la virtud y la felicidad del hombre, en vivir de acuerdo con
la naturaleza. Pues ¿qué contento puede haber donde se han inventado todas las cosas de
la vida con artificio y malicia, y tan fuera de lo que la naturaleza pide? y ¿qué virtud
puede haber en quien
quien vivi
viviere
ere conforme a tanta mali
malicia? P Pero
ero los cristi
cristianos, que no sólo
sólo
deben vivir conforme a la naturaleza, sino según la gracia y el ejemplo de Cristo, echarán
de ver cuán justo es, que se les tome cuenta del abuso de las cosas que han utilizado de
manera contraria a la voluntad divina.
II. Y así, no sólo aquellas cosas que se habla en el capítulo anterior, han de ser de
terror y miedo en el fin del mundo, pero sobre todo qué cuenta estricta, ha de tomar
Dios, pues, a continuación de toda la raza humana. Porque, así como en la muerte de
personas particul
particulares,
ares, ha de haber un juicio
juicio parti
particul
cular
ar,, así también
también en la muerte del
mundo, habrá un juicio general de él todo; y, así como la cosa más terrible de la muerte
es ese ajuste de cuentas en particular, así también, en el fin del mundo, es terrible ese
ajuste de cuentas universales, cuando Dios exigirá una cuenta de sus beneficios divinos, y
uzgará los abusos de ellos, y todo los pecados de todos los hombres; haciendo que
aparezca ante el mundo entero, lo bueno y misericordioso que ha sido Él hacia ellos, y
cuán rebeldes y desagradecidos lo han sido para con Él. La manifestación de esta verdad
será de más terror para los malvados, que todas las plagas y terremotos, inundaciones,
tempestades, langostas, pestes, hambres, guerras, relámpagos, y el fuego, que
precedieron
precedi eron antes. Y así bien dijo,
dijo, Guidon
Guidon Cartusiano, que lo más terribl
terriblee de ese día será
la verdad que a continuación se ha de manifestar contra los pecadores. Y, sin lugar a
dudas, ni los truenos estupendos, ni el bramido furioso del mar, ni otro prodigio de los
últimos tiempos, traerán tal confusión sobre los pecadores, como ver la gran razón por la
cual Dios ha de ser servido, y la poca razón que ellos tuvieron para no servirle. Por
consiguiente, es más conveniente, que, después del juicio particular de cada hombre se
haga un juicio universal de todos juntos, en el que Dios muestre al mundo la justicia de
su proceder, y dé satisfacción general de su justicia, incluso a los condenados y a los
mismos demonios. Y porque en la muerte del hombre (como se observa en Santo
Tomás, 3. p. 2. d. 99. art. 5), todo lo que era suyo no muere, porque permanece su
memoria, sus hijos, sus obras, su ejemplo, su cuerpo, y muchas de las cosas en las
cuales puso su afecto; es, por lo tanto, razonable, de que todos esta cosas entren en el
125
uicio general con él, para que sepa, que no sólo es para dar cuenta de su vida, pero de
esas cosas también que dejó tras de sí. La fama y la memoria de los hombres, después
de la muerte, no siempre corresponden con frecuencia al merecimiento de su vida, y es
usto, que este engaño se deshaga, y que el virtuoso, a quien el mundo no estimó, le
reconozcan por tal, y el que tenía fama y gloria sin el mérito, entonces le cambie en
vergüenza y confusión.
¡Oh qué engañados se hallarán los ambiciosos, que, por dejar un nombre detrás de
ellos, ni la justicia observaron con los demás, ni virtud en sí mismos! ¡Cómo, pues
cambiará su gloria en ignominia! Veamos, por cierto, a algunos de ellos, que han llenado
el mundo con su fama, los cuales padecerán mayor afrenta cuando la honra que el
mundo les hizo fue mayor. ¿Quién más glorioso que Alejandro Magno y Julio César, a
quien el mundo ha estimado como los mayores y más valerosos capitanes que jamás
hayan existido, y su gloria aún continúa fresca después de tantos siglos pasados? ¿Qué
hicieron, pero actos de rapiña, sin derecho ni título, injustamente tiranizaron lo que no
era de ninguno de ellos, derramando mucha sangre inocente, por hacerse señores de la
tierra? Todas estas acciones fueron viciosas, y, por lo tanto, indignas de honor, fama, o
memoria; y puesto que tienen tantos cientos de años en el aplauso y la admiración de los
hombres, ha de caer sobre ellos en ese día tanta ignominia, vergüenza y confusión, para
que recompense ese honor pasado recibido indignamente y que ellos viciosamente
desearon. Esta ambición era tan exorbitante en Alejandro, que, al oír a Anaxarte, el
filósofo, que había muchos mundos, suspiró con gran resentimiento, y gritó:
"¡Desdichado de mí, que todavía no soy señor de uno". Este orgullo diabólico y vano fue
ensalzado por muchos por grandeza de espíritu, pero fue, en verdad, la vanidad y la
ambición arrogante, que no pudo ser contenida en un mundo, pero con un deseo tiranizó
a muchos, y cometió millones de injusticias, y así será castigado con ignominia pública de
todos los hombres de mundo, no sólo en relación con la fama que ha tan injustamente
disfrutado, sino del mal ejemplo que ha dado a los demás, y principalmente a Julio César,
que, mientras seguía su ejemplo en la tiranía, quiso del mismo modo imitarlo en la
ambición y el deseo de honor vano; y por lo tanto, al ver la estatua de Alejandro en
Cádiz, en el momento que estaba de cuestor en España, se quejó de su propia fortuna,
que a la edad en la que Alejandro había subyugado toda Asia, él aún no había hecho
nada de importancia. Por cosa de importancia tuvo tiranizar el mundo y por ser el señor
de él, cautivar a su país (de Alex, vide Valer. Maxim. 1. 8. de ful. Caes. vide Fulgos 1.
8). De la misma manera, Aristóteles, tan célebre por sus escritos, en los que se consumía
muchas noches sin dormir sólo para adquirir gloria y para que fuera mayor, refutó a otros
filósofos de poco ingenio, tomando sus palabras en un sentido muy diferente de lo que
significaba para ellos. Este trabajo de él, ya que no procedió de la virtud, pero se realizó
con tan poca franqueza y sinceridad, simplemente para obtener una reputación vana, no
merecía la gloria; y, por lo tanto, una confusión igual al honor que ahora le dan
indebidamente, caerá ambición
vergüenza, su propia luego sobre
seráél.para
Y ya que puso
él motivo a su discípulo,
de mayor Teodecte,
confusión. en dio
Aristóteles tantaa
este, Teodecte, ciertos libros del arte de la oratoria, para que los publicase; pero después
126
envidioso de que se llevase la honra otro, publicó que eran suyos, y así en otros libros
que escribió, se cita a sí mismo, diciendo: "Como ya he dicho en los libros de Teodecte."
En donde se ve claramente la ambición de Aristóteles, y el deseo de gloria, y por lo tanto
no fue digno de ella, y con sólo ignominia deberá pagar por la gloria injusta que ahora
posee. De tal manera, entonces, ya que no sólo sólo la fama y la memoria son vanos, por
haberse de acabar, como todas las cosas en el mundo toda memoria, y tener fin con las
demás cosas la fama; pero también porque se ha de satisfacer la gloria no merecida y
pretendida
pretendi da con empacho y confusión
confusión equival
equivaliiendo la afrenta de un día a la fama y el
honor de miles de años. Tampoco podrán los hombres más famosos entre los gentiles ser
admirados por diez siglos, de cuantos serán luego despreciados y confundidos en un día.
¿Cuántos no conocen que alguna vez hubo un Alejandro y cuántos en su vida no han
oído hablar de Aristóteles y sin embargo, en aquel día le conocerán, no por su honor,
pero por su confusión?
confusión? El nombre del gran y admirado Alejandro
Alejandro es desconocido
desconocido ahora
por más naciones
naciones que conocido:
conocido: los japoneses, chinos,
chinos, cafres, angol
angolanos,
anos, otros pueblos,
pueblos,
y naciones del orbe, nunca han oído de él, y en aquel último día sabrán que fue un
ladrón de reinos, un salteador público, un opresor del mundo, y un gran y ambicioso
borracho.
Lo mismo, que en la memoria y fama ha de pasar en los hijos, en los cuales, dice
Santo Tomás, viven los padres y de muchos buenos padres salen niños malos, y al
contrario, a partir de padres malos salen hijos buenos, y serán en aquel día confusión de
los que los engendraron, y por tanto mayor, por cuanto peor fue el ejemplo que les
dieron: y de lo malo que tomaron, no solamente los hijos, sino los extraños, ha de hacer
riguroso juicio el Señor; y no solo del ejemplo, pero de cuanta ocasión de mal hubieren
dado a otros, principalmente en las obras malas o con el efecto de ellas que queda
después de la muerte. Como el engaño de Arrio, dice el doctor angélico, y de otros
herejes, han surgido, y brotado diversos errores y herejías, hasta el fin del mundo. Por lo
que es conveniente, que en ese último día del tiempo aparezca el daño, o bien, el mal,
que ha sido ocasionado por uno, para que en esta vida uno no sólo tome cuidado de sus
obras, pero por los otros; por lo que es una cosa terrible (como Cayetano observa sobre
este artículo antes mencionado del Doctor angélico) que el juicio divino se extenderá
incluso a aquellas cosas que son por accidente , que es, como los teólogos hablan, a las
que son sin querer de nuestra voluntad e intención.
Santo Tomás también advierte, que por razón de que el cuerpo, que permanece
después de la muerte, conviene que se repita el juicio de cada uno en el juicio universal
de todo el mundo; debido a que muchos cuerpos de los justos están enterrados en las
entrañas de los animales salvajes, o de los que han quedado sin enterrar; y por el
contrario, los grandes pecadores han tenido suntuosos enterramientos, y magníficos
sepulcros, todos los cuales son de ser recompensados en ese día del Señor. Y el pecador,
cuyo cuerpo descansaba en un rico mausoleo, a continuación, se verá a sí mismo no sólo
sin adornos y belleza, pero atormentado con dolores intolerables; y el justo, que murió y
no tenía sepulcro, o fue devorado por las aves rapaces, deberá aparecer con el brillo de
los cielos y con un cuerpo glorioso como el sol. Considere esto los que consumen
127
temerosos,
cual, como temblando en sus(Hb.
dice el Apóstol tiendas.
12), Tan pronto como las
y trastornándose el ángel llegódealalgunos
cumbres Monte Sinaí, el
montes;
untamente resonó una trompeta tan vehemente, que tembló todo el pueblo en sus
129
tiendas, todo el monte humeaba; porque bajó a él aquel ángel con tan grande fuego que
llegaba el incendio desde la tierra hasta el cielo, del cual salía humo, tan negro y grueso,
como de un horno de cal, estaba de tal modo el monte, que aterraba con su vista; y con
haberse estremecido todo como un gran terremoto, por lo que el miedo se incrementó en
los israelitas sorprendidos, que ahora estaban temblando a los pies de la montaña, y el
sonido de aquella trompeta iba siempre creciendo más y más, que aumentaba su pavor y
miedo; y habiendo mandado al pueblo por boca de Moisés no acercarse al monte, para
que no muriese (tanto como esto quería ser respetado el Ángel), empezó a proclamar la
ley con una voz tan poderosa y terrible, que, sobrepujando al ruido horrible de los
truenos, los relámpagos, y al sonido agudo y penetrante de la trompeta, su voz resonó
tan clara y distintivamente, que todos los hebreos, en sus tiendas que estaban extendidos
por aquell
aquellos campos, llegando
egando todos a tres mil
millones de alalmas,
mas, la oyeron, percibi
percibieron y
entendieron con toda claridad; porque era tan penetrante, que entró y se quedó grabada
en sus corazones, hablando con cada uno como si fuera solo, causando en todos tan gran
temor, reverencia y estremecimiento, que pensaron morir si pasara más adelante a hablar
el ángel, y así pidieron por gran merced que no les hablase más si no era por medio de
Moisés, porque temían morir. Es más, el propio Moisés, acostumbrado a ver y hacer
tantos prodigios, y, al ser de un gran y generoso espíritu, confesó su temor, diciendo,
como notó San Pablo (Hb. 12), "Aterrado estoy y temblando."
Considere uno qué memorable fue ese día para la nación hebrea, en el que vieron tales
visiones, y oyeron tales voces, y sintieron tales terremotos, que se estremecieron con
gran pavor, que pensaron morir. Sin embargo, todo esto era nada comparado con el
terror de aquel gran día en el que el Señor de los ángeles exigirá un recuento de la
violación de la ley. Porque, después de enviar muchas más plagas que las de Egipto, y
abrasado con aquel diluvio de fuego a los pecadores del mundo, quedando vivos los
santos que en él hubiere, para que se cumpla literalmente el haber de venir Cristo a
uzgar a los vivos y los muertos, perseverando aun aquel incendio de mundo, a vista del
valle de Josafat, se romperán los cielos y bajará el Redentor del mundo a juzgarle con
una majestad inmensa; porque todos los ángeles del cielo le han de venir acompañando
en forma visible con admirable esplendor. Irá delante del juez de vivos y muertos su
señal, que será, como dice San Juan Crisóstomo (Chrys. tom. 3, Serm. De Cruce.) y
otros muchos doctores, la propia cruz en la que sufrió y redimió al mundo. Entonces los
ustos (tal es la fuerza y el vigor de su espíritu que levantarán tras sí sus cuerpos
pesados, como vemos que ha acontecido
acontecido a algunos
algunos santos) se levantarán en el aire para
recibir a su Redentor, como dijo el apóstol; el cual al salir de los cielos, con una voz
audible para todo el mundo, pronunciará este mandato: "Levantaos, muertos, y venid a
uicio", que será declarado por cuatro ángeles en los cuatro ángulos del mundo, con tal
vehemencia, que el sonido traspasará a la región infernal. Entonces saldrán del infierno
las almas de los condenados y volverán a entrar en sus cuerpos, los cuales desde aquel
punto padecerán
murieron sólo en lel
os pecado
terribl
terribles
esoriginal
tormentos del infierno.
vendráninfierno. Lasdeal
y poseerán almas
mas también
tambi
nuevo susén de aquell
aquel
cuerpos, los que
libres de
dolor o tormento; y las almas también de los bienaventurados, llenando sus cuerpos con
130
los cuatro dones de gloria, volviéndolos más resplandecientes que el sol, y, con el don de
agilidad, se juntarán con los justos que permanecen vivos después del incendio del
mundo, y se levantarán en el aire en cuerpo pasible, y así no pudiendo sufrir un cuerpo
mortal los afectos de su corazón que tendrán muy vehementes, de alegría, deseo,
reverencia, amor y admiración de Cristo, entonces morirán y en ese instante verán la
Esencia Divina, después de lo cual sus almas serán de nuevo inmediatamente unidas a
sus cuerpos antes de que puedan estar dañados, ni aun caer al suelo, y desde entonces
continuaran gloriosa, para, en el momento en el que mueren, los cuales quedarán
entonces gloriosos; porque en aquel instante que murieron serán purificados de los
humores nocivos y cualidades cualesquiera de nuestros cuerpos que ahora están
infectados. Y, por lo tanto, era conveniente que primero muriesen, y entretanto se
limpiasen de toda inmundicia, y restituyéndoseles el alma bendita, recibiesen los dones de
la gloria. Considerando entonces uno qué efectos tan diferentes pasarán aquí por las
almas de los hombres, ¿quién podrá expresar el gozo de esas almas santas cuando
tomarán posesión de sus propios cuerpos gloriosos y hermosos, habiendo estado antes
comidos por los gusanos o los animales salvajes, algunas por cuatro, o cinco mil años, y
convertidas en polvo y ceniza? ¡Qué gracias darán a Dios, que, después de tanto tiempo,
se les restituirá su antigua compañía! ¡Y qué parabienes darán las almas de los que
vivieron en la austeridad y penitencia al cuerpo, por las mortificaciones y los rigores que
han sufrido, por los cilicios, disciplinas y ayunos que han observado! Por el contrario, las
almas de los condenados, ¿qué rabia tendrán con su propia carne, ya que por
complacerla y mimarla ha sido el motivo de sus tormentos e infelicidad eterna? Esos
miserables, que no tendrán el don de la agilidad, y no podrán por sí mismos ir al lugar del
uicio, así serán llevados en contra de su voluntad por los demonios, todos temblorosos y
llenos de miedo.
II. Los réprobos estando en el valle de Josafat, y los predestinados en el aire, aparecerá
el juez por encima de Monte de los Olivos, a quien las nubes servirán como carroza.
Cristo vendrá con su glorioso cuerpo, lanzando rayos de luz con tal esplendor
incomparable, que el sol parecerá como un carbón; porque aunque los predestinados
brill
bri llarán
arán como el sol,
sol, los sobrepujará tanto la luz y claridad
claridad de Cristo,
Cristo, cuanto ahora
excede el sol a las estrellas. ¡Qué más admirable vista, se hará aún más gloriosa por esos
millones de millones de espíritus celestes que le asistirán, que habiendo tomado formas
del mayor esplendor, de acuerdo con su jerarquía y el orden, deberán llenar todo el
espacio entre el cielo y la tierra con indecible belleza y variedad! El Salvador del mundo
se sentará en un trono de gran majestad, hecho de una nube blanca y bellísima que
echará de sí luces admirables, su rostro será más suave y amable con los buenos, y
aunque el mismo, más terrible para los malos. De la misma manera, de sus heridas
sagradas emitirá rayos de luz hacia los justos, llenos de amor y dulzura, pero llenos de
fuego e ira para los pecadores, que llorarán amargamente por lo mal que se aprovecharon
de ellas (Sal. CLX). Tan grande será la majestad de Cristo, que los miserables
condenados y los demonios mismos, a pesar de todo el odio que le tienen, sin embargo,
131
132
risa, o como una nave que corta el agua inestable, de la cual no queda rastro después
de haber pasado; y ahora somos consumidos en nuestra malicia. Los tiranos que
afligieron y martirizaron a los santos mártires, ¿qué van a decir ahora, cuando los vean
en su gloria? Los que pisotearon la justicia y el derecho de los pobres de Cristo, ¿qué van
a hacer cuando les vean como sus jueces? y ¿qué harán o dirán los jueces malvados,
viéndose aquí condenados por sus injustas condenas, cumpliéndose lo que había dicho
Salomón?: (Qo. 3,16-17): " Más cosas todavía he visto bajo el sol: en la sede del
derecho, la iniquidad; y en el sitial del justo, el impío. Y dije para mí: Dios juzgará al
usto y al impío, pues hay un tiempo para cada cosa y para cada acción aquí.” Aquí,
en esta vida el pecador y el justo no tienen siempre el lugar que se merecen: muchas
veces los malvados ocupan la mano derecha, y el santo la izquierda. Cristo procederá a
rectificar estos desagravios, y deberá separar el trigo de la cizaña; y a los buenos colocará
en su mano derecha, elevándolos en el aire, para que todo el mundo pueda honrarlos
como santos; y al malo lo pondrá a su izquierda, dejándolos en la tierra para su propia
confusión y desprecio de todos. ¡Cómo se envidiarán los pecadores de los justos, cuando
les vean tan honrados, y a sí tan despreciados! ¿Qué confusión tendrán los reyes de la
tierra, cuando vean a sus vasallos en tanta gloria, y los señores cuando vean a sus
esclavos entre los ángeles y a sí en el mismo rango que los demonios? Porque también
parece que los demonios
demonios entonces asumirán
asumirán cuerpos aéreos, para que puedan ser vistos
vistos
sensiblemente de los malos, y estarán entre ellos, por su mayor afrenta y tormento.
III. Luego se abrirán los libros de las conciencias de todos los hombres, y sus pecados
se publicarán en todo el mundo; los pecados más secretos de sus corazones y los actos
sucios que encubrieron en privado; los pecados que, a través de la vergüenza y la
timidez, se ocultaron en la confesión, se manifestarán las intenciones torcidas y siniestras,
traiciones ocultas y desconocidas, y las virtudes fingidas: los amigos fingidos, esposas
adúlteras, siervos infieles, falsos testigos, serán descubiertos, para su gran vergüenza y
confusión. Porque si ahora somos tan sensibles cuando las personas murmuran contra
nosotros, o que algún acto infame de los nuestros se dé a conocer a una o dos personas,
¡cómo vamos a estar entonces cuando todos nuestros defectos juntos se darán a conocer
a todos, tanto a los hombres como a los ángeles! ¿Cuántos hay ahora que, si se
imaginaran que su padre o su hermano sabían lo que habían cometido o por cometer en
secreto, morirían de pena? Y, sin embargo, en ese día, no sólo los padres y hermanos,
sino amigos y enemigos, y todo el mundo, lo sabrán, en su grande confusión. Se
manifestarán las acciones virtuosas de los justos, por secretas que las hicieren, sus santos
pensamientos,
pensami entos, sus deseos piadosos, sus intenciones
intenciones puras, sus buenas obras, que ahora el
mundo, ya sea desestime o calumnie, serán entonces honrados por ellas. A continuación
aparecerá la virtud, admirable en toda su belleza, y el vicio, horrible en su deformidad. A
continuación, se verá cuán decente y hermosa cosa fue el humillarse uno siendo grande,
el callar siendo injuriado, y rendirse y sujetarse a otros. Al contrario, se verá cuán
insolente y horrenda cosa es el querer atropellar a otros, el injuriar al humilde, el querer
vengarse y dominar a otros. Se descubrirán también las buenas obras de los malvados,
133
para mayor afrenta suya, por no haber perseverado en hacer el bien; y acordándose de
los buenos consejos que le han dado a otros, que se salvaron por ellos, quedarán
avergonzados de no haberlos utilizados para sí. Los pecados también de los justos serán
publiicados, pero con todo su arrepentimient
publ arrepentimiento,
o, y el bien
bien que de el
elllos sacaron, de tal suerte
que no les sean de confusión, sino motivo de alabanzas divinas al Señor, que estaba
contento de perdonarlos. Pero nada será de mayor pesar y confusión a los pecadores,
que mirar en tanta gloria, a aquellos que han cometido pecados iguales y superiores a
ellos, porque han hecho uso de la penitencia, que ellos han despreciado y abandonado.
Esta confusión se ve aumentada por esa carga que Dios establecerá en su interior de sus
benefici
benefi cios
os divi
divinos,
nos, a la cual ayudarán los mismos
mismos ángeles-g
ángeles-guardi
uardianes,
anes, que darán
testimonio de lo mucho con que los han disuadido de sus malos caminos, y cómo ellos
fueron rebeldes a sus avisos e inspiraciones santas. Los santos también les acusarán,
porque se rieron de sus buenos consejos, y otros por el peligro
peligro en que se vieron
vieron con los
malos ejemplos que les daban.
Pronunciará luego el Juez justo con voz sensible la sentencia en favor de los buenos,
con estas palabras de amor y misericordia: "Venid, benditos de mi Padre, poseed el reino
que fue preparado para vosotros desde la creación del mundo." (Abul. in Matth. Jansen.
Sot. Lesius Lib. 13. C. 22, et alli.) ¡Oh, qué gozo será el que sentirán los santos en esta
ocasión!, y ¡cómo se les romperá el corazón de envidia y rabia a los pecadores! y más
cuando vean se pronuncia contra ellos la sentencia contraria, hablándoles Cristo con la
severidad que fue representada por el profeta Isaías, cuando dijo: "Sus labios están
llenos de indignación, y su lengua es como fuego voraz ." Más terrible que el fuego y
tormento les parecerá las palabras del Hijo de Dios a esos miserables, cuando les diga:
" Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno, que está pr preparado
eparado para Satanás y sus
ángeles." Con esta frase quedarán aterrados y cubiertos de confusión y llanto. Ananías y
Safira quedaron muertos, solamente con oír la voz enfadada de San Pedro; ¿qué harán
los malos oyendo la voz de Cristo airado? Esto se puede ver por lo que pasó a Santa
Catalina de Sena (in vita, c. 24), que fue reprendida por San Pablo, quien se le apareció
sólo porque ella no empleó mejor alguna pequeña porción de tiempo, y dijo: que ella
quisiera más ser avergonzada delante de todo el mundo entero que lo que sintió por
aquella reprensión. Pero ¿qué es esto respecto de esa reprensión del Hijo de Dios en el
día de tanto rigor y venganza? Porque si, cuando fue llevado a ser juzgado, con sólo
decir dos palabras: YO SOY, derribo en el suelo a la multitud de soldados a la tierra,
quedando atónitos; ¿cómo podrá hablar cuando venga a juzgar? En el libro de la vida de
los Padres, compuesta por Severo Sulpicio y Casiano (n vitis Patrum., 1. 5. Ap. Rosw.),
está escrito de cierto joven, deseoso de convertirse en monje, a quien su madre, por
muchas razones que alegó, trató de disuadirlo, pero todo fue en vano, porque de ninguna
manera alteró su intención, se defendió aún de su insistencia con esta respuesta: "voy a
salvar mi alma, voy a asegurar mi salvación, que es lo que más me preocupa." Al fin, ella
percibióó que sus petici
percibi peticiones
ones molestas
molestas no aprovechaban de nada, y le dio dio licenci
cenciaa para
hacer lo que quisiese; y según su resolución, entró en la religión; pero empezó a decaer
su fervor, y a vivir con mucho descuido y negligencia. No mucho tiempo después, su
134
madre murió, y él mismo cayó en una enfermedad grave, y estando un día en un trance,
y arrebatado su espíritu fue llevado ante el tribunal de Dios. Allí encontró a su madre, y
otros muchos que con ella esperaban la sentencia de su condena; volvió su madre los
ojos y viendo a su hijo entre los que iban a ser condenados, quedó espantada, y le dijo:
"¿qué es esto hijo?, ¿en esto has venido a parar? ¿Dónde están esas palabras que tantas
veces me dijiste: "voy a salvar mi alma?" ¿Para esto entraste en la religión? El pobre
hombre estaba tan confundido y avergonzado, que no sabía qué responder. Pero poco
después, cuando regresó en sí, y fue nuestro Señor servido que escapase de aquella
enfermedad, y teniendo en cuenta que se trataba de una advertencia divina, hizo un
cambio tan grande que el resto de su vida fueron lágrimas, arrepentimiento, y hacer
penitenci
peni tencia,
a, tanto que muchos le decían que moderase y remiti remitiese
ese al
algo
go del rigor
rigor para que
no perdiese su salud Pero él no admitiendo sus consejos, respondía: "yo, que no podía
soportar el reproche de mi madre, ¿cómo podré, en el día del juicio, soportar el de Cristo
y sus ángeles?" Acordémonos de esto muchas veces, y no solo nos haga temblar la voz
enfadada de nuestro Salvador, pero la sentencia de sus palabras, con que apartará a los
malos de su presencia. Rafael Columba (Ser. II. Domin.1 in Quad.) escribe de Felipe II,
rey de España, que estando en misa, escuchó hablando entre sí dos de sus grandes, que
estaban cerca de él, sobre algunos negocios mundanos, lo cual ignoró entonces, pero
acabada la misa, los llamó con gran seriedad, y les dijo solamente estas pocas palabras:
"vosotros dos no aparezcáis más en mi presencia." Estas solas palabras les fueron de
tanto sentimiento, que el uno se murió de pena, y el otro quedó por toda su vida
atormentado y atónito. ¿Qué será oír al Rey del cielo y tierra decir: "Apartaos de mí,
malditos?" y si las palabras del Hijo de Dios son tanto para temer, ¿qué serán las obras
de la justicia?
En ese instante, el fuego de la quema general embestirá a esas miserables criaturas; la
tierra se abrirá, y el infierno ensanchará su garganta, para tragarlos en su abismo por toda
la eternidad; (Lesius, Lib. 13 de div. Perf. Cap. 23) cumpliéndose la maldición de Cristo
y del salmo que dice (Sal. 54): “Venga sobre ellos, y bajen vivos al infierno.” Al caer se
cumplirá también lo que se dice en otra parte, "Carbones ardientes caerán sobre ellos,
arrojáronlos en el fuego, y no se valdrán en sus miserias." Y en otro lugar: (Sal. 10),
"Lloverá sobre los pecadores rayos, fuego y azufre." Por último, se ejecutará lo dicho
por San Juan: (Ap 20) que el diablo,
diablo, la muerte y el infierno,
infierno, y todos los que no estaban
escritos en el libro de la vida, fueron lanzados al lago de fuego y azufre, donde serán
eternamente atormentados con el Anticristo y sus falsos profetas. Y esta es la segunda
muerte, amarga y eterna, que comprende tanto las almas y los cuerpos de los que han
muerto la muerte espiritual de la culpa y la corporal, efecto aquella. El justo en ese
momento gozará, de acuerdo con David (Sal. 57.) contemplando la venganza que la
usticia divina tomará sobre los pecadores, y cantarán otro cántico, como el de Moisés
(Ex. 15.) cuando los egipcios se ahogaron en el mar, y el canto del Cordero que refiere
San Juan, "Grandes y maravillosas son tus obras, Señor Dios Todopoderoso, justos y
verdaderos son tus caminos, rey de todas las edades: ¿quién no te temerá, Señor, y
engrandecerá tu nombre?" Con estos y otros mil cantos de alegría y jubileo, se irán
135
levantando por encima de las estrellas en un glorioso triunfo, hasta llegar al cielo
empíreo, donde serán colocados en los tronos de gloria que gozarán de eternidad de
eternidades. Mientras tanto, la tierra, será purificada en aquel incendio general; que
parece aún estaba contami
contaminada
nada por haber sustentado los cuerpos de los condenados. y
luego se renovará la tierra, el cielo, las estrellas y el sol, que brillarán siete veces más que
antes; y las criaturas que habían sido ultrajadas y oprimidas por el abuso del hombre, y
algunas habían tomado las armas contra él para vengar de las ofensas de su Creador, y
otras puestas de luto y llanto, ahora se regocijarán de verse liberadas de la tiranía del
pecado y de los pecadores, y, se alegrarán
alegrarán del triunfo
triunfo de Cristo,
Cristo, y se revestirán
revestirán de júbil
júbilo
y alegría.
Este es el fin, en el que ha de parar todo tiempo: este remate tan tremendo para los
malos han de tener las cosas temporales. Pues miremos cómo las usamos, y, para que
podamos usarlas
usarlas bien,
bien, seamos conscientes
conscientes de este últi
último
mo día, de este día de la justici
justiciaa y
la calamidad, de este día de terror y asombro, que servirá mucho su memoria para
reformar nuestras vidas. Pensemos en ello y temámosle, porque es la cosa más terrible
de todas las cosas terribles, y su consideración provechosísima para provocar en nosotros
un santo temor de Dios y convertirnos a Él. Juan Curopalata (Joan Curopalata, in hist.
Ap. Rad. In opusc. Et in vitis PP. Occiedent.) escribe de Borgoris, rey de los búlgaros,
un pagano, que era muy dado a la caza de animales salvajes que él deseaba tenerlos
pintados
pintados en su pal
palaci
acioo en toda su furi
furiaa y enojo; y con ese fifin,
n, encomendó a Metodio,
Metodio, el
monje, y un pintor hábil, para pintarlos de un modo tan horrible que la mera visión
pudiera
pudi era hacer que los espectadores temblaran. El monje di discreto
screto no lo hizo, pero en lugar
ugar
de ello pintó el día del juicio, y lo presentó al rey, que, al ver el terrible acto de justicia, y
la venida del Hijo de Dios para juzgar al mundo, que coronaba y recompensaba a los
ustos y castigaba a los malos, tanto se asombró, que dejó su mala vida y se convirtió a la
fe de Cristo. Si sólo el día del juicio pintado es tan terrible, ¿qué será cuando se ejecute?
Casi lo mismo le pasó a San Dositeo (Anony. In elogio Doroth. Et Dosith.), que, siendo
un joven mimado y criado en placeres, no había oído en toda su vida hablar del día del
uicio, hasta que por casualidad vio un cuadro en el que estaban representados los
dolores de los condenados, de cuya vista quedó tan sorprendido, y no sabiendo lo que
era, fue informado de ello por una matrona presente, que se lo declaró con tanto espanto,
que cayó medio muerto en el suelo, al no ser capaz de respirar por el miedo y el terror.
Cuando recobró el aliento preguntó que debía hacer para evitar llegar a esa condición
miserable: le fue contestado por la misma matrona, que debía ayunar, abstenerse de la
carne, y orar. Esto puso inmediatamente en ejecución; y aunque muchos de su casa y
parientes
parientes trataron de desviarl
desviarloo y disuadi
disuadirlrlo,
o, sin
sin embargo,
embargo, el santo temor de Dios Dios y el
temor de la condenación eterna grabada en su memoria, que no cesó de su propósito, y
de su rigurosa penitencia, hasta convertirse en un monje que continuó en esta vida santa
con mucho fruto y beneficio. Tengamos, por lo tanto, mientras vivimos, siempre en
nuestra memoria este día de terror, para que podamos disfrutar de aquí en adelante vivir
con él y gocemos de la eterna bienaventuranza.
136
137
LIBRO TERCERO.
CAPÍTULO I. La mutabilidad de las cosas temporales que las hace dignas de
desprecio.
Hasta ahora hemos hablado de la falta de tiempo, y por consiguiente de todas las cosas
temporales, y del fin en que han de terminar todas. Nada está exento de la muerte, y por
lo tanto, no sólo la vida humana, pero todas las cosas que siguen al tiempo, e incluso el
propioo tiempo,
propi tiempo, al fin,
fin, deben morir.
morir. P or lo cual dijo
dijo Esiqui
Esiquio,
o, y lo trasladó
trasladó San Juan
Damasceno (in Par. Lib. 1.): "Que el resplandor de este mundo no es sino como hojas
marchitas, burbujas de agua, humo, hojarasca, sombra, y el polvo impulsado por el
viento; porque todas las cosas de la tierra, deben terminar en la tierra." Pero esto no es
todo; porque, además de la certeza del final, están infectadas con otra plaga que las hace
más contentibles, que es su inestabilidad y cambios continuos, a las que están sujetas,
incluso mientras que existen. Porque, como el tiempo mismo se encuentra en una
sucesión
movimiento,perpetua y condición
pega esta mutación,maligna
como enel lahermano y las
mayoría de compañero inseparable
cosas que con él pasan, del
las
cuales no sólo tienen fin, y es breve, pero incluso en esa brevedad, tienen un millar de
cambios, y antes de su fin, muchas muertes. Cuantas mudanzas tiene nuestra vida, tantas
muertes padece por diversas partes y estados; porque así como la muerte es mudanza de
la vida toda, así también las mudanzas son muerte de parte de la vida. La enfermedad es
la muerte de la salud, el sueño de la vigilia, el dolor de la alegría, la impaciencia de la
calma, la juventud de la infancia y la vejez de la juventud. La misma condición tiene el
mundo, y todas las cosas en él; por lo cual merecen tanto desprecio, que Marco Aurelio,
el emperador (Marc. Aurel. Anton Philos.Lib. 6. De Vita Sua), se maravilló que hubiese
hombres tan sin sentido para valorarlos; y, por lo tanto, habla de esta manera: "De
aquello mismo
alteraciones que se
invocan hace ahora al
continuamente ya mundo,
se ha desvanecido
de la mismaalguna
maneraparte. Avenidas
que un inmensoy
espacio de tiempo se va con un perpetuo influjo innovando. Pues en este río y corriente
precipi
precipitada
tada de las cosas, ¿Quién
¿Quién podrá estimar
estimar lo que así se pasa, oyendo lo que no
puede afirmarse?
afirmarse? P orque no se diferencia
diferencia de aquel que pusiese
pusiese su afición
afición y amor en un
pajarill
pajarilloo que vio
vio vol
volar
ar por el aire, y desapareció
desapareció luego
luego de su vista."
vista." La verdadera causa
del poco valor de las cosas temporales, por sus cambios perpetuos, junto con el fin a las
que están sujetas, es, como señala San Gregorio (Lib. 34, Moral.), que se nos significó
en el Apocalipsis, en aquella mujer que tenía la luna debajo de sus pies y la cabeza
adornada con doce estrellas, porque siendo así su ornato todo era de estrellas y planetas,
y pudiendo servir, la luna de diadema tan bien como las doce estrellas; no la tuvo sino
debajo de sus pies, por los continuos cambios y alteraciones que padece este planeta, por
los cuales es figura de las cosas temporales, que por solo su inestabilidad merecen ser
pisadas, las cuales no cada mes como la luna, cambian,
pisadas, cambian, sino
sino cada día; porque en un
mismo día, como dice Eurípides (in Hist.), ahora es madre, a continuación, una
138
madrastra a los hombres. Lo mismo se significó en aquel ángel, que, coronado con un
arco iris, descendió del cielo para anunciar que todo el tiempo debía terminar; el cual
vino a pisar el mar con el pie derecho, que es el que apremia más y huella con más
fuerza; porque el mar con su gran inquietud es también figura de este mundo mudable,
perecedero y caduco; y así con mucha razón aquel mismo mismo ángel
ángel que con palabras
palabras nos
enseñó que el tiempo y todo lo temporal tendrá fin, con señas nos mostró también que
por sus mudanzas debe ser pisado y despreciado aun antes que lleg egue
ue su fin, y aunque no
llegara, porque basta su inestabilidad y poca firmeza. Pero más vivo es expresado por el
mismo San Juan (Ap. 15) cuando contempló a los santos de pie sobre el mar, la causa es
porque despreci
despreciaron
aron y pisaron
pisaron todas las cosas caducas y frági
frágiles de este mundo; y, para
declarar de forma más completa, dice, que el mar era de vidrio, porque no parece hay
cosa más frágil que el vidrio, el cual, con ser muy duro, es sumamente quebradizo e
inestable.
La inestabilidad de las cosas temporales no puede dejar de ser muy grande, y por lo
tanto muy despreciables, porque procede de muchas causas. Porque como el mar tiene
dos diferentes tipos de movimiento, uno natural, por el que sube y baja todos los días
con alzas y bajas continuas, de modo que las olas, aunque esté tranquilo, aun así está en
perpetua moción
moción e inconstancia;
nconstancia; y el otro viol
violento,
ento, cuando las agaguas
uas se levantan y se
indignan por alguna tempestad furiosa; por causas exteriores, cuando recios torbellinos y
vientos le alborotan y revuelven sus aguas, de la misma manera, son las cosas de este
mundo, que por su naturaleza son deleznables y caducas, y sin violencia exterior padecen
las cosas continua mudanza, y se van resbalando a su fin. Pero además también están
sujetas a otros impensados acontecimientos y violencias extraordinarias, que les sacan de
su curso, y elevan enormes tormentas en el mar de esta vida, por lo que aquellas cosas
que más estimamos sufren naufragios repentinos. Porque así como la flor más vistosa
por sí se marchita,
marchita, sin
sin embargo, está muchas veces antes de llegegar
ar a eso, es llevada por el
viento, o perece por una tormenta de granizo, las bellezas más perfectas pierden su brillo
por la edad, pero son a menudo antes atacadas por una enfermedad; las prendas más
costosas se desgastan con el tiempo, si no antes no son tomadas de nosotros por el
ladrón; un suntuoso palacio con la antigüedad se desborona, si antes no es arruinado por
el fuego o terremotos: de igual manera, tanto por su propia naturaleza y violencias
extrínsecas, las cosas temporales son privadas incluso del tiempo mismo, y arrastradas a
lo largo
largo de cambios
camb ios perpetuos, sin dejar nada estable. Volvamos
Volvamos nuestros
nuestr os ojos a las cosas
más dignas de durar que juzgaron los mortales, y las hicieron que fuesen eternas.
¿Cuántos cambios y muertes han sufrido ellas? San Gregorio Nacianceno (en Monod.
Plin. 1. 36. c. 8) sitúa la ciudad de Tebas, en Egipto, como la principal maravilla del
mundo entre las siete que el mundo admiraba. La mayoría de las casas eran de mármol
alabastro, manchado con gotas de oro, que las hacía parecer más espléndidas y
magníficas. En las paredes tenía muchos jardines agradables, que llamaron huertos
pensiles, o jardines colgantes;
pensil colgantes; y las puertas no eran menos
m enos de un centenar, por las cuales
los príncipes podían salir en cualquier momento con sus numerosos ejércitos, sin hacer
ruido ni saberlo el pueblo. Pomponio Mela (Pmpo. Mela. Lib. 1, cap. 9 vide Surium)
139
escribe que de cada puerta salían diez mil hombres armados, que venían a ser todo un
ejército de un millón de soldados. Sin embargo, todo ese inmenso ejército no pudo
asegurarla y un pequeño ejército de jóvenes, como escribe San Jerónimo, la tomó y
destruyó. Marco Polo escribe, que pasando por la ciudad de Quinsai, advirtió que tenía
dos millones de almas, de donde se podían armar grandes ejércitos; y Nicolás de Conti,
que pasaba por el mismo camino, encontró la ciudad totalmente destruida, y comenzada
a ser construida después de otra forma. Pero aún mayor fue la ciudad de Nínive, la cual,
de acuerdo con la Santa Escritura, tenía tres días de camino; y hace ya muchos siglos
que no sabemos dónde está. No menos imponente, pero tal vez mejor fortificada, fue la
ciudad de Babilonia; que era la ciudad imperial del mundo, que se convirtió en un
desierto y una morada de arpías, centauros, sátiros, monstruos y demonios, como fue
predicho
predi cho por los profetas; y las paredes, que eran de doscientos
doscientos pies de altura
altura y cincuenta
de ancho, no pudieron defenderla del tiempo. Aún más fuerte nos describe la Santa
Escritura a Ecbatana, la ciudad cabeza de Media, construida por Arfaxad, rey de los
medos, de piedras quebradas y cortadas; sus muros se extendían setenta codos de ancho,
treinta codos de altura, y las torres que estaban alrededor, de altura de cien codos; y con
todo esto, el imperio medo, que tiene una cabeza tal, no pudo escapar a entregarse a los
asirios. Y el mismo monarca, que la construyó, e hizo temblar al mundo debajo de él, se
vino a perder con ella, y habiendo conquistado a muchas naciones, se convirtió en
conquistado y esclavo de sus enemigos.
No es tanto que las ciudades
ciudades han sufrido
sufrido tantos cambios,
cambios, ya que las monarquías e
imperios han hecho lo mismo; y el mundo ha cambiado su cara con la frecuencia que ha
cambiado su monarca y señor. El, que había visto el mundo como lo fue en la época de
los asirios, no habría sabido como lo fue en la época de los persas; y el que lo había visto
en el momento de los persas, no lo juzgaría por el mismo cuando los griegos eran
maestros. Posteriormente, en la época de los romanos, apareció con una cara no
conocida antes, ni aun la conociéramos ahora; y de aquí a algunos años tendrá otra, no
siendo más semejante en otra cosa que en el constante cambio: por el cual siempre ha
sido digno de desprecio, y ahora más que nunca, pues se empeora siempre.
II. Más son las causas de las alteraciones en el mundo que en el océano. Porque fuera
de la común condición de las cosas humanas, que así intrínsecamente y por su propia
naturaleza, como por las violencias externas que sufren, están sujetas a perecer, el mismo
espíritu e ingenio del hombre, siendo voluble e inconstante, ocasiona en ellas grandes
cambios. No sin gran proporción dijo el espíritu Santo, que el necio cambia como la luna,
que no sólo es mutable en la figura pero en color. Los filósofos naturales observaron tres
colores en la luna, amarillo, rojo y blanco; con el primero causa lluvia, el segundo aire, y
el tercero alegría y promete la esperanza de buen tiempo. De la misma manera es el
corazón del hombre cambiado por tres afecciones que padece, representadas por los tres
colores. El uno amarillo, el color del oro, codiciando las riquezas más deleznables y
resbaladizas como el agua; el de rojo, el color de púrpura, codiciando el viento de los
vanos honores; el último de blanco, el color de la alegría y jovialidad, corriendo tras los
140
placeres de la vida.
placeres vida. Con estas tres afecciones
afecciones el hombre está en perpetuo cambio
cambio y
movimiento; y ya que hay algunas plantas que siguen el curso de la luna, todavía dan
vuelta y se mueven de acuerdo a su curso, así también alterados los afectos humanos
hace que se alteren muchas otras cosas y le sigan. ¡Cuántos reinos fueron derrocados por
la codicia de Ciro! La ambición de Alejandro no sólo destruyó una gran parte del mundo,
pero lo hizo
hizo tener una cara diferente a la que tenía antes. ¿Qué parte de Troya fue dejada
en reposo por el amor lascivo de Páris, que no sólo dejó en ruinas a Grecia, pero puso
fuego a su propio país? Lo que no consumió el tiempo es a menudo arrebatado por la
codicia del ladrón; y ¿cuántas vidas se cortan por la venganza antes de que lleguen a la
vejez? No hay duda, pero los afectos humanos son los fuertes vientos que revuelven al
mar de este mundo; y como el océano suele crecer y menguar al paso de la luna así
también las cosas de esta vida se ajustan a los movimientos de las pasiones humanas. No
hay estabilidad en nada, y menos en el hombre, que no sólo es modificable en sí mismo,
sino que cambia todas las cosas.
Tan inestable y variable, es el hombre, que David dio por título a algunos de sus
salmos estas palabras: “Por aquellos que se mudarán”; y San Basilio, exponiendo el
mismo título, dice: "Se entiende del hombre, cuya vida es un cambio perpetuo;" lo cual
es semejante a la traducción de Aquila, que en lugar de esas palabras dichas tradujo así:
“Por las hojarascas”; porque el hombre se mueve por todo viento como las hojas de un
árbol. Esta mutabilidad es muy evidente en la pasión de Cristo nuestro Redentor, el cual
es el tema del Salmo 68, que tiene el título referido: porque cambiaron todos los de
Jerusalén, que habiendo recibido con honor grande que alguna vez dieron al hombre,
dentro de los cuatro días después lo trataron con la mayor infamia y maldad que era
posibl
posiblee a hombre nacido,
nacido, en tan breve tiempo le trataron lo
lo más infame y vilmente
vilmente que se
ha visto. No hay confianza en el corazón del hombre: ahora se ama, ahora se aborrece,
ahora desea, teme ahora, ahora hace diferencia, ahora desprecia. ¿A quién no asombra el
cambio de San Pedro, que después de tantas promesas y resoluciones para morir por su
Maestro, a las pocas horas juró con muchos juramentos falsos, que no lo conoció? ¿Qué
hará la caña y el junco, cuando el roble y el cedro se tambalean? Ni es de poca maravilla
el cambio de Amnón, que amando tan de veras a Tamar, que de la violencia de la pasión
cayó enfermo por ella, e inmediatamente después le aborreció tanto, que la echó del
aposento, pareciéndole mal. Pero no sé nada más que pueda declarar ya descrito de la
mutabilidad de los afectos humanos, que el accidente memorable que tuvo lugar en Éfeso
(Petron. Arbit. In Satyr. Et Tiraq. De legib. Connubial. Lege nova. Num. 97). Allí vivía
en esa ciudad una matrona honestísima, que habiendo muerto su marido, dejándola muy
desconsolada y triste que jamás se haya oído hablar de; todo era lamentos, lagrimeo y
desfigurando la cara con las uñas; y no contenta con las ceremonias habituales de las
viudas de aquellos tiempos, se encerró a sí misma con su cadáver en el sepulcro, que
antiguamente era una bóveda en el campo, amplio y preparado para ese uso; allí se
resolvió a morir de hambre y no comió por cuatro días. Sucedió que cerca de ese lugar
un cierto malhechor fue ejecutado, y por el temor de su parentela que de noche robaran
su cuerpo, un soldado fue designado para verlo, el cual, estando cansado, y recordando
141
que no muy lejos estaba la viuda dejó su cargo para llevarle su cena, entró en la bóveda,
y al principio no quería probar bocado la viuda pero después la persuadió a comer y a
que le diese su cuerpo. Mientras tanto, hurtaron el cuerpo del malhechor; el cual
conociendo su ofensiva, temiendo el castigo que había de hacer en él la justicia, se lo dijo
a la viuda, quien le consoló y tomando el cadáver de su marido, por el que había llorado
tantas lágrimas, le aconsejó que lo colgara en la horca, para suplir el lugar del malhechor.
Tal es la inconstancia de los corazones humanos, más variable que parece posible, que,
cambiando él trae a su compás las demás cosas, las cuales por mil caminos son vanas,
inconstantes y frágiles.
Considerando esto Filon, y bien maravillado de tanta vanidad y cambio, dice esta
sentencia: "¿Por ventura no son sueños las cosas que conciernen al cuerpo?, ¿por
ventura la belleza momentánea, no se marchita incluso antes de que florezca? La salud es
incierta, expuesta a tantas debilidades, mil dolores que por diversas ocasiones suceden.
La entereza y vigor de los sentidos se corrompe con vicios y humores. Pues ¿quién
ignora cuánta sea la vileza de las cosas exteriores? Un día acaba muchas veces con
grandes riquezas. Muchos personajes de gran honor y estima, cambian de fortuna,
adquiriendo mala fama; grandes imperios y reinos en poco tiempo quedan arruinados.
Hace crédito a mis palabras Dionisio en Corinto, habiendo sido rey de Sicilia se convirtió
en un maestro de escuela en Corinto, y enseñó a los niños y de rey pasó a ser fugitivo.
Igual pasó con Creso, el más rico rey de Lidia, que creyendo derrocar a los persas, no
sólo perdió su propio reino, pero cayó en poder de sus enemigos, y poco le faltó para que
le quemaren vivo. Ni solo las personas particulares son testigos que cómo todas las cosas
humanas son sueños, sino las ciudades, naciones, reinos, los griegos y bárbaros, las islas,
y los que habitan en el continente de Europa, Asia, el este y el oeste, nada permanece
igual a sí mismo." Ciertamente, como dice Filón, la inestabilidad de las cosas humanas
hace que parezcan como un sueño de una sombra, más de nada sólido y consistente.
Escuchemos también lo que San Juan Crisóstomo (Hom, de poenit.) dice y nos aconseja
en relación con el mismo asunto: "Todas las cosas presentes (dice que) son más frágiles y
débiles que las redes de las arañas, y más engañosas que los sueños; porque así los
bienes
bienes como los mal
m ales
es tienen
tienen su fin.
fin. Pues como tengamos
tengamos por cierto que todas las cosas
presentes son a manera de sombra, y que nosotros estamos como en una posada, de
donde hemos de partir, vayamos con cuidado por el camino, y preparemos la provisión y
un viático para la eternidad. Revistámonos de tales vestidos que lo llevemos con
nosotros, porque como ningún hombre puede echar mano de su sombra, así también no
podrá retener las cosas humanas; las cuales, en parte, en la muerte y en parte antes de la
muerte, corren más rápido que un raudal. Al contrario son las cosas futuras, que no
tienen edad ni sufren el cambio, ni están sujetas a las revoluciones, pero florecen
perpetuamente, y preservan una felici felicidad
dad continua.
continua. Mirad,
Mirad, pues, de admirar esas
riquezas, que no permanecen con sus amos, sino que los cambian a cada instante, y
andan saltando de uno a otro, y de esto a aquello. Conviene despreciar todas esas cosas,
y que las tengáis en nada. Basta escuchar lo que el apóstol dice: Las cosas que se ven,
son temporales; pero aquellas que no se ven, son eternas. Las cosas humanas
142
CAPÍTULO II. Cuán grandes y desesperados sean nuestros males temporales son,
sin embargo, tolerables con algún género de esperanza.
A partir de esta inconstancia de las cosas humanas podemos extraer constancia para
nuestros corazones: en primer lugar, al despreciar las cosas tan frágiles y transitorias, las
cuales, como ya hemos dicho, es un motivo suficiente para su desprecio; en segundo
lugar, porque tampoco será constante la adversidad y la pena que acontece, ya que nada
aquí abajo es constante, pero todo mutable e inestable; y como las cosas cambian a
veces del bien al mal, lo pueden también del mal al bien. Y, como gran prosperidad a
menudo ha sido motivo de mayor miseria, así mismo se puede tener la esperanza de que
de nuestras mayores desgracias puede producirse una mayor felicidad. Por lo cual, así
como los males eternos, por ser ciertamente inmutables, carecen del consuelo de la
esperanza de una condición de mejor estado, así también, los males temporales, por ser
mudables, pueden tener el consuelo de cambiar en bien: porque vemos en esta materia
inopinables sucesos, para que temamos solo lo eterno, que no tiene ni hay remedio
alguno, y no desesperemos ni nos entristezcamos en lo temporal, que lo tiene, e importa
poco no loque
a Appio, tenga. No declara
estando declara mal
proscrito y esto el casoalbien
condenado celebrado
celebrado
destierro, dealos
llegó romanos
estar, por laque sucedió
traición de
sus esclavos y sirvientes, en peligro de vida, que, por codicia de los mismos de
apoderarse de sus bienes y tesoros que llevaba con él, le echaron en un pequeño bote.
Pero a partir de esta desgracia vino su ventura; porque no mucho después de que el
barco sali
saliera se hundió,
hundió, y se ahogaron
ahogaron sus esclavos,
esclavos, y él mismo
mismo (hubiera
(hubiera perecido,
perecido, si
hubiese estado con ellos) mas se escapó con una pequeña pérdida, y llegó a salvo a
Sicilia. Aristómenes siendo tomado por sus enemigos y arrojado en una mazmorra
oscura, había de acabar allí sus días, por el hambre y la insalubridad del lugar, pero en
esta desesperación, un accidente inesperado le dio esperanza. Un zorro por casualidad
pasó a través de un pequeño ag agujero
ujero subterráneo, y entró en el calabozo
calabozo donde había
hecho
mano ysusiguiéndolo,
madriguera.llegó
Pasóalpor donde
hueco porestaba
donde Aristómenes,
había entrado;y con
le prendió rápidoempezó
la otra mano con unaa
agrandar el hueco y evitando soltarlo, para que fuese su guía, al fin hizo un gran trecho,
hasta que salió al campo abierto, de donde escapó vivo, teniéndolo sus enemigos como
muerto. No hay ninguna condición de vida tan miserable de la que no podamos salir, o
mejor dicho, no solo salir, pero para mayor bien. ¿Para cuántos un accidente
desafortunado ha sido motivo de un gran favor, y una injuria de grandes honras! La
circunstancia de Diógenes de ser condenado por dinero falso, y tenido por infame, le fue
ocasión de ser tan honrado en el mundo, que le honraron sus príncipes y Alejandro, amo
del mundo, vino a visitarlo. Falereo al ser herido en el pecho por sus enemigos, se curó
de un tumor que tenía, por el cual le habían ya desahuciado los médicos. Galeno (Galen.
Lib. 11
vino en de
el Sim. med.víbora
que una fac.) escribe
fue pordecasualidad
un leproso, que fueque
ahogada, curado
los por beber un
segadores no poco de
estaban
dispuestos a beber, le dieron por compasión, pensando matarlo rápidamente, y deshacerle
de los dolores graves que soportaba: mas lo que pensaron que sería su muerte se
144
convirtió en vida; pues la bebida del vino hizo que las escamas o ronchas de su carne se
le cayeran, y le restauraran su salud. Binivenio (c. 15) da testimonio, que conocía a un
chico que era cojo de ambos pies, de tal suerte que no podía ir sin muletas; pero al
enfermar con una peste, al recuperarse, quedó tan sano que se le quitó la cojera.
Alejandro Benedicto (Alex. Bened. lib. De puerorum morbis.) relata que conoció a un
hombre ciego, que siendo gravemente herido en la cabeza, recuperó la vista. Certifica
Rondelecio (Rond. Cap. De melancolis), que una mujer loca, después de haberse roto la
cabeza, recobró el juicio. Plutarco escribe de un Prometeo, que tenía una papera
desagradable y tumor, que después de haber gastado mucho dinero en cirujanos y
médicos con ningún resultado, y por una herida de su enemigo por casualidad le dio en el
mismo lugar del tumor, curándolo perfectamente, sin dejar ninguna mancha o deformidad
detrás de él. Las lesiones causadas a José por sus hermanos le fabricó los mayores
honores del imperio egipcio. El montón de miserias en el que el santo Job estuvo
involucrado terminó en una doble fortuna y felicidad. Jacob, huyendo de su país sin
riquezas, volvió muy rico y próspero, con una numerosa familia.
No hay que desconsol
desconsolarse
arse de los infortuni
nfortunios,
os, ya que a menudo son el princi
principi
pioo de
grandes felicidades; y muchas veces alegrémonos de esos males por los que hemos
derramado tantas lágrimas. Para que veamos más claramente la mutabilidad de las cosas,
y la esperanza que podemos obtener (incluso en la profundidad de nuestras calamidades)
de un mejor estado, diré aquí la historia de Marco y Bárbula (Fulgos, Lib. 6), dos
caballeros romanos. Marco, que era pretor, que seguía el partido de Bruto, y habiendo
sido herido en batalla en los campos de Filipo, fue hecho prisionero, por lo que fingió ser
de condición vil y esclavo, y así fue comprado por Bárbula; caballero romano, pero
viendo en él, grande ingenio y mucha prudencia, y un espíritu noble, comenzó a
sospechar de él de ser algo distinto de lo que parecía; y llamándolo a un lado, le pidió
revelarle quién era, asegurándole que, a pesar de que fuera uno de los rebeldes, no
dejaría de obtener su perdón. Marcus, sonriendo, le aseguró que no había tal hombre, y
Bárbula, para que vea lo inútil que era ocultar quién era, le dijo que estaba resuelto a
llevar a él junto con él a Roma, donde fue determinado por descubrir. Marco, echándolo
en risa, negó quien era; pero Bárbula, para obligarle más a declararse, dijo que le quería
llevar a Roma, donde sin duda le habían de conocer si era de los rebeldes y sentenciados
por traidores.
traidores. Respondió
Respondió Marco que de muy buena gana iría, pensando que con el
diverso estado no le conocerían. Pero apenas llegaron a Roma, cuando estando Marco
esperando a su amo a la puerta de un cónsul, fue conocido de un ciudadano romano, que
se lo avisó en secreto a Bárbula, el cual anduvo prudente con el asunto, sin dar a conocer
cosa a su esclavo fingido, se fue a Agripa, para que por su medio pudiese obtener el
perdón de Cesar AuguAugusto,
sto, que en poco tiempo
tiempo se lo otorgó,
otorgó, quedando Augusto
ugusto tan
pagado
pag ado de Marco, que le tuvo entre sus amigos.
amigos. No mucho tiempo
tiempo después, Bárbula,
Bárbula,
siguiendo el partido de Marco Antonio, fue tomada en la batalla de Aciática, y, sin
saberlo, fue comprado por Marco, entre otros esclavos. Pero tan pronto como llegó a su
conocimiento que él era su antiguo amo, fue luego a reparar el perdón del emperador
Augusto, y lo restauró a su libertad; regresando de la misma manera el favor que había
145
recibido. ¿Quién no ve en ello estos canales secretos por los cuales se derivan las
bendici
bendi ciones
ones y se cambia la fortuna? Marco tuvo la dig dignidad
nidad de un pretor, y de repente de
un esclavo, y luego un amigo de César, y luego redentor de su redentor, llegando por la
pérdida
pérdida y cautiveri
cautiverioo a mayor excelenci
excelenciaa que alcanzara
alcanzara por fortuna. Mientras dure la vida,
no hay desgracia sin esperanza, y la aflicción, aunque nos fijamos en las cosas dentro de
sus propios límites y disposición natural, viene a menudo a casa cargada de
prosperidades;
prosperi dades; pero si nos fijamos en ell
ellas
as con la esperanza divi
divina
na que debemos tener, no
existe el mal de donde no podamos derivar un bien. ¿A qué términos más apretados
puede lleg
egar
ar uno que a sacarle
sacarle a ajustici
ajusticiar
ar con consentimient
consentimientoo de todos, como llego
Susana? pero en el mismo camino al suplicio deparó Dios medio con que saliese con vida
y honor, convirtiendo la injusta infamia que había padecido en una gran estima y
admiración de su virtud. ¿Qué remedio para Daniel cuando fue precipitado en una cueva
entre los leones hambrientos? Pero aún donde esperaba ser devorado por las fieras
encontró consuelo. Los tres jóvenes que fueron arrojados al horno de fuego en
Babilonia, donde no había nada que esperar pero la muerte, encontraron refrigerio, la
vida, y el contento. David, cuando fue cercado por los soldados de Saúl, se desesperó,
sin embargo, escapó del peligro. No hay mal en esta vida, que incluso con la esperanza
de esta vida no pueda ser aliviada, pero con la esperanza de la otra ¿quién no se
consolará? Veamos, por lo tanto, para que sólo temamos los males eternos, que no tienen
ni consuelo, esperanza, ni posibilidad de remedio.
146
147
148
y engrandecido con tan gloriosos títulos que parecía ser todo lo que podía desear, menos
que un dios. Pero ¿en qué terminó toda esta majestuosidad? En la mayor infamia que se
pueda imaginar,
maginar, porque atándole
atándole con una cuerda al alrededor
rededor de su cuell
cuello, y manos a la
espalda, rasgadas sus vestiduras, y puesta una daga debajo de la barbilla, lo arrastraron
ignominiosamente arriba y abajo por las calles de Roma, le arrojaban suciedad a la cara,
e insultaban con un millar de injurias, y al fin lo mataron en el mercado, y le arrojaron a
las escalas gemonias, donde solían arrojar los cuerpos de los delincuentes que no era
lícito enterrar. ¡Extraña fortuna! ¿Para qué fines se crían algunos hombres? ¿Cuánto
cuesta una vida, para ponerle fin en tan desastrosa muerte? Quien supiese el fin de
Andrónico y Vitelio, y los viese nacer, crecer, estudiar, pretender, vestir sedas y oro,
pasear,, reír,
pasear reír, aclamados por emperadores, dijera
dijera en su corazón ¿tanto preámbulo
preámbulo era
necesario para tal fin? La necedad es grandeza humana, pues ha de parar, en tan
desastroso final. Con razón dijo Arquímedes, que era más seguro confiarse de las
sombras que de las cosas humanas. ¿Quién podría imaginar que el emperador Valeriano
(vide platino. Baro. Fulgos.), a quien el rey de Persia le hizo prisionero, lo encerró en una
aula como una bestia salvaje, lo utilizó como un taburete cuando subía a su caballo, y
después le desolló las espaldas para después salárselas como cecina? Comparemos aquí
las diferentes condiciones a que puede llegar un emperador romano. He aquí Valeriano
montado sobre un corcel valiente, con jaeces de oro, vestido de púrpura, coronado con la
diadema imperial, adorado por las naciones, y mandando sobre los reinos; y luego ver el
mismo hombre encerrado como un animal, y pisado bajo los pies de un rey bárbaro.
Tales fortunas contrarias suceden en la vida humana. No nos confiemos, por lo tanto de
ninguna
ning una felicidad
felicidad hum
humana.
ana.
III. Lo que hemos contado hasta ahora son los cambios, no las caídas. Lo que tenemos
que temer más, que aun en la santidad y virtud puede cambiar uno, y esto solo será caer,
por bajar del estado de la gracia a la del pecado: porque estos cambios
cambios de la fortuna son
sino el intercambio de una condición a otra y no propiamente caídas. Ningún hombre
puede caer de lo más bajo y muy ínfimaínfima y baja es la feli
felici
cidad
dad humana, y a quien
quien le
cambia no cae de alto estado, sino le cambia, y por ventura en mejor. Las verdaderas
caídas son aquellas que son espirituales, y ha de sorprendernos de ver que en esta parte
también estamos expuestos a cambios, pero esto puede ser de nuestro consuelo, que los
cambios temporales no están en nuestras manos, pero la de los espirituales sí. Nuestra
riqueza, lo queramos o no, puede ser tomada de nosotros, pero la gracia, a no ser por
nuestra propia culpa, no se puede; la honra se pierde contra la voluntad de uno; la virtud
no puede perderse si uno no quiere. Los bienes corporales son los que se quitan, sea
robados, y perdidos de mil maneras; pero los bienes espirituales sólo pueden ser
abandonados, y su pérdida no es otra cosa sino desampararlos con el pecado quien los
tiene. Esto debe hacernos temblar que se pierdan, porque los queramos perder, y no
siendo mudables en sí mismos cambien porque nosotros somos mudables. Lo que ha
sucedido en esta parte es lamentable. San Pedro Damián (Petr. Damian lib. 1, c. 10)
escribe que conocía a un monje en la ciudad de Benevento, llamado Madelmo, que llegó
149
a tan grande santidad en vida, que habiendo echado aceite en Sábado Santo a más de una
docena de lámparas, y el aceite faltó para la última, él, con gran fe, la llenó de agua y la
encendió, y ardió toda la noche como el resto. Muchos otros milagros obró por él nuestro
Señor, por lo que fue muy estimado tanto del príncipe y los ciudadanos. Pero en ¿qué
terminó este hombre tan milagroso y venerable? ¡En un cambio extraño! Dios retirando
su mano santa de él, cayó en una vida tan vergonzosa, que fue llevado preso y
públiicamente azotado, y su cabeza, para su mayor ignomini
públ nominia,
a, fue afeitada.
afeitada. Una
lamentable tragedia es la vida del hombre, pues en ella contemplamos extremos tan
contrarios. No hay que decir; ¿quién pensara que tal cosa había de suceder? Pues vemos
suceder lo que nadie podía pensar. El mismo San Pedro Damián (Lib 1. c. 10) escribe,
que conocía en la misma ciudad un cura de tan gran santidad que todos los días cuando
celebraba la misa, el príncipe de Benevento veía a un ángel descender del cielo, que
tomaba los misterios divinos de sus manos, para ofrecerlos al Señor. Sin embargo, este
hombre, tan favorecido de arriba, cayó en el vicio, para que todos teman, y nadie esté
seguro en ningún estado.
San Juan Clímaco relata la historia de ese joven, de los cuales leemos en las Vidas de
los Padres, que llegó a tan alto grado de virtud, que mandaba a los animales salvajes, y
les obligaba a servir a los monjes del monasterio; el cual comparó el bienaventurado San
Antonio con un barco cargado de ricas mercancías, navegando en medio del océano,
cuyo final era incierto. Después este joven tan ferviente cayó miserablemente, y, llorando
su pecado, les dijo a algunos de los monjes que pasaban por allí, "Decid al anciano (este
es San Antonio), que ruegue a Dios para que me conceda siquiera, diez días de
arrepentimiento". El hombre santo, al oír esto, se arrancó el pelo de la cabeza, y dijo:
"Un gran pilar de la Iglesia ha caído;" y cinco días después, el monje murió; por tanto, el
que hasta ahora había mandado a las fieras salvajes, se convirtió en una burla a los
demonios, y el que poco antes se mantenía con el pan del cielo, después fue privado de
su sustento espiritual.
Lamentable es también el incidente relatado por Heráclides, de Heron de Alejandría
(Heracl. in Parad. Fulgos. Lib. 6) que habiendo florecido muchos años en gran virtud y
fama de santidad, vino a dejar todo, y se convirtió en un derrochador abandonado. De la
misma manera, Tolomeo, el egipcio, después de pasar quince años en el desierto, en
oración continua, manteniéndose a sí mismo solamente con el pan y el rocío que caía del
cielo, vino a dejar todo y llevar una vida muy escandalosa. Si nos fijamos en la Santa
Escritura, hallaremos mayores cambios y caídas muy lamentables. ¿Quién pensaría que
Saúl, elegido de Dios por muy bueno, de espíritu humilde y paciente, terminaría en un
orgullo luciferino, y en un odio mortal contra el mejor hombre en Israel? ¿Quién iba a
pensar que un hombre tan sabio y tan relig
religioso como Salomón, terminaría, en sus últimos
últimos
momentos, seducido por las mujeres, erigiendo templos a los dioses falsos? Finalmente,
¿quién imaginaría que un apóstol de Cristo moriría por la desesperación ahorcándose?
¿Qué hombre puede haber que presuma de sí, y no se espante de lo que puede venir a
ser?
150
151
152
Creo que la misma sentencia, que este rey dio de la vanidad de las cosas temporales,
sería, si se lo preguntásemos, dada por el emperador Andrónico, cuando desnudo, y su
cabeza afeitada como un esclavo, fue arrastrado infamemente por las calles de
Constantinopla. ¿Qué se hizo su diadema imperial? ¿Qué se hizo su trono y majestad?
¿Dónde están sus adornos de oro y plata? Todo fue vanidad y vanidad de vanidades.
Tampoco sería éste negado por Vitelio, cuando le lanzaron suciedad en su cara, y lo
llevaron a la plaza del mercado para ser ejecutado. ¿Qué fueron entonces los
espectáculos del anfiteatro y los juegos del circo, el dominio del mundo, pero vanidad de
vanidades y todo vanidad? Lo mismo diría Creso desde las llamas de su hoguera, el
tirano Bayazeto desde su jaula, el rey Boleslao desde su cocina, y Dionisio desde su
escuela. Si vivos dijeran esto, a la vista única de la inestabilidad de esta vida, ¿qué dirán
ahora con la experiencia de la eternidad, donde ya han entrado? Tomemos la opinión de
aquellos príncipes que se han condenado, ¿qué sienten ahora de la majestad que gozaron
en esta vida? van a decir que era humo, un sueño, una sombra. Y, sin duda, los reyes
que ahora están en el cielo y poseedores del gozo eterno, van a decir lo mismo; que toda
la felicidad de aquí abajo es pobre, escasa y corta, y vanidad de vanidades, y peor aún, si
ha sido una ocasión de pecado. Pero no es necesario, citar a testigos de la otra vida, ya
que la vanidad de esto es tan evidente, que el que se pusiere a considerar la mayor
grandeza de este mundo, deberá percibir, que tanto es más vana, cuanto es más grande:
¿Qué mayor majestuosidad que la del imperio romano? Llamemos a la mente lo que
sucedió en este. Que apenas se sabía la elección de un emperador romano conocido,
cuando ya le tenían muerto los mismos que le eligieron u otros más poderosos o astutos;
y aunque ellos en ninguna otra cosa se desvelaban más que en sustentarse en la dignidad
imperial, sin embargo, era esto lo que menos alcanzaban; y en diecinueve o veinte
emperadores que hubo desde el emperador Antonino el filósofo hasta Claudio II, todos
murieron una muerte violenta; además de muchos otros tiranos, que tomaron el nombre
de emperadores; como en tiempos de Galieno, treinta usurparon ese título, y
asesinándose entre sí: a tal grado que el que se llamaba a sí mismo emperador, estaba
casi seguro que moriría una muerte violenta; por lo que la mayor felicidad del mundo
estaba vinculada con la mayor desdicha Espanto es como había quien (aunque obligado)
aceptara la diadema; tal es la locura de los hombres, que tienen ante sus ojos ejemplos
lamentables y felicidades deshechas que apenas duran desde la mañana hasta la noche.
Algunos de ellos apenas habían triunfado cuando eran despedazados. Aureliano fue uno
de aquellos que presentaban los triunfos más gloriosos que jamás Roma había mirado,
porque llevó un número infininfinito
to de cautivos
cautivos de las tres partes del mundo, muchos
animales raros, como tigres, leones, onzas, elefantes, dromedarios, una cantidad inmensa
de armas, tomadas de los enemigos conquistados, tres suntuosos carros, uno del rey de
los palmirenos, otro de los persas, y otro de los godos, venció a dos que se llamaban a sí
mismos emperadores, y a la gran reina Cenobia, adornada con joyas preciosas y perlas
ricas, y con cadenas de oro. Y él entró en un carro triunfal tomado del rey de los godos,
tirado por ciervos, seguido inmediatamente por el ejército conquistado, ricamente
armado, coronado de laurel, y llevando palmas en sus manos. Nunca ningún emperador
153
llegó a una altura de tal gloria. Pero ¿cuánto tiempo duró? Poco tiempo después fue
muerto con puñales, que tuvo apenas tiempo para tomar nota de su grandeza, y mucho
menos para disfrutar de ella. El emperador Elio Pertinaz, ¿por cuántos escalones y
peregri
pereg rinos
nos modos subi
subióó al imperio
mperio al cabo de su vejez, y le perdió
perdió antes de que se
supiese en él emperador? Era hijo de un esclavo, y por primera vez fue un comerciante,
por el cual se convirti
convirtióó en un buen contador; luego uego estudió
estudió gramática, y se convirti
convirtióó en
un maestro de escuela; luego aprendió leyes y por intercesiones alcanzó licencia para ser
abogado, y después de haber aprendido a defender causas, se hizo un defensor; pero no
prosperó por estos cursos ali alistándose como soldado:
soldado: de ahí pasó a ser capitán,
capitán, de este
oficio fue ignominiosamente privado, pero después volvió a ser restituido en él. Con el
transcurso del tiempo se convirtió en un senador: poco después cónsul; entonces
presidente
presi dente de Si
Siria;
ria; al fin,
fin, cuando no esperaba sinosino la muerte, le entregaron
entregaron el imperio
por su casa, porque estando aguardando que le mandase a matar el emperador Cómodo,
le vinieron a hacer emperador los que secretamente mataron a Cómodo. Cuando llegaron
de noche a su casa, él les preguntó que qué aguardaban para darle muerte. Mas ellos le
ofrecieron el cetro y la diadema, que aceptó a pesar de tener setenta años de edad; y
después, casi no había disfrutado de la sede imperial, solamente habiendo reinado tres
meses, cuando fue cortado en pedazos, en el momento en que menos lo sospechaba;
siendo tan querido, apreciado y elogiado por los romanos, que todo el mundo hubiera
dado un millar de vidas para salvarle; sin embargo, los soldados pasaron perfectamente
por en medio
medio de la ciudad,
ciudad, y, a la vista
vista de todos, apuñalaron
apuñalaron al emperador tan querido
querido y
honrado por el pueblo, y se salieron libres de nuevo sin nadie decirles nada, cuando los
de la calle (tan pocos fueron los asesinos) habrían sido suficientes para matarlos con
piedras.
piedras. ¿Quién
¿Quién no ve en ell ello la inconstancia
nconstancia y la vanidad
vanidad de las cosas humanas, así
como en la vida como la muerte inesperada de este príncipe? ¿Por cuántos rodeos subió
a la cumbre del imperio, y cuan sin rodeo fue precipitado de ella? ¿Cuánto tiempo duró
su fortuna en el crecer, y con cuánta rapidez cortado? Setenta años de una vida próspera
terminaron en la felicidad falsa de tres meses y la muerte desgraciada de una hora.
Entonces todo es vanidad de vanidades, ya que lo que cuesta tanto dura tan poco, y la
muerte, en menos de una hora, derroca la fortuna de setenta años.
II. Solo el tener felicidad de esta vida con la misma vida bastaba para nuestro
desengaño; pero tiénele aun antes que la tenga la vida: porque la felicidad no solo fenece,
sino que se convierte en desgracias e infortunios, de modo que, con nuestros propios
ojos a menudo contemplamos el fin de nuestras más grandes fortunas. No nos fiemos,
por lo tanto, en la vida,vida, ya que puede faltarnos,
faltarnos, aunque nos sobren los bienes;
bienes; ni
tampoco nos fiemos de estos pues nos pueden faltar, aunque nos sobre la vida.
Desengáñenos esta inestabilidad de las cosas, y vamos a considerar seriamente su
vanidad en su manera de dejar a un desdichado su grandeza y riquezas; que está
excelentemente representado por San Juan Crisóstomo (Hom. in Eutrop. Tom. 5, cap.
6), en el eunuco Eutropio Patricio de Constantinopla, cónsul y gran chambelán del
emperador Arcadio, que, retirando su favor de él, le mandó a la cárcel; por lo que el
154
santo doctor reflexiona de esta manera: "Si en algún momento, ahora más que nunca, se
podría decir,
decir, vanidad de vanidades,
vanidades, todo es vanidad
vanidad ¿dónde está ahora el resplandor del
consulado dónde los lucimientos, dónde los aplausos, bailes, banquetes, dónde las
coronas y tapices, dónde el ruido de la ciudad, y grandes aclamaciones de los
espectáculos? Todas esas cosas perecieron; un fuerte viento ha soplado lejos las hojas, y
dejaron al desnudo tambaleante al árbol y casi arrancado de raíz. Tal fue la violencia de
la tormenta, que cuando había sacudido todos los nervios, amenaza por derrocarle
totalmente y ¿dónde están esos amigos-enmascarados, las borracheras y cenas, dónde el
enjambre de trúhanes, y el vino derramado desde la mañana hasta la tarde, dónde esa
habilidad exquisita y varia de los cocineros, los servidores acostumbrados a decir y hacer
todo lo que le satisfacía? Todo esto no era más que el sueño de una noche, que
desapareció con el día, flores marchitas, cuando acabó la primavera; una sombra fueron,
y así pasaron; humo eran y así se desvanecieron; burbujas en el agua, y así se
reventaron; telas de araña, y así fueron destrozadas. Por tanto, repetimos esta frase,
"Vanidad de vanidades; todo es vanidad." Este dicho debe ser escrito en nuestras
paredes, mercados, casas, calles,
calles, ventanas, puertas, pero princi
principal
palmente
mente en la concienci
concienciaa
de cada uno; y en todo tiempo habíamos de pensar en él; pues las ocupaciones
engañosas de esta vida y enemigos de la verdad han ganado para con muchos demasiado
poder y autoridad.
autoridad. Esto es lo que un hombre debe decirdecir a otro, y oírlo
oírlo uno de otro en la
cena, en la casa, y en toda conversación: “Vanidad de vanidades, todo es vanidad” ¿No
todos los días te dicen que las riquezas son fugaces y engañosas pero tú las llevabas
pesadamente? ¿No te diría
diría que tienen
tienen la condici
condición
ón de un esclavo
esclavo fugit
fugitiivo pero tú no lo
querías creer? ¿Ves cómo la experiencia te ha enseñado que no sólo son fugitivas, pero
ingratas y asesinas, pues te han puesto en semejante miedo? Pero debido a que este
eunuco no quiso ser aconsejado ni se quiso enmendar, por lo menos vosotros, que estás
más desprendidos de la riqueza y honores, aprended en cabeza ajena de esta calamidad,
y convertid en provecho vuestro la desgracia y calamidad de este hombre. No hay nada
más débil que las cosas humanas; así por cualquier nombre has de expresar su poquedad,
menos es de lo que en verdad son: aunque las llames heno, humo, un sueño, flores que
se marchitan todo es demasiado poco: son tan frágil, que son más nada que la misma
nada. Pero que no solo sean nada, sino que estén en un despeñadero, aquí se echa de
ver. ¿Quién era más exaltado que este hombre? ¿No era famoso por su riqueza a través
del mundo y era montado a las alturas de todo honor humano? ¿Acaso no le
reverenciaron todos y temían? Pero he aquí que él ahora es más miserable que los
esclavos y los presos; más pobre que aquellos que piden el pan de casa en casa. No hay
día, en el que no está puesta delante de sus ojos las espadas desenvainadas y afiladas
para cortar su gargan
arganta;
ta; los despeñaderos, los verdugos,
verdugos, y la calle
calle por donde se va a la
horca y suplicio. Ni tampoco disfruta de la memoria de sus placeres pasados, ni de luz
común, pues es al mediodía como en una noche oscura, encerrado entre cuatro paredes,
privado
privado de la luz
luz de sus ojos. P ero ¿para qué tengo
tengo que traer a la memoria estas cosas?
Porque aunque gaste más palabras no son capaces de expresar el miedo de su mente, que
cada hora espera su castigo? ¿Con qué fin son mis discursos, cuando la imagen de su
155
calamidad parece tan evidentemente delante de tus ojos? No hace mucho tiempo, el
emperador, después de haber enviado algunos soldados para sacarlo de la iglesia, en la
cual se refugió como santuario, se volvió tan pálido como la ceniza, y en este instante no
tiene mejor color que un difunto. Llegóse a esto, rechinando los dientes unos contra
otros, con temblores de cuerpo, su voz se rompía en sollozos, su lengua tartamudeaba;
en fin,
él." tal esto
Todo estaba como uno
proviene queJuan
de San teníaCrisóstomo.
el alma congelada por el miedo
No es necesario y pavor
esperar dentro
al final de
de esta
vida, para ver su engaño, basta ver sus cambios mientras dura.
156
157
ese cuerpo. Además, las riquezas están más convenientemente colocadas en el medio,
entre los placeres y honores, por ser necesarias para el apoyo de ambos, sin las cuales no
pueden mantenerse. La avarici
avaricia,
a, por lo tanto, forma el cuerpo de esta bestia,
bestia, que puede
alimentar igualmente el placer y la ambición. Se nos propone la imagen de este mundo,
debajo de la forma de este monstruo compuesto, es decir en esta representación de
quimera, así para declararnos su confusión y agitación de la misma, como para
significarnos, que no tiene ser ni sustancia, sino solo imaginación y apariencia. Tal
monstruo, compuesto por las diversas partes de diferentes animales, que no tiene ser o
fundamento en la razón, pero sólo está enmarcado por la fantasía, los filósofos llaman
una quimera; y como realmente las cosas de este mundo son inconstantes, y turbadas,
que no tienen sustancia o son en sí mismos sólo engaño y apariencia. Algunas cosas
parecen grandes, y son muy pequeñas; otras nos engañan más, parecen ser bienes, bienes, y son
realmente males. Para entender esto mejor, y conocer la vanidad del mundo, vamos a
suponer que la malicia humana ha corrompido y envenenado por la invención de nuevas
delicias y placeres; a lo que hemos añadido, con nuestra imaginación, lo que les falta de
ser y de realidad; y desviando las cosas de su fin apropiado para el que fueron formadas,
de donde han hecho que vengan a ser vanas, y el mundo sea un monstruo de muchas
cabezas; porque la cabeza de todas las cosas es, como dice Filón, su fin, y como las
cosas del mundo, hayan dejado su fin último y verdadero, que es Dios, y se han
desordenado con multitud de fines de vicios particulares, han hecho que la bestia, la cual
se dice que no tiene una, sino muchas cabezas, sea tan monstruosa y deforme. Los
hombres no siguen en el uso de las cosas su fin propio, que es agradar y servir a Dios,
pero apuntan a la porción
porción de sus pasiones
pasiones y de la satisfacción
satisfacción de sus apetitos; los cuales,
ya que son diferentes, y tienen diversos fines y respetos; resulta la monstruosidad de
tantas cabezas y caras. Esta deformidad se sigue de la multitud de fines, a la cual
acompaña la vanidad que en sí encierra; porque al paso que sigue el mundo esta variedad
de fines adulterinos, porque son en contra de la razón y la naturaleza, deja su fin
verdadero y legítimo, que es el servicio de Dios; y lo que sale de su propio fin, se vuelve
inútil y vano. Porque si se ciegan los ojos de un excelente tirador, su arte y habilidad se
pierden,
pierden, y su arco le sería inútil
nútil, porque se vería privado de aquell
aquello por lo que alalcanzaba
canzaba
su fin. Así que todas las cosas están creadas para este fin, que el hombre por ellas pueda
servir a Dios, faltando este fin, se convierten en vanas e inútiles. Por este ejemplo se
puede ver claramente, lo vano que es el mundo, ya que no diri dirigge aquell
aquellas cosas que
disfruta a su último fin, que es para el servicio del Creador universal, pero para otros
fines vanos e imaginarios, por el cual las convierte en su totalidad en vanas. La multitud
de oro, plata, perlas, joyas, muebles preciosos, y otros adornos, que se ostentan en las
vajillas y ornatos, ¿son para el servicio de Dios? Dígalo San Alejo si las eligió como
medio para tal fin; y si no son para el servicio del Señor en todo, ¿qué son todas, pero
vanidad? La abundancia de delicias, máscaras, bailes, fiestas, espectáculos, ¿son ellas
para agradar a Di
Dios?
os? Dígalo
Dígalo San Bruno si las escogió
escogió para ese propósito,
propósito, ¿qué son todas,
pero vanidad? La majestad, y la ostentación
ostentación de títulos
títulos y honores, ¿son para el servicio
servicio de
Dios? Dígalo San Josafat, que huyó de su reino temporal para mejor servir al Rey de los
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cielos. Es inútil toda la grandeza de la tierra, cuando no se consigue por ella la del cielo.
Lo más valioso, fuera de su fin se convierte en vano, frívolo, y de ninguna estima.
II. Esta desviación errante de las cosas del mundo de su fin propio y debido es
suficiente para declarar su vanidad y desorden. Pero aún hay otro error en ellos, lo que
los hace
final, queparecer muchode
es el servicio más vano,
Dios, el que
sino cualtambién
es, que fallan
no sólodelsefin
desvían
que losdevicios
su primer y gran
humanos se
proponen; porque aún no tienen
tienen proporción con este segundo fin. Lo que nuestro apetito
apetito
tiene como objetivo en las riquezas, la pompa y honores, que se ha inventado, es la
felicidad de esta vida; pues para esto mismo son tan adecuados, que antes han dispuesto
las cosas para nuestra miseria y tormento, y, por lo tanto, son vanas todas nuestras
fantasías e invenciones. Para mantener y sustentar el honor, ¿qué leyes, derechos y
costumbres tan desacertados ha inventado con grandes peligros de la vida y gusto de
nuestros placeres? Se ha hecho el honor tan frágil que con una sola palabra todo aquel
que lo desee lo puede tomar de nosotros, lo cual es el motivo de que muchos viven
deshonrados, y si quisieren cobrar la honra perdida, les ha de costar sus vidas, sus
fortunas,
estimable oque
tranquilidad. ¿Cabeelmayor
tiene el mundo, locura
de más que para
ocasión esta, males,
que se yhaya fabricado
de tan malditaelcondición,
bien más
que sea muy fácil de perder y más difícil recuperarlo; que cualquiera nos lo pueda quitar,
y que no le pueda restaurar el que le tiene; que está en mano de otro hombre destruirle, y
no esté en nuestra propia mano repararlo? ¿Qué ley del mundo más injusta, que si te dice
un infame que mientes, que hayas de quedar tú deshonrado, aunque el otro mienta en lo
que dijo, y que esta honra, como la perdiste por una palabra que te dijo otro, no la hayas
de poder cobrar tú con otra palabra que le digas? ¿Qué mayor locura que luchar por el
honor, y averiguar la verdad por fuerzas? Lo uno, porque no tiene que ver que el que
fuere más robusto y valiente haya de ser más verdadero ni honrado; lo otro, porque es en
mucho menoscabo de los virtuosos; pues, por la mayor parte, donde es el ánimo más
bueno, sano y constante, suele
suele estar el cuerpo menos robusto y fuerte. P or últi último,
mo, en
esta cuestión de honor, los hombres han inventado tales leyes, tales puntillos, tales
formalidades impertinentes, que si todos fueran realmente locos, no lo podían haber
puesto más absurdo. ¿Qué es toda la locura, sino sino decir
decir y hacer cosas sin
sin proporción,
proporción, ni
orden ni razón? Pues así como no hay cosa más sin proporción, orden o razón, que el
mundo, no hay tampoco cosa más vana, sin sentido, y tonta.
Viniendo a continuación, a las riquezas, que fueron inventadas para la facilidad y
comodidad de la vida, la malicia humana les ha hecho servir para nuestro mayor
problema
problema y aflicci
aflicción.
ón. P orque el que es rico
rico no sól
sóloo quiere
quiere enriquecerse
enriquecerse a sí mismo, sino
que lo sea todo lo suyo, su casa y todas sus cosas también. No se conforma con tener
buen vesti
vestido,
do, si
sino
no que tiene
tiene que estar mejor vestido
vestido que sus paredes con ri ricos
cos tapices,
tapices,
muebles preciosos, y otras rarezas, que no sirven para el abrigo o el uso, pero sólo para
el espectáculo y la apariencia. De donde resulta que el que tiene la mayor riqueza tenga
más necesidad, porque la tiene para sí mismo, y por todo lo que posee, porque quien
tiene una casa grande, tiene las mismas necesidades como su casa, que son muchas;
159
160
deformidad. Porque si aquel hombre era monstruoso, que no tenía cabeza humana, pero
siete de criaturas brutales, no menos monstruoso es el mundo al que le falta su fin natural
y la cabeza, que es Dios, a quien se debe buscar de acuerdo con la razón, y no
persegui
perseg uirlo
rlo a través de aquell
aquellos fines
fines falsos
falsos y espurios
espurios que son contrarios
contrarios a la misma
misma
razón. Al mundo le falta la cabeza de hombre, porque no se ajusta al fin de la razón; y
162
163
nobleza de su sangre, sin mirar a la virtud, y así vienen a hacer vicio lo que habían de
tener obligación de virtud y lo que había de ser honra en infamia, preciándose más de ser
nobles que ser cristianos. Un hombre no es más de lo que es en los ojos de Dios; y la
estimación, que Dios tiene de nosotros, no es por haber nacido en un palacio, pero por
renacer en las aguas del bautismo. ¿Qué comparación hay entre ser nacido de noble
linaje,liby 2.
vita, nacer
c 1),del costado
todas Jesucristo?
las veces La santa
que asistía virgen, Doña
al bautismo Sancha
de algún niño,Carillo
veía a(Roa,
Cristoinenejus
la
cruz, con su costado abierto, y que de su mismo corazón salía el niño que bautizaban;
que nos da a entender el nuevo nacimiento que recibimos de la sangre de Cristo en
nuestro bautismo cristiano, por el cual estima a los hombres Dios más que por haber
nacido de la sangre pecadora. Este nacimiento es deshonra, este de honra; aquel del
pecado, este de la santidad; aquel de la carne que mata, este del espíritu que da vida; vida; por
aquel somos hijos de los hombres, por este de Dios; por el nacimiento de la carne somos
herederos de la fortuna de nuestros padres, pero mucho más de sus miserias, y nacemos
pecadores; por el naciminacimiento
ento del bautismo somos herederos del cielo,
cielo, y por el momento
recibimos la gracia y en lo porvenir la gloria futura. ¿Qué error es, entonces, valorarnos
más por nuestro nacimiento humano, por el cual nacemos pecadores, que por nuestro
nacimiento divino, el cual nos hace justos? ¿Qué tonto sería el que, siendo el hijo de un
rey y una esclava, se estimase a sí mismo más por ser el hijo de una esclava que de un
monarca? Más tonto es el que, valora más la nobleza de su sangre, de ser un caballero,
que la nobleza de su alma en el ser cristiano. Por último, todos los honores de la tierra no
son sino como Matatías dijo a sus hijos: "estiércol y corrupción." San Anselmo compara
a aquellos que buscan los honores, a los niños que cazan detrás de las mariposas; Isaías a
las arañas, que se desentrañan en la elaboración de una tela que es rota por las moscas. A
pesar de toda esta pobreza y bajeza de los honores, muchas almas han perecido perecido por
ellos. Si David maldijo a los montes de Gelboé, porque Saúl y Jonatán murieron en ellos,
con mucha más razón podemos maldecir a las altas montañas de las honras, en la que se
han visto tantas almas perecer.
II. Consideremos ahora qué son las riquezas, a las que San Gregorio Nacianceno hizo
tanto honor, y luego cuando él las llamó preciosos excrementos. En verdad, en sí mismos
no son mucho mejores. El oro y la plata, dijo Antonino (in vita sua, c. 9) el filósofo, no
eran otra cosa que la el excremento y las heces de la tierra; mármoles preciosos fueron
los callos y dolores en los pies; y, en general, dice sobre el asunto de todas estas cosas,
que no son nada más que polvo y corrupción. Plotino dijo, que el oro no era más que
agua viciosa; otros que era tierra amarilla. ¿Qué son las piedras preciosas, pero guijarros
que brillan, algunas de color rojo, un poco de verde, o resplandecientes? Las sedas,
¿pero la baba de gusanos? Las mejores y más puras ropas de cama, pero hilachas de
ciertas plantas? Otras telas de estima se hacen del pelo de los animales; que si uno topara
en nuestra comida nos causaría asco; y muchos en el vestido suelen envanecer. El ámbar,
pero la impureza de una ball
ballena, o ex
excrementos
crementos del mar, que por despreciabl
despreciablee lo arroja
de sí. Ni el almizcle, es otra cosa pero la sangre coagulada y putrefacta de una bestia.
164
¿Qué son las posesiones, los lugares, ciudades, provincias, y amplios reinos? De hecho,
son sólo juguetes de los hombres que, aunque viejos, no son más que niños amándolos
tanto: y esto que digo, no comparándolas con las cosas eternas, mirándolas no desde el
cielo empíreo, sino de la esfera de la luna, donde todos los reinos de Grecia, como dijo
Luciano (in Icaro menipon.), no ocupan por encima de cuatro dedos de amplitud, y que
todo
ámbitoel de
Peloponeso no era más
la tierra parecía sino grande quey una
un punto, todasemilla de lenteja.
la grandeza Parasólo
que hay Seneca, todo el
una cuestión
de risa y juego. San Juan Crisóstomo dice (Chrys. Hom. 24. in Matth.), compara
seriamente la grandeza de este mundo, los espléndidos palacios, ciudades de renombre,
grandes reinos, con las casitas de arena o barro, hechas por los niños para su
entretenimiento: Las cuales mientras labran los muchachos, se están riendo de ellos los
mayores, y muchas veces cuando los ve su padre o maestro que dejan de aprender por
ocuparse en fabricarlas, llegan y deshacen con los pies en un momento lo que con
mucho tiempo y trabajo han edificado. Así Así suele Dios hacer fr frente
ente a los, que, dejando
de lado su servicio, se emplean a sí mismos en adelantar las cosas temporales,
ampliando sus posesiones, construcción de palacios, fortalezas fuertes y ciudades
amuralladas, que destruye con esa facilidad, como si fueran esas pequeñas casas de
arena hechas por los niños, porque más ridículos y más niños, son los que ponen su
corazón en la grandeza de esta corta vida, que los niños que se entretienen en hacer
aredes de arena. Esto es de San Juan Crisóstomo, que, en otro lugar (Hom. 15. de
avaritia.), dice que si, viendo en una imagen, en la que se pintó un hombre rico y
poderoso, y un mendigo
mendigo pobre y despreciabl
despreciable,e, ni envidiamos
envidiamos el uno ni despreci
despreciamos
amos al
otro, porque la pintura es sombra y no verdad; el mismo juicio debemos hacer de las
cosas mismas; porque poco más o menos todo es nada, y según la Escritura, es una
comedia o farsa, y como importa muy poco hacer allí la persona de Alejandro, y de
Creso, que fue el rey más rico de su tiempo, o la de un mendigo, así también importan
muy poco en esta vida las riquezas. Si Herodes ofreció la mitad de su reino por el baile
de una muchacha ¿qué puede valer todo él? Y Aman, que poseía una gran riqueza,
confesó que las valoró como nada, solo porque Mardoqueo no lo reverenciaba.
Los placeres del paladar (si los consideramos), son los más viles y repugnantes. Un
capón, una gallina, o un pato, son el alimento ordinario de los hombres ricos, pero si tan
sólo observamos su alimentación, nada sería más repugnante. Otras carnes, que son las
más codiciadas por los glotones, si se contempla con que se nutren esos animales, nos
causarían un asco. La lamprea, que era la delicadeza de los romanos, se alimenta solo de
barro y lodo. No hay carne más pura y limpilimpiaa que el pan, hierbas,
hierbas, y el agua,
agua, la comida de
los penitentes.
Porque estrecha es la esfera de nuestros placeres, los cuales, además del poco tiempo
que soportan, se mezclan con el ajenjo de muchos dolores y penas, que les acompañan,
preceden y les si sigguen. A través de cuántos pelipeligros
gros y dificu
dificult
ltades
ades pasa el pecador a
menudo para ganar su malvado deseo? Y en la misma posesión de él, ¿cuántos
sobresaltos le punzan el corazón? Y después ¿Cuánta pena tiene de lo que tanto deseó?
Y ¿cuántas enfermedades bien largas y dolores muy pesados resultan por lo que duró un
165
momento? Comparemos nuestros placeres con los dolores que les siguen, y
encontraremos cuán lejos están de superar a los dolores. Los varios tipos de placer que
pueden tener en el tacto no ex
exceden
ceden a dos o tres; pero los disti
distintos
ntos tipos
tipos de dolor
dolor son
innumerables, el dolor de la ciática, la piedra, la gota, dolor de muelas, dolor de cabeza,
etc. además de otros innumerables dolores, más intensos y terribles, que siguen a las
torturas inventadas
comparación por los
con el dolor tiranos.
sufrido por El mayor placer
la separación de miembro,
de un los sentidoso el no tiene
dolor ninguna
sufrido por
aquel que tiene la gota, ciática, o alguna enfermedad violenta en las extremidades.
III. Bien puede verse la pobreza y la insuficiencia de los placeres de la vida, por lo que
procura nuestro apetito
apetito ensancharlos,
ensancharlos, inventando nuevos y artifi
artifici
ciales
ales entretenimi
entretenimientos,
entos,
que, por sus multitudes, puedan suplir la mengua de su pequeñez. Bien se puede ver el
cansancio de esta vida por todos nuestros esfuerzos, pues se buscan para ella tantos
descansos y alivios. ¿Cuántos tipos de telas curiosas se han tejido para complacernos en
nuestras prendas? ¿Qué diversidad de camas y sofás se han fabricado para descansar?
¿Qué sillas, literas, y coches con un costo excesivo, no se han usado, y con tanto orgullo
yquien
prisa,lacuando
disfrutasedesabe de alguna
último, invención
aunque su uso de
no estas, que se estiman
sea necesario. a sí mismos
El obispo infeliz
de Pamplona,
historiador
historiador de CCarlos
arlos V, escribe
es cribe (Fra. P ruden. De Sandovalr
Sand ovalr,, Hist, de Carlos V, part.
par t. 2, 1.
28, sec. 36), que en el año 1546 no había aún coches en España; y habiendo venido uno
a ella en tiempo de este rey, salían las ciudades enteras a verle, admirándose de él como
de un centauro o un monstruo. Y ahora ¿qué cosa más ordinaria? Agradó tanto esta
invención, pues era para descansar, que en pocos años las personas de condición muy
común comenzaron a utilizarlos; de tal manera que muy poco tiempo después, fue
necesario prohibirlos: que es más de extrañar si tenemos en cuenta que un poco antes,
fue utilizado por las personas más eminentes. Escriben del Duque de Medinasidonia, que
por su ri riqueza
queza y nobl
nobleza
eza fue uno de los más grandes de España, que cuando él y la
duquesa fueron a visitar a Nuestra Señora de Regla, un santuario de gran devoción en
Andalucía, se fueron en un carro tirado por bueyes, esto fue en el año 1540. Poco
después, dentro de los cinco o seis años, el coche del que hemos hablado vino a España,
y a los nueve o diez años había una multitud de ellos tal, que por un edicto público, en el
año 1577, se prohibió todos los coches con dos caballos, por ser tanta la gente de
condición inferior que los utilizaba, con gran destrucción de la hacienda, de la caballería y
en perjuicio de la honestidad. Con tanta prisa busca nuestro apetito humano lo que
concibe cómodo, buscando con artificio en lo que parece anduvo corta la naturaleza. Lo
mismo ocurrió, como informa Dion Casio, con las literas, que fueron traídas en Roma en
la época de Julio César; pero rápidamente, como informa Suetonio, fue necesario por el
mismo Julio César prohibirlas.
Lo mismo ocurre con la ropa costosa, por lo que es desorden de nuestra malicia, que
Tulio duda cuál de estas cosas es más indecente al ser del hombre, si el uso de los coches
o la curiosidad de las prendas de vestir, y llama a los dos insolentes y descarados; y
verdaderamente, lo son en no pocos el modo cómo usan de estas comodidades. El
166
mismo Cicerón dijo que los soldados romanos contaron sus brazos como miembros de
sus órganos, debido a que no eran menos problemático la pérdida de uno que del otro.
La misma cuenta hacen muchos de sus prendas limpias y elegantes, y no menos sienten
que si le tocan su ropa, que si tuvieran un miembro roto. Macrobio escribe de Quinto
Hortensio, un senador romano, que tanto cuidado ponía en el ornato y aseo de sus
prendas
acomodaba de vesti
vestir
r que se su
a perfección mi
miraba
raba todoUna
vestido. en un
vezgran espejo
siendo hecho
cónsul, a propósito,
propósien
y entrando to, ely Foro
dondecon
se
toda formalidad bien vestido, solo porque un colega, en una gran multitud de personas,
por casualidad
casualidad le trastornó un poco los pli
plieg
egues
ues de su vestido, que juzgó por delito
delito capital
e inició una acción contra él, que los romanos llamaron de injuria, como si se hubiera
roto el brazo o algún otro miembro. ¿Qué diré de los adornos tan costosos y tontos, que
aun el mundo parece condenarlos, la mezcla de especias en los guisados para el gusto, las
confecciones de suaves pastas y perfumes para el olfato; las melodías de varias músicas
para el oído; las amenidades,
amenidades, pinturas
pinturas y espectáculos
espectáculos para la vista,
vista, cuyo entretenimi
entretenimiento
ento
se ha procurado, aun derramándose sangre humana, en los gladiadores de Roma y toros
de España? Toda esta máquina de gustos que ha inventado el apetito es clara señal de su
carencia, pues tanta multitud no le llena, ni igualan tantos contentos artificiales a los
dolores naturales.
Por cosa tan poca se pierde lo que es tan grande como la eternidad. Por esto rasgamos
la ley de Dios en nuestros corazones, y desagradamos a nuestro Redentor, el cual nos
recompensaría con grandes favores del cielo el desprecio de estos placeres pobres y
transitorios de la tierra. Porque si no vamos por lo tanto, a despreciarlos por lo que son
en sí mismos, vamos al menos, a mortificar nuestros afectos por lo que él nos da, y
porque es más ag agradabl
radablee a Di
Dios,
os, y útil
útil para nosotros, como se verá en esta histori historiaa
relatada por Glicas (Glycas et ex eo Rad. in Aula Sancta, cap. 13). Un cierto anacoreta
había vivido cuarenta años en el desierto, se retiró completamente del mundo, y
aplicándose a sí mismo para la salvación de su alma, con gran observancia de su
profesión.
profesi ón. Le vino
vino un deseo por saber si en el mundo había igual grado de sus
merecimientos, y así rogó a Dios que se lo revelase, y agradó a su Divina Majestad
acceder a su petición, y le fue respondida desde el cielo que el emperador Teodosio, a
pesar de que él era el dueño de la mayor glori gloriaa del mundo, sin
sin embargo,
embargo, no le era ni
inferior ni en el humillarse, ni el vencerse a sí mismo. El ermitaño con esta respuesta
movido por Dios se fue luego a hablar con el emperador, donde se encontró con fácil
acceso al emperador por su fama de santidad, y el religioso emperador era tan humano y
tan amigo de los siervos de Dios y monjes, que halló modo con que hablarle y saber de él
sus santos ejercicios. En un primer momento sólo le dio a conocer las virtudes comunes,
que daba grandes limosnas, que llevaba cilicio, que ayunaba a menudo, que observaba la
castidad conyugal, y procuraba hacer justicia. Estas virtudes parecían bien al ermitaño,
especialmente en una persona así; mas juzgó que todo esto había él hecho con mayor
perfección, pues había renunciado
perfección, renunciado a todo por Cristo,
Cristo, y dejado todo su patrimoni
patrimonio,
o, que
era más que dar limosnas; a mujer no había conocido en toda su vida, que era más que
observar la castidad conyugal; nunca hizo a nadie lesión o injusticia alguna, que era más
167
que hacer guardar la justicia que deben llevar los otros; su cilicio y ayunos de todo tipo
de golosinas eran continuos, que era más que abstenerse algunos días de la carne. Por lo
cual, en conjunto insatisfecho, importunó aún más al emperador, rogándole que no le
ocultara nada, que era la voluntad divina que supiese de él lo que hacía, y que, para eso
le había enviado a él Dios. El emperador entonces le dijo: "Sábete, pues, que cuando
asisto aa,las
presenci
presencia, carreras
aunque de mi
asisto,
asisto, caballos
mente yestá
espectáculos
ausente de en
esaselvanidades,
circo,
vani donde
dades, que, se requiere
a pesar mi
de que
mis ojos están abiertos, no los veo." El ermitaño se quedó asombrado de tan particular
mortificación de tan grande emperador, y percibió que cetros y púrpura no podían
obstaculizar a un príncipe devoto de la mortificación de sus afectos, y que merece mucho
con Dios Todopoderoso. Teodosio añadió: "También debes saber que yo me sostengo de
lo que gano con mis manos; porque yo transcribo algunos pergaminos en mi puño y letra,
que se venden, y el precio que se paga es para mi comida." Con este ejemplo de
pobreza, entre tantas riquezas,
riquezas, y de templanza
templanza en medio de tan grandes manjares, el
ermitaño quedó totalmente sorprendido, y aprendió, que la abstinencia de la facilidad y
los placeres de esta vida, fue lo que hizo que este príncipe religioso fuese merecedor de
la gracia del Señor. Así de perjudiciales son los placeres del mundo, que, aunque legales,
sin embargo, dificultan mucho nuestro provecho espiritual, y si son ilícitos, son la ruina
total de nuestras almas.
IV. ¿Qué, pues, diremos de la dignidad real e imperial, lo que parece, en el juicio
humano, abrazar toda la felicidad en el mundo, los logros, las riquezas y los placeres,
están contenidos en el mismo? ¿Cuán pequeño es un reino de la tierra, ya que toda la
tierra con respecto a los cielos no es más grande que un punto? Y, desde luego, ni los
honores, riquezas, ni los placeres, son mayores o más seguros de lo que hemos descrito.
Y aún todo esto, aunque corto, no lo goza seguramente: por lo cual dice San Crisóstomo
hablando de los emperadores de su tiempo (Hom. 66. ad. Popul.). "No mires a la corona
168
consumido por los celos. Este otro puso muerte a su único hijo. Este se quitó la vida,
reso por el tirano. Este mató a su sobrino, que había hecho compañero de él en el
imperio. Este, a su hermano. Aquel murió con veneno, y la copa le fue muerte, no
bebida; y a su hijo inocente sólo por lo que podía ser, acabó con su vida. De esos
ríncipes que siguieron, uno de ellos fue con sus esclavos, y carrozas, miserablemente
quemado avivo;
obligado y no Yesel posible
soportar. conreina,
que ahora palabras expresar
¿no tiene, lasque
desde calamidades quemuchos
fue coronado, se vio
roblemas, peligros, enfermedades, y traiciones? Pero no es así en el palacio del
cielo." Después de esta manera San Crisóstomo pinta sucesivamente la mayor fortuna
del mundo, la majestad imperial, la cual no puede dejar de ser pequeña; ya que es tan
infeliz, que sufre de no disfrutar de esos bienes frágiles de la tierra seguramente,
pereciendo
pereci endo sus poseedores antes que ell
ellos perezcan. P ero esto será de otro modo en el
cielo, palacio y casa de Dios, donde los justos han de reinar y gozar sin menoscabo ni
contrapeso de miserias de los bienes eternos, como en su lugar veremos.
Por último, vamos a aprender a partir de lo dicho, no admirar la grandeza de este
mundo, ni desear el beneficio de la misma; como enseñó San Espiridión a su discípulo
(Surius,
discípuloinllevar
vita Spirid.),
de las que le acompaña
cosas que veía, una vez a laadmiración,
causábale corte del emperador,
como jovense dejaba
de pocael
experiencia, ver la grandeza y el brillo de la corte, las ricas prendas de vestir, joyas y
piedras
piedras preciosas, mas lo que sobre todo le deslumbró fue la vista del emperador sentado
en su trono imperial, con tanto esplendor y majestad, casi lo puso fuera de sí. San
Espiridión, queriéndole corregir de su error, le preguntó (como si no lo supiera) cuál de
ellos era el emperador? Su discípulo, no entendiendo su intención, señalando con el
dedo, simplemente le dijo que era él. “¿Y por qué (respondió el santo) es este hombre
más de estima que el resto? ¿Es tal vez porque es más virtuoso? o es ¿porque él está
adornado con más brillo y esplendor exterior? ¿No se ha de morir, así como el
mendigo pobre y desconocido? ¿No se le ha de enterrar? ¿Es que no, así como el resto
de los hombres, ha de presentarse ante el Juez justo? ¿Por qué haces tanto aprecio de
las cosas que pasan, como de las que siempre duran? ¿Por qué te admiras de lo que no
tiene consistencia? Sería mejor para ti colocar tus ojos y tu corazón en las cosas
eternas e incorruptibles, y de éstas te enamores que no están sujetas a cambio y la
muerte."
El mismo discípulo de Espiridión, siendo ya obispo, viajó una vez con su maestro, que
era entonces también arzobispo de Trimitunte; y cuando llegaron a un lugar determinado
donde los campos estaban muy fértiles y agradables, el discípulo agradado de tanta
fertilidad, comenzó a pensar dentro de sí mismo la forma en que podría haber para
alcanzar alguna heredad en tan buena tierra para el beneficio de su iglesia. El santo, que
comprendía sus pensamientos, le dio esta dulce y suave reprensión: “¿Con qué propósito,
querido hermano, atormentas tus pensamientos con cosas tan vanas y de tan poca
sustancia? ¿Por qué deseas ahora con tanto ahínco tierras y viñedos que labrar y
cultivar? ¿No sabes que estas cosas son sólo un aspecto exterior, y dentro no son nada, o
al menos no valen nada? Tenemos una herencia en el cielo, que no nos pueden quitar; no
169
tenemos una casa hecha por manos de hombres. Cuida de aquellos bienes, y comienza
ahora, incluso antes de la hora, por la virtud de la esperanza a disfrutar de ellos. Porque
estos son tales que si una vez os hacéis señor y dueño de tal posesión, luego serás su
heredero eterno, y tu herencia nunca pasará a los demás. Póngase uno en el momento de
la muerte, y mire desde allí, por una parte, la pequeñez de todas las cosas temporales,
que
nuncadeja y se hay pasado,
se pasará, y por
descubrirá el otro cómo
fácilmente la grandeza de la eternidad,
las grandezas a la cual
y los productos entra,
de esta y
vida
no son dignas de admiración, y por su pequeñez y por pasar tan rápido, son más dignas
de risa que admiración.
170
171
tripas del vientre. Otros se curan con dieta extraña; comiendo serpientes, ratones,
gusanos y otros bichos repugnantes. Pero por encima de todo, la cura de Paleólogo II,
emperador de Constantinopla, fue la más cruel y extravagante; después de haber estado
doliente más de un año no encontró ningún otro remedio que matarse de pesadumbre?
Por lo que su esposa y sus sirvientes, que más deseaban su salud, al no tener medios
para restaurarle,
podía, procuró
afectándole. los por
Si los la misma
misma
remedios aún salud
saludtan
son nograndes
darle gusto
gusto en ¿cuáles
males, nada sino cuantos
serán los pesares
los males de
las enfermedades? La enfermedad de Ángelo Policiano fue tan vehemente que se
golpeaba la cabeza contra las paredes: la de Mecenas fue tan extraña que no dormía, ni
cerró los ojos en tres años enteros: el de Antíoco tan pestilente que su olor repugnante
contaminó a todo su ejército, y su cuerpo manaba gusanos. Considera aquí el final de
esta majestad real, cuando el mayor poder de la tierra no puede defenderse de tan malo y
despreciable enemigo. De la misma manera, Feretrina, reina de los Barceos, toda la carne
de su cuerpo se convirtió en gusanos y larvas que, pululan por todas partes, y por fin, la
consumió. Con razón entra el hombre en el mundo llorando, como adivinando las
muchas miserias que aun teniendo tiempo suficiente para padecerlas, le ha de faltar para
llorarlas; y por lo tanto comienza a llorar tan pronto.
II. Las pestes extrañas. ¿Qué diré de esas enfermedades pestilentes y extrañas que
han destruido ciudades enteras y provincias? Muchos autores escriben, que en
Constantinopla sucedió una plaga tan extraña, que les parecía a los que estaban
infectados con ella ser muertos por mano de sus vecinos, y cayendo en este frenesí,
murieron rabiando con el miedo y la imaginación que eran asesinadas por mano ajena.
Hubo en tiempo de Heraclio una peste tan mortal en Rumania, que en pocos días
muchos miles de personas murieron; y la mayor parte de los que se enfermaron se
arrojaron al río, para mitigar el exceso de calor que, como un fuego, quemaba sus
entrañas. Tucídides, un autor griego, escribe, que en su tiempo había una corrupción del
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sudando un olor pestilente, morían dentro de las veinticuatro horas. Y aunque este mal
comenzó en el Oeste; se extendió posteriormente por Alemania, y ardió con tal furia,
como si quisiera extirpar toda la humanidad; porque antes de que se pudiera encontrar
algún remedio, murieron tantos miles de personas, que muchas ciudades y provincias
quedaron desiertas. Tal era la putrefacción del aire, que no dejó casi nadie vivo; y los
pocos
cruces que quedaron,
rojas. en señal
Se escribe, que de
erapenitenci
penitencia,
a, y para
tan violenta en evitar la
la iraque
Inglaterra, de Dios, se señalaban
no sólo con
los hombres
murieron, pero los pájaros dejaron sus nidos, huevos y sus crías; las bestias salvajes
abandonaron sus madrigueras, y se observaron las serpientes y los topos andando juntos
en bandas, no pudiendo soportar el veneno encerrado en las entrañas de la tierra; y
muchas criaturas fueron encontradas muertas en montones bajo los árboles, sus cuerpos
desfigurados de llagas. En el año 1546, el último de mayo, se inició en Stix, una ciudad
de Provenza, una peste más mortal, que duró nueve meses, en el que murió un número
infinito de personas de todas las edades; de tal manera, que los cementerios estaban tan
llenos de cadáveres, que no había lugar libre para enterrar a los demás. La mayor parte
de los infectados, el segundo día se volvían frenéticos, y se lanzaban por las ventanas o
en los pozos; a otros daba un flujo de sangre en la nariz, tan fuerte como un arroyo,
muriendo instantáneamente. El mal era tan grande, que los padres abandonaron a sus
hijos, y las mujeres a sus maridos; las riquezas no los preservaba de morir de hambre,
una taza de agua algunas veces no se encontraba por ningún dinero. Si encontraban por
casualidad qué comer, la furia de la enfermedad era tal, que a menudo morían con el
bocado en la boca. El contagi
contagio se hizo
hizo tan grande, por estar el aire de la ci ciudad
udad tan
corrompido por el calor grave de este mal pestilente, que a cualquier miembro que
llegaba el vaho y aliento se levantaban grandes ampollas y llagas mortales. ¡O qué forma
monstruosa y horrible es de oír la relación del médico que fue designado para la cura y
gobierno de los enfermos! Esta enfermedad, dice él, era tan aguda y perversa, que no
había medicamentos para impedirla; mató y destruyó todo a su paso, de tal manera, que
el único remedio, que las personas infectadas esperaban, era la muerte, y de esta manera
esperaban la forzosa partida del alma y la separación de los queridos amigos y
compañeros. Lo cual él afirmó muchas veces haber visto hacer a muchas personas;
especialmente en una mujer, que, llamándolo a su ventana, para pedirle algún remedio
para su mal,
mal, le vio cosiendo su mortaja,
m ortaja, y no mucho después, los que fueron nombrados
para enterrar a los muertos, entraron en la casa, encontrándola
encontrándola tirada
tirada en el suelo,
suelo, su
mortaja aún sin terminar. A todo esto está sujeta la vida humana. Que aquellos, por lo
tanto, que tienen salud y alegría, tengan miedo a lo que pueda ocurrirles.
III. Las hambrunas notables. El hambre no es menos miseria de la vida del hombre
que la peste, que no sólo las personas particulares, sino que provincias enteras, a menudo
han sufrido. Tal fue la que afligió a los romanos después de la destrucción general de
Italia, cuando Alarico, archienemigo de la humanidad, cercó a Roma. Los romanos
llegaron a tal pobreza, hambre y falta de todas las cosas, que los hombres consumen a
menudo, que comenzaron a alimentarse de los caballos, perros, gatos, ratas, lirones, y
173
otros bichos que podían haber, y cuando éstos faltaron, se comieron unos a otros. ¡Cosa
cierto espantosa y horrible de la naturaleza humana, que cuando Dios nos pone en estos
estrechos, nuestra necesidad nos obliga a alimentarnos de nuestra propia especie! Más
aún, los padres no perdonaron a sus hijos, ni las mujeres aquellos a los que habían dado
a luz. Lo mismo ocurrió en el sitio de Jerusalén, como Eusebio relata en su historia
eclesiástica.
de entrar en En el sitiolos
la ciudad, de habitantes
Numancia,cayeron
cuando en
Escipión habíatancortado
tal hambre mortal todas
y tan las maneras
canina, que
cada día iban a cazar romanos, como quien va a cazar bestias salvajes, para comérselos;
de modo que tan sin asco comían de las carnes de los romanos y bebían la sangre, como
de un manantial y de un cabrito o carnero la carne. A ningún romano perdonaban, y el
que les venía a las manos luego era degollado y hecho cuartos, y vendidos por piezas en
bolsas
bolsas en la carnicería; de tal manera, que la carne de un romano muerto era de mayor
valor que el rescate de un ser vivo. En el cuarto libro de los Reyes, se hace mención de
una hambruna en Samaria, en el tiempo del profeta Eliseo, que excedió a esta. La falta
de comida era tan grande, que la cabeza de un asno fue vendida por ochenta piezas de
plata,
plata, y la cuarta parte de una pequeña medida
medida de estiércol
estiércol de palomas
palomas por ci cinco
nco
monedas detodos
consumado plata.
los Lo más lamentable
mantenimientos, e inhumano
las mujeres fue, aque
se comían sus después de haberse
propios hijos; y una
mujer se quejó al rey de Israel, que su vecina había roto un acuerdo entre ellas, que era,
que primero se comían a su niño, y acabado de comer aquel comer el de la vecina. "Lo
cual (dice ella) yo lo cumplí, y ya hemos comido el mío, y ahora ella ha escondido el
suyo, y me niega mi parte." A la cual oyendo el rey, rasgó sus vestidos, y sintió un dolor
indescriptible. Josefo (Joseph. 1. 7, de Bell. Judai. c. 3), en el séptimo libro de la guerra
de los judíos, relata una historia muy parecida a ésta, pero ejecutada con más furia y de
una manera más extraña. Hubo, dice que, en Jerusalén, cuando fue sitiada, una señora,
rica y noble, que había escondido, en una casa de la ciudad, la mayor parte de su
riqueza, y vivía con moderación y con gran regulación. Esto no lo pudo hacer en sana
paz; pues los soldados
soldados y gente de la guarnici
uarnición
ón le quitaron
quitaron en poco tiempo
tiempo lo que tenía
tanto en casa y fuera; y si le llegaba algo a ella o lo mendigaba luego se lo quitaban de las
manos y le sacaban el bocado de la boca. Viéndose, pues morir de hambre y sin remedio
alguno para su necesidad, y sin consejo que bueno le pareciese, ella comenzó a armarse
en contra de las leyes de la naturaleza, y mirando al bebé que colgaba de su pecho, ella
gritó de esta manera: "Oh hijo infeliz de una madre más infeliz ¿cómo voy ahora a
disponer de ti? ¿dónde te guardaré? Las cosas están tan mal, que, aunque yo te salve la
vida has de ser esclavo de los romanos; mejor será luego mi hijo, que tú ahora
mantengas y sostengas a tu madre, y pongas temor a esos crueles soldados, que no me
han dejado otra manera de subsistir; y seas ejemplo de piedad a las edades futuras, y
muevas a lástima los corazones de los que están por nacer." Acabadas estas palabras
cortó la garganta de su tierno bebé, lo dividió en dos partes, asó la mitad y se la comió, y
guardó el resto para otra comida. Luego terminada esta lamentable tragedia, llegaron los
soldados y sintiendo el olor a carne asada, comenzaron a amenazar a la mujer con la
muerte si no les mostraba la vianda. Pero ella, distraída por la rabia y el horror de su
174
acto, y deseando nada más que acompañar a su hijo muerto, sin miedo, y sin vergüenza
en absoluto, les respondió de esta manera: "La paz, amigos, vamos a compartir como
hermanos" y dicho esto, fue a buscar la mitad del niño, y la puso sobre la mesa delante
de ellos. De tal vista tan espantosa los soldados, sorprendidos y confundidos, sintieron
gran horror y compasión en su corazón, que no eran capaces de pronunciar una palabra.
Pero, por elycontrario,
voz ronca ella mirándolos
desentonada con manera:
habló de esta un semblante
"¿Quésalvaje, lleno
es esto, de furia¿no
señores?, y con
es una
mi
fruto?, ¿no es este mi hijo, el fruto de mi propio cuerpo? ¿Esta no es mi maldad? ¿Por
qué entonces no coméis, pues yo comí de primera? ¿Acaso sois más escrupulosos y
asquerosos que la madre que le dio a luz? ¿No comeréis de lo que comí primero y
comeré otra vez con vosotros?" Pero, no pudiendo ellos ver cosa tan horrible, huyeron, y
dejaron sola a la desgraciada madre con lo poco que quedaba de su hijo, que era todo
cuanto en suma le había quedado de todos sus bienes.
No es menos horrorosa que las histori
historias
as relatadas
relatadas que la que vamos a añadir
añadir. Está
escrito por William Parrain, un hombre de gran aprendizaje y diligencia, en un tratado de
las cosas memorables de su tiempo. Se refiere así: En el año 1528, sucedió en Francia
que por tres un
resultó años a causa
hambre tandeespantosa,
las muchasquelluvias el trigo no
los hombres ibanpudo llegaraa cazar
armados sazonar, de lo
personas
para comerlas, y se descubrió
descubrió que en algunos
algunos mesones daban por comida
comida carne humana
a los pasantes. Era cosa lastimosa el ver en cada momento personas caídas en el suelo
que por su debilidad no podían mantenerse en pie y oír por todas partes: ¡Tengo hambre!
¡Ay que me muero de hambre! Daba compasión el ver pasar a bandadas hombres, niños,
mujeres, familias enteras buscando algo que comer, tan pálidos y secos, que parecían
esqueletos ambulantes o retratos de la misma muerte. A aquella calamidad siguió otra
muy grande, porque la gente para no perecer de hambre comían toda clase de hierbas, y
llenaban la panza de cualquier cosa, proviniendo de ello las más fuertes indigestiones,
hinchazón del vientre, con una muchedumbre de enfermedades y muertes que daba
espanto el presenciarlo.
IV. Males de la guerra. Más grande que todas estas calamidades es el de la guerra,
que, de los tres flagelos de Dios, con que castiga reinos, es la más terrible, ya que es
comúnmente seguida por los otros dos, como por que trae consigo mayores penas y, lo
que es peor, mayores culpas, de las cuales carece la peste, en los que todos se esfuerzan
por reconcili
reconciliarse con Dios,
Dios, e inclu
incluso
so los que están con salud.
salud. La peste es enviada
enviada por
Dios, que es todo bondad y misericordia, sin pasar por las manos de los hombres como
vienen las guerras. Por lo cual, David tuvo por misericordia que su pueblo padeciese la
peste y no la guerra, porque juzgó
juzgó que era mejor caer en las manos de Dios Dios que de los
hombres. El hambre también, a pesar de que trae consigo algunos pecados, sin embargo,
disminuye otros;
tanto orgullo porque aunque
y vanidad; la acompaña
ni tampoco permitemuchos
tantas robos,
clases sin
de embargo, no consiente
vicios como son los
ocasionados por la guerra. Para representar las calamidades de la guerra, será suficiente
para ejemplo
ejemplo al
alggunos de los
los que se han infli
nfligido a Alemania
lemania en nuestros propios tiempos
175
en estas últimas guerras con la venida de los suecos. Un libro entero salió en Inglaterra
que tiene solo por argumento contarlas y no las pudo referir todas; y yo me limitaré a
recoger algunas pocas de ellas, dejando aparte aquellos lugares que fueron despoblados y
quemados, de los cuales había dos mil pueblos sólo en el ducado de Baviera. Las
crueldades, que los soldados conquistadores infligían a la gente pobre eran inauditas,
porque los vencidos
sus tormentosvenci
eradosatar
lesun
dijesen
dijesen
trozo dónde hall
hallarían
de cuerda sobreque
susrobar,
robar, y siy no
frentes, conlosunmataban. Uno de
palo a modo de
tornillo les apretaban las sienes hasta que brotaba la sangre, y a veces se les saltaban los
ojos. Otros fueron lanzados a los pisos de sus casas, o extendidos sobre una mesa, atadas
las manos y los pies, y luego les echaban perros y gatos hambrientos, para que les
comiesen las vientres y se alimentasen de sus entrañas. Otros eran colgados de las manos
a cierta distancia del suelo, y encendían un fuego debajo de ellos. A otros les cortaban la
nariz y las orejas con cinceles y las utilizaban en sus cascos o bandas, teniendo por gran
galantería el mayor horror que causaba su crueldad, preciándose de más hombre quien se
mostraba más fiero. Para otros, no echaron agua en la boca por un embudo hasta que
habían llenado sus cuerpos como una cuba, y luego se sentaron o estampadas sobre ellos
hasta que hicieron el chorro de agua de la boca y la nariz. Otros eran atados a un poste y
desollados vivos, como a San Bartolomé. A algunos arrancaron trozos de carne con unas
tenazas; y a otros los dividían, descuartizándolos vivos. Forzaban a las mujeres, y
después les cortaban los brazos. Muchos eran tan bárbaros como para comer los niños;
así cogiendo a un niño pequeño de los pies, y sosteniéndole por una pierna con su mano
izquierda, le arrancaba la otra pierna con la derecha, y se la comía y chupaba la sangre
de ella. A los cautivos y presos no solo le ataban sus manos, pero les hacían agujeros a
través de sus brazos, y les atravesaban cables a través de ellos, y los arrastraban después
de sus caballos, a los cuales daban de comer en los vientres de los cuerpos de los
hombres, que después de haber sacado sus entrañas, servían como pesebres para
alimentar a sus caballos. Robaron todo, mataron y quemaron los hombres en sus casas, y
a algunos magistrados importantes, cuyas vidas salvaron, hacían los más viles soldados
servir, con la cabeza descubierta, a las mesas. Muchos, que no podían ver ni soportar
esas miserias, se envenenaban a sí mismos; y diversas doncellas, para escapar de la
lujuria de los soldados, se echaron de cabeza a los ríos, y se ahogaron.
A estas miserias de la guerra se añadieron la peste y el hambre. Los que huyeron del
enemigo murieron de la peste o el hambre en los campos abiertos; y no había quien los
enterrare, pero los perros y las aves rapaces, se alimentaban de ellos. Ni los que morían
debajo de tejado tenían sepultura más honorable, porque las ratas y alimañas, también se
los comían; pero vengábanse de este agravio los hombres, porque el hambre fue tal en
muchas partes, que se comían los ratones, de los cuales había carnicería, y se vendían
por muy buen precio.
precio. Esas ciudades
ciudades fueron estimadas
estimadas feliz
feliz de que tenía este tipo
tipo de
carnes para vender: en otros lugares no había nada, pero en otras no valía nada sino la
diligencia de cada uno. Carne de caballo era una gran golosina, y se estimaban a sí
mismos muy afortunados quien comían de éste. Ciertas mujeres encontraron un lobo
muerto, todo podrido y lleno de gusanos, y se alimentaron con él como si fuere una torta.
176
Los cuerpos de los malhechores que pendían de las horcas no estaban seguros; ni
tampoco se escapaban los muertos que enterrados en sus tumbas; eran robados en la
noche para sustento de los vivos. Tampoco eran libres de este peligro los que estaban
vivos, porque se conoció de dos mujeres que mataron a una tercera, y se la comieron.
Después de tales ejemplos recientes, no sería necesario llamar a la memoria las
calamidades de guerras
que son inherentes anteriores.
a la vida humana.Lo que se dice es suficiente para expresar las miserias
V. Miserias ocasionadas por los afectos humanos. Por encima de todo, la mayor
calamidad de la vida del hombre no son la peste, el hambre, la guerra, pero las pasiones
humanas, no subordinadas a la razón. Por lo cual, dice San Juan Crisóstomo (Chrys.
Super Matth.) "Entre todos los males, el hombre es el más malo. Todo animal tiene un
mal que le es propio; mas el hombre es todos los males. Aún el diablo no se atreve a
acercarse a un hombre justo; pero el hombre se atreve a despreciarle." Y en otro lugar,
para el mismo propósito: (Hom. in Ascens.) " El hombre
hombre se compara con las bestias del
campo pero peor que ser comparado con una bestia es nacer bestia, porque no es culpa
el nacer unacon
comparado criatura sin uso
una bestia, de delito
es un la razón,
de lapero que eldehombre
voluntad, dotado
modo que de razón,
nuestras sea
pasiones
indómitas nos hacen peores que las bestias." No No es creíble lo que padecen los hombres
de los mismos hombres, de un envidioso, de un colérico y de cualquier apasionado. ¿Qué
hizo David pero sufrir de la envidia de Saúl? El exilio, el hambre, peligros, y la guerra. A
abot la codicia de Acab, le quitó la vida más rápido que se la quitara la peste. Elías fue
muy afectado por el deseo de venganza de Jezabel, más que si hubiera tenido la peste;
porque del mismo
mismo vivi
vivirr tuvo hastío. ¿Qué plag
plagaa o guerra, o las torturas eran como la
ambición de Herodes, que acabó con tantos miles de niños? ¿Qué contagio era más
mortal que la crueldad de Nerón, y otros tiranos, que se llevaron la vida de tantas
personas inocentes, para satisfacer
satisfacer sus gustos o fantasías? Por
P or eso dijo
dijo Tulio
Tulio (Cicerón de
finibus), " Nuestr
Nuestros
articulares, sinoosa familias
deseos son insaciables,
insaci
enteras, ables,
y aún y no asólo
arruinan todadestruyen a lasA partir
una república. personas
de
los deseos nacen los odios, las discordias, las sediciones, los pleitos y guerras ." ¿Qué
géneros de muerte y tormentos no ha inventado el odio y la crueldad humana? ¿Qué
suerte de venenos no ha hallado la pasión de los hombres? Orfeo Oro, Medesio,
Heliodoro, y otros autores, encontraron más de quinientas formas de administrar veneno
ocultamente; que desde entonces han sido aumentados por otros; pero respecto de lo que
se conoce hoy en día y se practica, fueron ignorantes; porque ya no hay cosa segura, ya
que el veneno se ha dado incluso en manos de amigos, cuando se reconciliaban. Sólo en
el sentido de la audición no ha encontrado una puerta para entrar la ponzoña; todo el
resto de los sentidos ha dominado: con el olor de una rosa, con la vista de una carta, con
el toque de un hilo, con el sabor de una uva, la muerte ha hallado una entrada.
No hay nada que cause más mismiseria
eria a un hombre que las pasiones,
pasiones, las cuales no le
perdonan a sí mismo.
mismo. El soberbio
soberbio se afli
aflige y consume por la feli
felicidad
cidad ajena; los
envidiosos se mueren por ver a un hombre dichoso vivo; el avaro pierde el sueño por lo
177
que no tiene necesidad; el hombre impaciente se daña las entrañas por lo que no le
importa, y el hombre colérico se arruina a sí mismo por lo que de ninguna manera le
concierne. ¿Cuántos, por no conquistar una pasión, han perdido su fortuna, su calma, y
sus vidas, tanto temporal y eterna? Testigo de esto es Aman, que deseaba más respeto a
él, que perdió su honor, la riqueza y la vida, y terminó en una horca. La ambición de
Absalón no descansó
misma manera, hasta
el amor que se colgó
desordenado de en un árbol
Amnón, le por
hizoelenfermar
pelo de primero,
la cabeza.flaco
De lay
páliido, hasta causarle
pál causarle una fiebre
fiebre ardiente,
ardiente, que al fi
finn le costó la vida.
vida. Fuera de esto, a
muchos han sido sus pasiones inmortificadas unos verdugos crueles, que les han privado
de repente sus vidas. Durabio escribe (Durab. Lib.. 2. Hist. Bohemi, e anno 1418), que
Wenceslao, rey de Bohemia, entró en una furia tan grande contra un cortesano por no
darle notificación oportuna de un alboroto levantado por Zizca en Praga, que fue a
matarle con sus propias manos; pero deteniéndole porque no manchase a la majestad real
con la sangre de su vasallo, le dio una apoplejía y murió inmediatamente. La muerte de
erva (Aurel. Viet, en Epítome Vitae Nervae.) fue igualmente por una cólera repentina.
Y Plinio escribe de Diodoro Crono, que de repente se murió de vergüenza, porque no fue
capaz deyresponder
alegría, a una pregunta
el amor, muchos propuesta
han muerto. Sólopor
voyEstibon.
a relatarA aquí
travésuna
dellamentable
miedo, el dolor, la
historia
escrita por Paulo Jovio (Jobius Lib. 39. Hist, sui temporis). Un hombre había vivido
mucho tiempo con tan gran escándalo, que el obispo de la ciudad le excomulgó a él y a
su amante, si vivían juntos. El hombre estaba tan ciego con su pasión, y despreciando la
orden del obispo, se fue en secreto un día para ver a su cómplice, mas ella arrepentida de
lo que había pasado, le reprendió su maldad, y le ordenó apartarse de su presencia y
nunca más verla. Pero él todavía seguía en su locura, y comenzó a llamarla ingrata e
indigna, y en una rabia, cruzando las manos, y levantando los ojos al cielo, como si fuera
a quejarse de su falta de bondad, cayó muerto, y en un momento perdió tanto su vida,
temporal y eterna, y su cuerpo no se le permitió ser enterrado en sagrado. Si, entonces,
nuestras pasiones desordenadas son tan perjudiciales para nuestra propia vida, ¿cuán
peliigrosas y perjudicial
pel perjudiciales
es son ell
ellas para la vida
vida de los demás? Ciertamente,
Ciertamente, que aunque
faltaran las demás desdichas humanas, son muy grandes las que las pasiones humanas
causan. Hay mucho que sufrir de las condiciones de los hombres; malos términos,
correspondencias desagradables, lesiones intencionales, e injurias perversas. ¡Todo el
hombre es miseria y causa de miserias! ¿Quién es tan dichoso que contente a todos, o
que no lo envidie nadie? ¿Quién es tan bienhechor que no tenga alguien que se queje de
él? ¿Quién hay tan liberal que no encuentra algún ingrato? ¿Quién hay tan estimado que
no lo desprecie algún murmurador? Los atenienses encontraron falta en su Simónides,
porque hablaba demasiado
demasiado alto: los tebanos acusaban a P anícul
anículo,o, que escupía demasiado:
los lacedemonios señalaban en Licurgo que andaba cabizbajo: los romanos pensaban que
Escipión dormía mal, porque roncaba alto: los Uticenses se escandalizaron cómo se
alimentaba Caton, porque comía demasiado rápido en ambos lados a la vez: los
cartagineses de Aníbal hablaban mal, porque iba con el pecho y estómago al descubierto:
los demás se rieron de Julio César, porque andaba mal ceñido. No hay nadie tan
178
ajustado, que no halle en él que reprender la envidia y mal afecto de otros, o la condición
extravagante.
Las mayores miserias son las que los hombres, por sus afectos sin freno, se causan a sí
mismos. Por esto dijo especialmente el Eclesiastés (cap. 4) esa notable frase, que supera
con creces todo lo que ha sido dicho por los filósofos referentes a la miseria humana:
"Alabé, dice, aque
otros a aquél los no
muertos más que
ha nacido, a los
ni ha vivos;
visto los ymales
juzguéque
porsemás dichoso
hacen quedelunos
debajo sol".y
Porque no hay nada que más ofenda a la vida humana que las locuras e impertinencias
de los hombres, y los odios, injusticias, violencias y crueldades causadas por sus pasiones
irregulares. Por lo cual hubo algunos filósofos, que viendo la naturaleza humana regida
por la pasión,
pasión, y no por la razón, aborrecieron en su totalidad
totalidad al género humano. Entre los
cuales, Timón de Atenas fue el inventor y el más apasionado predicador de esta secta;
porque no sólo
sólo se llamó a sí mismo
mismo el enemigo
enemigo capital
capital de la humanidad,
humanidad, pero confirmó
confirmó
sus palabras con sus acciones; porque él no conversaba ni habitaba con los hombres, sino
que vivía en el desierto entre los animales salvajes, lejos de barrios o ciudades; para que
nadie le visitase, y viviendo en aquel desierto, jamás quería ser visto, hablado ni visitado
de hombre,
por amistad sino fue de
o afecto, unporque
sino
sino capitánesperaba
ateniensey preveía
llamado(como
(cAlcibíades,
omo sucedió pero a éste no
después) trataba
de que un
día sería la ruina de su país y la destrucción de una multitud de hombres. Tampoco
estaba contento sólo con esta aversión a los hombres, pero estudiaba e inventaba todos
los medios posibles para destruirlos. Para esto puso muchas horcas en sus jardines, para
que todos los que estaban desesperados y cansados de la vida convenientemente se
pudieran
pudi eran ahorcar a sí mismos;
mismos; y que tiene ocasión algunos
algunos años después de hacer uso de
sus jardines para la ampliación de su casa, teniendo que quitar las horcas, se fue entonces
a Atenas, en donde sin vergüenza ninguna congregó a la gente para que escucharan su
discurso, asegurándoles que él tenía algo nuevo y de importancia que hablarles. Las
personas que estaban famili
familiarizadas
arizadas con su humor, esperando al alggo extraordinari
extraordinarioo que oír,
oír,
de buen grado
ciudadanos se reunieron
atenienses, paracierta
que por escuchar, y comenzó
necesidad que mea decir de esta manera:
ha sobrevenido quiero"Sabed
hacer
derribar las horcas de mi jardín; por eso, si alguno tiene necesidad de ahorcarse en mi
huerta, sea rápidamente" y así, sin más palabras, con esta oferta amorosa concluyó su
discurso, y regresó a su casa, donde terminó su vida con la misma opinión, siempre
filosofando sobre la miseria del hombre. Y cuando los dolores de la muerte vinieron
sobre él, aborreciendo la humanidad hasta el último suspiro, ordenó que su cuerpo no
fuese enterrado en la tierra por ser el elemento común en la que por lo general eran
enterrados los cuerpos de los demás, temiendo que sus huesos fuesen a estar cerca o ser
tocados por los hombres, aunque muerto, sino que se le sepultara al borde del mar, para
que la furia de las olas pudiera dificultar el acercamiento de los hombres a su sepultura,
en la cual mandó a grabar este epitafio, que refiere Plutarco: " Después de mi vida
desgraciada me enterraron en esta agua profunda, no desees conocer mi nombre,
lector, que Dios te confunda..." Faltó a este filósofo la fe y la caridad, y así no
distinguiendo entre la malicia del hombre y su naturaleza, tuvo más razones para
179
aborrecer que para amar. Sin embargo, con estas manifestaciones extravagantes nos dio a
entender cuán monstruosas son nuestras pasiones, y cuán aborrecidos sus vicios, y cuán
digno de odio es todo este mundo que se guía por la pasión, no por la razón. Y, desde
luego, todos los cristianos deben desear la destrucción de la pompa y el orgullo de los
hombres, como Timón hizo con su persona. Ahorcadas habían de estar toda galantería
superflua, placeres
rabia, cólera ilícitos, ostentación
desordenada, venganzas de riquezas,
injustas, títulos vanos
y pasiones de honor, envidia
desenfrenadas, que
todas estas
cosas deben morir y ser destruidas para que los hombres puedan vivir.
VI. Tantas son las miserias de la vida que no pueden ser contadas todas. La muerte,
que es llamada por Aristóteles el mayor de los males, es por muchos estimada un mal
menor que la vida, porque vence la multitud de los demás la grandeza de éste; y, por lo
tanto, muchos han pensado que es mejor sufrir la mayor, que es la muerte, que sufrir
tantos, aunque menos, que hay en la vida. Por esta razón se llama la muerte el último y
gran médico, ya que, aunque en sí mismo es el mayor mal, cura todos los demás, y por
lo tanto prescribe para consuelo de los males de la vida como remedio eficaz la memoria
de la todos,
para muertepor
queser
haeldemi
macabar
iedo a con todo. Pero
la muerte debido, ya que
tan natural,
natural esto no
contarse es lconsuelo
entre general
as miserias
miserias de la
vida los muchos peligros y formas de muerte, no tuvieron que dar otro remedio ni
consuelo muy grandes filósofos, sino desesperar de remedio, como lo hizo Seneca,
cuando un gran terremoto ocurrió en su tiempo en Campania, en Pompeya, una ciudad
famosa, y diversas otras ciudades fueron hundidos, y muchas personas murieron, y el
resto de los habitantes, enloquecidos por el miedo y el dolor, huyeron de su país como si
hubieran sido desterrados, les aconsejó que volvieran a casa, y les aseguró que no había
remedio para los males de esta vida; y que los peligros de la muerte eran inevitables. Y
en verdad, bien considerado, qué seguridad puede haber en la vida, cuando la tierra, que
es la madre de los vivientes, no es fiel a ellos, y brota miserias y muerte, incluso de
ciudades
está, y susenteras? ¿Quésólidas
partes más puede tiemblan?
haber de seguro en sólo
Si lo que el mundo, si el ymismo
es inmóvil mundo
fijo para no loa
sostener
los vivos, tiembla de terremotos; si lo propio de la tierra, que ha de ser firme, eso pierde
y se vuelve inestable, ¿dónde podrá hallar refugio nuestros temores? Cuando el techo de
la casa tiembla, podemos huir a los campos; pero cuando el mundo se tambalea, ¿a
dónde vamos a ir? Cuando el fundamento de las ciudades tiembla y se despedaza ¿por
dónde podremos salir? Las ciudades se resisten a sus enemigos con sus muros; en las
tempestades se encuentra refugio en los puertos; los techos de las casas nos defienden de
las lluvias y las nieves; en el momento de la plaga podemos cambiar de lugar; pero de
toda la tierra ¿quién podrá huir? Por esta razón Seneca dijo, no hay un remedio que nos
pueda servir
servir de consuelo
consuelo en nuestros males; porque es necio
necio el temor sin
sin esperanza. La
razón destierra al miedo en los que son prudentes; y a los que no lo son la desesperación
del remedio les da una especie de seguridad, por lo menos quitar el miedo. Quien quisiere
no temer nada, piense que todas las cosas son de temer. Mire qué cosas pequeñas nos
ponen en pel
peliigro; incluso
ncluso aquell
aquellas que sostienen
sostienen la vida
vida son emboscada para nosotros.
180
Comida y bebida, sin las cuales no podemos vivir, vienen a quitar el mismo vivir. No es,
por tanto, sabiduría
sabiduría temer ser tragado
tragado por un terremoto, y no temer la caída de una
baldosa.
baldosa. En la muerte todo tipo
tipo de morir
morir es igual.
ual. ¿Qué importa que una sola
sola piedra
piedra te
mate, o toda una montaña te oprima? La muerte consiste en las almas dejar el cuerpo,
que sucede a menudo por accidentes leves.
Pero los para
consuelos cristianos,
temer,en que
todosson
los una
peligros y miserias
buena de laesperanza
conciencia, vida humana,
de latienen otros
gloria, la
conformidad con la voluntad divina, y la imitación y el ejemplo de Jesucristo. Con estas
cuatro cosas él en la vida tendrá mérito, y seguridad en la muerte, y en la vida y la
muerte consuelo, y recompensa en la eternidad. Justo Lipsio estando muy oprimido en su
última enfermedad, de que murió, algunos de los que estaban presentes trataron de
consolarlo con algunas razones filosóficas y sentencias de los estoicos, en las cuales
había estudiado tanto aquel erudito varón, como se ve en su libro de la introducción a la
filosofía estoica; a quien le respondió de este modo muy cristiano: "Vanos son todos esos
consuelos;" y apuntando a una imagen de Cristo crucificado, dijo: " Este es el verdader
verdaderoo
consuelo y la verdadera paciencia." Y luego, con un suspiro que le salía desde el fondo
de
Estesuconsuelo
corazón,hemos
dijo: " Mi Señor
de tener losy redimidos
Salvador por
Jesucristo, dameSeñor,
tan amoroso la pacienci
pacienciaa cristiana.
teniendocristi ana.
en cuenta
que nuestros pecados son mayores que los dolores de esta vida, y que el Hijo de Dios ha
sufrido mucho mayores, estando libre de todo pecado, que mereció convertir las miserias
de esta vida, que ocasionó el pecado, en que fuesen instrumentos de satisfacción por los
mismos pecados; sacando del veneno un bien y convirtiendo la ponzoña en antídoto.
También podemos extraer de lo dicho, lo injusta que fue la queja de Teofrasto, de que
diese la naturaleza una vida más larga a muchas aves y animales que al hombre. Si
nuestra vida fuera menos problemática tendría alguna razón; pero al estar tan llena de
miserias, muchos más bien podrían tener por venturosa la vida más corta. Por lo tanto,
San Jerónimo dice a Heliodoro, es mejor morir joven y morir bien, que morir viejo y
morir mal. Siendo
ser próspera, y queforzoso este viaje,
al fin llegue la felicidad
al puerto deseado.deSan
ellaAgustín
no consiste en ser larga,
dice (August. Sup sino en
Joan.),
Que morir es ser aliviado de esas cargas pesadas, que tenemos en esta vida; y que la
felicidad no es dejarla en la tarde de la vejez, sino que en el tiempo de dejarla no nos
carguen otra mayor. Viva un hombre diez años, o mil, la muerte (como dice San
Jerónimo) le da el título de feliz o desgraciado. Si vive mil años de triste vida, gran
desventura será; pero mayor lo será si los vive de vida mala, aunque sea muy alegre; y
por lo tanto, suponiendo
suponiendo tantas miserias
miserias,, no nos podemos quejar de Dios Dios por habernos
dado una vida corta, sino de nosotros mismos haberla hecho una mala vida. Por último,
como dice San Ambrosio (Serm. Quadrages.), Nuestra vida está cercada de tantas
miserias, ya que la muerte parece más bien un refugio para los males que un castigo.
Dios tuvo que hacerla breve, para que sus aflicciones y desgracias, a las cuales no
pueden hacer contrapeso las aleg
alegrías
rías de la tierra,
tierra, con la brevedad del tiempo
tiempo quedasen
menos pesadas. Al menos si esta vida, con tantas miserias, no nos descontenta, sin
embargo, conténtenos más la eterna, con todas sus felicidades, y no hagamos menos por
181
la vida inmortal del cielo, que lo que hacemos por la mortal de la tierra. Y así como dice
San Agustín (August. Tract. 5. in Joan hom. 57), "Si corres cien mil por esta vida,
¿cuántos mil convendría correr por la eterna?; y si te das prisa para obtener unos
ocos días inciertos, ¿cómo te convendría correr por la vida eterna?"
182
183
anciano se enoja fácilmente, sosegase difícilmente, cree rápidamente, es lento para ser
desengañado, es codicioso, avaro, de mal humor, difícil de soportar, siempre
quejándose, rápido en hablar, lento en oír, admira lo que ha pasado, desprecia lo que
es presente, suspira, se aflige, languidece, y siempre está enfermo."
También puedes apreciar qué es el hombre por la materia de que se hizo y en lo que ha
de
másterminar. Al primerdehombre
viles y groseros Dios lo un
todos. Incluso hizopagano,
de arcilla, mezclando
Plinio, habla enentre
esta símateria:
los elementos
" Es un
tema de compasión, o mejor dicho de vergüenza, el pensar cuán frívolo es el origen del
animal soberbísimo sobre todos, esto es, el hombre; pues a menudo es causa de aborto
el olor de un candil recién extinguido. De estos principios nacen los tiranos: de estos
un ánimo carnicero y cruel verdugo. Tú, que confías en las fuerzas del cuerpo, tú que
tomas con dos manos los dones de la fortuna, y no solo te tienes por su alumno sino
or su hijo, cuyo pensamiento tienes puesto en grandes victorias; tú que te tienen por
dios, hinchándote con cualquier suceso, mira que pudieras haber perecido con otro
tanto, y ahora puedes aún morir con la mordedura de un diente de una serpiente, o,
como el poeta Anacreonte, ahogado con la semilla de una uva, o bien, al igual que
Fabio,
Esto es el
de senador romano,
Plinio, que no sóloasfixiado
asfixi ado con
admiraba un pelo
la bajeza de atragantado
la naturaleza en
del un vaso de
hombre, peroleche."
de la
facilidad de su fin.
Considera también en lo que termina el hombre. "El hombre mientras vive (dice el
papa Inocencio,
Inocencio, lib 3. c 1) engendra
engendra piojos
piojos y lombrices;
lombrices; cuando está muerto, larvas y
gusanos; mientras vive, no produce más que estiércol y vómitos; cuando está muerto,
podredumbre y hedor; vivo,vivo, solo
solo puede engordar
engordar a un hombre, mas muerto, a una
multitud de gusanos. ¿Qué cosa más asquerosa hay que un cadáver humano? ¿Qué cosa
más horrible que un hombre muerto? Cuyos brazos en vida eran agradables, y serán en
la muerte molestos solo su vista. ¿Qué aprovecharán las riquezas, banquetes, o delicias?
o nos liberarán de la muerte, ni nos defenderán de los gusanos, no quitarán nuestro
hedor. El que
una tumba incluso
oscura, y elahora
que seestá sentado
daba en un
un festín en trono de gloria,
una comedor después ahora
suntuoso, será arrojado
es comidoen
por los gusanos en un sepulcro
sepulcro oscuro." Todo esto es de este papa contemplati
contemplativo.
vo. San
Bernardo (Bern. Cap. 3. Meditat) también, teniendo en cuenta este fin desgraciado del
hombre, dice: " El hombr
hombree se convierte en no hombre.
hombre. Por lo tanto, ¿por qué er eres
es tú
orgulloso? Sabes que eras nada antes de tu nacimiento, una vil semilla, sangre cuajada
en el vientre, expuesto posteriormente al pecado y a las muchas miserias de esta vida,
después de la muerte serás alimento de los gusanos. ¿Por qué te llenas de orgullo,
olvo y ceniza, cuya concepción fue en culpa, cuyo nacimiento en miseria, cuya vida
es dolor, y cuya muerte necesidad? ¿Por qué engordas y adornas tu cuerpo con cosas
reciosas, que en pocos días va a ser devorado por los gusanos; y a tu alma no
adornas "
ángeles? con buenas obras, las cuales se han de presentar en el cielo ante Dios y sus
II. Además de que el hombre es una cosa tan poca, y compuesta de materia tan vil,
184
aun esta poquedad y vileza no tiene firmeza, ni consistencia, pero es un río de cambios,
una corrupción perpetua; y, como dice el filósofo Secundo, un fantasma de tiempo, cuya
inestabilidad está así declarada por Eusebio de Cesárea (lib 11. Praepa Evangel. c 7):
“Nuestra naturaleza, desde el nacimiento hasta la muerte, es inestable, y, por así
decirlo, fantástica, que si totalmente quisieres comprender, es como el agua recogida
en la palma
la misma de la mano;
manera, cuantomutables
esas cosas más la apretares, cuantocuanto
y transitorias, más rápido se considerare
más las derramará, dela
razón, cuanto más se escapan de ella, porque como todas las cosas sensibles están
como en un flujo perpetuo, continuamente se están haciendo y deshaciendo; y
corrompiéndose, no pudiendo quedar las mismas.” Como dice Heráclito, ya que es
imposible entrar dos veces en el mismo río, porque la misma agua no permanece, si
consideras la sustancia mortal, no hallarás tú que es la misma cuando la tornas a
considerar, sino una maravillosa ligereza de su mudanza; ahora se extiende y ahora se
disminuye. Pero no dije bien diciendo, ahora y ahora, porque en un mismo tiempo
untamente pierde por una parte y adquiere por otra, y es otra cosa de la que es, de tal
manera que nunca descansa. El embrión se convierte rápidamente en un bebé, luego en
un niño, de allí
corrompidas lasa primeras
un hombreedades
joven,por
de allí a un
otras anciano,
nuevas, y luego
viene en un decrépito;
finalmente a morir. yQué
así
ridículos, entonces, somos los hombres por temer una sola muerte, ya que hemos muerto
tantas, y aún muchas más moriremos. No sólo, como decía Heráclito, “la corrupción del
uego es la generación de aire, pero esto aparece con mayor claridad en nosotros
mismos; porque, de la juventud corrompida se engendra el varón, y del varón
corrompido se engendra el viejo; y del niño corrompido se engendra la juventud, y del
bebé al niño, y del que ayer fue el que es hoy, y del que hoy es el que será mañana; y
nunca sigue siendo el mismo; pero en cada momento cambiamos, por así decirlo, con
varios fantasmas, en una materia común. Porque si somos uno mismo, ¿cómo
ustamos de diversas cosas que antes? Ahora nos gusta algo y luego le aborrecemos;
ahora otras cosas alabamos y menospreciamos otras; usamos otras palabras, y nos
mueven otros afectos, no mantenemos la misma forma, ni hacemos el mismo juicio que
hicimos, y no parece posible, que sin cambio nos movamos con otras cosas que antes;
quien de una u otra manera cambió no es por cierto el mismo, y si no es el mismo,
tampoco es, sino con un continuo cambio se resbala como agua. El sentido se engaña
con la ignorancia de lo que es, y piensa que es lo que no es. Pues ¿qué será el
verdadero ser? ¿Aquello que es eterno, que no tiene nacimiento, que es incorruptible,
que con ningún tiempo se muda? El tiempo es movible, y junto con materia también
móvil, siempre corre a manera de agua, y como un vaso de generación y de corrupción
no retiene nada; de tal manera, que lo primero y lo último, lo que fue, y lo que será, es
una nada, y lo que parece presente, pasa como un rayo. Por lo cual, el paso del tiempo
se define como la medida del movimiento
movimi ento de las cosas sensibles, y como el tiempo no
es, ni puede ser; con razón diremos que las mismas cosas sensibles nunca permanecen,
ni están, y que no tienen ningún ser ."
." Todo esto proviene de Eusebio. Y David lo
declara más brevemente y de manera significativa, cuando dijo que el hombre, era
185
semejante a la vanidad; y otra, que era el hombre mientras vivía en esta vida una vanidad
universal. Por lo cual dice San Gregorio Nacianceno que somos un sueño inestable, una
sombra y como un espectro o aparición, que no se puede asir.
Que el ser humano, por lo tanto, reflexione sobre todo lo que se ha dicho, mire por qué
se engríe, por qué presume de sí, por qué se aflige por cosas de la tierra, pues son tales,
ylolecual
va considerando,
tan mal con ellas.
San Con
Juanrazón ha dicho
Crisóstomo (inelPs.
profeta que etenapud
XXXVI, vanoDamas.
se turbaLib.
el hombre;
1), dice
con gran admiración: "Turbase el hombre, y pierde el fin, turbase y como si no hubiera
nacido; se deshace y consume, turbase y antes que se siegue se anega; se inflama como
uego, y se reduce a cenizas como el lino, se levanta como una tempestad en alto, y al
igual que el polvo se desaparece y esparce, como llama se despierta, y se desvanece
como el humo; se gloría en su belleza como una flor, y se seca como heno, se extiende
como una nube, y se contrae como una gota, se hincha como una burbuja de agua, y se
apaga como una chispa; se conturba; y no lleva nada más que la suciedad de las
riquezas, se preocupa sólo por ganar la suciedad, se agita y sin fruto alguno de sus
aflicciones se pasa, suyas son las turbaciones, pero de otros el regalo, suyos los
cuidados, perolosderompimientos,
rutos, suyos otros los entretenimientos: suyas
pero de otros los las aflicciones,
deleites; suyas las pero ajenos los
maldiciones, de
otros el respeto y la reverencia. En él se levantan gemidos, en otros la abundancia de
cosas, y contra él las lágrimas de los pobres son derramadas, y las riquezas y la
abundancia están con otros; él estará atormentado en el infierno, mientras otros
cantan el triunfo consumiendo su hacienda. En vano los hombres se conturban. El
hombre es aquel que tiene una vida prestada, y por un corto tiempo; el hombre no es
más que una deuda de la muerte, que debe ser pagada sin demora; animal indómito
con su voluntad y el apetito de su ánimo, malicia enseñada sin un maestro, es
asechanza voluntaria, sutil en la maldad, ingenioso para la injusticia, propenso a la
codicia, insaciable en el deseo de lo que es de otro, de un espíritu de jactancia, y lleno
de audacia arcilla
quebranta; insolentearrogante,
y arrojamiento de sus
insolente palabras,
polvo, feroz pero
y una chispa que que rápidamente
en un momento se
extingue; una llama que muere rápidamente, una luz que se desvanece en el aire, una
hoja seca, heno marchitado, hierba que se consume pronto; que hoy amanece y
mañana muere, hoy abunda en riquezas, y mañana en su tumba; hoy con corona, y
mañana con gusanos; el que hoy es, y mañana deja de ser; el que hoy triunfa y se
regocija hoy y mañana se lamenta; inconmensurablemente insolente en la prosperidad,
en la adversidad no admite ningún consuelo; el que no se conoce a sí mismo, sin
embargo, es curioso en la búsqueda de lo que está por encima de él; es ignorante del
resente, y se burla del futuro; el que es mortal por naturaleza, y por orgullo se cree
eterno; el que es una casa abierta de perturbaciones, juguete de diversas
enfermedades, un concurso de calamidades diarias, y un receptáculo de todo dolor.
¡Oh cuán grande es la tragedia de nuestra bajeza! y ¡cuántas cosas os he dicho! Pero
no se puede declarar mejor que por la voz del profeta: En vano se conturba todo varón
que vive, por que verdaderamente las cosas de esta vida que más brillan y sobresalen,
186
187
su dolor se duplicaba, y le parecía como si hubiera olido algo que estaba muerto, o llaga
antigua; daba mil suspiros al cielo, pidiendo al Señor un remedio y su misericordia. Tan
pronto vino el día tan deseado para ell
ella, dio
dio luego
uego cuenta a su confesor, persona de gran
virtud y conocimiento, con muchas lágrimas, le pidió le explicara el significado de esa
visión, y le dijese si esos pequeños insectos significaban algunos graves pecados ocultos,
que no conocía
su respuesta su alma.
a nuestro El confesor
Salvador. tomó
Volvió y leundijo:
breve periodonodeostiempo
"Señora, para recomendar
acongojéis, pero dadle
cordiales gracias a Dios por el favor que le ha hecho; y sabed, que la debilidad que se te
apareció en la imagen de vuestra alma, era un efecto de los pecados veniales, que
debilitan, pero no matan, entibian la caridad, pero no la extinguen; porque si hubieran
sido pecados mortales la niña estuviera muerta, por que estos privan al alma de la vida en
su totalidad; los que son veniales sólo quitan nuestro fervor y prontitud en el servicio de
Dios y el perfecto cumplimiento de su santa ley." Si, pues, las almas de tan grandes
servidores de Dios están tan llenas de miserias, ¿en qué se puede gloriar el hombre
miserable, pues lo es en cuanto es en alma y cuerpo?
188
189
Os dejo con el testimonio de cada uno cuántas veces le han salido vanas sus esperanzas,
no hallando el descanso que esperaba en que más pretendió; y prometiéndole las
riquezas, paz y sosiego, no topó sino inquietud y cuidados, y muchas veces peligros, y no
pocas grandes daños. P or esto Cristo,
Cristo, nuestro Redentor,
Redentor, llamó a las ri
riquezas
quezas engaños,
engaños,
diciendo que la palabra divina se ahogaba con la falsedad y el engaño de las riquezas. No
se conformó
¿qué cosa másllamándolas falsas y engañosas,
infiel y engañadora que la quepero las llama
promete falsedadesque
lo contrario y engaños, porque
da? Promete la
prosperidad
prosperi dad de este mundo bienes,
bienes, y nos da males, nos promete contentos, y nos da
pesares, promete seguridad,
seguridad, y nos da pelig
peligros, nos promete una vida dulce, y nos da una
amarga. Con razón se dice en el libro de Job, que el pan que come el hombre del mundo
se le convertirá en hiel de áspides ponzoñosos; debido a que en esas cosas que parecen
tan necesarias para esta vida como el pan de la boca, topará la muerte, y de lo que
esperaba gustos sacara hieles, y ningún bocado probará que no lleve algo de amargo. No
hay felicidad en la tierra que no lleve su contrapeso de desgracias; no hay felicidad que se
ensalce tan alto, que no la agrave alguna calamidad. Porque, así como antiguamente
pintaban
pintaban al ing
ingeni
enioo del hombre en la forma de un hombre joven, con un brazo levantado,
con alas,que
impedía como
se si quisiera asi
levantara; volar
es hacia el cielo,
la felicidad y el otro
humana, quelastrado por una
por mucho que gran
suba,pesa que
siempre
tiene algo que la oprima.
II. Si, evidentemente, vamos a ver cuán engañosas son las cosas de este mundo, es un
claro argumento de esto, que ningún hombre después de haberlas disfrutado está
contento con las que goza en su estado, pensando antes de alcanzarlas que lo había de
estar: lo cual es cierto argumento que se engañaron; y así ninguno deja de desear más,
por muchas cosas que goce y tenga:tenga: lo cual también es señal de la fealdad
fealdad de los bienes,
bienes,
que tan poco bien hacen que no llegan a satisfacer a quien los posee. Se buscan para
hallar contento en la vida, porque al parecer lo prometen, pero nunca lo han dado
cumplido, pues ynosehay
la vida de otro, ningúny mundano
lamentan se quejan contento en suaunque
de la propia, estado.mucho
Unos más
hombres, envidian
feliz que la de
éste. Constanti
C onstantino
no el Grande (Euseb. Orat. De Laudibus Constant.), que había llegegado
ado a la
altura de la felicidad humana, dijo que su vida era algo más honorable que la de vaqueros
y pastores, pero mucho más penosa y molesta. Alfonso, rey de Nápoles, dijo que la vida
de los reyes era la vida de los asnos, por las grandes cargas que soportan. Así como en el
Libro de Job (26, 5) se dice: que los gigantes gimen bajo las aguas. En el lugar (como
Alberto Magno lo explica) de los gigantes se entiende los poderosos de la tierra, sobre los
cuales se envían problemas y aflicciones (que esto significa el nombre de las aguas en la
Sagrada Escritura), y gimen bajo el peso intolerable de ellos. Son como los gigantes, que
se sacan a las fiestas grandes en las ciudades, que son figuras muy vistosas, muy
cubiertas de oroesy el
que no aparece sedas;
pobredehombre,
mucha grandeza
sudando, ygimiendo,
majestad:cansado
esto es ylomedio
que parece;
muertopero
con lo
el
peso que lleva sobre sus hombros. Las mulmulas
as de los grand
grandes,
es, cuando hacen las primeras
primeras
entradas en la corte, están cargadas de una gran cantidad de riquezas: de vasos de plata,
190
camas de brocado y ricas colgaduras, sus vajillas, sus servilletas bordadas, sus varas y
garrotes de plata, sus cuerdas de seda, con sus grandes penachos, sus campanas, bozales
y otros muebles. Pero a pesar de que su carga sea rica y suntuosa, con todo, en fin, es
una carga, y los oprime, y están a punto de desmayarse y se hunden debajo de ella: así
es el honor, imperio, y el mando. Incluso el rey David confesó de sí, que era como un
asno, y quecon
y cansado lossu
lomos
carga.seAlgunos
le habíanreyes
comodijeron
desencajado, por así decirlo,
lo que vulgarmente y estabademagullado
se cuenta Antígono
Estobeo, (Stob. Ser. 3), que, cuando fue coronado rey de Macedonia, dijo, "¡Oh corona
más noble que feliz! Si los hombres supieran cuán llena estás de cuidados y peligros,
ningún hombre te tomaría ni sostendría, a pesar de que te encontrara en las calles." Y el
rey Dionisio, para expresar las angustias de la vida de los reyes, dijo, era como el de las
personas condenadas a muerte, que cada hora la esperan. Esto está representado por la
copa de oro, que tenía la mujer (es decir la prosperidad) que estaba sentada en el
monstruo de siete cabezas (que es el mundo); porque aunque el vaso tenía buena
apariencia, se dice que estaba lleno de abominaciones: porque no hay ninguno que no
hable mal de su propia condición, y muchos, que parecen más afortunados, aborrecen su
propi
propia
a suerte,
de los bienes aunque
de estaparece
vida; laporque
mejor determinó
a los demás.hartarse
Salomón
Salomón de fue
loseldeleites
rey que hasta
más disfrutó
diquedar
sfrutó
empachado, y así tuvo mil esposas, las cuales setecientas eran reinas, y trescientas
concubinas; hizo suntuosos edificios y palacios, jardines, huertos, casas de placer,
bosques, arboledas,
arboledas, estanques de peces, gozó de ex excelent
celentee música,
música, de hombres y
mujeres cantantes, tuvo el mayor número de criados en el mundo; su servicio y vasos de
oro y plata suntuosos eran como para causar admiración en la reina de Sabá (1R. 10); su
caballería constaba de cuarenta mil caballos, con mobiliario adecuado y jaeces sin
número. El tesoro que su padre David le dejó fue, según Budeo, diez veces mayor que la
de Darío, rey de Persia. Finalmente, llegó a tal punto de dicha y felicidad de todo tipo,
que él mismo se admiraba, y se reconoció a sí mismo por el príncipe más afortunado del
mundo, y dijo:yo?"
delicias como "¿Quién comerá de
Sin embargo, en esta
toda manera, y abundará
esta prosperidad, en nitodos
cual los placeresdel
el pensamiento y
más codicioso podía imaginar mayor, volviendo sobre ella los ojos, dijo que: "Todo era
vanidad y aflicción de espíritu:" y estaba tan descontento con su vida, que confesó tenía
tedio, y que detestaba el cuidado que había puesto en ella; y envidiando al pobre obrero,
uzgó que era mejor comer de lo que se obtiene con el sudor de la frente. Pues si todo
este exceso de la fortuna, la felicidad, la riqueza, el honor y el placer, engañó a tan sabio
rey, como Salomón, ¿a quién no engañará? ¿Qué vamos a esperar de alguna pequeña
parte de la feli
felici
cidad,
dad, cuando toda la fortuna, gustos y fausto no fue bastante para una
vida feliz y tranquila? ¿Qué mayor argumento de la escasez y la pequeñez de los bienes
temporales, cuando todos juntos no son suficientes para llenar un corazón humano?
Como no son las cosas lo que parecen, no se consigue con ellas lo que esperamos, y por
lo tanto nadie está contento con lo que tiene, pareciéndole siempre mejor la suerte ajena.
Y esto procede del engaño de las cosas humanas, que alcanzando uno lo que deseó
para consegui
conseguirr su contento, y no hall
hallándola
ándola en ellas,
ellas, tiene
tiene envidi
envidiaa al estado ajeno,
191
192
sentidos oscuros,
oscuros, el temperamento de todo el cuerpo se corrompe y pudre fácilmente,
fáci lmente, el
alma es vaga, la fortuna difícil de conjeturar, la fama incierta, y para que lo diga en
ocas palabras, cuantas cosas pertenecen al cuerpo tienen la naturaleza de un río, y
las que pertenecen a la mente son como un humo o un sueño: la vida es una guerra y
una peregrinación; la fama después de la muerte es olvido. ¿Pues qué hay, que pueda
uiarque
esto, al hombre cona seguridad?
conserves tu alma sinNo hay ootra
lesión cosa sino
mancha, la efilosofía,
entera la cual consiste
incontaminada, superiorena
todo dolor y placer; que no hagas nada sin un buen fin, nada fingidamente o
alsamente, y que no cuides de lo que hace otro hombre, o deja de hacer. Además, que
todas las cosas que te suceden, las recibas del mismo principio de donde tú viniste.
esperes la muerte con un ánimo gustoso y templado." Esto es de ese
Por último, que esperes
gran fil
f ilósofo.
ósofo.
193
194
estrechas cadenas en las que tienen cautivas a sus almas; que es conforme a lo que dijo
Plutarco, que sólo de nombre eran príncipes, pero en todo lo demás eran esclavos. ¡Cosa
maravillosa! que es, que un hombre rodeado con delicias, pasatiempos, y placeres, no
tenga alegría en nada, y en medio del baile, la bebida, fiestas, y lleno de regalos, traiga un
infierno en su corazón. Que en el infierno, donde hay tantos tormentos, no sientan gusto
los pecadores,
felicidad, no es dees,
gran misterio maravillar;
gran mal pero
es de que en esta mundana
la felicidad vida no ley tenga, en sus
de todos medio de su
contentos
que no dé lugar a un contento verdadero. Pero es providencia divina, que así como los
santos, que despreciaban todo lo temporal, en el medio de todos sus tormentos, tenían en
sus almas un cielo de alegría y placer, como San Lorenzo, que, en medio de las llamas,
tenía un paraíso en su corazón; asimismo el pecador, que no estima ni ama nada, sino
solo lo del mundo, tiene en medio de sus fiestas y placeres, penas, y entre sus felicidades
una vida de infierno anticipado al que después de la muerte ha de tener. Tan grandes son
las preocupaciones y dolores ocasionados por los bienes de la tierra, que oprimen a
aquellos que más los disfrutan, y cierran la puerta a toda alegría, dejándolos en una
noche lóbrega de tristeza. Esto es lo que se le representó al profeta Zacarías cuando,
antes que
para de que lostase
habitase
habi demonios
allí, viniesen
allí, aquell
aquel paraque
la mujer llevar
vioa una
vio metiregión
da en extraña
metida ollaen, laletierra
una oll de Senaar,
mostraron que
cargándola un mazo de plomo, la dejaron a oscuras tapada y encerrada allí; significando
con ello que antes que una persona mundana sea arrebatada por los demonios, para
llevarla a la tierra tenebrosa del infierno, es en esta vida engañada y puesta en tan grande
oscuridad que no ve ni un solo rayo de luz de la verdad, de modo que ningún contento o
al
aleg
egría
ría completa jamás puedan entrar en su corazón.
II. La razón por la cual los bienes de esta vida son molestos e incómodos, incluso a la
vida misma, es por los muchos peligros que traen con ellos, por las obligaciones que
involucran, los cuidados que requieren, los temores que generan, por las afrentas que
ocasionan, porque
desordenados los los
aprietos en que ponen,
acompañan, y por los problemas
último, la malaqueconciencia
traen conque
ellos,comúnmente
los deseos
tienen quien más los estima. Con razón Cristo, nuestro Redentor, llamó a las riquezas
espinas, ya que enredan y lastiman de muchas maneras con peligros, pérdidas,
desasosiegos y temores. Por tanto, Job dijo del hombre rico (Job 20, 22): " Su propia
abundancia lo acosará, la mano de la miseria lo alcanzará ." que San Gregorio explica
con estas palabras: " Primero tuvo dolor en el cansancio de su codici a mirando cómo
alcanzará lo que desea, unas cosas con halago, otras con terrores; y después que lo ha
llegado a cumplir, otro dolor le fatiga, que las guarda con solicitud, teme a los
ladrones, sobresáltese del poderoso porque no le haga violencia, y viendo al pobre,
sospecha que le ha de hurtar.
hurtar. Las mismas
mi smas cosas
c osas que ha allegado teme no se consuman
or su propia
adece naturaleza.
el desdichado En teme
cuantas todaspadecer.
estas cosas,
" Sanpues
Juan es pena de temer;
Crisóstomo tantas que
dice también cosas
el
rico de necesidad ha de tener falta de muchas cosas, porque con nada se conforma y es
un esclavo de su avaricia, lleno de temores y sospechas, odiando, envidiando,
195
murmurando y hecho enemigo de todos los hombres, el cual no tiene vida, el pobre pues
es camino real, seguro y protegido de los ladrones y enemigos, es un puerto libre de
tormentas, una escuela de sabiduría, y una vida de paz y tranquilidad. Y en otro lugar
dice así: "Si has de bien considerar el corazón de un hombre avaro y codicioso, has de
hallarle como un vestido estropeado y consumido por las polillas y de diez mil gusanos; y
tan podrido
es el y acabado
corazón de los de los cuidados,
pobres, que como
que brilla ya no parece
el oro,elescorazón
firme de hombre.
como una "Este
roca deno
diamantes, agradable como una rosa, y libre de miedo, ladrones, cuidados, y premuras,
vive como un ángel del cielo, presente sólo a Dios y a su servicio, cuya conversación es
más con los ángeles que con los hombres, cuyo tesoro es Dios; no necesita quien le sirva,
ya que sólo sirve a su Creador; cuyos esclavos son sus propios pensamientos y deseos.
Pues ¿qué cosa más preciosa ni más hermosa? Ni se puede declarar mejor lo poco que
ayudan a la vida temporal las riquezas temporales, que por lo que dijo David (Sal. 33):
que los ricos tuvieron necesidad y hambre, pero los que buscan al Señor no será
defraudados de bien alguno; porque si aún la necesidad del cuerpo no puede quitar la
abundancia temporal, ¿cómo podrá quitar la pesadumbre del ánimo?
Tampoco
corazón son por
causan las honras más favorables
no perderlas, para laporvida
y qué aprietos humana. ¿Qué
conservarlas? angustia
Grandes del
son los
inconvenientes que muchos sufren por sostenerlas, que incluso dejan de comer por
conservarlas. Porque, así como el faraón exigió cosas imposibles a los hijos de Israel,
ordenando que no les diesen paja para encender los hornos para la quema de sus
ladrillos, mas que no por esto dejasen de dar la misma tarea y trabajo de los ladrillos que
hacían, cuando les daban antes la provisión de paja, y ellos gemían y daban voces al
cielo porque les mandaban cosas imposibles; la misma tiranía ejerce sobre muchos el
mundo quitándoles el caudal con que antes se sustentaban, y mandándoles mantener la
misma pompa y honra, y no pudiéndose sustentarse para comer, son forzados a sustentar
la honra, y así dejan de comer por tener un coche que no necesitan, y los criados que les
sobran,
¿cuántascuando apenasytienen
melancolías conaqué
tristeza alimentar
veces a sus estómagos
son causadas por una hambrientos.
sospecha vanaEndeotros,
que
alguien ha pensado o hablado mal de ellos? Son tantos los males y aflicciones, que este
bien
bien fing
fingiido trae junto con él,
él, que muchos abominaron de él y dieron
dieron gracias
gracias a Dios
Dios que
les quitó la carga de la honra, para vivir en mayor quietud y reposo. Plutarco dice que si
a un hombre se le ofreciese dos caminos, uno que lo llevase a las honras y el otro a la
muerte, había de escoger este por no ir por el otro. Luciano, con el deseo de expresar de
forma más completa esto, escribió de un dios que no quiso serlo, porque no podía verse
siempre honrado. Fingió esta mentira para hacernos creer la verdad que ya hemos
hablado.
También el exceso de placeres, ¿qué no cuesta? ¿Qué males y enfermedades no causa?
Pero bástales
se aparta de el
su tormento
camino, que suele causarsobre
sin reflexionar en nuestras
ello, seconciencias. Porque como
ha desencaminado, el que
las zarzas,
arbustos, pozos y desniveles del terreno, le ponen en cuenta de que se ha perdido; por lo
que los caminos y senderos de un hombre que le gustan los placeres, le están dando
196
voces que va errado; que se extravía, y así es fuerza que tenga melancolía y tristeza en
su corazón. Bien dijo San Gregorio (Hom. 10 super Ezequiel) que era un tonto quien
esperaba la alegría y la paz en los placeres del mundo; porque aquellos son efectos del
Espíritu Santo y compañeros de la justicia, y no puede alcanzar sosiego quien le busca
donde está lejos el espíritu de Dios, la justicia y santidad como el mundo. Además, todos
nuestros
descanso placeres están
abstenerse tan entremezclados
de ellos. conunproblemas
Epicuro, que era e impertinencias,
gran perseguidor que escomo
de los placeres, más
San Jerónimo escribe (Hieron contra Novinian), enriqueció todos sus libros con frases
contra la gula y otros gustos. Diógenes, de la misma manera, y otros filósofos,
despreciaban los placeres como perjudiciales, desposeyéndose de sus bienes y pasaron
sus vidas en una gran pobreza. Crates arrojó todos sus bienes en el mar y Zenon se
alegró de que sus bienes se fueran con una tempestad. Aristides no admitió la
generosidad de Calicias; Epaminondas se conformó con una sola túnica, viviendo en la
pobreza y la templanza,
templanza, para vivi
vivirr con gusto y honra, y libre de necesidades,
necesidades, que a
menudo son mayores entre los ricos que los pobres. Las riquezas no hacen a sus amos
ricos, que viven en la codicia perpetua, y nunca están satisfechos con sus arcas. Por
tanto, el Espíritu
Evangelio, Santo,
dice, los quehablando
son, por de
así aquellos
decirlo, que
ricosson llamadosdericos
y disfrutar y de
nada, los pobres
y éstos del
son, por
así decirlo, pobres, y poseer todas las cosas. Por lo que San Gregorio señala, que no
había llamado nuestro Salvador Cristo absolutamente riquezas las del mundo, sino
riquezas falsas y engañosas. Falsas, porque no pueden continuar por mucho tiempo con
nosotros; engañosas, ya que no pueden satisfacer las necesidades del alma.
III. Es más de temer cuando los bienes de esta vida causan los males de la otra, y
cuando ellos no sólo nos roban el contento de la presente, pero ocasionan, los tormentos
del futuro, y después de un infierno en esta vida, despeñen en la muerte en otro. Bien
dijo San Jerónimo en una de sus epístolas, que era una cosa difícil de disfrutar tanto de
los bienes
eternos, presentes
y para y poraquí
ser grande venir, y pasar
y allá; porquedeellos
queplaceres temporales
pone toda a los
su felicidad en contentos
sí mismo
aquí en adelante será atormentado; y el que está injustamente halagado y honrado aquí,
será justamente despreciado allí. Esto fue así declarado por San Vicente Ferrer en una
comparación del halcón y la gallina. La gallina, mientras vive, busca su alimento en las
colinas de tierra y estiércol, y cuando mucho come salvado de maíz; el halcón por el
contrario se acaricia, llevado en la mano de su amo, y se alimenta con los sesos de los
pájaros y perdices;
perdices; pero después de la muerte se cambian sus suertes; pues el halcón es
lanzado al estercolero, y la gallina servida en la mesa de los reyes. Porque así como
Jacob cambió sus manos, colocando su mano derecha sobre su nieto, que estaba de pie
sobre su lado izquierdo, y su mano izquierda sobre aquel que estaba a su derecha,
prefi
prefiri
riendo
muerte,endo al menor
y prefiere antes
a los másdel mayor;
jóvenes, queasíson
Dios
Dilos
os suele
suele cambiar
pobrescambiar las manos
y despreciados en después
esta vida.dePor
la
eso Cristo nuestro Redentor pronunció tantos males contra los ricos de este mundo. ¡Ay
de vosotros ricos, que gozáis de las risas en este mundo; pues lloraréis en la siguiente!
197
¡Ay de vosotros, que ahora estáis llenos; pues tendréis hambre en el futuro! ¡Ay de
aquellos que tienen su cielo aquí; pues han de temer un infierno después! Temamos de lo
dicho al rico glotón: recibiste en vida tus bienes; y por eso en la muerte te sucederán
males eternos, cambiando manos con el pobre Lázaro, que recibió males en esta vida, y
después de la muerte disfrutó de los placeres de la otra. El hombre rico, que tenía
abundancia
lengua en lade vinos preciosos
siguiente; y Lázaro,enque
esta vida,
aquí quería
quería una gota
las migas de agua
de pan para refrescar
que caían su
de su mesa,
estuvo en la muerte en un banquete de la felicidad eterna. El profeta Jeremías escribe,
que Nabuzardan llevó cautivos a Babilonia a los ricos, y dejó a los pobres en Jerusalén;
porque el
e l diabl
diabloo se lleva a los escl
esclavos
avos y los amantes de las ri
riquezas
quezas a Babil
Babilonia,
onia, que es
la confusión del infierno, y deja a los pobres en espíritu, en Jerusalén, que es la visión de
la paz, para que puedan disfrutar de la vista clara de Dios.
La felicidad de los bienes temporales borra de nuestra memoria la grandeza de lo
eterno; que nos hace olvidar a Dios, y la felicidad de la otra vida; ciega a los que las
poseen, ellos
ellos se ocupan en su totali
totalidad de las cosas de la tierra,
tierra, y les da los
los medios
medios y
oportunidades para los vicios, que los pobres no tienen, que trabajan, o sirven a sus
amos,
Pablo o(1Tm.
rezan.6,De9)manera
llama aque
lasgozar de los"lazo
riquezas, bienes
deltemporales
demonio."esYtan
si peligroso, que San
en todo lazo hay
falsedad y peligro, ¿cuán falso y peligroso debe ser el lazo de Satanás? Incluso Diógenes
era consciente de esta verdad, y por lo tanto los llama "un velo de malicia y perdición."
San Jerónimo (Hier. Ad Alga ep. 84) dice, que antiguamente habían dos proverbios
notables en perjuicio de los ricos: El primero, que el que era muy rico no podía ser un
buen hombre; el segundo, que el que era rico rico había sido
sido ya sea un mal hombre o era el
heredero de un hombre malo; y nos advierte, que el nombre del rico, en la Santa
Escritura, es más comúnmente tomado en un sentido odioso y tan infame; y por el
contrario, en un sentido favorable, el de los pobres. La verdad es que la Santa Escritura
está llena de disfavores contra los ricos de este mundo; y, sobre todo, el Hijo de Dios,
pronunci
pronuncióó ex
temporales; expresi
y presiones
ones
por lo notables
notabl
tanto, es yenseñó
cuando terribles
terribles contra los que abundan
las bienaventuranzas, en los
dio la primera bienes
bienesa
de ellas
los pobres; y en la predicación de los males, le dio la primera a los ricos; y en otra
ocasión dijo que era imposible para los ricos entrar en el reino de los cielos. Y, a pesar de
querer moderar tan dura sentencia, sin embargo, él dijo que era dificultoso; y añadió
tanta dificultad, que es para estremecer, advirtiendo que es más fácil para un camello
pasar por el ojo de una agaguja
uja que un rico entre en el reino de los ci
cielo
elos.
s. P ero para Dios
Dios
nada es imposible. De todo lo que se ha dicho, se puede colegir cuán dignos son, no solo
de desprecio sino de odio todos los bienes temporales, ya que nos privan no sólo de
nuestro contento en esta vida, sino de nuestra felicidad en la otra, e incluso de Dios
mismo. ¿Qué odio tendría una fiel y virtuosa esposa si un adúltero tomara la figura de su
esposo, con el fin de violarla? ¿Cómo no iba a aborrecer a tal villano? De la misma
manera somos traicionados por la felicidad temporal, la cual, apareciendo a nosotros en
figura de verdadera felicidad, hace que nuestro corazón adultere con ella, y deje a
nuestro cónyuge legítimo y verdadero bien, que es Dios. Porque, desde luego, no hay
198
LIBRO CUARTO.
CAPÍTULO I. De la grandeza de las cosas eternas.
A pesar de la pequeñez y bajeza de las cosas temporales en sí mismas, como ya hemos
visto, parecerán más pequeñas y viles a aquel que considera la grandeza y majestad de lo
eterno, de lo cual, ahora comenzaremos a tratar. Porque tal es la grandeza de la gloria,
que San Agustín hace uso de estas palabras (Augus. In Man.): "Si fuera necesario cada
día sufrir tormentos, o permanecer en el mismo infierno por algún tiempo para que
udiéramos contemplar a Cristo en su gloria, y disfrutar de la compañía de los santos,
or ventura no fuera muy digno sufrir lo que es molesto y doloroso en la tierra, para
que podamos ser partícipes de tan gran bien y gloria. " Esto que habla San Agustín no
debe tomarse como una exageración; como tampoco lo es lo que se atribuye a San
Jerónimo, que es una maravilla que las piedras bajo los pies de los que se han de
condenar no se conviertan en rosas, como un consuelo previsto para esos males que han
de padecer; y que por el contrario, es mucho más para maravillar que debajo los pies de
los que se han de salvar, no se conviertan en espinas, que saltando de entre los pies a la
cabeza no los hieran y castiguen sus pecados, pues han de conseguir bienes inefables por
un brevísimo trabajo. Esta grandeza de la bondad eterna consiste no sólo en la eternidad,
sino en su extensión también, por lo cual, aunque fuera su gozo por breve tiempo, no se
había de reparar en mil años de gravísimos tormentos por alcanzarlo algún día. Con lo
cual San Agustín dice (lib de arb 3): "Tal es la belleza de la justicia, y tan grande la
dulzura de la luz eterna, de esa verdad inmutable y la sabiduría, que aunque no hemos
de continuar en ella por encima de un día, se podían despreciar innumerables años de
esta vida, aunque fuesen llenos de deleites y regalos, y de abundancia de bienes
temporales, porque no se dijo con falso ni con mal afecto aquella sentencia: Mejor es
un día en tus atrios que mil lejos de Ti” Así que, mientras que, se dice comúnmente que
para la feli
felicid
cidad
ad eterna, debemos dejar los bienes
bienes temporales
temporales y frágil
frágiles de la tierra,
tierra, que
son cortos y transitorios, San Agustín dice, que si los del cielo fuesen breves, y los de la
tierra eternos, sin embargo, tenemos que renunciar a éstos por aquellos, aunque fuesen
eternos.
Esto es confirmado por lo que está escrito por Tomás de Cantimprato (lib 1, c 57, n.
67) y otros autores, que el diablo siendo interrogado por un exorcista, lo que quisiera
padecer por ver a Dios,
Dios, respondi
re spondió,
ó, que sufriría todo lo que los condenados en el infierno,
infierno,
hombres y demonios estaban sufriendo hasta el día del juicio, sólo por poder disfrutar de
la vista de Él por un rato. ¿Cómo podemos, entonces, quejarnos de los cortos problemas
de esta vida, que han de ser recompensados con la clara visión de Dios para siempre,
cuando su enemigo profeso sufriría tanto sólo por disfrutar de ella por un instante? A
Caton, con la sólo lectura del discurso de Sócrates, relativo a la inmortalidad del alma,
pensó que nada era desprenderse de su vida, vida, y despedazarse en pedazos, para poder
disfrutar de esa libertad eterna del alma, liberada de los gravámenes y las opresiones del
200
cuerpo. Heroldo escribió (Jord. Herold. in Promptu Exemp.) que Fray Jordán, general de
la orden sagrada de los hermanos predicadores, exorcizando una persona poseída, el
diablo, entre otras respuestas a sus demandas, le dijo que nunca había visto el rostro de
Dios, pero sólo durante un abrir y cerrar de ojos; y que por verlo otro tanto padeciera
con gusto todos los dolores de sus compañeros hasta el día del juicio. Fray Jordán
permaneci
permaneció ó sorprendido
lo has dicho por esta
bien; mas dame respuesta,
alguna y recordando
semejanza a sí Neciamente
de su belleza. mismo un poco, le dijo:
pediste, Tú
replicó
el espíritu; porque no se puede significar: mas para dar alguna satisfacción a tu deseo,
digo, que si la belleza de todas las criaturas, cielo, tierra, flores, perlas, y todas las otras
cosas que pueden dar cualquier delicia para la vista, se juntasen todas en una sola cosa; si
cada una de las estrellas arrojara tanta luz como el sol, y el sol brillara tan brillante como
todos ellas juntas; todo esto de manera unida sería, en relación con la belleza de Dios
Todopoderoso, como una noche oscura respecto del día más claro y más brillante.
Donde, por cierto, es de observarse, que los demonios nunca vieron a Dios con claridad,
como los ángeles lo ven en la gloria ahora, pero sólo por la excelencia de su naturaleza,
llegado a un cierto conocimiento particular y aventajado de su belleza, grandeza y otras
divinas perfecciones,
claro, nacería; el cual con
bastóelpara
gozo,
queque de este
dijese conocimiento
que por sobrenatural,
volver a tener aunque noy
aquella ilustración
gozo soportaría tantos tormentos y tanto tiempo. ¿Qué sería el ver a Dios claramente en
la gloria? Ciertamente, ser aserrado, ser desplumado, atenazado, y quemado vivo por mil
años, sería bien soportarlo por disfrutar de tan sumo bien por un día. ¿Qué será por
gozarle por una eternidad, siendo tan grande el gozo de ella, que un día solo puede
equivaler a muchísimos años? Por lo cual informa Juan Mayor que cierto monje
cantando maitines con los demás religiosos de su monasterio, y llegando a ese verso del
salmo 90 (Ex. Coll. Psal. LXXXIX.) Donde se dice: " Pues mil años a tus ojos son un
ayer que pasó", que ya ha pasado, se espantó mucho y comenzó a imaginar cómo era
esto posible; y permaneciendo en el coro (como acostumbraba) después del final de
maitines
la para perfeccionar
verdadera comprensiónsusde devociones,
ese verso; con
quehumildad rogó aldicho
apenas había Señoresto
que yle percibe
concedieraun
pequeño pájaro en el coro, que con el vuelo
vuelo hacia
hacia arriba y abajo delante
delante de élél,, poco a
poco, con su canto melo
melodi
dioso,
oso, lo fue sacando de la iglesi
glesiaa a un bosque no muy lejos,
donde el pajarillo se posó en una rama, y continuó su música, para el deleite
indescriptible del monje, y luego se alejó, dejándolo con su ausencia no menos triste y
pensativo.
pensativo. O pajarito
pajarito de mi alma
alma decía ¿a dónde te has ido? P ero al ver que no volvía volvía
regresó al monasterio, pensando que había dejado su monasterio esta mañana
inmediatamente después de maitines, y que entonces era como la hora tercia; pero
viniendo al convento, que estaba cerca del bosque, se encontró con la puerta por la que
estaba acostumbrado a entrar, cerrada y otra abierta en otra parte, cuando tocó a la
puerta, el portero, le preguntó
preguntó quién
quién era, de dónde venía, y a quién
quién buscaba. Respondió
Respondió
que él era el sacristán de la iglesia, y que habiendo esa mañana salido después de los
maitines; se encontró con todas las cosas en su regreso cambiadas. El portero le exigía el
nombre del abad, el prior, y del procurador. Se los nombró y se espantaba mucho de que
201
no le dejaba entrar dentro del convento, y que disimulase conocer a los religiosos que le
nombraba. Le dijo que le llevase al abad, mas cuando llegó a su presencia, ni el abad lo
conocía ni él al abad; sin saber qué decir o hacer el abad le preguntó su nombre y él al
abad; y volviéndose a los anales del monasterio, se encontró que habían pasado más de
trescientos años desde la muerte de esas personas a las que nombró. Con lo cual el
monje
relaciónseledio cuenta de lo
reconocieron, queadmitieron
y le le había pasado
como unsobre aquello
hermano en con el salmo. en
su profesión, Condonde
esta
después de haber recibido los sacramentos de la iglesia, con mucha paz puso fin a sus
días en nuestro Señor.
Si el gusto de un sentido, así poseyó el alma de este siervo de Dios, ¿qué será cuando
no sólo el oído, pero la vista, el olfato, el gusto, todo el cuerpo y el alma se ahoguen en
sus gozos, proporcionados a los sentidos del cuerpo y a las potencias del alma? Si la
música de un pequeño pájaro tanto lo transportó, ¿qué será la música de los ángeles?
¿qué será la clara visión de Dios? ¿qué será de lo que el mismo Dios hizo con
ostentación, si así se me permite decirlo, con su omnipotencia? Porque así como el rey
Asuero que reinó desde la India hasta Etiopía sobre ciento veintisiete provincias, para
mostrar su grandeza
ciento ochenta días; asíy elpoder hizorey
supremo undel
gran banquete
cielo a todos
y de la tierra harásus
su príncipes, quegloria,
gran cena de duró
que durará por toda la eternidad, para mostrar su poder y el agradecimiento en honrar a
sus siervos; donde el gozo será tal que ni el ojo ha visto ni el oído oyó, ni cayó en
corazón de hombre cosa tan grande y bien tan inmenso. ¡Oh bajeza de los bienes
temporales! ¿Qué proporción tienen estos con esta grandeza, ya que son tan pobres que
incluso el tiempo, de donde tienen su ser, los hace tediosos e insoportables? ¿Quién
podría segui
seguirr todo un mes sin sin otras formas de diversi
diversión,
ón, escuchando la música
música más
selecta?, más aún, ¿quién podría no cansarse de aquel gusto continuado sin cambiarlo
por otro? P ero tal es la grandeza de esas alegrí
alegrías
as que Dios
Dios ha preparado para los que le
aman y le temen, que por toda la eternidad no nos cansará antes bien se la apetecerá
siempre.
II. San Anselmo (lib. 1 De Simil.) observa esta diferencia entre los bienes y los males
de esta vida y la otra, que en esta vida ninguno de ellos son puros, pero mezclados y
confundidos. Porque los bienes son imperfectos y se mezclan con muchos males; y los
males cortos y se mezclan con algunos
algunos bienes. Pero
P ero en la
la otra vida, en que los
los bienes
son más perfectos y puros, sin la más mínima mezcla de mal, así nunca pueden cansar,
porque ya tuvieran
tuvieran algún
algún mal si trajeran cansancio; por lo que, por el contrario, los males
del infierno, que son sin mezcla de algún bien, y así son insuperables y tremendos: de
suerte que en el cielo habrá este sumo bien de tener allí todos los bienes y de carecer de
todos los males y en el infierno habrá este sumo mal de tener allí todos los males y
carecer
Por lodetanto,
todoslalos bienes.
gloria eterna es grande por dos cosas, por no tener mal alguno, y por
ser sus bienes sumos. David dijo que Dios había puesto tan lejos nuestros pecados de
nosotros, cuanto dista el Oriente del Poniente; lo que no sólo se ha verificado en la culpa
202
del pecado, pero en el castigo, que está tan lejos de sus bienaventurados cuanto dista el
cielo de la tierra. Y aunque la distancia espiritual entre ellos es mayor que la corporal del
cielo a la tierra, sin embargo, para formarnos a partir de ahí cierta concepción, diremos lo
que se alcanza a saber o decir de ésta, para que veamos cuán lejos están los males del
cielo, y cuántas ventajas hacen sus bienes a los de la tierra. Nuestro famoso matemático,
Cristóbal
bajo Clavio,
de todos, a ldice (Clavius
a tierra,
tierra, in Spher
son ciento
cient c 2),mil
o veinte
veinte quesei
desde
seisci el cielo
scientos
entos treintademil
treinta lallas;
mi luna,y que es elel cielo
desde máso
ciel
del sol, cuatro millones treinta mil novecientos veintitrés millas; y desde el firmamento, o
el octavo cielo, de ciento sesenta y un millones ochocientos ochenta y cuatro mil
novecientos cuarenta y tres millas. Aquí Platón pide a los matemáticos cesar su
investigación; porque de aquí no hay una regla de medir más; pero sin lugar a dudas, es
mucho más lejos de allí al cielo empíreo. Porque el ancho solo del cielo estrellado se dice
que contiene tanto como todo el espacio entre este y la tierra: de tal manera que si una
piedra
piedra de moli
molino arrojada desde el más altoalto firmamento,
firmamento, y cada hora cayera doscientas
doscientas
millas, sería noventa años antes de que llegue a la tierra. Los matemáticos también, y
algunos intérpretes doctísimos de la Escritura, afirman que la distancia de la Tierra al más
alto firmamento
concluyen que si es
unomenor
vivieraque
dosdemil
allíaños,
a loymás bajodíadelviajara
si cada cielo cientos
empíreo,
de ymillas,
por loaun
tanto
no
llegara, a lo más bajo del firmamento, y si después viajase otros dos mil años de la
misma manera, no atravesaría lo más grueso de ese cielo, y si después viajara cuatro mil
años con la misma prisa aun no llegara a lo más bajo del cielo empíreo. ¡Oh poder de la
gracia de Jesucristo, que en un momento hace caminar tan gran viaje! Esa noble matrona
que estaba siendo atormentada y condenada a muerte en Inglaterra, dijo a los que con
dolor y horror vieron su martirio, "¿tan breve es el camino que nos lleva al cielo, que
dentro de seis horas seré levantada por encima del sol y de la luna, pisaré las estrellas con
mis pies, y entraré en el cielo de los bienaventurados." Pero no había necesidad de seis
horas, un pequeño instante trae las almas de los bienaventurados allá, purificadas de sus
pecados y penas,
Proporcionable siendo
siendo
a esta más distante
dien
distancia stante de la una
los lugares es ylalaventaja
otra que
en hay desde ladel
la grandeza tierra
tierra
cieloal sobre
cielo.
cielo.
la tierra, y lo mismo en sus bienes. Subamos con la consideración allá, y desde aquel
lugar eminentísimo despreciemos todo este mundo mudable, ya que incluso los gentiles lo
hicieron. Por lo cual dijo Tolomeo (Ptol. in Praefat. Am. gesti.), "Aquel es más alto que
el mundo que no cuida en cuya mano está el mundo." Y Cicerón (Tul. in Som. Scipion),
"¿Qué cosa de las humanas puede parecer grande a quien conoce la eternidad y toda la
grandeza del mundo? Toda la tierra me parece tan poco para mí que me pesa y me
avergüenza de nuestro imperio, con que sólo hemos tocado alguna pequeña parte de
ella." Toda la grandeza de los reinos de la tierra no son sino un punto, y para Boecio le
parecía si
sino
no como un punto de un punto. P ero del cielo cielo Baruc dijo
dijo: "Qué grande es la
casa de Dios, que grande que es el lugar de su posesión! Grande es, y no tiene fin;
excelso e inconmensurable! Tan grande es la ventaja de las cosas eternas por encima de
lo temporal, aunque no fueran eternos. ¡Oh cuán necios son los que por un punto de
tierra pierden tantas leguas del cielo! ¡Los que por un breve gusto pierden tan inmenso y
203
204
206
cuando Dios dará a los que le han servido, no sólo el pisar sobre las estrellas, habitar en
los palacios del cielo, ser señores del mundo; pero trascender de todo lo creado, y no
encontrando entre todas sus riquezas suficiente premio para honrarles, deberá darles su
propiaa esencia infini
propi infinita
ta para disfrutar
disfrutar,, no por un día, sino
sino para toda la eternidad? El honor
más alto que los romanos otorgaban a los grandes capitanes, era que les concedían un día
de
día triunfo, y el¡Oh
siguiente. permiso
virtudpara
más llevar
noble una corona
de los de hierba
cristianos, cuyou hojas,
triunfoque
seráseeterno,
marchitaba al
y cuya
corona inmarchitable es Dios mismo! ¡Oh dichosísima diadema de los justos! ¡Oh más
preciosa
preci osa guirnal
uirnalda
da de los santos, que es de tan gran valor
valor e importancia
mportancia como es Dios!
Dios!
Sapor, rey de los persas, fue tan ambicioso de honra, que se hacía llamar hermano del
Sol y la Luna, y amigo de los planetas. Este príncipe vano erigió un trono glorioso, que
colocó en lo alto, y por lo tanto se sentó en él con gran majestad, teniendo bajo sus pies
un cierto globo de cristal, en el cual estaban representados artificialmente los
movimientos del sol, la luna y las estrellas; y sentarse coronado por encima de este cielo
fantástico estimaba como un gran honor. ¿Cuál será, entonces, el honor de los justos,
que verdadera y realmente se han de sentar encima del sol, la luna, y el firmamento,
coronados
que tienen por la manodedeuno,
los demás Dios
es mismo?
estimadoSiunel honor,
aplauso¿cuál
de los hombres
será y lade
el aplauso buena opinióny
los cielos,
la buena opinión, no sólo de los santos y los ángeles, sino de Dios mismo, cuyos juicios
no pueden equivocarse? David tomó por un gran honor, que el rey Saúl juzgara como
recompensa de su valor recibir en premio a su hija. Dios supera esto, y honra tanto al
servicio de sus elegidos, que paga sus méritos con no menos recompensa que Él. ¡Oh
trabajo dichoso del combate victorioso y glorioso de los justos contra los vicios y
tentaciones del mundo, cuya victoria merece una corona incalculable! San Clemente de
Alejandría informa, que había en Persia tres montañas; el que vino a la primera oyó, por
decirlo así de lejos, el ruido y la voz de los que estaban luchando; el que alcanzó a la
segunda, oyó perfectamente los gritos y el clamor de los soldados que participaban en la
furia dedelalabatalla,
alegría mas
victoria. el que
Esto alcanzó
sucede la tercera,
realmente con eloyó nada
justo, quemás que las aclamaciones
igualmente de
deben pasar tres
montañas místicas, que son la razón, la gracia y la gloria. El que llega al conocimiento de
la razón da una alarma al vicio, al que combate y vence por la gracia y la gloria celebra
su victoria con la alegría y el aplauso de todos los habitantes del cielo, y se corona como
vencedor con una corona tal como ya hemos hablado.
II. Además de esto, el que es más conocido, y alabado y celebrado por bueno y
virtuoso de mayor multitud, se estima por más glorioso y honorable. Pero todo este
mundo es una soledad con respecto a los ciudadanos del cielo, donde innumerables
ángeles aprueban y alaban las acciones virtuosas de los santos; pero también ellos son
nada, y todas
relación con ellas criaturas,
Creador. los comparación
¿Qué hombres y lospuede
ángeles,
haberson como
entre eseun desierto
honor, que solitario en
pueden dar
los hombres de algún reino en particular o de toda Europa, respecto de la gloria que
causará al justo la aprobación de todos los bienaventurados, ángeles, y hombres y aún de
207
208
cosas; entra en el gozo de tu Señor "",, que serán repetidas en coros. Este será un canto de
victoria, un honor por encima de todos los honores de la tierra, conferido por tan
grandes, tan sabios, tan santos, y así auténticos.
III. A pesar de que el honor y aplausos, que los justos reciben en el cielo de los
ciudadanos de esa ciudad santa sean incomparables, sin embargo, el honor y el respeto
con que Dios mismo los trata es muy por encima de aquella. Cristo, nuestro Redentor,
para exexpl
pliicar esto, no lo hizo
hizo con menor semejanza que con la honra conferida
conferida por el
siervo a su Señor; y por lo tanto, dice, que Dios mismo, por así decirlo, sirve a los
bienaventurados
bienaventurados en el cielo
cielo en su mesa. Acá entre los hombres es suma honra si un rey
hace que uno se siente a su mesa; pero que un rey sirva a su vasallo, como si él mismo
fuera su criado, ¿cuándo se ha visto o alguna vez se oyó? Ciertamente, David le dijo a
Dios, que eran demasiadamente dichosos sus amigos. Y el mismo David, hizo por grande
honra que Mifiboset (siendo nieto de un rey, y el hijo de un excelente príncipe al que
David debía la vida) se sentara a su mesa, pero no llegó a hacer más honra ni cortesía
que esta. Aman, que fue el hombre más orgulloso y ambicioso en el mundo, no podía
pensar en una mayor honra del rey Asuero que a cabalgarcabalgar por las calles
calles montado en el
propioo caballo
propi caballo del rey llevándol
llevándolee del freno el hombre más grande en el reino;
reino; pero que el
mismo rey Asuero realizara ese servicio de llevarle él mismo del freno del caballo y le
sirviese nunca entró en su imaginación. La honra que Dios concede a los justos supera
toda imaginación humana, que, no satisfecho con la coronación de todos los
bienaventurados
bienaventurados con su propia
propia divi
divini
nidad,
dad, dándose a sí mismo
mismo a ser poseído y disfrutado
disfrutado
por el
elllos por toda la eternidad,
eternidad, les honra con nuevas coronas sus victori
victorias
as y acciones
acciones
heroicas. Tomás de Cantiprato (lib. X. Apum.) escribe de Alejandro, hermano de santa
Matilde, y el hijo del rey de los escoceses, que se apareció a un monje con dos coronas,
y, siendo preguntado por qué traía las coronas duplicadas contestó: "Esta que llevo sobre
mi cabeza es común a mí con todos los bienaventurados, pero la que llevo en mi mano,
se me diovírgenes,
mártires, por renunciar
y los a doctores,
mi reino aenquien
la tierra."
Dios Pero, sobre
honrará contodo, destacarán
diversas los
laureolas
particul
particulares
ares de honor,
honor, con que respl
resplandecerán
andecerán más gloriosos
oriosos por lo cual serán conocidos
conocidos
y distinguidos del resto de los bienaventurados; porque juntamente con el particular gozo
que se les comunica en el alma, se les imprime una señal hermosa con que sean
señalados y conocidos entre las demás almas santas, como los caracteres indelebles del
bautismo,
bauti smo, la confirmación,
confirmación, y el sacerdocio,
sacerdocio, que imprimen
mprimen un carácter que ha de durar
toda la eternidad. De los doctores, el profeta Daniel dice, "Ellos lucían como las estrellas
en el firmamento," que nos da a entender que, como las estrellas sobresalen en el cielo
por la ventaja de su luz, los doctores serán conocidos
conocidos en la corte del cielo
cielo por su
esplendor, el cual saldrá de ellos. Y si el menos santo en el cielo brillará siete veces más
que el sol, ¿qué
los mártires, San resplandor será iban
Juan dice que el que sobresalga
vestidos sobre soles
de blanco, tan palmas
llevando resplandecientes? De
en sus manos
en señal de victoria, porque, así como los reyes eran honrados con que solo ellos usaban
la púrpura real y llevaban el cetro en sus manos, así también son honrados los Mártires
209
con aquella rica vestidura y con el ramo de palma. El mismo San Juan también dice de
las vírgenes, que llevan el nombre de Cristo y su Padre impreso en sus frentes; lo cual
será como una señal para distinguirlas del resto de los demás, conforme con la profecía
del profeta Isaías, que dice, que se les dará un nombre más noble y excelente a las
vírgenes que al resto de los hijos de Dios; dice San Agustín por eso por ventura se les da
nombre, esto es divisa especial; porque por él se diferencian de los demás, como se
diferencian por el nombre unos de otros.
Además de esto, tendrán particular señal o resplandor los miembros de los
bienaventurados,
bienaventurados, que han servido
servido sobre todo a Dios,
Dios, o sufrieron
sufrieron por Él
Él,, como nota San
Agustín (August. 1. 22 de Civit.); de modo que cada herida que San Esteban recibió de
su lapidación, echará rayos de luz particular. ¡Y con qué ropa tan rebosante se cubrirá
San Bartolomé pues fue desollado de pies a cabeza! En la misma manera, Santiago el
Interciso, que fue cortado en pedazos, miembro por miembro, por la fe de Cristo.
Incluso los confesores, en esos sentidos que mortificaron por Cristo, tendrán un esmalte
particul
particular
ar de luz. San Juan Evangeli
Evangelista
sta se mostró a santa Matil
Matilde con un esplendor
esplendor y
gracia particular en sus ojos, por no atreverse a levantar los ojos a mirar a la Santísima
Virgen, cuando
hay ningún vivía
tipo de con que
honor, ella,no
porselale gran
dará estima
luego aylos
veneración que leheroicas
actos de virtud tenía enrealizadas
vida. No
por los santos en esta vida,
vida, los cual
cuales
es se leerán en cada predestinado
predestinado sin
sin tener necesidad
necesidad
de historias, ni anales, ni estatuas, para dar a conocer o eternizar su memoria, como tiene
necesidad los honores mundanos, porque como son cortos, transitorios y de pequeña
resistencia, tienen necesidad de algo para su conservación en la memoria de los hombres.
Para ello, los romanos erigieron estatuas a los que tenían la intención de honrar, porque,
al ser mortales, quedase después de sus días aquella imagen y memoria suya por donde
se conociesen y juntamente el bien que había hecho a la república. Pero en el cielo no
hay necesidad de este artificio; porque los que están allí honrados son inmortales, y
tendrán en sí mismos un poco de carácter grabado como un testimonio evidente y claro
de sus nobles
la tierra victorias
de dichos, es ycontra
logros.accidentes
El honor de
ni los
estájustos en elacielo
expuesto depende
peligros, o senomide
comopor
el de
el
discurso de los demás, pero en sí contiene su propia gloria y dignidad. Las dignidades en
los imperios romanos, como se desprende de la ley civil eran cuatro, expresadas por
estos cuatro títulos: Perfectísimo (Perfectissimus), Clarísimo (Clarissimus), Espectable
(Spectabilis), e Ilustre (Ilustrissimum). Estos reconocimientos fueron sólo en el nombre y
en la reputación, no en la sustancia y verdad. Porque era llamado Perfectísimo a quien
era imprudente, necio, apasionado, vicioso y en todo imperfecto y menguado; llamábase
Clarísimo, quien no tenía ni la claridad ni la serenidad de entendimiento, sino la oscuridad
de muchos vicios; se llamaba Espectable y especioso, a aquel hombre que pudiera huir
veinte leguas sin ser mirado; y los Ilustres, eran los que estaban envueltos en la oscuridad
de la ignorancia
cuánta diferencia yhay
el entre
vicio, los
sinhonores
la más mínima
del cieloluz de de
y los la la
virtud.
tierra,Pero
que para quedistantes
son tan veamos
unos de otros, como la verdad de la falsedad, debemos saber, que en el cielo los
bienaventurados
bienaventurados no sól
sóloo son llamados perfectísimos, pero realmente lo lo son tanto en al
alma
ma
210
y cuerpo, sin la más mínima imperfección o defecto: no sólo son llamados clarísimos,
sino que lo serán; porque serán adornados con ese don de claridad, que echarán fuera
rayos más claros que el sol; y si el sol es lo más brillante en la naturaleza, ¿cómo serán
los que sean siete veces más que la claridad del sol?, clarísimos sin duda serán. Tampoco
se dirán expectables o especiosos y dignos de ser mirados; pero lo serán; porque su
hermosura y decencia serán sumamente espectables, dignas no sólo de mirarse pero de
admirarse; ni solo se dirán, pero serán realmente ilustres, porque cada uno con su propia
luz deberá ser suficiente para ilustrar e iluminar a muchos mundos. Si un solo título falso
de lo que verdaderamente poseen y disfrutan los bienaventurados era lo que honraba y
respetaba el Imperio Romano, tener la verdad y la sustancia de ello en el cielo ¿cuán
grande honra será? Con razón dijo Matatías a la gloria de este mundo excrementos y
suciedad; porque todos los honores y dignidades de la tierra con respecto a los del cielo
son vileza y asco, ignominia e infamia. ¿Qué mayor honra que ser amigo de Dios, hijos,
herederos, y reyes en el reino de los cielos? San Juan, en su Apocalipsis, establece esta
honra y dignidad de los bienaventurados en los veinticuatro ancianos que estaban
colocados alrededor del trono de Dios, los cuales estaban con tanta autoridad y en tanta
dignidad, que estaba
de ropas blancas cada uno
y lúcidas, sentado
en señal de delante del perpetua,
su alegría Señor y sentado en uncon
y coronados trono,
unavestidos
corona
de oro en respeto de su dignidad. El estar cubierto en presencia de los reyes es la mayor
honra que le confieren los príncipes a los
los reyes de la tierra;
tierra; pero
per o Dios
Dios no solo hace a sus
siervos esta honra, sino que sean coronados y sentados en tronos delante de Él; y nuestro
Salvador en el día del juicio hará lo mismo con sus discípulos, donde estarán sentados
con Cristo, y siendo jueces juntamente con Él.
IV.. Ciertamente,
IV C iertamente, mayor honra no se puede pued e imaginar
imaginar que la de los predestinados.
Porque si nos fijamos en el que hace el honor, es Dios: si miramos con qué honra, es no
con menor joya que su propia divinidad, y con otros dones más sublimes; si miramos la
publ
publi
y la itierra,
ci
cidad
dad de la honra,
ángeles, es ante
hombres todo el teatro
y demonios; del ciel
cielo,
si miramos o,elytiempo,
en el
e l díaesdel
porjuicio,
juicio, laante
toda el cielo
cielo
eternidad;
si es por los títulos que da, es la verdad y la sustancia de las cosas, no es la palabra vacía
y el nombre vano. Por todo esto se echa bien de ver la causa porque siendo la
bienaventuranza
bienaventuranza una junta de todos los bienes,
bienes, se ha alalzado
zado con este nombre de glori gloria,
a,
llamándose la gloria por antonomasia; y es, porque, a pesar de que contiene contentos,
gustos, alegrías, riquezas, y todos los placeres que se puedan desear, sin embargo, parece
que sobresale entre todos el de la gloria y honra que Dios concede a los santos.
Puédese también echar de ver lo que Dios honrará en el cielo a las almas gloriosas por
lo que honra aun en la tierra a sus huesos carcomidos, de lo cual, San Crisóstomo habla
en estos términos (in II ad Corinto hom. 26): "¿Dónde está ahora el sepulcro de
Alejandro Magno?
sepulcros de Ruégote
los siervos que meson
de Cristo lo tan
muestres y digasque
espléndidos el han
día en que murió.
ocupado Peromás
la ciudad los
princi
principal
pal y más imperial de todas, y los días en que murieron son bienbien conocidos
conocidos y son
de fiesta por todo el orbe. El sepulcro de Alejandro es desconocido incluso por sus
2111
21
bi
bien
deenfaltar
alguno,
alguno,
bien,niytener
todo falta
falta dehacosa
deseo que se
de estar desee; yYensi,aquella
satisfecho. aquel
comola vida
dicenbienaventurada no no
los filósofos, que ha
es rico, quien posee mucho, sino más bien el que no desea nada, no habiendo allí deseo
por cumpli
cumplir, hay suma riqueza.
riqueza. Fue también
también una posici
posición
ón de los estoicos
estoicos que no era
pobre quien
quien estaba sin
sin riquezas,
riquezas, pero el que estaba en necesidad
necesidad de el elllos. Dado que, a
continuación, en el reino celestial no hay necesidad de nada, más rico es el que entra en
él. Por estas riquezas divinas, Cristo, nuestro Salvador, habla en sus parábolas del reino
de los cielos, a menudo expresándolo en términos de nombres y enigmas de cosas ricas,
a veces llamándolo el tesoro escondido, ya veces la perla preciosa, y otras veces la
dracma perdida. Pues si la felicidad eterna consiste en la posesión eterna de Dios, ¿qué
riquezas se pueden comparar con ella?, ¿qué herencia más rica que poseer la herencia del
reino de los cielos? ¿Qué joya más preciosa que la de la divinidad, y qué oro más puro
que el Creador de oro y todas las cosas preciosas, que se da en posesión y riquezas a los
santos, para que aborrezcamos aquellas riquezas que son temporales, si por ellas se pone
en peligro la eterna? Que, por lo tanto, los que van a morir mañana no se aflijan por los
bienes
bienes que pueden perecer primeroprimero que ell
ellos, ni se afanen por poseer lo que han de dejar
de gozar, ni pidan con más insistencia lo caduco, más oren con fervor por su salvación
eterna, y prefiriendo la criatura ante el Creador, no buscando a Dios por lo que es, pero
por lo que da y por aquell
aquello en que da menos, que es lo temporal. Por P or lo cual San Ag
Agustín
dice (in Psal. LII), " Dios quiere ser servido graciosamente, quiere ser amado sin
interés, es decir, puramente por sí mismo y no por nada fuera de sí mismo, y, por lo
tanto, aquel que invoca a Dios para hacerse rico, no invoca a Dios, sino aquello que
quiere que le venga; porque ¿qué es invocar o llamar sino clamar a sí? Porque cuando
se dice:
di ce: "Dios mío, dame riquezas, no quieres que Dios venga a ti, sino que te ve vengan
ngan
las riquezas; pero si invocarás a Dios, él viniera a ti, y él fuera tus riquezas; pero tú
quieres tener tus arcas llenas y vacío tu corazón, mas Dios no llena el arca, pero el
echo."
II. Además de la posesión de Dios, importa mucho formar una concepción de este
reino de los cielos, que es el de los justos, donde reinarán con Cristo por siempre y cuyas
riquezas deben necesariamente ser inmensas, ya que son para ser reyes de un reino tan
grande. Se llama al lugar, donde han de habitar los Santos en la bienaventuranza, el reino
de los cielos, porque es una región extendidísima, y mucho mayor que tal vez puede caer
bajo nuestra capacidad
capacidad de comprensión.
comprensión. Y si la
la tierra, en comparaci
comparac ión con el ciel
cielo,
o, no es
más que un punto, y sin embargo contiene tantos y tan grandes reinos, ¿cuál será aquel
reino que es uno solo, y se extiende por todo el cielo? ¡Que pobre y reducido tendrá el
corazón un cristiano, que limita su amor a las cosas presentes, sudando y trabajando
213
duro por una pequeña parte de los bienes de este mundo, que en sí son tan poco! ¿Por
qué se contenta con un pobre punto de la tierra, cuando él puede ser señor de todo el
cielo? A pesar de que este reino de Dios sea tan grande y amplio, sin embargo, no está
poblado
pobl ado escasamente, pero tan lleno de habi
habitantes
tantes de todas las naciones
naciones y condicio
condiciones,
nes,
como si se tratara de una ciudad o de alguna casa particular. Hay (como dijo el apóstol)
muchos miles de ángeles, un número infinito de los justos, cuantos han muerto desde
Abel hasta ahora que estén purificados; y también estarán cuantos murieren hasta el día
del juicio, y después de la sentencia, se quedarán para siempre allí, con sus cuerpos
gloriosos y resplandecientes. Allí habitarán los espíritus angélicos con gran orden y
decencia, y distribuidos en sus nueve órdenes, causando admiración con su hermosura, a
los cuales corresponderán con igual decencia otros nueve ordenes de los santos,
patriarcas,
patriarcas, profetas, apóstoles,
apóstoles, mártires,
mártires, confesores, pastores y doctores, sacerdotes y
levitas, los monjes y ermitaños, vírgenes y otras santas mujeres. Esta populosa ciudad
será habitada no con pueblos sino de ciudadanos tan nobles, ricos, justos y sabios, que
todos ellos serán reyes santos y sabios. ¡Cuánta dicha será vivir con tales personas! La
reina de Saba, sólo por ver a Salomón, vino desde el extremo de la tierra; y para ver a
Tito Livio,
rey salir de naciones y provincias
su palacio, muyeldistantes
concurre todo pueblo. vinieron
¿qué seráa no
Roma.
solo Para
vivir,contemplar
sino reinaracon
un
tantos ángeles, y tratar con tantos hombres eminentes y santos? Porque sólo para ver a
San Antonio en el desierto, los hombres salieron de sus casas y de sus países, ¿qué gozo
será tratar y conversar con tantos santos en el cielo? Si ahora descendiera uno de los
profetas o apóstoles,
apóstoles, ¿con cuánta admiración
admiración y gusto fuera todo el mundo a verlo verlo y
escucharlo? En el otro mundo vamos a oírlos y verlos a todos. San Romano, con la sola
vista de un ángel, cuando él era un gentil, dejó el mundo y su vida, para convertirse en
un cristiano. ¡Qué admirable deberá ser entonces, ver a miles de miles de Ángeles, en
toda su belleza y grandeza, y tantos santos gloriosos, en todo su brillo! Si un sol es
suficiente para aclarar a todo el mundo aquí abajo, ¿qué habrá de más gozo que
contemplar los innumerables
De esta multitud soles en
de habitantes, esa región
el lugar de ladegloria
luz? no sólo se llama el reino de los
cielos, pero la ciudad de Dios. Se llama un reino por su inmensa grandeza, y una ciudad,
por su gran bell
belleza y poblaci
población.
ón. No es como otros reinos
reinos y provinci
provincias,
as, que no están
todos habitados, que contienen enormes desiertos, montañas inaccesibles, y bosques
espesos; ni se divide en muchas ciudades y pueblos, distantes unos de otros, pero este
reino de Dios, a pesar de ser una amplia región, es toda una ciudad hermosísima. ¿Quién
no se maravillaría si toda España o Italia no fuera más que una ciudad, que cogiese tantas
leguas como contiene provincias, y que toda esa ciudad fuese tan hermosa como Roma
en la época de Augusto César, que la hizo de mármol siendo antes de ladrillo? ¿Qué
espectáculo fuera el de Caldea, si toda fuera como Babilonia, o la de Siria, como si toda
fuera
ciudadcomo Jerusalén
celestial cuandocuya
de los santos estaba en su posee
grandeza mayortodos
hermosura?
los cielos,Entonces, ¿cuál
y es, como será la
la Sagrada
Escritura la describe, toda de oro y piedras preciosas, para significar las riquezas que
poseerán los siervos de Cristo? Las puertas de esta ciudad eran de perlas, como dice dice San
S an
214
Juan, cada una hecha de una sola perla, y los cimientos del muro de jaspe, zafiro,
calcedonia, esmeralda, topacio, jacinto, amatista, y otras piedras preciosas; las calles de
oro fino, tan puro, que parecía de cristal; juntando en una misma materia la firmeza del
oro con la transparencia del cristal, y la belleza tanto de uno y otro.
Si toda Roma fuera de zafiro, admiraría a todo el mundo ¿cómo será de maravillosa
aquella ciudad santa que, extendiéndose sobre tantos millones de leguas, es toda de oro,
perlas
perlas y piedras
piedras preciosas:
preciosas: o mejor dicho,
dicho, de una cuestión
cuestión de mucho más valor,
valor, y
habitada por una multitud de tales ciudadanos hermosos, como son tan por encima de
cualquier número imaginable, así como la capacidad de la ciudad está por encima de
cualquier medida que se pueda imaginar? Algunos famosos matemáticos dicen del cielo
empíreo, que es tan grande, que aunque diese Dios a cada uno de los bienaventurados un
espacio mayor que toda la tierra, con todo eso sobrara espacio para dar a muchos otros
otro tanto. Llegan también a suponer que la capacidad de este cielo es tan grande que
contiene más de diez mil catorce millones de millas. ¡Qué maravilla será ver una ciudad
tan grande de oro lucidísimo y transparente como el cristal! Los teólogos confiesan que la
capacidad de este cielo es inmensa, pero se regocijan más de admirarlo que atreverse a
medirlo. Sin embargo, no quiere no falta teólogo que dice (Joan. Gaile. in suo Peregrino),
que si Dios hiciese de cada grano de arena en la orilla del mar que fuese tan grande como
toda la tierra, que no llenarían el cóncavo del cielo empíreo; y sin embargo, toda esta
ciudad posee todo ese espacio, y está toda compuesta de materia mucho más bella y
preciosa
preciosa que el oro, perlas
perlas y diamantes.
diamantes. Ciertamente,
Ciertamente, nuestros pensamientos
pensamientos no pueden
concebir tantas riquezas y maravillas; por los cuales deberíamos someternos a todos los
dolores y necesidades de este mundo. San Francisco de Asís (Chron. Frat. Minor. P. 2,
c. 6) aquejado de un grave dolor de ojos, de tal manera que no podía dormir ni tomar
ningún descanso, y al mismo tiempo molestado por el diablo , que llenó la celda con
ratas, que, con su ruido, agregan mucho a su dolor, con gran paciencia dio gracias al
Señor, que le castigaba tan blandamente, diciendo: " Mi Señor Jesucristo, que merezco
merezco
mayores
tribulacióncastigos;
me alejeperode titú, como unenbuen
." Estando esta pastor,
meditación,concédeme
oyó unaque voz por
que ninguna
le dijo:
"Francisco, si toda la tierra fuera de oro, y todos los ríos de bálsamo, y todos los montes
y rocas de piedras preciosas, ¿no dijeras, que este era una gran tesoro? Pues sábete que
hay otro mayor tesoro, que supera al oro, cuanto es más el oro que la suciedad, el
bálsamo
bálsamo que el agua
agua o las piedras preciosas que un guijarro,
guijarro, y este
e ste rico tesoro se te debe
por premio
premio de tu enfermedad, si estás contento con el ellla. Alég
Alégrate,
rate, Francisco,
Francisco, pues este
tesoro es de la gloria celeste, la cual se obtiene por tribulaciones." Ciertamente tenemos
razón para sufrir aquí todos los dolores y la pobreza en absoluto, ya que vamos a recibir
en la gloria tantas mayores riquezas. Por tanto, debemos levantar nuestras almas y
nuestros corazones a ella detestando la felicidad frágil de estos bienes temporales de la
tierra, y decir con que,
hizo Fulgencio, David:entrando
"Cosas gloriosas
en Roma,se cuando
dicen detodavía
ti, Ciudad en su También
También
de Dios!"
estaba brillo, lo
y
contemplando la grandeza, la belleza y la arquitectura maravillosa de ella, dijo con
admiración, ¿cuán hermosa será la Jerusalén celeste, si así es la Roma terrestre?" Una
215
sombra de esta se le mostró al rey Josafat, cuya historia está escrita por San Juan
Damasceno. (en vita Josaph. Bari. et. Joseph. Cap. 30) San Josafat estando en oración
profunda, postrado sobre la tierra, fue superado por un dul
dulce
ce sueño, en el que vio
vio a dos
hombres de grave actitud, que le llevaron a través de muchos países desconocidos, a un
campo lleno de flores y plantas de rara belleza, cargados de fruta nunca antes vista, las
hojas de los árboles se movían con viento suave y delicado, produciendo un sonido
agradable, y soplaban un suavísimo olor. Allí vio colocados muchos asientos de oro y
piedras
piedras preciosas,
preciosas, que bril
brillaban con un nuevo tipo
tipo de bril
brillo, y corrían arroyos de agua
agua
cristalina que refrescaban el aire, y agradaban a la vista. De aquí entró en una ciudad
muy bella, cuyas paredes eran de oro transparente, las torres y almenas eran de piedras
de valor inestimable, las calles y plazas brillaban con rayos celestiales de luz, y andaban
por ellas
ellas ejércitos
ejércitos bri
brilllantes
lantes de ángeles
ángeles y serafines,
serafines, cantando canciones
canciones como nunca
fueron escuchadas por oídos mortales. Entre otras cosas, oyó una voz que decía: " Este
es el reposo de los justos, este es el gozo de los que han dado buena cuenta de sus
vidas a Dios." Pero todo esto no es más que un sueño y una sombra, en comparación a
la verdad, la grandeza y la riqueza de esa corte celestial. Todos los bienaventurados,
untoriquezas?
sus con Cristo, han fuese
¿Quién de reinar en ésta,
tan rico comolapara
mástener
rica ciudad y reino,
a la entrada ¿cuán
de su casa grandes
una granserán
losa
de oro de tantas yardas de largo? ¿Qué riquezas serán las del cielo, porque todo el reino
de los cielos es de oro puro, todas las calles y todas las casas de la santa ciudad, y no
sólo de oro, pero más que el oro? La Santa Escritura, para que nosotros, por una parte,
podamos entender las riquezas
riquezas de este rei
reino
no de Dios,
Dios, y por otra parte, sepamos que son
de una naturaleza más elevada y más excelente que los de la tierra, las expresa con la
semejanza de las riquezas de este mundo, como el oro, perlas y piedras preciosas;
porque por estos nombres entendemos cosas de gran ri riqueza
queza y valor;
valor; y por otra parte
nos pintó estas cosas tales, que no se hallan así en la tierra; porque si bien habla de
perlas,
perlas, se dice
dice que eran tan grand
grandes
es que servían de puertas a la ci
ciudad;
udad; cuando se habla
habla
de esmeraldas
torreones; y topacios,
cuando lo hace
dijo de oro, como suficientes
fue añadiendo que era para
comolavidrio,
fundación de altos
no siendo murosoroy
nuestro
transparente, sino oscuro y opaco. Todo esto es para significar, que en el cielo no sólo
son mayores las riquezas, pero de diverso y más superior género, y de más alta calidad
que las de la tierra. Y no sin razón es que la ciudad santa se llama el reino de los cielos,
para hacernos saber que la misma
misma superiori
superioridad
dad que tiene
tiene el cielo
cielo por encima
encima de la tierra
tierra
se hacen de las cosas de allá a las de acá, las honras eternas a las temporales, las riquezas
celestiales a las terrestres, porque si toda la tierra no es más que un punto en
comparación con los cielos, ¿qué pueden ser sus riquezas perecederas en comparación
con las eternas?
III.reyes,
sino De todas estas
como se riquezas incomparables,
da a entender en muchoslos lugares
bienaventurados no sólosanta,
de la Escritura serán yseñores
no se
disminuyen ni las riquezas celestiales, ni el reino de los cielos, porque tenga muchos
señores o reyes, porque no es como los reinos de la tierra que son muy estrechos, que
216
permiten un re
permiten reyy a la vez, y si se divi
divide
de en muchas partes, pierde
pierde poder y majestad; pero
es de tal condición, que es totalmente poseído por todos en general y por cada uno en
particul
particular;
ar; como el sol
sol,, que cali
calienta
enta todo y a cada uno, y no es menos porque cali calienta a
muchos.
Los efectos de la riqueza es mucho mayor y más noble en el cielo de lo que pueden ser
sobre la tierra. La riqueza nos puede servir para mantener nuestro poder, honores y
placeres;
placeres; pero todo el oro del mundo no nos puede liberar
liberar de la debili
debilidad, la infamia,
infamia, y el
dolor. El poder de un rey rico solo llega a que puede mandar a sus vasallos; y a los que
no le obedecen, los puede castigar con la cárcel o la muerte, y por lo tanto es temido y
respetado por ellos, pero toda esta potencia no tiene valor, sin la ayuda de sus reinos,
porque ¿De qué le serviservirá
rá a un príncipe
príncipe mandar a defender una ci ciudad,
udad, si,
si, dentro los
soldados no quisieran hacerlo? Y, por lo tanto, un cierto bufón de Felipe II., de España,
le preguntó: "Si todos dijésemos que no a lo que manda vuestra señoría, ¿qué había de
hacer?" dándole a entender que su poder depende de los demás. No solo el poder de un
monarca depende de la voluntad de sus súbditos, pero las paredes de sus fortalezas,
armas, instrumentos de guerra, y muchas otras cosas, de modo que las personas
dependen únicamente de un solo hombre, que es el príncipe, pero el príncipe de muchos
hombres y asuntos; a tal grado que muchos reyes ricos se han visto sin poder, como
Creso, Andrónico, y otros, no fueron capaces de defenderse a sí mismos, con todas sus
riquezas, aún de sus propios vasallos como lo fueron Domiciano, Cómodo, Heliogábalo y
Julio César. Mas el poder de los bienaventurados no depende de ningún otro poder ni
hombre, que, como dice San Anselmo (de Simil. c. 52), será tan grande, que no habrá
ninguna fuerza o resistencia, en soportarlo. Si un santo quisiere mover una montaña de
un lugar a otro, lo podrá hacer con la misma facilidad que movemos nuestros ojos de una
parte a otra, y no es esto maravill
maravilla, pues aun en esta vida lo
lo prometió Cristo,
Cristo, a los que en
fe suya quisiesen hacerlo, como se dice de San Gregorio Taumaturgo y algunos otros.
Que si los ángeles, y aun los demonios, tienen este poder, ¿los bienaventurados serán
negados de vasallos
realizar sus él? En relación conylales
en rodilla, honra que
hacen la quieren los hacia
reverencia príncipes más ricos
el exterior, perosólo
no pueden
pueden
impedirles que murmuren de él en su ausencia, y que a partir de la observación de sus
acciones, las interpreten a su antojo. Tienen muchos aduladores, quienes los alaban con
sus lenguas y los desprecian en sus corazones; y, en su mayor parte, son muchos menos
los que lo alaban a los que lo desprecian; porque son pocos aquellos que tratan con ellos,
y muchos los que hablan de ellos: y así son pocos los que lo alaban en su presencia, y
muchos los que lo censuran en su ausencia. En cuanto a los regalos y placeres, es cierto
que los príncipes no se contentan con placeres ordinarios, y por lo tanto se proveen de
magníficos espectáculos, recreaciones costosas, comedias exquisitas y agradables
ardines, bosques para la caza, y todos están vestidos espléndidamente, pero a ninguno
una fiebreo de
aquellos, no preocupaciones
le aflige, o dolores de cabeza,
y temores de estómago,
de romper su sueño. o la gota, por abusar de
No hay oro o dinero
dinero que les pueda asegurar
asegurar los
los bienes
bienes de este mundo, o liberarlos
berarlos de
imperfecciones. Esto sólo se tendrá en el cielo, y así es riquísimo aquel dichoso estado en
217
que se halla, más que puedan dar todas las riquezas. Allí tienen un poder tan libre de
debilidad que un único ángel, sin armas, espada o lanza, mató de una vez a ciento
ochenta mil hombres. ¡Con cuánta velocidad y facilidad libran los santos de grandes
peliigros a los que los invocan, y sin
pel sin impedírselos,
mpedírselos, la distanci
distanciaa del lugar
lugar ni estorbarlos la
violencia de los tiranos! ¿Cuán completa, será la honra de los bienaventurados, que hasta
los demonios les han de reverenciar! Es más, incluso ahora, muchos de los que los
despreciaron viviendo, viendo los muchos milagros que Dios ha obrado por su
intercesión, los han honrado después de la muerte. Los gozos, también, son puros y
verdaderos, sin mezcla de dolor o pena, como veremos luego. Además, se ha de tener en
cuenta que la gran riqueza de los Santos no es, como la de los reyes de la tierra,
procedentes de los tributos
tributos impuestos sobre sus vasall
vasallos, que aunque justos no están
libres de esta mala condición, que se ha de enriquecer el rey empobreciendo al pobre.
Las riquezas en el cielo no tienen tales defectos; porque no son una carga para ninguno;
y no se quita a nadie para dar todo a los siervos de Cristo, que reinan en el cielo.
218
todas partes, alrededor y en todas partes gozo pleno" La misma inmensidad de gozo el
Señor significó cuando dijo, por Isaías: "Mirad que yo crio a Jerusalén regocijo, y a su
puebloo gozo." La novedad de esta sentencia,
puebl sentencia, como de cosa maravill
maravillosa,
osa, la advierte
advierte con
aquella palabra mirad, captando atención para entender y notar lo que dice, y es mucho
para notar que no dijo:
dijo: Crio regocijo para Jerusalén, ni en Jerusalén, sino con particular
misterio dice que cría a Jerusalén que sea toda regocijo. No dice daré a su pueblo gozo, y
haré que su pueblo esté gozoso, sino que su pueblo sea el mismo gozo. Él habla de esta
manera para exponer la grandeza de este gozo abundante, con el que la santa ciudad y
sus habitantes serán, por así decirlo, abarcados e inundados. Porque así como una placa
de hierro en el medio de un horno es tan completamente encendida y penetrada por el
fuego que parece disiparla, y contener todo el calor del horno; así también el alma
bienaventurada
bienaventurada en el ci
cielo
elo está toda llena de ese gozo celeste, que no sólo
sólo se puede decir
que es gozosa, pero que es el mismo gozo. La multitud de gozos en el cielo se juntan con
su grandeza; y tan grandes son, que el menor de ellos es suficiente para hacer olvidar los
placeres
placeres más grandes de la tierra;
tierra; y son tantos que, aunque fueran
fuera n mi
m il veces más cortos,
sin embargo, sobrepujarán a todos los placeres temporales, aunque fueran mil veces
mayores de lo
inexplicable que son;es pero
grandeza, juntándose
inefable aquellalabienaventuranza
abundancia de eterna.
los gozos
Poreternos conSan
eso dice su
Bernardo: "La recompensa de los santos es tan grande que no se puede medir, tan
numerosos que no se pueden contar, tan copiosos que no se pueden terminar, y tan
preciosos
preciosos que no pueden ser valorados."
valorados." Y Alberto
Alberto Magno,
Magno, para el mismo propósito
propósito (i
(inn
Comp Theol L. 7, c 31 Cor II; Isai LXIV): " Son tan grandes los gozos en el cielo, que
todos los aritméticos de la tierra no puede contarlos; los geómetras no pueden
medirlos, ni los hombres más instruidos en el mundo explicarlos; porque ni el ojo vio,
ni el oído oyó, ni vino al pensamiento o corazón del hombre lo que Dios tiene
reparado para los que le aman, porque se gozarán los santos de lo que está por
encima de ellos, que es la visión de Dios; en lo que está por debajo de ellos, que es la
belleza del cielo,
lorificación y otras
de sus criaturas
cuerpos; de locorporales; de lodeque
que está fuera estáque
ellas, dentro
es ladecompañía
ellos, quedeeslos
la
ángeles y de los hombres. Dios deleitará todos sus sentidos espirituales con un deleite
indescriptible; porque él ha de ser su objeto, porque será un espejo a la vista, música
ara el oído, dulzor al gusto, bálsamo para el olor, flores al tacto. Allí estará la
claridad de la luz del verano, lo agradable de la primavera, la abundancia del otoño, y
el descanso del invierno."
II. El gozo principal de los bienaventurados está en la posesión de Dios, a quien
contemplan claramente como es en sí mismo. Pues lo honroso, útil y deleitable (de
acuerdo con lo que ya hemos dicho), no están divididos en el cielo; por lo que las almas
bendi
benditas
tas tienen
tienena los
corresponden trestres
regal
regtipos
alos,
os, de
esencial
esenciales
es que
bienes, e inseparables
nseparabl es dellaman
los teólogos este estado bienaventurado;
bienaventurado;
la visión, la comprensióny
y fruición. La primera consiste en la visión clara de Dios, que se da a los justos como
recompensa a sus méritos, por el que recibe un honor incomparable, ya que sus obras y
219
virtudes son recompensadas en presencia de todos los ángeles, no con menor corona y
galardón que Dios mismo. La segunda es, la posesión que tiene el alma de Dios, como
riqueza y herencia suya. Y la tercera es el gozo inefable que acompaña a esta vista y
posesión
posesi ón de Dios.
Dios. La grandeza de este gogozo
zo ning
ninguna
una lengua
engua puede decir;
decir; ni creo que los
propios
propi os bienaventurados,
bienaventurados, que tienen
tienen ex
experien
periencia
cia de el
ellla, aunque hablasen
hablasen con lengua
engua de
ángeles del cielo son capaces de declararlo. Sin embargo, no estará de más, que nosotros
(tanto como nuestra ignorancia y rudeza nos permita) lo consideremos y admiremos.
Este gozo tiene dos cualidades singulares, por lo que es posible concebir la inmensidad
del mismo. La primera, que es tan fuerte y poderoso, que excluye todo mal, pena, y
dolor. Este sólo es un bien tan grande, que muchos filósofos le tuvieron por
bienaventuranza
bienaventuranza del hombre. Y por lo tanto escribe
escribe Cicerón (Cicerón
(Cicerón de Fini
Finibus
bus et 5
Tuscul.) que Jerónimo de Rodas, un famoso filósofo y un gran maestro, y Diodoro,
hablando del fin último y sumo bien del hombre, enseñó, que consistía en ser libre de
dolor; siendo la opinión de aquellos filósofos, que no sufrir dolor o mal alguno, era el más
grande y sumo bien. Pero fue su error, juzgar que este era bien en sí mismo, pues no es
más que efecto y consecuencia suyo, por ser tan poderoso el amor y gozo que brota de
la clara visión de Dios, que es suficiente para convertir el infierno en gloria, a tal grado
como para que el alma más atormentada en el infierno se le añadieran a él solo todos los
tormentos del resto de los hombres y demonios, y se le diera luego Dios a conocer,
bastaba solo
solo su visi
visión
ón clara,
clara, aunque fuera en el menor grado, sería sufici
suficiente
ente para
liberarlo de todos los males, tanto del pecado y el dolor; siendo su alma arrebatada por la
bellleza inefabl
bel nefablee que veía. ¡Oh cuán fuerte gozo es aquel que echado en tan gran abismo
abismo
de tormentos los alivia todos! ¡Cuán poderoso es el fuego, que con una chispa
consumiría todo el océano! No hay gozo en este mundo que pueda suspender el dolor de
uno que le aserrasen un dedo, pero aquel gozo de Dios es tan inmenso, que quitará todos
los tormentos y penas de la tierra y el infierno; con ser más fuertes los dolores para quitar
los gusto que los gustos son poderosos para suspender los tormentos: porque uno que
está congustos,
grandes un vehemente dolor
y muchos, no hay
un dolor entretenimientos
basta para ahogarlos.niLa
gustos que le consuelen;
otra maravilla, ya
que procede
de la grandeza de aquel gozo soberano, es que él solo basta para anegar todos los dolores
y tormentos, y no hay tormentos en el mundo que a él puedan disminuir.
La otra maravilla en que se descubre la grandeza de este gozo es la multitud de esos
gozos que causa y nacen de él, como de raíz muy fructífera. ¿Quién no se sorprendería,
que la bienaventuranza del alma debe causar tantos y tan maravillosos efectos en los
cuerpos de los bienaventurados? Tan soberana es la visión beatífica, que con dicha
inefable ocupa el espíritu, que hace que prorrumpa el cuerpo, con todas las
manifestaciones evidentes de belleza, brillo y otros regalos de la gloria. Efecto tan
prodiggioso no puede ser sino
prodi sino porque es suma aquell
aquella bienaventuranza
bienaventuranza y gozo del alma,
con
gozolanocual no solodisimular
lo puede el alma, el
sino el cuerpo,
corazón, sinoseque
llena de gozos.
redunda en elAcá vemos
cuerpo conque un grande
alguna señal;
pero son tan pequeñas las de los gozos de la tierra, que no suelen
suelen hacer
hace r más
m ás que serenar
o alegrar el rostro, sin añadirle otra hermosura. Pero la visión de Dios es tan inmenso
220
221
222
representadas todas las cosas de gusto y admiración que ha habido en el mundo! Si uno
se fuera colocado en un campo en donde pudiera contemplar las siete maravillas del
mundo, los suntuosos banquetes realizados por Asuero y otros reyes persas, los
espectáculos raros y fiestas exhibidas por los romanos, los árboles más agradables y
sabrosos frutos del paraíso, la riqueza de Creso y David, y los tesoros de los monarcas
asirios y romanos, ¿qué maravilla sería verlos todos de manera conjunta? Pero ¿qué más
feliz sería aquel sobre quien todos estos fueran otorgados por un millar de años de vida
que le asegurasen de vida? Pero no digo si le diesen esto solo, sino también todo cuanto
grande y gustoso habrá en el mundo, con todos cuantos gustos, contentos y perfecciones
han tenido todos los hombres y tendrán hasta el fin del mundo: toda la sabiduría de
Salomón, toda la ciencia de Platón y Aristóteles, toda la fortaleza de Sansón, toda la
bellleza de Raquel y Ester, si se le diera
bel diera todo esto a una persona, no tendría comparación,
comparación,
y parecería ser una cosa repugnante, comparado sólo con el gusto que se habrá de
disfrutar de la visión de Dios por toda la eternidad, porque en él sólo se verá un teatro de
bienes
bienes y grandezas, en el que están comprendidas
comprendidas como en uno la grandeza de todas las
criaturas. En él se encontrará toda la riqueza de oro, lo ameno de los prados, el brillo del
sol, el saborolor
confortable dulce
del de la miel,
ámbar, lo agradable
la apacibilidad de la los
de todos música, la belleza
sentidos, y todo de los puede
lo que cielos, ser
el
admirado o disfrutado.
A esto hay que añadir que este gozo inefable de la visión de Dios ha de ser
multiplicado en innumerables otros gozos, como hay espíritus y almas benditas, que
verán a Dios, porque de la vista de cada uno de los bienaventurados ha de tener cada
uno particular contento y gozo, y debido a que los espíritus bienaventurados y almas son
innumerables, los gozos de la misma manera de cada uno deberán ser innumerables.
Como dice San Anselmo (Anselm. L. de Simil de casquillo 71.): "¡Con cuánto gozo
estará lleno el justo! Pero para el colmo de la bienaventuranza tendrá otra cosa de donde
aun tenga que gozarse más, porque cada uno amará al otro como a sí mismo, y está claro
que así se
y cuán holgarágozos
grandes de laalcanzará
bienaventuranza del otro
cada uno, como
que se de la suya.
regocijará Según yesto,
de tantas tan ¡cuántos
grandes
bienaventuranzas
bienaventuranzas de los Santos! Y si tanto se holgholgara del bien
bien de los otros, que ama
como a sí mismo, ¿cuánto se holgará Dios, a quien ama sobre sí mismo" Por último, el
alma bienaventurada estará rodeada por un mar de innumerables gozos que llenará todas
sus facultades y sentidos con placer y deleite, no de otra manera que si una esponja, que
tuviese tanto mayor número de sentidos de placer, como tuviere los poros y los ojos,
empapados en un mar de leche y miel, gozando con mil bocas toda esa dulzura. Dios es
para el bienaventurado
bienaventurado mar de leche y océano de miel, miel, un abismo
abismo de dulzura
dulzura y un
océano de gozos inefables. Regocijémonos cristianos, a los que se nos han prometido tan
grandes bendiciones; alegrémonos de que el cielo fue hecho para nosotros, y dejemos
que
Hist.esta
51) esperanza destierre
que el Abad Apolo,toda tristeza
si veía a unodedenuestros corazones.
sus monjes tristes,Paladio escribediciendo:
le reprendía, (Palad.
"Hermano, ¿por qué nos afligimos en vanas tristezas? Que se aflijan y melancolicen los
que no tienen esperanza de ir al cielo, no nosotros, pues Cristo nos ha prometido la
223
bendición
bendición de su glori
gloria."
a." Dejemos que esta esperanza nos conforte, este gozo nos aliente,
aliente,
y comencemos ahora a disfrutar de lo que hemos de gozar; porque la esperanza, como
dice Filón, es una anticipación del gozo. En esto solo deberíamos colocar todos nuestros
pensamientos,
pensami entos, volviendo
volviendo los ojos de todos los bienes
bienes y placeres de la tierra.
El profeta Elías, después de haber probado una sola gota de esa dulzura celeste, luego
cerró las ventanas de sus sentidos, cubriéndose los ojos, las orejas y la cara con su
manto. Y el Abad Silvano, cuando terminaba su oración, se tapaba sus ojos, pues las
cosas de la tierra le parecían que no eran dignas de ser vistas las grandezas de la tierra,
cuanto menos de gozarlas, respecto de las del cielo, en cuya esperanza sola nos
habíamos de gozar.
224
225
santos, que contemplan dentro de sí la claridad de Dios, ignoren fuera de sí alguna cosa."
¡Qué contento tuviera uno de contemplar todos los sabios del mundo, y los principales
inventores y maestros de ciencias y facultades, reunidos todos en una habitación: Adán,
Abraham, Moisés, Salomón, Isaías, Zoroastro, Platón, Sócrates, Aristóteles, Pitágoras,
Homero, Trismegistro, Solón, Licurgo, Hipócrates, Euclides, Arquímedes, Teofrasto,
Dioscórides, y todos los doctores de la iglesia cuando estaban en esta vida! ¡Cuán
venerada sería esta junta! ¡cuán admirable asamblea conformarían y por verlos los
hombres saldrían de sus casas! Pues si ver solamente un poco de sabiduría hecha
pedacitos
pedacitos y repartida entre tantos sería de tanta admiració
admiraciónn ¿qué será tener un alma en su
entendimiento, no pedazos de sabiduría como alcanzaron en esta vida los hombres más
sabios, sino toda la sabiduría entera? ¿Quién podría expresar la alegría que recibirán por
el conocimiento de tantas verdades? ¿Qué gusto sería para uno, si de una vista le
mostrasen todo cuanto hay, y pasa en toda la tierra; los edificios suntuosos, junto con los
árboles frutales de tan gran diversidad, todos los seres vivos de tan gran variedad, todas
las aves tan curiosamente pintadas, los peces tan monstruosos, los metales tan ricos,
todas las personas y las naciones más lejanas en distancia? Ciertamente, sería una
maravillosa vista de inestimable gusto. Pero ¿qué será el ver todo esto, todo lo que hay
en la tierra, junto con todo lo que hay en el cielo y por encima de los cielos? Algunos
filósofos, en el descubrimiento de una verdad natural o con la invención de alguna
curiosidad rara, han sido transportados con una alegría mayor que cuantos gustos podían
recibir en sus sentidos. Por ello, Aristóteles pasó tantas noches sin dormir; por esto,
Pitágoras viajó por tantas naciones extrañas; por esto, se privaron de sus riquezas como
Crates; e hicieron largas experiencias como Demócrito, y como de noche y de día no
pensaban en otra cosa Arquímedes, el cual como escribe
escribe Vitrubio,
trubio, nunca se quitó
quitó de sus
pensamientos
pensami entos el cómo inquiri
nquirirr una demostración
demostración matemática, por el contento que tenía
cuando hallaba alguna verdad. Comiendo estaba, y su mente estaba ocupada en la
fabricación de líneas y ángulos. Si se bañaba y se ungía, como era la costumbre de
aquellos
aceite quetiempos,
estaba sus dossudedos
sobre piel. le servían
Pasó como
muchos unaenbrújula
días saber, para hacer círculos
sus reglas en el
matemáticas,
como la cantidad de oro serviría para dorar una corona de plata, para que el orfebre no le
engañare; y habiéndola encontrado, cuando se bañaba en un recipiente de metal, no fue
capaz de contener su alegría, saltando sobre él, y exclamando: "He encontrado lo que es,
lo he encontrado." Pues si de hallar esta verdad tan baja tuvo tanta gozo este gran artista,
¿qué alegría recibirán los santos cuando el Creador les descubra esos altos secretos, y
sobre todo, este sublime misterio de la trinidad de personas en la unidad de la esencia?
Esta verdad, con el resto de los conocimientos divinos con que el más simple de los
ustos se le descubrirá, le ha de saciar sus almas con gozos indescriptibles. ¡Oh vosotros,
sabios del mundo, e ignorantes delante de Dios! ¿Por qué os canséis de curiosidades
vanas, ocupados
trabajar? No es eldecamino
entender, y olvidados
de saber en el amar;
la especulación secamuy atentospero
y estéril, de saber, y lentos
el afecto para
devoto, el
amor ardiente, la mortificación de los sentidos, y las obras santas en el servicio de Dios.
Obrad, y por lo tanto, mereced, y se os darán más ciencias en un instante que los sabios
226
del mundo han obtenido con todas sus vigilias, trabajos y experiencias. Aristóteles, por el
gran gusto que hay en hallar una verdad, sostuvo que la felicidad del hombre consistía en
la contemplación: lo cual dijo con la experiencia que él tenía del gusto que sentía cuando
hallaba una verdad nueva después de mucho discurso y trabajo. Si este sabio encontraba
tan grande alegría en la contemplación natural, ¿qué debemos hacer nosotros para
encontrar la divina, y clara visión de Dios? ¿Y qué gozo será y qué bienaventuranza tan
completa?
Vivirá también allí la memoria, acordándose de todos los beneficios divinos, y dando
gracias eternas al Autor de todas; el alma regocijándose en su propia dicha, de haber
recibido tan grandes misericordias durante tanto tiempo sin merecimiento, y recordando
los peligros de los que ha sido librada por el favor divino, y cantando el verso en el salmo
dirá: "El lazo se rompió, y nosotros somos libres." Será también el recuerdo del mismo
modo (como enseña Santo Tomás) de los actos de las virtudes y buenas obras por el cual
se ganó el cielo, será una alegría particular, lo uno, porque fueron los medios de su dicha,
y lo otro, porque con ellos sirvió y agradó a tan grande Señor, y tan bueno como ve y
experimenta. Este gozo, que resultará de la memoria de las cosas pasadas, es tan grande,
que Epicuro, dio un remedio para estar siempre deleitándose, aconsejó conservar en la
memoria y pensar a menudo de las cosas pasadas. Pero en el cielo no sólo vamos a
regocijarnos en la memoria del gusto de Dios en el cumplimiento de su santa voluntad, y
en el orden y disposición de nuestra vida en su servicio, pero también en las dificultades
y peligros que hemos pasado. El recuerdo de un bien perdido sin remedio causa gran
pesar y tormento, y por el contrario,
contrario, la memori
memoriaa de un gran mal evitado
evitado y trabajo
pasado, es más dul
dulce
ce y suave. El hombre sabio
sabio dijo
dijo que el recuerdo de la muerte era
amargo, como de hecho lo es para los que han de morir; pero después de pasada y
seguros en el cielo no deja de ser dulcísima a los Santos, los cuales han de tener un gozo
indecible, acordándose que ya son libres de la muerte, la enfermedad, y el peligro.
Vivirá también allí la voluntad, en aquella vida verdadera y vital, gozando de ver
cumplidos todos sus deseos con la abundancia y dulce saciedad de tantas felicidades; no
pudiendo dejar de amar a bell
pudiendo belleza tan admirabl
admirablee como el alalma
ma goza y posee en Dios
Dios
Todopoderoso. El amor es el que hace todas las cosas dulces, y así es un tormento ser
separado del amado, así es una gran alegría y felicidad permanecer con la persona
amada; por lo que el bienaventurado ama a Dios más que a sí mismo y a los demás
bienaventurados
bienaventurados como a sí mismo,
mismo, ¿cuán indecibl
ndeciblee consuelo
consuelo es gozar de Dios
Dios y de los
que tanto ama? El amor de la madre hace que su alegría sea más a la vista de su propio
hijo, a pesar de que pueda ser menos hermoso y de peor condición que el de su vecina.
El amor, entonces, de los santos, de uno hacia otro, siendo mayor que el de las madres a
sus hijos, y cada uno de ellos siendo tan hermoso, perfecto y digno de ser amado, es
sumo el gusto que tiene de verlos y más tan gozosos, pues todos ven a Dios. Séneca dijo
que
sumolaBien,
posesión de lo será
entonces, buenomucho
no eramás
agradable sin con
agradable pareja. Por lo quedeesta
la compañía estosposesión del
excelentes
compañeros. Si un hombre permaneciera solo durante muchos años en un bello palacio,
no le agradaría tan bien como en un desierto con alguna compañía; pero la ciudad de
227
Dios está llena de los ciudadanos más nobles, que son todos partícipes de la misma
bienaventuranza.
bienaventuranza. Acrecentará este gozo el estar con personajes sabios, sabios, santos, y
discretos: porque si uno de los mayores problemas de la vida humana sea el sufrir el mal
humor, locuras, e impertinencias de la gente grosera y mal educada, y uno de sus
mayores contentos es la buena conversación y suavidad de aquellos con quienes se trata,
¿cómo será esa conversación divina en el cielo, donde no hay mala condición, ni agravio,
ni pesadumbre, sino toda suavidad, apacibilidad, dulzura y miel, teniéndose todos tal
amor? Que San Agustín dice: "Cada uno se alegrará tanto de la bienaventuranza de los
otros como de su gozo inefable; y cuantos compañeros tuviere, tendrá otros tantos
ozos. Allí está todo lo que importa y deleita, toda riqueza, todo descanso, todo
consuelo. Porque ¿qué puede faltar allí donde Dios está, a quién nada le falta? Todos
allí conocen a Dios sin error, venle sin fin, alábenle sin cansancio, ámenle sin tedio, y
en este amor descansan llenos de Dios." (Aug. Lib. de Spiritu et Anima). Además de
todo esto, la garantía que la voluntad tendrá la posesión eterna de este gozo es un gozo
inefable. Porque los contentos, cuanto mayores son, tanto más los disminuye el miedo de
que han de faltar, y un peligro suele desazonar muchos gustos: no solo saber que se ha de
acabar una dicha, sino el entender que podrá acabarse, echa amargura en su gusto; mas
aquella felicidad eterna, como ha de ser eterna, ni se ha de acabar, ni podrá acabarse, ni
tendrá disminución, ni podrá tener peligro; y esta seguridad sazonará con nuevo gozo
todos los gozos de los Santos.
II. Además de las potencias del alma, los sentidos también vivirán allí, alimentados con
el pasto de muy proporcionados y suavísimos objetos. Los ojos se recrearán con la
visión de los cuerpos más bellos y gloriosos de los Santos. Un sol es suficiente para
alegrar a todo el mundo. ¿Qué alegría, entonces, sentirá un bienaventurado de convivir
con tantos soles y viéndose a sí ser uno de ellos? ¿Qué gozo será cuando vea salir de sus
manos y pies, y el resto de sus miembros, rayos más claros que el sol al mediodía? Entre
todos ¿Cómo será contemplar el cuerpo de la Virgen, nuestra santísima Virgen, más bella
y resplandeciente que la luz de todos los santos juntos? Cuando San Dionisio Areopagita
la vio en un cuerpo mortal, ella le parecía como si hubiera estado en la gloria. ¿Con qué
alegría, entonces, y gozo la mirará en el cielo, revestida de inmortalidad? De Ester, la
Santa Escritura nos dice, que ella era incomparablemente bella y de características poco
comunes, encantadora a los ojos de todos, y muy amable. ¿con cuánta mayor excelencia
será graciosa y amable la Reina de los cielos en el estado glorioso? Sobre todo, ¿cuán
llena de contento será la vista de Cristo nuestro Redentor, más resplandeciente, claro y
hermoso que los demás cuerpos juntos, cuyas llagas saldrán con particular gloria y
resplandor? También las heridas de los Mártires estarán hermosísimas, y campearán con
singular hermosura y resplandor las partes mortificadas de los confesores. Además de
todo esto, habrá
de palacios vistasciudad
de aquella hermosísimas
de Dios.en aquel cielo empíreo, y en la grandeza y edificio
Los oídos se llenarán con las canciones más armoniosas y música suave, como se
desprende de muchos lugares del Apocalipsis; y si el arpa de David deleitó tanto a Saúl
228
229
fragancia. San Gregorio Magno escribe (4, Dial. C. 14), que en el instante en que San
Servio murió, todos los presentes se llenaron con una dulzura incomparable. San
Jerónimo informa algo similar de San Hilarión, que diez meses después de su muerte, su
cuerpo aun echaba un perfume muy fragante. Si esto vemos a nuestros ojos en los
cuerpos corruptibles, ¿qué será en los cuerpos de los santos inmortales?
El gusto tendrá también en el cielo grandes suavidades; porque aunque no ha de haber
comida, pues los santos no se alimentan allí, se sentirá en el paladar y la lengua un sabor
suavísimo; y así con gran decoro y limpieza habrá allí el sabor del gusto sin el trabajo de
comer. La gloria de los santos es a menudo significada en la Escritura santa, bajo los
nombres de una cena, banquete, el maná y por ser grande la dulzura que ha de sentir allí
el paladar humano, la cual será tan grande, que dice San Agustín (Aug. lib de Spiritu et
anima) que no se puede explicar cuán grande será el deleite del gusto y la dulzura de su
sabor, que eternamente se hallará en el cielo. Y San Lorenzo Justiniano afirma (Laur. De
Dismon. c 23.) que una dulzura admirable de todo lo que puede ser agradable al paladar,
satisfacerá al paladar con una sensación melosa y agradable de hartura. Si Esaú vendió su
primogeni
primogenitura
tura por un plato
plato de lentejas, así podemos mortifi
mortificar
car nuestro gusto aquí en la
tierra, para que podamos disfrutar de ese perfecto e incomparable gusto en el cielo.
El tacto también será más agradable allí. Todo lo que pisaren se parecerá a las flores, y
toda la disposición de sus órganos será amenísima y de una sazón y disposición
gustosísima; ya que, como las grandes penitencias de los santos las ejercieron en este
sentido afligiendo a sus cuerpos, es razonable que este sentido recibiera una recompensa
en particular. Y a medida que los tormentos de los condenados en el infierno son
mayores en ese sentido, los cuerpos de los bienaventurados en el cielo son recreados en
ese sentido con una alegría y refrigerio especial. Y como el ardor de fuego en el infierno
sin luz ha de penetrar hasta las entrañas de esas personas miserables, así en el cielo aquel
candor de la luz celeste ha de penetrar los cuerpos de los bienaventurados, y llenarlos
con un placer incomparable y dulzura, si bien bastaba ya ser incapaces de pena y de todo
dolor y cansancio, para que les sirviese de grande premio. Todo ha de ser vivir en aquella
vida verdadera; todo ha de ser gozo en aquella bienaventuranza eterna; porque como
dice San Anselmo (de Simil. c. 36), los ojos, la nariz, la boca, las manos, incluso hasta la
médula de los huesos, y todos y cada parte del cuerpo, en general, y en particular, será
sensible de una milagrosa suavidad y deleite.
La humanidad de Cristo nuestro Redentor, será el principalísimo gozo de todos los
sentidos; y por lo tanto, Juan Tambecense y Nicolás de Nise dicen (Joan de Tambe Trac.
de Deliciis sensib. Parad. Et Nich. de Nise, de quat. Noviss. 4 Myst. 4 Consid.) dicen
que a medida que el conocimiento intelectual de la divinidad de Cristo, es el gozo y la
recompensa esencial del alma, a ese modo el conocimiento sensitivo de la humanidad de
Cristo, es el gozo y recompensa esencial de los sentidos, porque es el término y fin y lo
sumo que pueden aspirar. Esto parece se significó por nuestro Salvador en San Juan,
cuando habla con su Padre, diciendo: Esta es la vida
vi da eterna; es decir, la bienaventuranza
esencial, como Nicolás de Nise lo interpreta: Que te conozcan a Ti solo verdadero Dios,
en lo cual se encierra la gloria esencial del alma; y luego añade: Y al que tú has enviado,
230
se puede desear:
eternidad, y así debemos
y la amplitud y anchuracontemplar muchaslaveces
de su felicidad, cual su grandeza,tanto,
se extiende la longitud
que nodesolo
su
el alma redunda en el cuerpo, llenándola con esos cuatro dones excelentes con que le
perfecciona
perfecci ona y llena
llena de toda felici
felicidad
dad que puede desear
desear.. Si Moisés,
Moisés, viendo un ángel en una
figura corpórea, sólo a la parte de atrás, y aunque de pasada, recibió tan gran gloria de la
luz y la belleza que vio, que su corazón no era capaz de contenerlo, quedando en su
rostro un brillo divino, qué alegría será para las almas bienaventuradas el ver con sus ojos
al Dios mismo, cara a cara, no de pasada o por un momento, pero por toda la eternidad!
¿de qué gozo y luces no le llenará, y las comunicará al cuerpo? Porque fuera de una
suma hermosura y perfección que han de tener aquellos cuerpos gloriosos que han de
tener todos, y vestir de una luz divina y tan clara que ha de aventajarse siete veces a la
del sol, como ha señalado Alberto Magno (in compend. Theolog. L. 7, c. 8), porque, si
bien
bien en el Evangeli
Evangelioo solamente
solamente se dice
dice que los justos resplandecerán
resplandecerán como el sol,
sol, sin
sin
embargo, Isaías, el profeta, dice, que el sol en esos días brillará siete veces más de lo que
lo hace ahora: servirá a los santos de vestidura esta claridad inmensa, por ser la luz la
claridad más hermosa y excelente de todas las corporales.
¿Qué emperador vistió más resplandeciente y vistosa púrpura? ¿Qué majestad humana
se ha visto mayor que la que echará de sí tal resplandor? Herodes (Joseph Lib. 19, c. 6)
el día de su mayor esplendor, sólo la pudo mostrar con vestido de plata, admirablemente
tejido, que para resplandecer había de ser herido de sol, con todo eso, por aquel ligero
resplandor fue saludado por Dios. ¿Qué respeto se deberá a un bienaventurado que
estará, no digo vestido de oro, no vestido del sol, pero será más claro y resplandeciente
que el mismo sol? Júntense todos los diamantes más brillantes, todos los rubíes más
ardientes, todos los más brillantes diamantes; guarnézcase con ellos una ropa imperial;
todo esto no será más que como carbones, en comparación con un cuerpo glorioso que
será todo transparente, brillante, resplandeciente y, mucho más que si fuera esmaltado de
232
diamantes. ¡Oh, la bajeza de las riquezas del mundo! que, todas juntos, no pudieron
hacer una prenda tan preciosa y hermosa. Si aquí tenemos por grande gala, llevar un
anillo de diamantes en los dedos, y las mujeres colgando en su pecho alguna joya, ¿qué
será tener nuestras manos, los pies y el pecho de manera más gloriosa y resplandeciente
que todas las joyas del mundo? Las galas y ornamentos de los vestidos que usamos aquí,
son más bien una afrenta y vergüenza para nosotros, que un adorno, ya que sostienen
una imperfección y una necesidad de nuestro cuerpo, que nos vemos obligados a
suministrar con algo de otra naturaleza. Además, la ropa se nos dio como señal de la
caída de Adán en el paraíso, y las usamos como penitencia ordenada por su pecado. Y
¿quién ha habido tan loco y desvergonzado en el mundo que, penitenciado a traer una
desvergüenza, le echase adornos preciosos e hiciese gran gala de traerlo? Pero como los
adornos de los santos en el cielo es: su brillo es propio, no prestado de sus prendas, no
extrínsecos, sino dentro de ellos, cada parte de ellos es más transparente que el cristal, y
más brillante que el sol. Se propone en el Apocalipsis, como una gran maravilla y
prodiggio, de una mujer vestida
prodi vestida del sol y coronada con doce estrell
estrellas. Esto, de hecho, era
mucho más glorioso que cualquier adorno en la tierra, donde se dicta que para un gran
valor fuese adornada con doce diamantes ricos y un carbunclo; ¿y qué tienen que ver los
diamantes con las estrellas y un carbunclo con el sol? Pero no llegará todo ese ornato del
sol y las estrellas a ser igual gala con la que tendrán los Santos del cielo, pues no será
ajeno ni postizo como lo era el ornato de aquella mujer del Apocalipsis.
La autoridad y la majestuosidad con la que este don de claridad adorna a los santos,
será incomparablemente mayor que la de los reyes más poderosos de la tierra. Sería un
gran despliegue de majestad en un príncipe, cuando saliendo de su palacio por la noche,
particip
participarán
arán un mill
millar de pajes, cada una sosteniendo
sosteniendo una antorcha encendida;
encendida; pero
aunque fueran esas antorchas estrellas, no sería mayor su autoridad que la autoridad y la
gloria de un santo en el cielo, que lleva consigo una luz propia igual a siete veces
duplicada a la del sol. Y ¿qué mayor felicidad que no tener necesidad de este sol, que
necesita el mundo entero? Porque el justo no tendrá más noche; y él mismo trae consigo
el día y la claridad; y ¿qué mayor autoridad que resplandecer más que el sol, llevando
consigo mucha mayor majestad, que todos los hombres de la tierra podrían ser capaces
de conferir, aun llevando antorchas encendidas en sus manos? San Pablo, contemplando
el don de la claridad en la humanidad de Cristo, permaneció algunos días sin sentido ni
movimiento; y San Juan solamente mirando a la cara de nuestro Salvador, cayó al suelo
como si estuviera muerto, ya que sus ojos mortales no eran capaces de soportar el brillo
de tan grande majestad. San Pedro, porque vio algo de esto en la transfiguración de
Cristo, cuando estaba en su carne mortal, no deseaba apartarse de allí. Pero ¿qué mucho
que en Cristo se mostrase tan glorioso este don, pues los resplandores del rostro de
Moisés, estando en cuerpo perecedero y caduco, no los podía soportar el pueblo de
Israel? Cesareo
París, que, (lib.listo
estando 12, para
Mir. entregar
Cap 54) elescribe
alma, de
se un gran letrado
preguntó de una ser
cómo podría universidad de
posible que
Dios Todopoderoso podría hacer su cuerpo, compuesto de polvo, brillar como el sol.
Pero nuestro Señor queriéndolo consolar y fortalecer en la creencia de la resurrección,
233
causó tal resplandor a sus pies, que sus ojos no podían soportar tan gran esplendor, que
se vio obligado a ocultarlos. En los muertos también este maravilloso don de brillo se ha
visto. El cuerpo de Santa Margarita, hija del rey de Hungría, emitió dichos rayos de luz,
que parecían ser como los del cielo. También el esplendor de otros cuerpos de los santos
ha sido tal, que los ojos mortales no eran capaces de contemplarlos. Pues si en cuerpos
sin alma es tan hermosa esta vestidura de luz ¿cuánto hermoseará en los cielos a los
cuerpos resucitados, hermosísimos, perfectos y vivos con alma gloriosa, y en la vida
eterna? San Juan Damasceno dijo, de la luz de este mundo que era el honor y el
ornamento de todas las cosas; la luz inmortal de aquella gloria eterna ¿Cómo cubrirá de la
gloria eterna y adornará a los santos? Porque no solo los hará lucir con su candor, pero
con diversidad de colores embellecerá algunas partes particulares más que otras. En las
coronas de las vírgenes se mostrará blanquísima, en los mártires, de color rojo, en la de
los Doctores, excederá también con particular resplandor: no solo en las cabezas de los
Santos, sino en los otros miembros, tendrán varios esmaltes. Y por lo tanto el cardenal
Belarmino dice (conoc, de Beat. Content. p. 2), que los cuellos de San Juan Bautista y
San Pablo: Allí relucirán con una increíble hermosura, como ataviados con un collar
de oro. ¿Qué espectáculo más glorioso que ver lucir con tanta claridad y hermosura a
tantos santos? ¿Qué luz entonces será la de los cielos, nacida de tantas luces, o por mejor
decir, de tantos soles? Cuanto más número de antorchas se juntan, por tanto es también
mayor la claridad que producen en conjunto. ¿Cuán grande será entonces la claridad de
la ciudad santa donde innumerables soles habitan? Y si por la visión de cada uno en
particul
particular,
ar, el gozo se ve aumentado por la visión
visión de un número sin
sin número, ¿qué medida
puede tener esa alaleg
egría
ría que resul
re sulta
ta de tan hermoso espectáculo?
II. Como todos los cuerpos de los santos han de estar totalmente llenos de luz, por lo
tanto han de gozar de los privilegios de la luz; que, entre todas las cualidades materiales,
se ennoblece con esta prerrogativa, que no tiene contrario, y es, por tanto, impasible. Y
por lo que los
los cuerpos glorio
loriosos
sos de los Santos, no tienen
tienen nada que pueda oponerse a
ellos, están libres de sufrimiento. Además, no hay nada más rápido que la luz; y por lo
tanto los cuerpos entre más resplandecientes son también más ligeros y rápidos en
movimiento; pues, no hay ningún elemento más ágil y activo como el fuego, porque tiene
luz; el sol y las estrellas son las naturalezas más ágiles y rápidas del mundo; y la misma
luz en sí es tan rápida, que en un instante se ilumina toda la esfera de su actividad. De la
misma manera, los cuerpos gloriosos de los Santos, como disfrutan de más luz, se
mueven con más velocidad y agilidad que las propias estrellas. La luz también es tan sutil
y pura, que nada le detiene en su paso, aunque encuentre algunos cuerpos sólidos y
masivos: ni es toda la esfera y el cuerpo del aire obstáculo para que la luz del sol no nos
alumbre; y por cuerpos tan macizos como el cristal, diamantes, vidrio y otros cuerpos
pesados penetra la luz: pues mucho mejor aquell
aquellos cuerpos gloriosos
oriosos han de tener tan
gran don de sutileza, que no habrá cuerpo que les impida, y por cualquier parte
penetrarán. P or esta razón los santos en la Sagrada Escritura a menudo son llamados por
el nombre de luz: y en particular se dice que los caminos de los justos son como una luz
234
que brilla al mediodía. Porque así como la luz, camina impasible, a través de lugares
sucios e impuros sin mancillar su pureza, y hace su jornada con presteza, y penetrando
por otros cuerpos, así los santos, junto con la luz que les da el don de la claridad
claridad tienen
tienen el
don de impasibilidad, como la luz, para no contaminarse en nada; el de agilidad, para
moverse con suma ligereza, y el de sutileza, para penetrar por donde quieran.
Los bienes resultantes de estos privilegios y dones de los cuerpos gloriosos, son más
numerosos que todos los males de esta vida mortal. El don de la impasibilidad nos libera
de todas esas miserias que sufren nuestros cuerpos ahora en la tierra: del frío del
invierno, del calor del verano, enfermedades, dolores, lágrimas, y todas las necesidades y
cuidados. Veamos a cuantas preocupaciones y problemas se someten los hombres sólo
por sostener sus vidas,
vidas, pues toda la ocupan en esto: el labrador pasa sus días arando,
sembrando, y cosechando; el pastor sufre frío y calor en el cuido de su rebaño; el
sirviente, en la obediencia a otras voluntad y el mandato de su superior, el rico, en
preocupaciones
preocupaci ones y miedos,
miedos, en la preservación
preservación de lo que posee. ¿Cuántos peli peligros se
incurren en todos los estados, sólo para estar seguro de comer? De todo esto, el don de
la impasibilidad exime a los justos. El cuidado de la ropa también no preocupa poco
menos que el de la alimentación; y el de la preservación de nuestra salud mucho más.
Porque, como nuestras necesidades son doblemente aumentadas por la enfermedad, lo
son nuestras preocupaciones: de todo lo cual se libra el que es impasible, y está libre, no
solo de las penalidades de esta vida, pero si en el mismo infierno entrara, no se quemara
un pelo.
La prerrogativa también del don de agilidad es grandísima; y se puede echar de ver por
lo que ha de necesidad uno para una jornada larga, como quiera que nos acomodemos,
no se lleva a cabo sin mucha fatiga, y muchas veces con peligro, tanto de la salud y la
vida. Un rey, a pesar de que viaje en un coche o litera, que es la manera más fácil y
cómoda de viajar, debe pasar por encima de rocas, colinas y ríos, y viajar mucho tiempo;
pero con el don de ag agiilidad, un santo, en un abrir
abrir y cerrar de ojos, se colocará
colocará a sí
mismo, donde le plazca, y pasará millones de leguas con tanta facilidad y en un tiempo
tan corto como dar un paso. Nos maravillamos de lo que se dice de San Antonio de
Padua, que en un día pasó de Italia a Portugal para liberar a su padre condenado
injustamente a muerte; y lo de San Ignacio, patriarca de la Compañía de Jesús, que en
poco tiempo
tiempo se transportó desde Roma a Coloni
Colonia,
a, y de allí
allí a Roma, sin
sin ser echado de
menos, en un espacio de menos de dos horas. Si a los cuerpos mortales de sus siervos
Dios les comunica tales regalos, ¿no lo hará también a los cuerpos glorificados de sus
santos? ¿Qué gracia tan particular fuera la de uno que pudiera en un día recorrer todos
los reinos del mundo y ver en ellos lo que pasaba? Si en menos de una hora poder ir a
Roma, la ciudad principal del mundo, de allí pasar a Constantinopla, y reconocer aquella
corte del imperio oriental; en otra hora llegar al Gran Cairo, y considerar allí la inmensa
multitud de habitantes; luego en otra hora ir a Goa, corte de las Indias Orientales, y
considerar sus riquezas; en otra a Pekín, la sede de los reyes de China, y contemplar la
vasta extensión de esa ciudad prodigiosa; en otra a Meaco, la corte de Japón; en otra a
Manila, la ciudad de las Islas Filipinas; en otra a Ternate, a las Molucas; en otra a Lima,
235
236
esta; la grandeza del reino de los cielos con la pequeñez de nuestros servicios; las alegrías
anteriores con los productos siguientes: y nos parecerá todo trabajo regalo y todo servicio
descanso, y toda felicidad de la tierra miseria y una grande bajeza. ¿Cuál es la honra de
esta vida, que es en sí misma falsa, dada por la mentira de hombres, corta y limitada, en
relación con esa honra que se da tan sólo en el cielo, la cual es cierta, dada por Dios,
eterna, extendida a través de los cielos, y manifestada a todos los que están en ellos, por
todos los hombres y los ángeles? ¿Cuáles son las riquezas de la tierra, que a menudo
fallan, están siempre llenas de peligros y preocupan, y nunca liberan a sus propietarios de
necesidad, en comparación con aquellas que no tienen fin, y dan toda la seguridad y la
abundancia? ¿Cuáles son sus placeres cortos, que perjudican la salud, disminuyen la
hacienda, e infaman a los que los buscan, con respecto a aquellos inmensos gozos de la
gloria, que, con deleite, juntan honor y beneficio? ¿Qué es esta vida de miseria con
respecto a aquella plena de bendiciones y dichas; y qué esas malas cualidades de nuestros
cuerpos mortales ahora, con esos preciosos dones de la gloria que después de nuestra
resurrección
resurrecci ón tendrán? Ahora
Ahora todos somos podredumbre, gravedad
gravedad,, corrupción,
corrupción, impureza,
enfermedades, repugnancia, y gusanos: entonces habrá luz, incorrupción, esplendor,
pureza, bell
belleza e inmortali
nmortalidad. Comparemos estos juntos; ¿qué diferencia
diferencia hay entre un
cuerpo enfermo, débil, pálido y repugnante, a unos ocho días después de la muerte, lleno
de gusanos, de corrupción, y hedor abominable, con el mismo cuerpo en la gloria,
superando al sol en su brillo, a los cielos en su belleza, más olorosos que las rosas o
lirios.
Ni los males
males o bienes
bienes temporales,
temporales, guardan ning
ninguna
una relació
relaciónn con los eternos; sino
sino que,
como dice el apóstol, lo que es momentáneo y leve cause un eterno peso de gloria, En el
comienzo de las guerras civiles que el Senado de Roma (Val. I. 9, c. 4), hizo en contra de
Cayo y Fulvio Graco, el Cónsul Opimio, por un edicto público, prometió que todo aquel
que le llevara la cabeza de Cayo y Graco recibiría una remuneración a peso de oro.
Todos tenían esta por gran recompensa, que uno recibiese el mismo peso de ese metal
precioso por el peso de la carne muerta. P ero las promesas de Dios
precioso Dios son muy superiores
superiores a
esta. Pero Dios no promete su gloria a peso, sino que da por el trabajo tan ligero como
una pluma eterno peso de gloria. El apóstol no dice que Dios Todopoderoso no sólo dará
un gran peso por lo ligero, sino que también añade, que será eterno. Fuera gran dicha si
cuanto alcanzan nuestras penitencias y trabajos nos hubiese de dar solamente otro gozo,
como ese fuese eterno; porque por pequeño que fuese se compraba bien barato, aunque
fuese en la sustancia tanto por tanto e igual en todo, como en la duración fuese tan
diferente que por el trabajo de un día se diese descanso de un año; pero dando Dios por
lo poco mucho, por lo leve lo macizo, por lo momentáneo lo eterno ¿qué ganancia mayor
nos puede venir? Confusión nos ha de causar Septimuleyo, que oyendo el anuncio antes
mencionado del cónsul romano, no reparó en trabajo o peligro, hasta que, codicioso de
que le diesen
del mismo en premio de igual el
oro. Tengamos peso, cortó
coraje la cabeza
como de Graco,
el soldado y pidió
tuvo de su peso
quitarle equivalente
la vida temporal
a un hombre, tengámoslo nosotros para no quitarnos a nosotros mismos la vida eterna. Y
puesto que la compra de los cielos
cielos es tan barata, esforcémonos por aumentar la ganancia
ganancia
238
comprando mucho cielo, y no tengamos deseo de los bienes eternos que Septimuleyo
tuvo por lo temporal; quien, deseoso de una gran recompensa, llenó de plomo fundido
todos los espacios huecos de la cabeza que cortó, para que fuese más pesada. Llenemos
nuestras obras momentáneas y ligeras con gran afecto y amor, llenemos los deseos, y en
cualquier obra pequeña, acompañémosla con una gran voluntad, con un vehemente
deseo de acumular tesoros eternos por los dolores temporales.
¡Qué intercambio más ventajoso para nosotros será comprar el cielo por un trago de
agua; por lo vil y que dura más que un momento, por lo de inestimable precio, y que
dura para toda la eternidad! ¿Qué tipo de negociación sería, si se pudiera comprar un
reino por una paja? Sin embargo, por lo que no tiene más valor que una paja, podemos
comprar el reino de los cielos. Ciertamente, toda la felicidad, las riquezas y placeres
terrenales, no son más que una paja, en comparación con la gloria del cielo. ¿Qué tonto
sería él, que, teniendo una cesta llena de patatas, no daría una de ellas por un centenar de
pesos de oro? Esta es la locura de los hombres, que por los bienes
bienes terrenos no recib
recibiirán
los del cielo. ¿Hay alguien que, habiéndosele ofrecido una piedra preciosa por un grano
de arena, no tuviese el ánimo como para dar una cosa tan vil y abyecta por una cosa tan
noble y preciosa? ¿Quién, ofreciéndosele un rico tesoro por un puñado de carbón, no
admitiría tan bien remunerado intercambio? ¿Qué hambriento, invitado a una mesa llena
de platos delicados, con la condición de que no comiese una cáscara de nuez, rechazaría
la invitación? El cielo nos es ofrecido por cosas pequeñas y de estimación pequeña; ¿por
qué no aceptamos la oferta? Cristo, nuestro Salvador, llamó el reino de los cielos una
oya preciosa y un tesoro escondido, por lo que tenemos que renunciar a todos los bienes
de la tierra; por la razón que son todos, pero polvo, carbón, vileza y miseria, con respeto
a un tesoro de perlas y diamantes. San Josafat hizo mucho en dejar un reino terrenal para
una mayor garantía de la del cielo: mucho hizo respecto de nuestro engaño y falsa
estimación de las cosas, pero bien considerado hizo muy poco, y no fue más que dar una
cesta llena de tierra por otra de oro, un saco de carbón por un gran tesoro, y una cáscara
de nuez por un gran banquete. Lo que está en la tierra también puede ser dado por una
migaja de cielo; porque todas las grandezas de este mundo no son más que migajas,
cáscaras de nuez, y basura, en comparación con el menor bien de dicha celestial. Toda la
felicidad en la tierra no tiene sustancia ni de peso, si se compara con el peso de la gloria
eterna que se prepara para nosotros. Esto hizo David convencido de la grandeza de la
gloria celeste, cuando dijo al Señor: "Yo inclino mi corazón para cumplir tus
ustificaciones." El corazón del hombre es como un peso fiel de las balanzas, que se
inclina de esa manera en donde hay mayor carga. Y al igual que en el corazón de David
lo temporal le pesaba poco y lo eterno mucho, inclinado por el eterno peso de gloria que
nos aguarda y movido por la esperanza de una recompensa tan grande, le llevaba más al
cumplimiento de la ley de Dios que el de su propio apetito e inclinación.
II. ¿Consideremos los trabajos por el cual nos prometen la gloria eterna como paga y
permio?
permi o? Dijo
Dijo con mucha razón el apóstol, que no era equival
equivalente
ente todo lo que podemos
sufrir en esta vida respecto de la gloria por venir, que se ha de manifestar en nosotros.
239
Para San Agustín todos los tormentos del infierno no parecían mucho para obtener la
gloria celestial, aún por breve tiempo; y si tenemos en cuenta la grandeza de esa alegría
no serán nada todas las penitencias de San Simón Estilita, los ayunos de San Romualdo,
la pobreza y la desnudez de San Francisco, y los desprecios y afrentas que padeció San
Ignacio, que el levantar una paja del suelo para obtener un imperio terrenal. ¿Por cuántos
viles y pequeños premios de este mundo se han expuesto muchos a grandes trabajos y
peliigros? David
pel David hizo
hizo un edicto,
edicto, para establecer
establecer como capitán
capitán general al primero
primero que
arremetiera contra los Jebuseos, que eran los más fuertes de todos sus enemigos, no
dudó Joab en exponer su vida a tal peligro, lanzándose entre espadas y lanzas para
obtener ese honor al precio de su propia sangre. El rey Saúl propuso dar a su hija en
matrimonio al que superara al gigante Goliat, no habiendo ninguno que se atreviera a
intentarlo, no le pareció a David mucho exponerse a tal peligro con la esperanza de
obtener tal recompensa.
¿Qué no han hecho los hombres por obtener una recompensa terrestre? Nada ha
parecido
pareci do mucho a ell ellos y al cristi
cristiano
ano debe parecer poco todo por el reino reino del ci
ciel
elo.
o.
Seneca se maravillaba con lo que hicieron los soldados y sufrieron por reinos tan cortos y
transitorios como son los de la tierra, y no siendo para sí, sino para otro. Mas nos
podemos maravill
maravillar nosotros, que por el reino
reino de los ci
cielo
elos,
s, y este no ajeno, sino
sino para
nosotros mismos, nos parezca el trabajo de este mundo mucho y nos anime tan poco.
¿Qué no hizo Jesbaan por el reino de David, a pesar de ser estimado un infeliz y un
cobarde? (1 Reyes 23, y 1 Paralip. XI, Vid. Sanctium et Trinum. II Reg. 23). Al ver que
el reino de David estaba en juego, tomó tal valor que se fue en contra de ochocientos
hombres y los mató en su furia; y en otra ocasión mató a trescientos. Por el mismo reino
de David, Eleazar, hijo de Ahoites, luchó con tanta constancia y valentía que mató a
innumerables filisteos, continuando la batalla hasta que estuvo tan cansado que no era
capaz de mover su brazo, y se quedó tan rígido con el cansancio, como si fuese de
piedra.
piedra. Si
Si,, por dominios
dominios de otros hombres, estos hombres eran tan vali valientes, ¿por qué no
tomamos valor, y nos esforzamos para conquistar el reino de los cielos, aunque
perdamos toda nuestra fuerza e incluso
ncluso nuestras vidas
vidas en la conquista,
conquista, ya que todo
trabajo y esfuerzo no es nada por él? Para el avance a continuación del reino de David,
sus valientes a cabo este tipo de acciones que, si no estaban autorizados por la Santa
Escritura, podrían parecer increíble. Pero ¿qué digo del reino de David? cuando sólo para
satisfacer un deseo de David, y tal vez uno impertinente, que quería beber del agua en
las cisternas de Belén, que estaba a esa otra parte del ejército enemigo, tres soldados
óvenes se lanzaron por el medio de las escuadras enemigas, y con sus espadas abrieron
camino por en medio de un ejército, a buscar el agua deseada. Si los hombres se someten
a este tipo de riesgos por un reino, más aún por el placer de otro, y de un momento
hicieron tanto esos jóvenes, que no debemos hacer nosotros por el gozo eterno, que ha
de ser nuestro
el reino de lospropio,
cielos,yen
sinelfinque
hemos de gozar
esperamos tan¿po qué noEs
inmensa noselanimamos todos?
reino de los porque
cielos que
esperamos: gozos, riquezas y honores eternos son los que nos están prometidos: poco es
todo lo que en tiempo se puede padecer por alcanzarlo. Semma, por la defensa de un
240
campo sembrado de lentejas, se atrevió a luchar solo contra un ejército de los filisteos.
Por la defensa luego de la gracia, que es la semilla de Dios, y para asegurar nuestra
gloria, que es el fruto de la pasión de Cristo, no es tanto, que sin derramar sangre
nosotros luchemos contra nuestros apetitos rebeldes, y conquistemos nuestra naturaleza
corrupta en esta vida, para que podamos hacerla más perfecta en la otra. Para este fin, la
consideración de la gloria es muy poderosa, que siempre tengamos ante nuestros ojos el
cielo que nos ha sido prometido; y no dejar que la recompensa eterna, prometida por
Cristo, sea menos eficaz que lo temporal propuesto por el hombre. Esto fue representado
por nuestro Señor al profeta Ezequiel
Ezequiel,, en esos cuatro seres vivi
vivientes,
entes, de modo muy
diferentes en naturaleza, pero uno en su ocupación y puesto; a saber, un águila, un león,
un buey, y un hombre, que contempló en el medio del aire, volando cada uno con cuatro
alas, tan veloces como un rayo de luz. ¿Qué cosa pudo violentar tanto la naturaleza
pesada de un buey que igualaseualase en el vuelo
vuelo de un ág
águi
uilla? ¿Y quién
quién dominó
dominó tanto la
fiereza del león que la hermanase con la humanidad del hombre? El mismo profeta lo
declara diciendo que llevaban al cielo en sus cabezas, teniendo el firmamento por encima
de ellos: porque, si el cielo estuviera en nuestros pensamientos, a todos nos animaría y el
hombre material se podría igualar con un ángel, y el que es un bruto en sus costumbres
como las fieras las pondrá en razón como es debido al hombre, y el que era pesado y
tardo como un buey volará a cuatro alas, venciendo su naturaleza con doblada ligereza
que las aves, y dejará la tierra el que pacia en ella, dejando sus gustos breves y caducos
por la esperanza de los ternos.
III. No es mucho esto; porque es tan grande el bien que esperamos, que el privarnos
de todos los demás bienes lo habíamos de tener por dicha, y el sufrir todos los tormentos
y aflicciones por gusto grande. Escuchemos lo que dice San Juan Crisóstomo (Chrys.
Tom. 5 Hom. 49): "Cuantos trabajos pasares, tantos cuantos tormentos padecieres,
todas estas cosas son nada en comparación con aquellos bienes venideros ". Oigamos
también lo que San Vicente, mártir, dijo a Daciano, el presidente, y con qué alegría y
pacienci
paci enciaa en sus tormentos, confirmó
confirmó lo que había hablado; cuando lo izaron a lo ala lto de
la rejilla, y el tirano en una burla le exigía, donde estaba, entonces el santo sonriendo, y
mirando el cielo, a donde se dirigía, respondió: "En lo alto, donde te desprecio a ti,
aunque eres tan insolente y altivo con el poder que tienes sobre la tierra." Siendo
posteriormente
posteri ormente amenazado con tormentos más cruel crueles,
es, dijo,
dijo, "No me parece que me
amenazas con esto, sino que me ofreces lo que deseo con todas las ansias de mi
corazón." Y cuando rasgaron su carne con ganchos y tenazas, y lo quemaron con
antorchas encendidas, clamó con gran alegría, "En vano te fatigas, Daciano, no puedes
imaginar tormentos tan horribles que no los quiera yo padecer. La prisión, las tenazas, las
placas
placas de hierro
hierro encendidas,
encendidas, y la misma muerte, es para los cristi
cristianos entretenimien
entretenimiento
to y
uego y no tormento." Tan grandes tormentos en la tierra tuvo por risa quien consideraba
los gozos del cielo. Considerémoslo nosotros también, y no haya cosa que dejemos de
padecer por asegurarl
asegurarlee y poseerle.
poseerle. Qué lástima
ástima es que, por un gusto vil vil, el cristi
cristiano,
pierda
pierda gozos tan grandes y eternos; que por no sufrir
sufrir una ligera injuria
njuria pierda
pierda las honras
241
celestiales; por no dar lo que se debe, y restituir lo que se tomó, deje de recibir y tomar
posesión
posesi ón del reino de los ciel
cielos
os y, por un bocado amargo que le ofrece el demonio demonio se
prive
prive del gran
gran banquete a que le convida
convida Dios.
Dios. ¿Quién
¿Quién iba a el
eleg
egiir al
aliimentarse de huesos
y restos, que caían de la mesa, a ser un huésped en el banquete, y alimentarse de los
platos
platos más selectos
selectos y bien
bien sazonados? Lo que ofrece el mundo en sus mejores placeres placeres
no es más que cáscaras, despojos y desperdicios; pero a lo que, Dios nos invita es a una
mesa llena de regalos y dulzuras, en que se satisface toda el hambre del más ansioso
apetito humano. Con razón se le llama, en la Santa Escritura, la gran cena (Lc. 14, 16),
y en algunos lugares, la cena nupcial , en razón de la saciedad que causa, que nada en la
tierra puede darnos. Se le llama una cena, y no comida, ya que después de la comida
suelen levantarse los hombres para dedicarse a otros negocios y ocupaciones, pero
después de la cena no hay más trabajos; todo es descanso y reposo. El plato principal
que se sirve en este gran cena, es la clara visión de Dios y todas sus perfecciones divinas;
después de eso, mil gozos del alma en todas sus potencias y facultades; después mil
placeres
placeres de los sentidos
sentidos con todas las perfecciones
perfecciones de un cuerpo glorifi orificado.
cado. Estos
últimos son, por así decirlo, el postre de este banquete divino. Y si los postres son tales,
¿que será la sustancia del banquete? ¿Qué comparación, puede pues haber entre los
grandes y eternos bienes del cielo, y los que nos dan el mundo? Ciertamente, no son
dignos de ser llamados ni siquiera corteza de bienes.
Es mucho para reflexionar como todos los que nos propone Cristo que no gozaron de
la gran cena, que es una figura de la gloria, no fue por cosas que fuesen pecados en sí
mismas. Uno se excusó, porque había comprado una granja o lugar; otro porque tenía
que probar sus bueyes; un tercero porque se había casado; ninguno de los cuales eran
pecados; pero anteponerlos
anteponerlos al rein
reinoo de los ciel
cielos,
os, es una locura increíble
ncreíble y ceguera
ceguera
lastimosa, y todos los que se ocupan en demasía de las cosas de la tierra, no hacen otra
cosa que preferir los restos y desperdicios de una cena pobre y rústica antes de la fiesta
real de un poderoso rey. Por otra parte, aunque Dios no nos hubiera convidado a
nosotros, gusanos miserables y viles, para una cena de dulzura tan infinita en el cielo,
sino que solo nos prometiera las migajas de ella, las habíamos de preferir antes de los
gustos y comodidades de este mundo; y temamos, que incluso en el tomar gustos ilícitos
puede haber peli
peligro de nuestra condenación.
condenación. P orque, como el mal del pecado es la causa
de la condenación de los hombres, y los bienes de la tierra son ocasión de pecado,
suspiremos solamente por el cielo. Abramos los ojos, y consideremos que los que fueron
llamados a alguna especial vocación por Dios, aun sin pecado, los introduce la Escritura
santa como condenados, tal como aparece en estos tres que fueron invitados; pero
mucho más a nuestro terror en ese joven en el Evangelio (Lc. 19, 18-20) que habiendo
preguntado
preguntado a Cristo
Cristo nuestro Redentor,
Redentor, lo que debía hacer para al
alcanzar
canzar la vida
vida eterna, y
respondido el Señor que debía guardar los mandamientos de la ley, dijo que así lo había
hecho desde suyjuventud.
fuese perfecto, que para Pero porquetodo,
eso dejase el Señor lo llamó
él se fue triste,con especial
porque teníavocación para que
muchas riquezas;
luego nuestro Salvador dando a entender que estaba excluido del reino de los cielos,
pronuncióó esa frase memorable y terribl
pronunci terrible (Mt 19,23-24): que era más fácil fácil que un
242
camello entrara en el ojo de una aguja, que el que un rico entrara en el reino de los
cielos; significando con ello que, aunque había guardado los mandamientos, sin embargo,
fue excluido del cielo. Porque a los que nuestro Salvador favorece con inspiraciones y
llamados particulares, no aseguran la salvación de ellos por un deseo de guardar los
mandamientos, pero esforzándose por observar los consejos evangélicos, quitando no
sólo los pecados y la ocasión de pecar, pero los impedimentos de la virtud y la
perfección,
perfecci ón, con lo cual no sólo
sólo aseguran
aseguran más el cicielo
elo,, sino
sino que obtendrán más ci ciel
eloo y
más gloria; y si no lo hacen, pueden temer justamente, que desobliguen a Dios
Todopoderoso para que no les conceda los auxilios eficaces para guardar los
mandamientos, después que tuvieron la vocación divina y la despreciaron, y con ella la
salvación eterna y la misma gloria. Poco es todo lo que puede hacerse para la obtención
de cielo, poco lo que se sufre, poco lo que se abandona, poco todo el cuidado para
obtenerlo, poco cuidado en no perderlo, poco cuantos impedimentos se quitan, y pocas
austeridades de la vida que se experimenten por asegurarle, y si no lo juzgamos así en
este valle de lágrimas, júzguenlo los santos en el cielo, que son de una opinión diferente
que los de la tierra. Una vez que Santa Teresa de Jesús (D. Mig. Bautista de Lanuza Lib.
3. De Vit. Isabel, c. 6), se le apareció a esa bendita mujer, Isabel de Santo Domingo, esta
observante religiosa pidió perdón a Santa Teresa por un disgusto que le pareció le había
dado, y fue que, siendo priora de Pastrana, puso una rejilla muy estrecha por donde las
monjas oían misa. Para algunas parecía demasiado estrecha, como también lo era para
Santa Teresa, y ella la habría quitado, pero no lo hizo porque la priora Isabel le
respondió, diciendo: "No es conveniente, el estar tan cerca de la gente secular, porque
podrían ser vi
vistas
stas por ell
ellos." P ero la santa estando ya muerta y gloriosa,
oriosa, Isabel de Santo
Domingo estaba muy afligida de caer en cuenta que, por su respuesta; había disgustado a
su santa madre. La santa le respondió, diciendo: "Diferentemente me parecen acá algunas
cosas." Y, sin duda, muy de diversa manera las cosas en el cielo, donde todo recato y
cuidado por no ofender a Dios parecerá muy poco, y cualquier descuido o impedimento
de servirle se tendrá por mucho.
243
CAPÍTULO VIII. De los males eternos; y sobre todo de la gran pobreza, afrenta y
oprobio de los condenados.
No sólo
sólo tenemos razón para despreciar
despreciar los bienes
bienes del mundo con la consi
c onsideraci
deración
ón de
los
todocielos, pero los males
mal temporal ha de también con la consideración
ser considerado como bien, del infierno,
y toda en cuya
felicidad comparación
y contento de la
tierra ha de ser aborrecido como mal, si dispone para aquellos tormentos eternos y priva
de los gozos perpetuos que no han de tener fin. Y en verdad, son tales estos dos
extremos que nos aguardan, que cualquiera de ellos fuera suficiente para hacer que
despreciemos todos los bienes y los males temporales en absoluto, y juntándose la
privació
privaciónn de los goces del ciel
cieloo con la consideraci
consideración
ón de las penas del infierno,
nfierno, no sé
cómo hay quien guste de cosa de esta vida, y no tiemble de lo que puede seguir. A causa
de este peligro, debemos aborrecer y detestar los placeres y los bienes de esta vida, y
admitir y abrazar, los mayores males de la misma, y a males y a bienes despreciar, ni
amando los bienes ni temiendo los males, no haciendo caso de nada; pero los bienes del
mundo
el mayor tienen mucho
motivo de más parayser
pecado pordespreciados
lo tanto, dequela los males, ya que
condenación por lo
eterna. Lasgeneral son
Sagradas
Escrituras, y los escritos de los santos, están llenos de amenazas contra los ricos, los
poderosos, y los amantes del mundo, que son los que, en su mayor parte, pueblan pueblan el
infierno. El profeta Baruc (3, 16-19) dice: "¿Dónde están los príncipes de las naciones
que mandaban sobre las bestias de la tierra, y se entretienen con las aves del cielo, que
almacenan plata y oro, en que los hombres se amparan, que acumulan fortunas sin cesar;
los que acuñan y labran plata, y andan solícitos, y no se hallan sus obras? Destruidos
están, se han hundido en el infierno, y otros se levantaron en sus lugares." Santiago dice
(5, 1): "Ahora bien vosotros ricos llorad, y dad alaridos por las desgracias que están para
caer sobre vosotros." San Pablo no sólo amenaza a los que son ricos, pero a los que
desean
en serlo,
el lazo diciendo
y en muchas(1Tim 6, 9):
codicias " Los queyquieren
insensatas enriquecerse
enri quecerse
perniciosas caena en
que hunden elos
n lahombres
tentación,
en
la ruina y la perdición." Con este contrapeso y peligro, ¿quién hay que desee bien de
esta vida, pues solo sus deseos son tan ponzoñosos? Oigan a San Bernardo todos los que
sienten en su corazón afición de la tierra, el cual dice: "Dime ahora, ¿en dónde están los
amantes del mundo que, hace un poco de tiempo, estaban aquí con nosotros? No
quedado nada de ellos, pero su polvo y hediondos gusanos. Advierte ahora lo que eran
antes, y lo que son ahora: hombres fueron como tú; comieron, bebieron y rieron, y en un
momento bajaron al infierno. Aquí están sus cuerpos comidos por los gusanos, y sus
almas condenadas al fuego eterno, hasta que se unan una vez más ambos y se hundan en
el fuego sempiterno, para que los que fueron compañeros en el pecado lo sean en las
penas, y en una misma
misma pena comprenderá a los que en un mismomismo amor los juntó en el
delito. ¿Qué les aprovechó la vanagloria, la breve alegría, el poder terrenal, el placer
carnal, las falsas riquezas, las numerosas familias? ¿Dónde están ahora sus risas, sus
chistes, su jactancia, su arrogancia cuán grande será su dolor cuando tal miseria sucederá
a tantos placeres? ¡Desde lo alto de la gloria humana, caerán en esos tormentos penosos
244
245
o se contenta con decir malos, ni muy malos, sino demasiadamente malos; porque
significaban aquel estado miserable de los condenados, donde ha de haber la junta de
todos los males sin mezcla de algún bien, y así aun es corta palabra decir que son sus
males demasía de males.
No se maravill
maravillara
ara nadie
nadie de esto que conociese
conociese la gravedad del pecado por el cual
siendo mortal merece el hombre el infierno; y el cristiano (según San Agustín), nuevo
infierno; es decir, el gentil un infierno, y el que conoció a Cristo dos, pues conociendo al
Hijo de Dios encarnado y crucificado por él se atrevió a pecar. Es el pecado demasiado
mal, porque es mal infinito; y, así no es demasiado le castiguen con males eternos. Es un
mal que es mayor que la colección completa de todos los otros males; y por esta razón,
no es demasiado rigor que el pecador debe ser castigado con la colección de todos los
males juntos. Aquellos que se preguntan en la terribilidad de las penas eternas es porque
no conocen la terribilidad de una culpa; por lo cual San Agustín dice (lib. 21, c. 12), " Por
eso parece la pena eterna, dura e injusta a los sentidos humanos, porque en esta
laqueza de los sentidos caducos que han de morir falta el sentido de aquella sabiduría
altísima con que se puede sentir cuán grande maldad se haya cometido en la primera
revaricación." Pues si para quien conociera la maldad de aquel pecado primero que se
cometió cuando Cristo no había muerto por el hombre no es demasía pena la del infierno
¿cómo puede ser mucha para los que ofenden a su Redentor después de haberle visto tan
amable como para dar su vida por nosotros, para que no pequemos? De la necesidad de
tan costosa y preciosa medicina, podemos colegir la grandeza de la enfermedad; porque
la grandeza y el peligro de una enfermedad son conocidos por los medicamentos
extraordinarios y costosos que para ella se buscasen, y sin los cuales no tuvieran cura.
Por lo tanto, podemos también deducir la malicia infinita de un pecado mortal, porque no
hubo otro remedio, sino uno tan extraordinario, que hacerse Dios hombre, y dar su
propiaa vida por el hombre, con una muerte tan vergonzosa y dol
propi dolorosa
orosa como él lo
lo hizo; y
por un precio tan costoso, como fue el valor y precio
precio infi
infini
nito
to de los méritos y pasión
pasión de
Jesucristo. El pecado es una injuria contra Dios; y como la injuria crece al paso de la
grandeza de la persona injuriada, como Dios es infinito, la injuria se vuelve una maldad
infinita; y así como Dios es un bien que incluye todos los bienes, así el pecado mortal,
que es su injuria, es un mal que excede todos los males, y debe ser castigado con todos
los males y una culpa que merece todas las penas.
III. Consideremos ahora los varios tipos de penas en el infierno, y la grandeza de ellos.
En las leyes romanas, según Tulio y Alberto Magno (Albert. Magn. Lib 7, Comp Theol c
22), encontramos ocho tipos de penas; que eran, la pena de daño, cuando uno es
condenado a la pérdida de sus bienes; pena de infamia, pena de destierro, pena de cárcel,
pena de servi
servidumbre,
dumbre, pena de azotes, pena de muerte y pena de talión,
talión, o igual
igual por igual
igual..
A éstas penas se pueden reducir todas las demás; y todas las hallaremos que ejercita la
Justicia Divina a todos los que han despreciado su misericordia e injuriaron a la bondad y
majestad divina. En primer lugar, está la pena de daño tan rigurosa, que priva en un solo
momento al alma condenada de todos los bienes, porque le privan de Dios, que los
246
contiene todos. Este es la pena más grande que se pueda imaginar. ¡Oh lo miserable y
pobre que es el alma condenada, que ha perdido
perdido a Dios
Dios por toda la eternidad!
eternidad! El que ha
sido condenado por las leyes humanas a la pérdida de sus bienes, puede, si vive, ganar
otros, por lo menos en otro reino, si puede huir allá; pero el que se ve privado de Dios,
¿dónde hallará otro Dios y cómo huirá del infierno? Dios es el sumo bien, y por lo tanto
es el sumo mal estar privado de él; porque (como dice San Juan Damasceno) mal es la
privació
privaciónn del bien, por lo cual aquel será mayor mal donde haya mayor privaci
privación,
ón, y de
mayor bien; y como en el infierno haya eterna privación de Dios, que es sumo bien, la
pena de daño, que priva
priva a uno para siempre
siempre del mayor bien
bien de todos, es la mayor de
todas las penas, y también será la que causará más sentimiento y dolor; porque si el
quemarse una mano causa dolor que no se puede soportar, porque priva el demasiado
calor de la buena constitución y temperatura natural del cuerpo, que es un bien tan vil y
corto ¿cuánto atormentará estar privado y apartado eternamente de un tan grande bien
como Dios? Si un hueso quebrado o desmontado de las articulaciones, causa un dolor
intolerable, ya que se le priva de su debido estado y lugar, ¿qué será estar una criatura
racional separada eternamente de Dios, que es el fin principal para el que fue creado?
San Juan Crisóstomo (Chrys. Hom. 24 in Matth., Tom. 2, fol. 81, p. 2) nos da una cierta
comprensión de esta pena, cuando dice: " El que se quema en el infierno,
infi erno, pierde todo el
reino de los cielos, que es sin duda un castigo mayor que el tormento de las llamas de
uego. Muchos conozco que temen al infierno; pero me atrevo a decir con confianza,
que el perder la gloria es mucho más amarga que todos esos dolores que van a sufrir
en el infierno; y no es de extrañar que esto no se pueda expresar en palabras, ya que
no conocemos bien la bienaventuranza de aquellos premios, para que podamos
conocer bien cuán grande desdicha es perderlas; pero sabrémoslo sin duda cuando por
experiencia nos los comience a enseñar." Entonces
Entonces se abrirán nuestros ojos; entonces, el
velo será quitado; entonces los malvados verán con gran dolor cuánta es la distancia que
hay entre ese bien eterno y sumo y estos frágiles y transitorios de esta vida. Si San Juan
Crisóstomo dice esto de la pérdida de del premio de la bienaventuranza, que es un mal
mayor que el tormento del fuego del infierno, ¿qué será la pérdida de Dios, no sólo como
nuestro bien, sino también por cuanto que en sí mismo es suma bondad, de la cual será
aborrecido por toda la eternidad el condenado.
Por lo cual esta pena de daño será la mayor de las penas, porque la falta y la necesidad
y pobreza que causará la privación de Dios será la mayor de las pobrezas y necesidades,
por ser la privaci
privación
ón del mayor bien
bien y de las mayores ririquezas,
quezas, pues son las ri
riquezas
quezas de
Dios y de la gloria. Además de esto será tan universal la condenación del pecador en todo
bien,
bien, que quedará en todas las cosas aun sin esperanza del bien,
bien, y en suma necesidad sin
haber quien le remedie. ¡Qué mayor pobreza que la de aquel a quien le falta todo, y aun
haber quien le remedie. ¡Qué mayor pobreza que la de aquel a quien le falta todo, y aun
la misma esperanza! Espantémonos por la pobreza del santo Job, que de rey y hombre
rico, fue a parar a un estercolero, que no tenía nada más que un casco de cantarilla o un
pedazo de una vasi
vasija
ja rota para raspar la putrefacción
putrefacción de sus llag
agas.
as. P ero incluso
ncluso esto les
faltará a los condenados, que no tendrán por cama un estercolero que fuera para ellos un
gran alivio, sino en lugar de cama estarán sobre tizones de fuego que abrasarán sus
247
248
galeras. ¿Qué mayor afrenta e ignominia puede haber que esto, que perder un reino y ser
condenado a galeras? Aunque no sé cuál de estas cosas sintiera más aquel joven. Mayor
ignominia y tragedia más lamentable es la de un cristiano condenado al infierno, que ha
sido tomado por Dios desde las puertas de la muerte, adoptándolo como su hijo, con la
condición, de que si seguía sus mandamientos, había de reinar en el cielo, y si no ser
condenado al infierno. Sin embargo, él, olvidando estas obligaciones, sin respeto de sus
tutores o maestros, que eran los santos ángeles, en especial su Ángel de la guarda, que no
dejó de inculcar en él la sagrada inspiración, y de otros sabios y espirituales varones, que
lo exhortaron con su doctrina y ejemplo, lo que convenía hacer a un hijo de Dios; pero
él, ni movido por sus consejos, ni escarmentado con los castigos del cielo, por los cuales
Dios ha deshecho sus intenciones vanas y frustrado sus placeres ilícitos, lamentando solo
sus pérdidas temporales, y no las ofensas divinas; al tiempo de su muerte, es condenado
por ser indign
ndignoo al reino de los cielos,
cielos, y merecedor de ser precipi
precipitado
tado en el infierno.
infierno. Qué
infamia puede ser mayor que el del alma condenada? Porque si ser ajusticiado por la
usticia humana, es grande infamia, ¿cuán grande es la infamia de ser condenado por la
usticia divina, como un malhechor y rebelde pérfido a Dios?
Además de la infamia de la pena tendrá la persona condenada la infamia de la culpa
eternamente y le han de despreciar y escarnecer los propios demonios mientras Dios
fuera Dios; y no sólo por los demonios, pero todas las criaturas racionales del cielo, los
hombres y los ángeles, han de detestarle como infame malhechor, traidor y malvado a su
Rey, Creador y Redentor. Y como esclavos fugitivos estarán marcados y cauterizados
con hierros candentes, por lo que esta infamia se echará de ver en sus rostros, así dice
Isaías (Isai 13. facies combustae vultus eorum), que sus caras serán rostros quemados y
cauterizados; y no sólo el rostro pero todo el cuerpo. Dice Alberto Magno: Tan
ignominioso estará el cuerpo del pecador, que cuando su alma vuelva a él, se
sorprenderá
sorpr enderá al contemplarlo tan horrible, que quisiera
quisi era antes tenerle tal cual estaba
cuando tenía la mitad de él comido de gusanos.
249
CAPÍTULO IX. Penas de los condenados por el lugar horrible en que están
desterrados del cielo, y presos en el infierno.
Otro tipo de castigo de gran malestar y desconsuelo, es la de destierro, que los
condenados,
profundas padecerán
entrañas de la en el lmás
tierra, ugar alto
ugar muy grado.
rem oto Porque
remoto cielo,ellos
del cielo, y el serán expulsados
más desastrosa a las
de todos
los demás, en el que no verán el sol durante el día o las estrellas por la noche, donde
todo será horror y oscuridad; y así se dijo de esa persona condenada: Arr Arrojadle
ojadle a las
tinieblas de afuera: fuera de la ciudad de Dios, fuera de los cielos, fuera de este mundo,
donde nunca más puede aparecer, a aquella tierra que se llama en el libro de Job (10, 21-
22), tierra tenebrosa y cubierta de oscuridad de muerte, tierra de miserias y de tinieblas,
en donde ningún orden sino el horror eterno habita; una tierra, de acuerdo con Isaías, de
azufre y brea ardiente, una tierra de peste y corrupción, y una tierra de inmundicia y
miserias. Santo Tomás dice (S. Thom. in 4 sent.) que: En la última purificación
purifi cación del
mundo, según San Basilio, se hará separación de los elementos, de tal manera que lo
uro y refinado
cenagoso quede arriba,
sea arrojado parapara
al infierno la gloria
pena dede los
los condenados;
bienaventurados,
para yque
lo impuro
así comoy
toda criatura es motivo de gozo para los bienaventurados, así también se aumente el
tormento de los condenados por toda criatura. Esto pertenece a la justicia divina, para
que a medida que se separa uno mismo por el pecado, del que es de uno, pusieron su
in en las cosas materiales, que son muchas y varias; así también sean afligidos de
muchas cosas. En esta cloaca y estercolero, a este sumidero de todos los elementos y
tierra de penas y tormentos serán expulsados os enemigos de Dios.
La pena del destierro era gravísima para los ciudadanos romanos, cuando, por algún
enorme delito, se les echaba de la ciudad, y los desterraban a una isla desierta o nación
bárbara. Ovidi
Ovidio,
o, cuando fue desterrado en el Ponto,
P onto, no cesaba de lamentar su desgracia,
desgracia,
suspirando continuamente
si hubiera entrado por Roma.
en un nuevo mundo,YyMarco Tulio,señor
le hicieran cuando volvió
de él, del destierro,
exclamó como
con admiración
y alegría, "¡Oh que hermosura es la de Italia, qué celebridad de pueblos, qué forma de
regiones, qué campos, qué mieses, qué belleza de ciudad! ¡Oh qué humanidad de
ciudadanos, qué dignidad de república!" Si esto hacían los hombres por la diferencia
que había de una tierra a otra, y de unos hombres a otros, ¿qué sentimiento y pena
tendrán los condenados por la diferencia que habrá entre el cielo y el infierno, y entre
tratar con los ángeles a tratar con los demonios? ¿Qué dolor será verse privados de los
palaci
pal acios
os del cielo,
cielo, la conversación
conversación con los santos, y de aquél país felizfeliz de los vivos,
vivos,
donde todo es paz, tranquilidad, caridad y gozo; donde todo brilla, todo deleita, y por
todas partes resuenan Aleluyas! David al estar ausente de su país entre naciones
bárbaras,
amargamenteaunque le ibalejos
por verse en ell
ello tabernáculo.
del su vida,
vida, lo Ysentía como dela Judá,
el pueblo muerte
en yel se quejaba
tiempo de
destierro en Babilonia, no se hartaban de derramar lágrimas, desmayados todos y sin
ánimos, que les parecía imposible cantar (por ser una acción de alegría) mientras estaban
250
en un país extraño. Ciertamente, si el condenado no tuviera ningún otro castigo que verse
desterrado entre los demonios, en un lugar tan distante del cielo, lóbrego como la noche,
sin ver el sol o la luna por toda la eternidad, que era un tormento insufrible.
Fue una gran tiranía la crueldad que usó Alejandro con Calistenes (Senec. Valer. Justin.
Suidas), que después de haberle cortado las orejas, nariz y los labios, le echara a un
calabozo, solamente acompañado de un perro que le hiciese compañía. Espectáculo por
cierto lamentable, el ver que un hombre tan discreto fuese tratado como un bruto, y no
con otra compañía que un perro que pudiere consolarle. Pero los condenados tomaran
como un favor el tener la compañía de perros o leones, antes que entre sus propios
padres. Los tiranos
tiranos de Japón inventaron un extraño
extraño tormento para los que confesaban a
Cristo. Ellos los colgaban cabeza abajo, la mitad de sus cuerpos sumergido en un agujero
excavado en la tierra, que estaba lleno de serpientes, lagartos y otros bichos venenosos;
pero tampoco la compañía de estos animales
animales es
e s igual a la de tantos dragones
dragones infernales
como hay en aquella profunda hoya, en donde no la mitad, pero todo el cuerpo del
desgraciado pecador se hundirá. Los romanos (Isid. Lib. V. Etymol. C. 47), cuando
castigaban a cualquiera como un parricida, para expresar la atrocidad del crimen, lo
encerraban en un saco, con una serpiente, un mono y un gallo. ¡Qué horror será en el
infierno, donde una persona condenada estará encerrada con tantos espíritus malignos!
Aquí, si una casa está embrujada con un duende, nadie se atreve a habitar en ella; allí
serán forzados a habitar con millones de demonios. En esta vida, nadie quiere vivir cerca
de un lazareto o de vecinos enfermos o de una mala vecindad; mira en la que vivirás en
el infierno. Marco Caton aconsejó a los que iban a tener una granja, tener un especial
cuidado con los vecinos que iban a tener. Y Temístocles dijo (Plutarc. In Thermlist.) que
teniendo que vender una heredad, mandara a que el pregonero anunciara que tenía
buenos vecinos.
vecinos. ¿Cómo compramos el infierno
infierno y por precio tan caro como es nuestras
mismas almas, teniendo vecinos tan malditos, donde todos se burlarán del que allí
habitare, todos le aborrecerán, todo será irritante y molesto, la conmoción y desvaríos
serán insoportables, y la mera visión y fealdad va a asustar y sorprender? Pesadísimo
será este destierro, porque irá uno a donde nadie le ha de querer bien; pues aun los
padres si le encuentran allallí, le han de aborrecer, y los hijos
hijos detestarán a sus padres?
Como ser verá en este caso que se refiere en las vidas de los antiguos Padres del
desierto. Un hijo de un usurero que se convirtió por un sermón en el que el vicio era
reprendido, rogó a su padre y a su otro hermano, que, renunciando a tan infame vicio,
restituyeran todo lo que habían adquirido ilegalmente. Ellos no le escucharon y se
hicieron, como solían decir, orejas de mercader, él se retiró al desierto y se hizo monje,
en compañía de otros servidores de Dios Todopoderoso. Su padre y su hermano
murieron sin hacer penitencia de sus pecados. El santo monje estaba muy afligido por la
condición desgraciada que temía que se encontraban, y rogaba mucho a Dios
Todopoderoso le revelase su estado y situación. Estando un día en su oración, un ángel
se le apareció, y tomándolo de la mano, lo llevó a la cima de una montaña, desde donde
descubrió un valle profundo lleno de fuego, donde escuchó una espantosa voz, vio luego
a su padre, hirviendo en el fuego como los guisantes en un caldero hirviendo, y a su
251
hermano nadando, por decirlo así, en las llamas, ahora arriba y abajo ahora. El hijo le
habló a su padre, diciendo: "Maldito tú, padre, por toda la eternidad, porque, por tu
herencia injusta, has sido la causa de mi condenación." Y el padre le respondió: "Maldito
tú, hijo, porque por dejarte con ella rico no dudé ganarla por medios injustos."
Desaparecieron ellos, y el monje, asombrado, volvió a su monasterio, donde vivió en
penitenci
peni tencias
as muy rig
rigurosas hasta la muerte. En otros destierros,
destierros, cuando los
los padres o los
amigos se encuentran en un país lejos de su casa, se esfuerzan por confortarse el uno al
otro, e incluso los enemigos se suelen reconciliar, pero en este destierro del infierno aun
los amigos nos aborrecen, y los parientes se tendrán odio.
II. A esto puede añadirse, que en este destierro de los condenados, no es con la
libertad de otras personas desterradas, que, dentro de la isla o región de su destierro,
pueden pasar o moverse a donde les plazca; plazca; pero no los condenados en el infierno;
nfierno;
porque el lugar
ugar de su ex
exiilio es también
también una prisi
prisión,
ón, y al
allí
lí están encadenados y presos,
porque no les falte
falte este tormento, que es otro género de pena muy grave; porque el
infierno es la prisión de Dios, una prisión muy rigurosa, para tantos millones de hombres
como habrá allí, horrible y maloliente, en donde no faltarán grillos y cadenas. Con lo cual
San Agustín dice (August. L. 1.de Civit. Cap. 10. V. de Perfec. Divin. lib. 13. c. 30), al
que siguen los escolásticos, que han de estar los espíritus malignos sujetos al fuego, o a
ciertos cuerpos ardientes, de lo cual el dolor que reciben es increíble, siendo así privados
de su libertad natural, por así decirlo encadenados con pesados grilletes y pernos o
metidos en un cepo, sin poder ninguno de aquellos desdichados salir de aquel lugar de
desdichas y miserias. ¿Qué tormento fuera si viéramos echar a uno esposas y grillos de
fuego, de manera que los hierros de las esposas y grillos estuviesen encendidos como una
brasa? Será un gran tormento tener fundici
fundiciones
ones de hierro
hierro en nuestras manos y los piespies
ardiendo; pero esto y mucho más será en el infierno, en donde estos cuerpos de fuego
han de servir de prisiones y cepos a los condenados, dicen los renombrados Doctores
(Vid. Lesium, ubi supra), que han de tener formas horribles y proporcionadas a sus
delitos, y que causarán espanto solo verlas.
Además, los cuerpos de los condenados, después de la última sentencia definitiva,
estarán tan estrechos y apiñados en ese calabozo infernal, que la Santa Escritura los
compara con las uvas en el lagar, que se presionan una a otro hasta reventar.
Apretadísimos estarán en aquella mazmorra infernal, sin poderse menear de donde
cayeron. Más inhumano fue el tormento infligido a tres Padres de la Compañía de Jesús,
por sus enemig
enemigosos en Maastricht.
Maastricht. Les pusieron
pusieron ciertos
ciertos anil
anillos de hierro,
hierro, todas llenas de
puntas de agujas,
agujas, sobre sus brazos y pies,
pies, de tal manera, que no podían moverse sin sin
pincharse y herirse.
pincharse herirse. Lueg
Luegoo los rodearon con fueg
fuego,
o, para que se quemasen vivos,
vivos, y, si se
movían las afiladas puntas perforaban sus carnes con dolores más intolerables que el
fuego. ¿Qué será, entonces, aquel tormento de los condenados, que arderán eternamente
sin morir, y sin posibilidad de moverse y donde alguno tocare será fuego y azufre, en el
cual están hundidos sus cuerpos, ya que sus almas están en medio de aquella cárcel que
es un pozo redondo de fuego, al cual la Escritura lo llama estanque y laguna de fuego,
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estarán las almas malaventuradas nadando como peces en el mar; tocando por donde
quiera fuego, y se les envolverá por toda su sustancia, más que el agua entra en la boca,
la nariz y las orejas cuando uno se ahoga en el profundo del mar?
Ni ha de faltar
faltar olores
olores desagradabl
desagradables,
es, que es tan propio
propio de las prisi
prisiones,
ones, en esta
mazmorra infernal. Porque, en primer lugar, el fuego de azufre, que no ha de tener
ventilación, ha de causar un hedor intolerable; porque si un poco cantidad de alcrebite
(material utilizado para hacer insecticidas) es tan ofensivo aquí, ¿qué será una masa de
esas cosas tales en el infierno? En segundo lugar, los cuerpos de los condenados
expedirán un hedor espantoso de sí mismos muy proporcionado a la hediondez de sus
pecados. Sucedió
Sucedió en Leon de Francia,
Francia, que un sacristán
sacristán entrando en una determinada
determinada
bóveda donde el cuerpo de un hombre no hacía mucho tiempo tiempo yacía muerto alalllí aún sin
sin
cubrir, emitió un olor tan pestilente, que el olor del muerto mató al sacristán. Si el cuerpo
de un hombre, entonces, causa, un olor semejante, ¿qué ha de proceder de un millón de
cuerpos, aunque, vivos para su mal, pero muertos para la segunda muerte? Además de
esto todo lo inmundo y asqueroso del mundo, cuando se purifique, ha de caer en el
infierno, como dijo Santo Tomás, el cual ha de ser una sentina hediondísima, que no
haya quien la pueda soportar.
De aquel enemigo del género humano, Actiolino, tirano, escribe Paulo Jovio (Paulus
Jovi, in Elog.), que tenía muchas cárceles, tan llenas de tormentos, miserias, y olores
nocivos, que tenían por dicha los hombres morir que estar presos en ellas; porque,
cargados de cadenas, aquejados por el hambre, y envenenados con el olor pestilente de
los que murieron en la cárcel, venían a terminar en una muerte lenta pero muy cruel. Los
mesinos también tenían una prisión muy horrible bajo tierra, llena de hedor y horror, en
el que los delincuentes bajaban a ella no por una escalera pero por una soga, y no se veía
la luz. Pero ¿qué son estas prisiones a la de los demonios, respecto de las cuales pueden
ser tenidas por paraísos llenos de jazmines y lirios? Victor Africano (Victor Afric. Lib. 2.
de Persecutione Vandalica), que hace referencia a los tormentos, que los vándalos
arrianos infligían a los santos mártires, cuenta por uno muy atroz el hedor y la fetidez de
la prisión, en la cual había cuatro mil novecientos noventa y seis Mártires, de los cuales
arrojaban a los santos confesores en ella, uno sobre otro, y así estaban como enjambres
de langostas, o para hablar más piadosamente, como preciosos granos de trigo. En esta
estrechez no se podían mover a ningún lugar a hacer las necesidades de su cuerpo, sino
que allí donde estaban echaban los excrementos, que causó el horrible hedor que de ellos
salía, y el horror que causaba excedía a todo género de penas. Una vez (dice el autor),
dando una buena suma de dinero a los moros, mientras los vándalos dormían, pudimos
entrar a verlo, y en entrando nos hundimos hasta las rodillas en aquella suciedad y
hediondez, siendo allí cumplido lo que dijo Jeremías: Los que se criaban en granas
abrazaron el estiércol. Parece que el hedor del infierno no podía expresarse con mayor
intensidad que en la inmundicia y el hedor de esta prisión; pero, sin duda, todo esto no
era más que un borrador y una imagen muerta de lo que pasará allí, en comparación de
lo cual, esto aquí será perfume y limpieza.
Si uno fuese echado en algún calabozo profundo, sin ropa, expuesto a las inclemencias
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del frío y humedad del lugar, en donde no viese la luz del cielo, no fuese alimentado,
pero una vez al día algún
algún pequeño trozo de pan de cebada, con advertencia de que iba a
continuar allí seis años sin hablar ni ver ningún hombre, ni a dormir en cama alguna, pero
en el frío suelo, ¡qué tormento tan grande fuera esto! Una semana de aquella habitación
se le haría un centenar de años. Sin embargo, comparemos esto con lo que será ese
destierro y prisión del infierno, y veremos que comparada con él será regalo y dicha la
vida tan miserable de este hombre, el cual con todo su trabajo no tendrá quien le
escarnezca y le silbe, y haga burla de él, ni tendrá quien le atenace, ni azote ni atierre;
mas en el infierno harán escarnio del condenado los demonios, y le atormentarán
cruelmente. Allí no tendrá vistas espantosas, ni ruidos terribles de aullidos, gemidos y
lamentos; pero en el infierno, los ojos y los oídos de los condenados no estarán libres de
tales espantos. Allí no estará en llamas de fuego para quemarlo; en el infierno se le
quemarán hasta sus entrañas. Allí podrá moverse y caminar; en el infierno no se moverá
y paseará. Allí se puede respirar el aire sin hedor; en el infierno estará entre llamas,
hedor, y azufre. Allí tendrá esperanza de salir a la luz; en el infierno no hay esperanza, ni
redención. Allí, ese pequeño trozo de pan duro de todos los días le parecerá un regalo;
pero en el infierno,
infierno, en mil
millones
lones de años, sus ojos no contemplarán
contemplarán una miga
miga de pan, ni
una gota de agua, sino que eternamente estará rabiando con un hambre voraz y una sed
ardiente. Esto ha de ser una gran calamidad de aquella tierra tenebrosa y estéril, si no es
de abrojos y espinas, de dolor y tormentos.
254
255
visitarlo y consolarlo, estaban tan sorprendidos por su aflicción, que en siete días no le
pudieron
pudi eron hablar.
hablar. De donde podemos ex extraer
traer dos argumentos
argumentos muy importantes: La
primera,
primera, si a la sencil
sencillez, a la piedad,
piedad, a la obedienci
obediencia,a, a la pureza y a la santidad
santidad de Job,
por sól
sóloo probarl
probarle,
e, y dejar convencido
convencido al diabl
diablo,
o, y a nosotros dejar un ejemplo
ejemplo de
pacienci
paci encia;a; permite Dios le trate el demonio así; a nuestra doblez,
doblez, audacia,
audacia, imprudencia,
mprudencia, e
inmundicia de los demás, cuando quedaren condenados en el juicio ¿cómo permitirá Dios
las traten todos los demonios del infierno? La segunda, si los demonios le atormentan,
incluso hasta convertirlo en un leproso y convirtiéndolo en un espectáculo repugnante
que el mundo nunca ha visto, la Escritura dice (Job 19), que Dios lo tocó, atribuyendo a
Dios lo que hizo el diablo, como se atribuye al juez el tormento del verdugo: cuando Dios
cargue la mano en los dolores de un remador del infierno, ¿qué será? ¿qué azotes y
tormentos no descargará sobre él?
Pasemos ahora a la pena de azotes, en virtud del cual se entiende todo castigo de dolor
que se ejecuta en los malhechores. Esto fue significado al profeta Jeremías, cuando el
Señor le mostró una vara (porque con varas antiguamente se azotaba a los delincuentes),
y luego una olla toda encendida, en que se significaba el infierno; dando a entender que
los azotes de la justicia divina se ejecutarán en el fuego eterno del infierno: más no azotes
de varas o correas, pero de martillos muy fuertes, están reservados para los pecadores; y
así dice el sabio (Pr. 19, 20), "Castigo para los arrogantes y azotes para la espalda del
necio." De esta manera la Escritura, por antonomasia, llama a los condenados; porque
fueron tan necios, que no supieron adquirir el cielo por precio tan barato como Dios lo
da, y así cayeron en los tormentos eternos del infierno por un gusto momentáneo. Santa
Liduvina (Sur. 14 de abril, in Vita S. Lidw. 3 p, c 2) oyó en el infierno, entre gemidos y
quejas, los fuertes golpes de martillos, con que eran atormentados cruelmente los
condenados, dando a entender de esos golpes la violencia con que cargan sobre los
miserables condenados todo género de penas, de los cuales estarán hechos esclavos;
porque así como los esclavos
esclavos de la tierra
tierra son azotados y castig
castigados por sus amos, los
esclavos del infierno son atormentados con miles de dolores y miserias por los demonios,
que tienen poder y dominio sobre ellos. Pero ¿quién podrá ser capaz de expresar el
número y la grandeza de sus tormentos, ya que todas sus facultades y sentidos, alma y
cuerpo, están sufriendo de una manera muy violenta y cada miembro de su cuerpo
sufrirá un mayor dolor y tormento que si se arrancara del cuerpo? Si uno no puede sufrir
un dolor de muelas, dolor de cabeza, dolor en el oído, o el dolor del cólico, ¿qué va a ser,
cuando no haya articulación, o la menor parte en el cuerpo, que no le cause un dolor
intensísimo, no sólo la cabeza o los dientes, sino también el pecho, costado, hombros,
espalda, corazón, muslos, rodillas, pies, nervios, venas, y todo las entrañas, incluso hasta
los mismos huesos y la médula?
II. Además de esto, cada sentido, recibirá un castigo en particular con su objeto. Los
ojos no solamente tendrán un dolor vehentísimo con un calor abrasador, y arderán sus
propias
propi as pupi
pupillas, pero serán atormentados con figuras
figuras monstruosas y abomi
abominabl
nables.
es.
Bastaba para causar un tormento mayor que de muerte ver a un demonio y a algunos
256
que se les ha mostrado en esta vida han perdido el sentido por el espanto de tales
apariciones, y algunos sus vidas, otros quisieran perder mil vidas antes que verle otra
vez. San Bernardo, exponiendo el Salmo 90, informa de que un monje, que vio a dos
demonios en una forma horrible y fea, que en todo el día estuvo fuera de sí, y daba
terribles voces, que despertaba a todo el monasterio, diciendo: "¡Maldita sea la hora que
entré en la religión!" pero no mucho después, con un semblante tranquilo y apaciguado,
dijo: "No, más bien bendito sea el tiempo en que me uní a la presente orden, y siempre
bendita
bendi ta sea la Madre de Cristo,
Cristo, a quien
quien siempre
siempre amé de corazón." Los ci circundantes,
rcundantes,
cuidadosos de lo dicho por el monje hicieron oración, y él les dijo, "No os maravilléis de
la perturbación de mi espíritu, porque dos diablos se me aparecieron en forma tan
monstruosa y abominable, que si se encendiese aquí un fuego de azufre y de metal
fundido, tan fuerte que iba a durar hasta el fin del mundo, pasase antes por en medio de
él que verlos de nuevo." Pues si dos demonios ha causado tal asombro y horror, ¿cuál
será la visión de tantas legiones o compañías de ellos, unos más feos que otros, todos
encarnizados en su tormento, sin tratar de otra cosa que hacer daño? Si el diablo se
muestra tan feo y terrible en esta vida, ¿cómo será en aquel lugar de condenación, y en
especial tantos juntos? Muchos se consternan, solo pasando a través de un cementerio,
sólo por temor de ver un fantasma ¿cómo estará un alma condenada al ver a tantos y de
formas tan horribles? San Gregorio, reflexiona sobre lo que se habla en el libro de Job,
que en el infierno mora el horror eterno, dice de esta manera: "¿Cómo puede haber
temor donde hay tanto dolor? Lloramos por un mal presente y tememos por lo que ha de
venir, y el que ha llegado a la suma de la miseria no tiene nada que temer, y no temer es
un tipo de bien, y eso no puede haber en el infierno." Como la muerte, mata a los
condenados a perpetuidad, los deja vivos para que puedan vivir muriendo; así la pena los
atormenta y juntamente con esto los espanta de manera que tomen otras. Además su
vista también será atormentada con contemplar el castigo de sus amigos y parientes: el
padre al hijo,
hijo, el hijo
hijo a la madre, el hermano a la hermana... EgesiEgesipo
po escribe,
escribe, que
Alejandro, el hijo de Hircano, que queriendo castigar a ciertas personas con un rigor
ejemplar, mandó a poner a ochocientos a crucificar; y mientras que todavía estaban
vivos, matasen a sus mujeres y niños con gran crueldad delante de sus ojos, para que
viéndolo aquellos miserables, muriesen no una sino muchas muertes. Este rigor no faltará
en el infierno, donde los padres podrán ver a sus hijos, hermanos a sus hermanos siendo
atormentados. El tormento de los ojos también será muy grande, en cuanto que los que
han dado a otros escándalos, e hicieron a otros caer en el pecado, se verán a sí mismos y
aquellas otras personas en aquel abismo de tormentos. A la vista de estas apariciones
terribles y graves se añade el horror y la oscuridad temerosa del lugar que afligirá mucho
a la vista de los condenados. Nicolás de Lira dice (Ex. X.) que, por tanto, la oscuridad de
Egipto se dice que era horrible, porque los egipcios vieron figuras y fantasmas de miedo,
que les aterrorizaron.
atormentados: En los
lo uno con la fantasmas
misma manera, en esa
y enormes oscuridad
figuras de los infernal, los ojosloserán
malos espíritus, otro
con la oscuridad y lobreguez estando en entera noche.
Los oídos no sólo serán afectados por un dolor insoportable causado por el siempre
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ardiente y penetrante fuego, sino también con los ruidos terribles y sorprendentes de
truenos, rugidos, voces, clamores, gemidos, maldiciones y blasfemias. Sila siendo
dictador romano, encerró seis mil personas en un circo o plaza, y juntamente en un
templo cercano congregó al Senado, donde tenía la intención de hablar con ellos y hacer
una oración; y antes de empezar les ordenó a los soldados que apenas terminase su
discurso matasen a esta multitud de personas de la plaza. Apenas hubo Sila comenzado
su oración se escucharon tales lamentos, gritos, gemidos, de los golpes de los homicidios
sin piedad, que los senadores no podían oír una palabra, sino que quedaron asombrados
de terror ante un hecho tan horrible. Tal será la armonía y música de llanto del infierno,
cuando los oídos se ensordecerán con los gritos y las quejas de los condenados. ¿Qué
confusión y horror será escuchar a todos lamentarse, quejarse, maldecir y blasfemar a
otros porque los matan a tormentos? San Liduvina (Sur in ejus vita, 14 de Abril), al estar
en un éxtasis, vio un lugar tan terrible, fabricado de piedra negra, y de una profundidad
tal que causaba horror mirarle. La santa escuchó gemidos en ella tan terribles, llantos, y
aullidos, ruidos y horribles golpes de martillos, con que eran atormentados los que
estaban dentro. Estaba tan asombrada al oír esto, que si todo el ruido y lamentos del
mundo se unieran entre sí, fuera cosa de tolerar en su comparación. El ángel le dijo que
era la morada de los condenados, y le preguntó a ella si tenía algún deseo de verlo. Dijo
que no, que ella no quería verlo, pues de sólo escuchar lo que en el pasaba, le causaba
un dolor insoportable.
El olfato también será atormentado con un hedor pestilente. Horrible era el tormento
que utilizaba el rey Mecencio, del cual escribe Virgilio (Lib. 7 AEneid) que era atar un
cuerpo vivo a un muerto, y así los dejaba, hasta que las exhalaciones putrefactas del
muerto mataran al vivo. ¿Qué puede ser más abominable para un hombre, que pegada la
boca del vivo
vivo a la del muerto,
m uerto, llena
lena ya de gusanos; tiene
tiene el vivo
vivo que recibi
recibirr todos esos
vapores pestilentes, exhalados de un cadáver corrupto, y sufrir tal repugnancia y hedor
abominable? Pero, ¿qué es esto en relación con el infierno, cuando cada cuerpo de los
condenados es más repugnante y desagradable que un millón de perros muertos, y todos
amontonados con otros cuerpos semejantes? Isaías, en relación con su hedor, los llama
cuerpos muertos, cuando dice (Is. 34, 3): " De sus cadáveres
cadáveres sube el hedor ." ." Y San
Buenaventura llegó a decir que si un cuerpo solo de un condenado le trajeran a este
mundo, fuera suficiente para infectar a toda la tierra. Pues los demonios no echarán de sí
un mejor olor porque aunque ellos son espíritus, los cuerpos ardientes a que han de estar
ligados, serán de un olor pestilente. Y de esta manera un demonio, que se le había
aparecido a San Martín, habiéndolo puesto en fuga, dejó un hedor tan pestilente detrás
de él, que el santo consideró que ya estaba en el infierno, y dijo para sí: "Si esto causa
solo haber aquí un solo demonio ¿qué será donde están todos los demonios y hombres
condenados?" En el libro de la doctrina de los Padres (Libel. De Provid. N. 5) está
escrito que una doncella piadosa que fue llevada por un ángel para ver el infierno, vio a
su propia madre allí, metida en un caldero de brea hirviente hasta el cuello, y muchos
gusanos bullendo en ella de un hedor insoportable.
¿Qué voy a decir a continuación del tormento de la lengua, que es el instrumento de
258
259
hubiera un fuego hecho de toda la madera del mundo, no sería capaz de causar tanto
tormento como la más pequeña chispa del fuego del infierno. Csesareo también escribe
(1. 92, Mirac. C. 23) que Teodosio, obispo de Maastricht, tenía un sirviente por su
nombre Eberbach, que, en un ataque furioso de rabia, se entregó al diablo, con la
condición de que le ayudara a vengarse de sus enemigos. Algunos años después este
hombre cayó gravemente enfermo de una enfermedad que lo llevó al borde de la muerte,
y muerto en el juicio de todos los hombres, su alma fue lanzada en un mar de fuego,
donde permaneció sufriendo hasta el momento en que un ángel del cielo vino a él y le
dijo: "Ves aquí lo que deben sufrir los que sirven al diablo. Pero si te dieran la gran
merced de darte más vida ¿no la gastarías en hacer penitencia por tus pecados?" Él
respondió: "No puede haber nada tan difícil o doloroso, que no experimentaría para
escapar de este tormento." A continuación, el Señor usó de su misericordia y le permitió
volver a la vida y levantándose del féretro donde ya estaba colocado para ser llevado a la
sepultura, espantó a todos los que estaban presentes, y comenzó a hacer una vida de
penitenci
peni tenciaa muy rigurosa.
rigurosa. Llevaba
Llevaba los pies
pies descalzos
descalzos sobre espinas
espinas y cardos, aunque
sangrara de las heridas en ellos. Sólo vivía a pan y agua, y en una muy pequeña cantidad.
El dinero que tenía lo dio a los pobres. Hubo muchos que se preguntaban del rigor de su
penitenci
peni tencia,
a, tratando de moderarlo
moderarlo en el ex exceso
ceso de su fervor y austeridades,
austeridades, a quienes
quienes
respondía, "No os maravilléis de esto porque he padecido tormentos más graves, y
vosotros si hubieras estado allí, juzgarías de otra manera." Y para explicar el tormento
excesivo que el fuego causa, dijo, "Si todos los árboles en el mundo se pusieran en un
montón y fueran incendiados, preferiría quemarme allí por una hora que el fuego que he
experimentado." Pues, ¿qué desdicha será, no una hora, sino hasta el día del juicio, y
más adelante por toda la eternidad, arder en aquel fugo del infierno? ¿Quién no estimaría
por un tormento horribl
horriblee si lleg
egara
ara a ser quemado vivo
vivo ci
cien
en veces y sus tormentos a
durar más que una hora? ¿Con qué ojos compasivos vería todo el mundo a este pobre
miserable? No obstante, y sin lugar a dudas, cualquiera de los condenados en el infierno
recibirían esto como una gran felicidad para poner fin a sus tormentos con abrasarse cien
años continuos. Y ¿qué comparación hay entre un centenar de horas quemándose, con
quemarse continuamente mientras Dios es Dios? Considere esto el cristiano que haya
cometido un pecado mortal, mire que le puede ser difícil, áspero, e intolerable, ya que
con ello mereció ser echado en el infierno, para que si se ve en alguna tribulación y
aflicción se diga: Cosas más graves debía padecer; no tengo que quejarme de esto. Beda
también escribe de uno (Beda de Gestis. Anglorum, L. 4) al que se le mostró los dolores
y tormentos, así como también los gozos de la otra vida, y causó esto en él tales efectos,
que renunció a todo que tenía en esta vida y entró a un monasterio, donde perseveró
hasta la muerte con grande rigor y aspereza en tanto grado, que su forma de vida dio
testimonio perpetuo que, a pesar de que estaba en silencio, sin embargo, había visto
cosas horribles, y que tenía esperanza de obtener otras grandes, que, efectivamente,
merecen ser apetecidas. Entraba en un río congelado que estaba cerca del convento, sin
desnudarse, rompiendo el hielo primero en varios lugares, para que pudiera entrar en el
agua, y luego dejaba que la ropa se secara sobre su espalda. Algunos se admiraban de
260
que el cuerpo de un hombre fuese capaz de sufrir tan gran frío en el invierno; y a
aquellos que le preguntaban cómo podía soportarlo. El respondía: "He visto cosas más
ásperas y austeras." Y cuando ellos le decían: "¿Cómo se puede mantener de manera
constante tan rigurosa y austera vida?" él respondía: "He visto mucho mayor austeridad."
unca cedió en el rigor de su penitencia, incluso en su vejez, sino que tuvo gran cuidado
para castig
castigar su cuerpo con ayunos continuos;
continuos; y con su santa conversación
conversación y ejemplo
ejemplo y
sus saludables advertencias aprovechó a muchos para corregir sus costumbres.
Debemos hacer esta misma consideración para alentarnos a sufrir en esta vida todo lo
que se puede sufrir, en cuanto en la otra debemos sufrir más de lo que se puede tolerar.
El Infierno sin duda es más insoportable que el ayuno a pan y agua; mucho más que un
secador de tela áspera, o una disciplina, aunque nunca tan sangrienta; mucho más que los
mayores daños y desgracias que se puedan poner sobre nosotros. Suframos esto que es
menos por librarnos de lo más, y siendo tanto más cuanto es más lo vivo que lo pintado,
no hay que quejarnos del mal que nos puede suceder en esta vida, sino consolarnos
mucho, que quien debiera estar en aquel incendio eternamente y sin provecho, esté con
esperanza de la gloria con un dolor temporal en que merezca el cielo. La madre de Santa
Catalina de Siena (Hist. S. Dom. P. 2., Lib. 2) la llevó a ciertos baños para divertirla,
porque estaba muy débidébill y desfig
desfigurada con la delg
delgadez. P ero la santa pudo encontrar en
este entretenimiento una cruz afilada, que era que entraba en el baño por sí sola, y
cuando el agua salía hirviendo entraba en él, y allí se dejaba abrasar sufriendo tan grande
tormento que parecía imposible a una damisela débil capaz de soportarlo. Su confesor le
preguntó
preg untó después cómo ellaella tenía tanto valor
valor para soportar tanto calor,
calor, y durante tanto
tiempo. Ella respondió, que cuando ella se colocó allí, también colocó su consideración
en los dolores del purgatorio y el fuego del infierno, y con todo rogó a Dios
Todopoderoso, a quien había ofendido, que estaría encantada de cambiar los castigos
que había merecido por sus pecados en dolores y sufrimientos temporales; por el que
todos los dolores de esta vida parecían muy fácil para ella sufrir, y el gran calor del agua
de aquel baño le parecía un regalo, con respecto al fuego del horno del infierno, en el que
los condenados son siempre atormentados.
dolores de las potencias de un alma condenada.- La imaginación no afligirá
III. Los dolores
menos a esos miserables, aumentando los dolores de los sentidos con la vivacidad de su
aprehensión. Porque si en esta vida a algunos suele afligir más la imaginación que a otros
en molestísimos males, en la otra será excesivo su tormento. Alejandro Traliano escribe
de una mujer (vide Marcel. Donat. in Hist. Medica. L. 2. c. 1.) que estaba muy enferma,
sólo con su imaginación falsa que se había tragado una serpiente, no siendo así, pero la
imaginación la hizo tener tantos dolores y males graves como si la serpiente le estuviera
royendo sus entrañas. ¿Cómo será la aprehensión y la verdad de esos miserables, cuando
el gusano de su conciencia esté continuamente royendo sus corazones? Alsaharavio
(Apud. Marcel. Donat.) escribe de otros, que se quejaban de grandes penas y dolores
pensando que los azotaban, cuando nadie
nadie les estaba tocando ni un hil
hilo de sus prendas.
Mucho más que todo esto es lo que Fulgosio (Fulgos. Lib. 9.) relata como testigo ocular,
261
que siendo juez en un duelo, uno de los combatientes hizo huir al otro, pero luego cayó
muerto, sin ninguna otra causa que la imaginación que estaba herido de muerte; porque
no había recibido ninguna herida ni golpe, ni se encontró herida alguna en su cadáver. Si
en esta vida la imaginación es tan poderosa en los hombres que están sanos, y divertidos
como para causar una sensación de dolor cuando nadie les hiere y dolor sin haber quien
les moleste, y muerte sin haber quien los mate, ¿qué será en el infierno donde no podrá
la imaginación divertirse a cosa de gusto, y habrá tantos demonios que den pena y
molestia, y maten a tormentos, conservando la vida solo para que el dolor de la muerte
viva eternamente? En el horror de aquel lugar particularmente influirá la imaginación: y si
hemos visto algunos medrosos de solo un espanto imaginado temblar y quedarse
muertos, no hay duda sino que mil penas mortales causará en aquellos miserables su
imaginación con el horror que estarán.
Las potencias del alma sobre todo serán las que descargarán más duros azotes. La
voluntad estará atormentándose con un eterno aborrecimiento y rabia contra sí misma,
contra todas las criaturas, y contra Dios, el Creador de todo; juntamente con una ira y
tristeza insoportable, y desorden de todos los afectos, deseando cosas imposibles, y
desesperando de todo bien. Si el gozo consiste en la posesión de lo que se ama, y la pena
en la falta de lo que se desea, y temer lo que se aborrece, ¿qué mayor pena y tormento
que estar siempre queriendo lo que no nunca vendrá, y estar aborreciendo lo que siempre
se tendrá, carecer de todo bien, y tener todo mal? Por lo cual, dice San Bernardo, (Bern.
lib. 5. de Consid. ad. Eugen cap. 11) "¿ Qué cosa tan penosa como querer siempre lo que
nunca será, y no querer lo que nunca dejará de ver?" Lo que quiere no lo alcanzará
eternamente, y lo que no quiere eternamente lo padecerá. Y de aquí brotará al
condenado rabiosa furia, que David dice: "El pecador verá y se airará, rechinará con los
dientes
dientes y se consumirá."
Esta ira y demencia aumentará por la desesperación con que estará; porque así como
no hay hombre que peque sin agravio a la misericordia divina, presumiendo pecar con la
esperanza que puede arrepentirse y ser perdonado; así convino que la justicia divina
castigase al pecador sin esperanza de remedio; y que el que abusó de los beneficios
divinos con una esperanza falsa, experimente los castigos con una verdadera
desesperación. Este tormento será muy terrible en los condenados: porque como a todo
mal, por grande que sea, alivia la esperanza, así también se hace más penosa la
desesperación, por pequeño que sea el tal mal; pero siendo la desesperación de tan
grandes males, grandísimo mal será ella. A la esperanza en los males sustentan dos cosas:
una es el fruto, que de ella pueda resultar; otro, es el fin y término que han de tener. Pero
en cuanto la desesperación de los condenados es de tan grandes males, la desesperación
en sí será uno más terrible; porque si uno sufre y del padecer saca fruto, es un consuelo
para uno, y el dolor
dolor es recompensado por la aleg
alegría
ría del provecho de los mismos;
mismos; pero
cuando el sufrimiento es sin fruto o beneficio, entonces se hace muy pesado. La
esperanza de una buena cosecha hace que el labrador con alegría soporte el duro trabajo
de arar y sembrar; pero si supiera que no cosechará nada, cada paso que diera sería
grave y molesto para él. Un jornalero, con la esperanza de su salario, pasa por el trabajo
262
del día con gran comodidad; pero si se le ordenara que trabajara sin paga, no tendría
corazón para funcionar en absoluto. Los santos mártires y confesores de Cristo, ¿qué
penitenci
peni tencias,
as, qué rig
rigores, qué martiri
martirios
os no han sufrido
sufrido voluntari
voluntariamente,
amente, esperando el
fruto, que saben han de sacar de su paciencia? Mas sin fruto alguno ¿cómo sufrirían tales
tormentos? Pero cuando faltase todo fruto a los trabajos temporales, les queda otro
segundo alivio, que es que han de acabarse, estos consuelos no tendrán los del infierno,
pues ning
ninguno
uno de sus males les será de provecho ni fruto, por mill millones de años que
padezcan, y nunca acabarán sus males. De ellos ellos dice San Juan dice: " Buscarán la muerte
no la hallarán; desearán morir, y la muerte huirá de ellos ." Antes como dice San
Agustín, tendrán los impíos vida en los tormentos; pero los que viven en tormentos
desean acabar tal vida; mas ninguno les dará la muerte para que nadie les quite el
tormento, y así estarán siempre viviendo, y siempre desesperando, y cien mil puñales se
quisieran meter por el corazón para acabar de morir; pero la muerte huirá de ellos por
tantas puertas por cuantas ellos quisiesen salir. No ha de tener entrada en ellos ningún
consuelo, sino una desesperación, despecho y dolor. Y ¿qué mayor dolor que padecer
tantos dolores y sin provecho, pudiendo con muy pocos ganar cosa de tan gran provecho
como es la bienaventuranza eterna? Compare uno los trabajos tan leves de esta vida, con
los cuales puede merecer cosa tan grande como el cielo, con los tormentos de la otra, con
los cuales no merecerá una gota de agua. Compare el fruto eterno de una breve y corta
penitenci
peni tenciaa mientras
mientras vive
vive con el carecer
carece r de fruto alguno
alguno por el fuego eterno del infierno.
infierno.
¿Quién creerá que un simple golpe penitente sobre el pecho aquí, puede ganar la gloria
eterna; y que allí con los dolores y tormentos más intensos, tanto en alma y cuerpo, no
puedan merecer una gota de ag agua
ua fría, con el hambre canina
canina que sufrirán,
sufrirán, con el dolor
gravísimo que experimentarán, no será todo bastante para que tengan solo este descanso,
que se pueda volver de un lado a otro, sino que sin utilidad ni provecho han de estar
padeciendo
padeci endo si
siempre?
empre? En esta rabi
rabiosa
osa desesperación
desesperación viene
viene a parar la esperanza temeraria
de los pecadores. Lleno está el infierno de los que no esperaron ir allá, y lleno de los
desesperados de salir de allí. Pecaron con esperanza de no morir en pecado, y saliéndoles
falsa su esperanza cayeron en desesperación eterna. No hay esperanza que excuse caer
en peligro de cosa tan grande: aseguremos el cielo, y no pequemos.
La memoria será otro tormento cruel de esos miserables pecadores, convirtiendo todo
lo que han hecho, bueno o malo, en tormentos. Lo bueno porque perdieron su premio; lo
malo, porque merecieron su castigo. Las delicias que han disfrutado, y toda la felicidad
de esta vida, en la que triunfaron, serán una espada aguda, que les atravesará el corazón.
Reventarán de pena, cuando comparen la brevedad de sus placeres pasados con la
eternidad de sus tormentos presentes. Porque ¿qué matemático habrá tan erudito que
pueda sacar perfectamente
perfectame nte li
limpi
mpioo el exceso
exceso de esos años eternos de la otra vida a los días
brevísimos
brevísimos de ésta, pocos y malos?
malos? ¿Qué bramidos
bramidos darán, qué gemidos
gemidos y suspiros
suspiros
arrojarán de lo más íntimo, cuando vean que esas delicias apenas duraron un instante, y
que las penas que sufrirán durarán por siglos y eternidades, y todo lo pasado les parecerá
sino como un sueño? Temblemos ahora de la felicidad de esta vida, si tales lanzadas han
de dar al corazón de los que usaron mal de ella. Temblemos de nuestros placeres, ya que
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se pueden convertir en arsénico y cicuta. Acuérdese el desgraciado, con gran pena de las
veces que pudo haber ganado el cielo, y no lo hizo y ahora mereció estar en el infierno, y
se dirá a sí mismo: "¡Cómo muchas veces pude rezar, y ese tiempo lo gasté en el juego!
pero ahora tengo
tengo que pagar por ell
ello. ¡Cuántas veces debí haber ayunado, y no lo hizo
hizo
con el fin de satisfacer el apetito voraz! Pero ahora tengo que pagar por ello. ¡Cuántas
veces podría haber dado limosna, y gasté el dinero en el pecado! Pero ahora tengo que
pagar
pag ar por ello.
ello. ¡Cómo muchas veces podría haber perdonado a mis enemigenemigos,
os, y en su
lugar me vengué de ellos! Pero ahora tengo que pagar por ello. ¡Cuántas veces pude
haber frecuentado los sacramentos, y me abstuve de ellos, porque no dejaría una ocasión
de pecar! Pero ahora tengo que pagar por ello. Nunca te faltó ocasión de servir a Dios, y
tú no te aprovechaste de ella; pero ahora tienes que pagar por ello. Ves aquí maldito,
como entreteniéndote en tus gustos, y por niñerías perdiste el cielo. Si quisieras podías
ser dichoso eternamente; si quisieras podías estar entre los ángeles; si quisieras podías
estar en gozos eternos, y por el gusto de un momento lo perdiste todo. ¡Oh loco! ¡Oh
maldito! ¡Oh descarado! ¡Oh infame! Tu Redentor te cortejaba con el cielo, y tú lo
despreciaste por un poco de vileza. Culpa tuya es y así lo pagarás; y puesto no quisiste
ser bienaventurado con Dios, serás maldito de él y de sus Ángeles."
El entendimiento lo atormentará con razonamientos de gran amargura, discurriendo
solo en lo que le ha de dar pena. Ni Aristóteles tendrá gusto en su sabiduría, ni Seneca se
consolará con su filosofía, ni Galeno hallará remedio en su medicina, ni el académico
más docto en su teología. Un cierto doctor de la universidad de París se le apareció a un
obispo y le dio cuenta que estaba condenado. El obispo le preguntó si tenía allí alguna
ciencia. Él respondió, que no sabía nada, pero sólo tres cosas: La primera, que estaba
condenado eternamente; la segunda, que la sentencia dictada contra él era irrevocable; la
tercera, que por el placer vano del mundo estaba privado de la visión de Dios. Y
entonces él deseaba saber del obispo si había mundo que quedara. El obispo pidiéndole la
razón de esa pregunta, aquel respondió: "Porque en estos días han sido tantas las almas
que han descendido a los infiernos, que no deben quedar personas vivas en la tierra."
En esta potencia del alma se engendra el gusano de la conciencia, que tan a menudo
nos propone la Santa Escritura como por tormento terribilísimo, y mayor que el del
fuego. Sólo en un sermón, o más bien en el epílogo de ese sermón (Mc. 9), Cristo,
nuestro Redentor, tres veces nos amenaza con el gusano que roe la conciencia,
despedazando el corazón de los condenados; amonestándonos una, dos y tres veces que
el gusano de ellos no morirá, ni su fuego se apagará. Porque, como el gusano que se
reproduce en la carne muerta, o la que se reproduce en la madera, come y roe la
sustancia de la que se engendran, por lo que este gusano nace del pecado y está en
enemistad perpetua contra el mismo pecado, carcomiendo el alma y mordiendo y
devorando el corazón del pecador porque es un rabioso y desesperado dolor, ya sin
provecho alguno,
alguno, de haber caído por su culpa en tan horrendos tormentos con pérdida de
la gloria; porque les estará acusando continuamente la conciencia de que por los pecados
hayan perdido la bienaventuranza para siempre, habiéndola podido alcanzar tan
fácilmente y que en lugar de tan inmenso bien están condenados a los males eternos del
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infierno, de donde les nacerán dos inexplicables dolores que, con una amargura más que
de hieles, llenarán y consumirán su corazón, y le estarán como carcoma royendo: uno, de
que por su voluntad perdieron tan grandes bienes; y el otro de que cayeron en tan
intolerables y eternos males. Y, ciertamente, estos dos pensamientos les serán dos
cruelísimos gusanos cuyas mordeduras serán el más acerbo dolor de los malaventurados;
porque más pena les dará haber perdido
perdido la glori
gloriaa del cielo
cielo que padecer solo
solo el fuego del
infierno.
De mala conciencia, aun en esta vida, San Agustín dice (August. in Psal. XLV, Quintil.
Declam. 12 & 38) que, entre todas las tribulaciones del alma, ninguna era mayor que la
de una conciencia culpable. Hasta los gentiles sabían esto, y por lo tanto exclama
Quintiliano (Declam. 12), "Oh triste memoria! ¡Oh conciencia más pesada que todos
los tormentos!" Y Séneca dice, que todas las malas acciones son castigadas por la
conciencia de uno mismo (Seneca ep 79); a la cual el cuidado que le apremia trae
muchos tormentos; porque la misma malicia bebe la mayor parte de su veneno: ella es a
sí misma castigo. Por cierto gran rigor sería si un padre es forzado a estar presente en la
ejecución de su hijo; pero más si fuera obligado a ser el verdugo; y aún mayor si la horca
fuese colocada ante su puerta, y dejasen al hijo colgando de ella, para que siempre que
saliese tuviese presente aquella afrenta: pero crueldad mayor fuera si al mismo reo le
forzasen a que él fuese verdugo de sí mismo con tal género de suplicio, que él mismo se
cortase los miembros o que a bocados se comiese y despedazase sus carnes. Esta es la
crueldad y tormento de la mala conciencia, con que se consumirá y despedazará el
pecador y torturado entre esas llamas eternas, no siendo siendo capaz de desterrar de su
memoria sus culpas, ni sus castigos de sus pensamientos. Se aumentará este dolor con la
envidia que tendrán de aquellos que han ganado el cielo por tan poco como ellos lo
perdieron.
perdi eron. Esaú, con ser hombre rústico,
rústico, cuando supo que su hermano Jacob había
obtenido la bendición de su padre, lanzó un grito y rugió como un león, y se consumió a
sí mismo con el resentimiento y pena. ¿Qué lamentos serán los de los condenados
cuando vean que los justos le han ganado la bendición de Dios, no por ningún engaño
utilizado por ellos, sino por su propia negligencia? Los hambrientos, si tienen delante una
suculenta cena y no pueden llegar a ella, más hambre tienen, y les da mayor pena; así
será en los condenados, que se afligirán más considerando los bienes eternos de que son
privados,
pri vados, y gozarán los que fueron menos que ellos. ellos. Veamos ahora, estamos a tiempo,
tiempo,
remuérdanos la conciencia, mientras que podamos matar su gusano, no sea que luego
nos remuerda cuando no pueda morir.
morir.
265
266
sólo bajo la tierra, pero bajo el fuego, sin tener para otra cosa sentido, sino para padecer
su muerte, oscuridad, repugnancia, dolor, y hedor? Se trata pues de una muerte doblada,
porque es doblado
doblado mal que la muerte el sentir
sentir la pena de la muerte. P or tanto, San
Agustín dice (August. lib. 6, de Civit. Cap 11): " Ninguna muerte hay mayor ni peor que
donde la muerte no muere."
Además, esta muerte del infierno puede ser llamado una muerte doblada con respecto
a que contiene tanto la muerte de la culpa y la muerte de la pena, porque aquellos
desdichados están condenados a la muerte de la culpa para nunca salir de ella, y a la
muerte de pena para siempre estar en ella. No hay mayor muerte que la del alma, que es
el pecado, en el que los miserables han de continuar, mientras que Dios fuere Dios, con
aquel infinito mal y suma deformidad que trae consigo la culpa, que es peor que sufrir
ese fuego eterno que no es sino el castigo de la misma. Después del pecado ¿qué mal
debía haber mayor que la pena del pecado? Y por esta razón, el infierno, es pena del
pecado, es pena mayor que la propia
propia muerte, o la muerte más horribl
horriblee de todas. ¿Quién
¿Quién
no se estremece con la memoria sola de morir, recordando que ha dejar de ser, que los
pies
pies con los
los cuales camina no han de poder levantarse, que las manos que mueve no han
de tener movimiento, ni los ojos han de ver? ¿Por qué entonces no más bien temblamos
ante la idea del infierno, respecto de la cual la primera muerte no es un castigo, sino una
recompensa, una felicidad y una alegría; porque cualquier condenado en el infierno,
tomaría para alivio de sus penas la muerte que dan los hombres por pena de sus delitos?
¡Oh cuánto excede la justicia divina a la humana, puesto que lo que los hombres dan a
los que condenan por las ofensas más graves, fuera para los que condena Dios el mayor
de sus alivios, su gozo y su deseo cumplido! Los cuales desearan morir, pero la muerte
huirá de ellos; porque a todos sus males y miserias, se añade esta gran miseria de no
haber de tener fin ninguna, porque ni ellas podrán acabar, ni él se podrá morir.
Esta circunstancia de ser los tormentos del infierno eternos los agrava mucho, por ser
tal la condición de la eternidad (como ya se ha declarado) que a cualquier cosa aumenta
infinitamente. Supongamos, que a uno solamente le estuviese picando en la mano
derecha un mosquito, y una avispa en la izquierda, y en un pie se pincha con una espina,
y el otro con un alfiler: si esto fuera a durar para siempre, sería un tormento intolerable.
¿Qué será entonces cuando las manos, pies, brazos, cabeza, pecho, y las entrañas, estén
ardiendo durante toda la eternidad? El solo tener un dedo en una vela por el espacio de
un cuarto de hora, nadie puede soportar; el estar sumergido en las llamas eternas por
años eternos, ¿qué entendimiento hay que pueda, no digo de expresar en palabras, sino
concebir la grandeza de este tormento? Esto es un tormento que nunca ha de cesar, y el
atormentado debe vivir para siempre, el solo pensarlo debería causar un gran horror;
¿qué sería sufrirlo? Un hombre, que no tenía mucho arrepentimiento, al contarle sus
pecados más atroces a la Virgrgen
en Santa Liduvi
Liduvina
na (Sur. tom. 7, dic.
dic. 14 abril
abril), la santa le
dijo que ella iba a hacer penitencia por ellos, contentándose, con que él sólo se quedara
en su cama una noche en la misma postura sin voltearse, mirando hacia el cielo. El
hombre muy contento y alegre le dijo: "Si mi penitencia no es más que esto, la cumpliré
pronto." Pero
P ero una vez acostado
ac ostado en su cama,
ca ma, cuando tenía ganas de voltearse al lado, era
267
268
todos y menospreciando a todos. Por esto viviré en tormentos eternos, aunque Dios
secare el mar, y llenare su vacío de la arena más pequeña que se pueda imaginar, y de
cien a cien años sacara un pajarito un solo grano, no se satisfacerá a su justicia, con que
quede penando, hasta que al paso dicho se acabara de sacar toda la arena; que si este se
me concediese, yo de muy buena gana sufriría todo el tiempo necesario para el
cumplimiento de las penas de todos los condenados, con tal que al fin mi alma pudiese
llegar a obtener la salvación. Pero no hay remedio ahora, y así padre, no hay que orar a
Dios por mí, pues nada me aprovechará."
En esta historia vemos la soberbia castigada con la humillación. En esta que sigue
veremos los placeres y entretenimientos castigados con dolores y tormentos
proporcionados.
proporci onados. Cantipratense
Cantipratense escribe
escribe (Cantimp. Li
Lib.
b. 2. c. 49, p. 2 Joan. Maj. verb.
Infernus, exemp. 6), que en las partes de Teutonia había un soldado, muy valiente y muy
dado al vicio y muy aficionado a los torneos. Y en consecuencia como vivió así murió
miserablemente, su esposa, que era una persona devota y de vida ejemplar, después de la
muerte de su marido tuvo un éxtasis en que se le mostraba el miserable estado del alma
de su marido. Se la representaron como si todavía estuviera unida al cuerpo, y vio una
gran multitud de demonios que le tenían rodeado, y oyó que el director de ellos dijo que
calzasen al nuevo huésped unos zapatos de buenas puntas, que horadándole los pies,
llegasen hasta la cabeza. Entonces ordenó que le pusieran una cota de malla hecha de
puntas afiladas,
afiladas, para que con ell
ellas le traspasasen el cuerpo entero por todas partes.
Después de esto, dijo que le pusiesen un casco con una punta afilada que pudiera
perforar la cabeza y rematase en los pies.
pies. Finalment
Finalmente,
e, mandó colgarl
colgarlee un escudo en su
cuello, tan pesado que le aplastare todos los huesos de su cuerpo. Habiéndose ejecutado
todo esto con presteza en el pobre soldado, el príncipe de la oscuridad les dijo a sus
servidores: «Este tenía costumbre, después de haberse entretenido a sí mismo en los
torneos, de refrescar sus extremidades con baños olorosos, y luego descansar en suave
cama, deleitándose torpemente en deleites sensuales; dadle ahora un poco de esos gustos,
conforme acá usamos" Diéronle luego al punto arrojándolo al fuego, y para alivio de su
dolor y tormento le pusieron en una cama de hierro encendido, donde estaba un sapo del
tamaño de la cama, con ojos muy terribles, el cual se abrazó estrechísimamente con el
triste soldado y con sus besos y abrazos le atormentaba terriblemente, que era el más
terrible de todos los tormentos que había sufrido, y le causó dolores más que de muerte.
Aquella buena mujer que, por ordenación de Dios había visto lo que pasó a su marido,
tuvo esta visión tan fresca en su memoria todos los días de su vida, y con tanta aflicción
de su corazón, que nadie que la hubiese conocido pudiera dudar, viéndola después, de
que padecía algún grande y extraordinario tormento.
Muchos otros dolores y tormentos, proporcionables a los crímenes cometidos, se
pueden ver en las obras de UvilUvilelmo
elmo (Uvil
(Uvil. Monac. Caribu.
Caribu. In Fasciculo
Fasciculo morum) Un
caballero de familia noble, inglés de nacimiento, por inspiración divina se convirtió en un
monje cisterciense. Entró en este curso de vida, y continuó con tanto valor que no dudó
en desafiar al demonio: aceptóle él e hizo su celda el campo de batalla. Donde lo atacó
primero
primero con látigo
átigos,
s, a continuación,
continuación, en cierta ocasión, le dio tales gol
golpes,
pes, que la sangre le
269
salía por su boca y nariz. Debido a los ruidos, los monjes entraron y lo encontraron
medio muerto lo llevaron a su cama, donde yació por espacio de tres días sin dar señales
de vida; durante este tiempo, acompañado de un ángel, descendió a un lugar muy oscuro,
donde vio a un hombre sentado en una silla de fuego, y a quien unas mujeres muy
hermosas metían por la boca hachas de fuego y las sacaban por los lugares de su cuerpo
que habían sido instrumento de sus pecados. Atónito de este espectáculo el monje, le dijo
el ángel: "Este desgraciado era un hombre muy poderoso en el mundo, y muy dado a los
placeres
placeres sensuales
sensuales con as mujeres, y por esta razón, los demonios
demonios le atormentan como
ves," Pasando un poco más allá, vio otras personas de varias suertes y estados, en varios
géneros de tormentos: muchos religiosos, hombres y mujeres, cuyas vidas habían sido
contrarias a su vocación; conversadores, censuradores de la vida de otros hombres,
esclavos de sus apetitos, contaminados por la lujuria, manchados en torpezas y otros
vicios. A éstos los demonios descargaban su venganza, en forma de criaturas feísimas,
les daban muchos golpes, de tal suerte, que le sacaban a golpes sus cerebros, y les
desencajaban sus ojos, ya que en sus obras anduvieron ciegos y sin juicio; castigo que el
Sabio (Pr. 19, 29) designa para tales personas. Después alzó sus ojos, y vio a uno atado
a una rueda horrible, dando tales vueltas, que el monje estaba casi fuera de sí. Dijo el
ángel: "Terrible cosa es la que tú ves, pero mucho más terrible será lo que has de ver
ahora." En el instante, la rueda comenzó a correr desde lo alto, a las profundidades más
profundas, con horri
horribl
bles
es sacudidas y con tanto ruido,
ruido, como si todo el mundo, la tierra, el
cielo, y todo, se rompiera en pedazos. A tan horrendo suceso, todos los presos y
carceleros del infierno rompían en grandes gritos, maldiciendo y maltratando al que venía
en la rueda. Este hombre (dijo el ángel), es Judas el apóstol que traicionó a su maestro; y
cuanto él reinare en su gloria, la cual será un mundo sin fin, tanto padecerá este
miserable estas penas. Con estas representaciones, Dios nos ha dado a mostrar la
proporción
proporci ón de su justicia,
justicia, para darnos a conocer la grandeza de aquell
aquellas penas; porque
son imaginable a los sentidos: y porque por lo que entra por los sentidos prevalece más
con nosotros, por esta razón, él representa para nosotros las penas del alma, con los
tormentos tan horribles al sentidos, como es hacer reventar los cerebros y desencajar los
ojos; porque aunque esto no se haga en efecto, es mayor sin comparación el tormento.
Tengamos, pues, miedo a la justicia divina; y entendamos, que en aquellas partes del
cuerpo que ofendemos a Dios Todopoderoso con mayor deleite, hemos de estar seguros
de ser castigados con mayor tormento.
270
271
dolores de esta corta vida, porque no hay estado o condición en la tierra, por necesitada,
pobre, miserable
miserable y lastimosa
lastimosa que parezca, a que no tengan suma envidi
envidiaa los condenados,
y tuvieran por suma felicidad estar en ella por no verse donde están. Tampoco existe vida
tan penitente quien hubiera una vez experimentado aquellas ardientes llamas. El que una
vez fue digno de tormentos eternos, ya no tiene que sentir mal temporal; tapada debería
tener su boca para quejarse de las cruces o de injuria que le hagan. Considerando esto los
Santos, no hubo cosa que no sufrieran de buen grado, ni penitencia que no hicieran. Por
esto, San Juan Evangelista, después de haber hablado del humo que ascendía de los
tormentos de los condenados por siempre y para siempre, y que no cesaban de día o de
noche, añade: " Aquí está la paciencia
pacienci a de los santos," porque, viendo que todos los
trabajos de esta vida eran temporales, y los tormentos de la otra eternos, nada que
soportaron les parecía mucho a ellos; y comparando el rigor de las penas del infierno con
las penalidades de este mundo, todo lo que en él se puede padecer juzgaron por muy
poco respecto de lo inmenso que en el abismo infernal se padecerá. Así lo hizo San Juan
Crisóstomo (Chryst. tom. 5, Ep. ad Theod.), Y él nos aconseja hacer lo mismo, teniendo
pacienci
paci enciaa con todas las penas temporales,
temporales, con la consideraci
consideración
ón de las eternas, y
considerando estas en cualquier ocasión de padecer las temporales y así dice: Por la
experiencia de las cosas pequeñas hagamos de las grandes alguna conjetura. “Si
estuvieras en un baño y le hallarás demasiado caliente, acuérdate del infierno; si
estuvieras abrasándote con alguna fiebre, pasa a considerar esas llamas eternas que se
queman sin fin, y entiende que si el baño o la fiebre así nos afligen y atormentan,
¿cómo has de soportar cuando cayeres en aquel río de fuego". Y aún más, el mismo
santo (Hom. 2 en 1. Epist. Ad Theod.), "Cuando veas algo grande en la vida presente,
piensa
pi ensa lueg
luegoo en el reino
reino de los cielos,
cielos, y así no lo valoraras en mucho; y cuando veas algo
algo
terrible piensa en el infierno, y has de reírte de él. Cuando te acometiera la
concupiscencia o deseo de cualquier cosa temporal, considera que el deleite del pecado
es de ninguna estimación, que ni aun gusto tiene; porque si tiene tanta fuerza el temor de
las leyes que se han promulgado en la tierra, que nos apartan de obras malas, mucha más
fuerza tendrá la memoria de las cosas futuras, el castigo inmortal y la pena sempiterna. Si
el temor de un rey de la tierra nos desvía de muchos males "¿cuánto más el temor de un
rey eterno?" Si el ver a un hombre muerto nos indispone el ánimo, cuánto más la idea del
infierno y la muerte eterna. Si pensáramos a menudo en el infierno, nunca caeríamos en
él
él..
Debemos también a menudo traer a la memoria los males de la otra vida, para
despreciar todo gusto de esta, pues la felicidad temporal termina a menudo en la miseria
eterna. Todo lo que es valioso en el mundo, el honor, la riqueza, la fama, el placer, todo
el esplendor de la tierra, no son más que humo y sombra, considerada su corta duración
con la eternidad de los tormentos en el otro mundo. Júntese toda la plata del mundo en
un montón, todo el oro, todas las piedras preciosas, diamantes, esmeraldas, con el resto
de las joyas preciosas, todos los triunfos de los romanos, todos los lujos de los asirios,
etc., y todos merecería ser del valor del estiércol, la ignominia, y hieles, con peligro de
caer en el pozo del infierno. Llamemos a la mente la frase de nuestro bendito Salvador:
272
"¿Qué le aprovecha al hombre que gane todo el mundo si pierde su alma?" No No digo a
grandes riquezas, pero a todo el mundo, si de él nos hubiesen de hacer amos y señores,
habíamos de mirar con riesgo de no condenarnos para siempre. Goce uno de todos los
contentos y los placeres imaginables, engrandézcase con grandes honras, triunfe con
todas las riquezas del mundo; todo esto no es más que un sueño, si después de esta vida
mortal topa con el fuego del infierno. Quien considerase el día lamentable, cuando
delante del emperador Mauricio, dos de sus hijos y tres hijas, y su esposa, la emperatriz,
fueron condenados a muerte en presencia del mismo, y después el mismo, por orden de
un cobarde vil y vicioso, no hay duda sino que tendría por vanidad todos los veinte años
que imperó su imperio con gran poder y majestad, a pesar de que su castigo no fue
eterno, en cuanto tuvo la buena fortuna de salvar su alma. Por tanto, si un único día
desastroso, después de haber gozado de tanta felicidad y grandeza en el mundo durante
veinte años, hace que desaparezca todo y se resuelva como humo; no sólo un año de
penas, no solo
solo mil años de tormentos, pero la eternidad
eternidad de tormentos, ¿cómo parecerá
toda la prosperidad humana nada más que una sombra y un sueño? Si la triste muerte de
uno, a pesar de que guarde su alma, muestra la vanidad de todas las felicidades humanas,
con la muerte desastrosa de uno que se condenó al infierno y una eternidad de miseria
indecible, ¿cómo no va a ser evidente que toda la felicidad y la grandeza humana no es
más que humo, una sombra, y nada? Reflexionemos sobre el emperador Heliogábalo,
que dio tan gran alcance a todos sus apetitos sensuales, y el que con más libertad uso de
su felicidad terrenal: ¿qué serían dos años y ocho meses de su reinado, si damos crédito a
Aurelio y Eutropio para que consideremos otra escena de muerte miserable? Pues los
soldados pretorianos, habiéndole sacado de una letrina, donde se había escondido, a
continuación, arrastrándolo por el suelo, lo echaron en otra letrina, más sucia y
abominable; y luego lo sacaron de nuevo, y lo arrastraron a través del circo, y otras calles
públiicas de Roma, hasta que le echaron en el Tíber, después de haberle
públ haberle atado piedras,
piedras,
para que su cuerpo nunca apareciese
apareciese más, ni alcanzase sepultura. Todo esto se hizo
hizo con
gran contento de la gente y la aprobación del Senado. ¿Quién viera a este bonito y
afortunado príncipe revolcarse en la suciedad, abusado por sus soldados, y ahogado en el
Tíber, ¿Qué caso haría de toda su grandeza y felicidad? Pero mírele ahora en la
hediondez horrible del infierno, abusado por los demonios, y sumergido en ese pozo de
fuego y azufre, donde estará sufriendo tormentos excesivos por toda la eternidad; ¿qué
parecerá alalllí aun no tres años que rein
reinó,
ó, con tresci
trescientos
entos mil
mil mi
milllones de años, y una
eternidad de dolor, comparados con toda la gloria pasada de su imperio y el esplendor de
su fortuna desvanecerse en humo? Mira a una rueda de petardos de fuegos artificiales
que, al tiempo que explotan, echa mil luces y esplendores, con lo que se asombran tanto
los espectadores; pero todos vienen a parar en un poco de humo y papel quemado. Así
es que mientras se mueve la rueda de nuestra natividad, como habla Santiago, esto es,
mientras dura nuestra vida, luce su fortuna y su prosperidad pareciendo muy gloriosa;
pero cuando para, todo viene a terminar
terminar en humo; y a ser el más afortunado un tizón del
infierno. Rábano (Raban. In Eccl.) bien dijo así que: “Cuando una fuerte fiebre, o una
grande pobreza ocupa a un hombre, de todo el tiempo que antes gastaba con salud y en
273
regalos hace que se olvide, y solo su miseria o enfermedad le tiene tan ocupado que no le
deja pensar otra cosa; y si alguna vez, cuando en su pena le viene a la memoria algún
suceso de su antigua felicidad, no le da refrigerio alguno, antes le amontona más pena.”
Pues si aún males temporales, incluso, cuando muy cortos, son suficientes para hacer
desvanecer los bienes y felicidades de muchos años, con los males eternos ¿qué bien
temporal podrá preval
prevalecer?
ecer?
Además de esto, nos ha de mover la eternidad de tormentos en el infierno, sin
provecho alguno,
alguno, para no perder ahora un punto de tiempotiempo con grande
grande fruto. ¿Cuántas
almas miserables ahora sufren esos dolores eternos por no hacer un día de penitencia, ni
tratar de hacer una buena confesión? ¿Qué daría un alma condenada por un cuarto de
hora de tantos días y años como perdió, y ahora pierdes tú, y no le darán ni un instante
para que pueda hacer penitenci
penitencia?a? Tú, que ahora
a hora vives y tienes
tienes tiempo, no pierdas lo que
importa tanto, y una vez perdido, nunca puede ser recobrado. Pedro Reginaldo escribe,
que un hombre religioso santo, estando en oración, oyó una voz muy lamentable y
lúgubre; con lo cual, preguntó quién era y por qué se lamentaba. Respondió la voz: "Soy
uno de los condenados, y has de saber que yo, y el resto de la almas condenadas,
lamentamos y no lloramos cosa más amargamente que haber perdido el tiempo en
nuestros pecados." ¡Oh miserables criaturas, que, por haber perdido el tiempo breve,
pierden
pierden una eternidad
eternidad infi
infini
nita!
ta! Llegan
Llegan a conocer demasiado tarde la importanci
importanciaa de lo que
han perdido, y nunca vendrán a recuperarlo. Aprovechemos ahora el tiempo, mientras
que podemos ganar la eternidad; y no perdamos con gusto el que no puede ser
recuperado ni con dolor. Lloremos ahora por nuestros pecados con provecho, para que
no lloremos después por nuestros dolores sin fruto. Oigamos lo que dice San Bernardo
(Serm. 16, in Cant.), "¿Quién dará agua a mi cabeza, y a mis ojos una fuente de
lágrimas, para prevenir con llantos el llanto?" Quien no llora ahora sus culpas para
impedir sus penas, llorará eternamente sus culpas, sin quitar culpas ni disminuir las
penas. Lloremos
Lloremos ahora con tiempo
tiempo y hagamos penitenci
penitenciaa con dolor
dolor,, porque nuestras
lágrimas se secarán, y nuestro dolor se olvidará. Pues no menos eficaz será la
bienaventuranza
bienaventuranza eterna para hacernos olviolvidar
dar las lágrimas
ágrimas y el dolor de esta vida,
vida, que el
infierno para hacer que no se acuerden los gustos. Por tanto, Isaías dice: " Mis antiguas
congojas serán olvidadas, y serán escondidas de mis ojos, porque se olvidarán los
males antiguos, no con un olvido de la memoria, son con la sucesión de tantos bienes
conforme a aquello: Es el día bueno olvido de males ." Por último, hemos de sacar de la
consideración del infierno un odio perfecto a todo pecado mortal, ya que por este mal del
pecado se viene
viene a tan grande mal de pena. Terribl
Terriblee mal es el pecado, pues con eternas
llamas aún no se puede satisfacer por él. Pero esto requiere una consideración más larga,
como ahora veremos.
274
CAPÍTULO XIII. La infinita gravedad del pecado mortal, por el cual se pierden
los bienes del cielo, y se cae en los males eternos.
La maldad horrible y estupenda del pecado mortal es tan sucia y maldita, que, aunque
se comete en un instante, merece las penas del infierno por toda la eternidad; y
deshereda y priva al pecador de todos los bienes eternos, porque gozó de un bien
temporal contra la voluntad de su Creador, aunque fuese por un momento. Debido a que,
por lo tanto, el primer
primer objetivo
objetivo de este trabajo es consegui
conseguirr la desestima
desestima de los bienes
bienes
temporales, para que no perdamos los eternos, no está fuera de mi intención procurar
que se aborrezca de lo temporal, lo cual se hace por una culpa grave; y así trataremos
algo de su inmensa malicia; lo cual pertenece también al conocimiento de la diferencia
entre lo temporal y eterno; porque una muy notable es, que a medida que los bienes
temporales son de tal naturaleza, que se aman y buscan con gran solicitud, se cae en tan
horrible mal como el pecado; y los bienes eternos son tales, que quien los ama, estima y
busca solamente,
solamente, se asegura
asegura contra mal tan estupendo y maldi
maldito;
to; y así era necesario
tratar de su enorme malicia, para el cumplimiento de esta materia. Además de haber
tratado de las penas eternas del infierno, para que no nos maraville la severidad de la
usticia divina como se ejercita en los pecadores, era necesario que tratáramos algo de la
maldad horrible y dolorosa del pecado, por el cual se inflige un castigo tan infinito.
Muchos se maravillan, cómo por lo que se cometió en un instante, se haga un suplicio
tan grave, como penar eternamente en tan duros y terribles tormentos. Pero esto procede
de su ignorancia; porque no conocen la malicia de un pecado mortal; porque quien la
ignora menos, antes se maravillara cómo no se castiga con mayor infierno, aunque el
infierno dura eternamente y la culpa solo dure un instante, y así San Agustín, cuya
comprensión profunda fue iluminada por una gracia especial de Dios, se preguntó en su
lugar de cómo no habían dos infiernos por la culpa que cometía un cristiano, y que uno
nuevo
por se había deYcrear
su redención. para
los teólog
teólogosel también
os que ofende a Dios,
dicen,
dicen, que sedespués
castig que
castiga el se hubiera
pecado encarnado
aún menos de lo
que merece. Pues ¿a quién no maravilla éste monstruo de maldad, que, siendo un mal y
siendo una culpa, se trague tantas penas como hay en el infierno, y quepan más en la
capacidad de su malicia? ¿A quién no pasma que, cometiéndose la ofensa grave en un
momento, sea digna de una eternidad de pena?
Caso terrible, que por un pecado, que no lo supo la tierra, y que pasó por el
pensamiento,
pensami ento, que nadie
nadie conoce pero DiosDios y el que lo cometió,
cometió, y por ventura el que lo
cometió no lo sabe, porque no estuvo cierto del consentimiento, sino que quedó dudoso,
y que no duró más que un instante, se den por él penas tan reales y verdaderas, grandes
y eternas. La razón es, que tal es la intensidad de malicia en el pecado, que es
equivalente a lainmensa
que no excede extensión de undemal
latitud infinito.
males? ¿Cuán
La pena y lainmenso montón
culpa son comodelamales seráy el
sombra el
cuerpo que la hace; el pecado es más sólido y como el cuerpo del mal; la pena es como
su sombra; y en razón de males verdaderos y reales hay tanta diferencia de la culpa
275
mortal al fuego del infierno como hay de un hombre a su sombra; porque aquel es en
verdad hombre, mas su sombra solo lo es en apariencia, pero en la verdad no es un
hombre. Así es que el pecado es realmente un mal; la pena sólo es mal en apariencia,
mas en la realidad no es sino bien, pues es acto de justicia causada por Dios, que no
puede causar ning
ningún
ún mal y causar solo
solo lo bueno. P or lo tanto rastrea la malig
malignidad
nidad del
pecado, pues en comparación de su mali malicia, las penas del infierno,
nfierno, no son males,
males, sino
sino
sombra de males; aunque con tan terribles y verdaderas penas, para que temas al pecado
solo más que a todo el infierno junto. Y también para aprender que la comisión de un
pecado mortal es tanto más temible
temible que las penas de la eternidad como una espada real y
no su sombra. La espada mata, la sombra solo puede espantar; así es la culpa grave es la
que quita la vida al alma; la pena solo le puede dar miedo y dolor; porque cuantas penas
hay, esto es, todos los tormentos del infierno, no la podrán matar, si careciese de culpa.
Mire ahora el pecador, qué tonto es, si, para evitar un mal temporal se atreve a cometer
un pecado mortal, pues aun los daños y tormentos eternos no le habían de facilitar el
pecado. El infi
nfierno
erno se debe aceptar por no admiti
admitirr la culpa;
culpa; pues ¿por qué la admites,
admites,
entrándote por las puertas del infierno? Si el infierno es sombra que no mata respecto de
la culpa, que quita la vida al alma ¿qué será otro cualquier trabajo de la tierra, por el cual
te atreves a pecar huyendo de la sombra, y metiéndote por la punta de la espada afilada
del pecado?
Es cierto que el pecado es realmente un mal, en cuya comparación todo el fuego
eterno del infierno no es más que sombra del mal, pero por esta sombra podemos ver la
grandeza del mal, y la gravedad del pecado por la terribilidad de sus penas: porque así
como por las sombras se puede echar de ver la grandeza de los cuerpos que las causan,
aunque ellos no se vean, así también por las penas del pecado se puede conjeturar su
malicia y enormidad. ¿Qué diríamos de un cuerpo que, en el sol de mediodía, proyectase
una sombra de una extensión infinita? Esto no podía ser de otra manera, sino porque
subía su altura tan alto, que llegase hasta la esfera del mismo sol, y opuesto a él causase
sombra tan larga. De esta manera el pecado provoca una pena de extensión infinita, ya
que la intención de su malicia llega tan alto como para oponerse con Dios, porque así
como Dios es el sumo bien, así el pecado es sumo mal (hablo del pecado mortal en su
género), y como Dios es infinitamente bueno, así el pecado sube en su malicia una
infinidad, de suerte que es malicia infinita. Tiembla ante la idea del infierno, pero
estremécete del pecado. ¿A quién no espanta que esté Dios viendo arder en medio de los
infiernos a una criatura suya, y que se ha de quemar eternamente, sin tener compasión
de ella? Pero esto no es por la falta de bondad en Dios, sino por el exceso de malicia en
el pecado; no porque la misericordia de Dios tenga límites, pero debido a que la maldad
del hombre no tiene ninguno. Tan atroz es, pues, la culpa de un pecado mortal, que las
llamas eternas no pueden purgarlos, ni tormentos le han de dar satisfacción a lo que se
debe a la justicia divina, a la cual provoca la malicia humana. Esto es lo que el Señor dijo
por Oseas: "Efraín me provocó a la ira en sus amarg
am arguras;"
uras;" es decir,
decir, como lo declara
declara San
Jerónimo, con sus maldades me hizo amargo y riguroso, porque yo de malo era dulce y
compasivo. La gravedad del pecado, hace que aún en las amarguras en que está el alma
276
277
maravilla,
y serviciosque un solo
pueden pecado
hacer todasgrave de una todos
las demás, criaturalosprepondere más que
santos ángeles, cuantas honras
y hombres justos
para no poder satisfacer
satisfacer por él en todo rig
rigor de justici
justicia.
a. Esta es la razón por la que fue
necesario que Dios se hiciere hombre, ya que la justicia divina no podía ser apaciguada
con menos de la satisfacción por una persona divina. Ya dejará de maravillarse, que por
un pecado momentáneo se castigue con pena eterna, quien ve, que por el pecado, Dios
se hizo hombre y murió por el hombre. Y, desde luego, es mucho mayor asombro, que
Dios haya muerto por el pecado de otro, que el hombre pecador tenga por su propio
pecado pena eterna: porque si es tan ex exorbi
orbitante
tante su maldad,
maldad, que con ning ningunas
unas buenas
obras ni penitencias de todas las criaturas juntas, por santas que fuesen, se podía
satisfacer por ella enteramente, sino que fue necesario que Dios nuestro Señor se
encarnase; no es nada extraño de que merezca pena eterna; porque lo que es tan malo,
que con ningunas obras, por continuadas que fuesen, se podía recompensar, merece bien
una pena más larga que todo tiempo limitado y así eterna. Es el menosprecio
infinitamente repugnante a Dios, pues es por su parte digno de infinito amor y honra, y
así no es maravilla que su desprecio sea castigado con pena de infinito tiempo. Y si una
traición cometida contra un príncipe temporal, que excede solo limitadamente su
grandeza a la de los vasallos, se castiga con la pérdida de bienes y de la vida del traidor,
cuanto es de su parte eternamente; siendo el exceso que Dios hace a la criatura infinito,
¿qué mucho que un agravio suyo prevalezca sobre muchos servicios y honras, y que sea
castigado con la eterna pena? La grandeza de la honra disminuye y decrece al paso de la
grandeza de la persona a quien se hace; pero la grandeza de la injuria sube y crece al
paso que es grande el injuri
injuriado;
ado; por lo cual siendo Dios,
Dios, infini
nfinito,
to, eell ofendido,
ofendido, merece que
la injuria hecha a él sea castigada con una pena infinita, por lo menos en el tiempo, o que
si otro quisiera satisfacer por ella, sea persona de valor infinito y de dignidad infinita. El
que es ofendido por el pecado es de infinita autoridad; y así ha de ser de infinita dignidad
quien haya de satisfacer por él.
Fuera de esto, es tan horrenda la maldad del pecado mortal, que no puede haber
satisfacción por una simple criatura suficiente para expiarlo, ni ningún mérito que pueda
merecer su perdón. Imaginemos que no hubiese en el mundo el pecado de Adán, que
contaminó a toda la raza de la humanidad; imaginemos que no hubiera los pecado de
David, ni de San Pablo, ni de San Agustín, ni de Santa María Magdalena, o de cualquier
otro hombre o ángel, y que no había sino un único pecado mortal, el más pequeño de
todos, cometido por un hombre en un desierto, sin testigos, por la noche, y sólo de
pensamiento;
pensami ento; si
sinn embargo,
embargo, es tanta la gravedad de éste pecado, que ningninguna
una pena de las
criaturas era suficiente para satisfacer a la justicia divina: aunque por ello Dios derribara
el cielo, tirara abajo las estrellas, secara el mar, confundiera a los elementos, y golpeara a
toda la humanidad con el trueno, aunque arrojara del cielo a todos los ángeles, no fuera
278
todo bastante para que se hiciese recompensa igual a la justicia divina; porque todo este
destrozo del cielo, matanza de los hombres, ruina de los ángeles, es cosas finita y
limitada; y la persona injuriada es Dios, que es infinito; y entre finito e infinito no hay
proporción;
proporción; y así no la hay de toda esta pena de las criaturas
criaturas a la culpa
culpa cometida
cometida contra
el Creador.
merecer De la de
el perdón misma manera,
un pecado ningún
mortal, mérito del
quedando de todo
las meras criaturas
satisfecha bastandivina:
la justicia para
aunque toda la humanidad se vistiera de cilicio, y ayunaran mil años con pan y agua; si
todos los mártires ofrecieran sus tormentos, y todos los confesores sus penitencias, y
aunque la misma Madre de Dios con todas sus virtudes, se disolviera en lágrimas, todo
no fuera suficiente para merecer el perdón de ese pecado; sólo el Hijo de Dios podía
hacer suficiente satisfacción. Que los hombres consideren esto; y pesan la gravedad de
una ofensa contra Dios, y tiemble ante la sola idea, que le pueden ofender.
III. El agravio que se hace a Dios Todopoderoso por el pecado mortal, es en sí y por
su propia sustancia, tan enorme, como ya hemos observado; sin embargo, hay ciertas
circunstancias que aumentan
tan maldita y abominable porlatodas
bondad o maldad
partes, que no de
unauna acción;
o dos pero la pero
la agravan, del pecado es
todas las
circunstancias juntas, y así las consideraremos una por una. Tulio, a quien sigue Santo
Tomás (Tullius in Rhetorica S. Thom. 1. 2. q. 7. art. 3), y el resto de los teólogos, ponen
siete circunstancias, que contribuyen mucho a la calificación de una acción moral y son
éstas. La primera, quién la hace; la segunda, qué es lo que se hace; la tercera, dónde se
hace; la cuarta, con qué ayuda; la quinta, por qué; la sexta, de qué manera; y la séptima,
cuándo se hace. A estas siete Aristóteles añade otra (Arist. 3 Aeth. Addit. Circa quid), la
cual es acerca de qué se hace. Estas circunstancias son para las acciones absolutas, que
no tienen relación con otra, porque no son de justicia o agravio; porque en las acciones
que tienen una relación con una tercera persona, otra circunstancia deberá ser
considerada; que es, contra quién se hace. Veamos ahora cómo, en todas estas
circunstancias, es el pecado abominable, maldito y enorme, porque si tenemos en cuenta
quién la hace, es un hombre vil y miserable, que se atreve a levantar sus manos contra su
Creador y perderle el respeto. ¿Qué es el hombre, sino una vasija de estiércol, un
manantial de corrupción, y por su nacimiento es un esclavo del demonio? Y, sin embargo
se atreve a ofender a su Creador. Un delito contra Dios fuera más grave, aunque la
hiciera otro Dios infinito e igual; si le hubiera, pero siendo de una criatura, y vilísima,
asombro es el haberse atrevido a tan omnipotente Señor.
Pero, ¿qué es lo que hace el pecador cuando peca? Es, según San Anselmo, un intento
de arrancar la corona de la cabeza de Dios, y colocarla sobre su propia cabeza. Es, según
San Bernardo, querer matar al mismo Dios. Es, según el apóstol San Pablo, ultrajar y
pisar
pisar al Hijo de Dios,
Dios, es crucificar
crucificar de nuevo al Señor de la Vida. Si cualquiera
cualquiera de estas
cosas se intentara contra una majestad en la tierra, fuera suficiente para hacer que la
carne del delincuente fuese arrancada con tenazas, de despedazarlo en pedazos con
cuatro caballos, para tirar abajo su casa, y sembrar el lugar con sal y hacer a todo su
linaje infame. Si tal delito cometido por un hombre contra otro, entre los cuales la
279
diferencia no es muy grande, siendo a la vez iguales en naturaleza, es tan atroz, ¿a qué
punto de abominaci
abominación
ón y deli
delito no subirá?
subirá? Estremecense las carnes de solosolo pensar el
castigo que tal atrevimiento merece, que se comete en contra de Dios, el Señor y
Creador de todo, cuya grandeza inmensa es infinitamente distante de la naturaleza de sus
criaturas
otro hombrey más estremecense
lo ejecutase quenohaya
(donde hayhombre queinfinita
grandeza tal atrevimiento
ni distanciatenga; porque
inmensa, sinosimuy
con
limitada y corta) sería un descomedimiento nunca visto, ejercitado contra Dios, Rey
omnipotente y Señor de todo lo creado, que tiene grandeza infinita, y dista inmensamente
de sus criaturas, ¿qué asombro, qué atrevimiento, qué insolencia será? El pensar solo
hace temblar. ¡Oh santo Dios!, ¿quién pudiera explicar lo que hace un pecador contra vos
y contra sí? Desprecia tu majestad, rasga vuestra ley y se ríe de tu justicia, escarnece tus
amenazas, desprecia tus promesas, que hace renunciación solemne de la gloria que le has
prometido,
prometi do, y todo para oblig
obligarse
arse a ser un eterno esclavo de Satanás; deseando complacer
a Satanás en lugar de complacerte a Ti, que eres su padre, su amigo, y todo bien;
deseando morir eternamente no dándote gusto, que gozar de los cielos para siempre
sirviendo a Ti.
Veamos ahora dónde se atreve el pecador a pecar y ser traidor a su Dios, pues incluso
en el propio mundo de Dios, en su propia casa, y sabiendo que su creador lo mira, le
ofende. Si un pecado se cometiera en donde Dios no pudiera verlo, todavía sería una
enorme maldad; pero atreverse a injuriar a su creador delante de él, y en sus propios ojos
¿qué género de atrevimiento será tan incalificable y nuca visto? Si el que peca pudiera
irse a otro mundo donde Dios no habitase, y allí en secreto, debajo de la tierra, pecase
después de tal manera que sólo él lo supiese, fuera con todo esto grande osadía; pero
pecar en la misma
misma casa de Dios,
Dios, que es este mundo, y en su presencia
presencia ¿qué infierno
nfierno no
merece? Para un hombre el sólo echar mano a la espada en contra de otro hombre en el
palaci
palacioo de un rey es crimen capital,
capital, y merece la muerte: pues despreciar
despreciar y crucificar
crucificar con
un pecado al Hijo de Dios en la casa de su Padre, y delante de él, ¿qué entendimiento
puede concebir
concebir la grandeza de ofensa semejante? Y por lo tanto, David David con razón se
deshacía en lágrimas, acordándose que había pecado en la presencia de Dios, y así con
un dolor que le atravesaba el corazón, exclamó con gran confusión al Señor: " He hecho
lo malo delante de ti." Además
Además de esto, no solo pecamos contra Dios en su propia casa,
pero incluso
ncluso en sus brazos, sustentándonos con su omnipotenci
omnipotencia. a. Si hubiese un hijo
hijo tan
malo que, estando en los brazos de su madre, ella lo acariciase, él se volvía contra ella y
la desgreñase, diese bofetadas, y quisiese matarla a puñaladas, todo el mundo lo tendría
por al
alggún demonio
demonio encarnado. Entonces, ¿cómo se atreve el hombre a ofender a Dios, Dios,
que lo sostiene, lo conserva, y lo ha redimido? Ciertamente, que se puede tener por peor
que un demonio el cristiano que a esto se atreve.
La enormidad de esta malicia en el pecado es aumentada por la ayuda que un pecador
utiliza para efectuarlo; porque los mismos beneficios divinos convierte el pecador contra
el mismo Dios. El desagradecimiento es un sentimiento muy vivo que suelen tener los
hombres; y si el olvidar el beneficio es desagradecimiento, el despreciarlo es injuria, pero
el usar de él contra su bienhechor no sé cómo le llame. Esto hace el que peca, haciendo
280
uso de esas criaturas que Dios creó para su servicio, para ofenderlo, y convierte los
benefici
beneficios
os divi
divinos
nos en armas
arma s contra Dios mismo.
mismo. ¿¿Qué
Qué podríamos decir,
decir, si un rey, que por
honrar a su soldado, le armarse caballero, y ciñese de su misma mano la espada, y
acabando de ceñirla, la desenvainase el soldado y lo matase? Este atrevimiento, que
parece
honradoimposibl
mposi blee entre
de muchas los hombres,
maneras es común
por su Creador, en el hombre
y enriquecido porhacia
hacia Dios;
Dibeneficios,
tantos os; que siendo
siendo
con
ellos mismos ofende a Dios cuanto es de su parte, quitándole la honra, y deseando, de
acuerdo con San Bernardo, quitarle la vida. Del entendimiento, que ha recibido de Dios,
lo utiliza para hallar modo con que ejecutar su pecado; con las manos lo realiza y con
todo su poder ofender a quien se las dio y conserva. Además de esto, el atrevimiento del
hombre llega a tanto, que quiere que el mismo Dios le ayude a pecar. Esto es de lo que
nuestro Señor tanto se queja, cuando dice por su profeta, "Me has hecho servirte en tu
maldad :":" porque Dios concurre a toda acción y movimiento natural del hombre, que sin
su consentimiento, no puede mover la mano ni el pie, ni la lengua: que no sea
concurriendo Dios con él; y meneando el hombre su lengua para murmurar, y su mano
para robar, hace uso de la concurrencia de DiosDios en contra de Dios
Dios mismo. ¿Quién habría
tan implacable e inhumano, para forzar al padre para ayudar en el asesinato de su único y
amado hijo, impeliendo la mano del padre para ejecutar el golpe con que se había de
atravesar el corazón de su único hijo? Cosa equivalente a esto hace el pecador haciendo
que Dios concurra a la acción con que pecando el hombre vuelve a crucificar al Hijo de
Dios. Pasmo es esta crueldad del pecador, que, por esta impiedad, merece mil muertes.
Pero si consideramos, por qué el hombre hace esto, es otra circunstancia que hace
asombrar de la gravedad del pecado. ¿Por qué un pecador da tan gran disgusto a su
Dios? ¿Por qué menosprecia a su Creador? ¿Por qué es traidor al Señor del mundo?
¿Por qué ultraja y pisa a Jesucristo? ¿Por qué aborrece así a su Redentor? ¿Por qué
crucifica al Hijo de Dios? ¿Qué razón tiene para cometer una maldad tan monstruosa?
¿Es, acaso, para que el mundo no se arruinado? ¿Es, acaso, porque su salvación depende
de ello? ¿Es, tal vez, porque han de hacerte de Dios? ¿Es, tal vez, por respeto, o por
amor, a otro Dios? No, es que ninguno de ellos, pero sólo por placer vil y sucio; para una
fantasía tonta del hombre, porque quiere y no más. ¡Oh atrevimiento horrendo! ¡oh furia
loca de los hombres, que sin una causa, ofende tan gravemente a su Creador! ¿Cómo es
posibl
posi ble,
e, que los cielos
cielos no se resuelven en rayos abrasadores que den mil muertes al que a
tal se atreve y aniquilen a criaturas que tal atrevimiento tienen pecando?
La manera también con que uno peca es para pasmar a quien lo considera; porque es
con una soberbia, con un menosprecio de Dios, y una osadía de Lucifer. Después de
haber escuchado y visto tantos ejemplos de los castigos que Dios ha hecho sobre los
pecadores; después de haber visto
visto que por un pecado de pensamiento
pensamiento que hizo
hizo el más
belllo y glori
bel lorioso
oso de todos los ángel
ángeles,
es, se vol
volvi
vióó tizón
tizón del infi
nfierno;
erno; y no sólo
sólo después de
saber esto de un ángel, sino que millares con él fueron despeñados del cielo y arrojados
al abismo; después de haber visto que el primer hombre, por una golosina, fue desterrado
del paraíso de deleites a este valle de lágrimas, despojado de tantos dones sobrenaturales
que tenía, y condenado a muerte; después de haber visto al mundo ahogado por los
281
pecados, y a las ci
ciudades
udades de P entápoli
entápolis quemadas con fuego
fuego del cielo
cielo;; después de haber
visto que los sediciosos contra Moisés, fueron tragados por la tierra, y con sus hijos,
bienes
bienes y famili
familia, bajando vivos al infi
infierno;
erno; después de saber que tantas personas han sido
sido
condenadas por sus delitos; después de que el Hijo de Dios ha sufrido en la cruz por
nuestros
despreciopecados; después
intolerable de tododivina.
de la justicia esto, elAdemás,
pecar es¿qué
unamayor
desvergüenza nunca vista,
burla y desprecio y un
de Dios
que esto, que Dios, que es digno de todo honor y amor, y el diablo, que es nuestro
enemigo declarado, ambos reclamando nuestras almas, uno prometiendo el guardarla y el
otro de atormentarla en las llamas eternas, sin embargo, nos adherimos a Satanás, y lo
preferimos
preferi mos antes que a Cristo, nuestro Salvador y Redentor, y en nuestro perjuici
perjuicio,
o, como
lo es la pérdida de la gloria eterna, y hacernos cautivos de tormento eterno y esclavitud.
o se puede imaginar modo más injurioso de agraviar que este, cuando en oposición a
otro más vil e infame se pospone el que es digno de todo amor y honra. La manera de
pecar también
también agrava
agrava el pecado, que lo hace el pecador,
pecador, perdiendo
perdiendo los bienes
bienes eternos.
Aunque el que peca no pierda nada, sin embargo, el agravio a Dios es tan grande, y a sí
mismo daño; pero pecar echando de ver que pierde tanto, es grande gana de pecar, es
mayor atrevimiento y desvergüenza.
Si hemos de considerar asimismo cuánto pecamos, encontraremos que esta
circunstancia no menos mostrará la gravedad de nuestros pecados que las circunstancias
pasadas; porque pecan ahora los cristi cristianos,
anos, después de haber visto
visto al Hijo
Hijo de Dios
Dios
clavado en la cruz, para que no pecásemos: cuando hemos visto a un Dios tan dulce con
nosotros, como para encarnarse por nuestro bien, humillándose a sí mismo haciéndose
hombre, sometiéndose a la muerte, y muerte de cruz, para nuestra redención; habiendo
instituido los sacramentos para nuestro remedio, sobre todo el de su cuerpo y su sangre
santísima, que fue una inmensa expresión de su amor. Pecar, después de haber visto a
Dios tan bueno con nosotros, nos obliga a su amor con finezas inconcebibles con que ha
procurado nuestro bien,
bien, es una circunstanci
circunstanciaa que debemos meditar
meditar mucho en nuestros
corazones para no ofender a un Dios tan amoroso, y se debe de tener un cristiano que
peca por peor que un demonio, porque el demoni demonioo nunca pecó contra un Dios que había
derramado su sangre por él, o que se hubiese hecho ángel por él, o que le hubiese
perdonado al alggún pecado. Cuando pecaron, los que estaban bajo la ley natural,
natural, tampoco
vieron al Hijo de Dios morir por su salvación, mas cuando un cristiano peca; sí: por lo
cual, como dice San Agustín, debería hacerse un nuevo infierno para él. Y no hay duda,
pero los cristi
cristianos
anos merecerían nuevos tormentos y mayores que los que no han tenido tenido
tanto conocimiento de Dios, ni han recibido tantos beneficios de él. Esto es confirmado
por lo que está escrito
escrito de San Macario,
Macario, el abad, que caminando
caminando en el desierto
desierto se
encontró la cabeza desnuda de un hombre muerto, y retirándola con el báculo que
llevaba oyó que le hablaba, y le preguntó quién era. Respondió: "Soy sacerdote de los
gentiles, que en otro tiempo, habitaron en este lugar, y estoy ahora, junto con muchos de
ellos, en medio de un fuego ardiente, tan grande que las llamas corren por debajo de los
pies
pies grande espaci
espacioo y otro tanto sobre nuestras cabezas." "Y hay (repli
(replicó el santo) otro
lugar de mayor tormento?" "Sí (respondió la cabeza), mayor es la que sufren quienes
282
están por debajo de nosotros; que los que no conocen a Dios, no son tan severamente
tratados como aquellos que lo conocieron, mas los que habiéndolo conocido le negaron,
y no cumplieron su voluntad, esos allá abajo las padecen mayores."
Estas son las circunstancias que señaló Tulio que se encuentran todas agravando la
culpa
que esde acerca
nuestrosdepecados.
qué o Tampoco
sobre quéno ofendemos
falta la que aañadió
Dios.Aristóteles
¿Sobre qué (Arist.
cae3 tan
Aethic.):
gran
atrevimiento, sino sobre esas cosas que no nos importan, antes nos suelen dañar, sobre
cumplir un gusto que ha de quitar la salud o la honra, o el patrimonio, y aun el mismo
gusto, al que le ejecutare, teniendo muchos días de dolor por un rato de contento; sobre
cosas de la tierra, que son viles y transitorias; y por ellas perdemos las eternas; sobre
bienes
bienes del mundo, que son falsos,
falsos, breves, perecederos y engañosos,
engañosos, por los cuales
perdemos los celestial
celestiales?
es? ¿Qué diríamos,
diríamos, si por una cosa tan pequeña como una paja, un
hombre matara a otro? Pues no más que una paja son todas las felicidades del mundo,
respecto de los bienes del cielo, y por cosa de tan pequeña consideración, somos
traidores a Dios, y crucificamos a Cristo de nuevo, una y mil veces, tan a menudo como
pecamos gravemente
Por último, contra él. de contra quién se peca agrava mucho nuestras culpas.
la consideración
Porque además de que Dios es perfectísimo, sapientísimo, hermosísimo, inmenso,
omnipotente, infinito, pecamos contra aquel que nos ama infinitamente, que nos sufre,
que nos colma de sus beneficios y misericordias. Hacer mal al amigo, aun los animales
salvajes no se atreven: hacer mal al bienhechor, hasta los brutos lo condenan: mira ¿Qué
es, entonces agraviar tú al que te amó más que a su vida, al que hace todo bien, porque
no hagas ningún mal? Teme a este Señor, reverencia su majestad, ama su bondad, y no
le ofendas más. Esta consideración, de haber pecado contra un Dios tan bueno, fue tan
grave para David, que en sus salmos penitenciales, exclama con lágrimas, y grita desde el
fondo de su corazón (Salmo 50): "Contra ti solo pequé," porque, a pesar de que había
pecado
ofendido,contra
por laUrías, y contra
infinitud todo
de su ser, Israel,
Israel
y por , porpor
crecer suesta
malparte
ejemplo,
ejemplo, solo
solo le pareció
inmensamente Dios
Dios
la gravedad
de su culpa. El pecado pues está enconado, por todas partes escupe veneno; y mirado
por todas partes, todavía parece peor; porque como es sumo mal, no tiene tiene lado por
donde parezca bien; todo es monstruoso, todo veneno, todo es detestable, todo
malísimo, y por lo tanto merece todo mal. Y no es mucho lo que debe ser castigado con
tormento eterno lo que se opone a la suavidad de la santidad infinita.
IV.. El pecado es tan
IV t an malo, que lo es de muchas
muc has mane
maneras.
ras. No sólo es malo, en cuanto
cuant o
menosprecio de Dios, pero es malo en sí mismo, en su propia naturaleza. Porque aunque
no hubiera Dios, o que Dios no se ofendiera del pecado, es un mal abominable y
espantoso, y fuera
quitado aparte el serdeinjuria
eso esdela Dios,
causaesmás grande mal
el mayor de todos
de loslos males;
males, y ladecausa
suertedeque,
los
demás. En lo que se refiere a esta deformidad e inmundicia del pecado, los filósofos lo
consideraron que debía ser aborrecido por encima de todas las cosas. Aristóteles decía
(Arist. 3 AEthic.): “Mejor es morir que hacer algo contra el bien de la virtud. ” Y
283
Séneca y Peregrino con más resolución, dijeron, " Aunque supiera que lo habían de
ignorar los hombres, y que Dios lo había de perdonar, con todo eso no quisiera pecar,
or la fealdad del pecado.” Por esto mismo dijo Tulio que nada podía suceder al
hombre más horrible y tremendo que un pecado. E incluso los filósofos, que negaban la
inmortalidad
de hacer una del alma
culpa; y la providencia
algunos de Dios,
gentiles hicieron afirmaron
grandes que por
extremos porninguna
evitar elcosa
acto se había
vicioso.
Democles, como escribe Plutarco (Plut. in Demetrio.), por no consentir en una torpeza
quiso antes ser cocido en agua hirviendo que dar su consentimiento a un acto sucio. Con
razón fue muy celebrada entre las matronas griegas, Hipol, la cual quiso morir antes que
consentir en pecado. Tampoco fue menor el horror que tuvo a la torpeza Verturio pues
por no cometer una impureza contra la castidad,
castidad, sufrió
sufrió prisi
prisión,
ón, latig
atigazos, y tormentos
rigurosos. Igual aborrecimiento se vio en el hermosísimo joven Espurina, del cual escribe
Valerio Máximo y San Ambrosio (Valer. Max. Ambros. Lib. 3. de Virgin.), que se cortó e
hirió su bello rostro para no dar ocasión a los demás de pecar, incluso por el
pensamiento.
pensami ento. Todos estos eran gentil
entiles, que no conocieron
conocieron a Cristo
Cristo crucifi
crucificado
cado por los
hombres, ni vieron el infierno abierto para castigo de los pecados, ni huyeron de la culpa
por ser ofensa a Dios,
Dios, sino
sino por la magni
magnitud
tud y suciedad
suciedad que por su natural
naturaleza
eza tiene.
tiene. Esta
les asombró, esta les aterró, esta les hizo querer soportar cárceles, tormentos, peligros y
muertes por no admitirla. Entonces, ¿qué deben hacer los cristianos, que conocen que su
Redentor murió para que no peque y sabiendo lo mucho que se ofende Dios por el
pecado? CiCiertamente,
ertamente, debía dar mil vidas
vidas y almas
almas de una vez antes que injuri injuriar
ar a su
Creador y cometer lo que hasta los paganos causó horror, y la naturaleza le puso en los
animales irracionales, aún en la sombra del pecado. Tan horrible y fea es aun a los brutos
una imagen tosca y borrón del pecado; pues tanto le aborrecen y resisten, para que se
avergüencen los hombres, capaces de razón y obligados de Dios, de no resistir con más
fuerza al mismo pecado, contra el cual debemos tener tal aborrecimiento, que sintamos y
digamos lo que sintió y dijo san Anselmo (lib. De simil. C. 19), "Si viera en esta parte la
inmundicia del pecado, y por la otra el terror del infierno, y fuera necesario caer en
uno de ellos, preferiría arrojarme al infierno que admitir el pecado, porque más quiero
entrar limpio en el infierno que gozar del reino de los cielos contaminado con alguna
mancha." Donde quiera que estuviera quien tiene tan horrible mal como la culpa grave,
no dejará de ser miserable, feo y desgraciado; porque, como dice San Juan Crisóstomo
(tom. 5. Ser. 5. de jejum.), el primer mal es ser malo. Aunque el cirujano no corte la
carne encancerada del paciente, sin embargo, el paciente no será liberado de su
enfermedad: y así aunque Dios no castigase al pecador, no dejará de tener su mal y su
muerte, su miseria, su fealdad y abominación. Por lo tanto, San Agustín dice (Augut.
Lib. 8. In Psalm. XLIX.), "aunque pudiéramos hacer que no viniese el día del juicio,
aun no se había de vivir mal, " basta ser el pecado tan abominable en sí para que le
tengamos todo horror. Este pavor y monstruosidad de la culpa lo quiso mostrar nuestro
Señor en un monstruo visible, y suceso extraño, como es relatado por Villaneo (Joan
Villan lib. 8. c. 35). Él escribe, que en el año 1298, Casano, rey de los tártaros, se casó
con la hija del rey de Armenia, que era cristiana, y Casano infiel. No mucho después la
284
reina quedó en cinta, pero al tiempo del parto no parió un niño, sino un monstruo
horrible y deforme. Por lo cual el rey bárbaro, atónito e irritado, mandó con los de su
Consejo que muriese la reina como una adúltera. La pobre señora desconsolada viéndose
morir inocente, se encomendó a nuestro Salvador, y por inspiración divina, pidió que
bauti
bautizasen
zasen aaquel
transformó lo que había pari
monstruo parido
en do antes muy
un niño que bello,
la matasen. Lo sorprendido
y el rey, hici
hicieron
eron así,por
y al
el punto se
milagro,
con muchos otros de su reino se convirtieron en cristianos; reconociendo por lo que
había sucedido, la belleza de la gracia y la deformidad del pecado. Si bien aquel niño no
tuvo pecado actual, ni mortal ni venial, por solo el original, que, es sin culpa de la propia
voluntad, apareció tan monstruoso, horrendo y abominable, que descendió a él de sus
padres. ¿Qué serán los que con su propi propiaa voluntad
voluntad han pecado mortalmente?
mortalmente? Esta
fealdad de la culpa proviene de ser contraria a la razón, por lo cual quien la tiene se hace
más feo que toda la fealdad, más monstruo que el más horrible y más muerto que en el
alma que un cadáver pútrido. Plinio se admiraba de la fuerza de algunos rayos que,
consumiendo al oro y la plata, que están escondidos en alguna caja, dejan sana y entera
la cubierta; así el pecado, que abrasa al alma escondida, y deja entero y sano el cuerpo,
es un rayo de luz que sube del infierno peor que el infierno mismo, y así tan abominable
para el alma
alma que toca.
¿Qué diré de los males que causa? Sólo diré esto, que si se tratara de la mejor cosa en
el mundo, sin embargo, por los malos efectos que produce, debe ser evitado más que la
muerte. Porque priva al alma de la gracia, destierra del alma al Espíritu Santo, le quita el
derecho de los cielos, despoja al hombre de todos sus méritos, le hace indigno de la
protección
protecci ón divina,
divina, y ccondena
ondena al pecador a tormentos eternos en el otro mundo, y en este
a no pequeños trabajos, porque no hay muchos desastres; ni peste, ni guerra, ni hambre,
ni enfermedad física, de la cual el pecado no ha sido en cierto modo la ocasión; y por lo
tanto, los que lloran por sus aflicciones, cambien el objeto de sus lágrimas, y lloren por la
causa, que es su pecado. Estos lloren, y estos lamenten: estos son tan grande mal, que
debían llevarse todas nuestras lágrimas, y no bastara para llorar uno todas las del mundo;
y así no las derramemos por otra causa. Cuando nuestro Salvador fue llevado para ser
crucificado, él ordenó que no llorasen por él, sino para que todas las lágrimas fuesen por
los pecados, que fueron la causa de su muerte y de todas las muertes, penas y males; por
lo cual dijo: No lloréis sobre
sobre mí, sino sobre vuestros hijos; esto es por vuestras malas
sobre vuestros
obras, que son las que engendra de suyo vuestra naturaleza estragada. Esos hijos son
nuestros pecados, engendrados de nuestra naturaleza corrupta; lloremos por ellos. Por
último, tal es la malicia del pecado mortal, que el que lo comete, merece las penas
eternas del infierno; y debiéramos más bien sufrir mil infiernos, por no cometerlo.
El amor de las cosas temporales abre el camino a este monstruo de malicia, y le cierra
el deseo de las cosas eternas. Que todo el mundo; por lo tanto, considere donde coloca
sus afectos y corazón. Oiga al Eclesiástico, que dice: " El corazón del sabio está en su
mano derecha, y el corazón del necio está en su mano izquierda;" porque el hombre
prudente coloca
coloca sus afectos en lo que es eterno, y el necio
necio en lo temporal,
temporal, como San
Jerónimo interpreta, que dice: " El que es sabio, siempre piensa en el mundo por venir,
venir,
285
que le guía a la mano derecha, pero el que es necio no piensa sino en el presente, el
cual está puesto a la mano izquierda. " Qué engañados se encuentran los amantes del
mundo, cuando vean, que por sus pecados, serán colocados en el lado izquierdo del Hijo
de Dios, juez de vivos y muertos, para condenarlos eternamente; y cómo los amantes del
cielo
eterna.seLa
regocijaran,
abundanciacuando se vean a ladederecha
y la prosperidad de Cristo,
los bienes como herederos
temporales, suelen ser de
unala mayor
gloria
ocasión de pecado que una fortuna moderada o una pobreza absoluta. Por tanto, Cristo,
nuestro Redentor, aconsejó a los que deseaban seguirlo en perfección, que arrancaran de
su corazón todos los afectos a ellos, que les puede ser o fue ocasión de pecado. Cuando
los Macabeos recuperaron Jerusalén, y entrando en el templo, se encontraron el altar de
los holocaustos profanado, dudaron mucho en lo que harían: si debían usarlo porque se
había dedicado en algún momento a Dios, o destruirlo, ya que había sido empleado en el
servicio del diablo. La Escritura dice que les vino al pensamiento un buen consejo, que
fue destruirlo, arrancando todas sus piedras y hacer otro de nuevo. Este buen consejo
sigamos, destruyamos lo que ha sido o puede ser una ocasión de pecado; y si los
Macabeos arrancaron lo que se había dedicado a Dios, ya que había sido un medio para
que otros pecaran, la ocasión, en la que no otro, pero tú pecaste ¿por qué no la has de
quitar? Y pues tantas veces has pecado por tener tu afecto en las cosas temporales, del
mismo corazón has de sacar, y arrancar y destruir toda afición que no sea de lo eterno; y
no solo el afecto de bienes de la tierra has de quitar, pero de los mismos bienes has de
temblar.
286
LIBRO QUINTO.
CAPÍTULO I. Diferencias notables entre lo temporal y eterno, siendo uno medio y
otro fin. Se trata también del fin último para que fue creado el hombre.
Hasta ahora hemos hablado de las diferencias y distancias que se encuentra entre lo
temporal y lo eterno, comparando el uno con el otro, y considerándolos más bien en su
propiaa naturaleza
propi naturaleza y sustancia,
sustancia, que los aspectos ex
exteri
teriores
ores y las relaci
relaciones
ones que tienen
tienen con
otras cosas. Ahora considerémoslo con esta mira, para que veamos que las cosas de la
tierra (por cualquier lado que se miren) son más viles y despreciables, pero lo eterno, de
gran valor e importancia. Hay muchas cosas que, aunque en sí mismas son tenidas como
viles y sórdidas, por alguna relación o circunstancia, se vuelven de gran estima entre los
hombres. Pero las cosas temporales, así en su propia esencia, como por respetos ajenos
y circunstancias, son vilísimas y muy contentibles entre los ángeles y lo deben ser entre
los hombres; porque en realidad y en sí mismas lo son: viles son, por ser en sí pequeñas,
mutables y transitorias; y aunque en su propia naturaleza fuesen muy preciosas y eternas,
nos habían de ser de ningún valor, por ser medios, y no fines; por ser creadas para
servirnos de ellas, y no para que las adoremos y nos hagamos sus esclavos, por haber
sido instrumentos de nuestros pecados; y porque el Hijo de Dios descendió del cielo, y
murió para que pudiéramos despreciarlas. Todos estos son unos respetos que envilecen
mucho todo bien temporal, aunque ello fuese muy precioso y de suma estimación.
He aquí, pues la gran diferencia entre lo temporal y lo eterno, que el uno es medio, y el
otro, fin; lo eterno es el fin del hombre, y de lo temporal es el mismo hombre fin. Lo
eterno es para que con ello tenga el hombre mayor perfección y bienaventuranza
perpetua; mas lo temporal sólo es para ser util
utilizado para la obtención
obtención de lo eterno; y así
viene a ser lo temporal medio y lo eterno fin: en lo cual hay una diferencia y distancia
grandísima; porque el fin se ha de amar por sí mismo y el medio no se ha de amar sino
en cuanto conduce al fin; por lo cual por lo eterno habíamos de suspirar, y de todo lo
temporal nos habíamos de olvidar, sino es cuanto nos ayudase a conseguir lo eterno. Este
es un punto de suma importancia y así es razón que lo consideremos.
Abre los ojos y repara para qué naciste en este mundo. Todas las cosas tienen un fin,
para el
e l cual son, y tú tambi
también
én le debes tener; no estás en el mundo por demás; para al
algo
go
fuiste creado. Abre los ojos, y mira para qué, y habiéndolo encontrado, no te desvíes de
ello; porque te perderás. ¿Qué viajero hay que no ponga delante de sus ojos el lugar
donde tiene la intención de ir a parar? ¿Qué artista, no se propone a sí mismo una idea,
que ha de imitar en su obra? ¿Y para qué vivirás sin pensar por qué la vida se te dio?
Sábete que naciste para Dios, y no para nada que sea menos que Dios y su servicio. Para
esto te dieron la vida, para esto te sacaron del no ser al ser, y pasaste de la nada a ser
criatura racional, quedándose tantas almas por crear que sirvieran mejor que tú a Dios.
Mira entonces que le debes por esto que en sí encierra dos incomparables beneficios:
287
uno, de haberte creado, dejando muchos mejores; otro: de haberte dado el mayor fin que
es posible ni puedes imaginar: mira qué le debes por esto. Cuando los hijos de Israel
pasaron el Mar Rojo, y el faraón y sus soldados
soldados fueron ahogados
ahogados en él, el Señor quería
se celebrase eternamente este gran beneficio; y Moisés y todo el pueblo alabaron y
dieron
debes agracias al Señor
Dios por habertepor su liberación
sacado del no sercon
al grandes alabanzas.
ser, quedándose Mira entonces
infinidad de otras locriaturas
que tú
posibl
posi bles
es ahogadas en el abi
abismo
smo de la nada sin sin recibir
recibir el beneficio
beneficio que tú. No se olvi
olvidódó de
esto el profeta, y así puso por título al Salmo 75 este recuerdo, " Al fin, por el que pasa,
o salta de la otra parte ;" porque el que pasa de la nada a ser una creatura capaz de
razón y gloria, siempre ha de considerar el fin para el cual fue creado, y a partir de esa
consideración haga un cambio en su vida, como lo hizo David, que confiesa en el mismo
salmo que su cambio vino de la mano derecha del Altísimo. Acordémonos, para cambiar
nuestros hábitos; y para cambiar de tibios en fervorosos, y de pecadores en justos,
porque fuimos
fuimos creados para solosolo Dios;
Dios; porque esta solasola consideración
consideración de tan al alto
to fi
finn
bastara para cambiarnos;
cambiarnos; y por esta razón David dio este título en otro lugar: ugar: "Al fin, por
los que se han de mudar o trocar." El santo profeta sabía muy bien la importancia de
esta atención de nuestro último fin, y por lo tanto lo repitió en sus salmos con el fin de
que tuviéramos nuestra atención siempre fija en él, ni le corrompiésemos con mezcla de
otras intenciones, como lo significó en la inscripción del Salmo 74 el cual dice: " Al fin
que no lo corrompas." Otra versión dice: " para que no le pierdas;" como si dijere:
considera el fin para que te crearon, para que no le pierdas; mira que, no debiéndosele
por tu naturaleza
naturaleza la gloria,
oria, te creó Dios,
Dios, por su miserico
misericordi
rdia,
a, para que la gozases
gozases y
pudiéndote
pudi éndote crear para una perfecció
perfecciónn y feli
felicidad
cidad natural
natural,, te creó para la sobrenatural.
sobrenatural.
Otras criaturas creó para él; pero a ti no te creó sino para sí mismo. No hay creatura que
tenga fin más noble, no hay ni serafín, ni arcángel que nos supere en esto. Estímalo, y no
le pierdas; porque te perderás tú.
Mira qué obligaciones tienes por esto; por haberte creado Dios te debes todo a Dios y
no hacer cosa que no sea por Dios, aunque no te creara para sí ni para que le sirvieses,
sino que te dejara libre. El hijo, aunque el padre no sea su fin, sin embargo, le debe todo
el respeto y reverencia, porque le debe su nacimiento. El labrador, que planta un árbol
tiene un derecho a la fruta. Dios, por tanto, por haberte creado para sí, tiene derecho a ti
y a todo lo que eres tú, porque no hay dominio más absoluto (como dicen los teólogos y
filósofos) que el del fin sobre todo lo que se ordena a él; de tal manera que Marsilio
Ficino dice (lib. 1. Epist.): “ El fin
fi n es como señor más excelente que todas las cosas, que
como ministras y siervas se refieren al fin”. Por esta razón, el hombre, a pesar de que
no sea ni el creador, ni fin último de las cosas corporales, sin embargo, porque es el fin
de ellas, y debido a que fueron ordenadas para su uso, es su señor; y Dios, que es el fin
último del hombre y de ellas, es señor supremo de todo. Filón (Phil. Hebr. Dialog. 2 de
amore) llama al fin la cabeza de las cosas; porque así como un príncipe es el jefe
absoluto y señor de sus vasallos y reino, así también el fin es el señor y la cabeza de esas
cosas que tienen una relación con él; y, esta es la naturaleza del fin, debérsele cuanto se
ordena a él, y como todo cuanto hay en el hombre es enteramente de Dios y para Dios,
288
no debe agitar éste una mano o un pie, pero con el fin de su servicio. Un filósofo (Marsil.
Ficin. In Plat. Phileb. Lib. 1, cap. 30) llamó al fin la causa de las causas; y otro, el
princi
principi
pioo de todas las causas. Si, por lo tanto, a Dios,
Dios, porque es tu causa eficiente,
eficiente, le
debes lo que eres, por ser tu causa final también debes aún más de lo que eres; porque
esta obligación
aquello a que teno se miraque
ordenó, poresloelque
ser has recibido,
divino, queyessintulímite.
infinito, ser finito y limitado,
Incluso sino
el propio por
Dios,
en cuanto omnipotente y causa eficiente de todas las cosas, como se sirve a sí, en cuanto
suma bondad y causa final de ellas, pues las hace por este fin. Tú ¿qué derecho, pues,
tienes para obrar para nada más que a Dios? Pues el mismo Dios no obra ni obrará sino
por este fin.
fin. El fi
finn es la causa de las causas;
ca usas; y por lo tanto como te debes a Dios Dios por ser
Hacedor, así le debes por ser tu fin, porque no fuera tu Hacedor, si no fuera por algún
fin, el cual fue causa de tu creación, y así cuanto le debes por tu creación lo debes por
ser tu fin.
II. Considera la fuerza del fin en todo orden de cosas, en las naturales, en las
artificiales, y enPorlassermorales,
sobrenaturales. el fin depara que conozcas
los elementos cuánta¿qué
el centro, másímpetu
fuerzatienen
debe para
tenerllegar
en lasa
él? ¿Con qué fuerza cae una piedra de lo alto, y con qué violencia viene a su centro,
atropellando con cuanto se le pone delante? Y el fuego, por llegar a su esfera, vuela
montes y colinas muy altas. Pues si así buscan las cosas a su fin natural; mira cómo
debes buscar tu fin sobrenatural. Considera que violentada está una gran piedra, que está
suspensa en el aire por una maroma, qué fuerza que hace, con cuánto peso forcejea por
venir a la tierra, donde está su centro; con todo, cuanto se tira para esto, y se inclina; y
después de suelta, cuán sin tardanza, cuán apresurada cae, cuán sin divertirse a una parte
ni a otra. De esta manera te conviene buscar al Señor tu Dios, con todos los poderes de
tu alma, con todas las fuerzas de tu cuerpo, y todos los afectos de tu corazón; no has de
tener inclinación
directamente a otra
a él, sin cosa;a aunoél y has
desviarte otro de anhelar
lado, solamente.
o buscando Derecho
a cualquier has que
criatura, de te
ir
pueda detener,
detener, pero atropell
atropellando a todas las cosas temporales
temporales delante
delante de ti.
ti. Una piedra,
piedra,
por llegar
llegar derecha a su fin
fin,, no repara en caer en el agua,
agua, o el fuego,
fuego, ni hacerse pedazos: y
tú, para que puedas alcanzar a tu Dios, no debes detenerte ante nada, ni en fuego o en
agra, ni por la pérdida de bienes, ni honor, ni con el mismo desgarro de tus miembros a
pedazos; y como dice
dice nuestro Salvador (Mt. 18, 8-9), Si tu ojo te fuere ocasión
ocasión de pecar,
sácatelo, o si lo son tu pie o mano, córtatelos, porque es mejor entrar al cielo ciego o
cojo, que caer en el infierno con pies y manos. Las cosas naturales no encuentran
quietud, sino en su centro; la aguja del marino no descansa, pero cuando contempla el
norte. No se pondrá el alma quieta que no mire a Dios. Y, desde luego, la causa de las
mayores miserias y aflicciones en el mundo proceden de nuestra desviación de Dios, que
es nuestro único fin y felicidad eterna. Desengañémonos el corazón del hombre, que
nunca ha de hallar sosiego sino en su Creador.
Si llegamos a las cosas artificiales, que no están ajustadas a su fin, ¿qué son sino una
confusión desordenada? Si un pintor dibuja líneas sin proponerse alguna idea, ¿cuál sería
289
el tema de su trabajo, pero una gran mancha y confusión? Y si queriendo pintar un gran
capitán, no ajustase las figuras a este fin, sino que en lugar de ponerle en su mano una
espada le pusiese un hueso, sacaría un retrato ridículo. Si un escultor diese golpes en un
leño, y sin intención de hacer una imagen, no haría nada más que cansarse y estropear la
maderaen
buscas y sus instrumentos.
tus obras lo eterno;Esto
no haces sino
túnoenuna
si todas tus obras,
mancha de tu cuando
vida, y no mirasa aperder
echarte Dios tú
ni
mismo y perder las criaturas que no usares para conseguir el cielo. Dios te creó de
acuerdo a su propia imagen, para que esa misma imagen la perfecciones haciéndola más
semejante cada día a tu Creador; pero dejando de mirar a él solo en tus acciones, no
haces más que hacerte un monstruo, y confundir y borrar la imagen divina. Por último,
como todo lo que se hace en el arte, sin ajustarse a su fin, todo es error y perdición; así
también todo cuanto haces sin mirar a Dios, como tu último fin, todo es errar y perderte.
Reflexiona, a continuación, en qué has parado; pues tan a menudo te has olvidado de
Dios y te has apartado de tu fin.
Si nos fijamos en las obras morales y las acciones humanas, cuando no están ajustadas
aapartar
su fin,las¿qué sondesino
cosas imprudencias
su fin? y locura?evitar
Si uno deseando Sinoeldime
frío ¿qué no es toda
se desnuda unadel
y huye locura, el
fuego,
¿qué dirías de este hombre sino que estaba loco? Pero te pregunto ¿en qué está esa
locura sino en no proporcionar las cosas a su fin? Pues no eres tú más cuerdo cuando
queriendo y apeteciendo tu bien huyes de Dios y no le buscas en todo. Este, como señala
San Agustín, es el engaño del hombre, que, naturalmente, amando todos la
bienaventuranza,
bi enaventuranza, por no saberla
saberla buscar se hacen miserabl
miserables.
es. ¿Quién
¿Quién sino
sino un tonto o un
loco, teniendo gran sed, se hartara de sal? Esto hace quien busca cosas temporales para
satisfacer la sed de su apetito, con los cuales se irrita más. Pues esta locura no está en
otra cosa sino en que no se ajustan los medios al fin. El sediento, para satisfacer la sed,
debe ir a una fuente de agua; y el hombre, que desea sosegar su corazón, debe ir a Dios,
y allí hallará descanso. Y el divertirse en otras criaturas para alimentar sus placeres no es
otro cosa que comer sal, lo que aumenta su sed y apetito y abrasa sus entrañas. Somos
tontos, por lo tanto, en no mirar a Dios en todas nuestras acciones, y no ordenarlo a él,
como a nuestro fin. Loco fuera quien para encender una lámpara, la llenara con agua en
lugar de aceite, y sin embargo se esforzarse y porfiase en que iba a encender, y toda su
locura no es más sino porque acomoda una cosa que no es proporcionada a su fin. Estas
locuras cometemos todos los días, cuando utilizamos las criaturas a otros fines que el
servicio de Dios; que ni podrán encender en nosotros el fuego de su amor ni sustentar el
lustre y dignidad del alma racional. De todo, entonces, que se ha dicho, se deduce que lo
que no está adaptado a su fin propio es despreciable, monstruoso, y poco rentable. Por
esta razón, David dijo: "Todos han disminuido", es decir, todos se desviaron de su fin,
que es Dios; "Y son hechos inútiles," porque baldío y por demás está el hombre en
cuanto no sirve a su creador y no le busca en todo; mejor se tiene no ser una cosa, que
ser sin ajustarse a su fin. El labrador que ha plantado un árbol para que le diese fruto, si
después no le da ninguno, luego le arranca de raíz, y lo quema; juzgando que es mejor
que no sea que estar sin su fin, y en el Evangelio, se mandó cortar la higuera estéril.
290
III. Esta fuerza de la causa final es tal, que ajustándose las cosas a ella, reciben más
ser y estimación de su fin, por bajo que sea, que le recibieran de otra cosa muy preciosa,
si no siendo su fin se le juntara. Una daga que recibe su valor de cavar la tierra, y para tal
fin
un el labrador
retrato, ni laaun
estima y compra
de balde por dinero;
le tendría en sumas si se laEldiesen
oficina. a un pintor
enfermo, paraque
mientras dibujar
esté
enfermo, pagaría cualquier cosa por una medicina amarga, que, estando sano
despreciaría. Tanto como esto importa acomodarse las cosas a sus fines, pues es solo su
fin, que por viles y bajos que sean les dan estimación, y apartándose de ellos, aunque se
suban a las nubes, la pierden. Mira, entonces, cómo quedará el hombre que no busca a
Dios, y no dirige sus acciones a él, que es tan alto fin; y así de dos maneras se envilece
quien no le busca: lo uno porque se aparta de su fin; lo otro, por apartarse de bien tan
alto y sublime. También se ha de considerar que, como no hay cosa, por vil que sea, que
ajustada a su fin no tenga algún bien y estimación; así también no hay cosa, por preciosa
que sea, que apartada de su fin sea de valor y estima. El sediento que pretende beber por
estarse muriendo
todos los tesoros de
delsed, más que
mundo, estimará
no leunhan
poco
de deser agua de un charco
de provecho; por loque
quesi Lisímaco
le diesen
valoró más un cántaro de agua por encima de su reino. De donde se sigue, que es el fin
lo que da valor y estimación a las cosas.
Abre, pues, tus ojos, y considera que no estás en el mundo por nada; que no fuiste
creado sin un por qué ni para qué; tienes un fin, al cual debes buscar, y si no le buscas,
estarás peor que cuando nunca eras. Tú tienes un fin, y ese es altísimo, el mayor que
puedes pensar ni que puede ser, que es la glori gloriaa de Dios.
Dios. Ciertamente,
Ciertamente, si Dios
Dios sólo
sólo te
creó para que le sirvieras, sin esperanza de disfrutar de él o nunca alcanzar la gloria, igual
debías apreciarlo altamente. La reina de Saba (1R. 10), cuando vino a Jerusalén y vio la
grandeza, la sabiduría, y la majestad del rey Salomón, asombrada exclamó:
"Bienaventurados
por tusservi
bienaventuranza
bienaventuranza criados,
servir que están¿qué
r a Salomón,
Salomón, aquí honor
en tu presencia."
y felici
felicidad Si esta
dad será sabia
servir
servi mujer
r a Dios?
Di tuvo
os? Pero
Pe ro
esta bondad infinita no se conformó, que nuestro fin único fuera servirle, sino que
pasásemos a gozarle
ozarle y hacernos partícipes de su misma
misma bienaventuranza y glori
gloria.
a. En este
altísimo fin, pues no sólo te igualas a los ángeles, sino que te haces partícipe con Dios,
que, no tiene ningún otro fin o bienaventuranza sino a sí mismo, así también no quiso
que tuviese menor fin que al mismo Dios, ni otra menor bienaventuranza que gozar de tu
mismo Creador. Naciste, para un gran bien, ya que naciste para el sumo Bien. Con lo
cual el Maestro de las Sentencias (Magist. Lib. 2 sent.) dice, " Dios crcreó
eó a la criatura
racional, para que pudiera conocer el sumo bien, y conociéndolo y amándolo lo posea,
poseyéndolo, le goce." Dios creó los elementos para las naturalezas que tienen vida;
creó las hierbas del campo para los animales, a los animales creó para el hombre; pero al
hombre para un fin que supera a todo lo creado; no para un fin que se encierra dentro de
la naturaleza, sino para el que es sobre toda la naturaleza, para un fin sobrenatural y
divino. Sabe, pues, estimar esto; y habiendo recibido un honor tan grande, no te infames
tú con abatirle con otra cosa inferior. Bien dijo Dionisio Ricvel (De Novis art. 36.fol. 130
291
puesto
trata deque Di
Dios
llenar os
susteasientos,
ha creado paraserelun
y para mismo fin
fin quedelos
compañero su ángel
ángeles,
es,Esvive
gloria. viun
ve gran
comoprivilegio
un ángel
ángel,,dey
la naturaleza humana, que siendo en sustancia inferior a la de los ángeles, sin embargo,
pueda ser igual y sobrepujar en la bienaventuranza
bienaventuranza y en orden a al alcanzar
canzar su fi
fin,
n, es
privi
privillegi
egiada
ada de Di
Dios.
os. P orque para que alcancen su fi finn los ángeles
ángeles,, proporcionó
proporcionó Dios
Dios su
gracia conforme a su naturaleza, dándola mayor a los más perfectos; pero a los hombres
da su gracia sin esta restricción; para que pueda el hombre, si quiere, ser más que un
ángel.
Los antiguos filósofos sabían muy bien la gran importancia del fin del hombre, y por lo
tanto eran muy solícitos en saber lo que era, para que una vez encontrado pudieran
dirigir a él sus acciones de vida. Porque dijeron, y como es así verdad, que era todo
errar, si en primer lugar no se conocía el fin del hombre, para enderezar las acciones
humanas y conformarlas con él. Y por lo tanto, así dijo Marco Aurelio (Aurel. Imper.
Lib. 2. Philosoph.), “Deliran los que no se proponen un blanco, al cual enderecen todos
sus propósitos y pensamientos.” ¿Qué no hicieron muchos de ellos por ajustarse a esto y
conseguirlo? y todos ¿qué no dijeron que se había de hacer, no alzándose en su opinión
el fin del hombre sobre la naturaleza humana? Los estoicos y cínicos dejaron honores,
riquezas y placeres, para acomodar mejor sus vidas y acciones conforme a la razón y a la
naturaleza, viviendo sin hacer mal, y haciendo bien, confesando que se había de ajustar
en todo a la virtud y todo esto debían hacer por aquel fin natural que hallaron, del cual
dijo Filon (Philon, lib. De migr. Abrah.) estas palabras: "El fin, celebrado por los más
excelentes filósofos, es el vivir de acuerdo a la naturaleza, y esto se hace, cuando
entrando el alma por el camino de la virtud, anda por los caminos de la recta razón, y
sigue a Dios, siempre consciente de sus mandamientos, y observándolos con firmeza en
todas sus palabras y acciones." Si el hombre, entonces, debe esto en orden a su fin
natural, ¿qué obligación tendrá por el sobrenatural y por la eternidad? Antonino el
filósofo (Anton. Phil. Lib. 2 et 5 la prin. p. 216), juzgando que el fin del hombre era vivir
292
según la naturaleza, juzgó que era una gran locura no conformarse con los sucesos de la
vida, llevándolos con igualdad de ánimo, que dijo, que era esto tan abominable cosa
como una postema y llaga del mundo. ¿Qué habría dicho de cometer pecados graves y
mortales, que nos separan de Dios, que está por encima de toda la naturaleza, y es el
autor
noche,detodos
la misma? Era tan solícito
sus pensamientos, en ajustarse
estuvieron a suen
ocupados fin,la que desde la mañana
contemplación hastapara
de su fin, la
lo que había nacido, y ajustarse con ella; y así nos da este consejo: "Por la mañana,
cuando te levantes con pereza por el sueño, ten pronto y a la mano este pensamiento,
que te levantas a ejercitar las obras de hombre, y, por tanto, te dirás: ¿cómo es esto que
te levantas tan tarde para hacer aquello para lo cual naciste, y por lo cual viniste a este
mundo? ¿Por ventura para eso te hicieron, para que te estuvieras en una cama suave y
caliente? Esto gustoso es, pero ¿naciste para tu deleite y placer, y no para el trabajo? ¿no
has visto cómo las plantas, arañas, hormigas, abejas, y todas las cosas, se emplean a sí
mismas en sus oficios propios, y tú rehúsas de ejercer tu oficio de hombre racional, y no
te dispones para lo que conviene a la naturaleza? Confieso que es necesario algún
descanso, pero en esto, la naturaleza ha establecido una regla, como en el comer y beber;
pero tú paseas lo suficiente,
suficiente, y en
e n lo que debes hacer, aun no lleg llegaa a lo que es razón, y te
quedas atrás. Esto sucede, porque no te amas a ti mismo; porque si lo hicieses, amaras
también a tu naturaleza y cumplieras su voluntad. Los artesanos, que aman y disfrutan
de sus artes, se emplean tan seriamente en ellos que ni piensan en el baño o la
alimentación; tú no estimas tanto a tu naturaleza, como un tornero o cómico a su arte, el
hombre codicioso a su oro, o un hombre ambicioso a la vanagloria; porque estos,
mientras puedan acrecentar lo que aman, lo anteponen al sueño y la comida; pero a ti te
parecen cosas más viles
viles las acciones de hombre capaz de razón, y las juzgas por menos
dignas de trabajo." Todo esto proviene de aquel emperador sabio, que, a partir de la
consideración de su fin y naturaleza, se exhortaba a sí mismo para cumplir con su deber
y obligación.
IV.. De lo que se ha dicho has de sacar
IV saca r la estimación
estimación que has de tener de lo eterno, y
con qué seriedad hemos de desearlo y buscarlo, ya que es el fin para el que hemos
nacido solamente, y pero a todo lo temporal ni mirar debes por lo que es en sí, pues no
naciste para ello, sino para la eternidad y para Dios nuestro Señor. Y para que podamos
ver mejor qué uso hemos de hacer de ellas, y la diferencia que hay entre ellas y lo
eterno, siendo lo eterno nuestro fin, y lo temporal cuando mucho puede ser medio; como
ya hemos declarado la naturaleza del fin, así también explicaremos con mucha brevedad
la del medio para ser querido y buscado, sino en cuanto a su fin: por lo cual lo temporal
no tiene razón alguna para ser buscado y amado del hombre, si no es en cuanto le lleva a
Dios Señor nuestro, y en no viendo en ello esta divisa, no lo ha de estimar ni apetecer,
por lo cual no debe de estar peg
pegado
ado nuestro corazón a ning
ninguna
una cosa de la tierra:
tierra: porque
así como un soldado, cuando tiene salud, no valora al médico y sus medicamentos
porque no los necesita,
necesita, ni conducen a la conqui
conquista
sta de su enemigo,
enemigo, ni cuando está
enfermo o herido, se preocupa de tomar sus armas, porque no le han de recuperar su
293
salud; en la misma forma debemos no hacer caso, ni buscar o querer cosa de la vida,
sino en cuanto nos llevare a Dios, teniendo despejado el corazón de todo, y no teniendo
otra razón de nuestra voluntad y uso de las cosas sino esta sola marca, si no nos ayuda
para nuestra salvación.
salvación. El viajero que está determinado a llegar
llegar a algún
algún lugar
lugar determinado
siempre
más de irtiene
por en
unosuque
alma
poresta intención,
otro; y cuando
solo mira, encuentra
para escoger dos cuál
alguno, o tresescaminos, no deseaa
el que conduce
la parte que el camina, y no repara si es el de la mano derecha o el de la izquierda, si el
que tiene a cuestas o el que es llano; indiferente está para cualquiera, solo espera saber
cuál es el que lleva a donde pretende ir, y no tiene más razón de escogerle que ésta. Con
esta misma indiferencia hemos de comportarnos en el uso de las cosas temporales. No
hemos de amar a los bienes de este mundo, y ningún mal hemos de tener, pero libres de
todo amor solamente lo que nos lleva a Dios, aunque sea mal, y aborrecer lo que nos
aparta de Dios, aunque sea bien. Si la pobreza te lleva a Dios, abrázala con ambos brazos
y estímala; si la riqueza y la grandeza te apartan de él, písalas con los pies, desprécialas,
y échalas de ti como si fueran veneno; si la deshonra y olvido de los hombres te ayudan
a ganar el cielo,
aborrécelos como goza en las afrentas;
a la muerte; si el dolorsi ylos honorestetehace
tormento hacen olvidar
conocer a tudeRedentor,
tu Creador,
da
mil gracias de verte adolorido y atormentado; pero si los gustos te hacen ser desconocido
a quien debes tanto, prívate de todo contento de la vida temporal por no perder la eterna,
de suerte que no has de querer ni aborrecer mal o bien de la vida, sino en cuanto te
acercare o apartare de Dios que es tu fin último. Esta indiferencia era bien conocido por
David, como explica San Agustín en sus salmos que intituló y dedicó al fin: en que se
consideró creado de Dios y para tan alto fin como para servirle y gozarle; con este
presupuesto dijo
dijo aquell
aquella sentencia:
sentencia: "Como son sus tinieblas, así es su luz, " porque no
hemos de inclinar nuestros afectos al brillo y el esplendor de esta vida, que las de
oscuridad, ignominia, y pena, no más a la prosperidad que al trabajo, y así dice el santo:
" En esta noche, en esta mortalidad de esta vida, tienen los hombres hombres luz y tienen
tinieblas. Luz es la prosperidad, y tinieblas la adversidad. Pero cuando Cristo, nuestro
Salvador, hubiere venido y hablado al alma por fe, y prometido otra luz, o inspirado y
concedido la paciencia, y amonestado al hombre que no se deleite en lo próspero, ni se
quebrante con lo adverso, entonces empieza el varón fiel a usar indiferentemente del
mundo, ni se sublima cuando le suceden cosas prósperas, ni se aflige cuando son
adversas, sino donde quiera bendice al Señor, no solo cuando le sobran las cosas, sino
cuando las pierde, no solo cuando está sano, sino cuando está enfermo, para que esté
en él con verdad esta canción: Bendeciré al Señor en todo tiempo, y su alabanza estará
siempre en mi boca.".
Otra de las condiciones del medio, es que está unida o es una misma con la dicha, es
que del medio no se ha de gozar, sino solo usar; porque en el gozo se para y sosiega el
alama, que es propio del fin y en el uso, mira a otra cosa para conseguir lo que es propio
de los medios, y así supuesto que no has de querer gozar de la criatura por no ser tu fin,
sino solo usar de ella por ser tu medio, en ninguna has de buscar otra cosa sino si te
puede ser de uso y provecho para gozar de Dios,
Dios, que es tu verdadero fifin;
n; porque quien
quien
294
salmos
da preguntó:
respuesta "¿quién nos
a la pregunta: quemostrará
son sololasbienes
bienes?" Estanos
los que duda se resuelve
unen a Dios, ydeaquellos
lo dicho,sony
solo males que nos apartan de Dios; y así dice, San Agustín dice (August. in Psalm. 128):
"Ya no conocemos otro mal sino ofender a Dios, y no alcanzar lo que nos ha
rometido; ni conocemos otro bien sino agradar a Dios, y alcanzar aquello que nos ha
rometido. Pues ¿qué hemos de decir de los bienes y males de esta vida? Que nos
hagamos con ellos indiferente, porque ya habiendo sido sacados del vientre de nuestra
madre, Babilonia, teniéndoles por indiferentes, decimos: ‘Como es su tiniebla así son
sus luces’; ni la felici
felicidad
dad de este siglo nos hace bienaventurados, ni se adversidad
desdichados.". Sócrates dijo que la suma sabiduría era distinguir los bienes de los males."
Y Séneca no conoció mejor regla para distinguirlos y conocerlos que en orden a su fin; y
por lo tanto dice:
dice: "Cuando quieres saber lo que has de desear y de lo que has de huir,
mira al sumo Bien, y al fin de toda tu vida; porque con él ha de convenir todo lo que
hacemos." Es conforme a lo que hemos dicho y así concluye (Senec. Epist. 71): “ Un
solo bien hay y es lo que es virtuoso, y todos los demás bienes son falsos y
adulterinos.” Tú has de gozar eternamente de tu Creador, conténtate con esta esperanza,
y no pongas tu gozo en la criatura, que sólo te es lícito usar.
V. Pero debes considerar mucho, que un grande uso de las criaturas para llegar al
Creador, es el desprecio de ellas; porque Dios quiere que sea tan fácil para ti, obtener tu
fin, que no te pueda faltar medio para esto. Que nadie, por lo tanto, se queje de las
necesidades de la vida, ya que, aunque le falte todo, no le faltará los medios para su
salvación; ya que incluso la misma falta le puede ser un medio para obtenerla. Si llegar a
tal pobreza que no has de tener nada que te sustente te lleva a volverte a Dios, téngase
por el más dichoso
dichoso del mundo y abrace la pobreza, y la necesidad
necesidad y el dolor
dolor con cicien
en
manos que tuviese; porque así como se ha de despreciar todo lo que no nos lleva a Dios,
así se ha de estimar sobre todo precio y estima todo lo que nos lleva a Dios, aunque sea
295
296
tenían a Dios en sus corazones, ni tampoco le sobreponían como el fin de sus acciones.
Y en verdad, de la falta de esto se origina todo mal, y no puede haber sosiego, ni paz, ni
virtud sin esto, porque la verdadera paz consiste en buscar nada más que a Dios y ser
para Dios.
Dios. En esto consisti
consistirá
rá la libertad de los hijos
hijos de Dios,
Dios, el desprecio del mundo, la
tranquilidad delfundamento
y sin duda, es ánimo, la conformidad conellasaber
de toda virtud voluntad
que de Dios,nacido
hemos la verdadera
para el prudencia;
servicio a
Dios; y olvidarlo, como lo hacen los malos, es (como dice David) un cierto tipo de
ateísmo, negando que hay un Dios, haciendo otro tanto que si no le hubiera, viviendo
con desenvoltura de costumbres, sin oración, y paz del alma; porque así como el hierro
tocando a la piedra imán no se sosiega hasta que mira el norte, sí también no se sosegará
un corazón hasta que mire a su norte y fin último Dios.
297
CAPITULO
CAPITULO II. Por el propio conocimiento
co nocimiento se puede co
conocer
nocer el uso de las cosas
co sas
temporales, y la poca estima que hemos de hacer de ellas.
Antes de pasar adelante, aquí os amonesto de un punto de gran importancia, y es que
para el uso correcto de las cosas, no basta tener conocimiento
conocimiento de el elllas, y del fin para que
sirven, sino de la persona que la ha de usar. No es suficiente para el médico prudente
conocer el uso y la propiedad de sus medicamentos, a menos que conozca la calidad de
su paciente, su temperatura, fuerza, edad y otras circunstancias, porque según fuere el
enfermo se han de administrar las medicinas. Y por lo tanto, ya que hemos demostrado
que el fin del hombre es eterno, y que las cosas de este mundo son sólo para ser
utilizadas como un medio para obtenerlo, pasaremos ahora, a decir algo del estado y la
calidad del hombre tal como está ahora, para que de esta manera pueda usar de las cosas
temporales cómo más le convenga. La naturaleza humana en la actualidad está en un
estado muy diferente de aquel en el que estaba cuando Dios creó al hombre y lo puso en
el paraíso, y así diferente uso de las cosas temporales le convendrá ahora al que entonces
le pertenecía. Y, por lo tanto, es conveniente que sepamos qué es el hombre, para que
podamos determinar
determinar el uso de las cosas del hombre y del mismo mismo hombre, que no se
puede hacer si sinn el conocimient
conocimientoo de lo que es, en general, ni sinsin que tenga
tenga cada uno
propioo conoci
propi conocimi
miento
ento de sí mismo.
mismo. Y, por lo tanto, Dion
Dion Crisóstomo,
Crisóstomo, dice
dice (Dion.
(Dion. Chrys.
Orat. 10 de servi.), " El que no sabe qué es el hombre
hombre no puede usar del hombre, hombre, y el
que no se conoce a sí mismo no puede usar de sí mismo ," y por consiguiente de las
demás cosas que le tocan. Pero, ¿quién puede llegar al conocimiento de sí mismo? Es tan
difícil que el diablo, a pesar de que sabía lo importante que este conocimiento era para el
hombre, y deseando nada más que nuestra ruina y perdición, con todo eso, por
acreditarse de sabio Dion entre los griegos mandó poner en el templo de Apolo Delfos
este comando: Conóc ete a ti mismo, y exhortaba a ello, fiado en su mucha dificultad, por
Conócete
la cual no llegarán los hombres a alcanzarlo, porque es necesario verdaderamente luz del
cielo para conocerse; pero guiándonos por lo que la fe dicta y los santos nos enseñan,
procuraré decir aquí algo
algo con que nos ignoremos
ignoremos menos.
Hay que considerar en el hombre lo que es de suyo, y lo que es de Dios, es decir, lo
que tiene por sí mismo, y lo que ha recibido de Dios. Pero esto no puede dejar de ser
bueno, si lo
lo dio
dio Dios,
Dios, y así es lo menos por que pueda humil
humillarse; pero tiene
tiene mucho por
qué no gloriarse, pues es todo beneficio divino y lo ha recibido no teniendo de suyo bien
alguno: sólo puede considerar que por el pecado de Adán se ha puesto a sí mismo en una
condición peor tanto para el alma y el cuerpo, que cuando las recibió de Dios. Su alma
está ahora llena de ignorancia y de flaqueza para todo lo que es bueno, y sujeto a mil
miserias, que no tuviera entonces; y su cuerpo, que ahora es mortal, siendo antes
inmortal y libre de corrupción, que ahora tenemos de enfermedades y miserias, hasta que
paremos en polvo,
polvo, y ceni
cenizas
zas y gusanos asquerosos, como ya hemos dicho.
dicho. P ero esto es
por lo que menos tenemos que humilhumillarnos; porque esto que hemos recibi
recibido de Dios,
Dios,
aunque por el pecado de nuestra naturaleza está empeorado, es honra, y alteza respecto
298
299
que perecieron en el diluvio, y los que fueron quemados vivos en Pentápolis, y como
todos los que fueron pasados a cuchillo en Amalec, y todos los que perecieron por
hambre en el sitio de Jerusalén? A todo esto iguala una culpa solamente y pasa de ahí.
¿Será tan malo un pecado como cuantas pestes han pasado desde que Dios creó al
mundo, cuantas
enfermedades guerras
se han ha cuantos
padecido, habido, tormentos
cuantas se
hambres hancuantas
han dado, sucedido,
penas cuantas
se han
sentido y cuantas muertes de hombres han pasado? Si por cierto que iguala a todos esos
su malicia y excede de ahí. ¡Santo Dios, y qué asombro de males el que equivale a tal
mal! ¿En dónde se ha de topar fin de tanta malicia? ¿Dónde hallaremos males que le
igualen? Por cierto no lo hallaremos en la tierra; porque cuantos males de penas han
sucedido, suceden y sucederán en el mundo, y en millones de mundos, no igualarán a
solo una culpa. Pero ya que no hallamos males en la tierra a que no exceda el pecado,
vamos a buscarles debajo de la tierra, y comparemos con él los males eternos. Entremos
en el infierno, y consideremos cuántos tormentos padecen y padecerán en aquellas llamas
eternas los demonios y los hombres, desde el menos conocido de los condenados hasta
Lucifer
malicia ya el
unaAnticristo:
culpa: nomira si hay Pero
le hallará. algúntetormento entreque
doy licencia tantos miserables
juntes muchosque iguale los
de ellos, en
tormentos que te parecieren que podrán en razón de mal compararse con un pecado, y
hallarás que a toda esa malicia iguala una culpa, y excede de ahí. Junta, pues, cuantos
tormentos padecen todos los condenados, y compara la malicia de todos ellos con el de la
culpa, y hallarás que no solo los iguala, pero va muy adelante su malicia. Considera el
rechinar de dientes de los condenados, el llanto sin consuelo, el hedor insufrible, el fuego
ardiente que penetra en las entrañas por toda la eternidad, todo lo que nuestra
imaginación pueda enmarcar: gran mal te parecerá todo esto, incomparable, inmenso;
pues traspasa todo este concepto de mal que has hecho, traspasa todo horror que te ha
causado el pecado mortal, y todo lo hallarás en él: faltarte han males y conceptos de
males antes que a él falte malicia con que sobrepuje a otro mal; y así ya que por este
camino no podrás apartar qué sea la malicia de una culpa, la cual no se puede conocer
enteramente por este modo de afirmación y comparación; pues excede a toda
comparación, echemos por ese otro lado por vía de negación. Sábete que lo malo de la
peste, el hambre y la muerte,
muer te, no es el pecado mortal; pero es sobre todo mal, sobre toda
peste, sobre toda muerte: sábete que el mal de todas las pobreza del mundo, deshonras y
tormentos, no es el pecado mortal; porque es sobre toda pobreza, sobre toda deshonra,
sobre todo tormento: considera que el mal de las penas del infierno no es el pecado
mortal; pero es su mal sobre el infierno, y cuanto mal de pena en él hay: y esto no te
parezca mucho, porque no solosolo el pecado mortal,
mortal, pero el venial
venial,, es mayor mal en sí que
el fuego del infierno, y cuánto hay de pena en el infierno y fuera de él; considera que la
fealdad de lo monstruoso, que la abominación de lo asqueroso, que la infamia de lo vil no
es el pecado mortal; pero es sobre toda fealdad, sobre toda abominación, y sobre toda
infamia: piensa que todos cuantos átomos hay en el aire, arenas en el mar, hojas en los
árboles, estrellas en los cielos son unos monstruos y cuerpos feísimos, y de todos ellos
haz un monstruo y fea criatura ¿este será el pecado mortal? No es esa fealdad, pero es
300
sobre toda fealdad, y sobre toda horribilidad: y no te espantes de eso en una culpa grave,
porque aun la leve
leve es mayor deformidad
deformidad y fealdad
fealdad que cuanta fealdad
fealdad puede haber en
todos los cuerpos del mundo. Y por lo tanto, como dijo San Dionisio de Dios, que él
estaba por encima de lo que era bueno o justo; porque su bondad y belleza eran de otro
género más superior:
todo deforme, así también
sobre horrible, sobreseabominable
puede deciry que el malo:
sobre pecadoque
es en
sobre todo feo, sobre
comparación de la
culpa en ninguna manera es feo, ni deforme, ni malo todo cuanto hay de males y
fealdades en el mundo.
Conózcase, pues, ahora el pecador, y conozca lo que es de suyo por haber pecado,
porque es sobre monstruo, sobre feo, sobre abominabl
abominable: e: para que así como el que tiene
tiene
la blancura, es tan blanco como es blanca su blancura, así también quien está en pecado,
es tan horrible y abominable como el pecado mismo. Mire con tal monstruosidad y
abominación dónde se debía hundir, y cómo debe tener asco y horror de sí mismo. Por
cierto que si se hundía en el infierno, no encontraría allí ningún tormento peor que él, y si
se hundiera en el abismo de la nada, estuviera allí mejor que en ese abismo de malicia,
que tiene la monstruo
horribilísimo, culpa. Mírese cuál yes,
de fealdad abominable Mire
monstruosidad. y abominabilísimo, horrible
si es bien que use de lasy
criaturas como las pudiera usar uno que estuviese en el estado de la inocencia sin haber
amás cometido pecado. Mire si criatura tan infame, si hombre tan abominable, es bien
que use de las cosas de este mundo para su deleite, para su honor, para su pompa y
ostentación. Aun el emperador Marco Antonio, que por ser señor del mundo recibía de
todo él grandes honras, con la poca luz que tuvo, aunque gentil, se sintió tan digno de
desprecio que escribe de este modo (Anton.Lib. 2): " Trátate con ignominia, o ánimo, y
despréciate a ti mismo, que para honrarte no tienes tiempo." Es una cosa prodigiosa,
que quien está en pecado quiera ser respetado y honrado; prodigio es que quien ha
cometido una culpa tenga queja de pena de esta vida o quiera ser afortunado. El que es
infamia delquerer
qué ha de mundo,ser¿por qué hay de
honrado querer fortuna?;
respetado? el que
El que ha ha sidoestar
merecido traidor a su
en el Dios ¿por
infierno por
una eternidad, ¿por qué ha de quejarse de una enfermedad corta, u otras necesidades de
esta vida, que pueden servir como medio para su salvación? Sepa quien ha pecado que
no le conviene hacer uso de las criaturas como si fuera inocente; no ha de aspirar a otra
honra que a la de Dios; no ha de buscar comodidades en la vida, sino la seguridad de su
salvación; no ha de pensar en los placeres del mundo, sino en las penitencias que debe
hacer. ¡Oh, si se conociese uno, y qué diferentemente miraría a los bienes del mundo!
Los miraría como cosa ajena que no le pertenecía y ya que no los despreciase, no haría
caso de ellos, como cosa que con él no hablaba. El mismo Hijo de Dios, sólo porque
tomó sobre sí la forma de un pecador, siendo él santidad infinita, no uso de los bienes de
esta vida, sino más bien abrazó todo lo que era molesto, doloroso, o amargo en ella. Pues
el que es en la verdad y en la sustancia pecador ¿por qué ha de buscar honras y regalos?
Sepa los medios que ha de usar, ya que el mismo Cristo los ha enseñado, a saber, la
penitenci
penitencia,
a, la mortifi
mortificación,
cación, y la cruz. P ues si Cristo,
Cristo, porque cargó con los
los pecados de
los demás, no usó los bienes temporales y las comodidades de la vida, ¿por qué el
301
hombre, que está cargado de sus propios pecados, se queja que no tiene comodidades y
busca bi
bienes
enes de la tierra
tierra quien
quien tiene
tiene mayor mal que el infierno?
nfierno? El admirable
admirable San
Francisco de Borja, gran despreciador del mundo y de sí mismo, con esta consideración
estaba contentísimo de las tribulaciones y la falta de todas las cosas temporales, y
huyendo de gustos
todo le sobraba, y buscandoa trabajos,
maravillaba y pareciéndole
todos verle tan pobre y en
las las mayores
muchas necesidades que
incomodidades que
padecía en los caminos, cuando andaba visivisitando
tando los col
coleg
egiios de la Compañía en España.
Espantado de esto, un cierto caballero, por sus grandes dolores y sufrimiento, le dijo:
"Padre, ¿cómo es posible que, después de haber sido tan gran señor, puede soportar las
dificultades y los inconvenientes de los caminos?" A lo que el siervo de Dios respondió:
"Señor, ¿no le dé pena, porque yo envío siempre delante de mí un aposentador, que me
proporciona
proporci ona abundancia
abundancia de todas las cosas necesarias."
necesarias." Este aposentador era el
conocimiento de sí mismo, que, en sus grandes necesidades, le hacía parecer que tenía
las cosas necesarias.
le III.
dé Además
la mano de esto,para
santa debesacarlo
considerar
de suquién pecó,o,que
miseria; tiene
si ya ha necesidad
salido de de
ella,Dios
parapara
queque
lo
proteja de no caer de nuevo en ella. ella. P ara esto no es buen medio buscar la honra del
mundo, las riquezas de la tierra, o los placeres de la carne; pero el ayuno, cilicio,
humillación y penitencia. Que recuerde que de sí mismo no es nada, y que sobre la nada
ha añadido el pecado; por ser de nada, nada puede hacer bueno; y que por haber pecado
ha desobligado al que sólo podía ayudarle en hacer el bien, y así con doblada oración y
ansias ha de clamar al Señor que le ayude. El hombre es en sí mismo nada más que
mentira y pecado; dos abismos terribles y profundos. Conózcase lo que es y dónde está
quien una vez ofendió a su Creador, clame, ore, gima desde su nada y desde lo profundo
de su miseria para que sea oído de Dios; y desde luego, no es buena compañía para
quien pide misericordia
vanidades, tomar placer yenestá en estado
el mundo, de penitencia,
disfrutar usar de lo
de las criaturas, superfluo,
y buscar ocuparse
grandezas, en
pues
aun lo que era lícito usar de las criaturas, considerando a la naturaleza humana con su
entereza, sin la corrupción del pecado, no conviene que ahora use el pecador, sino que se
mire como reo que ofendió a la Majestad divina, y en fin, como un hombre miserable.
Los filósofos que consideraron la naturaleza, no como estaba por el pecado, sino como
debía ser en sí misma, midieron las virtudes por esta regla, y ni siquiera conocieron la
virtud de la humildad, ni usaron la virtud de la penitencia: a las virtudes de
magnanimidad, constancia y magnificencia extendieron mucho tales actos de ellas, que
ahora se pueden tener por viciosos algunos que los estoicos y los peripatéticos calificaron
por virtuosos.
virtuosos. Pero
Pe ro descubierto
descubierto lo horribl
horriblee del pecado y la debil
debilidad y miseri
miseriaa de la
naturaleza humana,
perpetuamente tanto seen ha mudado
nuestras el estado
almas de lasy muchos
y cuerpos; cosas y actos
la humildad
de otrashavirtudes
de estar
virtudes se
deben corregir. Hemos de elegir diferentes medios para el alcance de nuestro fin que
escogieron los filósofos: lo uno, porque los fines son diferentes, y lo otro: porque
sabemos que nuestro estado es muy diferente del que ellos pensaban. El fin propuesto
302
CAPÍTULO III. La estimación de los bienes eternos se hizo evidente para nosotros
por la encarnación del Hijo de Dios.
Pero por encima de todo lo que se ha dicho, la diferencia incomparable entre lo
temporal y eterno se hace más evidente para nosotros por la encarnación y la pasión de
Jesucristo; y que despreciemos las cosas temporales también es de gran importancia por
lo que, fue conveniente que Cristo nuestro Redentor sufriera y muriera. Yo no sé qué
puede aumentar en nosotros una concepción
concepción más elelevada
evada de la grandeza de lo uno y la
bajeza de lo otro, que con estos ex extremos
tremos que hizo
hizo Dios;
Dios; y así, aunque brevemente,
diremos algo de ellos: y empezando por el admirable misterio y estupenda obra de la
encarnación.
Grande es todo lo que es eterno, y es tan importante para nosotros, pues porque no lo
perdiésemos,
perdi ésemos, Dios
Dios reali
realizó
zó una obra de tal exceso y amor que pasmó a los ángel
ángeles.
es. En el
que vamos a considerar cuatro cosas: la grandeza de la obra, el modo con que se ejecutó,
los males de los que nos libera, y los bienes que con ella ganamos. Para decir algo de lo
primero,
primero, que es la grandeza de la obra, vamos a suponer el estado en que estaba el linaje
linaje
humano, que era la condición más miserable, infame, abominable, afrentosa y miserable
que se podía imaginar, porque estaba cautivo del diablo, contaminado con el pecado,
condenado al castigo eterno, enemigo de Dios, y sin esperanza de remedio. Incluso el
más alto serafín no podía imaginar, que, sin perjuicio de la justicia de Dios, era posible
que el hombre fuese redimido de ese estado miserable y vergonzoso, porque, aunque
todos los hombres en el mundo sufriesen mil muertes, y todas las órdenes de ángeles en
el cielo se ofreciesen en sacrificio, y padeciesen los tormentos eternos en el infierno, no
dieran bastante satisfacción por solo un pecado mortal: de suerte que remedio creado era
imposible; y aunque Dios creara de nuevo más excelentes y santas criaturas que los más
altos serafines, no hubiera en todas juntas una que pudiese aplacar la justicia divina,
indignada contra el hombre ni todas juntas bastaran. Pues ¿Qué remedio donde no le
había? ¿Qué esperanza, podía haber, cuando todo era desesperación? Ciertamente, de lo
creado, era imposible; y del Creador, no se conocía posible y aunque se conociese serlo,
¿quién había de esperar que diese satisfacción del agravio el mismo que estaba agraviado,
y que el acreedor pagase la deuda que había de pagar el deudor? ¿Qué esperanza,
entonces, había de remedio, que ni del cielo ni de la tierra se esperaba? Obra dificilísima
era el remedio del hombre, pues por alguna criatura no se podía dar, y por el Creador no
se sabía que pudiese dar: un solo remedio, que había estado escondido solo a Dios, que
sin perjuicio de su justicia le podía encubrir y ese muy a costa de Dios mismo, y la obra
más grande, que pudo hacer su omnipotencia, donde se echaba el resto de todo su poder
y sabiduría, pero, ¿quién podría pensar que él llevaría a cabo una obra tan grande por su
enemigo y que se había de echar el resto de su omnipotencia por aquel que le fue traidor
a su Señor? Sólo de esta manera se podía hacer, por Dios haciéndose hombre, la más
grande y formidable obra posible o imaginable. Pero, ¿quién podría creer que esto se
debía hacer por el hombre, criatura tan vil, y que tan poco le importaba a Dios, hecha de
304
un poco de tierra? Esta fue una obra reservada para Dios mismo, con su propia
divinidad, o la salvación y la vida, si fuera posible, sea lícito hablar así para explicar lo
que es inexplicable, y exponer este misterio inefable, y la bondad incomprensible de Dios.
Pero hacer esto por la vida de un traidor, por la salvación de un infiel, por dar la gloria a
un enemigo
la honra ¿Quién
de Dios tal esperara
y siendo ni se amigo,
fidelísimo atreviera
se ahubiera
imaginar? Si elenhombre,
puesto el estadopor volver por
miserable en
que estaba, pudiérase presumir que Dios de agradecido echara el resto por librarlo, pero
que habiendo quitado la honra a Dios, y queriendo igualarse a él, y despreciándole, Dios
se humille por él y se deshaga hasta hacerse hombre por el hombre enemigo, ¿quién tal
pensaría? P ero tal es la bondad de Dios, Dios, que superó nuestras expectati
expectativas
vas con sus
benefici
benefi cios,
os, e hizo
hizo por nosotros, lo que había sido sido sufici
suficiente
ente solamente
solamente por sí mismo;
mismo; y
por si no pudiera
pudiera hacer más. ¡Oh amor más estupendo de Dios! Dios! ¡Oh inmensa caridad
caridad de
nuestro Creador, que tanto amó al hombre que no dudó en hacer todo lo que pudiera por
él! ¡Oh inefable bondad, que quiso pagar esa deuda que debía su enemigo! ¡Oh nobleza
divina, que a toda costa suya quiso hacer bien a quien hizo contra él tanto mal! ¡Oh rara
resolución
cosa! Para del Creador
redimir de querer
al hombre, suencarnar
enemigo,por
sinelcostarle
hombrenada,
que leaunque
fue traidor,
fuerasin repararpero
mucho; en
siendo a tan gran costa suya, ¿quién podría imaginarlo? Pero son los pensamientos de
Dios muy diferentes de los de los hombres.
II. Veamos ahora la grandeza de esta obra; genial de muchas maneras; porque fue
humillándose Dios, y así muy a costa suya, y porque en sí es obra tan grande, que es lo
sumo que pudo hacer la omnipotencia de Dios, aquí es donde se agotaron los atributos
divinos. Porque como dice San Agustín, ni Dios podía hacer una obra mayor, ni supo
cómo determinarla mejor; y aquí se halló el fondo de toda la omnipotencia de Dios;
porque no es posibl
posiblee ni imagin
maginabl
ablee obra mayor que esto, ni supo determinarl
determinarlaa mejor.
Porque, comocosa
no es posible no esmayor
posible
queniDios,
imaginable obra no
así también queespudiese
posible ser
obramayor:
mayorporque así como
que aquella por
la cual el hombre es Dios. Mira entonces lo que tú le debes de este exceso de favor, que
siendo tú su enemigo hizo todo por ti, cuanto pudo su omnipotencia, y cuanto supo su
sabiduría, y cuanto pudo su bondad y amor. Todos sus atributos el Creador empleó para
tu bien; emplea tú todas tus potencias en su servicio. Dios hizo todo cuanto pudo por ti;
haz tú todo cuanto puedas por él. Dios hizo la obra de tu redención con todas sus fuerzas
y omnipotencia: obra tú entonces, con todas tus fuerzas por su gusto y voluntad divina,
amándole y sirviéndole en todas las cosas. ¿No ves aquí patente su infinito amor y
bondad, ante tus ojos? ¿Por
¿P or qué todavía dudas en amarlo con todas tus fuerzas y
facultades al que te amó con toda su omnipotencia? ¡Mira qué amor? Pues por su
enemigo
ello fuerahizo lo que,gloria.
su propia si fuera
¿Nosuhas
amigo,
vistono pudiera hacer
claramente más, niinfinita,
su bondad aun porque
sí mismo, si en
se sobrepuso
a una malicia tan infinita, no permitiendo que el hombre hubiese hecho contra Dios obra
de tan estupenda malicia que no hiciese Dios por el mismo hombre otra obra de más
estupenda bondad, no queriendo darse por vencida su bondad divina de la malicia
305
humana? Dios vio que el hombre había hecho una obra tan profundamente mala, que en
género de mal no podría ser peor; pues nada puede ser tan malo como un pecado mortal;
y así determinó su bondad hacer una obra tan infinitamente buena, que en género de
bueno era imposibl
mposiblee ser una mejor; y esto por ti,
ti, maldi
maldito.
to. ¿Qué dices
dices a esto? ¿Qué dices
dices
aXII):
tal exceso
" Si tudeenemigo
bondad, tuviere
a tal extremo de amor?
hambre, dale deEscucha
comer;losique dice el
tuviere apóstol
sed, dále (Ad Rom.
de beber,
orque haciendo esto amontonarás ascuas de fuego sobre su cabeza: no quieras ser
vencido por el mal, sino vence el mal con el bien." Esto cumplió con gran exceso el
Creador contigo, a pesar de ser su enemigo. Date, pues, por vencido, y ruborízate, que
no lo amas más que los ángeles. Tu estado no sólo era de necesidad de hambre y sed,
sino de eterna miseria y falta de todo bien; de privación de la gloria y carencia de los
bienes
bi enes eternos. SiSi,, a continuaci
continuación,
ón, dar un poco de pan o un vaso de agagua
ua a un enemigo
enemigo
necesitado, son como carbones que le inflaman el amor y su caridad, el haber Dios
comunicado su divinidad al hombre, el haber dado su vida por él siendo su enemigo,
¿Cómo no bastaba para hacernos sentir vergüenza, y dejarnos sin color en el rostro y
abrasarnos
incendios que en tesuhabían
amor de
divino? Estos
encender parabeneficios tan grandes
que le amases nodeson
con fuego amorcarbones, sino
verdadero y
caridad. Date por vencido, ama tal bondad divina, que siendo tú el peor de todas sus
criaturas, hizo por tu bien la obra más buena de su omnipotencia. ¡Oh nobleza de Dios
Todopoderoso! ¡Oh divina dignidad! Hablemos así: el hombre había superado con su
malicia a toda obra buena y mala; mas no quiso consentir la inmensa bondad que hubiese
obra mayor, aun en género de mal, que Dios no hiciese por la salvación del hombre infiel
en género de bien. ¿Por qué Señor no hiciste esta obra cuando pecó el ángel, que era
mejor que el hombre? ¿Qué bondad es la vuestra, que esperasteis a que pecara la más vil
criatura? Para que se mostrara más grande vuestra obra aguardasteis a que echase el
hombre ele l resto de todo atrevimiento
a trevimiento y malicia,
malicia, para que Vos
Vos echaseis
echa seis el resto de vuestra
vuestr a
misericordia y bondad.
Esta obra tan buena ¿Quién no ve aquí,suSeñor,
está pregonando excesola de
inmensidad de tuporque
generosidad, bondadesy amor?
de todas
maneras infinitamente buena, y nos abre tantas puertas para el conocimiento de nuestras
almas y para que te adoremos por infinitamente bueno y nos pasmemos de que seas tan
inmensamente bueno, porque esta obra no es solo infinitamente buena por su sustancia,
sino por todas circunstancias. Es infinitamente buena por lo que es en sí, pues no puede
haber obra más buena que la que llegó a hacer al hombre tan bueno, que le hizo Dios:
además de esto es infinitamente buena por comunicarse en ella la divinidad a una
criatura, y más, a la más vil e ínfima de las que son capaces de razonar; porque como es
propioo de la bondad comunicarse,
propi comunicarse, aquí se ve la bondad infini
nfinita
ta de Dios,
Dios, que en su
totalidad y todo lo que es, emanó de sí y se la comunicó al hombre. ¿A quién no
sorprende, que la misma divinidad, que el Padre Eterno comunicó al Verbo eterno, que
es Dios tal como es, esa misma divinidad con un modo admirable se haya comunicado a
la naturaleza humana, con ser enemiga suya? ¡Oh mar de bondad divina, que de este
modo te derramaste por hacer bien, sin reparar a quién! ¡Oh océano de generosidad, que
de este modo inundas de bienes incluso a tus enemigos! Esta obra es del mismo modo
306
infinitamente buena, por ser tal, ya que con su bondad venció a toda malicia, aunque sea
infinita, por librar al que fue tan malo, que merecía castigo infinito. Es infinitamente
buena, porque nos muestra a DiosDios con un deseo infini
nfinito
to de perdonar y hacer el bien
bien
hasta al más grande traidor, y que menos lo merecía. Se nos muestra también
infinitamente bueno
su justicia quiso y perfecto
tomar enque
sobre sí lo todadebía
virtud
unyinjusto
perfección, que por
y maldito no faltary un
malhechor, punto a
humillarse
hasta la muerte, porque un condenado a muerte eterna no pereciese; porque no se haya
ni pueda haber otra cosa en que se muestre tan exacto, cabal y perfecto en toda virtud,
que en esta obra de tanta justicia y tanta misericordia. ¿A quién no espantara la bondad,
santidad y ejecución de un sumo emperador, quien, teniendo deseo de perdonar a un
traidor notorio, por no faltar un ápice a su justicia inflexible, él tomara sobre sí el hábito
del traidor, y tomase su figura, para que le ajusticiasen públicamente en la plaza, para que
el delincuente pudiera ser salvado y quedase vivo? Esto lo hizo Dios, tomando sobre sí la
forma de siervo, y muriendo en la cruz, para liberar al condenado de la muerte eterna.
¡Oh Dios de todas maneras infinitamente perfecto y bueno, pues tan escrupuloso se
mostró
consigo,en por
no faltar a su justicia y así
ser misericordioso conindulgente
nosotros! en¡Oh
su misericordia; siendo riguroso
Dios infinitamente bueno,
infinitamente santo, infinitamente justo, y perfecto en todo! Alábenle los ángeles por
todas tus perfecciones, pues son todas tan infinitamente buenas y justas.
III. Añádase a esto el modo tan bueno con que se hizo obra de tantas maneras buena,
con qué amor se obró y deseó nuestro bien; porque ¿cómo pudo salir obra de tanta
bondad sino de un vol
volcán
cán de amor que ardía en el pecho divi
divino?
no? P orque si por el efecto
podemos saber la causa, que es el amor, que así lo hizo hizo Dios
Dios a obrar una fifineza
neza tan
extraña y nueva, no pudo ser sino inmenso. Porque, pues, la obra fue infinita en bondad,
no pudo dejar de proceder sino de un amor infinito; ni este amor infinito pudo tenerle
otro que unhumana
naturaleza ser infinitamente
que Dios bueno. Además
en lugar de esto,
de hacerse un fue un se
ángel gran privilegio
hiciese y honor de
Dios-hombre la
que,
pudiendo
pudi endo librar
librar al hombre sin ser hombre; porque con solo
solo hac
hacerse
erse áng
á ngel
el pudiera
pudiera redimi
redimir
r
al hombre y honrar a los ángeles, y comunicara su bondad divina a las criaturas, e hiciera
una obra de infinita bondad y dignación. Sin embargo, fue tan fino con el hombre y tan
amador apasionado nuestro, y (si se me permite decirlo) tan aficionado a la naturaleza
humana, que no sólo quiso redimirnos, sino que esto fuese por un hombre: por eso se
quiso hacer el mismo Dios hombre y no ángel, para que no solo quedase redimido sino
también honrado. Fuera de esto, nos obliga mucho que no solo quiso honrar a los
hombres más que a los ángeles con hacerse hombre, pero quiso redimir a los hombre y
no a los ángeles, que eran naturalezas más excelentes y sublimes que nosotros, que aún
se apiadóade
Añádase nosotros
esto y no de
que cuando ellos, y pecó,
el hombre lo quey hizo por nosotros
se perdió el géneronohumano,
lo hizo por ellos.
no quedó
ningún hombre justo que se compadeciese de él e intercediese por su remedio; pero
cuando los ángeles cayeron, seguía habiendo miles virtuosos que tenían piedad de los de
su propia naturaleza, .y sentían su pérdida; y sin embargo, con todo esto quiso hacer este
307
favor a los hombres y no a los ángeles. El tiempo también de la ejecución de esta gran
obra de misericordia no muestra poco las dulzuras de Dios Todopoderoso con nuestro
linaje; porque fue cuando el mundo estaba más olvidado de Dios, y cuando los hombres
se esforzaban por hacerse adorar por dioses, y los que no podían alcanzar por sí mismos
esto adoraban
trataba Dios depor dioses
hacerse a talespor
hombre hombres, queque
el hombre eran
se peores que demonios
quería hacer Dios. Estoy fue
entonces
amor
que mientras más ofendido fue más bienhechor y fino.
Pero veamos qué bienes nos hizo con obra tan buena. Ciertamente, si no hubiéramos
recibido bien alguno bastaba el librarnos de los males en que estábamos, pues nos libró
por ella
ella de la ignomi
ignomini
niaa del pecado, de la esclavit
esclavitud
ud del demonio
demonio y del horror del infi
infierno:
erno:
males son estos que sin otro bien se puede tener por sumo bien el estar libre de ellos. Y
aunque no hubiera males de que librarnos, ni bienes que darnos, sola la honra de tener a
Dios de nuestra naturaleza era un bien incomparable; pero juntándose a esta honra los
males tan horribles y desesperados, de que por ella somos libres, ¿qué dicha ha sido la
nuestra vernos sacados de tanta infelicidad y vernos honrados con tanta grandeza?
Justino
perdi escribe
perdiendo
endo muchaquesang
Alejandro
sangre, Magno,
re, tomó viendo yquela Lisímaco
su diadema
diadema ató sobreestabasiherido
sus sienes en ladetener
enes para cabeza, el
y
sangrado. Este fue un gran favor de un príncipe tan poderoso, en querer curar a un
hombre particular, y en el modo de curarle, quitándose él de sus sienes la insignia de su
majestad, y dándosela a su vasallo; pero esto fue de prestado, y fue no habiendo
agraviado Lisímaco a Alejandro, y siendo el mismo Alejandro el que causó la herida; y
así no hizo mucho en curarla. Pero que la herida mortal del pecado que se hizo el
hombre, agraviando a Dios, la haya querido curar el mismo Dios, honrando tanto al
hombre, que la diadema de su cabeza, que es su misma divinidad, haya comunicado al
hombre para nunca quitársela, ¿qué bondad es esta que tal favor quiso hacer a su
enemigo, honrándole con tanta dicha, cuando le libró de tanta miseria?
Pero aensalzándonos
gracia, todo esto hemos
a serdehijos
añadir
de los bienes
Dios, que nos ganó
y haciéndonos Jesucristo,
herederos dándonos
del cielo, su
¿cómo
infinitamente aumentan nuestras obligaciones, por tal beneficio? Pues sobre ser libres de
tantos males, somos enriquecidos con tantos bienes, y sobre ser redimidos de tantos
daños y beneficiados con tantos provechos, somos honrados con tales finezas de Dios,
que usó con nuestra naturaleza y no con la angélica? Todo esto es maravilloso, todo es
grande, todo es sumo lo que hay en este sumo beneficio; porque la obra en sí es suma, el
modo y el amor con que se ejecutó es sumo, los males de que nos libró son eternos y los
bienes que nos adqui
bienes adquiri
rióó son tambi
también
én los eternos, cuya grandeza, aunque no se pudiera
pudiera
conocer por otra cosa, se puede echar de ver bastantemente, pues para librarnos de
tantos males y darnos tales bienes fue necesario que el Eterno se hiciese temporal, y que
se ejecutase obra tan estupenda y rara y de tan grande costo suyo.
308
CAPÍTULO IV. La vileza de los bienes temporales se puede ver por la pasión y
muerte de Jesucristo.
La grandeza de las cosas eternas, así de los males como de los bienes, nos lo muestra
con claridad mayor que los rayos del sol la obra de la encarnación del Hijo de Dios; ya
que, fue necesaria para librarnos de los unos y conseguir los otros; porque no pueden
dejar de ser cosas grandísimas, por las cuales hizo Dios cosa tan grande y mostró tanta
estimación, que no juzgó por mal empleo toda su omnipotencia, para que el hombre
pudiera
pudi era ganar la eternidad.
eternidad. P ero nada nos persuade tanto la vil vileza de las cosas
temporales y desprecio que de ellas debemos hacer, como la pasión y muerte del Hijo de
Dios, que fue otra obra de su amor, otra más de su afecto, otra ternura de nuestro
creador, y una muy alta expresión de su buena voluntad hacia nosotros; porque aquí
veremos cuán dignos de ser despreciados son todos los bienes de la tierra, pues para que
los menospreciásemos se privó tanto de ellos el Hijo de Dios y abrazó todos los males e
incomodidades de esta vida. Mira cuán digno es de desestima todo lo temporal, pues el
Salvador del mundo desestimó las cosas temporales, que llamó espinas al más codiciado
de sus bienes, y calificó, no solo por bienes, sino por bienaventuranza, a lo que el mundo
aborrece, favoreciendo tanto a los pobres, que carecen de los bienes de esta vida, que los
llamó bienaventurados, y dijo que de ellos es el reino de los cielos. Pero de los ricos, que
son los que gozan de las cosas de la tierra, dijo que es más difícil para ellos entrar en el
cielo, que para un camello pasar por el ojo de una aguja. Y para convencernos aún más
este desprecio de la felicidad temporal, no sólo con palabras sino con acciones, aprobó
los trabajos de esta vida, y despreció todos sus bienes, y para ello quiso sufrir en todas
las cosas tanto como pudiera sufrir: en honor, por ser reputado infame; en las riquezas, al
ser despojados de todo, incluso de sus propias vestiduras; en sus placeres, por ser un
espectáculo de dolor y aflicción en cada parte de su cuerpo tan sagrado. Esto es lo que
deberíamos considerar seriamente, para que le imitemos en este desprecio, el cual
princi
pri ncipal
palmente
mente nos mostró en su amarga pasión y muerte. Esto deberíamos
deberíam os mantener en
la memoria, como conduce a nuestro provecho espiritual, como un ejemplo que nos
dejó, y como testimonio del amor que nos mostró en ella, dejando su vida por nosotros,
y muriendo ajusticiado por nosotros públicamente con un género de muerte tan lleno de
muertes y un tormento tan lleno de tormentos y sufrimientos. Tigranes (Xenoph. in Cyr.
Lib. 3), príncipe de Armenia, junto con su reina, siendo prisioneros de Ciro, comieron el
vencedor un día con los vencidos, y preguntando Ciro a Tigranes lo que daría por la
libertad de su esposa, Tigranes respondió, que no sólo daría su reino, pero su vida y
sangre. La mujer no mucho después, pagó esta expresión de su marido, porque
preguntándol
preg untándolee después de restitui
restituidos
dos a su estado antig
antiguo, que le había parecido de la
majestad del rey Ciro, ella respondió: "Ciertamente no pensé en esto, ni puse en otra
cosa mis ojos sino en aquel que me valoró tanto que estaba dispuesto a dar su vida en
rescate por mí." Si esta princesa estaba tan agradecida sólo por la expresión de afecto de
su marido, sin ponerla en ejecución, que no miraba a nada más que a él, y tampoco miró
ni estimó la grandeza de los persas, ¿qué debe de hacer la esposa de Cristo, no solo por
309
la buena voluntad del Rey del cielo, sino por las obras tan finas, porque no solo quiso
morir, sino murió por su rescate y redención? Ciertamente que debe colocar sus ojos y
pensamientos
pensami entos en Cristo
Cristo crucificado
crucificado por su amor. Ni otra cosa del mundo debe admirar,
admirar, ni
estimar, ni querer. Sabino también ensalza la lealtad y el amor de Ulises a su esposa
Penélope, que aldever
que se olvidase que Circe
Penélope y Calipso lecon
y permaneciese prometían
ellos, nolaquiso
inmortalidad, a condición
por no faltar al amor yde
al
afecto que debía a su esposa, quien también le pagaría esto con gran amor y afecto. Mire
el alma cuán grande amor debe a su esposo Jesucristo, que, siendo inmortal, no sólo se
convierte en mortal, sino también murió una muerte tan ignominiosa. Mire si es
razonable que se olvide de un amor tan excesivo, ni cese de acordarse de él y agradecerle
por toda la eternidad,
eternidad, no corriendo
corriendo el riesgo
riesgo de perder los frutos de la pasión
pasión de su
Redentor y Esposo Jesucristo. Piense en ello mucho, y medítalo tu alma de día y noche,
ya que los beneficios espirituales que cosecharás de ello serán innumerables. Alberto
Magno solía decir, (P. Ludovic. A Ponte. Pág. 4 Introduc.) que el alma se beneficia más
por un santo pensamiento
pensamiento de la pasión
pasión de Cristo
Cristo que por recitar
recitar todos los días todo el
Salterio,
derramandoayunando
sangre. durante
Un día, todo
entreelotros,
año en
a pan
que yCristo
agua seo le
castigando
apareció aelSanta
cuerpo, incluso
Gertrudis,
para confi
confirmarla
rmarla en la devoción
devoción que tenía a su pasión,
pasión, le dijo:
dijo: "Mira, hija,
hija, si por haber
estado unas horas colgado de la cruz la ennoblecí de manera que es ahora honrada por
todo el mundo ¿a cuánta honra sublimaré aquella alma en cuyo corazón y memoria estoy
por muchos años? Ciertamente no se puede expresar,
expresar, cuántos favores del cielo
cielo obtienen
obtienen
las almas por este medio para amar mucho a Dios, que con tantos dolores les ganó los
bienes
bienes eternos, y les mostró a despreciar las cosas temporal
temporales es y transitori
transitorias.
as.
Sin embargo, todavía podemos cosechar más beneficios por el recuerdo sagrado de la
pasión
pasi ón de nuestro Salvador,
Salvador, considerando
considerando que Cristo
Cristo tomó sobre sí nuestros pecados, y
queriendo satisfacer al Padre por ellos, lo haría por el camino del sufrimiento; para lo
cual fue conveniente
grandeza de nuestras que fuese
culpas. Y,con alguna
desde proporción
luego, de la grandeza
ya que nuestros pecados de sus penas
fueron con la
sin límite ni
tasa, así también la penalidad de sus tormentos estaban por encima de toda comparación;
mostrándonos en la grandeza de las injurias que recibió en su pasión la grandeza de las
injurias que hemos hecho a Dios en nuestro desmesurado placer. También podemos
comparar las penalidades que recibió de los judíos y verdugos por las que él tomó por sí
mismo; porque tomó para sí no menor pena que la que quiso recibir de otros. Pero,
¿quién puede explicar la pena que se dio nuestro Salvador, con el dolor que tuvo de
nuestros pecados? Porque es tan extraña la malicia del pecado mortal, que si uno la
conociera como es, se le rompiera el corazones de dolor, y no lo podría sufrir sin expirar;
y así muchos se han conocido de morir repentinamente por el pesar de sus culpas, San
Vincente Ferrer (S. Vincen. Serm. único, Serm. 6 post. invocavit.) escribe que una mujer
muy pecadora, cubierta y adornada con todas las galas, cuando oyó el sermón explicar la
enormidad del pecado de la impureza, por la mera pena y remordimiento cayó muerta en
el lugar; y se oyó allí mismo una voz del cielo declarando que estaba su alma en el cielo.
Estando el mismo San Vicente en Zamora, dos personas condenadas eran llevadas a
310
quemar por sus crímenes (Fr. Francisco Diago en la historia de la provincia de Aragón).
El santo se acercó a ellos, a declararles la deformidad de sus pecados, que ambos
murieron de dolor en el camino a la ejecución. Otra vez, el mismo santo escuchando la
confesión de una persona incestuosa, le movió a tanta contrición que murió de ella a sus
pi
pies
es y su
grande queal
alma
elmadolor
se fue derechita
derechit
le trae a ala los
muerte cielo.
cielo.
queSi,verdaderamente
entonces, la gse
ravedad del pecado
arrepienten, es tan
¿qué vamos
a pensar en el dolor de Cristo, que conocía perfectamente la atrocidad del pecado, y
tomó sobre sí todos los pecados del mundo, y estaba afligido por cada uno de ellos,
como si él mismo los hubiera cometido? ¿Quién puede declarar o imaginar la grandeza de
su pena y sentimiento, viendo a su padre injuriado de tantas maneras, cuya honra
deseaba y procuraba con entrañables
entrañables ansias? Doctos teólogos
teólogos afirman (Suar. in 3. p. tom.
1 disput. 33. seg. 2.) que el dolor que Cristo sufrió por los pecados de los hombres, era
más vehemente e intenso que todos los otros dolores de cualesquiera cosas y objetos que
en los hombres y ángeles se hallan o según la potencia ordinaria se pueda hallar, el cual
tuvo toda la vida lastimado su corazón: por lo cual dice un salmo (77): que estuvo desde
su juventudentre
costumbre en trabajos , donde
los judíos, que otra letra dice:
al escuchar agonizando
cualquier y exhalando
blasfemia su alma.
contra Dios, Era una
rasgaban sus
vestiduras en señal de dolor. ¿Qué pena entonces no sentiría el Hijo de Dios, por todas
las blasfemias del mundo e injurias cometidas por los hombres en contra de su Padre?
Ciertamente no se rasgó las vestiduras, pero su cuerpo se le rompió de pena y derramó
su sangre sagrada en mil fuentes, aun antes que viniese el poder de sus enemigos, porque
él mismo quiso vengar los pecados contra su Padre sobre su propia persona, y
atormentándose a sí mismo con el dolor de nuestros pecados antes de ser atormentado
por otros, porque ardía en su pecho el celo de la gloria
oria de Dios
Dios y no quiso
quiso perdonarse a
sí mismo por alcanzar perdón para nosotros. Y si el celo de Finees fue tan grande que al
contemplar ciertas personas que habían cometido un pecado, no pudo contenerse de
atravesarles
profetas, y elcon
de un
Moi puñal,
sés a llyegar
Moisés el adeensangrentar
Elías rentar
ensang que llegó a quitar
sus manos conlalavida
sangde
sangre tantos
re de falsos
su pueblo,
pueblo,
haciendo degollar a tantos miles de ellos; ¿cuál sería el celo de Cristo a la vista de los
pecados de todo el mundo? ¿Qué deseo de que Dios fuese vengado?
vengado? Y puesto que tomó
esa venganza sobre sí mismo, ¿qué dolor tomaría por tantas maldades como son todas
las del mundo? Ciertamente, no hay palabras, para expresarlo. Pero no contentándose
con la pena que él se daba, sino queriendo sujetarse a recibirla de otros, claro está que no
sería para poca la pena, sino para lo que fuese proporcionada a su ardiente celo; y así no
son explicables los tormentos tan rigurosos y afrentosos a que se sujetó y sufrió. Si bien
estos no fueron tan grandes como el dolor interior que tomó sobre sí mismo; porque de
los tormentos exteriores fueron causa la rabia y furor de los judíos, y de los interiores su
celo y caridad; tanto como fue mayor su amor que el aborrecimiento que le tuvieron sus
enemigos, tanto fue mayor el dolor de su corazón que el de sus sentidos, y que todos los
dolores que padeció en su sagrado cuerpo. Sin embargo, es conveniente también
reflexionar de la grandeza de estos, más particularmente, para nuestro ejemplo, para que
supiésemos despreciar los bienes de la tierra, pues lo vemos cargado de tantos males, y
3111
31
evitásemos todo tipo de pecado ya que nuestro dulce Salvador tomó todas nuestras penas
sobre sí mismo en tan alto grado.
II. Por tanto, como Cristo, nuestro Redentor, padeció por el pecado del hombre, el
cual es totalmente malo y culpable en sí mismo, y todas sus circunstancias, como ya
hemos discurrido; así también su pasión fue en todas sus circunstancias penal y
lastimosa: y discurriendo por las siete circunstancias que señala Tulio. En primer lugar, he
aquí quién es el que padece, el que menos lo merecía, el que es la misma inocencia y
persona tan santa como el Espíritu
Espíritu Santo de Dios;
Dios; el mismo agraviado
agraviado que padece, para
que no padezca quien le agravió; el que es Señor de todos; a quien reconocen y adoran
los serafines; el que ha hecho innumerables beneficios a sus mismos enemigos, y nuestro
Padre que nos ha creado y nos hizo de la nada: un hombre delicadísimo por la intensidad
de sus sentimientos y la perfección de su naturaleza. Todo esto aumenta mucho el dolor,
así por merecer menos padecerlo persona tan digna, como por sentirlo más quien era de
tan perfecto y templado natural. Esta circunstancia de la persona que padece encargó a
nuestra consideración
tal contradicción el apóstol
de parte (Hb.
de los 12, 3) cuando
pecadores” dice,
mismo " Fijaos
(Heb. 12), en aquelése
porque queessoportó
el que
ahora está sentado a la diestra del Padre, que murió entre dos ladrones. Piensa quién es
aquel que no tiene lugar en la tierra, colgado de un madero, porque es juez de vivos y
muertos. Piensa quién es el que sufrió en la cruz, sino quien es la vida eterna. Piensa
quién es el que se permitió ser aprehendido, azotado, crucificado, es el que hizo temblar
la tierra, y causó fuego abrasador en su santuario para que consumiese a los que
traspasaban su palabra santa y la ley.
La segunda circunstancia es, qué es lo que padeció. Ciertamente, más de lo que jamás
ha sufrido el hombre; injurias, afrentas, tormentos inhumanos y crueles; padeció
conforme a su infinita caridad, y a la ardiente sed que tuvo de padecer por el hombre.
Así excesivasmás
las montañas fueron sus penas,
macizas que a sulospresencia
se hundieron, lasserocas
elementos se partieron
estremecieron, el por
cieloelsemedio,
vistió
de luto, el sol y la luna se oscurecieron, y los ángeles de paz lloraron; porque fueron tan
grandes, que solo imaginarlas el Hijo de Dios sudó gotas de sangre; tantas en número,
que se dice por revelación, que fueron noventa y siete mil trescientas cinco. Y después,
en el momento de su pasión, lloró por sus ojos sagrados, como escribe Pedro Galatino
(Petrus Galatinus in via crucis in lib. Inscripto, Faustus annus. Joan. Aquilan. Ser. De
Passiones.), un número de setenta y dos mil doscientos lágrimas; y esto por nuestros
pecados, y pidi
pidiendo
endo al P adre Eterno por nuestro perdón y salvaci
salvación.
ón. Los latig
atigazos que
recibió de esos tipos bárbaros pasaron en número de cinco mil. Algunos dicen que fue
revelado a San Bernardo, que ascendieron a seis mil seiscientas setenta y seis.
Lanspergio escribede(. Hom
uno, por espacio veinte50años,
de Pass.),
rezaraque un siervo
todos de cien
los días Diosveces
entendió del cielo, que en
el Padrenuestro si
reverencia de los azotes que nuestro Salvador recibió, vendría a caber por cada gota de
sangre una oración; y, según esto, la suma de esas gotas ascienden a 735.500. El que
tiene "numera la multitud de las estrellas, las arenas del mar, las gotas de lluvia", bien
312
sus
sinoenemigos,
mucho más asistidos por los demonios,
con la compasión padeciendo
de nuestras culpas. no solo con la pasión de sus penas,
En tercer lugar, aumentaba toda esta pena el lugar donde padeció, que fue en la corte
de Judea; donde había sido tan estimado, y poco antes había sido recibido en solemne
triunfo, como un hombre venido del cielo. Y, luego, pasar de repente de un extremo a
otro, desde la altura del honor a otro de desprecio y burla, acrecentó mucho la pena;
porque lleg
llegóó a ser el hombre más infamado que hubo en el mundo, porque fue
ajusticiado públicamente y en el lugar de los malhechores, traidores y salteadores de
camino, y en medio de dos ladrones, y fuera de esto, en presencia de su madre, que
dobló el dolor de su corazón.
En cuarto lugar, las personas por medio de las cuales padeció fueron aquellas a las
cuales habíaenhecho
compasión infinitos bienes
los extranjeros, no lay eran
halló deensususmismo pueblo; ylohallando
compatriotas, cual es un
depoco de
mucho
sentimiento. La rabia y furor con que sus enemigos deseaban su muerte fue tal, que la
Escritura los compara con los perros, toros furiosos, y al león, que es animal muy bravo.
La quinta circunstancia, fue ver en tantos malogrado el fin de tan excesivos tormentos
313
y dolores, sabiendo que los más no se habían de aprovechar de ellos; porque así como el
provecho que tienen
tienen los trabajos por fin
fin consuela
consuela grandemente, así también
también es de gran
desconsuelo ver que no han de tener el provecho que se desea: por lo cual padeció Cristo
para que todos se aprovechasen de sus merecimientos,
merecimientos, sangre
sangre y pasión
pasión y vio
vio que ni en la
centésimaleparte
personas dedelosserhombres
habían se habían
dos, fuedeeste
desagradecidos,
desagradeci aprovechar de ella,
un gran dolor que yatravesó
que innumerables
su corazón
tierno y amoroso.
En sexto lugar, el modo con que padeció fue muy penoso; pues fue abandonado, que
no tuvo cosa que le consolase. Porque lo primero, su propio pueblo procuró su muerte
con gran injusticia, y los gentiles se la dieron con gran crueldad: los sacerdotes, y los
letrados en la ley, fueron la levadura que agrió toda la masa contra el Salvador: los
príncipes
prínci pes sopl
soplaban
aban el fuego
fuego y en el pueblo
pueblo se encendió
encendió esa llama, que no se pudo apagar
con tantas afrentas y tantos dolores, y no se contentaron viéndole colgado en la cruz sino
que como perros rabiosos despedazaban las carnes del que así veían morir con injurias y
burlas.
burl as. Y lo que era más que todo, incluso
ncluso en sus propios
propios discípul
discípulos,
os, a los que se había
instruido
apóstoles en su propia
escogidos, unoescuela, encontró
lo vendió poca
y se hizo firmeza
capitán y lealtad.
de los Porque
que lo iban entre sus
a prender: doce
otro, al
que había dado el primado sobre el resto, lo negó tres veces delante de él, maldiciéndose
a sí mismo sobre que no lo conocía; y el resto lo abandonaron en poder de sus enemigos.
¡Oh ejemplo nunca visto de la inconstancia de las cosas humanas, y de la verdadera
constancia que debe tener el cristiano en ellas! ¿Qué sintió ese bendito corazón de
nuestro Salvador, cuando se vio rodeado de tantos enemigos y abandonado de tan pocos
amigos? Pues de él estaba escrito (Salm. 21, 15): " Mi corazón como cera se funde en
mis entrañas." Cierto es, que su bendita Madre, nunca le desamparó en su afrenta,
cuando nunca le pudo ayudar ni defender, antes le acrecentaría intensamente el dolor en
su presencia: y el Padre Eterno, que era el único que podía ayudarle, no quiso por
entonces
cual sintióvolver por él,Señor
el bendito dejándole
muy padecer, con porque
tiernamente; todo rigor
sus aenemigos
gusto de lesusescupían
enemigos;
en lo
el
rostro, diciendo: Si espera en Dios, líbrele Dios, sálvele Dios, pues que no quiere a otro
sino a él solo. Y no queriendo Dios por entonces librarle ni dar muestra de que volvía por
él, se quejó amorosamente el Salvador: "Dios mío, Dios mío, por qué me has
abandonado?" Incluso una taza de agua le faltó para apagar su sed abrasadora; de modo
que todo el suplicio de su pasión fue el más afrentoso y penoso que se podía imaginar,
muriendo con gran escarnio y burla de sus enemigos.
Por último, el momento de su pasión hizo que fuera mucho más grave. Pues fue en la
víspera de la Pascua, cuando había mayor concurso de gente y más grande publicidad.
Fue en un momento en el que era más conocido por todos por la fama de sus grandes
obras y milagros.
floreciente, Fue en
tan hermoso, tanlaexcelentemente
flor de su edad; y oh, reducido
dispuesto, qué penaporfue ver cuerpo
la grandeza de tan
sus
tormentos a tal extremo que, como dice la Escritura, que su lengua estaba pegaba al
paladar
paladar de su boca; y con tan poca carne, que le podían contar todos sus huesos; y todo
él deshecho como una cera derretida o como agua derramada, y resuelto en polvo de la
314
muerte; seco como un pedazo de una vasija de barro, de tal manera que parecía un vil
gusano, y no hombre, el desprecio de la gente, la vergüenza de la naturaleza humana.
También es digno de nuestra admiración, que en ese corto proceso de la pasión de Cristo
sufriera tantos dolores y molestias, de todo género, y con tales circunstancias para
agravarlos queoningún
de calamidad hombreque
adversidad, en nuestro
todo el transcurso
Redentor nodel sufriere
tiempo, entonces
ha sufridodecualquier
manera tipo
tan
amarga.
En todas las circunstancias fueron las penas de Cristo muy penosas, ya que en todas
las circunstancias son culpables las culpas de los cristianos. Porque convenía que aquel
que vino a dar todo bien padeciese tanto mal, y quien no pudo tener culpa propia se
abrazase con la pena ajena, y el que es infinitamente bueno, sufriese tantos males de
tanto dolor y tormento, hasta el extremo que entendiésemos que no son males los que
teme el mundo, pero los que trae el pecado: que están sus bienes tan lejos de ser dignos
de aprecio, que son más bien para ser estimados como males, ya que el mismo Redentor
del mundo se privó de los bienes temporales, y se cargó de los males, para que, imitando
en
los nuestras vidas
cuales son su preciosísima
tan cortos muerte,
y falsos que pudiéramos
incluso despreciar
los males de los bienes
este mundo temporales,
son mejores y más
verdaderos bienes. Tengamos vergüenza, viendo a Cristo en tantos dolores, que
busquemos nosotros gustos:
gustos: teng
tengamos
amos mejores respetos a nuestro Redentor que Etai, Etai,
Gateo, tuvo con David; porque cuando el santo rey huía de su hijo Absalón y
persuadiendo
persuadi endo a Etai que no le acompañase en aquel peli peligro, él le respondió:
respondió: "Vi
"Vive el
Señor vivo, y vive el rey, que en cualquier lugar que estuviereis, o en muerte, o en vida,
allí ha de estar tu siervo." Si esto fue dicho por un extranjero, ¿qué debía hacer un
súbdito natural? Tengamos igual lealtad con nuestro Salvador, que tuvo con Joab, Urías,
cuando dijo: "El arca de Dios, y Judá, e Israel, habitan en tiendas, y mi señor Joab, y los
criados de mi señor se quedan sobre la tierra, ¿y yo entraré en mi casa, y comeré, y
beberé, y dormiré
dormi
cosa.". Pues ré conestá
si Cristo mi en
mujer? P ory en
la cruz, tu salud,
sal
el ud, y por
dolor, la salud
¿cómo salud dea tu
vienes al
alma,
ma,tu no
buscar haré tal
descanso?
Si Cristo es pobre, ¿cómo estás en tanta abundancia? Si Cristo sufre, ¿por qué mimas tu
carne? Si Cristo se humilló, ¿por qué te hinchas con orgullo? Si Cristo está en aflicciones,
¿por qué estás en deleites? Recuerda lo que él te enseña desde la cruz, y estima lo que él
tanto estimó, como privarse de los bienes transitorios de esta vida. Considera las
aflicciones y la penitencia, que Jesús tomó sobre sí por tus pecados, para que tú hagas
algunas por los tuyos. Cuando los judíos fueron liberados de la cautividad de Babilonia,
Esdras, conoció los grandes pecados en que habían caído por la comunicación con los
gentiles, por el sentimiento de sus transgresiones, rasgó sus vestidos, y se arrancó el pelo
de la cabeza y barba, afligido, y se abstuvo de alimentos, orando al Señor, y llorando por
los pecados del pueblo. Conmovió tanto este sentimiento y penitencia suyo por los
pecados de los demás, que movió movió a los judíos, que comenzaron a llorar y hacer
penitenci
penitenciaa por sus propios
propios pecados, con tan gran remordimient
remordimientoo que temblaban
temblaban por el
dolor y públicamente confesaron sus delitos. ¿Pero por qué los cristianos, no se mueven
a dolor y penitencia, no de un Esdras, sino el Hijo de Dios, lleno de tanta pena y dolor
315
por los pecados del mundo, que le hace derramar gotas de sangre
sangre por los poros de su
bendito
bendito cuerpo, rasgando
rasgando no sus vesti
vestidos
dos de lana, sino
sino su santa humanidad,
humanidad, que
voluntariamente ofreció a ser rasgada con flagelos, espinas, y clavos, y por el mismo
sentimiento se dejó arrancar los cabellos de la cabeza y la barba, y escupir su cara
sagrada;
los pecadossin comer o beber
cometidos porcualquier
nosotroscosa sino hiel y Lloremos,
desgraciados. vinagre, llorando desde yla hagamos
aflijámonos cruz por
penitenci
peni tenciaa por nuestras propias cul
culpas,
pas, pues vemos que el inocente lo lo hizo tan grande por
los pecados ajenos, para que, imitándole en sus penas temporales, podamos ser
partícipes
partícipes de su gloria
oria eterna.
III. Todas las siete circunstancias dichas agravan tanto los dolores y penas de nuestro
Salvador Jesucristo en su pasión, que nos han de lastimar mucho nuestros propios
corazones y almas con el dolor y la pena de su pasión. Pero si ello no nos hace
despreciar las cosas del mundo y a amar solamente, al que tan infinitamente nos ha
amado, sin embargo, hay otras circunstancias, que con nuevas obligaciones nos han no
solo de mover, sino forzarnos a amarle, si no somos tan duros como las piedras, porque
¿a quién no obligará el modo con que padeció el Hijo de Dios, con tanto amor y
pacienci
paciencia,
a, si
sinn quejarse de nada, amándonos con ese fervor, que todo le parecía poco, y
estando dispuesto para padecer otro tanto y mucho más si fuera necesario, para nuestro
bien?
bien? Sí, tal era su ardiente
ardiente caridad hacia
hacia la humanidad,
humanidad, que si no hubiera
hubiera habido
habido otra
manera dada por nuestra redención, no se habría negado a seguir en aquellos tormentos
amargos hasta el día del juicio. La caridad de Jesucristo, ¿qué agradecimiento no
merece? Y si de los beneficios lo que más hay que estimar es la buena voluntad con que
se hacen, donde fue el beneficio infinito, y la voluntad fue de amor infinito, ¿qué
podemos hacer? Si cuando el traidor
traidor que asesinó
asesinó a Enrique
Enrique IV, Rey de Francia,
Francia, fue
ustamente condenado a esos crueles tormentos en los cuales murió, llegase antes de
ejecutarse la ofreciese
asesino, y se sentenciaa elserhijo primogénito
rasgado delpor
en pedazos reyél,muerto, se para
y a morir vistiese
que del hábito
fuese del
liberado
aquel de sus tormentos, y no sólo se ofrece, pero en realidad lo hace, ¿qué amor y
gracias debiera aquel hombre a quien tanto le amó sin merecerlo él, que le libró de la
muerte, que tan merecida tenía, y con tan buena voluntad y fino amor? ¡Oh Rey de la
Gloria y Unigénito del Padre Eterno!, con nuestro pecado quisimos, cuanto es de nuestra
parte, matar y destruir
destruir a vuestro Padre
P adre y su ser divi
divino,
no, y siendo muy digdignos de muerte y
de llamas eternas, Tú no solo quisiste morir por nosotros, pero eficazmente diste tu
sangre y vida, con tormentos tan inhumanos y estuviste preparado para sufrir más y
mayores por nuestro bien. ¿Cómo vamos a pagar un amor tan grande? ¿Qué
agradecimiento y qué memoria debemos de tener de tan inmenso beneficio?
Consideremos
grande: padeciótambién
no por síque por porque
mismo, nosotrosle fue por quien
importase algo; padeció tanto
padeció no porun
otroSeñor
Dios,tan
no
por al
algu
guna
na criatura
criatura sobrenatural o de naturaleza
naturaleza superi
superior
or a las que ahora son; no por
algún Serafín, que fielmente le hubiese servido por una eternidad de años, pero por
aquella criatura vil, la más baja de todas aquellas que son capaces de razón, compuesta
316
de lodo, y su enemiga. Esto nos debe hacer muy agradecidos, que Dios sufrió tanto por
nosotros, quienes menos lo merecíamos.
A esto hay que añadir que sufrió tanto por nosotros, no siendo su sufrimiento necesario
para nuestra redenci
redención
ón y liberarnos de la escl
esclavi
avitud
tud del pecado, sino
sino que tomó sobre sí
todas estas penas y tormentos sólo para mostrar su amor para con nosotros, y para
obligarnos a imitarlo en el desprecio del mundo y de toda felicidad humana. Mirémonos a
nosotros mismos en este espejo, y reformemos nuestras vidas. Suframos con él que
sufrió tanto por nosotros. Demos gracias a aquel que nos hizo tanto bien, y a costa suya.
Pésenos en nuestras propias almas que hemos ofendido a un Dios tan bueno, que porque
no fuésemos malos padeció él tantos males. Admiremos la grandeza de la bondad divina,
que, siendo honra de los ángeles, por una criatura tan vil, se quiso abatir al improperio de
la cruz. Amemos a quien tan de veras nos amó: pongamos nuestra confianza en él que,
sin pedírselo, hizo más por nosotros que nos atreviéramos a pedir o desear. Imitemos a
este gran ejemplo, que nos ha propuesto el Padre Eterno en el monte Calvario: para que
compusiésemos nuestra vida conforme a su muerte en humildad y desprecio de todo bien
temporal, para que
ensalce después, consiguiésemos
padeciendo aquí, noslosconsuele
eternos;a para que humillándonos
su debido ahora,
tiempo, gustando nos
en esta
vida lo amargo, tengamos en la otra toda dulzura; y que, llorando en el tiempo, nos
gocemos por toda la eternidad; y así dijo nuestro Salvador al gran imitador de su pasión,
San Francisco: "Toma, Francisco, las cosas que son amargas en lugar de las que son
dulces, si quieres ser bienaventurado." Y de acuerdo con San Agustín (August. Ser XI
ad fratres): "Sabed, Hermanos, que después de los placeres de esta vida, han de seguir
lamentos eternos; porque nadie puede alegrarse tanto en esta vida y en la otra, y por lo
tanto, es necesario que pierda la una quien quisiere poseer la otra. Si deseas holgarte
aquí, sábete que serás desterrado de la patria celestial; pero si aquí lloraras, ya serás
contado por ciudadano del cielo." Y por lo tanto, nuestro Señor dijo (Mt. 5, 5) :
"Bienaventurados los que lloran,
se sabe si nuestro Salvador se rieseporque
alguna ellos seránloconsolados
vez; pero ." Ylloró
cierto es que por muchas;
esta razón no
y por
esta razón eligió una vida de trabajos y dolores, para enseñarnos que este es el camino
del gozo y del descanso.
317
318
se conformó con ser su medio. ¡No sé a qué más pueda llegar la bondad incomprensible
y la
la caridad de Di
Dios
os y deseo que tiene de nuestro bien! Conozc
Conozcaa el hombre lo que le
le
importa salvarse, y no repare en medio que le pueda ayudar para esto. No deje de mover
piedra
piedra para cosa que le importa tanto, pues ve al mismo Dios
Dios que se quiso
quiso hacer medio
de su salvación
humana. y se le
Mire cuánto dio a lo
importa él eterno,
por medio, sujetándose
y como no hemosendeesto al albedrío
reparar y voluntad
para alcanzarlo en
ninguna cosa temporal, pues no repara Dios para eso, ni aun en las eternas; y así es
medio para que te salves ceder de tu honra, negar tus gustos, y dar tu dinero a los
pobres. Por
P or tanto, no repares en nada, pues Dios no perdonó a la grandeza de su ser,ser, que
está por encima de todo, para entregarse por ti.
El Santísimo Sacramento también nos fue dejado en prenda de la gloria futura y la
bienaventuranza
bienaventuranza eterna. P orque como Cristo
Cristo nuestro Redentor predicase
predicase en el mundo el
desprecio de los bienes temporales, para la obtención de los eternos, y pronunciase esa
sentencia reconfortante (Mt. 5, 3): "Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de
ellos es el reino de los cielos;" No diciendo será, pero es suyo, dándosenos como de
presente; fue conveniente,
conveniyente,
alguna equivalencia, que pues
recibiesen no entraban
prenda de lo quedesde
habíanluego
uego a gozarle,
compradoozarl
ene,elsecielo
les hici
hiciese
con ese
el
precioo todos sus bienes
preci bienes de la tierra,
tierra, y esta prenda es el santísimo
santísimo cuerpo de nuestro
Redentor, Jesucristo, Hijo de Dios vivo, que es de mayor precio y estimación que los
cielos mismos. Bien podemos, pues, despreciar los bienes caducos de esta vida, pues nos
dan en una pieza desde luego tal prenda de bienaventuranza eterna. Bien podemos
renunciar a las riquezas que perecen y los placeres de la naturaleza, pues nos dan el
tesoro de la gracia.
El Santísimo Sacramento es también nuestro viático aquí en la tierra; para darnos a
entender que esta vida no es más que una peregrinación, que viajamos hacia la eternidad;
y que, por tanto, no estamos para alojarnos y descansar en lo temporal. Y debido a que
no hemos
gozar de futuros,
de los gozar deporloseso
bienes
para de estalavida
sufrir temporal, de
renunciación ni aquellos
tampoco ytodavía podemos
la esperanza de
estos, se nos da entre tanto este admirable Santísimo Sacramento como viático, con el fin
de que el alma, andando peregrina en este valle de lágrimas, se pueda consolar en el
tiempo de la ausencia de su patria celestial. Consideremos, entonces, qué tal es el fin a
dónde caminamos, pues se nos hace llevadero el camino con bien tan precioso; y qué
tales son los bienes de este mundo, pues porque no gustemos de ellos se nos da esta
prenda del ciciel
elo.
o. Los israeli
sraelitas,
tas, en su estanci
estanciaa en el desierto,
desierto, tuvieron
tuvieron el maná por su
viático, que suministraba todas sus necesidades; ya como sustento de sus cuerpos;
mientras se alimentaron de él no tuvieron otra necesidad; porque ni caían enfermos, ni se
les rompían los vestidos; de suerte que el maná se les dio para que no echasen de menos
otra cosa. Todo
necesitamos esto
nada, connoelescual
sinonouna sombraque
tenemos de echar
nuestro
de viático
menos divino; conyelpodemos
otra cosa, cual no
carecer de cualquier otro bien temporal mientras tenemos este bien divino.
II. También es un fin principalísimo de esta institución de este sacramento admirable,
319
el ser un memorial de la pasión del Hijo de Dios; que por sernos tan eficaz motivo para
despreciar las cosas temporales (como ya hemos dicho), quiere que nunca nos olvidemos
de ella; y así nos ha dejado sus memorias de muchas maneras, que parece que en todas
las cosas nos la está recordando (Paleot. admir. Hist, de Christi, stigmat. Adricom. 2. par.
Descrp.
envuelto,Hierrus.
cuando Num. 45). Por
le bajaron de laesta razón,
cruz, en el milagrosamente
mantuvo sudario en el queimpresa
su cuerpo
las herido
señalesfue
de
su pasión. Por esto, cuando cargado con su cruz, la piadosa Verónica le ofreció su velo,
dejó dibujado su rostro sagrado sangriento; y, como notó Lanspergio (Lansper. Hom. 19
de Passion.), los dedos del soldado armado que le hirió con un bofetón fueron impresos
en el mismo velo. Por esto, cuando cayó postrado en el jardín, y sudando sangre oró a
su Padre, dejó grabados en la piedra donde rezó las huellas de sus pies, rodillas y manos.
Y no muy lejos de allí se encuentra otra piedra, donde, después de haber sido detenido,
los soldados le derribaron en tierra, y dejó impresas las puntas de los dedos de los pies,
manos y rodillas; de la cual piedra, como advierte Brocardo, es tan dura que no es
posibl
posiblee raer nada, ni con hierro, para que quede la memoria de su inefable
inefable mansedumbre
ysuspaciencia. De la como
pies sagrados, mismaasimismo
manera, de
donde pasó elcon
la cuerda arroyo
que lodellevaban
Cedrón,atado.
dejó otra
Todomarca de
esto es
argumento de cuan impresa quiere nuestro Salvador esté en nuestro corazón la memoria
de su pasión, pues de tantas maneras nos la dejó señalada hasta en las duras piedras,
porque fuera de lo dicho, se han hal
halllado pintadas en varias piedras
piedras y jaspes las señales
señales de
su pasión.
También se ha visto naturalmente en un jaspe oriental, figurado el rostro doliente de
nuestro Salvador, coronado con la corona de espinas muy lastimado. Y San Luis
Gonzaga, caminando a la orilla del mar, se encontró (con gran gozo de su espíritu) una
piedra
pi edra pequeña, en la cual se fig
figuraban claramente las ci cinco
nco llagas de Cristo,
Cristo, nuestro
Redentor. Y no sólo en las piedras, sino en varias otras piezas de la naturaleza, como San
Anastasio del Sinaí
cruz y pasión. En la (Anast. Sinaita
flor de la in Hersan.)
granadilla observa,perfectamente
se representan nos ha dejadolasrecuerdos de los
señales de su
clavos, de la columna y la corona de espinas. Al dividir el fruto del árbol de Musa,
aparece en algunos de ellos la imagen de la cruz; en otros, de Cristo crucificado; y en
Gante, que tienen en gran estima la raíz de una hermosa flor, traída de Jerusalén, en ella
también está representado un crucifijo. En los elementos también ha puesto las mismas
señales. A Alfonso I de Portugal le mostró Cristo en el aire un escudo con las cinco
llagas; y al emperador Constantino, el principal instrumento de su pasión, la cruz, la cual
ha aparecido infinitas veces. Pero ¿qué más regalada demostración de la memoria que él
desea que tengamos de sus tormentos, que haber impreso sus cinco llagas a tantas
personas siervas suyas? Porque
P orque además de San Francisco
Francisco (Blos. Lib. 15. C. 3, Tritem. in
320
321
de la pasión y la encarnación son tan grandes, sin embargo, son por así decirlo ampliadas
y multiplicadas por este santo sacramento. La grandeza de la obra de la encarnación
consistía en esto, que Dios se rebajó y se hizo hombre; y la grandeza de la de la pasión,
en la que se humilló hasta la muerte; pero en este Sacramento se abate y humilla aún
más,
morir,convirtiéndose
que es natural en alimentoFuera
al hombre. para que
el hombre,
el fruto lo cual es
general de menos que ser yhombre,
la encarnación la pasióny
se aplica en particular en este bendito sacramento, a quien lo recibe dignamente, en un
modo admirable. La pasión y muerte de Cristo en el Calvario fue, sin duda, una gran
obra de Dios; pero en este misterio vemos esa misma muerte, pasión y sacrificio, en un
modo incruento e impasible, que es sin duda el mayor milagro, y muestra más la
grandeza del poder divino. La encarnación, también, cuando el Verbo eterno entró en el
vientre de una virgen, fue una gran obra de Dios; pero en este misterio en cierto modo se
engrandeció y extendió, y por lo tanto se llama extensión de la encarnación, pues Dios
nuestro Señor aquí entra en el seno de cada cristiano, para unirle consigo.
Estas son las maravillas de la ley de gracia, acerca de las cuales dijo el profeta Isaías
(Is.
ante64,
tu 2-3)
faz, del
los Señor:
montes"Haciendo tú cosas
se derritieron. maravillosas,
Nunca se oyó, ni inesperadas.
se escuchó, ni Túojo
descendiste:
vio a un
hici ese para el que espera en él." El profeta habla de esas
Dios, sino a ti, que tal hiciese
maravillas, que iban a ser vistas en la venida del Mesías, que iban a ser tales, como el
mundo nunca había oído hablar, ni entrado nunca en ningún pensamiento, sino es solo a
Dios, y por lo tanto el apóstol, citando este pasaje, dice, que ni el ojo vio, ni el oído oyó,
ni cayó en el corazón de hombre, lo que Dios preparó para los que le aman; pues más
allá de estas dos maravillas estupendas, como encarnar y morir por nosotros, se da como
alimento a las almas que permanecen en su gracia y lo aman; que es tan grande y
maravillosa obra que sólo Dios podía pensar en ello. Grande maravilla que solo Dios ha
podido
podi do pensar y fuera de Dios
Dios nadie;
nadie; y así como solo
solo Dios
Dios la puede estimar,
estimar, así no hay
hombre quey la
obligación la grandeza
pueda agradecer,
del amor ni corazón
divino, que humano capaz
resplandece de soportar
en esta maravillaelde
peso de esta
maravillas.
Tertuliano dijo (Tertul. lib. De Patientia, Cap. 1) que la grandeza de algunos bienes era
intolerable, que según el profeta Isaías, se verifica en este bien y beneficio divino,
diciendo que no se puede tolerar. Por lo cual, se le llama en la Santa Escritura, " El bien
de Dios, o lo bueno de Dios," porque es un bien y un beneficio, que con más claridad
que el sol descubre la bondad infinita e inefable de Dios, que descubre más claro que la
luz del sol su infinita e inefable bondad, con pasmo y admiración del corazón humano. Y
así, el profeta Oseas (3, 6) dice: "Y acudirán con temor al Señor y a sus bienes ;" porque
este beneficio divino sorprende y asombra a las almas del hombre, de ver cuán bueno es
el Señor, y cuán grande es este bien que nos comunica; todo lo cual tiende a ningún otro
fin que
cielo quehacernos
por este despreciar los bienes
divino misterio de la tierra
conseguimos; y que
porque paraestimemos solamente
esto instituyó los del
Cristo, nuestro
Redentor, el Santísimo Sacramento, para que por él podamos dejar de poner nuestro
corazón en las cosas temporales, y pongamos nuestros afectos en las que son eternas,
para lo cual es particul
particularmente
armente eficaz, y lo experimentará
experimentará quien di
dign
gnamente
amente lo recibi
recibiere.
ere.
322
III. Por tanto, mire el alma que va a comulgar quién es el que entra en ella, y quien es
ella que recibe a tan grande Señor. Acuérdese con qué veneración la Virgen recibió al
Verbo eterno, cuando entró en su santo seno, y mire que es el mismo a quien el cristiano
recibe en su pecho en este divino Sacramento. Que él, por lo tanto, se esfuerce por
acercarse a esta santa mesa con toda reverencia, amor y gratitud, que debería, si es
posibl
posi ble,
e, ser mayor que la de su santísima
santísima Madre, pues le debe ahora más que entonces le
debíamos, porque no le debió entonces la Virgen ni los hombres las finezas que ahora le
debemos de haber muerto por nosotros. Considere que recibe el mismo Cristo, que está
sentado a la diestra de Dios Padre, que es el que es el supremo Señor del cielo y de la
tierra; aquel a quien adoran los ángeles; el que nos ha creado y redimido y el Juez de
vivos y muertos; el que tiene infinita sabiduría, poder, hermosura y bondad. Si un alma le
viera como cuando San Pablo le vio, quedaría ciego con su luz y esplendor, ¿qué
reverencia y pasmo le causaría? Sepa que no está ahora menos glorioso que en la hostia,
y que se acerque a él con tanta reverencia como si le viera en su trono de gloria. Con
mucha
despuésrazón dijo Santa
de muerta, Teresa
que nos de Jesús de
debiésemos a un alma devota,
comportar acá ena laquien
tierraella
conseelleSantísimo
apareció
Sacramento, como los bienaventurados hacen allá en el cielo con la Esencia divina,
amándole y adorándole con todas nuestras potencias y fuerzas. Mira que el que viene en
persona a ti es el Señor mismo,
mismo, aquel mismo
mismo Señor
S eñor que quiso
quiso ser tan respetado en todas
las cosas, que porque Uza tocó con la mano el arca de la alianza, le mató luego; y porque
la miraron los betsamitas murieron cincuenta mil de ellos; y tú no sólo lo ves y lo tocas,
pero lo recibes
recibes en su esencia.
esencia. Mira,
Mira, pues, con que reverencia te conviene
conviene acercarte a él.
Los ángeles y serafines tiemblan delante de su grandeza, y los justos le temen; tú,
tiembla, teme, y lo adora a tu gran Señor. San Juan, solamente de estar cerca de un
ángel, se quedó sin fuerza, maravillado de la grandeza y la belleza de su majestad; y tú
noAñádase
vas a recibir
muchoun ángel pero aldeSeñor
a la fineza de losbeneficio
este gran ángeles en tu seno. de nuestro Salvador,
y benignidad
que no sólo es grande por la grandeza de la persona que se da en él, sino por la pequeñez
de aquel que lo recibe. Porque ¿quién eres tú, sino una criatura vil, compuesta de lodo,
llena de miserias, de ignorancia, de debilidad y de maldad? Pues si el centurión se tuvo
por indign
ndignoo de recibi
recibirr a Cris
Cristo
to bajo su techo, y San P edro, cuando nuestro Salvador
Salvador
estaba en esta vida mortal, no se consideró a sí mismo digno de estar en su presencia,
diciendo: ¡Apártate de mí, Señor, que soy un hombre pecador! y San Juan Bautista no se
creía digno de desatar la correa de su sandalia; ¿cuánto más indigno te deberías juzgar tú
de recibirlo en tus entrañas, al que está glorioso, sentado a la diestra de Dios Padre? Los
ángeles del cielo no se hallan limpios en su presencia; mira tú qué limpieza debes
procurar para
en su casa, hospedarlo
hospedarl
¿qué respectoo yenagradecimiento
tu pecho? Si un rey poderoso
le tuviera visi
visitare
tareMira
este hombre? a un que
pobre mendig
mendi
viene go
Dios,
Rey de reyes y Señor de señores, no solo dentro de tu casa, pero dentro de ti mismo.
Siete años se tardó Salomón en construir el templo, en el que colocar el arca del
testamento: tú para hacerte templo de Dios ¿cómo no te preparas algún tiempo? Si Noé
323
se tardó cien años en construir el arca en el que se había de salvar los que iban a escapar
del diluvio; tú para hacerte sagrario del Salvador del mundo, ¿por qué no gastas siquiera
algunos días u horas para hacerte un tabernáculo para el Salvador del mundo? He ahí tu
vileza y lo que debes hacer. Moisés, para hacer un arca para las tablas de la ley, no sólo
escogió madera preciosa, pero la cubrió toda con oro: tú, gusano miserable y vil, ¿por
qué no te preparas y adornas para recibir al Señor de la Ley?
Considera también a qué viene, que es a hacerte partícipe de su divinidad por la gracia
que te comunica, viene a curar tus heridas y enfermedades; viene a remediar tus
necesidades; viene a unirse contigo; viene a ti a deificarte. He aquí, entonces, la infinitud
de su bondad divina, que de este modo se derrama y comunica a sus criaturas. He aquí
lo que se te da aquí y para qué se te da. Dios se da a ti, para que seas divino, y no de la
tierra. En otros beneficios Dios te otorga sus dones, pero aquí se te hace don tuyo, para
que seas todo suyo. Se te da el mismo Dios, para que tú te des todo a Dios. Si, a partir
de la encarnación del Hijo de Dios en las entrañas de la Virgen, deducimos el gran amor
que tuvo a la humanidad, pues por su causa hizo tal jornada, de tal extremo de grandeza
atetal extremo
ama, de bajeza,
pues por comoenpara
sustentarte encarnarse
la vida en el hecho
de la gracia, seno deverdadero
una virgen; mira
majar detútucuanto
alma,
viene de la mano derecha del Padre Eterno a encarnarse en tu impuro pecho; Jesucristo
viene también a hacerte un cuerpo consigo, para que de una manera admirable te unas
con él, y seas partícipe no sólo de su espíritu, pero de su sangre. Lo que ha de causar
esta consideración en el pecho de un cristiano, se podrá echar de ver en el corazón de un
gentil. El emperador Antonio el filósofo escribe (Anton. lib. 1 et 2) que, dado que somos
parte del mundo, debemos estar contentos y satisfechos
satisfechos con cualqui
cualquier
er acontecimi
acontecimiento
ento
que nos sobrevenga, y no hacer cosa indigna de razón. Pues por ser parte de Cristo ¿qué
debemos hacer nosotros? Dignas habían de ser nuestras obras, no solo de ángeles, sino
de hijos de Dios.
tanLasingular
manera pues
en quees este beneficio
queriendo se otorgó
Dios unirse es para enternecerte.
contigo. Porque
Es en comida, con essucon amor
precioso
cuerpo y sangre; humillándose a cuanto pudo por ti: es pisando las más constantes
leyes de la naturaleza, y obrando milagros más prodigiosos que los que hizo Moisés en
Egipto. Todo lo cual es una demostración del deseo infinito con que pretende tu bien,
pues no repara en cosa alg alguna. Di
Dios
os se da a ti de la manera más fácil
fácil para ti y más
costosa para Dios, porque se te da en comida. Es más natural para el hombre comer y
muy sobrenatural que Dios sirva de manjar. Considere quien acaba de comulgar qué
debe por tan inefable beneficio; haga cuenta que Cristo, sentado en su corazón, le dice
lo que preguntó a sus apóstoles, después de haber lavado sus pies. ¿Sabes, alma, lo
que he hecho contigo?; ¿sabes el don que te he dado?; ¿sabes el honor y favor que te
he hecho?;
tu Dios ¿sabes losabes
y Redentor; que has
querecibido?; ¿sabes
es quien te desealotodo
que bien;
tienesydentro
por esodesedle
ti? Sabes que es
agradecido;
no queriendo bien de la tierra, sino al que es eterno y sumo bien.
324
La Dios
hace diferencia entre temporal
en conceder y eterno esy fácilmente
bienes temporales, descubierto
el gran placer por el que
que le produce pocole caso que
pidamos
bienes
bienes eternos, por la esti
estima
ma que quiere
quiere teng
tengamos
amos de el
elllos; porque las cosas temporales
temporales
las concede a veces como un castigo, las eternas como una gran recompensa; que si no
es por los méritos infinitos de su Hijo, no las concediera. Por esta razón, el mismo Cristo
nos encarga que debemos pedir al Padre en su nombre, y que dará cuanto le pidiésemos
por él
él,, e invitando
nvitando a sus discípul
discípulos
os que le pidi
pidiesen
esen también,
también, pues hasta entonces no le
habían pedido nada; siendo así que le habían pedido algunas cosas temporales. Pero
porque lo temporal se debe estimar
estimar por nada, se dice
dice que no ha pedido
pedido cosa quien
quien solo
solo
ha pedido bienes temporales y ningunos eternos; y así la promesa de nuestro Salvador de
que su padre concedería todas nuestras peticiones en su nombre, se debe entender sólo
cuandovalor,
poco valdemandamos
or, que por los bienes
smo,eternos
sí mismo,
mi o en sude nombre,
la gracia Cristo
y lasto
Cri gloria. Mas
ereloque
no quiere
qui temporal es de tan
lo pidamos,
pidamos, ni
promete que se nos concederá, porque en el acatamiento
acatamiento divino
divino todo se reputa por nada,
cuando no conduce y ayuda a nuestra salvación y todo lo que no es pedir a Dios la
salvación eterna o en orden a ella, es pedir nada, y así dice San Agustín (August. Trac.
102 in Joan..), " Este gozo se pedirá en el nombre
nombre de Cristo, si entendemos la gracia
divina, si pedimos la vida que es con verdad bienaventurada; y en cualquier otra cosa
que se pidiera, nada se pide; no porque totalmente no sea nada, sino porque en
comparación de una cosa tan grande cualquier otra cosa que se deseare es nada ;" de
tal manera que, según San Agustín, aunque mil veces pidamos cosas temporales, nada se
ha pedido a Dios nuestro Señor.
Porpor
Dios estalasrazón,
cosasmuchos sabios
temporales del han puesto
mundo. Diréenprimero
duda silas
podemos legítimamente
opiniones pedir a
de los más grandes
filósofos y, luego, lo que enseñan los grandes teólogos acerca de esta controversia.
Marco Aurelio (Marc. Aurel. Lib. 9), en nombre de muchos filósofos, dice que no se ha
de pedir bien temporal, sino que antes debemos de rezar para no hacer caso de ellos ni
desearlos; y por lo tanto, así responde en este discurso tan prudente, en el que no quiere
saber nada de un cristiano, que no reconoce un solo Dios en lugar de tantos, que de este
modo afirma: "¿Oh los dioses pueden hacer algo o no? Si no pueden, ¿por qué oras? Y
Oh los dioses pueden hacer algo o no? Si no pueden, ¿por qué oras? Y
si pueden, ¿por qué no rezas primero que te den que no temas ni desees ninguna de
estas cosas de la tierra, ni te pene más porque te falten sus bienes que porque los
oseas? Porque si pueden ayudar a los hombres, en esto, también lo podrán hacer.
Dirás
que deacaso que Dios
las cosas te puso
que están en estas cosas en
tu albedrio potestad:
uses es así;que
con libertad, pero
perosolicitarte
dime: ¿noy es mejor
afligirte
or las cosas que no están en tu mano, con un ánimo esclavo y abatido? Y ¿quién te
dijo que los dioses en las cosas que nos están sujetas no nos pueden dar su ayuda?
Empieza pues a orar por estas cosas y verás lo que pasa. Si uno pide alcanzar alguna
325
mujer, tú pide que ni te pase por el pensamiento tal deseo, otro pide ser aliviado con
alguna cosa, tú pide que no tengas necesidad de alivio; otro ruega que no pierda a su
hijo, tú ora que no temas esto. Haz, pues, en esta forma tus oraciones, y verás lo que te
sucede." Por lo tanto, era la opinión de este filósofo, que no debemos orar a Dios por las
cosas temporales, sino por la forma correcta de usar de ellas, que es la virtud. Oigamos
también lo dicho por Sócrates, el más excelente de los filósofos morales, el cual como
refiere Santo Tomás S. Thom. 2. 2. q 83. art. 5.), juzgaba que no se ha de pedir nada a
Dios, sino que nos diera cosas buenas, porque sólo Dios sabe lo que es bueno y
conveniente para nosotros, y los hombres, en su mayor parte, desean y oran por aquellas
cosas que, si se obtienen, nos son dañinas. Estas sentencias son aprobadas por Santo
Tomás y los demás teólogos en cuanto a hacer oración por cosas temporales, de las
cuales podamos usar mal; y así llega a la conclusión, que no se ha de pedir
determinadamente bien alguno temporal, pero sólo los espirituales y eternos, estos son
los que absolutamente se deben y pueden pedir; no lo temporal, sino en cuanto sirven
para obtener lo eterno, y en segundo lug
lugar,
ar, y solo lo
lo suficiente.
suficiente.
deLoloscierto
bieneseseternos,
que es muy agradable
sin tener oración
respeto a bienque se ofrece a de
ni comodidad Dios sólo para
la tierra. Estalaoración
obtención
da
muy suave olor a Dios, como aquella tan celebrada varilla o pebete de perfume, que se
admira en los Cantares (Ct. 3, 6) compuesta de incienso, mirra y especias, que ascendían
directamente al cielo. Con lo cual, dice San Gregorio: “Que la oración se dice esta
equeña varilla de humo oloroso; porque, mientras solo pide las cosas de la tierra,
sube directamente al ci cielo,
elo, de tal manera, que no se inclina
incli na a pedir las cosas de la
tierra”. Bien puede verse lo poco que nuestro Salvador gusta de estas peticiones
terrenales, por la respuesta que dio a la esposa de Zebedeo, cuando le pidió la honra que
sus dos hijos se pudieran sentar, uno a la mano derecha de su trono, y el otro a su
izquierda; nuestro Salvador respondió con gran resolución, que no sabían lo que pedían;
porque,
espiritualcomo dice
diceCiertamente,
y eterna. San Juan Crisóstomo,
Crisó
es unstomo, su petici
petihabiendo
necio, quien, ción
ón fue que
de pedir
cosa el
temporal,
temporal , y no
cielo gasta el
tiempo en pedir cosas de la tierra; necio es, quien, habiendo que pedir gloria eterna, se
pone a pedir
pedir honra temporal;
temporal; necio
necio es, quien,
quien, habiendo
habiendo que pedir
pedir gracia de Dios,
Dios, pierde
pierde
su tiempo en pedir el favor de los hombres. Ciertamente, no sabe lo que pide quien ora
para ser rico;
rico; no sabe lo que pide
pide qui
quien
en ora por grandes
grandes lugares
ugares y puestos; quien
quien pide
pide
honra, comodidad, placeres, o cualquier cosa que termina con el tiempo, no sabe lo que
se pide quien pide algo de esto, porque no sabe cuan poco es todo esto que el tiempo
consume.
II. Paludano observó tres errores en la petición de la madre de Santiago y San Juan
(Palud. Enarque
la segunda, 1. de
noS.tuvo
Jacobo.): La primera,
intención que de
clara y libre no afectos
guardó de
el orden
carne ydebido enylalapetición;
sangre; tercera,
que fue materia vana la de su petición. Todos estos errores se encuentran cuando se
piden
piden cosas temporales
temporales sin
sin atender a las eternas; porque ¿quién
¿quién no ve que quien
quien pide
pide
cosa temporal quebranta todo orden, pues procede sin orden? Por lo que no puede ser
326
mayor desorden que se pida lo poco, y se deje de pedir lo mucho; que se pida lo que no
es necesario, y se menosprecie lo que es por extremo necesario? Las necesidades del
cuerpo no tienen ninguna comparación con las del alma. El alma tiene más necesidad de
la gracia divina, que el cuerpo de los alimentos. El alma tiene más enemigos, y se
encuentra, por lo tanto, con mayor necesidad de la gracia y la ayuda de los cielos, en
contra de ella se encuentran los poderes infernales, y por lo tanto se encuentra en mayor
necesidad de auxilio y socorro divino. Gelasio papa (Gelas. Contra Pelag. Heres. c. 5, lib.
6), hablando de nuestros primeros padres, dice, que cuando estaban en el estado de
inocencia, llenos
llenos de tantas gracias y dones con que Dios les había enriquecido, y que no
tenían los adversarios que ahora tenemos, porque ni la carne era enemiga, ni el mundo;
sin embargo, debido a que no rezaron por la asistencia y el favor divino, vinieron a
perecer. Habiendo recibido , dice este gran Papa , tal abundancia de la gracia de Dios,
no pudieron estar seguros, porque no oraron; lo cual no se dice que hiciesen. ¡Cuán
necesario es entonces para nosotros orar, pues carecemos de la justicia original, estando
nuestra naturaleza debilitada y corrompida por el pecado, teniendo por enemigos el alma
nuestra
engaño, carne rebelde,
y tantas y elymundo
ocasiones peligrosentero, con todos
de pecado, sus instrumentos
e irritados de vanidad
más los demonios cuandoy
han visto las finezas y favores singulares expresados hacia nuestra naturaleza por el Hijo
de Dios! Así que no es posible declarar la gran necesidad que tenemos de la gracia
divina; y olvidarnos de esta gran necesidad, y dejar de dar voces y llorar al cielo por su
remedio, es un desorden y necedad grandísima. Si un hombre, quien estuviese
pereciendo
pereciendo de sed, en verano, en algún
algún desierto,
desierto, con los rayos abrasadores del sol del
mediodía, si se encontrase a alguien que tuviese agua fría, ¿dejara de pedírsela tan pronto
lo viere? Y si no le pidiese esto de que tanta necesidad tenía, sino otra cosa que no
tuviese necesidad, como una capa caliente, la que sería útil solamente en invierno, y en
verano es una carga y problema, ¿qué mayor desorden se podría imaginar? Sin duda, una
mayor
son de locura
cuidadoy ytrastorno no sey puede
nos enredan, imaginar,
no pedir quelapedir
el agua de graciabienes
divina,temporales,
sin la cual que sólo
estemos
seguros de perecer. Pero incluso en los mismos bienes temporales, no sabemos qué
orden observar para pedirlos, porque no sabemos cuáles son más conveniente para
nosotros. ¿Quién puede saber si le sea mejor la salud que la enfermedad, ya que puede
ocurrir que estando en la salud, puede caer en algún pecado grave y ser condenado, y
estando enfermo se puede arrepentir y se salve? ¿Quién sabe si le están mejor las
riquezas que las pobrezas, ya que al estar en abundancia del todo no se acuerde de Dios,
y estando en necesidad de todas las cosas, pueda recurrir a su santo servicio? ¿Quién
sabe si le sea mejor ser honrado que sufrir confusión, ya que el honor le puede hinchar
en vanidad, y la humillación le puede ser de escarnio y dar prudencia? Nadie sabe lo que
es bueno
ruina o malo para
y destrucción, él. Porque
y los los lloramos
males que bienes que
se deseamos muchas
nos convierten en veces son nuestra
singulares bienes.
¿Cómo puede haber, entonces, orden en pedir lo que no sabemos si nos está bien
poseer?
El segundo gran error en nuestras oraciones por las cosas temporales es el afecto
327
desmesurado y la falta de intención pura que acompañan a tales peticiones, mientras que
nuestras oraciones deben de nacer de un ánimo puro, mortificado, y completamente
deseoso de servir a Dios. Para significar esto, el fuego con que se quemaba el timiama
(incienso) se traía desde el altar de los holocaustos, porque para que nuestras oraciones
sean agradables, y de olor grato a Dios, han de nacer de un corazón encendido, y
sacrificado a su Majestad divina en verdadero holocausto de todas sus voluntades y
afectos; y puede temer uno, que pide a Dios de otra manera alguna cosa temporal, no se
le conceda para gran castigo. Por lo tanto, dice Santo Tomás (S. Thom. 2. 2. q. 83, art.
6), que nuestro Señor Dios concede a los pecadores lo que desean con mal afecto por
castigarlos con sus malos deseos. Así concedió las codornices que pedían los israelitas
para comer, y se quedaban muertos con el bocado en la boca. Deberíamos, por lo tanto,
ser cautos en nuestras oraciones, y temblar ante nuestros propios deseos, pues nos
pueden resultar tan mal
ma l para nosotros. Y no me espanto en absoluto
absoluto que el que desea los
bienes
bienes de este mundo es a menudo castigcastigado con su misma
misma petició
petición,
n, ya que es una
especie de desvergüenza de usar a Dios como un medio para la obtención de lo que ha
de ser oreza
el que nospor
puede separartemporales
las cosas de Dios, yusa
de semejantes
nuestro último fin. Guido,
términos el Cartujo,
con Dios, que unadijo que
esposa
usara con su marido si le pidiera que le trajese él mismo por su mano un vil esclavo con
quien adulterase; pues con el deseo de bienes temporales, aumentamos nuestro afecto a
las cosas de la tierra, lo que nos hace olvidar amar a nuestro Creador, y orando por ellos,
oramos por los instrumentos y ocasiones de ofenderlo, abusando tan mal de sus
benefici
benefi cios,
os, que hacemos de los medios
medios fin
fin y del fin medio,
medio, pues queremos no solo solo usar
de las criaturas, sino gozar de ellas con ofensa y olvido de Dios, que es nuestro último
fin, y queremos nos sirva y ayude para nuestros gustos y contentos, que son contra el
gusto divino. No hagamos esta traición, en contra de nuestro Señor Dios, sino pidamos lo
que puede redundar en su gloria y en nuestro propio beneficio: lo espiritual, lo eterno; a
saber,
que essuconforme
gracia, suaconocimiento, la imitación
su santa voluntad. Esto de su Hijo,pedir
podemos el desprecio
de formadel segura,
mundo, yy lo
él
ciertamente nos dará, porque es para nuestro bien. Y por lo tanto en la oración, que
nuestro Señor mismo nos ha enseñado, después de haber dicho (Mt. 6, 10-13): "Hágase
tu voluntad ",
", hablamos con Dios, mandando y diciendo de manera imperativa, " Danos
hoy nuestro pan de cada día, y perdona nuestras deudas" por la certeza que tiene la
oración cuando uno se conforma con el querer divino; y es, como señala Orígenes, de
singular confianza mandar lo que se ora.
El tercer error en nuestra petición de los bienes temporales es, que se pidan cosas
vanas, sin sustancia ni provecho; pues toda dicha y grandeza temporal, es humo y
vanidad, es muy corta, muy inconstante, y caduca, e indigna del corazón del hombre,
que debe
mujer enteramente
misteriosa fijarse en loque
en el Apocalipsis, eterno, y rodeada
estaba arrollar el resto bajodel
y penetrada lossol,
pies,
mascomo
pisabaesaa
la luna bajo sus pies; porque el sol, que es perfectamente circular, es símbolo de la
eternidad; y la luna, que es falsa, menguada y mudable, es figura de lo temporal, y así
ustamente se huella; mas el corazón estaba lleno del sol por la estima y amor que hemos
328
CAPÍTULO VII. Cuán dichosos son aquellos que renuncian a los bienes
temporales por asegurar los eternos.
Si todo
tierra, por lo
losque
queseesperamos
ha dicho no
en es suficiente
el cielo; paranos
y si no quebasta
no despreciemos
el ejemplo de anuestro
los bienes de la
Salvador
y las demostraciones que hizo para que estimásemos lo eterno y menospreciemos lo
temporal, sino que con todo eso lo anteponemos por estar presente, con ser tan pequeño,
a lo que es tan grande e inmenso, como lo eterno, que está por venir; muévanos nuestro
interés presente con la palabra y promesa del Hijo de Dios, por la cual no solo despreciar
los bienes, sino renunciarlos totalmente, debíamos, como muchos filósofos lo han hecho
por la comodidad
comodidad de esta vida,
vida, y tantos santos, por la esperanza de la otra. Traig
Traigamos a
la mente lo que dijo el Salvador del mundo: Todo aquel que dejare a su padre o madre,
hermanos o hermanas, o su casa, o campos y heredades por él, recibirá en esta vida cien
veces más, y, después de la muerte, poseerá la vida eterna. En tales palabras hemos de
considerar la grandeza de la promesa, y la importancia de aquello por lo cual se promete
cosa tan grande. Sin duda, es que ha de ser de suma importancia el renunciar a nuestros
bienes
bienes temporales,
temporales, pues para movernos a ello ello nos convida
convida el Hijo de Dios
Dios con tan gran
promesa; y si es conveniente
conveniente renunciarlos
renunciarlos como cosas venenosas y que nos hacen daño,
¿qué excusa puede haber de no despreciarlo siquiera? Y ya que no se despreciasen, ¿qué
razón puede haber en amarlos y preferirlos antes de lo eterno? Mucho, y muchísimo,
importa despreciar lo que es conveniente dejar; mucho conviene arrancar de nuestros
corazones el afecto a aquellas cosas que no son aptas para nosotros tener. Tampoco es
mucho decir que es ventajoso para nosotros renunciar a esas cosas temporales caducas,
y que San Buenaventura (In Apolog. Pauper.) juzgó no solo conveniente pero necesario;
y por lo tanto, así dice que la raíz de todos los males, según el apóstol, es la codicia, de la
cual el orgullo, es su compañero, y en donde todos los pecados tienen su origen, alimento
y aumento. Con lo cual, San Agustín la llamó el fundamento de la ciudad de Babilonia.
Esta codicia está enclavada en el afecto del alma, como en su propio sujeto, pero se
apacienta y alimenta de las cosas exteriores que poseemos; por lo cual es necesario que
su perfecta extirpación abrase a estas dos cosas: que no sólo quite aquella sed interior
sino la posesión exterior: aquella se hace solo con la voluntad y con el espíritu, pero lo
segundo con obra y afecto, pues por esto que no es tan importante, y juzgó por forzoso
San Buenaventura, nos prometen en esta vida cien doblado y después la bienaventuranza
eterna. ¡Oh cuán grande es la distancia que hay entre las cosas temporales y eternas, que
da más aun por esta vida solo la esperanza de lo eterno que otro bien alguno temporal
que nos pueda dar la posesión y el señorío de los bienes temporales! No por ser uno
señor de las cosas temporales y poseerlas, se nos doblan; pero al ser renunciadas por
Cristo, se multiplican cien veces, y confieren el reino de los cielos. La abundancia de los
bienes
bienes temporales
temporales (como ya se ha observado) impide mpide y obstruye los placeres
placeres y los
contentos de la misma vida, por la cual se buscan, y después suelen despeñar en las
llamas del infierno; de manera que no sé cómo es que los más ricos no son los más
contentos ni aun los menos necesitados. Parece más bien que sus bienes disminuyen en
330
sus manos, y son de menor valor entre ellos que en los pobres; por lo menos, les vale
menos diez, que a un pobre uno; y así como a los pobres, por haber renunciado a sus
bienes
bienes por Cristo,
Cristo, se les multi
multipl
pliica cien veces, así a los ricos,
ricos, que, olvi
olvidándose
dándose de su
Redentor, están ocupados en su totalidad en amontonar riquezas, parece que se les
disminuyera cien doblado, y de ciento no gozan uno. Fuera de que están tan llenos de
cuidados, peligros, temores y perturbaciones, que no saben cuáles son los verdaderos
contentos de esta vida, y después corren el peligro de condenación eterna. Pero, por el
contrario, los que son pobres en espíritu, y han abandonado sus posesiones en nombre
de Cristo, están en este mundo llenos de alegría, paz y sosiego, y en la siguiente gozan
del reino de los cielos. ¡Oh cuán dichosos son los que llegan a entender esto, y saben
cambiar la tierra por el cielo! ¡Oh con cuánta razón llamó Cristo bienaventurados a los
pobres de espíritu,
espíritu, que han dejado todo por él él,, y pues disfrutaran
disfrutaran de una doble
doble
bienaventuranza,
bienaventuranza, una en esta vida presente, y otra en la vida futura; aquí cien doblada de
lo que no poseen y después la posesión de la vida eterna! ¡Oh dichoso el que sabe
comprar con las riquezas de la tierra el tesoro de la gloria, en muerte, y en vida, cien
veces doblado sus bienes!
Bien se verifica esto, según dice el abad Abraham (Cassian. Collat, ult. cap. ult.) en las
personas relig
religiosas, que han abandonado todo lo que tenían sobre la tierra
tierra para vivi
vivirr en
un estado de pobreza; que por un padre que dejaron encontraron un centenar en la
religión, y por un hermano, un centenar de ellos que con caridad cristiana les aman, y por
una posesión un centenar de posesiones, y por una casa un centenar de casas, con la
multitud de monasterios de su Órden; de modo que no hay duda que esta recompensa no
sólo es doblada un centenar de veces, pero multiplicada a una proporción mucho mayor.
Lo mismo se puede ver en otros servidores de Dios, que lo sirven en la pobreza
voluntaria, que como señala Beda, cuanto con más afecto sirven a su Señor habiendo
renunciado a todos sus bienes temporales, dispone el mismo Señor que con tanto más
afecto y liberalidad
de todos, les acudan
porque como otros en no
dice el apóstol, susteniendo
necesidades
nada,y lo
faltas, sirviéndose
poseen todo. de los bienes
Pero aunque esta recompensa faltase, no fala otro premio cien veces mejor, que es el
que nota San Jerónimo (Lib 3 in Matth.): "Que el que deja por nuestro Salvador, las
cosas carnales recibirá las espirituales, que, en su comparación y valor, será como si
un pequeño número se comparase con ciento." Buscamos los bienes de la tierra, para
vivir con contento en la vida; pues si esto se alcanza con muchas ventajas con el
menosprecio y dejación de ellos, ¿Qué podemos desear más? Ciertamente, el que deja
todo por Cristo, tiene cien doble de consuelo y gusto, que el más hacendado y rico;
porque así como hemos dicho
dicho que los bienes
bienes de esta vida
vida son tediosos
tediosos y molestos,
molestos,
incluso la vida misma; así también el verse libre de ellos y de las preocupaciones, e
incomodidades
agradable. Con loque losnotó
cual, acompañan, alivia el corazón
San Juan Crisóstomo, que los yjóvenes
nos hace
en el lamedio
vidadel
dulce
hornoy
de fuego en Babilonia fueron recreados por un viento fresco y agradable y rocío muy
apacible, así también a los que están en la pobreza, a la cual la Santa Escritura llama un
horno, les recrea el aire del cielo y el rocío del Espíritu Santo. Es esto de tal manera, que
331
San Bernardo, al hablar de los monjes de Claraval, dice, que sacaban de su pobreza, sus
ayunos y grandes penitencias, tantos consuelos y regalos espirituales, que les causaba
gran recelo y temor no les quisiese Dios premiar aquí, pareciéndoles que, pues tenían el
cielo en esta vida, le perderían en la otra. Con lo cual, fue necesario que el mismo San
Bernardo les hiciese un sermón probándoles que hacia agravio a la gracia del Espíritu
Santo, el que ponía dolencia en lo que comunicaba. Ciertamente, los siervos de Dios son
altamente recompensados, ya que reciben incluso en esta vida tales alegrías celestes por
las cosas temporales que han abandonado. Si como dijo Casiano (Cassian. Sup) uno, por
un determinado peso de cobre, fuera a recibir uno en oro, creo que pensaría que había
hecho un buen negocio y juzgaría que había recibido cien doblado. Pues de la misma
manera se puede tener por bien pagado quien, por renunciar a un gusto de la tierra, le
recibe el cielo y por el gozo del mundo le recibe de Dios. Esto se verifica plenamente en
lo que le pasó a la Arnulfo cisterciense (In Hist. Cister.), el cual, siendo noble y rico, y
abundaba en todo lo que estima el mundo, movido por los sermones de San Bernardo, se
convirtió en un monje del monasterio de Claraval, en el cual vivió una vida rigurosa y
santa, que vino
desmayaba a estarvolvía
y cuando muy enfermo y con muchos
en sí, gritaba, dolores,
"es cierto, tantos,loque
es cierto, queel has
grandicho,
dolor oh
se
bendito
bendito Jesús!" Y para algalgunos de los presentes, que pensaban que la ex extremi
tremidad
dad del
dolor le hacía delirar, decía: "Hermanos, yo he hablado de esto en mi sano juicio, porque
el Señor prometió en el Evangelio, que el que, por su amor, dejara a su padre, madre o
bienes,
bienes, había de recibir
recibir en esta vida
vida ciento
ciento por uno, y después la vida
vida eterna, lo que yo
experimento ahora ser así; porque esta multitud de penas y dolores me es tan dulce por la
esperanza de la vida eterna que siento en mí, que no quisiera carecer de estos dolores y
de esta esperanza, no sólo por lo que dejé en esta vida, sino por cien veces más que
fuera; y si a mí, que soy un pecador y tan malo, los dolores, que merezco, me son cien
veces más suaves que mi antiguo poder y riqueza, ¿qué serán para un hombre justo, y a
los devotosproduce
esperanza, religiosos? Por esto,
mil veces más evidentemente,
gusto y contentoparece
que laque el gozo
posesión espiritual,
de todos aun en
los placeres
carnales y temporales." En lo que dijo este siervo de Dios, todos los que estaban
presentes quedaron atónitos
atónitos de que un hombre ignorante
ignorante e iletrado,
letrado, entendiera
entendiera tan bien
bien y
hablase asuntos tan altos.
II. El gozo de los pobres de Jesucristo, que han renunciado a todo por su amor, es por
dos causas: en primer lugar, por el gusto que trae consigo la pobreza por su ausencia de
dificultades de los bienes temporales, como lo confesaron los mismos gentiles, por lo que
Apuleyo (Valer. Max. Lib. 8, 7) llamó alegre a la pobreza y Séneca decía que daba mejor
sueño el césped de la tierra que la lana teñida de púrpura de Tiro. Y Anaxágoras
enseñado por ladeexperiencia,
y alimentarse hierbas, quedijo
en que encontraba
camas másy contento
de plumas en banquetes,
deliciosos dormir sobre la tierra,
teniendo el
ánimo inquieto. La segunda causa de este gozo, no es por la naturaleza de la pobreza,
sino por la particular gracia de Dios, que premia a aquellos con los placeres del cielo, que
han renunciado a los de la tierra: llena de riquezas espirituales a aquellos que renunciaron
332
las temporales. Porque en verdad, la pobreza es muy querida y privilegiada por Cristo; y
por lo tanto así premi
premiaa a los pobres, aun en esta vida,
vida, con muchas gracias y favores
particul
particulares.
ares.
Además de esto, las muchas y grandes utilidades, que este desprecio de las cosas
terrenas trae consigo, pueden servir de premio equivalente al cien doblado, y aun al mil
doblado; porque si todo el mundo se diera por no hacer un pecado, no sería aún
equivalente precio; y por la pobreza evangélica y menosprecio del mundo, ¿cuántos
pecados se evievitan?
tan? Son innumerables,
nnumerables, porque por ella
ella no sólo
sólo se arranca la raíz de los
pecados y el instrumento de ellos;
ellos; pues quitada
quitada la abundancia,
abundancia, se quita
quita la insolencia,
nsolencia,
arrogancia y orgullo, que brotan de ella como el humo de un incendio; se quita también
los medios para cometer muchos otros pecados, que se siguen de las riquezas. Pues las
virtudes, que acompañan a la pobreza y del desembarazo de las cosas temporales más
valen que cien doblado que los tesoros de Creso, como son la humildad, la modestia, y la
templanza. Y por lo tanto, es gran verdad lo que San Juan Crisóstomo dice y pondera
(Homil 8, in ep. ad Hebr.) “ Que en la pobreza poseemos más fácilmente las virtudes.”
Tampoco es de pequeña estima ayudar más el estado pobre a satisfacer por los pecados
hechos, conforme a lo que se dijo al justo por el profeta Isaías: "En el horno de la
obreza te elegí "",, esto es te purifiqué. Asimismo, es un gran asunto el ser libre y
desocupado de empleos inútiles y viles de las cosas de la tierra, donde los pobres tienen
tiempo para hacer ejercicio de la virtud, tratando con Dios y sus ángeles, y empleándolo
en la contemplación de la eternidad.
El honor, la dignidad y señorío de las cosas bien vale de cien doblado que alcanza el
pobre de espíri
espíritu,
tu, porque así como es de gran vil
vileza la de los ri
ricos
cos ser esclavos
esclavos de su
codicia, y de cosas tan viles como las riquezas de la tierra; así es gran honor de los
pobres eximi
eximirse
rse de esta servidumbre,
servidumbre, señorearse de todo con el desprecio
desprecio que de el
elllos
tienen; y, como dice el apóstol, por despreciar todo, poseen todo; de manera que no hay
riquezas, ni reino que se le puedan comparar, porque los reinos tienen sus límites y
fronteras, de donde no pasan; pero este reino de la pobreza no se limita ni estrecha con
términos; si no que por el mismo caso que no tiene nada, lo tiene todo, porque no puede
poseer el corazón alguna
alguna cosa, sino
sino siendo
siendo señor de el
ellla; y no es señor de el
ellla, sino
sino es
siéndole superior, y esto no lo puede ser, sino sujetándole todo a sí mismo; por lo cual
cuanto fuere más señor y poseedor es más superior. Ahora, el que desea ser rico, es cosa
cierta que no pueden dejar de amar aquellas cosas sin las cuales no pueden pasar, y
cuanto les tienen de amor, tanto tienen de cuidado, solicitud, y servidumbre; pero
cualquiera que los desprecia, no sólo es superior a ellas, sino también señor y poseedor
de ellas. Por tanto, San Juan Clímaco (La escala espiritual) dijo muy bien, que el
religioso pobre, que pone todos sus cuidados en Dios, se hace señor de todo él, y todos
los hombres
aficiona le sona como
vilmente sus siervos.
las cosas Por pues
temporales; otra parte
todo el
lo verdadero
que tiene, amor a latener
o puede pobreza no se
lo reputa
como nada; y cuando le falta algo, no le es más problemático que si le faltara el estiércol
y la suciedad.
Pero por encima es Dios, el que se posee por la pobreza, y en opinión de San
333
Ambrosio (Psal. CXVIII.) es el cien doblado que se recibe por todo lo que se dejó:
porque, así como la tribu
tribu de Levi,
Levi, que no tenía parte en la distri
distribuci
bución
ón de la tierra
tierra de
Palestina, le prometió Dios por eso que él había de ser su posesión y la parte de su
herencia; por lo que, con mucha razón a aquellos que se niegan voluntariamente a tener
parte en los
los bienes de la tierra, Dios mismo
mismo es su posesión y riqueza, y todo bien, incl
incluso
uso
en esta vida. Pero el bien de la pobreza va mucho más lejos, y no solo da cien doblados
bienes
bienes y consuelos,
consuelos, y al mismo
mismo Dios en esta vida, pero en la otra da el reino
reino de los cielos,
cielos,
y así son dichosísimos los que renuncian la dicha y felicidad de este mundo, como, San
Agustín dice: (Ser 28, de Verb. Apost.): "Grande felicidad y dicha suma de los
cristianos, es que, con el rico precio de la pobreza, compran el rico premio de la
loria. ¿Quieres ver cuán rica y valiosa es? Que el pobre compra y consigue con ella,
lo que el rico no puede con todos sus tesoros." Y fue sin duda el más alto consejo de
nuestro Señor, y un acto digno de su divino entendimiento, que hiciese precio de su gloria
la pobreza, para que a nadie le faltase con qué comprarla; y con la grande afición que la
tenían muchos de los santos se entregaron de suerte a ella, y la procuraron con tanto
amor,
ser másque con que
pobres granellos
rapidez los ricos huyen de ella, y así se les hacía ventaja en querer
ricos.
334
dineros, diciendo: "Quiero ahogarlos, para que no me ahoguen." Diógenes dejó todo lo
que tenía, y se quedó con una cucharilla de madera en que beber; pero cuando vio a otro
beber con su mano la quebró. Laercio escriescribe,
be, que uno burlándose
burlándose de Esquines,
Esquines, un
filósofo de Rodas, dijo: "Por los dioses, Esquines, lo siento verte tan pobre;" quien
respondió, "Por los mismos dioses; que tengo lástima de verte tan rico; porque has tenido
trabajo en acumular las riquezas, cuidado en conservarlas, enojo en repartirlas, peligro en
guardarlas, mil sobresaltos en defenderlas; y lo peor de todo es que en dónde tienes tus
riquezas, allí tienes tu corazón."
Este punto está singularmente bien tratado por San Juan Crisóstomo (Ex. Cod. M. S.
Greco Biblio. August. N. 25 Ruderum, 2 part. Opusc. Sue viridaril, in cap. 3, p. 79) en
su segundo libro contra los que desprecian la vida monástica, en el cual endereza y
dedica a los filósofos y gentiles, en el cual usa de razones naturales y que solo con luz
natural se pueden alcanzar; donde compara a Platón con el rey Dionisio, a Sócrates con
Arquelao, y a Diógenes con Alejandro, a los cuales hizo más gloriosos su pobreza que a
los ricos su poder y señorío. Y cuenta de Epaminondas de Tebas, que llamando a una
unta, y no pudiendo venir porque había lavado su túnica, y no tenía otra que ponerse,
fue grandemente apreciado y tenido en más que a sus príncipes. De lo cual infiere el
santo doctor, que cuando no hubiera ley evangélica y ejemplos de santos, aun en razón
natural y en testimonios naturales era la pobreza de mucha estima y dignidad. Pues
siendo esto así, como sin duda lo es, ¿qué podemos decir sino confesar que esta pobreza
no lo es, sino riqueza grande y verdadera?
II. Es mucho para nuestra confusión que los gentiles que tanto desprecian los bienes
temporales, sin la fe de la eternidad que tenemos nosotros de lo eterno, la cual da tan
gran luz para descubrir la distancia que hay de lo uno a lo otro, que a los que ha
iluminado con algún rayo de desengaño y verdad, les ha hecho no solo despreciar cuanto
estima el mundo, pero abrazar y buscar lo contrario, regocijándose con la pobreza, con la
ignominia, y penitencia, haciendo en esta parte tales extremos, cuales nunca se
imaginaran; de los cuales recogeré aquí algunas historias bien extrañas, y comenzaré con
el de Marcos Alejandro, que encontramos escrita en unos comentarios griegas (Ex. Cod.
MS. Graec. Biblioth. Vide Rader. 2 P. Opusc. sui Virid. c. 3, p. 79). El abad Daniel,
yendo con sus discípulos a Alejandría, vio allí, entre los locos, uno que se llamaba
Marcos y estaba casi desnudo, sino es donde la honestidad pedía otra cosa, el cual daba
luego cuanto le daban a los otros locos, haciendo juntamente muchas tonterías. El abad
prudente advirti
advirtió,
ó, con la discreción
discreción de espíritu
espíritu de que el Señor le había dotado, que
aquella locura era sabiduría celestial, y así al día siguiente se lo encontró en una de las
plazas
plazas públi
públicas, y le fue a detener para habl
hablarl
arle;
e; pero, el loco, se esforzó todo lo que
pudo por soltarse
soltarse y huir
huir de él,
él, la gente, como oyó las voces y vio
vio estar luchando el loco
loco
con un monje, concurrió en gran número, y daban voces al abad Daniel que se cuidase
del loco. A los cuales él respondió: "Vosotros sois los locos, porque yo no he hallado en
toda la ciudad otro más cuerdo y sabio." Llegaron en esto algunos sacerdotes y
eclesiásticos que conocían al abad Daniel, los cuales también le dijeron que cómo se
335
metía con aquel loco. ¿Qué era lo que quería de él? Si lo quieres saber, dijo el monje,
llevadle al Patriarca, y pregúntele quién es. Lo hicieron así, mas preguntando Marcos del
Patriarca quién era, no quiso responder ni hablar una palabra, hasta que se lo mando y
forzó que bajo juramento le declarase quién era y cuáles eran sus intenciones. Entonces,
obligado el loco disimulado a mostrarse sabio, confesó que había sido un pecador grave,
y había vivido una vida deshonesta por quince años, mas que arrepentido de sus
pecados, había resuelto
resuelto llevar a cabo tantos años de penitenci
penitencia,
a, y así se fue a un lugar
ugar
conveniente para el propósito, donde pasó ocho; y por hacerla en mayor austeridad, llegó
a Alejandría, para ser tratado en ella como loco, donde ya había vivido otros ocho años.
Los que estaban presentes no podían contener las lágrimas, y fueron muy edificados por
ver los caminos tan extraordinarios por donde suele llevar el Espíritu de Dios a sus
elegidos. Pero su admiración aumentó mucho más, cuando el próximo día el abad Daniel,
envió a su discípulo para visitar a Marcos, para volverse a la soledad y silencio de su
celda, y le halló muerto, y que ya había dado su alma a su creador: a cuyo entierro
acudieron todos los monjes y sacerdotes de Alejandría, con un increíble número de
personas
provi
providenci delpues
dencia,
a, pueblo,
pueblo, en
alabando
alabando
a quien
qui ha elegi todos
elegido para al
serSeñor por las
despreciado maravill
maravillosas
ado obras
y menospreciado
menospreci de su
en la vida, se
la conservó hasta que pudiese ser honrado en muerte. ¿Quién no ve en este hombre
admirable un alto desprecio y renunciación de estos tres tipos de bienes que el mundo
tanto estima, pues renunció tanto a las riquezas, que ningún trapo tenía para cubrir su
desnudez, despreció tanto las honras, que por ser humillado y escarnecido se metió entre
los locos como uno de ellos? La renunciación de los gustos no fue menor, perseverando
en perpetuo ayuno, quitándose el su comida y dándola a sus compañeros.
Veamos ahora otro suceso de igual fortaleza para el desprecio del mundo, aunque en
sexo de mayor flaqueza. En Tabena, a las orillas del río Nilo (Ex. M.S. Graec. Hist.
Patrum. Pallad c. 42 de S. Pitrium), en un monasterio de trescientas vírgenes
consagradas
todas, y tenidaa por
Dios, había
tonta por entre
todo elellas unala llamada
resto; Isidora,
cual de tal maneraabatida, y despreciada
sustentaba esa opinión,dey
se mostraba distraída, que por eso no dejaba de ejercitar obras de caridad, trabajo y
humillación con los demás, como si fuera esclava de cada uno de ellos. Su empleo era
comúnmente en la cocina, donde lavaba los platos, era la limpiadora del monasterio;
dábanle bofetadas las otras, llamándola tonta, loca y otros nombres semejantes y se los
decían en su cara; mas ella callaba a todo o se reía con mucha simpleza; de lo cual se
aprovechaba para no sentarse con el resto en el refectorio, ni jamás comió otra cosa sino
las sobras de los demás. Aunque era la burla de todas, no la oían hablar palabra en su
defensa, ni dar muestra de sentimiento de cuanto le decían, agraviaban y maltrataban.
Andaba siempre descalza, con la cabeza cubierta con una tela sucia. Al mismo tiempo,
vivía
fama yenbondad,
Porfiritellamado
(Pallad.Pitirum,
C. 42 deal S. Pitir.)
cual se leaquel granun
apareció hombre
ángel ydelepenitencia, y de igual
dijo: "No tienes que
desvanecerte por tantos años de austeridad y observancia de una vida religiosa. Ven y
verás una doncella más santa que tú: ve al convento de las religiosas en Tabena, entre las
que has de encontrar una con una diadema; así llamó el ángel a ese trapo sucio en la
336
cabeza para su mayor desprecio aquella humilde virgen. Añadió el mismo ángel: “Sabe
que esta doncella es mejor que tú; porque todos los días es despreciada por un gran
número de mujeres, escarnecida y maltratada, como si fuera un perro, y, sin embargo, no
permite
permite que sus pensamientos
pensamientos se distrai
distraiggan de Dios
Dios por nada, y tú estando aquí solo,
solo,
suele andar tu pensamiento vagueando por el mundo.” Con esto desapareció el ángel; y
el abad, al mismo tiempo, en cumplimiento de lo ordenado, se dirigió hacia el lugar
señalado, y por ser famoso por su santidad, obtuvo fácilmente licencia para ir al
monasterio; por lo que la abadesa y todas las monjas salieron a disfrutar de la compañía
de tan importante hombre de santidad, y también por recibir la bendición del obispo, que,
con un diácono, le acompañó. El abad no la encontró entre el resto y preguntó si alguna
de las religiosas faltaba; y le respondieron que no; mas replicó: "No es posible, porque no
veo aquella a quien el ángel del Señor me mostró." Entonces le dijeron que solo faltaba
una tonta que estaba en la cocina. El abad ordenó instantáneamente que la trajeran, y
que como ella no quería venir, la trajeron a la fuerza. El abad al instante la reconoció por
el trapo de la cabeza, que el ángel llamó diadema, cayó el abad postrado a sus pies,
diciendo:
Las otras "Madre,
religiosas,te sorprendidas
ruego me bendigas, y con tus
con el suceso, oraciones
dijeron: me encomiendes
"Mirad, a Dios."
padre, qué haces, que
es una tonta, y privada de sus sentidos." A quien les dijo el abad, "ustedes son las locas;
esta mujer es más sabia que ustedes o yo; y me gustaría que en el día del juicio Dios me
halle como ella se hallará." Las monjas atónitas por lo que veían, de rodillas a los pies del
abad, le pedían perdón por las lesiones que habían hecho con esa sierva de Dios,
confesando sus faltas: una, yo me reía de sus vestiduras; otra, le di muchos bofetones;
otra yo le arrojé agua en su cara; otra, le tiré de la nariz; en fin, contaban varios
escarnios, maltratos y burlas más pesadas que le habían hecho. Con lo cual, el abad se
regresó muy consolado, y las religiosas de allí en adelante le dieron tanto respeto como
era debido a sus virtudes. Pero ella, no pudiendo verse tan honrada y estimada, se salió
de aquel monasterio,
despreciada, porque
o al menos sus no estabano
virtudes en tan
clausura, y se fue
conocidas. a otro
¿Quién no lugar,
ve endonde fuese
esta virgen
religiosa, humillado todo el mundo, viviendo tan contenta en pobreza, en humildad y
pacienci
paci encia,
a, teniéndose por dichosa de ser esclava y escarnecida de todas?
Del mismo modo admirable es la historia relatada por San Gregorio Niseno (Nissen. in
vita Thaumaturg.) de un cierto filósofo, llamado Alejandro; el cual, era muy hermoso de
cara y de buena estatura y presencia, pero sabiendo por la luz de la fe, que perfeccionó a
su filosofía, la vanidad de las cosas de este mundo y su peligro, resolvió vivir con todo
desprecio de sí en trabajo y humildad; y para que su bello rostro no fuera ocasión de
pecado para sí o para otros, se fue a la ciudad
ciudad de Comana, y se hizo
hizo un carbonero, con
la esperanza de ser desconocido y olvidado. Allí permaneció mucho tiempo, andando
rotas sus prendas,
tal manera, que eray su rostrocomo
tenido tan negro, que parecía
la persona más vilcomo si fuera un en
y despreciable carbón
toda mismo; de
la ciudad.
Sucedió que vino allí San Gregorio Taumaturgo a darles obispo, por haber fallecido el
que tenían, y presentándole a la gente más noble y erudita para que escogiese de ellos al
que quisiese obispo. Pero el santo les aconsejó que, para una dignidad tan grande como
337
la de obispo, no se guiasen por estos bienes que lucen y resplandecen en el mundo, sino
por la virtud
virtud y la santidad;
santidad; y que, por lo tanto, le presentasen también
también otros menos
ilustres e importantes, aunque fuesen humildes y de baja estima. A lo que algunos, de
una manera burlona, respondieron: "Si a esas personas se ha de proponer para obispos,
vamos a proponer Alejandro el carbonero"; pareciéndoles que no había en la ciudad una
persona más despreciabl
despreciablee que él. El obispo
obispo movido
movido por Dios,
Dios, al oír este nombre, le
mandó a llamar, y le señaló obispo, porque nuestro Señor no permitió que quien tanto se
despreció a sí dejase de ser honrado de todos; y así puso sobre él el candelero de su
iglesia al que estaba encubierto en su bajeza; y fue tan excelente obispo y perfecto
imitador de Cristo, que vino a dar por su santo nombre la vida, juntando a la corona de
su santa vida la aureola del martirio.
No menos maravill
maravilloso fue el despreci
desprecioo del mundo de Simeón
Simeón Salo como lo cuenta
Leoncio y Evagrio (Evagrio, lib. 4, c. 33), el cual viviendo en una gran pobreza y
desprecio, encubría tanto como podía sus ayunos y largas horas de oración, que pasaba
conversando con Dios; y con ese fin, cuando estaba en público, procuraba comportarse
de tal manera que le tuviesen por un tonto y un loco distraído, y sin virtud en absoluto;
por lo que se veía a menudo entrar en tabernas, y cuando, después de grandes ayunos,
tenía hambre comía las cosas más viles; y si alguno se daba cuenta por casualidad de su
manera de vivir, y sospechaba que lo hacía para ocultar sus virtudes, tan pronto tenía el
menor indicio de ello, se iba a otro lugar donde no le conocieren ni estimaren. Sucedió
que en un determinado lugar donde estaba, uno que había cometido un crimen contra
una mujer, que había desflorado, la mujer le echó la culpa a Simeón el tonto (por
encubrir al malhechor). Él no la contradijo, sino llevó por el amor de Cristo, aquella
infamia, hasta que Dios se sirvió de descubrir el padre verdadero de la criatura. Tuvo el
santo varón tanta caridad con la que había levantado el falso testimonio contra él, que,
ella estando en gran necesidad enferma del parto, en secreto le traía comida. Hizo
finalmente,
un tonto pornuestro
ganar elSeñor,
cielo. venerable de todo el mundo, al que se había hecho a sí mismo
Hay muchos también, que, para evitar la reputación de santidad, y el honor que la
gente les da, han hecho cosas extraordinarias, y obraron al parecer humano cosas
indignas. San Juan Clímaco escribe, que oyendo decir al bendito Padre Simeón, que el
gobernador de la provincia venía a visitarlo como hombre famoso por su santidad,
entonces tomó un trozo de pan y queso en la mano, y sentado a la puerta de su celda,
empezó a comer de aquello, como si estuviera sin juicio: con esto lo despreció y no hizo
caso de él. Allí vivía también, en el interior del desierto, un venerable anciano, a quien un
discípulo se le juntó para conocer su santidad y servirle: por la fama de su vida santa, un
hombre vino a él, y, con lágrimas en los ojos, le rogó que fuera a su casa, a orar por su
hijo, que
pero estabadelgravemente
el padre niño dienfermo.
niño se dio prisa y Else ermitaño
o prisa adelantó,separa
adelantó, conformaba concompañía
que él, en ir junto con él,
de sus
vecinos, regresaran y se reuniesen con él, y así lo recibirían con más honor. Tan pronto
como el viejo percibió de lejos la comitiva que venía, entendió lo que era, y
desnudándose se echó a un río y comenzó a bañarse. Mucho se avergonzó su discípulo
338
de esto, y dijo a los que venían a recibirle que se volviesen, porque el viejo había perdido
el juicio. Se fueron ellos y yendo a su maestro, el discípulo le dijo: "Padre, ¿qué es lo que
has hecho? Ten por cierto que cuantos te vieron han dicho que estabas endemoniado. A
lo que respondió el hombre santo, "Está bien, es lo que yo deseaba."
III. Entre los que, han abrazado la pobreza evangélica y desprecio del mundo, muchos
han sido grandes señores, príncipes, reyes y emperadores. Muy famosa en Alemania fue
la hazaña de su príncipe Carlos, que, siendo rico, y muy estimado por sus acciones
gloriosas, tocado con el deseo de las cosas celestiales, dejó todo el reino a su hermano, y
él se fue como pobre a Roma, donde se hizo monje, y habiendo edificado un monasterio
en el monte de San Silvestre, moró allí algún tiempo; pero siendo visitado de los de la
ciudad, que estaba cerca, y le impidiesen su quietud, se fue al Monte Casino, donde fue
recibido por Petronace, el abad, con gran alegría y contento, y así se benefició en el
ejercicio de la humildad, que está escrito en los anales del monasterio, que como el abad
le ordenase para cuidar del rebaño; lo hizo con alegría tan grande aquel oficio tan bajo
como si fuera gobernar un reino como antes; y como una de sus ovejas se quedó coja, la
puso sobre sus hombros, y la trajo hasta la manada sin sin desdeñarse ni extrañarse un rey
de tal oficio. Sabemos también en España, que el rey Wamba, que después de haber
reinado once años, y haber llevado a cabo muchas acciones valientes, y privado a los
piratas
piratas de África
África de doscientas
doscientas naves, y haber preso a P aulo,
aulo, rey que se al
alzó
zó y vino
vino
contra él de Francia, su última acción gloriosa fue encerrarse en un monasterio, donde
vivió siete años con gran respeto de la religión, y murió en el año 674, y fue después, en
976, imitado por Don Bernardo, rey de Castilla. Existen escasas provincias de Europa,
que no haya tenido príncipes que no ha renunciado a su reino temporal para obtener el
eterno; que nos enseña que la verdadera grandeza consiste en humillarnos para Cristo, y
las verdaderas riquezas de ser pobre en espíritu, tanto en la voluntad y acción.
Para no ampliar demasiado el relato de historias de muchos príncipes que han
conocido cómo cambiar sus riquezas temporales por un reino eterno, me contentaré con
relatar el ejemplo de Tomas de Cantipatro (Cantimp. Lib. 2, c. 10, p. 2, Henric.. Gran.
D. 5, Ex. 25), que en su tiempo murió santa Matilde, hija del rey de los escoceses, que
tenía cuatro hermanos. El primero fue un duque, que con el deseo de convertirse en
pobre por amor a Cristo, dejó a su esposa y fortuna, y abandonó su país. El segundo,
segundo, fue
un conde, que también entregó los bienes del mundo haciéndose ermitaño. El tercero fue
un arzobispo, quien, renunció a su obispado, y entró en la orden de los cistercienses. El
cuarto, llamado Alejandro el más joven de todos sus hermanos, de casi dieciséis años de
edad, su padre le había obligado a tomar el gobierno del reino; pero sabiéndolo su
hermana Matilde, que tenía veinte años de edad, ella lo llamó aparte y le habló de esta
manera: "Mi dulce hermano, ¿qué es lo que pensáis hacer, no veis como vuestros
hermanos mayores han dejado el mundo y las cosas de la tierra por ganar el cielo?¿y tú,
por ganar este reino temporal has de perder el que es eterno, y tu propia propia alma? "
Alejandro, con sus ojos hechos una fuente de lágrimas, respondió: "Hermana, ¿qué es lo
que me aconsejáis. Estoy listo para ejecutar tus órdenes sin variar en lo más mínimo las
339
Ya hemos dedado
menosprecio suficientes
las cosas motivosy ypararazones
de este mundo, apartar para producir
nuestros afectosen nosotros
de ellas, un
por ser
en sí mismas viles, transitorias, mutables, pequeñas, y peligrosas, y por lo mucho que
hizo y padeció Cristo nuestro Redentor para que las despreciásemos. Ahora voy a añadir,
para conclui
concluirr esta materia,
materia, que, aunque por sí tuvi
tuvieran
eran al
alggún valor
valor real o estimación
estimación (ya
que no lo tienen), no les debíamos de amar, ya que lo que debemos amar es a Dios, que
es lo que debiera llenarnos completamente y emplear nuestro corazón, que no deje
espacio para cualquier otro cosa fuera de Él; porque así se mandó en la ley antigua,
cuando los hombres no tenían la obligación que tenemos ahora (el Hijo de Dios no había
entonces muerto por nuestra redención), que le amásemos con todo nuestro corazón,
alma y fuerzas; ¿cómo no vamos a amarlo cuando nuestra deuda es mucho mayor, y que
tenemos un conocimiento más allá de su bondad divina? Si, antes le debíamos amar tanto
que no nos quedaba lugar para amar otra cosa, ahora, que le debemos más, ¿cómo
podemos volver
volver nuestros ojos a alg
alguna criatura,
criatura, o poner el corazón en el ellla, cuando un
millón de corazones no son suficientes para nuestro Creador? No hay título alguno por
donde Dios pueda ser amable, por el cual no le debamos mil voluntades, mil amores y
cuanto somos y valemos; pues por todo juntos; ¿qué le deberemos? Considera qué le
debes por sus beneficios, su amor, su bondad, y has de ver, cuántos corazones te faltarán
para amarl
amarle,
e, aunque tuvieras
tuvieras tantos cuantas arenas hay en el mar, o átomos en el aire,
pues ¿cómo uno solo solo que tienes
tienes puedes divi
dividi
dirl
rlee en tantas criaturas?
criaturas? Ten en cuenta
también la multitud y la grandeza de sus bendiciones divinas, y seas para Dios como un
hombre hace con otro; pues si decimos de los beneficios humanos, que los regalos
rompen las rocas, ¿cómo es posible que los beneficios divinos no te muevan tu corazón
de carne? Y si, dijo Salomón, que los que dan dones roban los ánimos de los que los
reciben, ¿cómo es posible que Dios no te robe el alma, que no sólo te da dones, sino que
se dio a sí mismo por don? Considera los beneficios que recibiste en tu creación, porque
recibiste entonces tantos cuantos miembros tienes en tu cuerpo, y potencias en el alma.
Considera los beneficios que recibes en la conservación; porque recibes cuantos hay en el
cielo y en la tierra, los elementos, las estrellas y todo el mundo, que han sido creados
para ti y por tu conservación,
conservación, sin
sin el cual no podrías subsisti
subsistir.
r. Mira
Mira los beneficio
beneficioss que
recibiste de la redención; que fueron tantos cuantos son los males del infierno, pues de
ellos te liberó. Mira los de tu justificación; que son cuantos sacramentos instituyó Cristo,
y los ejemplos que él te ha dejado. Mira que le debes por haberte hecho un cristiano, y
perdonado tantas veces, y dado de nuevo su gracia. Todos estos, y mil mil otros benefici
beneficios
os
están demandado tu amor y pidiéndotelo por mil obligaciones. Pues no sólo estos
benefici
benefi cios
os de Dios,
Dios, sino
sino incluso
incluso los de los hombres, te piden que ames
a mes a Dios;
Dios; porque no
hay beneficio que tú recibas del hombre sino que viene de Dios. Por todas partes estás
obligado a amar a Dios sobre todas las cosas; pues es el quien te hace el bien en todo, y
vale más que todas. ¿Cómo es posible entonces, que desde que él hace todo esto por
341
nosotros, sin embargo, no pensamos qué debemos hacer por él, ni cómo vamos a
expresar nuestro agradecimiento por tales y tan grandes beneficios? David estaba
preocupado con este cui
cuidado,
dado, cuando dijo:
dijo: "¿Qué he de volver
volver al Señor por todo lo que
me ha dado?" Y sin embargo, el Señor no había entonces dado el cuerpo y la sangre de
su Hijo, ni habiendo entonces encarnado ni muerto por él. Desde entonces, ha hecho
todo esto por nosotros, ¿por qué no nos desvela cómo podemos estar agradecidos por
esas misericordias infinitas e inefables? Pero ¿qué podemos volver sino lo que hemos
recibido entregándole nuestras almas, corazones, cuerpos y cuanto somos, mirándonos
como cosa ajena, reconociendo que le debemos más de lo que somos o podemos hacer.
Así no hemos de despreciar nuestro amor colocándolo sobre las criaturas.
Si consideramos el amor infinito que Dios nos tiene, nos encontraremos con que no
nos queda amor para amar otra cosa menos que a él; ni a nosotros mismos. Para conocer
verdaderamente la grandeza de su amor divino, se ha de suponer que el amor verdadero
y perfecto consiste en gran parte en obras, pero es más evidente en la paciencia y el
sufrimiento y en la comunicación de bienes. Mira, cuán grande es su amor, que ha
llevado a cabo tantas maravillosas obras por ti, como fue la de su encarnación y tu
redención, y continúa aún hoy haciéndote mil bienes, y obrando por ti en todas las
criaturas; haciendo que el maíz crezca, que te ha de alimentar, criando la lana que te ha
de vestir, sustentando el sol, que te ha de alumbrar, extrayendo agua de las venas de la
tierra para saciar tu sed: en todas las cosas está obrando por ti. Ten en cuenta cómo le da
el ser a los elementos, la vida a las plantas, a los animales el sentir, el entender a los
ángeles, y en ti obra todo, obrando en ti solo, cuanto obra en los demás grados de la
naturaleza. ¿Cómo entonces es evidente el amor de Dios en sus obras, ya que hace tan
grandes cosas para el bien del hombre, que merece ser abandonado por él y reducido a la
nada? Consideremos, a continuación, el exceso de su amor, en su paciencia, que ha
sufrido este tipo de tormentos y una muerte tan dolorosa por ti, y te ha soportado con
tanta frecuenciatan
encontraremos como le has
grande ofendido.
ejemplo Y si laSipaciencia
de amor? sea unasoportado
un rey hubiese prueba deque
amor,
un ¿dónde
vasallo
le hubiese dado treinta veces de puñaladas, sin dejar por eso de hacerle mil gracias y
sustentarle con grandes ganancias, ¿Quién no estaría sorprendido por tal amor? ¿Quién
no dijera que aquel rey estaba hechizado? ¡Oh bondad y grandeza de Dios, que nos sufre
una y mil veces a volver de nuevo a crucificar a nuestro Redentor, y Rey de la gloria, y
siempre ha callado! He aquí también su amor entregando el padre a su único Hijo, el
Hijo dándonos su cuerpo y sangre, y ambos juntos enviándonos el Espíritu Santo, por el
cual nos hacemos partícipes con la gracia de la naturaleza divina. Mira si se puede
imaginar mayor, más real, o más tierno amor que este que Dios nos tiene, y si amor con
amor se paga, a tal amor ¿Qué amor deberás? A ver si tienes un afecto todavía libre que
puedas
voluntademplear
empl
conear
noentener
otraotra
cosavoluntad
que en tu
queamador y tu
la suya, Dios:
Dios: págal
págale
y responder aesueste ex
exceso
amor ceso
con de
un buena
amor
como el suyo, de obras y paciencia. Nuestro Señor no se contenta sólo con que le
amemos con la lengua, pero reprende a los que claman a él, "Señor, Señor", y no hacen
lo que él manda; porque aun las palabras que son buenas por falta de obras se condenan
342
por fing
fingiidas. Amémoslo en serio;
serio; sufri
sufriendo
endo mucho por su amor y comunicándol
comunicándolee todo
cuanto tenemos. No pensemos que el amor te ha de salir barato; sino que ha de ser a
costa de todos tus bienes. Si amamos a nuestro Dios de verdad, que tanto nos ha amado,
debemos tomar la resolución de perder honores, riqueza para servir y agradar a quien
amas.
Sobre todo, si tenemos en cuenta que él es Dios, quien es infinitamente hermoso,
bueno, sabio, poderoso, eterno, inmenso e inmutable,
nmutable, no hay corazón posible,
posible, que pueda
igualar a amarle, por lo que merece un solo de sus atributos divinos. ¿Qué merecerá toda
su infinidad, que contiene eminentemente todas las bellezas y perfecciones de las
criaturas que hay y son imaginables? Porque todas no son sino como una gota en un
inmenso océano; todas dependen de Dios, que les comunica sus bellezas y perfecciones a
las criaturas, que permanece en ellas con mayores ventajas; y de tal suerte las distribuye,
que no las aparta de sí, pero las une a todas en una simple perfección; como de la fuente
de donde todas procedieron, y así están en él con más infinita hermosura y exceso. Y si
los hombres (como dice el sabio), admirando la belleza de todas las criaturas, ellos las
tuvieran por dios, entiendan por aquí cuanto más hermoso es el Señor de todas ellas,
pues el que las hizo
hizo es el autor y el padre de la misma
misma hermosura; y si se admiran
admiran de la
fuerza y la virtud que tienen para obrar, sepan que el que las hizo es más poderoso que
ellas; porque de la belleza y grandeza de lo creado, puede el entendimiento conocer la del
Creador, y por lo tanto recoger, que si el efecto es bueno, la causa debe ser así; porque
nadie da lo que no tiene. Y así quien hizo las cosas tan hermosas y tan buenas, no puede
dejar de ser más bello y más excelentemente y sobremanera bueno; y aunque juntare la
imaginación en una sola pieza todo lo bueno y toda la perfección de las criaturas posibles
o imaginables, sin embargo, Dios es infinitamente más perfecto y más hermoso que eso.
De ahí se sigue que como Dios es infinitamente perfecto y hermoso, por lo que ha de
ser infinitamente amable; y si es infinitamente amable, hemos de amarlo con un amor
infinito; de manera que si la capacidad de nuestro corazón fuera infinita, toda la
debíamos emplear en amarlo. ¿Cómo podemos entonces, ya que nuestro corazón es
limitado y el objeto infinito, quitar parte de él por ponerlo en las cosas de esta vida?
Además, tal es la amabilidad de Dios, que ni a nosotros mismos nos hemos de acordar de
amarnoss por amarle a él? Y si a nosotros no debemos ama
amarno amar,
r, ¿cómo nos di
divertimos
vertimos para
amar otra cosa? ¡Oh Dios infinito!, ¿cómo me gozo de que seáis tan bueno, tan perfecto,
tan hermoso, principio de todo bien, la hermosura y la perfección, y que no sólo deba
retirar mi amor y afecto de todas las otras criaturas, sino incluso de mí mismo, por
ponerloo totalmente en ti, de quien
ponerl quien todo mi ser, y perfección desci
desciende,
ende, como de los rayos
del sol, o el agua de la fuente! Porque así como la conservación de los rayos, según un
doctor místico, depende más del sol que de ellos, y la conservación del arroyo depende
más de la fuente
enteramente de Dios,que
quedees sí mismo;y manantial
la fuente de tal manera,
del ser el bien
y de tododello bueno.
hombreDedepende
donde
se sigue que el hombre, cuando se apoya en sí mismo, esté seguro de caer, y cuando se
ama a sí mismo, se pierde a sí mismo; pero huyendo de sí y aborreciéndose a sí, viene a
ganarse; de acuerdo con lo que está escrito en el Santo Evangelio: "El que ama su vida, la
343
344
aguas y caudalosos ríos de tribulación, no sea más que como rocío que cae en la fragua,
que se le sorbe la llama y se consume, y se aviva más con él; esté tan sobre sí y sobre
todas las cosas, que si le ofreciere el mundo todos sus haberes para despojarle del amor,
lo ponga todo debajo de los pies, y lo desprecie como si no fuera nada.
A esta caridad pertenece acomodarse con la pobreza, y admitir sin enojo el hambre, la
desnudez, el frío y el calor, que, son las compañeras que andan con ella: sufrir injurias
dócilmente; soportar la enfermedad y dolencias con paciencia; no desmayar en las
persecuciones;
persecuci ones; soportar las tentaciones con longongani
animi
midad;
dad; soportar las cargas de nuestros
vecinos alegremente, no indignarse con sus descuidos ni dejarse vencer de sus
desagradecimientos; en la sequedad espiritual no dejar nuestras devociones ordinarias, y
en los consuelos y placeres no descuidar nuestras obligaciones. Por último, podemos
decir con San Pablo (Rm. 9, 35): "¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿la
tribulación? ¿la angustia? ¿el hambre? ¿la desnudez? ¿el peligro? ¿la persecución? ¿la
espada? Estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni
las potestades, ni lo presente, ni lo fututo, ni ejército, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna
otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es Cristo Jesús nuestro Señor."
FIN
345
Índice
LIBRO PRIMERO 7
CAPÍTUL
TULO I. L Laa ignorancia que hay de los bbiienes verdaderos 7
CAP
CA PÍTUL
TULO IIII. Cu
Cuánán ef
efiicaz
caz con
consi sidder
erac
aciión sea
sea la
la ddee llaa eetter
ernnida
dadd 10
CAPÍTU
CAPÍ TULLO IIIII. L
Laa m
mem
emororia
ia ddee la et
etern
ernida
idadd es de su
suyoyo m másás efi
eficaz
caz.. 13
CAPÍTULO IV. Del estado de los hombres en esta vida. 16
CAPÍTULO V. Qué será la eternidad, según San Gregorio
20
Naciancenoo
Naciancen
CAPÍTULO VI. Que será la eternidad, conforme a Boecio y
23
Plotino.
CAPÍTULO VII. Declarase qué es la eternidad, conforme a San 26
Bernardo.
CAPÍTULO VIII. Qué es en la eternidad no tener fin. 31
CAPÍTULO IX. Cómo es la eternidad sin cambio. 38
CAPÍTULO X. Como es la eternidad sin comparación. 41
CAPÍTU
CAP ÍTULLO XXII. Qué cosa sea el ti tiem
empo
po,, según
según Arist
Aristót ótel
eleses y ootr
tros
os 45
CAPÍTULO XII. Cuan breve es la vida. 49
CAPÍTULO XIII. Qué es el tiempo, según San Agustín. 54
CAPÍTULO XIV. El tiempo es la ocasión de la eternidad. 58
CAPÍTULO XV. Qué es el tiempo, según Platón y Plotino 64
LIBRO SEGUNDO. 67
CAPÍTULO I. DEL FIN DE LA VIDA TEMPORAL. 67
CAPÍTU
CAPÍ TUL LO IIII. Co
Conndi
dici
cion
ones
es not notab
able
less de
dell ffin
in de la vi
vida
da tem
tempo pora
ral.
l. 77
CAPÍTULO III. De ese momento el cual es el medio entre el tiempo
88
y la eternidad,
CAP
CA PÍTUL
TULO IIV V. P
Poor qquué eell ffiinal de llaa vviida tem
tempporal es ter
errrible. 91
CAPÍTULO V. Cómo Dios, aun en esta vida, emite un juicio muy 106
riguroso.
CAPÍTULO VI. Del fin de los tiempos. 110
346
347