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8
Cuando leer es hacer:
la enunciación en el discurso
de la prensa gráfica

Procuraré esbozar aquí los contornos de lo que me parece ser un nuevo te-
rritorio de la semiología: el del sentido en recepción o, si se prefiere, el de
los «efectos de sentido». La «primera semiología» (la de la década de 1960)
puede caracterizarse como inmanentista: se trataba de definir un «cor-
pus» y de atenerse a él a fin de describir el funcionamiento connotativo
del sentido; ante los enfoques psicologizantes o sociologizantes, era nece-
sario valorizar el mensaje mismo.1 La «semiología de segunda genera-
ción» (la de la década de 1970), al tratar de superar un punto de vista un
poco estático y taxonómico, comenzó a hablar de producción de sentido
por influencia (difusa) de las «gramáticas generativas»: partiendo de los
textos, se trataba de reconstituir el proceso de su engendramiento.2 Suge-
riré que la semiología de la década de 1980 debe ser una semiología capaz
de integrar en su teoría los «efectos de sentido» o no será nada. Sólo así
abarcará el conjunto de su esfera: el proceso que va desde la producción
de sentido hasta el «consumo» de sentido, donde el mensaje es un punto
de pasaje que sostiene la circulación social de las significaciones.
El problema no es sencillo, pues un mensaje nunca produce un efec-
to de manera automática. Todo discurso bosqueja un campo de efectos

1. Como lo había hecho Barthes, por ejemplo, en A propos de deux ouvrages


de Claude Lévi-Strauss: sociologie et sociologique, Information sur les sciences
sociales I (4), diciembre de 1962; L'imagination du signe, Arguments 27-28,
1963, texto retomado en sus Essais Critiques.
2. Una obra clave en el paso a la semiótica de «segunda generación» fue el
libro de Julia Kristeva, Recherchespour une sémanalyse, París, Seuil, 1965. |Kn
Obra Completa, Madrid, Fundamentos, 1999.]

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de sentido y no un efecto y sólo uno. El paso de la producción a la recep- es decir, a lo oral. En el caso de la prensa gráfica, por ejemplo, n<> luiy.
ción (aunque prefiero llamar a esta última «reconocimiento») es comple- hablando con propiedad, una situación de enunciación que abarquo ¡\a vez al loc
jo: no hay una causalidad lineal en el universo del sentido. Al mismo
tiempo, un discurso dado no produce cualquier efecto. La cuestión de los go, la distinción entre enunciado y enunciación es perfectamente-
efectos es, por consiguiente, insoslayable. aplicable al discurso de la prensa gráfica; y hasta es fundamental \¡;\a comprend
En esta semiología de «tercera generación» se plantea una proble-
mática destinada a aportar una contribución capital: la relativa al fun- nos limitaremos aquí a interpretar la oposición enunciado/enundn
cionamiento de la enunciación. ción como reflejo de la distinción entre lo que se dice y las modalida-
des del decir.
En un discurso, sea cual fuere su naturaleza, las modalidades do I
La enunciación decir construyen, dan forma, a lo que llamamos el dispositivo de enun-
ciación. Este dispositivo incluye:
Conviene no separar el concepto de «enunciación» del par de términos 1. La imagen del que habla: llamamos a esta imagen «el enuncia-
enunciado/enunciación. El orden del enunciado es el orden de lo que se dor». Aquí, el término «imagen» es metafórico. Se trata del lugar
dice (de manera aproximativa, podría afirmarse que el enunciado es del (o los lugares) que se atribuye a sí mismo quien habla. Esta ima-
orden del «contenido»3); la enunciación, en cambio, corresponde no al or- gen contiene pues la relación del que habla con lo que dice.
den de lo que se dice, sino al decir y sus modalidades, a las maneras de 2. La imagen de aquel a quien se dirige el discurso: el destinatario. El
decir. Si comparamos dos frases: «Pedro está enfermo» y «Yo creo que productor del discurso no solamente construye su lugar o sus luga-
Pedro está enfermo», se puede decir que lo que se enuncia es idéntico en res en lo que dice; al hacerlo, también define a su destinatario.
ambos casos: el estado de salud predicado de Pedro. Si estas dos frases 3. La relación entre el enunciador y el destinatario que se propone
son diferentes, no lo son en el plano del enunciado, sino en el plano de en el discurso y a través del discurso.
la enunciación: en la primera, el locutor afirma que Pedro está enfermo Hay pues que distinguir bien, por un lado al emisor «real» del enun-
(podemos decir: el enunciador presenta la enfermedad de Pedro como ciador, y por otro lado, al receptor «real» del destinatario. Enunciador y
una evidencia objetiva); en la segunda frase, el locutor califica lo que di- destinatario son entidades discursivas. Esta doble distinción es funda-
ce como una creencia y se atribuye esta última. mental: un mismo emisor podrá, en discursos diferentes, construir
Lo que varía de una frase a otra, no es lo dicho, sino la relación enunciadores diferentes, según, por ejemplo, el target al que se apunta;
del locutor con lo que dice, las modalidades de su decir. Los pronom- al mismo tiempo, construirá a su destinatario de una manera diferente
bres personales son, típicamente, elementos lingüísticos que se si- en cada ocasión.
túan en el plano de la enunciación y no en el plano del enunciado. Así Todo soporte de prensa contiene su dispositivo de enunciación: este
es como «yo» resulta una expresión «vacía»: podríamos decir que no se último puede ser coherente o incoherente, estable o inestable, puede es-
«llena» hasta el momento mismo en que se la utiliza, pues por sí sola tar cabalmente adaptado a su público de lectores o adaptado sólo en
no designa más que a la persona que la emplea en un momento dado. cierto grado. En el caso de la prensa gráfica, llamaremos a este disposi-
Es por ello que los lingüistas tienen la costumbre de asociar los ele- tivo de enunciación el contrato de lectura.
mentos de la enunciación a las situaciones de habla: como «yo», «us-
ted», «aquí», «ahora», «ayer», etc., los elementos referentes a la enun-
ciación estarían íntimamente vinculados a lo que se llama, La enunciación y el «contenido»
precisamente, la «situación de enunciación». Ahora bien, el inconve-
niente de dar una definición situacional de la enunciación es que tal Estudiar el dispositivo de enunciación, es decir, el contrato de lectura
definición sigue demasiado asociada al funcionamiento de la palabra, ¿implica dejar de lado el «contenido», desinteresarse del nivel del enun-
ciado? Ciertamente no. Si la distinción entre enunciación y enunciado
3. De una manera aproximativa, pues el par enunciación/enunciado no es importante, lo es porque un mismo contenido (lo indicamos res poeto
coincide con el par forma/contenido. de la enfermedad de Pedro) puede enmarcarse mediante modalidades

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de enunciación muy diferentes.4 Lo que el enunciador dice, las cosas de de vida» proponen categorías de análisis que no tienen
las que se supone que habla, constituyen una dimensión importante del fieldad en lo que a la prensa se refiere: no hay ningún pasaje pivrimí <-n
contrato de lectura. Pero está claro que cuando se presta atención al tre tal o cual categoría de estilo de vida y una recomendación de CH! rn
dispositivo de enunciación, ya no se analiza el enunciado de la misma tegia redaccional o una argumentación convincente para atraer .1 Ion
manera en que lo hace, por ejemplo, el análisis de contenido. anunciantes; ese paso es siempre de naturaleza intuitiva. En cii:int.<> ni
El hecho de que un mismo contenido, un mismo dominio temático, análisis de contenido clásico, su capacidad de descripción sólo nlc;m/,.i
pueda estar a cargo de dispositivos de enunciación muy diferentes ad- un aspecto del contrato de lectura: las variaciones temáticas que scdnn
quiere un interés particular en el caso que nos ocupa, el de la prensa grá- dentro del contenido del soporte. Estas variaciones no son desdeñable»,
fica. En relación con los problemas de posicionamiento de los soportes de pero las más de las veces distan mucho de ser la dimensión más impor-
prensa, muy a menudo tenemos que vérnoslas con universos de compe- tante. En cambio, en cuanto al funcionamiento de la enunciación, est,;i
tencia muy cerrados, en los que varias revistas, muy semejantes entre sí es una dimensión que escapa, por definición, al análisis de contenido,
desde el punto de vista temático, se dividen un lectorado relativamente puesto que la enunciación no corresponde al orden del contenido.
homogéneo en cuanto a su perfil sociodemográfico. El caso de las revis- De modo que, en este terreno, la semiología tiene una importante
tas femeninas mensuales denominadas «de gama alta» son un buen contribución que hacer, y que le es exclusiva.
ejemplo. Ahora bien, en este tipo de casos, revistas que cubren aproxima-
damente los mismos temas, es decir, difícilmente distinguibles en cuan-
to a su contenido, pueden resultar muy diferentes unas de otras en el Variaciones enunciativas
plano del contrato de lectura. De modo que el estudio de este último es lo
que puede permitir captar exactamente la especificidad de un soporte y En la portada de un soporte de prensa, el enunciador puede hacer mu-
valorizar esta especificidad en relación con sus competidoras. chas cosas (fig. 1) o muy pocas (fig. 2); puede interpelar al destinatario
Otro ejemplo es el de los sectores nuevos, más o menos especializa- a través de la mirada del o de la modelo (fig. 1) o, por el contrario, man-
dos. Vemos florecer una multiplicidad de nuevos soportes que procuran tener al destinatario «a distancia», es decir, proponerle un lugar de es-
constituir su colectivo de lectores alrededor de un centro de interés (in- pectador que mira a un personaje que no le devuelve la mirada (fig. 2).
formática, juegos electrónicos, vídeo, etc.). Evidentemente, de tales re- Para un soporte de prensa, las modalidades de enunciación de la porta-
vistas sólo sobrevivirán aquellas que logren construir un contrato de da son un factor esencial de la construcción del contrato: la portada
lectura adaptado al terreno en cuestión: el éxito (o el fracaso) no pasa puede mostrar, de manera a la vez condensada y precisa, la naturaleza
por lo que se dice (el contenido), sino por las modalidades de decir el del contrato o bien ser más o menos incoherente con respecto a este úl-
contenido. timo.
Con frecuencia, el estancamiento o la baja de lectores resulta de Veamos una portada de Marie France (fig. 3). En ella toma su lugar
una alteración progresiva e imperceptible del contrato, o bien de la in- un cierto enunciador. Ante todo, ese enunciador clasifica: los artículos
troducción de modificaciones de redacción que engendran una incohe- anunciados están claramente enmarcados por renglones explícitos:
rencia en el contrato. Lo que crea el vínculo entre el soporte y su lector «Moda», «Medicina», «Artes». En segundo lugar, jerarquiza: mediante la
es el contrato de lectura. tipografía y el color, destaca un tema como más importante que los de-
Como puede verse, la semiología de la enunciación, aplicada a la más: «Especial Tejidos». En tercer lugar, cuantifica: «10 pantalones»,
identificación y al análisis detallado del contrato de lectura de los so- «10 botas», «20 modelos con explicaciones». En cuarto lugar, formula
portes de prensa, suministra informaciones específicas que no se pue- preguntas: «Parto: ¿cuál es el mejor método?», «¿Se puede vivir del pro-
den obtener por ningún otro método existente. Cuando se trata precisa- pio talento?». En quinto lugar, como puede verse, esas preguntas tienen
mente de clasificar soportes de prensa cuyo lectorado tiene una una forma impersonal, reforzada por el «se» del título: «Se hacen H. L.
composición casi idéntica, la manipulación de los datos sociodemográfi- M. con edificios antiguos». Por último, y en sexto lugar, se presenta una
cos alcanza un techo que no puede superar. Los métodos del tipo «estilo imagen que es soporte de moda y uno de los títulos remite a la moda: el
texto y la imagen están pues articulados entre sí y en el interior de la
4. Por supuesto, el caso inverso también puede ser interesante. revista, en los artículos anunciados, reaparecen los temas de moda r<>

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presentados por la modelo de portada. La configuración de todos esos Orden, intensa articulación entre los elementos, posición d<- < non
elementos anuncia un enunciador pedagógico que preordena para el ciación pedagógica (Marie France); presentación en paralelo de don d i n
lector el universo del discurso; que va a guiarlo, que va a contestar sus cursos que no se tocan: la distancia «objetiva» del testimonio y del i r
preguntas, a explicarle, en suma a informarlo, manteniendo sin embar- portaje, por un lado; la moda, refinada y silenciosa, por el otro (Muíi,
go con él una distancia objetiva. Claire); complicidad alrededor de un estilo de vida del que la revista es,
Comparemos esa portada con otra, ahora de Marie Claire (fig. 4). En de algún modo, la «marca» (Cosmopolitan). Tres revistas femenimiH,
este caso no hay ninguna clasificación; todos los títulos se presentan en tres modalidades diferentes de anunciar un contrato en la portad;i.
una lista compacta, y por su tamaño tienen todos una importancia com- Evidentemente, la presencia o la ausencia de una posición de enun-
parable. Como en el caso anterior, la imagen de la modelo es soporte de ciación pedagógica no es sólo una cuestión de lenguaje; tiene que ver
moda, pero un solo texto podría articularse con ella: «30 vestimentas además con los modos de tratamiento de la imagen. Otro sector clásico
anti-frío». Si la imagen se hace cargo de la moda, el enunciador Marie de la prensa gráfica, el de las revistas de decoración, ofrece múltiples
Claire habla de muchas otras cosas: las relaciones amorosas, la sexua- ejemplos de variaciones enunciativas en la imagen. Por un lado, reen-
lidad, el robo en la calle. La imagen y los textos están aquí mucho más contramos la estrategia pedagógica, cuando todos los elementos del tra-
disociados, montados en cierto modo en paralelo y nos encontramos tamiento fotográfico -los cromatismos, la nitidez homogénea de los ob-
además ante un enunciador que deja a la lectora la libertad de decidir jetos, la uniformidad de la iluminación, las señales de ocupación del
la importancia relativa de los temas tratados. Hay distancia, como en el lugar (por ejemplo, una chimenea encendida)— están allí para significar
caso anterior (pues no aparece ninguna interpelación, ningún «noso- que el enunciador tiene una voluntad informativa (fig. 5). El destinata-
tras», ningún «usted» que establezca un vínculo con la destinataria) pe- rio es definido como alguien motivado por una intención apropiativa y
ro es una distancia sin pedagogía. práctica; el hecho de que el destinatario evalúe cada elemento, con mi-
Al examinar una portada de Cosmopolitan (fig. 1) entramos en un ras a una posible utilización, es la cuestión esencial. Por otro lado, en los
universo completamente diferente. Ante todo, se transmite comparativa- productos de nivel más alto del sector, encontramos imágenes que ocul-
mente una impresión de mayor desorden: mucho texto, distribuido en tan tanto como muestran una decoración. En este caso (fig. 6), la mane-
unidades complejas, cada una de ellas con dos niveles. Hasta podríamos ra de mostrar es tan importante, si no más importante, que aquello que
decir que el enunciador exhibe un cierto desorden: el vínculo con la lecto- se muestra: la imagen invita al destinatario a tomar la distancia del es-
ra no se construye precisamente sobre la pedagogía de la clasificación. En pectador, a adoptar un punto de vista estético y, por lo tanto, a anular
el interior de esta combinatoria, el enunciador dialoga con la destinata- toda motivación apropiativa. La diferencia es muy importante y tiene
ria, y hasta pone en escena la palabra de esta última: «¿Por qué ellos múltiples consecuencias en todos los niveles de funcionamiento del dis-
siempre me dejan?». «Gano, luego existo», dice la lectora en el título prin- curso de la prensa gráfica. Porque la posición de enunciación pedagógica
cipal, y el subtítulo completa: «La verdadera liberación son nuestros sala- define al enunciador y al destinatario como desiguales: el primero mues-
rios», donde el nuestros construye un colectivo que incluye a la vez al tra, explica, aconseja; el segundo mira, comprende, saca provecho. La po-
enunciador y al destinatario. Se instaura así un juego de lenguaje que ex- sición de enunciación «distanciada» y no pedagógica induce cierta sime-
presa la complicidad entre ambos. Este marco de complicidad (en las an- tría entre el enunciador y el destinatario: el primero, al exhibir una
típodas de la distancia didáctica) le permite a Cosmopolitan transmitir manera de ver las cosas (fig. 7), invita al destinatario a adoptar el mismo
valores implícitos, dar consejos, impulsar cierta liberalización de las cos- punto de vista o al menos a apreciar la manera de mostrar tanto como lo
tumbres. En este caso, la imagen de portada se construye de una manera que se muestra. Por esta razón esa enunciación «distanciada» termina
muy diferente de la empleada en Marie France y Marie Claire: no es un por proponer un juego al destinatario, un juego en el que el enunciador y
soporte de moda. En efecto, lo que la modelo lleva puesto prácticamente el destinatario se sitúan en el marco de una complicidad creada por el he-
no se ve y además no tiene ninguna importancia: esta figura de mujer es cho de que comparten ciertos valores culturales. Queda claro pues que
una suerte de «logotipo» abstracto. La imagen tiene aquí la función de esas variaciones en la enunciación están asociadas a los «niveles de ga-
materializar un modo de vida: «Vivir al estilo Cosmopolitan» (nombre de ma» de los soportes.
una rúbrica permanente de la revista), modo de vida que se transmite En el universo de la prensa de actualidad, la voluntad de transpa-
mediante la complicidad que establecen los títulos. rencia (o, por el contrario, de relativa opacidad) del enunciador se trn-

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duce en modalidades de escritura muy diferentes. Tomemos un ejemplo. Esta maniobra enunciativa fundamental, que am:;i;:¡< en • < ' / • / / / '
Uno de los principales problemas que debe resolver la prensa semanal cierto saber al destinatario (al construirlo como más o monos mluí nm
de actualidad es el de decidir por dónde pasa la frontera entre lo que se do», más o menos «cultivado», más o menos capaz de identificar ; i l i i - . m
va a presentar como ya conocido por el lector y aquello que se lleva a nes, etc.) determina la «transparencia» o la «opacidad» relativ;i « l i - l < l i
proporcionar como información (es decir, lo que se presentará como no curso. Que un discurso sea comparativamente opaco signiluM < i ' "
conocido por el destinatario). No siempre es sencillo trazar este límite y privilegia la enunciación por encima del enunciado, que exhibo su:; mu
los semanarios de actualidad pueden clasificarse según el modo de «do- dalidades de decir más que lo que dice.
sificar» los elementos informativos y los elementos no informativos.
Consideremos estos dos títulos:
(1) Líbano: la negociación fracasó. De la producción al reconocimiento
(2) El fracaso libanes.
El título (1) es informativo; el título (2) no lo es. El título (1) presen- Posición didáctica o no didáctica, transparencia u opacidad, distand;i n
ta el fracaso como una información que se le proporciona al destinata- diálogo, objetividad o complicidad, valores compartidos en el nivel de lo
rio, es decir, ese título supone que el destinatario sabe que en el Líbano dicho o en el plano de las modalidades del decir, fuerte articulación do
se está desarrollando una negociación, pero no sabe que esa negociación los niveles o discursos presentados «en paralelo», grado y tipo de saber-
acaba de fracasar. Ninguno de los elementos del título 2 es informativo atribuidos al lector: a través de las decisiones tomadas respecto de os
en relación con el acontecimiento: lo que anuncia 110 es que haya fraca- tas dimensiones (que, por supuesto, admiten diferencias de grado) y do
sado la negociación en el Líbano, sino que el enunciador va a hablar de muchas otras, se construye el contrato de lectura; hay un enunciador
ese fracaso, cuya existencia se da como conocida por el destinatario. que le propone a un destinatario ocupar un lugar.
Un soporte como París Match, por ejemplo, es informativo en todos El análisis semiológico tiene por objeto identificar y describir todas
los niveles de organización de su texto (título de portada/título del artí- las operaciones que, en el discurso del soporte, determinan la posición
culo en el interior de la revista/volanta/epígrafe de la fotografía/texto de enunciador y, en consecuencia, la del destinatario.
del artículo). En cada uno de esos niveles, se da al destinatario una in- En este sentido, conviene hacer tres observaciones:
formación que se supone que no tiene. Al avanzar desde el título hacia -Ante todo, el análisis nunca trabaja con un solo soporte: se sitúa en
el artículo, el lector progresa en la información, pero en cada etapa ob- un universo de competencia dado, dentro del cual procura identificar
tiene parte de ella; si se detiene en medio de la marcha, ya sabe algo del qué es lo que establece la diferencia entre los soportes, lo que contribuye
evento en cuestión. París Match permite así varios niveles de lectura. a definir la especificidad de cada soporte dentro del universo elegido.
En los semanarios llamados «news», en cambio, todos los elementos En otras palabras, el análisis siempre es comparativo.
que enmarcan el texto de los artículos (títulos y volantas) son opacos, no -En segundo lugar, las operaciones que se toman en consideración
informativos: sólo tienen la función de incitar al lector a leer el artícu- deben ser regulares, esto es, deben constituir invariantes, modalidades
lo. Si el lector se limita a recorrer los títulos, no obtiene información so- de discurso que se repiten y que, en consecuencia, dan cierta estabilidad
bre los acontecimientos; lo que encuentra es un juego de lenguaje que a la relación soporte/lector.
sirve para construir la complicidad entre el enunciador y el destinata- -En tercer lugar, si bien en un primer momento el análisis consisto
rio, mediante el empleo de elementos que remiten permanentemente a en identificar y describir de manera precisa cada operación enunciati-
objetos culturales que se supone que uno y otro conocen. Cada título es va, luego procura establecer las relaciones que se dan entre las opera-
una «clave» cuya descodificación funciona como «prueba» de pertenen- ciones: una propiedad discursiva aislada no determina nunca un con-
cia a un universo cultural compartido: trato; este último es el resultado de una configuración de elementos.
Dicho de otro modo, el análisis debe delimitar la lógica de conjunto de
Troyat: «Destruir, dice él» cada soporte incluyendo, por supuesto, sus eventuales incoherencias y
Vacaciones de los franceses: el azar y la necesidad contradicciones.
Restos y susurros Un análisis del dispositivo de enunciación es lo que yo llamo un
análisis en producción; pero el contrato se consuma, más o menos ¡u-i

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badamente, en el momento de la lectura: en reconocimiento.5 De modo que los consumidores son más órnenos fieles. Como <-n mn< -li.i <•! i .< •
que es necesario indagar, entre los lectores del universo de competencia feras, el análisis semiológico sirve en este caso para liarrr JUM! iciu u In
estudiado, qué ocurre con los contratos propuestos por los soportes que especificidad del objeto estudiado; un soporte de prensa es, por nei in
forman parte de este universo, cuál es la eficacia relativa de cada con- un «producto», pero no es un producto como los demás.
trato, sus puntos fuertes y sus puntos débiles. Este es el objeto de la fa- El concepto de contrato de lectura implica que el discurso de un MCI
se de trabajo de campo que siempre debe completar el análisis semioló- porte de prensa es un espacio imaginario en el que se le proponen :il In
gico. En consecuencia, al estudiar cada soporte, es necesario trabajar tor múltiples recorridos; es, de algún modo, un paisaje en el cual el lec-
con sus lectores y sus no lectores, ya sea mediante entrevistas semidiri- tor puede elegir su camino con mayor o menor libertad, con zonas en IIIH
gidas, ya sea en grupos proyectivos: una vez que el análisis semiológico que corre el riesgo de perderse o que, por el contrario, están perled-a
nos ha permitido determinar las dimensiones fundamentales de cada mente señalizadas. Este paisaje puede ser más o menos llano, estar mas
contrato, lo que queda por hacer es testearlas. Partiendo de materiales o menos contrastado. A lo largo de su trayecto, el lector encuentra por
extraídos de los soportes estudiados se prepara una serie de ejercicios sonajes diversos que le proponen actividades diversas y con los cuales
proyectivos que inducen a los lectores y a los no lectores a pronunciar- siente más o menos ganas de entablar una relación, según la imagen
se acerca de los diversos elementos que ilustran cada aspecto del con- que le transmiten, la manera en que lo tratan, la distancia o la intimi-
trato de lectura: portadas, fragmentos de artículos, ejemplos de diagra- dad que le proponen. Un discurso es un espacio habitado, rebosante de
mación, variaciones en la articulación imagen/texto, variaciones en la actores, de escenarios, de objetos, y leer es «poner en movimiento» ese
organización de los elementos del encuadre (títulos/subtítulos/volan- universo, aceptando o rechazando, yendo más bien a la derecha o más
tas), etcétera, bien a la izquierda, dedicando más o menos esfuerzo, escuchando con
No insistiré sobre este aspecto, que se refiere a métodos de trabajo un oído o con los dos. Leer es hacer; de modo que hay que terminar con
de campo bien conocidos. Me limitaré a subrayar que, desde mi punto de el enfoque tradicional que se limita a caracterizar al lector «objetiva-
vista, el test del contrato de lectura forma parte de la estrategia de con- mente», es decir,pasivamente, en términos de nivel socioeconómico o de
junto de un procedimiento con vocación semiológica: en un enfoque se- estilo de vida, sin plantearse nunca la cuestión de saber qué hace (o qué
miológico completo, el análisis del corpus mismo queda «apresado» en- no hace) cuando lee: si llegamos a responder a esta pregunta compren-
tre la problemática de la producción y la problemática de la recepción. deremos mejor las razones por las cuales cada uno lee lo que lee.6
Ahora bien, en la etapa dedicada a precisar el modo de funcionamiento
de un contrato entre lectores y no lectores, no se trata de realizar un
análisis más o menos estandarizado de un material proyectivo obtenido El «en juego» semiótico
mediante entrevistas o en reuniones de grupo; la interpretación de los
datos del terreno está enteramente guiada por los resultados del análi- De esta problemática se desprende, en mi opinión, un cierto punto de
sis semiológico. Sólo a la luz de este último adquiere su verdadera sig- vista en relación con las cuestiones planteadas por Eric Fouquier
nificación el material referente a lo que los lectores y no lectores espe- (1983). El estudio de los efectos ¿forma o no parte del campo de la se-
ran, a sus intereses, a sus rechazos, a los elementos del imaginario que miología? Que mi respuesta sea resueltamente afirmativa no debe sor-
expresan. prender. Si bien en el marco de la «primera semiología» era posible du-
Sin el análisis semiológico del contrato de lectura, un estudio desti-
nado a reunir datos sobre un lectorado difícilmente pueda escapar a la
6. Mi fórmula «leer es hacer» recuerda, naturalmente, a la empleada para
banalización: en un sector determinado de la población, los consumido-
traducir al francés el título de la obra de [Cómo hacer cosas con palabras, Bar-
res de la prensa no tienen intereses, expectativas, motivaciones o nece- celona, Paidós, 1998.] J. L. Austin: Quand diré c'est faire (Cuando decir es ha-
sidades en general. Todos estos elementos están estructurados, organi- cer), París, Seuil, 1970. Más allá de este paralelo, aun falta saber cómo se defi-
zados, «trabajados» en permanencia por los discursos mediáticos a los ne el hacer implicado en la actividad lingüística, aspecto que no puedo
desarrollar en el marco de este capítulo. Me limitaré a subrayar que, en la obra
5. Sobre la distinción entre producción y reconocimiento, véase mi artículo de Austin y en los trabajos inspirados por ella, el concepto de «hacer» no deja de
«Sémiosis de l'ideologie et du pouvoir», Communications 28, pp. 7-20,1978. plantear serios problemas teóricos.

180 IXI
dar, para la «semiología de tercera generación» ya no lo es. Por cierto, las causas. Esta situación, esta extraña distribución <!•• romi». I r m mu,
para esta última el verdadero objeto no es el mensaje mismo (sea cual desemboca en lo que Roland Barthes denunció hace l,iciii|>u « I M K M M ' M m<
fuere la manera de conceptualizarlo, como un conjunto de signos o como ocupan de los efectos de los mensajes sin interrogarse; ucrrr.-i < l i - ln im
un discurso) sino el proceso de producción I'reconocimiento del sentido, turaleza de las causas están inevitablemente condenados a miUmilr/.nr
sentido para el cual el mensaje no es más que el punto de pasaje. el signo.
Cuando se trabaja en la etapa del reconocimiento, uno debe abordar ( l!)«-li
dos conjuntos discursivos: un corpus cuyas propiedades se analizan y
un conjunto constituido por los discursos de los receptores (en este ca- Referencias bibliográficas
so, lectores y no lectores de determinados soportes de prensa). Definiré
pues la cuestión de los efectos como la de las relaciones sistemáticas en- Fouquier, É. 1983. Les effets du sémiologue. Notions opératoires pour
tre estos dos conjuntos: permanezco en la esfera de la semiótica porque une sémiotique del effets düs aux mass-médias, Sémiotique II. \':\, Institut de
sólo trabajo con relaciones interdiscursivas. En realidad, no veo clara-
mente qué podría ser «el efecto de sentido» de un discurso, desde el pun-
to de vista semiótico, sino otro discurso en el cual se manifiesta, se re-
fleja, se inscribe, el efecto del primero. Así es como, en el caso del estudio
del contrato de lectura, por un lado selecciono un corpus de soportes de
prensa que me permite trabajar en la etapa de producción a fin de re-
constituir la gramática de producción de cada uno de los soportes y por
el otro, procuro reconstituir, a partir del discurso de los receptores, las
gramáticas de reconocimiento que siempre son varias, puesto que un
dispositivo de enunciación dado nunca produce un solo efecto, sino
siempre varios, según los receptores.
En consecuencia, no estoy dispuesto a dejar la cuestión de los efec-
tos en manos de otros (psicólogos, sociólogos, psicoanalistas, etc.). Es
cierto que, en esta perspectiva, el semiólogo se encuentra en una posi-
ción difícil: por un lado, dice que un mensaje nunca produce un solo
efecto, que siempre son posibles numerosos efectos, y, por el otro, asegu-
ra que un mensaje nunca produce cualquier efecto. Creo que, cierta-
mente, si uno afirma ambas cosas a la vez, se halla en una situación
muy incómoda en lo que a causalidad se refiere.
Considero que hay que tratar de preservar esta ambigüedad y per-
manecer en una posición que consiste en decir que ningún efecto de sen-
tido es automático, que ningún efecto de sentido corresponde al orden
de una relación lineal causa/efecto, pero que al mismo tiempo hay efec-
to de sentido y que ese efecto tiene alguna relación con las propiedades
del mensaje.
¿Por qué hay que intentar permanecer en esta posición incómoda?
Porque si el semiólogo «deja el tema de los efectos en manos de otros»,
esto implica una ruptura extraña de la realidad. En efecto, ¿hay una
causalidad significante? Yo creo que sí. En ese caso, habría un especia-
lista de las causas (el semiólogo) incapaz de interrogarse sobre los efec-
tos y especialistas en los efectos (los otros) que no sabrían nada sobre

182
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