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LA SABIDURÍA DE LAS MULTITUDES, LECCIONES PRÁCTICAS PARA POLÍTICOS Y APLICACIONES

SOCIALES

DOLORES REIG

Dejaba esta mañana José Luis (@idocente) el enlace a un artículo de Derek Pozawek que, al estilo
de El fin de la soledad, creo imprescindible para recrearnos en algunas de las características de la
sociedad humana que inciden en el comportamiento de los uusarios en la web actual.

Es uno de los principios marcados en obras tan importantes como Planeta 2.0 para la web social y
uno de los que también marcarán y se verán impulsados por la mejora en los algoritmos que
supondrá la web semántica: La sabiduría, la alquimia (Pisani) incluso de las multitudes.

Más en los tiempos que corren, cuando llevamos días recibiendo noticias que parecen poner en
peligro el mejorable pero al fin y al cabo jardín de la libertad y conocimiento que vivimos en la red.

Quizás, como noto en algunos comentarios a Presentaciones anteriores sobre web 3.0 y demás, es
un concepto que no termina de entenderse. Cuando en 2004 Surowiecki escribía La Sabiduría de
las multitudes exploraba el mercado de valores, así como otros ejemplos clásicos en psicología.
Ese es el valor, además de proporcionar un contexto en la web actual, del artículo que
comentamos:

No se trata de que la gente sea más inteligente cuando está en grupo. Quizás todo lo contrario,
pero las multitudes enfrentadas a desafíos adecuados y con la interface adecuada, pueden ser
inteligentes. Cuando funciona, la multitud es más inteligente, de hecho, que cualquier participante
por sí mismo.

Este es el ejemplo típico: Imaginemos un jarrón lleno de monedas. Si preguntamos a un centenar


de personas cuántos hay, todos fallarán. Pero si hacemos la media de las respuestas, las
oportunidades de éxito son casi seguras, el resultado es casi perfecto y consistente entre distintos
ensayos idénticos.

¿Imagináis el potencial de todo esto en un lugar como la web?

Pocas barreras de entrada y lazos sociales permeables constituye un ecosistema ideal para la
sabiduría de las multitudes. Un ejemplo de ello, para el autor del artículo, es Google.

Pero para que la web devuelva resultados inteligentes, hay que cumplir una serie de
características:

Simplicidad: Los inputs conversacionales (sin la web semántica) son demasiado complejos para
sistemas de inteligencia colectiva. Google funciona solo en base a enlaces. También las interfaces
deben ser simples.

Agregación: Una de las razones por la que las discusiones no llevan a resultados más “sabios” es
que no son agregadas. Requieren de un agregador (humano) y de un algoritmo. En el ejemplo de
las monedas, el agregador es la persona que dirige la prueba, el algoritmo, que es simplemente la
media estadística. En el caso de Google pasa algo parecido, su algoritmo da lugar al PR, evoluciona
en secreto desde hace tiempo y, según el autor, constituye un sistema bastante acertado de
inteligencia colectiva.
Participación: En principio, un sistema bien diseñado para la sabiduría de las multitudes es más
preciso cuántos más participantes tenga. Los sistemas de discusión en chats suelen ser caóticos
cuando hay mucha gente. Si una comunidad funciona peor cuando son muchos sus participantes,
no se trata de un sistema que pueda desarrollar la inteligencia colectiva.

Para que la multitud sea inteligente debe ser diversa. La sabiduría de las multitudes funciona
porque los distintos límites tienden al equilibrio. Si hay mucha gente en cualquiera de los polos, los
resultados serán peores.

Ego: Podría parecer lo contrario pero lo cierto es que las multitudes más sabias son aquellas
hechas a partir de individuales pensando acerca de sus propias necesidades, no de las del grupo.

Es un resultado coherente con el que comentaba en el artículo sobre Participación de Wasko, M.,
& Faraj, S. (2005): el aumento del capital social, de las conexiones, de la visibilidad, serían razones
para la participación mucho más poderosas que las expectativas sobre el aprendizaje o la solución
a problemas que la red nos podría aportar.

La teoría que podría parecer opuesta, en ese sentido, la del Sharismo, nos diría que la tendencia
natural a compartir puede estar siendo desviada por una educación basada en la propiedad
privada.

El autor sitúa como ejemplo el mercado de valores En él, todos los participantes están motivados
por comprar a bajo precio y vender a alto. Los mercados son inteligentes a la hora de establecer el
valor de las compañías, a pesar de que cada cual esté siendo egoísta y esté pensando en ganar
dinero en lugar de en el bien de la empresa en cuestión.

De forma similar, las decisiones individuales de los que mantenemos sitios web podrían estar
produciendo, a través de los enlaces y el consiguiente Page Rank, resultados colectivos
inteligentes.

El egoísmo implica un problema adicional: Cuando los miembros del grupo sitúan las necesidades
de este por encima de las propias, el grupo está en peligro. El colapso del mercado de valores, el
desastre del Challenger y muchos otros problemas son atribuibles, para el autor, al pensamiento
grupal.

En el ejemplo de las monedas se decía a los usuarios que quien acertase se llevaría todas las
monedas. Su participación era egoísta y el hecho de que la respuesta del grupo pudiera ser
aproximada a la realidad, solo una consecuencia indirecta de ello.

Feedback implícito

El feedback implícito es más honesto y menos proclive al juego, al falseo. Lo defendía en la


presentación sobre Dinamización de comunidades que os dejaba ayer: Páginas vistas,
comentarios o otras acciones rastreables pueden ser mejores indicadores de la participación que
los propios comentarios o aportaciones explícitas.

Sistemas de votación:
Puede sonar antidemocrático pero los sistemas de votación no contribuyen, en la mayoría de
ocasiones, a la inteligencia colectiva. Varios estudios muestran que cuando puntuamos una serie
de items de forma negativa, los usuarios que vayan llegando tenderán a votar también en
negativo, rompiendo cualquier lógica. Marcar un tiempo limitado para las votaciones o moderar
de cualquier otro modo este efecto podría ser la solución.

No había leído (estoy en ello ya) el libro de Surowiecki, en español, Cien mejor que uno, pero creo
que puede aportar argumentos de valor a las decisiones que unos pocos políticos están y seguirán
tomando sobre el futuro de la red.

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