Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
La denominación abdomen agudo hace referencia a los signos y síntomas de dolor y sensibilidad
(tensión) abdominal. El cuadro clínico complicado obliga a realizar un estudio exhaustivo e
inmediato para determinar si es necesario operar y para iniciar el tratamiento apropiado.
El abdomen agudo no siempre es quirúrgico; sin embargo, deben evitarse los procedimientos
diagnósticos prolongados que pueden retrasar la solución quirúrgica. Hay procesos
extraabdominales que pueden simular un abdomen agudo.
El síndrome abdominal agudo ocurre en todas las edades de la vida, durante el embarazo y
asociado a múltiples padecimientos. Es difícil precisar la frecuencia de un síndrome de múltiples
factores etiológicos y con variaciones que dependen del sexo, edad, etc. Conjunto de signos y
síntomas abdominales graves que requiere un tratamiento médico o quirúrgico urgente.
— Alteraciones gastrointestinales.
Clasificación
Abdomen agudo médico: se define como un síndrome clínico con dolor abdominal de causa
desconocida, que tiene menos de una semana de evolución y que se resuelve con tratamiento
médico. Constituye un conjunto de síndromes de etiologías muy diversas, que confunden al
Médico Internista y al Cirujano General llevándolos erróneamente con frecuencia a interpretar
como quirúrgica a una patología estrictamente médica.
Dolor abdominal
El dolor abdominal lo podemos definir como un síntoma inespecífico de muchos procesos, tanto
intra como extraabdominales. El dolor puede ser:
Es el síntoma más habitual en la clínica de enfermedades del aparato digestivo, sus causas son
diversas, entre ellas nombraremos:
mecánicas
inflamatorias
infecciosas
vasculares
Dolor visceral: Está originado en los órganos abdominales. Es de carácter sordo y mal localizado.
En ocasiones aparece como una sensación de plenitud abdominal. Suele producirse por la
distensión de una víscera hueca. También puede ser de tipo cólico (como un retortijón),
acompañándose de náuseas, vómitos, palidez y sudoración.
Dolor parietal: Corresponde con las raíces nerviosas segmentarias que inervan el peritoneo. Está
originado en estructuras de la pared abdominal. Suele ser más marcado y localizado. Se agrava con
los movimientos y aumenta con la palpación.
La sangre y la orina son tan poco irritantes que pueden pasar desapercibidas a no ser que se
vuelquen a la cavidad peritoneal en forma brusca y masiva. La contaminación bacteriana produce
dolor leve al comienzo.
Cuando la obstrucción es por estrangulación el dolor puede irradiarse hacia la zona lumbar
inferior, por tracción del mesenterio, cuando la distensión es colónica el dolor es de menor
intensidad e irradia a zonas lumbares. La obstrucción súbita de la vía biliar produce un dolor
constante que no tiene característica espasmódica. La distensión vesicular produce dolor en
hipocondrio derecho, irradiado a la región posterior.
3. Trastornos vasculares
La aparición de dolor abdominal irradiado a región sacra, flancos, genitales y/o cara interna de los
muslos debe orientar a un aneurisma aórtico complicado. El dolor de la pared abdominal es
constante e intenso, aumenta con los movimientos y no está relacionado con la ingesta. El cuadro
más frecuente es el hematoma de la fascia de los rectos, el cual suele ser frecuente en los
pacientes anticoagulados.
CAUSAS
ANAMNESIS
Todo dolor abdominal amerita una buena historia clínica y una adecuada exploración. La evolución del dolor
es un dato importante y por ello deben evitarse los analgésicos y antibióticos antes de establecer la
conducta a seguir.
Es muy importante obtener una anamnesis detallada y organizada para poder formular una
diagnóstico diferencial exacto y planificar el tratamiento posterior. La anamnesis debe centrarse
no solo en el estudio del dolor, sino también en los problemas precedentes y los síntomas
asociados. Siempre que sea posible se deben realizar preguntas de respuesta abierta,
estructurándolas para poder averiguar el momento de comienzo, las características, la
localización, la duración, la posible irradiación y la cronología del dolor que experimenta el
paciente.
PREGUNTAS:
Cuando la inflamación se extiende y afecta a la superficie peritoneal, las fibras nerviosas parietales
procedentes de la médula espinal transmiten una sensación focal e intensa. Esta inervación
combinada es la responsable del dolor periumbilical difuso típico de la apendicitis precoz, que se
convierte posteriormente en un dolor focal intenso en el abdomen inferior derecho, localizado en
el punto de McBurney. Si el médico se centra en las características que tiene el dolor en esos
momentos y no investiga concienzudamente su comienzo y progresión, pasará por alto estos
datos tan importantes de la anamnesis. El dolor puede también extenderse mucho más allá de la
zona afectada.
EXPLORACIÓN FÍSICA
Inspección: La exploración física comienza siempre con una inspección general del paciente, y
continúa con la inspección del propio abdomen. El dolor de los pacientes con irritación peritoneal
se acentúa con cualquier actividad que movilice o distienda el peritoneo. Generalmente, estos
pacientes permanecen muy quietos en la camilla durante la evaluación y a menudo mantienen
flexionadas las rodillas y las caderas para reducir la tensión sobre la pared abdominal anterior. Se
evalúan los contornos del abdomen, comprobando si está distendido o deprimido, o si se observa
un efecto de masa localizada. Hay que prestar especial atención a todas las cicatrices presentes, y
si existe alguna cicatriz quirúrgica hay que correlacionar su presencia con los antecedentes
quirúrgicos del paciente.
Auscultación: La auscultación puede aportar información muy útil sobre el tubo digestivo y el
sistema vascular. Normalmente, se evalúan la cantidad y la calidad de los ruidos intestinales. Un
abdomen tranquilo es indicio de íleo, mientras que en la enteritis y la isquemia intestinal precoz se
perciben unos ruidos intestinales hiperactivos. También hay que considerar el tono y el patrón de
estos ruidos. La obstrucción mecánica del intestino se caracteriza por unos ruidos tintineantes de
tono elevado que suelen aparecer en descargas y se asocian al dolor. A menudo, se detectan ecos
lejanos cuando existe una distensión luminal importante. Los ruidos que se escuchan en el interior
del abdomen reflejan un flujo sanguíneo turbulento a través del sistema vascular.
Percusión: permite valorar la distensión gaseosa del intestino, la posible presencia de aire libre
dentro del abdomen, el grado de ascitis o la presencia de inflamación peritoneal. La
hiperresonancia es característica de la presencia de gas en las asas intestinales.
Signos físicos: Son muchos los signos físicos asociados a procesos patológicos concretos, y
perfectamente descritos como «signos» de exploración. El signo de Murphy de la colecistitis aguda
se observa al inspirar durante la palpación del cuadrante superior derecho y consiste en un
aumento brusco del dolor debido al descenso del hígado y la vesícula biliar hacia la mano del
examinador. Hay otros signos que ayudan a localizar una peritonitis subyacente, como el signo del
obturador, el signo del psoas y el signo de Rovsing. Otros, como los signos de Fothergill y de
Carnett, permiten distinguir entre los trastornos intraabdominales y la patología de la pared
abdominal.
Pruebas de Laboratorio
Existen varias pruebas de laboratorio que son parte rutinaria de la evaluación de todo paciente
con abdomen agudo. Estas pruebas ayudan a confirmar la presencia de inflamación o infección, y
también permiten descartar igualmente algunos de los trastornos médicos más frecuentes. La
mayor parte de los pacientes con abdomen agudo, aunque no todos, presentarán leucocitosis o
desviación izquierda. La determinación de los electrólitos en suero, el nitrógeno ureico en sangre
y la concentración de creatinina ayudan a valorar los efectos de factores como los vómitos y las
pérdidas de líquido a un tercer espacio. Además, pueden indicarnos que el problema del paciente
se debe a un trastorno endocrino o metabólico. Las determinaciones de la amilasa y la lipasa
séricas pueden indicarnos que el dolor abdominal se debe a una pancreatitis, aunque estas
enzimas pueden aumentar también en otros trastornos como los infartos de intestino delgado y
las perforaciones de úlceras duodenales.
Unas concentraciones séricas normales de amilasa y lipasa no permiten descartar la pancreatitis
como posible diagnóstico, debido a los efectos de la inflamación crónica sobre la síntesis
enzimática y a los factores cronológicos. Las pruebas de la función hepática (bilirrubina total y
directa, aminotransferasa sérica y fosfatasa alcalina) ayudan a evaluar las posibles causas biliares
de dolor abdominal agudo. Las concentraciones de lactato y la gasometría arterial pueden
ayudarnos a diagnosticar la isquemia o el infarto intestinales. Las pruebas urinarias, como el
análisis de orina, ayudan a diagnosticar la cistitis bacteriana, la pielonefritis y determinadas
endocrinopatías, como la diabetes y los trastornos del parénquima renal. El urocultivo, aunque
permite confirmar una sospecha de infección urinaria y orientar el tratamiento antibiótico, no está
disponible en un tiempo adecuado como para ayudar a evaluar un abdomen agudo. La medición
de la gonadotropina coriónica humana en la orina puede indicar la existencia de un embarazo y
constituir un factor de confusión o ayudar a elegir el tratamiento adecuado. La detección de
sangre oculta en heces puede ayudarnos a evaluar a estos pacientes, aunque es una prueba
inespecífica. La búsqueda de huevos y parásitos, así como el cultivo y la detección de toxinas de
Clostridium difficile, puede resultar muy útil cuando el paciente manifiesta diarrea inicialmente.
PRUEBAS DE IMAGEN
Los avances en las técnicas de imagen (especialmente la TC multidetector) han revolucionado el
diagnóstico del abdomen agudo. Actualmente, es posible diagnosticar los procesos más
complicados en otros tiempos (la apendicitis en las mujeres jóvenes y la isquemia intestinal en los
pacientes mayores) con mucha más seguridad y celeridad. Todo ello nos permite corregir estos
problemas con mayor rapidez y menor morbilidad y mortalidad. A pesar de su utilidad, la TC no es
la única técnica de imagen disponible ni tampoco la primera prueba diagnóstica en la mayoría de
los casos. Además, ninguna de las técnicas de imagen podrá ocupar nunca el lugar de una
anamnesis y una exploración física minuciosas.
La radiografía simple sigue teniendo su utilidad en el diagnóstico de los pacientes con dolor
abdominal agudo. La radiografía torácica en bipedestación permite detectar hasta 1 ml de aire
inyectado en la cavidad peritoneal. La radiografía abdominal en decúbito lateral permite detectar
igualmente un neumoperitoneo en los pacientes que no pueden levantarse. Con esta técnica
pueden detectarse hasta 5-10 ml de gas. Estos estudios resultan especialmente útiles en los
pacientes con una posible úlcera duodenal perforada, ya que aproximadamente el 75% de los
mismos presentan un neumoperitoneo visible en las radiografías. Esto evita la necesidad de otras
pruebas en la mayoría de los casos, y permite proceder a la laparotomía con muy poco retraso.
En las radiografías simples se visualizan también las calcificaciones anormales. Aproximadamente
el 5% de los apendicolitos, el 10% de los cálculos biliares y el 90% de los cálculos renales contienen
suficientes cantidades de calcio para poder visualizarlos en las radiografías.
En una radiografía simple se pueden visualizar las calcificaciones pancreáticas de muchos de los
pacientes con pancreatitis crónica, así como las calcificaciones de los aneurismas de la aorta
abdominal, los aneurismas de las arterias viscerales y la ateroesclerosis de los vasos viscerales.
Las radiografías abdominales en bipedestación y en decúbito supino resultan muy útiles a la hora
de identificar las obstrucciones al vaciamiento gástrico, así como las obstrucciones del intestino
delgado proximal, medio o distal. También permiten determinar si una obstrucción intestinal es
completa o parcial, dependiendo de la presencia o ausencia de gas en el colon. El colon obstruido
se visualiza como un intestino distendido con haustraciones. También puede acompañarse de
distensión del intestino delgado, especialmente si la válvula ileocecal es incompetente. Las
radiografías simples pueden indicarnos también la presencia de un vólvulo en el ciego o el colon
sigmoideo. Un vólvulo cecal se distingue por la presencia de un asa de colon distendida en forma
de coma, con su concavidad orientada hacia abajo y a la derecha. Un vólvulo sigmoideo produce
típicamente la imagen de un tubo interior doblado, con el vértice en el cuadrante superior
derecho
La ecografía abdominal permite detectar con gran exactitud los cálculos biliares, medir con
precisión el espesor de la pared vesicular e identificar la presencia de líquido alrededor de la
vesícula. También permite determinar el diámetro de los conductos biliares intra- y
extrahepáticos. Sin embargo, su utilidad a la hora de detectar cálculos en el conducto colédoco es
muy limitada. La ecografía abdominal y transvaginal puede ayudarnos a detectar posibles
anomalías en los ovarios, los anexos y el útero. La ecografía permite detectar igualmente la
existencia de líquido intraperitoneal. La presencia de cantidades anormales de aire intestinal en la
mayoría de los pacientes con abdomen agudo limita la capacidad de la ecografía para explorar el
páncreas y otros órganos abdominales. La utilidad tiene algunas limitaciones importantes en el
diagnóstico de los trastornos que se manifiestan como un abdomen agudo. Se ha demostrado que
la ecografía es peor clínicamente que la TC para el diagnóstico de la apendicitis.
Dada la mayor disponibilidad de la TC y las menores dificultades que plantea el aire abdominal, se
está convirtiendo en la segunda técnica de imagen en los pacientes con abdomen agudo, por
detrás de las radiografías simples de abdomen.
Numerosos estudios han constatado la exactitud y la utilidad de la TC abdominal y pélvica en la
evaluación del dolor por abdomen agudo. Muchas de las causas más frecuentes de abdomen
agudo y sus complicaciones son fácilmente identificables con estudios de TC. Un notable ejemplo
de ello es la apendicitis. La radiografía simple y el tránsito baritado aportan poco al diagnóstico de
apendicitis; sin embargo, una TC bien realizada es muy precisa en esta enfermedad.
Diagnóstico diferencial
El abdomen agudo tiene un diagnóstico diferencial muy amplio. Los posibles trastornos van desde
los más leves y fáciles de curar hasta los más rápidos y mortales. Debido a ello, hay que atender y
evaluar inmediatamente a todos los pacientes que presenten este cuadro, y repetir las
evaluaciones a intervalos frecuentes para detectar cualquier cambio en su estado. Aunque para
diagnosticar un abdomen agudo hay que intervenir quirúrgicamente en muchos casos para salir
de dudas, es importante tener presente que muchas causas de dolor abdominal agudo son de
etiología médica.
Determinados datos de la exploración física, las pruebas de laboratorio y los estudios radiológicos
guardan una marcada correlación con distintos procesos quirúrgicos. A veces, la inestabilidad de
algunos pacientes impide que se puedan someter a pruebas exhaustivas que obliguen a
trasladarles a otros servicios, como el de radiología. En estos casos, un lavado peritoneal puede
aportar información que nos indique una patología que requiere tratamiento quirúrgico. El lavado
puede realizarse bajo anestesia local junto a la cabecera del enfermo. Se practica una incisión
pequeña en la línea media, junto al ombligo, y se disecciona hasta alcanzar la cavidad peritoneal.
Seguidamente, se introduce un catéter pequeño o un tubo i.v. y se infunden 1.000 ml de suero
salino. Se deja salir una muestra de líquido hacia la bolsa de suero vacía, y se analiza para detectar
posibles anomalías celulares o bioquímicas. Esta técnica puede aportar pruebas concluyentes de
hemorragia o infección, así como de algunos tipos de lesiones en órganos sólidos o huecos. A los
pacientes con trastornos quirúrgicos muy graves o urgentes hay que practicarles una laparotomía
inmediata, mientras que aquellos con diagnósticos urgentes dejan más tiempo para la
estabilización, la hidratación y los preparativos preoperatorios si fueran necesarios. Los demás
pacientes con abdomen agudo se agrupan en aquellos con procesos quirúrgicos que a veces
necesitan cirugía, aquellos con trastornos médicos y aquellos que siguen sin definirse claramente.
Los pacientes hospitalizados que no tienen que pasar urgentemente por el quirófano deben ser
reevaluados con frecuencia, y preferiblemente por el mismo examinador, para detectar cambios
potencialmente peligrosos que puedan alterar el diagnóstico o indicar la aparición de
complicaciones.
Los pacientes suelen estar más expuestos a las consecuencias graves o incluso mortales a causa de
los retrasos en el tratamiento quirúrgico para realizar pruebas confirmatorias que a las
consecuencias de un diagnóstico erróneo descubierto durante la cirugía. La laparoscopia ha
demostrado ser una herramienta muy útil cuando el diagnóstico es poco claro. Permite confirmar
la presencia de procesos quirúrgicos en todos los casos salvo en las condiciones abdominales más
desfavorables, y conforme el cirujano vaya adquiriendo más experiencia será capaz de tratar cada
vez más alteraciones por vía laparoscópica. Incluso cuando es necesario cambiar a una
intervención abierta, la evaluación laparoscópica permite una ubicación más exacta de la incisión
de laparotomía, lo que ayuda a reducir su longitud.
1. Hospitalización
2. Sonda Nasogástrica. Para examinar el contenido gástrico y descartar hemorragia digestiva
alta o éxtasis gástrica prolongada.
6. Control seriado del examen físico del abdomen por un mismo equipo médico quirúrgico.
9. Laparotomía.