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Ya 

desde la prehistoria se han documentado casos de asociación


entre estos mamíferos descendientes del lobo y el ser humano.
Cuando el hombre se dio cuenta de que podía ser un compañero
de caza muy eficaz se creó una relación que ha evolucionado hasta
la actualidad. Se cree que esta domesticación se produjo
en Europa hace entre 20.000 y 40.000 años, a finales del Neolítico,
dando lugar a la especie que hoy conocemos como Canis Lupus
familiaris. 
Pese a que todos los perros actuales tienen un antepasado
común, hoy en día se conocen alrededor de 800 razas
distintas con tamaños y fisonomías muy diferentes y originadas a
partir de la selección artificial por parte de los seres humanos. A
pesar de que no cuentan con un gran sentido de la vista, tienen
muy buen oído y el sentido del olfato muy desarrollado, siendo
esta la herramienta que define sus mejores cualidades como
cazador o rastreador, pero también su capacidad de socialización
reconociendo olores familiares.   Las hembras pasan el celo dos
veces al año, su periodo de gestación dura un poco más de dos
meses y suelen tener camadas de entre 8 y 12 crías. A pesar de
que su esperanza de vida está entre los 12 y los 15 años, hay
algunos que pueden alcanzar los 20 años. 

La experiencia nos dice que los perros suelen vivir de promedio


unos diez años, pero un nuevo método de cálculo basado en datos
científicos nos permite determinar con más exactitud qué edad
puede tener el mejor amigo del hombre en distintas etapas de la
vida. El trabajo, liderado por el genetista Trey Ideker, de la
Universidad de California (UCLA) en San Diego, ayuda a calcular la
esperanza de vida de estos animales a partir de pequeñas
mutaciones genéticas comparada con la de los humanos.
La investigación está basada en un enfoque relativamente nuevo
en lo referente a los estudios sobre envejecimiento: las
modificaciones químicas que padece el ADN a lo largo de
nuestras vidas, un proceso conocido como ‘reloj epigenético’.
Los científicos han descubierto concretamente que una de esas
modificaciones da información relevante que permite deducir el
promedio de esperanza de vida, tanto en humanos como en
otras especies, como ratones, los lobos y los perros domésticos.
Se trata de la metilación del ADN, un proceso consistente en añadir
grupos metilos (unas moléculas compuestas por un átomo de
carbono y tres de hidrógeno) a una secuencia específica de la
cadena de ADN. Esta práctica permite recabar información
relevante sobre la edad biológica y la esperanza de vida de
cualquier individuo, ya sea humano o canino.
El genetista Trey Ideker, de la Universidad de California en San
Diego, se propuso descubrir las diferencias entre nuestros
relojes biológicos y la de los perros. A pesar de nuestras
evidentes diferencias genéticas con los cánidos, los científicos
consideraron que estos animales eran buenos candidatos para
estudiar el reloj epigenético, pues habitan generalmente en
entornos muy parecidos a nosotros y también reciben algún tipo
de tratamiento médico a lo largo de su vida. A pesar de que todos
los perros, sin importar la raza, siguen una trayectoria de vida
similar: alcanzan la pubertad alrededor de los 10 meses de vida y
mueren antes de los 20 años, los científicos escogieron la raza
labrador retriever para extrapolar los factores genéticos asociados
con el envejecimiento.
Un cachorro de unas 7 semanas equivaldría a un bebé humano de
9 meses
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Los investigadores escanearon los patrones de metilación del
genoma de 104 canes de edades comprendidas entre las 4
semanas y los 16 años. Los análisis desvelaron que estos animales,
al menos los de la raza estudiada, cuentan con unos procesos de
metilación similar el de lo sumanos en ciertas regiones genómicas
con altos índices de mutaciones. Además, se dieron cuenta de que
esas similitudes eran más evidentes en individuos jóvenes y viejos.
Su conclusión fue que ambas especies debían de seguir unos
patrones de envejecimiento similares.
Aprovechando los datos disponibles, los científicos utilizaron las
tasas de metilación de los perros para hacerla coincidir con el
reloj biológico humano. Desarrollaron una ecuación algo más
compleja que el método generalmente utilizado consistente en
multiplicar por siete: La nueva fórmula, aplicada a ejemplares
mayores de un año, es la siguiente: ln16(edad del perro) + 31. De
este modo, un perro de un año humano tendría 31 años caninos, y
uno de unos 5 rozaría los 60 años.
Siguiendo esta nueva hipótesis, los científicos descubrieron que las
etapas vitales de perros y humanos parecían coincidir: un cachorro
de 7 semanas equivaldría aproximadamente a un bebé humano de
unos 9 meses. La fórmula también permite correlacionar el
promedio de esperanza de vida de los labradores (12 años), con la
de los humanos (70). Sin embargo, los investigadores descubrieron
una diferencia sustancial: el proceso de envejecimiento basado en
la fórmula de metilación parecía ralentizarse más en el caso de los
canes.
El estudio de la esperanza de vida de los cánidos a partir de datos
epigenéticos permitirá a los científicos no solo disponer de un
método útil para calcular la esperanza de vida de estos animales.
También servirá para saber por qué algunos canes desarrollan
enfermedades en edades muy tempranas y otros llevan una vida
larga a prueba de achaques.

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