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CARTA PASTORAL

Que dirigió
A LOS PÁRROCOS, SACERDOTES Y
DEMÁS
FIELES DE SU DIÓCESIS
El Ilustrísimo y Reverendísimo Señor
D. Fr. JOSÉ ANTONIO DE SAN ALBERTO
Del consejo de S. M.
Y Obispo de Córdoba del Tucumán,

EN EL AÑO DE 1778
Gratia vobis pax ... textis est mihi Deus... quod sine
intermisione memorian vestri facio semper in oraticnibus
meis: obsecrans, si quomodo tandén aliquando
prosperum iter habeam in voluntate Dei veniendi ad vos.
Desídero enim vidére vos, at aliquid impertiar vobis
gratiae spiritualis at confirmandos vos. D. Paul
Epist. Ad. Roman. Cap. 1 vers. 7.9.10 & 11.

Sean con vosotros la gracia y la paz. Dios es


testigo de que continuamente me acuerdo de vosotros
en mis sacrificios y oraciones: rogándole me
proporcione un viaje feliz para llegar a veros; pues que
lo deseo para vuestro bien espiritual y para confirmaros
en la fe. San Pablo en su Carta a los Romanos, cap. 1
vers. 7.9.10 & 11.
»»»»»»»»»»»»»»»»»»»»»»»»»

A sí escribía San Pablo a sus amados fieles de


Roma, en ocasión, que ausente de ellos, pero bien
informado de su fe, vida y costumbres, estaba
preparando su viaje, con vivos deseos de llegar a su
presencia, a fin de consolarlos, instruirlos y confirmarlos
en las Santas Máximas del Evangelio, que acaban de
abrazar y que seguían con ejemplo y admiración de todo
el mundo.1 Y esto mismo en semejante lance, con las
mismas palabras, ya que no sea con igual espíritu, os
escribo yo, amados fieles míos, en esta breve Pastoral,
precursora de mi pronta llegada a ése Obispado y la
primera señal del amor que yo os tengo y del deseo del
bien espiritual de vuestras almas
2-Sí amados fieles míos: ante todas las cosas os
deseo la gracia que el Apóstol deseaba para sus
queridos fieles de Roma: Gratia vobis: aquella gracia,
que uniéndonos con Dios, nos hace hijos adoptivos
suyos y herederos de su Reino: aquella gracia superior
a todos los bienes y riquezas de la tierra, en cuya
comparación, todo el oro de las Indias es una menuda
arena, y la plata más acendrada no es más que un
despreciable barro. Porque, a la verdad, sin esta gracia,
¿De qué os servirían las demás gracias? Sin esta
herencia, que os valdrían todas las demás herencias?
Sin este bien, ¿qué os aprovecharían todos los bienes,
honras, riquezas y felicidades del mundo? Y, para
decirlo de una vez, todo el mundo apetecido, poseído y
gozado a medida y colmo de vuestros deseos, ¿Qué
aprovecharía, si vuestras almas privadas
voluntariamente de esta gracia, llegando sin esta estola
1
Ad. Rom. Cap. 1. vers. 8. Div. Chys. Super hunc locum.
blanca, y vestido nupcial al juicio de Dios, se viesen
justamente destinadas por una eternidad a las penas del
infierno?.
3- Esta es, pues, la gracia que yo os deseo,
amados fieles míos, e igualmente la paz que San Pablo
deseaba a sus Romanos: Gratia Vobis pax: aquella paz,
que siendo obra de la Justicia, sólo se halla en el
corazón de los verdaderos amadores de Dios, y
perfectos observadores de su Santa Ley: aquella paz,
que uniéndonos con lazos fuertes de caridad a nuestros
prójimos, nos hace amarlos como a nosotros mismos,
compadecernos de sus males, alegrarnos de sus
bienes, y mirarlos en todo como a hermanos, e hijos de
un mismo Padre y como partes y miembros de un
mismo cuerpo: finalmente aquella paz y unión, que
siendo la señal y divisa de los primeros Cristianos, fue la
admiración hasta de los gentiles que los perseguían y
martirizaban, cuando viéndolos a todos como si fueran
un alma y un corazón, se decían unos a otros: videte
quomodo se diligant.
4- Pues estos dos bienes, la gracia y la paz de
Jesucristo, son los que yo os deseo, amados fieles
míos: Gratia vobis pax. ¡Ah!, ¡Que consuelo sería para
mí si llegando a ésa, mi Diócesis, y empezando a visitar
sus Iglesias y Pueblos, a conocer, instruir y apacentar
mis ovejas, las hallase yo a todas marcadas con esta
señal y divisa de los hijos de Dios, y unidas entre sí
entrañablemente con lazos de caridad y paz cristiana!
En tal caso cada Iglesia, cada comunidad, cada Pueblo
y cada Ciudad sería, con gran consuelo mío, a los ojos
de Dios, una Iglesia de primitivos fieles, una
congregación de ángeles en carne humana, un Pueblo
de adquisición para el salvador de las almas, y una
Ciudad Santa de Jerusalén bajada del cielo a la Tierra.2
¡Como pudiera yo a la entrada en mi Obispado decir al
Eterno Padre lo que el Divino Pastor de las almas le dijo
a la salida de este mundo: Vuestros eran, Dios mío,
estos fieles, cuando me los entregasteis y pusisteis a mi
cargo: Vuestros eran por gracia y caridad; pues para
gloria y honra vuestra yo puedo asegurar que en el día
son tan vuestros como lo fueron al principio. Santos y
Justos me los disteis, santos y justos os los vuelvo: en
vuestra gracia estaban entonces, en gracia están ahora.
Dios mío guardádmelos por vuestro nombre en gracia y
caridad, y haced que sean tan unos entre sí, como vos
lo sois con vuestro Santísimo Hijo y Salvador nuestro:

2
Ad Hebr. Cap 12. V.23. Epist. D. Petr. Cap. 2. V. 9.Apoc. cap. 21.
V. 2.
Tui erant, mihi eos dedisti...serva eos in nomine meo, ut
sint unun sicut nos 3.
5- ¡Qué consuelo, vuelvo a decir, amados fieles
míos, seria este para mí y que dicha para vosotros!.
Esta es la que ardientemente os deseo; y Dios es
testigo que a éste fin hago continuamente memoria de
vosotros en mis oraciones y sacrificios. Hacedla también
vosotros por mí, para que un próspero viaje me
proporcione el consuelo de llegar cuanto antes a vuestra
presencia y la ocasión de sacrificarme por el bien de
vuestras almas.
6- Yo os confieso sinceramente con el Apóstol,
que deseo ya veros: Desídero enim vidére vos: y
vosotros lo creeréis sin dudar en ello, si alguna vez
habéis experimentado las delicadas impresiones y vivos
movimientos de un amor espiritual; amor ciertamente
más puro y por lo mismo más eficaz, más activo y más
inquieto, que todo otro amor natural y sensible. Dios, por
unos medios y caminos tan rodeados, que solo es capaz
de penetrarlo su sabia, justa y adorable providencia, me
ha destinado para Esposo de esa Santa Iglesia, para
Padre, Pastor y Prelado vuestro. Pues, ¿qué Prelado no

3
Joan. Cap. 17. Vers. 6 & 11.
desea ver y tratar a sus súbditos, y más si ellos son
dóciles, rendidos y prontos a ejecutar cuanto se les
manda?, ¿Qué Pastor no desea ver, conocer y
apacentar sus ovejas, y más si ellas llenas de bondad y
mansedumbre, están dispuestas a seguir sus pasos y
oír su Doctrina?, ¿Qué Padre no desea ver y abrazar a
sus hijos y más si espera de ellos toda aquella atención,
respeto, amor y obediencia que inspira una buena
educación; que dicta la misma naturaleza y que Dios
tiene mandada por sus santas leyes?, ¿Qué esposo no
desea ver y unirse con su esposa fiel, santa, pura,
hermosa, noble y adornada de cuantas bellas calidades
pueden hacer feliz e indisoluble un desposorio
espiritual?
7- Yo me tuviera, señores, por el Obispo más
infeliz, si desde el punto que acepte esta dignidad tan
superior a mi mérito y fuerzas, no hubiera sentido estos
tiernos movimientos de amor hacia mi Iglesia, hacia mis
hijos, hacia mis ovejas y hacia mis súbditos. Yo contara
por una de las señales mas ciertas de mi reprobación, si
hoy no sintiera en mi corazón estos vivos deseos de
llegar a vuestra presencia con el fin de consolaros en
vuestros trabajos, de socorreros en vuestras
necesidades, de instruiros en vuestras obligaciones y de
confirmaros en la fe, en la piedad y en la pureza de las
costumbres. En una palabra, yo no me tendría por
verdadero Pastor, si no por un vil y miserable
mercenario, si no me sintiese determinado a exponer mi
vida y mi salud por defender y salvar las almas que el
Señor ha puesto a mi cargo: Bonus Pastor animan suan
dat pro ovibus suis. 4
8- Ya con esto, amados fieles míos, no
extrañareis, ni acusareis de intempestiva esta Carta
Pastoral de prevención, e instrucción: antes yo espero
que la mirareis como una corta señal del grande amor
que os tengo, y como una prueba anticipada del cuidado
con que solicitaré o instaré siempre, como decía el
Apóstol, por el bien espiritual de vuestras almas: Insta
opportune importune5. Recibid pues, las siguientes
instrucciones y aprovechaos de ellas, mientras llego a
esa, mi Diócesis: Negotiamini dum venio6.

INSTRUCCIÓN A LOS PÁRROCOS


4
Joan cap. 10. V. II
5
2. Ad. Timoth. Cap.4. v. 2
6
Luc. Cap. 19. V. 13
9- Son los Párrocos los principales coadjutores
de los Obispos en el Ministerio Pastoral. Esta fue su
primera institución representada como en sombra por la
Ley Antigua, en los setenta Ancianos, que eligió Moisés
para que le ayudasen a gobernar su Pueblo; y al vivo
por la Ley de Gracia representada en los setenta y dos
Discípulos, que eligió el Salvador, para que ayudasen a
los Apóstoles en las grandes obras de la conversión del
mundo. Así lo afirma Santo Tomas.7 De modo, que así
como los Papas son legítimos sucesores de San Pedro,
y los Obispos lo son de los Apóstoles, así también los
Párrocos lo son de los setenta y dos Discípulos del
Salvador, como dice el V. Beda: Status curatorum
succedit statui septuaginta duorum Discipulorum Christi
8
Tan excelente y antigua es, señores, la institución de
vuestro empleo.
10- Jesucristo, Pontífice Máximo y Pastor de las
almas se sirvió para la conversión del mundo y
propagación del Evangelio, de los Apóstoles y
Discípulos, siendo éstos Coadjutores de aquellos,
semejantes en el cargo y ministerio Apostólico, aunque

7
Div. Thom. 3.p quaest. 77 art. 2.
8
Beda sup. Cap. 10 Joan.
inferiores en el orden y en la dignidad: Inferiores hi erant
Apostolis.9
11- Después que Jesucristo, nuestro bien se
subió a los Cielos, los Apóstoles para continuar la
grande obra de extender el Evangelio en todo el mundo,
gobernar en las Iglesias y confirmar en la fe a los
nuevos fieles, se sirvieron de los Obispos y de los
Párrocos, que entonces se conocían con el nombre de
Presbíteros, siendo éstos como unos Vicarios y
Auxiliares de aquellos, semejantes en el cargo y cuidado
de las almas, si bien muy inferiores en el carácter y
potestad de orden, como lo dice el Santo Concilio de
Trento: Si quis dixerit Episcopos non ese Presbyteris
superiores... anathema sit.10
12- Murieron los Apóstoles; y sus Discípulos y
Obispos sucesores continuaron en la propagación de la
religión cristiana, y gobierno de las Iglesias en la misma
forma que habían observado. En las ciudades
populosas ponían Obispo, si hallaban sujeto capaz de
serlo; más como él por si solo no podía concurrir a todas
partes, se valía de los Presbíteros o Párrocos para la
administración de los Sacramentos, y enseñanza de los

9
Adnot. J.H. Du-Hamel sup. Cap. Joan.
10
Sess. 23 can. 6 & 7.
fieles.11 Si no hallaban sujeto proporcionado para
Obispo, dejaban encargada la ciudad a uno o más
Presbíteros, para que la gobernaran en todo lo espiritual
hasta nombrar Prelado, que fijase su silla o jurisdicción
en ella.
13- La historia Eclesiástica nos presenta muchos
ejemplares de éstos. A mitad de siglo III, se hallaba la
Iglesia de Astorga gobernada por el Párroco Félix, y la
de Mérida, por el Diácono Lelio, que hacían en ella, las
veces de Obispo, como consta en la Carta 68 de S.
Cipriano.12
14- En el mismo siglo gobernaron la Iglesia de
Alejandría, los Párrocos Máximo, Dióscoro, Demetrio y
Lucio, mientras que S. Dionisio, dignísimo Prelado de
ella, vivía desterrado en los desiertos de Libia.13 S.
Hilario Obispo Pictaviense, que floreció en el siglo IV, se
gloriaba en el libro que dedicó al Emperador
Constantino, de que sin embargo de hallarse desterrado
de su Iglesia administraba a sus fieles la comunión por
medio de sus Presbíteros o Párrocos14. Esta misma
práctica vemos en siglos muy posteriores; y sin salir de

11
Sozom. Lib., 7 cap. 9.
12
D. Cyprian epist. 68.
13
Div. Dionys. M. Espist. Ad. Domitian & Didim.
14
Div. Hilar. Lib. Ad Constantin. Imper.
nuestra España se dice que la Santa Iglesia de Toledo
estuvo gobernada por el Cura de Santa Justa ciento
cincuenta años, los mismos que estuvo vacante y sin
Prelado desde la muerte del Arzobispo Juan15, cuando
ya la división de territorios y parroquias, empezada en
tiempo de San Dionisio Papa, como escribe Barbosa 16,
llego a formalizarse del todo, entonces a cada Diócesis
se le señaló su Obispo, y a cada Parroquia su Cura,
para que, teniendo el Obispo tantos Coadjutores como
Párrocos, donde no pudiese residir y obrar por si,
residiese y obrase por medio de ellos, como por unas
causas particulares y como por unos Ministros próximos
de los Sacramentos, que así lo llama el Papa Benedicto
XIV,17 citando a Santo Tomas.
15- De aquí ha nacido, señores, la grande y justa
estimación que la Iglesia ha hecho siempre de los
Párrocos, y el respeto y veneración con que en todos los
siglos los han mirado los fieles. En la primitiva Iglesia
fueron condecorados con el nombre de Obispos, así
como éstos usaban indiferentemente el nombre de
Presbíteros hasta que después, para atajar
equivocaciones y contiendas, que empezando en el
15
Dissert. Histor. Theolog. Sobre la antigüedad de los párrocos.
16
Barbosa, lib. De Offic.y Potest. Parot. P.1 fol. 4
17
Bened. XIV de Synod Dicec. Lib. 13 cap. 19. n 6.
nombre, paraban en la substancia y en la jurisdicción, se
hizo privativo de los Sacerdotes del primer orden el
nombre de Obispo; así como el de Papa, que
antiguamente de dada también a los Obispos, desde el
siglo IV, se hizo privativo de los Sumo Pontífices18.
16- El senado antiguo de la Iglesia, así en Roma,
como en otras partes, especialmente en Africa, se
componía de los Obispos, Párrocos y Diáconos 19. Los
Cor-Epíscopos, o como dice Ferrando, Díacono, los
Vicarios de los Obispos, que en los primeros siglos
gozaron de tantas preeminencias, y cuyo nombre y
jurisdicción se suprimió casi a mitad del siglo X, no eran
más que unos Párrocos autorizados20. Ellos asistían a
los Concilios, no sólo como personas particulares, sino
también muchas veces, como Legados de los Papas.
Así leemos en el Concilio General Niceno, celebrado en
el siglo IV, asistieron como Legados del Papa S.
Silvestre los dos celebres Párrocos Vito y Vicencio21. Al
Concilio General Efecino celebrado en el siglo V, asistió

18
D. Isid. Lib. 2 de Offic. Cap 7.
19
Dissert. Sup. Citat.
20
Bened. XIV de Syn. Dicce. Lib 3 cap. 3 n. 6.
21
Graves. Hist. Ecce. Secu. 4 tom. 1 fol. 92.
22
Idem ibid. Saecul 5 tom. 2 fol. 30.
23
Idem ibid. Saecul 7 tom. 3 fol. 42.
24
Cconcil. Ttrident. Sess. 24 cap. 2 de reformat
el Párroco Felipe como Legado del Papa Celestino,
juntamente con Arcadio Obispo22. Teodoro y Jorge
asistieron como Legados del Papa Agaton al Concilio
General Constantinopolitano III, que se celebró en el
siglo VII23. Al concilio Iliberitano asistieron veinticuatro
Párrocos, como también muchos de ellos a los Concilios
Antiquenos y Toletanos y hoy asisten y deben asistir a
los Concilios Sinodales, como lo previene el Concilio de
Trento24.
17- He dicho señores, todo esto solo a fin de
ponernos presente y haceros ver lo alto y sublime de
vuestro empleo, junto con las gravísimas obligaciones
en que os halláis constituidos desde el punto que
entrasteis en él. Vosotros, señores, sois mis
Compañeros, Vicarios y Coadjutores en el Ministerio
Pastoral y cargo de las almas. A mí y a vosotros están
encargadas por el Señor todas las de esta Diócesis y las
que componen vuestra Parroquia. ¡Ay de mí!, ¡y ay de
vosotros, si por mi culpa, o la vuestra, se pierde alguna
de tantas!. En nuestras almas vengará el Señor
eternamente la perdición de un alma perdida por nuestro
descuido.
2

2
2
18- Vosotros, señores, sois los Curas de
vuestros Parroquianos: a vosotros pues, toca el
cuidarlos con esmero y aún ser el cuidado mismo, aquel
tierno y amoroso cuidado con que un padre se afana y
se desvive por ver a sus hijos crecidos, medrados,
establecidos y dichosos. A vosotros toca ser padres, no
señores: mirarlos como hijos, no como esclavos:
tratarlos con amor, no con aspereza: ser amados de
ellos antes que aborrecidos; porque, como decía el V.
Sr. D. Juan de Palafox: ”Cura aborrecido para nada es
bueno en la administración, aparta, divide, inquieta,
desasosiega, alborota, arroja de sí al ganado, hace
aborrecible al Ministerio, cierra con desagrado y rigor las
puertas de la Parroquia, ahuyenta las almas del uso de
los Santos Sacramentos, quita el principio de todo lo
bueno y Santo, que es la devoción y afecto pío a lo
bueno.”25
19- Vosotros, señores, sois los rectores de
vuestro Pueblo: a vosotros, pues, toca regirlo con
prudencia, dirigirlo con suavidad y gobernarlo con
paciencia: sufriendo como Moisés del suyo, las quejas,
los resentimientos, las murmuraciones, y las
ingratitudes, disimulando, perdonando y orando, para
25
V. Palaf. Tom 3. Cart. Past. 9 punto 2 n. 6 fol. 7
que sin desmayar en la jornada, lleguen a gozar de las
dulzuras de la tierra de promisión.
20- Vosotros, señores, sois, los Atalayas o
centinelas de la ciudad: a vosotros, pues, toca velar de
día, de noche y a todas horas, sin perdonar trabajo, ni
incomodidad alguna: siempre con la voz del Evangelio
en la boca para el aviso y con las armas de la oración y
de la cruz en la mano para la defensa contra el común
enemigo de las almas; porque si por descuido vuestro,
se apoderase de alguna de ellas, Dios os imputará la
muerte, y os castigará con rigor: Sanguimem ejus
requiram de manu speculatoris26.
21- Vosotros, señores, sois pastores de vuestras
ovejas: a vosotros, pues, toca (dice Santo Tomas)
defenderlas, alimentarlas si se enflaquecen y
defenderlas si las combaten. A vosotros toca
defenderlas en el peligro, alimentarlas en la necesidad y
buscarlas y recogerlas en la perdición. Detengámonos
por un momento sobre las palabras de este Santo
Doctor: Tria sunt officia boni Pastoris: I est oves
deféndere: 2 in bonis pascuis páscere: 3 est errantes
requirere27 .
26
Ezeq. Cap33,6
27
D. Tom. Serm. Dom. 1 post Pash y sup 1 d. Timot. y Tit.
2
22- Sí señores, a vosotros toca defenderlas con
destreza y valor de las sugestiones de la carne, de los
halagos del mundo y de las tentaciones del demonio,
que a todas horas como un león rugiente las esta
rodeando, buscando medios y caminos para hacer
presa en ellas: Tanquan leo rugiens circuit, quarens
quen devoret28. Y, ¿cómo las defenderá el Pastor, que
con frívolos pretextos las abandona, las deja y que la
mitad del año o mucha parte de él, no reside en su
Parroquia? Ausente el Pastor, ¿cómo andarán las
ovejas, sino descarriadas, perdidas y expuestas al
precipicio, o a dar en los dientes del Lobo? Y en este
caso, ¿Podría justificarse el Pastor con que no vio, o no
supo del estrago de su ganado? No, ciertamente, según
aquella tan celebre, como temible sentencia de S.
Gregorio el Grande: Non est justa excusatio, si lupus
comedit ovem, Pastor nesciat. 29 Ausente de su casa el
Padre de familia, ¿Qué puede esperar sino que venga
de repente el ladrón que la asalte, la pierda y le robe lo
más precioso?.30 Ausente de su campo el labrador, ¿qué
ha de suceder, sino venir el hombre enemigo, sembrar
la cizaña de la mala doctrina, y sofocar con ella el grano
28
D. Pedro Epistola 1 cap. 5-8.
29
Ex Regul jur. Can X apud Vallens pag. 17 desumpta es D.
30
Matth. 24, 43.
escogido, que estaba prometiendo una abundante
mies? Venit inimicus ejus, superseminavit cizania.31
23- Ved señores, porque los santos Concilios,
especialmente el de Trento, y los Sumos Pontífices, han
mandado tantas veces y con tanto rigor la residencia de
los Párrocos, declarando a los omisos y defectuosos
reos de pecado mortal, obligándolos a la restitución de
los frutos, y declarando que ni la vejez, ni la intemperie
del país, ni el corto número de feligreses, ni el dejar
sustituto o teniente idóneo, son causas suficientes para
eximirse de esta gravísima obligación, que lo es de
derecho divino32. Hacer esto, señores, será defender
vuestras ovejas: Primum est oves deféndere.
24- A vosotros, señores, toca sustentar vuestras
ovejas, no solo sus cuerpos, con el pan y alimento
material, cuando lo necesitan; si no mas principalmente
sus almas con el alimento espiritual, que es la palabra
de Dios. Pero, ¿Cómo las alimentará el Párroco que ni
estudia, ni instruye, ni enseña, ni exhorta, ni predica, ni
sus feligreses lo ven en el púlpito, sino muy rara vez, o
por ceremonias? Si los párvulos, si los niños de su
Parroquia piden el pan de la Doctrina Cristiana, y el
31
Matth. 13, 25.
32
Trid sess. 23 de Reform., Cap. 1 alexand. III Inoc. III cap. Quia
non multi, de Clericis non residentibus; & cap. Licet, can de Elect.
Cura ocioso, o divertido, o descuidado no se las reparte,
no los doctrina, no les enseña las oraciones o
rudimentos de nuestra Santa fe, no les impone en las
obligaciones esenciales que contrajeron en el Bautismo,
ellos vivirán y morirán en esta lastimosa ignorancia y el
Párroco será el autor de su ignorancia y de su muerte 33.
25- Si las murallas de Jericó, si los pecadores
rebeldes y obstinados en el vicio, no oyen los ecos de la
trompeta: si los Párrocos no les ponen delante la
fealdad del pecado, las fuerzas de la mala costumbre,
las amenazas y castigos de Dios contra los
prevaricadores de su Ley, ellos perseveraran firmes en
sus vicios, sus maldades llegaran al colmo, llenarán la
medida, atesorarán la ira del Señor, morirán en su
pecado, y el Párroco será la causa de su impenitencia y
condenación.34
26- Si las almas justas, dóciles, y dispuestas a
todo lo bueno, jamás oyen de boca de su Párroco los
frutos y efectos admirables de los Sacramentos, las
dulzuras y premios eternos de la virtud, los medios de
practicarla y las disposiciones necesarias para su
adelantamiento; ellas serán unas almas estériles e

33
Thren. 4, 4.
34
Josue cap. 6.
infructuosas, que, o volverán atrás, o no adelantaran en
el camino de la perfección Cristiana, y el Párroco será
responsable de todos sus desmedros.
27- Ved, señores, por que el Concilio de Trento
manda a los Párrocos que enseñen a los niños la
Doctrina Cristiana los Domingos y demás Fiestas: que
en los mismos días y al tiempo que se celebra el Santo
Sacrificio de la Misa prediquen al Pueblo la Palabra de
Dios, y les hagan frecuentes pláticas sobre la virtud y
eficacia de los Sacramentos, fuentes perennes del
Salvador, de donde salen todas las gracias a las que los
reciben dignamente.35 Hacer esto será apacentar las
ovejas: In bonis pascuis tenére páscere.
28- A vosotros toca buscar por todos los caminos
y medios, sin perdonar trabajo alguno, las ovejas de
vuestra grey, si tal vez erraron como flacas, si se
perdieron como ciegas, o si se desviaron de los caminos
rectos de la Ley, a ejemplo del Buen Pastor Jesucristo,
que después de buscar la oveja que se le había perdido,
cuando ya la halló, no rehusó cargarla con una piedad
inefable sobre sus hombros, y volverla al rebaño
escogido de su Eterno Padre: Imponit in humeros

35
Trident sess. 23 de Refor. Cap. 1 & sess 24 cap. 7.
suos.36 Pero, ¿Cómo la buscará, recogerá y cargará
sobre sus hombros el Párroco, que entregado al juego,
al regalo y a la propia comodidad, se aparta y huye del
confesionario, como de un lugar de fatiga y de sujeción,
siendo éste, sino el único, el más propio para buscar
almas, recogerlas, instruirlas, sanarlas y llevarlas a
Dios?
29- Si el Paralítico no halla en la Piscina de
Jerusalén al ángel destinado por Dios a mover las aguas
de la salud, quiero decir, si los feligreses por más que
en los días festivos, acudan al Confesionario, jamas
tienen el consuelo de hallar en él a su propio Sacerdote,
o Párroco; o si le hallan, tal vez es mostrando en el
semblante el disgusto y la repugnancia con que asiste a
este sagrado ministerio, ellos quedaran paralíticos por
muchos años, o tal vez perdidos para siempre y el
Párroco será el autor de su eterna desgracia.
30- A él pues se dirigen, y en él a todos los
Pastores omisos en defender, sustentar y recoger sus
ovejas espirituales, aquellas terribles amenazas de Dios,
por el Profeta Ezequiel, que los Obispos y Párrocos
debíamos llevar siempre en la memoria y en el corazón:
¡Ay de vosotros, pastores de Israel, que en lugar de
36
Lucas 15, 5.
apacentar mis ovejas, os apacentáis y regaláis con
ellas! Ve Pastoribus Israel, qui pascebant semetipsos!.
Vosotros coméis su leche, vestís con su lana, os
engruesaís con su sustancia: Lac comedebatis, lanis
operiebamini quod, crassum erat occidebatis. Esto ya lo
hacéis y lo hacéis con imperio y aspereza: Cum
austeritate imperabatis eis, cum potentia. Lo que nunca
habéis hecho es curar a la oveja enferma, ligar a la
quebrada, levantar a la caída y recoger a la perdida y
descarriada. Quod egrotum non sanastis, quod
confractum nom consolidastí, quod abjectum non
reduxistis, quod perierat non quasistis. Pues, yo sacare
mi rebaño de vuestras manos y su eterna perdición la
vengaré en la vuestra: Ecce ego ipse super Pastores
requiram gregen meum de manu eorum.37
31- Yo sé bien, señores, que todas estas
obligaciones son principalmente mías, defender mis
ovejas, sustentarlas, buscarlas y recogerlas. Yo se que
a éste fin debo residir en mi Iglesia, visitar mi Diócesis,
administrar los Sacramentos a mis fieles, predicar la
Palabra de Dios a los Pueblos, enseñar la Doctrina
Cristiana a los niños, derramar toda mi renta en el seno
de los pobres, oír a todos, consolar a todos, promover la
37
Ezech. 34, . v 1.3.4.5.y 10..
virtud, reprender los vicios, arrancar los escándalos
donde los hubiere, y castigar, si fuere necesario, a los
delincuentes y escandalosos.
32- Pero, ¿Podré yo, señores, hacer todo esto
por mí solo, y sin vuestra asistencia?, ¿Podré yo
bilocarme, multiplicarme, y tener pies para a un mismo
tiempo residir y visitar todas mis Iglesias?, ¿Manos para
administrar todos los Sacramentos a todos los fieles?,
¿Lengua para predicar en todos mis Pueblos?, ¿Ojos
para ver todas las necesidades de mis diocesanos y
socorrerlas?, ¿Oídos para saber todos los escándalos,
corregirlos y remediarlos? No es posible esto a las
limitadas fuerzas de un hombre tan flaco y miserable
como yo. Lejos de ser un celo prudente, sería una
temeridad pensar y querer emprenderlo todo por mí, de
una vez, a un mismo tiempo y en partes tan distantes.
Justamente en este caso se me pudiera decir lo que
Jetro dijo a Moisés: Stulte consúmeris: supra vires tuas
est negotium: solus illud non póteris. Neciamente te
fatigas en querer hacer lo que no es posible en lo
humano. Este es un negocio superior a tus fuerzas y un
peso que no pueden sostener tus hombros. Es muy
numeroso este pueblo para que, por ti solo lo puedas
gobernar bien. Toma mi consejo: Próvide de omni plebe
viros potentes timentes Deum, in quibus sit veritas, qui
óderint avaritiam, qui judicent populum in omni tempore.
Escoge y nombra setenta varones de la plebe, hombres
doctos, de poder, verdad, desinterés, y santo temor a
Dios. Haz que ellos juzguen y gobiernen al Pueblo en
las cosas menores y que en las de mayor entidad
suspendan las providencias hasta darte cuenta; que de
este modo la carga y el cuidado serán menos, cumplirás
con el mandato de Dios, y podrás sostener todos sus
preceptos: Si hoc feceris, implebis imperium Dei,
precepta eius poteris sustentare38.
33- Así, señores, vosotros sois los ancianos de
mi Diócesis, mis compañeros, Coadjutores y Vicarios,
hombres dotados de ciencia, de verdad, de prudencia,
de caridad, y de temor de Dios. A lo menos yo cuidaré
mucho de no elegir para Párroco al que no tuviere todas
estas calidades. Vosotros sois y habéis de ser mis pies,
mis manos, mi lengua, mis ojos, mis oídos, y mi
corazón. Donde yo no pueda poner mis pies, para
visitar, visitad vosotros, instruyendo, consolando y
previniendo. Donde yo no tenga manos para administrar
los Sacramentos, administradlos vosotros al sano, al
enfermo, al moribundo, al pobre, al rico, a todos sin
38
Exodo cap.18.
excepción. Donde mi lengua no pueda predicar el
Evangelio, predicadlo vosotros con frecuencia, con celo
y con desinterés. Las miserias y necesidades de los
pobres que no alcancen ver mis ojos, véanlas los
vuestros, consoladlos, socorredlos, si podéis; si no
pudiereis, avisadmelo a mí, que soy y debo ser su
Padre, su consolador y su socorro. Los excesos y
escándalos que yo no oiga, que yo no sepa para el
remedio, contenedlos vosotros, remediadlos con
prudencia y caridad hasta donde alcancen vuestras
fuerzas: en asuntos arduos, dificultosos y de mucha
entidad, no fiéis enteramente de vuestro juicio, dadme
cuenta de todo, para tomar las providencias que
parecieren más conformes a la justicia, a la razón, y a la
paz: que de este modo vosotros y yo, habremos
cumplido con las obligaciones de nuestro misterio
Pastoral.

INSTRUCCIÓN A LOS SACERDOTES

34- La Jerarquía Eclesiástica, que instituida por


Dios y subordinada en todo, al Supremo Pastor y Vicario
de Jesucristo, forma la porción más escogida del Pueblo
Cristiano, y el escuadrón más brillante, valeroso y
dispuesto a hacer frente a los enemigos de la Iglesia, se
compone (dice el santo Concilio de Trento), de los
Obispos, Presbíteros y Ministros: entendiendo por estos
últimos los Diáconos, Subdiáconos, Acólitos, Exorcistas,
Lectores y Ostiarios39.
35- En esta Jerarquía nada hay desordenado,
nada confuso, nada ocioso; porque todos los que la
forman tienen su orden, su clase, su potestad, y su
empleo. El de los Ministros se dirige a servir en el Altar a
los Sacerdotes, y el de éstos, a servir a los Obispos en
su Ministerio Pastoral. Los Obispos son los principales
en esta Jerarquía, como Sacerdotes que son del primer
orden, sucesores de los Apóstoles, y destinados por el
Espíritu Santo, según el Apóstol, para gobernar su
Iglesia: Posuit Episcopos regere Ecclesiam Dei40.
Después de los Obispos, ocupan el segundo lugar los
Párrocos, como que son Pastores, Ministros Ordinarios,
Sacerdotes propios, Prelados menores en aquella grey,
Pueblo o Parroquia a que les ha destinado su Obispo.
36- Después de los Párrocos tienen el tercer
lugar los Sacerdotes simples, que aunque el Derecho
los llama así, por no ser Prelados, ni mayores, ni

39
Trid. Sess. 23 de Reform. Can. 6.
40
act. cap. 20 v. 28.
menores y carecer de toda jurisdicción ordinaria, sin
embargo son superiores a todos los demás Ministros por
las dos excelentes potestades de que gozan, una sobre
el cuerpo natural de Cristo para poderlo consagrar y otra
sobre su cuerpo místico, que son los fieles, para
poderlos absolver de sus culpas. En la Instrucción
antecedente, hablé con los Párrocos; en esta hablaré
con los Sacerdotes.
37- A vosotros pues, señores, dirijo esta breve
instrucción, con el mismo fin y con las mismas palabras
con que el gran Padre de la Iglesia San Ambrosio dirigió
una suya a los Sacerdotes de su Diócesis, para hacerles
ver a un mismo tiempo lo alto y excelente de su dignidad
y las gravísimas obligaciones que habían contraído al
recibir el Sacerdocio. Escuchadme (les decía), vosotros
sois los verdaderos herederos de la Tribu de Leví,
descendientes de la rama Sacerdotal, santificados por
vuestro carácter y constituidos guías, cabezas y
conductores del Pueblo Cristiano: Audite me stirps
Levitica, germen Sacerdotales, propago santificata,
Duces, ac Rectores gregis Christi. Escuchad la súplica e
instrucción que os hago, acompañada del respeto y
veneración que debo a vuestras personas: Audite me
rogantem paviter venerantem, para que habiendoos
mostrado el eminente grado a que habéis sido elevados,
pueda exigir de vosotros todas las virtudes y santidad
necesarias para mantenerle con honor y con fruto: Ut
cum honoris vobis prerogativa mostramus, congrua
etiam merita requiramus. Las palabras pues, de este
Santo Obispo y Doctor de la Iglesia, darán abundante
materia a vuestra instrucción.
38- Audite stirps Levitica, germen Sacerdotale. Si
señores, vosotros sois los herederos legítimos y
verdaderos descendientes de la rama sacerdotal y por
consiguiente sois los santificadores de la Ley Nueva, así
como de la Antigua lo fue Aaron, sus hijos y sucesores;
pero con una diferencia inexplicable en el tiempo, en el
modo, en la sustancia, y en el valor de los sacrificios.
Porque, ¿qué comparación puede haber entre lo animal
y lo espiritual?, ¿Entre la figura y lo figurado?, ¿Entre la
sombra y la realidad?.
39- San Pablo en su Carta a los Hebreos
demuestra con argumentos invencibles las infinitas
ventajas que hacen el sacerdocio y sacrificios de la Ley
Nueva al sacerdocio y sacrificios de la Antigua, como
que éstos no fueron capaces, ni jamás lo hubieran sido
de aplacar la ira de Dios sobre los pecadores, y el
sacrificio único y admirable nuestro fue y muy copioso
para reconciliarlos con Dios, y abrir las puertas del
Cielo. A este fin pone las palabras del Salvador al entrar
en este mundo. Hostiam oblationem noluisti: corpus
autem aplasti mib41. La obligación y la hostia y víctima
con que Dios se dió por satisfecho enteramente, no
fueron las ovejas, las tórtolas, los bueyes, ni los demás
animales, que se sacrificaban por los Sacerdotes de la
Ley Antigua; sino el cuerpo adorable del Unigénito Hijo
de Dios sacrificado en el altar de la Cruz, y que cada día
se sacrifica incruentamente en el altar por los
Sacerdotes de la Ley de Gracia.
40- En efecto, señores, vosotros renováis todos
los días en el altar la obligación única, el gran sacrificio,
el remedio del género humano prometido a nuestros
padres desde el principio de los siglos y a este fin os
presentáis en el altar en lugar de Jesucristo. Vosotros
consagráis todos los días su Santo Cuerpo y en virtud
de cinco palabras, proferidas con intención y sobre
legítima materia, abrís los cielos de par en par, y lo
ponéis en vuestras manos tan alto y tan poderoso como
está en los Cielos a la diestra de su Padre. ¿Puede
llegar a más vuestra dignidad y vuestro poder?.

41
hebr. 10,5-7.
41- ¡Cuánto no se admiraría el poder de un
hombre, que, como Moisés, hiciera brotar aguas de un
pedernal a golpes de su vara!, ¡Que, como Josué,
hiciera parar al sol al imperio de su voz!, ¡Que, como
Elías, hiciera bajar fuego del Cielo sobre el altar a fuerza
de su oración! ¡Y finalmente, que, como Jesucristo,
convirtiese el agua en vino a ruegos de su Madre!
Admirad, pues, señores, semejante poder en vosotros
mismos, e iguales y aún mayores milagros, ejecutados
en virtud de vuestra palabra al proferir las de la
consagración. Vosotros entonces convertís el pan y el
vino en Cuerpo y Sangre de Jesucristo, quien con todo
el fuego de su infinita caridad, y con toda la corriente de
sus gracias y piedades, desciende sobre el altar y como
sol verdadero de justicia se para y pone en vuestras
manos, para que lo adoréis, y lo deis a adorar, para que
lo comáis y lo deis a comer y finalmente para que lo
ofrezcáis a su Eterno Padre en sacrificio de propiciación
por todo el mundo.
42- No hay palabras ni expresiones que sean
bastantes para explicar esta dignidad y poder de los
Sacerdotes; y sólo podrá sentirse y explicarse a fondo y
como es en sí, cuando estemos en el cielo. A esto sin
duda aludieron aquellas palabras del Salvador, cuando
en la noche de la Cena dijo a sus Apóstoles: Scitis quid
fecerim vobis?42. ¿Sabéis, Discípulos míos, lo que yo he
hecho esta noche con vosotros y para vosotros?,
¿Habéis formado digna y cabal idea de la excelente
dignidad a que os he elevado, dándoos potestad para
sacrificar y consagrar mi Cuerpo? Nada respondieron
los Apóstoles a esta pregunta; porque no hay en esta
vida respuesta, ni palabra, ni ideas, ni expresiones
bastantes, para explicar lo mucho que hace Dios con un
hombre cuando lo eleva al Sacerdocio de la Ley de
Gracia.
43- Pues, a tan grande dignidad, señores, ¡ que
vida no corresponde!, ¡Qué pureza!, ¡Qué virtud!, ¡Qué
Santidad!. Bastantemente lo significa el Concilio de
Trento en la sesión 14, donde hablando con los Obispos
dice: “Amonestarán a todos los Clérigos, de su
jurisdicción a que sean el modelo de los fieles, y vayan
delante de ellos en el ejemplo, en la ciencia, en la
conversación, y en la virtud, acordándose de lo que esta
escrito: “Sed Santos, porque yo soy Santo”43 que fue
como decir, que el Sacerdote ha de ser santo en los
pensamientos, santo en las palabras, santo en las
42
jn.13,12.
43
Lev 11,44.
44
Eccle. 50,1-7.
obras, santo para sí, santo para los demás, santo a
medida y proporción del grado, orden y dignidad a que
ha sido elevado: santo como Simón. Hijo de Onías, a
quien llama la Escritura Sacerdote grande: Sacerdos
magnus, que en el Templo del Señor empezó a lucir
como estrella de la mañana, prosiguió en lucir como
luna en lleno, y acabó de lucir como un sol
resplandeciente44.
44- Así es pues, señores, como han de lucir y
obrar los que tienen la dignidad de Sacerdotes en la
Iglesia de Dios, empezando bien la carrera de su
vocación, prosiguiéndola siempre con adelantamiento
en la virtud, y completándola con un heroico grado de
santidad. Cuando Ordenados en menor, han de lucir
como estrellas, retirados, modestos, devotos, asistentes
al Templo, aplicados a los libros. Cuando ya reciben
Orden mayor, han de lucir como una luna en lleno, más
aplicados a los libros, más asistencia al Templo, más
devoción, más modestia, más retiro, más virtud. Cuando
ya, finalmente llegan a la dignidad de Sacerdotes, aquí
ya han de lucir como un sol: ya sus virtudes no han de
ser comunes, su Santidad, ha de ser heroica, eminente,
pública, manifiesta a todo el Pueblo Cristiano: su vida ha
4
de ser más pura que los rayos del sol, dice San Juan
Crisóstomo, de modo que pueden decir con la misma
verdad que San Pablo: Vivo ego, jam non ego vivit veró
in me Christus.
45- A lo menos, señores, es necesario que así
como Dios no ha puesto limites a vuestro poder, así
tampoco los pongáis vosotros a vuestra santificación:
que a la indignidad que os es común con todos los
hombres, no añadáis la propia personal; y que si aquella
es necesaria por la condición de vuestra naturaleza, no
sea voluntaria por la relajación de vuestras costumbres:
que de este modo habréis desempeñado el alto empleo
que gozáis de sacrificadores del Nuevo Testamento:
Stirps Levitica, germen Sacerdotal.
46- Audite me, propago sancta. Vosotros,
Señores, sois los santificados por vuestro carácter, y al
mismo tiempo los destinados a santificar las almas,
aplicándoles la sangre de Jesucristo por medio de los
Sacramentos: Dispensatores mysteriorum Dei45.
Vosotros sois los Ministros de Cristo para anunciar las
verdades eternas, publicar su Ley Santa e insinuar sus
consejos a los hombres, dirigiéndolos por el camino de
la Salvación, y apartándolos de las sendas de la
45
1cor. 4,1.
perdición y de la muerte46. Vosotros sois los Delegados
y Plenipotenciarios para concluir este gran tratado de
paz y de propiciación, que se solicita establecer entre el
Cielo y la tierra, entre Dios ofendido y el hombre
pecador: Ut repropitiaret delicta populi47.
47- A vosotros ha confiado el Criador del mundo,
su causa y sus intereses, dándoos facultad para que
juzguéis entre él y su viña, entre su Ley Santa
despreciada por los pecadores, y los pecadores que la
despreciaron: Judicate inter me, vineam meam 48. A
vosotros ha dado, para decirlos de una vez, la potestad
de atar y desatar las conciencias, de juzgar y absolver
las almas, de perdonar los pecados y volver a su
amistad y gracia a los pecadores: Accipite Spiritum
Samctum, quorum remiseritis peccata, remittuntur eis49.
48- Éste es, señores, el misterio de
reconciliación, que Dios ha puesto a vuestro cargo:
poder tan mayor al de lanzar los demonios de los
cuerpos, al de hablar en idiomas distintos y
desconocidos, al de pisar las serpientes y beber su
veneno sin recibir daño, al de curar los enfermos y

46
Mc. 16,15.
47
Hb. 2,27.
48
Isaias cap. 5, 3.
49
Joan. Cap. 20, 22 & 23.
resucitar muertos, cuanto lo es la grande obra de la
justificación, dice Santo Tomás, respecto de todas estas
obras, sin embargo de ser tan grandes y maravillosas.
49- Ved aquí la maravilla, que tanto pondera San
Juan Crisóstomo en sus libros de Sacerdocio: ¡Ah!,
¡Quién había de creer que el siervo fuese establecido
Juez en la tierra y que el Señor en el Cielo ratificase
todas las sentencias que da! Servus sedet in terra,
Dominus sequitur sententiam. ¡Quién había de creer que
el Cielo recibiese de la tierra la regla y forma de justicia
que debe seguir!. A terra judicandi forman Calum accipit.
Pues así es, y el juicio de los Sacerdotes es como un
juicio anticipado de Jesucristo, añade San Cipriano:
Anticipatum Christi judicium.
50- Ved aquí el poder, a cuya vista pudieran
decir los incrédulos lo que los judíos dijeron al oír que
Cristo había curado al paralítico, y perdonándole sus
pecados: Blasphemat quis poterit dimittere peccata, nisi
solus Deus14. ¡Qué blasfemia! Porque, ¿quien puede
perdonar los pecados sino sólo Dios? Sí, señores, Dios
sólo es el que puede perdonar los pecados, y el que los
perdona; pero también es el que por un efecto de su

14
Mc10,7.
bondad infinita se vale de los Sacerdotes, como de
instrumentos de su poder para perdonarlos.
51- Glorificad, pues, señores con aquellas fieles
tropas del Evangelio, glorificad a Dios que ha querido
honraros y distinguiros con semejante potestad, sin
embargo de que sois hombres flacos y miserables: Et
glorificaverunt Deum, qui dedit potestatem talem
hominibus.51 Pero al mismo tiempo yo os ruego con el
Apóstol y con todas las fuerzas de mi corazón, que no
recibáis en vano esta gracia, ni tengáis ocioso, y sin
ejercicio este poder que el Señor os ha dado, y a cuyo
fin os ha hecho Sacerdotes de su Iglesia: Adjuvantes
exhortamur, ne in vacuum gratiam Dei recipiati52.
52- Es verdad que el propio Sacerdote obligado
a predicar la Palabra Divina, y oír las confesiones de sus
feligreses, es el Párroco; pero qué, ¿en esta Jerarquía
no sois vosotros sus Ministros y Coadjutores, como ellos
lo son de los Obispos?. ¿Os llamó Dios al Santuario no
más que para presentaros en él a los fieles revestidos
brillantemente de la dignidad y pompa Sacerdotal?. ¿Os
confirió las órdenes vuestro Obispo, os delegó su
jurisdicción, y os encargó la predicación del Evangelio,

51
Mt 9,8.
52
2cor 6,1.
solo para que tuvierais una vida regalada y ociosa?.
¿No fueron la necesidad o la utilidad de la Iglesia las
causas únicas, que en conformidad con lo que dispone
el Santo Concilio de Trento, le movieron a ordenaros
con patrimonio? Pro necessitate, vel commoditate
Ecclesiarum53. ¿Y podrá decirse con verdad, y según la
mente del Tridentino, que sois necesarios, o útiles a la
Iglesia, si contentos con decir una Misa, os separáis
eternamente del confesionario, y de aquellos ejercicios
de piedad, e instrucción tan propios de los Sacerdotes,
como encargados y mandados por los Padres y
Concilios?, ¿El de Trento no decreta en la sesión 24,
que ninguno en adelante sea ordenado de Presbítero,
sino el que después de un riguroso examen se halle
idóneo y capaz de enseñar al Pueblo, y administrarle los
Santos Sacramentos? Ad administranda Sacramenta
idonei comprobentur.
53- Pero prescindamos por ahora, señores, de
esta obligación (de la que tal vez hablaré en otra
ocasión más oportunamente). ¿No os moverá para
aplicaros a éste ejercicio santo la caridad y el celo de la
conversión de las almas redimidas con la sangre de
Jesucristo, de quien sois Ministros y Sacerdotes?,
53
Sess. 21 de refor. Cap 2
¿Llegará vuestra indolencia a tanto que, por falta de
aplicación al púlpito y confesionario, dejéis de recoger y
reducir al rebaño del Señor, tantas ovejas de Israel
como se ven y se lloran dispersas, descarriadas y
perdidas?, ¿Tan desnudo estará vuestro corazón de los
sentimientos de amor y de humanidad, que viendo a
vuestros hermanos cautivos, presos y arrastrando las
cadenas del vicio en medio de Babilonia, no os llegareis
a ellos para rompérselas, redimirlos del poder de
Satanás y ponerlos en la dichosa libertad de hijos de
Dios?.
54- Santo Tomas de Villanueva forma a éste
propósito una excelente instrucción para los Sacerdotes,
al advertir que Jesucristo no llamó a sus Apóstoles, ni
Discípulos, ni amigos, ni compañeros, sino hermanos,
cuando después de su resurrección apareció a la
Magdalena: Vade ad frates meos. La Ley del
Deuteronomio disponía, que si un hombre moría sin
hijos, se casase un hermano con la viuda, que suscitase
la sucesión de la casa y ved aquí señores, la instrucción
de este Santo Arzobispo de Valencia.
55- Murió Jesucristo en la Cruz, pero sin todos
aquellos hijos que deseaba su infinita caridad, y que
prometían la fuerza y actividad de sus ejemplos,
sermones y milagros: por eso pues advierte a sus
Apóstoles por medio de la Magdalena, que son sus
hermanos: Vade ad frates meos, para que con esta
memoria entren en la obligación y el empeño de
propagar su Iglesia, multiplicar sus hijos, y ganarle
almas, confesando y predicando por todo el mundo:
Meminerint ut fratri suo semen suscitent in Ecclesia.
56- ¡Ah, señores Sacerdotes! Hermanos somos
de Jesucristo: Vade ad fratres meos. Murió éste, nuestro
hermano en la Cruz, pero, ¡qué pocos hijos dejó en el
mundo, y se ven en el mundo, que abracen la
mortificación, sigan su Doctrina, y observen su Ley!,
¡Qué pocos los escogidos, siendo tanto los llamados.
¡Qué pocos los justos y virtuosos en comparación de los
injustos y los pecadores!. ¡Nuestro Hermano sin hijos!
Pues, ¿qué hacemos y debemos hacer los Sacerdotes,
que somos sus hermanos, sino confesar, predicar,
instruir, y enseñar en los confesionarios, corregir y
clamar en los púlpitos, en las poblaciones y en las
calles, para ganarle almas y multiplicarle hijos a medida
de su deseo y su infinita caridad?
57- Vuelvo, señores, a rogaros por las entrañas
de misericordia de nuestro Dios, que acordándoos de la
alta dignidad a que os ha llamado, no tengáis enterrado
vuestro talento, ni ociosa, ni estéril esta gracia y
potestad, que os ha dado de anunciar su ley a los
pueblos y de perdonar pecados a los hombres: que os
apliquéis con celo, doctrina, y desinterés a estos dos
Santos ejercicios y que seáis santificadores de las
almas por medio de la administración de los Santos
Sacramentos: Propago Sancta.
58-Audite Duces, ac Rectores gregis Christiani.
Si, señores, sois también los Maestros, Guías y
Rectores del Rebaño de Jesucristo, títulos honoríficos
con que tantas veces os nombran los Padres y
Concilios; pero títulos que al mismo tiempo demuestran,
que toda la Cristiana conducta de los fieles, pende de
vuestra enseñanza, de vuestra dirección y de vuestro
ejemplo54.
59- Por esta razón dice el Concilio de Trento:
“Conviene que los Clérigos llamados a la suerte del
Señor, de tal manera compongan su vida y costumbres,
que nada se vea en sus acciones o palabras, sino
moderación, gravedad y Religión; porque no hay cosa
que así mueva a los fieles a la piedad y culto de Dios,
como la vida y ejemplo de los que se han consagrado al

54
Can Sacerdotes 6 quest. 1.
Ministerio del Altar”55. Por la misma y larga experiencia
que tenía el Apóstol en el gobierno y solicitud de sus
Iglesias, le escribía a su Discípulo Timoteo: Exemplum
esto fidelium56. Nada te encargo sino que seas el
ejemplo de los fieles en las palabras, en la caridad, en la
fe, en la castidad: In verbo, in conversatione, in
charitate, in fide, in castitate57. Que vean ellos, que
estudias, que exhortas, que predicas, que tu vida es
irreprensible; que si lo haces así, ellos harán lo mismo:
tu te salvarás y ellos se salvarán también: Hoc enim
faciens, te ipsum salvum facies eos qui te audiunt 58.
Tanto puede un Sacerdote solo con el ejemplo de su
vida, y cada día vemos pueblos enteros que confiesan
que le deben la paz, la religión y la piedad, que reina en
ellos, a la enseñanza, dirección y ejemplo de un solo
Sacerdote.
60- Sí, señores, supongamos que un Sacerdote
por justas causas, que le impiden confesar, predicar, y
enseñar, reduzca todo el bien que puede hacer a la
Iglesia, a una vida ejemplar y edificativa: supongamos
que no haga otra cosa que mostrar a los fieles en su

55
Trid. Sess. 24 de Reform. Cap 1.
56
1 Ad. Timoth. Cap. 4, 12.
57
Ibidem.
58
Ibidem. 4,16
conducta la piedad, el desinterés, la mortificación, la
afabilidad, el pudor, la inocencia, y gravedad sacerdotal:
ya pues, con solo esto se hace un espectáculo
admirable al mundo, a los ángeles y a los hombres, y
verifica en sí que es un Rector útil, un fiel Conductor, y
un excelente Maestro de todos los fieles; porque su vida
inculpable es un sermón mudo, pero penetrante y eficaz,
que ilumina y convierte a cuantos lo ven. Su
irreprensible conducta es una elocuente y continua
persuasión, que reduce a los malos al camino de la Ley,
que cuando menos les inspira respeto a la virtud, y los
obliga a confesar que todavía hay Justos en la tierra,
verdaderos profetas en Israel, y Sacerdotes
irreprensibles en el Santuario. En una palabra sólo su
ejemplo, es bastante para que, salvándose él, se salven
todas o muchas de las almas de aquel pueblo: Hos
enim faciens, te ipsum salvum facies, cos qui te audiunt.
61- Y si la razón o argumento de los contrarios
tiene y debe tener la misma fuerza, ¿qué diremos del
Sacerdote, cuya vida fuese culpable, su vida
reprensible, y malo su ejemplo? Pero hablemos por
ahora de unos y otros y, digamos con el Espíritu Santo:
Qualis est Rector civitatis, tales habitantes in ea59. Que
59
Eccli, cap. 10, 2.
siendo los sacerdotes, Maestros, Guías, y Rectores del
Pueblo, al tenor que ellos viven vive el pueblo también;
si bien, bien; si mal, mal; porque con su ejemplo, dice
San Ambrosio, los seculares se confirman tanto en lo
bueno, como en lo malo que hacen: Exemplo
Sacerdotum mundani confirmantur sirve in bonum, sirve
in malum.
62- Pero no sólo se confirman en lo malo sino
que lo pretextan, lo excusan y aún quieren justificar con
el ejemplo y práctica de los Sacerdotes, a la manera que
el pueblo de Israel quería justificar sus culpas en
comparación de las privaciones de Judá, pueblo
escogido y favorecido de Dios, como refiere el Profeta
Jeremías: Justificavit animan suam eversatrix Israel,
comparatione prevaricatricis Jude60. Como diciendo: Si
Judá, que es el Pueblo iluminado y escogido, prevarica
y vive sin religión, sin ley, sin justicia, y sin razón, ¿qué
mucho, que yo habiendo recibido menos luz y favores
de Dios, viva sin razón, sin justicia, sin ley y sin
religión?.
63- ¿Cuántas veces oímos, señores, a los
seculares formar semejantes discursos, y darnos en
cara con estas justificaciones, aunque tan perversas?.
60
Jer.3,11.
¿Cuántas veces les oímos justificar sus diversiones, sus
tratos, sus juegos, sus negociaciones, con decir que
también los Sacerdotes negocian, que también juegan,
que también tratan, que también se divierten, y que
cuando ellos, siendo los Maestros, Guías, y Rectores
del pueblo lo hacen, también ellos lo podrán hacer? No
dudo señores, que muchas veces se engaña a sí misma
la iniquidad, y que no pocas veces, buscan los seculares
semejantes pretextos para poner a cubierto sus vicios:
aún cuando no mientan, yo sé bien que no los
justificarán estas razones en el Tribunal de Dios. Pero,
¡Ah!, Yo sé igualmente por la Escritura y Santos Padres,
que el Sacerdote será responsable a Dios de las culpas
que el secular cometió por su mal ejemplo. Por tanto, y
para no alargar más esta instrucción, concluyo con las
palabras de Crisóstomo, o del Autor de los Comentarios
sobre San Mateo: Ideo unusquieque Christianorum pro
suo peccato reddet rationem; Sacerdotes autem non
solum pro suis, sed pro omnium peccatis reddituri sunt.
Videte, Sacerdotes, quomodo vos componatis in verbo
in opere.

INSTRUCCIÓN A LOS DEMÁS


FIELES DE MI DIÓCESIS
64- No quiera Dios, amados fieles míos: no
quiera Dios que la primera vez que tomo la pluma para
instruirlos, me arrebate de tal manera el celo y ardiente
deseo del bien espiritual de vuestras almas, que, o las
espante con el terror y dureza de mis palabras, o las
acobarde con el peso, dificultad y multitud de
obligaciones que quiero persuadiros. No sea así, yo
quisiera hablaros con el espíritu de amor y de dulzura, y
nada mas os pediré en esta Pastoral, aquello mismo a
que vosotros confesareis de buena fe estar obligados y
prontos a ponerlos en ejecución.
64- Vosotros sois cristianos por la gracia de
aquel Señor que misericordiosamente os segregó de los
hijos de la perdición y os trajo al gremio de la Iglesia,
para que fueseis hijos especiales suyos. Vosotros,
vuelvo a decir, sois cristianos y si lo sois y hacéis gloria
y profesión de serlo, yo os pregunto: ¿Podréis salvaros
sin cumplir exactamente las obligaciones y sin tener la
santidad que impone y pide el cristianismo? Ved aquí,
pues, todo el objeto a que se dirige ésta, mi primera
instrucción.
66- La Religión, amados fieles míos, esta
Religión que profesáis, santa en su principio, santa en
su Maestro, santa en su fe, santa en su moralidad, santa
en sus máximas, santa en sus preceptos; esta misma es
la que quiere y manda que todos sus profesores sean
santos, a lo menos con aquella santidad que hace a un
hombre prefecto cristiano, y que se reduce a cumplir
exactamente aquellas obligaciones que contrajo y
profesó solemnemente en el Bautismo.
67- El Cristiano, pues, es una profesión de
pureza y de santidad; verdad que no podrá negarse, sin
negarle al mismo tiempo a nuestra religión aquel
carácter de santidad que resplandece maravillosamente
en toda ella, que esencialmente la distingue de las
demás y que hasta sus mismos enemigos no han
podido dejar de confesarla. Verdad por la que han
estado y estarán siempre la razón, la autoridad, la
tradición y las Escrituras Santas, así del Antiguo, como
del Nuevo Testamento, diciendo Dios en aquel: Sed
santos como Yo lo soy; y en este el Salvador: Sed
perfectos como lo es vuestro Padre Celestial 61. Verdad
finalmente en que todos los cristianos se convienen de
buena fe, la creen con uniformidad y la confiesan con
mucha gloria; pero que muchas veces, cuando ya a más
de la creencia se ven precisados a su práctica, la
61
Mateo 5,48.
confunden con falsas ideas, o la debilitan con errados
dictámenes, o la dificultan, o imposibilitan con
especiosos pretextos; porque, ¿Cuántos cristianos,
ignorando la verdadera idea de esta santidad, la colocan
en lo que realmente no consiste, ni puede consistir?,
¿Cuántos, que ya llegaron a conocerla, se persuaden e
igualmente quieren persuadir a los demás que no es de
precepto, sino arbitrable y de pura supererogación?, ¿Y
cuántos, no pudiendo negar que es absolutamente
necesaria, oponen mil pretextos y dificultades para su
práctica y ejecución?. Yo quiero instruiros a fondo en
estos tres puntos esenciales y después de daros una
idea clara de la Santidad del Cristianismo, haceros ver
que es necesaria para vuestra salvación, y que es
posible a vuestras fuerzas.
68- No penséis, pues, amados fieles míos, que la
Santidad Cristiana consiste en la superficie de ciertos
ejercicios exteriores y devociones diarias, que se
aprendieron en la niñez, que se rezan como de
costumbre; pero que parando solamente en los labios,
jamás salen del fondo del corazón; porque si consistiera
en esto, como muchos quieren, sería preciso decir que
ella era una santidad puramente exterior y superficial,
reprobada por Dios, y semejante a la de aquellos de
quienes dijo Su Majestad: Este Pueblo me honra con los
labios, pero su corazón esta muy distante de mí. Ni
penséis que consiste en una exactitud nimia y
escrupulosa de las observaciones más ligeras, al mismo
tiempo que se abandonan sin reparo los puntos más
esenciales de la ley; porque si consistiera en esto, como
algunos piensan, podría decirse que ella era una
santidad partida y a medias, parecida y conforme a la
justicia de los Fariseos, quienes afectando una
escrupulosa observancia en las ceremonias y
tradiciones de los antiguos, ningún escrúpulo hacían en
quebrantar los preceptos más graves y santos de Dios.62
69- Tampoco penséis que consiste en ciertas
obras de penitencias y austeridad, que por ruidosas
asombran al mundo, que por extremadas horrorizan a la
naturaleza, pero que Dios no las manda, y que tal vez
las impera o la vanidad, o la indiscreción; porque si
consistiera en esto, como otros se figuran, podría
decirse que ella era una Santidad indiscreta e
inaccesible, que el Autor de nuestra Religión, queriendo
más la muerte del pecador, que su conversión y vida, o
no contando con la humanidad y flaqueza de sus

62
Math. Cap. 15, 2-3.
profesores, había impuesto sobre sus hombros una
carga y yugo insoportable.
70- Finalmente no penséis que consiste esta
Santidad o que está ceñida a sólo ciertos estados de
miseria, bajeza y oscuridad, sin que sea compatible, ni
pueda hallarse en estados de abundancia, grandeza y
elevación; porque a ser así podría decirse que ella era
una santidad limitada, baja y oscura, que Dios con una
excepción contraria a su infinita bondad, solo santificaba
a las almas bajas, y que el cristianismo era religión no
mas que de gentes viles.
71- No, amados fieles míos: la santidad del
cristianismo, mirada en su propio original y en sus
mejores y más perfectas copias, se presenta en colores
muy diversos. Ella es una santidad sólida, e interior, que
sin parar en la superficie, se establece sobre los
principios más firmes, abate y corta el vicio hasta la raíz,
y su principal gloria la pone en lo íntimo del corazón:
Omnis gloria eyus filie Regis ab intus63.
72- Ella es una Santidad llena, que pide cumplir
toda justicia y observar toda la Ley, sabiendo que la
transgresión de un solo precepto, basta para hacer al
hombre reo culpable delante de Dios, como si los
63
Psalm. 44, 14.
hubiera quebrantado todos: Quicunque totam legem
servaverit, offendat autem in uno factus est omnium
reus64. Ella es una santidad discreta, que cuanto exige
es equitativo, racional y practicable: que abraza las
austeridades, mas no las manda: que las mira como
medios, no como fin y a nadie carga mas de lo que
pueden llevar sus fuerzas; Non patietur vos tentari supra
id quod potestis65. Ella finalmente es una santidad
universal, que abraza todos los estados y condiciones
elevadas y humildes, brillantes y oscuras, ricas y
miserables; porque a todas las santifica la Religión, si en
ella se cumplen con exactitud sus respectivas
obligaciones. Satagite ut per bana opera certam
vestram vocationem faciatis66.
72- Tal es la verdadera idea de la santidad del
cristianismo, y en éstos términos nos la dejó delineada
el Salvador de las almas, cuando aquel joven del
Evangelio, movido interiormente de la gracia y
queriendo emprender la grande obra de su santificación,
le consultó sobre los medios que tomaría para lograrla:
Quid bonifaciam, ut habeam vitan aeternam?. Porque no
le dijo, que a este fin renunciase su grande patrimonio,
64
Jacob. Cap. 2, 10.
65
2 D. Petr. Cap. 1, 10.
66
1 ad. Cor. Cap. 10, 13.
que tomase un estado oscuro y humilde, que hiciese
penitencias asombrosas, que se dedicase a una larga
tarea de rezos y devociones diarias. Nada de esto le dijo
el Salvador. La respuesta, amados míos, fue solamente
decirle que guardase las Mandamientos, como que en la
perfecta observancia de ellos, se fundaba enteramente
la solidez, el lleno, la discreción, y universalidad de la
santidad del cristianismo: Si vis ad vitam ingredi, serva
mandata.
73- Y porque esta idea, aunque verdadera y
bastante a convencer a un joven bien dispuesto, podía
parecer demasiado general al común de los fieles, el
mismo Salvador, la redujo a ocho particulares artículos
en aquel admirable sermón que predicó a las turbas, y
refiere San Mateo67. Según él, pues, esta santidad
cristiana consiste en una pobreza de espíritu, que
desprenda del corazón el amor a las riquezas de tal
modo, que no se soliciten con ardor cuando no se
tienen: que poseídas no se amen con idolatría, usadas
no se empleen con desorden, y perdidas no se sientan
con exceso: Beati pauperes spiritu. Consiste en una
mansedumbre de corazón para sobrellevar las miserias
de nuestros prójimos, condescender a sus ruegos, sufrir
67
Math. Cap 5, 3.
sus ingratitudes, perdonar sus agravios, y vencer el mal
que nos hagan, con cuanto bien les podamos hacer:
Beati mites. Consiste en una compunción y dolor de
nuestras culpas que nos haga vivir siempre
arrepentidos, humillados, prevenidos, y temerosos en
una vida tan expuesta a ofender a Dios, y perderle para
siempre: Beati qui lugent. Consiste en una hambre y sed
continua de la justicia; esto es, de justificarnos más y
más, de adquirir méritos en este valle de lágrimas, y de
caminar siempre de virtud en virtud, hasta llegar a ver y
gozar de Dios en compañía de los bienaventurados:
Beati qui esuriunt sitiunt justitiam. Consiste en una
caridad compasiva, que derrame dulces consuelos
sobre el afligido, sabias instrucciones sobre el ignorante,
discretas correcciones sobre el triste pecador, y
copiosas misericordias sobre el pobre infeliz: Beati
misericordes. Consiste en la limpieza de corazón, de
alma y cuerpo, con que a pesar del demonio, del mundo
y carne, nos conservamos puros y castos en los
pensamientos, en las palabras y en las obras: Beati
mundo corde. Consiste en una paz perfecta que
debemos primero tener con Dios, conservarla después
con nosotros mismos y por ultimo promoverla con
nuestros prójimos por cuantos medios nos inspire la
caridad: Beati pacifici. Consiste finalmente en una
constante resignación en medio de las persecuciones y
adversidades de esta vida, adorando la mano soberana
de donde vienen y mirándolas como unos suaves
medios de satisfacer, glorificar, y bendecir a un Dios tan
digno de nuestra alabanza en los bienes que nos da,
como en los que nos quita, aunque ellos hayan sido
para nosotros los más amables: Beati qui
persecutionem patiuntur.
74- Tal es, amados fieles míos, y en estos ocho
artículos consiste y está comprendida toda la santidad
del cristianismo; porque pensar o decir que este plan de
vida lo dirigió el Salvador solamente a sus Apóstoles,
como a los hombres de profesión más alta y que
enteramente se habían desprendido del mundo, ésta
(dice Crisóstomo), es una precisión inventada por el
amor propio y más propiamente un efugio o un error
contra el Evangelio. San Mateo dice que este sermón le
predicó el Señor a las turbas, gentes que eran de todas
clases, estados y condiciones, y que seguían a
Jesucristo para instruirse en las obligaciones esenciales
de la Religión que querían abrazar o ya habían
abrazado. A éstas pues, y en ellas a todos los cristianos,
fue decirles que la santidad esencial de su profesión era
y debía ser siempre: la pobreza de espíritu, la
mansedumbre del corazón, el dolor de las culpas, el
amor a la justicia, la misericordia con los pobres, la
limpieza de corazón, la paz con Dios y nuestros
prójimos, y la paciencia en las persecuciones y
trabajos. Así lo entendieron los cristianos primitivos,
cuya conducta fue en todo arreglada a este plan, e idea
de santidad, que les había dado el Salvador, como
leemos es los Hechos Apostólicos escritos por San
Lucas, y en la excelente obra, que sobre esta materia
compuso San Agustín. Si el tiempo, por nuestra
desgracia, ha relajado aquellas primeras costumbres, no
ha podido, ni jamás podrá mudar nuestra Religión. El
Cristianismo es hoy el mismo que fue entonces, y
consiguientemente su santidad esencial debe ser la
misma y obligar del mismo modo. Expliquemos esta
obligación.
75- Sí, amados fieles míos: esta santidad del
cristianismo, no penséis que es arbitrable, ni de mero
consejo o pura supererogación. Ella es de precepto y
esencialmente necesaria para lograr el Cielo. Así lo
entendió el Apóstol de las Gentes y éste era el principio
de moralidad sobre las cuales fundaba de continuo las
instrucciones más sabias y eficaces, que hacía a los
cristianos. El no los llamaba con otro nombre que el de
Santos, y cuando escribía a las Iglesias de su cargo, sus
Pastorales no llevaban otra inscripción, o sobrescrito,
sino: a los Santos de la Iglesia de Corinto, a los Santos
de la Iglesia de Efeso, a los Santos de la Iglesia de
Roma: Ecclesiae Dei, quae est Corinthi, vocatis Sanctis:
suponiendo justamente en éste modo de hablar, que no
podían ser dignamente lo uno, sin ser lo otro, y que
estando un cristiano por su profesión consagrado a
Dios, por sólo esto era y debía ser Santo de necesidad.
76- De aquí nacía valerse las más veces de este
argumento para obligar a los cristianos a aquella
santidad de vida, y pureza de alma y cuerpo que los
distinguía de los infieles. No sabéis (les decía), ¿Que
por el Bautismo habéis venido a ser Templos de Dios?,
Nescitis quia Templum Dei estis vos?68. Pues, ¿No será
un sacrilegio, que olvidados de lo que sois, os profanéis
a vosotros mismos con costumbres indignas y que os
convirtáis en cuevas de ladrones y de vicios? Vosotros
sabéis que por el Bautismo os habéis hecho miembros
del Salvador: Quoniam corpora vestra membra sunt
Christi69. Pues, ¿No será una excretable abominación,

68
1 Cor. Cap. 3, 16.
69
Ibid. cap. 6, 15.
que arrancando los miembros de este adorable cuerpo,
y haciéndolos miembros de una mujer prostituida, los
entreguéis al deleite y a la inmundicia? Tollens ergo
membra Christi, faciam membra meretricis? Vosotros
sabéis que por el sagrado Bautismo, desnudandoos del
viejo Adán, y todos sus actos, os habéis vestido del
mismo Jesucristo: Quicumque in Christo baptizati estis
Christum induistis70. Pues, ¿No será una enorme
ingratitud que rasgando y deponiendo este precioso
vestido de salud, de justicia y honestidad, queráis vestir
otro y vivir como paganos, que ni tienen fe, ni piensan
en la eternidad?. Vosotros sabéis que por la gracia del
Bautismo habéis sido escogidos y separados de la
corrupción del mundo, de este mundo, donde todo es
concupiscencia de la carne, concupiscencia de los ojos,
y soberbia de la vida: Qui me segregavit ex utero matris
mee per gratiam suam.71 Pues, ¿Qué resta después de
la gracia de esta separación, sino que correspondiendo
vosotros fielmente a esta misma gracia os separáis
enteramente del mundo y de cuantas cosas hay en él,
que sean contrarias a vuestra profesión y que pueden
ser perjudiciales a vuestras almas?.

70
Ad. Galat. Cap. 3, 27.
71
Ibid. Cap. 1, 15.
77- De esta manera persuadía el Apóstol a sus
amados fieles la santidad de vida necesaria y de
precepto en su profesión y conforme a esto mismo,
cuando los Padres en otros tiempos, querían apartar a
los cristianos de ciertas diversiones, que han sido
siempre la pasión del mundo, no les hacían otro
argumento, ni les proponían otra razón, sino que eran
cristianos y que solamente por serlo debían vivir
enteramente separados de ellas: A theatro separamur,
quos est consistorium impudicitie. Así Tertuliano
cuando encargaba a las mujeres cristianas la modestia,
sencillez, y moderación en el adorno exterior de sus
personas. Esta era también la única, o más poderosa
razón que les ponía delante: Vosotras Señoras (les
decía), sois cristianas; y si lo sois, y justamente hacéis
gloria de serlo, necesariamente debéis vivir separadas
de todos aquellos trajes, en que peligra el pudor, o tiene
mucha parte la vanidad. Vosotras renunciasteis pública
y solemnemente en el Bautismo a todas las pompas y
vanidades del mundo, ¿Cómo pues, sin faltar a la buena
fe y palabra que disteis a Dios, podéis volver a ellas?.
78- Con estas palabras les acordaba Tertuliano y
yo igualmente os quiero acordar, amados fieles míos,
aquella pública y solemne promesa, que a presencia de
Dios, de los ángeles y de su Iglesia hicisteis en el día
que os bautizaron, cual fue la de renunciar a Satanás,
sus pompas, sus obras, y sus vanidades. Vosotros la
hicisteis por medio de vuestros padrinos y Dios la
aceptó, escribió y selló en el libro de la vida. Pues,
amados míos, una renuncia tan absoluta como la que
hicisteis en ese día, ¿Admite las limitaciones, los
ensanches, y la ninguna o poca exactitud con que la
observáis?. Una promesa hecha a Dios en materia de
tanta gravedad, ¿Podrá decirse que es arbitrable, y que
no estáis obligados a cumplirla debajo de precepto?
Porque si esta promesa no lo es, ¿Qué promesa habrá
que pueda serlo? Y si es necesaria y de precepto,
consiguientemente se ha de decir que la santidad del
cristianismo es posible en la práctica y ejecución.
79- Dios, dice San Agustín, no manda al hombre
cosas imposibles; y dejaría de serlo, si las mandase. De
aquí se infiere que mandando, como manda, a todo
cristiano, esta santidad esencial, que dejamos
explicada, es posible, se puede practicar y conseguir,
como en efecto, en todos los tiempos, y a pesar de
todos los obstáculos la han conseguido un número
infinito de personas de todas clases, sexos, estados y
condiciones.
80- La Iglesia venera como a Santos una
multitud de hijos suyos y nos los propone como unos
modelos de esta santidad cristiana. Todos ellos fueron
hombres flacos, pasibles, mortales, como nosotros; y
aún añado más, que tal vez fueron hombres con
pasiones mas vivas, con tentaciones más vehementes,
con genios más fogosos, con temperamentos más
delicados, y con estados más brillantes y embarazosos
que los nuestros. ¿Qué excusa pues, podréis alegar
para no ser tan santos como ellos lo fueron?. Es preciso
confesar, que ni las pasiones, ni los genios, ni las
delicadezas, ni los estados, serán excusas en el tribunal
de Dios, para no haber aspirado, ni conseguido esta
santidad a que estáis obligados por ser cristianos.
81- Porque, empezando por las pasiones, si ellas
fueran excusa legítima, no habría persona que no se
hallase escusada y libre de esta santidad del
cristianismo. Todos los hombres nacen con pasiones,
viven con ellas, los siguen y cercan en toda edad: y feliz
aquel que no llega con ellas al sepulcro. La culpa no
está en tenerlas, sino en lisonjearlas; ni la desgracia
consiste en tener que batallar con ellas, sino en no
vencerlas, o antes quedar vencidos; siendo cierto, que
se pueden vencer con el favor de aquella misma gracia,
que confortó a San Pablo para resistir y vencer los
estímulos de la concupiscencia. Ello es que os quejáis
con el Apóstol de la tiranía de vuestras pasiones, que
lloráis vuestra desgracia, y quisierais veros libres de un
cuerpo que está sujeto a la muerte por la culpa de
nuestro primer Padre: ¿Pero, hacéis lo mismo que el
Apóstol hizo?, ¿Clamáis a Dios sin intermisión?, ¿Os
ponéis en su presencia con humildad?, ¿Imploráis con
fervor los auxilios de su gracia?, ¿Refrenáis vuestros
sentidos y castigáis vuestro cuerpo hasta el punto de
sujetarlo?, ¡Ay De vosotros, si lejos de hacer todo esto,
tal vez mantenéis con vuestras pasiones una gustosa,
aunque secreta inteligencia; y los únicos esfuerzos que
hacéis para salir de su cautiverio, son cuatro lágrimas, o
suspiros forzados, que los arranca de cuando en
cuando, no el verdadero deseo de libertad, sino tal vez
el amargo fruto, que dejan en vuestro corazón las
experiencias!.
82- Ved, amados fieles míos, si las pasiones,
por muy vivas que ellas sean, podrán ser jamas justas
excusas para que no seáis santos.
83- Pues tampoco los genios pueden serlo. Los
genios en los hombres son como los rostros, todos
diferentes, pero si se usa bien de ellos, todos útiles para
el mérito y logro de la santidad cristiana, por razón que
la gracia del Señor (según frase de la Escritura), se
acomoda y atempera con los genios, y que Dios
comoSantificador, no varia menos en sus obras, que
Dios como Criador: Multiformis gratie Dei. De esta
manera, de un genio vivo, impetuoso, ardiente y al
parecer inflexible, sabe la gracia de Dios bien
correspondida formar un Santo celoso, íntegro,
arrestado y valeroso, a quien no es capaz de separar de
la caridad de Jesucristo y del bien y conversión de las
almas, ni la tribulación, ni la angustia, ni el hambre, ni la
desnudez, ni el peligro, ni la persecución, ni la muerte, ni
criatura alguna del mundo. Así formó a los Pablos, a los
Gregorios, los Atanasios, a los Ambrosios, a los
Neprusenos, y a otros muchos.
84- De esta manera, de un genio agudo,
penetrante, curioso, y amigo de saber, sabe la gracia de
Dios bien correspondida formar un santo sutil, discreto,
versado en todas las ciencias y sabio a todas las luces,
bastante a comunicarlas a todo el mundo, a iluminar y
convertir con su doctrina a los pecadores, y a defender
la Iglesia de los errores de los herejes. Así formó a los
Agustinos, a los Hilarios, a los Jerónimos, a los
Crisótomos, y a otros muchos.
85-De esta manera, de un genio quieto, amable y
dócil, sabe la gracia bien correspondida formar un santo
manso y humilde de corazón, afable, pacífico y
destinado a pacificar reinos enteros, a reconciliar y
convertir los corazones de los padres a sus hijos, y los
de los hijos a sus padres. Así formó a los Capistranos, a
los Facundos, a las Brígidas, a las Isabelas, y otros
muchos. De esta manera, de un genio alegre, festivo,
cortés y franco, sabe la gracia de Dios bien
correspondida formar un santo amable y encantador,
que la dulzura de sus palabras y de sus escritos
encante, cautive y traiga los corazones al desprecio de
la gloria del mundo, y a la práctica de la más sólida
virtud. Así formó a los Bernardos, a los Sales, a las
Catalinas, a las Teresas, y a otros muchos. Ved pues,
amados fieles míos, como lejos de ser los genios,
excusa para no aspirar a la santidad Cristiana, son
medios, los más propios para lograrla.
86- ¿Queréis ver como tampoco son excusa las
delicadezas? Pues sabed que el temperamento más
noble y delicado fue el de nuestro Salvador y Maestro
Jesucristo: Sin embargo, caminó, oró, veló, ayunó, tuvo
hambre, sed y frío, padeció y murió en el monte santo,
para ser el ejemplar de nuestras costumbres, el modelo
de nuestra santidad, y la solución de cuantas
dificultades puede alegar un cristiano para su práctica y
ejecución, según la bella expresión de Tertuliano:
Solutio totius difficultais. Sabed también que todo el
peso del lavatorio de la Antigua Ley, figura de la Nueva,
de gracia y santidad, que profesan los cristianos,
estribaba enteramente sobre la basa de unos espejos
de mujeres: Cum basi sua de speculis mulierum. No
estriba (advierte San Gregorio), ni sobre alabastros, ni
sobre jaspes, ni sobre bronces, sino sobre espejos, y no
sobre espejos de robustos hombres, sino sobre espejos
de flaquísimas mujeres, para que viendo los cristianos
que pudo sostener todo este peso, la misma delicadeza
y fragilidad, nadie se excusase con su delicadeza de la
perfecta observancia de la Ley. Yo os confieso, amados
fieles míos, que la Ley santa del cristianismo es sobrado
pesada al natural: que pesa mucho la guarda de la
castidad contra tantos objetos lisonjeros que la
combaten, que pesa el amor a un enemigo que hirió en
lo más delicado del honor, que pesa el renunciarse a sí
mismo, y circuncidar el corazón pesar de todos los
esfuerzos del amor propio, que pesan el ayuno, las
vigilias, y las penitencias. ¿Pero a vista de que todo este
peso lo sostuvieron con firmeza y con alegría espejos
flacos, frágiles, vidrios, mujeres; quiero decir, flacas,
frágiles y delicadas, como las Ineses, las Lucías, las
Paulas, las Franciscas, las Magdalenas, las Pelagias, y
otras innumerables, que se veneren por santas en la
Iglesia; a vista de todo esto, ¿Cómo os excusaréis para
no aspirar a la observancia de la Ley y a la santidad del
cristianismo?.
87- Concluyamos con la excusa de los estados y
no injuriemos a Dios, cuya adorable y sabia providencia
ha establecido esta hermosa variedad de condiciones,
donde prepara a cada uno de los que llama todas
aquellas gracias propias y suficientes para su
santificación. Infelices de vosotros, amados fieles míos,
si la virtud, la santidad y la felicidad eternas estuvieren
aligadas, y prometidas solamente a ciertos estados de
retiro, de soledad, de abstracción y total separación del
mundo, que vosotros no profesáis, ni Dios os ha llamado
a ello.
88- Pero consolaos que no sea así, y el Cielo
esta abierto para todos: doce son sus puertas (dice el
Sagrado Evangelista)72, al Oriente tres, al Alquilón tres,
al Austro tres, al Occidente tres. Tres hacia cada parte
del mundo, porque de todo el y de todas las gentes,
72
Apoc. Cap. 21, 12 & 13.
naciones, y estados han entrado y entraran siempre
innumerables almas a poblar la Ciudad Santa de
Jerusalén, y llenar las ruinas que dejaron los ángeles
rebeldes. Consolaos, porque en esta Ciudad y Casa de
Dios son varias las jerarquías y muchas las mansiones,
donde para los de cada estado, empleo y oficio tiene
prevenida la suya; esto es, la que corresponda a la
gracia, mérito y santidad con que en el mundo ha
desempeñado sus obligaciones73. No hay en Dios
aceptación de personas: igualmente preparo su gloria
para los de la casa de Simón el Curtidor que para los de
la familia del Cesar.
89- Consolaos finalmente, y creer que no hay
estado en el mundo que no pueda y debe ser estado de
santidad, y donde no haya habido almas insignes, que la
profesaron con primor y aun con heroicidad; y con estas
justificara Dios su causa, cuando quieran otras
disculparse con los riesgos del estado. Reyes santos,
Magistrados santos, Militares santos, y todos santos en
estados y condiciones diferentes, sin mas que haber
cumplido exactamente las obligaciones de su estado.
90- Reyes santos, porque ocuparon sus tronos
con modestia, defendieron sus derechos con desinterés,
73
Mt. Cap. 16, 27.
gozaron de su felicidad con templanza y sin apego,
gobernaron sus pueblos con paz, mandaron a sus
vasallos con discreción, obedecieron a Dios y a la
Religión con piedad, sacrificaron su quietud por el reino,
y sacrificaron sus genios por Dios. Magistrados santos,
porque oyeron a todos con igualdad, juzgaron sin
interés, sentenciaros sin respetos, castigaron los delitos
según ley, se compadecieron de los mismos a quienes
mandaron castigar, sirvieron al público y a Dios, hicieron
cumplir las leyes humanas, y ellos cumplieron
exactamente las del Evangelio.
91- Militares santos, porque con el uniforme del
Rey vistieron el de la religión, se contentaron con su
estipendio, no hicieron violencia e injusticia, usaron de
las armas, mas no abusaron de ellas, no fueron
traidores en la paz ni cobardes en la guerra, pelearon
como valerosos, mas no como temerarios, expusieron
sus vidas por la patria, mas nunca sus almas por el
deleite. Labradores santos, porque con la sinceridad de
palomas unieron la prudencia de serpientes, con el
cultivo de la tierra juntaron el de sus corazones, porque
fueron buenos padres de sus hijos, esposos fieles de
sus mujeres, amos cuidadosos de su familia, perfectos
ciudadanos, vasallos fieles que dieron al Cesar lo que
es del Cesar y a Dios lo que es de Dios; esto es, que
pagaron los tributos al Rey, los diezmos a Dios, y las
primicias a su Iglesia, que es lo mismo. Comerciantes
Santos, que regularon sus tratos por la verdad, sus
ganancias por la razón, sus palabras por la buena fe,
que ofrecieron siempre para cumplir, que prestaron sin
interés, que adquirieron sin defraudar, que de lo
adquirido partieron con los pobres, dispuestos siempre a
abandonarlo todo por Dios.
92- Abogados santos, ¿mas para que es
cansaros? Santos todos, porque cumplieron
exactamente las obligaciones de su estado, y porque en
el cumplimiento de estas obligaciones hallaron la
práctica y el mérito de las virtudes mas heroicas; esto
es, hallaron el mérito del trabajo y de la sujeción en los
cuidados y funciones de su estado: el mérito de la
penitencia y mortificación en los sinsabores y
contradicciones de su estado: el mérito de la paciencia y
conformidad en los reveses y adversidades de su
estado: el mérito de la beneficencia y caridad en la
riqueza y opulencia de su estado: como que no hay
virtud cristiana que cada uno no pueda y deba practicar
muchas veces para cumplir con las obligaciones de su
estado.
93- Ved aquí ya, amados fieles míos, resumida y
acabada mi primera instrucción: la misma y en los
mismos términos que el apóstol dirigía a los suyos y
enseñaba siempre en sus Iglesias:Unumquemque sicut
vocavit Deus, ita ambulet, sicut in omnibus Eclesiis
doceo74. ¿Pensáis hijos míos, les decía, que para ser
santos y verdaderos discípulos de Jesucristo os he de
pedir yo que todos seáis apóstoles, todos profetas,
todos doctores, todos virtudes? ¿Qué todos interpretéis
las Escrituras, todos habléis en varias lenguas, todos
obréis prodigios, o que todos viváis en los desiertos?.
No por cierto; porque para serlo y llegar a la santidad
que es necesaria y profesasteis en el cristianismo, basta
que cada uno de vosotros ande, viva y cumpla
exactamente las obligaciones de aquel estado a que lo
llamo Dios. Pues esto mismo y nada mas, amados fieles
míos, es lo que yo solicito de vosotros, y lo que solicitaré
siempre en mis Pastorales, en mis exhortaciones ya
públicas, ya privadas, ya en el púlpito, ya en el
confesionario: que os acordéis que sois cristianos y
discípulos del Salvador: que solo por serlo estáis
obligado a la santidad esencial del cristianismo: que sin
lograr esta es imposible salvaros; y que para lograrla
74
1 Cor 7,17.
nada tenéis que hacer mas que cumplir exactamente las
obligaciones de la religión y del estado a que os ha
llamado Dios, sea el que fuere; pues en el os concederá
el Señor todas aquellas gracias necesarias y suficientes
para conseguir la santidad en esta vida, y en la otra el
premio de la santidad que es la gloria: Unumquemque
sicut vocavit Deus, ita ambulet.
94- Esto es lo que os pide, y cuanto os desea
vuestro prelado, y lo que ruega y continuamente rogará
al Señor que os conceda, como la única felicidad para
que habéis sido criados y llamados misericordiosamente
al cristianismo. La gracia, pues, de Jesucristo sea con
todos vosotros, amados fieles míos, para comcluir mi
carta con las mismas palabras que el Apóstol la suya a
sus amados fieles de Roma: Gratia Domini nostri Jesu-
Christi cum omnibus vobis Amen.75 Sean la honra y
gloria por los siglos de los siglos a aquel solo que puede
confirmaros en la fe recibida, y por la cual vivis unidos al
Evangelio y predicación de Jesucristo:Ei autem qui
potens est confirmare juxta Evangelium meum,
praedicationem Jesu-Christi: honor, gloria in saecula
saeculorum. Amen.76
75
Rom. Cap 16,24.
76
Rom. 16, 25-26.
Fray José Antonio de San Alberto
CARTA PASTORAL
Que
El Ilustrísimo y Reverendísimo Señor
D. Fr. JOSEPH ANTONIO DE S.
ALBERTO,
OBISPO DEL TUCUMAN,
Dirigió
TODOS SUS DIOCESANOS,
Acompañando las Constituciones para las Casas
de Niños Huérfanos y Huérfanas, fundadas en
Córdoba, Capital de aquella Provincia.
EN El AÑO DE 1782
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Religio munda, et inmaculata apud Deum et Patrem,
hac est Visitare pupillos in tribulatione corum.
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La Religión pura y sin mancha a los ojos de nuestro
Padre Dios, es visitar a los Huérfanos en su tribulación.
(Santiago, en su Epístola cap.1, 27).

1- Ya gracias a Dios, amados míos tenemos en


Córdoba una casa de Religión, para recoger, criar,
instruir y educar, en ella a los Pobres Huérfanos, y
precaverlos de la necesidad y de la ignorancia. Este es
el gran suceso que yo he resuelto anunciaros por medio
de la presente Carta Pastoral, para que unidos todos
rindamos las más reverentes gracias a Dios, quién ha
querido inspirarnos y facilitarnos un Establecimiento tan
conforme a los sentimientos de la humanidad, a los
principios de la Religión, a los intereses del Estado y tan
propio para dispensar a esas tristes víctimas de la
indigencia, los socorros que necesitan para el alma y
para el cuerpo.
2- Desde luego que puse el pié (y pudiera decir
que aún antes de ponerle), en esta mi amada Diócesis,
me propuse en mi corazón, y así lo anuncio en mi
segunda Carta Pastoral, solicitar por cuantos medios me
fuesen posibles, el establecimiento de una Casa donde
pudieran refugiarse estas miserables criaturas, que,
Huérfanas de padre y madre, y por lo mismo,
abandonadas a la necesidad, a la independencia y a la
libertad, viven expuestas a todo género de desgracias.
3- Me contristaba sumamente ver a esas
ovejuelas, que Dios por sus altos fines y contra todos
los medios de una providencia ordinaria, quiso poner a
mi cargo: verlas digo, errantes, dispersas y
desamparadas, sin padre, sin madre, sin maestro, sin
director, sin tener a quien volver los ojos para su
alimento y para su enseñanza. Cada Huérfano que se
me presentaba, o en las calles, o en los campos, parece
que encarándose hacia mí, me dirigía entre lágrimas y
15
trinos aquellas palabras de Jeremías: Pupilli facti
sumus pbsque patre... Pellis nostra excusta est a facie
tempestatum famis: huérfanos y sin padres hemos
quedado y nuestras pieles áridas y quemadas son

15
Thren. Cap.5, 3 et vers.1 “El desvalido confía en ti, tú eres el
refugio del Huérfano”
testigos de la desnudez, del hambre, y de la necesidad
que padecemos.
4- A cada momento de consideración sobre
estos infelices, parecía que resonaban mis oídos, como
si para mi solo es hubieran escrito aquellas palabras de
David: Tibi derelictus est pauper; 1Orpbano tu crisis
adjutor: a ti, es a quien por Prelado y Pastor de esta
Diócesis, toca el recoger y amparar a estos pobres
Huérfanos, que no tienen, ni reconocen otro padre que a
su Obispo; si se pierden tu serás la causa de su
perdición, y si se salvan tu serás el instrumento de la
salvación de estas pobres criaturas. Mira, mira bien lo
que haces, edifícales casa, búscalos y recógelos,
instrúyelos, pues son tus hijos y son hijos de Dios, que
los ha dejado a tu cuidado y protección, Orpbano tu cris
adjutor.
5- Cuando, pensando en los precisos y grandes
gastos de una obra tan de mi obligación, me
acobardaban los muchos empeños, los pocos medios y
las cortas rentas de este obispado, luego me salía al
encuentro el Profeta Oseas con aquella admirable
sentencia, que ha sido y será siempre el apoyo y la
seguridad de los justos y de los limosneros:
1
Misericordiam et justitiam custodi, et spera in Deotuo:
ten misericordia de estos infelices huérfanos, cumple
con ésta que en ti no sólo es obligación de caridad, si no
de justicia, y espera que te ayudara tu Señor y Dios, en
cuya mano están todos los tesoros del Cielo y de la
Tierra, y a cuya disposición están todas las rentas y los
renteros del mundo.
6- Cuando, penetrado ya de todos estos
sentimientos, y resuelto a emprender tan grande obra,
consideraba que para concluirla y perfeccionarla serían
menester más años que los que yo podía prometerme
de vida en un ministerio que no ofrece si no cuidados y
fatigas, y en una edad que ya no puede extenderse a
muchos, exponiéndome a estas circunstancias a que se
dijera de mi: Este hombre empezó a edificar; pero no
pudo concluir, luego me prevenía mi memoria con
aquella sentencia del Espíritu Santo: ui scquitur
misericordiam inveniet vitam: emprendo y sigo esta obra
de misericordia, que poderoso es el Señor, para
alargarte la vida a ruegos y oraciones de los mismos
Huérfanos, y a cuenta de que estos no pierden un asilo
donde les tienen preparada una eterna felicidad.
7- Así luchaban en mi corazón la compasión
y la imposibilidad, el deseo y la desconfianza, quedando
Dios, ese gran Dios2, para quien no hay palabra que sea
imposible; ese gran Dios que nos promete en las Santas
Escrituras16 estar pronto a oír los gemidos de los pobres
y cuyos piadosos ojos siempre, están mirando hacia
ellos, me inspiro, me proporciono y me facilito todos mis
deseos con la gracia que suplique al Excmo. Señor
Virrey D. Juan Joseph de Vértiz, y a la Junta Provincial
de Temporalidades. Esta fue que el Colegio de
Montserrat de trasladase al Máximo de los Ex-Jesuitas,
único medio que yo encontraba para que no se
arruinasen unos edificios que eran todo o el principal
adorno de la ciudad; y que aquel se me diese para Casa
de Huérfanos y Huérfanas, único arbitrio que hallaban
mi pobreza y mi compasión para hacer este grande
servicio a Dios, a la Religión y al Estado.
8- Así se pidió, así se concedió, así se hizo, así
está ya hecho, y así es que gracias a Dios, a nuestro
Soberano y a sus Ministros, tenemos en esta Provincia,
Casa de Huérfanos y Huérfanas; felicidad que si bien se
considera, es una de las mayores con que el Padre de
las misericordias y Dios de toda consolación ha querido
visitar a esta Diócesis. Si, amados míos, ya puedo

2
Lc. 1,37
16
Sal. 10, 9.17.
deciros con el Patriarca J. Jacob, que tenemos en
Córdoba una Casa de Dios y puerta para el Cielo17, por
lo mismo que en esta Casa de Huérfanos lo es de
caridad, de misericordia, y de oración: Domus Dei et
porta coeli.
9- Casa que justamente deberá también llamarse
del Rey, debiéndola a la piedad del Soberano que nos
rige y que nos mirara siempre como una obra de sus
manos y de sus liberalidades: Domus Regis18. Casa que
también podrá decirse del Descalzo, atendiendo al flaco
y débil instrumento de que Dios se ha querido valer para
su establecimiento, y para confusión de la sabiduría,
poder y providencia de los Grandes del mundo. Domus
Discalccati19. Casa que ahora y en los siglos venideros
deberá intitularse de San Joseph, teniendo como tiene
la de Huérfanos por su titular y protector a este gran
Patriarca, a cuya cuenta correrán siempre sus
aumentos, tanto en lo espiritual como en lo temporal, y
cuyo patrocinio tan seguro como general para todas las
necesidades, se empleara muy particularmente sobre
las de estos Niños, que lo amaran, que le vencerán, que
le invocaran, y que le obsequiaran todos los días con la
17
Gen. 28,7.
18
II Cron. 2,11.
19
Deut. 25,10.
triste y gloriosa memoria de sus siete dolores y siete
gozos: Domus Joseph.
10- Casa que deberá igualmente intitularse
de nuestra Santa Madre, teniendo como tiene, la de
Huérfanos por titular y protectora a mi gran Madre Santa
Teresa de Jesús: a aquella gran Santa, que quedando
Huérfana de madre a los doce años, y presintiendo la
falta que habría que hacerle su ejemplo y su compañía,
tomo por madre a la Sagrada Virgen, logrando la
dignación y la ventaja de que esta Señora la adoptase
por su muy amada hija, a aquella Santa que por piedras
fundamentales del primer Convento de su nueva
reforma, que fundó en Avila preeligió entre muchas y dio
el hábito a cuatro doncellas pobres y huérfanas, como
ella misma nos lo dice en el cap. XXXVI de su vida:
Domus Matris vestre: Casa finalmente, que con mucha
propiedad deberá llamarse de Religión, de una Religión
pura y sin mancha a los ojos de nuestro Padre Dios,
consistiendo ésta, según las palabras de Santiago, en
visitar y consolar a los huérfanos en su tribulación:
Religio munda et inmaculata hac est visitare pupillos in
tribulatione corum.
11- Yo no sé, amados míos, si en toda la
Escritura Santa, podrían hallarse palabras tan propias y
convenientes que éstas; para satisfacer el empeño me
propuesto excitar vuestra compasión para con los
pobres Huérfanos, y hacerlos ver los grandes bienes
que se siguen del establecimiento de estas Casas, tanto
en lo espiritual, como en lo temporal. No me es posible,
ni el tiempo que precisamente debo aplicar también a
otros negocios, propios de mi ministerio, me permite que
yo pueda referirlos todos. Hablare, pues, en esta Carta
solo de algunos, reduciéndolos a tres a los más
principales, que formaran la división y el asunto de ella.
Vedlos aquí: el nuevo establecimiento de esta Casa es
muy conforme a las verdades sublimes de nuestra
Religión: esta será la primera parte. El nuevo
establecimiento de esta Casa es muy útil a los grandes
intereses del Estado: será la segunda parte. El nuevo
establecimiento de esta Casa es muy favorable a las
necesidades de los huérfanos: esta será la tercera
parte.

PRIMERA PARTE
Que el establecimiento de estas Casas de Huérfanos y
Huérfanas es muy conforme a nuestra Religión.

12- Sí, amados hijos míos, estas Casas que


acaban de establecerse en la Provincia, y cuyo objetivo
y destino es recoger a los Huérfanos, criarlos, instruirlos
y educarlos, es una obra conforme en todo a las
verdades sublimes de nuestra Religión, ya sea que ésta
se considere en su Autor, ya en su objeto, ya en sus
leyes, ya en sus fines. Es decir que el establecimiento
de esta Casa es muy conforme al Autor de nuestra
Religión y a las leyes de nuestra Religión y a los fines
de nuestra Religión. Detengámonos algún tanto en
estos cuatro artículos.

I
Que el establecimiento de estas Casas es muy
conforme al Autor de nuestra Religión.

13- 20El Autor de nuestra Religión no es otro que


Dios, y un Dios que, gozando por su ser y por sus
atributos de los títulos más augustos y admirables,
cuales son el de Dios de Abraham, de Isaac, de Jacob,
20
Sal. 67, 5.6.
de los Ejércitos, de las Venganzas, ha querido también
llamarse e intitularse Padre de los Huérfanos, según que
nos lo dice el Real Profeta: Turbabuntur á facie ejus,
Patris Orphanorum.
14- No es decir que Dios no sea Padre
generalmente de todos: de los grandes, de los
pequeños, de los ricos y de los pobres; lo es en efecto y
con mas razón y propiedad que lo que son, los padres
naturales que nos engendraron y nos criaron, y en estos
términos nos enseña Jesucristo en la oración dominical
a orar y llamarle Padre nuestro, y en otra parte nos dijo:
No es mas que uno vuestro Padre, que está en los
Cielos; si no porque entre todos los pobres, son los
Huérfanos los más pobres, los mas destituidos, los más
desamparados, y por lo mismo los mas acreedores a los
paternales cuidados de un Dios, que es todo
misericordia y caridad, según la brillante expresión del
Evangelista,21 y cuya adorable providencia mantiene,
viste y cuida a los mas pequeños pajarillos que vuelan
por el aire.
15- Porque ¿qué cosa son los Huérfanos,
amados míos? Ah! Si yo pudiera trasladar a la pluma los
sentimientos de mi corazón, y pintar al vivo en el papel
21
Jn. 4, 1.
las tribulaciones de estas infelices criaturas! Un
Huérfanos es un niño a quien en la edad más tierna, y
cuando más necesitaba de sus padres se los arrebató la
muerte, la desgracia, o la Providencia. Privado así del
consuelo, la instrucción y amparo de su padre amoroso,
se ve este miserable gemir bajo el pesado y peligroso
yugo de la ignorancia y de la necesidad. Privado de las
caricias y cuidados de una madre tierna y cariñosa,
apenas tiene a quien volver los ojos en este mundo, ni
donde reclinar la cabeza para solevar por un instante el
insoportable peso del dolor y de la amargura. Privado de
la dulce compañía, sabia protección y poderosa defensa
de los que le dieron el ser, llora solo, olvidado,
indefenso, perseguido en su persona y bienes, tal vez
de aquellos mismos que quedaron por tutores y
curadores de sus bienes y de su persona. En tal estado
podemos decir que un niño Huérfano es semejante a
aquel pobre que pinta David tan pobre y desamparado
22
que no tiene persona alguna que le ayude: Pauprem,
cui non erát adjutor: esto es, ni padre que lo asuste, ni
madre que le acaricie, ni maestro que le enseñe, ni
director que le dirija, ni tutor que le defienda, ni juez que
mire por su causa: Pauperem, cui nom erat adjutor.
22
Sal. 71, 12.
16- En este estado podemos decir que un
Huérfano es una copia nada equivoca de aquel hombre
de quien dice Jesucristo, que caminando de Jerusalén a
Jericó, cayo en manos de ladrones, que le robaron, le
hirieron y le maltrataron hasta dejarle medio muerto;
esto es, sin que haya para él, ni Sacerdote, ni Levita, y
tal vez ni Samaritano que se mueva a curarle, a
socorrerle y ampararle; siguiéndose mas de una vez no
solamente la muerte temporal de estos infelices, sino
acaso también su eterna condenación. ¿He dicho yo
mas, amados míos, que lo mismo que vosotros habréis
visto en vuestros pueblos y en los campos? ¿Puede
presentarse en esta vida objeto más lastimoso y más
digno de nuestra compasión que un niño huérfano?
Cuando David imprecaba las mayores calamidades
sobre un padre sacrílego y traidor a su Dios, ¿no le
pareció que las reunía todas con decir y desear que sus
hijos quedasen huérfanos? 23Fiant filii ejus orphani.
17- Pues de unos niños tan pobres, tan infelices,
tan miserables, tan olvidados, tan indefensos, tan
desamparados y tan sin nadie para la compasión, para
el consuelo y para el socorro, ¿podía Dios dejar de
llamarse y de ser Padre? Sí, amados míos, Dios lo es
23
Sal. 108, 9.
muy particular de los Huérfanos, para que veáis que el
establecimiento de estas Casas es muy conforme al
Autor de nuestra Religión, y para que veáis también que
la verdadera Religión debe inclinar a todas las almas
Cristianas a amar singularmente a los Huérfanos, y a
darles sólidas pruebas de ella. La razón, tomada de S.
Agustín, es porque la verdadera Religión consiste en
conformarse con los designios e inclinación de Dios.
Pues si la inclinación de Dios, si los designios de Dios,
si la gloria y honor de Dios es llamarse y ser amoroso
Padre de los Huérfanos, ¿qué será visitarlos nosotros y
socorrerlos en su necesidad, sino obrar conforme a los
designios del Autor de nuestra Religión? ¿Qué será sino
ser los Ministros de su misericordia, cooperando y
ayudando a ella? Qué será sino desempeñar de algún
modo su providencia respecto de estos hijos, para que
nunca tengan motivo de quejarse de que los ha
desamparado, y puedan decir siempre con David:
24
Quoniam pater meus, et mater mea derelinquerunt me,
Dominus autem asumpsit me: porque mi padre y mi
madre me dejaron y se me perdieron, Dios me ha
tomado a su cargo y puesto bajo su protección? ¿Qué
será sino venir a ser nosotros unas madres en
24
Sal. 26, 10.
Jesucristo de los pobres Huérfanos, de quien Dios es el
único y verdadero padre? ¿Qué será? Pero yo me
alargaría demasiadamente si quisiera deciros con la
Escritura y con los Padres todo lo que es, y todo lo que
vale delante de Dios visitar a los Huérfanos en su
tribulación.

II
Que el establecimiento de estas Casas es muy
conforme al objeto de nuestra Religión.

18- Toda nuestra Religión, amados míos, se


reduce a la caridad, se dirige a ella, y la tiene por
Principio, fin y objeto. Era consiguiente que sola la
caridad fuese objeto de una Religión, cuyo Autor no es
otro que la misma caridad. Religión sin caridad sería
una Religión sin objeto, y por lo mismo quimérica,
imaginaria, vana y aparente, incapaz de honrar a Dios,
ni de edificar a los hombres.
19- De este principio concluyó el Apóstol a sus
amados fieles de Roma que la dilección, esto es, la
caridad con el prójimo, era la plenitud o complemento de
toda la Ley: Plenitudo ergo Legis Est dilectio; y del
mismo infiero yo y debéis inferir vosotros, que quien
tiene caridad con los Huérfanos, quien los visite en su
tributación, quien socorre en sus necesidades, quien los
recoge, quien los instruye, quien los educa, quien se
apresura a proporcionarles todos los alivios, desde el
mismo instante puede darse a sí mismo este testimonio
de su Religión, y decirse con verdad y con humildad: Yo
tengo en mi alma todo el objeto de la Religión; yo tengo
todo el fondo de la Religión; yo tengo todo el mérito de
la Religión; yo tengo todo el compendio de la Religión, y
todo cuanto en un alma puede ser agradable a Dios, por
lo mismo que tengo caridad con los pobres Huérfanos.
20- Penetrado de estos sentimientos, y
persuadido de estas verdades el Santo Job en medio de
sus calamidades y desgracias, para consuelo de su
afligido corazón, y para dar a Dios un testimonio de su
Religión, de su fe y de su exacta observancia de todos
los preceptos, le representaba la caridad que siempre
había tenido con los Huérfanos. Sí, Dios mío, le decía,
vos sabéis bien, y sois buen testigo de que jamas me
senté a la mesa, que no pusiera al Huérfano a mi lado, y
que jamás probé un bocado de pan que no le partiera
con él: Si comedi buccellam meam solus, et non
comedit pupillus ex ea. Y si esto es así, Señor, y lo es
también que quien tiene claridad ha cumplido con todas
las leyes, ¿Por qué llueven sobre mi tantas
calamidades? ¿Cómo me golpeáis tan a mano llena, y
me tratáis como si fuera un contrario y enemigo
vuestro?.
21- ¡Ay amados míos! No quisiera contristaros en
una Carta, cuyo fin, como os dije al principio de ella, se
reduce a participaros una noticia alegre y feliz; pero
tampoco puedo, sin faltar a la obligación de mi
ministerio y a los deseos que tengo de vuestro bien,
dejar de haceros presente una reflexión que ofrecen
naturalmente estas palabras de Job. Aquel gran
Patriarca vivió, obró y habló muchos siglos antes de la
venida del Salvador, y por consiguiente en un tiempo
que todavía se miraba muy distante la ley del Evangelio.
Sin embargo, creyó que hubiera sido dar una prueba de
falta de Religión y un justo motivo para que Dios le
castigara con tantas calamidades como estaba
padeciendo, no compadecerse de los Huérfanos, no
recogerlos en su casa, no ponerlos a su mesa y no
compartir con ellos, ya no solamente de lo superfluo de
sus grandes riquezas sino también del mismo pan que
destinaba para su alimento: Si comedi buccellam meam
solus, et nom comedit pupillus ex ea.
22- Pues, ¿Qué podréis y deberéis decir,
vosotros criados a los pechos, a los ejemplos y a la
doctrina de Jesucristo? ¿Os lisonjeareis de que vuestra
vida es conforme a la verdadera Religión, y que quedará
impune y sin castigo de Dios vuestra indolencia, o, por
decirlo mejor, vuestra dureza con los pobres Huérfanos?
Las desgracias que cada día experimentáis en vuestras
casas, en vuestras familias, en vuestras haciendas, en
vuestros ganados, en vuestros tratos y negocios; las
calamidades públicas que estamos padeciendo en todo
el Reino ¿No serán tal vez justo castigo del Señor por
no partir el pan y los bienes que os da con estos
infelices? ¡Ay hijos míos! Reflexión es ésta, capaz de
humillaros y confundiros, si queréis no cerrar los oídos a
los gritos y remordimientos de vuestra conciencia.
23- Porque, ¿Quién de vosotros ha pesado hasta
aquí como debe la obligación estrechísima de amar y
socorrer a los Huérfanos? ¿Quién de vosotros puede
asegurarse de que los ama y socorre como Jesucristo lo
tiene mandado? Y digo los socorre, porque tal vez
muchos estaréis persuadidos de haber satisfecho este
precepto solo porque no los aborrecéis, o porque en
ciertos momentos os sentís penetrados de la ternura y
de la compasión hacia ellos. ¡Que engaño! A la
compasión, a la ternura y al amor deben acompañar las
obras. Donde no, será una caridad estéril e infructuosa,
que nada prueba y que nada vale. Ver a vuestros
hermanos los Huérfanos en la más dura necesidad, y
cerrar las entrañas y las manos para su socorro; oír sus
clamores y responder cuando más con una compasión
nada efectiva, o con unas buenas palabras que se las
lleva el viento. Esto, amados míos, no es obrar
conforme al objeto de vuestra Religión; es no tener
caridad, ni estar en vosotros la caridad de Dios, según la
25
expresión del Evangelista: Qui viderit fratrem suum
necessitatem habere, et clauserit viscera misericordia
sua abco: quomodo charitas Dei manet in eo?.
24- Por lo mismo hemos dicho que estas Casas
fundadas únicamente para recoger, criar, instruir, educar
y socorrer a los Huérfanos es una obra muy conforme al
objeto de nuestra Religión; y ahora diremos que no es
menos conforme a sus Santas Leyes.

III
Que el establecimiento de estas Casas es muy
conforme a las Leyes de nuestra Religión.

25
I Jn. 3, 17.
25- Todos los Libros Sagrados del Testamento
antiguo, especialmente los del Exodo y Deuteronomio
están llenos de sabias y piadosas leyes a favor de los
Huérfanos, queriendo que estos los mirasen como a
unas personas sagradas, privilegiadas y protegidas
singularmente de Dios, y respetadas y atendidas como
tales. Sería alargar demasiadamente esta Carta si yo
quisiera referirlas a todas, y aun mucho mas si quisiese
añadir los bellos comentos y singulares exposiciones de
los Padres de la Iglesia. Me contentare con deciros
algunas, las más principales y que hacen mas al caso.
26- Una ley era, que los Huérfanos fuesen
considerados y atendidos de los Israelitas como
hermanos suyos; título que naturalmente y por si mismo
está provocando a los sentimientos más tiernos de
compasión y de caridad; porque ¿Quien no la tendrá
con un hermano suyo? Y si con este no la tiene, no le
contéis con los hombres, sino con las fieras y con los
mármoles26.
27- Otra ley era cada familia adoptase un
Huérfano; y este, ya adoptado, comiese a su mesa,
tuviese parte en todos los bienes y fuese tratado como
los demás hijos de la casa; medio, que tomó el Señor
26
Dt. 24, 14.
para los Huérfanos recogidos, educados, instruidos y
acomodados fuesen tantos, como cuantas eran las
familias de aquel pueblo verdaderamente numeroso; y
arbitrio que puede llamarse un equivalente del que hoy
usamos de recogerlos a todos en una Casa para su
enseñanza y manutención, sin mas diferencia, sino que
halla se recogía un huérfano en cada casa, y aquí en
una sola Casa recogemos muchos, lográndose el mismo
fin, aunque por medios diferentes.
28- Otra ley era, que en cada familia hubiera una
parte de diezmos propia de los Huérfanos y únicamente
destinada para el socorro de sus necesidades. En esto
se ve que Dios los trato como a unas personas
sagradas, igualándolos con los Levitas, y aun con los
mismos sacrificios, en el mismo hecho de disponer que
de las tres décimas, una fuese para estos, otra para los
Levitas y otra para Huérfanos27.
29- Otra ley era, que lo que por olvido o por
descuido se quedase en el campo, en la viña, o en el
olivar al tiempo de recoger las olivas, las uvas o los
granos, nadie volviese por ello, sino que quedase allí a
la libre industria y disposición de los Huérfanos, sin duda
atendiendo a la ley a que no siendo posible, que todos
27
Dt. 14, 29.
viviesen adoptados en casa de los Israelitas, los que no
lo estaban tuviesen, cuando menos, este corto recurso
para socorro de sus necesidades. Tal fue el celo y
cuidado que mostró Dios a favor de los Huérfanos en las
leyes del Deuteronomio. ¿Y podría mostrarlo menos en
la Ley nueva, Ley toda de gracia y de caridad?
30- En cien partes exhorta, manda e intima la
misericordia con los pobres como un medio, el más fácil
y el más poderoso para redimir los pecados a poco
precio, para merecerse las más copiosas bendiciones
de su mano. En una parte manda, 28 que se dé limosna
de lo que sobrare, suponiendo en esto mismo que hay
bienes superfluos, y queriendo que éstos se apliquen no
al fausto, al lujo y a la vanidad, sino al alivio de los
pobres miserables, pues sabemos por San Lucas 29 que
de las limosnas recibidas de mano de los fieles, una
gran parte distribuían a las Viudas y a los Huérfanos;
embarazo que por salir de él y estar más expeditos para
la oración y predicación, les obligó a celebrar un
Concilio, que puede llamarse el segundo de la Iglesia,
en que determinaron nombrar a siete Diáconos, a cuyo
cargo estuviese el fiel reparto de estas limosnas. Este

28
Lc.11, 41.
29
Hch. 4, 35.
mismo espíritu, siguieron después de los Apóstoles, los
Obispos sus sucesores, quienes han mirado siempre la
protección, defensa y socorro de los Huérfanos, como
uno de los principales cargos de su ministerio pastoral,
tantas veces recomendado y mandado por las Leyes y
Cánones de la Iglesia; citados por el Tomasino en la
segunda parte de la antigua y nueva Disciplina de la
Iglesia, (libro 3. Cap. 38). La verdad que en los tres
primeros siglos de la Iglesia, no permitiéndoles la
crueldad de los Emperadores gentiles recoger a los
Huérfanos en casas separadas, se contentaban los
Obispos con socorrerlos privadamente por las ciudades,
campos y cavernas donde se hallaban; pero cuando
desde el tiempo del grande Constantino cesó la
persecución y empezó la paz de la Iglesia, empezaron
también los Obispos, con igual fervor que piedad, ya por
si, y ya por medio de seglares piadosos, a edificar
suntuosos Hospicios donde, recogiendo todo género de
personas miserables, las alimentaban, las curaban y las
instruían. Estos eran los que se llamaban Nosocomios,
Xenodoquios, Orfantorios, de los que habla Tomasino
en la segunda parte de su citada Disciplina, lib. Cap. 89.
Refiriendo siglo por siglo lo mucho que erigieron los
Obispos en el Oriente y en el Occidente, como los
Basilios en Cesaréa, los Augustinos en Hiponá, los
Crisóstomos en Constantinopla, los Pelagios e
Inocencios en Roma, con otros muchos que no
referimos, bastando lo dicho para prueba de que el
establecimiento en estas Casas es muy propio de la
obligación pastoral de los Obispos y muy conforme a las
Santas Leyes de nuestra Religión. Pues también lo es, a
los santos fines de la misma; último artículo con que
vamos a desembarazarnos del asunto de esta primera
parte.

IV
Que el establecimiento de estas Casas es muy
conforme a los fines de nuestra Religión.
31- Nadie ignora que el fin de la Religión, ya en
sus leyes, ya en sus máximas, no es otro que el de
convertir las almas, santificarlas, instruirlas, iluminarlas y
dirigirlas al último fin para que fueron criadas por Dios; y
nadie, que lea seriamente las Constituciones con que
han de ser gobernadas estas Casas, dejará de confesar
de buena fe que son las más propias y las más
conformes a estos santos fines de la Religión.
32- Santificar las almas: ocupados aquí los niños
en sus estudios; y las niñas en sus labores, vivirán todos
separados de la ociosidad, madre fecunda de los vicios.
Así crecerán con una feliz ignorancia de todo lo que es
pecado, y sin conocer otros objetos que aquellos que
aquellos que puedan poderosamente inclinarlos a la
virtud. Las alabanzas divinas, la asistencia a la oración y
rosario, la devoción a los Santos Patronos, y con
particularidad a la Reina de los Angeles, el manejo de
buenos libros, el uso frecuente de Sacramentos con
otras obras de piedad y Religión, formaran una gran
parte de sus ocupaciones diarias. ¿Y quién no conoce
que será un medio poderoso para su propia
santificación?
33- El celo del Prelado, el de los maestros y el de
las maestras estará siempre en vela y en cuidado sobre
su conducta, sin permitirles conversaciones que los
corrompan, diversiones que los disipen, juegos y
vagueaciones que los distraigan. De esta manera la
inocencia y la simplicidad serán la porción y la heredad
de estos nuevos consagrados en el Santuario; y es de
creer que hablando Dios al corazón de estos inocentes,
como en otro tiempo al de Samuel 30, llame a unos para
el sacerdocio, a otros para el matrimonio, a aquellas
para el celibato, a éstas para la clausura, y a todos para
30
Reg. Cap. 3, 4.6 et 8.
que, criándose en su santo temor, y llevando el yugo de
su Ley, desde sus primeros años, sea la corona de
estos una vida cristiana y virtuosa, y el premio de su
virtud una eterna felicidad.
34- Iluminar e instruir las almas: uno de los
principales cuidados de los maestros en estas Casas,
será instruir a los niños y niñas en los principios de
nuestra Religión, enseñándoles y explicándoles la
doctrina cristiana de un modo útil que no sólo la sepan y
entiendan para sí, sino que puedan en adelante
enseñarla y explicarla a otros. Por lo tanto no se limitará
esta enseñanza a un Catecismo solo, siendo tal vez
cierto, que apenas se halla uno, que comprenda todas
las materias en que debe estar instruido un buen
Cristiano. Los de Astete y Ripalda son muy buenos;
pero demasiados concisos, y que escasamente dan una
noticia muy común de los puntos más esenciales. Al del
doctísimo Fleuri le hacemos la justicia de reconocerle
por uno de los mejores; pero todavía le falta mucho para
satisfacer la necesidad y practica de estos países donde
nos hallamos. Los Obispos debemos contar y atender a
todo, porque ninguno mejor que el propio Pastor, sabe
el pasto que más conviene a sus ovejas; y los puntos en
que necesitan de más instrucción.
35- Pondremos por ahora ejemplos en solo tres.
Todos los Catecismos enseñan qué cosa es Bautismo.
Es dicen, un espiritual nacimiento en que nos dan, el ser
de la gracia y la insignia de Cristianos: pero son muy
pocos los que tratan, ni aun de paso, cual sea su
materia, cual su forma, quien su Ministro ordinario, quien
en caso de necesidad, y qué pecado entrometerse a
bautizar privadamente, y sin que haya un motivo un
motivo urgente y justificado.
36- En España, donde las gentes están
reducidas a pueblos, y los pueblos gobernados por un
Párroco, y aún asistidos de algunos otros Sacerdotes,
sería tolerable la ignorancia de todo esto entre la gente
común: pero en la América, en el Perú, en esta
Provincia del Tucumán, donde apenas hay pueblo
formado, y donde las gentes viven desparramadas por
los campos en casas separadas y distantes de las del
Cura y de la de los convecinos, cuatro, seis, diez y
veinte leguas ¿qué consecuencias tan lastimosas no
pueden seguirse de la ignorancia en un punto tan capital
y necesario para la salvación como el Bautismo, si en
casos de necesidad, que son harto frecuentes, no hay
en la casa, o en la estancia, o cerca de ella, una
persona suficientemente instruida en la materia, forma,
o palabras de este sacramento?.
37- Ver aquí que muere sin él aquella miserable
criatura, y pierde para siempre la vista de Dios. Por esto
en estas Casas se dará cabal instrucción a todos los
niños y niñas sobre punto tan esencial, como frecuente.
38- Todos los Catecismos explican el Sexto
mandamiento de la Ley de Dios, y preguntando ¿quien
le cumple enteramente?, responden. El que es casto, en
palabras, en obras y en pensamientos; pero pocos, o tal
vez ninguno; se detiene en explicar la ley de la modestia
intimada por San Pablo, para que los hombres y las
mujeres vistan con decencia y sobriedad, y cubran
decentemente sus cuerpos para no ser motivo del
escándalo y de la ruina propia y ajena.
39- En España y en los pueblos cultos de estas
Provincias, poca explicación necesita una ley que la
está inspirando el ejemplo, la vergüenza y el mismo
pudor natural: pero ¿quien no ve con horror lo que pasa
en los campos? La miseria, la escasez, la soledad y la
rusticidad con que se vive en ellos hace mirar como
indiferente, como lícita, y aun como necesaria esta
media desnudez que se advierte en las personas
grandes, y la entera y de todo el cuerpo en los niños de
ambos sexos, siguiéndose de aquí que, acostumbrados
de esta edad, a verse desnudos y en carnes, pierden
con la vergüenza el horror al vicio, y se entregan
después a los excesos más ignominiosos: Sicut equus
et mulus, quibus non est intellectus, por eso nada se
cuidara más en estas Casas, que la instrucción de los
niños y niñas en todas las leyes del recato, de la
modestia y de la honestidad, para que aprendiéndola y
practicándola y practicándolas en la niñez las conserven
inviolablemente toda la vida.
40- Finalmente todos los catecismos explican el
Cuarto Mandamiento del Decálogo; y preguntando:
quiénes otros son entendidos por padres además de los
naturales?. Responden que los mayores de edad, saber
y gobierno: pero raro o ninguno es el que haga alto en
explicar el amor, el respeto y la fidelidad que deben los
Vasallos a su Rey, la obligación y rogar a Dios, por su
vida, de obedecer sus leyes, de pagarle sus tributos, de
temer su espada y la de sus Ministros, que hacen sus
veces y representan su persona, así como el Príncipe,
hace las veces y representa a Dios.
41- Esta doctrina en España y Ciudades de
América, cuando no se aprenda en los Catecismos, se
aprende en los libros, la enseñan los obispos, la gritan
los predicadores, y la persuaden los ejemplos con la
ocasión de oír cada día que se publican Cédulas
Reales, Pragmáticas – Sanciones y Ordenes de sus
Consejos y de ver que se reciben con respeto, que se
ponen sobre la cabeza, y que se observan y se hacen
observar puntualmente; pero en los campos, chácaras y
estancias de estos países, quién no ve la ignorancia que
hay de éstos deberes tan esenciales? Y quién no llora,
especialmente en nuestros tiempos los lastimosos
efectos que ha producido y produce esta ignorancia?
42- Se hallan hombres de cuarenta y cincuenta
años que apenas saben el nombre del Soberano que los
rige, o que, si le saben, es porque le ven gravado en las
monedas, que es su pasión dominante. Los sagrados
nombres de fidelidad, de sujeción, de obediencia a las
Potestades sublimes son para ellos unos vocablos
incógnitos, que jamas tuvieron lugar en el diccionario de
su idioma, o unos dijes, que cuando tal cual los llegan a
conocer, los prenden en el vestido de su religión, no
mas que con alfileres, para desprenderse de ellos con
facilidad siempre que no acomoden sus intereses, a sus
pasiones o a su libertinaje.
43- No sucederá así a los niños o niñas que
hayan tenido la fortuna de vivir y educarse en estas
Casas. Nada oirán más frecuente que el nombre
augusto de su Soberano, y la obligación que tienen de
rogar a Dios por su vida, la fidelidad que han de guardar
a su persona, el respeto por todos títulos les infunde su
autoridad, la sumisión y obediencia que deben a sus
leyes. Criados con esta doctrina, es natural que obren
conforme a ella habiendo salido de estas Casas; la
enseñaran, la promoverán y lograra, la Religión tener en
ellos unos buenos cristianos, y el Estado y la Patria,
unos Vasallos felices, verificado con ejemplo lo mismo
que intentamos persuadirnos con la pluma por medio de
esta Carta Pastoral; es a saber que el establecimiento
de estas Casas no sólo es conforme a las verdades de
la Religión, si no también a los intereses del Estado y
estamos en la segunda parte.
SEGUNDA PARTE
Que el establecimiento de estas Casas es muy útil a los
Intereses del Estado.

44- No es menester haber leído mucho las obras


políticas de Aristóteles, de Cardano, de Bacon, de Justo
Lipsio, de Amelot de La Houssaye, de Harrington y de
otros muchos filósofos, para conocer en que consisten,
o de donde provienen los verdaderos intereses del
Estado. Las historias y las experiencias nos acreditan
que la falta de una verdadera religión, de una educación
Cristiana y de una ocupación honesta, han sido siempre
plagas exterminadoras de los Reinos más florecientes y
poderosos.
45- Porque, qué seguridad ni permanencia,
puede haber en una Ciudad, en una Provincia, en un
Reino, donde falta la fidelidad y obediencia de los
vasallos? Pues, éstas faltan siempre donde no hay, ni
se profesa una verdadera religión. Qué paz, ni quietud
puede haber en una Ciudad, en una Provincia, en un
Reino, donde faltan la piedad y las buenas costumbres
de sus habitadores? Pues, éstas faltan comúnmente
donde falta una buena educación a los primeros años.
Qué felicidad, ni opulencia, puede haber en una Ciudad,
en una Provincia, en un Reino, donde falta el cultivo, el
comercio y el trato de las gentes? Pues, todo esto falta
donde los hombres desde luego, no se aplican a la útil y
honesta ocupación de algún oficio. Síguese, pues, por
una consecuencia necesaria, que los tres males que
pueden sobrevenir a un Estado, son la falta de una
buena Religión, la de una Educación Cristiana, y la de
una Ocupación Honesta.
46- Tomad, pues, ahora amados míos, la
medalla por el reverso, o usad del argumento que el
Lógico llama de los contrarios, y veréis como una
verdadera Religión, una educación cristiana y una
ocupación honesta, son los tres mayores intereses del
Estado, puesto que de ellos dependen su seguridad y
permanencia, su paz y quietud, su opulencia y felicidad.
Pues, estos tres se lograrán con el establecimiento de
estas Casas de Huérfanos; y voy a demostrarlo
empezando por el interés de la Religión.

I
Primer interés del Estado, la Religión que se enseñará
en estas Casas.

47- ¡Qué la seguridad y permanencia no puede


prometerse una Ciudad, una Provincia, un Reino, en
cuyos vasallos, habitadores y vecinos prevalecen la
fidelidad y la obediencia al Rey y sus Ministros que le
representan! Pues esta obediencia y fidelidad son las
que inspira siempre la Religión por medio de unas
máximas, o preceptos que no pueden o negarse o
quebrantarse sin olvidar o echar por tierra sus principios
más capitales. Dadme, decía el grande Agustino, dadme
un pueblo de buenos Cristianos, que ningún trabajo me
costará gobernarles. Como si dijera: Dadme un pueblo
bien instruido en los principios y máximas de verdadera
Religión, que yo os le daré fiel, sumiso y obediente a su
Soberano, y por consiguiente estable y seguro de todas
aquellas mudanzas y revoluciones que han sido la ruina
de tantos Imperios.
48- Con sola ésta sentencia queda confutado el
error de aquellos primeros Emperadores del Gentilismo,
quienes, temiendo que la promulgación del Evangelio
vendría a ser la destrucción y ruina del Imperio, se
armaron cruelmente contra su autor, contra su doctrina y
contra sus profesores. ¡Que engaño!. Como si
Jesucristo, lejos de venir al mundo a quebrantar las
leyes, no hubiera venido a cumplirlas puntualmente, a
darles nuevo vigor y esfuerzo con su Evangelio, y a
redoblar con su ejemplo y con su enseñanza los
sagrados vínculos de fidelidad, obediencia y amor, con
31
que los Vasallos deben servir, obedecer y tributar al
César todo lo que es del César, después de dar a Dios
todo lo que es de Dios.
49- La verdad, al fin, que siempre prevalece, hizo
ver que no hubo Reyes, ni más tiernamente amados, ni
31
Lc. 20, 25.
más fielmente obedecidos que aquellos que abrazaron
al Catolicismo y tuvieron la fortuna de mandar a unos
Vasallos Católicos. ¡Que alabanzas no tributaron al
grande Constantino aquellos trescientos Padres que
firmaron la Fe en el Concilio de Nicéa! ¡Que expresiones
tan respetuosas no manifestaron a Clodovéo, Pipino y
Carlo Magno los Padres que asistieron a varios
Concilios celebrados en sus reinados!.
50- ¡Que demostraciones de amor, de ternura y
de fidelidad no hicieron a las personas de Recaredo,
Sisenando, Suintila, y otros muchos, los Padres que
asistieron a los Concilios Toledanos IV, V, VI y XVI!
¡Con qué ternura de corazón nos lloró San Ambrosio a
sus Gracianos, Valentinianos, Teodosios y Tiberios,
aún, habiendo tenido con éstos, motivos bien graves de
disensión! ¡Con qué dulzura no habló siempre San
Bernardo de sus amados Luises! Puede asegurarse con
toda la venerable antigüedad, que jamás respetaron ni
celebraron los Gentiles a sus Emperadores tanto y tan
deveras como los Cristianos a los suyos.
51- Confesemos de buena fe dos cosas: que
ningunos alcanzan ni pueden ser tan fieles Vasallos de
los Reyes, como los Cristianos; que entre estos se
distinguen más aquellos a quienes la naturaleza, la
elección o el caso les proporcionó una instrucción más
sólida y extensa de los dogmas y máximas de nuestra
Religión. No quiero decir con esto, que el respetable
nombre de la Majestad, junto con el ejemplo de los
presentes y de los pasados, no sea bastante para
inspirar aquella fidelidad constante y aquel natural,
pronto, y obsequioso rendimiento que por tantos títulos
se deberá un Príncipe. Sólo sí digo, amados míos, que
la verdadera Religión trasciende a estos principios de
naturaleza y de política, y que un Cristiano, conociendo
fundamentalmente el origen de donde se deriva toda
potestad y creyendo los repetidos oráculos, en que
manda Dios amar, temer y obedecer a los Reyes, añade
al valor de las leyes civiles y políticas, el sagrado peso
de las divinas y de este modo justifica, ennoblece y
consagra su obediencia y su fidelidad hasta unirse con
el Soberano que le manda, mediante los nudos más
sagrados e indisolubles.
52- Todo esto, o lo más, falta a quien le falta la
Religión, porque unas veces, si teme, no ama; otras, si
ama, no teme; si no teme ni ama, no obedece, o si
obedece, no es más que por adulación o por interés,
nudos frágiles, que se rompen con la misma facilidad,
que se forman. Mi gran Madre Santa Teresa de Jesús,
comprendió toda esta doctrina en una sola expresión
propia de su espíritu seráfico, y de su angelical pluma,
cuando dijo que los Reyes le causaban mucha
devoción: frase con que explico la Santa, la religiosa
prontitud de animo con que miraba, y con que debe
mirar todo Cristiano, a los que el Altísimo escogió para
Ministros y Ungidos suyos en la tierra.
53- La verdadera Religión es la que inspira en
los Vasallos esta devoción, prontitud, obediencia y
fidelidad a sus Soberanos; y la misma Religión santa y
pura, es la que enseñará y explicará a los niños y niñas
que se críen en estas Casas. Y ved el primero y grande
interés que va a lograr el Estado con su establecimiento,
cuyo objeto no se limitará solamente a recogerlos, a
vestirlos y alimentarlos; si no también, y muy
particularmente, a educarlos e instruirlos en todos los
principios, preceptos y máximas de la Religión,
perteneciente a esta materia, a cuyo fin estamos
trabajando un Instrucción particular o especie de
Catecismo, en el que por preguntas y respuestas
comprenderemos aquellas obligaciones más principales
que tiene un Vasallo para con su Soberano, no dudando
que, criados con esta leche y sana doctrina, tendrá
después el Estado en ellos unos Vasallos tan fieles, tan
rendidos y tan amantes de su Rey, como reconocidos y
obligados al paternal amor con que se a dignado a
proporcionarles en estas Casas un abrigo a su
necesidad y a su educación.
54- Ni aún quisiera amados míos, acordarme ni
acordaros el horrendo pecado en que incurren todos
32
aquellos que, olvidados del precepto del Apóstol, al
cual llama San Ambrosio precepto grande; precepto que
enseña a los Cristianos a vivir sujetos a las Potestades
sublimes, se atreven a conmover o quebrantar la
constitución de un Estado y de sus Soberanos, con
tanto dolor de los Vasallos fieles, como escándalo de
toda la Monarquía y afrenta del nombre de Cristianos
que recibieron en el bautismo. Vuelvo a decir que no
quisiera acordarme de aquel grave crimen sino para dar
gracias a Dios de la paz, quietud, obediencia y fidelidad
que reinan en nuestra amada Diócesis, sin que por esto
juzguemos dispensados absolutamente de haceros
presente aquel serio encargo que en persona de Tito,
33
hizo el Apóstol a todos los Obispos: Avisa a los fieles
que vivan sujetos a los Príncipes y Potestades y
obedezcan sus preceptos: y en otra parte: 34Orad a Dios
32
Rom. 13, 1.
33
Tt. 3, 1.
34
I Tm. 2, 2.
por los Reyes para que a la sombra de su protección
podáis lograr una vida tranquila, y vivir como Cristianos.
55- No olvidéis jamás, amados míos, estos dos
preceptos, sino queréis llenar de amargura el corazón
de un Obispo, que desde que puso los pies en esta
Diócesis, os busca como un pastor a sus ovejas, os
enseña como maestro a sus discípulos, y os ama como
un padre a sus hijos; de un Obispo que, penetrado de
estos afectos, y deseoso de vuestro bien, ha solicitado
por todos los medios el establecimiento de estas dos
Casas donde, instruidos los niños y las niñas en los
principios y máximas de nuestra Religión, aprendan a
ser unos buenos Vasallos: Primer interés del Estado, de
que os hemos hablado hasta aquí, y donde, logrando
una cristiana educación, respiren piedad y buenas
costumbres: segundo interés para el Estado de que os
vamos a hablar ahora.

II
Segundo interés de Estado, la Educación que se dará
en estas Casas.

56- ¡Que paz y quietud no puede prometerse una


Ciudad, una Provincia, un Reino donde florecen la
piedad y buenas costumbres! Pues estos son siempre
fruto hermoso de la educación en los primeros años; de
aquella educación, cuyo objeto es cultivar el espíritu de
la juventud ya inspirándolas las bellas ciencias, ya
formándolas en las buenas costumbres; de aquella
educación a que los Filósofos llaman origen de la
civilidad, y que más justamente podemos llamar
nosotros origen de la paz y tranquilidad del Estado.
57- Así lo confesaron hasta los mismos Gentiles,
creyendo que sin esta educación serían vanas todas las
leyes, insuficientes todos los estatus e inútiles todas las
ordenanzas; y que, por el contrario ella sola sería
bastante para mantener la paz y la quietud de los
pueblos. Platón estableció por base y fundamento de
todo el bien de su República la buena educación de los
hombres. El cuidado más principal de los que gobiernan;
solía decir, debe ser educar bien los niños, imprimiendo
en ellos amor a las virtudes; por que estos en breve se
hacen hombres, vienen a componer el pueblo, y la
República se halla reformada en poco tiempo,
preservando en ellos y en sus hijos la buena educación
que han tenido y transfiriéndola como por herencia a sus
nietos y descendientes. En efecto advirtió bien
Aristóteles que si faltase este edificio de la educación,
se llenaría de vicios la República, y con sus progresos
vendría brevemente a experimentarse una lastimosa
ruina.
58- Así pensaron, y así hablaron unos hombres
sin fe, sin mas luz que la natural, sin otros principios que
los de la razón, y que solo alcanzaron a conocer y
apreciar las virtudes morales. Y, ¡Qué podremos y
deberemos decir los que hacemos gloria del nombre de
Cristianos y que somos deudores de una Religión santa,
pura e inmaculada! Podemos asegurar con el testimonio
de las santas Escrituras, que todo el bien y todo el mal
del Estado, penden de la buena o mala educación de la
juventud, así como toda la hermosura o fealdad de un
árbol cuando grande pende de la buena o mala
dirección que tuvo en los principios.
59- Reduzcamos a la prueba esta verdad.
Dadme por una parte un joven que halla tenido la
fortuna de una educación cristiana en sus primeros
años, y luego observar puntualmente su conducta. Le
hallareis exacto en las obligaciones a su Dios, puntual
en la obligación de su Estado, moderado en sus
pasiones, inocente en sus costumbres, humilde en la
elevación, resignado en las desgracias, contenido en las
injurias, verdadero en sus palabras, limpio en sus
negocios, justo en sus tratos, amigo fiel, ciudadano útil,
vasallo dócil; bueno para Dios, bueno para sí, bueno
para la patria, y bueno para todos. Si como él es, si
como él vive, si como él, se portaran, vivieran y fuesen
todos los individuos de la República, ¿No sería ella un
remedo puntual de la celestial Jerusalén, donde todo es
orden, quietud y paz? Pues ved ahí los vellos frutos de
una buena educación, por que escrito está pues, que el
joven seguirá siempre por aquella senda en que se le
hizo entrar a los principios, sin desviarse de ella aún
35
cuando sea anciano: Adolescens jüxta viam suam,
etiam cum senuerit non recedet ab ea.
60- Dadme, por otra parte, una persona que halla
tenido la desgracia de una mala educación en su
juventud, y observad puntualmente su conducta. Le
hallaréis tal que apenas os parezca hombre; ingrato a
Dios, infiel a su estado, abandonado a sus pasiones,
escandaloso en sus costumbres, altivo en sus fortunas,
desesperado en sus desgracias, colérico y vengativo en
la injuria, falso y doble en sus palabras, injusto en sus
negocios, inicuo en sus tratos; Amigo infiel, ciudadano
inútil, vasallo indócil; malo para Dios, malo para sí, malo
para la patria, malo para todos. Si como él es, si como él
35
Pr. 22, 6.
vive, si como él se porta se portarán, vivieran y fueran
todos los individuos de la República, ¿Sería ella más
que una copia viva del infierno, donde no hay orden
alguno, y todo es desorden y confusión? Pues ved ahí
los tristes efectos, pero regulares, de una mala
educación; porque escrito está que donde no la hay, no
36
puede haber bien alguno: ubi non. est scientia anime
non est bonum.
61- Por este paralelo formado a la luz de las
experiencias, podréis conocer cuanta verdad, sea que
todo el bien y el mal del Estado, depende de la buena o
mala educación; pero contraigamos la materia a los
niños huérfanos, a quienes por serlo, les falta este
beneficio absolutamente. ¿Que harán, y como vivirán
estos infelices sin padres que los atiendan, que los
instruyan, que los corrijan, solos, independientes,
menesterosos y falto de todos aquellos socorros y
preservativos que tanto necesita una edad tierna, fogosa
y fácil a todas las impresiones, para no dejarse seducir
del amor propio, ni deslumbrar del falso brillante de los
placeres del mundo, ni arrebatar del torrente impetuoso
de sus pasiones?

36
Pr. 19, 2.
62- Es verdad que con la orfandad no pierden la
fe, ni la esperanza, ni la caridad; tres preciosas joyas
que recibieron en el bautismo para oponerlas como tres
barreras impenetrables contra el torrente de los vicios;
pero, ah! También lo es que, aún después de haber sido
el hombre reengendrado espiritualmente en el bautismo,
queda en sus miembros una ley contraria a la de la
razón, que le agita, que le estimula y que le cautiva en la
ley del pecado, como se explica el Apóstol37. Igualmente
los es que el entendimiento, ofuscado por la culpa
original, queda sujeto al error y al engaño y que la
voluntad, aunque libre, se ve incesantemente asaltada
de tres enemigos capitales y poderosos, auxiliados de
una tropa de pasiones, que naciendo con el hombre, no
son niñas sino muy poco tiempo. Si en tal conflicto falta
la luz de la buena educación que le haga conocer la
deformidad del pecado, y le ilumine para buscar y pedir
los socorros de una gracia eficaz y victoriosa, podrá
resistir; más no resistirá al ímpetu de unos enemigos tan
fuertes, como coligados. Sus primeros pasos serán sin
duda un precipicio, y aquel primer instante del uso de la
razón que debían consagrar a Dios, fijando en él su
amor, su culto y su fidelidad, vendrá a ser el principio de
37
Rom. 7, 23.
su perdición y de sus miserias, dando de un abismo en
otro hasta caer en el mayor y en el más profundo, que
es el de la obstinación e impenitencia.
63- Ved ahí el lastimoso y deplorable estado a
que se hallan expuestos los niños huérfanos, si a falta
de sus padres no hallan un celoso Magistrado, o un
Obispo piadoso que los recoja, que los instruya y que
los eduque. Situación es ésta que puede llamarse no
sólo de miseria y tribulación respecto a ellos, sino
también respecto a toda la República, y aun a todo el
Estado. Id conmigo y lo veréis.
64- Un Huérfano constituido en la desgracia que
acabo de referiros, ¿No es consiguientemente preciso
que viva girando sin cesar por un circulo de vicios y
pecados? ¿Qué ley será entonces respetada de un
hombre que no tiene ni siente, ni reconoce otra ley que
la de sus antojos? ¿Qué derecho habrá sagrado para
quien se juzga con derecho, y aún en la posesión de
pensar, de hablar y de obrar lo que quiere, cuando
quiere, y como quiere? ¿Hasta donde llegará su
atrevimiento? ¿Que progresos no hará su malicia? Si ve
ladrones se irá con ellos y será como uno de ellos; si ve
disolutos, entrará a la parte de sus torpezas; si
encuentra con impíos, seguirá sus pasos, usará de su
idioma, y de su lengua no proferirá sino impiedades. El
mal ejemplo de su vida pervertirá a muchos: Estos
inficionarán a otros, y en breve, transformada en un
manantial de los más enormes delitos, y digna por ellos
de que Dios, cansado de sufrir tantas iniquidades, envíe
el fuego y vengador de su ira, que la abrace y reduzca a
cenizas como a Sodoma y Gomorra.
65- Ah! No leáis, ni miréis estos tristes anuncios
como infundados, voluntarios y dichos al aire. La
lastimosa catástrofe que experimentaron muchos
pueblos y ciudades de estos vastos dominios es buen
testigo, de cuánto acabo de deciros; y más, cuando no
podemos atribuir su despoblación y ruina a otros
principios que a los que dejo referidos. No traigamos
ejemplares de afuera, ni salgamos de los limites de ésta
Provincia, donde tenemos lo bastante para comprobar la
verdad que intento persuadiros porque, decidme, ¿Qué
se ha hecho, y dónde esta ya vuestra famosa Ciudad de
Esteco, y cuál fue la causa de su ruina? Respondedme.
¿Qué se ha hecho y donde está la Nueva Madrid, centro
de esta Provincia y lugar tan celebrado por su
hermosura y por su abundancia en las terceras partes
de las primeras Sinodales de este Obispado? ¿Que fue
de estas dos Ciudades? ¿Que se hizo de ellas? .... Se
arruinaron como la antigua Troya, y aún podemos decir
más, pues de esta Ciudad guerrera si no quedaron ni los
vestigios, al menos vemos demarcado su sitio en
algunos mapas; pero de Esteco y de la Nueva Madrid
¿Qué es lo que ha quedado? De aquella es muy poco lo
que se sabe en esta Provincia. Solo la firme tradición de
que por sus muchos vicios se la sorbió la tierra con
todos sus edificios y habitadores: de está otra aún es
menos lo que se sabe, y hasta el sitio de aquel famoso
lugar se perdió ya de la memoria y noticia de los
Tucumanenses. Así castiga Dios los pecados públicos
de un pueblo, asolándole eternamente con el furor de su
ira, aunque sea a costa de sepultar entre sus ruinas a
unos pocos inocentes.
66- ¿Y podremos temer amados míos, podremos
temer con algún fundamento que nos suceda otro tanto
en el ínterin que subsisten estas dos Casas de
Huérfanos y Huérfanas en la Provincia? Yo espero
firmemente en Dios que no, y que estos dos Seminarios
han de ser las delicias del Señor, y que la justicia, la
virtud, los clamores y ruegos de tantos niños inocentes
como se criarán y educarán en ellos, serán bastantes
para contener su espada vengadora, aún cuando ya
justamente y en castigo de nuestra maldades la vaya a
descargar sobre nosotros.
67- ¿No le prometió Dios, al Patriarca Abraham
38
que perdonaría los muchos y graves pecados que se
cometían en Sodoma, si en su recinto hallase cincuenta
39
justos? ¿No le ofreció que, como hallase cuarenta,
olvidaría los graves motivos que tenía para el enojo y
castigo que iba a ejecutar en ella? ¿No le repitió que40 si
se le presentasen treinta justos, por atención a estos
detendría el rayo que iba a caer y exterminarlos a
todos? ¿No le añadió que 41veinte que fuesen bastarían
para detener el fuego abrazador que iba a convertirla en
cenizas? Y finalmente para mostrar a un mismo tiempo
hasta dónde llegaban los excesos de su misericordia, y
cuanto valían en su aprecio las oraciones de los buenos,
¿No le dijo que 42por sólo diez si se hallasen en aquella
populosa Ciudad, dejaría de abrazarla y de arruinarla?
Ah! ¡Que feliz hubiera sido Sodoma, si en aquel caso
hubiera podido mostrar al Patriarca Abraham, y éste
presentar a Dios un Seminario de cincuenta, cuarenta,

38
Gn. 18, 26.
39
Gn. 18, 29.
40
Gn. 18, 30.
41
Gn. 18, 31.
42
Gn. 18, 32.
treinta, veinte, o diez niños Huérfanos, Inocentes, Justos
y Amadores de Dios! Sin duda que hoy la reconocería
Pentápolis por su Metrópolis, que el Jordán se
hermoseará con la magnificencia de sus edificios, y que
ella confesará con verdad y con agradecimiento, que su
existencia, su quietud y su paz la debía al Dios de las
misericordias, por las oraciones de unos niños
Huérfanos que habían contenido sus justas venganzas.
68- Pues ved, amados míos, la felicidad que os
podéis prometer vosotros con el establecimiento de
estas dos Casas y el recurso favorable que le queda en
ellas a vuestro Obispo para acudir y aplacar a Dios en
todas vuestras desgracias y calamidades. Si la guerra
cruel, si la peste asoladora, si la repentina inundación de
las aguas, si la violenta agitación de la tierra, si la
deshecha tempestad de las nubes, vinieran a caer sobre
ésta Ciudad o Provincia, yo podré, aunque polvo y
ceniza el menor y más indigno de los Obispos, yo podré
hablar y decir a Dios con igual respeto que confianza lo
43
que el Patriarca Abraham: Numquid perdes justum
qum impio? Si fuerint quinquaginta justi in civitate
peribut simul. Et nom parces loco illi propter
quinquaginta justos si jurint in eo? ¿Por ventura, Dios y
43
Gn. 18, 23-24.
Señor mío, perderéis al bueno con el malo y por el
malo? Si en esta Ciudad hubiera cincuenta justos
¿Acaso lo perderéis juntamente a todos, y no
perdonareis los pecados de aquella, por las virtudes y
ruegos de estos? Pues aquí tenéis en estos dos
Seminarios no diez, no veinte, no treinta, no cuarenta,
no cincuenta, sino setenta u ochenta justos en otros
tantos niños huérfanos, que entraron en ellos sin
44 45
mancha, que están obrando la justicia; que hablan
verdad en su corazón, que no cometen dolo en sus
lenguas; que no hacen mal a su prójimo. Aquí tenéis
ochenta niños46 inocentes en las obras, limpios en el
47
corazón, castos, vírgenes, que jamas se mancharon
con mujeres, y que siguen al cordero inmaculado por
todas partes. Esta es la generación de los que os
buscan, de los que os aman, de los que os sirven, y
cuyo ejemplo en adelante producirá otras muchas
generaciones que os servirán, os amarán y os buscarán.
69- A vista, pues, de esto, ¿Permitiréis que
perezcan aquellos inocentes no más que por que
perezcamos los pecadores? ¿Matareis al justo con el

44
Sal. 14, 2 ss.
45
Ap. 14, 4.
46
Ap. 14, 4.
47
Sal. 23, 6.
impío? ¿Castigareis al hijo fiel como al esclavo rebelde?
¿Y tratareis con el mismo rigor al inocente que al
culpado? No, Dios mío, semejante conducta no es
propia de vuestro piadosísimo corazón y está muy lejos
y distante de las entrañas de vuestra misericordia:
48
Absit a te, ut rem hane facias ut occidas justum cum
impío... non est hoc tuum; y antes bien vivo asegurado
de que, por respeto a estos inocentes Niños Huérfanos,
disimularéis y perdonaréis los pecados de esta Provincia
aún cuando las mismas culpas están clamando por el
castigo.
70- Perdonad, amados míos, si entre estos
raptos de temor, de esperanza y de alegría me he
desviado algún tanto del asunto principal que intento
persuadiros; esto es, la piedad y buenas costumbres
que florecerán en toda esta Provincia, la quietud y la paz
que podéis prometeros en toda ella con la buena
educación que tendrán los niños huérfanos en estas dos
Casas. En efecto, veréis que todos ellos se gobiernan lo
restante de sus vidas, por las santas máximas que se le
enseñarán aquí; máximas que les inspirarán horror al
pecado por su fealdad, y amor a la virtud por su belleza;
máximas que les enseñarán a huir de los vicios; no solo
48
Gn. 18, 25.
por las penas con que son castigados en esta vida y en
la otra, sino también y más principalmente por ser
ofensas contra un Dios digno de ser amado por tantos
títulos; máximas que, grabadas en lo más íntimo de sus
tiernos corazones, les harán conocer la obligación que
tienen en conciencia a vivir sujetos a la autoridad de su
Príncipe, a la obediencia a sus leyes, a la veneración a
sus preceptos, a la satisfacción de sus tributos, y al
respeto de sus Gobernadores y Magistrados, máximas,
en fin, que, haciéndolos amados de Dios y de los
hombres, los estimularán a conservar donde vivan la
tranquilidad pública, a fomentar el bien de la patria, y a
evitar los escándalos y los desórdenes. Sería perder
inútilmente el tiempo si quisiese yo proseguir en
persuadiros, que la principal ocupación de los Huérfanos
ha de ser aprender éstas y otras máximas que, siendo
tan conformes y precisas a una educación cristiana, son
igualmente las más propias de una ocupación honesta;
tercer interés que el Estado va a lograr con el
establecimiento de estas Casas.

III
Tercer interés del Estado, la Honesta Ocupación que se
dará a los Niños en estas Casas.
71- ¡Qué opulencia y felicidad no puede
esperarse en una Ciudad, en una Provincia, en un Reino
donde están florecientes las artes, la agricultura, el
comercio y el tráfico de las gentes que los habitan! Pues
todo esto se halla donde los jóvenes desde sus primeros
años se aplican a la honesta ocupación de un oficio, que
después de prestarles una decente sustentación, los
hace útiles al Estado, el cual no tiene ni otras manos ni
otros nervios con qué sostenerse y hacerse respetables
en paz y en guerra.
72- La mano débil y ociosa, dice el Espíritu
Santo, causa pobreza y necesidad, así como la mano
fuerte y laboriosa produce abundancia y felicidad:
49
Egestatem operata est manus remissa: manus autem
fortium divitias parat: dos sentencias bastantes bellas
solo para hacernos conocer sin tener que recurrir para
ello a los Filósofos y estadistas, los admirables frutos
que produce en una República la ocupación y los fatales
que produce la ociosidad.
73- Si, amados míos, la mano débil produce y
prepara las mayores miserias al Estado. Esta mano
débil es la de un hombre vago y sin ocupación, que no
49
Pr. 10, 4.
aspirando con ardor a cosa alguna, ni a su bien propio ni
al ajeno, se entrega, se abisma y se familiariza con una
continua ociosidad, cuyas maliciosas lecciones le tienen
siempre dispuesto a los pensamientos más ruines y a
las ideas execrables, aún cuando se cuente y se
proponga entre ellas la sedición y el tumulto. Así leemos
en las historias que las conmociones populares y las
sublevaciones más ruidosas de los Reinos han tenido
por lo común su principio y su fomento en hombres de
este calibre, vagos y ociosos, que no teniendo que
perder entran fácilmente en cualquier conspiración, la
fomentan la prosiguen, y si pueden la consuman,
persuadidos de que éste es el medio de adelantar sin
trabajo, y gobernados por aquella máxima tan perversa
como vulgar de que a río revuelto... Hombres de
quienes dice David, que no queriendo entrar en los
trabajos y destinos de los demás hombres se dejan
comprender y dominar de la soberbia, de la venganza
de la perfidia y de la infidelidad: In labore hominum non
sunt... ideo tenuit eos superbia. Por esta razón las leyes
Reales previenen y mandan que no se permitan en las
Repúblicas hombres vagos, sino que se recojan y
prendan, y se les destine últimamente al servicio del
Soberano.
74- Esta mano débil es la de un mendigo
pordiosero, que no aplicándose a trabajo alguno
honesto y por cuyo medio pueda adquirir el sustento
para sí y para su familia, se entrega voluntariamente a la
mendiguez y holgazanería, hace oficio y tal vez
comercio de ella, y toma por elección una condición tan
abatida como expuesta al robo, a la rapiña y a la
usurpación. Así vemos con frecuencia y con dolor que
las vejaciones, las raterías, los robos, los asesinatos
que tanto dan que hacer a los Magistrados, que temer a
los caminantes y que padecer a los pueblos,
regularmente se cometen por esta especie de hombres,
que viviendo sin oficio, sin casa, sin domicilio y sin
sujeción, vienen a parar en ladrones famosos, o
salteadores de caminos: hombres a quienes puede
aplicarse lo que dice David de los cachorros de los
leones que siempre van dando rugidos para hurtar, y
siempre buscando que comer; pobres de vida y ladrones
de por vida, siempre hurtando y siempre prescindiendo:
50
Catuli leonum rugientes ut rapiant et quarant a Deo
escam sibi. En esta atención las Constituciones que
llaman 51Apostólicas y los Padres más respetables de la

50
Sal. 103, 21.
51
Const. Apost. Lib. 2 cap. 4 et lib. 4 Const. 1 et 2
Iglesia, jamás consideraron a semejantes hombres
dignos de recibir limosnas de los fieles; y las leyes
Reales han prevenido y previenen sabios y piadosos
medios para atajar los abusos de la pordiosería y
mendiguez.
75- Esta mano débil es la de una mujer necia,
vana y ociosa, semejante a la que nos pinta Salomón,
que no habiéndose dedicado jamás a las tareas y
labores propias de su sexo, gasta la juventud y aún la
vida en conversaciones, en adornos, en galanteos y en
vicios hasta parar en una mujer prostituida y
escandalosa, que siendo mala para sí, es la ruina del
caudal de la salud, y aún de la vida de aquellos infelices
que, incautamente se dejaron prender de sus lazos, o
que llegaron a beber del cáliz dorado de sus placeres.
Así vemos en pueblos grandes y ciudades populosas,
afeminada y perdida la mayor parte de la juventud.
Vemos no uno, sino muchos hijos pródigos que
disiparon eternamente su patrimonio y su salud con el
trato y vicio de estas mujeres, que justamente pueden
llamarse sanguijuelas de la República, que lo chupan y
lo arruinan todo; motivo por que las leyes exhortan tanto
a los Magistrados a velar en recoger y desterrar de los
pueblos y de los vecindarios a semejantes mujeres.
76- Finalmente esta mano débil es la de un
hombre enteramente inútil que nada aprendió ni
aprende, que nada supo ni sabe, que a nada aspiró ni
aspira, y que, viviendo en una inacción continua, mira
las artes útiles con indiferencia, y con horror todo lo que
suena a industria y trabajo, sin el cual nada puede él, ni
de nada puede servir la fertilidad de los campos, ni la
abundancia de los frutos, ni la riquezas de las minas, ni
los tesoros del mar.
77- Así vemos Provincias dilatadas, fértiles y
deliciosas por naturaleza, incultas, despobladas,
exhaustas, miserables en la paz, y sin nervio, ni fuerzas
en la guerra; no pudiendo atribuirse esta decadencia y
miseria sino a la inutilidad o inacción de sus
habitadores; hombres de perspectiva, ciudadanos en
estatua, que parece nacieron solamente en el que ellos
llaman su paraíso, para habitarle, no para guardarle,
cultivarle, fomentarle ni hacerle feliz con su industria y
con su trabajo: hombres a quienes propiamente y a toda
hora se les puede reconvenir con aquella sentencia del
Salvador: 52Quid bic statis tota die otiosi?.
78- Estas son las manos débiles, que según la
sentencia del Espíritu Santo, preparan la miseria y la
52
Mt. 20, 6.
infelicidad del Estado. Ved ahora las manos fuertes que
le preparan y le han preparado siempre la felicidad y las
riquezas: Manus autem fortium divitias parat. Esta mano
fuerte es la de un labrador infatigable, que aplicado día y
noche al cultivo de sus campos, saca del seno de la
tierra y a costa de su sudor todos los frutos y esquilmos
que es capaz de producir; y proporciona todas las
materias que pueden ocupar y utilizar a los Artesanos,
verificándose en él, que no sólo come el pan con el
trabajo de sus manos, sino que le da de comer a todos
generalmente.
79- Esta mano fuerte es la de un hábil Artesano,
que dedicado a maniobrar en las primeras materias,
logra no sólo enriquecerse él mismo, con la venta de la
útiles y preciosas manufacturas, sino socorrer al propio
tiempo la necesidad de sus conciudadanos para que no
tengan la precisión de recurrir a países extranjeros por
unos géneros, que no siendo mejore, les costarían a un
precio tal vez doblado del que les cuesta en su nativo
suelo.
80- Esta mano fuerte es la de una mujer activa,
económica, hiladora y costurera, semejante a aquella
que nos pinta Salomón en sus proverbios 53, que
53
Pr. 31, 11.13.19.
aplicada a la rueca, al uso y maniobrado con la lana y el
lino, viene a ser mediante la labor y consejos de sus
manos no solamente la confianza de su marido, sino el
consuelo y el apoyo de toda su familia.
81- Finalmente esta mano fuerte es la de un
ingenioso Comerciante, que comprando para vender y
vendiendo para comprar y sacando e introduciendo
géneros por mar y tierra, es como un caudaloso río que
corre y fecunda las campiñas, y lleva a todas partes una
dichosa abundancia.
82- Contraigamos ya toda esta doctrina a los
Huérfanos. ¿Que llegaría a ser estos infelices, criados
en un campo o en un pueblo sin padre, sin madre, sin
ocupación, sin oficio, sin destino particular y sin estímulo
alguno de honor y de interés? Sin duda quedaban
expuestos a todos los males y excesos que dejamos
insinuados arriba; esto es, las niñas expuestas a parar
en una mujeres holgazanas, ociosas, divertidas,
escandalosas y prostituidas con ruina propia y ajena,
tanto en las almas como en los cuerpos; los niños
expuestos a para en unos hombres vagos, sediciosos y
tumultuantes; en unos mendigos voluntarios, ociosos y
ladrones, y cuando menos a parar en unos vecinos
inútiles, ciudadanos de perspectiva y vasallos en
estatua, que para nada sirven a la patria ni al Estado,
sino para multiplicar su número, pero sin engrandecer
su felicidad y su riqueza; hombres que teniendo un
poncho para cubrirse, un caballo para correr, un lazo
para enlazar y un pedazo de carne para comer, todo lo
cual en estos países es muy barato y fácil de conseguir,
ya les parece que lo tienen todo y que han llegado a
cuanto puede aspirar su valor y su fortuna.
83- Pero, por el contrario: poned a estas
criaturas en un Seminario o Colegio donde se las
instruya se las enseñe, se las ocupe y se las familiarice
con el trabajo y a cada una se le dé aquel oficio que
corresponde a su naturaleza y a su talento, y veréis
como después de salir de él, tendrá el Estado en las
niñas, otras tantas mujeres ya no solo piadosas,
honestas y honradas, sino también hábiles, laboriosas y
económicas, capaces de sostener sus casa y familias
con el trabajo de sus manos54; y en los niños otros
tantos Labradores industriosos, Artesanos diestros,
Comerciantes ingeniosos, y en una palabra, otras tantas
manos fuertes que aplicadas al cultivo, a las
manufacturas y al comercio, preparen al Estado y a la

54
Pr. 10, 4: “Mano diligente enriquece”
Patria en lo sucesivo en la abundancia y la felicidad:
Manus autem fortiun divitias parat.
84- atención a estos grandes intereses, han
cuidado tanto nuestras leyes de promover y aún mandar
el establecimiento de estas Casas en todas las
Ciudades del Reino. Las recopilaciones de Castilla Tom.
1 Lib. 5. Tít. 2. Ley 5. Dicen “Ordenamos y mandamos
que entre las demandas forzosas de los Testamentos,
entre de aquí en adelante, la de casar mujeres
Huérfanas y pobres, y que haya obligación de dejar
alguna cantidad para esto. Y encargamos a los Prelados
el recoger y poner a buen cobro y recaudo, y emplear
las dichas demandas, y así mismo la ejecución (si
nuestro muy Santo Padre fuere servido de concederlo,
como se lo tenemos suplicado), y por si mismos, en lo
que pudieren, examinando las obras pías que hubiese
en sus Obispados, apliquen las que hallaren menos
útiles a casamientos de Huérfanas, pues es obra tan
meritoria, y lo mismo las obras pías que no tuvieren
aplicación particular; de suerte que se entienda estarlo a
ésta, y que de las limosnas menudas que hicieren
apliquen la parte que fuere posible a estas obras, pues
en lo regular ninguna hay que sea tan del servicio y bien
de este Reino, y socorro y remedio de los pobres”.
85- Con el mismo fin y para el mayor bien y
utilidad de las Américas, mandaron nuestros Señores
Reyes que se estableciese en Cádiz una Casa para
recoger en ella a los pobres Huérfanos, señalando
rentas para alimentarlos y vestirlos, poniéndoles
Maestros que les enseñen el arte de gobernar vaxeles y
otro oficios, para evitar los graves inconvenientes que
de su mala educación resultaban al Estado, como
podréis verlo con mayor extensión en los Autos
acordados, Tomo III. Lib. 1. Tít. I 2. Auto 5. Y en otras
partes; con lo que cerramos la segunda de nuestra
Carta Pastoral, y pasamos a la tercera parte.

TERCERA PARTE
Que el establecimiento de estas Casas es muy
conforme a las necesidades urgentes de los Huérfanos.

86- Dos pruebas no más a cual mejor pensamos


dar para convenceros de lo favorable que es el
establecimiento de éstas Casas a las necesidades
urgentes de los Huérfanos. La primera es que no hay
necesidad, ya espiritual, ya corporal, que no se socorra
en estas Casas a los niños y niñas Huérfanos,
pudiéndose decir que en ellas es dónde puntualmente
se cumplen las catorce obras de misericordia porque
aquí es donde al Huérfanos sino sabe se le enseña; si
necesita del buen consejo se le da, si yerra se le corrige,
si esta triste ese le consuela, si agravia con sus
impertinencias se le perdona; si molesta con sus
flaquezas se le sufre, y si vivo o muerto tiene alguna
necesidad se ruega a Dios por él. ¿Qué bienes más
importantes para una pobres criaturas, que fuera de
estas Casas, se vieran necesitadas sin apoyo, flacas sin
disimulo, delincuentes sin perdón, tristes sin consuelo,
errantes sin corrección, dudosas sin consejos, e
ignorantes sin enseñanza?.
87- Aquí es donde al Huérfano se le recoge, se
le viste, se le da de comer, se le da de beber, se le
redime de todo mal, se le cura si esta enfermo y si
muere se le da tierra y se le hacen sus sufragios de
comunidad. ¡Que mayores utilidades para unos infelices
que sin éste asilo, se vieran muertos sin sufragio alguno
por sus almas, cautivos sin redención, desnudos sin
vestidos, hambrientos sin pan, sedientos sin agua,
peregrinos sin posada, y enfermos sin asistencia y sin
consuelo!
88- Pero la segunda y mejor prueba de éstos y
otros muchos bienes que del establecimiento de tales
Casas se siguen a los Huérfanos, la tenéis amados
míos, aún mejor y más ampliamente que en cuantos
discursos pudieran a porfía emplear la razón y la
elocuencia, en las Constituciones que hemos formado
para su gobierno espiritual y temporal, y penden de la
soberana aprobación del más benigno de todos los
Príncipes, a cuyo cargo ha puesto la divina Providencia
el régimen y felicidad de las Provincias más dilatadas de
este Nuevo Mundo.
89- Cerremos pues, ya esta Carta Pastoral con
las palabras del Apóstol, en las que escribió a sus
amados fieles de Roma: Obsecro ergo vos fratres per
Dominum nostrum fesum Christum, per charistatem
Sancti Spiritus, ut adjuvetis me in orationibus vestris:55
yo os ruego hermanos míos, por nuestro Señor
Jesucristo, y por el amor del Espíritu Santo que me
ayudéis con vuestras oraciones a dar gracias a Dios por
este gran bien, que a querido dispensarnos en la
Provincia, rogándole continuamente, que lo mantenga,
que lo prospere, y que lo lleve adelante: Y el Dios de la
Paz sea con todos nosotros. Amén. Córdoba y Abril 30
de 1782.

55
Rom. 15, 30.
Fr. Joseph Antonio de San Alberto.
EL REY
1- Con Carta de veinte de Febrero de mil
setecientos ochenta y tres, acompañó mi Virrey de
Buenos Aires D. Juan Joseph de Vértiz una
Representación del Reverendo Obispo de Tucumán Don
Fray Joseph Antonio de S. Alberto, ene que solicita la
aprobación de las fundaciones y establecimientos que
había promovido su pastoral, celo en el Colegio Máximo
de los Ex-Jesuitas que destinó el mismo Virrey y Junta de
Temporalidades; y expuso que este Prelado digno del
mayor elogio por su virtud, actividad y literatura,
empleaba todas sus rentas en unos establecimientos tan
útiles al Estado, que se había adquirido la común
estimación de sus Feligreses, pues reconocían en su
persona un Padre y un Maestro. Que habiendo formado
las Constituciones, que acompañadas de una Carta
Pastoral, incluía para mi Real aprobación, solicitaba se
pensione la Mitra con seiscientos pesos, y se aplique
igual cantidad de las vacantes Eclesiásticas de aquel
Reino para la subsistencia de dichas fundaciones, y
acompañando también testimonio de la Representación
que le hizo el Gobernador del Tucumán a favor del
establecimiento de la Casa de Huérfanos, pidió el
mencionado mi Virrey la Confirmación de todo,
expresando que dichas fundaciones son una Casa o
Seminario fundado por el mismo Reverendo Obispo en el
que fue Colegio de los Regulares de la Extinguida
Compañía para Niñas Huérfanas, en el cual se hallan ya
treinta, bajo la dirección de seis hábiles virtuosas
Maestras, consiguiendo por este medio que vivan con
recogimiento, y se vean alimentadas, vestidas, educadas,
e instruidas en cuanto puede y debe saber una mujer
para ser útil a la Religión y al Estado, habiendo
establecido además en la misma Casa, una clase pública
para las Niñas de aquella Capital, en donde sin pagar
estipendio alguno a dos Maestras puestas por el
Reverendo Obispo, logran la propia enseñanza e
instrucción que las otras que están dentro. Que se estaba
labrando un Seminario en el mismo sitio para Niños
Huérfanos, donde igualmente se recogiesen y educasen
al cuidado de un Rector, de un Maestro general y de tres
Pasantes, habiendo costeado aquel Prelado, todos los
gastos relativos a tan importantes objetos de las rentas
de su Mitra, no obstante la cortedad de ellas, que no
ascienden a nueve mil pesos.
2- Las Constituciones del Colegio de Niñas, que
variadas en algunas, aunque pocas, expresiones por mi
Consejo de las Indias, me he dignado aprobar son del
tenor siguiente.
CONSTITUCIONES
PARA EL COLEGIO DE NIÑAS
Huérfanas, fundado en esta Ciudad de Córdoba
con la advocación de
Santa Teresa de Jesús

En el año 1782
CAPITULO I
Del Fundador de este Colegio

1- Este Colegio de Niñas Huérfanas, reconocerá


siempre por su Fundador, Patrono y Protector al Rey
nuestro Señor Carlos Tercero, quien por un efecto de su
Real piedad se dignó aprobar y conceder, que el
Colegio de Montserrat se trasladase al Máximo que fue
de los Ex-Jeusitas, y aquel se destinase para Casa de
Niñas Huérfanas. En reconocimiento a éste beneficio,
dos veces al día harán oración de comunidad por su
Majestad, y sus augustos sucesores, una en la oración
de la mañana, y otra en la de la tarde. La rectora y
Maestras tendrán mucho cuidado de acordar a las Niñas
éste beneficio, y de inspirar en ellas con la palabra y con
el ejemplo el amor, el respeto, la fidelidad y la
obediencia que deben tener siempre al Soberano que
las gobierna, y que hace las veces de Dios en la tierra.

CAPÍTULO II
Del Director principal de este Colegio.

2- Por Padre y principal Director reconocerá


siempre ésta Casa al Ilustrísimo Prelado, que
actualmente lo es y en adelante lo fuere de esta
Provincia, de quienes se espera, la miren, la amparen y
auxilien con aquel amor que se merecen unas Niñas
pobres, honradas, huérfanas y sin otro Padre que Dios,
el Rey y su Obispo, y con aquel celo que pide una causa
tan común, como interesante a la Religión y al Estado.
¿En donde mejor y más útilmente puede un Prelado
emplear sus limosnas y sus paternales desvelos que en
el recogimiento, crianza e instrucción de unas criaturas
que sin este abrigo quedarían expuestas a todas las
fatales consecuencias que producen regularmente en
una mujer la miseria, la ignorancia y la libertad?.
3- Los Directores particulares de esta Casa, para
cuidar y promover su conservación y adelantamiento
serán el Deán de esta Santa Iglesia, el primer Cura
Rector de ella, el Padre Prior de Santo Domingo, el
Padre Guardián de S. Francisco, el Alcalde de Primer
voto, y el procurador general de esta Ciudad. Cada uno
de estos Señores turnando por semanas visitará la Casa
en la que le tocare, dos veces cuando menos, una en el
Jueves, y otra en el Domingo, viendo y averiguando si
falta alguna cosa perteneciente a su limpieza y aseo, o a
la educación y asistencia de las Niñas, dando cuenta de
todo al Señor Obispo, quien la dará al Señor
Gobernador cuando lo estimare conveniente. Una vez
al mes tendrán junta para recibir y despachar
Memoriales de dependientes, y para tratar y resolver los
negocios que ocurrieren concernientes a lo temporal de
la Casa, pasando todas las providencias al Señor
Obispo para su aprobación; dándose la noticia
correspondiente al Señor Gobernador.

CAPITULO III
Del Capellán y Administrador.

4- El Capellán a de ser nombrado por el Señor


Obispo con noticia del Señor Gobernador, y tenga las
calidades de edad, ciencia, prudencia y virtud que son
tan necesarias para tratar y dirigir en lo espiritual un
Colegio de Niñas. Su obligación será decir las Misas
todos lodos los días, a la hora señalada en estas
Constituciones, confesarlas, sin exclusión de otros
confesores, darles la Sagrada Comunión a excepción de
la Pascual, que deberán darla los Curas Rectores de la
catedral, como también el Viático y la Extrema-Unción a
las enfermas, y la sepultura a las que murieren, a no ser
que estos den su facultad al Capellán para que ejerza
todas estas funciones. No se entrometerá en lo temporal
y económico de la Casa, y solo si notare alguna falta,
podrá prevenirla al Señor Obispo, o a la Rectora, para
que la remedien.
5- Cuidará mucho de exhortar a las Niñas al
trabajo, a la observancia de su regla, a la paz y unión
entre sí, a la sujeción y obediencia a la Rectora y
Maestras, y muy particularmente a la limpieza y pureza
del alma y cuerpo.
6- El Síndico o Administrador a de ser nombrado
por el Señor Obispo con noticia del Señor Gobernador,
hombre de inteligencia, de caridad y de fidelidad, a cuyo
cuidado estarán bajo fianza correspondiente todos los
caudales de la Casa, rentas que cobre, y limosnas que
percibe. A este fin tendrá un libro de entradas en plata,
donde por año, mes y día pondrá las partidas de lo que
entrare en esta especie. Tendrá otro de entradas en
géneros, donde del mismo modo pondrá las partidas de
lo que entrare en ellas; y finalmente tendrá otro de
salidas, donde igualmente pondrá por año, mes y día
cuánto gastase. Todos los meses entregará a la Rectora
y Clavarias lo que tenga en su poder, tomando de ellas
recibo formal y firmado de todas para resguardo de sus
cuentas, que ha de dar todos los años a la Junta de
Directores, quienes después de vistas y examinadas la
pasarán al Señor Obispo con su informe, para que las
apruebe o repruebe según el mérito de ellas, con
acuerdo del Señor Gobernador. Su salario será el que
de acuerdo con el Señor Gobernador pareciere al Señor
Obispo con atención a lo que tenga la Casa, y al trabajo
que lleve en su administración. La Clavarias serán la
Rectora, la Vice Rectora, y una de las Maestras,
quienes igualmente tendrán sus libros de gastos y
recibos, y pasando cuentas todos los meses, las dará al
fin del año a los Señores Directores.

CAPITULO IV
De la Rectora, Maestra general, y Maestras particulares.

7- Todo el bien espiritual y temporal de esta


Casa, pende en la mayor parte de la Rectora; y por lo
tanto cuidara mucho el Señor Obispo, de nombrar para
este oficio una mujer cabal, viuda o doncella, de edad,
de prudencia, de valor, de gobierno y de mucha virtud y
honestidad, que pueda criar, enseñar y educar a las
Niñas, no solo con palabras, sino también con ejemplo.
Aunque todas la han de obedecer y estar sujetas, pero
con las Maestras debe mantener siempre una grande
unión, porque la discordia con ellas sería la perdición del
Colegio y de las Niñas; a éstas, las tratará con el amor
de una verdadera madre y con aquella igualdad en todo
que pide la verdadera caridad. Si tuviere que corregir,
reprender o castigar a alguna, sea siempre mezclando
la misericordia con la justicia, y después de haber
experimentado inútiles todos los medios del agrado y del
apercibimiento. Cuando hubiere alguna terca
escandalosa o incorregible avisará al Señor Obispo para
tomar el remedio conveniente. Procure no faltar jamas a
los actos de comunidad, especialmente a los de oración
y primera mesa, y en su falta cuando no pudiere, que
asista la Maestra general, quien al mismo tiempo ha de
ser Vice-Rectora. Todos los días visitará dos veces a las
niñas enfermas, y una cuando menos, dará vueltas por
las piezas cuando las Niñas estén en sus labores,
exhortándolas al trabajo, al cuidado y a la obediencia de
sus Maestras, haciéndolas saber que en este particular
nada se les disimulará ni dejará sin castigo.
8- A la Maestra general toca suplir las veces,
ausencias y enfermedades de la Rectora, y á mas de
esto el asistir todos los días mañana y tarde a la clase o
pieza destinada para la enseñanza y educación de las
Niñas de la Ciudad. No recibirá de ellas o de sus
padres, estipendio alguno ni regalo por este trabajo, y
por él quisieren hacer alguna limosna a la Casa se
entregará como todas a la Rectora o al Administrador.
9- Así mismo pertenece a la Maestra general
señalar a cada Maestra el número y calidad de Niñas
Huérfanas que han de estar a su cuidado; distribuir las
labores, registrarlas todos los días, y dos veces al año
examinar a la Niñas junto con la Rectora y Maestras
para que según su mérito pasen las mínimas a la clase
de menores, y las medianas a la clase de mayores que
es la última, y de donde han de salir para Maestras.
10- Las que hallan de ser nombradas para este
oficio, a mas de ser de una virtud probada y honestidad
conocida, han de saber leer, escribir, coser, hilar,
bordar, hacer calcetas, botones, cordones, cofias,
borlas, ponchos, alfombras, para que de éste modo
puedan enseñar a las Niñas estas labores y juntamente
todo lo perteneciente a piedad y cristiandad, lo que mal
pondrán enseñarle si ellas no lo saben y no lo practican.

CAPITULO V
De la Tornera, Sacristana y Enfermera.

11- La Rectora con la aprobación del Prelado


nombrará para el torno o Portería una de las Maestras o
Niñas de las de mas edad, juicio, agrado, modestia y
virtud, quien oirá y recibirá todos los recados, dándolos
siempre, y primero a la Rectora que a las particulares,
aun cuando vengan dirigidos a ellas. No consentirá que
Niña alguna se acerque al torno, hable por él, y menos
que entregue o reciba papel o carta alguna. Jamas
abrirá la puerta, ni dará entrada a persona alguna sin
licencia y asistencia de la Rectora, y en su defecto sin la
de la Vice-Rectora.
12- Su regular mansión en el día, será junto a la
Portería para estar puntual a los toques, y allí mismo
tendrán su labor y libro para no estar ociosas. No
gastará mas tiempo en torno que el preciso, no
pudiendo serlo jamas la demasiada conversación las
gentes que acudan a él; y en éste punto pondrá mucho
cuidado la Rectora, separando prontamente del torno a
la que notare defectuosa en él. Señalará para
compañera de la tornera otra Niña con las mismas
calidades que la principal para que pueda suplir sus
ausencias, y ayudarla en días de mucho trabajo a juicio
de la misma Rectora.
13- Las mismas calidades que la Tornera a de
tener la Sacristana, a cuyo cuidado estarán todas las
alhajas, ornamentos y ropas pertenecientes a la Iglesia,
administrando por el torno todo lo necesario para las
Misas y funciones de ella, y esmerándose mucho en que
haya limpieza y aseo en todo lo que a de servir en el
Altar para el culto del Señor. A la Sacristana pertenece
tocar la campana a la hora de la Misa, al toque de Ave
María y de Ánimas, como también el ir llamando a las
Niñas el día que hay Confesión para que acudan a ella
con puntualidad, de modo que mientras la una se
confiesa esté esperando la otra, y no hagan perder
tiempo inútilmente a los Confesores.
14- Jamás por el torno de la Sacristía admitirá y
dará otros recados que los pertenecientes a su oficio,
pues para todo los demás esta destinado el de la
Portería, ni saldrá a la Iglesia con pretexto alguno, ni
aun con el de componer y adornar la Iglesia, sino es
cuando estuvieren cerradas las puertas de afuera y esto
con licencia de la Rectora y acompañada de su
ayudanta que la tendrá igualmente que la Tornera, y así
esta como ella llevaran todas las noches las llaves de
sus oficina al aposento de la Rectora.
15- Habrá en este Colegio una pieza destinada para
enfermería, donde se curen las Niñas enfermas con cuanto aseo y
esmero sea posible; y a este fin se nombrará por Enfermera una de
las Maestras o Niña de fuerza, de inteligencia y de mucha caridad
para que asista a las enfermas con cuanto disponga el Médico, así en
lo espiritual como en lo temporal, sin que le falte cosa alguna ni
tengan que echar menos el amor, la ternura, el regalo y cuidado de
sus propias madres, pues la Enfermera lo ha de ser en obras y
palabras con las Niñas enfermas, y lo mismo la Rectora y Maestras,
quienes la visitaran dos veces cuando menos al día, acariciándolas,
consolándolas, y exhortándolas a llevar con paciencia y resignación
sus males y enfermedades; cuidando sobre todo de que ninguna
muera sin recibir los Santos Sacramentos. La demás Niñas no
visitarán a las enfermas sino en horas de descanso y siempre en
compañía de alguna de las Maestras, a no ser que la Rectora envíe
algunas para asistirlas o hacerles compañía. Cuando hubiere muchas
enfermas se le dará a la Enfermera una ayudanta.

CAPITULO VI
De la recepción de las Niñas Huérfanas

16- Por lo regular no han de ser más de cuarenta


las Niñas Huérfanas, no sea que la multitud cause
confusión, estorbe para su mejor crianza, o imposibilite
para su mejor manutención, especialmente ahora en sus
principios, que la Casa no tiene otro apoyo que la
providencia de Dios, la piedad de los fieles, las limosnas
del Señor Obispo, y el trabajo de las manos de las
mismas Niñas. De éstas cuarenta plazas, quince han de
ser para Niñas de las seis Ciudades de la Provincia, y
las demás para Córdoba y su jurisdicción, para que
siendo el beneficio común en todas ellas, se pueda
demandar para el sustento de esta Casa hasta que
tenga alguna renta, en cuyo caso no se molestará a los
fieles, y podrá recibirse mayor número de Niñas. Las
calidades que han de tener para ser admitidas son las
siguientes:
17- Primera: que sean Huérfanas, observando
éste orden de preferencia, primeramente las que lo sean
de padre y madre: en segundo lugar las que lo sean
sólo de madre, después las que lo son solo de padre; y
últimamente las que teniendo padre y madre es como si
no lo tuvieran para el sustento, para el cuidado y para la
educación.
18- Segunda: que sean pobres, y si no lo son,
quisieren los parientes o tutores poner algunas, en ésta
Casa para su mejor crianza pagarán los alimentos.
19- Tercera: que sean hijas de padres conocidos
y honrados, y sólo se permite admitir seis u ocho Niñas
Huérfanas mulatas para el servicio de las demás, a las
cuales se sustentará, criará y educará del mismo modo
que a todas.
20- Cuarta: que ni pasen de quince años de
edad, ni tengan menos de cinco, y que no tengan
defecto natural, enorme, o accidente habitual o
contagioso. La que pretenda presentará su Memorial,
con una Certificación del Cura de que tiene todas esas
calidades, y de que está bautizada y confirmada, a los
Señores Directores; quienes con su informe lo pasarán
al Señor Obispo para que admita o repruebe a la
pretendienta, con noticia del Señor Gobernador.
21- La Rectora tendrá a su cuidado un libro de
entradas de Niñas Huérfanas, donde irá poniendo por su
orden conforme fuesen entrando de esta manera. En
tantos de N. Del año de N. entró en esta Casa por Niña
Huérfana, fulana de tal, natural de N. hija de tal, tenia de
edad tantos años. Cuando esta Niña saliese del Colegio
para tomar estado, o por otro motivo, o muriese, podrá a
la margen del libro correspondiente a dicha partida. Esta
Niña salió para tomar estado en tantos de N. o esta Niña
murió.

CAPITULO VII
Del vestido de las Niñas Huérfanas
22- Todas las Niñas han de vestir uniformemente
tanto dentro como fuera del Colegio: esto es, dentro de
la casa llevarán todas, zapato negro llano, media blanca
del país, camisita de lienzo, enaguas de lo mismo, y
pollera de picote, o bayeta de la tierra, ajustador de lo
mismo en invierno, y de algodón en verano, pañuelo
blanco al cuello con cinta negra, y su trenza al pelo: si
fueren de doce años llevarán a mas de esto su capotillo
de color blanco a la manera que se usa en España; traje
más honesto y más desembarazado para el trabajo de
manos que no el rebozo, de que nunca usarán las
Niñas.
23- Para fuera de la casa si saliesen alguna vez
para Procesión, Rogativa o Entierro, usarán del vestido
formal que ha de ser el Hábito de Carmelitas, toca
blanca, escapulario y capa con su escudito en ella, y del
mismo modo vestirán dentro, en los días de fiesta para
oír la Misa, para Comulgar, para acompañar al Señor
por Viático si se diese a alguna enferma, y para el
Entierro si muriese alguna.

CAPITULO VIII
Del Dormitorio, Refitorio y Cocina
24- Todas las Niñas, si puede ser, tendrán
Dormitorio en una pieza, con sus camitas separadas y
cubiertas de modo que no puedan verse unas a otras al
tiempo de acostarse o levantarse. Si no hubiese pieza
capaz para todas, dormirán en la forma dicha seis u
ocho en cada aposento con una de las Maestras. En
este particular, y cuanto mire a recato y honestidad
deben la Rectora y Maestras poner un continuo cuidado,
y castigar severamente a la que tuviesen el atrevimiento
de acercarse o entrarse en la cama de otra, ni hablar
palabra o hacer acción que sea menos casta y decente.
Cada Niña tendrá su cofre o petaca donde guarde con
curiosidad las ropas de su uso.
25- Comerán siempre las Niñas en el refitorio, no
estando enfermas, y con ellas comerán también la
Rectora, Vice-Rectora y Maestras a la cabecera de las
otras mesas para que aún allí puedan estar a la mira y
cuidado de las Niñas. El Refitorio ha de estar muy limpio
y aseado, para lo cual señalará la Rectora por semana
una Refitolera, a cuyo cargo, sirviéndose y ayudándose
de una huérfana mulata, ha de estar, barrerle todos los
días, abrir y cerrar las puertas a sus horas, prevenir y
poner el pan, con todo lo necesario para su limpieza.
26- En todo tiempo se comerá a las doce, y se
cenará a las ocho, y para que mientras se alimenta el
cuerpo tenga también su parte espiritual el alma, una de
las Niñas, que se nombrará por semanas, leerá en un
libro espiritual durante la comida o cena, sin que en esto
haya jamas dispensa, a excepción de algún día muy
clásico en que la Rectora permita que las Niñas puedan
hablar unas con otras. Una vez al mes se leerá en el
Refitorio éstas Constituciones.
27- Antes de sentarse a comer puestas las Niñas
en dos coros, la Rectora bendecirá la mesa diciendo:
Bendecid Señor a todas éstas, vuestras siervas, que
nos confesamos hijas de vuestra piedad; y bendecid los
manjares que vamos a recibir de vuestra largueza y a
comer para sustento de estos miserables cuerpos, y
todas responden: Amen. Luego se sentarán por su
orden sin descubrir la servilleta hasta que la Rectora
haga señal para que se empiece a leer, que entonces la
descubrirán, y comerán lo que el Señor les diese con
modestia, silencio, y atención a la lectura espiritual.
28- Acabada la comida o cena, y hecha señal por
la Rectora, se levantarán, y puestas otra vez en dos
coros dará gracias la Rectora diciendo: Os damos Señor
infinitas gracias por todos vuestros beneficios, que
vives y reinas por todos los siglos de los siglos; y
responden todas: amen. Después de esto rezaran a
coro un Padre nuestro y una Ave María por los
bienhechores, y otro por las santas Animas del
Purgatorio, y ayudarán a la Refitolera a componer y
limpiar el Refitorio.
29- A esta pieza estará contigua la de la Cocina;
y por que las niñas han de criarse con instrucción en
todo lo que una mujer necesita saber para el gobierno
de su casa, será bien que cada semana se destine una
o dos Niñas para ayudar a la Cocinera principal para
que de esta manera vayan aprendiendo todo lo
perteneciente a éste oficio, y lo mismo ha de hacerse
para el amasijo y plancha, a lo que deben concurrir
todas.

CAPITULO IX
De clase general

30- Esta pieza ha de estar únicamente destinada


para pública enseñanza de las Niñas de esta Ciudad,
cuyos padres quieran enviarlas, donde, con desinterés y
con el mayor cuidado, se les dará toda la educación. En
esta pieza habrá mesas, asientos correspondientes,
tinteros, plumas y cuanto se necesite para enseñanza y
labores de las Niñas. Se tañerá la campana para esta
clase, a las siete en verano, y a las ocho en invierno,
haciendo tres tañidos para que acudan las Niñas a oír
Misa que a esta hora ha de decirse en la Iglesia de las
Huérfanas.
31- Después de oída la Misa, entrarán en la
clase donde, con la Maestra y su compañera dirán de
rodillas la Letanía de Nuestra Señora, y empezarán su
tarea que ha de durar en verano hasta las diez, y en
invierno hasta las once; repartiendo todo este tiempo en
leer, escribir y labores de manos, dedicando siempre por
mañana y tarde la ultima media hora en cantar a coro el
Catecismo, y algunos ratos, durante la labor, en lección
espiritual por medio de las Niñas, o Niña que señalare la
Maestra, tomando de aquí motivo para hacerles alguna
exhortación, y enseñarles el amor y la fidelidad que
deben a su Rey, el respeto y la obediencia con que
deben tratar a sus padres, la caridad con que deben
mirar a sus prójimos, la devoción con que han de estar
en el Templo, oír la Misa y rezar el Rosario, la
preparación con que han de recibir los Santos
Sacramentos, el horror que han de tener al pecado.
32- Por la tarde se tañerá del mismo modo a esta
clase, en verano a las tres, hasta las cinco y media, y en
invierno a las dos, hasta las cuatro y media, y se gastará
el tiempo en los mismos ejercicios que por la mañana,
añadiendo el Rezar el Santo Rosario después de haber
cantado el Catecismo. Cuando la Maestra vea que las
Niñas saben y entienden el Catecismo común, las hará
aprender el de Fleuri, y para esto convendrá que sea
éste, uno de los libros que más se lea a las Niñas
mientras están haciendo labor, como queda dicho
arriba. Habiendo rezado el Rosario y besado la mano a
la Maestra, cerrará la clase exhortándolas a que vayan
enderechura, y con mucha modestia y silencio por las
calles, y que llegadas a su casa, besen la mano a sus
padres, y que sean puntuales en asistir los Domingos
por la tarde al Ejercicio de la buena muerte que se
tendrá en la Iglesia de las Huérfanas. Jamás se
permitirá que en esta Casa entre persona alguna
estando las Niñas, y habiendo entrado éstas, se cerrará
la puerta, cuya llave debe estar día y noche en poder de
la Maestra general.
CAPITULO X
De la distribución de las horas que han de observar las
Niñas.

33- Primeramente se levantarán las Niñas a las


cinco en tiempo de verano, y a las seis en el de invierno,
despertándolas a ésta hora y poniendo luz en la pieza
para que se vistan. Luego que las hayan despertado,
sentada cada una en su camita, dirá sola por sí, o en
alta voz con todas: Alabada y bendecida sea la
Santísima Trinidad, Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu
Santo, tres personas distintas, y un solo Dios verdadero
en quien creo como verdad infalible, en quien espero
por su infinita misericordia, a quien amo por sobre todas
las cosas, por su inefable bondad y a quien dirijo y
ofrezco todas las obras buenas que hiciere en este día.
Alabada sea María Santísima Madre de Dios, y Madre
de los Pecadores a quien llamo con todo mi corazón
para que me asista en todo este día y me defienda de
todos los peligros de alma y cuerpo.
34- Hecha esta dirección se empezarán a vestir
con mucho recato y puntualidad, dándoles para ello un
cuarto de hora de tiempo. Inmediatamente se tañerá la
campana, y acudirán todas a la Capilla, donde puestas
de rodillas y en dos coros rezarán la Corona Dolorosa
de Nuestra Señora con la Letanía, después de la cual,
se leerá un punto de la Vida, Pasión, o Muerte de Cristo,
y en esto y en meditación sobre Él, se gastará un cuarto
de hora, cerrando el ejercicio con un Padre nuestro, y un
Ave María, que rezarán por la salud y vida del Rey
nuestro Señor, y otro por el Prelado.
35- Desde la Capilla volverán todas al
Dormitorio a componer y levantar las camas, a lavarse y
peinarse, para lo que ayudarán las niñas más grandes a
las muy Niñas, y en esto, y tomar el desayuno del país
emplearán hasta el toque de Misa, a que acudirán todas
y oirán en el Coro de rodillas con mucha devoción.
36- Concluida la Misa irán todas a las piezas de
labor, o a sus respectivos oficios, las que lo tuvieren,
donde estarán en todo tiempo hasta las once
repartiendo las horas en aprender, a leer, a escribir y
hacer labores propias de su clase. Mientras están en
ellas, guardarán mucho silencio y a éste fin, la Maestra
hará que las Niñas por turno y señalamiento suyo, lean
todo los días por el Año Cristiano lo que corresponde a
aquél día o por otro libro espiritual y devoto, y sobre ello
podrá decirles alguna cosa conducente a su instrucción
y educación Cristiana. Todos los días se ha de reservar
media hora para cantar y decir el Catecismo común, y
cuando ya la Niñas lo sepan y entiendan perfectamente,
se les hará leer y aprender el Catecismo de Fleuri, y
nunca pasaran a la clase de mayores, sin saber éste, ni
a la de medianos sin saber el común.
37- Desde las once hasta las doce tendrán
descanso, sino es que la Rectora las ocupase en las
cosas del Colegio. A esta hora se tañerá a Refitorio, a
cuya entrada acudirán todas con puntualidad, llevando
cada una su servilleta, cuchara y tenedor, hasta que
llegue la Rectora, y entrando en dos coros comerán con
aseo, limpieza, silencio y atención a la lectura espiritual,
conforme a lo que se dijo, en el Capítulo VIII. Dos Niñas
señaladas por semanas servirán a las demás en las
mesas, y ellas comerán a la segunda con la Lectora.
38- Concluidas las gracias ayudarán a la
Refitolera a la composición del Refitorio y a las
Cocineras al fregado y limpieza de los muebles
pertinentes, a la oficina después de lo cual tendrán
recreación y descanso hasta las dos en invierno, y hasta
las tres en verano, en cuyo tiempo (si la Rectora no
dispone otra cosa), podrán visitar las enfermas, cocer,
componer y remendar sus propias ropas. Procurarán las
Maestras, nunca perderlas de vista en éstas horas de
recreación, no permitiéndoles, juegos, palabras, ni
acciones que sean menos decentes y modestas.
39- Al toque de campana que se hará a las dos
en invierno y a las tres en verano acudirán a las piezas
a su labor, donde estarán hasta las seis en éste, y hasta
las cinco en aquel, gastando el tiempo en lo mismo y del
mismo modo que por la mañana. Descansarán después
hasta el toque de Ave Marías, en que acudirán todas a
la Capilla a rezar el Rosario de Nuestra Señora con su
Letanía y concluido, se leerá un punto de los Novísimos
y se medirá sobre él, del mismo modo que por la
mañana cerrando el ejercicio con rogar a Dios por el
Rey Nuestro Señor, y por el Prelado.
40- En todo tiempo se cenará a las ocho
haciendo en la cena lo mismo que en la comida, y
acabada se irán todas a la Capilla, donde después de
visitar los Altares y de hacer un breve examen de
conciencia, hecha la señal por la Rectora le besarán la
mano, y se irán a sus dormitorios a recogerse y a dormir
de modo que a las nueve o nueve y cuarto estén todas
ya en sus camas, a cuya hora irá la Rectora echando
agua bendita por todos los dormitorios. Desde ésta hora
se guardará la mayor quietud y silencio y la Rectora con
una de las Maestras dará vueltas por todas las puertas
de la Casa a ver si están bien cerradas, y recogidas
todas las llaves se irán también a acostar o recoger.

CAPITULO XI
De los días que las Niñas han de Confesar y Comulgar

41- Todas las Niñas capaces para ello,


Confesarán y Comulgarán en los siguientes días: en el
mes de Enero el día de la Circuncisión. En Febrero el
día de la Purificación. En Marzo el día del Glorioso
Patriarca San Joseph. En Abril el día de San
Hermegindo, o el día Jueves Santo, si cayere en ése
mes. En Mayo el día de San Isidro, o Pascua de
Pentecostés, si cayere en dicho mes. En Junio el día de
San Juan Bautista, o el día de Corpus. En Julio el día de
Nuestra Señora del Carmen. En Agosto el día de la
Asunción de Nuestra Señora. En Septiembre el día de
su Natividad. En Octubre el día de Santa Teresa su
Patrona. En Noviembre el día de la Presentación. En
Diciembre el día de la Concepción.
42- Las Niñas que llegaren a catorce años, a
más de esta Confesión y Comunión al mes, Confesarán
y Comulgarán otra vez en el día señalado por la
Rectora, y nunca puedan Confesar ni Comulgar más
veces sin licencia de ésta y consejo de su Confesor. La
Rectora y Maestra podrán Confesar y Comulgar de ocho
a ocho días. El día del Jueves Santo Comulgarán todas,
de mano del Cura de la Catedral para cumplir con la
Iglesia, o de manos del Capellán por comisión de aquél.
43- Ayudarán las Niñas en todos los días de
preceptos, aun cuando no les obligue por falta de edad,
para cuando la tengan se hallen ejercitadas en ésta
observancia a excepción de aquellas a quienes la
Rectora dispensare por muy niñas o por débiles, o por
estar demasiadas ocupadas. Ayunarán también todos
los Sábados en obsequio de Nuestra Señora, y la
víspera de Santa Teresa por ser su Patrona. Si alguna
quisiese ayunar mas veces, o hacer otra penitencia,
será con licencia de su Confesor, y con noticia de la
Rectora.

CAPITULO XII
De otros Ejercicios particulares de las Niñas

44- En todos los Sábados del año y fiestas de


Nuestra Señora, se cantará la Salve en la Capilla por la
tarde, a la que asistirán todas las Niñas vestidas de
hábito, y con velas encendidas en las manos, e
igualmente asistirán de hábito a la misa en los días
festivos, que no son de trabajo, porque, en los que lo
fueren, después de oír Misa, asistirán a sus labores,
como en los demás días, sin que en esto, pueda haber
dispensa. Todos lo Domingos por la tarde se hará en la
Capilla a puertas abiertas el ejercicio de la buena
muerte, asistiendo todas las Niñas Huérfanas en el
Coro, para que puedan estar en la Iglesia las niñas de la
Ciudad y sus madres que quisieren concurrir. A éste fin,
se tañerá la campana a las tres y media en invierno, y a
las cuatro y media en verano, avisando con tres
repiques: se pondrá en el Altar mayor un Santo Cristo
con dos velas encendidas, y a los pies del Altar una
mesa cubierta de negro: se dará principio al ejercicio
rezando el Rosario y Letanía de Nuestra Señora: luego
se leerá medio cuarto de hora sobre alguno de los
Novísimos, otro medio cuarto de hora se meditará sobre
él, cerrando el ejercicio con una breve plática o
exhortación que no pase de media hora. Este día no
tendrán las Niñas oración ni Rosario por la noche. En la
Semana Santa podrán su monumento en la Iglesia pero
no harán los Oficios.
45- En los días festivos que no hay labores se ha
de dedicar una hora por la mañana, que podrá ser de
diez a once, para examen y explicación del Catecismo,
a que asistirá la Rectora con todas las Maestras,
explicando aquellos puntos que le parecieren más
precisos. Será bien que el Prelado asista una u otra vez
a estos exámenes para que, estimuladas las Niñas con
su presencia, se enfervoricen en aprender y entender
ambos Catecismos el común y el de Fleuri. Una vez al
año saldrán las Niñas a campo o vacaciones por quince
o veinte días; pero no todas de una vez, sino la mitad en
una, acompañadas de la rectora y tres o cuatro
Maestras, y la otra mitad en otra, acompañadas de la
Vice-Rectora y Maestras que no fueron en la
antecedente. A más de esto señalará el Prelado una
persona Eclesiástica de edad y virtud que las acompañe
y diga Misa en este tiempo, y aunque en él no trabajaran
cosa alguna, pero si tendrán, mañana y tarde los dos
ejercicios de Rosario, lección y meditación que se hacen
en el Colegio.
46- Cuidarán mucho la Rectora y Maestras de no
perderlas de vista en sus paseos y diversiones sin
admitir en ellas, personas que no sean muy de
satisfacción, sobre lo que les encargamos mucho la
conciencia.
CAPITULO XIII
Del Entierro y Sufragio de las Niñas que murieren en
ésta Casa.

47- Luego que muera alguna Niña se harán tres


repiques a difuntos, se les amortajará en su hábito del
Carmen, y se le llevará a la Capilla u otra pieza, donde
estará hasta la hora del Entierro, para el que se avisará
al Cura de la Catedral, quien lo hará, o el Capellán de su
orden, sin derecho alguno, y por pura caridad. Se le
cantará su Misa de cuerpo presente, y por ésta dará la
Casa, cuatro pesos, y a todo, asistirán la Rectora,
Maestras Niñas. En los nueve días siguientes aplicarán
todas por la Niña difunta nueve partes de Rosario y
nueve Misas, las que oyen y rezan todos los días;
aplicándole otros sufragios y oraciones para que el
Señor la saque de las penas del Purgatorio, si por su
misericordia estuviese en ellas. Estos mismos sufragios
y oraciones aplicarán las Niñas por los Directores que
murieren, pero por el Rey nuestro Señor y Señores
Prelado y Gobernador de la Provincia, a más de los
mismos sufragios, cantarán una Misa de Requien en día
que las Rúbricas lo permitan luego que haya noticia de
su fallecimiento.
CONSTITUCIONES
PARA EL COLEGIO DE NIÑOS
Huérfanos, fundado en esta Ciudad de Córdoba
con la advocación d
el patriarca san Joseph

En el año de 1782
PROEMIO
1- No ha sido pequeño el embarazo en que para
formar estas Constituciones nos han puesto los estilos
del país, donde todo oficio mecánico se tiene por poco
honroso y propio solamente de gente natural y de
servicio. No podemos, pues, en ésta Casa dedicarnos a
que los Niños se instruyan (como se practica en otras
Casas de Huérfanos), en unos oficios que nunca han de
ejercitar, ni sus parientes permitirán que lo ejerciten
habiendo salido de ella.
2- Por lo tanto hemos resuelto que después de
recogerlos, vestirlos y alimentarlos se les instruya en
leer, escribir y contar, y en todo lo perteneciente a la
Religión, Cristiandad y piedad en la forma siguiente.
Que cuando ya estén perfectamente instruidos en esto,
a juicio y examen del Rector y Maestro de la Casa, se le
envíe a la clase para que estudien la Gramática: que a
los que más sobresaliesen en ella, dado muestras
brillantes de talento, de aplicación y de vocación a la
Iglesia, se les destine y sean preferidos a las Plazas
dotadas y supernumerarias del Seminario, donde
puedan hacer toda su carrera. Que los que fueren de
tanto talento, o no tuvieren lugar en el Seminario
perseveren en la Casa hasta que aprendan
perfectamente Gramática. Que entonces saldrán para
estudiar Filosofía, y el Rector de acuerdo con el Señor
Obispo y noticia del Señor Gobernador, verán el medio y
el modo de buscarles algún alivio para que puedan
seguir sus estudios; y finalmente que a los que no
fuesen propios para las letras se les destine para el
comercio, solicitándoles (cuando ya estén perfectos en
leer, escribir y contar), el servicio en la casa de un
Mercader o Comerciante, así en la Ciudad como en la
Provincia, quienes sin duda los buscarán y apreciarán
sabiendo que hallarán en ellos inocencia, fidelidad y
Cristiandad, como frutos precisos de la buena educación
que han tenido en el Colegio. Con la mira, pues, a estos
objetos se han dispuesto las Constituciones siguientes:

CAPITULO I
Del Fundador y Protector de éste Colegio

1- Esta casa se gobernará por las mismas


Constituciones que la de las Niñas Huérfanas, a
excepción de lo que aquí vaya advertido, y por lo tanto
reconocerá por su fundador al Rey nuestro Señor, y por
Padre y principal director al Ilustrísimo Prelado de esta
Provincia, por quienes harán oración dos veces al día,
como se dijo en el Capitulo I de las Constituciones de
las Niñas, cuidando mucho el Rector y Maestros de criar
a los Niños inspirándoles frecuentemente los
sentimientos de amor, de obediencia y de fidelidad al
Soberano, que felizmente los gobierna.

CAPITULO II
De los Directores particulares de esta Casa

3- Los Directores particulares para todo lo


temporal del Colegio, serán el Señor Arcediano de la
Catedral, y en su falta el Señor Chantre, el segundo
Cura Rector de ella, el Padre Comendador de la
Merced, el Padre Presidente de los Betlemitas y el
Alcalde de segundo voto, quienes turnados por
semanas, lo visitarán, y se juntarán del mismo modo y
para los mismos fines que los Directores de la Casa de
las Niñas. El Administrador por ahora será el mismo en
ambas casas, entendiéndose en todo, con el Rector con
la misma formalidad que se advirtió para con la Rectora.
CAPITULO III
Del Rector, Maestro y Pasantes.

4- El Rector y Capellán en esta Casa será un


Eclesiástico de talento, edad, prudencia y virtud,
nombrado por el Señor Obispo, con noticia del Señor
Gobernador, y dependiendo del gobierno y asistencia
del Rector todo el bien espiritual y temporal del Colegio,
se hace preciso que día y noche viva dentro de él para
velar y cuidar continuamente de la crianza y educación
de unos Niños que por Huérfanos, le han de merecer
todo el desvelo, amor y ternura de un verdadero padre.
5- Así como el Maestro general y Pasantes
dependerán en todo del Rector, quien les dirá Misa
todos los días, y asistirán con ellos cuanto le permitan
sus ocupaciones en todos los actos de comunidad,
especialmente a los de oración y primera mesa. Si
alguna vez no pudiere, disponga que no falte el Maestro
ni Pasantes.
6- El Maestro general ha de ser nombrado por el
Señor Obispo con noticia del Señor Gobernador,
hombre soltero o viudo, de edad, de virtud, de
inteligencia y don para enseñar a niños a leer, escribir,
contar, ayudar a Misa y el Catecismo, para lo cual se le
señalará dos o tres Pasantes, con quienes repartirá el
trabajo de todos estos ejercicios, dirigidos todos a criar a
los Niños de modo que puedan ser útiles a la Religión y
al Estado.
7- Ya con esto, se dicen las calidades que han
de tener los Pasantes, pues no siendo ellos hábiles,
honestos y virtuosos mal podrán enseñar a los
Huérfanos virtud, honestidad y Religión. Así el Maestro
como los Pasantes han de vivir dentro del Colegio, y
nunca saldrán de él, sino con licencia del Rector que
solo la dará para lo muy preciso, y siempre de modo,
que para el toque de Ave María, este ya cerrada la
puerta o Portería.
8- A cargo del Maestro estará señalar
diariamente y por turno dos Niños que vayan a la
Catedral a ayudar en la Misa desde las seis en verano y
desde las siete en invierno hasta la Misa Capitular, pues
sabemos que por falta de ayudantes no van muchos
Eclesiásticos a decir Misa en ella. Igualmente estará a
su cargo nombrar diariamente y por turno un Pasante
que acompañe a los Niños gramáticos hasta la clase, y
vuelva por ellos a su hora. Se castigará severamente a
los que yendo a clase, se divirtiesen o entrasen en otra
parte.
9- El Rector nombrará un Portero de fidelidad
que cuide de recibir los recados por ventanilla o reja,
que para éste fin habrá en la puerta, y dándolos todos al
Rector, y en su defecto al Maestro, y jamas abrirá la
puerta a persona alguna sin orden del primero, o en su
ausencia del segundo. Al toque de Aves Marías se
llevarán las llaves al cuarto del Señor Rector, quien
cuidará mucho de no dejar entrar personas que no sean
de toda satisfacción y especialmente mujeres. Nombrará
otro para que cuide la Iglesia y sacristía, y otro para
Enfermero de los Niños, a cuyo fin se destinará una
pieza para Enfermería, observando en éste particular,
como en el del Refitorio y Dormitorio, lo mismo que
queda establecido en las Constituciones de las Niñas.

CAPITULO IV
De la recepción de los Niños y su vestido.

10- Por ahora tampoco serán mas que cuarenta


plazas de los Niños Huérfanos, de las cuales quince
serán también para las seis Ciudades de la Provincia, y
las demás para Córdoba y su jurisdicción.
Las calidades y preferencias para ser admitidos
han de ser las mismas que las que se dijeron en el
Capitulo VI de las Constituciones de las Niñas. Seis u
ocho podrán ser admitidos mulatos libres para el
servicio de los demás, a quienes se sustentará, se criará
y educará con la misma caridad que a los demás.
11- El vestido de los Niños será igual en todos,
esto es, dentro de Casa, camisita de lienzo, zapato
negro llano, media blanca, chupa y calzón de la ropa del
país, y su gorrito blanco en la cabeza. Si alguna vez
saliesen fuera a Rogativa, Procesión o Entierro llevarán
sobre esto, un gabancito con valona, y sombrero negro.
Cuidarán mucho el Rector, Maestro general y Pasantes
que los Niños vayan siempre muy limpios y aseados, y
que se muden de ropa interior todas las semanas, cuya
limpieza y costurería debe correr por cuenta de las
Niñas Huérfanas, quienes harán esta obra de caridad a
los Niños Huérfanos. Cada uno tendrá su petaca donde
guardarán con aseo las ropas de su uso.

CAPITULO V
De la distribución de las horas que han de observar los
Niños.
12- En todo tiempo se levantarán a las cinco y
después de dirigir sus obras a Dios y vestirse, como se
dijo en el Capitulo X de las Constituciones de las Niñas,
irán a la Capilla donde rezarán la Letanía de Nuestra
Señora, y los siete Dolores y Gozos de su Patrón y
Glorioso Patriarca San Joseph. Luego se leerá un medio
cuarto de hora de la Pasión del Señor, y otro medio
cuarto se meditará sobre el punto: oirán Misa, y
cerrando esta hora con rogar a Dios por el Rey nuestro
Señor y por el Prelado, se volverán a sus dormitorios a
componer sus camitas, lavarse, peinarse y tomar su
desayuno. Los gramáticos estudiarán sus lecciones
hasta la hora de salir a la clase.
13- A las siete en verano y a las siete y media
en invierno se tañerá la campana, y todos los Niños
acudirán a las piezas de sus respectivos estudios que
estarán divididos en tres clases: primera la de cartilleros;
segunda la de romanceros y escribientes; tercera de
latinos y contadores. Empezarán su tarea, rezando
antes de rodillas un Padre nuestro y Ave María al
Glorioso San Joseph, y la continuarán en todo tiempo
hasta las once, repartiendo las horas en leer, escribir,
contar, cantar el Catecismo, cuya explicación les hará el
Maestro, tomando de aquí motivo para hacerles alguna
exhortación, y enseñarles el amor y la fidelidad que
deben a su Rey, el respeto y obediencia con que han de
tratar a sus padres, la caridad con que deben mirar al
prójimo, la devoción con que han de estar en el Templo,
la preparación con que han de recibir los Sacramentos,
el horror que han de tener al pecado, y otros puntos
concernientes a su instrucción y educación Cristiana.
14- Desde las once hasta las doce descansarán,
sino es que el Rector o Maestro los ocupe en alguna
cosa.
15- A esta hora se tañera a Refitorio, donde
entrarán y harán lo mismo que se dijo en el Capitulo X
de las Constituciones de las Niñas. Después de comer
tendrán su recreación o descanso hasta las dos en
invierno, y hasta las tres en verano, en que se tañerá la
campana y volverán a sus tareas de estudio hasta las
seis en ésta, y hasta las cinco en aquel.
16- Al toque de Ave Marías Volverán a la Capilla,
donde a coros rezarán el Rosario de Nuestra Señora
con su Letanía, y concluida se leerá un punto de los
Novísimos, y se meditará sobre él, lo mismo que por la
mañana, cerrando el ejercicio con rogar a Dios Nuestro
Señor por el Rey y por el Prelado.
17- Los Niños gramáticos irán con un Pasante a
estudiar sus lecciones para el día siguiente hasta las
ocho y media, en que se tañerá a cenar en todo tiempo.
18- Acabada la cena irán todos a la Capilla,
donde después de visitar los Altares y rezar un Padre
nuestro al Glorioso San Joseph, tendrán un breve
examen de conciencia, besarán la mano Rector, y se
irán a dormir. Cuando ya los Niños estén recogidos, irá
el Rector a echar agua bendita, como dijo en el Capitulo
X de las Constituciones de las Niñas.

CAPITULO VI
De los días en que los Niños han de Confesar y
Comulgar

19- Todos los Niños capaces de ello Confesarán


y Comulgarán una vez al mes en los mismos días
señalados para las Niñas. Los Niños que llegasen a
catorce años, a más de esta Confesión y Comunión al
mes, Confesarán y Comulgarán otra, en un día festivo
en obsequio de su Santo Patrono San Joseph. En orden
a ayunos se observará lo mismo que se dijo para las
Niñas en el Capitulo XI, añadiendo que han de ayunar
en la vigilia del Patrocinio de San Joseph.

CAPITULO VII
De otros ejercicios particulares de los Niños.

20- Cantarán el Salve en todos los Sábados del


año y fiestas de Nuestra Señora. Los Domingos por la
tarde asistirán, acompañados del Rector o Maestro, al
ejercicio de la buena muerte que se tendrá en la Capilla
de las Niñas, y en éste día no tendrán Rosario ni oración
por la noche. Todos los años harán en su Capilla el
Novenario del Patriarca San Joseph, empezando nueve
días antes para concluirlo el mismo día del Santo. Los
Jueves y algún otro día festivo cuidará el Rector
sacarlos al campo para que se diviertan, sin permitir
jamás que vayan solos, pues no pudiendo ir el Rector
deberá ir el Maestro con alguno de los Pasantes. En
todo los días festivos que no haya clase se ha de
dedicar una hora por la mañana para examen y
explicación de Catecismo, como se dijo en el Capitulo
XII de las Constituciones de las Niñas.
21- De cuatro a cuatro meses habrá exámenes,
a los que asistirá el Rector para que los que ya
deletrean perfectamente pasen a la clase de
romanceros y escribientes, y los que saben escribir y
leer romance con perfección pasen a la clase de latinos
y contadores, y los que están consumados en leer latín
y contar pasen a la Gramática. Estos exámenes, es
menester que vayan con todo rigor, y convendrá mucho
que el Señor Obispo asista una u otra vez a ellos, o
cuando no envíe una persona de su satisfacción que
presencie los ejercicios. Sobre todas las cosas
procurará el Prelado que nunca los Niños salgan de
casa para empezar Filosofía sin que sean perfectos
gramáticos, y en esto podrán el obispo y Rector un
sumo cuidado.
22- No quita todo lo hasta aquí dicho, que el
Rector y Maestros se dediquen en las horas de
descanso y días festivos a instruir a los Niños en otros
ejercicios honestos, útiles y propios de un hombre bien
nacido; pero que todo se hará con aprobación del Señor
Obispo, y noticia del Señor Gobernador.
23- El entierro y sufragio de los Niños que
murieren serán de los mismos modos que los de las
Niñas; como se dice en el Capitulo XIII de sus
Constituciones.
24- No dudamos que el castigo se hace preciso
muchas veces para la crianza y educación de los Niños
pero al mismo tiempo queremos y exhortamos al Rector
y Maestros que cuando usen de él, sea atemperándolo
con mucha misericordia, y después de haber
experimentado inútiles todos los medios de la suavidad
y del apercibimiento, procuren que los Niños obren mas
por su amor que por temor.
25- Del castigo de los azotes se usará en lo muy
preciso, y solo con los Niños pequeños con mucha
moderación y recato, dándoselos en alguna camarilla o
separado, y nunca a ojos y vista de los demás. Con los
que ya llegaron a doce años se usará de castigo rara
vez por delito muy grave, y de ningún modo con los que
lleguen a la edad de catorce años, pues hay otros
castigos que siendo más decentes, no son menos
sensibles a gentes de honor, como es la reclusión, el
cepo, para privación de pitanza, la separación de trato
de los demás y otros.
26- Si alguno fuese tan terco e insensible que
nada de esto bastase para su corrección y enmienda, se
dará cuenta al Señor Obispo, quien con noticia del
Señor Gobernador tomará la providencia que
corresponda pues no es razón permitir en éste pequeño
rebaño del Señor ovejas roñosas, capaces de inficionar
y perder a las demás.

CIERRE DE LA CARTA PASTORAL

Hasta aquí las Constituciones dirigidas al arreglo


espiritual y temporal de estas dos Casas, y a
proporcionar a los Niños Huérfanos y Huérfanas, el
alivio en todas sus necesidades. Cerremos pues, ya
esta Carta Pastoral con las palabras del Apóstol, en la
que escribió a sus amados fieles de Roma: Obsecro
ergo vos fratres per Dominum Fesum Christum, per
charitatem Sancti Spiritus, ut adjuvetis me in orationibus
vestris: Yo os ruego hermanos míos por Nuestro Señor
Jesucristo, y por el amor del Espíritu Santo que me
ayudéis con vuestras oraciones a dar gracias a Dios por
este gran bien, que ha querido dispensarnos en la
Provincia, rogándole continuamente que lo mantenga,
que lo prospere, y que lo lleve adelante. Y el Dios de la
Paz sea con todos vosotros Amen. Córdoba y Abril
treinta de mil setecientos ochenta y dos.
Fr. Joseph Antonio de San Alberto,
APROBACION DE LOS COLEGIOS DE ESTAS
CONSTITUCIONES
Y habiendo visto todo en el mencionado, mi
Consejo pleno de Indias, con lo que informó su
Contaduría general dijo mi Fiscal y consultándome
sobre ello, he venido en aprobar la fundación de estos
dos Colegios, y sus Constituciones según van insertas,
y ha sido de mi real gratitud el celo y aplicación de dicho
Reverendo Obispo Don Fr. Joseph Antonio de San
Alberto en tan útiles establecimientos del servicio de
Dios, del mío, y bien del Estado, y he resuelto adherir a
la dotación que propone dicho Prelado para su
subsistencia de mil doscientos pesos anuales, los
seiscientos sobre la Mitra del mismo Obispado del
Tucumán, y los otros seiscientos sobre el ramo de
vacantes Eclesiásticas; y que ese caso de hallarse en el
Colegio de Niñas admitidas algunas o algunas Beatas,
sean luego extraídas, y de ningún modo se permita su
residencia en él. Por tanto mando a mi Virrey de Buenos
Aires, a la Audiencia de aquel distrito, al Gobernador de
la enunciada Ciudad de Córdoba del Tucumán, y demás
Tribunales o Jueces Seculares; y ruego y encargo al
Reverendo Obispo que hubiere en la misma Diócesis
del Tucumán, al Venerable Deán y Cabildo de aquella
Iglesia, y a cualquier Tribunal o Juez Eclesiástico a
quien corresponda, guarden, cumplan y ejecuten
puntualidad. Fecha en el Pardo a quince de Marzo de
mil setecientos ochenta y cinco. YO EL REY. Por
mandato del Rey nuestro Señor Manuel de Nestares.

EL REY

1- Muy Reverendo en Cristo Padre Arzobispo de


la Iglesia Metropolitana de la Ciudad de la Plata, de mi
Consejo. Por mi Real Cédula de quince de Marzo de mil
setecientos ochenta y cinco, me digné aprobar le
erección de un Colegio de Niños y otro de Niñas que
hicisteis en la Ciudad de Córdoba del Tucumán, siendo
Obispo de aquella Diócesis, y en Carta de cuatro de
Mayo siguiente exponéis los perjuicios que se seguirán
de excluir del Colegio de Niñas las maestras Beatas,
pues verificada esta limitación se arruinaría en pocos
días una Casa tan útil a la Religión como al Estado, y
que os había costado más gastos y desvelos que el
gobierno de toda Diócesis: que pusisteis el principio por
Maestras mujeres seculares, buscando las mejores que
pudisteis, pero que prontamente empezasteis a
experimentar no podía con ellas permanecer la Casa,
que desde luego se suscitó la emulación, queriendo ser
todas Rectoras, y no sujetarse a la que lo era; y menos
al retiro, abstracción y arreglo de las horas y ejercicios
que señalan las Constituciones, y son tan necesarias
para la buena educación, pues apetecían conservar la
libertad que tenían en sus casas, de salir, entrar y tratar
con gentes de ambos sexos, con perjuicio suyo y de las
niñas, y si se las quería contener u obligar dejaban el
Colegio y se volvían a sus casas, queriendo cada una
que a mas de darla de comer y vestir se les
suministrasen al mes ocho o Díez pesos, y tuvisteis que
pasar por todo más de año y medio, empleando en
salario lo que bastaría a mantener doce o quince niñas:
que estas y otras experiencias os hicieron conocer que
aquella Casa jamás lo sería de una perfecta educación,
hasta que de las mismas niñas mas selectas, criadas en
ella, acostumbradas a la obediencia, al retiro y al
trabajo, y mirándola por lo mismo con amor, quisiesen
algunas por vocación perpetuarse en ella, y hacer sus
votos simples en manos del Prelado, dependientes
absolutamente de él, como prescriben las
Constituciones, al modo de las que gobiernan la Casa
de Huérfanas de Xerez de la Frontera en estos Reinos,
que tuvisteis presentes para esta: que en efecto habían
tomado el hábito siete u ocho de las más hábiles y
virtuosas, conociéndose en dos años que iban a
concluir, ser la Casa (según podía informar el
Gobernador pasado, el actual, y la voz común de toda la
provincia) casa de paz, de educación y de Dios;
habiendo hecho ver la experiencia que estas casas de
enseñanza son más útiles y durables las que están al
cuidado de Religiosas Ursolinas y otras, a mas de que
no habiendo en la Provincia del Tucumán más que dos
solos Conventos de Religiosas, en donde no pueden
muchas doncellas nobles de vocación y de virtud entrar
o por sobra de número o por falta de dote, pueden lograr
en parte sus deseos, y asegurar su salvación entrando
en dicho Colegio, y al mismo tiempo ser útiles a la patria
y al Estado, como lo son las que al presente hay en él; y
habiéndose visto en mi Consejo de las Indias, con lo dijo
mi Fiscal, y consultándome sobre ello, teniendo
presente la orden que se expidió a aquel Gobernador
Intendente para que suspendiese la expulsión de las
beatas, ha declarado no deben excluirse del Colegio las
Beatas de que tratáis, educadas en la misma Casa,
pues antes se contempla muy útil subsistan en ella, y
únicamente debe entenderse la citada Cédula para la
admisión y exclusión de otras no criadas allí, ni
preciosas que se perpetuasen con gravamen del
Colegio, y como si fuese Beaterio. Lo que os participo
para que tengáis entendido, y hagáis, como os ruego y
encargo, entender a los que convenga para que se
cumplan puntualmente, ésta mi Real determinación.
Fecha en el Pardo a seis de Febrero de mil setecientos
ochenta y seis.
Yo el Rey. Por mandato del Rey nuestro Señor Manuel
de Nestares.

Córdoba, 7 de Febrero de 1970.


CARTA PASTORAL
Que El Ilustrísimo y Reverendísimo Señor
D. Fr. JOSEPH ANTONIO DE S. ALBERTO,
Del consejo de S. M..
Y obispo de córdoba del Tucumán,
DIRIGE

A SUS DIOCESANOS,
CON OCASIÓN DE PUBLICAR UNA INSTRUCCIÓN
Para los Seminarios de Niños y Niñas,
donde por lecciones, preguntas y respuestas
se enseñan las obligaciones
que un vasallo debe a su
Rey y Señor.

EN EL AÑO DE 1784
Nunc ergo vocem eorom audi, verumtamen
contestare eos, praedic eos jus regis, qui regnaturus
est super eos. 1.Reg. cap. 8.

Ahora, pues, Samuel, oye y concede a los


Israelitas lo que piden, pero antes persuádelos e
instrúyelos y en los en los derechos que El Rey tendrá
sobre ellos, y en las obligaciones que ellos tendrán para
con El Rey. Lib.I de los Reyes, Cap. 8.

E sta instrucción, amados hijos, tal vez la primera de


su género, que ha visto la luz pública en estos
Reinos, no es más que un cumplimiento de la palabra
que os dimos en la última Carta Pastoral, que con
ocasión de haber fundado en esta Capital el Colegio de
Niñas Nobles Huérfanas, publicamos en el año de
ochenta y tres56.
2- En ella os ofrecimos trabajar una especie de
Catecismo, en el cual por lecciones, preguntas y
respuestas comprenderíamos aquellas obligaciones
más principales que tiene un vasallo para con el
Soberano; no dudando que criados los niños con esta

56
56- Casi todo el año 1783 San Alberto la paso civilizando en "La Visita" ( nota agregada por un estudioso del tema).
leche y sana doctrina, tendría después el Estado en
ellos unos vasallos tan fieles, tan rendidos y tan
amantes a su Rey, como reconocidos y obligados al
paternal amor, conque se ha dignado proporcionarles en
estas Casas un abrigo a su necesidad y una escuela
pública a su educación.
3- Esto es lo que entonces os ofrecimos, y lo que
no hemos podido cumplir hasta ahora; porque nuestras
ocupaciones, si no han sido mayores que nuestros
deseos, han podido más y nos han arrebatado todo el
tiempo. Dieciséis meses empleados en la Visita general
de nuestra Diócesis, nos han embarazado emprender el
trabajo de esta Instrucción; bien que los mismos,
haciéndonos ver la urgente necesidad que había de ella,
nos han estimulado poderosamente a no perder
momento en su formación. Acabamos de visitar y ver
nuestra numerosa feligresía, esparcida por seiscientas u
ochocientas leguas y dividida en cincuenta y ocho
Curatos, de los cuales tienen muchos, la extensión de
cincuenta y sesenta. Toda esta extensión la ocupan de
trecho a trecho los feligreses, quienes viviendo en casas
pobres, reducidas y separadas unas de otras, forman
una variedad, que aunque poco vistosa y agradable,
hace acordar de aquellas casillas que los antiguos
Monjes tenían labradas a las riberas del Jordán, o de las
tiendas y pabellones de los Israelitas en el Desierto.
4- Puede decirse que cada vecino forma un
pueblo aparte, donde El solo es Padre, es Señor, es
Juez, es Abogado, es Médico, es Maestro; y la verdad
es que tendría que serlo todo, si la miseria, la soledad y
la falta de trato de instrucción, no lo tuvieran reducido a
ser nada o poco lo que puede, lo que hace y lo que
sabe. Por razón de la distancia en que viven unos de
otros, se ven y se tratan pocas veces; motivo tal vez
porque ni se conocen a fondo, ni se aman de veras, ni
se fomentan recíprocamente con todos aquellos auxilios
que son propios de la sociedad, y que forman a las
gentes atentas, civiles, laboriosas e instruidas.
5- El Cura, único Doctor y Maestro de ésta
multitud dispersa, vive como en el centro del partido,
desde allí, unas veces impelido de su propio celo, y
otras, llamado de la ajena necesidad, sale a hacer sus
espirituales correrías, quiero decir, a ejercer las
sagradas funciones de su ministerio, a confesar,
predicar, instruir y doctrinar a sus feligreses; pero como
estas lecciones casi siempre son cortas, pasajeras e
interrumpidas por tener que asistir a varias partes y en
distintos días, es poco el fruto que producen y muy
escasa la luz que dejan para poder desterrar la
ignorancia de unos entendimientos limitados, incultos y
determinados regularmente a un objeto, ya sea el
interés, o ya el deleite. Sin embargo se hallan tan
contentos y satisfechos con esta vida campestre, rústica
y solitaria, que hablarles de unión o de población, es lo
mismo que amenazarles con el destierro o con la
muerte; tanto pueden en ellos la fuerza de la costumbre
y el amor a la libertad que ya no echan de menos ni los
dulces bienes de la sociedad, ni sienten los gravísimos
males de la ignorancia.
6- La que se advierte en estos campos parece
increíble, es lastimosa y casi general en toda clase de
sujetos. Si entre ellos se halla alguno que sabe
medianamente leer, escribir, rezar y responder por su
orden a algunas preguntas del Catecismo, aquellas más
esenciales, y sin cuya creencia sería imposible su
salvación, éste es ya mirado en la Parroquia, como un
fenómeno, y venerado en ella como un Doctor o
Maestro sabio de la Ley. De lo poco que estos necesitan
saber para ser mirados y admirados, como oráculos de
su pueblo, pueden bien inferirse lo muchísimo que
ignorarán sus admiradores y convecinos, quienes al
respecto de aquellos pasan plaza de ignorantes y se
confiesan tales en su comparación. Hay hombres que si
les preguntasen del principio, objeto y fin de la Religión
que profesan, tendrían tal vez que responder lo que los
Efesinos al Apóstol San Pablo cuando les pregunto si
habían recibido al Espíritu Santo. Sed nenque si Spiritus
est, audivinus57 ni en la vida hemos oído que haya, o
que cosa sea Religión. Otros hay, que si ya saben que
hay Religión, y lo que es; porque lo oyeron, miran sus
preceptos, sus consejos
y máximas con la misma frialdad e indiferencia que si
fuesen las historias de Plinio, o las fábulas de Isopo.
7- ¿Qué podrá prometerse la Religión de unos
hijos, que casi la ignoran enteramente? Es consiguiente
que a la ignorancia se siga el desamor; al desamor, el
desprecio; y al desprecio, la corrupción o depravación
de costumbres. ¿ Y el Estado, qué puede esperar de
unos vasallos, que desconocen absolutamente su
Religión? Es regular que a proporción de unos pocos y
bajos conocimientos que tienen de ésta, sea también la
idea que forman de la superioridad, de la grandeza, y de
la potestad del Rey. Se hallan hombres como dijimos en

572 Actor. 19, 2.


la citada Pastoral y repetimos aquí: "Se hallan hombres
de cuarenta o cincuenta años, que apenas saben el
nombre del Soberano que los rige, o que si lo saben,
solo es porque lo vieron grabado en las monedas, que
es su pasión dominante. Los sagrados nombres de
fidelidad, de sujeción o de obediencia a las potestades
sublimes, son para ellos unos vocablos desconocidos,
que jamás tuvieron lugar en el diccionario de su idioma,
o unos dijes vistosos, que cuando tal cual los llegan a
conocer, los prenden en el vestido de su Religión, no
más que con alfileres, para desprenderse de ellos con
facilidad, siempre que no se acomoden a sus intereses
o a sus pasiones".
8- A tal extremo llega en el campo la ignorancia,
aún en puntos tan capitales. Verdad, que si la
manifestamos aquí, es sencillamente en obsequio de
ella misma, y para solicitar el remedio; no cierto para
confundir, ni contristar con ella a nuestros amados
feligreses. Bien lejos de esto los compadecemos con
todo nuestro corazón, y Dios es testigo de las muchas
veces que los hemos excusado en su presencia.
¡Pobrecitos!, ¿Qué pecado es en ellos, ni en sus padres
una ceguedad que puede llamarse de nacimiento,
permitida tal vez para que en su curación se manifieste
el poder de Dios y del Rey? Es decir: ¡Qué culpa es en
ellos haber nacido en el campo, no cursar otras
escuelas que las de sus humildes chozas, ni tener otros
maestros que árboles y peñascos, no oír otras
lecciones, que las de unos maestros igualmente
rústicos, y cuando más, las pasajeras de un Cura, a
quien ven y oyen poquísimas veces? Esto no es culpa,
si no desgracia; y sea lo que fuere, parte desgracia en
que influye su destino, y parte culpa a que contribuye
su desidia; lo que no tiene duda es, que el mal es cierto
y grave; que su gravedad se aumenta con los días; que
sus resultas son lastimosas a la Religión y al Estado; y
que pueden serlo más, si no se piensa seria y
prontamente en solicitar los remedios y aplicarlos.
9- Desde luego, son muchos los que se
presentan, y no pocas veces hemos empleado el tiempo
en discurrir y reflexionar sobre su posibilidad, su
conveniencia y su ejecución. La población de los
vecinos; el celo de los curas; la división de los curatos;
la erección de escuelas en todos ellos; la fundación de
colegios o enseñanzas públicas en las ciudades; la
buena elección y uso de Catecismos, todos estos
medios son cuando menos, buenos y útiles, y alguno de
ellos específico y radical para desterrar la ignorancia de
los campos. Pero, ¿Qué importa?, ¿si cuando se trata y
venimos a la aplicación de ellos, hallamos que unos por
demasiadamente amargos los repugna el doliente, y que
otros por sumamente costosos, no puede aplicarlos el
médico? ¿Que para éstos falta el poder y las facultades
en quien los ha de aplicar, y que para aquellos sobra la
repugnancia y los pretextos en quien los ha de recibir?.
Entre semejantes embarazos nos vemos los Obispos,
cuando ricos de deseos y pobres de medios, llenos de
buena voluntad y faltos de caudales; deseamos mucho y
podemos poco. Queremos y no podemos tanto como
quisiéramos y era menester para remedio de los males
que lloramos en nuestras Diócesis; mas no por eso es
bien rendirnos a las dificultades, si no obrar, clamar y
esperar que Dios y el Rey las superarán todas.
Hablemos, pues, un poco de cada uno de estos
remedios.

LA POBLACIÓN

10- Este es uno de los remedios que contamos


por específico y radical, persuadidos ciertamente, que él
sólo, si se aplicase y pusiese en planta, sería bastante
para acabar con la ignorancia en nuestras Diócesis y en
las Provincias convecinas, donde reina el mismo mal y
por las mismas causas. No hay Curato en todas ellas,
según hemos visto y estamos informados, que no pueda
reducirse a dos pueblos, y muchos de ellos a cuatro y a
seis, compuesto de un número muy competente de
vecinos. La unión pues, de todos ellos bajo una
campana, de una Iglesia y de un Párroco, ¿Qué medios
tan ventajosos no iba a proporcionar para su enseñanza
e instrucción? Sería menester más tiempo para decirlos
que talento para pensarlos.
11- La residencia fija y enseñanza continua de
un Cura celoso y vigilante sobre unos fieles que tendría
siempre a su vista y a su disposición la facilidad de
hallar entonces en el mismo vecindario un Preceptor,
que por amor, por celo o por interés se aplicaría a la
instrucción y enseñanza de los niños; la instrucción de
éstos, que precisa y naturalmente se comunicaría o se
transfundiría, por decirlo así de padres a hijos; la
emulación santa, que reinaría en todos de saber, y de
saber más cada día; el honor, Que los estimularía a no
ignorar los unos, lo que sabían los otros, para no ser la
ignominia o la parábola de sus convecinos; todos estos
auxilios y fomentos, de que carecen los fieles en la
soledad del campo, bien prontamente harían ver, que
había ya amanecido la luz sobre los que habitan en la
Región y sombras de la muerte58, que ya en el campo y
en las ciudades eran todos de un labio59, porque en
éstas, y en aquel todos sabían y hablaban un mismo
idioma de Religión y de Evangelio; finalmente harían ver
que ya abundaba el bien allí mismo, donde había
abundado la iniquidad,60 que ya se abrazaban la justicia
y la caridad,61 donde antes apenas se conocía, ni la
caridad, ni la justicia, y que había llegado el tiempo de
decir con Isaías: “Ya en el campo no hay daños, ni
hurtos, ni homicidios, ni alborotos, porque toda la tierra
se ha llenado de la ciencia de Dios y de la Doctrina de
Jesucristo”62. De todas estas felicidades y de otras
muchas que no caben en la brevedad de una Carta,
podíamos salir garantes con sólo el remedio de la
población.
12- Pero puntualmente éste, que es el más
radical y específico, es el más repugnante y el más
difícil en la ejecución. Es el más repugnante a los

5858 Isaías 9, 2.

5959 Génesis 2, 1.
6060 Ad. Roma. 5, 20.

6161 Psalm. 84, 2.


6262 Isaías cap. 2, 9
interesados, porque acostumbrados a la libertad del
campo, donde han nacido, donde se crían, y donde
viven solos, independientes, sin Superior, sin Juez, sin
Fiscal, ni testigo alguno de sus operaciones buenas o
malas, se resisten poderosamente a entrar en una vida
civil, sociable y de población, donde conocen que,
precisamente han de estar a la vista y dirección de un
Cura, que nada sabrá, ni podrá disimularles; a la frente y
obediencia de un Juez, que los contendrá en sus
excesos, al examen y censura de tantos fiscales y
testigos, como sean los vecinos de que se componga el
pueblo. Tanta verdad es que aborrece a la Luz, quien
63
obra el mal o está en disposición de obrarlo, y que el
yugo de la subordinación se presenta intolerable al que
no está acostumbrado a llevarlo desde sus primeros
años64. Es también el más difícil en la ejecución, porque
como la mayor parte de estas gentes, son unas
personas pobres y miserables, cuyo sustento y vida
únicamente penden de las pocas tierras y ganados que
tienen en el campo, si por venirse a población, las
abandonasen, perderían absolutamente todo su caudal;
y si por no abandonarlas quisiesen sostener dos casas,
63
63 Joann. 3, 20.
64
64 Thren. Jerem. Cap. 3, 27.
una en la nueva población, y otra en su antiguo solar, no
tendrían fuerzas, ni facultades para conservar ésta y
edificar aquella.
13- Estas dos grandes dificultades nunca
cederán a la palabra y exhortación de un Prelado, si no
es que Dios conceda a su voz aquella virtud que
concedió a las trompetas de Josué, para rendir las
murallas de Jericó,65 y solo podrá superarlas el brazo
piadoso y poderoso del Monarca. La primera, con la
autoridad y fuerzas de sus leyes, mandando que todos,
sin excepción de personas, ni de clases, ni de
condiciones, se unan en pueblos, formados a trechos
correspondientes, y en parajes los más saludables, los
más útiles y los más proporcionados para el cuidado de
sus antiguas haciendas. La segunda, con la piadosa
liberalidad de sus manos, disponiendo que a éstos
infelices pobladores, que ciertamente lo son por la
mayor parte, se les contribuya con algún socorro, a fin
de que puedan edificar sus nuevas casas, desde donde
salgan a tiempos al cuidado y asistencia de sus tierras
y ganados. Las ventajas temporales, que con éstas
nuevas poblaciones resultarían necesariamente a la

65
65 Josué cap. 6, 5.
Provincia, al Reino y a la Corona, podrán mejor decirlas
los Gobernadores y Magistrados Seculares, a quienes
varias veces hemos consultado y oído sobre el punto.
Las nuevas poblaciones de Santa Lucia, a la parte
Oriental del río de este nombre. La de San Joseph, a la
parte Occidental del río del mismo nombre del Santo.
La de Caneloncón, privilegio de Villa, y la de San
Francisco, en las Minas de Montevideo 66 . Estas cuatro
poblaciones, promovidas y efectuadas por el celo y
cristiandad del Excelentísimo Señor Don Juan Joseph
de Vertiz en el tiempo de su Virreinato en estas
provincias, son un patente testimonio de la seguridad de
éstas ventajas temporales que prometemos. Las
espirituales, que principalmente se hallan a nuestro
cargo, debemos confesar que penden, si no en todo, en
la mayor parte de la aplicación de este remedio. Pero
mientras llega este momento tan feliz como deseado por
todo hombre de bien, de celo y de amor a su patria,
pasemos a hablar del segundo que es:

EL CELO DE LOS CURAS


6666
Debe decir Maldonado.
14- Desde que Dios y el Rey nos destinaron al
gobierno de esta Diócesis, nada hemos persuadido, ni
más frecuentemente, ni con mayor eficacia a nuestros
Curas, que este celo vivo, eficaz y vigilante en exhortar,
instruir, enseñar e iluminar las almas que Dios ha puesto
a su cargo, y de quien ellos son los Doctores y Maestros
inmediatos, como uno de los medios más principales
para desterrar la ignorancia, y con ella la corrupción de
las costumbres.
15- El Apóstol dice, que la fe tiene su principio o
entrada por el oído, y que Dios, por medio de su
palabra, dispone el oído para la inteligencia de aquello
mismo que enseña la fe67. Para que crean pues, los
feligreses, es menester que oigan; y para que oigan y
entiendan lo que creen, es necesario que los Curas,
como enviados a éste fin por Dios y por el Obispo,
prediquen, exhorten y enseñen continuamente. ¡Qué
pies tan hermosos, y que pasos tan bien empleados los
de un Cura que jamás para, y que en un continuo
movimiento y sana agitación anda de collado en collado,
de valle en valle, de capilla en capilla y de estancia en
estancia evangelizando la paz y el bien a sus feligreses,
6767
Ad. Rom. Cap. 10, 17 Ibid. V 15.
esto es, exhortándolos, instruyéndolos y enseñándolos a
la Doctrina Cristiana, principios de nuestra Religión!.
16- Confesamos en obsequio de la verdad, y
damos la gloria solo a Dios, que son muchos los Curas
de nuestra Diócesis que lo practican así, y que
sosteniendo el peso del calor y del día, ningún trabajo
omiten en desempeño de ésta obligación de su
Ministerio; pero en obsequio de la misma no podemos
dejar de decir lo que hemos experimentado en la visita,
y lo que de buena fe, aunque con gran dolor suyo, nos
han confesado los mismos Curas, y es que, nunca
iguala el fruto a su celo, y que la mies que recogen al
tiempo de la siega, no corresponde al cultivo y trabajo
que pusieron en la sementera; y aún añaden, y
añadimos también con ellos, que jamás corresponderá,
y que todos sus trabajos serán poco felices, cuando no
inútiles del todo, siempre que los Curatos se mantengan
en la enorme extensión que ahora tienen.
17- En efecto, ¿ cómo podrá un Cura, por más
que su ciencia sea tan grande como su celo, y su celo
tan constante como su salud, cómo podrá iluminar, ni
enseñar a ochocientos o mil parroquianos, esparcidos
en cuarenta o sesenta leguas de extensión?, ¿Cómo
podrá, sin multiplicarse, dividirse en trozos o bilocarse,
asistir personalmente todos los días festivos en ocho o
diez Capillas que se hallan divididas, y no a corta
distancia, en todo su partido, y allí predicar y exhortar a
sus feligreses? No hará poco, si en un día festivo,
predica en una y al siguiente predica en otra,
corriéndolas así sucesivamente todas para repartir el
pan a unos pequeñuelos, que mueren de hambre y
comunicar la ciencia de salud a una plebe ignorante,
que nunca la puede ver junta.
18- De aquí es, que sus exhortaciones, siendo
tan interrumpidas y pasajeras, ni comunican toda
aquella Luz, ni hacen toda aquella impresión que era
menester para ir poco a poco iluminando la oscuridad de
sus entendimientos, y penetrando la dureza de sus
corazones. Ellas vienen a ser como aquellas ligeras
ráfagas de Luz, que dándolas por un brevísimo instante
al que camina por las tinieblas de la noche, luego lo
dejan en la misma, o tal vez mayor oscuridad en que
antes estaba; o son como aquellos aguaceros prontos,
recios y tormentosos, cuyo ímpetu de agua solo sirve
para limpiar la superficie de la tierra, pero que nunca
llega a penetrar, humedecer y fecundar sus senos. La
experiencia enseña, que una gota de agua, si cae
continuamente sobre un peñasco, al fin lo cala y lo
penetra, lo que no hacen muchas lluvias, si aunque
sean muy copiosas, son interrumpidas o caen de tarde
en tarde.
19- Esta misma es la razón porqué las celosas
tareas de un Cura, no rinden en el campo todo aquel
fruto, ni comunican toda aquella luz que necesariamente
rendirían y comunicarían, si ellas fuesen continuas; y
ésta es la causa, y lo será siempre, de que los ciegos se
queden ciegos, de que las peñas perseveren peñas, y
que los comprendidos en el peligroso contagio de la
ignorancia, nunca puedan ser curados ni verse libres de
ella. ¿Qué importa que haya Médico en Galaad,
Maestro en Israel, y antorcha sobre el candelero,68 si los
ciegos, si los ignorantes y los enfermos son muchos?
¿Si, sobre ser muchos, viven distantes unos de otros?
¿Y si sobre distantes, todos se hallan retirados
sumamente de la única antorcha, que podía
comunicarles Luz, del único Maestro, que podía darles
doctrina, y del único Médico, que podía curarlos del
contagio de la ignorancia? Concluimos con asegurar,
que ésta será siempre grande en los campos, mientras
lo sea tanto como lo es en el día la extensión de los

6868
Matth. 5, 15.
Curatos. Se hace, pues, preciso el dividirlos, y éste es el
tercer remedio

DIVISIÓN DE LOS CURATOS

20- No hay duda que la división de los Curatos,


formándose de uno, dos o tres, a proporción de lo que
permiten sus partidos o rentas, sería mucho remedio
para curar el mal de ignorancia, que tanto cunde en los
campos. Desde luego los feligreses, que no tenían antes
si no un Cura, un Médico y un Pastor, se hallarían con
dos o tres, que cada, uno en Curato separado podría
con más proporción, menos dificultad, y no tanto trabajo,
dirigirlos, curarlos, instruirlos y gobernarlos. Esta hubo
de ser la conveniencia, o tal vez la necesidad que
concibió Jetró para aconsejarle a Moisés, que pues era
tan numeroso su pueblo, y él solo no era bastante para
su gobierno y dirección, tomase la providencia de partir
el trabajo, y dividir el mando entre algunos varones de
verdad y de temor de Dios, que pudieran ayudarle en un
negocio superior a todas sus fuerzas69.
21- Así lo hizo Moisés, y con la división logró
tener que trabajar menos, y el pueblo más Jueces y
6969
Exodo 18, 18.
Maestros para su dirección y su enseñanza. Tal será el
fruto de la división de los Curatos, siempre que la
feligresía sea numerosa y la extensión enorme y
dilatada. Con este objeto y fin se halla sin duda
mandada por repetidas Cédulas Reales, como
obedecida y practicada en nuestra Diócesis hace
muchos años. En poco mas de quince han dividido
nuestros antecesores doce Curatos, y nosotros a su
ejemplo, en el último Concurso, acabamos de dividir
cinco; de manera, que hoy en esta Provincia se cuentan
cincuenta y ocho Curatos, cuando en el año sesenta y
siete sólo se contaban cuarenta y tres. Sin embargo, la
experiencia nos hace ver que este remedio, aunque útil,
no ha sido, ni será jamas bastante para el fin que se
pretende, por dos razones.
22- Primera, porque aún dividido un Curato en
dos, cada uno de ellos queda con una extensión, que tal
vez no la tienen muchos Obispados de España, de
veinte o treinta leguas, donde habitan dispersos y
divididos quinientos o seiscientos feligreses. ¿Cómo es
posible que el Cura pueda frecuentemente enseñar a
todos? Es verdad, que ya no son tantos, ni la distancia
tan grande como lo era antes de la división; pero esto al
mismo tiempo que prueba que el mal es menos, supone
que siempre hay mal, y mal de la misma especie,
porque el más y el menos no mudan la especie de las
cosas.
23- Segunda, porque esta división no puede ni
podrá hacerse jamas, si los Curatos, aunque sean
grandes en la extensión, no lo son igualmente en la
renta. Pocos hay en esta nuestra Diócesis, que puedan
contar con la de mil pesos. Se hace preciso, pues, que
si un Curato de éstos se divide en dos, baje la renta de
cada uno de los Curas a quinientos. Si de éstos se le
quitan ciento veinticinco para pagar cuartas al Prelado, y
ciento cincuenta para pagar un Ayudante, ya toda su
renta queda reducida a doscientos veinticinco pesos,
con lo que apenas tiene bastante para una decente
sustentación; y si para esto no tiene, ¿cómo tendrá para
hacer limosna, socorrer y fomentar a sus feligreses?.
Ved aquí pues, en los dos Curatos divididos, dos curas
incongruos, dos operarios sin sustento, dos Ministros
con pueblo para servir, pero sin altar para comer, y por
lo mismo expuestos al trafico, a la negociación, al juego
y a la ociosidad, y en esto, para todo lo que hemos
adelantado con la división. Será, pues, preciso recurrir
al remedio de las Escuelas.
ESCUELAS

24- Aunque las escuelas de niños son muy


antiguas, pero no tanto como su educación: "No leemos
que las tuvieran los Israelitas, ni que los muchachos
salieran para ser instruidos de la casa de sus padres; y
sin embargo sabemos la grande educación que les
daban estos. Enseñábanles cuanto pertenecía a la
agricultura, juntando a las lecciones el ejercicio, a que
los aplicaban desde su infancia. Los pocos intervalo de
descanso empleaban en instruirlos en las cosas
mayores, que Dios había hecho por ellos, y en
explicarles, como mandaba la ley, los motivos de las
fiestas y demás ceremonias de la Religión" 70 En una
palabra ellos eran Padres y Preceptores a un mismo
tiempo, y desempeñaban con primor ambos oficios.
25- Esta misma practica vemos observada entre
los Cristianos de los primeros siglos. No había entre
ellos más escuelas que las Iglesias, ni otros Preceptores
que los Obispos. Estos eran los que, acomodando sus
instrucciones a cada genero de personas, les explicaban
el Evangelio y demás Libros Sagrados con la
puntualidad que pudiera hacerlo el más exacto Profesor,
7070
Fleuri cost. De los Israel. Lib. I
pero con mucha más autoridad porque se la daba su
Ministerio. Bien instruidos los padres en estas juntas,
volvían a sus casas, llenos de celo y de Luz, y leían y
explicaban a sus hijos lo mismo que habían oído leer y
explicar a sus Pastores. Esto mismo hacían las madres
con las hijas, pudiéndose decir, que la Iglesia en aquel
tiempo era la Universidad, donde se perfeccionaban los
padres y la casa de estos era la escuela para la
enseñanza y educación de los hijos. Esta práctica y
disciplina hubiera sido toda la felicidad de los pueblos, si
no hubiera acabado con las persecuciones de la Iglesia.
Con la paz de ésta se introdujo entre los Cristianos la
ignorancia y relajación; y ya se hizo preciso recurrir a la
erección de estas escuelas, como a un remedio de la
ignorancia y un suplemento de la desidia de los padres
en instruir o educar a sus hijos.
26- La experiencia ha hecho ver las utilidades y
ventajas que resultan de ellas, y que juntamente deben
reputarse como unas primeras clases de los Colegios o
Universidades; porque un niño que sabe leer bien,
escribir, contar, y los primeros rudimentos de la Religión,
ya se halla en una disposición próxima de entrar en
éstas o en aquellos, de adquirir prontamente otras
ciencias mayores, y de llegar a ser un hombre útil a la
Religión y al Estado; y por el contrario, un niño que nada
de esto sabe, o que todo lo sabe mal e
imperfectamente, sólo está en disposición de ser un
ignorante de por vida, un haragán u ocioso de profesión,
y un hombre absolutamente inútil, por no decir
perjudicial al Estado, y a la Religión. Por todas estas
razones tiene su Majestad mandado en repetidas
Cédulas, se pongan estas escuelas o doctrinas en todos
sus dominios. En efecto, las vemos erigidas en las
ciudades, y aún en aquellos pueblos de Indios, que
tienen alguna formación; pero no las vemos en los
campos. Y podemos asegurar, que ni esperanza hemos
concebido de verlas, por tres grandes dificultades con
que hemos tropezado en la Visita General que
acabamos de hacer.
27- Una es la de hallar Preceptor, con aquella
ciencia, conducta y calidades, que son tan precisas para
enseñar a niños. De las gentes del mismo campo son
ningunas, o muy pocas, las que saben, ni lo preciso
para este Ministerio; y aún cuando lo supieran, jamás
querrían abandonar el cuidado de sus casas y
haciendas por una ocupación incompatible con aquel,
diaria, laboriosa y de muy poca utilidad. Los Extranjeros,
que vagan por el campo, o viven avecindados en él, no
tienen este embarazo, y suelen ser más hábiles; pero
también es cierto, que suelen ser menos inocentes y por
lo común, de unas costumbres licenciosas y estragadas.
Poner, pues, a su vista y dirección una tropa de
inocentes niños, seria lo mismo que poner un rebaño de
tiernos corderos a la frente y cuidado de un lobo,
cubierto con piel de oveja. Ni esto es hablar, como
dicen, al aire, o para infundir temor, donde no hay que
temer. Los informes, las noticias, y la experiencia
misma nos hace hablar así, y prevenir los peligros antes
que entre y perezca en ellos la inocencia.
28- La Segunda dificultad no es menor que la
primera, porque cuando ya por casualidad, o por
fortuna, se halla un Preceptor propio y cabal, faltan
arbitrios para señalarle salario correspondiente a su
trabajo. En el campo no hay propios, ni fondos comunes
de donde pueda tomarse lo preciso para este fin. El
Cura apenas tiene lo bastante para su congrua
sustentación, y si algo le sobra, nunca le faltan padres,
hermanos o parientes pobres, cuyas necesidades no
puede mirar con indiferencia. Si quiere tomarse el justo
medio de echar una derrama a los mismos interesados,
sobre ser la mayor parte de ellos unos miserables,
bastaría esto solo en la poquedad de sus corazones,
para levantar el grito hasta el Cielo, y para preferir este
corto interés a toda la educación de sus hijos, y no
enviarlos a las escuelas.
29- Pero supongamos, sin concederlo, vencidas
estas dos grandes dificultades, resta todavía superar
otra mayor, y es la del lugar o paraje donde haya de
establecerse esta escuela con alguna proporción y
comodidad, para que puedan concurrir diariamente los
niños. Apenas es posible lograr esto en Curato, cuya
menor extensión n ancho y largo será de veinte o treinta
leguas. Porque si la escuela se pone al Sur, los niños
que viven al Norte, distan de ella doce o quince leguas;
si se pone al Norte, los niños que habitan el Sur, distan
otras tantas. si se pone en el medio o centro del Curato,
no hay duda que la distancia será menor; pero nunca
bajara de cuatro a seis leguas. Desde luego, pues, se
deja entender que no hay fuerzas en la tierna contextura
de un niño para sufrir y hacer esta caminata todos los
días, sólo, con fríos, con soles, por montes, por ríos, por
quebradas y sierras. Los padres no tienen arbitrios para
conducirlos diariamente con alguna compañía y
comodidad, y menos para mantenerlos a su costa en la
casa misma del Preceptor, o en otra que se halle a sus
inmediaciones. El único arbitrio para superar este
grande embarazo, sería poner en cada Curato cuatro o
seis escuelas; pero si para una sola apenas se halla
Preceptor, ni salario, ¿cómo se hallaría para cuatro o
seis? Es preciso, pues, recurrir a los Colegios o Casas
de enseñanza pública en las Ciudades.

ENSEÑANZAS PÚBLICAS

30- Aunque las escuelas de niños son tan útiles,


como dejamos dicho, al fin vemos que toda su
instrucción se reduce a enseñarles las letras menores, y
los primeros rudimentos de la Religión, y no es corta
ventaja lograr esto en unos discípulos, que solo están a
la vista del Preceptor algunas pocas horas del día, y no
en todos los tiempos del año. En los Colegios o Casas
de enseñanza pública, hay mas proporciones para que
la instrucción sea mayor y mejor; por lo mismo que los
niños o niñas viven en ellas de continuo, y siempre a la
frente de Maestros o Maestras hábiles, que no dejan
pasar ni la partícula de un día sin consagrarla a su
enseñanza y educación. Añádese a esto el celo del
Prelado, que siempre esta a la vista y vigilancia de los
Directores, quienes dos o tres veces a la semana,
visitan las clases, ven, oyen, preguntan, se informan, y
dan al Prelado una cuenta puntual de cuanto les parece
digno de estímulo o de remedio. De esta manera, a más
de instruir a todos en cuanto pertenece a Religión y
piedad, si es casa de niñas se les enseña a tejer, coser,
bordar, y a todo género de labores de manos; y si es de
niños, se les impone en leer, escribir, contar, y en todos
aquellos ejercicios liberales y mecánicos, propios de su
sexo, todo con el objeto de que éstos y aquellas se
formen y salgan del taller, hombres y mujeres, tales que
puedan ser útiles a la Religión y al Estado.
31- En Francia y Alemania son muchas estas
casas de enseñanza pública, tanto para hombres como
para mujeres. No son pocas las que tenemos ya en
España; y sin duda serán más con el tiempo, y con la
piadosa solicitud de un Soberano, que no piensa si no
en promover cuanto juzga útil para el bien de sus
vasallos. Cuando en el año de Ochenta, llegamos a esta
Provincia del Tucumán, ninguna encontramos, y en el
día no tenemos otra completa y formada, que la que
fundamos en esta Ciudad el de Ochenta y dos, y que
destinada principalmente para Niñas Nobles Huérfanas,
se extiende también a las que no lo siendo, quieren vivir
y educarse en ella, sin otra paga que la de unos cortos
alimentos.
32- Por las utilidades que ya se experimentan en
toda la jurisdicción de Córdoba con la fundación de ésta
primera, se puede inferir las que resultarán a toda la
provincia, si llegan a ponerse en planta, como lo
esperamos, las de Catamarca, Santiago, Salta, Jujuy, y
Rioja, que las cuales, unas ya se están fundando, y
otras se están solicitando y promoviendo. No cuenta
esta casa de Córdoba, si no dos años de fundación, que
más propiamente pueden llamarse de noviciado, y ya
son cuarenta las niñas entre dotadas y porcionistas, que
viven y se educan, bajo la dirección de una Rectora y
seis Maestras. Los progresos que han hecho en estos
dos años, tanto en Religión y piedad, como en letras y
labores de manos, se nos harían increíbles, si no los
estuviéramos viendo con los ojos. Por lo que toca a
labores, a más de las que son comunes en el país,
apenas hay alguna otra de las finas, delicadas y
primorosas, que ya no les sea familiar. En este año, han
regalado a nuestra Santa Iglesia Catedral, unos
Corporales, bordados en blanco con flores y letras que
pudieran presentarse a la de Toledo, y este Ilustre
Cabildo, persuadido a que no había precio para
pagarles la fineza, se ciñó a instancias nuestras y muy
contra su acostumbrada generosidad, a contribuirles por
el trabajo con mil reales de vellon. En el pasado
presentaron al Excelentísimo Señor Virrey don Juan
Joseph de Vertiz una alfombra, que vista en la corte de
Madrid, se merecería los elogios, y que parecería bien
puesta a los pies del Soberano. Su Excelencia tuvo la
dignación de admitir las primicias de estos angelitos, y la
caridad de librarles una limosna de diez mil reales de
vellon. Por lo tocante a Religión y piedad, no hay una
entre tantas, que no sepa perfectamente los Catecismos
de Astete y de Fleuri; y hoy tenemos el gusto y el
consuelo de que cuatro o seis por turno nos acompañan
todos los Domingos a las Doctrinas públicas, que
hacemos por las Iglesias de la Ciudad, donde antes de
empezar la plática, son ellas las precursoras de nuestra
palabra, que dicen de memoria, y explican ambos
Catecismos; pero con tal despejo, claridad e
inteligencia, que al mismo tiempo que enseñan a los
circunstantes, los admiran, los enternecen y los obligan
a confesar que llegó el día de cumplirse el super senes
71
intellexi de David, viendo que las hijas suben ya más
que sus padres, y que unas niñas de seis, ocho o diez
años entienden sobre todos los ancianos del pueblo.
33- De aquí es fácil de inferir lo mucho que
sabrán estas niñas, y el gran bien que podrán hacer,
cuando después de haber vivido seis u ocho años en
estas casas, salgan a tomar aquel estado a que las
llame Dios, o les proporcione su fortuna, y se derramen
por las ciudades y por los campos, de donde vinieron
como unas tablas rasas, y sin más color ni tintura que la
natural. Podemos sin duda prometernos, que cada una
de ella será capaz de instruir, enseñar y aún reformar
todo un partido, y cuando menos, que serán unas
Maestras hábiles y virtuosas de sus propios hijos, si los
7171
Psalm.118, 10.
tuviesen, a quienes enseñarán lo mismo que ellas
saben, o los enviarán al Colegio a aprender los mismo
que ellas aprendieron, y he aquí en pocos años
remediada la ignorancia, que tanto cunde en los
campos. Sin embargo es preciso prevenir, que, para
asegurar todas estas ventajas y utilidades, se necesita
de una grande elección, y de un discernimiento
particular en los Catecismos que hayan de usarse y
enseñarse en estas casas, y estamos en el último
remedio.

CATECISMO

34.Si todos los hombres fueran capaces, como


en los primeros siglos del mundo y de la iglesia, de
comprender bien la fuerza de la tradición, le leer la
Sagrada Escritura y de entenderla, no tendrían
necesidad de otro Catecismo para su instrucción,
porque Dios mismo sería el que los instruyese,
hablándoles por sus profetas. En efecto vemos, que
desde la creación del mundo hasta el tiempo de Moisés
se conservó en ellos la verdadera Religión, sin otro
medio que el de la tradición, esto es, el religioso cuidado
que tenían los padres de referir a sus hijos las
maravillas de Dios que ellos habían visto, o que habían
oído y aprendido de sus mayores. Desde el tiempo de
Moisés, hasta la venida del Salvador, se conservó
igualmente sin otro catecismo que la Escritura, junto con
la tradición, esto es, los libros Santos, leídos y
meditados profundamente por los verdaderos fieles.
Desde la venida del Salvador, hasta el cuarto siglo de la
Iglesia no tenemos noticia de que hubiese algún
Catecismo particular para enseñar a los Catecúmenos,
si no que la Escritura y la tradición proferidas, y
explicadas altamente por los Obispos y Sacerdotes,
eran el modo de catequizar e instruir a los nuevos
Cristianos. Desde este siglo hasta el noveno ya
encontramos en las obras de los Padres un gran
número de excelentes instrucciones y Catecismos
trabajados, o para convertir a los Gentiles y Filósofos,
como el de San Gregorio Niseno, o para instruir a
personas de razón que habían vivido mucho tiempo
fuera del gremio de la Iglesia y pedían ser instruidos
para abrazar la Religión Cristiana como el de San
Agustín; pero ni en éstos ni en otros Padres, leemos
Catecismos formados para instruir a niños, y menos con
el método de preguntas y respuestas. Estos empezaron
sin duda al fin del siglo nono, cuando, o ya sea por la
ignorancia del Clero, o ya por la desidia de los Padres, o
ya por uno y otro, fue preciso mandar en diversos
Concilios que los niños fuesen enviados a las escuelas
para que allí los instruyesen en el Símbolo y Pater
Noster, entendiendo por esto todo el Catecismo.72
35- Desde entonces se han escrito y publicado
tantos con el método de preguntas y respuestas, que su
misma multitud nos sirve de confusión, y de embarazo
para la elección y discernimiento del que pueda ser mas
útil para la enseñanza, de los niños. Cada país, y aun
pudiéramos decir, que cada escuela, y cada preceptor
tienen el suyo, reputando casi siempre por el mejor al
más seco, más abstracto, y más conciso, por lo mismo
que éste da menos que trabajar a los niños. No es
nuestra intención hacer aquí una rigurosa crítica de
todos los que hemos leído, y menos meternos a
comparar y preferir unos a otros; nos contentaremos con
decir la práctica que observamos, y que queremos se
observe siempre en estas nuestras casas de
enseñanza, gobernándonos para ella con una excelente
regla de San Agustín, que pondremos abajo, y que
deberá tenerse siempre muy presente para el punto.

7272
Conc. Magunt. ann. 813 can. 45.
36- Lo que en ellas se practica es, que a las
niñas, luego que entran, se les hace aprender el
Catecismo de Astete, que por ser mas usado en este
país, lo hemos preferido al de Ripalda, sin embargo de
que lo tenemos por mejor, aunque con corta diferencia.
Cuando después de algún tiempo, y de mucha
explicación se ve, que ya lo saben, que lo entienden,
que pesan sus palabras y las reflexionan, según lo que
permite su capacidad, se les pasa al Catecismo de
Fleuri, para que por medio de los hechos e historias que
se refieren en él, sostengan y apoyen la explicación del
símbolo y demás partes de la Doctrina Cristiana, que
aprendieron en el otro. En una palabra, primeramente
les damos el de Astete, para que aprendan en él lo que
han de creer, lo que han de esperar, lo que han de amar
y lo que han de temer; y luego les damos el de Fleuri,
para que en él aprendan todas aquellas cosas que
puedan moverlas a creer en Dios, a esperar en Dios, a
amar a Dios y a temer a Dios. Aquello sin esto, aunque
bueno, serviría de muy poco. Las dos cosas juntas son
las que forman un verdadero Cristiano, y ambas son las
que debe enseñar un Catecismo para ser cabal en su
línea, según aquella regla de San Agustín que dice:
Referid de tal manera que el oyente crea cuando
escucha; que espere cuando cree, y que ame cuando
espera73 . Todo lo cual esperamos se logre en estas
casas con los dichos dos Catecismos, continuándose
en las semanas los exámenes, y las explicaciones que
hemos seguido hasta aquí infaliblemente desde el
primer día de su fundación.
37- Sin embargo repetimos aquí lo que ya
dijimos en la citada Carta Pastoral, que todavía al
Catecismo de Astete y al de Fleuri, les falta mucho para
satisfacer a la necesidad y práctica de estos países
donde nos hallamos; y debiendo los Obispos contar y
atender a todo, como que nadie mejor que el propio
Pastor sabe el pasto espiritual que más necesitan sus
ovejas, nos ha parecido conveniente y aun preciso
formar esta instrucción para que sea completa la que
logren los niños y las niñas en estas casas; esto es,
para que sean hombres y mujeres útiles, no solo a la
Religión si no también al Estado.

INSTRUCCIÓN

7373
D. Aug. De Cathech. Parvul.
38- Esta, pues, se dirige a que las niñas o niños
criados en estas casas, después de saber las
obligaciones, que por Cristianos deben a Dios, aprendan
también las que por vasallos deben a su Rey. Todos los
Catecismo explican el cuarto mandamiento del
Decálogo y preguntando: ¿Quiénes otros son
entendidos por los Padres además de los naturales?
Responden, que los mayores en edad, saber y gobierno;
pero raro o ninguno, es el que haga alto en explicar el
Amor, el respeto y la fidelidad que deben los vasallos a
su Rey, la obligación que tienen que rogar a Dios por su
vida, de obedecer sus leyes, de pagarle sus tributos, de
temer su espada y la de sus Ministros, quienes hacen
sus veces, y representan sus personas, así como el
Príncipe hace las veces y representa a Dios.
39- Confesamos desde luego que esta Doctrina
en España, y en las Ciudades de la América, cuando no
sea del todo inútil, al menos no es necesaria en los
Catecismos, porque cuando toda no se aprenda en
ellos, se aprende en los libros, la enseñan los Obispos y
la persuaden los ejemplos con la ocasión de oír cada
día, que se publican Cédulas Reales,
Pragmáticas-Sanciones, y Ordenes de sus Supremos
Consejos y de ver que se reciben con respeto, que se
ponen sobre la cabeza, se observan y se hacen
observar puntualmente. Así lo dijimos en la primera
parte de nuestra Carta Pastoral, y lo volvemos a decir
aquí en obsequio de la verdad; pero en los campos, en
los ranchos, en las chacras, y en las estancias, es suma
la ignorancia que hay de estos deberes tan esenciales, y
como la mayor parte de los niños y niñas, que se
educan en estas casas, vienen de allí, se hace preciso
el educarlos, y criarlos con esta Doctrina, para que
después ellos mismos, vueltos al campo, puedan
enseñarla a sus convecinos con la palabra y con el
ejemplo. Este es el único o principal objeto que hemos
tenido para trabajar esta instrucción, y cuanto en ella
tratamos nos parece ser muy conveniente a dicho fin.
40- Toda su materia, sin embargo de ser tan
vasta, la hemos reducido a veinte lecciones, de las
cuales las ocho primeras tratan del origen de los Reyes,
de su naturaleza, de sus nombres, de sus empleos, de
su superioridad, de su potestad, tanto legislativa como
coercitiva, de su protección y de su patronazgo, a fin de
que concibiendo los niños una alta idea de la grandeza y
majestad de sus sagradas personas, entren ya bien
dispuestos en las doce lecciones que se siguen a
conocer y abrazar, no solo sin violencia, pero con gusto
la estrechísima obligación que tienen de honrarlos, de
amarlos, de rogar a Dios por ellos, de temerlos, de
obedecerlos, de asistirlos con sus haciendas, con sus
personas, y aún con sus vidas, si fuere menester, y de
guardarles una constante fidelidad.
41- Tal fue el método que observo Dios con los
Israelitas, cuando, para intimarles su ley por medio de
Moisés, mandó a éste, que antes les refiriese los
portentos y maravillas que había obrado con ellos y por
ellos a la salida de Egipto74 , para que formando desde
luego una alta idea de su grandeza, de su poder y de su
piedad, abrazasen después sin violencia la ley, y
observasen sus preceptos con gusto. En efecto sucedió
así, y apenas oyeron de boca de Moisés las maravillas y
misericordias de Dios, cuando a una voz dijeron todos:
Haremos gustosamente cuanto el Señor nos manda en
75
su Ley . Tanta fuerza tiene en los hombres la primera
idea, alta o baja, formada de los objetos, que
insensiblemente los conduce al respeto o al desprecio
de ellos. Por esta razón nos pareció conveniente en esta
instrucción dar a los niños, ante todas las cosas, una
justa idea de lo que es y se merece un Soberano, para

7474
Exodo. 19, 3.
7575
Ibid. vers.
pasar después a imponerlos en el amor, respeto,
obediencia y fidelidad que le deben por vasallos.
42- En unas y otras lecciones nos hemos ceñido
a tratar solamente aquellos puntos más esenciales, más
ciertos, y que no admiten duda alguna, omitiendo con
estudio particular, o tocando no mas que de paso todos
aquellos que son opinables y disputables en las
escuelas, y por lo mismo ajenos de una obra, cuyo
objeto único es la instrucción de los niños. Es cosa muy
distinta el instruir del disertar; porque en una disertación
caben muy bien las opiniones; pero en una instrucción
no deben tener lugar sino las verdades. La instrucción
no puede ser sólida, firme y estable, no siendo estables,
firmes y sólidos los principios sobre los que se funda, y
estos no lo son, ni lo pueden ser, siendo opinables; pues
la opinión por su naturaleza, tan expuesta se halla a la
verdad, como a la falsedad: sin embargo de este
conocimiento no siempre hemos podido
desembarazarnos de toda opinión, bien que hemos
procurado valernos de las más seguras y más
conformes a la Doctrina de los Padres.
43- Por esta misma hemos procurado no decir
cosa alguna en toda la instrucción, que no la hayamos o
encontrado o deducido o apoyado con la Sagrada
Escritura, la cual, por ser Palabra de Dios, y ser Dios la
misma Luz y Verdad por esencia, nada habla, ni
contiene en si, que no sea cierto, seguro y luminoso. En
esto hemos querido imitar, cuanto nos ha sido posible,
al Ilustrísimo Señor Bosuet en aquella su Política, que
dirigida a la instrucción del Señor Delfín de Francia, se
ha merecido tan justamente el titulo de Sagrada, por lo
mismo que está deducida de las propias palabras de la
Escritura. En ella supo encontrar aquel doctísimo
Prelado todas las obligaciones propias de un perfecto
príncipe para trasladarlas a su Política; y en la misma
hemos procurado también nosotros hallar todas las que
son propias de un verdadero vasallo para estamparlas
en nuestra Instrucción. No por esto pretendemos que se
deba dar a ésta el titulo de Sagrada, como se dio a
aquella, porque no es lo mismo haberla querido imitar,
que haberlo sabido o podido hacer. Para quererlo
bastaban los deseos, mas para lograrlo, eran menester
todos aquellos brillantes talentos con que Dios
enriqueció al grande Obispo de Meos, y que no ha
querido dispensarlos al pequeño Obispo del Tucumán.
Quédese, pues, esta obra, no mas que con el nombre
de Instrucción.
44- Tampoco hemos querido darle el nombre de
Catecismo, por no tropezar al primer paso, con una
cuestión de voz, y por seguir la sentencia del Filósofo:
de hablar con los mas, sin embargo de que pensemos
con los menos. Regularmente se dice, que Catecismo
en rigor sólo es aquel, donde nada se trata, que no sea
o pertenezca precisa y necesariamente a la fe. No es de
este sentir el Abad Fleuri en el Prólogo que formo al
suyo, y antes bien asegura, que entre la multitud de
catecismos que tenemos a mano, apenas se hallarán
algunos que no digan o no se extiendan a decir alguna
cosa fuera del dogma, sacada ordinariamente de las
opiniones de las escuelas o de las meditaciones de los
espirituales. Sentimos ciertamente como sintió este
sabio Autor; pero por hablar con los mas, no llamamos a
esta obra Catecismo, sino Instrucción; y como lo sea a
medida de nuestro deseo, poco importa que se llame de
éste o del otro modo; porque si bien toda Instrucción no
deba o pueda llamarse Catecismo. Lo que no admite
duda es, que todo Catecismo es, y puede llamarse
Instrucción.
45- Como ella principalmente se dirige a la
enseñanza de los niños, hemos tenido que
acomodarnos a su edad, y a su condición en muchas
cosas, tanto en el estilo como en el método, procurando
en éste y en aquel toda la dulzura, claridad, conexión y
sencillez, que sin desdecir de la dignidad y gravedad de
los asuntos que se tratan, les facilite y les suavice la
natural repugnancia que todos tienen al estudio. A este
fin hemos dispuesto, que las lecciones sean dulces,
claras, consecuentes, breves y casi iguales todas en la
extensión, no fuera que al ver una mayor, o más larga
que las otras, ya le tomasen miedo, o le cobraran horror,
como quien ve a un Gigante disforme entre cien
hombres de una estatura regular. No obstante, de ser
tan breves, a cada una, la dividimos en tres partes que
sirvan como de tres descansos o rellanos de escalera,
donde paren sus tiernas memorias a descargarse del
peso por un instante, a rehacerse y tomar nuevo aliento
para proseguir y dar fin a la carrera. El ejercicio casi
continuo de tratar y lidiar con ellos, para enseñarles y
explicarles el Catecismo, desde que entramos en esta
nuestra Diócesis, nos ha hecho adquirir muchas
experiencias y hacer no pocas observaciones.
46- Una es, que aunque ellos son poco capaces
de saber comparar, ni discernir entre el estilos y método
dulce o áspero, claro u oscuro, sencillo o enfático, si
embargo naturalmente perciben y gustan de la dulzura,
de la claridad, de la sencillez y de la conexión, como al
contrario sienten y se disgustan con la inconsecuencia,
con la gravedad, con la oscuridad, y con la aspereza o
amargura en todo aquello que se les enseña, se les
explica o se les hace aprender de memoria.
47- Por todo esto hemos dicho varias veces, que
a ser posible, cada lección del Catecismo había de ser
para ellos un terrón de azúcar o un panal de miel, para
que, engolosinados con la primera, luego quisieran
tragarse y aprender la segunda, y así de las demás
hasta dar fin a todas. No sin misterio, dijo David,
hablando con Dios: ¡Cuán dulces son para mí vuestras
palabras! Dulces son para mi boca, aun más que la
miel76 . Hemos dicho que a ser posible, cada sentencia
del Catecismo, había de ser para ellos un pedacito de
cristal transparente y luminoso, para que, poniéndola
delante de sus ojos, la miraran y remiraran en todas sus
facciones hasta entenderla y penetrarla a fondo. Con
igual misterio, dice David en otra parte: Dios envía o
reparte su Doctrina, como unos bocaditos o pedacitos
77
de cristal . Hemos dicho que a ser posible, cada
palabra del Catecismo había de ser para ellos como una

7676
Psalm. 118, 103.
7777
Psalm. 147, 17.
gota de leche, para que advirtiendo en ella blancura,
suavidad, sencillez, y fortaleza, jamas quisieran apartar
el Catecismo de la boca, del mismo modo que el niño
nunca quisiera desprender del pecho de la madre la
suya: Os trato, decía San Pablo, como a niños, y por
eso os doy a beber mi doctrina, como si fuera leche 78 .
Finalmente hemos dicho, que a ser posible, las
preguntas y respuestas del Catecismo, habían de ser
para ellos como sortijas de cortina, que con solo tirar y
aprender la una, todas las demás seguidamente, y sin
mas trabajo se les viniesen a la memoria.
48- En suma, para que acabemos con esta
Carta, los niños sin saber los que es consecuencia o
conexión en las Doctrinas; ni lo que es ni lo que es
familiaridad o sencillez en el estilo, ni lo que es
concisión y claridad en el método; ni lo que es suavidad
y dulzura en las palabras, gustan de hallar todo esto en
lo que estudian o aprenden. Sin duda porque la dulzura
les suaviza el trabajo, la concisión se les abrevia, la
sencillez se les entretiene y la conexión se les facilita.
Con solo esto se deja ver mucho que se necesita para
enseñar a los niños con utilidad, y cuanto yerran los que
piensan que no hay cosa tan fácil, como la formación de
7878
I. ad. Corinth. 3, 2.
un Catecismo. Nunca hemos sido de este dictamen, y
menos lo somos ahora después de experimentar el
sumo trabajo que nos ha costado formar esta
instrucción, y la poca confianza que nos queda de que
hayamos acertado en formarla perfectamente, y según
todo lo que ella pide; pero al fin amados hijos, nos
queda el consuelo de que en tres años que hemos
tenido el honor de gobernar esta Provincia, nada hemos
omitido de cuanto nos ha parecido conducente al
servicio de Dios y del Rey, y al bien espiritual de
vuestras almas. Por tal hemos juzgado esta instrucción,
que os la dirigimos y ofrecemos como por despedida, y
últimas palabras de un Padre, que hoy tiene el dolor, y
la precisión de separarse de vosotros, por hallarse
promovido a la Santa Iglesia de Charcas. Dios a quien
se lo pedimos con todo nuestro corazón, os conceda un
Prelado cuya virtud supla y enmiende todos nuestros
defectos, y cuyo talento perfeccione y adelante la
instrucción, que hemos procurado daros en el camino de
vuestras obligaciones. Córdoba y Abril, día de los
Dolores de Nuestra Señora de 1784.

Fr. JOSEPH ANTONIO DE S. ALBERTO


Carta
Que el ilustrísimo señor
D. FR. JOSEPH ANTONIO DE SAN
ALBERTO
Arzobispo de La Plata
Escribió
A LOS INDIOS INFIELES CHIRIGUANOS,
con motivo de pasar los Comisionados de esta
villa
de Tarija a tratar de treguas o pases,
solicitadas por ellos mismos
y obtenidas antes la licencia de Excelentísimo
Señor Marqués de Loreto,
Virrey de Buenos Aires.

EN EL AÑO DE 1787
M uy nobles y amados Chiriguanos pasan a tratar
sobre las treguas o paces que tanto habéis
solicitado, los diputados de esta villa, enviados por el
Grande de estas provincias el excelentísimo Señor
Virrey de Buenos Aires, quien hace en ellas las veces y
voces del Grande sobre todos los grandes, el rey
Católico de las Españas Don Carlos III, que Dios
guarde, y sin cuya licencia no deben, ni pueden sus
vasallos hacer guerra ni paces con nadie; porque esta
es acción privativa del poder y de la autoridad, que Dios
y las leyes han depositado en su real mano.
2- Podéis estar muy seguros que los
comisionados, que pasan con la debida licencia al fin de
ajustar las treguas, son caballeros de esta villa hombres
de honor, de palabras y de buena fe, que os la
guardarán en él todo de los ajustes y que os guardarán
con toda la atención y caridad que enseña e inspira
nuestra religión. Pues, aunque vosotros no profeséis la
verdadera y segura que nosotros profesamos; pero al fin
sois nuestros semejantes, sois hermanos nuestros y os
reconocemos por tales, por lo mismo que todos somos
obras y criaturas de Dios, y que todos descendemos de
un mismo hombre, aquel primero que Dios en el
principio del mundo crío de la nada y le puso por
nombre Adán.
3- Yo que soy el Padre espiritual y Arzobispo de
esta diócesis de las Charcas, enviado por Dios, por el
Papa y por el Grande de los Grandes el rey Católico de
las Españas, solo a hacer bien en estas tierras a todos
sus vasallos, a predicar y promover la verdadera religión
y a convertir el corazón de los hijos a Padre Supremo de
todos, que es Dios; os prometo de mi parte que en nada
se os faltará de cuanto se convenga en el Tratado de
Paces, como vosotros no faltéis a ello por la vuestra; y
que olvidaremos y borraremos de nuestra memoria
todos los sentimientos y sucesos pasados del mismo
modo que el viento y la lluvia borran las rayas y señales
que vosotros acostumbráis formar sobre el polvo o
sobre la arena. Nuestra religión, que toda es de paz y
de mansedumbre, nos manda a perdonar los agravios y
hacer bien a nuestros enemigos; es verdad que también
nos permite defender nuestras vidas, nuestras
haciendas y las de nuestros hermanos.
4- Pero por el amor que yo os profeso y por el
vivo deseo que tengo de que no perdáis eternamente
vuestras almas, de que no seáis infelices en esta vida y
en la otra; y a fin, también, de que estas paces sean
firmes y perpetuas, no puedo dejar de exhortaros y
persuadiros con lagrimas de mi corazón, a que libre y
voluntariamente y a ejemplo de vuestros paisanos y
vecinos, os reduzcáis y os convirtáis a la misma religión
que nosotros profesamos; y que pues os precisáis de
ser los más nobles entre todos los indios, abracéis
también una religión, la más noble y antigua de todas,
como es la religión cristiana; la cual, formada en el seno
de las misericordias de Dios eterno, no reconoce otro
origen ni otro autor que a Dios mismo infinitamente
amador de los hombres.
5- Advertid, pues, amados míos, que esta noble
y antigua religión de Jesucristo, es la única y verdadera,
sin la cual nadie puede salvarse y todos los que mueren
fuera de ella tienen la infalible desgracia de perecer y
ser condenados al infierno; así como perecieron en el
diluvio general de la tierra todos los que no tuvieron la
dicha de entrar y salvarse en el Arca de Noé, fabricada
por orden del mismo Dios.
6- En esta religión solo se adora un Dios
infinitamente bueno, infinitamente sabio, infinitamente
poderoso, criador del cielo y de la tierra, y de todas las
cosas visibles e invisibles. Y ved porque ni el sol, ni la
luna, ni otra criatura pueden ser Dios; pues lo que es
criatura no puede ser criador; lo que es criado no puede
ser infinito y lo que no es infinito no puede ser Dios,
quien es infinito en todo.
7- Este Dios adorado en nuestra religión no tiene
nombre adecuado y es superior a todo nombre. Él es
todas las cosas, y es infinitamente más que todas ellas.
Solo Él es bueno sin cualidad, grande sin cuantidad,
inmenso sin extensión, y está presente a todos los
lugares sin ser visto, ni tener lugar alguno determinado.
Él existe en si y es causa de que todos existan. De
nadie depende y todos dependen de Él. Lo comprende
todo y de nadie puede ser comprendido. Y ved porque
ni el sol, ni la luna, ni otra criatura puede ser Dios; pues
todas ellas, por grandes y excelentes que sean, tienen
nombre, las llamamos por el, las vemos con los ojos
corporales, las conocemos y comprendemos.
8- Este Dios adorado en nuestra religión, aunque
es uno en la esencia, pero es trino en las personas, que
son, y se llaman Padre, Hijo y Espíritu Santo, sin que
esta Trinidad de Personas distintas de opongan a la
unidad de su naturaleza; así como no e opone a la
unidad del sol el que tenga tres propiedades distintas,
cuales son luz, resplandor y calor; así como no de
opone a la unidad de una manzana el que tenga tres
calidades diversas, cuales son olor, color y sabor; y así
como no se opone a la unidad de vuestra alma el que
ella tenga tres potencias distintas entre si, cuales son
memoria, entendimiento y voluntad.
9- Este Hijo, segunda Persona de la santísima
Trinidad, principio y fin de todas las cosas, Dios de Dios,
luz de luz, Dios verdadero, engendrado antes de todos
los tiempos en el esplendor de los Santos; este es el
que bajando del cielo, tomó carne, sin obra alguna de
varón, en las entrañas de una Virgen Purísima y
santísima llamada María, de quien nació a los nueve
meses; y viviendo después treinta y tres años, predicó,
obró estupendos milagros, padeció y murió en una cruz,
sólo por redimir a todos los hombres del pecado de
Adán y librarlos del infierno.
10- Este es el que se llama Jesucristo, Dios y
hombre verdadero, quien resucitando al tercer día,
después de su muerte y subiendo a los cielos por su
propia virtud, está allí sentado a la diestra de Dios
Padre, es decir, con igual gloria y majestad que Él,
desde donde vendrá a juzgar a los vivos y a los
muertos.
11- Este es el que nos dejó instituido en su
Iglesia el Sacramento del Bautismo, por el cual se
perdona a todos los niños o adultos que lo reciben, el
pecado original en que todos nacemos, y para el cual no
hay otro remedio que este Bautismo, renacimiento o
lavado de regeneración. Y porque después del perdón
del pecado original podía el hombre caer en otros
pecados personales, dejó también instituido el
sacramento de la Confesión, por la cual se perdonan
todos, se comunica la gracia y muriendo en ella van las
almas a la Gloria, donde gozarán eternamente de Dios;
como al contrario, muriendo sin ella van al infierno,
donde eternamente padecerán en compañía de los
demonios.
12- Porque no penséis, amados míos, que
cuando muere o perece el cuerpo, muere también y
perece el alma. Si esto fuera así, ¿en qué se distinguiría
el hombre, criado a la imagen y semejanza de Dios, del
bruto, que pace las yerbas del campo, o de la serpiente,
que arrastra el pecho por tierra?. No estéis en tal error.
Nuestra alma es toda espiritual. No tiene partes; y no
teniéndolas no puede deshacerse ni destruirse; pues es
inmortal, y por lo mismo ha de durar lo que Dios dure, o
gozando o padeciendo eternamente, según hayan sido
sus obras. Dios no sería infinitamente justo, si cuando
mueren los hombres, evaporizándose sus almas como
el humo, tuvieran igual fin el bueno y el malo; el que
robó y el que no robó; el que mató y el que no mató. Es
preciso, pues, que el alma goce o padezca eternamente,
según haya obrado el bien o el mal en esta vida.
13- Aún el cuerpo, que perece, y que después de
la muerte se reduce al polvo de que fue formado, vendrá
día en que a la voz de Dios Omnipotente resucitará, y
volviéndose a unir con su propia alma gozará o
padecerá eternamente con ella. ¡Cuanto no dierais en
ese último día por haber sido del numero de los
llamados y escogidos en la religión de Jesucristo, y de
haber creído estas mismas verdades que yo ahora os
anuncio, sin otro objeto o interés que el de la salvación
de vuestras almas!.
14- Esta religión de Jesucristo es muy dulce y
llevadera pues que no contiene ni manda a sus
profesores mas que diez cosas, y todas diez son las
mismas que manda y dicta la ley natural, y que ellas se
reducen a solas dos, es a saber, amar a Dios sobre
todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos.
Ved aquí todo el lleno de la ley y de la religión.
15- No creáis, pues, a los que os digan que esta
ley de Jesucristo es pesada, fuerte e insufrible; pues,
aunque ciertamente la subordinación y la sujeción a las
leyes sea peso o cosa pesada al natural flaco del
hombre, que apetece siempre la independencia y
libertad, pero Dios le da fuerza y le suaviza este peso
con su gracia. Las alas son peso para el pajarito, y sin
embargo ellas mismas lo aligeran para que vuele y ande
por el aire. Las velas son peso para un navío, y sin
embargo ellas lo aligeran y lo mueven para que cruce
los mares como una saeta. Los hijos son peso y
cuidado para los padres, y sin embargo el amor que les
tienen les hace dulce todo este cuidado, y suave todo
este peso. Pues lo que hace el amor en los padres, lo
que hace el arte en los navíos, y lo que hace la
naturaleza en las aves, ¿no lo podrá hacer la gracia de
un Dios infinitamente poderoso y misericordioso con los
verdaderos profesores de su ley?. Así es; Dios les hace
suave todo el peso de sus Mandamientos por medio de
su gracia y de unas recompensas que inclinan el
corazón a guardarlos eternamente.
16- Esta religión es Santa en su Autor Jesucristo,
quien es Santo, la misma Santidad por esencia, y la
fuente de toda Santidad comunicada. Ella es Santa en
sus Sacramentos, porque todos causan la gracia y la
santidad en las almas. Ella es Santa en sus
Mandamientos, porque todos se dirigen a rectificar y
santificar los corazones. Ella es Santa en sus hijos,
porque son santos todos aquellos que la profesan y la
cumplen exactamente, de los cuales veneramos a
muchos en los Altares, como a San Pedro, San Pablo,
San Andrés, San Juan, con otros innumerables, y, entre
ellos a San Francisco Solano, quien predicó el
Evangelio en estas vuestras tierras, y convirtió millares
de Indios a la verdadera fe; y a Santa Rosa de Lima,
que nació como vosotros en estos reinos, y profesó la
religión de Jesucristo, la misma que profesamos los
españoles.
17- Ni penséis que esta religión no es Santa al
ver que entre sus profesores hay algunos que no lo son;
porque esto no es culpa de ella, que aborrece los males
y castiga a los malos, sino culpa de los mismos hijos,
que no quieren seguir ni aprovecharse de los consejos y
ejemplos se su Santa Madre. Vosotros veis cada día
que un buen padre entre muchos hijos buenos suele
tener alguno malo. Vosotros veis que en un terreno fértil
y delicioso se hallan algunas plantas secas o estériles.
Vosotros veis que en un gran rebaño de ovejas sanas y
gruesas hay alguna también enferma y sarnosa, sin que
por eso deje de ser apreciable este rebaño, ni fértil
aquel terreno, ni bueno aquel padre. Así, pues, también
la religión cristiana no deja de ser santa porque algunos
de sus hijos no lo sean entre tantos innumerables como
ha tenido y tiene, que lo son.
18- Esta religión de Jesucristo es Católica o
Universal, porque se profesa en todas partes del mundo,
y por personas de toda clase y condiciones, ricas y
pobres, pequeñas y grandes, altas y bajas, vasallos y
reyes. Esta es la que profesa nuestro Grande Rey y
Señor de las Españas y de las Indias Carlos III, y la que
profesamos todos los que tenemos la dicha de
reconocerle por nuestro legítimo soberano, quien, sin
esta profesión cristiana, a nadie quiere recibir ni tener
por vasallo suyo; porque sabe bien que nadie puede
serlo fiel y verdadero, no profesando una religión, que,
después de mandar el respeto, la obediencia y la
fidelidad a la primera majestad, que es la de Dios,
manda también que respetemos, obedezcamos y
seamos fieles a la segunda majestad, que es la de los
reyes. Ella es la que grita por las calles y plazas: “Oid
pueblos; obedeced a vuestros superiores; toda potestad
viene de Dios; dad al Cesar lo que es del Cesar”
19- Por lo tanto, nobles y amados Chiriguanos, si
queréis ser, como nosotros, vasallos fieles del Rey
Católico; si queréis experimentar, como nosotros, los
efectos de su real poder y piedad; si queréis vivir con
nosotros en continua paz y hermandad; y lo que es mas
que lo dicho, si queréis ser dichosos en alma y cuerpo y
felices en esta vida y en la otra, convertiros y abrazad
esta sagrada religión de Jesucristo que os proponemos.
20- A este fin y para que lo hagáis con libertad,
luz y conocimiento, yo os ruego, que establecidas las
treguas, permitáis que entren en vuestro pueblo
Sacerdotes y Padres que os prediquen, que os
enseñen, que os iluminen, y que os preparen los
caminos del Señor con la doctrina del Evangelio. Yo
os enviaré Ministros escogidos, de celo, de ciencia, de
desinterés y de caridad, que os anuncien la verdad y
os enseñen los ministerios de nuestra fe. Yo mismo, si
vosotros queréis, pasaré en persona a cumplir y llenar
esta función tan propia del Ministerio y Apostolado, que
he recibido de mano de Dios, y en que sacrificaré
gustosamente la salud y la vida por la salvación de
vuestras almas a imitación de Jesucristo, quien por la
de todo el mundo sacrificó la suya, muriendo en una
cruz, y extendiendo sus brazos para llamar y recibir a
un pueblo incrédulo y contradictor de sus verdades y
milagros. Nada vais a perder en esto. Si nuestras
razones convenciesen vuestra incredulidad, entonces
tendremos la dichosa precisión de deponer el error
conocido; y si no os convencieren, nadie os hará
fuerza, porque nuestra religión a nadie la hace. Sus
armas no son mas que la verdad, la persuasión y la
dulzura. Ella no conoce el espíritu del partido, ni el de
la venganza, ni el de la dominación; y si predica a los
infieles solo es para hacerlos felices.
21- Cuando esto, por desgracia, no queráis,
permitir siquiera a los vuestros, que iluminados de
Dios, quieran convertirse, bautizarse y abrazar la
religión cristiana, el que puedan venirse a las
reducciones ya establecidas, u a otras que de nuevo se
establecieran, donde nuestro grande y piadoso Rey
Carlos III los recibirá y mantendrá con la piedad y
magnificencia que lo está haciendo en las reducciones
vecinas a nuestra nación, como son Las Salinas, las de
Acero, la de Pilipi, la de Aymiri, la de Tacurú y la de
Masahave. Yo por mi parte contribuiré también por
todos los medios posibles para que nada les falte en lo
espiritual y temporal.
22- Cuando ni esto queráis hacer, yo os ruego
con todo mi corazón, que por prueba y testimonio de la
buena fe con que procedéis en estas treguas,
entreguéis a mis dos Comisionados el Padre Doctor
Don Joseph de Ossa, Cura de Tacobamba y, el Padre
Fray Juan Cobos, del Orden de San Francisco, todos
los feligreses míos de ambos sexos que se hallan
cautivos en vuestro poder, a cuyo fin, y, por señal de
mi cariño y agradecimiento, llevan los dichos
comisionados varios regalos y géneros de esta tierra,
como son tembladeras de plata, tipoyes colorados,
hualcas blancas, coloradas y verdes, bandas rojas,
sombreros, corales, tijeras, agujas, achacuñas, frenos,
espuelas, mulas, yeguas y vacas, parta que de mi
parte agasajen a vuestros capitanes y a los dueños de
mis feligreses cautivos.
23- Pero entended que esto no es, ni ha de ser,
ni ha de llamarse rescate formal, y menos trato de
compra y venta, tan ajeno de personas racionales;
porque esto lo sentiría y castigaría gravisimamente
nuestro Gran Rey y Señor Carlos III, quien ama a todos
sus vasallos aún con mas ternura que un padre a sus
hijos, y no quiere que se les trate de este modo,
comprándolos y vendiéndoles como si fueran unas
borricas. Yo espero, nobles Chiriguanos, que no me
negaréis esta gracia en prueba de que sois ya, o
queréis ser nuestros hermanos y amigos. Dada en la
Villa de Tarija a 23 de Octubre, día de San Pedro
Pascasio de 1787.

Fray Joseph Antonio de San Alberto


Arzobispo de la Plata.
CARTA PASTORAL
que
el ilustrísimo Señor
Don Fr. JOSEPH ANTONIO DE SAN
ALBERTO,
Arzobispo de La Plata
dirige
A TODOS LOS CLÉRIGOS
de su Diócesis,
CON OCASIÓN DEL CONCURSO Y
oposición que va a celebrarse a los Curatos
vacantes.

EN EL AÑO DE 1790
Expedit maxime animarum faluti a dignis atque
idoneis Parochis gubernari.

Es en sumo grado conducente a la salvación de


las almas que las gobiernen Párrocos dignos y
capaces. Concilio de Trento en la Ses. 24 Cap. 18 de
reforma.

C on estas palabras dan principio los Padres del


Santo Concilio de Trento al nuevo plan o forma
que proponen para proveer los Curatos por medio de
un Concurso, al que sean llamados todos los que
quisieren oponerse y pasar por las pruebas de un
examen serio. Y con las mismas hemos querido darlo
también a ella Carta Pastoral, precursora o compañera
del Edicto publicado por nos., de acuerdo con los
señores Vice-Patronos, para el concurso, que vamos a
celebrar, y provisión, que intentamos hacer de los
Curatos vacantes en todo el Arzobispado.
2- Sí, amados hijos, el prefacio de aquel
solemne decreto, que tantos bienes ha producido en la
Iglesia de dios, lo será también de ella nuestra Carta
Pastoral; y las palabras de aquella decisión Conciliar,
expuestas y explicadas por los autores más celebres y
sanos que han escrito sobre ella, darán abundante
materia a todas las instrucciones y prevenciones que
os pensamos hacer en un asunto en que hemos
advertido practicar abusos y aún errores contrarios no
solo al espíritu, sino también a la letra misma del santo
Concilio en el citado capitulo 18 de la sesión 24.
Empecemos, pues.

CAPITULO PRIMERO
Cuanto importa la acertada elección de Párrocos.

3- Es en sumo grado conducente, dicen los


Padres del Concilio, a la salvación de las almas, que
las gobiernen Párrocos dignos y capaces. Palabras
verdaderamente conformes al espíritu, que se advierte
en los antiguos cánones, cuando tratan de una materia
tan interesante y delicada. En efecto, amados hijos,
nada es, ni puede ser tan conducente a la salvación de
las almas como la elección de unos Párrocos tales,
cuales los requiere el Concilio, para que las dirijan,
enseñen y gobiernen.
4- Ellos en las Escrituras Santas son llamados
Pastores: Pascite qui in vobis est gregem Dei79. ¿Pues
que cosa tan conducente para el bien y para la sanidad
de las ovejas como que su Pastor sea bueno, celoso y
vigilante, que vele día y noche sobre ellas, que las
conozca, que las ame, que las apaciente con la sana
doctrina80, que las de agua en las purísimas fuentes del
Salvador y que si es menester ponga por ellas su salud
y su vida para defenderlas en los asaltos del lobo
infernal?.
5- Ellos son llamados Médicos: Quia eum
curam Popili suscipit, quasi ad aegrum Medicus
accedit81. ¿Pues que cola tan conducente para la
curación radical y salud de los enfermos, como que su
médico sea sabio, práctico, activo y piadoso; que
sabiendo discernir entre lepra y lepra, los visite, los
cuide, los cure, los sane y los preserve?.
6- Ellos son llamados Capitanes: Tu pasees
populum meun Israel, et tu eris dux super Israel 82 . ¿
Pues que cosa tan conducente, para que los soldados
peleen con valor y logre una completa victoria de sus

79 1 Pedro cap. 5,2


80 Tito cap. 1

81 S. Gregorio, part. 2. Pastoral cap.2


82 2 Reyes cap. 5, 2
enemigos, como que su capitán sea aguerrido y
valeroso, y que puesto a la frente de ellos con espada
en mano, los esfuerce y los aliente con la palabra y con
el ejemplo?.
7- Ellos son llamados Pilotos: Rectori Novis, et
navigio deferendis, eadem est vel securitatis ratio, vel
comm nis timoris83. ¿ Pues que cosa tan importante
para la conducción y seguridad de los navegantes y,
para que cargados de riquezas lleguen felizmente a
puerto deseado, como que su piloto sea sabio y
experto, y que acostumbrado a cruzar los mares
prevenga los peligros y evite los escollos?.
8- Ellos son llamados Rectores: Rectorem te
posuerunt, curam illorum babet 84. ¿Pues que cosa tan
conducente a las felicidades espirituales y temporales
de un pueblo, como que su Rector, Cura y Vicario, sea
un hombre activo, eficaz, prudente y de talento, de
conducta, penetrado de una caridad benigna,
paciente, y dominado de un celo infatigable por el bien
de aquellos que el Celo ha puesto bajo su dirección y
gobierno?. No sin gran misterio dijo el Espíritu Santo:
Qualis Rector est Civitatis, tales et habitantes in ea85.
83 Pontis Rom. Fol. 46

84 Eclesiastés cap. 32,1


85 Eclesiastés cap. 10,2.
Que el pueblo es tal, cual es el Rector que lo gobierna.
Esta es la experiencia de todos los días, y la felicidad
de aquellos pueblos, que por un destino piadoso de la
Providencia han tenido y tienen la dicha de ser
dirigidos y gobernados por un Párroco de edad, ciencia
y providad, por un Párroco residente, caritativo,
desinteresado, afable y estudioso; por un Párroco que,
desentendiéndose de todos los negocios que lo
puedan distraer o apartar de la santidad de su
ministerio, se entrega todo al ejercicio de las Sagradas
Funciones a que solemnemente se consagró. Y veis,
ay, amados hijos, el propio carácter de aquellos
Párrocos que conducidos de una vocación verdadera,
son del número que prometió el Señor a su pueblo,
cuando dijo por Jeremías: Os daré Pastores según mi
corazón, que os apacienten en la ciencia y en la
doctrina86.
9- No es poco lo que sobre este particular
hemos escrito, e inculcado en nuestras Pastorales,
especialmente en las que van dirigidas a los Curas y
Tenientes; y aunque sobre lo dicho en ellas,
pudiéramos añadir mucho mas, y nada sería ocioso es
un punto tan esencial, nos contentaremos por ahora,
86 Jerem. cap. 3,15
contraídos a la necesidad del país, y al tiempo en que
recibimos esta carta, añadir y exponer (...) Dictamen,
que nos ha hecho formar la experiencia de nueve años
de gobierno en estas provincias, lo que vamos a hacer
en el capítulo siguiente. y es que en ellas nada puede
reputarle por más importante y aún necesario a la
religión y al estado, como que la elección de Párrocos
sea tal cual prescribe y manda el Concilio de Trento, y
que por lo mismo los Prelados y Vice- Patronos deben
mirar y tener la celebración de un Concurso, como el
negocio más importante que se les puede ofrecer, y el
más interesante al servicio de Dios, del rey y del reino.

CAPITULO SEGUNDO
Razones y fundamentos para este dictamen.
10- Compendiemos los fundamentos de este
dictamen, de que tanto han escrito los mejores políticos.
Ellos convienen uniformemente, en que un estado no
puede ser brillante, florido, ni estable por mucho tiempo,
siempre que no se halle fundado y apoyado sobre una
religión sólida y verdadera, que después de enseñar lo
que se debe a Dios, enseñe también lo que se debe al
Cesar, esto es, que después de instruir a los vasallos en
las estrechas obligaciones de amar, obedecer y respetar
la primera Majestad, que es Dios, los instruya también
en el amor, obediencia y respeto que deben a la
segunda majestad, que es la de los reyes.
11- A la verdad, ¿que estabilidad ni firmeza
puede prometer un Estado, fundado sobre ninguna
religión, o sobre la débil arena de una religión falsa y
superficial? ¿Que sujeción ni fidelidad puede prometerle
el Estado de unos hombres sin religión, que no
sujetándose a principio alguno de aquellos, que
moderan y contienen el desenfreno y libertad, plagas
destructoras del buen gobierno y orden de las
Repúblicas, miran la independencia como constitutivo
esencial de una felicidad completa? ¿Que amor ni
obediencia pueden prometerle el Estado de unos
corazones sin religión, que no obedeciendo, ni amando,
ni obrando, sino por interés, por adulación o por temor,
se desprenden a lo mejor de estos débiles lazos y
sacuden el yugo de la subordinación y obediencia, que
deben profesar al Rey, a sus leyes, y a sus ministros?.
La historia del mundo, en la que hace de los primeros
imperios, nos presenta a cada paso, lastimosos
ejemplares. La de la Iglesia en sus primeros siglos nos
hace ver de un modo sensible que los Cesares y los
Emperadores de Roma de nadie se veían mas bien
obedecidos y respetados que de los verdaderos
discípulos de Jesucristo. Y la de nuestra misma España
nos enseña que ningún reinado ha sido mas brillante
que el de aquellos príncipes cuyo celo era igualmente
eficaz en los intereses de la religión y del Estado. Por
esta razón decía San Agustín: Dadme un pueblo fiel y
religioso a Dios, que yo os lo daré bien gobernado.
12- Quedemos pues, que la felicidad y
estabilidad de un Estado penden de la verdadera y
sólida religión. Y preguntemos ahora: ¿ esa sólida y
verdadera religión de un Estado, de quien depende ¡Ah!
Nadie podrá negar que depende muy especialmente de
los Párrocos, quienes por razón de su ministerio son los
maestros inmediatos, los predicadores y enviados de
Dios a los pueblos, a introducirla por el oído y por medio
de la Palabra del Señor hasta el corazón de sus
feligreses: Ergo fides ex auditu, auditus autem per
verbum Christi87. ¿ Y como la predicarán estos Párrocos
si faltandoles aquella ciencia que exigen en ellos los
Sagrados Cánones, no son idóneos y capaces? ¿ Y
dado caso que la enseñen y prediquen como la
establecerán y radicarán con el ejemplo en sus
feligreses, si ellos no tienen aquella providad de
costumbres que igualmente pide el famoso Concilio de
Trento?
13- ¡Ay, amados hijos! ¡No podemos dejar de
llorar y clamar aquí lo que tantas veces habéis llorado y
clamado con nosotros! Acabamos de visitar una gran
parte de nuestra diócesis y, componiéndose casi toda
ella de pueblos de indios, hemos advertido con mucho
dolor que la religión de estos aún después de tantos
años de conquista, es una religión exterior, superficial y
no mas que de boca. Ellos rezan, pero sin atención, sin
recogimiento, sin inteligencia y por una especie de
cumplimiento a que los ha reducido la costumbre. Ellos
asisten a las Funciones de la Iglesia; pero sin que toque
la mas pequeña parte de su corazón alguna de las tres
virtudes de la fe, esperanza y caridad, que son las
87 Rom. Cap. 16, 19.
disposiciones santas que deben preceder a la asistencia
de los Sagrados Misterios. Ellos van a oír la Palabra
Divina; pero forzados y conducidos de un temor servil,
que los violenta, siendo la misma violencia con la que
oyen, el mayor impedimento para que puedan
aprovecharse de lo que se les enseña,
experimentándose en ellos la misma insensibilidad e
indiferencia antes y después de haber oído las verdades
más terribles. Ellos se confiesan; pero sin examen, sin
dolor, sin arrepentimiento, sin propósito y haciendo tal
vez particular estudio de ocultar lo mas criminal de sus
delitos por unas ideas corrompidas, a que los conduce
su misma rudeza o el ridículo concepto que han formado
del Sacramento. Ellos manifiestan algunas señales
exteriores de devoción dirigidas a Dios y a sus Santos;
pero tan imperfecta, tan superficial y tan contraída y
mezclada con ciertas ceremonias visibles y heredadas
de padres a hijos, que se confunden con la idolatría y
con la misma superstición. ¿ Y será esta una parte del
rebaño de Jesucristo, o una porción de su Iglesia? ¡Ah!
El carácter con el que ha querido el Señor se
distinguiese en todos tiempos su pueblo, es el de traer
su ley santa gravada en el corazón: Populus meus, lex
mea in corde eorum88. ¿Hemos dicho en esto otra cosa,
que lo que la común y universal experiencia acredita?
Experimento didici89.
14- ¿Pues de una religión tan sin fondo, solides
ni verdad, que progresos, que conveniencia, ni que
estabilidad puede prometerle el Estado? ¿Y quien
puede poner remedio a un mal, origen de tantos males y
de tan funestas consecuencia? Solo los Señores
Obispos y Vice Patronos, tomando a empeño como es
de su obligación, el que los concursos se celebren,
como Dios, la Iglesia y el Rey mandan, y que en ellos se
elijan Curas idóneos y capaces.
15- Añadamos más, para que nada dejemos de
decir ni Dios nos pida cuentas de lo que hemos callado
por respeto o temor a los que se refieren o le amargan
con la verdad. No todos los pueblos de nuestra diócesis
son los Indios, ni son indios todos nuestros feligreses.
Hay muchos españoles criollos y europeos, ¿Y que?
¿La religión de ellos es muy diferente a la de los indios?
No hay duda que es menos supersticiosa, mas brillante,
mas fundada, y aún mas sólida, como que han tenido y
tienen otra instrucción y otros principios. ¡Pero ah! Que

88 Isaías cap. 5,7.


89 Gen. Cap. 10,23
en la mayor parte no es religión limpia e inmaculada
delante de Dios90, como debía ser, porque se halla
manchada con ciertos vicios generales y
trascendentales, que la deshonran y envilecen hasta en
el concepto de los mismos indios, quienes atienden mas
a los ejemplos que a las palabras, y quienes al ver que
aquellos no corresponden a ellas, juntamente pueden
decir: que los mismos que debían ser el ejemplo de su
virtud son la causa de su perdición. Y ved aquí otro mal
peor que el primero, y tal vez causa de el. ¿Y quien lo
puede remediar? Sólo los Señores Obispos y Vice
Patronos, obrando de acuerdo en los Concursos y
uniendo sus intenciones, a fin de que los Curatos se
provean según las reglas de justicia, desinterés e
integridad, como lo tiene prevenido y mandado el Rey
en las leyes que tratan del Real Patronato.
16- Por todo lo dicho volvemos a decir y nunca
será en vano repetirlo muchas veces, que en un
Concurso de Curatos debe mirarse por los Prelados de
estas provincias como el negocio mas interesante al
servicio de Dios y del rey, que es lo mismo que a la
religión y al estado. Así es y así deberá ser y, así
quieren Dios y el Rey que sea para bien de estas
90 Epist. Jacob cap. 1,27.
provincias, ¿Pero que no hace el Demonio cuando llega
el tiempo de celebrarse estos Concursos? ¿Cuánto no
perturba y enreda a fin de que no sea así y de que
prevalezca en ellos la sinrazón, el desinterés y la
injusticia? Digamos algunas cosas sobre todos estos
males para la prevención y para el remedio.

Capítulo Tercero

Artes y medios de que vale el demonio para que los


Concursos no se celebren según Dios.

17- Como el demonio enemigo declarado de la


justicia, de la verdad, y de la religión presiente lo mucho
que va a perder, en que un Concurso se tenga con
arreglo a la disposición Conciliar, y en que los Curatos
se confieran sin otras miras, que a la razón, a la justicia,
y al mérito; nada deja por hacer, a fin de que pospuesto
el mérito al empeño; equivocada a la justicia con la
gracia; arrollada a la razón por la sinrazón; y confundida
la decisión Conciliar con prácticas, doctrinas, y abusos
intolerables se frustren en todo, o en la mayor y mejor
parte de los tantos fines de la Iglesia y de la buena
intención de los Prelados, reduciéndoles por último a
que prevalezcan las inclinaciones de la carne y sangre,
el interés, la solicitud, y el empeño.
18- A este fin no deja medio por tomar, y parece,
que la publicación de un Concurso es una conmoción
universal de las provincias, y que tocar o llamar a él, por
medio de un edicto, es tocar y llamar un campo de
batalla y un ponerse en almas el infierno y el mundo
para intimidar, o contrarrestar, si pudiesen la justicia por
medio de poderosos empeños que se solicitan; de
méritos fingidos o abultados, que se alegan; de partidos
perjudiciales, que se forman; de informes siniestros, que
se hacen; de injustas amenazas, que se vierten; y de
promesas, palabras, y medios ilegales, de que se valen.
19- Aquí es donde propiamente se verifica que los
cuatro vientos pelean entre sí en el mar grande: Et ecce
quatuor venti Caeli pugnabant in mari magno 91. Mejor
diré, parece que los cuatro enemigos de la justicia:
Interés, soborno, empeño y calumnia hacen una cruda
guerra y pelean contra el Prelado, cuyo corazón, que
aún sea tan grande como el mar, y su pecho tan fuerte
como el diamante, necesita de toda la gracia y fortaleza
de Dios para resistir a tan continuos y violentos
ataques : ataques donde si conoce, el ceder a ellos
91
Daniel 7,2
sería faltar a su obligación; desagradar a Dios por
complacer a los hombres y perjudicar enormemente los
intereses del rebaño que Dios y el Rey le han
encomendado; conoce también y experimenta que el
resistirlo es constituirse blanco de las quejas, de las
murmuraciones y aún de las calumnias, que no reparan
suscitar y publicar los mal contentos, siendo estos
tantos cuantos son los que se dan por mal servidos.
20- ¿Pues que nueva guerra o confusión cuando ya
éstos reconociendo desengañándose de que sus armas,
o por débiles, o por faltas, o por prohibidas no hacen a
toda la impresión que desean en la integridad del
Prelado, procuran y aún logran indisponerlo con el
Señor Vice-Patrono, o a este con aquél? ¡Ah! que
resultas tan funestas siguen por lo regular a esta
indisposición o desavenencia!.
21- Apuntemos algunas por prevención y para el
remedio. Desunidas las cabezas cada una forman su
dictamen, importando esto poco si después no hiciese
cada uno empeño de que prevalezca el suyo y se lleve a
efecto. Empeñadas las dos Potestades, cada uno forma
su partido. Cada partido convoca y alista sus sectarios,
y cada sectario fomenta el cisma y la desunión.
Separadas y aún reñidas la Espada del Imperio, y las
Llaves del Sacerdocio, ni el sacerdote encuentra en
aquella la protección necesaria para cerrar las puertas
del Santuario a la abominación o al indigno; ni el Cesar
halla en estas toda aquellas observancia y sumisión que
tan débiles son a las Leyes y regalías del Real
Patronato. ¡ Qué confusión! ¡ Qué guerra! Entre tanto los
que la movieron insensibles al escrúpulo al
remordimiento y al temor de Dios, la miran con
complacencia, continúan sus detestables máquinas,
siguen sus depravadas ideas, y tomando el partido que
se presenta más favorable a su criminal ambición, no
reparan al cubierto y sombra de la división escalar el
Templo Santo de Dios y entrar por la ventana, ya que no
pudieron ni jamás les sería posible entrar por la
verdadera puerta, sujetándose por lo mismo a la eterna
ignominia, con que lo distingue y caracteriza el
Evangelio: qui non intrat per ostium in ovile ovium, sed
ascendit aliunde, ille fur est et latro92 .
22- Y no penséis amados hijos, que cuando
hablamos de este modo, respiramos por la herida; y que
el dolor y la experiencia de lo que nos ha sucedido en
los Concursos, nos obliga a explicar en estos términos:
bien lejos de ello, en los dos que hemos celebrado, uno
92
Juan 10,2
en la Diócesis del Tucumán, y otro en esta de Charcas,
tuvimos el consuelo de no tener una sola diferencia con
los señores Vice-Patrono, y el honor de que éstos
aprobasen sin mudanza alguna, todas la dominaciones
que le hicimos de sujetos idóneos para los Curatos
vacantes. Hoy viven, velan y gobiernan dichos señores,
con que no estamos en la necesidad de citar muertos ni
dormidos por testigos de esta verdad.
23- Confesaremos en obsequio de ella y de la
justicia, que le debemos hacer el arreglo, paz,
uniformidad, y rectitud, con que se celebraron los
Concursos, lo debimos, después de Dios, al talento,
celo, desinterés, e integridad con que en todo y muy
particularmente en este asunto, miraron siempre por el
bien espiritual y temporal de las provincias de su
gobierno. ¿Pero en obsequio de la misma verdad, le
rogamos que digan abiertamente si el Prelado antes del
Concurso, en el mismo Concurso, o después de la
celebración del Concurso, les faltó jamás en algunos de
aquellos fueros, o en una sola de aquellas atenciones
que tan justamente deben a sus personas y a sus
empleos?.
24- Este es el modo de evitar desavenencias y
mantener con los señores y Vice-Patronos la unión y
buena armonía que tan importante y necesaria es para
todo y especialmente para que los Concursos se tengan
en paz y se hagan con arreglo a las leyes de la Iglesia y
del Reino; para que los Curatos conferidos con justicia,
sean el premio de la ciencia y de la virtud y para que los
pueblos gobernados por unos pastores, según el
corazón de Dios, sean útiles a la religión y al Estado.
25- Este es el medio y ved, hay, amados hijos, el
motivo que hemos tenido para inculcarnos en este
punto, nada ajeno de esta Carta Pastoral. Este es el
medio de evitar diferencias y mantener buena armonía
con los señores Vice-Patronos; venerarlos siempre el
Prelado, para que lo veneren; respetarlos en todo, para
que lo respeten; ayudarlos para que los ayuden, y
cuando se ofrece un Concurso, prevenirlos en lo que se
le ofrezca, para que ellos lo prevengan en cuanto se los
ofreciese; consultarlos en sus dudas para que ellos
igualmente lo hagan en las propias; informarlos en las
calidades de los sujetos, que conozcan, para que ellos
lo informen de los mismos o de otros que el Prelado
puede no conocer; atenderlos y complacerlos en cuanto
no se oponga a razón ni conciencia, para que ellos lo
atiendan y complazcan en lo que tampoco sea lo
opuesto a conciencia y razón; ceder en cuanto sea
posible, sin prejuicio de su dignidad y de su jurisdicción,
para que ellos cedan en cuanto no sea en perjuicio de
su autoridad y de su empleo; o a lo menos, cuando ya
no hubiere otro arbitrio, ceder en parte y en lo menos,
para que no se pierda todo, o lo más, o lo mejor. En una
palabra no faltarles el Prelado en cuanto sea de razón,
de Ley, de justicia, de gracia, de atención, y de
urbanidad, para que no le falten a el en estos mismos
respetos, que ciertamente no le faltarán, siendo(.....)93
27- ... de tenerlo, por haber elegido a Saúl para
Rey de su pueblo: Cum Deum paeniteat, quod Saul in
Regem unxerit, y mucho antes había dicho también que
estaba arrepentido de haber formado al hombre:
Paenitet me fecisse hominem94 , en una palabra, puede
suceder que el sujeto, que el Patrono le presenta, sin
embargo de llevar un Tercer lugar, sea más idóneo,
capaz, y propio para el tal Curato, que el que el Prelado,
juzgándolo por más idóneo, propuso en primero; y en tal
caso bien se ve que el señor Vice-Patrono hace lo que
debe y presenta lo mejor.
28- Segunda: permitamos por ahora, que no sea
así que el señor Vice-Patrono no haga lo que debe, y
93
faltan páginas 24 y 25
94
Gen.6,7
que este sea el engañado sobre la mayor idoneidad del
sujeto que presenta. Sea ello así; pero siendo digno,
como lo es, a juicio del mismo Prelado, quien por serlo y
tenerlo por tal, le dio lugar en la lista de los nominados.
Ya el señor Vice-Patrono hace lo que puede hacer, y
que tiene facultad para hacerlo, según la Ley del Reino
que lo manda así: “ Escojan los Arzobispos y Obispos
tres los más dignos y suficiente para cada uno de los
dichos beneficios, y estos lo propongan al Virrey,
Presidente de la Audiencia o Gobernador de su Distrito
por su orden, para que de ellos el Virrey, Presidente o
Gobernador escojan cada uno, el que le pareciere más
a propósito, y le presente en nuestro nombre, y con esta
presentación le de la colación el Arzobispo u Obispo a
quien tocare”95. Hasta aquí la Ley. Y sería mucha
temeridad querer el Prelado oponerse a ella, y un
proceso tan infinito, como ocioso entrar en disputas con
el señor Vice-Patrono, sobre si esto mismo hacer lo que
se puede en el fuero externo, que hacer con lo que se
debe en el interno y de la conciencia. Cada cual tiene la
suya; cada cual deberá llevar su carga, como dice el
apóstol: Unusquisque enim onus suum portavit96. Y cada

95
Ley 24
96
Gál.6,5
cual dará cuenta a Dios de lo que haya obrado: Itaque
unusquisque nostrum pro se rationem reddet Deo97.
29- Ultimamente lo que más debe aquietar y
consolar a un Prelado en lance de esta naturaleza, que
aunque raros por monstruosos no dejan de suceder
alguna vez, es el testimonio de su buena conciencia, la
pureza de sus intenciones y la seguridad de haber
hecho de su parte cuanto pudo; y que nada dejó de
hacer para que Dios, el Rey, la religión, y el Estado
quedasen bien servidos en nominación y elección de
Párrocos, que tanto encarga el santo Concilio, como la
cosa más conducente, y aun necesaria para la salvación
de las almas:

97
Rom. 14,12
Carta Pastoral
que el ilustrísimo
SEÑOR DON FR. JOSÉ ANTONIO DE SAN ALBERTO
del consejo de S. M. Y dignísimo
Arzobispo de La Plata
DIRIGE
A TODOS SUS VICARIOS,
CURAS, TENIENTES Y CLERO,
exhortándolos,
a que contribuyan con algún
donativo o empréstito sin interés para las
actuales urgencias de la Corona,
con ocasión de haber recibido
la Real Orden
de 27 de Mayo de ´98
expedida a este fin.

En El Año de 1799
A nuestros Vicarios, Curas, Tenientes y Clérigos
de esta nuestra Diócesis,
salud, y gracia en el Señor.

C on fecha de 4 de este mes nos pasó el muy ilustre


Sr. Presidente un oficio acompañado con
testimonio del Real Decreto de 27 de Mayo del año
pasado de ´98 en el que expresando S. M. las urgentes
y graves necesidades en que se halla todo su Reino a
causa de las anteriores y presentes guerras, ruega,
exhorta y confía en la fidelidad y amor de todos sus
vasallos, que voluntariamente, y sin la necesidad de
imponer como pudiera nuevos tributos, contribuirán y
subscribirán en cuanto les sea posible por medio de
algún empréstito sin interés, o de algún donativo
gracioso, como lo han practicado otras veces.
2- Desde luego que pasamos la vista y leímos el
dicho Real Decreto, se presentaron a nuestro
entendimiento tres verdades que pusieron en una tortura
increíble nuestro corazón. Primera: las graves y
urgentes necesidades en que se hallan la Religión y el
Estado, en cuya conservación y decoro tenemos todos
tanto interés, y más que todo nuestro piadoso Soberano,
sobre cuyos reales hombros carga todo el peso de estos
dos grandes y nobles objetos. Segunda: la pobreza
suma y casi general que se advierte en esta ciudad, y
en toda esta vasta Diócesis, así en sus respectivos
cuerpos, como en sus vecinos y residentes, quienes, sin
embargo de su constante fidelidad y amor al Rey
nuestro señor, tal vez será, o nada, o muy poco en lo
que puedan contribuir a las dos suscripciones de
donativo y empréstito. Tercera: que las rentas de un
prelado por grandes y cuantiosas que sean, o lo
parezcan, no son suyas, no es dueño absoluto de ellas,
sino un fiel administrador, que después de una
suficiente y moderada deducción para sus alimentos y
decencia, debe todo el resto de ellas emplearlas a favor
y socorro de sus pobres diocesanos.
3- Ved aquí las tres verdades que al pronto
pusieron, como hemos dicho, en tortura increíble
nuestro corazón, entre el deseo de ocurrir a
necesidades tan urgentes como notorias de reino, y el
temor de no faltar a las particulares y ciertas de tantos
vecinos pobres y honrados que nos cercan; pero otra
verdad que se nos presento inmediatamente después
de las tres referidas, calmó nuestros temores, decidió
nuestras dudas allanó nuestras dificultades y promovió
nuestros deseos hasta el efecto, y medio de saber y
poder hacer lo que uno sin omitir lo otro, es decir, de
saber y poder cumplir con la obligación que por vasallo
tenemos al rey, y con la que por Prelado tenemos a
nuestros pobres feligreses.
4- Esta verdad es, que aunque las rentas de un
Prelado todas son, y deben ser de los pobres, sin cuyo
consentimiento no puede extraerlas, ni emplearlas en
otros objetos, y gastos; pero que el dicho
consentimiento expreso o tácito debe suponerse
siempre que ocurre como ahora una urgente y grave
necesidad en el cuerpo o en el todo de la monarquía, de
quien los pobres son tan partes y miembros como los
ricos, y tan interesados como estos en su decoro y
conservación, sin la cual ni ellos serían, ni subsistirían,
ni habría quien los socorriese y los conservase.
5- En estas circunstancias, pues, ¿Quien puede
dudar que el bien común prevalece y es antes que el
particular? ¿Y que la necesidad general, y de todo el
cuerpo debe ser privilegiada, primera, y preferida a la de
las partes?. Creemos, amados hijos, que nuestros
mismos pobres lo confesarán así, que así lo querrán, y
que así lo consentirán, y más cuanto están ciertos, y
pueden estarlo, que no por esto su Prelado rebajará y
menos suspenderá las limosnas diarias, semanales ni
mensuales, que hasta aquí, cumpliendo con su
obligación, ha acostumbrado hacerles para el socorro y
apoyo de sus personas y familias.
6- En atención, pues, y con respecto a estas
cuatro verdades justa, y prudentemente convinadas,
reunidas y ordenadas al buen servicio de Dios, del Rey,
del reino, de la religión, del estado y de nuestros pobres,
hemos resuelto a nombre de estos, con ellos, y por ellos
mismos ofrecer, como ofrecemos a su majestad por una
vez el donativo, o cantidad de diez mil pesos o
doscientos mil reales de vellos en forma siguiente.
7- Por los Clérigos, viudas, huérfanos y vecinos
pobres de esta nuestra capital de Chuquisaca,
ofrecemos la cantidad de cien mil reales de vellón, que
pagaremos efectivamente en este mismo mes. Por los
Clérigos, viudas, huérfanos y vecinos pobres de la
ciudad de Cochabamba y Villas de Potosí, Oruro, y
Tarija, ofrecemos la cantidad de otros cien mil reales de
vellón, cuya paga la haremos efectiva en e año
siguiente, por causa de que ya en este tenemos en todo,
o en la mayor parte cobradas y gastadas las hijuelas
decimales en que principalmente consisten nuestras
rentas.
8- Después de haberos hecho presente, amados
hijos, esta nuestra oferta, en que nada más hemos
hecho que cumplir con nuestra obligación, pasamos ya
a cumplir la que igualmente tenemos de exhortaros viva
y eficazmente a que de vuestra parte, todos subscr ibais
al referido donativo en cuanto sea posible, y hasta
donde lleguen vuestros deseos, y haberes, y lo haremos
con cuatro reflexiones bien dignas de toda vuestra
atención, y que por ahora no podremos más que
tocarlas brevemente.
9- Primera: que este donativo en dictamen
nuestro, y al respecto de unas circunstancias tan críticas
como las presentes, en que se hallan la religión y el
estado, no debe llamarse meramente gracioso, sino
debido, justo, y tan de justicia y de derecho natural,
como lo es, que las partes, y partes tan principales y
agraciadas por el Soberano cuales somos los
eclesiásticos, concurramos en cuanto alcancen las
fuerzas de cada uno a socorrer, sostener y ayudar al
todo y un todo, cual es el reino a quien forman la religión
y el estado. Aquella sentencia tan política como legal
del filósofo, Si corpus totum est ad partes, pariter et
partes cunctae debent esse ad corpus, la consagró el
apóstol San Pablo cuando escribiendo a los de Efeso, y
hablando del Cuerpo de la Iglesia cuyos miembros eran
los fieles, les dijo: Totum corpus compactum, et
conexum per omnem juncturam subministrationis in
mensuram uniuscujusque membri. Sí, amados hijos,
somos miembros de este gran cuerpo formado de la
religión y del estado, y si él es todo, y siempre para
nosotros, por lo mismo, y en justicia debemos nosotros
ser todos para él a medida y proporción de nuestros
haberes y fuerzas, in mensuram uniuseujusque membri.
10- Segunda: que este donativo puede y debe
llamarse también de honor porque el que debemos por
todos los títulos a nuestro Rey, señor natural, y
verdadero padre, nos obliga a manifestarselo, y no
solamente con palabras, sino también, y mucho más
con las obras, especialmente cuando lo vemos
agobiado, afligido, y cercado de empeño y gastos
imponderables, y esto por la defensa nuestra, del reino,
y de la religión. Vosotros sabéis, lo habréis leído en los
Padres, y muchas veces lo habréis enseñado a vuestros
feligreses explicandoles el catecismo, de aquel precepto
de Dios: honrarás a tus padres, incluye la grave
obligación no solo de amarlos, obedecerlos, respetarlos,
y honrarlos, sino también la de asistirlos y socorrerlos en
sus urgencias y necesidades.
11- ¿Y acaso el Rey no es padre, y verdadero
padre de sus vasallos? Ciertamente lo es; y por esta
razón los pueblos antiguos de Palestina no daban a su
rey otro nombre o título que el de “Abimelech”, esto es “
mi padre el Rey” porque si bien no los engendraron, ni
les dieron el ser, o la vida, pero si las conservan, o se
las defienden, que es lo mismo que estarselas
produciendo o dandoselas continuamente. así lo
tenemos escrito y enseñado en la lección 12 de nuestro
Catecismo Real.
12- Pues si el Rey, amados hijos, es nuestro
padre, también nuestra obligación es no solamente
obedecerlo, respetarlo y honrarlo, sino a mas de esto
socorrerlo y asistirlo cuando se halla en necesidad de
nuestros bienes, de nuestras personas, y aún de
nuestras vidas; porque sin hacer esto sería todo nuestro
honor al Soberano solo de perspectiva, exterior, de
boca, y de labios, semejante al de aquel pueblo de
quien se dijo: populus hic labiis me honorat; cor autem
eorum longe est a me.
13- Este donativo debe también llamarse de
gratitud, y de buena correspondencia a un soberano a
quien ciertamente todos los vasallos, y con más razón
los exemptos cuales somos los eclesiásticos, le
debemos cuanto tenemos y gozamos, y por lo mismo en
lances tan precisos como son los actuales, debemos
manifestarle nuestra gratitud y cristiana
correspondencia, dándole, o volviendole a dar para usar
de la misma expresión de que uso el Salvador en su
Evangelio, lo que nos dío y lo que siempre es, y deberá
siempre ser suyo y estar a su disposición: Reddite ergo
quoe sunt Coesaris Coesaris, donde advertiréis que no
dice date sino redite porque a los reyes nunca le damos,
sino que le volvemos a dar como buenos y fieles
vasallos, lo mismo que nos dieron como buenos y
piadosos reyes.
14- Últimamente este donativo debe también
llamarse de “temor”, porque no contribuyendo
generosamente a las graves urgencias y necesidades
en que se hallan nuestro reino de España, y la
verdadera religión que desde los principios de la Iglesia
se ha profesado, y se profesa tan pura, y
constantemente en el, es muy de temer que aquel, y
estas parezcan las quiebras, las ruinas y desastres que
han padecido, y están padeciendo con espanto de toda
Europa, y dolor de los verdaderos fieles tantos reinos
vecinos o no muy distantes del nuestro.
15- No quisiéramos, amados hijos, haceros a la
memoria lo que ha padecido y está padeciendo la
ciudad de Roma. Esta ciudad que antes era y se
llamaba la grande, la opulenta, la magnífica, la
populosa, la capital del mundo católico, la señora de
todas las naciones y la princesa de todas las provincias;
ya hoy semejante a la desgraciada Jerusalén en tiempo
de Jeremías, se ve casi asolada, sola, desierta y
desamparada de la mejor y mayor parte de sus vecinos
y habitadores; Civitas plena populo, sola; ya hoy se ve
cual una triste viuda, llorando día y noche, si no la
muerte, al menos la ausencia de su más querido
Esposo, de su más tierno Padre y de su más amable
Pastor: Domina gentium facta est quasi vida; ya hoy se
ve como cautiva, esclava y sujeta a cuantos tributos
quieren impoerle sus vencedores: Princeps
Provinciarum facta est sub tributo; ya hoy se ve objeto
público de la compasión o de la sátira de cuantos
comparando su situación presente con la que antes
tuvo, tanto en lo político como en lo sagrado, se
preguntan unos a otros, o compadecidos o gozosos:
haccine est urbs perfecti decoris, gaudium universe
terrae?.
16- Aún menos quisiéramos, amados hijos,
haceros recuerdo de lo que ha padecido y esta
padeciendo el Soberano de Roma, el Obispo de Roma,
el Vicario de Jesucristo, el Pastor Universal de la Iglesia,
la Cabeza Visible de ella, nuestro Santímo Padre Pio VI.
Este Sacerdote sumo, digno sucesor de San Pedro, y
fiel imitador de su celo, de sus persecuciones y trabajos,
se ve hoy, si ya no ha muerto a violencias del dolor o de
la tiranía, se ve despojado de sus estados, arrojado de
su Silla, desterrado a tierras extrañas, peregrino, errante
de ciudad en ciudad, en soledades, Cartujas y
Monasterios, angustiado, afligido, sin hallar donde poner
con seguridad el pie, esto es su persona y Santa Sede,
y sin otra esperanza tal vez, que la de ponerla en
nuestro reino de España, a la sombra y protección de su
Rey Católico Carlos IV, y de sus fieles y religiosos
vasallos.
17- En atención, pues, y al respecto de esta
cuatro justas reflexiones, que brevemente y de palabra
propusimos a todo este nuestro Clero de La Plata, junto
y congregado el día 11 del presente mes en nuestra
Casa arzobispal, tuvimos el consuelo de ver que todos
enternecidos y penetrados de la verdad y solidez de
ellas, se esforzaron, ofrecieron, subscribieron y firmaron
un donativo de dos mil pesos, que hacen la cantidad de
cuarenta mil reales de vellón, sin embargo de ña gran
pobreza que es pública y notoria en todos, o los más de
ellos.
18- Los Curas que asistieron a este congreso, y
que para ejemplo y modelo vuestro queremos
proponerlos y nombrarlos, fueron los siguientes: Doctor
Arregui, Doctor Mina, Dr. Rivera, Dr. Antezana, Dr.
Zoto, Dr. Echalar, Dr. Aráoz, Dr. Zelaya, Dr. Origuela,
Dr. Joana, Dr. Morillo, de los cuales cada uno ofreció
cien pesos fuertes, a excepción del primero que ofreció
doscientos. Ya muchos días antes nuestro muy ilustre
Cabildo había también ofrecido la cantidad de 59 pesos.
19- Esperamos, pues, amados hijos, de vuestra
piedad, fidelidad, generosidad, y amor a Dios, al Rey, al
reino, y a vuestro Prelado: esperamos vuelvo a decir,
que no seréis, ni menos prontos, ni menos generosos, ni
menos efectivos, que los referidos amados compañeros
vuestros, en ofrecer, subscribir y pagar un donativo, tal
que podamos hacerlo presente al Soberano, y Nos
tenerlo también para lo que pueda ocurrir en adelante.
20- Igualmente esperamos, que, como
Presbíteros que sois, Padres y Pastores de vuestros
pueblos y feligreses los exhortéis, tanto en vuestras
pláticas, como en vuestras conversaciones o
instrucciones familiares a esta misma justa y debida
subscripción de donativo y empréstito, a cuyo fin y,
queriendo ya ponerlo a esta nuestra breve Pastoral, os
dirigimos por último aquellas mismas palabras con que
la santa y valerosa Judith exhorto a los Presbíteros o
Ancianos de Betulia, cuando esta afligida y angustiada
ciudad se hallaba cercada de poderosos y crueles
enemigos, y sus vecinos y habitadores resueltos ya a
fuerza de la hambre, de la sed, y de la necesidad a
rendirse y entregarse a discreción y crueldad de estos:
Et nunt frates ( les dijo) quoniam vos estis Presbyteri in
populo Dei, et ex vobis pendet anima illorum, ad
eloquium vestrum corda eorum erigite, ut memores sint,
quia tenteti sunt Patres nostri, ut probarentur, si vere
colerent Deum suum.
21- ¡Que palabras estas, y las que siguen
formando la exhortación de la piadosa Judith! Que
palabras, amados hijos, tan propias para que con ellas y
con las vuestras exhortéis a vuestros feligreses, alentéis
sus corazones y, esforcéis sus ánimos, a que en
circunstancias tan obligantes, como delicadas en que se
(...)98
(...)99 fenderla contra todas las empresas del
error; reunir a su seno a cuantos la están despedazando
con sus cismas; y a ella misma reunirla en un mismo
espíritu de verdad, y de caridad.
Rogad a Dios por una paz general y constante
entre las Potencias beligerantes; por la salud y vida de
nuestros reyes Católicos; por el buen suceso de sus
armas; por la felicidad y quietud de toda su monarquía.

981 Faltan dos páginas.


992 faltan páginas anteriores.
Rogad también por la buena muerte de quien os escribe
esta Carta, que tal vez pudiera ser la última.
Dada en esta ciudad de La Plata a 18 de Mayo
de 1799.

Fray Joseph Antonio de San Alberto.


Arzobispo de La Plata.
RELOJ ESPIRITUAL
PARA LLEVAR A DIOS PRESENTE
EN TODA HORA.
Compuesto
por el Ilustrísimo señor
D. Fr. JOSEPH ANTONIO DE SAN
ALBERTO ,
Obispo Que Fue Del Tucumán,
Y Al Presente
Arzobispo De Charcas,
Quien Lo Dedica A Nuestra Señora
De Los Dolores.
Providam Dominum in conspectu meo semper.
Sal. 15, 8.

A LA DOLOROSA REINA

1. Señora y Madre mía: os ofrece este relogito


quien en el de su voluntad no tiene otro espíritu que el
de vuestra devoción. Vuestros dolores son la rueda que
lo arrastra; el peso que lo inclina; la saetilla que lo
traspasa, y el mostrador que lo asegura.
2. Si se atiende a la proporción, ¡Quien con un
reloj la tiene mas, que vuestro afligido corazón? Donde
desde el punto de concebida, se fueron repitiendo por
horas las penas, por minutos los traspasos, y por
instantes los dolores, hasta que viendo parado al Divino
Sol en una Cruz, en siete líneas dolorosas, corriste un
mar dilatado de angustias.
3. Si se atiende al fin, que es tener presente a
Dios, vos le tuvisteis por gracia, cuando concebida; por
plenitud, cuando anunciada; nueve meses en vuestras
entrañas, vivo, y entre vuestros pechos acazito de mirra
muerto. Si a la nobleza, la vuestra, en boca de Dios, es
la más antigua; y de allí salisteis primogénita ante toda
criatura, para ser amante Hija del Eterno Padre, querida
Madre del Divino Verbo, dulcisima esposa del Espíritu
Santo, adorada Reina de los serafines, y piadosa madre
de los pecadores; titulo noble, que con espada en mano
y pecho, adquiristeis a esfuerzos del dolor, al estar junto
al estandarte glorioso de la Cruz.
4. Si a la protección, en todos los títulos sois
admirable; mas al pie de la Cruz, os venera mi devoción
como Omnipotente; aquí os inclinó la cabeza el hijo, que
fue como cederos la Omnipotencia, en frase de San
Pablo.
5. Si a la esperanza, después de que la tengo en
Dios, ni tengo, ni quiero otra; y sé que no ha de salirme
vana, pues con sola su sombra arrebató el Paraíso,
aquel que poco antes era ladrón desesperado.
6. Si a los beneficios, bien puedo decir, ojalá que
bien: De ventre Matris meae tu es protectix mea. Nací
en casa vuestra, profesé en vuestro día; y siendo la
profesión religiosa muerte civil, solo resta, y así lo
espero, sea en día de vuestros dolores la natural, que si
lo es, será para mí la muerte vida, y podré decirle:
¿Dónde está muerte tu victoria?
7. Si al trabajo, no lo cuento, fue de pocas horas;
y aunque fuera de siete años, nada sería, al amor de
este enamorado Jacob, en servir a vos, hermosísima
Raquel, que sin consuelo llorasteis al pie de la Cruz a un
Hijo, y sin cesar favorecisteis a este otro; ¿y cuan otro?
Que siendo Joseph, se precia de Benjamin, hijo de
vuestro dolor, porque lo aumentó con sus culpas; hijo de
vuestra diestra, porque experimenta sus misericordias,
hijo de vuestra clemencia, porque os adora los pies,
Hijo, Esclavo, Devoto, por esto y por mucho mas.

ADVERTENCIA
9. Quien se dedica a servir a Dios, ha de ser
varón de todas horas. En todas las horas es Dios de la
alma, y en las mismas la alma ha de ser de Dios: en
toda hora está dios presente a la alma, y en todas debe
la criatura estar presente a su Dios. No hay hora en que
Dios no de alguna cosa a la alma ¿ pues porque ha de
haver hora en que la alma no de alguna cosa a su Dios?
A esto, pues, se ordena el presente relojito, a que en
todas las horas del día, desde que te levantas hasta que
te acuestas, seas de Dios, tengas presente a Dios, y
ofrezcas alguna cosa a Dios, y aunque principalmente lo
escribo para seculares, padres y madres ocupados en
negocios de familia y casa, que con solo tener a mano o
a memoria este reloj, pueden no perder de vista el
negocio de su salvación; puede tambien servir para toda
clase de personas Eclesiasticas o Religiosas, con solo
variar la hora, la entrega, o el ofrecimiento, conforme al
gusto y devoción de cada uno.

TODO A DIOS
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DIRECCIÓN

10- Despertó, Señor, mi cuerpo para que os


sirva mi alma, y en esta primera hora para todas las de
mi vida, me entrego todo a Vos, mi Dios, mi Señor, mi
Rey, mi Padre, mi Maestro, mi Redentor, mi Juez, mi
Pastor, mi Amparo, mi consuelo, mi esperanza y mi
vida. Reconozco mi bajeza, y me humillo ante vuestra
Majestad; os venero como a mi primer principio, os
adoro como a mi último fin, y os amo como a mi
continuo bienhechor. Creo en vos, verdad infalible,
fortaleced mi fe. Espero en vos, misericordia suma,
firmad mi esperanza. Amo a vos, bondad infinita, avivad
mi amor. Protesto no querer consentir en culpa alguna,
antes las detesto con todo mi corazón. Acepto cuantos
trabajos me vengan en este día, y desde ahora adoro la
mano de donde vienen. Os doy cuantas gracias puedo
por cuantos beneficios me habéis hecho, criarme,
conservarme, redimirme, darme fe, Sacramentos, ángel
de guarda, bienes de gracia, de naturaleza y de fortuna.
En humilde reconocimiento a tanta misericordia, os
entrego alma y cuerpo, potencias, sentidos, vida,
corazón, pensamientos, palabras, obras, deseos,
alientos y suspiros de este día y de todos los de mi vida,
todo ordenado a gloria vuestra y bien de mi alma; y para
que sea mas agradable a vuestros divinos ojos, os lo
presento por mano de mi ángel Custodio, unido todo
con la sangre de mi dulcisimo Redentor, y con los
dolores y angustias de María Santisima mi Señora y
Madre, a quien elijo protectora amorosisima de mi alma;
cuyo patrocinio imploro, y cuya piedad espero hoy y
siempre, en la vida, en la muerte y despúes de la
muerte, hasta llegar a veros y gozaros por una
eternidad. Amen.

ENTENDIMIENTO A DIOS

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HUMILDAD

11. En esta hora, Dios mío, os entrego mi


entendimiento para conocer a Vos y a mí. Vos bueno
sobre toda bondad, dulce, amable, clemente, piadoso,
sabio, infinito, eterno y yo ¿qué fui? En el principio nada,
ahora soy ceniza, en el fin seré tierra, podré, gusanos y
corrupción; soy cuanto al cuerpo miserias, cuanto a la
alma culpas: ¡cuantas en la niñez, en la mocedad, en la
juventud, en la vejez! Esto entonces que no os conocía,
ahora que os conozco mas, poco menos; todo soy
apetitos y pasiones, ingrato, rebelde, inconstante,
airado, soberbio: todo es en mi malo, poco o nada
bueno; aun lo que en si es bueno, lo hago malo con mi
tibieza, vanidad y torcida intención. Pues, Dios mío, si
esto soy en mis ojos, ¿en los vuestros que seré? ¿si
esto en mi juicio, qué en el vuestro? Si el justo apenas
se salvará, ¿qué será de mi? ¿ que haré? Conocerme,
abatirme y humillarme con mis superiores, con mis
iguales y con mis inferiores, así lo haré en esta hora,
ejercitare la humildad con el deseo, con el corazón, con
las palabras y con las obras. Será mi protector San
Agustín, con el repetiré: Noverim te, et noverim me:
Conozca yo a vos y a mi, para despreciarme a mi y
amaros a Vos: así me confundiré como indigno de que
me sustente la tierra; pondré sobre ella mi rostro, para
que me levantéis a mi sobre mi, esto es, a la
participación de vuestra gracia, para hacerme digno de
veros eternamente en la Gloria.
MEMORIA A DIOS
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DOLOR

12. En esta hora, Dios mío, os entrego la


memoria para acordarme de lo que habéis hecho por mi
y yo contra vos, de vuestros favores y de mis
ingratitudes, de vuestras misericordias y de mis culpas.
¡Oh! ¿y cuantas? Sin número. ¿y cuales? Gravisimas.
¿y por que? Por un deleite breve, por un antojo
miserable. ¿y en que tiempo? Cuando mas me
ayudabais a ser bueno. ¿y como? Con fe de que me
veíais, con conocimiento de que os injuriaba, con el
temor de que me iba a perder, con la luz de que podía
perdéros por toda una eternidad. Todo lo atropelle, bien
mío, mi temor, mi recuerdo, mi sobresalto, mi fe, vuestra
luz, vuestra sangre, vuestra misericordia, vuestra
justicia. ¿Pues, que haré? Humillarme, confundirme,
clamar, gemir, llorar en esta hora, en toda las horas, día
y noche sin cesar con lagrimas salidas de mi corazón.
Será mi protectora Santa María Magdalena; con esta
penitente pecadora os conoceré, os buscaré y si
merezco hallaros, me arrojaré a vuestros pies, los
besaré con mis labios, los regaré con agua de mis ojos,
los limpiaré con mis cabellos, y no me levantaré hasta
que como a ella me digáis: amaste mucho, te
perdonaron mucho, vive en paz, que ya te ha perdonado
Dios: así sea, Padre de mi corazón, Redentor de mi
alma, Consuelo de mi vida: así sea.

VOLUNTAD A DIOS
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CONFORMIDAD

13. En esta hora, Señor, os ofrezco mi voluntad,


para que en todo se conforme con la vuestra, se acabe
mi querer, y solo quiera lo que vos queráis. En lo
prospero y adverso, en la fortuna y en la desgracia viviré
contento, esperaré resignado, seré fiel, estaré igual, me
sujetaré a vuestras providencias, adoraré vuestros
secretos, veneraré vuestros juicios, y me resignaré en
los trabajos; diré con San Pablo, Señor, ¿Qué queréis
hacer de mí? Con el profeta, enseñadme a hacer
vuestra voluntad; y con el Santo Job, si de vuestra mano
recibí los bienes, ¿por qué no recibiré los males? Este
será mi ejercicio en esta hora, y mi protectora será la
gloriosa Santa Gertrudis, con ella os diré trescientas y
sesenta y cinco veces al día: Señor, hágase vuestra
voluntad. Si me falta la salud, la honra, la conveniencia,
hágase vuestra voluntad; si me dejan loa amigos, me
faltan los hermanos, se me mueren padres o hijos,
hágase vuestra voluntad; solo n una cosa haced vos la
mía, en que yo os ame, con este amor viva, con el
muera y con el os goce: así sea, gozo eterno de los
bienaventurados: así sea, consuelo eterno de los
Justos.

CORAZÓN A DIOS
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AMOR

14. En esta hora, Dios mío, os entrego mi


corazón todo entero, porque no le queréis partido: ya no
es mío, vuestro es, a vuestra custodia ha de estar,
Padre mío, pesadlo hasta que en la balanza de vuestro
agrado le halléis fiel; probadlo con trabajos, rectificadlo
con vuestros preceptos, renovadlo con virtudes,
iluminadlo con inspiraciones, aradlo con la reja de
vuestra Cruz, sembrad en el vuestra verdad, regadlo
con vuestra sangre, cultivadlo con vuestra gracia,
guardalo con vuestra misericordia, dilatadlo con vuestra
alegría, selladlo con el dulcisimo nombre de Jesús,
heridlo con la lanza de mi Redentor, inflamadlo en un
ardiente amor con que os ame sobre todas las cosas,
mas que os aman los ángeles, mas que los serafines.
Este será mi empleo en esta hora, despegar mi corazón
de las criaturas, y ponerlo en Vos, mi amabilísimo
Criador. Será mi protectora Santa Teresa de Jesús; con
ella repetiré cuantos actos pueda de amor vivir, de amor
desinteresado, de amor filial, hasta que con ella muera
haciendo actos de amor. Así sea, amor de mi alma,
amor de mi vida, dulcisimo Jesús, y sea por una
eternidad.
PENSAMIENTOS A DIOS

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PUREZA

15. En esta hora, Señor, os entrego mis


pensamientos. ¡Oh, y cuantos me tiene llevados el
mundo, el interés, la vanidad, la estimación, la honra, la
casa, la culpa, sus medios, sus fines y sus
consecuencias! ¡Oh, pensamientos sucios y perdidos!
¡Oh, tiempo perdido en tales pensamientos! Bien puedo
decir con el profeta, mis pensamientos los disipo el
viento de la vanidad, y ahora atormentan mi corazón!
¡Oh, si lo que pense en mi daño, lo hubiera pensado en
mi remedio, que rico me hallara en vida, y que
consolado en la muerte! ¡Oh, si aquellos pensamientos,
que se llaman y fueron de inutilidad, lo hubieran sido de
mi salvación! Pues, Dios mío, a llorar lo pasado y a
pensar en lo venidero; a lavar mi corazón de la malicia
de aquellos pensamientos, en el agua pura destilada a
fuegos de mi amor de los ojos: mi ejercicio en esta hora
ha de ser no admitir pensamiento que no sea casto y
puro, solo pensar en Vos y en lo que me lleve a Vos,
Cordero a quien siguen las vírgenes, pureza de quien
copian los ángeles. Será mi protector San Joseph; con
el ofreceré pureza en alma, cuerpo, pensamientos,
palabras y obras. Don especialisimo de vuestra mano,
no me lo neguéis, para que puro y casto os vea
eternamente entre los ángeles, y os alabe sin fin con los
serafines.

TRABAJOS A DIOS

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PACIENCIA

16. En esta hora, Señor, os ofrezco mis trabajos,


y vengan mas que todo lo merezco yo; los recibiré
gustoso como dádivas de vuestra mano, señales de mi
predestinación. Ángeles custodios de mi eterna salud,
prevención de vuestras misericordias y satisfacción
anticipada de mis culpas: los adoraré como toques
paternales de vuestra clemencia, avisos dulces de
vuestra justicia, y azotes suavisimos de vuestra
providencia, para mi ejercicio, mérito, gracia y eterno
peso de la Gloria; para que yo desapegue mi corazón de
las cosas del mundo y lo ponga en las del cielo; para
que me conozca, me humille y clame en la tribulación a
Vos, alivio de los atribulados, consuelo de los afligidos y
premio eterno de los trabajos. Vengan, pues, Señor,
vengan cruces, aflicciones, enfermedades, deshonras,
cuanto queráis, que todo lo sufriré por vos; aquí quema,
aquí braza, no me perdonéis aquí, a cuenta de que me
perdonéis allá. Cierto estoy, diré con San Pablo, que ni
la tribulación, ni la desnudez, ni la persecución, ni el
hambre, ni la angustia, ni la deshonra, ni la muerte me
apartarán de la caridad y paciencia de Jesús. La
paciencia será mi ejercicio en esta hora; mi protector
San Juan de La Cruz, que no quiso mas premio por sus
trabajos que los trabajos mismos: tampoco, Dios mío,
quiero yo otro, como me deis paciencia en ellos, gracia
para merecer y gloria para veros por una eternidad.
FAMILIA A DIOS

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PIEDAD

17. En esta hora, Señor, os entrego mi familia,


marido, hijos, criados; Vos me los disteis y os doy las
gracias; vuestros son y los pongo a vuestros pies; de
todos hago entero sacrificio para que dispongáis como
de mueble propio. Echadle vuestra bendición, que lo sea
de salud, de paz, de unión, de misericordia y de gracia.
Mandad a vuestros ángeles que los visiten y asistan en
los peligros de cuerpo, alma, honra y vida: no permitáis
que entre ellos habite en enemigo, ni reine el pecado,
antes los vea yo muertos en gracia que vivos en culpa.
Libradlos, Señor, de la saeta que vuela en el día, del
negocio que cruza por la noche, y del demonio que
tienta al mediodía: a este fin os hago entero sacrificio de
mi corazón, como hacia Job, para que sus hijos no
cayeran en alguna maldad; a este fin enderezo mis
oraciones, ejercicios, suplicas y lágrimas, a que os
sirvamos todos en pureza de vida, y logremos una dicha
eterna: a ello mismo cooperaré en esta hora, con mi
persuasión, cuidado y buen ejemplo; será mi ejercicio la
piedad, hablarlos con afabilidad, enderezarlos con amor,
corregirlos con blandura, sufrirlos con paciencia y
sollevarlos con conformidad. Mi protectora en esta hora
será toda la Sagrada Familia, Jesús, María, Joseph,
Joaquín y Ana, bajo cuyo amoroso patrocinio pongo yo
la mía y me pongo también, para que cuiden de
nuestras almas, y juntos aquí viviendo, nos veamos
juntos gozando. Amén.

DESEOS A DIOS

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DESASIMIENTO

18. En esta hora, Dios mío, os ofrezco mis


deseos; y desde luego detesto cuantos se me ha llevado
el mundo, sus honras, sus ídolos y sus deleites. Nada
deseo ya, ¿ni para que? ¿ si todo es figura, sombra,
viento, humo, aflicción, vanidad de vanidades y todo
vanidad? ¿para que desear lo que deseado aflige,
poseido cansa, gozado no llena y perdido lastima?
¿para que desear lo que es peso en la vida, cuidado en
la muerte, cargo en el juicio y tormento en el infierno?
Ya mi único deseo seréis vos, bien eterno de mi alma,
que nunca cansais, nunca afligis, nunca os acabais; Vos
que solo podéis saciar los deseos de mi corazón; Vos
donde están todos los bienes juntos con superioridad. Si
busco amigos, Vos lo sois fiel; si honra, no hay como la
de serviros a Vos; si riqueza, sois el tesoro sin precio; si
consuelo, Vos sois el seguro; si hermosura, lo sois por
esencia; si bondad, sois la suma; si misericordia, sois
infinita; si verdad, sois la infalible; si gozo, sois inefable;
si deleite, lo sois de los ángeles; si gusto, no tienen otro
los serafines: pues, Dios mío, desde hoy os entrego mi
voluntad, y la aparto de todo lo que no sea Vos. Este
será mi ejercicio en la presente hora; mi protector San
Francisco de Asís, con él repetiré, Dios mío y todas las
cosas, de todas las del mundo me despegaré por
teneros, veros, amaros y gozaros por toda una
eternidad.
CUERPO A DIOS

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PENITENCIA

19. En esta hora, Señor, os entrego mi


cuerpo: delante de Vos acuso a este enemigo capital de
mi espíritu, tirano rey de la razón, esclavo rebelde a
vuestra ley, cárcel de por vida de mi pobre alma, vaso
de iniquidad, de corrupción, de miserias y de culpas.
¡Oh, Señor! ¿y quien me librará del cuerpo de esta
muerte, o de la muerte de este cuerpo? Yo me tengo la
culpa de haberle cedido el mando, condescendido a sus
gustos y dado rienda a sus antojos; pero Dios mío,
desde esta hora le publico continua guerra, no darle
gusto en cosa, mortificarlo en todo cuanto me permita el
director, el estado y la salud; quiera que no, ha de servir
al espíritu, obedecer a la razón, sujetarse a la ley, y
ayudar a mi alma a la conquista del cielo, con las armas
de la cruz y de la penitencia; su pan será la ceniza, su
bebida las lagrimas, su comida el ayuno, su sueño la
vigilia, su cama el suelo, su gala el silicio, su espejo la
muerte, su tocador la eternidad, su paseo la oración, su
conversación el silencio, su refrigerio la disciplina, su
ejercicio la penitencia. Así conquistaré el reino de los
cielos que padece fuerza; así lo conquistaron los
mayores santos: ¡ay de mi, que nada de este he hecho
hasta aquí! Mi protector en esta hora será San
Francisco de Paula, a su imitación aborreceré mi
cuerpo, sus regalos, delicias y pasatiempos; haré
penitencia aquí, para descansar en el cielo por una
eternidad.

OJOS A DIOS
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RECATO

20. En esta hora, Dios mío, os entrego


mis ojos, ciegos con vista, curadlos vos que dais vista a
los ciegos; oscuros con luz, dádsela vos que sois la
lumbre de mis ojos. Ellos me robaron algún día el
corazón, desde hoy os he de robar el corazón con ellos:
por ellos me entró la muerte, por ellos ha de entrarme la
vida; me perdí con ellos viendo, con ellos me ganaré
llorando; pagaré con lágrimas las vistas, cesarán las
vistas y empezarán las lágrimas; lloraré, Padre mío,
cuanto vi por afición, por curiosidad, por gusto, sin
recato y sin miramiento; los apartaré en esta hora para
que no vean la vanidad; fijos en vos, Dios mío, como los
ojos de la esclava en las manos de su señora; fijos en
tierra, principio de mi ser, recuerdo de mi mortalidad.
Haré un pacto con ellos, para que solo vean lo que no
puede dañar, y no vean lo que me puede ofender; para
que vean lo que visto trae pensamientos santos, y no
vean lo que visto trae pensamientos feos. Este será mi
ejercicio: mi protector será San Luis Gonzaga, que entre
las delicias de palacio, refrenó los ojos para no ver ni
aún lo permitido, a su imitación los cerraré yo, para que
vos me los abráis al conocimiento vuestro, aquí viviendo
por fe y por clara visión en el cielo por una eternidad.

PALABRAS A DIOS

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SILENCIO

21. En esta hora, Dios mío, os entrego


mis palabras. ¡Oh, y cuantas han salido de mi boca
vanas, ociosas, perdidas, murmuratorias, provocativas,
escandalosas, llenas de envidia, odio, simulación y
vanidad! ¿Qué ha sido de mi boca, sino un sepulcro
abierto por donde salían los malos olores de mi alma?
¿Qué mi lengua, sino una serpiente venenosa, picando
en todo y a todos, a mis superiores, a mis iguales, a mis
inferiores, al rico, al pobre, al virtuoso y al que no lo era?
Y si de una palabra ociosa se ha de dar estrecha
cuenta, ¿qué será, miserable de mí, de tantas como
hablé? Si en el hablar mucho nunca faltó pecado,
¿cuánto habrá pecado, quien siempre habló mal, y
mucho? ¡Oh, Señor, misericordia de mi! ¡Perdonad mis
palabras, vos que sois Palabra de eterna verdad! Desde
hoy propongo poner un candado en mi boca, una
guarda a mi lengua, una puerta de circunstancias a mis
labios, y un peso fiel a todas mis palabras. El candado
será el silencio, la guarda vuestro santo temor, la puerta
de circunstancias la prudencia, el peso la caridad: desde
hoy será el silencio guarda de mi corazón callaré
hablando solo lo preciso, a gloria vuestra, bien del
prójimo y de mi alma: mi protector en esta hora, será
San Bernardo, ejercitadisimo en esta virtud a fuerza del
trato interior: callaré, Señor, para que vos habléis en
silencio a mi corazón palabras de vida eterna, donde os
espero ver: así sea, por una eternidad.

LIBERTAD A DIOS
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OBEDIENCIA

22. En esta hora, Dios mío, os entrego mi


libertad; me la disteis, Señor, como a criatura racional.
¡Qué beneficio! ¡Qué favor! ¡Qué merced! poner en mi
mano el fuego y el agua, la muerte y la vida, el pan y el
cuchillo, el remedio y el daño, gloria eterna, o muerte
eterna. ¡Pero, oh, mi Dios, y que mal usé yo de esta
merced! Lo que me disteis para merecer, lo emplee para
pecar, lo que me disteis para elegir corona, lo dediqué
para elegir ignominia eterna. Libre, me hice siervo de mi
apetito; libre, me hice esclavo del demonio; libre para
serviros, me hice mas libre para ofenderos. ¡Oh, libre
albedrío, diré con Santa Teresa de Jesús, tan esclavo
de tu propia libertad, si no vives enclavado con el temor
y amor de quien te crío: oh, cuando será aquel día, que
te has de ver ahogado en aquel mar infinito de la suma
verdad, donde ya no serás libre para pecar, ni lo querrás
ser! ¡Oh libertad! Pero ya se acabó para mi. Dios mío,
quiero vivir sujeto en todo y por todo a vos, a vuestra
luz, a vuestra ley, y a la razón; que vivir con espíritu,
esto es libertad. Obediente estaré a mi Prelado, a mi
Director, no haciendo cosa sin su voluntad: mi ejercicio
en esta hora será ponerme todo en manos de la
obediencia, renovarla, cumplirla y vivir obediente hasta
morir, por amor del que obedeció hasta la muerte de
cruz. Será mi protectora Santa Catalina de Sena, tan
dada a esta virtud, que nada hacia sin licencia de su
confesor. Obedeceré yo también, para que cantando en
la muerte victoria, logre palma eterna en la gloria.

TENTACIONES A DIOS
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TEMOR

23. En esta hora, Señor, os entrego mis


tentaciones. No os pido que me libréis de ellas, si han
de ser para mi ejercicio, mérito, gracia y coronas; solo
si, que no me dejéis caer en la tentación. Por todas
partes me persiguen, mundo, demonio y carne; esta con
sus apetitos, el demonio con sus engaños, y el mundo
con sus embelesos dentro y fuera, velando y durmiendo
tiran a perderme. ¿Qué hará mi flaqueza si le falta
vuestra gracia, vuestro auxilio, vuestra luz y vuestra
piedad? Oh, Dios mío, no la desmerezca yo con mi mala
correspondencia a vuestras luces, con mi terquedad a
vuestras inspiraciones, y con mi poco reparo en cometer
culpas veniales. no ponga yo el hilo de que se me
prepare el lazo, la enfermedad, de que se me siga la
muerte; no ponga yo aquella disposición última, que sea
para mi ruina la última disposición. Tenedme, Señor,
antes de llegar aquí por vuestro amor, por vuestra
Sangre, por vuestra Madre María Santísima, a quien
desde ahora invoco para no desmerecer esta gracia.
¡Este es mi temor, si la desmerecí ya, o si la
desmereceré parta el tiempo de morir! Oh, Señor, ¿qué
temo, si esto no temo?¿ que lloro, si esto no lloro?
Lloraré a lagrima viva haberla desmerecido, temeré no
volverla a desmerecer. Este será mi ejercicio en la
presente hora, temor a Dios, a sus juicios; temor de no
oírle, de no corresponderle, de no aplicarme a su
servicio conforme a mi llamamiento. Será mi protector
San Vicente Ferrer, cuya voz continua era, Criaturas
temed a Dios. Os temeré, Dios mío, como a Padre, para
llegar a veros y amaros como hijo por una eternidad.

BENEFICIOS A DIOS

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AGRADECIMIENTO

23. En esta hora, Dios mío, os entrego


todos los beneficios que me habéis hecho, generales,
particulares, claros, ocultos, los que sé y los que no sé,
de todos me reconozco deudor por recibidos, mal
usados y poco agradecidos. Agradézcanlos por mí
cuantos corazones justos tenéis en el cielo y en la tierra;
mientras yo reconocido vuelvo los ojos al beneficio de
llamarme a penitencia después de haber caído en la
culpa. ¡Oh beneficio! Bien puedo decir me libraste del
infierno inferior y del lazo de los que cazan para una
eternidad. ¡Qué fuera de mí si no me librara vuestra
misericordia! Me hicisteis, me deshice, y me volvisteis a
hacer; me ganasteis, me perdí, y me volvisteis a ganar;
me resucitasteis, me maté, me volvisteis a resucitar;
¿pero cuando? Cuando mas muerto, mas deshecho y
mas perdido os ofendía yo sin ley y sin temor. ¡Oh
bondad sobre toda bondad, que hicisteis motivo de mi
culpa para llamarme a vuestra gracia! ¡Cuantos, Jesús
de mi alma, en este mismo tiempo, y con menos culpas
que yo se perdieron por una eternidad! ¿pues, por qué
ellos perdidos y yo ganado, yo escogido, yo señalado de
vuestra misericordia? ¿por qué de entre tanta multitud
de enfermos se fueron a este solo paralítico vuestros
divinos ojos? No hay respuesta a este porqué, sino
adorar y agradecer: este será mi ejercicio en la presente
hora; mis protectores cuantos santos penitentes
después de pecadores se veneran en la Iglesia; con
ellos os daré infinitas gracias, con ellos lloraré, y como
ellos me enmendaré: prometo, Señor, nunca ofenderos,
primero morir que pecar, así lo haré asistido de vuestra
gracia para agradeceros eternamente en la gloria.

ALMA A DIOS
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ADORACIÓN

24. En esta hora, Dios mío, os entrego mi


alma, vuestra es por todos los títulos de criada,
redimida, justificada y de otros mas: no despreciéis,
Señor, esta obra de vuestro poder, de vuestras manos y
de vuestros auxilios. A vos acudo como reo convicto
delante de su juez; perdonad a quien es vuestro; obró
mal, lo conoce, lo confiesa y lo llora: a vos acudo como
enfermo a su médico: sanadme, Señor, y sanará quien
está ciego, lunático y paralítico, y entre tanta
enfermedad suspira por la salud. A vos acudo como el
ciervo sediento a la fuente de aguas vivas: dadme,
Señor, el agua de la contrición, de las lágrimas y de la
penitencia, que me apague la sed de lo transitorio y me
aumente la de lo eterno. A vos acudo como esclavo a su
Señor, vasallo a su Rey, hijo a su Padre, y criatura a si
Criador; como a tal os adoro, y será en esta hora mi
ejercicio repetir actos de adoración en espíritu de
humildad y animo de verdadera contrición: os adorará
mi alma como a su principio, centro, bien y último fin, y
protestando vuestra suprema excelencia, os adoraré
también en el cuerpo, como que cuerpo y alma los debo
a vuestra misericordia. Será mi protector en esta hora
San Patricio, que cien veces al día y otras tantas a la
noche os adoraba con alma y cuerpo: asó os adoraré
yo, Dios mío, con todos mis sentidos, hasta que os
adoré con los ángeles en el cielo.

OBRAS A DIOS
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PERSEVERANCIA

25. En esta hora os entrego, Dios mío, y


con todo mi corazón, cuantas obras buenas tengo
hechas en este día. Vuelven las aguas al mar de donde
salieron; si algo bueno hay en ella de vos vino; de quien
desciende todo bien, y lo vuelvo a vos sin buscar mas
premio que vuestro divino agrado; y para que lo sean
valoradlas con vuestra piedad, rectificadlas con vuestro
amor, ilustradlas con vuestra gracia, suplidlas con
vuestra misericordia, juntadlas con la sangre de mi
Redentor, con los dolores de la Virgen, mi Señora, con
el amor de los serafines, con los suspiros de los
patriarcas, con los deseos de los profetas, con la
fortaleza de los mártires, con la mortificación de los
confesores, con la pureza de las vírgenes, y con la
perseverancia de todos los santos. Esta virtud será mi
ejercicio en la presente hora, la perseverancia en el bien
hasta el fin, para por corona la eterna salvación. Será mi
protector san Miguel Arcángel, a quien suplico me
defienda de los enemigos de mi alma, me asista en los
peligros de conciencia, aliente mi poco fervor, me quite
los estorbos de la virtud, para que perseverando en ella
logre el premio por una eternidad.

VIDA A DIOS
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MUERTE

26. En esta última hora en que mi cuerpo


se va a entregar al sueño, os entrego, Señor, mi vida,
porque puede acabarse mi vida en el sueño. ¡Cuantos
se acostaron sanos y amanecieron difuntos en el juicio
de Dios y en la eternidad! ¿Luego es posible me suceda
lo mismo esta noche? Pues si lo es, ¿cómo no tiemblo?
¿cómo no lloro? ¿cómo no me prevengo? ¿cómo está
mi conciencia? ¿cómo las cosas de mi familia y casa?
¿cómo me hecho a dormir, sin tener la misma
prevención que para morir? Señor, pequé, habed
misericordia de mí! Dulcisimo Jesús, sed para mi Jesús;
desde ahora para el trance de mi muerte, si sucediere
esta noche, llamo para que amparen mi alma todos los
santos que han sido mis protectores en este día. Madre
mía amantísima de los Dolores, rogad por mí. Ángel
Custodio mío, rogad por mí. San Agustín, rogad por mí.
Santa María Magdalena de mi alma, rogad por mí.
Santa Gertrudis, rogad por mí. Santa Teresa de mi
corazón, rogad por mí. San Joseph de mi vida, rogad
por mí. San Juan de la Cruz, rogad por mí. Jesús,
María, Joseph, Joaquín y Ana, rogad por mí. San
Francisco de Asís, rogad por mí. San Francisco de
Paula, rogad por mí. San Luis Gonzaga, rogad por mí.
San Bernardo, rogad por mí. Santa Catalina de Sena,
rogad por mí. San Patricio, rogad por mí. Arcángel San
Miguel, rogad por mí; y Vos, Dios mío, por intercesión
de tantos, recibid mi alma, juzgadla con clemencia, sea
la sentencia favorable, para que os vea, os adore y os
alabe por toda una eternidad. Amén.

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Sea esta obrita a honra y gloria de la Beatísima
Trinidad, de María Santísima de los Dolores, de su castisimo
esposo San Joseph, de Santa Teresa de Jesús, mi Madre, y a
la utilidad de las almas que desean servir a Dios.
MEDITACIONES
ABREVIADAS PARA TODOS LOS DIAS
DE COMUNIÓN.

PRIMERA

1- Considera a Cristo como Padre, considérate


como hijo, y puesto a sus pies todo el día, repite actos
de amor, obediencia, respeto, confianza y sujeción, que
son los oficios de un hijo para su padre. Haz cuenta que
eres el hijo pródigo, que pobre, desnudo, miserable, ya
vuelve en sí, acude a su casa; pídele que te reciba con
amor, que te eche los brazos de su piedad, que se
compadezca de tu desnudez, que vista la estola de su
gracia. Prométele no salir ya un punto de su obediencia,
de sujetarte a su ley, de respetar sus divinos juicios, de
amar entrañablemente a un Padre tan tierno y amoroso.
En estas consideraciones debes emplearte todo el día.

SEGUNDA

2- Considera a Cristo como juez; y como reo


convicto póstrate a sus plantas, confiésale de llano
todas tus culpas, confúndete de tu atrevimiento al
cometerlas, avergüenzate de haberle ofendido en su
presencia misma, y con muchisima humildad, pídele
perdón y date a ti mismo la sentencia. Condena tu
corazón a un perpetuo destierro de todo lo criado; tus
ojos a llorar, tu lengua al silencio, tu cuerpo al silicio y
penitencia; y si aún así no se da por satisfecho, que
sentencie su Majestad como gustare, que corte, queme,
abrace aquí, como perdone allá. En estas
consideraciones propias de un reo con su juez debes
emplearte todo el día.
TERCERA

3- Considera a Cristo Sacramentado como


Pastor, pues lo dice el mismo: Yo soy Pastor bueno.
Hágase el alma ovejita de este divino Pastor, y mansa y
humilde, conózcalo por el traje humano que quiso vestir
para conciliarse nuestro amor, como el pastor que va
vestido con pieles de ovejas para que estas le sigan
mejor, dele infinitas gracias por este beneficio, siga sus
pasos en fe e imitación de su santa vida; oiga los
amorosos silbos, que continuamente va dando en su
corazón, llamándolo a mas perfección de vida; pídale
que la lleve por los pastos y aguas saludables de la
verdadera doctrina, que le defienda del lobo infernal,
etc. y en estas consideraciones vaya empleando todo el
día de la Comunión.

CUARTA

4- Considere a Cristo como a médico, a su alma


enferma, y puesto en su presencia descúbrale todas sus
llagas, miserias y pasiones; especialmente las que mas
le dominan. Dígale lo que el leproso: Señor, si queréis
me podéis limpiar; pues quered por vuestra misericordia.
Dígale lo que el paralítico: Señor, no tengo hombre que
me cure si no me curáis Vos Hombre Dios, que viniste a
curar a todo el mundo. Recetad, médico de mi alma,
cuanto queráis, que a todo estoy y lo recibiré con gusto.
Con estas consideraciones debe emplearse todo el día
de la Comunión.

QUINTA

5- Considera a Cristo como a Maestro y


considérate como discípulo. Oye sus lecciones,
imprímelas en tu memoria, ponlas en ejecución. Pídele
que te enseñe el A B C de la perfección cristiana, que es
el amor de Dios y del prójimo. Dile con aquel otro
discípulo: Maestro mío, ¿qué haré para conseguir la
vida eterna? ¿para vencerme a mi, a mis pasiones, mis
resabios? ¿qué haré para salvarme en mi estado? Oye
lo que te habla al corazón todo el día. Está pendiente de
su boca, pregúntale en tus dudas, consúltale para todas
tus resoluciones, y ve todo el día empleado en estas
consideraciones.

SEXTA
6- Considere a Cristo como Rey, y luego como
fiel vasallo recíbalo en su casa, dele por trono su mismo
corazón, puro, limpio y desapegado. Póngase ante su
presencia con grandisima sumisión, ofrézcale
obediencia, ríndale vasallaje, y llame a todas sus
potencias y sentidos para que se le rindan también.
Preséntele memoriales, y pídale gracias, que lo haga
caballero de la cruz en que murió, guardia del Cuerpo
sacratísimo que le ha dado en manjar, exento de toda
culpa grave y leve, etc. y últimamente, que le de oficio,
aunque sea del criado mas bajo e inferior dentro de su
palacio. Jardinero de la Reina de los Cielos, para
poderle presentar flores, la azucena de la castidad, el
clavel de la mortificación, la violeta de la humildad, etc. y
todo el día empléese en estas consideraciones.

SEPTIMA

7- Considera a Cristo como Redentor, y


considera a la alma como palomita, haciendo nido y
morada en sus heridas. Éntrese en las espinas, y
allí pídale la pureza en sus pensamientos; a las de
las manos, y pídale la rectitud en todas sus obras,
luego a las de los pies, y pídale que enderece sus
pasos hacia su Santa Ley. Últimamente en la
herida de su costado, y vaya allí meditando todo el
día, bebiendo de aquella sangre y agua; pidiéndole
inflame su corazón en amor suyo, que lo purifique
de cuanto sea desagradable a sus ojos, que lo
rectifique, lo conforte, lo serene. En estas
consideraciones debe emplearse todo el día.

EPISTOLARIO

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