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Las causas que motivaron la invasión de Irak han sido objeto de una gran
polémica. Así, Estados Unidos argumentaba que Irak poseía armas de destrucción
masiva, al tiempo que afirmaba que existían vínculos entre el régimen de Saddam
Hussein y el grupo terrorista Al Qaeda. Sin embargo, no logró demostrarse la
existencia de armas de destrucción masiva ni la relación entre Sadam Hussein y Al
Qaeda.
Con el final de la guerra del Golfo (1991), Irak fue obligado a desmantelar sus arsenales de
armas de destrucción masiva y a someterse al control de los inspectores de la ONU, al
tiempo que se determinaba una zona de exclusión aérea.
Por otra parte, se impuso un estricto bloqueo económico por el cual se prohibían
las exportaciones de petróleo iraquíes. No obstante, este bloqueo se flexibilizó,
permitiendo la venta de petróleo para adquirir alimentos y medicinas. Al amparo de la
ONU, este programa fue bautizado como “petróleo por alimentos”.
La llegada de George W. Bush a la Casa Blanca pondría más aún en el punto de mira a Irak.
Así, el régimen iraquí quedaba incluido en el denominado “eje del mal”, mientras el
presidente Bush insistía en los vínculos entre Irak y la organización terrorista Al Qaeda.
Por su parte, las tropas de la coalición continuaban buscando a Saddam Hussein, mientras
que las armas de destrucción masiva continuaban sin aparecer. Finalmente, Saddam fue
capturado un 13 de diciembre de 2003, siendo juzgado, condenado a muerte y ejecutado
a finales de 2006.
Además del terrible drama humano, con cientos de miles de muertos y desplazados, la
guerra de Irak supuso un gran coste económico para Estados Unidos. En este sentido, el
economista Joseph Stiglitz llegó a afirmar que fue la guerra más onerosa que Estados
Unidos ha afrontado desde la Segunda Guerra Mundial.
Continuando con el gran desembolso que supuso la guerra de Irak en Estados Unidos,
Stiglitz aporta el siguiente dato: si en la Segunda Guerra Mundial el gobierno debía asumir
un coste de 100.000 dólares por cada soldado, esa cifra se multiplicó por cuatro en la
guerra de Irak. Y es que, los campamentos estadounidenses eran auténticas ciudades
dotadas de toda clase de telecomunicaciones e instalaciones deportivas, todo ello sin
olvidar el coste económico de los cuidados médicos que precisa un soldado herido.