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Abdomen agudo

La denominación abdomen agudo hace referencia a los signos y síntomas de dolor y sensibilidad
(tensión) abdominal. El cuadro clínico complicado obliga a realizar un estudio exhaustivo e
inmediato para determinar si es necesario operar y para iniciar el tratamiento apropiado.

El abdomen agudo no siempre es quirúrgico; sin embargo, deben evitarse los procedimientos
diagnósticos prolongados que pueden retrasar la solución quirúrgica. Hay procesos
extraabdominales que pueden simular un abdomen agudo.

El síndrome abdominal agudo ocurre en todas las edades de la vida, durante el embarazo y
asociado a múltiples padecimientos. Es difícil precisar la frecuencia de un síndrome de múltiples
factores etiológicos y con variaciones que dependen del sexo, edad, etc. Conjunto de signos y
síntomas abdominales graves que requiere un tratamiento médico o quirúrgico urgente.

Las manifestaciones más frecuentes son:

— Dolor abdominal agudo.

— Alteraciones gastrointestinales.

— Repercusión sobre el estado general.

Clasificación
Abdomen agudo médico: se define como un síndrome clínico con dolor abdominal de causa
desconocida, que tiene menos de una semana de evolución y que se resuelve con tratamiento
médico. Constituye un conjunto de síndromes de etiologías muy diversas, que confunden al
Médico Internista y al Cirujano General llevándolos erróneamente con frecuencia a interpretar
como quirúrgica a una patología estrictamente médica.

Abdomen agudo quirúrgico: Afección abdominal de 24 a 7 días de evolución que requiere


intervención quirúrgica de emergencia caracterizado por la aparición brusca de dolor intenso,
localizado o difuso en la cavidad abdominal de etiología diversa y patología clínica o quirúrgica.

Dolor abdominal

El dolor abdominal lo podemos definir como un síntoma inespecífico de muchos procesos, tanto
intra como extraabdominales. El dolor puede ser:

 Constante: continuo en el tiempo e intensidad constante (no varía).


 Intermitente: presenta intervalos temporales sin dolor.
 Cólico: con variaciones en intensidad y con cierto ritmo temporal.

Es el síntoma más habitual en la clínica de enfermedades del aparato digestivo, sus causas son
diversas, entre ellas nombraremos:

 mecánicas
 inflamatorias
 infecciosas
 vasculares

EXISTEN TRES TIPOS DE DOLOR ABDOMINAL:

Dolor visceral: Está originado en los órganos abdominales. Es de carácter sordo y mal localizado.
En ocasiones aparece como una sensación de plenitud abdominal. Suele producirse por la
distensión de una víscera hueca. También puede ser de tipo cólico (como un retortijón),
acompañándose de náuseas, vómitos, palidez y sudoración.

Dolor parietal: Corresponde con las raíces nerviosas segmentarias que inervan el peritoneo. Está
originado en estructuras de la pared abdominal. Suele ser más marcado y localizado. Se agrava con
los movimientos y aumenta con la palpación.

Dolor referido: Se percibe en regiones anatómicas diferentes a la zona de estimulación y se


produce porque esta zona de estimulación comparte segmento neuronal sensorial con el área
dolorosa.

Es muy importante determinar si el dolor es visceral, parietal o referido; normalmente, es posible


establecer esta distinción basándose en una anamnesis minuciosa.

Mecanismos que producen dolor abdominal

1. Inflamación del peritoneo parietal

El tipo de dolor es constante, de referencia exacta ya que se localiza en la zona afectada. La


intensidad depende del tipo y cantidad de noxa frente a los que expone la superficie peritoneal,
por ejemplo la liberación súbita en la cavidad peritoneal de líquido gástrico ácido y estéril produce
mayor dolor que la materia fecal (neutra y contaminada). La secreción pancreática produce más
dolor e inflamación que la misma cantidad de bilis estéril que no contiene enzimas como la
secreción pancreática.

La sangre y la orina son tan poco irritantes que pueden pasar desapercibidas a no ser que se
vuelquen a la cavidad peritoneal en forma brusca y masiva. La contaminación bacteriana produce
dolor leve al comienzo.

El dolor de la inflamación peritoneal aumenta invariablemente con las modificaciones de posición


del paciente, por eso se manifiesta en el examen físico con la palpación (compresión y
descompresión), con la tos o estornudos, motivo por lo cual el paciente con peritonitis tienden a
estar quietos en la cama, a diferencia del paciente que presenta dolor cólico (inquieto). Otra
característica es la contractura de la musculatura abdominal en la zona del segmento corporal
afectado. La existencia de este signo semiológico depende de la velocidad de producción de daño
de la noxa, de la localización y de la integridad del sistema nervioso.

2. Obstrucción de víscera hueca


El dolor espasmódico que se produce por obstrucción del intestino delgado se suele localizar a
nivel peri o supraumbilical y es de carácter difuso. Cuando el intestino comienza a dilatarse la
naturaleza espasmódica del dolor es menos evidente.

Cuando la obstrucción es por estrangulación el dolor puede irradiarse hacia la zona lumbar
inferior, por tracción del mesenterio, cuando la distensión es colónica el dolor es de menor
intensidad e irradia a zonas lumbares. La obstrucción súbita de la vía biliar produce un dolor
constante que no tiene característica espasmódica. La distensión vesicular produce dolor en
hipocondrio derecho, irradiado a la región posterior.

El dolor por dilatación de los conductos pancreáticos es de localización similar a la distensión


coledociana, con la diferencia que aumenta con el decúbito y se alivia con la posición erecta. La
obstrucción de la vejiga produce dolor de poca intensidad pero molesta y constante en el
hipogastrio. Por el contrario la obstrucción ureteral produce dolor intenso en la zona suprapúbica
y flancos, irradiado a genitales externos y/o cara internas de los muslos.

3. Trastornos vasculares

Si bien los trastornos como la ruptura de un aneurisma de Aorta abdominal o la obstrucción


arterial aguda de la arteria mesentérica superior, pueden producir dolor de aparición brusca e
intensa, no siempre se cumple.

La aparición de dolor abdominal irradiado a región sacra, flancos, genitales y/o cara interna de los
muslos debe orientar a un aneurisma aórtico complicado. El dolor de la pared abdominal es
constante e intenso, aumenta con los movimientos y no está relacionado con la ingesta. El cuadro
más frecuente es el hematoma de la fascia de los rectos, el cual suele ser frecuente en los
pacientes anticoagulados.

CAUSAS
ANAMNESIS
Todo dolor abdominal amerita una buena historia clínica y una adecuada exploración. La evolución del dolor
es un dato importante y por ello deben evitarse los analgésicos y antibióticos antes de establecer la
conducta a seguir.
Es muy importante obtener una anamnesis detallada y organizada para poder formular una
diagnóstico diferencial exacto y planificar el tratamiento posterior. La anamnesis debe centrarse
no solo en el estudio del dolor, sino también en los problemas precedentes y los síntomas
asociados. Siempre que sea posible se deben realizar preguntas de respuesta abierta,
estructurándolas para poder averiguar el momento de comienzo, las características, la
localización, la duración, la posible irradiación y la cronología del dolor que experimenta el
paciente.

PREGUNTAS:

 ¿Dónde le duele? se puede obtener información adicional observando cómo describe el


paciente el dolor que está experimentando. La identificación del dolor con un dedo nos
indica a menudo un dolor que es mucho más localizado y característico de inervación
parietal o inflamación peritoneal, a diferencia de las molestias vagas que se indican con la
palma de la mano, que habitualmente son más características del dolor visceral de los
procesos intestinales o de órganos sólidos.
 ¿Irradiación del dolor? El dolor visceral de los órganos sólidos del abdomen es un dolor
generalizado que se extiende por el cuadrante del órgano afectado, como el dolor
hepático que abarca el cuadrante superior derecho del abdomen. El dolor del intestino
delgado se percibe como un dolor periumbilical poco localizado, mientras que el dolor del
colon se localiza entre el ombligo y la sínfisis del pubis. El dolor puede también extenderse
mucho más allá de la zona afectada.
 ¿El dolor es continuo o intermitente?
 ¿Cómo se inició? (brusco o progresivo) La intensidad y la gravedad del dolor guardan
relación con los daños tisulares subyacentes. Un dolor agudo de comienzo brusco debe
hacernos pensar en trastornos como una perforación intestinal y una embolia arterial por
isquemia, aunque existen otros procesos, como el cólico biliar, que también pueden
manifestarse de forma repentina. El dolor que aparece y se acentúa a lo largo de varias
horas es típico de procesos de inflamación o infección progresiva, como la colecistitis, la
colitis o la obstrucción intestinal.
 Desencadenante (esfuerzo, ingesta, etc.) Los pacientes con inflamación peritoneal evitan
cualquier actividad que distienda o empuje el abdomen. Explican que su dolor se acentúa
con cualquier movimiento brusco del cuerpo y que sienten menos dolor cuando flexionan
las rodillas.
 ¿Desde cuándo duele?
 Modificaciones: influencia que sobre el dolor tiene la ingesta, digestión, respiración,
micción, defecación, menstruación, etc. La comida suele acentuar el dolor de la
obstrucción intestinal, el cólico biliar, la pancreatitis, la diverticulitis o la perforación
intestinal. Mientras que pueden mitigar el dolor de la úlcera péptica no perforada o la
gastritis
 Síntomas acompañantes: Naúseas y/o vómitos, Anorexia, Alteraciones del ritmo
intestinal, Características de las heces, Hematemesis y/o melenas, Rectorragias, Emisión
de heces y gases, Leucorrea, Netrorragia, Alteraciones menstruales, Pérdida de peso.
 Enfermedades e intervenciones quirúrgicas previas.
 Alergias.
 Ingestión de fármacos. Los narcóticos en dosis elevadas pueden interferir en la actividad
intestinal y causar estreñimiento pertinaz y obstrucción. Los narcóticos pueden favorecer
el espasmo del esfínter de Oddi y exacerbar el dolor biliar o pancreático. Evidentemente,
también pueden suprimir la sensación de dolor y alterar el estado mental, lo que puede
dificultar el diagnóstico exacto del trastorno subyacente. Los antiinflamatorios no
esteroideos pueden aumentar el riesgo de inflamación y perforación de los segmentos
altos del tubo digestivo, mientras que los esteroides pueden bloquear la producción de
moco gástrico protector por las células principales y limitar la reacción inflamatoria a las
infecciones, incluida la peritonitis avanzada.

Un empeoramiento progresivo, en contraposición con los episodios de dolor intermitente, puede


ayudarnos a diferenciar entre los procesos infecciosos que empeoran con el paso del tiempo y el
dolor espasmódico y de cólico asociado a las obstrucciones intestinales, los cólicos biliares por
obstrucción del conducto cístico o las obstrucciones genitourinarias Tan importantes como las
características del dolor son su localización y su irradiación. La lesión o inflamación de los tejidos
puede causar dolor tanto visceral como somático.

Cuando la inflamación se extiende y afecta a la superficie peritoneal, las fibras nerviosas parietales
procedentes de la médula espinal transmiten una sensación focal e intensa. Esta inervación
combinada es la responsable del dolor periumbilical difuso típico de la apendicitis precoz, que se
convierte posteriormente en un dolor focal intenso en el abdomen inferior derecho, localizado en
el punto de McBurney. Si el médico se centra en las características que tiene el dolor en esos
momentos y no investiga concienzudamente su comienzo y progresión, pasará por alto estos
datos tan importantes de la anamnesis. El dolor puede también extenderse mucho más allá de la
zona afectada.

EXPLORACIÓN FÍSICA

Para poder establecer un diagnóstico diferencial exacto y desarrollar el consiguiente algoritmo


terapéutico es fundamental realizar una exploración física organizada y concienzuda.

Un clínico cualificado será capaz de establecer en la mayoría de los casos un diagnóstico


diferencial reducido y exacto después de completar la anamnesis y la exploración física. A
continuación podrá recurrir a las pruebas de laboratorio y de imagen para confirmar aún más sus
sospechas, reordenar el diagnóstico diferencial propuesto o, con menos frecuencia, proponer
otras posibilidades menos frecuentes no consideradas hasta ese momento.

Inspección: La exploración física comienza siempre con una inspección general del paciente, y
continúa con la inspección del propio abdomen. El dolor de los pacientes con irritación peritoneal
se acentúa con cualquier actividad que movilice o distienda el peritoneo. Generalmente, estos
pacientes permanecen muy quietos en la camilla durante la evaluación y a menudo mantienen
flexionadas las rodillas y las caderas para reducir la tensión sobre la pared abdominal anterior. Se
evalúan los contornos del abdomen, comprobando si está distendido o deprimido, o si se observa
un efecto de masa localizada. Hay que prestar especial atención a todas las cicatrices presentes, y
si existe alguna cicatriz quirúrgica hay que correlacionar su presencia con los antecedentes
quirúrgicos del paciente.
Auscultación: La auscultación puede aportar información muy útil sobre el tubo digestivo y el
sistema vascular. Normalmente, se evalúan la cantidad y la calidad de los ruidos intestinales. Un
abdomen tranquilo es indicio de íleo, mientras que en la enteritis y la isquemia intestinal precoz se
perciben unos ruidos intestinales hiperactivos. También hay que considerar el tono y el patrón de
estos ruidos. La obstrucción mecánica del intestino se caracteriza por unos ruidos tintineantes de
tono elevado que suelen aparecer en descargas y se asocian al dolor. A menudo, se detectan ecos
lejanos cuando existe una distensión luminal importante. Los ruidos que se escuchan en el interior
del abdomen reflejan un flujo sanguíneo turbulento a través del sistema vascular.

Percusión: permite valorar la distensión gaseosa del intestino, la posible presencia de aire libre
dentro del abdomen, el grado de ascitis o la presencia de inflamación peritoneal. La
hiperresonancia es característica de la presencia de gas en las asas intestinales.

La palpación: aporta más información que cualquier otro componente de la exploración


abdominal. Además de revelar la intensidad y la localización exacta del dolor abdominal, permite
confirmar la presencia de peritonitis y detectar una posible organomegalia o una masa abdominal.
La palpación debe comenzar siempre con suavidad y lejos de la zona de dolor. Si se provoca un
dolor considerable al comienzo de la palpación, es probable que el paciente contraiga
voluntariamente la musculatura abdominal para protegerse, lo que limita la información que se
puede obtener. La defensa muscular involuntaria, o espasmo de los músculos de la pared
abdominal, es un signo de peritonitis y debe distinguirse de la contracción voluntaria.

Signos físicos: Son muchos los signos físicos asociados a procesos patológicos concretos, y
perfectamente descritos como «signos» de exploración. El signo de Murphy de la colecistitis aguda
se observa al inspirar durante la palpación del cuadrante superior derecho y consiste en un
aumento brusco del dolor debido al descenso del hígado y la vesícula biliar hacia la mano del
examinador. Hay otros signos que ayudan a localizar una peritonitis subyacente, como el signo del
obturador, el signo del psoas y el signo de Rovsing. Otros, como los signos de Fothergill y de
Carnett, permiten distinguir entre los trastornos intraabdominales y la patología de la pared
abdominal.

Pruebas de Laboratorio
Existen varias pruebas de laboratorio que son parte rutinaria de la evaluación de todo paciente
con abdomen agudo. Estas pruebas ayudan a confirmar la presencia de inflamación o infección, y
también permiten descartar igualmente algunos de los trastornos médicos más frecuentes. La
mayor parte de los pacientes con abdomen agudo, aunque no todos, presentarán leucocitosis o
desviación izquierda. La determinación de los electrólitos en suero, el nitrógeno ureico en sangre
y la concentración de creatinina ayudan a valorar los efectos de factores como los vómitos y las
pérdidas de líquido a un tercer espacio. Además, pueden indicarnos que el problema del paciente
se debe a un trastorno endocrino o metabólico. Las determinaciones de la amilasa y la lipasa
séricas pueden indicarnos que el dolor abdominal se debe a una pancreatitis, aunque estas
enzimas pueden aumentar también en otros trastornos como los infartos de intestino delgado y
las perforaciones de úlceras duodenales.
Unas concentraciones séricas normales de amilasa y lipasa no permiten descartar la pancreatitis
como posible diagnóstico, debido a los efectos de la inflamación crónica sobre la síntesis
enzimática y a los factores cronológicos. Las pruebas de la función hepática (bilirrubina total y
directa, aminotransferasa sérica y fosfatasa alcalina) ayudan a evaluar las posibles causas biliares
de dolor abdominal agudo. Las concentraciones de lactato y la gasometría arterial pueden
ayudarnos a diagnosticar la isquemia o el infarto intestinales. Las pruebas urinarias, como el
análisis de orina, ayudan a diagnosticar la cistitis bacteriana, la pielonefritis y determinadas
endocrinopatías, como la diabetes y los trastornos del parénquima renal. El urocultivo, aunque
permite confirmar una sospecha de infección urinaria y orientar el tratamiento antibiótico, no está
disponible en un tiempo adecuado como para ayudar a evaluar un abdomen agudo. La medición
de la gonadotropina coriónica humana en la orina puede indicar la existencia de un embarazo y
constituir un factor de confusión o ayudar a elegir el tratamiento adecuado. La detección de
sangre oculta en heces puede ayudarnos a evaluar a estos pacientes, aunque es una prueba
inespecífica. La búsqueda de huevos y parásitos, así como el cultivo y la detección de toxinas de
Clostridium difficile, puede resultar muy útil cuando el paciente manifiesta diarrea inicialmente.

PRUEBAS DE IMAGEN
Los avances en las técnicas de imagen (especialmente la TC multidetector) han revolucionado el
diagnóstico del abdomen agudo. Actualmente, es posible diagnosticar los procesos más
complicados en otros tiempos (la apendicitis en las mujeres jóvenes y la isquemia intestinal en los
pacientes mayores) con mucha más seguridad y celeridad. Todo ello nos permite corregir estos
problemas con mayor rapidez y menor morbilidad y mortalidad. A pesar de su utilidad, la TC no es
la única técnica de imagen disponible ni tampoco la primera prueba diagnóstica en la mayoría de
los casos. Además, ninguna de las técnicas de imagen podrá ocupar nunca el lugar de una
anamnesis y una exploración física minuciosas.
La radiografía simple sigue teniendo su utilidad en el diagnóstico de los pacientes con dolor
abdominal agudo. La radiografía torácica en bipedestación permite detectar hasta 1 ml de aire
inyectado en la cavidad peritoneal. La radiografía abdominal en decúbito lateral permite detectar
igualmente un neumoperitoneo en los pacientes que no pueden levantarse. Con esta técnica
pueden detectarse hasta 5-10 ml de gas. Estos estudios resultan especialmente útiles en los
pacientes con una posible úlcera duodenal perforada, ya que aproximadamente el 75% de los
mismos presentan un neumoperitoneo visible en las radiografías. Esto evita la necesidad de otras
pruebas en la mayoría de los casos, y permite proceder a la laparotomía con muy poco retraso.
En las radiografías simples se visualizan también las calcificaciones anormales. Aproximadamente
el 5% de los apendicolitos, el 10% de los cálculos biliares y el 90% de los cálculos renales contienen
suficientes cantidades de calcio para poder visualizarlos en las radiografías.

En una radiografía simple se pueden visualizar las calcificaciones pancreáticas de muchos de los
pacientes con pancreatitis crónica, así como las calcificaciones de los aneurismas de la aorta
abdominal, los aneurismas de las arterias viscerales y la ateroesclerosis de los vasos viscerales.

Las radiografías abdominales en bipedestación y en decúbito supino resultan muy útiles a la hora
de identificar las obstrucciones al vaciamiento gástrico, así como las obstrucciones del intestino
delgado proximal, medio o distal. También permiten determinar si una obstrucción intestinal es
completa o parcial, dependiendo de la presencia o ausencia de gas en el colon. El colon obstruido
se visualiza como un intestino distendido con haustraciones. También puede acompañarse de
distensión del intestino delgado, especialmente si la válvula ileocecal es incompetente. Las
radiografías simples pueden indicarnos también la presencia de un vólvulo en el ciego o el colon
sigmoideo. Un vólvulo cecal se distingue por la presencia de un asa de colon distendida en forma
de coma, con su concavidad orientada hacia abajo y a la derecha. Un vólvulo sigmoideo produce
típicamente la imagen de un tubo interior doblado, con el vértice en el cuadrante superior
derecho

La ecografía abdominal permite detectar con gran exactitud los cálculos biliares, medir con
precisión el espesor de la pared vesicular e identificar la presencia de líquido alrededor de la
vesícula. También permite determinar el diámetro de los conductos biliares intra- y
extrahepáticos. Sin embargo, su utilidad a la hora de detectar cálculos en el conducto colédoco es
muy limitada. La ecografía abdominal y transvaginal puede ayudarnos a detectar posibles
anomalías en los ovarios, los anexos y el útero. La ecografía permite detectar igualmente la
existencia de líquido intraperitoneal. La presencia de cantidades anormales de aire intestinal en la
mayoría de los pacientes con abdomen agudo limita la capacidad de la ecografía para explorar el
páncreas y otros órganos abdominales. La utilidad tiene algunas limitaciones importantes en el
diagnóstico de los trastornos que se manifiestan como un abdomen agudo. Se ha demostrado que
la ecografía es peor clínicamente que la TC para el diagnóstico de la apendicitis.
Dada la mayor disponibilidad de la TC y las menores dificultades que plantea el aire abdominal, se
está convirtiendo en la segunda técnica de imagen en los pacientes con abdomen agudo, por
detrás de las radiografías simples de abdomen.
Numerosos estudios han constatado la exactitud y la utilidad de la TC abdominal y pélvica en la
evaluación del dolor por abdomen agudo. Muchas de las causas más frecuentes de abdomen
agudo y sus complicaciones son fácilmente identificables con estudios de TC. Un notable ejemplo
de ello es la apendicitis. La radiografía simple y el tránsito baritado aportan poco al diagnóstico de
apendicitis; sin embargo, una TC bien realizada es muy precisa en esta enfermedad.

La TC es también un medio excelente para la diferenciación de la obstrucción mecánica del


intestino delgado del íleo paralítico y, generalmente, permite identificar el punto de transición en
la obstrucción mecánica. Este método a menudo ayuda a resolver algunos de los dilemas
radiológicos más complejos, como los diagnósticos de isquemia intestinal aguda y la lesión
intestinal por traumatismo abdominal cerrado.

Diagnóstico diferencial
El abdomen agudo tiene un diagnóstico diferencial muy amplio. Los posibles trastornos van desde
los más leves y fáciles de curar hasta los más rápidos y mortales. Debido a ello, hay que atender y
evaluar inmediatamente a todos los pacientes que presenten este cuadro, y repetir las
evaluaciones a intervalos frecuentes para detectar cualquier cambio en su estado. Aunque para
diagnosticar un abdomen agudo hay que intervenir quirúrgicamente en muchos casos para salir
de dudas, es importante tener presente que muchas causas de dolor abdominal agudo son de
etiología médica.

El diagnóstico diferencial comienza durante la anamnesis y se aclara un poco más durante la


exploración física. Posteriormente se puede recurrir a técnicas de laboratorio y de imagen más
sofisticadas, hasta que uno o dos diagnósticos posibles destacan entre todos los demás. Para tener
éxito en este proceso es necesario conocer bien los trastornos médicos y quirúrgicos que pueden
causar dolor abdominal agudo para poder comparar las características de cada uno de ellos con los
datos demográficos, los síntomas y los signos del paciente.

Determinados datos de la exploración física, las pruebas de laboratorio y los estudios radiológicos
guardan una marcada correlación con distintos procesos quirúrgicos. A veces, la inestabilidad de
algunos pacientes impide que se puedan someter a pruebas exhaustivas que obliguen a
trasladarles a otros servicios, como el de radiología. En estos casos, un lavado peritoneal puede
aportar información que nos indique una patología que requiere tratamiento quirúrgico. El lavado
puede realizarse bajo anestesia local junto a la cabecera del enfermo. Se practica una incisión
pequeña en la línea media, junto al ombligo, y se disecciona hasta alcanzar la cavidad peritoneal.
Seguidamente, se introduce un catéter pequeño o un tubo i.v. y se infunden 1.000 ml de suero
salino. Se deja salir una muestra de líquido hacia la bolsa de suero vacía, y se analiza para detectar
posibles anomalías celulares o bioquímicas. Esta técnica puede aportar pruebas concluyentes de
hemorragia o infección, así como de algunos tipos de lesiones en órganos sólidos o huecos. A los
pacientes con trastornos quirúrgicos muy graves o urgentes hay que practicarles una laparotomía
inmediata, mientras que aquellos con diagnósticos urgentes dejan más tiempo para la
estabilización, la hidratación y los preparativos preoperatorios si fueran necesarios. Los demás
pacientes con abdomen agudo se agrupan en aquellos con procesos quirúrgicos que a veces
necesitan cirugía, aquellos con trastornos médicos y aquellos que siguen sin definirse claramente.
Los pacientes hospitalizados que no tienen que pasar urgentemente por el quirófano deben ser
reevaluados con frecuencia, y preferiblemente por el mismo examinador, para detectar cambios
potencialmente peligrosos que puedan alterar el diagnóstico o indicar la aparición de
complicaciones.
Los pacientes suelen estar más expuestos a las consecuencias graves o incluso mortales a causa de
los retrasos en el tratamiento quirúrgico para realizar pruebas confirmatorias que a las
consecuencias de un diagnóstico erróneo descubierto durante la cirugía. La laparoscopia ha
demostrado ser una herramienta muy útil cuando el diagnóstico es poco claro. Permite confirmar
la presencia de procesos quirúrgicos en todos los casos salvo en las condiciones abdominales más
desfavorables, y conforme el cirujano vaya adquiriendo más experiencia será capaz de tratar cada
vez más alteraciones por vía laparoscópica. Incluso cuando es necesario cambiar a una
intervención abierta, la evaluación laparoscópica permite una ubicación más exacta de la incisión
de laparotomía, lo que ayuda a reducir su longitud.

Manejo del paciente con abdomen agudo

1. Hospitalización
2. Sonda Nasogástrica. Para examinar el contenido gástrico y descartar hemorragia digestiva
alta o éxtasis gástrica prolongada.

3. Sonda vesical. Para medición de diuresis.

4. Cateterismo Venoso. Para tomar la presión venosa central y administración de líquidos,


hidratación y/o transfusiones.

5. Antibioticoterapia de amplio espectro.

6. Control seriado del examen físico del abdomen por un mismo equipo médico quirúrgico.

7. Control seriado de las funciones vitales.

8. Una vez compensado el paciente proceder a realizar los exámenes auxiliares.

9. Laparotomía.

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