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Arquidiócesis de Santo Domingo

Hogar de Ancianos San Francisco de Asís

BENDICIÓN DE LA CAPILLA
NUESTRA SEÑORA DE LOS DESAMPARADOS
PRESIDIDA POR SU EXCELENCIA REVERENDÍSIMA
† FRANCISCO OZORIA ACOSTA
ARZARZOBISPO METROPOLITANO DE SANTO DOMINGO
PRIMADO DE AMÉRICA

Domingo 22 de noviembre de 2020


Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo
2
RITOS INICIALES
Estando reunido el pueblo, mientras se entona el canto de entrada, el Arzobispo y los
presbíteros concelebrantes, los diáconos y ministros, revestidos con sus respectivas
vestiduras litúrgicas, salen de la sacristía, precedidos por el crucífero, y se dirigen hacia
el presbiterio por la nave de la iglesia. Cuando la procesión llega al presbiterio, el
Arzobispo, sin besar ni incensar el altar, va directamente a la sede; los demás a sus
puestos respectivos.

Terminado el canto, el Arzobispo, dejando el báculo, se quita la mitra e inicia desde allí
con la señal de la Cruz:

X En el nombre del Padre, y del Hijo,


y del Espíritu Santo.
El pueblo responde:

Amén.
Luego, el Arzobispo con las manos extendidas saluda al pueblo con la siguiente fórmula:

La gracia y la paz estén con todos ustedes,


en la santa Iglesia de Dios.
El pueblo responde:

Y con tu espíritu.

BENDICIÓN Y ASPERSIÓN DEL AGUA


Luego, el Arzobispo bendice el agua para rociar al pueblo en señal de penitencia y en
recuerdo del bautismo, y para purificar los muros de la nueva iglesia u oratorio. Los
ministros llevan el agua al Arzobispo, que está de pie en la sede. El Arzobispo invita a
todos a orar con estas palabras u otras parecidas:

Queridos hermanos,
llenos de alegría nos hemos reunido en este lugar,
en esta solemnidad de Cristo Rey del Universo,
para ofrecer a Dios una nueva capilla;
supliquémosle, pues, que nos asista con su gracia
3
y bendiga con su poder esta agua, creatura suya,
con la cual seremos rociados,
en señal de penitencia y en recuerdo del bautismo,
y con la cual se purificarán los muros de esta nueva capilla.
Pero, ante todo, tengamos conciencia clara
de que cuantos nos reunimos
en la unidad de la fe y del amor formamos la Iglesia viva,
colocada en el mundo
como signo y testimonio del amor
que Dios tiene para todos los hombres.
Y todos oran, por unos instantes, en silencio. Luego, el Arzobispo continúa:

Dios, Padre nuestro, fuente de luz y de vida,


que tanto amas a los hombres
que no sólo los alimentas con solicitud paternal,
sino que los purificas del pecado
con el rocío de la caridad
y los guías constantemente hacia Cristo, su Cabeza;
y así has querido, en tu designio misericordioso,
que los pecadores,
al sumergirse en el baño bautismal,
mueran con Cristo y resuciten inocentes,
sean hechos miembros suyos
y coherederos del premio eterno;
santifica con tu bendición X esta agua,
creatura tuya,
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para que, rociada sobre nosotros,
y sobre los muros de esta capilla,
sea señal del bautismo,
por el cual, lavados en Cristo,
llegamos a ser templos de tu Espíritu;
concédenos a nosotros
y a cuantos en esta capilla
celebrarán los divinos misterios
llegar a la celestial Jerusalén.
Por Jesucristo nuestro Señor.
A.: Amén
El Arzobispo, acompañado por los diáconos, rocía con agua bendita al pueblo y los
muros de la iglesia, pasando por la nave central de la misma; de regreso al presbiterio,
rocía el altar. Mientras tanto, se canta algún canto apropiado. Después de la aspersión, el
Arzobispo regresa a la sede, y terminado el canto, dice con las manos juntas:

Dios, Padre de misericordia,


esté presente en esta casa de oración
y, con la gracia del Espíritu Santo,
purifique a quienes somos templo vivo
para su gloria.
A.: Amén
Se canta el himno Gloria a Dios en el cielo.

GLORIA a Dios en el cielo,


y en la tierra paz a los hombres
que ama el Señor.
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Por tu inmensa gloria
te alabamos,
te bendecimos,
te adoramos,
te glorificamos,
te damos gracias,
Señor Dios, Rey celestial,
Dios Padre todopoderoso.

Señor, Hijo único, Jesucristo,


Señor Dios, Cordero de Dios,
Hijo del Padre;
tú que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros,
tú que quitas el pecado del mundo,
atiende nuestra súplica;
tú que estás sentado a la derecha del Padre,
ten piedad de nosotros;
porque sólo tú eres Santo,
sólo tú Señor,
sólo tú Altísimo, Jesucristo,
con el Espíritu Santo
en la gloria de Dios Padre. Amén.

6
ORACIÓN COLECTA
Oremos.

D
IOS todopoderoso y eterno,
que quisiste recapitular todas las cosas
en tu Hijo muy amado, Rey del Universo,
haz que la creación entera,
liberada de la esclavitud,
sirva a tu majestad y te glorifique sin fin.
Él, que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo
y es Dios por los siglos de los siglos.
A.: Amén.

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PRIMERA LECTURA
Ezequiel 34, 11-13. 15-17
A ustedes, mi rebaño, yo voy a juzgar entre oveja y oveja

Lectura de la profecía de Ezequiel

E STO dice el Señor Dios:


«Yo mismo buscaré mi rebaño y lo cuidaré. Como
cuida un pastor de su grey dispersa, así cuidaré yo
de mi rebaño y lo libraré, sacándolo de los lugares por
donde se había dispersado un día de oscuros
nubarrones. Yo mismo apacentaré mis ovejas y las haré
reposar —oráculo del Señor Dios—.
Buscaré la oveja perdida, recogeré a la descarriada;
vendaré a las heridas; fortaleceré a la enferma; pero a la
que está fuerte y robusta la guardaré: la apacentaré con
justicia».
En cuanto a ustedes, mi rebaño, esto dice el Señor
Dios: «Yo voy a juzgar entre oveja y oveja, entre carnero
y macho cabrío».

Palabra de Dios.

8
SALMO RESPONSORIAL
Salmo 22, 1-3A. 3B-4. 5. 6 (:1)

R. El Señor es mi pastor, nada me falta.


El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar

R. El Señor es mi pastor, nada me falta.


Me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas;
me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
R. El Señor es mi pastor, nada me falta.
Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa.

R. El Señor es mi pastor, nada me falta.

Tu bondad y tu misericordia me acompañan


todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término.

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SEGUNDA LECTURA
1 Corintios 15, 20-26a. 28
Entregará el reino a Dios Padre, y así Dios será todo en todos

Lectura de la primera carta del apóstol san


Pablo a los Corintios

H ERMANOS:
Cristo ha resucitado de entre los muertos y es primicia
de los que han muerto.
Si por un hombre vino la muerte, por un hombre vino la
resurrección. Pues lo mismo que en Adán mueren todos, así
en Cristo todos serán vivificados.
Pero cada uno en su puesto: primero Cristo, como primicia;
después todos los que son de Cristo, en su venida; después
el final, cuando Cristo entregue el reino a Dios Padre,
cuando haya aniquilado todo principado, poder y fuerza.
Pues Cristo tiene que reinar hasta que ponga a todos sus
enemigos bajo sus pies. El último enemigo en ser destruido
será la muerte.
Cuando le haya sometido todo, entonces también el mismo
Hijo se someterá al que se lo había sometido todo.
Así Dios será todo en todos.

Palabra de Dios.

ALELUYA
Mc 11, 9B-10A
¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
¡Bendito el reino que llega, el de nuestro padre David!

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SANTO EVANGELIO
Mateo 25, 31-46
Se sentará en el trono de su gloria y separará a unos de otros

X Lectura del santo Evangelio según san Mateo

E n aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:


«Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos
los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria y
serán reunidas ante él todas las naciones.
Él separará a unos de otros, como un pastor separa las
ovejas de las cabras.
Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su
izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha:
“Vengan ustedes, benditos de mi Padre; hereden el reino
preparado para ustedes desde la creación del mundo.
Porque tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me
dieron de beber, fui forastero y me hospedaron estuve
desnudo y me vistieron, enfermo y me visitaron, en la cárcel
y vinieron a verme”.
Entonces los justos le contestarán:
“Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o
con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y
te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te
vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?”.
Y el rey les dirá:
“En verdad les digo que cada vez que lo hicieron con uno
de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo
hicieron”.
Entonces dirá a los de su izquierda:
“Apártense de mí, malditos, vayan al fuego eterno
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preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre
y no me dieron de comer, tuve sed y no me dieron de beber,
fui forastero y no me hospedaron, estuve desnudo y no me
vistieron, enfermo y en la cárcel y no me visitaron”.
Entonces también estos contestarán:
“Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero
o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?”.
Él les replicará: “En verdad les digo: lo que no hicieron con
uno de estos, los más pequeños, tampoco lo hicieron
conmigo”.
Y estos irán al castigo eterno y los justos a la vida eterna».

Palabra del Señor.


Después del Evangelio, el Arzobispo hace la homilía, en la que explica las
lecturas bíblicas y el sentido del rito. Terminada la homilía, se dice el Credo.

C reo en un solo Dios Padre todopoderoso,


Creador del cielo y de la tierra,
de todo lo visible y lo invisible.

C reo en un solo Señor, Jesucristo,


Hijo único de Dios,
nacido del Padre antes de todos los siglos:
Dios de Dios, Luz de Luz,
Dios verdadero de Dios verdadero,
engendrado, no creado,
de la misma naturaleza del Padre,
por quien todo fue hecho;
que por nosotros, los hombres,
y por nuestra salvación bajó del cielo,

12
Todos se inclinan en las siguientes palabras:
y por obra del Espíritu Santo
se encarnó de María, la Virgen,
y se hizo hombre;
Se reincorporan.
y por nuestra causa fue crucificado
en tiempos de Poncio Pilato;
padeció y fue sepultado,
y resucitó al tercer día, según las Escrituras,
y subió al cielo,
y está sentado a la derecha del Padre;
y de nuevo vendrá con gloria
para juzgar a vivos y muertos,
y su reino no tendrá fin.

C reo en el Espíritu Santo,


Señor y dador de vida,
que procede del Padre y del Hijo,
que con él Padre y el Hijo
recibe una misma adoración y gloria,
y que habló por los profetas.
Creo en la Iglesia,
que es una, santa, católica y apostólica.
Confieso que hay un solo bautismo
para el perdón de los pecados.
Espero la resurrección de los muertos
y la vida del mundo futuro. Amén.

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Después se hace la oración de los fieles. El Arzobispo invita al pueblo a orar,
con estas palabras:

Oremos, queridos hermanos, a Dios Padre


todopoderoso, quien de los corazones de los fieles ha
hecho para sí templos espirituales, y elevemos
nuestras súplicas, diciendo:

R. ESCUCHA SEÑOR LA ORACIÓN DE TU IGLESIA

Por la santa Iglesia, templo de Dios: para que unida a


Cristo, Rey de paz, exprese a la luz del Evangelio la
justicia nueva que él ha promulgado desde la cruz.
Oremos

Por el papa Francisco, nuestro arzobispo Francisco, y


todos los pastores del pueblo de Dios: para que
imiten a Jesús, que no vino a ser servido, sino a servir.
Oremos

Por las hermanas religiosas y todos los que trabajan en


este hogar de ancianos, encarnando en sus vidas las
obras de misericordia: para que imitando su entrega y
reconociendo en todo ser humano la presencia del
Hijo de Dios, podamos entrar en su presencia en el
día que vendrá a juzgar al mundo. Oremos

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Por todos los ancianos, y en especial por aquellos
cercanos a la muerte: para que, iluminados y
sostenidos por la esperanza inmortal recibida como
don del Bautismo, se abran, por intercesión de
Nuestra Señora de los Desamparados, a la
contemplación del rostro de Cristo. Oremos

Por nosotros y todos aquellos que llevan en su alma el


signo de la contradicción y del pecado: para que no
dudemos en ponernos bajo el señorío de Cristo,
exigente, pero liberante. Oremos.
El Arzobispo concluye con la siguiente fórmula:

Te pedimos, Señor
que aceptes nuestras súplicas,
para que este lugar
sea casa de salvación y de gracia,
donde el pueblo cristiano,
reunido en la unidad,
te adore con espíritu y verdad
y se construya en el amor.
Por Jesucristo nuestro Señor.

A.: Amén.

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BENDICIÓN DEL ALTAR
Todos permanecen de pie. Inmediatamente el Arzobispo se acerca a
bendecir el altar. De pie, sin mitra, se dirige a los fieles con estas u otras
palabras parecidas:

Queridos hermanos,
nuestra comunidad se ha reunido, llena de alegría,
para la bendición de este altar.
Asistamos a este rito con la máxima atención
y pidamos a Dios que mire con agrado
la oblación de la Iglesia,
que será colocada encima de este altar,
y que haga de su pueblo
una ofrenda permanente para gloria suya.
Y todos oran, por unos instantes, en silencio. Luego, el Arzobispo, con las
manos extendidas, dice en voz alta:

B endito seas, Señor, Dios del universo,


que aceptaste el sacrificio de tu Hijo,
en el altar de la cruz,
para la redención del género humano,
y congregas a tu pueblo, con amor de Padre,
en torno a la mesa del Señor,
para celebrar su memorial.
Mira, benigno, Padre santo, este altar,
que hemos preparado para celebrar tus misterios:
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que sea el centro de nuestra alabanza
y de nuestra acción de gracias;
el ara donde ofrezcamos sacramentalmente
el sacrificio de Cristo;
la mesa en que partamos el pan de vida
y bebamos el cáliz de la unidad;
la fuente que vierta sobre nosotros
la gracia perenne de salvación;
para que, acercándonos a Cristo, piedra viva,
crezcamos en él, hasta formar un templo santo,
y ofrezcamos, sobre el altar de nuestro corazón,
el sacrificio de una vida sin mancha,
sacrificio grato y aceptable
para alabanza de tu gloria.

Todos responden:
Bendito seas por siempre, Señor.
Entonces, el Arzobispo echa incienso en el incensario e inciensa el altar.
Luego, vuelve a la sede, toma la mitra, es incensado y se sienta. El diácono,
o un concelebrante, pasando por la iglesia, inciensa al pueblo y la nave de la
iglesia.
Mientras tanto, se canta un canto adecuado.

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LITURGIA EUCARÍSTICA
Algunos fieles de la comunidad cubren el altar con el mantel, y lo adornan,
según sea oportuno, con flores. Colocan adecuadamente los candelabros
con los cirios, y se trae la cruz que va sobre o junto al altar, de ser el caso. El
diácono se acerca al altar y enciende los cirios.

Una vez preparado el altar, algunos fieles traen el pan, el vino y el agua para
la Eucaristía. El Arzobispo los recibe en la sede. Mientras se llevan estos, son
retirados al altar por los diáconos quienes preparan los dones. Un diácono
echa un poco de agua en el cáliz, diciendo en secreto:

Por el misterio de esta agua y este vino, haz que


compartamos la divinidad de quien se ha dignado participar
de nuestra humanidad.
Cuando todo está listo, el Arzobispo va al altar, deja la mitra y lo besa. Toma
la patena con el pan y, manteniéndola un poco elevada sobre el altar, dice
en secreto:
Bendito seas, Señor, Dios del universo,
por este pan,
fruto de la tierra y del trabajo del hombre,
que recibimos de tu generosidad
y ahora te presentamos;
él será para nosotros pan de vida.

Después deja la patena con el pan sobre el corporal. Toma el cáliz y,


manteniéndolo un poco elevado sobre el altar, dice en secreto:
Bendito seas, Señor, Dios del universo,
por este vino,
fruto de la vid y del trabajo del hombre,
que recibimos de tu generosidad
y ahora te presentamos;
él será para nosotros bebida de salvación.

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Después deja el cáliz sobre el corporal.

A continuación el Arzobispo, inclinado, dice en secreto:


Acepta, Señor, nuestro corazón contrito
y nuestro espíritu humilde;
que éste sea hoy nuestro sacrificio
y que sea agradable en tu presencia,
Señor Dios nuestro.

No se inciensan los dones ni el altar.

Luego el Arzobispo, de pie a un lado del altar, se lava las manos, diciendo en
secreto:
Lava del todo mi delito, Señor,
limpia mi pecado.

Después, de pie en el centro del altar, de cara al pueblo, extendiendo y


juntando las manos, dice:

Oren, hermanos,
para que este sacrificio,
mío y de ustedes,
sea agradable a Dios,
Padre todopoderoso.

El pueblo responde:
El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza
y gloria de su nombre, para nuestro bien y el de toda su
santa Iglesia.

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ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

A
L ofrecerte, Señor,
el sacrificio de la reconciliación humana,
pedimos humildemente que tu Hijo
conceda a todos los pueblos
los dones de la paz y de la unidad.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

A.: Amén.

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PLEGARIA EUCARÍSTICA III
PREFACIO
JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO

V. El Señor esté con ustedes


R. Y con tu Espíritu

V. Levantemos el corazón
R. Lo tenemos levantado hacia el Señor

V. Demos gracias al Señor nuestro Dios


R. Es justo y necesario

El Arzobispo continúa:

E
N verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias
siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno.

Porque consagraste Sacerdote eterno


y Rey del Universo
a tu Hijo unigénito, nuestro Señor Jesucristo,
ungiéndolo con óleo de alegría,
para que, ofreciéndose a sí mismo,
como víctima perfecta y pacificadora
en el altar de la cruz,
consumara el misterio de la redención humana
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y, sometiendo a su poder la creación entera,
entregara a tu majestad infinita
un reino eterno y universal:
el reino de la verdad y la vida,
el reino de la santidad y la gracia,
el reino de la justicia, el amor y la paz.

Por eso, con los ángeles y arcángeles,


tronos y dominaciones,
y con todos los coros celestiales,
cantamos sin cesar el himno de tu gloria:
Santo, Santo, Santo es el Señor…
El Arzobispo, con las manos extendidas, dice:

S
anto eres en verdad, Padre,
y con razón te alaban
todas tus criaturas,
ya que por Jesucristo,
tu Hijo, Señor nuestro,
con la fuerza del Espíritu Santo,
das vida y santificas todo,
y congregas a tu pueblo sin cesar,
para que ofrezca en tu honor
un sacrificio sin mancha
desde donde sale el sol hasta el ocaso.

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Junta las manos y, manteniéndolas extendidas sobre las ofrendas, dice:

P or eso, Padre, te suplicamos


que santifiques por el mismo Espíritu
estos dones que hemos separado para ti,
Junta las manos y traza el signo de la cruz sobre el pan y el cáliz
conjuntamente, diciendo:

de manera que se conviertan


en el Cuerpo y X la Sangre de Jesucristo,
Hijo tuyo y Señor nuestro,
Junta las manos.
que nos mandó celebrar estos misterios.
En las fórmulas que siguen, las palabras del Señor han de pronunciarse con
claridad, como lo requiere la naturaleza de éstas.

P orque él mismo,
la noche en que iba a ser entregado,
Toma el pan y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:
Tomó pan, y dando gracias te bendijo,
lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo:
Se inclina un poco.

T OMEN Y COMAN TODOS DE ÉL,


PORQUE ESTO ES MI CUERPO,
QUE SERÁ ENTREGADO POR USTEDES.
Muestra el pan consagrado al pueblo, lo deposita luego sobre la patena y lo
adora haciendo genuflexión. Después prosigue:

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Del mismo modo, acabada la cena,
Toma el cáliz y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:
Tomó el cáliz,
dando gracias te bendijo,
y lo pasó a sus discípulos, diciendo:
Se inclina un poco.

T OMEN Y BEBAN TODOS DE ÉL,


PORQUE ÉSTE ES EL CÁLIZ DE MI SANGRE,
SANGRE DE LA ALIANZA NUEVA Y ETERNA,
QUE SERÁ DERRAMADA POR USTEDES
Y POR MUCHOS
PARA EL PERDÓN DE LOS PECADOS.
HAGAN ESTO EN CONMEMORACIÓN MÍA.
Muestra el cáliz al pueblo, lo deposita luego sobre el corporal y lo adora
haciendo genuflexión. Luego dice:
Este es el sacramento de nuestra fe.
Y el pueblo prosigue, aclamando:
Anunciamos tu muerte,
proclamamos tu resurrección,
¡Ven Señor Jesús!.

Después el Arzobispo, con las manos extendidas, dice:

A sí, pues, Padre,


al celebrar ahora el memorial
de la pasión salvadora de tu Hijo,
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de su admirable resurrección y ascensión al cielo,
mientras esperamos su venida gloriosa,
te ofrecemos, en esta acción de gracias,
el sacrificio vivo y santo.

Dirige tu mirada sobre la ofrenda de tu Iglesia,


y reconoce en ella la Víctima
por cuya inmolación quisiste devolvernos tu amistad,
para que, fortalecidos
con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo
y llenos de su Espíritu Santo,
formemos en Cristo un solo cuerpo y un solo espíritu.

Q ue él nos transforme
en ofrenda permanente,
para que gocemos de tu heredad
Conce-
lebrante
primero

junto con tus elegidos:


con María, la Virgen Madre de Dios,
su esposo san José,
los apóstoles y los mártires,
San Francisco de Asís
y todos los santos,
por cuya intercesión
confiamos obtener siempre tu ayuda.

25
T
e pedimos, Padre, Conce-
lebrante
que esta Víctima de reconciliación segundo
traiga la paz y la salvación al mundo entero.
Confirma en la fe y en la caridad
a tu Iglesia peregrina en la tierra:
a tu servidor el Papa Francisco,
a nuestro obispo Francisco,
a sus obispos auxiliares,
al orden episcopal,
a los presbíteros y diáconos,
y a todo el pueblo redimido por ti.
Atiende los deseos y súplicas de esta familia
que has congregado en tu presencia.
Reúne en torno a ti, Padre misericordioso,
a todos tus hijos dispersos por el mundo.
† A nuestros hermanos difuntos
y a cuantos murieron en tu amistad
recíbelos en tu reino,
donde esperamos gozar todos juntos
de la plenitud eterna de tu gloria,
Junta las manos.
por Cristo, Señor nuestro,
por quien concedes al mundo
todos los bienes.

26
El Arzobispo toma la patena, con el pan consagrado, y el diácono toma el
cáliz. Cada uno sosteniéndolo elevado. Todos los concelebrantes dicen junto
al que preside:

P
OR Cristo, con él y en él,
a ti, Dios Padre omnipotente,
en la unidad del Espíritu Santo,
todo honor y toda gloria
por los siglos de los siglos.
El pueblo aclama: Amén.

27
28
El Arzobispo dice:
Fieles a la recomendación del Salvador
y siguiendo su divina enseñanza,
nos atrevemos a decir:
Padre nuestro que estás en el cielo, 

santificado sea tu Nombre;

venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día;

perdona nuestras ofensas,

como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden;

no nos dejes caer en la tentación,

y líbranos del mal.

El Arzobispo continúa:
Líbranos de todos los males, Señor,
y concédenos la paz en nuestros días,
para que, ayudados por tu misericordia,
vivamos siempre libre de pecado
y protegidos de toda perturbación,
mientras esperamos la gloriosa venida
de nuestro Salvador Jesucristo.

El pueblo responde:
Tuyo es el reino,
tuyo el poder y la gloria por siempre Señor.

29
El Arzobispo dice:
Señor Jesucristo que dijiste a tus apóstoles:
«La paz les dejo mi paz les doy»,
no tengas en cuenta nuestros pecados,
sino la fe de tu Iglesia
y conforme a tu palabra, concédele la paz y la unidad.
Junta las manos.
Tú que vives y reinas
por los siglos de los siglos.

El pueblo responde:
Amén.
El Arzobispo dice:
La Paz del Señor esté siempre con ustedes.
El pueblo responde:
Y con tu Espíritu.
El diácono o uno de los concelebrantes:
Pueden darse un signo de paz.
Todos se dan la paz. Luego el Arzobispo toma el pan consagrado, lo parte
sobre la patena, y deja caer una parte del mismo en el cáliz, diciendo en
secreto:
El cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo,
unidos en este cáliz, sean para nosotros alimento de
vida eterna.
Mientras tanto, se canta el Cordero de Dios

30
A continuación el Arzobispo, con las manos juntas, dice en secreto la oración
siguiente:
Señor Jesucristo, Hijo de Dios vivo,
que por voluntad del Padre,
cooperando el Espíritu Santo,
diste con tu muerte la vida al mundo,
líbrame, por la recepción
de tu Cuerpo y de tu Sangre,
de todas mis culpas y de todo mal.
Concédeme cumplir siempre
tus mandamientos
y jamás permitas que me separe de ti.
Los diáconos reparten el Cuerpo del Señor entre los demás concelebrantes.
El Arzobispo hace genuflexión, toma el pan consagrado y, sosteniéndolo un
poco elevado sobre la patena, lo muestra al pueblo, diciendo:

Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del


mundo. Dichosos los invitados a la cena del Señor.
Y juntamente con el pueblo, añade:

Señor, no soy digno de que entres en mi casa,


pero una palabra tuya bastará para sanarme.
El Arzobispo dice en secreto:
El Cuerpo de Cristo
me guarde para la vida eterna.
Y comulga reverentemente el Cuerpo de Cristo junto a los demás
concelebrantes. Después toma el cáliz y dice en secreto:
La Sangre de Cristo
me guarde para la vida eterna.

31
Y bebe reverentemente la Sangre de Cristo. Luego lo hacen los
demás concelebrantes. Después se acerca con la patena o la píxide
a quienes quieren comulgar y les da la comunión.

INAUGURACIÓN DE LA CAPILLA DEL


SANTÍSIMO SACRAMENTO
Conviene hacer la inauguración de la capilla de la reserva de la santísima
eucaristía de la siguiente manera: Después de la comunión, se deja sobre la
mesa del altar el copón con el santísimo sacramento. El Arzobispo va a la
sede y todos oran por unos instantes. Luego dice la oración después de la
comunión:

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN


Oremos.
Después de recibir el alimento de la inmortalidad,
te pedimos, Señor,
que, quienes nos gloriamos de obedecer
los mandatos de Cristo, Rey del Universo,
podamos vivir eternamente con él
en el reino del cielo.
Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.

A.: Amén.

32
Luego el Arzobispo va al altar e inciensa de rodillas el Santísimo Sacramento,
y tomando el velo humeral, recibe el copón en sus manos. Se puede hacer
un canto apropiado durante este momento.

El Arzobispo deposita en el sagrario el copón y dejando la puerta abierta,


impone incienso e inciensa arrodillado al santísimo sacramento. Después de
un momento de oración, el diácono cierra la puerta del sagrario, y se
enciende la lámpara que arderá continuamente delante del santísimo
sacramento.

Luego, desde la sede, el Arzobispo imparte la bendición solemne:

BENDICIÓN SOLEMNE
Arzobispo: El Señor esté con ustedes
A.: Y con tu espíritu.

Arzobispo: El Dios, Señor del cielo y de la tierra,


que ha querido congregarlos hoy
para la bendición de esta capilla
los enriquezca con sus bendiciones.
A.: Amén.

Arzobispo: Él, que quiso reunir en Cristo


a todos los hijos dispersos,
haga de ustedes templos suyos
y morada del Espíritu Santo.
A.: Amén.

33
Arzobispo: Para que así,
purificados de toda mancha,
gocen de Dios, que viene a ustedes
y en ustedes hace morada,
y alcancen un día,
con todos los santos,
la heredad del reino eterno.
A.: Amén.

Arzobispo: Y la bendición de Dios todopoderoso,


Padre, X Hijo, X y Espíritu XSanto,
descienda sobre ustedes.
A.: Amén.
El diácono despide a la asamblea diciendo:
Pueden ir en paz.
A.: Demos gracias a Dios.

34

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