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Epígrafe

Ningún país consideraría un acto de maldad el negarle derechos humanos a un cerdo.


Por lo tanto, si fueras a definir a alguien que habla una lengua diferente, alguien de un
color diferente, alguien de herencia diferente como un cerdo con forma humana, ninguna
opresión, persecución u atrocidad que pudieras causarle por ningún motivo sería
considerada como cruel o inhumana.
—VLADILENA MILIZÉ, MEMORIAS
Amapolas Floreciendo en el Campo de Batalla.
<System Start>
<IMR M1A4 Juggernaut SO Versión 8.15>
Una estruendosa cacofonía se mezcló con el sonido de la transmisión de
radio.
“Handler One a Undertaker. Fuerza de intercepción enemiga visible en
el radar. Hemos confirmado una unidad de tamaño batallón
conformada por Artillería Anti-Tanque al igual que una fuerza Dragón
de tamaño similar.”
“Undertaker, recibido. Puedo sentirlos desde aquí.”
“El mando es transferido al oficial en el campo, efectivo
inmediatamente. Muestren gratitud a su patria con carne y hueso, y
defiendan la República con su vida.”
“Entendido.”
“…Lo siento, chicos. Lo siento mucho.”
<Fin de la Transmisión>
<Cabina de Mando Cerrada>
<Paquete de Poder activado. Accionador en posición. Seguros de
Articulaciones liberados.>
<Estabilizador: operando normalmente. FCS: compatible. Componentes
Electrónicos: desconectados. Modo de búsqueda enemiga: pasiva.>
“Undertaker a todas las unidades. Handler One ha cedido el mando. Por lo
tanto, Undertaker tomará el mando de la operación.”
“Líder Alfa, entendido. Igual que siempre, ¿verdad, señor Parca? ¿Qué
dijo al final la gallina que tenemos por dueño?”
“Que lo sienten.”
La voz al otro lado del Para-RAID estalla en risas.
“Ja, esos cerdos blancos nunca cambian. Nos echan, nos encierran, ¿y
luego se tapan los oídos y dicen que lo sienten? Si claro… Todas las
unidades, ya lo escucharon. Si de todos modos debemos marchar a
nuestras muertes, como mínimo, no será tan malo con nuestra confiable
Parca como guía.”
“Sesenta segundos para contacto enemigo… Se acerca el bombardeo.
Rompan a través de la zona de bombardeo enemigo a máxima velocidad.”
“¡Hagamos esto, chicos!”
<Comenzando Maniobras de Combate>
<Detección de Unidad Enemiga en <Bogey1 1> <En Bogey 2> <Bogey 3>
<Bogey 4> <Bogey 5><Bogey 6><Bogey 7><Bogey 8><Bogey 9><Bogey
10><Bogey 11><Bogey 12><Bogey 13><Bogey 14><Bogey 15><Bogey
16><Bogey 17><Bogey 18><Bogey 19><Bogey 20><Bogey 21><Bogey
22><Bogey 23><Bogey 24> …
<Empezando combate: <Bogey 210>
“¡Líder Delta a escuadrón Delta! No traten de llevarlos de un lado a
otro— ¡acabaremos con ellos aquí!”
“¡Charlie Tres! ¡Hostiles a las diez en punto! Esquívalo— ¡mierda!”
“Echo Uno a todas las unidades. Líder Echo muerto en combate. Echo
Uno tomará el mando.”
“Bravo Dos a todas las unidades. Lo siento… Parece que este es el fin
de la línea.”
“¡Líder Alfa a Alfa Tres! ¡Aguanta solo un minuto más! ¡Voy en
camino! Alfa Uno, toma el mando por mí.”
“Entendido. Buena suerte, Líder Alfa.”
“Gracias… Oye, Shin. Undertaker.”
“¿Qué?”

1 El término bogey (escrito bogie en algunos casos) es usado para referirse,


militarmente, en ecos aparecidos en radares indicando presencia de un objeto
posiblemente hostil.
“Aun recuerdas nuestra promesa, ¿verdad?”
“…Sí.”
<Señal C1 Perdida>
<Unidades Aliadas: 0>
La voz del oficial, mezclada con estática, era emitida por los auriculares y
perturbaba la brisa del crepúsculo.
“A… Unidades… Handler One a todas las unidades. ¿Me copian?
Primera unidad, responda.”
El chico se apoyó contra el fuselaje de su unidad—un objeto de aspecto
orgánico, similar a una crisálida—y se estiró hacia el toldo ahora abierto de
la cabina y presionó el botón de transmisión de la radio.
“Undertaker a Handler One. Fuerza de intercepción enemiga exterminada.
Hemos confirmado la retirada de las fuerzas enemigas. Operación completa.
Regresando a la base.”
“…Undertaker. ¿C-Cuántos regresarán—?”
<Fin de la transmisión>
Era una pregunta tonta sin nada que ganar al darle respuesta. Antes de que
la otra persona pudiera acabar de hablar, él cortó la transmisión y regresó su
mirada a las afueras de la cabina.
La escena era iluminada por la puesta de sol con un brillo color amapola,
arrojando sombras en un campo de batalla lleno con llamas intermitentes y
con los restos de bestias de metal arrodilladas y de arañas cuadrúpedas,
vísceras mecánicas saliendo de sus estructuras. Aquellos eran los restos de
aliados, restos de enemigos, los restos de todos.
Ni un solo rastro de vida quedaba en este campo de batalla, a excepción de
él. Aunque viera tan lejos como pudiera, todo lo que encontraría serían los
cadáveres y los fantasmas de aquellos que seguían merodeando aun después
de la muerte. El silencio era inquietante. A través del campo, el sol se puso
en una sombría cordillera, arrojando rayos de luz rojos hacia él.
En este mundo a las puertas de la muerte, bañado en escarlata, o quizás
teñido por las sombras, él y su unidad eran la única cosa que aún se movía.
Las largas extremidades de la unidad habían sido diseñadas como las patas
de un insecto artrópodo. Su descolorido blindaje era decorado con un sinfín
de cicatrices, y estaba equipada con cuchillas de alta frecuencia parecidas a
una tijera y con armamento principal montado en la parte trasera.
Su silueta era aquella de una araña merodeadora, pero por su naturaleza
cuadrúpeda y el cañón en su espalda, se asemejaba más a un escorpión. A
falta de algo que pudiera ser considerada una cabeza, su forma recordaba a
la de un cadáver esquelético decapitado, arrastrándose por el campo de
batalla, en busca de su corona perdida.
Suspirando al aire, él se reclinó contra el fuselaje blindado mientras este se
enfriaba por el viento del crepúsculo, volteando su mirada hacia el
terrorífico brillo de la puesta de sol.
Un distante país oriental contaba acerca de una flor nacida de la sangre de
la amante de un gran rey, la cual acabó por si misma con su vida. O quizás
esa flor nació de los ríos de sangre derramada por los caballeros asesinados
por los bárbaros.
El escarlata de aquellas amapolas que florecían tan lejos como alcanzaba la
vista, iluminadas por la puesta de sol que lo consumía todo, era tan hermoso
como la necedad pura.
Capítulo 1
Un Campo de Batalla con Cero Bajas.
No había bajas en ese campo de batalla.
“—Y ahora, tenemos una actualización respecto a la guerra.”
“Un grupo de armas Imperiales no tripuladas conocidas como la Legión han
invadido hoy el décimo séptimo distrito. La fuerza fue interceptada, dañada
severamente, y forzada a retirarse gracias al poderío de nuestros drones no
tripulados, los Juggernauts, orgullo y alegría de la República de San
Magnolia. El daño al equipo fue ligero, y de nuevo, ninguna muerte fue
reportada de nuestro lado.”
La calle principal de la capital de la República de San Magnolia, Liberté et
Égalité, era tan pacífica y hermosa que sería complicado creer que el país
había estado en guerra durante los pasados nueve años.
Mármol blanco tallado adornaba las fachadas de los edificios de múltiples
pisos. La vegetación de los árboles en el arcén y el negro del hierro fundido
de los postes de alumbrado se mezclaban para crear un pintoresco contraste
con la luz primaveral y el claro cielo azul. Los cafés en las esquinas de las
calles eran poblados por estudiantes y parejas, su natural cabello plateado
resplandecía mientras reían.
El techo azul del ayuntamiento estaba adornado con una bandera portando
el rostro del santo de la revolución, San Magnolia, y la bandera nacional de
cinco colores de la República. Sus cinco colores representaban libertad,
igualdad, hermandad, justicia, y grandeza. La calle principal estaba
pavimentada con vastas piedras talladas delicadamente, resultado de una
meticulosa planeación urbana.
Un niño pasó a un lado de Lena, riendo mientras su cabello plateado brillaba
como la luna, sosteniendo las manos de sus padres. Vestido con esmero,
probablemente habían salido a dar un paseo. Dando un último vistazo a las
espaldas de la feliz familia, ella giró sus ojos plateados hacia la televisión
holográfica a un lado de la calle, la sonrisa desapareciendo de sus labios.
Ella estaba vestida con el uniforme azul oscuro militar de la República
utilizado por las Oficiales. La chica de dieciséis años tenía una belleza de
ensueño y una delicadeza al nivel de cristalería propia de su edad—y un
comportamiento elegante que reflejaba su crianza y pedigrí. Su ligero y
suelto cabello sedoso y largas pestañas eran de un llamativo color plateado,
y sus grandes e igualmente plateados ojos servían como prueba de que
además de ser una Alba, descendiente de la raza nativa de esta tierra desde
la antigüedad, también era una Celena de sangre pura, quienes eran
considerados de nacimiento noble.
“Bajo el capaz mando de nuestros habilidosos Handlers, estos altamente
eficientes drones nos permiten defender la nación mientras eliminan la
necesidad de despachar preciadas vidas a las líneas del frente. No cabe duda
de la utilidad del avanzado y humano sistema de combate de la República.
El día en que los métodos honestos de la República derroten a las reliquias
malvadas del caído Imperio seguramente llegará incluso antes de que la
Legión completa deje de funcionar en dos años. Salve la República de
Magnolia. Gloria a la bandera de cinco colores.”
La expresión de Lena se oscureció al ver la brillante sonrisa del alabastrino
presentador de cabello como la nieve y ojos plateados. Este optimista, o
mejor dicho poco realista, reporte había sido repetido incontables veces
desde el comienzo de la guerra, y la mayoría de civiles no dudaban su
autenticidad. Ellos lo creían, a pesar del hecho de que luego de ser
expulsados de más de la mitad de su territorio en menos de un mes en guerra,
la República había fallado en recuperar siquiera un poco de terreno en nueve
años de lucha.
Y todo lo que tomaba era una rápida mirada a esta pintoresca calle principal
para notar cierto hecho. Era evidente en el presentador, en las parejas y
estudiantes en el café, en los transeúntes, y por supuesto, incluso en Lena.
La República se enorgullecía de ser la primera democracia moderna en el
mundo y de dar la bienvenida proactivamente a los inmigrantes de otros
países. La República había sido la tierra nativa de los Alba desde la
antigüedad, mientras otros países eran hogar de personas de diferente color.
Todas las personas de color, Colorata, eran bienvenidas por igual, ya fuesen
los Aquila, oscuros como la noche; los Aurata dorados, que brillan como el
sol; los Rubela con su brillante cabello escarlata; o los Caerulea de ojos
azules.

Pero justo ahora, si uno fuera a explorar la calle principal de la capital—no,


incluso si explorara la ciudad entera—todo lo que encontraría en los ochenta
y cinco Sectores administrativos de la República serían Alba de cabello y
ojos plateados.
Sí, formalmente hablando, no había soldados considerados humanos o
contados entre los muertos en el campo de batalla. Sin embargo…

“…Eso no significa que nadie murió.”

Una esquina del Palacio Blancneige, una vez hogar de la corte real en el
pasado, ahora servía como los lujosos cuarteles generales de las fuerzas
armadas. Este lugar, y la muralla fortificada que circulaba el sector
administrativo, la Gran Mule, era el lugar de destino de Lena y el centro de
comando de todas las fuerzas armadas de la República.
No había soldados fuera de la Gran Mule, en las líneas del frente a cien
kilómetros de las paredes fortificadas. Solo drones—Juggernauts—
luchaban en el campo de batalla, y eran comandados desde los cuartos de
control en los cuarteles generales de las fuerzas armadas. Su línea de
defensa, que consistía en más de cien mil Juggernauts, con un campo de
minas antipersona y anti-tanques y un cañón de artillería de intercepción
tierra-tierra detrás, ni una sola vez había sido rota. Y por supuesto, las
fuerzas estacionadas en la Gran Mule jamás habían visto combate real. Otras
profesiones en las fuerzas armadas incluían comunicaciones, transporte,
análisis, planeamiento táctico, y administraciones varias. En otras palabras,
ni un solo soldado en las fuerzas armadas de la República conocía el
combate verdadero.
Lena frunció el ceño, sintiendo el llamativo hedor del alcohol saliendo de
un grupo de oficiales que pasaron a su lado. Probablemente habían usado la
gran pantalla del cuarto de control para ver deportes o algo por el estilo una
vez más. Dirigiéndoles una mirada de reproche, sus ojos se encontraron con
una mirada de desdén.
“Caballeros, parece que nuestra pequeña princesita tiene algo que decir.”
“Whoa, que miedo, que miedo. Sería mejor que se encerrara en su
habitación para jugar con sus preciados drones.”
Ella giró para verlos, incapaz de contener su irritación.
“Escuchen, ustedes—“
“Buenos días, Lena.”
Una voz la llamó desde un lado, se giró para encontrar y saludar a Annette,
quien se había unido al ejército al mismo tiempo que ella. Era una teniente
especializada afiliada con la división de laboratorios y amiga de Lena desde
la escuela secundaria.
Como ambas se habían saltado un año, ella era actualmente la única amiga
de Lena que tenía su misma edad.
“…Buenos días, Annette. Llegas temprano. ¿Hoy no te quedaste dormida?”
“Justo voy saliendo del trabajo. Ayer me quedé toda la noche… Por favor
no me pongas al mismo nivel que a esos idiotas, ¿entiendes? Sabes que
trabajo como loca. Surgió un problema que solo la genio certificada
Teniente Especializada Henrietta Penrose podía resolver.”
Annette dio un largo y casi felino bostezo. Su corto cabello era el plateado
de un Alba, y sus grandes y cansados ojos eran de una tonalidad igualmente
plateada. Annette se encogió de hombros, dando una mirada en la dirección
del grupo de borrachos que se habían retirado durante la conversación, como
si dijera que intentar disciplinar a idiotas como ellos era una pérdida de
tiempo. Lena se sonrojó, notando por la mirada en los elegantes ojos de su
amiga que ella intentaba detenerla de intentar justamente eso.
“Oh, cierto. La alerta de tu terminal de información estaba encendida.
Deberías encargarte de eso.”
“Oh no… Lo siento. Gracias, Annette.”
“Ni lo menciones. Solo intenta no quedarte mucho tiempo con los drones,
¿entendido?”
Lena se dio media vuelta, el ceño fruncido aun en su rostro, y después de
sacudir su cabeza, se dirigió hacia su cuarto de comando designado.

El cuarto de comando era pequeño, iluminado medianamente por una


consola de comandos mecánica y artificial, sin la cual no sería más que un
frío y oscuro espacio. Las paredes plateadas y el piso eran ligeramente
iluminados por el holograma del modo en espera de la consola.
Tomando asiento en el sillón, Lena movió a un lado sus bucles de cabello y
colocó un resplandeciente anillo de metal—el Dispositivo RAID—
alrededor de su cuello mientras mantenía una mirada fría y dignificada.
Ahora que el frente de batalla se encontraba más allá de la Gran Mule, este
pequeño cuarto era el único campo de batalla que uno podía encontrar en
los ochenta y cinco Sectores de la República.
“Comenzando autentificación. Comandante Vladilena Milizé, oficial al
mando del noveno distrito del Frente Este, tercer escuadrón defensivo.”
Habiendo completado la autentificación por voz y por retina, el sistema de
control se encendió. Las pantallas holográficas parpadeaban una tras otra,
mostrando una vertiginosa cantidad de información de incontables piezas
de equipamiento de observación colocadas por todo el distante campo de
batalla. La pantalla principal era un mapa digital que mostraba las armas
móviles del enemigo y de la República como puntos de luz. Las unidades
aliadas—en otras palabras, los Juggernauts—se mostraban como puntos
azules, llegando su conteo hasta setenta. El tercer escuadrón, bajo el mando
de Lena, tenía veinticuatro unidades, mientras que el segundo y cuarto
escuadrón tenían veintitrés cada uno. Los puntos rojos que simbolizaban las
unidades enemigas, la Legión, eran demasiados para ser contados.
“Activando Para-RAID. Ajustando objetivo de Resonancia, Unidad de
Procesamiento de Información Pleiades.”
La porción azul cristalizada del Dispositivo RAID, la cual se encontraba
contra la nuca de Lena, repentinamente empezó a hormiguear con calor. No
era calor físico real, sino un calor ilusorio sentido por las células nerviosas
mientras eran estimuladas por la Resonancia Sensorial. El activado cristal-
neurona servía como una unidad de procesamiento de información que
estimulaba cierta parte del cerebro. Quizás esa parte contenía potencial a
desbloquear a través de la evolución de la humanidad, o tal vez era una
sección carente de uso, olvidada por la humanidad cuando esta evolucionó.
Cualquiera fuese el caso, usar esa parte desbloqueaba, una función
misteriosa, casi vestigial del cerebro conocida como Night Head.
Lena pasó a través de un “camino”, sumergiéndose en un lugar más
profundo que su conciencia e incluso que su subconsciente. La “Conciencia
Colectiva” de la humanidad, compartida por cada uno de los miembros de
la raza humana. Lena conectó su conciencia con la del capitán del tercer
escuadrón, el Processor operando la unidad de Nombre Clave Pleiades, a
través del mar de la conciencia. La información sensorial de Pleiades y la
de Lena ahora estaban conectadas y eran compartidas.
“Handler One a Pleiades—Resonancia completa. Espero trabajar con
ustedes el día de hoy”, dijo gentilmente, y la “voz” de un joven,
presumiblemente un año o dos mayor que ella, contestó.
“Pleiades a Handler One. Resonancia fuerte y clara.”
La voz estaba envenenada con ironía. Lena se encontraba a solas en el cuarto
de comando, así que la voz no pertenecía a alguien que se encontrara ahí
con ella. Era la voz del Processor de Pleiades, siendo transmitida a ella a
través de su ahora compartido sentido del oído.
Una voz.
Habiendo sido construidos de manera apresurada durante la guerra, los
Juggernauts no fueron construidos de manera que fueran capaces de
comunicarse oralmente, y no fueron programados para tener habilidades
cognitivas avanzadas que les permitieran pensar o sentir. El Para-RAID—
la Resonancia Sensorial—conectaba las conciencias a través de la
Conciencia Colectiva Humana; el campo minado de las líneas de defensa, a
pesar de que el enemigo usaba unidades blindadas, estaba lleno de minas
antipersona.
El secreto detrás de las líneas del frente donde drones batallaban unos contra
otros, el campo de batalla con cero bajas.
“Tus saludos dirigidos a nosotros, los infrahumanos Ochenta-y-Seis,
son muy apreciados, Alba.”
Ochenta y Seis. Mientras el continente era barrido por la Legión, el último
paraíso para los ciudadanos de la República eran los ochenta y cinco
Sectores. El Sector Ochenta y Seis fue designado tierra de nadie, poblado
por cerdos con forma humana. A pesar de haber nacido ciudadanos de la
República, ellos habían sido decretados infrahumanos, formas de vida
inferiores, por esa misma República. Ese era el nombre derogatorio para
aquellos Colorata lanzados fuera de la Gran Mule para vivir en campos de
concentración en las líneas del frente.
Nueve años antes, año 358 del calendario de la República, año 2136 del
calendario global.
El vecino Este de la República y superpotencia del continente Norte, el
Imperio de Giad, declaró la guerra a todos sus países vecinos y comenzó a
atacar con un ejército conformado completamente por los primeros drones
de combate autónomos no tripulados del mundo, la Legión.
Enfrentados con la abrumadora fuerza militar del Imperio, las Fuerzas
Armadas de la República fueron diezmadas en la mitad de un mes. Mientras
los restos del ejército reunían sus fuerzas restantes para detener la invasión
a través de tácticas de retraso inútiles, el gobierno de la República tomó dos
decisiones.
La primera fue la evacuación de todos los ciudadanos de la República al
Sector administrativo Octogésimo quinto. El segundo fue la Orden
Presidencial #6609. El Acta Especial de Preservación de la Paz en Tiempo
de Guerra. Esta ley reconocía a todas las personas de descendencia Colorata
dentro de los bordes de la República como personajes perjudiciales y
simpatizantes del Imperio y permitía el despojo de sus derechos civiles.
Ellos fueron designados como objetivos de monitoreo y fueron aislados en
campos de concentración fuera de los ochenta y cinco Sectores.
Este acto fue, por supuesto, en violación a la constitución de la República y
al espíritu de la bandera de cinco colores. La ley, además, no incluía a los
Alba que antiguamente vivieran en el Imperio. Y tampoco perdonaba a los
Colorata que no venían originalmente del Imperio. Era una ley de descarado
racismo y discriminación.
Los Colorata se opusieron a la ley, por supuesto, pero dicha oposición fue
silenciada con violencia de manos del gobierno. Algunos Alba, aunque
pocos, también se opusieron a la ley, pero la gran mayoría la aceptó. Los
ochenta y cinco Sectores eran demasiado pequeños para acomodar al gran
número de civiles y no había ni de cerca suficiente comida, tierra o trabajo
para todos. Rumores falsos eran esparcidos acerca de que la derrota de la
República en la guerra llegó como resultado de espionaje Colorata. Esos
rumores eran mucho más fáciles de aceptar para los civiles que la
inferioridad tecnológica del país.
Pero más que nada, en una situación donde eran rodeados y aislados por
enemigos, ellos necesitaban algo, a alguien, en quien descargar sus
frustraciones. Esta justificación por eugenesia se esparció rápidamente entre
la comunidad. Los Alba, quienes fundaron el país que se erguía como líder
en la defensa de la democracia—la más grande y más humana de todas las
formas de gobierno—eran la raza superior. En contraste, los Colorata, con
su obsoleto, cruel e inhumano imperialismo, eran una especie inferior—
Infrahumanos tontos y bárbaros, cerdos con forma humana y el resultado de
errores en la evolución.
Así, todos los Colorata en la República fueron desterrados a campos de
concentración donde eran forzados a trabajar y reclutados por el bien de
construir la Gran Mule. Sus propiedades y pertenencias fueron requisadas
por el gobierno para financiar la construcción de la muralla y los esfuerzos
de guerra, y los civiles Alba que eran perdonados del reclutamiento, trabajo,
e impuestos de guerra, todos ellos alababan la metodología humana del
gobierno.
Los Alba se reían de los Colorata llamándolos una especie inferior,
llamándolos los Ochenta-y-Seis. Este acercamiento discriminatorio llegó al
punto más alto dos años después con la introducción de drones tripulados
por soldados de carne y hueso—y todos esos soldados eran los Ochenta-y-
Seis. A pesar de derramar todos sus esfuerzos en producir un dron no
tripulado propio de la República, ningún intento logró alcanzar el nivel
necesario para soportar combate real. Pero de ninguna manera los superiores
Alba podrían admitir haber fallado en producir tal maquina cuando el
inferior Imperio pudo.

Ya que los Ochenta-y-Seis no eran considerados humanos, que uno pilotee


la máquina no la categorizaría como una nave tripulada, sino como un dron
no tripulado.

El Dron Autónomo Militarizado de la República conocido como el


Juggernaut, producido en masa por Industrias Militares de la República
(IMR), fue elogiado por los civiles cuando salió a la luz como un sistema
de armas innovador, con tecnología de punta, y humano que minimizaba las
bajas humanas a cero. Los Ochenta-y-Seis que servían como pilotos eran
designados como “Unidades de Procesamiento de Información”—
Processors—convirtiendo al Juggernaut en un Dron Operado.

Año 367 del calendario de la República. Un día más comenzaba en donde


soldados, quienes no eran tratados como más que partes mecánicas, salían
a sufrir sus muertes que no serían contadas como tal, a un campo de batalla
con cero bajas.

Confirmando que los puntos rojos pertenecientes a la Legión se retiraban


hacia el Este—a las profundidades de su territorio—Lena finalmente sintió
toda la tensión comenzando a dejar su cuerpo. A cambio de su retirada, su
tercer escuadrón perdió siete unidades. Un sabor amargo llenaba su boca.
Siete Juggernauts detonados, explotando junto a sus Processors que los
piloteaban. Ninguno sobrevivió.
Juggernaut—el nombre que los “desarrolladores intelectuales” les dieron a
estas máquinas, salía del nombre de un dios de los mitos de una tierra
extranjera. Sinfín de personas se reunirían ante este tanque en busca de
salvación y serían atropellados por sus ruedas y aplastados hasta la muerte
con su despertar.
“…Handler One a Pleiades. Hemos confirmado la retirada de las fuerzas
enemigas.”
Ella se comunicó con el Processor de Pleiades—el piloto Ochenta-y-Seis
que accedió a servir en el campo de batalla por cinco años a cambio de la
restauración de los derechos civiles de su familia—a través del Para-RAID.
La Resonancia Sensorial les permitía escuchar la voz de cada uno, así como
los sonidos a sus alrededores. Era un medio verdaderamente innovador de
comunicación que volvía las transmisiones por radio (las cuales eran
susceptibles a interferencias debido a la distancia, clima, y terreno—sin
mencionar las interferencias electromagnéticas de las nubes de
Eintagsfliege) completamente obsoletas.
Teóricamente, los cinco sentidos podían ser conectados a través del Para-
RAID, pero por lo normal, los usuarios elegían solo conectar su sentido del
oído. La cantidad de información compartida al conectar la vista a través
del Para-RAID era a menudo apabullante y podía resultar en una sobrecarga
de los sentidos, arriesgando al usuario a un serio daño. El oído, por otro lado,
daba una sólida comprensión de la situación en el otro lado usando
información mínima. En términos de experiencia real, no era muy diferente
de la comunicación vía radio o teléfono, pero en comparación a estos
últimos, había menos interrupciones en el uso del Para-RAID.
Lena creía en que esas no eran las únicas razones para no conectar otros
sentidos. El reusarse a conectar su vista le permitía al Handler evitar tener
que ver muchas cosas: la impresionante vista de los enemigos dirigiéndose
hacia ti, la vista de tus aliados siendo volados en pedazos sin piedad en todas
direcciones, el color de las vísceras y la sangre de tu propio cuerpo
destripado.
“El cuarto escuadrón comenzará vigilancia. Tercer escuadrón, por favor
regresen a la base.”
“Pleiades, entendido… Espero que disfrutaras ver a estos cerdos armar
un alboroto a través de tu pequeño telescopio, Handler One.”
La mordaz ironía que no dejó la voz del chico en ningún momento hizo que
Lena inclinara la cabeza. Ella sabía que no podían evitar odiarla. Ella era
una Alba—y uno de sus opresores. Y justo como él dijo, verlos era parte de
su rol como Handler.
“Buen trabajo, Pleiades. Y a todas las demás unidades también, y en cuanto
a los siete que cayeron… Lo siento muchísimo.”
“…”
Cierta frialdad, como aquella de una espada siendo desenfundada, se mezcló
con el silencio del otro lado de la Resonancia. El Para-RAID conectaba
solamente el sentido del oído, pero ya que la Resonancia era conducida a
través de sus conciencias, los sentimientos que normalmente solo se
transmitirían en conversaciones cara a cara también eran transmitidos.
“…Gracias por todas esas palabras amables que siempre nos ofreces,
Handler One.”
Frío desprecio y odio cubrían esas palabras. Pero había algo más en esa
frialdad, algo que iba más allá del obvio odio e indignación que una persona
sentiría hacia sus opresores. Algo que dejó confundida y perpleja a Lena.

Las noticias de la mañana siguiente una vez más hablaban de lo vastas que
eran las bajas del enemigo, qué tan leve era el daño a la República, y cómo
hubo—como siempre—cero bajas. El presentador una vez más alabó la
tecnología de punta y tácticas humanas de la República, así como lo cerca
que debería estar la derrota del enemigo, y así siguió, como siempre. Lena
algunas veces se preguntaba si las noticias no eran una grabación
reproducida una y otra vez. Esta era una transmisión patrocinada por el
gobierno, con el emblema de una espada y cadenas rotas en el fondo. Esto
representaba la derroca del reinado soberano y la caída de la opresión, eran
el símbolo de San Magnolia, el santo patrón de la revolución.
“…En preparación para el cese de hostilidades dentro de dos años, el
gobierno ha decidido reducir gradualmente los fondos militares. Como
precursor a tal acción, el décimo séptimo distrito del Frente Sur será abolido,
y todas las fuerzas estacionadas ahí disueltas y dadas de baja—“
Lena suspiró. Ellos probablemente perdieron el décimo séptimo distrito.
Esto ciertamente no sería el tipo de noticias que pudieran permitirse dejar
pasar. No solo habían perdido territorio, se habían rendido en intentar
reclamarlo y escogieron en su lugar, desarmarse. El gobierno había usado
todas las propiedades de los Ochenta-y-Seis hacía ya tiempo, y ahora las
voces de los civiles demandando que redujeran el vasto presupuesto de
guerra y se desarmaran en favor del bienestar y de las obras públicas se
estaban volviendo gradualmente más difíciles de ignorar.
Sentada frente a ella, vestida con un traje anticuado, la madre de Lena abrió
sus perfectamente pintados labios para hablar.
“¿…Qué sucede, Lena? Olvídate de tus problemas y come un poco.”
La mesa del comedor tenía sobre ella el desayuno, pero la mayoría de él era
comida sintética de fábrica. Habiendo perdido la mitad de sus tierras, la
República se quedaba sin espacio mientras su población crecía en un 80 por
ciento—con excepción de los Ochenta-y-Seis. Y los ochenta y cinco
Sectores no tenían la tierra necesaria para soportar la población. También
carecían de comunicación con países extranjeros debido a las interferencias
por parte de los Eintagsfliege, lo cual significaba que el comercio, las
relaciones diplomáticas, e incluso confirmar si todavía existían otros países
era imposible.
Lena tomó un sorbo de té, diferente al té que ella vagamente recordaba del
pasado, y cortó una pieza de carne sintética, hecha de proteínas de trigo y
creada para replicar el sabor y apariencia de la carne natural. La única cosa
natural en la comida era la compota añadida a su té, hecha de frambuesas
que crecían en su jardín. Pero incluso esto era una comodidad que no era
vista en los hogares promedio de la República, los cuales ni siquiera tenían
espacio para macetas, mucho menos para un jardín, convirtiendo así el
jardín de este hogar en algo más o menos de valor.
Su madre sonrió
“Lena, ¿no va siendo hora de que abandones el ejército y encuentres un
novio de una buena familia?”
Lena suspiro internamente. Esta conversación era repetida palabra por
palabra todos los días, al igual que la transmisión de noticias. Pedigrí.
Estatus. Posición. Linaje. Estirpe superior. Este vestido de seda, que se
volvía anticuado y obsoleto en el momento que ponía un pie fuera de la casa.
Esta mansión, construida en los días en que la familia Milizé era
considerada de la nobleza. Reliquias preservadas de una era feliz perdida
hacía tiempo, congeladas en el tiempo, rodeadas de dulces sueños y
rehusándose a ver la realidad.
“La Legión y los Ochenta-y-Seis difícilmente son temas de los cuales la hija
de la gran familia Milizé deba preocuparse. Sé que tu difunto padre era un
soldado, pero la guerra ya quedó atrás para nosotros.”
¿Cómo podría haber quedado la guerra atrás si el país aún se encontraba
peleando contra la Legión? El campo de batalla tan solo se encontraba lejos
y fuera de vista, y aquellos que fueron a la guerra jamás regresaron para
hablar sobre ella. Mientras que en lo que respecta a los civiles, la guerra no
era más que una colección de eventos ficticios de una película, sin un
sentido de realidad ni de relación de su parte.
“Proteger la patria es el trabajo y orgullo de los ciudadanos de la República,
madre. Y por favor no los llames Ochenta-y-Seis. Ellos son ciudadanos
respetables de la República, al igual que tú y yo.”
Una arruga corrió por la refinada y pequeña nariz de su madre.
“¿Cómo puedes considerarlos miembros de la República cuando están
manchados con esos sucios colores? Honestamente, incluso si debes
alimentar al ganado para que hagan lo que digas, ¿en qué pensaba el
gobierno, dejando que esos animales toquen suelo de la República?”
A los Ochenta-y-Seis que aceptaban luchar se les era concedida la
restauración de sus derechos civiles al igual que los derechos de su familia.
Para protegerlos de la severa persecución y discriminación de los ochenta y
cinco Sectores, sus paraderos se mantenían confidenciales, pero habían
pasado nueve años desde el comienzo de la guerra. Seguramente algunos de
ellos ya habían regresado a vivir en sus antiguos hogares.
Esta era la recompensa justa que recibían por su dedicación al estado.
Lamentablemente, aquellos en el poder no podían ver la justificación por
una recompensa así y meramente sacudían sus cabezas ante la deplorable
situación.
“Ah, qué terrible. Hace tan solo diez años ellos holgazaneaban en Liberté et
Égalité como si de su hogar se tratara. Y quién pensaría que ahora podrían
regresar… ¿Hasta qué punto la libertad e igualdad de la República deberá
ser mancillada para que ellos estén satisfechos…?”
“…Madre, si algo está mancillando la libertad e igualdad, esas serían tus
palabras.”
“¿Perdón?”
Lena suspiró de verdad al ver la expresión estupefacta de su madre. Ella no
entendía. Ella honestamente no entendía. Y no solo su madre. Los civiles
de toda la República se enorgullecían de la bandera de cinco colores y de la
libertad, igualdad, hermandad, justicia y grandeza que esta representaba.
Ellos creían haber aprendido de la historia y aborrecían la tiranía, resentían
la explotación, despreciaban la discriminación, y evitaban el asesinato y las
atrocidades, viendo estas como actos malvados.
Pero ellos simplemente no entendían que la República cometía esas mismas
atrocidades frente a sus narices. Y si fueras a intentar hacérselos ver, te
verían con lástima y preguntarían, “¿No puedes diferenciar cerdos de
personas?” Lena mordió su labio. Las palabras eran muy convenientes.
Podían disimular la verdad tan fácilmente. Todo lo que tomaba era una
simple reescritura de un nombre, y podías reducir un humano a un cerdo.
Su madre la veía con una expresión afligida pero eventualmente sonrió,
como si hubiera llegado a un entendimiento.
“Tu padre se compadecía del ganado, y ahora tú eres igual que él. ¿No es
así?”
“N-No, eso no…”
Lena respetaba profundamente a su padre, quien había objetado
enormemente por el confinamiento de los Ochenta-y-Seis hasta el amargo
final. Pero ella no pretendía seguir sus pasos.
Porque ella aun podía recordar aquella silueta de una araña cuadrúpeda, la
cresta de un caballero esquelético sin cabeza grabada en su coraza, la mano
extendida que la había salvado del desastre, aquellas sombras de un brillante
rojo y un profundo negro con las que él había cargado desde su nacimiento.

Somos ciudadanos de la República. Nacimos y nos criamos en este país. Y


es por eso que…

La voz presuntuosa de su madre sacó a Lena de sus recuerdos.


“Pero debes saber, Lena. Debes tratar al ganado como ganado. No puedes
hacer que esos bárbaros Ochenta-y-Seis entiendan los ideales y la grandeza
humana, así de simple. Es de sentido común que los hayamos confinado en
sus jaulas y que controlemos sus vidas.”
Lena sin mediar palabra acabó su desayuno, limpió su boca con una
servilleta, y se levantó.
“Me voy, Madre.”

“¿Cambiarán mi escuadrón asignado…?”


El dorado tapizado, con líneas rojo oscuro, le daba a la oficina del
comandante de división una profunda y dignificada atmósfera. Lena
parpadeó con sus ojos plateados, su mirada fija en la noticia de cambio de
personal que había recibido del comandante de división sentado detrás del
anticuado escritorio, el Comodoro Karlstahl.
Reorganización de escuadrones y, por extensión, cambios del escuadrón
asignado de los Handler sucedían con más frecuencia de lo que se pensaría.
Mientras participaban en batalla tras batalla, los escuadrones recibían
gradualmente más bajas al punto en que continuar el combate resultaba
imposible. Por lo tanto, los escuadrones eran integrados uno dentro de otro,
reorganizados, abolidos, y formados de nuevo. Incluso transferencias
debido a la completa erradicación de un escuadrón eran comunes, no
obstante, eran una circunstancia que Lena nunca había experimentado
personalmente ni una que quisiera experimentar.
La Legión era así de poderosa.
Habiéndolos desarrollado con una gran ferocidad y superioridad
tecnológica, el militante Imperio Giadian no escatimó en costos al momento
de equipar a la Legión con el más avanzado armamento y permitiéndoles la
mayor movilidad posible, al igual que capacidad de pensamiento autónomo
tan avanzada que era difícil creer que eran un producto de la tecnología
actual. Y para terminar de empeorar las cosas, ya que eran verdaderos
drones no tripulados, la Legión nunca se agotaba, nunca desobedecía
órdenes, y nunca temía. Y sin importar cuantos fueran destruidos, fábricas
de producción y reparación completamente automatizadas yacían
esparcidas en las profundidades de su territorio, lanzando nuevas unidades
como el humo que salía de sus chimeneas.

Contrario a lo que los civiles creían, el Juggernaut era mucho más inferior
a la Legión en términos de desempeño, y la idea de salir de una pelea con la
Legión con bajas mínimas era impensable. Incluso si la República infligía
gran daño a la Legión, ellos siempre regresaban igual en números, y lo
máximo que podía hacer la República era mantener su línea defensiva.
Sin embargo, el escuadrón del que Lena estaba a cargo no había sufrido
tantas pérdidas.
Las mejillas llenas de cicatrices de Karlstahl se aflojaron en una sonrisa. Su
barba daba una sensación de gentil dignidad, y su complexión era alta y de
hombros anchos.
“Tu escuadrón no será reorganizado ni integrado a otro. La verdad es que el
Handler de otro escuadrón recientemente dimitió, y necesitamos elegir un
Handler de reemplazo de otro escuadrón lo más rápido posible.”
“¿Se trata de una unidad defensiva de un sitio importante?”
Lo cual significaba que era una unidad que no podía permanecer en espera
aguardando la llegada de un Handler de reemplazo.
“Exacto. Es el primer escuadrón defensivo del primer distrito del Frente
Este, también conocido como el escuadrón Spearhead. Es una unidad que
consiste de veteranos del Frente Este…Podrías llamarla una unidad de élite.”
Eso hizo que los hermosos rasgos de Lena se contorsionaran en un ceño
fruncido. El primer distrito era ciertamente un sitio importante; era una
imperativa posición defensiva donde el avance de la Legión era más
violento. Y el primer escuadrón defensivo era una unidad significativa que
era responsable de la defensa del primer distrito sin la ayuda de nadie más.
Los deberes de dicho escuadrón, tales como patrullajes nocturnos y el apoyo
a otras unidades, eran enteramente diferentes comparadas al segundo,
tercero, y cuarto escuadrón, que servían como refuerzos en caso de que el
primero no fuera capaz de desplegarse.”
“Creo que es demasiada responsabilidad para una novata como yo, señor…”
Karlstahl sonrió irónicamente.
“¿Es eso algo que una talentosa Oficial quien fue la más joven y la primera
en ser promovida a Comandante de noventa y un alumnos debería decir?
Ser demasiado modesta puede traerte la ira de otros, Lena.”
“L-Lo siento, Señor Jérôme.”
Karlstahl se refirió a Lena por su primer nombre, y ella respondió bajando
la cabeza de una manera impropia de un subordinado. Karlstahl había sido
un buen amigo del ahora difunto padre de Lena, quien había peleado a su
lado hace nueve años como parte de las ahora demolidas Fuerzas Armadas
de la República. Los dos estaban entre los únicos supervivientes. Él llegaba
a visitar a menudo cuando Lena era pequeña y jugaba con ella, y luego del
deceso de su padre, él ayudó a preparar el funeral, y también apoyó a Lena
y a su familia en varias maneras.
“Seré franco contigo… No tenemos ningún otro candidato para Handler del
escuadrón Spearhead.”
“¿No había dicho que era una unidad de élite? Creo que ser puesto a cargo
de una unidad así sería un gran honor para cualquier soldado de la
República.”
Sin embargo, no todos los Handlers se tomaban su trabajo en serio. Algunos
veían televisión o jugaban videojuegos en los cuartos de comando o de
plano los dejaban desatendidos. Otros les darían terribles órdenes a sus
Processors o no los proveerían con ningún tipo de información y verían
como morían, como si fuera una película. Otros apostarían con sus colegas
qué escuadrón sería eliminado primero. Lena sabía todo eso, por supuesto.
En todo caso, aquellos que se tomaban su trabajo en serio eran la minoría,
pero eso es ya otro tema.
“Ah, bueno, es una unidad de élite, pero…”
Karlstahl pareció dudar un segundo.
“Es por la unidad capitán 2 del escuadrón Spearhead, Nombre Personal:
Undertaker. Tiene algo así como, digamos, un pasado particular.”
Undertaker. Qué raro nombre.
“Los Handler que lo conocen parecen llamarle Parca y le tienen un miedo
tremendo…Parece que tiene una tendencia a…romper a sus Handlers.”
“¿Eh?”

2
Es el nombre del Juggernaut líder, la unidad capitán. los Processors no tienen nombre porque ‘no
existen’, o sea, Shin no existe en los registros del ejército. Estos Processors son los Colorata.
Lena contestó con sorpresa. Si fuera al contrario, no habría sido tan raro,
pero ¿un Processor rompiendo a un Handler?
¿Cómo?
“¿Señor, está seguro que no se trata solo de un cuento de hadas?”
“Te garantizo que no puedo darme el lujo de llamar a mis subordinados a
discutir rumores, querida… Es un hecho que un gran e inusual número de
Handlers que estuvieron a cargo del escuadrón de Undertaker han solicitado
cambiar funciones o solicitan dimitir por completo. Algunos han solicitado
ser transferidos inmediatamente luego de su primera misión de combate, y
aunque no estamos seguros si está relacionado, algunos han cometido
suicidio luego de dimitir.”
“Señor, ¿suicidio…?”
“Es difícil de creer, pero…ellos dicen ‘escuchar las voces de los fantasmas’
y que eran perseguidos por ellos incluso después de retirarse del servicio.”
“…”
No sonaba como algo diferente a un cuento de hadas. Karlstahl inclinó la
cabeza, ansioso, intentando discernir lo que Lena pensaba.
“Si estás en contra, siéntete libre de negarte, Lena. Puedes quedarte
comandando tu escuadrón actual, y como he dicho, Spearhead está
compuesto por veteranos. Por lo que escuché, la Resonancia con ellos
durante combate no es recomendada, así que bien podríamos dejar el mando
a aquellos en el campo y proveer monitoreo mínimo—“
Lena frunció los labios firmemente.
“Lo haré. Pondré todo mi empeño en servir como la oficial al mando del
escuadrón Spearhead.”
Proteger la patria era el deber y orgullo de los ciudadanos de la República.
Ser puesta a cargo de una unidad cuya posición era la vanguardia en los
esfuerzos de guerra era todo lo que ella podía pedir, y dejar que esta
oportunidad pasara era inaceptable.
Karlstahl sonrió con cariño. En serio, esta chica es simplemente demasiado
buena…
“Puedes hacer lo mínimo que se te pida. No hay necesidad de que hagas
nada innecesario… Y, además, abstente de interactuar demasiado con los
Processors.”
“Conocer a tus subordinados es parte de los deberes de un oficial al mando.
Así que siempre y cuando no me rechacen, daré todo mi esfuerzo para
interactuar con ellos.”
“Santo cielo…”
Karlstahl suspiró mientras mantenía una sonrisa gentil. Abrió el cajón de su
escritorio y sacó un bulto de documentos.
“Y mientras hablamos de estas cosas, tengo algo más que decir. Por todos
los cielos, deja de colocar el número de bajas en tus reportes. Oficialmente
no hay personas en el campo de batalla, así que no podemos aceptar
documentos sobre información que no existe… Incluso si esta es tu forma
de protestar, ya no hay nadie que se tome estas cosas en serio.”
“En cualquier caso, no puedo ignorar los hechos... Ya no hay bases para
confinar a los Colorata.”
El Imperio de Giad tomó al continente como una tormenta con su ejército
de la Legión. Pero por alguna razón, parecía que este había caído en la ruina
hace cuatro años. Las transmisiones del Imperio que la República era capaz
de interceptar aun entre las olas de interferencias de los Eintagsfliege
repentinamente se detuvieron, y desde entonces han sido incapaces de
interceptarlas. Era incierto por qué el Imperio había caído; ¿la legión se
rebeló, o hubo otra razón? Cual fuese el caso, un hecho era claro: El Imperio
había caído.
Los Ochenta-y-Seis fueron detenidos por ser “descendencia del Imperio”,
pero ahora que dicho Imperio ya no existía, tampoco existía justificación
para su continuo confinamiento. Sin embargo, habiendo probado los
beneficios de su descarada discriminación, los civiles de la República eran
reacios a cambiar su forma de actuar. Pisotear a otros les brindaba la ilusión
de superioridad, y tener un grupo al cual oprimir los hacía sentir como si
fueran los vencedores. Habiendo sido capturados, humillados, y empujados
a un estado de emergencia por el arsenal superior del Imperio, esto era
meramente una forma de escapismo que les permitía mentirse a sí mismos,
en lugar de confrontar la realidad.
“Ser tolerantes de esos errores es equivalente a apoyarlos. Hacer esto no es
algo que debería ser permitido en—“
“Lena.”
Ese gentil llamado hizo que Lena detuviera su lengua.
“Tu búsqueda de ideales es demasiado vivaz, sin importar si esos ideales
son tuyos o de alguien más. Los ideales son preciados precisamente porque
son inalcanzables.”
“…Pero…”
Los ojos plateados de Karlstahl dudaron con una nostalgia agridulce.
“Realmente te pareces a Václav… Bien, Comandante Vladilena Milizé. Por
la presente te nombro oficial al mando del primer escuadrón defensivo del
primer distrito del Frente Este, con efecto desde el día de hoy. Espero que
lo hagas de la mejor manera posible.”
“Muchas gracias, señor.”

“¿…Así que al final aceptaste la oferta? Eres rara, Lena.”


Tomar el mando de un nuevo escuadrón significaba que varias cosas
cambiarían también, y una de esas cosas era la información-objetivo del
Para-RAID. Annette era la oficial a cargo del equipo de desarrollo del Para-
RAID, así que todas las peticiones sobre los ajustes de la configuración de
la Resonancia Sensorial de Lena eran manejadas por ella. Ella también fue
quien sugirió que Lena pasara por una inspección médica mientras hacían
eso, y ahora Lena se encontraba colocándose de nuevo su uniforme cuando
Annette la reprendió.
Después de colocar la bata de paciente en una percha, Lena le respondió a
Annette desde el otro lado de la ventana de vidrio reforzado de la sala
médica, aun abotonando su blusa. El edificio del distrito medico había sido
una vez una casa de campo de la realeza durante la era de la monarquía, por
lo que su exterior era aquel visto en una elegante hacienda de la Edad Media.
Pero en el interior, tenía un insípido y futurista diseño, definido con metal y
paneles de vidrio que daban una sensación robótica e inorgánica. Una de las
pantallas de vidrio tenía el video de un pez tropical y de coral proyectado
sobre ella.
“Digo, es solo un cuento de hadas. Annette. Una excusa de los soldados para
saltarse el trabajo.”
Abrochando ambas medias con sus ligas, Lena sintió sus labios aflojando
una sonrisa. Ella hacia sus inspecciones médicas periódicas del Para-RAID
con regularidad, así que no había necesidad de que Annette se preocupara,
pero ella al fin y al cabo era una entrometida…
“Bueno, la parte sobre los suicidios es verdad.”
Sentándose al otro lado de la pared de vidrio, Annette añadió casualmente
ese pequeño dato mientras ingresaba la nueva configuración en el
Dispositivo RAID de Lena y sorbía café—o mejor dicho, una substancia
lodosa que probablemente se suponía que pareciese café—de su taza.
“No me creo esas cosas de los fantasmas. Los más viejos probablemente se
inventaron eso para tener algo de lo qué hablar. Pero es verdad. Uno se voló
la cabeza con una escopeta.”
Habiéndose puesto su falta y chaqueta, Lena se giró, enderezando el cuello
de su atuendo. Peinó hacia atrás su cabello que había caído por sobre sus
hombros cuando se había inclinado.
“¿En serio?”
“Tuvimos una solicitud para revisar que no fuera un malfuncionamiento del
Para-RAID. Dimisiones de lado, cuando alguien se suicida, la información
acerca del hecho suele esparcirse.”
“¿Y cuáles fueron los resultados?”
Annette se encogió de hombros casualmente.
“Quién sabe.”
“¿A-A qué te refieres con ‘Quién sabe’…?”
“¿Qué tipo de detalles se supone que reúna cuando el sujeto ya está muerto?
Ninguna anormalidad se encontró en el Dispositivo RAID, eso es todo. Les
dije que, si querían que indagara más a fondo, debían traerme a aquel
Processor. Undertaker, creo que se llamaba. Pero, los cabeza hueca de
Transporte comenzaron con las tonterías de “No hay espacio para cerdos en
nuestros vuelos.”
Annette cruzó sus brazos mientras se recostaba contra el respaldo de la silla
y resopló con indignación. Esta actitud siempre echaba a perder su juvenil
apariencia.
“Si ellos lo hubieran traído para acá, habría sido capaz de desmenuzar su
cerebro e investigar. Maldita sea.”
Lena frunció el ceño ante tal amenazante comentario. Annette no hablaba
en serio, por supuesto, pero aun así era algo bastante oscuro.
“…Hmm, ¿cómo es que sabías de ese Processor…?”
“Lo escuché de la PM3. Me dejaron ver el reporte, pero en serio era solo un
bulto de información oficial. Me preguntaron si se me ocurría algo, y eso
fue todo. Ni idea si él tiene algo que ver con lo ocurrido.”
Habiendo dicho esto, Annette sonrió irónicamente.
“Aparentemente, cuando le dijeron que su Handler había muerto, todo lo
que dijo fue ‘Ya veo’. Como si no tuviera ni idea de cómo tomarlo. Supongo
que tiene sentido que un Ochenta-y-Seis se sienta de esa manera. Incluso si
les dices que su oficial al mando murió, a ellos realmente no les importa.”
“…”
Cuando ella vio la expresión silenciosa de Lena, la sonrisa desapareció del
rostro de Annette.
“…Lena, como te dije, deberías transferirte a los laboratorios.”

3
Policía Militar
“¿?”
Annette veía la expresión perpleja de Lena con sus brillantes y felinos ojos.
“Por cómo están las cosas, las fuerzas armadas no son más que asistencia
para los desempleados. En todos lugares menos en el laboratorio hay idiotas
de los Sectores mayores que no pudieron mantener un trabajo.”
El centro administrativo actual de la República era el Primer Sector, y este
era el corazón de todo. Los demás Sectores se extendían desde sus cuatro
lados en un diseño rectangular, con números designados en orden de
cercanía. Mientras más alto el número de Sector, peor era el entorno
residencial, la seguridad pública, y los estándares de educación, y también
más alto era el desempleo.
“¿Qué harás dentro de dos años una vez que la Legión ya no sea un
problema? Tener ‘antiguo personal militar’ en tu currículum no llamará la
atención durante los tiempos de paz.”
Lena sonrió. En dos años, todas las unidades de la Legión se apagarían. Ese
era el hecho que la República percibió al inspeccionar varias unidades de la
Legión de las cuales se habían apoderado. Las unidades centrales de
procesamiento de la Legión tenían un tiempo de vida programado en ellas:
cincuenta mil horas de tiempo de operación por versión. En otras palabras,
solo seis años.
El Imperio debe haber añadido este elemento al diseño como respaldo para
asegurar que la Legión no enloqueciera y se revelara.
Y ya que el Imperio fue presumiblemente destruido hace cuatro años, todas
las unidades centrales de procesamiento de la Legión deberían averiarse y
cesar operaciones en dos años. Y sin duda alguna, el número de la Legión
que habían detectado en el campo de batalla había estado disminuyendo con
el pasar de los años. Unidades que no habían recibido la última actualización
habían comenzado a apagarse.
“Gracias por la oferta. Pero justo ahora, estamos en guerra.”
“Sí, pero este no tiene por qué ser tu trabajo.”
Annette no iba a retroceder. Completando su trabajo, ella movió a un lado
la pantalla holográfica, se inclinó hacia adelante, y comenzó a ventilar sus
frustraciones con una voz agitada y amarga.
“Sin importar cuál sea la verdad, hablamos de un Processor desquiciado.
Quién sabe qué esperar de él… Y, además, no se sabe si el Para-RAID en
realidad es seguro.”
Los ojos de Lena se abrieron de par en par.
“¿No se había comprobado que el Para-RAID era perfectamente seguro?”
Annette había, aparentemente, dejado salir algo que no debía salir. Bajó su
voz, y siguió hablando con una expresión culposa que hacía claro que se
acababa de meter en problemas.
“Vamos, Lena, ¿acaso no sabes cómo funciona este país? Aunque lo digan
públicamente, eso no significa que sea verdad.”
La República se enorgullecía de ser una raza superior y en lo infalible de su
tecnología. Incluso si hubiera algunos defectos, jamás podrían hacerlos
públicos. Esto era verdad con el Para-RAID…y con los Juggernauts.
“La realidad es que descubrieron esta tecnología tras inspeccionar a
personas con, bueno, percepción extrasensorial. Así es como descubrieron
qué parte del cerebro estimular…y eso es lo que hace esta cosa.”
Ella tocó el Dispositivo RAID con su mano: un cristal azul y un marco
delicado de plata. El cristal en ese momento se encontraba conectado a
través de varios cables a una terminal de información, mientras se
sobrescribía la información dentro.
“Esos ‘Espers’ podían Resonar con otros miembros de su familia, por eso
los dispositivos del Handler y del Processor cargan información cuasi
genética que los identifica como familiares de segundo grado. Aún no
sabemos cómo es que dicha Resonancia funciona.”
“Pero… ¿no era esta la investigación de tu padre?”
“Fue una investigación colaborativa. La teoría fundamental e hipótesis
fueron trabajo de otros investigadores. Papá solo estaba a cargo de preparar
las condiciones de laboratorio y de replicar el fenómeno con los sujetos de
prueba reclutados.”
“Entonces solo necesitas preguntarles a los demás investigadores.”
Una sonrisa fría se mostró en el rostro de Annette.
“No es posible. Los demás investigadores eran Ochenta-y-Seis.”
Los Ochenta-y-Seis, quienes eran considerados infrahumanos, no tenían sus
nombres registrados. Cuando fueron tomados en custodia, cada uno recibió
un número como su identificador único. En este punto, no había manera de
siquiera saber a qué campo de concentración habían sido enviados.
“El Dispositivo RAID tiene ahora un seguro, pero si alguien fuera a intentar
Resonar con el sentido de la vista de varias personas, sus cerebros se freirían
por la sobrecarga de información, y si mantienes la Resonancia por mucho
tiempo a máximo índice de sincronización, es posible que tu ego colapse
por completo. Eres demasiado ‘estimulado’ y ya no eres capaz de regresar…
Sabes sobre el accidente de mi padre, ¿verdad?”
“…”
El padre de Annette, el Profesor Josef von Penrose, estuvo envuelto en un
accidente durante un experimento que lo volvió loco y lo terminó matando.
Sucedió poco tiempo después de la conclusión de la teoría de la Resonancia
Sensorial y el Dispositivo RAID. El índice de sincronización del
Dispositivo RAID fue puesto al máximo teorizado. Algunos creían que el
Profesor se conectó a un lugar que yacía más allá de la Conciencia Colectiva
Humana. Si la humanidad en conjunto era un individuo, ese lugar era el
colectivo—lo que se presume es la Subconsciencia Colectiva del Mundo.
“Entonces, como dije, nadie sabe lo que podría pasar si usas demasiado el
Para-RAID…no me importa lo que les pase a esos Ochenta-y-Seis, pero si
algo te pasara a ti, no sé lo que haría…”
Lena hizo una mueca sin querer. Ella notó que Annette genuinamente estaba
preocupada por ella, pero aun así…
“Pero eso…es solo cobardía.”
Annette sacudió su mano como si dijera que se había cansado ya de la
conversación.
“Sí, sí. Santo cielo, eres una rarita…”
Un silencio incómodo llenó ambos lados de la habitación separada por la
pared de vidrio. Como si quisiera desvanecer ese silencio, Annette sonrió
de manera traviesa.
“Ya que estamos hablando de cosas que te hacen actuar raro… Lena, ¿te
apetece comer un poco de chifón4? Es mi creación más reciente. Hecho de
huevos reales.”
“¿Eh?”
Annette tuvo que contenerse para no reír en voz alta al momento que Lena
volteó a verla, un par de orejas de gato imaginarias reaccionando con interés.
Después de todo, Lena era tan femenina como cualquier joven dama de su
edad. Las cosas dulces capturaban su atención en un santiamén, y un chifón
hecho de claras de huevo reales era una comodidad muy rara en la República
estos días, debido a la falta de espacio libre o tiempo para construir granjas
de aves de corral. Criar gallinas en el jardín de su hacienda era el tipo de
preciado lujo que solo la hija de la familia Penrose, antiguamente un hogar
noble, podía permitirse.
Sin embargo…
“Hmm… ¿no va a tener sabor a queso a pesar de que no hayas usado queso,
ni va a estar todo quemado, ni se verá como un sapo, verdad…?”
Estas eran las impresiones de alguien que había probado las Bombas de
Crema que había hecho Annette una vez. Ese último comentario era una
abreviación de “el inflamado y arrollado cadáver de un sapo”. Dejando de
lado la forma, Annette de alguna manera se las había arreglado para replicar
el color de un sapo a un sorprendente nivel de precisión.
“Esta vez es algo seguro para comer. Hice que el chico de mi matrimonio
concertado lo probara.”
Aunque ese chico se había desmayado, sacando espuma por la boca la vez
del quinto prototipo de chocolate.
“Entonces supongo que está bien… Pero incluso si él no te gusta, asegúrate
de darle un poco de chocolate que sea seguro de comer, ¿entendido?”

4
Un tipo de pastel
“Por supuesto. Incluso lo envolví muy lindo, con envoltura y papel rosa y
con un listón y todo eso. Incluso le dejé una carta con una marca de beso
que decía, “Para mi querido Theobald” …La dejé en el buzón del
apartamento que está rentando junto con su amante.”
Le tomó a Lena un buen tiempo decidir si debería o no sentirse mal por él.

Habiendo regresado a casa, Lena sujetó el Dispositivo RAID—que había


acabado de tener una reescritura de datos mientras charlaba con Annette y
comían chifón y un poco de té—a su cuello. Tenía la forma de una elegante
gargantilla plateada, con un sutil grabado de un patrón ornamental Alba.
Pequeñas y brillantes cuentas rodeaban el cristal que casi era un nervio,
haciendo difícil de creer que esta pequeña gargantilla tenía la misma función
que unos auriculares para comunicación de grado militar.
Su charla con Annette esta tarde repentinamente regresó a su mente. La
Parca. El Ochenta-y-Seis que llevó a personas al suicidio, quien no se
encogía de miedo por la idea de la muerte.
¿Qué tipo de persona era?
Él… ¿nos odia?
Lena sacudió su cabeza y respiró profundo. Muy bien.
“—Activar.”
Ella encendió el Para-RAID. Este método de comunicación innovador podía
ser usado sin importar la hora ni el lugar e ignoraba toda interferencia debida
a la distancia, clima o terreno.
Sincronización completa. Sin errores durante la conexión. La estática hacía
ruido en sus oídos, diferente a los sonidos de la habitación en la que se
encontraba.
“Handler One a todas las unidades del escuadrón Spearhead. Es un placer
conocerlos a todos. Serviré como su oficial al mando comenzando desde
hoy.”
Hubo una larga y vacilante pausa. Lena encontró eso descorazonador. Nadie
en el escuadrón sabía cómo responderle a un oficial que por primera vez los
saludaba de esta manera, a pesar de que esto era la etiqueta apropiada entre
humanos.
Pero la vacilación desapareció después de un momento, y una tranquila y al
parecer joven voz respondió del otro lado de sus sentidos Resonados.
“Encantado de conocerte, Handler One. Capitán del escuadrón
Spearhead, nombre clave: Undertaker, al habla.”
Contrario a su amenazante nombre, su pronunciación y vocalización fueron
precisas y claras, y su voz era tan serena como el lago de un profundo
bosque. Era un chico de casi la misma edad que Lena, probablemente
originario de una familia de clase media o alta.
“Se me fue informado del cambio de Handlers. Te deseo suerte con tus
esfuerzos por venir.”
Lena sonrió, siendo capaz de imaginar vívidamente la tendencia silenciosa
del chico por su tono indiferente. Sí, ella podía saberlo simplemente
conversando de esta manera, y no había manera en que él pudiera engañarla.
Ellos eran humanos.
Ellos no eran algo infrahumano, algo conocido solo como Ochenta-y-Seis.
“Te deseo lo mismo. Espero con ansias trabajar contigo, Undertaker.”
Capítulo 2
Todo Tranquilo en el Frente Esquelético

¡Ciento veintinueve días para acabar mi servicio!


¡Gloria al maldito escuadrón Spearhead!

En la parte trasera de las desgastadas barracas del hangar, un mensaje con


una cuenta regresiva estaba garabateado en grandes letras con tiza de color
en un pizarrón que alguien había recogido.

Elevando sus ojos desde el portapapeles en sus manos, la mirada de Shin se


encontró con esa oración celebratoria. Para ser exactos, deberían quedar 119
días. Kujo había anotado este mensaje el día en que se unió al escuadrón y
lo actualizaba cada mañana.

Pero Kujo murió hace diez días.

Mirando brevemente al interrumpido mensaje con la cuenta regresiva, Shin


eventualmente cambió su atención de regreso al reporte de mantenimiento
en el portapapeles que sostenía en sus manos. Había estado caminando por
el hangar con Juggernauts alineados en modo de espera, abriéndose paso
hacia su propia unidad, la cual había acabado de recibir mantenimiento hace
poco.

Él tenía los ojos color rojo sangre, propios de un Pyrope y el cabello


completamente negro de un Onyx. Estos dos rasgos venían de su sangre
noble y mixta, mitad Aquila y mitad Rubela y lo diferenciaban de los demás
Ochenta-y-Seis, quienes por lo general caían bajo la categoría de Colorata.

Su tranquila expresión, impropia de su edad, le daba a sus atractivos rasgos


cierta cualidad fría, y su complexión delgada y rasgos pálidos eran
característicos de los antiguos nobles del Imperio.

A pesar de servir en el Frente Este, el cual consistía mayormente de bosques,


praderas y largas tiras de pantanos, él usaba un uniforme de camuflaje para
el desierto con sombras de café arena y gris, el cual había conseguido de los
suministros sin vender de la República. No había oficiales que lo
reprendieran por ello, así que mantenía el cuello del traje flojo, con un
pañuelo azul cielo envuelto alrededor de su cuello saliendo desde dentro.
El sonido de la maquinaria y los gritos del equipo de mantenimiento hacían
eco ruidosamente a través del hangar operativo, mezclándose con el vitoreo
de unos cuantos camaradas jugando basquetbol dos contra dos en la plaza
frente al hangar y con el sonido de una guitarra rasgueando la melodía de
una vieja caricatura. El compañero miembro del escuadrón, Kino, sentado
en la cabina de su unidad con el toldo abierto y leyendo una revista
pornográfica, notó a Shin pasando a un lado y levantó su mano a modo de
saludo.

A pesar de estar en las líneas del frente, en días sin salidas, el personal de la
base tendía a sentirse aburrido. Usualmente, era requerido que patrullaran
las zonas en disputa cada día, pero jamás lo hacían, pues no había necesidad.
Aun así, en papel, y de acuerdo a los reportes que enviaban a los Handlers,
ellos deberían estar en este momento en mitad del patrullaje.

Algunos quienes querían salir de paseo se encontraban en las ruinas de


ciudades cercanas, buscando materiales. Todos los demás hacían sus
quehaceres (cocinar, lavar, limpiar u ocuparse de los campos y de las
gallinas en la parte trasera de la base) o simplemente pasaban el tiempo
como ellos quisieran.

El sonido de botas militares se aproximó a él, y una gruesa voz sacudió el


hangar con un grito que podría haber hecho que un tanque se detuviera.

“¡Shin! ¡Shinei Nouzen! ¡Volviste a arruinarlo, pedazo de mierda!”

Kino saltó fuera de su cabina y se apresuró a las sombras como una


sorprendida cucaracha mientras Shin pacientemente esperaba a que el dueño
de la voz se le acercara.

“¿Qué quieres?”

“¡Nada de ‘¿qué quieres?’, Undertaker! ¡Maldito seas!”

La persona que se acercaba a Shin como un cerbero enloquecido era un


miembro del equipo de mantenimiento en sus cincuenta-y-algo años. Su
cabello era de un canoso color gris ceniza, y usaba lentes de sol y ropas de
trabajo con manchas de aceite. Era, Lev Aldrecht, el capitán de la división
de mantenimiento del escuadrón Spearhead. Shin, quien estaba a punto de
cumplir dieciséis este año, era considerado un veterano entre los soldados
del campo de batalla, pero Aldrecht iba más allá de los veteranos y entrando
en territorio de mayor experiencia, siendo él un sobreviviente que sirvió en
la guerra de hace nueve años.

“¡¿Por qué tienes que romper tu maldita unidad con cada maldita salida?!
¡El actuador y el amortiguador están traqueteando como ni te imaginas! Te
digo que la suspensión de la unidad es débil, ¡¿entonces por qué sigues
presionándola así?!”

“Lo siento.”

“¡¿Crees que disculparte va a arreglar esta mierda?! No quiero que te


disculpes— ¡quiero que cambies la forma en que haces las cosas! ¡Ese estilo
de lucha tuyo te va a matar uno de estos días! ¡Ya no tenemos repuestos, no
puedo arreglarte tu equipo hasta que nos lleguen más!”

“¿Y mi unidad de repuesto?”

“Ah, sí, la de repuesto. Tenemos una de repuesto, ¿verdad? Tenemos que


tener una con este capitán que sigue haciendo lata su equipo cada vez.
Vienes a que te reparen las cosas tres veces más que cualquier otro
Processor. ¡¿Te crees un maldito príncipe o algo así?! ¡¿Y bien?!”

“La República abolió el sistema de clases en la revolución hace trescientos


años.”

“Hijo, estoy pensando seriamente en molerte a golpes justo ahora…


Considerando lo rápido que arruinas tus unidades, a menos que saquemos
de algún lado tres para que uses, ni pienses en que podamos continuar con
las reparaciones. Cuando consideras la cantidad de tiempo en que tardan en
llegarnos más partes comparado a qué tan a menudo ustedes salen a batalla,
¡no hay manera en que podamos mantenernos así! ¿Qué quieres que haga,
que rece para que no se rompan tus cosas? ¿O quizás que le rece al hada de
la chatarra para que recoja los pedazos que dejes? ¡¿Y bien?!”

“Fido recuperó la unidad de Kujo, ¿o no?”

Aldrecht guardó silencio ante el tono objetivo de Shin.


“Bueno, sí, podría sacar las partes que necesito del equipo de Kujo…pero
preferiría no canibalizar otras unidades. Digo, ¿estás bien con ello? Estaría
poniendo partes de una unidad que terminó matando a alguien en tu equipo.”

Shin ladeó la cabeza y tocó la armadura de su Juggernaut—del Juggernaut


de Undertaker—con la parte trasera de su mano. Bajo el toldo se encontraba
su Marca Personal, un esqueleto sin cabeza cargando una pala.

Aldrecht sonrió amargamente.

“Sí, supongo que ya es tarde para eso… ¿verdad, Undertaker?”

Asintiendo pensativamente, el anciano mecánico veía a los campos


primaverales extendiéndose más allá de las persianas. Un cielo sin nubes se
extendía por sobre sus cabezas, su tono cerúleo parecía como si fuera a
consumirlo todo. Los campos de acianos5 azules y el follaje de las nuevas
hojas envolvían las llanuras con un hermoso mosaico hipnotizador. Esto
servía como las lapidas para los esqueletos de millones de Ochenta-y-Seis
que murieron en el campo de batalla.

Los Ochenta-y-Seis no eran enterrados en tumbas. No podían existir tumbas


cuando no había ninguna baja. Incluso recolectar los restos estaba
prohibido. Los cerdos disfrazándose de humanos tenían prohibido el
derecho a descansar en paz, o incluso el derecho de lamentar a sus
compañeros muertos. Este era el mundo que su patria fabricó hace nueve
años, la fachada que mantenían incluso ahora.

“Escuché que Kujo voló en pedazos.”

“Sí.”

Una mina autopropulsada—un arma antipersona torpemente hecha


consistiendo de un fuselaje lleno con explosivos, con extremidades con
forma de barra y una cabeza esférica, indetectable desde lejos para el ojo
desnudo. Una se había presionado bajo Kujo, quien la había confundido por
un soldado herido. Había sido en una batalla nocturna, una misión para
rescatar otra unidad.

5
Planta herbácea también llamada scabiosa, azulejo o pincel.
“Qué bien. Eso significa que murió.”
“Probablemente.”

Shin no creía en el cielo ni en el infierno, pero sí en un lugar diferente a este.


Un lugar a donde ellos pudieran regresar. Aldrecht rio profundamente.

“Kujo tuvo suerte de estar en la misma Unidad que tú al final…Y ellos


igual.”

Podían escuchar voces animando con entusiasmo mientras la pelota agitaba


una rasgada red. El coro desafinado de la guitarra hacía eco todo el camino
hasta los campos detrás de las barracas. Aldrecht sabía que esto era una vista
que no podías encontrar en ningún otro escuadrón.

Salida tras salida. Patrullajes diarios en anticipación a un ataque de la


Legión. Suspenso y miedo gradualmente desgastaban los nervios de los
Processors al mismo tiempo que perdían más y más camaradas con cada
batalla que pasaba. En tal extrema situación, donde vivir para ver la próxima
mañana era lo mejor que uno podía hacer, ellos ni siquiera tenían el lujo de
divertirse o llevar un estilo de vida humano. Pero eso no era verdad para
este escuadrón. Incluso si tenían que ir a la ofensiva, ellos nunca tenían que
preocuparse por un ataque sorpresa.

“…Es gracias a ti que ellos pueden vivir así, Shin.”

“Pero aun así les doy tres veces la cantidad de trabajo de reparación
comparado a un Processor normal.”

Aldrecht rio con intensidad. Shin contempló de nuevo el par de ojos


mirándolo amargamente desde detrás de los lentes de sol y se encogió de
hombros.

“Lo juro, pedacito de mierda… De entre todas las cosas graciosas que me
pudiste decir, y me sales con eso.”

“En serio lo siento, incluso si no puedo expresarlo.”

“Maldito idiota. Asegurarse de que ustedes regresen vivos es el trabajo del


equipo de mantenimiento. Siempre y cuando podamos hacer eso posible,
poco nos importa lo que les suceda a las unidades, y haremos lo que sea
necesario para que vuelvan a funcionar bien.”

Habiendo dicho eso con una sola respiración, Aldrecht giró para mirar hacia
otro lado. Aparentemente se sentía avergonzado.

“Oh, cierto. Escuché que cambiaron a tu Handler otra vez. ¿Cómo es el


nuevo?”

Hubo una pausa.

“…Sí.”

“Qué mierda quiere decir ese ‘Sí”, ¿y bien, burro?”

Shin había cambiado Handlers tan a menudo que diferenciarlos era difícil,
y en primer lugar los Processors no se suponía que estuvieran al tanto de la
existencia de su Handler. Eso demostraba qué tanto descuidaban sus
trabajos. Y una vez suficientes Eintagsfliege eran desplegados, el radar y las
transmisiones de datos paraban de funcionar, por lo que se volvía imposible
mantener el mando desde una base distante. Es por ello que los Processors
no confiaban en sus Handlers y no les importaba realmente si estaban
presentes o no.

Al final, el trabajo de un Handler se resumía en monitorear a los Processors.


Gracias al collar conocido como el Para-RAID, sin importar el lugar u hora,
ellos siempre podían saber cada palabra que salía de la boca de un Processor.
El único trabajo esperado de los Handlers era servir como supresor para
mantener las intenciones rebeldes de los Ochenta-y-Seis controladas.

Shin abrió su boca para hablar, recordando las pocas conversaciones que
había tenido con ella esta semana. La primera cosa que vino a su mente
fue…

“Mi papeleo ha incrementado. Supongo que tendré que comenzar a


falsificar mis reportes de patrullaje todos los días.”

“…Eres el único con las bolas suficientes para seguir mandando el mismo
reporte que fabricaste hace cinco años todos los días solo porque allá no los
leen, Shin.”
Él ni siquiera se había molestado en cambiar la fecha o lugar, y ya que no
había ido a patrullar desde entonces, el contenido era todo sinsentidos
aleatorios. Shin estaba honestamente sorprendido pues nadie lo había
notado en todo este tiempo.

‘Tal parece que me enviaste el archivo incorrecto…’

Cuando ella gentilmente señaló eso con una voz que hacía recordar a una
campanilla de plata, Shin no pudo evitar suspirar un poco. Ella había reído
tranquilamente, diciendo que él “podía ser sorpresivamente descuidado a
veces” en un tono amigable y de benevolencia genuina.

“Ella Resonó el día que fue asignada y dijo querer continuar con estas
conversaciones, y que por eso estaría sincronizándose con nosotros todos
los días. Inusual para un soldado de la República.”

“Entonces se trata de una persona decente, eh… Debe ser difícil vivir así.
Pobre chica.”

Shin no podía estar más de acuerdo, y por eso mismo eligió guardar silencio.
La justicia y los ideales no tenían peso en este mundo, sin importar cuanto
intentaras llevarlos a la realidad—

“…Hmm.”

Shin repentinamente movió su mirada hacia la distancia, más allá de los


campos primaverales, como si hubiera escuchado a algo llamándolo.

“¡Ta-daa! ¡Esto es a lo que se refieren realmente cuando dicen ‘los cerdos


olvidados por Dios que viven fuera de la Gran Mule’!”

“Qué mal gusto, Haruto.”

Se encontraban en la cocina de las barracas. Theo, cuyo pasatiempo era


dibujar, cortó la broma de su compañero de escuadrón a la mitad mientras
mantenía su vista fija en la olla hirviendo de jalea de bayas mientras anotaba
algo en su cuaderno de dibujo. Tenía el cabello dorado de un Jade y ojos
esmeralda y, a pesar de cumplir dieciséis este año, tenía una estatura
pequeña y delgada. Habiendo dejado caer un gran cadáver de un jabalí en la
entrada lateral del jardín trasero, Haruto, quien era un Rubis, bajó sus
manos, las cuales tenía estiradas a modo de broma, y rascó su cabeza. Había
ido a cazar a un bosque cercano, a pesar de que hoy no era su turno.

“Sí, no pude hacer bien la broma. Se supone que rieras hace un momento.”
“Para ser franco, más que risa, me causó nauseas. Pero igual, tengo que darte
crédito…”

Dejando su libro de dibujo de lado, Theo fijó su mirada en la presa que


Haruto había traído. Lo más probable es que la transportó con su Juggernaut,
pero cargar tal monstruosamente grande jabalí por su cuenta, había
probablemente requerido mucho esfuerzo.

“Sorprendente. Esa sí es una buena presa.”

Haruto rio felizmente, contento con el cumplido.

“Lo es, ¡¿verdad?! ¡Tendremos barbacoa esta noche! ¿A dónde se habrá ido
Raiden? Y Anju también. Tengo que pedirle al encargado de la cocina de
hoy que me deje hacerlo a mí.”

“Sí, de entre todos ellos, Shin está a cargo hoy. Raiden está en la ‘ciudad’
reuniendo materiales, y Anju debía encargarse de la lavandería. El resto de
chicas fueron con ella.”

La mirada de Haruto de repente se fijó en Theo.

“Espera. ¿Cuándo pasó eso?”

“Creo que justo después de desayunar”

“Y ahora ya casi es por la tarde”

“Exacto.”

“……”

Incluso si tenían que ir a lavar toda la ropa de la base, no les tomaría a ellas
seis toda la mañana para hacerlo. Y el lugar donde lavan la ropa se encuentra
a las orillas del río. Además, hoy es un claro y caluroso día de primavera.
Haruto repentinamente comenzó a emocionarse.

“¡Significa que están tomando un baño! La orilla del río es el cielo en la


tierra en estos momentos, ¡¿Me entiendes?!”

“Probablemente debería decirte esto antes de que en serio te envíen al cielo,


¡Te recuerdo que todas ellas están armadas!”

Haruto quedó paralizado en su lugar. Theo suspiró, mezclando la olla con


un cucharón de bambú. Viendo que la olla había finalmente hervido, apagó
el fuego. Justo mientras colocaba la tapa, sintió activarse el Para-RAID.
Cuando se enlistó, un Dispositivo RAID había sido implantado en la parte
trasera de su cuello, junto con una etiqueta de información con forma de
‘trepadores 6 para oreja’ que listaba otros objetivos con quienes poder
Resonar. Luego llegó una avalancha de calor ilusorio que significaba la
activación de estos dos dispositivos. Theo presionó su dedo contra el
trepador para oreja y cambió a transmisión de señales.

“Activar. Ah.”

Los ojos Jade de Theo presentaron frialdad cuando se dio cuenta quién se
había contactado con él. Intercambió miradas con Haruto, cuya sonrisa
desapareció al momento de presionar su propio trepador para oreja, y habló
con la persona que había Resonado con ellos.

“Shin… ¿Qué ocurrió?”

El escuadrón lavaba la ropa en las orillas de un rio que siempre estaba


atestado de agua a pesar de su pequeño tamaño. Era cerca de las orillas del
rio en donde las miembros del escuadrón jugaban en el agua, jugueteando y
salpicándose las unas a las otras.

“¿Qué haces, Kaie? No te quedes ahí parada— ¡ven!”

Viendo a su amiga merodeando a una corta distancia de ellas y viéndose


inquieta, Kurena detuvo su juego de ‘las traes’ y la llamó. Ella tenía cabello

6
Son accesorios normalmente utilizados en las orejas y que tienen una forma circular recordando a
piercings. Más info. en internet.
corto estilo bob7, cabello Agate de color castaño y elegantes ojos Topaz.
Había removido la parte superior de su uniforme de campo y lo había atado
a su cintura, exponiendo su camiseta de tirantes verde militar—y su figura
voluptuosa bajo dicha camiseta—al sol, pero ya que todas las demás usaban
el mismo tipo de ropa, ella no se sentía avergonzada.
“N-Nah, yo solo… Ya sabes, pienso que este uniforme es algo vergonzoso
de usar…”

A pesar de su comportamiento algo masculino, Kaie, la pequeña Orienta de


cabello y ojos negros, era inequívocamente una chica. Parecía molestarle
bastante la manera en que la camiseta de tirantes mojada se pegaba a su piel,
su rostro color carmesí. Su cola de caballo, suficientemente larga como para
parecer apropiada para la parte trasera del casco de un caballero, se aferraba
a su piel y se enroscaba pasando por su cuello hasta llegar a su escote. Era,
ciertamente, una vista que podrías considerar atractiva.

“Digo… ¿En serio está bien hacer esto…? Jugar en el agua sin llamar a los
otros— ¡Appfuu!”

Anju, quien había estado enjuagando su largo cabello azul plateado hasta
ahora, levantó agua con ambas manos y la salpicó a Kaie. Anju no se había
quitado la parte superior de su uniforme, sino que había bajado su
cremallera hasta llegar al ombligo. Una demostración bastante osada, dada
su modesta naturaleza. Como el color de su cabello sugería, ella tenía sangre
Adularia, pero sus ojos Celesta azul pálido fueron heredados de la abuela
de su bisabuela. Solamente esto la convertía en una Ochenta-y-Seis a los
ojos de la República, quienes le daban la mayor importancia a la pureza de
la sangre.

“Relájate, Kaie. Está bien; ya hemos terminado con la lavandería.”

Las demás chicas se unieron también.

“Digo, Shin sabía sobre esto cuando nos dio el visto bueno para venir hacia
acá, ¿no es así?”

7
El cabello de este estilo se corta justo por debajo de las orejas y las puntas forman “alas” invertidas
que son poco visibles. Para más información e imágenes.
“Oh cierto. Dijo que hoy iba a hacer más calor de lo normal, y entonces
sonrió un poco, fue inusual.”

“En momentos como estos es que nuestro impávido capitán puede ser
bastante genial.”

Ella entonces velozmente volteo su mirada hacia Kurena y sonrió


arrepentida.

“Ah, perdón por no captar la indirecta, Kurena… Shin y tú no tienen trabajo


justo ahora, así que probablemente debimos haber pensado en alguna excusa
para dejarlos a ustedes dos solos.”

“¡¿Q-Q-Q-Qué crees que estás diciendo?! ¡N-No se trata de eso!”

“No entiendo qué le ves a ese sujeto. Nunca puedes adivinar lo que pasa por
su cabeza.”

“Te lo digo. No le veo nada. ¡Esto no se trata de él!”

“Por cierto, ¿qué piensas sobre él, Kaie?”

“¿Quién, Shin? Es muy lindo. Me gusta su actitud de ‘silencioso y estoico’


que siempre carga.”

“¿Q-Qué demo—? ¡¿Kaie?!”

Kaie tuvo que reprimir su risa al ver la expresión de pánico en Kurena. Sus
expresiones eran demasiado obvias.

“Sí, sí. Lo entiendo. Si ninguna tiene la vista fijada en él, quizás pueda ir a
darle el golpe de gracia esta noche. Es una tradición oriental, saben… Una
chica se escabulle al cuarto del chico en la madrugada y…”

“¡¿K-Kaie?! Yo—Yo, uh, no me malentiendan. ¡No siento nada por Shin,


pero no pienso que esa sea una buena idea! Deberías apegarte más a esa, uh,
ya sabes, ¡etiqueta de yamato nadeshiko8 y esas cosas! Así que, lo entiendes,
¿verdad…?”

8
Es una expresión japonesa que hace referencia a la personificación de la mujer japonesa ideal.
Todas las chicas sonrieron, viendo a Kurena cada vez más sonrojada con
cada segundo que pasaba.

““““¡¡¡Kurena, eres tan linda!!!””””

Dándose cuenta que había sido engañada, Kurena gritó con frustración.

“¡No sean malas!”

“Ah, ¡ahí lo tienen, el puchero de Kurena!”

El matorral a un lado de ellas crujió, y repentinamente, su compañero de


escuadrón Daiya salió de él. Daiya tenía cabello rubio y ojos azules, como
era normal para los Sapphira.

También era, a propósito, un chico.

“““““¡Kyaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!”””””

“¡Gyaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!”

Siendo bombardeado con las poderosas armas ultrasónicas con las que toda
mujer era bendecida al nacer y una cortina de fuego compuesta por todo
objeto sólido posible que se encontrara al alcance de sus brazos, Daiya se
retiró a la relativa seguridad del otro lado del matorral.

“Oye, ¿¡qué demonios?! ¡¿Quién fue la que me acaba de tirar su arma?!


¡Esas cosas están cargadas! ¡¿Se volvieron locas?!”

“““““¡Kyaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!”””””

“¡Gyaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!”

Tomando un golpe directo de la segunda ola de bombas de las chicas, Daiya


quedó completamente en silencio. Las otras chicas le dieron una mirada a
Anju mientras se arreglaban sus desalineadas ropas y se acercaba a Daiya.

“Entonces, ¿para qué viniste, Daiya?”


“Curaría mis huesos rotos si me preguntaras ¿Estás bien? Con una linda
voz, Anju.”

“Oh cielos, estás bien, Daiya, cariño.”

“Oh, Dios. Lo siento. Perdóname. Jamás pediré eso de nuevo—así que por
favor deja de hablar con ese tono tan monótono y esa mirada falta de
emociones en tu rostro. Me vas a hacer llorar.”

Habiendo cerrado la cremallera de su uniforme por completo, Kaie elevó la


mirada, confirmando que las demás chicas habían arreglado sus trajes
también.

“Ya puedes salir, Daiya. ¿Qué ocurrió?”

“Oh cierto. La cosa es que, hoy comencé a trabajar como mensajero.”

Aparentemente, él tenía un mensaje para ellas. Kurena hizo un puchero, aun


abrazando la parte superior de su uniforme con sus brazos para cubrir su
voluptuosa figura.

“Pudiste haber usado el Para-RAID. ¿Por qué viniste todo el camino hasta
acá para eso?”

“Digo, sincronizarme en medio de chicas contando chismes sería incómodo


para todos, ¿verdad? No querrían que me sincronizara y las atrapara
diciendo algo como ‘¡Oigan chicas, me encanta Shin!’ ¿Verdad?”

“¡¿Q-Q-Q-Qué—?!”

Al escuchar a Daiya imitándola con un asquerosamente lindo tono que ella


jamás usaría, Kurena se puso roja hasta los oídos. Mientras tanto, todas las
demás chicas (excepto por Kaie) comenzaron a parlotear.

“No puedo decir que me parezca bien lo que hiciste, pero ese juicio fue más
o menos acertado.”

“Digo, pensaríamos que es gracioso, pero la pobrecita Kurena


probablemente se enterraría viva.”
“Eso es más o menos lo que ocurrió, ¿no es así?”

“Esperen—lo tengo. Deberíamos engañarla para que lo diga la próxima vez


y hacer que Shin se sincronice mientras lo hace. ¡Eso sería un buen
espectáculo!”

“La reacción de Kurena sería lo único interesante. Shin no movería ni un


solo músculo, con esa máscara de hierro que siempre tiene en el rostro.”

“¡E—En ningún momento dije eso! ¡Por favor ya paren!”

“““““¡¡¡Kurena, eres tan linda!!!”””””

“¡¡¡Waaaaaaaaaaaaaaaaah, no sean malas!!!”

Al sonido de todos los presentes (Daiya incluido) mimándola, Kurena gritó


con desesperación.

Mientras sus hombros aún se sacudían al reír, Kaie volteó a ver a Daiya.

“No, ya enserio, ¿cuál era el mensaje?”

La expresión de Daiya desapareció ante la pregunta.

“Sí. Es de parte de Shin.”

Escuchando esas palabras, las expresiones de las chicas se tensaron de


forma inmediata.

No con sólo el pan vivirá el hombre.

Estas palabras habían sido dichas por un condescendiente mesías hace miles
de años, pero Raiden pensó que podría haber algo de sabiduría en ellas. La
vida necesitaba de cosas como dulces o café—o de cosas menos tangibles
como juegos y música—para sentirse verdaderamente consumada. Los
cerdos blancos de la República quienes los lanzaron a este infierno no
sentían la necesidad de darles a su ganado nada más que la mínima cantidad
de comida para mantenerlos vivos. Si ves aquella oración y la examinabas
desde otra perspectiva, significaba que, dejando la calidad de vida de lado,
las personas no podían vivir sin comida que comer.

“Muy bien, Fido. Hora de un pequeño examen.”

Ellos frecuentaban las ruinas de una ciudad sin nombre mientras buscaban
comida en conserva, vegetales descuidados, ganado que se había vuelto
salvaje, o productos básicos abandonados. En una plaza llena con
escombros, el vice capitán de escuadrón, Raiden, tomó una lata de raciones
sintéticas que habían recibido de la planta de producción de la base y la
colocó en el concreto a un lado de una pieza de pan en conserva que
encontró en el almacén de emergencias del ayuntamiento.

Él vestía un descuidado uniforme de campo sobre sus fuertes extremidades,


y su cabello rojo oscuro, evidencia de su herencia Eisen de sangre pura, era
corto, mientras que su expresión y apariencia tenían un aspecto salvaje y
agudo.

Él estaba frente a un ‘Carroñero’ familiar. Este torpe dron, el cual


acompañaba a los Juggernauts en el campo de batalla y los suplía con
paquetes de energía de reemplazo y munición, tenía un cuerpo cuadrado y
angular y corría en cuatro patas. Fido se inclinó, sus sensores ópticos
basados en lentes observando fijamente los objetos frente a él.

“¿Cuál es basura y cuál es comida?”

“Pi.”

Fido inmediatamente extendió un brazo de grúa y tiró a un lado la ración


sintética. Viendo rodar el bulto blanco, Raiden tomó una mordida del pan.
Incluso un maldito dron puede ver que este pegote sintético es basura. ¿En
qué pensaban los cerdos blancos intentando hacer pasar esto por comida?

Campos de concentración y bases por igual tenían plantas de producción y


fábricas automatizadas en ellas, para poder producir todos los productos
básicos que necesitarían para ellos mismos. Ajustes de los rangos de
producción y poder eran todos proveídos desde el otro lado a través de
cables subterráneos.
Eran innecesariamente complicados sistemas de alimentación a gran escala,
lo cual significaba que la República no escatimaba en costos siempre y
cuando significara no tener que entrar en contacto con sus cerdos. La
comida y bienes producidos por la fábrica eran verdaderamente lo mínimo
indispensable, y a pesar de ser llamadas comida, las raciones que obtenían
día tras día se veían como explosivos plásticos por alguna razón. Y de más
está decir que sabían a mierda.

Así que, si querían comer algo remotamente decente, debían explorar ruinas
restantes de hace nueve años, como ésta, por comida y provisiones.
Afortunadamente, este escuadrón no debía preocuparse por patrullajes,
significando eso que tenían abundante tiempo y paquetes de energía para
cazar a través de estas ruinas, con los Juggernauts manejando el trabajo
pesado.
“Muy bien, Fido, el objetivo para las provisiones de hoy es cualquier cosa
que no se parezca a esa basura. Reúne tanta comida como puedas y
transpórtala de regreso a casa.”

“Pi.”

Fido imitó a Raiden, quien se levantó de su posición, y comenzó a reunir


cualquier tipo de cosa útil que pudiese encontrar. Desde piezas de
Juggernauts a fragmentos de proyectiles usados, recogió todo lo que podía
ser reciclado y usado de nuevo, y lo cargó en un contenedor que lo
transportaría todo luego de regreso a la base. Ese era uno de los trabajos
para los cuales fueron hechos los Carroñeros.

A propósito, Carroñero no era el verdadero nombre de estas máquinas sino


un apodo que se les fue dado. Después de todo, recogerían partes de
Juggernauts aplastados—e incluso de otros Carroñeros caídos en
combate—y explorarían el campo de batalla en busca de chatarra incluso si
no había ninguna batalla ocurriendo.

Ninguno de los Processors se referían a ellos por su nombre oficial,


escogiendo descaradamente llamarlos Carroñeros—Recolectores caníbales
de desperdicios. Eran tanto, compañeros de confianza que les ahorraban el
tener que preocuparse por quedarse sin munición o energía y, al mismo
tiempo, buitres mecánicos que con voracidad devoraban los restos de sus
hermanos caídos.
Fido era un Carroñero que había seguido y obedecido a Shin por alrededor
de cinco años hasta este punto. Era aparentemente parte de una de las
antiguas unidades de Shin—y uno de los únicos dos sobrevivientes de una
batalla que acabó con todos los demás, siendo el otro sobreviviente Shin.
Aparentemente Shin había arrastrado a Fido, la única máquina que no estaba
completamente destruida, de regreso a la base, y desde entonces habían
estado juntos.

Era impensable que una máquina recolectora de desperdicios tuviera la


capacidad de sentir algo tan complicado como gratitud, incluso si tuviera
alguna inclinación por el aprendizaje autónomo. Pero Fido parece haber
designado a Shin como el objetivo de mayor prioridad cuando se trataba de
reabastecer suministros y lo seguía sin importar cuantas veces Shin
cambiara de unidad, siempre quedándose a su lado durante cada incursión.
Era el tipo de lealtad que no podía esperarse de ningún otro, y menos
complaciente, Carroñero.

A juzgar por su número de modelo, Fido era de principios de la guerra,


cuando los Carroñeros habían sido introducidos recientemente al campo de
batalla. Habiendo estado en operación por tanto tiempo, Fido había
probablemente aprendido mucho más que sus demás hermanos. Y viéndolo
seguirlo tan lealmente, Shin decidió nombrarlo Fido. El tipo de nombre que
uno le daría a un perro, como Manchas o Pochi… Ese sujeto definitivamente
tenía algunos tornillos zafados.

“Pi.”

“¿Hmm?”

Raiden se giró para encontrar a Fido, quien lo había estado siguiendo a cada
paso que daba, repentinamente quieto. Siguiendo la mirada de sus sensores
ópticos, Raiden divisó un decolorado y descompuesto cuerpo esquelético
descansando bajo un gran árbol que crecía en el parterre a la sombra de los
escombros.
“…Oh.”

Dándose cuenta de que esa era la razón del por qué el Carroñero lo había
llamado, Raiden se aproximó al cuerpo. Su uniforme se estaba
desmoronando, y el rifle de asalto que sostenía en sus manos se había vuelto
rojo debido al óxido. El hecho de que una placa de identificación colgaba
del cuello del cadáver hacia claro que no se trataba de un Ochenta-y-Seis.
Este era probablemente un soldado de las Fuerzas Armadas de la República
quienes habían muerto hace nueve años.

Fido, a una corta distancia detrás de Raiden, hizo sonar un pitido de nuevo.
Se trataba del pitido inquisitivo que preguntaba si debería o no llevar algo
de regreso a la base. Durante momentos sin combates, Shin le había
enseñado a Fido a priorizar la recolección de las pertenencias de aquellos
caídos en batalla, ya que los cerdos blancos habían deliberadamente
prohibido la recuperación de los cadáveres.

Raiden sacudió su cabeza.

“Nah, no importa… Este tipo ya tiene una maldita tumba propia.”

Raiden conocía este árbol. Era un sakura: un árbol de cerezos. Era común
en el este del continente, sus flores floreciendo brillantemente durante
primavera. Tiempo atrás durante la primavera, toda la base había visitado
los árboles sakura de la calle principal por sugerencia de Kaie. La vista de
pétalos balanceándose en el aire, reflejados en la pálida luz de luna de la
madrugada era tan hermosa, evocaban una imagen de ultratumba.

No existía punto alguno en enterrar a este soldado en la fría y oscura tierra


cuando tenía ya su propia almohada de cerezos desde la cual ver el árbol
sakura. Este podría ser el cuerpo de un Alba, pero eran aun los restos de un
soldado muerto en batalla. Tratarlo como un cerdo no sería lo correcto.
Después de ofrecer una oración silenciosa para la difunta alma, Raiden
levantó su cabeza. Un calor ilusorio hormigueando su trepador para oreja.

“Grupo de caza, ¿me copian?”

“¿Theo? ¿Qué pasa?”

La voz era clara, como si estuviera parado justo a su lado. La Resonancia


era dirigida a todos aquellos explorando las ruinas, pero Raiden respondió
por el grupo.

“Cambio de planes. Se acerca una llovizna.”


Los ojos de Raiden se estrecharon sombríamente. Mientras miraba en
dirección al territorio de la Legión, incluso sus agudos ojos a penas podían
divisar una sutil sombra de destellos plateados que habían comenzado a
esparcirse por el cielo. Un enjambre volador de la Legión, con la forma y
tamaño de mariposas, quienes absorbían y reflejaban ondas
electromagnéticas y todo rayo de luz visible—los Eintagsfliege. Eran la
piedra angular de la ofensiva de la Legión, esparciéndose antes de un ataque
para confundir e interferir con radares y comunicaciones, ocultando el peso
total de la fuerza enemiga.

“¿Cuándo?”

“En aproximadamente dos horas. Tal parece que la fuerza más cercana
a nosotros se reagrupó con otra que se encontraba más atrás.
Probablemente estén reabasteciéndose. Avanzarán hacia nosotros tan
pronto como acaben.”

Aunque cerca, la Legión aún se encontraba fuera de toda vista, y en este


punto, ningún radar detectaría fuerzas enemigas. Y, aun así, Theo—o, mejor
dicho, la persona cuyas palabras él estaba transmitiendo—describía la
situación como si lo estuviera viendo con sus propios ojos.

“Entendido. Regresaremos en seguida. —Chise, Kuroto. Ya lo escucharon,


¿verdad? Reagrúpense en la entrada a las doce.”

“Entendido.”

“No hay un ‘Pastor’ esta vez tampoco, así que probablemente intenten
entrar por la fuerza. Dependerá de su ruta, por supuesto, pero si
tendemos una emboscada cerca del punto 304, deberíamos ser capaces
de barrer con todos ellos.”

Theo habló con discernibles rastros de una sonrisa en su rostro. Raiden se


abrió paso hasta su propia unidad, la cual lo esperaba a una corta distancia
de donde se encontraba él, mientras éste daba órdenes a todo el resto del
grupo de caza. Sus labios también formando una feroz sonrisa.

“Así que solo son un montón de ‘Ovejas’. Será pan comido.”


No sería de ningún modo una batalla fácil, pero las ‘Ovejas’ quienes solo
seguían tácticas simples eran por muy, muy lejos más fáciles de derrotar que
si fuera un ejército comandado por un ‘Pastor’. Saber de antemano que no
eran enemigos terriblemente peligrosos los que se acercaban era un gran
alivio. En serio, nuestra Parca es un— Pero ahí fue cuando los
pensamientos de Raiden pararon. El chico hizo una mueca.

¿Cómo se sentía esa Parca de ojos rojizos acerca de todo esto, mientras
deambulaba por el campo de batalla en busca de su cabeza?

Para cuando Raiden y el resto del grupo de caza regresaron a la base, las
otras diecisiete unidades ya se encontraban listas para el despliegue. Theo
esperaba frente a su propia unidad colocada cerca a la entrada del hangar,
mientras saludaba al grupo de caza con una sonrisa parecida a la de un gato
travieso.

“Raiden, llegas muuuuy tarde. Pensé que te habías parado en una mina
camino para acá.”

“Cállate—no es tarde. Y no bromees con eso de las minas. Aún es muy


pronto.”

“Ah…lo siento.”

Kujo había sido mandado a volar por una mina autopropulsada. En los dos
meses desde la creación de este escuadrón, él fue la tercera baja. La
velocidad con la que los Processors morían era excepcionalmente alta. Cien
mil se enlistaban cada año, pero durante esa misma cantidad de tiempo,
menos de mil quedaban.

Aun así, era mejor que si se tratara de sus padres, quienes se tuvieron que
lanzar de cabeza a la batalla. Se dice que durante la época en la cual la única
estrategia existente era cargar contra la Legión de frente con lanzacohetes
arcaicos o explosivos en mano, cada escuadrón perdía la mitad de sus tropas
en un solo día. A comparación, las pérdidas de este escuadrón no eran tan
devastadoras, pero sin embargo aún se encontraban en las líneas del frente.
No había ni una sola batalla sin bajas. La muerte era la única cosa que le
llegaba por igual—y de repente—a todos.

“Ya estamos todos, ¿verdad? Presten atención.”


Llamados por una tranquila y sin embargo sorprendentemente clara voz,
todos enderezaron sus espaldas. Sin que nadie lo notara, en silencio y
solemne como la luna de media noche, Shin se paró frente al mapa del
primer distrito, garabateando notas importantes sobre el mapa de
operaciones en un documento transparente. Sus rasgos eran tan pálidos
como siempre, y usaba sus icónicas ropas de camuflaje y la insignia que
representaba su rango en sus hombros, la cual lo marcaba como el capitán.
Ese pañuelo azul, que usaba incluso en estos casos, era una de las razones
de su amenazante apodo, como si la Parca estuviera intentando cubrir el
lugar donde una vez había descansado su cabeza…

“Explicaré la situación.”

Los rostros de todos los presentes eran reflejados en los fríos ojos rojos del
capitán de este escuadrón, aquel con el nombre de Parca.

Terminando con esa concisa pero extremadamente clara sesión


informativa—la cual detallaba todo, desde el número de enemigos
presentes, sus rutas, hasta las tácticas que deberían ser empleadas—todos
los Processors abordaron sus Juggernauts. Todos eran soldados que se
encontraban a la mitad y a finales de su adolescencia, la juventud aun
presente en sus rasgos y físicos.
Insertando las últimas partes necesarias dentro del toldo, veintiún sistemas
de armas blindadas despertaron de su corto descanso: las Armas Blindadas
Cuadrúpedas Autónomas No-Tripuladas Piloteadas, M1A4 Juggernauts.
Cuatro patas largas articuladas. Un pequeño torso de apariencia orgánica, el
cual recordaba a una crisálida, su blindaje coloreado de café claro como el
color de huesos viejos. Estaba equipado con un par de Extremidades
Secundarias de Agarre, una ametralladora pesada, un set de cable con ancla,
y un arma de 57mm de ánima lisa montada.
Su silueta recordaba a la de una araña merodeadora, pero las dos
extremidades de agarre y su batería principal recordaban a la cola y pinzas
de un escorpión. El compañero más cercano a los Ochenta-y-Seis, al igual
que su lugar final de descanso.
Habiendo escogido las sombras de una iglesia derrumbada en las ruinas de
la ciudad como su lugar para ocultarse durante la emboscada, Shin abrió sus
ojos dentro de la pequeña cabina de su Juggernaut. Designaron la calle
principal como la zona clave del plan y enviaron a cada unidad de cada
pelotón de manera que sus líneas de fuego no se interceptaran.
El primer pelotón de Shin y el cuarto pelotón de Kaie servían como
vanguardia y fuego de supresión respectivamente, y estaban esparcidos a lo
largo de ambos lados de la calle principal. El quinto pelotón de Daiya
manejaba munición explosiva, y el sexto pelotón de Kurena se encargaba
de disparos a distancia, bloqueando la orilla de la calle con sus Juggernauts.

Incluso sin ver las pantallas ópticas, Shin podía sentir el tamaño y formación
de las fuerzas enemigas. La cabina de un Juggernaut era similar a la de un
jet de combate, llena con una multitud de botones, pantallas LCD, y dos
palancas de control a la izquierda y derecha. La diferencia más grande era
que en lugar de un parabrisas de vidrio a prueba de balas, la cabina de los
Juggernaut se encontraba rodeada por un toldo blindado, así que el piloto
no podía ver nada fuera de su unidad. Para compensar esa falta de visión, la
cabina estaba equipada con tres pantallas y una ventana holográfica que
proveía todo tipo de información, pero poco hacia eso para evitar el
sentimiento oscuro y claustrofóbico de la cabina.
Las unidades enemigas empleaban una ‘formación diamante’ básica, como
era de esperarse—una formación ofensiva típica, con el grupo de
exploración tomando la retaguardia mientras los restantes cuatro grupos
formaban un vértice cada uno. Aunque la Legión los superaba en número y
los dejaba atrás en términos de desempeño, sus tácticas eran simples y
fáciles de predecir.
Superioridad numérica perdiendo ante maniobras estratégicas era un
concepto básico…pero esa lógica no sustentaba tan fácilmente a este
enemigo. Este era un ejército al cual el nombre Legión le hacía justicia. Y,
sin embargo, esto era trabajo normal para los Processors. Situaciones como
esta, donde una pequeña fuerza debía ganar ante las probabilidades y
derrotar a un apabullante y enorme ejército, situaciones que a toda vista
serían imprudentes e inútiles desde el comienzo, eran el tipo de batallas que
los Ochenta-y-Seis regularmente enfrentaban.
Repentinamente, un pasaje de la Biblia que alguien le había leído en el
pasado flotó desde las profundidades de su memoria. Alguien. La última vez
que había visto y escuchado a esa persona ya había sido sobrescrita con más
recuerdos, así que no podía recordarla. Todo lo que recordaba eran sus
palabras:

—Y él preguntó, ¿Cuál es tu nombre?


Escuchando lo que Shin susurró a través del Para-RAID, el cual captaba
incluso los más leves sonidos, Raiden se sentó en su cabina, puesto que
antes se encontraba con las piernas sobre la consola. Ya que se ocultaba
entre los escombros, su pantalla principal era teñida por el gris del concreto,
y su radar se encontraba en modo pasivo. Dado que no se encontraba en su
lenguaje materno, el lenguaje de la República, él no entendió lo que Shin
había dicho. Dicit ei Legio nomen mihi—

Eso fue todo lo que pudo comprender.

Theo habló en tono irritado.

“Shin, ¿acabas de referenciar a la Biblia? Me das miedo. Y, además,


esa fue la peor línea que pudiste haber pensado de entre todas.”

“¿Qué fue lo que dijo?”

“El mesías le preguntó al diablo o a un demonio o algo así su nombre,


y la respuesta que le dieron fue ‘Mi nombre es Legión, pues somos
muchos.’

Raiden guardó silencio. Esa era definitivamente una mala elección para esta
ocasión.

Fue en ese momento que alguien más se sincronizó al Para-RAID.

“Handler One a todas las unidades. Perdón por llegar tarde—Me


retrasaron.”

Una encantadora voz, sonando como una campanilla de plata, alcanzó sus
oídos a través de la Resonancia Sensorial. Se trataba del nuevo Handler
asignado a ellos después de que el anterior se fuera debido al miedo que le
provocaba la Parca. A juzgar por la voz, se trataba de una chica de más o
menos la misma edad que ellos.

“Las fuerzas enemigas se acercan. Deberíamos interceptarlos en el


punto 208—”

“Undertaker a Handler One. Hemos confirmado la posición del enemigo.


Ya nos hemos desplegado en el punto 204.”
Shin respondió de manera simple, y Raiden pudo escuchar a la persona al
otro lado de la Resonancia tragar saliva.

“Eso fue rápido…Buen trabajo, Undertaker.”

La Handler parecía genuinamente impresionada por Shin, pero para Raiden


no era una sorpresa. Shin y el resto de los Processors del escuadrón tenían
todos ‘Nombres Clave’. Un ‘Nombre Clave’ era un título dado a los
veteranos. La mayoría de Processors usaban siglas de identificación, una
combinación de su nombre de pelotón y un número, durante sus
operaciones. Solo los veteranos que habían sobrevivido por un año los
horrores del campo de batalla y que habían conquistado ese 0.01 de índice
de supervivencia recibían ese título.

Eran aquellos que tenían el talento y carisma que a la mayoría de Processors


les faltaban, y lo más importante de todo, ellos poseían una suerte que les
permitía sobrevivir y refinar sus cualidades. Los monstruos bendecidos por
el diablo, o bien, por la Parca. El tipo de personas que no morían o que
incluso parecían incapaces de morir. Aquellos que habían regresado de la
muerte una y otra vez, sobreponiéndose a probabilidades imposibles como
si de algo normal se tratara, solo dando una mirada indiferente a su sinfín
de camaradas caídos.

Un Nombre Clave simbolizaba el respeto y asombro que otros Processors


sentían por aquellos veteranos. El mínimo respeto que podían ofrecerles a
los héroes que alcanzaban aquellos lugares que otros jamás pudieron—y el
asombro por aquellos demonios de guerra que podían luchar mientras se
paraban sobre los restos de sus camaradas y enemigos. Todos los miembros
del escuadrón Spearhead eran distinguidos ‘Portadores de Nombres’ con
entre cuatro a seis años de experiencia de combate, haciéndolos los más
experimentados de todos los Processors. Harían todo como debería hacerse,
incluso sin esta princesita comandándolos desde su castillo.
Pero al mismo tiempo, Raiden estaba un poco impresionado. El punto 208
sería un lugar óptimo para estacionar si fueran detectados por la Legión.
Ella había especificado ese punto a pesar de haber sido asignada al
escuadrón hace una semana. Parecía que había más en esta jovencita además
de su naturaleza amable.
Una alarma de advertencia retumbó. Los sensores de oscilación de las patas
de las unidades detectaron algo. Una ventana holográfica apareció e hizo
zoom en un punto. Delante yacía una cuesta suave al final de la calle
principal con filas de escombros a los lados. Una silueta negra
repentinamente cubrió la luz del sol fluyendo desde la cumbre de la cuesta,
y al siguiente momento, la vista fue llenada con el color del acero.

Han llegado.

Las pantallas de radar repentinamente se llenaron con puntos rojos


indicando unidades hostiles. Un ejército de demonios mecánicos marchaba
hacia ellos, amenazando con pintar de gris todas las ruinas. La Legión
marchaba en una fila ordenada, dejando espacios de entre cincuenta a cien
metros entre cada una. Las unidades más ligeras, las unidades de tipo
explorador, ‘Ameise’, se movían en silencio y engañaban su peso de más de
diez toneladas, el ruido de sus movimientos, como si se trataran de huesos
frotándose unos con otros, se fusionaban con lo que sonaba como el crujir
de las hojas.

Era una vista sacada de otro mundo, terrorífica.

Los complejos sensores bajo sus torsos y los ametralladores antipersona de


7.56mm sobre sus hombros viraban hacia todos lados mientras marchaban,
corriendo con sus tres pares de patas. Los Ameise tenían una forma angular,
recordando a un pez carnívoro.

Cargando lanzacohetes múltiples anti tanque de 57mm en sus espaldas, con


luz reflejándose amenazadoramente en sus cuchillas de alta frecuencia
sobresaliendo de sus patas, las unidades de tipo Dragón9, ‘Grauwolf’, tenían
la feroz apariencia de un tiburón de seis patas.

Con sus estructuras de cincuenta toneladas sobre sus ocho patas articuladas,
las unidades tipo Tanque, Löwe, avanzaban con orgullo, sus opresivas
torretas de ánima lisa con la vista al frente.

Los encargados de la Interrupción Electrónica—los Eintagsfliege que se


encontraban desplegados en el cielo—arrojaban una gran sombra sobre el
campo de batalla mientras las nubes formadas por estos borraban el sol.

9
Dragón es el nombre militar dado a soldados de infantería a caballo, en inglés el término es
‘Dragoon’
Bañaban el suelo con partículas plateadas parecidas a escamas que
recordaban a nieve, las cuales regeneraban a las micro máquinas que servían
como la sangre y sistema nervioso de la Legión.

El pelotón de Ameise entró en la zona clave. Se acercó al primer pelotón


que yacía oculto para una emboscada y los pasó sin darse cuenta. Liderados
por la vanguardia, el resto de las unidades pasó a cada uno de ellos, hasta
que eventualmente los Löwe, quienes se encontraban en la retaguardia,
habían entrado a la zona—

Y eso fue todo. Ellos habían entrado a su jaula.

“Abran fuego.”

Tras la orden de Shin, todas las unidades fijaron sus vistas en los objetivos
a quienes habían apuntado y jalaron el gatillo.

El cuarto pelotón comenzó a disparar a la vanguardia, mientras que el


primer pelotón bombardeaba la línea trasera. El relativamente frágil blindaje
de los Ameise y las líneas traseras poco resguardadas de Löwe fueron ambos
alcanzados sin problema por los disparos, y las unidades colapsaron, quietas
e inmóviles. Los demás Juggernauts abrieron fuego, perforando las fuerzas
restantes de la Legión, las cuales inmediatamente cambiaron a posiciones
de batalla.

Explosiones y disparos estruendosos sacudían el campo de batalla.

Piezas de metal y sangre compuesta por micro máquinas plateadas era


rociada en el aire, con llamas negras consumiendo el fondo. Y en ese
momento, veintiún Juggernauts se retiraron de sus posiciones. Algunos
dejaron sus escondites y continuaron disparando; otros corrían de un sitio a
otro para ocultarse, descargando balas desde los flancos y desde atrás hacia
la Legión que intentaba acabar con las escoltas de cada unidad. Para cuando
eso terminó, los primeros Juggernauts ya se habían refugiado y habían
comenzado a disparar a los flancos de otro grupo de enemigos.
Los Juggernauts eran máquinas de combate inútiles, pobremente
construidas. El delgado blindaje fue hecho de una aleación de aluminio que
era fácilmente penetrada por fuego de ametralladora, su maniobrabilidad era
solo ligeramente superior a aquella de un tanque, y sus baterías eran, por
mucho, demasiado débiles como para competir con los Löwe. No hubo ni
suficiente tiempo ni suficiente conocimiento tecnológico como para
desarrollar apropiadamente un ‘control de crucero’ para las frágiles patas
del Juggernaut (pues un control de crucero requería una programación más
compleja mientras más patas tuviera la máquina). Pero, de todos modos, la
presión en las patas era extrema. Esto hacía que los Juggernauts del frente
Este, en el cual abundaban los pantanos y la tierra suave, cayeran a menudo.
Nadie esperaría, ni en sus sueños más salvajes, ver a estas máquinas saltar
o rodar de un lado a otro, mucho menos volar como los robots gigantes que
se veían en películas y caricaturas. Si se tuviera que comparar el Juggernaut
con algo, los Processors, con una sonrisa desfigurada en sus rostros, dirían
que eran parecidos a un ataúd móvil.
Los ligeramente armados Juggernaut, incluso si eran capaces de enfrentar a
los Ameise en batalla, no tenían ninguna esperanza de vencer a los Grauwolf
o a los Löwe en una batalla frente a frente. La estrategia común de los
Processors era enfrentarlos usando múltiples unidades y, al tomar ventaja
del terreno y cubriéndose, destruirlos a través de sus puntos débiles o de sus
vulnerables espaldas. Estas eran las tácticas que fueron entregadas por sus
predecesores—los Ochenta-y-Seis que murieron en esta tierra—y que
fueron desarrolladas a través de un sinfín de batallas y sacrificios.
El escuadrón Spearhead había luchado acorde a estas tácticas durante años
y se había acostumbrado a ellas. Fundamentalmente no tenían necesidad de
comunicación entre pelotones, ya que cada unidad llevaba a cabo sus
procedimientos sin conflictos con sus compañeros.
Y además… Los labios de Raiden se convirtieron en una descarada sonrisa.
Tenían a la mismísima Muerte, a la Parca, protegiéndoles.
Un Juggernaut con una Marca Personal de un esqueleto sin cabeza—
Undertaker—corría por las sombras de las ruinas de un edificio colapsado,
evadiendo líneas de fuego enemigas, pero al mismo tiempo sin perderlos de
vista. Acabó con la Legión hábilmente, eliminando Exploradores y
Dragones, a veces incluso dando vueltas en círculos alrededor de Tanques
y disparando a sus vulnerables puntos débiles, mientras atraía a sus escoltas
y acababa con ellas.
Alterar la coordinación de las fuerzas enemigas era el trabajo de Shin.
Funcionando como parte de la vanguardia, él era un líder excepcionalmente
hábil en combates en espacios cerrados incluso entre los demás miembros
de la vanguardia. Esto era, tanto su rol dentro del escuadrón como el estilo
de pelea que mejor manejaba. Así como lo implicaba su título, él era la Parca
que decidía cuál de todos sus enemigos moría primero.
Mientras corría a través del campo de batalla, su fría mirada, la cual fijaba
objetivos para una muerte segura, repentinamente flaqueó. Ah, tampoco
vendrás esta vez, ¿verdad? Ese pensamiento sin sentido y momentáneo fue
tragado por el humo negro que desprendía su rifle al mismo tiempo que
disparaba una vez más. Mientras fijaba su fría mirada en su próximo
objetivo, instruyó a sus escoltas esparcidos por toda la ciudad sobre la
manera más eficiente para asesinar al enemigo.
“—Tercer pelotón. Agraven a los pelotones enemigos y retírense al sur.
Quinto pelotón, quédense en su sitio. Abran fuego mientras las fuerzas
enemigas entran a la zona clave y acaben con ellos.”
“Black Dog (Daiya), entendido… Snow Witch (Anju), si vas a recargar,
que sea ahora.”
“Laughing Fox (Theo) al habla. También estoy recargando. ¡No vayas
a disparar en esta dirección, Black Dog!”
“Falke (Haruto). Dirección 270, distancia 400. Hostiles se acercan a través
de los edificios y se dirigen hacia acá.”
“EEEEEEEEntendido. Fafnir (Kino), échame una mano.”
El sonido de disparos a lo lejos sacudía los escombros. Un grupo de
Grauwolf intentaron emboscarlos con una sorprendente técnica—correr
verticalmente por las paredes de edificios—pero fueron reducidos a chatarra
por fuego de ametralladoras justo al intentar arremeter contra los
Juggernauts.
Shin vio sus alrededores, en un intento de identificar a su próximo objetivo,
pero su mirada repentinamente se movió rápidamente al notar algo.
“Todas las unidades, cese al fuego y dispérsense.”
Fue una orden repentina, pero todas las unidades la siguieron sin más. Nadie
hizo estúpidas preguntas como el porqué de la orden. Debido a que existía
un tipo más de unidad de la Legión, uno que mostraría su espantosa cabeza
cuando otros miembros de la Legión se encontraban entre la espada y la
pared—
Un agudo chillido llenó el aire, seguido de proyectiles de artillería,
aparentemente disparados desde una larga distancia, los cuales comenzaron
a caer y explotar por todo el campo de batalla. Tierra del color del carbón
aumentaba su tamaño y estallaba. Se trataba de artillería de soporte de la
unidad de la Legión con un cañón de proyectiles autopropulsados de 155mm,
los artilleros de largo alcance, los Skorpion.
La computadora de soporte de Shin calculó las trayectorias de los
proyectiles y especificó que la posición desde la cual se abrió fuego se
encontraba a treinta kilómetros al noreste de su posición. Sin embargo, esta
era información inútil, pues no tenían artillería de largo alcance disponible.
El enemigo tenía ‘Unidades de Observación de Largo Alcance’ esparcidas
para determinar dónde caían las rondas, pero los Juggernauts tendrían que
descubrir dónde se encontraban dichas Unidades entre todos los enemigos
y dada la forma en que las unidades estaban esparcidas—
“Handler One a todas las unidades. Transmitiendo coordenadas de las
Unidades de Observación de Largo Alcance. Hay tres objetivos
potenciales. Por favor confirmen y procedan a eliminar.”
Shin movió rápidamente su mirada, notando tres puntos encendiéndose en
su mapa digital. Comparándolos con las posiciones enemigas que había
percibido, le dio órdenes al tirador oculto en los edificios cercanos.
“Gunslinger (Kurena), cuatro unidades en dirección 030, distancia 1200.”
“Entendido. Yo me encargo.”
“Handler One, usar láseres direccionales para transferir datos conlleva el
riesgo de exponer nuestra posición. Transfiere toda la información durante
operaciones solamente de manera oral.”
“Ah… lo siento.”
“La próxima Unidad de Observación debería llegar pronto. Contamos
contigo para que la encuentres.”
Él pudo sentir una sonrisa floreciendo en el rostro de la chica al otro lado
de la Resonancia.
“¡Por supuesto!”
Shin frunció el ceño al escuchar la alegre voz de la chica Handler—pero
escuchando la alerta de proximidad entre el revoltijo de gritos, él cambió su
atención de nuevo al campo de batalla.

Sin considerar las pérdidas de sus propias fuerzas—una táctica que solo
emplearía en una batalla contra verdaderos drones—Raiden se apresuró a
través del campo de batalla, evadiendo bombardeos mientras buscaba a su
próximo objetivo. Las líneas de fuego que llenaban el campo de batalla eran
aun principalmente aquellas del enemigo. Ser golpeado por una sola bala de
ametralladora significaría una herida mortal, y todo lo que tomaría sería un
proyectil de tanque para hacerlo volar en pedazos. Escabulléndose entre las
ruinas mientras se movía de un escondite a otro, descubrió que alguien ya
le había ganado este lugar.
Era Undertaker. Habiéndose quedado sin munición, estaba siendo
reabastecido por un Carroñero—por supuesto, por Fido.
“¿En serio vas a necesitar tanta munición?”
“Pan comido, ¿verdad? Igual puedo aprovechar y divertirme un poco.”
Aparentemente, él había escuchado su conversación con Theo. Vaya
sabelotodo.
“…Pero definitivamente hay más Tanques de lo que esperaba. Ellos
deben haber sido con quienes se reagruparon antes.”
Habló como si se tratara de algo tan simple como olvidar un paraguas en un
día de lluvia. Raiden no podía recordar haber visto a Shin perder su
compostura nunca. Este sujeto probablemente no cambiaría su expresión
incluso durante su propia muerte y se quedaría así incluso luego de ella.
“Tener tan pocos escondites, se está volviendo un problema. A este paso
van a analizar nuestros patrones de movimiento. Tenemos que
eliminarlos antes de que eso ocurra.”
El brazo de grúa de Fido terminó de intercambiar el último tambor del
contenedor. Reabastecimiento completo. Undertaker se levantó.
“Me encargaré de los Löwe. Dejaré a los demás y te daré el mando de
las unidades de soporte a ti.”
“Entendido. Undertaker…el viejo Aldrecht te va a hacer pasar un mal rato
de nuevo.”
Él podía sentir una leve sonrisa al otro lado de la transmisión.
Undertaker salió de las ruinas. Maniobrando habilidosamente entre líneas
de fuego, el Juggernaut se apresuró a un grupo de cuatro Tanques a máxima
velocidad. Era un acto que superaba por mucho a lo que llamarías
imprudencia, una carrera que todos verían como un suicidio seguro. La
chica Handler hizo salir su voz en lo que era probablemente un grito de
terror.
“¡¿Undertaker?! ¿Qué estás—?”
Uno de los Löwe movió la dirección de su torreta y disparó. Undertaker
movió su unidad ágilmente a un lado, evitando el proyectil con éxito. Otro
disparo. Otra falla. Un bombardeo, y otro, y otro, y otro—
Deslizándose entre una cortina de fuego de proyectiles de 120mm capaz de
reducir tanto a hombre como a máquina a polvo, Undertaker continuó
acercándose a los Löwe. Esto no era una hazaña que sería capaz de realizar
solamente viendo la dirección de la torreta enemiga. Confiando en nada más
que intuición cultivada a través de experiencia, el esqueleto decapitado
reptó hacia el tanque usando maniobras tan difíciles que parecían salidas de
una pesadilla. El Tanque movió toda su estructura hacia él, como si hubiera
perdido su temperamento. Corriendo con una velocidad explosiva, sus ocho
patas—armas letales por sí mismas—pateando la tierra con su despertar.
No hubo sonido en los pasos mientras corría hacia adelante con el masivo
peso de su estructura tras de él. Yendo de un estado de éxtasis a su velocidad
máxima en un instante, el Löwe presionó a Undertaker en un pestañeo. Era
la absurda y poco justa movilidad dada por poderosos amortiguadores y
aceleradores lineales. Ocho patas mecánicas presionaron la tierra y saltaron
hacia adelante. La máquina intentó aplastarlo. Y justo entonces—
Al momento siguiente, Undertaker se encontraba en el aire.
Saltando horizontalmente, esquivó el ataque del Löwe. Cambiando su
dirección en medio del aire, saltó una vez más tan pronto como aterrizó.
Colgándose de la estructura de la unidad de la Legión, Undertaker usó las
articulaciones de las patas del Löwe para ganar un punto de apoyo mientras
rápidamente se escabullía hacia la cima de la torreta. Estirando sus patas en
una postura extrema que causaba que se sacudiera de un lado a otro,
Undertaker empujó el brazo con arma montada al blindaje azul metálico de
la torreta. Apuntando a donde el blindaje del Löwe era más delgado—la
parte superior de la torreta—
Undertaker disparó.
Una ronda explosiva de alta velocidad anti blindaje, diseñada para viajar a
ocho mil metros por segundo, que tenía su ‘rango mínimo de detonación’
inhabilitado penetró el blindaje, reduciendo el interior del Löwe a cenizas
con una fiera explosión. Para cuando él había salido de los restos
derrumbados y humeantes del Löwe, Undertaker ya había fijado su vista en
otro objetivo. Deslizándose entre la cortina de balas disparadas en su
dirección por la ametralladora coaxial de otro Löwe con saltos pequeños,
Undertaker retrajo una de sus piernas y cortó con su extremidad de agarre—
Una de las armas disponibles para las extremidades de agarre era una
cuchilla de alta frecuencia. Sin embargo, nadie además de Shin podía usarla,
ya que a pesar de lo poderosa que era, su rango era demasiado pequeño
como para ser efectiva. El segundo Tanque colapsó, y Shin metió otro
proyectil en su vulnerable torreta.
Usando la unidad caída como escudo, Shin bloqueó un disparo del tercer
Löwe. Tomando ventaja del momento en que las flamas bloquearon los
sensores del Tanque, Shin disparó su ancla con cable al techo de una
estructura cercana, usándola para ascender rápidamente. Entonces se lanzó
sobre la torreta de la tercera unidad mientras esta desesperadamente viraba
de un lado para otro, buscando a su objetivo perdido, y le disparó a
quemarropa.
“…”
Raiden podía sentir que la Handler estaba pasmada al otro lado de la
Resonancia. Si la persona que había desarrollado estos ataúdes de aluminio
fuera a ver esto, sin dudas se habría desmayado de la tremenda conmoción.
Raiden entrecerró los ojos a la vista de esta hazaña súper humana. El
Juggernaut en ningún momento fue construido para este estilo de lucha. La
máquina era un trabajo apresurado con falta de movilidad, blindaje, y poder
de fuego y fue planeada para ser un arma suicida que pudiera a duras penas
disparar si le iba bien. Una sola unidad derrotando a un Tanque—a varias
unidades en sucesión—era inconcebible.
Pero por supuesto, el precio de tal maniobra era elevado. Llevar al
Juggernaut, el cual era frágil incluso en sus mejores condiciones, a los
límites de su movilidad significaba que para cuando la batalla acabara,
estaría completamente destruido. Y aunque los Tanques servían como la
punta de las flechas de la ofensiva de la Legión, aun había otras unidades
escoltándolos, y esas mismas revolotearían alrededor del Undertaker caído.
Y hasta cierto punto, aliviaba la carga de Raiden y de los demás pues
luchaban con todos menos las unidades de clase Tanque. Pero incluso si
básicamente apresuraba el fin de la batalla, era aún, honestamente, nada
menos que un milagro que Undertaker no hubiera muerto todavía. Él era el
tipo de monstruo que había sobrevivido por cinco años luchando con estos
métodos.
Raiden siempre pensó que Shin era demasiado bueno para esta guerra.
Él había luchado junto a Shin por tres años. Por tres años, Raiden había
servido como el vicecapitán de Shin, significando que todo este tiempo él
fue siempre su mano derecha. Pero a pesar de que también era un Portador
de Nombre, Raiden jamás podría esperar llevar a cabo este tipo de artimaña.
Jamás podría pararse al mismo nivel que Shin. Esta Parca sin cabeza era,
sin exagerar, un héroe de incomparable talento cuando se trataba de batallas.
No solo tenía una tremenda cantidad de suerte cuando se trataba de
sobrevivir. Con suficiente tiempo y el equipamiento adecuado, él podría sin
duda alguna ser la llave para aniquilar a cada una de las unidades de la
Legión de la faz del continente. Así de incomparable su habilidad era.
Pero, aunque tenía suerte en sobrevivir al conflicto, tenía desgracias en otros
aspectos. Tuvo el infortunio de haber nacido en la era equivocada y durante
la peor guerra sangrienta de todas. De haber nacido en el pasado distante,
en la época de los caballeros, él sin duda habría terminado siendo el
protagonista de algún mito que habría sido cantado por las generaciones
venideras, y su vida habría terminado con una muerte heroica en un campo
de batalla donde humanos luchaban con otros de su misma clase. Pero un
sueño así no era más que eso: un sueño.
Su destino era morir en un rincón desconocido del campo de batalla,
descartado como una herramienta desgastada, falto de sus derechos y
dignidad humana, sin una tumba en la cual descansar o un nombre, o una
condecoración la cual grabar en su no existente lápida. Al igual que los
millones de hermanos que murieron en el campo de batalla, lo único que
podía hacer era confiarle su esqueleto a otra persona.
La niebla de Eintagsfliege se aclaró, y la luz del sol brilló sobre ellos una
vez más. Los restos de la Legión comenzaban a retirarse, asistidos por el
bombardeo de los Skorpion. Estas armas autónomas frías y sin corazón
jamás buscaban venganza, sin importar cuantos camaradas fueran
destruidos. Una vez sus bajas pasaban cierto umbral, simplemente concluían
que su objetivo no podía ser conseguido y velozmente cesaban toda
hostilidad para retirarse tan rápido como les fuera posible.
Los rayos del sol poniente acentuaban la silueta de Undertaker, quien se
paraba entre los escombros de los Löwe. Era una vista impresionante y
hermosa, como la luz de luna reflejada en el filo de una antigua espada.

En días cuando no había asaltos nocturnos ni deberes de patrullaje nocturno,


las pocas horas entre la cena y la hora de apagar las luces era tiempo libre.
Habiendo terminado de limpiar después de la cena, Anju regresaba de haber
servido café para todos, solo para encontrarlos a todos en un torneo de
puntería frente al hangar.
“¡Un disparo en el Rey Oso y dos en Sir Conejo! ¡La puntuación de Haruto
es de siete puntos!”
“Aaah, fallé dos, ¡maldición! Rayos, usar escopetas como que no se siente
bien…”
“Oh cielos, ¡aquí viene Fido con un reto! ¡¿Cómo les irá a las habilidades
de Kino?!”
“Oh vamos, no puedes hablar en serio… ¡Ugh! ¡No puedo ni descansar un
poco! ¡La siguiente! ¡Que venga la siguiente persona!”
“Oh, ¿es mi turno? Hmm… ¡Kaie Taniya, lista para el reto!”
“Bien, ¡con eso son dos puntos!”
“Vaya, cinco tiros directos al centro. Nada mal, Raiden.”
“Uf, no jodas. Eso fue una locura.”
“¡Descarado hijo de…! ¡Vamos, Kurena! ¡Muéstrales los milagros de una
francotiradora de verdad!”
“Muy bien, voy a acabar con todos. Fido, no los pongas en fila.
¡Lánzamelos!”
“““¡Whoooooooaaa!”””
“Maldición, Fido parece sentirse sádico hoy. Ahora los está colocando como
una torre. Que subidón de dificultad, ¿no creen?”
“Vamos, te toca, Shin.”
“Mm.”
“…A la mierda. ¡Acaba de acertarles a todos al primer intento! Ya ni
siquiera es divertido si haces lo mismo siempre.”
Usando latas vacías de la cocina de ese día como objetivos, todos disparaban
sus armas personales. En lugar de blancos, Theo garabateaba lindos
animales en las latas con un marcador, y Fido recogía las latas y las
reorganizaba con la forma de una torre o una pirámide. Viendo todo este
bullicio, Anju sonrió.
Fue una lujosa cena. Cocinaron a la parrilla el jabalí salvaje que atraparon
y lo sirvieron con salsa de uva crespa reunida en secreto del bosque. Hubo
una ensalada hecha de vegetables del jardín trasero y una sopa cremosa
preparada de leche enlatada y hongos. Era demasiado lujosa como para
comerla en el comedor, así que sacaron una mesa, y ya que las personas a
cargo de cocinar no serían capaces de arreglárselas por sí solas, todos se
dirigieron a ayudar.
Fue divertido, y lo fue porque todos lo hicieron juntos. Ver a todos así la
hacía feliz.
Sin molestarse en confirmar si le había dado a las latas o no, Shin se
distanció de la conmoción y comenzó a voltear las páginas de un libro. Anju
colocó una taza de café frente a él.
“Buen trabajo hoy.”
Su única respuesta fue una corta mirada antes de regresar sus ojos a su libro.
Dejando la bandeja llena de tazas de café con Daiya, quien las había visto y
por eso se había aproximado a ella, Anju tomó una silla frente a Shin y se
sentó. Le dio una pequeña mirada al grueso libro que Shin estaba leyendo y
sonrió debido a la agradable vista del gatito negro de patas blancas que
tenían en las barracas jugando con las páginas.
“¿Es interesante?”
“No en particular.”
Quizás notando que su respuesta no fue tan cortes, Shin pausó y entonces
abrió su boca para hablar una vez más.
“Concentrarme en algo hace que ellos no parezcan tan ruidosos.”
“…Ya veo”, dijo Anju, con una sonrisa adolorida en sus labios.
Esta era la única cosa con la que no podían ayudarlo.
“Gracias. Tú siempre—”
Repentinamente, un calor ilusorio hormigueó desde el Dispositivo RAID.
“Handler One a todas las unidades. ¿Están libres ahora?”
La voz de la chica Handler sonó. Desde su nombramiento hace una semana,
ella se había conectado diligentemente cada noche después de cenar para
una corta conversación.
“No hay problema, Handler One. Buen trabajo hoy.”
Shin respondió por todos. Creando una vista extraña, el gatito había
intentado mover las páginas justo cuando Shin intentaba leer, así que él
había levantado el libro con el gato colgando. Todos los demás, todos
quienes habían estado festejando hace unos momentos, rápidamente
removieron las balas de sus pistolas y las colocaron en sus fundas. Los
Ochenta-y-Seis no tenían permitido cargar armas de fuego pequeñas, por el
bien de prevenir una insurrección. Nunca había inspecciones, y casi todos
los escuadrones las habían conseguido de pueblos abandonados cercanos e
instalaciones militares.
“Sí, tu trabajo fue sorprendente también, Undertaker… ¿Estaban
jugando algún tipo de juego? Disculpen si los interrumpí.”
“Solo matábamos algo de tiempo. No te preocupes.”
Todo aquel que no quisiera participar en estas pláticas era libre de cortar la
conexión, tal cual el Handler les había dicho en el primer día. Shin habló
mientras veía a varios miembros del escuadrón cortar la conexión
inmediatamente y osadamente regresando a un concurso de lanza cuchillos.
Raiden, Theo, Kaie, y unos pocos otros se sentaron a su lado, sorbiendo café
de sus tazas.
“¿Seguro? Sonaba a que se divertían…en ese lugar.”
Pudieron sentir cómo la Handler se sentaba en su silla, evocando la
sensación de que ella veía directo a ellos.
“Undertaker, tengo unas cuantas quejas para ti.”
Se sentía más como el regaño de una diligente presidenta de clase que como
la reprimenda de un oficial al mando. Shin continuó sorbiendo su café,
tranquilo, haciendo ver que no se tomaba nada de lo que la Handler al otro
lado de la pared decía particularmente en serio.
“¿Quejas por…?”
“Los registros de batalla del pelotón. Que me hayas enviado los
equivocados no fue un error. Cuando intenté leer todos los
anteriores…todos eran el mismo reporte.”
Shin elevó su mirada levemente.
“Espera, ¿O sea que revisaste cada uno de ellos?”
“Todos desde que te nombraron capitán de Spearhead.”
“¿…Qué demonios? ¿Aun seguías con eso?”
Shin ignoró la reacción de sorpresa de Raiden, quien se encontraba incapaz
de contener su asombro.
“No sé lo que esperas ganar al saber lo que ocurre en el campo. Estos
reportes me parecen una pérdida de tiempo.”
“Analizar las tácticas utilizadas por la Legión, así como sus
formaciones, ese es el trabajo de un Handler.”
Habiendo dicho esto bruscamente, la Handler suavizó su tono.
“Entiendo el no haberlos enviado dado que nadie se molestaría en
leerlos. Eso fue negligencia de nuestra parte, así que no te culpo por ello.
Pero por favor envíalos adecuadamente de ahora en adelante, pues yo
los leeré.”
Qué molestia. Shin abrió su boca para hablar teniendo ese pensamiento en
mente.
“No puedo escribir ni leer muy bien.”
“Tremendas agallas que tienes, santo cielo…”
Ignorando el susurró de Daiya, Shin regresó a dar vueltas a la página del
libro. La Handler, por supuesto, no sabía lo que él hacía puesto que ella no
se encontraba ahí. Vergüenza se mezclaba con la voz de la chica al darse
cuenta que muchos Processors puestos dentro de los campos de
concentración a una temprana edad jamás tenían una educación apropiada.
“O-Oh, lo siento… Pero en ese caso, es mucho más importante que te
acostumbres a escribir. Piensa en los reportes como práctica. Estoy
segura de que esto te será de ayuda.”
“¿En serio crees que será de ayuda?”
“…”
La Handler se encontraba claramente desalentada. Theo resopló, como si
quisiera decirle a la chica que Shin bien podía leer, y lanzó el cuchillo que
sostenía en sus manos, haciendo caer una lata con un dibujo de una linda
princesa cerdita. Kaie inclinó su cabeza en desconcierto, aun sosteniendo su
taza con ambas manos.
“Pero es algo útil para ti, Undertaker. Ya que tu pasatiempo es la lectura.
¿Ese libro que tienes en las manos justo ahora no es uno de filosofía? Se ve
bastante complicado para mí.”
Un silencio pesado se podía sentir al otro lado de la Resonancia.
“¿Undertaker?”
Sus palabras eran igual de suaves que antes, y probablemente incluso
hubiera una sonrisa en su rostro, pero había una extraña presión en su voz.
“………Bien, entiendo.”
“Por favor envíame reportes de todos tus patrullajes hasta el momento,
¿entiendes? Y también reportes de combate. Todos los que tengas.”
“¿…Y si solo envío los archivos de la grabadora de misiones?”
“No. Reportes escritos, por favor.”
Shin chasqueó su lengua. Kaie, quien había simplemente llegado a ver lo
que ocurría, se quedó sin aliento por la sorpresa, su cola de caballo
sacudiéndose. Ella juntó sus manos y se inclinó a modo de disculpa, pero
Shin meneó su cabeza como para decir que no era la gran cosa.
La Handler suspiró con un “Santo cielo” y entonces repentinamente recordó
el por qué ella aún no había finalizado la transmisión. Suprimiendo su enojo,
continuó con seriedad.
“Si analizamos los datos operacionales, deberíamos ser capaces de
pensar en una contramedida para la Legión. Y la información de
ustedes es aún más importante, dado que son veteranos experimentados.
Disminuiría el índice de bajas en todo el frente y los ayudaría, también,
a ustedes, así que por favor cooperen en cuanto a este tema.”
“…”
Shin se mantuvo en silencio, y la chica Handler calló lamentablemente en
silencio. Ella entonces habló alegremente, intentando romper la tensa
atmosfera.
“Por cierto, las fechas de aquellos documentos eran bastante antiguas.
¿Alguien se los dio a ustedes? ¿O desde ese entonces han estado
enviándolo?”
“Sí, este tonto ha estado enviando esos reportes desde hace mucho tiempo,
Handler One. Lo ha estado haciendo desde antes que yo lo conociera.”
Raiden se unió a la conversación burlonamente. Podían sentir a la Handler
parpadear con una expresión desconcertada.
“¿Conocías a Undertaker antes de unirte a este escuadrón, Wehrwolf?”
Kaie se encogió de hombros.
“La mayoría. Black Dog (Daiya) y Snow Witch (Anju) han estado en la
misma unidad desde enlistarse, y yo me uní el mismo año que Falke
(Haruto). Laughing Fox (Theo) y Gunslinger (Kurena) estuvieron en la
unidad de Undertaker (Shin) y Wehrwolf (Raiden) por dos años… ¿Y creo
que ustedes dos últimos se conocieron hace dos años…?
“Tres.”
Raiden respondió, y la Handler guardó silencio por un momento.
“¿Cuánto tiempo ha pasado desde que los reclutaron?”
“Cuatro años para todos, creo. Oh, Undertaker lleva el mayor tiempo aquí.
Cinco años.”
Alegría se mezclaba en la voz de la Handler una vez más.
“En ese caso, casi has completado tu servicio, Undertaker. ¿Has
pensado en lo que harás una vez salgas? ¿Algún lugar al que quieras
ir? ¿Algo que quisieras ver?”
Todas las miradas se concentraron en Shin. Este aun sin levantar sus ojos
de las páginas de su libro, respondió bruscamente.
“No realmente. Jamás pensé mucho al respecto.”
“O-Oh, ya veo… Pues creo que deberías comenzar a pensarlo. Podrías
encontrar algo que quieras hacer. Creo que eso sería bueno.”
Shin sonrió débilmente. El gatito, el cual estaba cabeceando en su regazo,
movió sus orejas y volteó a verlo.
“Sí, quizás sería bueno.”
Capítulo 3:
A tu Galante Rostro al Filo del Inframundo
Medio mes había pasado desde que Lena fue asignada al escuadrón
Spearhead.

Una vez más no hubo bajas durante la incursión de ese día, y como parte de
lo que se había convertido en su rutina diaria, Lena activó el Para-RAID de
forma relajada, Resonando así con los Processors.

La hora era después de la cena, en la habitación de Lena. Por el pasado


medio mes, el escuadrón Spearhead no había tenido baja alguna, a pesar de
desplegar sus fuerzas mucho más a menudo que la mayoría de escuadrones.
Eso era probablemente debido a que ellos eran realmente una unidad de
élite, compuesta solo de veteranos experimentados.

“Buenas tardes, unidades. Como siempre, hoy hicieron todos, un muy buen
trabajo.”

La primera cosa que pudo oír fue un leve ruido en el fondo, tan débil que
desaparecería si alguien fuera a hablar. Probablemente era el ruido distante
del hangar o el sonido de peleas en otros Sectores.

“Buenas tardes, Handler One, buen trabajo hoy.”

El primero en responder fue Undertaker, como siempre. Su voz era serena


y tranquila, y al final, Lena no pudo encontrar la más mínima razón del por
qué alguien como él es llamado por un alias tan amenazante.

Varias otras presencias se encontraban al otro lado de la Resonancia, y


gradualmente, varios otros miembros del escuadrón procedieron a saludar a
Lena. Wehrwolf el vice capitán, la ligeramente malhablada pero respetada
‘figura de hermano mayor’ del escuadrón. La honesta y firme Kirschblüte,
quien seguía la corriente hablando sobre cualquier tema tonto que saliera a
flote durante las conversaciones. Laughing Fox, cuya amable y afeminada
voz hacía contraste con su afilada lengua.
Tal cual hizo ver con su primera aparición, Undertaker era del tipo de
persona taciturna y no participaba mucho en conversaciones fuera de
trabajos oficiales, pero aparentemente, todos siempre se encontraban a su
alrededor cuando Lena resonaba con ellos. Hubo unos cuantos miembros
del escuadrón quienes no se conectaron a la conversación. Todos deben
tener a Undertaker en muy alta estima.

“Undertaker, me gustaría comenzar con el asunto sobre la fecha de entrega


de los suministros que pediste el otro día…”

Escuchando a la Handler y a Shin continuar con su conversación de


apariencia formal, Raiden pasaba la tarde resolviendo un crucigrama de una
revista que había recogido por ahí. Se encontraban en la habitación de Shin
en el dormitorio de sus desgastadas barracas.

A su alrededor se encontraban unas cuantas personas más que habían hecho


de este, su lugar de reunión habitual, matando el tiempo, cada uno a su
manera. Theo estaba absorto haciendo un bosquejo. Haruto, Kurena, y Kaie
estaban jugando cartas. Anju tejía un suéter con un elaborado patrón
mientras Daiya intentaba reparar una radio rota. Los demás se congregaban
en sus habitaciones o en el comedor, y sus alegres voces podían ser
escuchadas a lo lejos.

Como capitán, Shin tenía trabajo que envolvía reportes y distintos tipos de
papeleo, por eso mismo se le fue dada la habitación más grande de las
barracas, la cual funcionaba también como oficina. Raiden llegaba a hacer
consultas sobre temas del escuadrón, y sus amigos gradualmente entrarían
también para molestarlos. La habitación se había convertido en el lugar
favorito de todos antes de que se dieran cuenta.

A Shin, siendo el dueño de la habitación, no parecía importarle siempre y


cuando él tuviera un sitio en donde poder leer. Se quedaría en silencio e
indiferente incluso si las personas estuvieran atendiendo las necesidades del
gato, peleando acerca del ganador de un juego de ajedrez, o bailando frente
a él (Daiya y Kujo de verdad lo hicieron una vez). Justo ahora, él estaba
(como siempre) en su habitación. Leía una novela—encontrada en una
biblioteca abandonada en algún lugar—mientras hablaba con la Handler.
Estaba recostado en la vieja cama de tubos puesta en el rincón y usando su
almohada como un cojín. El gatito negro de patas blancas yacía tumbado
sobre su pecho, lo normal de cada noche.
Viendo esta pacífica vista, él le dio un sorbo a su taza de café. Era una
mezcla hecha a base de una receta pasada generación tras generación entre
los Processors, era el café tradicional Ersatz del escuadrón Spearhead.
Estaba hecho de dientes de león que crecían detrás de las barracas, los cuales
lo hacían más delicioso que la misteriosa agua lodosa que obtenían del café
instantáneo sintético.

¿…Qué diría aquella anciana si la hiciera probar esto? Esa vieja bruja era
demasiado seria y no aceptaba ningún tipo de lujo, pero el café era la única
cosa que sí disfrutaba.

Incluso las plantas de producción de los ochenta y cinco Sectores no hacían


un mejor trabajo de producción que aquellas de bases y prisiones cuando se
trataba de reproducir comestibles. La anciana se quejaba cada mañana de
que su café sabía a lodo. ¿Aún seguirá molesta por ello? ¿Aún seguirá
lamentando lo que nos ocurrió…?

Como si buscara opacar la voz parecida al sonido de una campanilla de la


Handler, el gatito dio un maullido agudo.

Lena parpadeó sorprendida, escuchando como un agudo maullido cortaba


sus palabras.

“¿Eso…fue…un gato?”

“Oh, sí. Tenemos uno de mascota aquí en las barracas”, Black Dog
respondió. “Y, por cierto, yo mismo fui quien lo recogió. La cosita
seguía maullando frente a una casa con el techo destruido por un
proyectil de tanque. Sus padres y hermanos todos quedaron aplastados,
pero este sobrevivió de alguna manera.”

“Y por alguna razón, se encariñó con Undertaker.”

“Undertaker ni siquiera juega con él. El gato sigue y sigue frotándose a


él y rogando por atención, pero no le presta la más mínima atención.”

“No estoy seguro si de verdad esta encariñado o solo piensa de él como


una buena cama. Digo, mira cómo está ahora.”
“Sí, probablemente sea porque Undertaker nunca se mueve cuando
está leyendo. Y eso significa que jamás se pegaría a Black Dog dado lo
ruidoso que es.”

“¡Oye, que grosero! ¡E irrazonable! ¡Demando una disculpa en este


mismo instante!”

El escucharlos discutir y reír de esa manera trajo una leve sonrisa a los labios
de Lena. Cualquiera que los escuchara ahora no escucharía nada diferente a
chicos y chicas perfectamente normales de su misma edad. El que ellos no
estuvieran aquí con ella se sentía extraño.

“¿Cómo se llama el gato?” preguntó, y todos aquellos Resonando con ella


respondieron al mismo tiempo.

“Negrito.”
“Blanquito.”

“Calicó.”

“Chibi.”

“Gatito.”

“Remarque.”

“¡Por centésima vez, dejen de llamarlo como el autor del libro que estén
leyendo! ¡Es demasiado aleatorio! Además, ¿qué demonios se supone
que están leyendo? Lean algo decente, maldita sea.”

Al parecer, el último nombre que Laughing Fox había mencionado no era


realmente un nombre. Sin embargo, Lena aún seguía confundida.

“¿Hay tantos gatos ahí…?”

“¿Qué no escuchaste? Solo hay uno.”

Esa respuesta solo hizo que Lena se confundiera más. Black Dog explicó de
manera concisa:
“Es un gato negro, pero sus patas son blancas. Por eso le decimos
Negrito, Blanquito, y Calicó. En realidad, no le tenemos un nombre fijo,
tan solo lo llamamos como quiera que queramos en el momento.
Últimamente, aprendió a venir con solo voltear a verlo y decir algo.”

Ya entiendo.

“¿Y por qué no se deciden por un nombre?”

“…Hmm. Bueno, eso es porque—”

Después de dudar un momento, Black Dog pareció haber decidido


responder. Pero al próximo momento, cortó la conexión.

Kurena repentinamente se levantó, como si su intención fuese tirar la silla,


y salió furiosa de la habitación. Daiya, quien se encontraba sentado a su
lado, fue tras Kurena. La silla golpeó el piso con gran clamor.

“¿…? ¿Pasó algo?”

Daiya había puesto fin a su Resonancia, y Kurena para empezar ni siquiera


estaba conectada. Shin habló para mantener las apariencias.

“Sí, apareció una rata.”

“¡¿Una rata?!”

“Eso sí que fue convincente.”

El susurro de Theo no había alcanzado los oídos de la Handler. Ella


preguntó si aparecían ratas a menudo en las barracas… Probablemente les
tenía miedo o algo por el estilo, puesto que su voz se escuchaba
sorpresivamente tímida. Dándole una respuesta a medias, Shin volteó a ver
la puerta entreabierta que Kurena había azotado al salir.

A mitad del pasillo, Daiya atrapó a Kurena, quien daba respiraciones cortas
pero pesadas, como si intentara reducir el estrés acumulado durante un largo
periodo de tiempo. El solo hecho de escuchar esa voz la enfermaba. Le
disgustaba tanto que Kurena eventualmente no pudo soportarlo más. Esa
mujer les había robado sus pacíficas tardes que todos habían disfrutado
hasta el momento. Eran agradables y preciados momentos, y ahora…
“Kurena…”

“¿Por qué siguen hablando con ella?”

“Es solo por ahora. Sabes que esa princesita parará de conectarse por su
propia cuenta en poco tiempo.”

Daiya se encogió de hombros con ojos tan fríos que hacían parecer su usual
comportamiento travieso como una mala broma. Ocurriría lo mismo de
siempre. Ningún Handler era capaz de tolerar Resonar con la Parca por
mucho tiempo. La chica no sabía aun el origen de ese otro nombre de Shin.
Ella simplemente tuvo la fortuna de que ciertos enemigos no hayan
aparecido aun, pero esa suerte se acabaría tarde o temprano.

Las profanas Ovejas Negras que se esconden entre el rebaño de la Legión.


O esa era la inspiración tras su nombre, pero ahora, las Ovejas Negras
superaban en número a la Legión normal. E incluso el ‘Pastor’, quien era,
por mucho, más peligroso, tampoco había aparecido aún.

Kurena apretó sus dientes. Ella lo sabía; en serio lo sabía, pero aun así…

“Shin debería ‘romperla’ ya”. El enojo y la irritación la abrumaban, Kurena


escupió rencorosas e hirientes palabras. “¿Cuál es el punto de preocuparse
tanto por una apestosa cerda blanca? Tienen el índice de sincronización fijo
en ‘bajo’.”

“Por supuesto. Shin no ‘rompe’ a los Handlers por decisión propia, ¿sabes?”

Para una comunicación apropiada entre los tumultuosos sonidos del campo
de batalla, era parte del protocolo estándar fijar el índice de sincronización
del Para-RAID lo más bajo posible para que solo las voces de los hablantes
pudieran escucharse.

Daiya habló, no como un regaño, sino con inquietud.

“Además, ¿serías capaz de decirle eso a Shin a la cara? ‘No me gusta esa
mujer, rómpela’. ¿Podrías decirle eso—a la cara?”
“…”

Kurena mordió su labio. Daiya tenía razón. Sería algo horrible decir eso.
Shin y todos los demás eran más que solo amigos. Eran familia. Y no había
manera en que pudiese decirle algo tan horrible a su familia. Para Shin, se
había vuelto una rutina, parte de su vida diaria. Pero sin embargo…
“Lo siento…Pero simplemente no puedo perdonarla. Ellos mataron a mi
madre y padre. Jugaron con ellos como si fueran blancos en un campo de
tiro.”

Sucedió una noche durante una escolta a una de las prisiones. Los soldados
Alba habían decidido probar dónde golpear o cuánto podían soportar los
prisioneros antes de morir. Torturaron a sus padres hasta la muerte, riendo
mientras lo hacían. Enviaron a la hermana de Kurena, siete años mayor, al
campo de batalla inmediatamente después. Ella había tenido catorce en ese
entonces—solo un año más joven que la Kurena de ahora. Su hermana,
quien intentó ahuyentar a esas basuras, quien intentó tratar las heridas de
sus padres mientras sus manos se manchaban de sangre. Y al final, quienes
se disculparon con Kurena y su hermana por haber fallado en salvar a sus
padres fueron soldados Albas y Celena.

“Todos esos cerdos blancos son basura… Jamás, jamás los perdonaré.”

Cuando ambos regresaron, la conversación había cambiado de ratas a


historias sobre el paisaje que podía verse solo en las líneas del frente hasta
finalmente asentarse en el tema de una lluvia de meteoritos que Kaie había
visto una vez. Daiya se encogió de hombros brevemente ante la inquisitiva
mirada de Raiden y regresó a reparar la radio mientras Kurena se sentaba
en el piso cerca de Shin y llamaba al gatito para jugar.

En realidad, el gatito probablemente no quería jugar, pero eventualmente se


rindió, tambaleando mientras se alejaba de Shin, quien había cambiado su
posición para permitirle a Kurena sentarse a su lado. El gato había saltado
de la cama y mantenía su distancia al principio mientras los veía con una
expresión indiferente, antes de que Kurena finalmente lo levantara.

“¿—En serio, Kirschblüte? ¿En serio había tantas estrellas fugaces?”


“Más de las que podía contar. Fue, creo, ¿hace dos años? Vi al cielo, y antes
de que me diera cuenta, unas cuantas estrellas estaban cayendo. Todo el
cielo estaba lleno de luz…fue…una vista hermosa.”

Kirschblüte—Kaie— asentía mientras comenzaba a repartir cartas en lugar


de Kurena. Raiden había visto esa lluvia de meteoritos también, pero en esos
momentos, ellos estaban atrapados en medio del campo de batalla, rodeados
tanto por restos de enemigos como de aliados. Shin era el único a su lado, y
ambos Juggernauts estaban sin energía. Tenían que esperar a que Fido los
encontrara y no podían moverse ni un centímetro hasta entonces.
Ciertamente no fue una noche tan hermosa y romántica sobre la cual
recordar y reír.

Sin la luz artificial que los humanos traían consigo, el campo de batalla
estaba rodeado de total oscuridad por las noches, el tipo de oscuridad para
la cual el término ‘oscuridad absoluta’ había sido hecho. El paisaje estaba
teñido completamente de negro, con solo luz viniendo de los cielos,
iluminando como si se trataran de llamas azules; un silencio solemne pero
sofocante lo tapaba todo. Todo esto producía una ilusión apocalíptica, como
si el mundo había sido hecho pedazos y dejado para que terminara de
derrumbarse, como si hubiese prendido en llamas.

Raiden había pensado esa vez que quizás morir no sería tan malo si esto
fuera lo último que llegara a ver, y admitírselo a Shin fue una desgracia que
jamás podría olvidar. Shin se había burlado de él. Qué desgraciado.

“Probablemente jamás vea algo como eso de nuevo… Ves estrellas fugaces
todos los años, pero pueden pasar décadas entre lluvias de meteoritos, y una
con tantas estrellas probablemente suceda una vez cada siglo… Oh, eso es
algo que Sirius (Kujo) me contó.”

“Qué pena…desearía haberlas visto también.”

“¿No puedes ver las estrellas ahí?”

“Las luces de la ciudad están encendidas toda la noche. Jamás vemos


las estrellas aquí.”

“Oh…” Kaie sonrió ligeramente. Qué nostálgico. “Sí, lo recuerdo… Aquí


está completamente oscuro por las noches. Difícilmente hay personas,
estamos en medio de la nada, y a la hora de apagar las luces realmente se
apagan todas las luces. Así que normalmente tenemos una gran vista de las
estrellas. ¿Has escuchado alguna vez eso de ‘el cielo iluminado por las
estrellas’? Es así. Probablemente sea de las mejores cosas de vivir aquí.”

“…”

La Handler guardó silencio antes las palabras de Kaie. Ella lo más probable
es que jamás haya esperado escuchar a un Processor, quien debería estar
viviendo el infierno en vida, decir que estar donde estaban era algo bueno.
Ella planteó su próxima pregunta con un dócil, casi determinado, tono. Era
una voz dispuesta a recibir todas las condenas y abusos que pudieran darle,
después de todo, esa era su responsabilidad.

“Kirschblüte… ¿Sientes…resentimiento hacia nosotros?”

Kaie dudó por un corto momento.

“…Bueno, es obvio que sí, ser discriminada no se siente bien, y es realmente


molesto. La vida en las prisiones fue terrible, y luchar siempre es aterrador.
Así que no puedo evitar odiar a las personas que forzaron esta vida en
nosotros mientras decían ‘está bien porque los Ochenta-y-Seis ni siquiera
son humanos’.”

Kaie continuó, previniendo que la Handler ofreciera palabras de


remordimiento o de condena. Ella no aceptaría una disculpa de manual.

“Pero sé que no todos los Alba son malas personas…Y del mismo modo sé
que no todos los Ochenta-y-Seis son santos.”

“¿Eh…?”

Los labios de Kaie formaron una amarga sonrisa.

“Mira, soy una Orienta, así que hubo todo tipo de problemas en los campos
de concentración y en mis antiguos escuadrones.”

Y no solo Kaie. Anju también había tenido problemas en el pasado…e igual


Shin, probablemente, aunque se mantenía en silencio al respecto. Aquellos
que tenían sangre Alba fluyendo por sus venas o que eran descendientes del
Imperio—especialmente aquellos de nacimiento noble—eran perseguidos
en los campos de concentración. Ese linaje fue la razón principal para
confinarlos. Fue probablemente fácil para todos ahí usarlos como salida
para sus frustraciones, y las razas orientales y meridionales eran siempre la
minoría en los campos de concentración.

Los Ochenta-y-Seis no eran todas víctimas inocentes. El mundo siempre se


pone en contra de la minoría y les da la espalda a los débiles.

“Como sea, sabemos que hay Albas buenos ahí afuera. No los he visto
personalmente, pero algunos de los demás sí. No siento resentimiento hacia
ti solo por el hecho de ser un Alba.”

“Ya veo…entonces también debo agradecerles a esas buenas personas.”

Kaie se levantó, doblando su cuerpo hacia adelante. A pesar de que hablaban


a través del Para-RAID, ella se movió como si la Handler estuviera sentada
justo frente a ella.

“También tengo una pregunta para ti. ¿Por qué tienes tanto interés en
nosotros?”

Repentinamente, la imagen de unas flamas apareció en la mente de Shin, y


levantó sus ojos de su libro. Él jamás había estado en una fogata de ningún
tipo, así que lo más probable era que esos fuesen los recuerdos de la
Handler.

“Un Processor igual a ustedes me salvó, en el pasado…”

Lena recordó ese día.

“Somos ciudadanos de la República. Nacimos en este país y nos criamos


en este país.”

“‘Incluso si ya nadie considera eso cierto, por esa misma razón debemos
probarlo. Proteger nuestra tierra natal es el deber y orgullo de los
ciudadanos de la República. Es por eso que luchamos’.”

“Las palabras que dijo la persona que me salvó. Siempre he querido


responder a esas sinceras palabras, y es por eso que yo…”
“Él dijo que era un ciudadano de la República y que lucharía para
probarlo. Y pienso que tenemos que responder a esas palabras que él
dejó. Simplemente enviarlos a pelear sin siquiera darles una mirada
indiferente, sin siquiera intentar llegar a conocerlos, sería todo lo
contrario… Es imperdonable.”

Los ojos de Raiden se estrecharon ante esas dolorosas y a la vez hermosas


palabras. Kaie escuchó y, después de que la Handler acabara de hablar,
pausó por un momento antes de abrir su boca.

“Handler One… Eres una virgen pura, ¿no es así?”

“¡¿Pfft—?!”

Pudieron escuchar a la Handler escupir el té o algún otro líquido que estaba


tomando. Todos quienes Resonaban estallaron en risa. Kurena y Haruto,
quienes no estaban Resonando, veían a todos con expresiones estupefactas
y comenzaron a reír, también, luego de que Anju explicara lo ocurrido. La
chica Handler estaba tosiendo, y Kaie, quien estaba conmocionada ante la
respuesta de los demás, repentinamente se puso pálida.

“…Oh dios mío, ¡lo siento! ¡Me confundí de palabra! ¡Quise decir doncella!
¡Una doncella pura!”

Alguien normal no confundiría esas dos palabras, y el significado no era tan


diferente en todo caso. Daiya y Haruto se veían como si estuvieran a punto
de morir de risa, golpeando mesas y paredes (Kino gritó enojado “¡Silencio,
idiotas!” desde el otro lado de la pared), e incluso Shin estaba riendo,
atípicamente, sus hombros sacudiéndose. Kaie, por otro lado, entraba en
más pánico con cada segundo que pasaba.

“Digo, ya sabes, el tipo de chica que piensa que el mundo es un maravilloso


campo de flores, quien tiene un ideal perfecto e inmaculado que protege y,
bueno… ¡Lo que intento decir es…!”

La Handler estaba obviamente sonrojada y quieta en su lugar.

“No eres una mala persona, ¿entiendes? Así que déjame advertirte justo
ahora”, dijo Kaie, quien de algún modo se había logrado calmar. “No
perteneces a este trabajo y definitivamente no eres alguien que debería
interactuar con nosotros. No luchamos por una razón tan noble, así que no
deberías verte envuelta con nosotros…Deberías cambiar con alguien más.
Antes de que lo lamentes.”

Kaie dijo que ella no era una mala persona.

Pero jamás dijo que fuera una buena persona.

En esos momentos, Lena no tenía manera de entender la razón detrás de


ello.

“Handler One a todas las unidades. Hemos detectado enemigos en el radar.”

Ese día, todo el escuadrón Spearhead había salido en una misión, y Lena se
encontraba en el cuarto de mando, hablando con ellos con sus ojos fijos en
la pantalla.

“La mayor parte de la ofensiva enemiga es una fuerza mixta de Dragones y


Tanques, con una compañía de Unidades de Tipo Artillería Antitanque
(Stier) acompañándolos—”

“Hemos confirmado su posición, Handler One. Nos preparamos para


interceptar en el punto 478.”

Su intención había sido informar sobre la posición enemiga y proponer una


estrategia que pudiese emplearse, pero habiendo sido cortada a mitad de la
oración, quedó confundida y murmuró un simple ‘entendido’.
El veterano escuadrón Spearhead no parecía necesitar demasiado la
asistencia de Lena, y recientemente, su rol era en su mayor parte apoyarlos
de tal manera que cada miembro fuera capaz de exhibir sus talentos y
habilidades al máximo. Analizaba los movimientos enemigos o ajustaba los
recursos para que alcanzaran las manos correctas en los momentos
correctos, y pasaba sus días leyendo cuidadosamente documentos del
archivo10 en busca de información sobre la región asignada al escuadrón.
Últimamente, ella había estado repetidamente solicitando permiso para usar
el cañón de intercepción en la parte trasera del Sector. Si pudiera usar el
cañón de artillería, su rango le permitiría al menos suprimir los asaltos de la
artillería de los Skorpion. Haría las batallas más fáciles, pero el cañón era
un modelo desechable—luego de una vez, necesitaba ser recalibrado y
reseteado. Los oficiales de la División de Transporte no tenían la intención
de pasar tales problemas por ‘un montón de Ochenta-y-Seis’, lo cual
significaba que las solicitudes de Lena caían en oídos sordos. También
habían dicho algo parecido a ‘¿No está ya todo oxidado?’”

Justo mientras Lena recordaba esa irritante conversación, Laughing Fox


habló.
“Undertaker. Gunslinger está en posición.”

“Laughing Fox a Undertaker, tercer pelotón, también en posición.”

Gradualmente, todos se habían puesto en posición. Era una formación


perfecta para intercepción, hecha como si supieran el curso que llevaría la
Legión. Los Processors del escuadrón Spearhead siempre parecían moverse
como si predijeran las acciones de la Legión. Quizás había algún tipo de
presagio que solo ellos podían ver.

Lena pensó que debería preguntar sobre esto una vez esta batalla acabara.
Si eran capaces de implementar estos métodos en otros escuadrones, el
índice de mortalidad de los Processors durante las incursiones debería bajar
drásticamente. La manera en que información importante como esta era
usada solo en áreas individuales y jamás esparcida a otros escuadrones era
una gran falla en este sistema distorsionado.

Con aquellos pensamientos en mente, Lena habló mientras examinaba el


mapa del primer distrito que había finalmente encontrado ayer.

“Undertaker. Por favor haz que Gunslinger cambie de posición. Ponla a las
tres en punto, trecientos metros de su posición actual. Si se oculta ahí, tendrá

10
Aquí ‘archivo’ se refiere al cuarto o sector donde se guarda toda la papelería de una empresa
o instalación.
la ventaja. Estará disparando desde una cumbrera y debería proveer de un
mucho mejor campo de visión.”

Después de una pequeña pausa, Undertaker respondió.

“Confirmaremos su locación… Gunslinger, ¿puedes ver el punto del


que habla?”

“Revisaré—dame diez segundos… Sí, puedo verlo. Me moveré hacia


allá ahora.”

“Esa posición está en la dirección opuesta al primer pelotón, quien servirá


como vanguardia. Considerando la estrategia de Undertaker de causar
disturbios entre las fuerzas enemigas antes de entrar en batalla contra
unidades individuales, esto debería crear una abertura que engañará al
enemigo en las primeras fases de la operación.”

Wehrwolf rio.

“Entonces ella será la carnada. Para una voz tan linda, tienes agallas,
princesa.”

“…Los Tanques y la Artillería Antitanque no son muy buenos cambiando


ángulos de elevación. No deberían ser capaces de disparar directamente a
Gunslinger una vez haya llegado ahí arriba, y si cambian su posición de
fuego, el terreno circundante debería servir como refugio—”

“No me malentiendas… Es un buen plan. ¿Verdad, Gunslinger?”

“Haré lo que sea si significa ayudarlos a todos.”

Ella respondió con valentía, pero su voz se volvió mucho más fría cuando
habló con Lena directamente:

“¿Encontraste un nuevo mapa o algo así? Debe ser conveniente.”

Lena sonrió irónicamente. Esta chica, Gunslinger, no parecía ser del agrado
de ella. Siempre se desconectaba durante sus reuniones diarias, y cuando
hablaban, siempre tenía una actitud abiertamente cortante y fría.
El mapa que Lena sostenía había sido hecho por fuerzas de campo de la
República y era un producto altamente detallado tras meticulosos meses de
combate y reconocimiento. Por alguna razón, no había sido compartido con
las bases del frente quienes desesperadamente lo necesitaban. Los
Processors estaban actualmente confiando en mapas que habían encontrado
en ruinas cercanas, a los cuales añadían notas y correcciones mientras los
usaban. Gracias a ello, sabían los puntos normales de intercepción y las rutas
de ataque, pero no sabían tanto acerca de la topografía.

“¿Quieren que lo envíe después?”

Eran demasiados datos para transferir durante combate, cuando tenían


ancho de banda limitado, pero eso no sería un problema después, cuando
tuvieran tiempo.

Wehrwolf rio burlonamente.

“¿Segura? Le estarás transmitiendo secretos militares a los Ochenta-y-


Seis, ‘ciudadanos de carácter perjudicial’.”

“No me importa. ¿Cuál es el punto de tener esta información si no será


usada?”

Esas palabras parecieron tomar a Wehrwolf por sorpresa. Él dio un


sorprendido “Eh” y guardó silencio. Para empezar, había sido un documento
sin archivar y sin manejar hasta que Lena lo excavó de una montaña de cajas
de cartón. ¿Qué tan confidencial podía ser si nadie siquiera se fuera a dar
cuenta si lo copiaba o perdía?

Las fuerzas de campo de la República y personal de la retaguardia habían


sido enviados al campo de batalla y aniquilados en las primeras fases de la
guerra hace nueve años, y no había sucesión real en sus operaciones o
papeleo. Por lo tanto, una gran cantidad de sus documentos había sido
dejado huérfano, sus paraderos desconocidos y sin controlar. Cualquier
soldado normal vería lo grave del problema.

“Además, ustedes no son Ochenta-y-Seis. Para empezar, nunca los he


llamado así—”
“Sí, sí… Tch. Ya vienen.”
Lena pudo sentir tensión llenando el otro lado de la Resonancia. Incluso se
sentía como si algunos estuvieran emocionados por el comienzo de la
batalla, probablemente derivado de su largo servicio o por la adrenalina de
estar en el campo de batalla.

El rugido de un cañón, suficientemente poderoso para sacudir incluso el


interior de su cuerpo, hizo eco en sus oídos al otro lado de la Resonancia.

La batalla procedía velozmente, y los puntos rojos de la Legión


gradualmente desaparecían del mapa. El escuadrón Spearhead había cortado
a través de un bosque primitivo en zona de combate para desviar y diezmar
a un grupo de Stier de poca movilidad y alta potencia de fuego. Esto también
les permitiría atraer a los Ameise y Grauwolf al bosque, donde podían ser
separados y aniquilados individualmente. El denso bosque tenía el beneficio
agregado de limitar la maniobrabilidad de los Löwe, pues eran incapaces de
hacer giros con poco espacio. También impactaba grandemente su campo
de visión y rango de ataque.

Sin suficiente espacio para maniobrar, la Legión fue forzada a separarse en


pequeños grupos y a abandonar su superioridad numérica. Viéndolo desde
otro lugar, casi parecía como si los Processors estuvieran llevando a cabo
una operación a la que estaban acostumbrados desde hacía tiempo. Sin
embargo, en este tipo de campo de batalla, eso era simplemente imposible.

Evadiendo el proyectil disparado hacia ella, un solo Juggernaut—


Kirschblüte—se sumergió entre las rondas y corrió, intentando apuntar al
flanco izquierdo de un Löwe.

Un escalofrío recorrió a Lena. La posición del Löwe era extraña. A juzgar


por el despliegue enemigo, no debía haber Löwe ahí. La legión siempre era
vigilante, y en esa formación, ellos no serían capaces de proveer con
cobertura a los demás. Lena revisó el mapa del área con pánico y confirmó
el avance del enemigo. Estaba especificado en el mapa del área, pero
Kirschblüte probablemente no podía verlo; Por lo que ella podía ver, ‘eso’
estaba enterrado, oculto de todos—

“¡Aléjate de ahí, Kirschblüte!”


“¿Eh?”

La advertencia de Lena llegó tarde. El punto marcando la unidad de


Kirschblüte en el radar desapareció de la nada.

“¡¿Qué…?! ¡¿Un pantano?!”

Atrapada dentro de su propia unidad inmóvil, Kaie sacudió su cabeza y


gruño desesperadamente. A través de la ventana, ella vio las patas frontales
de su Juggernaut sumergidas hasta la mitad en el suelo. Lo que se veía como
una pradera era en realidad un pantano, el tipo de terreno suave que el
pobremente balanceado Juggernaut era menos capaz de atravesar.

Ella tendría que retroceder para salir. Habiendo alcanzado esa conclusión,
ella apretó las dos palancas—

“¡Kirschblüte, sal de ahí justo ahora!”

La advertencia de Shin hizo que Kaie levantara su cabeza. Levantando el


sensor óptico de Kirschblüte, Kaie vio a un Löwe parado frente a ella.

“…Ah.”

Ella estaba dentro del rango mínimo de la torreta del tanque, así que el
Löwe, en su lugar, blandió sus patas frontales. Lo hizo de manera tan fría,
con la crueldad de un aparato de relojería que jamás dejaría de girar, sin
importar cuanto gritara o rogara la persona atrapada entre sus engranajes

“No…”

Fue una débil suplica, como un niño a punto de llorar.

“No quiero morir…”

El Löwe gimió mientras balanceaba sus patas. Cincuenta toneladas viajando


a alta velocidad decapitaron a Kirschblüte con un extenso golpe. Los
Processors habían nombrado sombríamente el toldo con forma de concha
como la Guillotina, pues estaba tan mal conectada que tendía a romperse y
salir volando—junto con su piloto—si tomaba un impacto suficientemente
fuerte. Y tal cual ese terrorífico nombre, el toldo de Kirschblüte se
desconectó del resto de la unidad.

Otro objeto redondo voló en la dirección opuesta, cayendo en el suelo y


rodando, para no ser visto jamás de nuevo…

Después de un momento de silencio horroroso, rugidos y gritos de tristeza


e indignación llenaron la Resonancia.

“¡¿Kirschblüte…?!–––––¡¡¡MALDITA SEA!!!”

“Undertaker, iré por ella. ¡Cúbreme por un minuto—no podemos


dejarla ahí!”

La respuesta de Shin no fue más que silencio, como un lago congelado en


una noche de mitad de invierno.

“No, Snow Witch… Usan su cuerpo como carnada. Es una emboscada.”

El Löwe que había matado a Kaie aún acechaba cerca, esperando por
cualquier intento enemigo de recuperar a un compañero lastimado o un
cadáver. Esto era originalmente una táctica de francotirador básica. Él podía
escuchar la respiración angustiada de Anju y un golpe seco pesado tras
haber golpeado la consola con rabia. Como mínimo, Snow Witch disparó
un proyectil explosivo de 57mm que rodeó a Kirschblüte y sus alrededores
en llamas.

“Kirschblüte, Muerta en Combate. Fafnir (Kino), ve a cubrir al cuarto


pelotón… Ya no quedan demasiados enemigos. Acabemos con esto antes
de que puedan aprovecharse de la pérdida de Kirschblüte.”

“Entendido.”

Las respuestas, ya fuese con tristeza o con rabia, llegaron con la calma de
un veterano que había visto a sus camaradas volar en pedazos un sinfín de
veces. Era porque ellos eran los experimentados Portadores de Nombres que
la vista del punto en el radar de una unidad amiga convirtiéndose en una
‘Señal Perdida’ se había vuelto enfermizamente familiar.
Ellos sabían muy bien que debían suprimir su dolor hasta el final de la
batalla. De otro modo, se unirían a sus compañeros como cadáveres. Su
experiencia les permitía separarse de sus emociones y mantener la cabeza
fría necesaria para sobrevivir. Era la conciencia de los humanos que se
habían adaptado a la locura del campo de batalla y que se habían degradado
a máquinas de matar frías y calculadoras.

Con solo una pequeña pausa—una sola, y amarga inhalación—el enjambre


de arañas cuadrúpedas mecánicas resumió su clamorosa carrera a la sombra
de los árboles. Y como los desastrosos esqueletos de los muertos yaciendo
en espera bajo la tenuemente iluminada entrada al filo del inframundo, ellos
deambularon, buscando a alguien en quien hundir sus garras—cualquiera a
quien estrangular y llevar consigo al mismo lugar al que su compañera caída
había ido.

Poco tiempo después, las fuerzas de la Legión fueron erradicadas. No


forzadas a retirarse, literalmente erradicadas. Sintiendo que esta era la
voluntad de los Processors restantes, el corazón de Lena se llenó con
tristeza.

Solo había sido unos días antes, justo el otro día, que Kirschblüte le había
contado sobre la lluvia de meteoritos. Mientras Lena recordaba las palabras
llenas de orgullo de Kirschblüte, arrepentimiento y tristeza presionaron
contra su corazón. Si tan solo hubiera encontrado este mapa más pronto. Si
tan solo le hubiese advertido a tiempo…

“Situación resuelta—buen trabajo, chicos.”

“…”

Nadie le respondió. Probablemente todos estaban lamentándose a su


manera.

“Sobre Kirschblüte… Lo—Lo siento. Si tan solo hubiera sido más—”

En ese momento.

Ella pudo sentir un profundo y terrorífico silencio irradiando al otro lado de


la Resonancia.
“¿Lo sientes?”

Laughing Fox respondió, como si contuviera algo a punto de explotar, algo


rompiéndose tras su normalmente calmada voz.

“¿Tú? ¿Sentirlo? ¿Por qué lo sientes? Un Ochenta-y-Seis o dos podrían


morir, pero al final del día, aun vas a casa, cenas, y duermes en una
cama segura, ¿verdad? Deja de decir estupideces con esa dócil voz
tuya.”

Le tomó a Lena un momento procesar apropiadamente lo que acababa de


escuchar. Dándose cuenta que Lena no podía pensar en nada que decir,
Laughing Fox susurró un “Escucha pequeña hija de…” antes de continuar.
Esta vez, no intentó enmascarar su hostilidad, amargura sin reservas
coloreando su tono.

“Digo, claro, cuando no tengamos nada mejor que hacer, quizás


podamos jugar contigo a la casita. Puedes decir que nunca nos
discriminas, que nunca nos tratas como cerdos, que eres pura, noble,
virtuosa, que todo es un malentendido, que eres una maldita santa.
Claro, cuando nada está pasando podemos aguantar tu estúpido ego,
¡pero entiende lo que está ocurriendo, maldita sea! Uno de nuestros
malditos amigos acaba de morir. No tenemos tiempo de seguirle la
corriente a tus estupideces justo ahora, así que por favor cállate un
poco, maldita hipócrita.”

“Hipocri—”

¿Hipócrita?

“¿O qué? ¿Piensas que no nos importa que nuestra amiga haya
muerto?—Oh, cierto; para ti, los Ochenta-y-Seis solo son Ochenta-y-
Seis. Somos cerdos inferiores que no pueden compararse a un noble
humano como tú, ¡¿verdad!?”

“Eso—”
Bombardeada con una acusación inconcebible tras otra, la mente de Lena
quedó completamente en blanco.

“¡Eso no es verdad… ¡Yo jamás…!”

“¿Que no es verdad? ¡¿Qué parte no es verdad?! ¡Eres la única segura


dentro de las murallas, relajándote mientras nos ves peleando después
de que ustedes nos hayan lanzado a este infierno! ¡Estás aceptando
descaradamente lo que nos han hecho al sentarte ahí como si tu
comodidad fuera un derecho! Si eso no es tratarnos como cerdos,
¡¿entonces qué es?!”

“¡…!”

Lena podía sentir las emociones de los Processors a través de la Resonancia.


Algunos se sentían indiferentes. Otros, incluido Laughing Fox, cargaban
diferentes grados de desprecio y hostilidad. Y de otros, ella simplemente
sentía resignación. Pero una cosa que todos tenían en común era esa
frialdad.

“¿Que jamás nos llamaste Ochenta-y-Seis? ¡No llamarnos así fue lo


único que hiciste! ¿Proteger el estado es el deber de un ciudadano?
¿Responder a esos sentimientos? ¡A la mierda con eso! ¡¿Crees que
peleamos aquí porque queremos?! ¡Ustedes son quienes nos atraparon
aquí! ¡Ustedes nos forzaron a luchar! Han dejado a millones de
nosotros morir estos últimos nueve años, ¡¿verdad?! ¡¿Y sin siquiera
hacer algo al respecto piensas que hablarnos como una buena persona
todas las noches hará alguna diferencia?! Para empezar—”

Y sin una sola pizca de piedad, Laughing Fox sin compasión apuñaló el
corazón de Lena con sus siguientes palabras. La prueba innegable que Lena,
a pesar de intentar tratarlos como humanos, los había visto como cerdos al
final.”

“¡—Ni una sola vez nos has llamado por nuestros nombres!”

Ella se quedó sin palabras.

“Ah……”
Esas palabras la dejaron vacilando con gran incredulidad. Él tenía razón.
Ella no sabía sus nombres. Jamás había preguntado. A nadie—ni siquiera a
Undertaker, quien era el primero en responder sus llamadas. Ni a
Kirschblüte, quien era la que siempre hablaba más con ella. Y por supuesto,
ella jamás le dijo a ninguno de ellos su propio nombre. Handler One. Ella
se había presentado a sí misma como su supervisora, con solo el título que
ese rol le concedía y nada más. Podría haber sido aceptable si esto hubiese
sido tras mutuo acuerdo, pero de otra manera, esta era una terriblemente
irrespetuosa manera de tratar a un compañero humano.

Y ella había hecho eso, sin siquiera pestañear. Sin siquiera darse cuenta.
Debes saber tratar al ganado como ganado. Sí, así como su madre le había
dicho con una tranquila expresión en su rostro. ¿La única diferencia entre
ella y Lena era que Lena simplemente nunca lo había puesto en palabras—
?

Lágrimas llenaron sus ojos. Las palabras no salían, pero ella podía sentir el
llanto de vergüenza arrastrándose desde su pecho, rogando por poder salir.
Ella juntó sus manos sobre su boca para suprimirlo. A penas se había dado
cuenta hasta ahora. Pero ahora estaba terriblemente asustada de lo horrenda
que podía llegar a ser, de la manera que podía pisar a otros y despreciarlos
como si fuese lo normal, sin sentir vergüenza ni una sola vez.

Wehrwolf—no, el chico Colorata cuyo rostro nunca había visto, cuyo


nombre ella jamás había preguntado, interrumpió la conversación con una
voz baja.

“Theo.”

“¡Raiden! ¿Vas a defender a esta cerda blanca—?

“Theo.”

“…Bien, lo entiendo.”
Laughing Fox chasqueó su lengua, y su presencia desapareció de la
Resonancia. Con un profundo suspiro, como sacando los sentimientos
llenando su pecho, Wehrwolf cambió su atención a Lena.

“Handler One. Apaga la Resonancia.”


“…Wehrwolf, yo—“

“La batalla acabó. No tienes razón para seguir dando órdenes,


¿verdad? …Laughing Fox se pasó de la raya, pero eso no significa que
estemos de humor para hablar contigo.”

Su tono era frío, pero para Lena, la falta de siquiera una pizca de condena
en su voz se sentía incluso más inhumana e indiferente. Él no la juzgaba por
sus equivocaciones, y no la culpaba, tampoco, porque él ya se había
resignado por completo. Resignado a hablar con alguien que jamás lo
escucharía sin importar lo que dijera o hiciera—alguien que solo pretendía
hablar sin entender lo que otros decían. Quizás ni siquiera entendiendo lo
que ella misma decía. Un cerdo con forma humana.

“…Lo siento.”

A penas arreglándoselas para responder con una voz temblorosa, apagó la


Resonancia. Ni una sola voz respondió a esas palabras.

Todos los demás gradualmente cortaron la conexión con la Handler, y Theo


se quedó ahí, sintiéndose terrible. Después de un tiempo, Anju Resonó con
él.

“Theo.”

“…Lo sé, ¿bien?” respondió tristemente.


Odiando lo infantil que sonaba su propia voz, Theo hizo una mueca con auto
desprecio.

“Entiendo cómo te sientes, pero fuiste muy lejos. Incluso si lo que dijiste
es verdad, ponerlo de esa manera fue demasiado.”

“Sí, lo entiendo… Lo siento.”

Él lo sabía. Todos habían decidido juntos que las cosas deberían ser así y
todos se dieron cuenta de ello desde antes de siquiera ponerlo en palabras.
Y por eso, hasta ahora, nadie había dicho nada al respecto. Decir todo lo que
pasaba por su mente de la manera más grosera posible no lo hizo sentir
mejor. Solo lo dejó irritado y exaltado. No tenía una salida para su
frustración, y sintió que sus preciados amigos que había perdido se enojarían
con él en cualquier momento tras tal comportamiento. Era una promesa
preciada, y la había roto por esa estúpida cerda blanca. Pero, sin embargo,
la razón por la cual no pudo soportar el enojo fue definitivamente…

“¿…Tu antiguo capitán?”

“Sí…”

Él aun podía recordar su espalda, grande y confiable.

Esa persona había sido el capitán de la primera unidad a la que Theo había
sido asignado, cuando se había enlistado a los doce años. El capitán era
alegre y jovial, y todos en el escuadrón lo odiaban. Theo también lo odiaba
en ese entonces. Él heredó la Marca Personal de un zorro risueño de esa
persona. En ese entonces, él no sabía dibujar todavía, pero intentó con todas
sus fuerzas replicar el dibujo del zorro que siempre reía bajo el toldo del
capitán. Pero solo se las había arreglado para hacer una caricatura deforme
con una artificial sonrisa pegada.

Theo no podía perdonar a esa cerda blanca quien tenía la misma expresión
que aquel capitán y quien actuaba como si fuera algún tipo de santo por
lamentar la muerte de Kaie. Él no podía perdonarla, pero al azotarla con
aquellas palabras, todo lo que había logrado fue…

“Lo siento, Kaie…”

Bajó su mirada, viendo los restos quemados de Kirschblüte. Ya estaba


acostumbrado, acostumbrado a que estos fuesen los únicos restos de amigos
y a no tener permitido enterrarlos o traerlos de regreso.

“Actué como uno de esos cerdos blancos y deshonré tu muerte…”

Tú, Kaie. Orgullosa, noble Kaie, incluso después de todo lo que pasaste, ni
una vez convertiste tu rencor en palabras, incluso al final…

En las noches luego de una muerte, todos en la unidad se quedarían solos o


quizás se quedarían junto a otra persona, cada uno lamentándose a su propia
manera. Así que esa noche, nadie fue a pasar el rato a la habitación de Shin.
La luna y estrellas brillaban fuertemente, y por eso Shin mantuvo las luces
apagadas. Recostado contra su mesa iluminada por un brillo azul pálido,
Shin abrió sus ojos rojos como la sangre al sonido de un modesto toque
contra el cristal de su ventana. Viendo desde ahí, encontró a Fido parado
fuera de las barracas, extendiendo su brazo de grúa. Apretado entre el
manipulador a su punta estaba una pequeña pieza de metal.

“Gracias.”

“Pi.”

Habiendo hecho su entrega, Fido titiló su sensor óptico como si parpadeara


antes de dar media vuelta y regresar a sus deberes regulares. El trabajo
normal de un Carroñero consistía en cargar un contenedor lleno de chatarra
y objetos del campo de batalla hasta el horno de reciclaje de la fábrica
automatizada.

Mientras Shin colocaba la pieza de metal sobre un trozo de tela que había
preparado de antemano, el Para-RAID se activó. Deteniendo sus manos por
un momento mientras destapaba un pedazo de tela conteniendo unas cuantas
herramientas de trabajo simples, Shin frunció el ceño. Él era el único
receptor de esta Resonancia, y el emisor no era alguien de la base.

“……”

Shin suspiró mientras el otro lado mantuvo silencio a pesar de haber sido
quien inició la llamada. Él abrió su boca para hablarle a la presencia
desanimada del otro extremo del subconsciente colectivo.

“¿Necesitas algo, Handler One?”

La presencia dudó, como si un escalofrió de sorpresa la recorriera, pero aun


así guardó silencio. Shin esperaba esta evidentemente reacia pausa,
esperando a que la persona llamando hablara. Luego de un considerable
tiempo después de que Shin había resumido su trabajo, la Handler
finalmente abrió su boca. Cuando escuchó su voz, débil y suave, como si
tuviera miedo al rechazo, sus manos se detuvieron.

“…Um…”
Ella había pensado que, si él la rechazaba, entonces atentamente finalizaría
la llamada, inmediatamente. Y fue exactamente porque estaba preparada a
hacer eso que escuchar la tranquila voz de Shin responder como siempre la
hizo ponerse aún más nerviosa. Después de unas rondas de intentar hablar
y de recuperar su ahogada respiración, las palabras finalmente salieron.

“…Um, Undertaker. ¿Es un buen momento para hablar?”

“Claro. Adelante.”

Su simple respuesta llegó tranquila y serena, sin una pizca de emoción. Pero
Lena por primera vez se dio cuenta que este tono indiferente no venía de su
disposición tranquila, sino de su completa falta de interés o sentimientos
hacia ella.

Regañando a su corazón, el cual estaba a punto de enroscarse del miedo,


ella bajó su cabeza. Esto probablemente era, también, cobardía. Ella sabía
que esto debería estar diciéndoselo a todos, pero no podía armarse del coraje
para contactar a Laughing Fox y a Wehrwolf, quienes probablemente no
tenían intención de Resonar con ella.

“Lo siento. Por lo ocurrido esta tarde y por todo lo que he hecho hasta ahora.
Lo siento en serio… Um…”

Ella apretó sus manos puestas en su regazo.

“Mi nombre es…Lena. Vladilena…Milizé. Puede que sea algo tarde,


pero… ¿podrías decirme tu nombre?”

Hubo una corta pausa. El miedo pesaba en Lena mientras escuchaba la


estática y el pesado silencio al otro lado.

“…Si lo que Laughing Fox dijo aun te molesta…”

Él sonaba indiferente, sus palabras siendo lanzadas bruscamente, como si


meramente dijera los hechos. “…Entonces deberías detenerte. Lo que
dijo no refleja las opiniones de todos. Todos sabemos bien que tú no nos
pusiste en esta situación personalmente y que no tienes el poder para
deshacerlo tampoco. No tienes por qué sentirte culpable solo porque
alguien te echó la culpa de no haber hecho algo que no puedes siquiera
hacer.”

“Pero… ¡ni siquiera intentar aprender sus nombres fue terriblemente


irrespetuoso!”

“No pediste nuestros nombres porque no los necesitabas. ¿Por qué


crees que somos obligados a usar siglas de identificación cuando la
Legión no puede entrar al Para-RAID? ¿Por qué crees que los archivos
personales de los Processors nunca son revelados?”

Lena frunció sus labios amargamente. La inquietante respuesta vino


fácilmente a su mente.

“Para que los Handlers no tengan que ver a los Processors como humanos…
¿verdad?”

“Correcto. La mayoría de Processors no viven para ver un año después


de su reclutamiento. Quien fuese que estuviese a cargo probablemente
pensó que el peso de todas esas muertes sería demasiado para un
Handler.”

“¡Pero eso no es más que cobardía! Yo…”

Su voz comenzó a desvanecerse antes de que siquiera lo notara.

“…Yo fui una cobarde…y no quiero quedarme de esa manera. Si no es


demasiado problema decirme tu nombre…entonces por favor hazlo.”

Shin suspiró una vez más. Esta chica puede ser bastante obstinada…

“…Kaie Taniya. Ese es el nombre real de Kirschblüte—del Processor que


murió hoy.”

“¡!”
Él pudo sentir felicidad viniendo del otro lado de la Resonancia, pero murió
velozmente cuando ella se dio cuenta que ese era el nombre de la chica que
había sido asesinada. En contraste, Shin dio los nombres de sus compañeros
de manera realista.
“El nombre del Vice Capitán Wehrwolf es Raiden Shuga. Laughing Fox se
llama Theoto Rikka. Snow Witch es Anju Emma. Gunslinger es Kurena
Kukumila. Black Dog es Daiya Irma—”

Él nombró a sus veinte miembros de escuadrón, y la Handler agregó su


nombre al final.

“Y yo soy Vladilena Milizé. Por favor llámame Lena.”

“Escuché cuando lo mencionaste antes. ¿Cuál es tu rango?”

“Oh, sí, por supuesto. Es comandante. Aunque fui promovida


recientemente…”

“Entonces me referiré a ti como Comandante Milizé desde ahora. ¿Es


aceptable?”

“…Santo cielo…”

Escuchando a Shin actuando muy ceremonioso y tratándola como una


oficial al mando, Lena sonrió irónicamente. Entonces se dio cuenta de algo
y preguntó:

“Parece que no hay nadie contigo hoy… ¿Qué haces?”

Shin guardó silencio un segundo.

“—Su nombre.”

“¿Eh?”

“Estoy tomando el nombre de Kaie…Ya que los Ochenta-y-Seis no tenemos


permitido tener tumbas.”

Él sostuvo una pequeña pieza de metal contra la luz de luna azul pálido.
Meticulosamente tallado en el pedazo rectangular de aleación de aluminio
estaba el nombre completo de Kaie, al igual que una inscripción en pintura
negra y roja. Era un grabado de una flor de sakura de cinco pétalos y el
símbolo para flor de cerezo—Kirschblüte—escrito en el lenguaje de su
gente, para representar la Marca Personal de su Juggernaut.
“Cuando aún estaba en mi primera unidad, hice una promesa con el resto de
chicos de ahí. Grabaríamos el nombre de aquellos caídos en batalla en los
restos de sus Juggernauts, y quien quiera que sobreviviera más tiempo
cargaría estos fragmentos consigo. De esa manera, el sobreviviente sería
capaz de llevar a todos con él hasta su destino final.”

La verdad era que, en ese tiempo, incluso recuperar un trozo de la unidad


de un Processor muerto era a menudo imposible, así que usarían cualquier
pieza de metal o madera que pudieran encontrar y tallarían los nombres con
un clavo. No era mucho, pero era prueba de que sus camaradas existieron.
Shin solo había sido capaz de poner sus manos en los restos de las unidades
de manera constante luego de que Fido aprendiera cómo hacerlo. Ellos
siempre intentaban recuperar la pieza directamente bajo del toldo. Donde la
Marca Personal estaba grabada en el blindaje.

Siempre eran mantenidos juntos en el compartimiento de herramientas en la


cabina de Undertaker, desde las muertes de sus compañeros del primer
escuadrón hasta ahora. Todo para poder cumplir el pacto que habían hecho.

“Yo fui el último que quedó en ese entonces, y así ha sido hasta ahora. Es
por eso que tengo que llevarlos conmigo. Llevaré a todos quienes lucharon
y murieron junto a mí a mi destino final.”
Su serena voz apuñaló el corazón de Lena. Él era diferente de antes,
diferente a esa impresión insensible que tenía. Ella repentinamente se sintió
avergonzada. Él había llevado tantas muertes—todas estas vidas perdidas—
junto a él, soportando en silencio la carga. Soportando todo sin dejar una
sola palabra de lamento alcanzar la superficie, cargando todo como si fuese
lo normal.

En contraste, ella ni siquiera pudo enfrentar la muerte de una persona esta


tarde, solo lamentándose, pero sin verdaderamente aceptarla. Finalmente
entendió cuanto los había ofendido: a aquellos que soportaban el peso de
sus camaradas muertos en silencio.

“¿Cuántos han muerto hasta ahora…?”

“Quinientos sesenta y un Processors. Incluyendo a Kaie.”


La inmediatez de su respuesta hizo a Lena morder su labio. Ella no podía
recordar cuantas personas habían muerto bajo su mando. A pesar de que el
conteo era menor, si se le preguntara, ella tendría que considerar y contar.

“¿…Es por eso que te llaman Undertaker?”

“Sí, en parte.”

Aquel quien en silencio enterraba a su sinfín de camaradas. En lugar de las


tumbas las cuales se les fueron negadas, él cargaba aquellas pequeñas piezas
de aluminio y un sinfín de recuerdos. Tenía sentido que a todos les agradara.
Este chico conocido como Undertaker debe ser la persona más amable de
todo el mundo—Pero justo cuando eso se le ocurrió, sus pensamientos
llegaron a un alto. Quedándose sin aliento, Lena abrió los ojos de par en par.

“Um… ¿Undertaker?”

El hecho de que él aún no se daba cuenta que ella lo había estado llamando
por ese nombre era evidencia de la falta fundamental de interés de Shin en
todo lo que sucedía a su alrededor.

“Tú…aun no me has dicho tu nombre…”

Shin parpadeó distraídamente unas cuentas veces. Ella parecía preguntar el


por qué él no quería dar su nombre, pero ese no era el caso. Él simplemente
se había olvidado.

“Disculpa. Soy Shinei Nouzen.”

En lo que a Shin respecta, su nombre normal y su Nombre Clave eran ambos


nada más que códigos para especificarlos, y él no le prestaba particular
atención a cuál usaban las personas. Él intentaba decir eso, pero—Escuchar
a Lena pasar saliva con sorpresa hizo que levantara su mirada
inquisitivamente.

“¡¿Nouzen…?!”

Antes de que Lena pudiera siquiera terminar de repetir su nombre con


asombro, un fuerte ¡THUNK! Sonó como si algo pesado hubiese golpeado
el piso. Aparentemente, ella había saltado de su asiento, haciendo caer su
silla en el proceso.

“¡¿Puede ser que estés relacionado con Shourei Nouzen?! Él era el


Portador de Nombre llamado Dullahan y piloteaba una unidad con una
Marca Personal de un caballero esqueleto sin cabeza—”

Los ojos de Shin se abrieron, ligeramente.

“Iremos a ver el campo de batalla, Lena. Para que veas todo lo que ocurre
ahí, con tus propios ojos.”

Ese día, el Coronel Václav Milizé de las Fuerzas Armadas de la República


había abordado un avión de reconocimiento con su hija de diez años, Lena.

“¿Están peleando en ese lugar, Padre?”

“Sí, correcto. Pero la República… Nosotros estamos haciendo algo incluso


peor que la guerra de ese lugar.”

Václav era uno de los pocos sobrevivientes de las Fuerzas Armadas, y


aunque él y sus compañeros pelearon para defender a su familia y amigos,
su amada tierra natal había promulgado terribles leyes que le daban un
horrible golpe a su dignidad. Habían designado a una porción de los
ciudadanos que se supone que protegían como infrahumanos y los habían
echado de sus hogares, aprisionándolos, y forzándolos a ir a la guerra. Un
incidente que ocurrió en cierto pequeño pueblo aún se rehusaba a dejar sus
recuerdos.

En lugar de su arruinado ejército, la República en un apuro reunió a jóvenes


reclutas, la mayoría siendo personas sin educación quienes perdieron su
trabajo debido a su propia pereza y tendencias violentas. Encima de eso,
para su primera misión, se les entregó armas y se les ordenó expulsar a sus
compañeros ciudadanos. Su moral, que ya era baja para empezar, bajó aún
más rápidamente, y actos de violencia y opresión se desataron en todas las
unidades.
Václav podía aun recordar a dos niños viendo mientras soldados golpeaban
a sus padres hasta la muerte, riendo durante el proceso. Él jamás podría
olvidar a una de las chicas, presumiblemente la hermana mayor, y sus fríos
ojos, rehusándose a dejar caer una sola lágrima. Esos ojos jamás lo dejarían
en paz. Esas chicas probablemente jamás perdonarían a los Alba o a la
República mientras vivieran.
“…Tenemos que acabar con esto… Tan pronto como sea posible.”

El avión de reconocimiento se elevó por los cielos en silencio, para que


Václav pudiera mostrarle a su hija lo que yacía más allá de las murallas.

Aquellos que vivían en el Primer Sector raramente viajaban fuera de las


murallas. Más allá de las colinas de plantas de producción de los Sectores
más exteriores y de las praderas y bosques de las plantas de energía
solar/geotérmica/eólica, la Gran Mule los veía a todos con la solemne
majestuosidad de una poderosa montaña. Cuando ella vio las masivas
murallas por primera vez, los ojos de Lena se encendieron de emoción. Pero
su expresión se había oscurecido, y guardó silencio mientras los campos de
minas y los campos de concentración rodeados por cercas con alambre de
púas entraban a su visión. Al ver la dócil expresión de su hija mientras ésta
veía por la ventana del avión, Václav sonrió. Lena era una chica inteligente.
Incluso sin que él le dijera una sola palabra, ella aprendía y entendía por su
cuenta.

Desplegar una aeronave militar para uso personal y dejar a un civil no


autorizado abordo eran ambas violaciones explicitas de las regulaciones
militares, pero a Václav no podía importarle menos. La milicia de la
República estaba compuesta de soldados sólo de nombre, eran el tipo de
basura a quienes solo les interesaba pasar sus horas de trabajo jugando y
apostando, pasándose al alcohol y a las mujeres al final del día.

“Ve un poco más lejos luego de acabar con las bases del frente, ¿bien?
Quiero que ella vea el campo de batalla”, le dijo al piloto con la palanca de
control en mano.

Este alegre piloto era un amigo suyo y parecía feliz de haber tenido la
oportunidad de volar un avión luego de estar atrapado en los ochenta y cinco
Sectores por tanto tiempo. Asintió felizmente y dijo:
“Entendido, Coronel… ¿Pero no habían fijado los chicos de Transporte esa
área como una zona de vuelo prohibida?”
“Eh, no te preocupes de eso. No iremos a las zonas disputadas, y además,
será de noche para cuando lleguemos. La Legión no estará en movimiento.”

La Legión operaba fundamentalmente durante el día, ya que se quedaban


sin electricidad. Normalmente, se quedarían en las áreas que controlaban y
ahí recibirían paquetes de energía. Una vez agotados, desplegarían paneles
solares y recargarían de esa forma. Ya que no era posible recargar durante
la noche, corrían el riesgo de quedarse sin energía a mitad del combate, y,
por lo tanto, tendían a evitar batallas nocturnas.

Si Václav fuera a ser brutalmente franco, él quería mostrarle a Lena lo feroz


que la lucha contra la Legión podía ser, pero… viendo a esa pequeña espalda
suya, Václav se dio cuenta que no podía poner en riesgo la vida de su hija
tan fácilmente.

Pero Václav había olvidado algo. Quizás sin darse cuenta, él mismo había
asumido que solo los Ochenta-y-Seis morían en el campo de batalla y que
no existía peligro para personas como él. Había una razón del por qué les
era imposible contactar con otros países y del por qué jamás intentaron
atacar a la Legión desde el cielo.

Los Stachelschwein.

Habían sido esparcidos por el cielo de la República poco tiempo después de


que la batalla comenzara y aniquilaron a las fuerzas aéreas aliadas. Ocultas
entre las bandadas de mariposas de interferencia de comunicaciones se
encontraban las unidades de tipo Cañón Móvil Antiaéreo de la Legión.

El cielo nocturno del campo de batalla, lejos de las luces artificiales de la


civilización, repentinamente destelló con luz como si llamas rojas cayeran
de los cielos con un rugido ensordecedor. El avión de reconocimiento se
desplomó, su cola en llamas dejando una estela detrás mientras descendía
rápidamente hacia la tierra—

Cierto capitán de escuadrón, quien se encontraba en su patrullaje nocturno,


logró ver el avión cayendo.

“Oye. Creo que acabo de ver un avión de reconocimiento—”


“¿Eh? Oh. Olvídalo, Dullahan. Probablemente fue solo otro estúpido cerdo
haciendo turismo. Que unos cerdos blancos mueran es algo para celebrar,
¿no crees?”

Ignorando las palabras de su camarada, el capitán cerró el toldo de su


unidad. Él tenía cabello rojo como la sangre y ojos completamente negros
ocultos tras sus gafas.

“Oye, Dullahan, ¿Qué estás—?”

“Iré a rescatarlos… Ustedes continúen patrullando.”

Cuando ella despertó, estaba rodeada por un mar de llamas.

Usando ambas manos para enderezarse a una posición sentada, Lena vio a
su alrededor con ojos abiertos de par en par. Todo se quemaba. Su padre,
también, estaba siendo rostizado por las llamas. Todo desde su pecho hacia
arriba había desaparecido ya.

Pudo escuchar un extraño y ruidoso lamento desde fuera mientras se


arrastraba fuera de la escotilla. Un monstruo enorme—tan grande que fue
forzada a levantar la mirada para verlo—esperaba al otro lado, el escarlata
de las llamas reflejando el brillo plateado de su cuerpo mientras la veía hacia
abajo.

Un solo ojo rojo que brillaba como cristal la escudriñó. Una ametralladora
multipropósito colgaba de sus hombros, la luz haciendo relucir su grisáceo
lustre. Sus piernas artrópodas de insecto no parecían moverse en sincronía
unas con otras, creando así la asquerosa ilusión de que se deslizaba hasta
donde ella se encontraba.

Ella podía ver al piloto del avión a la distancia. Él gritaba algo y


desesperadamente disparaba su ametralladora desde su cadera. La mayoría
de disparos fallaron, pero unos pocos dieron en el blanco y fueron desviados
por el blindaje del monstruo, haciendo salir meramente chispas. El Ameise
se acercó al piloto, indiferente a las balas, y causalmente lo cortó con sus
patas delanteras. La mitad superior del piloto fue cortada casi con una
facilidad cómica, y un pilar de sangre salió a borbotones de su ahora
abandonada mitad inferior.

El sensor compuesto del Ameise titiló mientras regresaba a la dirección en


que se encontraba Lena. Justo cuando ella encogió su cuerpo con
impotencia—

“Si hay alguien vivo todavía, ¡tápense los oídos y agáchense!”

Una voz rugió a todo volumen desde un altoparlante. Rompiendo a través


del velo de humo y fuego, una araña cuadrúpeda saltó en su dirección, el
cielo nocturno y llamas escarlatas de fondo. El símbolo de un caballero
esqueleto sin cabeza tallado en su flanco quedó grabado en los recuerdos de
Lena.

Ambas extremidades de agarre apuntaban con ametralladoras pesadas al


monstruo y abrieron fuego. El sonido atronador del fuego de ametralladora
rompió dentro de los tímpanos de Lena. Las armas pesadas, que hacían ver
a un rifle de asalto antipersona como una cerbatana en comparación,
rociaron al Ameise con balas capaces de fácilmente traspasar paredes de
concreto y hacer volar autos blindados en pedazos. El poco blindado Ameise
tomó la cortina de balas como si se encontrara aturdido y entonces colapsó.
Lena tímidamente veía mientras la araña mecánica se aproximaba a ella con
ruidosos y pesados pasos.

“¿Estás bien?”

Eso le habló con voz y palabras humanas, pero ella estaba aterrorizada.
Mientras se acurrucaba con terror silente, el abdomen de la araña se abrió,
y una figura humana se elevó desde detrás. Su cabello era de color rojo
sangre, y usaba un par de gafas de marco negro. Era un joven delgado, de
apariencia intelectual que parecía estar en sus veinte.

El hombre que la había salvado se presentó como Shourei Nouzen. La llevó


a un lugar llamado ‘base’, un edificio donde muchas arañas mecánicas se
encontraban. Era completamente diferente al Primer Sector, estrellas
llenando el cielo e iluminándolo todo. Había muchas más personas en la
base, pero el hombre dijo que debería mantenerse alejada de ellos, y ellos
tampoco se acercaron a ella. Sintió que la veían desde la distancia, y eso la
asustaba.
De todas maneras, cuando escuchó el nombre del joven, Lena parpadeó con
sorpresa. Ella jamás había escuchado ese nombre, y el sonido que hacía al
decirlo era terriblemente desconocido.

“…Qué nombre tan extraño…”

“Sí. Incluso en el Imperio, es un apellido extraño que solo el clan de mi


padre usaba. Igual con mi primer nombre.”

El hombre sonrió irónicamente y se encogió de hombros.

“Puedes llamarme Rei. Mi nombre completo es difícil de decir, ¿verdad?


Hay historia tras de él, pero en la República es bastante desconocido.
“¿Usted no es de la República?”

“Mis padres nacieron en el Imperio, pero mi hermanito y yo nacimos en la


República… Y sí, tengo un hermanito. Debe tener más o menos tu edad…
Probablemente ya sea más grande ahora.”

La sonrisa de Rei se volvió terriblemente solitaria al decir eso. Sus ojos


tenían una mirada nostálgica y a la vez amarga, como si viera a la lejanía.

“¿No puede ir a verlo?”

“…No. Aun no puedo regresar.”

Lena aun no sabía que los Ochenta-y-Seis que se enlistaban no tenían ni un


solo día libre hasta el momento en que eran dados de baja.

Él preguntó si estaba hambrienta, y aunque todavía no había cenado, no lo


estaba. Ella sacudió su cabeza, y Rei hizo ver una expresión incómoda.
Quizás asumiendo que ella preferiría algo dulce, él le llevó un poco de
chocolate derretido en agua caliente. Incluso la joven Lena sabía lo preciado
que debe ser el chocolate por estos lugares.

“Padre dijo…”

“¿Hmm?”
“Dijo que le estamos haciendo algo muy malo a los Colorata. Señor, usted
es un Colorata así que, ¿por qué me protegió?”

Confrontando esa pregunta directa, la expresión de Rei tomó una


visiblemente molesta sombra. Era la misma cara que los adultos hacían
cuando Lena hacia preguntas complicadas, preguntas que siempre
intentaban evadir y no responder.

“…Es verdad. Tienes razón—cosas terribles nos están pasando en estos


momentos. Nos robaron nuestra libertad junto a nuestra dignidad. Esas son
cosas imperdonables, cosas que no deberían permitirse ocurrir a otros. Las
personas dicen cosas terribles sobre nosotros, dicen que no somos civiles,
ni siquiera humanos, sino cerdos infrahumanos.”

Un enojo profundo titiló en sus oscuros ojos por un momento. Él tomó un


sorbo de su taza, intentando reprimir esa emoción.

“Sin embargo, somos ciudadanos de la República. Nacimos y nos criamos


en este país.”

Aquellas tranquilas palabras sonaron con determinación y pasión a los oídos


de Lena.

“Incluso si ya nadie considera eso cierto, por esa misma razón debemos
probarlo. Proteger nuestra tierra natal es el deber y orgullo de los ciudadanos
de la República. Es por eso que luchamos. Luchamos y protegemos para
probar que podemos defender este país… Para que jamás puedan
denigrarnos y asumir que somos iguales que las basuras que solo hablan y
jamás actúan.”

Lena parpadeó inquisitivamente. Para luchar. Para proteger. Para probar.


Pero ellos luchaban con cosas como aquel monstruo de antes…

“¿No tiene miedo…?”

“Mucho. Pero si no peleamos, no podemos sobrevivir.”

Encogiéndose de hombros con una sonrisa, Rei levantó sus ojos hacia el
cielo brillando con las estrellas. Brillaba con encanto y se veía como si
debiera hacer algún tipo de sonido, pero el hecho de que ese cielo era tan
silencioso hizo que Lena lo viera como algo terriblemente espeluznante.
Entre ellos y ese titilante brillo se encontraba un vasto y profundo vacío sin
fin de completa oscuridad.

La sonrisa que había tenido él en sus labios se desvaneció en este punto. Rei
habló con determinación, como si hiciera un juramento sincero.

“No moriré. No puedo permitirme morir. Debo sobrevivir y regresar. Debo


regresar a donde mi hermano me espera.”

La ahora de dieciséis años Lena aun podía recordar las sinceras palabras de
Rei y su determinada expresión claramente, incluso luego de tantos años.
Es por eso que, cuando escuchó ese apellido, no pudo contener su emoción
y se levantó de su asiento. Ni siquiera se dio cuenta que había hecho caer su
silla o que su taza había caído al suelo y se había hecho pedazos.

Rei dijo que su apellido era inusual incluso en el Imperio, y sin dudas, Lena
jamás había escuchado de otro Nouzen además de él. Si eran de la misma
familia y él tenía la misma edad que Lena, ¿sería posible que—?

Shin eventualmente habló, respondiendo a esa pregunta. Su voz sonaba


como si hubiera despertado de repente de un sueño, con un tono perplejo
que Lena jamás había escuchado salir de este chico.

“…Ese era mi hermano.”

“Tu hermano… Entonces eso significa que…”

El hermanito que Rei dijo que no podía pero que quería volver a ver. El
hermanito por quien juró regresar—

Shin era ese hermanito.

“Él dijo que quería verte y tenía que regresar a donde estabas… ¿Sabes
dónde se encuentra tu hermano justo ahora?”
En contraste a la voz de Lena, llena con emoción y euforia, la frialdad
indolente regresó a Shin mientras este hablaba.

“Murió. Hace cinco años, en el frente Este.”

Oh…

“…Lo siento.”

“No importa.”

Su brusca respuesta sonó como si realmente no le importaba para nada. El


contraste entre la frialdad de su voz y la amabilidad de Rei al hablar de su
hermanito dejó a Lena confundida. Había algo diferente en el silencio de
Shin que no podía explicarse con un simple ‘acostumbrado a ver muertes’.
Lena luchó para encontrar algo que decir y romper el silencio, y
eventualmente, Shin habló.

“¿Recuerdas cuando me preguntaste lo que quería hacer una vez fuera


dado de baja?”

“S-Sí, por supuesto.”

“Aun no tengo nada que quiera hacer en particular, incluso después de


ser dado de baja. Pero hay algo que debo hacer… Estoy buscando a mi
hermano. Por los últimos cinco años, eso es todo lo que he estado
haciendo.”

Lena inclinó su cabeza con confusión. Si Rei está muerto, y Shin lo sabe,
¿entonces cómo…?

“¿Te refieres…a su cadáver?”


Ella pudo sentir a Shin sonreír levemente.

Sonreír… pero no reír. Era como una mueca, pero mucho más fría. Era
como la forma en que el brillante y espeluznante filo de una cuchilla
cautivaba la mirada… Era como locura.

“—No.”
Al próximo día.

El resto del escuadrón escuchó el meollo de la conversación de Shin, y


cuando la Handler Resonó con ellos esa noche, todos se unieron. Ella se
disculpó y preguntó a cada uno de ellos sus nombres. Theo parecía
particularmente incómodo.

“¿…Por qué tenías que ir tan lejos, Shin?”

“Lo lamentabas, ¿verdad? Te sentías mal por la forma en que dijiste las
cosas, incluso si cada palabra la dijiste en serio.”

Él era bastante observador, considerando que jamás parecía prestarles


atención. Molestaba a Theo lo transparente que era él mismo. Daiya estaba
sonriendo, y Anju parecía ver cálidamente hacia donde él se encontraba, y
Maldita sea, Kurena, ¡¿por qué apartas la mirada como si no tuvieras nada
que ver con esto?! ¡Estabas tan molesta como yo, y sé que si yo no lo
hubiera hecho, tú le habrías gritado!

“Espera un segundo, uh, ¿Comandante Milizé? ¿Shin no te había dicho ya


nuestros nombres?”

“Sí, se lo pregunté. Pero no los había escuchado de cada uno de


ustedes.”

A pesar de saber sus nombres, ella aun quería que cada uno de ellos se los
dijeran… Qué molestia.

Shin no decía nada, y la Handler parecía encogerse de miedo cual niña


esperando por un castigo al saber sus nombres de antemano. Observando la
incómoda situación, Theo se dio cuenta que ya lo había superado. Jamás fue
bueno en quedarse enojado ni lo suficientemente terco para guardar rencores
por mucho tiempo.

“…Recuerdo a un sujeto. Era el capitán del primer escuadrón al que fui


asignado.”
Lena parecía haber quedado atónita por el repentino cambio de tema, pero
Theo continuó sin importarle.

“El idiota siempre tenía una alegre sonrisa en su cara, y como era un antiguo
soldado, era bastante fuerte…Y era un Alba.”

Él podía sentir como el otro lado de la Resonancia se quedaba sin aliento.

“El sujeto era extraño. A pesar de haber sobrevivido las batallas defensivas
al principio de la guerra, él pensaba que era una locura que solo los Ochenta-
y-Seis pelearan, así que regresó por cuenta propia a las líneas del frente. No
podíamos decirle nada a la cara, pero todo el escuadrón hablaba mal de él
todo el tiempo a sus espaldas. Todos odiábamos sus agallas. Digo, ¿cómo
podríamos no odiarlo? Se llamaba a sí mismo un Processor como nosotros,
pero el capitán escogió estar aquí. Nosotros jamás tuvimos esa elección. Y
claro, vino aquí, pero cuando se aburriera, podía simplemente dejar tirado
todo y regresar a vivir dentro de las murallas. Cuando actuaba como uno de
nosotros, nos molestaba como no te imaginas. Habíamos apostado sobre
cuándo se iba a aburrir de este lamentable juego y se regresaría a su hogar.”

“…”
“Pero al final, nos equivocamos. El capitán jamás regresó hasta el final.
Jamás regresó, y murió. Se quedó atrás para defender a otros Processors y
fue asesinado.”

Theo fue quien escuchó sus últimas palabras. Él era el más cercano al
capitán cuando este les dijo a todos que se retiraran, y el capitán le envió
una transmisión de radio diciéndole que si quería podía colgar, pero que
tenía algo que quería que escuchara.

“Sé que me odian. Es natural—por supuesto que es natural. Es por eso que
jamás dije nada.

“Están en todo su derecho de odiarme. Porque no vine a ayudarlos, ni vine


a salvarlos.

“Yo solo…no podía perdonarme el haberlos dejado luchar solos. Me


asustaba. Solo vine al campo de batalla por mi propio bien. Es natural que
jamás puedan perdonarme.
“Por favor. No me perdonen.”

Entonces la línea repentinamente se llenó de estática, y la transmisión se


cortó. Ahí fue cuando Theo se dio cuenta que el capitán escogió enviar una
transmisión de radio en lugar de Resonar pues sabía lo que iba a pasar. Él
había regresado a este campo de batalla de muerte segura con la
determinación de un guerrero, con la intención y preparado para jamás
regresar.

Theo lamentaba no haberle hablado más y aun cargaba con ello hasta este
día.

“No digo que seas igual al capitán. Pero siempre y cuando seas un Alba
sentada al otro lado de las murallas, jamás podremos ser iguales, y jamás
pensaremos en ti como una de nosotros.”

Habiendo dicho esto, Theo estiró su espalda. Todos los demás sabían de esta
historia, y él la había contado y reflexionado tantas veces que contarla ya
no era doloroso.

“Bien, se acabó la hora de las historias tontas… Soy Theoto Rikka. Puedes
llamarme Theo o Rikka o tu pequeño cerdito o cualquier otra estupidez.”

“No hay nada de estúpido en tu nombre… Lo siento. Por todo lo que


hice hasta ayer. En serio.”

“Olvídate de eso, eres demasiado seria.”

“Entonces aquella buena persona de la que Kaie habló…era ese


Capitán, ¿correcto?”

“No solo él. Todos aquí tenemos a alguien que luchó con todas sus fuerzas
de una manera u otra.”

Pelearon contra este mundo inventado, creado por sus mismos hermanos.

“…”

Raiden fue el siguiente en hablar.


“Soy el vice capitán. Raiden Shuga…primero tengo que disculparme.
Cuando comenzaste a Resonar cada noche, nos burlábamos de ti y pensamos
que solo eras otra hipócrita condescendiente, una idiota ingenua que no se
daba cuenta de lo cerda que era. Así que me disculpo por eso. Y además…”

Sus ojos de hierro se estrecharon.

“…Justo como dijo Theo, no te vemos como una igual o una camarada. Eres
una tonta que solo usa palabras bonitas mientras nos pasa por encima. Nada
cambiará ese hecho, y jamás te veremos de manera diferente. Si estás bien
con eso, mataremos un poco de tiempo hablando contigo. Aunque no lo
recomiendo. No eres adecuada para ser una Handler… Será mejor que te
salgas.”

“Si tienen la intención de matar su tiempo conmigo, seguiré


Resonando.”

Raiden sonrió irónicamente. Su masculino rostro parecido al de un lobo


mostrando un matiz amigable.

“Eres una completa idiota, ¿lo sabías…? Oh, y ya envíanos ese mapa.
Estabas tan ocupada llorando ayer que olvidaste enviarlo.”

Lena rio esta vez.

“Lo tendrán cuando menos se lo esperen.”

Mientras Shin medio escuchaba la conversación, sus pensamientos se


dirigieron a la charla que tuvo con Lena el día anterior.

Shourei Nouzen. Un nombre que no había escuchado en un largo tiempo y


uno que pensó que jamás volvería a escuchar. Había estado al borde de
olvidar que ese era su nombre. Correcto, sí. Así es como él se llamaba. Hasta
el final, Shin jamás lo había llamado por su nombre. Ni una vez. Sin darse
cuenta, Shin ajustó el pañuelo alrededor de su cuello.

Hermano.
Interludio: El Caballero Sin Cabeza

La nieve caía en la ciudad en ruinas en la cual él había tomado refugio. El


pelotón de Shin había sido aniquilado por completo, y él había escapado
buscando refugio. Oculto en una biblioteca abandonada, Shin se sentó con
su espalda contra el Juggernaut que había piloteado durante el año desde su
reclutamiento, su superficie llena de cicatrices cargando restos de un sinfín
de batallas. Resignado a un periodo de inactividad momentáneo, esperó la
llegada del amanecer.

Su pequeño cuerpo de doce años era, de algún modo, tolerante al frio


nocturno. Las paredes de la biblioteca habían afortunadamente escapado del
colapso, y Shin se sentó en un archivo sin ventanas en las profundidades del
edificio, envolviéndose con una delgada manta.

La Legión merodeando las ruinas comenzó a retirarse una vez sus reservas
de energía comenzaron a peligrar. Una vez llegara el amanecer, él sería
capaz de regresar a la base. Aunque tenía el presentimiento de que Fido, un
Carroñero al que se había vuelto muy unido desde el tiempo en su antigua
unidad, podría aparecer primero.

Repentinamente, sintió cómo alguien lo llamaba.

Era diferente de las voces de los fantasmas que podía escuchar luego de
haber muerto por primera vez. No era un sonido sino una sensación de que
alguien lo llamaba. Una voz que había perdido y que pensó jamás volvería
a escuchar. ¿Qué voz era?

Salió, como si la llamada lo atrajera. La ciudad, principalmente decorada


con los colores del hierro fundido y piedra, estaba cubierta por una manta
de blanco y una neblina de sombras borrosas. La nieve caía fuertemente,
pero en silencio, lentamente sumergiendo el pueblo y los escombros, quizás
incluso la oscuridad de la noche en sí misma, con una tiranía blanca. Lo
hermoso de la vista amenazando con descolorar la mismísima alma de Shin.

Cruzando la calle principal cubierta de escombros y nieve, se encontró a sí


mismo en la plaza ubicada en el centro de la ciudad. Al otro lado de la plaza
se encontraban dos capiteles, uno siendo las ruinas de una trágicamente
derrumbada iglesia. Oculto detrás de un velo de nieve y oscuridad, un
masivo cadáver parecía ser el dueño del lugar solemne.

Los restos de un Juggernaut yacían ahí, como un esqueleto derribado. Su


toldo no se encontraba por ningún lado, probablemente habiendo sido
arrancado mucho antes. En su doblado blindaje, golpeado y maltratado por
el viento y la lluvia, aun podía distinguirse levemente la Marca Personal de
un esqueleto sin cabeza, Shin se aproximó a la máquina, sus piernas
hundiéndose en la nieve, y vio dentro de la expuesta cabina.

“…Hermano.”

Si se le hubiese preguntado cómo sabía que se trataba de él, la única


respuesta que Shin podría haber provisto era que ‘simplemente lo sabía’.
Podía declararlo con confianza, como un hecho, independiente de toda
lógica o razón. Descansando en la cabina, atrapado en donde jamás podría
hablar de nuevo dentro de los confines de aquella estrecha oscuridad blanca,
con nieve siendo su única manta, yacía el cadáver esquelético decapitado de
su hermano
Capítulo 4:
Soy Legión, Pues Somos Muchos

Despertada por el sonido de su terminal portable notificándola de un nuevo


e-mail, Lena se sentó y estiró. Había dejado la terminal de información
encendida, su pantalla holográfica mostrando una imagen pausada de la
transmisión de una cámara, y en la terminal misma yacía un mar de papeles,
registros de combates que había impreso.

La luz del sol entrando por la cortina de su habitación al este era brillante.
Colocando una delgada y transparente bata que colgaba de su repisa de ropa
y cepillando con sus dedos su cabello, Lena salió de la cama. Abriendo el
programa de e-mails, vio que el mensaje era de Annette.

El Festival de la Revolución es el próximo mes, ¿verdad? Vamos juntas por


vestidos de fiesta el próximo día libre.

Después de una corta pausa para pensar, ella escribió una corta respuesta y
presionó enviar.

¡Lo siento! He estado algo ocupada últimamente. Invítame para la próxima,


¿bien?

Una respuesta llegó de inmediato—

Estás rechazando mis invitaciones muy a menudo, Lena.

—Seguida de otro e-mail.

Dedicarte a los Ochenta-y-Seis de esa forma no te hará ningún bien, sabes.

Lena se dio la vuelta un momento. Tras de ella se encontraban los registros


de combate del escuadrón Spearhead, los cuales había intentado seguir
analizando ayer. Ella había reunido meticulosamente los garabateados
reportes de misión y los archivos de la grabadora de misiones de los
Juggernauts. Los reportes de patrullaje estaban, por alguna razón, tan vacíos
como siempre, pero dejando eso de lado, era una verdadera montaña de oro,
un verdadero tesoro de información sobre tácticas anti-Legión.
Esto ayudará a todos a sobrevivir. Será útil. Ella estaba segura de eso.

Lo siento.

“¿—Y por qué no fuiste?”

Shin respondió indiferente, dando respuesta a la despreocupada


conversación que tenían a través de la Resonancia Sensorial mientras le
daba mantenimiento al rifle de asalto que por lo normal guardaba en la
cabina de su Undertaker. Habían comenzado a charlar durante el reporte,
técnicamente cuando ellos deberían estar fuera patrullando.

Era temprano por la tarde, y Shin se encontraba en su cuarto en las barracas.


El gatito, dejado fuera del cuarto para prevenir que jugara con las partes del
rifle, rascaba la puerta con desesperación.

“¿Pero y si un ataque sucede durante la fiesta?”

Lena parecía terriblemente descontenta. Era parte de su actitud de siempre


el ser muy seria, o mejor dicho demasiado inflexible.

“Nada en particular pasará.”


“Me sorprende que siquiera puedan tener una fiesta en medio de una
guerra.”

“Estoy seguro que hay batallas en uno que otro Sector. Lo que sea que
ocurra dentro de las murallas no influencia lo que ocurra aquí.”

Él sacó el pin y removió el cerrojo del grupo de cerrojo del arma, colocando
cada parte en un trozo de tela que había desplegado. Los rifles de asalto no
eran efectivos contra la mayoría de unidades de la Legión, pero tenían
ciertos usos. Podría llegar un momento en que esta sería la única arma
disponible para él, así que dejarla sin atender no era una opción.

“Creo que deberías ir. Tu análisis es apreciado, pero no hay razón para
monopolizar tu tiempo, Comandante.”
Lena guardo silencio ante esas palabras.

“¿Podrá ser que lo que hago les parece innecesario…?”

“En lo absoluto. Tu asistencia es muy apreciada.”

Esos eran sus verdaderos sentimientos. Shin no diría o haría algo solo para
aumentar el ego de un oficial al mando.

“Al final, lo único que conocemos son las líneas del frente. Tener la
perspectiva de un oficial con educación y un análisis de datos viniendo de
alguien con conocimientos de la situación no tiene precio.”

“…Es bueno saberlo.”

“Pero dicho esto, no tienes por qué pasar todo tu tiempo con nosotros.”
Él podía sentir como Lena hacía un puchero al otro lado de la línea.
Removiendo el pin de extracción, Shin continuó hablando con su usual tono
monótono.

“Si piensas demasiado en el campo de batalla terminarás como yo.”

Lena suspiró, incapaz de entender si esas palabras eran en serio o solo lo


que él consideraba como una broma. En todo caso, la hizo quedar sin mucha
motivación.

“Ya veo que también bromeas a veces, Capitán Nouzen… Bueno, lo


entiendo. Intentaré divertirme mientras me encuentro aquí. Estoy segura que
me divertiré como nunca con esa estúpida fiesta y los tacones y el vestido.”

Haber respondido a su broma con otra burla aparentemente hizo que se


ganara una risa de parte de Shin.

“Hablabas del Festival de la Revolución, ¿no? Cierto, ahora que lo


pienso había algo así hace tiempo, ¿verdad?”

“¿Lo recuerdas?”

Shin guardó silencio por un momento.


“Creo que había ¿fuegos artificiales? En un parque con una fuente,
frente al palacio.”

Lena levantó su cabeza con sorpresa.

“¡Correcto! Ese era el Palacio Presidencial Luñé, en el Primer Sector…


¿Solías vivir en el Primer Sector, Capitán?”

El bloque residencial del Primer Sector había sido un vecindario rico desde
los días de la monarquía, y sus habitantes eran todas familias que llevaban
viviendo ahí desde hacía muchos años atrás… Pero las familias Celena,
quienes eran venerables casas nobles, parecían ser sus residentes
principales. Los habitantes Colorata eran raros de ver en ese lugar, incluso
antes de que todo cambiara hace nueve años.

Quizás ella había pasado a un lado de Shin sin darse cuenta alguna vez antes.
Ese pensamiento hizo que Lena sintiera soledad en su corazón.

“No lo recuerdo, pero probablemente con el resto de mi familia…


Puedo recordar a mi hermano llevándome a algún lado, mientras me
tomaba de la mano.”

Lena tuvo que retener su voz ahogada. Lo había hecho de nuevo.

“Lo siento…”

“¿…Por?”

“Eso fue insensible de mi parte. La vez pasada también… Digo, tu familia


y tu hermano…”

“Oh…”

En contraste al tono desanimado de Lena, Shin sonaba cortante.

“No me importa. Ya casi ni siquiera los recuerdo.”


Shin debería haber sido bastante joven cuando fue separado de su familia.
O quizás cinco años de lucha por su vida entre las llamas de la guerra habían
consumido incluso esos preciados recuerdos.

Por un momento, la imagen de un niño inmóvil, habiendo perdido su camino


de regreso a casa a mitad del campo de batalla, destelló en la mente de Lena.

“—Dijo que tenía que vivir y regresar. Regresar contigo.”

Ella intentó recordar y expresar las palabras que Rei había dejado atrás y
que se habían grabado en sus recuerdos tan exactas como le fuese posible.
Lena habló, con la imagen de Rei diciendo esas palabras en su mente. La
Resonancia Sensorial transmitía las voces entre ellos a través de sus
conciencias, y cuando se Resonaba, podían saber lo que el otro sentía como
si estuvieran parados el uno frente al otro.

Ella esperaba que sus recuerdos sobre Rei pudieran pasar a él, incluso si
Shin ya lo había olvidado. Su rostro y voz aún quedaban en el corazón de
Lena.

“Él dijo, con un amor incalculable en sus ojos, que probablemente ya habías
crecido. Pude ver cuánto significabas para él. Tu hermano en serio,
honestamente…quería regresar contigo.”

“…Sería bueno si tuvieras razón.”

Su respuesta llegó luego de una pausa y cargaba cierta indecisión, un


escalofrió, como si esperara que lo que la chica dijo fuera la verdad, pero él
sabiendo sin duda alguna que las cosas no eran así.

“¿Capitán…?”

Shin no respondió, y Lena guardó silencio, dándose cuenta que él ya no


quería discutir más este tema. La única cosa que perturbó el silencio fue el
leve sonido de un traqueteo metálico. El sonido eventualmente se volvió
más fuerte, culminando en un muy particular y familiar clack. Lena inclinó
su cabeza con sorpresa.

“Capitán, puede ser que estés, ¿desarmando un rifle?”


Shin pareció dudar por un segundo.
“…Sí, eso hago.”

“Pensé que estabas patrullando a esta hora.”

Silencio.

Dándose cuenta del por qué los reportes de patrullaje siempre parecían tan
incompletos, Lena suspiró con pesadez. Y, sin embargo, de algún modo, el
tiempo de reacción del escuadrón Spearhead era siempre
extraordinariamente rápido. Ella jamás preguntó cómo eran capaces de
saber en dónde se encontraba la Legión, más rápido de lo que un radar
tardaba en encontrarlos.

“Si piensas que los patrullajes son innecesarios, entonces supongo que es
verdad… Y lo mismo va para el rifle.”

Los Ochenta-y-Seis no tenían permitido cargar armas de fuego de ningún


tipo.

“Creo que lo usas porque es tu deber, así que no tengo intención de juzgarte
por ello… pero mantenlo cuidado y en buena forma.”

“…Gracias.”

Al no esperar escuchar ese tono viniendo de Shin, Lena parpadeó con


sorpresa.

“¿Dije…algo raro?”

“No… Es solo que pensé que te enojarías más, Comandante.”

Escuchándolo expresar su sorpresa, Lena encontró su mirada deambulando.


Es verdad, cuando ella había sido recién asignada, molestaba a Shin sobre
sus reportes y puede haber convertido en un hábito el quejarse sobre cómo
sus colegas en los cuarteles generales se burlaban de las regulaciones.

“Eso no… No quise ser una conservadora insistente con las regulaciones y
prohibiciones que no tienen mucho significado. Como he dicho antes,
ustedes se encuentran en posición de decidir lo que es necesario y lo que no
lo es para así sobrevivir en el campo de batalla, e intento respetar sus
decisiones.”

Alguien como yo, quien jamás ha estado en el campo de batalla, no tiene el


derecho a discutir contigo. Ese amargo pensamiento cruzó su mente, Lena
sacudió su cabeza y volvió a poner en orden sus pensamientos.

“En todo caso, supongo que incluso armas de repuesto que encuentren
tiradas por ahí requieren mantenimiento. Los rifles de asalto de la República
son demasiado pesados. Las personas de los ochenta y cinco Sectores odian
tener que cargarlos a todos lados, y es peor cuando se trata de practicar cómo
usarlos.”

El modelo estándar usado por la milicia de la República empleaba balas de


rifle de alto calibre, y por lo tanto estaban hechas por completo de una
robusta aleación de metal. Esto fue hecho bajo la suposición de que iban a
pelear con oponentes blindados, pero como resultado, los rifles eran
excepcionalmente pesados.

Shin estaba, extrañamente, sorprendido.

“¿Pesados? ¿En serio?”

Lena quedó atónita por lo genuinamente asombrado que sonaba él, pero
entonces se le ocurrió: Sí, por supuesto. Es un chico. Eso la hizo sentir
terriblemente incómoda y cohibida. Porque, bueno, sí… Ella jamás le había
hablado a un chico por tanto tiempo.

“¿…Comandante?”

La Resonancia Sensorial transmitía los sentimientos que podían leerse en


las expresiones de las personas, y desde la perspectiva de Shin, fue como si
Lena se hubiera sonrojado repentinamente sin advertencia previa.

“N-No es nada. Ah, hmm…”

Abruptamente, la atmósfera del lado de Shin de la Resonancia se volvió


extremadamente tensa. Ella podía sentir a Shin levantándose en silencio, su
mirada fija en un lugar muy lejano. La estática que siempre retumbaba en la
distancia como un acompañamiento musical se sentía como si se acabara de
volver un poco más fuerte.

“¿Capitán Nouzen?”

“Por favor prepárate para la batalla.”

Lena cambió su mirada a la terminal de información en búsqueda de una


alerta, pero se mantenía en silencio como siempre. Las palabras de Shin, sin
embargo, eran claras como un cristal.

“La Legión se acerca.”

Habiendo Resonado con Shin de antemano, Lena había participado en la


reunión estratégica. Shin de manera concisa, pero con exactitud detalló todo
desde los números de enemigos hasta la manera en que sus fuerzas estaban
divididas y desplegadas, y hasta la ruta estimada que tomarían. Al ver la
gran cantidad de datos proveídos Lena quedó completamente asombrada.
¿Sus estrategias de intercepción siempre incluían información tan precisa y
exacta?
La reunión continuó, y mientras lo hacía, Lena propuso unas cuantas
diferentes opciones. Sus sugerencias fueron eventualmente aceptadas, y la
operación comenzó luego de un resumen conciso de la estrategia a aplicar.

“La fuerza principal se presume es un pelotón mixto de Grauwolf.”

Cada unidad estaba estacionada en un lugar diferente en el área que ellos


designaron como su zona clave para emboscar a la Legión. Lena reportó la
composición de las unidades enemigas—el único detalle del cual, para su
sorpresa, no tenían mucha información—infiriéndola a través de referencias
cruzadas del radar y registros de batallas pasadas.

“A juzgar por su índice de producción y eficiencia de su mantenimiento, los


Tanques deben ser escasos debido a la cantidad destruida en la última
batalla. Dicho eso, encuentro difícil de creer que adoptarían una estrategia
que pondría a la Artillería Antitanque en el frente.”
Los Stier estaban faltos en términos de movilidad, y sus proyectiles
autopropulsados antitanque estaban pobremente blindados, haciendo que su
uso fuera solo viable en emboscadas. Habiendo sido diseñados similar a
tanques, los Stier tenían debilidades parecidas—la misma debilidad que la
humanidad había intentado eliminar desde la invención de los tanques.

“Las rondas anti-blindaje-ligero pueden no ser efectivas contra los Tanques,


pero los Dragones en comparación están ligeramente blindados y no pueden
confiar en el fuego de cobertura de los Artilleros de largo alcance. Si
acabamos rápidamente con los Exploradores, deberíamos ser capaces de
acabar con todos ellos.”

“Wehrwolf a todas las unidades. Acabo de confirmarlo. La predicción


de la Comandante fue correcta.”
Raiden, quien había regresado de un reconocimiento rápido, confirmó las
palabras de Lena. Su tono era de más que admiración, entrando en asombro.

“Digo, hablas y hablas de índices de producción y eficiencia del


mantenimiento… ¿Siquiera duermes un poco?”

Shin cortó su conversación abruptamente.

“Comandante. ¿Podrías cortar la conexión del Para-RAID durante esta


misión?”

“¿Eh?”

Lucharemos contra una unidad de Grauwolf en un área urbana, lo cual


deberá resultar en peleas en espacios cerrados. Entraremos en contacto
cercano con el enemigo. Quedarse Resonando conmigo con
tantas…alrededor es peligroso.”

Cada palabra que Shin había dicho estaba perfectamente en el lenguaje de


la República, pero ella no podía entender lo que había dicho. ¿Qué acaba
de decir Shin?

¿Con tantas Ovejas Negras alrededor?

“Si quieres una explicación, te la daré luego. Corta la conexión del


Para-RAID.”
Ella notó perfectamente bien que no había tiempo para explicaciones
cuando estaban a punto de comenzar la batalla, pero decirle que abandonara
sus deberes sin una buena razón hizo que Lena por reflejo se volviera
insolente.

“Los demás miembros del escuadrón siguen conectados a ti, y con la


interferencia de los Eintagsfliege, las transmisiones inalámbricas pueden no
funcionar si algo llegara a pasar. No cortaré la conexión.”
Ella negó la petición hecha de manera gruñona. Shin parecía querer
responderle algo, pero habiendo visto que la Legión se aproximaba, se tragó
sus palabras.

“…Por si te sirve de algo, no digas que no te lo advertí.”

Dejando a Lena con ese amargo comentario, Undertaker se levantó.

La pelea era tan frenética como Shin había dicho, con amigo y enemigo
intercambiando lugares en un parpadeo. Lena veía al radar, el cual luchaba
por mostrar los puntos de cada unidad bajo la presión de la interferencia
electrónica, mientras presionaba una mano contra su oído. ¿Qué es esto? El
ruido era horrible. No venia de su habitación, así que debe ser lo que Shin
escuchaba en el campo de batalla. Pero, ¿qué es lo que está provocando este
sonido?

Un punto rojo, representando una unidad enemiga, se acercaba a uno azul,


el cual significaba una unidad aliada. Era Undertaker. La unidad de Shin.
En el lejano campo de batalla, el punto rojo se acercaba a Shin, acercándose
hasta lo que verdaderamente llamarías ‘a tiro de piedra’ mientras los dos
puntos se cruzaban en la pantalla del radar—

Una voz desconocida hizo eco con espeluznante claridad dentro de los oídos
de Lena.

“—Mami.”

Era una súplica vacía, como la última y leve voz ahogada de una persona
muriendo. Mientras Lena se encontraba congelada en su lugar, el susurro
continuó, repitiendo esa sola palabra que había sido drenada de toda la
nostalgia y emoción frente a la totalidad infinita de la muerte.

“Mami. Mami. MaMI. MamI. Mami. MaMI. mAmi. MaMI. MAMI.


MaMI. MaMi. MAMI. Mami. MaMi. MaMI. mami. Mami. MaMi.
Mami. MamI. MAMI. MaMi.maMi mami. MAmI. MaMi. MAMI.
MaMI. MAmI—”

“¡¿Eek—?!”

Cada cabello en el cuerpo de Lena se crispó.

Intentó tapar sus oídos con sus manos, pero el sonido, emanando desde la
Resonancia Sensorial ignoraba esos esfuerzos inútiles. Ese llanto de muerte
la asaltaba sin fin, llamando a su madre. La palabra había perdido todo
semblante de lenguaje, degradándose a una serie de palabras, a ruido. Esa
respiración de muerte se repetía sin piedad en sus oídos, su persistencia
comparada solo a lo rota que estaba la voz.

Un grito desde el fondo de su estómago calló la voz llorando por su madre,


pero este también fue remplazado por otros gemidos de tono similar,
abriéndose camino dentro de su conciencia en rápida sucesión.

“Ayúdenme ayúdenme ayúdenme ayúdenme ayúdenme ayudenME


AYUDEnme aYUdenmE AyuDenme Ayud—”

“Hace calor hace calor hace calor hace calor hace CaloR hace calor
hace calor HACE calor hace CaLor.”

“No… No… NoNoNoNONONOnononononononOnONo.”

“Mama, mama, mama, mama, mama MaMAMamaMaMamAmA.”

“No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir noquieromorir


noquieromorir no quieromorir NOquieROMOriR noquiERomoRiR.”

“N-No… ¡NOOO—!”
Los gritos de agonía aplastaban sus pensamientos y razonamiento. En algún
lugar entre el circulo infinito de gemidos, pudo escuchar la voz de Shin.

“Comandante, ¡corta la conexión! ¡Comandante Milizé!”

El normalmente sereno semblante del chico estaba atípicamente tenso, pero


falló en penetrar la pared de pánico puro en la mente de Lena. Ella tapó sus
oídos lo más fuerte que pudo, enroscándose con miedo y gritando para
ahogar las voces, pero fue en vano. Y justo cuando pensó que su cordura iba
a romperse bajo la fuerza del coro de muertos—

“Tch.”

—Chasqueando su lengua con frustración, Shin cortó la Resonancia. El


gemido que parecía sacado de otro mundo se detuvo al instante.

“………………………Ah…”

Lena levantó su cabeza con miedo y dudando removió sus manos de sus
oídos… Silencio total. Estaba completamente cortada de los demás
Processors.

Lena veía sin comprender nada el poco iluminado cuarto de control,


respirando con pesadez y con los ojos abiertos de par en par.
Aparentemente, había caído de su silla por el pánico, pues se encontraba
sentada en el piso.

¿Qué…fue eso…?

Las voces no eran de ningún Processor. No eran de ninguno de ellos, y había


demasiadas, un sinfín. Y dentro de esa cadencia de sufrimiento, había
escuchado a alguien conocido. Era…

—No quiero morir…

“…Kirschblüte… ¿Kaie…?”

Justo luego de cortar la Resonancia con Lena, el “rebaño” de Ovejas Negras


comenzó a moverse alrededor de Shin, quien entrecerraba los ojos por el
dolor de la incesante tormenta de llantos y gritos. La mayoría de las fuerzas
enemigas eran Grauwolf, y habiendo tenido que abrirse paso entre ellos con
una ráfaga de cortes con la cuchilla de alta frecuencia, la cual cortaba a
través de su blindaje como si de mantequilla se tratara, tardó demasiado en
cortar la conexión con su Handler.

Un sinfín de gritos, resoplidos, y gruñidos todos se fusionaban en una


cacofonía de angustia palpable que sacudió a Shin hasta lo más profundo de
su alma y amenazaba con romper sus tímpanos. Pero la compensación era
que, a la distancia, uno podía escuchar cada voz individual con claridad, y
Theo fue el primero en darse cuenta a través de la Resonancia con Shin.

“Mierda, no… ¡Esa de hace un momento era Kaie…!”

Shin podía sentir a varias personas quedándose sin aliento con horror, y en
un momento, la línea explotó con gran clamor.

“¡¿Kaie…?! ¡¿Esos hijos de puta se la llevaron…?!”

“Maldita sea… ¿Anju no la había cremado…?”

Mientras sus camaradas lamentaban el destino de su amiga, Shin se


concentró en el sinfín de llantos, intentando encontrar de nuevo a “Kaie”.
Esto era una hazaña imposible para los demás, quienes estaban Resonando
gracias al Para-RAID, pero Shin, siendo un ‘original’, podía hacerlo. No
tomó mucho tiempo el encontrar lo que buscaba, y más pronto que tarde,
supo la distancia y dirección. Lo que había llevado a cabo era un acto incluso
más preciso que encontrar una aguja en un pajar, una hazaña que trascendía
los cinco sentidos.
Kurena era la más cercana al objetivo.

“Gunslinger. Dirección 060, distancia 800. Hay un grupo de quince. Ella


está en la fila del frente, segundo Grauwolf desde la derecha.”

“…Entendido.”

La voz de Kaie, quien continuamente lloraba diciendo que no quería morir,


se cortó al momento que el disparo conectó. Era un ejército de muertos, de
fantasmas que merodeaban y no podían ir al más allá hasta que eran
destruidos.
Aun dentro de ese espiral sinfín de llantos que amenazaban con aplastar su
alma, Shin dio un solo suspiro de pena.

“Así que esta es la revancha, eh…”

Un ejército de fantasmas que no podían ir al más allá hasta ser destruidos.


Como si desearan ir al lugar al que debieron haber ido.

Él repentinamente se dio cuenta que la chica Handler probablemente no


Resonaría con él de nuevo…y se exasperó con si mismo por pensar en ello
como una pena.

Le tomó a Lena hasta la puesta de sol reunir el coraje para reactivar el Para-
RAID.

Desde entonces, cada vez que había intentado conectarse, una ola de miedo
la embestía junto con una de nausea, y para cuando finalmente se las arregló
para llamar, la noche había llegado—casi la hora de apagar las luces en la
base.

Ella tímidamente pensó que llamar tan tarde podía ser una molestia, pero
levantó su cabeza y se deshizo de ese pensamiento. Ella sabía que, si no lo
hacía ahora, probablemente jamás Resonaría con ellos de nuevo. Seguiría
diciendo que lo haría el día siguiente, usando esa misma excusa una y otra
vez.

Consiente de su aliento agitado, respiró profundo y activó el Para-RAID.


Afortunadamente, la persona con quien conectaba no se había retirado a la
cama. La llamada conectó de inmediato. Ella Resonó con una persona—y
solo con esa persona. Él fue quien le había dicho que cortara la conexión, y
también fue quien le advirtió que quedarse Resonando sería peligroso. Ella
pensó que él era la persona correcta a quien preguntar.

“…Capitán Nouzen.”

Pudo sentir débilmente a Shin abrir sus ojos.

“Soy Milizé. Um, ¿estás libre ahora?”


Hubo una corta pausa antes de que el chico hablara. Y por alguna razón, ella
podía escuchar el leve sonido del agua corriendo desde el momento en que
se habían conectado.

“…Estoy tomando una ducha ahora mismo.”

“¡¿E-Eh?!”

Lena nunca se había escuchado gritar de forma tan histérica. Sonrojándose


hasta sus orejas, Lena tenía problemas pensando en algo qué decir, sus
pensamientos se movían en nerviosos círculos. Era un pánico diferente
comparado al de esta tarde, pero ella de alguna manera se las había arreglado
para calmarse y hacer salir sus palabras.

“L-Lo siento. Sí, por supuesto, ya es tarde… T-Terminaré con la llamada


ahora.”

La voz de Shin era, como se esperaba, serena hasta un punto casi descarado.

“No me importa, pero luego de esto iré a dormir. Si tienes algo qué
preguntar, puedes hacerlo ahora. Por supuesto, solo si no te parece una
mala idea, Comandante.”

“B-Bien, entonces… En ese caso…”

En general, el padre de Lena había muerto cuando ella era pequeña, y jamás
había tenido hermanos, menos un novio. Esta situación era demasiado
estimulante para su casto corazón, y ella estaba impotentemente al tanto de
sus mejillas en llamas mientras abría su boca para hablar.

“Ah… ¿Cómo les fue en la batalla? ¿Alguien se lastimó o…murió…?”

“Todos estamos bien. ¿Solo por eso llamaste…?”

“No, pero…”

Incluso para elites como ellos, no había ningún tipo de garantía al luchar
contra la Legión. Especialmente no en mitad de esos terroríficos gritos…
Ella no pudo detener el terrorífico pensamiento de que todos murieron
mientras eran engullidos por ese ruido y que quizás no habría nadie con
quien Resonar cuando lo intentara.

“Capitán... ¿Qué fueron esas voces que escuché…?”

Tan pronto como la pregunta dejó sus labios, ella sintió un terrible escalofrió
en su estómago. La estática que siempre escuchaba en el fondo de la
Resonancia, ese ritmo parecido a un acompañamiento musical, como el
agitar de hojas en las profundidades de un bosque, como el sonido de tráfico
distante. Ahora se daba cuenta que se trataba del eco distante de la masa de
gritos y gemidos. Finalmente entendió por qué Shin era llamado ‘la Parca’
y por qué todo Handler que trabajaba con él moría de miedo. Esta era la
razón.

“¿Qué son ellos…?”

“…”

Por un momento, todo lo que pudo escuchar fue el golpeteo del agua.

“Hubo una vez que fallé en morir.”

Un leve y distante dolor pasó por el cuello de Lena. Una sombría y pesada
sensación de opresión. Como si algo la estrangulara. No venía del propio
cuello de Lena sino de la Resonancia Sensorial… En otras palabras, de Shin.

“No, probablemente morí ese día. Y puedo escuchar sus voces porque
soy igual a ellos… Las voces de los fantasmas, de los muertos, que jamás
desaparecen.”

“Fantasmas…”

Ella recordó hablar a Annette sobre el accidente de su padre. Sobre como si


alguien incrementaba la estimulación nerviosa del Dispositivo RAID a su
máximo teórico y Resonaba con la conciencia del mundo, con algo así como
el abismo, no habría forma de regresar.

Pero entonces, ¿qué tal si todos aquellos que murieron regresaron a ese
mundo? ¿Al abismo? Quizás aquellos que casi habían muerto, que casi
habían caído al abismo…podían conectarse con lo que fuese que estuviera
ahí, justo como el Para-RAID que conectaba humanos. Podían ellos, por
ejemplo, ¿conectarse con aquellos que habían muerto y caído al abismo?
¿Aquellos que deseaban regresar a sus cuerpos que alguna vez habían
habitado…? ¿Podían conectarse con fantasmas?

Pero algo no parecía encajar. Porque esas cosas eran…

“…La Legión… ¿verdad?”

Ella había escuchado las voces en el momento que el Grauwolf se había


aproximado, y Shin había dicho algo parecido antes de que la batalla
comenzara.

“La Legión también son fantasmas. Perdieron su razón de existir como


armas tras la caída del Imperio, así que deambulan, cargando el peso
de la voluntad de sus creadores fallecidos… Un ejército compuesto por
los fantasmas de un país muerto.”

“…Entonces la razón por la que sabes cuando la Legión se acerca…”

“Sí. Es porque puedo escucharlos. Puedo saber si comienzan a


acercarse. Siempre puedo hacerlo, incluso mientras duermo.”

“¡Espera un momento…!”

Lena gritó. Lo había hecho sonar tan trivial, pero no había manera en que
pudiese ser tan simple. ¿Él podía saber cuándo se acercaban—? Incluso la
base enemiga más cercana debería haber estado inimaginablemente lejos.
¡¿Quién sabía cuántas unidades de la Legión podían estar a ese rango?!

Las voces de los fantasmas—ese distante sonido de tráfico, de agitación. El


Para-RAID estaba fijo a un índice de sincronización bajo, así que solo podía
recoger la voz del hablante y el sonido del movimiento de su cuerpo. Las
únicas otras cosas que pudiera detectar tendrían que ser suficientemente
ruidosas como para reverberar contra el cuerpo humano. Si Lena solo podía
escucharlos como hojas agitadas… ¿Cómo se escuchaba para Shin ese
revuelo que Lena siempre escuchaba?

“Capitán, ¿qué puedes escuchar ahora? ¿Qué tan lejos están, y cómo
suenan…?”
“No conozco la distancia exacta, pero puedo escuchar a cada Legión
dentro de los antiguos bordes de la República… Aunque, cuando están
demasiado lejos o cuando se mueven en grupos no puedo distinguirlos
de manera individual.”
Era un mundo que desafiaba toda descripción. Incluso si, individualmente,
sonaban solo como susurros. Se trataba de cada una de las unidades de la
Legión en todos los frentes. Y él las sentía, en cada momento de cada día.
Incluso mientras dormía.

“¿No es…difícil?”

“Estoy acostumbrado. Ha pasado mucho tiempo.”

“¿Cuánto…?”

No hubo respuesta. Lena decidió cambiar a la siguiente pregunta.

“La Segunda teniente Kaie Taniya. Escuché su voz ahí. ¿Fue porque
ella…um, se convirtió en un fantasma?”

Aún era difícil para ella procesarlo, mucho más articularlo. Su sentido
común se interponía en el camino. Hubo un corto silencio. El sonido del
agua se detuvo. La sensación de cabello mojado siendo cepillado.

“Escuché que la República estima que la guerra debería acabar en dos


años máximo. ¿Correcto?”

“S-Sí… ¿Cómo es que lo sabías?”

Ella asintió, sorprendida por el cambio de tema. Ella pensó que los
Processors no habían sido informados, para no inspirarles ningún tipo de
esperanza innecesaria.

“Theo lo escuchó del capitán que te mencionó, y yo lo escuché de él…


Las unidades centrales de procesamiento de la Legión tienen una vida
limite, y deberían apagarse en poco menos de dos años, ¿correcto?”

“…Sí.”
Las unidades centrales de procesamiento de la Legión tenían una estructura
basada en el sistema nervioso central de un mamífero para crear nano
maquinas líquidas. Ellos, sin duda, tenían poder de procesamiento
rivalizando con las habilidades cognitivas de un mamífero de gran tamaño,
pero también estaban integrados con una cantidad límite de tiempo y un
programa que borraría esa estructura.

“Cuando lo escuché de Theo, todo comenzó a tener sentido. Al


principio, incluso si podía escuchar la voz de la Legión, era solo ruido
revuelto. Pero después de un cierto periodo de tiempo, comencé a
escuchar voces de personas mezcladas entre ellos. Tenía una idea de lo
ocurrido, pero hasta entonces, no sabía por qué lo habían hecho.”

Ella podía sentir cabello siendo limpiado con la severidad a la que una mujer
jamás se le ocurriría intentar y el distintivo sonido de tela crujiendo. Y
siendo esto un poco irritante, incluso podía saber lo almidonada y rígida que
era la tela.

“Si la estructura de sus unidades centrales de procesamiento estaba


perdiéndose gradualmente, todo lo que tenían que hacer era
reemplazarla con la estructura de algo más… Y había muchos
sustitutos disponibles.”

“…No, no puede ser.”

“Sí. El sistema nervioso más desarrollado de todos los mamíferos. El


cerebro humano.”

La imagen que llegó a la mente de Lena la hizo enfermar. Iba más allá de
algo grotesco—era una gran profanación de la dignidad humana—pero la
voz de Shin siguió tan serena como siempre.

“Para ser exactos, no creo que sea el cerebro en sí mismo sino una copia.
Si usaran cerebros reales, se pudrirían tras corto tiempo, y las bajas no
dejaban, en la mayoría de casos, cadáveres. Los cadáveres con daños
cerebrales mínimos son raros, supongo. Y en la práctica, nos
encontramos con múltiples unidades de la Legión que comparten la
misma voz a menudo. Kaie probablemente sigue ahí afuera, en algún
lugar.”
Un fantasma de relojería, perpetuamente repitiendo los últimos momentos
de esa pobre chica como una incesante caja musical.

“Por eso los llamamos fantasmas, pero creo que es diferente de lo que
las personas consideran almas. Quizás llamarlos vestigio de la
existencia de una persona sería más correcto. Incluso si cargan la
conciencia de alguien, es imposible comunicarse con ellos. Y ya que
replican el cerebro en su estado Post Mortem, solo repiten
pensamientos que la persona tuvo justo antes de morir.”

“Ovejas Negras…”

“Sí. Ovejas Negras, poseídas por los fantasmas de los muertos, que se
ocultan entre el resto de la Legión… Las Ovejas Blancas.”

Incluso si entraban en un estado de decaimiento tras la muerte, el cerebelo


humano era aún el más desarrollado entre todos los mamíferos. Su alta
habilidad cognitiva era probablemente mejor que las unidades de
procesamiento centrales de la Legión. Así que sin opción entre eso y que su
estructura desapareciera, las Ovejas Negras, poseídas por los llantos de los
muertos, continuaban aumentando su número.

Había una pizca de piedad en la voz de Shin. Estos fantasmas mecánicos


habían perdido su país, su razón para existir y pelear, y fueron reducidos a
devoradores de cadáveres para poder luchar y morir en nombre de su última
voluntad.

“…Creo que puedo entender por qué atacan a la República.”

“¿Eh?”

“Son fantasmas. Merodean a pesar de que no deberían, y no pueden


pasar a mejor vida a menos que alguien los destruya. Creo que quieren
pasar a mejor vida y atacar a otros compañeros fantasmas para poder
irse juntos.”

“¿Compañeros…fantasmas…?”
¿Qué fantasmas? Se refería a alguien que aún seguía vivo, pero se había
vuelto inhumano. ¿Se refería a los Ochenta-y-Seis, quienes eran
considerados muertos por la sociedad?

“Me refiero a la República. ¿No murió hace nueve años…? ¿Hay algún
solo valor de aquellos de la bandera de cinco colores que la República
aun mantenga?”

A pesar de lo tranquilos que estaban—no, debido a lo tranquilos que


estaban—esas palabras sonaron mucho más amargas. Libertad e igualdad.
Compañerismo, justicia y grandeza. Un país que interna y discrimina
humanos sin una razón justificable, que causó las muertes de millones sin
una pizca de pena… ¿tiene el derecho de adherirse a su credo nacional?
La República murió hace nueve años, por mano propia. Murió en el
momento en que sus ciudadanos decidieron perseguir a sus compatriotas.
Quizás Shin podía escuchar esta voz también… La voz del fantasma gigante
de la República que aún no se daba cuenta que había muerto.

Habiendo quedado sin palabras, Lena guardó silencio. Después de dejar a


Lena con su momento de pausa, Shin habló. Con el mismo tono indiferente
de siempre, y declaró el hecho que sabía era verdad.

“Ustedes perderán esta guerra, Comandante.”

Ustedes, dijo él. No nosotros.

“¿…A qué te refieres?”

“Como he dicho, la Legión no está en riesgo de apagarse por sus


unidades centrales de procesamiento. Hasta donde he visto, los
números de la Legión pueden no estar creciendo, pero no están
disminuyendo tampoco… ¿Y qué hay de los Ochenta-y-Seis? ¿Cuántos
de nosotros quedan?”

Lena no pudo responder. Ella no lo sabía. La República no mantenía


registros de esas estadísticas.

“Creo que, en dos o tres años, todos habremos desaparecido. Las


personas en los campos de concentración no tienen permitido
reproducirse, y la mayoría de aquellos que eran infantes cuando
sucedió la concentración han muerto para ahora.”

Los adultos murieron todos en los primeros tres años de la guerra. Aquellos
que aceptaron enlistarse murieron en el campo de batalla, y aquellos que no,
fueron enviados a la Gran Mule, donde trabajaban con labor forzado tan
riguroso y duro que casi parecía que solo fue diseñado para hacer que
trabajaran hasta la muerte. Todos habían perecido, dejando atrás solo a los
ancianos y a los enfermos, quienes murieron durante estos nueve años.

“¿…Por qué…murieron los bebes…?”

“¿Sabes lo alto que se vuelve el índice de mortalidad entre los infantes


en un ambiente sin cuidados médicos…? Cuanto estaba en el campo de
concentración, casi ninguno de los bebés sobrevivía su primer invierno.
Estoy muy seguro que sucedía lo mismo con todos los demás. Y
cualquiera que sobreviviera era probablemente vendido.”

“¿Vendido?”

“Sí, algunos de los soldados y los Ochenta-y-Seis los vendían para ganar
algo. No estoy seguro si ganaban dinero o bienes.”

Inmediatamente dándose cuenta de las implicaciones, Lena sintió cómo el


color se drenaba de su rostro. En otras palabras, había ciudadanos en la
República que, a pesar de odiar a los Ochenta-y-Seis como si fueran cerdos,
habían usado a los bebés de esos cerdos como esclavos o habían
trasplantado los órganos de esos infantes a ellos para vivir.

Y eso dejó solo a los chicos. Estaban siendo enviados al campo de batalla,
y pronto, ninguno de ellos quedaría tampoco.

“Los números de la legión no están disminuyendo. Pero pronto los


Ochenta-y-Seis nos extinguiremos. Y cuando lo hagamos, ¿ustedes los
Alba pelearán? Cuando no saben cómo pelear, cuando ninguno de
ustedes conoce el campo de batalla, después de haber obligado a
enlistarse y haberle lanzado los gastos de guerra a los Ochenta-y-Seis…
¿aun serán capaces de luchar luego de que nos vayamos?”
No podremos— Ella podía sentir que había una leve sonrisa en los labios de
Shin. Era diferente de la mueca de una víctima que reía ante un muy
merecido castigo. Era una sonrisa que se burlaba de una criatura que solo
mantenía sus ojos fijos en su propio beneficio y que se aislaba de la realidad,
prolongando su paz transitoria hasta que eventualmente perdía toda forma
de defenderse.

“Si nadie será voluntario para pelear, tendrán que recurrir a


reclutamiento forzado. Pero un país democrático solo puede hacer eso
cuando el enemigo está frente a ellos, y para cuando eso ocurra, será
demasiado tarde… El hecho de que no pueden alcanzar una decisión
hasta que la situación se ha vuelto crítica es uno de los mayores fallos
en la democracia moderna.”

La verdadera catástrofe llegó fácilmente a su mente. Enfrentada con esa


imagen de pesadilla, Lena sacudió su cabeza en protesta. No había una base
para que negara; simplemente no podía aceptar la verdad frente a ella, la
muerte que les aguardaba en solo unos pocos años.

“¡P-Pero el número de unidades de la Legión que hemos observado


definitivamente ha disminuido! Ya han sido reducidas a la mitad de lo que
eran hace unos cuantos años—”

“Hasta donde puedes observar, ¿correcto? No tienes manera de


confirmar nada acerca de las unidades de la Legión que deambulan en
las profundidades de las zonas en disputa, donde la interferencia de los
Eintagsfliege es constante… Es verdad, la Legión en las líneas frontales
ha disminuido, pero eso es solo porque no necesitan desplegar más que
eso. Todo lo que deben hacer es lanzar ataques que gradualmente nos
cansen, y el resto puede descansar en las líneas traseras. Y sus números
siguen creciendo, incluso ahora.”

El patrón de comportamiento solo podía significar una cosa. Estaban


preservando y reforzando sus tropas. Eventualmente, detendrían esta guerra
de desgaste y pasarían a una ofensiva general para destruir las líneas
defensivas de la República en un único golpe.

“Pero la Legión no podría tener la inteligencia para pensar en una estrategia


como e—”
“No deberían haberla tenido. Y esa es otra razón por la que ustedes
perderán.”

En contraste al pánico en incremento de Lena, Shin estaba, como siempre,


calmado al punto de ser considerado grosero.

“Incluso si cadáveres con sus cabezas intactas son raros, este es un


campo de batalla donde los cuerpos no pueden ser recolectados. Un
campo de batalla donde millones han muerto. La Legión debe haber
puesto sus garras en algo más que unos cuantos… Y una mente humana
puede fácilmente pensar en la idea de respaldar sus fuerzas antes de ir
a la ofensiva. Así que, ¿qué pasaría si la Legión se volviera igualmente
inteligente?”

“¡…!”

Las Ovejas Negras. Unidades de la Legión que habían adoptado la


estructura cerebral de un humano, la cual, incluso en un estado de
decadencia, eran aún más eficientes que sus unidades centrales de
procesamiento. Así que, ¿qué pasaría si adquirieran cerebros que acababan
de morir y aun no se encontraban en decadencia?

“Llamamos a esos los ‘Pastores’ de la Legión. La Legión era


originalmente solo soldados actuando bajo comandos pre
programados, pero los Pastores pueden dirigirlos. Son comandantes
fantasmas. Ya nos hemos encontrado con algunos de ellos, y fuerzas
lideradas por ellos son mucho más difíciles de vencer que aquellas que
no son lideradas por ellos. Simplemente no tienen comparación.”

“Espera. Entonces esto no es teoría— ¿en serio existen? ¿Eso significa que
tú puedes—?”

“Si, puedo distinguirlos por sus voces. Las voces de los comandantes
son especialmente claras, así que puedo distinguirlas incluso dentro de
su ejército. Hay algunas docenas en cada frente, y aquí en el primer
distrito—hay una.”

Por un momento, la voz de Shin se volvió mucho más oscura. Correcto,


justo como la vez que le había dicho a ella con la frialdad de un cuchillo que
estaba buscando a su hermano muerto. Una presencia de afilada y
congelante locura.

Lena estaba aterrorizada. La República caería, desarmada e inútil debido a


su propia estupidez. Había usado los millones de vidas enviadas al campo
de batalla para ser derrumbada por los fantasmas de los Ochenta-y-Seis que
no tenían permitido ser enterrados.

“P-Pero…”

Las palabras se deslizaban a través de sus labios sin que se diera cuenta.

“Eso solo pasará si ustedes mueren los próximos años… ¿verdad?”

Ella pudo sentir a Shin parpadeando un par de veces.

“Eso es…cierto.”

“Entonces simplemente debemos derrotar a la Legión antes de que eso


ocurra. Si los tenemos a todos ustedes… ¿No sería posible para el escuadrón
Spearhead que puede saber dónde atacará la Legión?”

Si logramos que las élites que sobrevivieron batalla tras batalla luchen
contra las unidades más peligrosas de la Legión y regresen relativamente
en perfectas condiciones…

“Si logramos conseguir el personal necesario, el equipamiento, y el


tiempo, debería ser posible, sí. Eso es lo normal para todas las guerras.”

“¡Entonces ganemos esta! Haré…todo lo que pueda…también.”

Ella quería decir que lucharía con ellos, pero se dio cuenta que eso era
probablemente más de lo que se merecía ella misma.

“Pondré todos mis esfuerzos en asegurarme que ganen. Ya sea analizando


movimientos enemigos o pensando en estrategias. Haré todo lo que
pueda…e intentaré que ocurra lo mismo en todos los demás frentes.”

Si podían saber los movimientos enemigos, debería ser posible crear una
estrategia para mantenerlos controlados. Eso definitivamente seria de
interés para la República. No debería ser muy difícil explicarle al Comando
y que se aplique a los demás escuadrones también.

“Terminas tu servicio este año, ¿verdad, Capitán Nouzen? En ese caso,


tienes que seguir ganando hasta entonces… Sobrevivamos a esta guerra.
Nosotros dos.”

Shin sonrió irónicamente. Era una sonrisa con un sentimiento leve de


amabilidad.

“…Sí. Hagámoslo.”

Cortando la Resonancia con Lena, Shin caminó a través de la oscuridad de


las inactivas barracas hacia su habitación. Entrando al poco iluminado
espacio, vio hacia su propia imagen iluminada por la luna reflejada en el
vidrio de su ventana. Usaba un pañuelo azul en batalla, pero, por supuesto
no podía dormir con él puesto. Había planeado regresar justo después de su
ducha, así que la tela azul pálido que siempre cubría su cuello sobre su
gastado uniforme no estaba en su lugar.

Su físico parecía flaco a primera vista, pero había sido, de hecho, templado
por años de la rigorosa vida en el campo de batalla, y su garganta mostraba
una cicatriz que le daba la vuelta a su cuello con una línea roja. La línea no
era recta sino que dentada y con el color de la sangre—los restos rojos de
congestión vascular, como si su cabeza hubiese sido arrancada y luego
cocida de regreso a su sitio.

Shin tranquilamente estiró su mano y tocó gentilmente la cicatriz en el


cuello de su reflejo.
Interludio: El Caballero Sin Cabeza II

Raiden conoció a la Parca en una unidad a la cual había sido asignado medio
año luego de enlistarse. Era el día después de que el último de sus amigos
con quienes se enlistó murió.

Antes de enlistarse, a Raiden se le fue dado refugio en los ochenta y cinco


Sectores, en un internado manejado por una mujer anciana. Sus únicos
estudiantes eran niños que vivían en el vecindario, y por eso los dormitorios
eran usados para ocultar y proteger a tantos niños Ochenta-y-Seis como les
fuera posible. Después del quinto año, alguien los había aparentemente
reportado a las autoridades, y los soldados llegaron para escoltarlos fuera
del lugar. La mujer anciana los persiguió sin descanso, rogando a sus
conciencias y a sus sentidos de la justicia una y otra vez, pero sus plegarias
fueron solo respondidas con muecas y burlas.

Sin una pizca de culpa en sus expresiones, los soldados montaron a los niños
dentro de un camión usado para transportar ganado, y el último recuerdo de
Raiden de la anciana era cómo corría ella tras el camión, gritando cosas a
los soldados.

Él jamás había escuchado a la mujer insultar. Esa respetable y estricta


anciana que siempre se enojaba inimaginablemente cuando Raiden y los
demás decían groserías a modo de broma, gritaba al camión con un rostro
contorsionado por la ira mientras lágrimas caían de sus mejillas.

“¡Espero que se quemen en el infierno, sucios bastardos!”

Él podía recordar la imagen de ella agachándose a mitad del camino y el


sonido de sus desgarradores llantos tan claramente como el día en que
ocurrió.

El capitán quien usaba el nombre de Parca era la persona más descuidada y


caprichosa que jamás había conocido Raiden. Esa persona jamás iba a
patrullar y en su lugar iba a holgazanear en ruinas donde la Legión bien
podría estar ocultándose. Daba órdenes de desplegarse cuando el radar no
mostraba indicaciones de avance enemigo. Y aunque sus predicciones eran
tan acertadas que era aterrador, Raiden solo podía ver sus descuidos como
las acciones de alguien con tendencias suicidas.
No podía suprimir su enojo. Los amigos quienes se enlistaron con él
lucharon tanto, pero a cambio de su coraje y esfuerzos obtuvieron la muerte.
La anciana había protegido a Raiden y a los otros niños, a pesar de que bien
podrían haberle disparado por sus acciones. Y este idiota insistía en actuar
a su manera, como si no le importara que todos murieran—como si no le
importara que él mismo muriera.

Raiden finalmente perdió la paciencia y lo golpeó medio año después de


unirse al escuadrón. Sucedió cuando discutían sobre los patrullajes que Shin
seguía cancelando. A pesar de que debería haber hecho las cosas con calma,
considerando lo diferente que eran en términos de físico, él había golpeado
a Shin, quien era aun relativamente pequeño en ese tiempo, con suficiente
fuerza para hacerlo retroceder. Le había gritado a Shin, quien se encontraba
tumbado en el piso, que dejara de jugar con ellos, pero esos ojos rojos habían
mantenido su calma y firmeza de siempre.

“Es mi culpa por no haberlo explicado, pero aun así…”

Shin escupió sangre de su boca mientras se levantaba. Parecía haber


tomado, para su sorpresa, poco daño, y sus movimientos eran sin duda
lentos y vacilantes.

“Hablo por experiencia cuando digo que nadie me cree a pesar de que les
diga, así que dejé de intentar explicarlo. Estoy cansado de perder mi
tiempo.”
“¿Eh? ¿De qué mierda estás hablando?”

“Te lo diré con el tiempo… Además—”

Shin golpeó a Raiden directo en el rostro. Ese golpe, el cual cargaba con
todo el poder que su pequeño cuerpo podía reunir, fue increíblemente
doloroso. Fue un golpe que hizo uso perfecto de su peso, el momento, y la
transmisión de la fuerza en su puño y que dejó a Raiden con impotencia en
el suelo con su cabeza dando vueltas.

“Nunca dije que pudieras golpearme. No sé cómo contenerme, pero si eso


no te molesta, siéntete libre de venir por mi cuando quieras.”
Lleno con aun más enojo tras escuchar su burla, Raiden arremetió contra él
de nuevo. Para ponerlo simple, Raiden perdió esa terriblemente unilateral
pelea. Shin, quien había pasado un año más que Raiden en el campo de
batalla, estaba mucho más acostumbrado a la violencia y era adepto a
emplearla.

Raiden aun así no podía soportarlo, pero su impresión hacia Shin cambió un
poco. Cuando Theo escuchó la historia años después, suspiró con
exasperación y dijo que ese tipo de trasfondo no aparecería ni en un comic
para niños. Pero la verdad era que Theo era quien no entendía. Shin parecía
estar aguantándose una sonrisa en ese entonces, pero vamos, si tan solo
Raiden hubiera sabido lo que pasaba a través de la cabeza de ese
desquiciado.

El día después de que pelearon, Shin dijo—a través de sus labios llenos de
cortes y moretones—que con el tiempo explicaría todo. Y en su siguiente
despliegue, Raiden pudo escuchar los llantos de los fantasmas. Fue ahí
cuando Raiden finalmente se dio cuenta el por qué Shin se oponía tanto a
salir a patrullar… Por qué era tan indiferente de una manera en que un chico
de esa edad jamás lo sería.

Los miembros del escuadrón Spearhead habían caído dormidos después de


apagar las luces ese día. Raiden yacía en su litera, pero aún no se quedaba
dormido. Escuchando pasos tranquilos fuera, se levantó de su cama. Viendo
a través de la puerta adyacente, la cual había sido dejada abierta, encontró a
Shin parado en la oscura habitación, bañándose en luz de luna azul pálido.

“¿Hablabas con alguien?”

Desde su punto de vista en el vestuario, Raiden había pensado escuchar a


Shin hablar con alguien antes durante la ducha. Shin simplemente movió su
mirada en dirección a Raiden y asintió. Sus ojos rojos fríos e indiferentes
denotaban una calma que jamás parecía cuadrar con su edad y una apatía
que parecía casi inamovible.

“Era la Comandante. Resonó conmigo por un rato.”


“…Así que se volvió a sincronizar contigo de nuevo. Es una sorpresa. La
chica tiene más agallas de las que imaginaba.”

Él estaba impresionado un poco. Ningún otro Handler había aceptado


Resonar con Shin después de escuchar las voces. Sus ojos fueron atraídos
al ahora expuesto cuello de Shin, donde una sola cicatriz roja grabada
erráticamente en su garganta se encontraba. Raiden ya sabía el origen de esa
cicatriz que parecía una decapitación, habiéndolo escuchado de Shin,
incluyendo el hecho de que había ganado la habilidad de escuchar a los
fantasmas como consecuencia de ello.

Era una noche tranquila. Al menos, lo era para Raiden. Pero para Shin…
Para su camarada, afligido con la capacidad de escuchar llantos de
fantasmas, esta era sin embargo otra noche llena con llantos y lamentos de
los muertos. Nadie podía mantener su equilibro siendo sujeto a este
incesante tormento. Sus emociones constantemente siendo maltratadas y
erosionadas, hasta que eventualmente, se convirtió en la poco emocional,
indiferente e insensible Parca que era ahora.

Con sus ojos rojos, La Muerte veía a Raiden. Esos ojos, del color de sangre
fresca, se habían congelado. Su corazón estaba aún en el campo de batalla,
siempre en el campo de batalla, buscando obsesivamente su cabeza en el
lejano frente, deseando recuperar lo que había perdido.

“Iré a dormir. Si tienes algo que decir, podemos hablarlo mañana.”

“…Sí, lo siento.” Incluso después haber cerrado la desnivelada puerta luego


de un poco de forcejeo y de escuchar los pasos de Raiden en el pasillo y el
sonido de la cama de tubos rechinando, Shin seguía en la ventana, bañado
en luz de luna, sus ojos aun viendo hacia el campo de batalla. Si escuchaba
con cuidado, podía distinguir el murmuro del rebaño de fantasmas al otro
lado de la oscura noche, sus susurros como la mezcla de la nebulosa en los
cielos. Sus gemidos y gritos, sus lamentos y quejidos.

Distinguió el sonido de palabras mecánicas y se concentró solo en eso,


concentrándose en ese distante llanto. ¿Cuánto había pasado desde que
escucho esa voz hablándole en vida? Deben haber sido ocho años. Y las
palabras que decía ahora eran las mismas que en ese entonces.
Cada noche, las escuchaba, y cada vez, ese recuerdo renacía. Esa voz se
cernía sobre él como una sombra que jamás desaparece, jamás permitiendo
que la olvidara. La presión apretaba su garganta, amenazando con aplastar
su cuello. Esos ojos negros ocultos tras sus gafas, viéndolo con odio
palpable. La sofocación y el sufrimiento—y la voz de su hermano, entrando
en sus oídos con ira.

Está en tu nombre. Perfecto para ti. Es toda tu culpa. Todo—es tu culpa.

La misma voz lo llamaba desde la distancia. Siempre, desde aquel día hace
cinco años cuando había muerto aquí, en un rincón olvidado de las ruinas
del frente Este. Shin puso su mano contra el frio vidrio y susurró, a pesar de
que sabía que sus palabras no alcanzarían a nadie.

“Iré pronto por ti—Hermano.”


Capítulo 5
Gloria al Maldito Escuadrón Spearhead

Había muchas Ovejas Negras en la batalla ese día también, y una vez la
batalla acabó, Lena tomó largas y fuertes bocanadas de aire,
desesperadamente intentando luchar contra la urgencia de vomitar. Con la
batalla concluida, los Processors gradualmente apagaron sus Para-RAID
mientras regresaban a la base, pero Lena fue sorprendida al encontrar a
alguien aun conectado.

“Si se te hace difícil, vete ya de una vez.”

La voz de Kurena era cortante, haciendo ver claramente que no hablaba por
preocupación hacia ella.

“Poco nos importa si estás aquí, y tu comando no cambia mucho las


cosas a la larga. Si tuviera que mencionar algo, que comiences a gritar
en la línea a pesar de no estar aquí en persona es una distracción.”

Que ella tuviera razón molestaba a Lena, pero estaba feliz de que Kurena le
hablara, incluso si solo era para arrojar ese poco de abuso hacia ella.
Regresando a sus sentidos, Lena preguntó:

“¿No se te hace difícil a ti también…?”

Kurena y los demás en ningún momento cortaron la línea, incluso si las


voces eran agonizantes. La habilidad infalible de Shin para saber dónde se
encontraba la Legión y dónde atacarían era invaluable dentro del campo de
batalla, pero eso no debía extenderse al resto del escuadrón. Ella sintió a
Kurena encogerse de hombros.

“No en realidad. Estamos acostumbrados, e incluso sin Shin alrededor


proyectándolos, Processors como nosotros escuchamos bastantes gritos
de agonía.”

En contraste con su actitud indiferente, había cierta emoción en el tono de


Kurena. No era miedo, sino enojo, lamento, y rencor… Sentimientos
oscuros.
“Explotar junto con tu máquina y morir al instante es probablemente
la mejor manera de pasar a mejor vida que podemos desear. Hemos
visto cómo les arrancan las extremidades a demasiados amigos, o cómo
les rasgan sus rostros, o cómo cada centímetro de sus cuerpos se quema
hasta las cenizas, o cómo sus estómagos son abiertos y sus intestinos
esparcidos por doquier. Comparado a eso, las voces no son nada
especial.”

Pero Lena sabía que, contrario a lo que intentaba transmitir, Kurena estaba
sufriendo. Como si contuviera su dolor. Como si contuviera sus lágrimas.
Ella sabía que esta chica se encontraba en aquel distante campo de batalla,
mordiendo su labio con frustración. Podía sentir como sus dientes
rechinaban.

“Es lo mismo en el primer distrito… Sin importar quien muera, ya


nadie lo ve como algo inusual.”

“…Ya veo.”

Aunque el escuadrón Spearhead tenía originalmente veinticuatro miembros,


habían perdido a alguien más hace unos días, reduciendo sus rangos a trece.

Raiden lanzó aquella radio rota, la cual probablemente nunca pueda ser
reparada, dentro de la caldera de reciclaje de la fábrica.

Mientras todos se juntaban en la habitación como grupo, Lena los contactó


a través del Para-RAID como siempre, a la misma hora, cuidadosamente
deseándoles una buena tarde.

“Te escuchamos fuerte y claro, Comandante… Perdón de antemano por la


cantidad de hombres conectados.”

Lena parecía sorprendida, lo cual era entendible, dado que fue Raiden—no
Shin, como siempre—quien respondió primero.

“…Hmm, ¿le ocurrió algo al Capitán Nouzen?”

Theo se burló de esas palabras, su libreta de dibujo en manos.


“¿Alguna vez te han dicho que eres demasiado seria, Comandante Milizé?
Sabes que nuestros rangos no son más que palabras.”

El líder de escuadrón era un capitán, seguido de su vice capitán, quien era


un teniente; los líderes de pelotón, quienes eran segundos tenientes; y los
miembros de pelotón, quienes eran alféreces. Se les fueron dados rangos
para poder aclarar la cadena de mando del escuadrón, pero nadie recibía la
autoridad, tratamiento, o salario que su rango debería permitirles. Todos los
Processors del escuadrón eran Portadores de Nombres quienes fueron
capitanes y vice capitanes de escuadrones pasados, así que, dependiendo de
su designación, muchos fueron “degradados” de capitán a teniente o a
segundo teniente, hasta llegar a alférez.

La respuesta de Lena, sin embargo, fue clara y simple. A Raiden le hacía


gracia lo descarada que ella se había vuelto últimamente.

“Tú y el Teniente Shuga aún me llaman Comandante, ¿verdad,


Segundo Teniente Rikka? No veo por qué está mal que me refiera a
ustedes del mismo modo.”

“…Cierto”, Theo dijo con una sonrisita.

Ella había dicho que podían llamarla Lena, pero nadie lo hizo. Notando la
intensión tras ello, Lena insistió en seguir hablando de manera formal,
dirigiéndose a ellos como sus subordinados. Incluso si hablaban entre ellos,
su relación no era del tipo donde se podrían llamar por su nombre. Era una
línea invisible que aceptaron trazar, dado que cualquier intento de ser
amigable no sería más que una farsa, puesto que sin importar qué, su
relación era la de opresor y oprimidos.

“…Entonces, ¿algo le ocurrió al capitán? No me digan que pasó algo


durante la batalla de hoy…”

“Oh, no, nada de eso.”

Raiden movió su mirada hacia la pared separando su habitación de la


habitación adyacente. Todos excepto Anju y Kurena se habían reunido. Sin
embargo, no era la habitación de Shin, sino la de Raiden. Ni el más mínimo
sonido podía escucharse en la habitación de Shin, la cual se encontraba a
una pared de distancia.
“Es solo que está dormido. Se encuentra exhausto.”

Para cuando habían cenado, él ya había comenzado a quedarse dormido, y


cuando Raiden acabó de limpiar y revisó la habitación de Shin, él estaba
tumbado en la cama. Raiden simplemente había recogido al gatito, quien
gimoteaba su descontento; había colocado una manta sobre Shin; y había
dejado la habitación sin hacer tanto ruido como le fuera posible. Shin podrá
haber dicho que estaba acostumbrado, pero escuchar a la Legión siempre
que se encontraba despierto—y dormido—le agregaba más peso a sus
hombros.

Ya que Resonaban con él usando el índice mínimo de sincronización, lo que


escuchaban no era precisamente lo mismo que Shin escuchaba, por lo
mismo Raiden y los otros no tenían manera de saber qué tipo de infierno
vivía Shin. Todo lo que sabían era que una vez hubo un Handler que Resonó
con Shin con el máximo índice de sincronización y que cometió suicidio
inmediatamente después.

Dicho Handler había sido el tipo de escoria que disfrutaba torturando a sus
Processors al darles órdenes absurdas que terminarían matándolos y
engañando a nuevos reclutas sin experiencia, enviándolos a sus muertes.
Shin había dicho que él era irritante y una molestia y les dijo a todos los
demás que no Resonaran con él en la próxima batalla, haciendo así que el
único conectado fuera el Handler. El Handler jamás se conectó de nuevo
luego de esa batalla, y al día siguiente, la policía militar llegó y les dijo que
ese Handler se había suicidado. Lo que fuese que había llevado a ese
Handler al suicidio, así era el mundo en el que Shin vivía. Y encima de todo
ello, también los eventos recientes dentro del escuadrón Spearhead habían
sido difíciles para él.

“…Estoy segura que es lo mismo para el capitán, pero la carga en todos


ustedes ha estado incrementando últimamente… Y yendo en misión
tras misión, más y más de ustedes han estado muriendo en acción…”

“…Sí.”

Él solo pudo dar una corta respuesta afirmativa ante el lamento de Lena. No
se trataba solo de Shin. Todo el escuadrón se encontraba exhausto pues las
batallas se habían vuelto más frecuentes y más duras. El escuadrón
Spearhead contaba con veinticuatro Processors cuando fue establecido y
desde entonces había perdido once miembros. Ya había sido reducido a casi
la mitad, cualquier otro escuadrón habría sido considerado ‘aniquilado’ y
habría tenido a sus miembros reasignados a otras unidades llegados a este
punto.

La frecuencia de sus incursiones en contra de la Legión no disminuía, pero


el número de unidades que poseían sí, lo cual significaba que el peso
individual en cada uno de ellos crecía gradualmente. Se aproximaban
rápidamente a un estado donde no tenían suficientes manos en sus puestos
para manejar el tamaño de las fuerzas enemigas, y la fatiga les causaba
equivocaciones y juicios erróneos. Era un espiral descendente despiadado
donde la falta de personal no hacía más que causar más muertes.

Y a pesar de ello, aún no habían recibido remplazos para el grupo de Kujo,


los primeros tres que habían muerto en febrero. Lena mordió su labio y dijo
de modo alentador.

“Haré que se apresuren con los refuerzos. Haré todo lo que pueda para
que le den prioridad a este lugar al enviar Processors.”

Haruto lanzó una mirada en su dirección. Raiden exhaló con pesadez.

“Sí. Encárgate de eso.”

“Este escuadrón está resguardando una posición defensiva crucial.


Deberíamos tener el derecho a ser priorizados cuando se trata de
provisiones y personal. Mientras tanto, haré una petición a otras
unidades cercanas para que les den refuerzo… Así que por favor
aguanten un poco más.”

“…Sí.”

Él asintió de manera vaga y evasiva. Al filo de su visión, pudo ver a Theo y


a Haruto encogerse de hombros con desanimo.

“Oye, Anju… Sabes…”

Solo Kurena y Anju estaban en las duchas. Kurena dijo esas palabras
mientras vertía agua caliente sobre Anju, quien diligentemente lavaba su
cabello plateado.
“¿Hmm?”

“Creo que ya deberíamos parar de hablarle a esa chica.”

Anju felizmente volteó a verla por alguna razón.

“¿Tan preocupada estás por la Comandante?”

“Tch.”

Kurena sacudió su cabeza sonrojada. ¡¿Qué demonios estaba diciendo esta


chica?!

“¡Sí claro! ¡¿Por qué debería preocuparme esa mujer?! …Solo pensé que le
debemos al menos eso ya que no le tuvo miedo a Shin.”

Ella de manera gruñona murmuró esa última línea en un susurro. Aun la


odiaba. Sus palabras aun enfermaban a Kurena. Pero como mínimo, al
menos podía respetar el hecho de que ella no había tratado a su amigo como
un monstruo.

“Shin y Raiden, ninguno de ellos quiere decirle. Nadie quiere. Y si alguien


le dijera, ella no se molestaría en Resonar con nosotros más. Lo mejor sería
hacerlo.”

“Tienes razón… Kaie dijo eso, ¿recuerdas?”

No eres una mala persona…así que no deberías verte envuelta con


nosotros.

“Pero creo que es por eso que Shin y Raiden no se lo dicen. Probablemente
piensan que eso solamente la lastimará.

“…”

Kaie se había ido. Ella siempre se avergonzaba de su físico sin curvas en las
duchas, y las demás chicas se reían por eso de ella. Esa pequeña chica, ágil
como un gato. Las demás chicas con quienes siempre hablaban de temas
que jamás podrían discutir con chicos. Todas se habían ido. Y ahora solo
ellas dos quedaban. Al principio, hubo seis chicas en el escuadrón, pero
todas a excepción de Kurena y Anju habían muerto en batalla.

Notando algo repentinamente, Kurena levantó su mirada.

“Dime, Anju…”

“¿Hmm?”

“¿Realmente esto está bien…?”

Las manos de Anju, ocupadas atendiendo su cabello, se detuvieron. Ella se


encogió de hombros. Esta era la primera vez que Kurena se había duchado
con Anju en el año que llevaban de conocerse. Anju jamás había dejado a
nadie verla desnuda, ni siquiera a las demás chicas.

“Sí. Después de todo este tiempo, debería estar bien… Pensé que ya no
había razón para ocultarlo ahora, puesto que solo quedamos dos.”

Su blanca y expuesta piel era visible a través de las gasas trasparentes y


húmedas. Aunque tanto su piel como la de Kurena no estaban faltas de
cicatrices, tanto antiguas como nuevas, había varias cicatrices llamativas en
la espalda de Anju que no parecían ser resultado del combate. Kurena desvió
sus ojos de una cicatriz que parecía ser un grupo de palabras grabadas en la
espalda de Anju, las cuales se veían a través de su largo cabello, pero aun
podían distinguirse las palabras hija de una prostituta.

Anju tenía sangre Alba pura corriendo por sus venas. Mientras tanto, su
sangre Caerulea venía de un ancestro distante.

“Sabes, Daiya, él… Cuando nos conocimos, él dijo que mi cabello era lindo.
Él sabía que me lo dejaba crecer para ocultar algo, pero dijo que era lindo y
que debería dejarlo crecer.

Apacible al principio, pero sin embargo a la mitad, su voz se rompió, a pesar


de todos sus esfuerzos para mantener la compostura. Sus pálidos labios
temblaron como una indefensa criatura mientras intentaba forzar una
sonrisa.
“Y ahora Daiya ya no está. Así que pensé que preocuparme por esto más
tiempo sería inútil…”

Kurena pensó que ella iba a llorar, pero Anju lo soportó. Ella peinó su
húmedo cabello hacia atrás, y para cuando se giró a ver a Kurena, su sonrisa
gentil de siempre agraciaba su amable rostro una vez más.

“¿Qué hay de ti, Kurena? ¿No quieres decírselo?”

Ella no había especificado qué o a quién. No había necesidad. Kurena bajó


su mirada.

“…Sí. Es solo que pienso que no tengo derecho a decirlo.”

Cuando fue asignada bajo su mando por primera vez, ella estaba
honestamente asustada. Había escuchado rumores sobre ‘la Parca’ sin
cabeza de ojos rojos que dominaba las líneas del frente Este. Los Portadores
de Nombres eran aquellos que vivían lo suficiente mientras veían a sus
compañeros morir a su alrededor, como si bebieran la sangre de sus
compañeros soldados para sobrevivir. Es por eso que cuando alguien recibía
este segundo temible nombre, era usualmente uno que enfatizaba su
naturaleza terrorífica y peligrosa.

Pero incluso entre otros Portadores de Nombre, Shin era diferente. El


Undertaker. Un nombre para aquel que más cerca se paraba de la muerte
pero que jamás moría, siempre enterrando a alguien. La Parca que conocía
el campo de batalla mejor que nadie. Los rumores decían que cualquiera que
peleara en el mismo escuadrón—excepto por aquel de nombre ‘hombre
lobo’—inevitablemente morían. Quizás invocaba a la muerte, justo como
su nombre implicaba. O quizás usaba a sus camaradas como escudos.

El hecho de que él siempre había estado peleado en las zonas en disputa,


donde la batalla era más dura, desde su primera asignación a un escuadrón,
era algo que Kurena había aprendido hasta varias operaciones después. La
parte inferior de uno de sus camaradas había explotado debido a una mina
autopropulsada. Se encontraba en terrible agonía, pero no moría, y nadie
podía pensar en qué hacer. Solo Shin se arrodilló a su lado. Kurena había
intentado ir también, pero Raiden la detuvo.
Kurena había visto estupefacta mientras Shin sacaba una pistola. Ellos
cargaban armas para defensa personal y en caso de que se diera una
situación en la cual el suicidio fuera necesario. Fue entonces, sin embargo,
que ella aprendió que había una razón más.

Sé que es difícil, pero debes hacerlo. Intenta recordar alguna vez que fuiste
feliz.

Una sonrisa apareció en la cara de su agonizante camarada. Sus labios


temblaban mientras susurraba, Oye.

Prométeme… Que me llevarás contigo, ¿bien…?

Sí.

Shin tocó el rostro de la pobre alma con una mano escurriendo sangre,
viseras y deshechos, su expresión estoica y tranquila como siempre. Fue la
más hermosa y sin embargo solemne vista que Kurena jamás había visto.
Ella finalmente notó por qué Raiden y algunos otros compañeros de
escuadrón lo llamaban “nuestra Parca.”

Él los llevaba. Los nombres de sus compañeros muertos, sus corazones y


almas. Jamás dejando a nadie atrás, él los llevaría a su lado hasta alcanzar
su final. Era la más noble e irremplazable salvación que los Processors
podían esperar recibir. Ellos, quienes vivían en un campo de batalla donde
el mañana no estaba asegurado, a sabiendas que una tumba jamás se les sería
preparada. Ella lo anhelaba. Desde el fondo de su corazón. Incluso si ella
moría, saber que él la llevaría consigo la hacía feliz y hacía que su miedo
desapareciera.

Fue entonces que ella comenzó a pulir sus habilidades con las armas, las
cuales ya estaban considerablemente por encima de la media. Para que la
próxima vez que algo como eso ocurriera, ella pudiera ser suficientemente
fuerte para hacer eso por sí misma. Y también, porque incluso si estaba
destinada a morir algún día, quería ser capaz de luchar al menos un poco
más.

Pero…
Girando el grifo para apagar la ducha, Kurena levantó la mirada. Ella sabía,
al menos, que ella jamás podría ser así. Siempre y cuando estuvieran en este
campo de batalla, ella jamás podría hacer eso. Ella jamás podría ser como
su querida Parca, quien llevaba a todos sus camaradas caídos, a los
corazones de esos camaradas, hasta su destino final.

Pero si Shin tomaba sus corazones, ¿quién tomaría el de él…?

“Oye, Ochenta-y-Seis. Aquí también.”

Una vez al mes, bienes que no podían ser hechos en fábricas automatizadas
o en la planta de producción eran enviados a través de un aeroplano desde
más allá de las murallas. El personal de transporte, quien acompañaba a Shin
mientras este último firmaba el recibo y comparaba la lista de inventario
con los contenidos del contenedor, levantó su altiva y arrogante voz.

Este oficial, quien era visiblemente flaco y de mala apariencia a pesar de su


uniforme, era acompañado por dos soldados armados con rifles de asalto,
los cuales cargaban probablemente solo para intimidar y amenazar. Eso
estaba bien, pero uno de los soldados de atrás tenía aun puesto el seguro de
su rifle, el cual probablemente ni siquiera estaba cargado. Se paraban
demasiado cerca de Shin, quien podría probablemente haberlos desarmados
antes de que siquiera pensaran en jalar el gatillo. Aunque él no haría eso.
No tenía punto alguno hacerlo.

“Es de su Handler. Dijo que es una ‘cabeza explosiva especial’ que pidieron.
Al demonio con ella, hacernos pasar tantos problemas por un montón de
cerdos…”

Tras el oficial se encontraba un contenedor robusto de munición,


rigurosamente sellado y con señales de peligro alertando que estaba lleno
de municiones explosivas. Shin levantó una ceja, confundido. Él no
recordaba haber pedido nada como eso.
Viendo a Shin en silencio, los labios del oficial se curvaron en una vulgar
mueca. Había muchos sucios y rebeldes Ochenta-y-Seis que no conocían su
lugar, pero este era sorpresivamente dócil. No mordía, sin importar cuanto
le dijeras.

“Su ama es una chica, ¿verdad? ¿Cómo le hicieron para endulzarle los
oídos? Probablemente no tomó más que unas pocas palabras para que esa
delicada princesita se mojara.”

La mirada de Shin repentinamente se fijó en el oficial.

“¿Debería demostrarlo con tu esposa? Estoy muy seguro que se aburre


mucho por las noches.”

“Hijo de—“

El oficial estaba consumido por la ira, pero se congeló una vez vio los ojos
de Shin. Aquellos ojos rojos se encontraban perfectamente tranquilos, sin
una pizca de amenaza, pero un cerdo quien había pasado su vida en la
seguridad de su chiquero no tenía oportunidad de vencer a una bestia cuyas
habilidades habían sido pulidas en el campo de batalla. Pasando a un lado
del congelado oficial, Shin se aproximó al contenedor de munición. Claro,
el número aparecía en la lista de inventario, y la firma de Lena, con la cual
se había familiarizado durante las semanas pasadas, estaba sobre la estampa
de envió. Bajo eso, dos palabras estaban inscritas con un lapicero.

“¿Palacio Luñé…?”

Y después de un momento de reflexión, los ojos de Shin se abrieron con


sorpresa.

Las fiestas eran reuniones sociales, lo cual, en otras palabras, significaba


que eran un lugar en donde recolectar información y crear contactos. Y
aunque ella estaba al tanto de que no toda interacción existente podía ser
reducida a temas triviales y refinados tales como música, arte, y filosofía,
aún existía el hecho de que este aburrido lugar era innegablemente…bueno,
aburrido.
Escapando de los incontables susurros avariciosos que llenaban el lujoso
salón del banquete en el Palacio Perle, Lena suspiró con alivio mientras
tomaba refugio en una terraza iluminada por las estrellas. Ella normalmente
no asistía a este tipo de fiestas, y esta noche el lugar parecía casi
deliberadamente plagado con conversaciones apropiadas para su edad, así
como de jóvenes con motivos ocultos. La familia Milizé era originalmente
casa de nobles ricos, lo cual significaba que varias personas tenían sus
miradas fijas en el pedigrí y dinero de esa familia.

Sin embargo, al parecer nadie tuvo la suficiente valentía para acercársele a


Lena hoy. Aunque el vestido negro de seda no estaba exactamente en contra
del código de vestimenta para la fiesta, la combinación de un vestido negro
y flores blancas ornamentales era más apropiada para un funeral que para
una reunión social. Y, además, ella se negó a beber o a iniciar
conversaciones y fue generalmente ignorada por las demás damas en el
salón salvo por las ocasionales miradas molestas que lanzaban hacia ella.
Las únicas personas que hablaron con ella además de Annette, quien se
acercó a ella con una expresión exasperada, y Karlstahl, quien la enfrentó
con lo que parecía una mirada de preocupación en sus ojos, fueron otras
pocas damas mayores con flores saliendo de sus cabezas (casi literalmente)
quienes le hacían cumplidos por su encantadora gargantilla—el dispositivo
RAID.

Cierto es que, ella estaba consciente de lo grosera que probablemente estaba


siendo, pero eso no significaba que tuviera intenciones de seguir la
corriente. Todas esas personas estaban cerrando sus ojos ante la realidad en
este pequeño mundo que construyeron para sí mismos, distrayéndose con la
búsqueda de orgullo, avaricia y riquezas. Era todo demasiado superficial y
tonto. Especialmente después de que un sinfín de Processors habían muerto
uno tras otro para hacer esto posible…

Repentinamente, su Dispositivo RAID se activó.

“¿…Comandante?”

“Capitán Nouzen… ¿Qué sucede?”

Respondió ella con un susurro, apretando el arete de sus Dispositivo RAID


contra su oído de inmediato. No tenían preparada ninguna incursión al
campo de batalla a esta hora del día, pero ¿era posible que una fuerza tan
grande que el segundo escuadrón no era capaz de manejar había
emergido…?

Pero no había rastros de estrés en la voz de Shin.

“Resoné contigo ya que no te conectaste a la hora de siempre. ¿Fue algo


malo? Si no es el momento adecuado, puedo llamar mañana—”

“Está bien. ¿Qué sucede?”

Ahora que lo pensaba, esta era la hora en la cual normalmente hablaba con
el escuadrón Spearhead. Le dio la espalda a la fiesta, como haría si estuviera
hablando por teléfono.

“Recibí una ‘cabeza explosiva especial’ que nos enviaste, así que quería
contactarte al respecto.”

Flores de chispas y fuego florecían brillantemente, ayudando a las estrellas


a iluminar el oscuro cielo nocturno. Los hermosos tonos de fuego químico
brillaban con luz efímera antes de caer al suelo como brasas brillantes cual
nieve del cielo. Luego la siguiente flor tomaba los cielos, zumbando en
dirección opuesta con un estruendoso bang.

Cada vez que una de estas flores tomaba los cielos, era acompañada por
ánimos llenos con el tipo de júbilo reservado para niños. Era natural, puesto
que la mayoría no había visto algo como esto desde su niñez. Sus figuras
eran maravilladas por la luz del fuego por un corto momento, y pronto, esas
sombras comenzaban a danzar con placer.

Hacer esto en la base estaba, por supuesto, prohibido, así que todos se
movieron a un estadio de futbol abandonado en una de las ruinas. Las tropas
y personal de mantenimiento se habían esparcido por el estadio infestado
con malas hierbas, con los Juggernauts lanzando sus sombras solemnemente
a su alrededor. Fido había cargado al personal de mantenimiento hacia acá
y luego había ido a diligentemente colocar tubos de lanzamiento,
moviéndose de un lado a otro mientras usaba un mechero utilizado para
cortar metal en lugar de un encendedor para prender los detonadores.
Observando desde la periferia dentro de Undertaker, el cual se encontraba
en modo de espera, Shin veía como otro fuego artificial más zumbaba por
el aire.

“—Gracias por los fuegos artificiales.”

El índice de sincronización estaba puesto un poco más alto de lo usual,


permitiendo a Lena escuchar un poco la alegría de los demás miembros del
escuadrón. Notar que él había incrementado el índice para que ella fuese
capaz de escucharlos llenaba a Lena de alegría.

“Bueno, es el Festival de la Revolución. Hubo una vez en que lo viste con


tu hermano y padres, ¿verdad? Estoy segura de que todos los demás tienen
sus propios recuerdos.”

Había pasado poco tiempo desde que envió los fuegos artificiales, los cuales
había comprado en la ciudad. Mientras el festival se acercaba, las tiendas
vendían estos fuegos artificiales al por mayor. Ella le había enviado al
comisario una botella de vino caro y había falsificado la etiqueta del
contenedor en la cual los había cargado. Estos eran, después de todo,
combustibles que serían llevados por avión, así que los registró como un
contenedor de municiones. Jamás había pensado bien de los sobornos, pero
considerando cómo se las arregló para forzar a que todo saliera como ella
quería, estaba ciertamente impresionada con la efectividad de estos.

“Esto era tradición del Festival de la Revolución, ¿verdad…? ¿Puedes


ver alguno de los fuegos artificiales de la oficina presidencial desde
ahí?”

“Déjame ver…”

Ella caminó por la terraza, en dirección a donde se encontraba la oficina


presidencial. Parecía que acababan de comenzar. El himno de la República
era reproducido a través de altoparlantes, y hermosas flores de cinco colores
adornaban el cielo. Viendo a los fuegos artificiales hechos con destreza,
Lena sonrió con tristeza.

“Puedo verlos, sí, pero el cielo es demasiado brillante.”


Las luces de las reuniones y festividades de la ciudad eran simplemente
demasiado fuertes. El aire de la ciudad, la cual consumía electricidad sin
recelo, estaba demasiado contaminado. Estos hermosos fuegos artificiales,
los cuales representaban la dignidad y el honor de la República, se veían
terriblemente borrosos.

Probablemente no había nadie en los alrededores de esta fiesta que siquiera


se molestaba en verlos. A pesar de que eran mucho más lindos que aquellos
vendidos en los mercados y sin duda eran fuegos artificiales hechos por las
manos de un habilidoso artesano, nadie en esta ciudad podía apreciar lo raro
de esta vista.

“Estoy segura que los fuegos artificiales por allá son hermosos. La noche es
oscura, y el aire debe estar limpio.”

Sin duda alguna, la noche era oscura, el aire estaba limpio, y muchas
personas los veían atentamente. Los fuegos artificiales en ese pequeño
rincón del campo de batalla deben haber sido muy hermosos. Lena tuvo que
detenerse de desear en voz alta que pudiera estar ahí con ellos. Ese no era
un sentimiento aceptable que pudiera expresar.

En realidad, si Lena así lo deseaba, podía ir ahí tan a menudo como quisiera.
Pero ellos, por otro lado, jamás quisieron estar en ese campo de batalla para
empezar. Y ella no podía sacar a Shin y a los demás de ese lugar. Cualquier
tiempo pasado con ellos no sería más que una efímera ilusión, así que ese
no era un deseo que pudiera compartir. En su lugar ella dijo:
“Algún día, veamos los fuegos artificiales en el Primer Sector. Estoy segura
que se burlarán de lo malos que son.”

Ella sintió a Shin sonreír de manera irónica.

“No recuerdo que fueran tan malos.”

“Entonces ven a verlos tú mismo y descubre si lo recuerdas bien o no. Una


vez la guerra termine y todos ustedes sean dados de baja, podremos verlos
juntos.”

Ella entonces recordó, y su voz titubeó. Daiya. Y los otros seis que
gradualmente perecieron.

“Desearía poder haberle mostrado esto al Segundo Teniente Irma y también


a los demás… Oh, lo siento. Yo y mi mal momento para decir las cosas…”

“No importa. Creo que Daiya y los demás estarían felices si supieran
que fueron los primeros en tener un funeral homenajeado con artillería.
Todos ellos odiaban que nos deprimiéramos y pusiéramos
melancólicos.”

Kino y los otros parecían estar genuinamente disfrutando el momento, y ella


podía distinguir sus risas. Shin debe haber sentido algo también, porque ella
podía sentir las ondulaciones de sus emociones de manera un poco más
clara.

“Y Anju por fin lloró un poco. Ella tiende a reprimirse todo… Así que
esa es una cosa más por la cual sentirme agradecido.”

“…”

Daiya y Anju parecían haberse llevado muy bien y habían sido


aparentemente amigos por un muy largo tiempo.

“Estoy seguro que la Alférez Emma jamás lo olvidará…”


“Tampoco nosotros. Así como tú jamás olvidaste a…mi hermano.”

Él pausó, aparentemente dudando en si acabar la oración, pero


eventualmente continuó.
“Me hizo feliz a sabiendas que…yo mismo jamás pude recordarlo.”

Escuchando ese leve escalofrió en la voz del chico, Lena apenas podía
contener su incredulidad. Ella jamás había escuchado a Shin hablar de sus
sentimientos de manera tan abierta hasta ahora.

“Capitán Nouzen…”

“Comandante. ¿Podrías por favor…no olvidarnos jamás?”

Shin había probablemente dicho esto como una broma. Su voz y tono eran,
de hecho, un poco frívolos. Pero a través de la Resonancia Sensorial, la cual
estaba fija un poco más alto de lo habitual, ella lo sabía. Aunque sutil. Lena
podía sentir el ferviente deseo que yacía tras esas palabras.

Si morimos. Aunque sea por un corto tiempo, ¿podrías recordarnos…?

Lena cerró sus ojos. Sin importar cuan fuertes fueran. Incluso si habían
vivido más campos de batalla de lo que podían contar. Incluso así, la muerte
parecía siempre estar acechándolos.

“Por supuesto… Pero…”

Ella respiró profundo, declarándolo con claridad. Esa era su tarea—el deber
del Handler del escuadrón Spearhead, Vladilena Milizé.

“…Antes de eso, no los dejaré morir. A ninguno de ustedes, no de nuevo.”

Sin embargo, sin importar cuantas veces Lena solicitara Processors para
remplazar a aquellos caídos, sin importar cuantas veces hiciera la petición,
ningún tipo de refuerzo fue despachado para el escuadrón Spearhead.

Cuando entraron en batalla ese día, cuatro más murieron.

Se trataba de un ataque estándar a una fuerza de avanzada de la Legión. La


vanguardia enemiga se mantenía en un punto de apoyo, pero eso era un
señuelo. La posición parecía descuidada, pero estaba en realidad rodeada
por fuerzas esperando para una emboscada. Sintiendo la posición y número
de enemigos en el punto por adelantado como siempre, Shin había planeado
desviarse del frente de la emboscada y golpearlos desde un flanco.

Por alguna razón, los Eintagsfliege no fueron desplegados, y Lena no


detectó más bogeys en la pantalla del radar, pero justo antes de hacer
contacto con el enemigo, Shin y unos cuantos más sintieron algo. Raiden
susurró algo sobre tener un mal presentimiento, lo cual deben haber sentido
todos y fue probablemente eso lo que los mantuvo vivos por tanto tiempo.
El sentido del olfato de un guerrero era algo así como una habilidad que se
paraba frente a frente con el poder de Shin para escuchar a los fantasmas.

Algo cayó diagonalmente desde los cielos, y al momento del impacto, el


radar retumbó con una sirena de emergencia.

Aquellos quienes se habían mantenido vigilantes—y subconscientemente se


prepararon en una posición que les permitiría reaccionar a cualquier
situación—sobrevivieron. Griffin, quien había fallado al esquivar, recibió
un golpe directo y explotó, y Fafnir, quien había estado muy cerca al punto
de impacto, fue bombardeado con metralla y cayó de inmediato. Todas las
demás unidades fueron golpeadas por las poderosas ondas de choque y
perdieron su balance, lo cual ocurrió justo cuando el segundo y tercer
proyectil cayó como parte de un intenso bombardeo.

La computadora de apoyo calculó que la posición desde donde fueron


disparados los proyectiles se encontraba 120 kilómetros al noreste. Una
descarga de artillería de larga distancia como esta por parte de la Legión
jamás había sido registrada. Además, los proyectiles viajaban a increíbles
velocidades. Su velocidad inicial se estimaba de cuatro mil metros por
segundo, excediendo el rango máximo para la artillería por un poco.

La emboscada en si misma era un sacrificio para atraer al escuadrón


Spearhead dentro del rango de fuego de la artillería. Incluso habían predicho
que atacarían por un flanco. Era una estrategia sutil y despiadada, para nada
como lo que se sabía hasta ahora que la Legión era capaz de hacer.

Si Shin no hubiera identificado y destruido a las Unidades de Observación


de Largo Alcance que habían presenciado el impacto, y si el bombardeo no
se hubiera detenido luego de diez proyectiles debido a alguna falla en este
nuevo tipo de armamento, incluso élites como ellos podrían no haber sido
capaces de retirarse, resultando en la completa destrucción del escuadrón.

Y ahora, después de que se habían quitado de encima a las unidades que los
perseguían, el equipo había perdido un total de cuatro miembros. Chise,
Kino, Kuroto, y Touma—Muertos en Combate. Solamente nueve
Juggernauts quedaban. Finalmente habían sido reducidos a menos de la
mitad de sus números originales y estaban ahora en un solo digito.

“Yo…”

Llena de terror, Lena intentó hablar. Su boca estaba seca. Una imagen
aterradora, cierta premonición horripilante la golpeó. Las palabras dejaron
su boca como si las hubiera tosido.

“Haré que envíen refuerzos. Haré que se comprometan a hacerlo justo


ahora—hoy. Esto no puede… ¡Esto es una locura…!”

El escuadrón Spearhead había estado operando con eficiencia media por


semanas. No tenían suficientes soldados o suficiente tiempo para descansar,
y solo habían podido a penas defenderse al pedir a otras unidades refuerzos
y que tomaran algunas de sus batallas. Los Cuarteles Generales estaban
completamente consientes de esto, pero nada habían hecho. Por alguna
razón, podían pedirles ayuda a otros escuadrones, pero todas las peticiones
para recuperar los rangos perdidos eran ignoradas. Ella incluso soportó la
vergüenza de utilizar sus conexiones con Karlstahl para que él enviara la
requisición en su lugar, pero incluso una petición de un Comodoro como él
no trajo ni un solo refuerzo al escuadrón Spearhead.

Shin abrió su boca y dijo brevemente:

“Comandante.”

“Le pediré al Comodoro de nuevo y haré que responda por nosotros. Y si


eso no funciona, yo haré todo lo posible para—

“Comandante Milizé.”

Tras ese segundo y un poco más contundente llamado, Lena guardó silencio.
“Chicos. Todos estamos de acuerdo con esto, ¿verdad?”

“…Sí.”
Raiden asintió de parte de los sobrevivientes. Un pesado silencio sobre
todos los demás.

“¿…Qué estás…?”

“Puedes detenerte ya, Comandante. Sin importar lo que hagas, ahora


todo será inútil.”

“¿De qué estás hablando, Capitán…?”

“Ya no vendrán refuerzos. Ni uno solo. Sin importar qué.”

“¿…Eh…?”

Y entonces Shin dijo silenciosamente, declarando la verdad que todos


sabían pero que jamás le habían dicho a Lena.

“Todos moriremos aquí. Este escuadrón es nuestro ‘campo de


ejecución’.”
Interludio: El Caballero Sin Cabeza III
Desde que podía recordar, él había sido capaz de escuchar las voces de su
madre, hermano, y de otros a su alrededor. Eran voces que hablaban sin
decir palabra alguna y que expresaban solamente amabilidad y afecto. Y es
por eso que él pensó en confiar en alguien en quien no debía. Esa fue la
causa de todo lo ocurrido.

Su padre murió poco tiempo después de enlistarse, y pronto, su madre se


dirigió al campo de batalla también. A Shin y a su Hermano se les fue dado
refugio en una iglesia en un rincón del campamento de concentración, donde
un sacerdote los cuidó y crio. El campo de concentración al que Shin fue
enviado estaba construido en los restos de una villa en donde el sacerdote
solía vivir.

Aunque un Adularia, el sacerdote se oponía enormemente al confinamiento


de los Ochenta-y-Seis. Cuando la iglesia de los ochenta y cinco Sectores se
negó a ofrecer santuario a los Ochenta-y-Seis, el sacerdote decidió quedarse
solo, tras las cercas de alambre de púas en el campamento de concentración.

Era evitado por los Ochenta-y-Seis debido a que era un Alba pero era un
amigo cercano de los padres de Shin. Así que cuando los dos padres fueron
enviados al campo de batalla, el sacerdote cuidó a los niños. Si no lo hubiera
hecho, Shin y su Hermano podrían no haber sobrevivido. Había gran
resentimiento hacia los Alba en los campos de concentración, al igual que
hacia los descendientes del Imperio que había comenzado la guerra. Los dos
hermanos, quienes tenían sangre Imperial pura corriendo por sus venas, se
habrían vuelto salidas para el enojo de las personas de no haber sido por la
protección del sacerdote.

Sucedió poco después de que Shin cumpliera ocho, la noche en la cual


recibieron la noticia de que su madre había muerto en el campo de batalla.
Sus padres estaban muy lejos como para conversar, pero Shin podía siempre
sentir las voces de su madre y padre a la distancia. Pero una noche, sus voces
se desvanecieron, y unos pocos días después, los chicos recibieron un trozo
de papel diciendo que sus padres habían muerto.

A pesar de que la nota informaba sobre sus muertes, las palabras


difícilmente expresaban significado alguno para Shin. Él no había
presenciado sus últimos momentos ni visto sus restos, así que la simple
palabra muerte no podía comunicar la irreversible totalidad de esta gran
pérdida a la inocente y joven mente de Shin.

Él no se sentía triste ni tampoco sentía haber perdido a un ser querido;


simplemente estaba confundido. Incluso si las personas le decían que sus
padres no regresarían y que jamás los vería de nuevo, él no podía entender
la razón. El día que se fue, su mamá le había sonreído y le había acariciado
la cabeza, diciéndole que fuera un niño bueno y que escuchara a su hermano
y al sacerdote. ¿Por qué ya no iba a regresar? Aunque intentaba con todas
sus fuerzas responder esa pregunta, él no podía.

Es por eso que decidió preguntarle a su hermano. Rei, quien era diez años
mayor, podía hacer y sabía todo. Siempre mantenía a salvo y apreciaba a
Shin más que a nada en el mundo. Así que él también sabría sobre esto. Rei
se paraba quieto en la oscura habitación, con solo la luz de la luna
iluminándolo. Shin le habló a su hermano, quien tenía su gran espalda contra
la puerta.

“Hermano…”

Rei volteó a verlo lentamente. Sus ojos negros estaban rojos e inflamados
por las lágrimas y llenos con dolor e indignación. Pero en contraste a esa
tormenta de emociones estaba una mirada vacía que Shin jamás había visto
en el rostro de su hermano, una expresión que lo asustó un poco.

“Hermano… ¿Dónde está mamá?”

Él sintió como si algo dentro de esos ojos negros se hubiese agrietado. Aun
boquiabierto ante el dolor de su hermano, aun escuchando su angustia, Shin
continuó.

“¿No volverá? ¿Por qué…? ¿Por qué…murió?”

Un silencio pesado cayó sobre ambos, como si algo se hubiese roto.


Aquellos ojos completamente negros y congelados se hicieron pedazos, y
una violenta locura surgió de esas grietas. Al siguiente momento, Shin había
sido tomado por la garganta y arrojado contra el piso de madera.

“¡Urk…!”
Sus pulmones estaban siendo aplastados, y el aire intentando escapar de
ellos estaba atrapado en su estrangulada tráquea. Su visión se estaba
volviendo oscura por la falta de oxígeno. Su hermano había movilizado todo
su peso y fuerza hacia la garganta de Shin, la presión amenazando con
romperla. Los ojos negros de Rei lo veían de cerca, brillando con ira y odio.

“Es tu culpa.”

Su voz escapó como un gruñido de entre sus dientes apretados.

“Mamá fue al campo de batalla porque tú estabas aquí. Mamá murió por tu
culpa. ¡Tú mataste a mamá!”

Si tan solo tú no existieras.

Shin podía escuchar la voz de su hermano perforando con ese estruendoso


grito. Era como fuego infernal, como un cuchillo, un pensamiento en bruto
incapaz de contenerse debido a esa pureza. Ese pensamiento apuñaló su
mente sin piedad como una daga.

Desearía que jamás hubieras estado aquí. Desearía que jamás hubieses
nacido. Bien podría arreglar eso ahora. Desaparece de este mundo.

Muere.

“Sin (Pecado). Esa palabra está en tu nombre. Perfecto para ti. Es toda tu
culpa. Todo— ¡todo es tu culpa! La muerte de mamá, el hecho de que voy
a morir—todo— ¡todo es culpa de tu pecado!”

Él estaba aterrorizado. Del grito de su hermano. De la voz de su hermano.


Pero él no podía moverse o tapar sus oídos. Por eso Shin escapó a aquel
lugar. Más allá de las profundidades de su corazón, más profundo que las
partes más lejanas de su alma, el lugar a donde sus padres habían ido. Su
conciencia se apagó en silencio, y todo se volvió negro y disipó.

Cuando Shin despertó se encontraba recostado en su cama, con solamente


el sacerdote sentado a su lado. Él dijo que ya todo estaba bien ahora. Rei ya
no estaba ahí. Parecía que aún se encontraba en la iglesia, pero no vería a
Shin ni una sola vez. Mientras tanto, Rei había acabado los protocolos para
enlistarse y dejó la iglesia unos pocos días después. El sacerdote lo escoltó,
como si intentara ocultar su espalda. Su hermano se reusó a ver a Shin o
siquiera a darle unas palabras de despedida. Él probablemente seguía
enojado, y Shin estaba asustado de decir algo, por miedo a que él se enojara
de nuevo.

Y así, Rei se fue, ninguno de ellos diciendo nada hasta el final. Fue entonces
que Shin dejó de escuchar la voz de su hermano, la cual siempre había sido
capaz de escuchar antes, y en las raras ocasiones que Shin reunía el coraje
para llamarlo, no llegaba ninguna respuesta. Eventualmente no tuvo
elección más que aceptar que su hermano no lo había perdonado… Que su
hermano jamás lo perdonaría.

Fue también alrededor del tiempo en que su hermano lo dejó con esta
cicatriz que Shin notó que podía escuchar esas voces, aunque leves,
susurrando a lo lejos. No podía entender lo que decían, pero entendía lo que
intentaban expresar. Y en algún punto, voces humanas comenzaron a
mezclarse con ellas. Recitando los mismos mantras cual grabadora rota—el
fraseo podría haber diferido, pero todas lloraban en busca de la misma cosa.

Naturalmente entendió que esos susurros que nadie más que él—ni siquiera
el sacerdote—podía escuchar. Probablemente había sido asesinado por su
hermano en ese entonces… Probablemente había estado muerto desde
entonces. Y ya que él había muerto, pero aún seguía en este mundo, podía
escuchar los llantos de otros fantasmas como él. Y un día, su hermano se
unió al coro de lamentos. Él se dio cuenta que su hermano había muerto y
estaba llamándolo a él.

Ese día, Shin se enlistó en el ejército.


Capítulo 6
Fiat Justitia Ruat Caelum
“¿Qué…?”

Al principio, ella no podía entender lo que Shin acababa de decir. ¿Todos


morirían? ¿Su campo de ejecución?”

“¿Qué están…?”

Pero repentinamente lo entendió. Hace seis años, ella había conocido a Rei,
quien era un Processor. Los Ochenta-y-Seis marchaban en este desgarrador
campo de batalla a cambio de la restauración de los derechos civiles de sus
familias. Pero en ese caso, ¿por qué el hermano menor de Rei, Shin—quien
debería tener sus derechos como ciudadano restaurados gracias al
reclutamiento de Rei—se paraba en un campo de batalla en estos momentos
como un Processor, como un Ochenta-y-Seis? Al igual que los demás
Processors. Cada año, decenas de miles de reclutas eran enviados a las líneas
del frente. Pero si estaban siendo enviados aun en estos momentos, ¿qué
habían estado haciendo sus padres y hermanos mayores todo este tiempo?

“¡Imposible—!”

“Es posible, ¿bien? Para empezar, los malditos cerdos blancos jamás
tuvieron la intención de restaurar los derechos de los Ochenta-y-Seis.”

“Nos atraen para enlistarnos con esa promesa y entonces nos usan hasta
haber exprimido toda nuestra vida. Son unos malditos cerdos. No
pueden caer más bajo que eso.”

Lena sacudió su cabeza en el calor del momento. Quizás gracias a su sentido


de moralidad esto era imposible de aceptar. La República. La patria que la
había dado a luz y la había criado. Sin importar qué, esa patria jamás iría
tan lejos.

“¡No puede, no es posible, no puede ser—!”

Theo suspiró. No como acusación sino debido a amarga simpatía.


“No te estamos culpando, pero… Has vivido en los ochenta y cinco
Sectores desde que la guerra comenzó. ¿Has visto algún Ochenta-y-Seis
ahí?”

“¡…Ah—!”

La cantidad de tiempo que un Ochenta-y-Seis debía servir a cambio de la


restauración de sus derechos era cinco años. Incluso si los Processors
morían durante la guerra, la concesión a sus familias debería haber sido
garantizada. Después de nueve años de guerra, las familias de los Processors
muertos deben haber tenido permitido regresar a casa, pero ella jamás había
visto a nadie. A ni uno solo. Lena puede haber pasado toda su vida en el
primer sector, donde los Colorata eran escasos, pero incluso así— ¿no ver a
ni uno solo? Eso no podía ser cierto.

¿Cómo podía haber sido tan inconsciente? Se sentía enferma.

Había demasiadas pistas. El hecho de que Rei y Shin fueran hermanos.


Processors que eran niños cuando sus padres o hermanos se enlistaron. El
Primer Sector siendo habitado solo por Alba. Y ella lo había ignorado todo.
Después de todo lo visto, ella aun creía en la infalibilidad de la República,
como una maldita idiota.

“La mayoría de Processors no viven para ver el fin de su servicio, así


que la República puede escabullirse del trato sin problemas. El
problema somos nosotros los Portadores de Nombres, fenómenos que
no mueren y sobreviven por años en el campo de batalla. Si vivimos,
significa que somos suficientemente inteligentes para evitar ser
asesinados, y desde la perspectiva de otros Ochenta-y-Seis, somos
héroes. Probablemente no quieren que comencemos una rebelión.”

La voz de Raiden era tranquila. No cargaba indignación hacia la República,


sino que parecía como si se hubiese cansado de estar enojado.

“Y es por eso que transfieren a los Portadores de Nombres a las zonas


en disputa de sus respectivos frentes. Esperan que muramos ahí. Y la
mayoría del tiempo, incluso habilidosos Portadores de Nombres no
sobreviven. Pero existen Processors como nosotros, aquellos con la
suerte y las agallas para sobrevivir a pesar de todo. Aquí es donde todo
termina. La unidad defensiva del primer distrito de cada fuerte. Este es
el sitio final de eliminación. Este escuadrón es para Portadores de
Nombres que deben ser eliminados. Son desechados a este lugar y
forzados a luchar hasta morir. Los refuerzos jamás vendrán. Enviarán
al siguiente grupo para ser eliminado una vez nosotros seamos
completamente aniquilados… Este es el final de la línea para nosotros.
Todos vamos a morir aquí.”

La perversión de todo esto hacia girar su cabeza. Ellos no luchaban para


defender algo. Solo luchaban con el conocimiento de que morirían tarde o
temprano. Esto ya no era siquiera reclutamiento forzado. Era genocidio por
parte de un enemigo extranjero.

“P-Pero…”

Lena tartamudeó, aferrándose a ese último hilo de esperanza.

“¿Pero y si aun así sobreviven…?”

“Ah. Sí, hay muchos que no saben cuándo rendirse… Y para


deshacerse de ellos, la misión final de su sentencia es una operación
especial de reconocimiento con un índice de éxito o supervivencia del
cero por ciento. Nadie jamás ha regresado de eso. En cuanto a los
cerdos blancos, esto es lo mismo que encargarse de basura de la cual es
difícil deshacerse. Algo para celebrar, ¿entiendes?”

“…”

Ellos fueron forzados a entrar a un campo de batalla de muerte casi segura


para defender a otros sin compensación alguna. Si vivían demasiado, eran
usados hasta la muerte o enviados a un escuadrón designado para ser
asesinados—y si incluso sobrevivían eso, prácticamente se les ordenaba
morir.

Lágrimas de enojo nublaban su visión. Enojo hacia su país. ¿Cuán profundo


y completamente corrupto podía ser este país? Ella recordó a Theo y a
Raiden quejándose una y otra vez sobre lo aburridos que estaban. Ella
recordó preguntarle a Shin sobre lo que haría una vez fuera dado de baja y
cómo él había dicho que jamás pensó al respecto. Para empezar, ellos jamás
tuvieron un futuro. Jamás tuvieron un futuro el cual esperar. Todo lo que
tenían era una orden de ejecución firmada de antemano, sin manera de saber
cuándo llegaría la fecha.

“¿Todos lo sabían…?”

“Sí. Lo siento… Shin y Raiden, todos nosotros… No sabíamos cómo


decírtelo.”

“¿Desde…cuando…?”

Su propia voz sonaba como si estuviera agrietándose. En contraste, Kurena


respondió con antinatural brusquedad.

“Desde el principio. Digo, mi hermana, los padres de Theo, la familia


de Shin… Todos fueron al campo de batalla, pero los cerdos blancos
jamás mantuvieron sus promesas… Así que todos lo sabíamos.”

“¡Pero si lo sabían—! ¡¿Por qué siguieron luchando?! ¡¿Por qué no


escaparon…?! ¡¿Por qué no intentaron vengarse de la República?!”

Escuchando los gritos de Lena, Raiden cerró sus ojos y sonrió irónicamente.

“No tenemos a donde escapar, princesa. Hay un ejército de la Legión delante


de nosotros y un campo minado y un cañón de artillería detrás. Claro, una
rebelión suena bastante bien, pero…los Ochenta-y-Seis estamos demasiado
cansados para eso.”

Si se tratara de la generación de sus padres, aun podría haber sido posible.


Pero esa generación había priorizado garantizar la seguridad de sus familias
y su libertad para vivir de manera decente a derrocar a la República, yendo
al campo de batalla para asegurarse de ello. Si no lo hubieran hecho, sus
familias en los campos de concentración fuera de la Gran Mule habrían sido
las primeras aniquiladas por la Legión. No tenían elección más que aferrarse
a las dulces palabras de la República.

Y cuando sus padres murieron, los hermanos mayores fueron al campo de


batalla para probar su lealtad y valor como ciudadanos de la República.
Querían probarle, a sí mismos y a la República que los trataba como basura,
que ellos eran orgullosos ciudadanos que podían retomar su honor. Que eran
ellos, y no los cerdos blancos que negaban defenderse por sí mismos,
quienes eran verdaderos ciudadanos de la República. Pero Raiden y los otros
no tenían ni siquiera eso.

Habían perdido a sus familias hacía mucho y eran demasiado jóvenes para
recordar ser transportados a los campos de concentración o los días que
pasaron seguros en el refugio llamado República. Cualquier recuerdo de
vivir en las ciudades o de ser tratados como humanos eran lejanos y estaban
fuera de su alcance.

La única vida que conocían era la de ganado rodeado por alambre de púas
y campos minados, y la única República que conocían era quien los
persiguió y llevó a esta situación. Jamás conocieron a la República que
aclamaba por libertad e igualdad, hermandad y justicia y grandeza. Habían
sido reducidos a cerdos antes de que pudieran desarrollar cualquier tipo de
conciencia u orgullo como civiles. Raiden y los demás no se veían a sí
mismos como ciudadanos de la República.

Ellos eran Ochenta-y-Seis—nativos de este campo de batalla donde vivían


y morían, rodeados por enemigos hasta su última respiración. Este era el
único honor que podían probar. No les importaba en lo absoluto la
República de San Magnolia. Ese país extranjero poblado por cerdos podía
prender en llamas y a ellos no les importaría.

“¿Entonces…por qué…?”

Ellos no estaban obligados a responder esa pregunta tampoco. Pero sin


embargo respondieron, por esta chica. Esta tonta chica quien se aferraba a
ellos sin importar cuanto le gritaran, cuanto la golpearan, o cuantas veces
fuera expuesta a los llantos de los muertos. Quizás después de todo este
tiempo, ella finalmente los había hecho resignarse.

Raiden abrió su boca para hablar después de confirmar que no había


objeción alguna en el silencio de sus camaradas.

“Hasta cumplir los doce años, cierta anciana Alba me dio refugio en el
Noveno Sector.”

“¿…? ¿Qué…?”
“Shin fue criado por un sacerdote que se quedó dentro de un campamento
de concentración después de rehusarse a evacuar, y ya escuchaste la historia
de Theo acerca de su capitán. Todos sabemos lo terrible que pueden ser los
Alba. Kurena tuvo que tratar con algunos de los Alba más horribles que
podrías imaginar. Pero Anju y Shin también conocen Ochenta-y-Seis igual
de terribles.”

Habían conocido tanto la vulgaridad despreciable como la más radiante


grandeza de la humanidad.

“Y así fue como lo decidimos. Fue simple en realidad. Decidimos que


queríamos ser ambas cosas.”

Ellos salían de sus pequeñas cabinas y se alzaban hacia los cielos. Él puede
haber olvidado las oraciones que aquella anciana le había enseñado o el dios
en el que había creído, pero aun podía recordar claramente la conmovedora
imagen de ella en el suelo llorando amargamente por ellos.

“Si la venganza fuese lo único que buscáramos, entonces realmente no sería


tan difícil de lograr. Todo lo que tendríamos que hacer es dejar pasar a la
Legión… Claro, moriríamos, pero la República también estaría condenada.
Imaginar a los cerdos blancos finalmente teniendo lo que se merecen…
Bueno, tiene cierto encanto, lo reconozco.”

Sus camaradas en los campos de concentración también morirían, pero de


igual modo lo harían en unos cuantos años de una manera u otra. Darles la
espalda porque ya no existe esperanza era…algo que los Processors
probablemente podrían hacer.

“Pero, aun así, hay Alba que no merecen morir solo porque sí, y, además,
pasar por todo el problema de morir para ello no lograría nada realmente.”

“…”

Lena aparentemente no podía entenderlo. Su silencio parecía decir que, si


estaban contentos con eso, que así fuese. Él no pudo evitar reír. Esta
princesita realmente fue criada demasiado bien y era una idiota.
Probablemente jamás pensó ni quiso tomar venganza de alguien. La
venganza y el desprecio no eran tan simples como para ser resueltos al matar
a quien sea que odiaras.
“No es una venganza hasta que la otra persona lamente todas las mierdas
que han hecho con cada fibra de su ser, hasta que se pongan de rodillas y
rueguen tu perdón. Ahí es cuando los matas. De otro modo, no es
venganza… Pero después de todas las cosas descaradas que hicieron, una
rebelión o masacre no haría que los cerdos blancos lamentaran algo.
Desviarían sus miradas de sus propios errores y estupidez, los tirarían sobre
alguien más, actuarían como la victima trágica, y entonces morirían
clamando inocencia… Ni en un millón de años nos rebajaríamos al nivel de
la República. Todo lo que eso haría sería alimentar su ego narcisista.”

Su tono se había vuelto más severo sin notarlo. Si había algo que no podían
perdonar, era eso. El hecho de que la República realmente creía que no podía
equivocarse. Así como aquellos soldados que se burlaron de la anciana que
solo había seguido lo que dictaba su conciencia y peleado contra la opresión.
O los ciudadanos que cerraban sus ojos y tapaban sus oídos a la realidad de
la guerra, encerrándose en una frágil realidad dentro de sus paredes
fortificadas. Esos cerdos blancos que les arrebataban a otros sus derechos a
pesar de rehusarse a llevar a cabo sus propios deberes y que tenían la audacia
de clamar que eran correctos y nobles sin una pizca de vergüenza por sus
acciones. Eran inconscientes irremediables, completamente ciegos ante la
terrible contradicción entre sus acciones y palabras.

Ellos jamás, bajo ninguna circunstancia actuarían como esos cerdos.

“Si tratamos a esos bastardos de la manera en que nos trataron, nos


volveríamos el mismo tipo de escoria. Si tenemos que escoger entre luchar
contra la Legión y morir o rendirnos y morir, bien podríamos luchar y
sobrevivir tanto como podamos. Jamás nos rendiremos o perderemos
nuestro rumbo. Es por eso que luchamos—esa es toda la prueba que
necesitamos para saber que existimos… Y si terminamos protegiendo a los
cerdos blancos en el proceso pues que así sea.”

Ellos eran los Ochenta-y-Seis. Personas de guerra, lanzadas al campo de


batalla. Luchar hasta el momento en que su fuerza flaqueara y vivir al
máximo hasta entonces era su orgullo. La Handler mordió su labio con
frustración. El sabor a sangre, la sangre de otra persona, se esparció por la
boca de Raiden.
“¿Incluso si al final…la única cosa que pueden esperar es la
muerte…?”

Su voz sonaba como si quisiera que ellos demandaran venganza. Raiden


sonrió con tristeza ante su tono.

“¿Qué tipo de idiota se cuelga solo porque sabe que morirá mañana? Incluso
si no tienes elección más que caminar a la horca, aun puedes escoger la
forma en que subirás los escalones. Hemos hecho nuestra decisión. Y todo
lo que queda es vivir acorde.”

Y fue precisamente por esto que habían sido capaces de ver desafiantes a la
inevitable muerte que les aguardaba.

Raiden se detuvo ante la persiana abierta del hangar, fijando su mirada en


la silueta de un hombre y la gran estructura de un Carroñero. Luz de luna
azul perforaba la brisa nocturna mientras las estrellas iluminaban el cielo
oscuro con su entusiasta brillo. Las estrellas y luna eran implacables. El
mundo no era hermoso por otras personas. Este mundo era apático ante los
problemas de los individuos humanos.

“Está bien. No hay mucho que podamos hacer en realidad. Gracias por lo
de hoy.”

“…Pi.”

Raiden observó a Fido dejar caer sus hombros tristemente (literalmente


bajando sus piernas delanteras) mientras se retiraba, y entonces le habló a
Shin.

“¿Es sobre Kino y los demás?”

“Sí… No pudimos encontrar ninguna parte de la unidad de Chise. Ha pasado


un buen tiempo desde la última vez que tuve que buscar un remplazo.”

“Tan solo usa el modelo a escala de avión en el que él trabajaba. Las alas
deberían ser perfectas… Pero diablos, ¿ni siquiera quedó una pieza? Me lo
imaginaba, digo, un proyectil le impactó directamente…”
Fido pasó un largo tiempo explorando el campo de batalla de ese día en
búsqueda de lapidas de aluminio para los caídos. Marcar estos fragmentos
como objetivos principales de búsqueda. A pesar de ser una tarea sin
relación al propósito original de Fido. Era un hábito que había contraído
durante sus años de servicio para la Parca.

Raiden había escuchado la historia de lo que sucedió por parte de Shin. El


primer fragmento de una Marca Personal que Fido había traído a la cabina
llena de recuerdos de los muertos del Juggernaut sin nombre de Undertaker
era el de un caballero esquelético sin cabeza blandiendo una espada.
Encontraron los restos de esa unidad en unas ruinas, y Shin adoptó la marca,
cambiando la espada por una pala. Era la unidad de su hermano y la Marca
Personal de su hermano.

“Puede que esté molestándote, pero lo diré de todos modos. No fue tu


culpa.”

La habilidad de Shin podía decirle en dónde se encontraba la Legión, pero


no podía decirle el tipo de unidad. Podía deducirlo hasta cierto punto basado
en el número de enemigos y su formación, pero no cuando esos enemigos
estaban ocultos en la distancia entre muchas otras unidades, y menos cuando
se trataba de un enteramente nuevo tipo de unidad que no tenía manera de
saber que existía.

Shin le dio a Raiden una corta mirada y se encogió de hombros sin mediar
palabra. Raiden asumió que probablemente en realidad aquello no le
molestaba, pero eso estaba bien. Armarse de valor y morir al final del
camino era, después de todo lo dicho y hecho, la responsabilidad de aquellos
que murieron.

Los claros ojos rojos de Shin voltearon a ver en dirección al campo de


batalla de ese día, y Raiden fijó su mirada en ese lugar también. Sus mentes
aún seguían concentradas en los eventos de ese día y en la unidad de la
Legión de Artillería de Largo Alcance que les había disparado.

“…Pensé que le dispararía a la base después, pero por alguna razón, aun no
lo ha hecho.”

“La artillería pesada está diseñada para fuego de supresión o para destruir
objetivos fijos. No está hecha para disparar hacia armas blindadas y no es
algo que usarías para acabar con un solo escuadrón. Probablemente lo
crearon para bombardear ciudades y fuertes. Supongo que esa fue una
prueba de tiro, y pensaron que ya que estaban en eso bien podían
dispararnos.”

Raiden rio sombríamente.

“Acabaron con cuatro de nosotros. Habría sido nuestro fin si hubieran


continuado disparando.”

“Si la Legión completa esa nueva unidad, van a acabar con más de solo
cuatro unidades. Dejarán las ruinas de la República. No es que eso nos
afecte mucho… Pero la Comandante no puede dejar que eso ocurra. Igual
ella será quien deba pensar en un plan.”

Shin habló indiferentemente, pero Raiden estaba un poco sorprendido. Shin


probablemente no lo había notado aún.

“¿…Qué?”

“Nada.”

Él jamás había escuchado a Shin expresar preocupación por la Handler hasta


ahora.

“…Sin importar el caso, ese cañón de larga distancia es igual a los Skorpion
en el sentido de que necesita Unidades de Observación de Largo Alcance.
El cañón en sí mismo parece estar apagado por ahora.”

“¿Cómo lo sabes?”

“Por su voz. Seré capaz de saber cuándo se mueva para dispararnos la


próxima vez… Aunque probablemente no disparará ese cañón de nuevo.”

“¿…?”

Shin volteó a ver a Raiden, quien lo veía confundido. Girando su mirada de


regreso al cielo de aquel distante campo de batalla, Shin entrecerró sus ojos.
“Él me encontró. Probablemente estaba viendo a través de los sensores
ópticos de los Ameise que servían como Unidades de Observación.”

“¡…! ¡¿Tu hermano…?!”

Raiden se congeló en su lugar. Jamás lo había visto personalmente, pero se


habían encontrado con fuerzas lideradas por esa unidad de la Legión varias
veces. Era un Pastor que empleaba aterradoramente sutiles, desalmadas e
ingeniosas estrategias. Shin sonrió inconscientemente, viendo en la
dirección donde el Pastor probablemente estaba. Era una sonrisa de miedo
e imprudencia, la sonrisa de un demonio de guerra que danzaba entre las
fauces de la muerte. Su delgado cuerpo temblaba con emoción, y sin darse
cuenta, se envolvió a si mismo con sus brazos, como si intentara detener sus
movimientos.

“Puedo sentir que se encuentra en las afueras de este distrito, y parece que
me ha notado. Vendrá por mí la próxima vez. No hay manera en que me
vaya a disparar desde la distancia. Esa es una manera demasiado simple de
terminar con todo esto.”

Raiden hizo una mueca, mientras un miedo frio y penetrante lo sujetaba. Ni


una sombra quedaba de su confiable camarada quien siempre era recatado.
Una furiosa y profunda locura habían tomado los rasgos faciales de Shin. Él
iba en busca de la cabeza de su hermano. La cabeza del mismo hermano
quien una vez lo había matado a él. Buscando a la Legión que había robado
la voz de su hermano cuando él murió en aquellas ruinas del frente Este.

La Muerte rió. Como un cuchillo. Como locura. Como el horripilante brillo


del filo de una antigua espada, astillada y afilada tras incontables batallas,
mientras era blandida para reclamar la vida de su presa.

“Este es el mejor resultado que yo podría haber esperado, pero ustedes


chicos recibieron la peor parte… ¿Qué harán? A sabiendas que morirán
mañana, ¿se colgarán hoy?”

Raiden también estaba sonriendo sin temor. El hombre lobo igualaba a la


Parca en cuanto a ferocidad. Era una bestia salvaje que mordía a matar
cualquier cosa que lo amenazara, su fijación en la vida siendo fiera y salvaje.
Él podía ver, por el rabillo de su ojo, esa cuenta regresiva al otro lado del
hangar.
¡CIENTO VEINTINUEVE DIAS HASTA EL FIN DE MI SERVICIO!
¡GLORIA AL MALDITO ESCUADRON SPEARHEAD!

Y el final de sus servicios significaba la muerte. Esta ridículamente jovial


cuenta regresiva contaba los momentos restantes hasta sus ejecuciones. El
tiempo restante de esta detenida cuenta regresiva era en realidad treinta y
dos días. Incluso si esa cuenta regresiva caía a cero, ellos aun seguirían
luchando y viviendo.

“¿Crees que esto es una broma…? Estaremos junto a nuestra Parca hasta el
final.”

“Vaya… Santo cielo… Eso es justo lo que esperarías de la República…”

La expresión de Annette se volvió una de perplejidad cuando escuchó la


historia de Lena. Lena había dicho que sería malo hablar donde otros
pudieran escuchar, así que habían llevado la conversación al laboratorio.
Ella había servido café en sus tazas decoradas con conejos blancos y negros,
junto con unas extrañas galletas mitad rosa mitad purpura.

“Annette, por favor, tienes que ayudarme. No podemos dejar que esto…
Tenemos que detener esto.”

Annette continuó mordisqueando las galletas con apatía, sus ojos plateados
viendo a Lena.

“¿Qué quieres exactamente que haga?”

Era una mirada fría y seca, como la de una bruja que había vivido por mil
años y se había cansado del mundo.

“¿Un discurso por TV? ¿Hablar con los altos mandos? Sabes que eso no
cambiará nada. Puedes ser apasionada e idealista todo lo que quieras, pero
si las palabras bonitas pudieran hacer que todos cambiaran de parecer, las
cosas no habrían llegado tan lejos en primer lugar. Lo sabes muy bien.”
“Eso—“

“Ya detente. No hay nada que puedas hacer. Sin importar lo que intentes,
no llegará a nada, así que ya—”

“¡Detente, Annette!”

Lena detuvo las palabras de Annette, incapaz de soportarlo más. Ella era su
preciada amiga, pero Lena no podía permitir que siguiera con su discurso.

“Hay vidas en juego. Tú lo sabes… Así que deja de intentar hacerte la


villana solo para tener una excusa para no hacer nada. Deja de decir esas
tonterías.”

“¡Tú eres la que necesita dejar las tonterías!”

Annette se levantó de repente. Lena pasó saliva por la sorpresa. Así de


amenazante era la mirada de Annette.

“Ya detente. En serio, ya—detente. No hay nada que podamos hacer. ¡No
hay nada en nuestro poder que pueda salvar a esas personas!”

“¿Annette…?”

“…Una vez tuve un amigo.”

El rugido de Annette cayó de manera instantánea a un leve murmuro. Era la


débil e incapaz voz de una chica que había sido llevada completamente a un
punto muerto.

“Él vivía en la casa de al lado. Nuestros papás trabajaban en la misma


universidad. Eran amigos, y yo jugaba con ese chico a menudo. La familia
de la madre del chico tenía un misterioso poder, la mamá, el chico, y su
hermano mayor podían sentir los sentimientos el uno del otro, incluso desde
la distancia.”

El padre del chico era un neurólogo e investigaba la manera en que el


cerebro operaba cuando las personas sentían empatía, para así crear una IA
que pudiese hacerse amiga de las personas. Así que a pesar de que era una
investigación, nadie hizo nada particularmente peligroso. Usaron sensores
con forma de juguetes para intentar hacer que se comunicaran desde
diferentes habitaciones, y ya que los experimentos eran todos como un
juego, Annette se metía y demandaba que la dejaran jugar también. El padre
de Annette reunía voluntarios de la universidad para recrear estos
experimentos, y todos participaban a cambio de créditos extra y de
refrigerios de la madre de Annette. Difícilmente hubo resultados notables,
pero fue divertido.

“Pero todo terminó cuando comenzó la guerra.”

A pesar de haber a penas comenzado la escuela primaria, el chico dejó de ir


a clases. Así de mala se había vuelto la discriminación en contra de los
Colorata. Annette era intimidada en la escuela por ser amiga de una
“mancha”. Un día, ella llegó a casa de la escuela, y el chico llegó a jugar
con ella, y ella lo agredió verbalmente en su enojo. Comenzaron a discutir,
e incapaz de soportar más su irritación, ella lo llamó una “mancha”.

El chico no parecía ofendido; él veía a Annette con la expresión de


confusión de un niño quien no entiende cómo había sido llamado. Pero
incluso así, Annette se estremeció, notando que una irreparable fisura se
había formado entre ambos, y que ella había sido quien lo provocó todo.
Estaba aterrorizada.

Y es por eso que ella dijo aquello. Sus padres sugirieron dejar que la familia
de su amigo tomara refugio en su casa. Su padre era atormentado por el
miedo al peligro que su familia podría enfrentar si su acto de piedad era
descubierto, así que él le preguntó a Annette qué deberían hacer. Y ella se
lo dijo. Ella le dio a su padre, quien probablemente simplemente buscaba
esa última afirmación, un último empujón…en la dirección contraria.

No me importa ese chico. No quiero estar en peligro por su culpa.

El chico y su familia fueron llevados a un campo de concentración al día


siguiente.

Ella debía creer que no había nada que pudiera haber hecho, que no había
nada que pudiese ser hecho en primer lugar. Pero, sin embargo, Annette
temblaba mientras reía.
Así es como son las cosas, así es como deben de ser. Pero esta amiga mía…
¿por qué siempre lanza esa mirada idealista en mi dirección…?

“Sabes, Lena, puedes actuar como una santa tanto como quieras, pero eres
igual de culpable que todos nosotros… ¿Tienes idea de cuantos Ochenta-y-
Seis tuvieron que morir para desarrollar ese Dispositivo RAID que llevas
puesto?”

“…No puedes hablar en serio.”

Experimentación humana—

“Después de todo, el dispositivo transmite palabras, por lo cual no tendría


sentido usar animales. El hecho de que los Ochenta-y-Seis no eran
considerados humanos fue muy conveniente… Se debía producir resultados
tan rápido como fuera posible, así que condujeron investigaciones sin
pensar en la seguridad de los sujetos de prueba. Papá estuvo a cargo.”

Su padre no le había dicho nada en ese tiempo, pero ella sabía todo gracias
a los registros que él había dejado tras su muerte. Un sinfín de sujetos de
prueba murieron cuando sus cerebros se frieron, incapaces de manejar la
presión de los experimentos. Y ya que todos los adultos fueron enviados al
campo de batalla, se tuvo que usar niños. A los Ochenta-y-Seis se les
asignaban números, significando esto que sus nombres jamás fueron
registrados. Así que nadie—ni siquiera su padre—podría haber sabido si
alguno de los niños, quienes tuvieron las más horrorosas muertes posibles
en los laboratorios de los campos de concentración, había sido aquel chico.

“La muerte de mi padre no fue un accidente. Él cometió suicidio.”

Su padre repetía una y otra vez, abandoné a mi amigo y causé el sufrimiento


de muchas otras personas. Yo soy quien merezco morir más que nadie. El
índice de sincronización no había sido elevado al máximo por error. Y
Annette se consideraba a si misma igual de culpable al haber abandonado a
aquel chico, es por esto que ella continuó la investigación de su padre.
Cuando recibió la petición para revisar la relación entre el Dispositivo
RAID y los Handlers que cometieron suicidio, ella se preguntó, ¿Qué
pasaría si les digo que deben traerme al Processor quien era la causa
aparente de los suicidios? Ella haría que lo trajeran con el pretexto de ser
una muestra importante, y lo mantendría detenido hasta el fin de la guerra.
Sería confinamiento, es verdad, pero al menos así uno sobreviviría.

El hecho de haber considerado aquello la aterrorizaba puesto que ni siquiera


había podido salvar a su amigo en aquel entonces. Así que cuando escuchó
que las escorias de Transporte se habían rehusado, diciendo que ese no era
su trabajo, ella en realidad se sintió aliviada. ¿Ven? Al final no puedo salvar
a nadie.

“Pero es igual tanto para mí como para ti, Lena.”

Ella rió. Se burló de su tonta amiga de corazón amable que aún no


comprendía la profundidad de la malicia humana.

“Lo que tú hiciste fue peor que no haber hecho nada. Tu interferencia los
hizo vivir más tiempo, y es por eso que se les fue ordenado morir. Si
hubieran muerto por cuenta propia, al menos habrían sido asesinados sin
que nadie se los hubiese ordenado, pero por tu culpa, ¡Comando ha decidido
darles la orden!”

Lena se quedó sin palabras. Ver ese hermoso rostro contorsionado en agonía
llenaba a Annette con euforia, pero al mismo tiempo, era consumida por
amarga tristeza

Ah, cielos, ahora sí lo hice.

Lo hice de nuevo.

Annette tomó su taza y la lanzó al bote de basura. ¿Cuándo fue que habían
comprado estas tazas? Ellas habían decidido que sus tazas debían ser
iguales, las habían elegido juntas y habían hecho que las envolvieran.
Habían bebido café en ellas por primera vez en esta habitación.

El sonido de la frágil porcelana rompiéndose hizo eco a través de la


habitación como si se tratara de un grito.

“Te odio, Lena… No quiero volver a ver tu cara jamás.”


Luego de eso, el escuadrón Spearhead fue enviado a batalla dos veces más.
Durante el curso de aquellas operaciones, tres Processors más habían
muerto.

En ambos casos, fue debido a que la Legión empleó estrategias claramente


diferentes a todo lo antes visto. El mismo tipo de precisas, racionales,
ingeniosas, y complicadas estrategias que la primera vez en que aquella
unidad de Artillería de Largo Alcance había sido desplegada. Shin dijo que
el Pastor se encontraba ahí. No había salido desde la primera batalla con la
unidad de Artillería de Largo Alcance y estaba comandando a las demás
unidades desde la retaguardia.

Y mientras todo aquello se desarrollaba, Lena fue incapaz de hacer algo.


Ella no pudo disparar ni un solo proyectil de apoyo ni tampoco anular su
ejecución. Y al final, recibieron la orden.

“¡¿Una misión de reconocimiento de larga duración en territorio de la


Legión—?!”

Lena gritó, incapaz de creer los contenidos de la notificación en su terminal


de información. Los participantes serían todos los Juggernauts activos de la
primera unidad defensiva del primer distrito. El objetivo del reconocimiento
estaba en una coordenada al borde del área hacia la cual ellos avanzarían.
La misión no tenía tiempo límite. Cualquier intento de retirarse sería
percibido como deserción, y cualquiera que lo intentara seria prontamente
ejecutado. De acuerdo con esto, todo registro de Resonancia Sensorial,
registro de maquinaria, y registros militares de la República serían
eliminados. A cada unidad se les serian provistas municiones y suministros
para un mes.

…Era absurdo. Esto no era reconocimiento. Esto ni siquiera constituía una


misión. Se les había ordenado avanzar dentro de territorio enemigo y morir.
La única cosa que no se les fue ordenada explícitamente fue morir en vano.
El Mando ni siquiera intentaba hacerlo parecer una misión. Ellos no
durarían unos cuantos días, mucho menos un mes. Los números del grupo
de exploración gradualmente disminuirían mientras sustraían ataque tras
ataque hasta ser completamente aniquilados.
Después de muchas, e inútiles, batallas, su destino final era ser abandonados
en el corazón del campo de batalla para morir. Y esto estaba permitido. La
República había ordenado que esto ocurriera; esta era su verdadera forma.
Apretando sus dientes al punto de causar dolor, Lena hizo caer su silla
mientras se levantaba.

“¿Me pides que retracte la misión de reconocimiento, Lena?”

“Por favor, Jérôme. Dejar que esto continúe es imperdonable.”

Lena hizo una reverencia ante Karlstahl, quien era su última esperanza. Ella
había estado investigando, buscando una forma de que la misión fuera
cancelada, pero aparentemente, estas horribles operaciones eran una
“tradición” que había sido mantenida, ininterrumpida, por años.

No se trató solo del escuadrón Spearhead. La primera unidad defensiva del


primer escuadrón del frente Sur, el escuadrón Laser Edge. La primera
unidad defensiva del primer distrito del frente Oeste, el escuadrón
Longbow. La primera unidad defensiva del primer distrito del frente Norte,
el escuadrón Sledgehammer. Cada una de estas unidades había sido
virtualmente aniquilada en el curso de cinco meses, y en el raro caso de
sobrevivientes, la República había preparado misiones de Reconocimiento
Especial. El índice de sobrevivencia era, sin importar el escenario, siempre
cero. Los Ochenta-y-Seis que aguantaban hasta el final eran enviados a estos
sitios finales de eliminación para ser sacrificados—

La mirada de Karlstahl cayó a los documentos sobre su escritorio.

“…Esto es impresionante. Normalmente, solo uno, o máximo dos,


Juggernauts son despachados a las misiones de Reconocimiento Especial.
Este es el primer caso en donde hemos tenido suficientes Processors para
enviar una fuerza de tamaño pelotón, Lena. Es por es que te lo dije, ¿no es
así? Que hicieras solo lo mínimo por ellos.”

“…”

Tu interferencia los hizo vivir por más tiempo.

Lena se encogió con miedo, la última observación de Annette llegando a


flote a su memoria. Apretando sus dientes, ella fue a la ofensiva.
“Por favor. La República… Nosotros ya no podemos permitir pecar por más
tiempo.”

“…”

“Y si la decencia humana y la justicia no son causa suficiente para mover


los corazones de la gente…entonces quizás el interés nacional del país lo
sean. Eliminar Processors experimentados y habilidosos daña severamente
el potencial bélico del país y la seguridad de sus ciudadanos. Jérôme, si lo
presenta de ese modo ante el Consejo de Defensa Nacional y a relaciones
públicas, podría ser capaz de—”

Karlstahl escuchó las palabras de Lena con una expresión lúgubre y abrió
su boca para responder igual de lúgubremente.

“¿No puedes ver esto como el gobierno de la República y sus ciudadanos


aceptando tácitamente que la aniquilación de los Ochenta-y-Seis es benéfica
para el interés nacional de la República, y la milicia de la República
actuando simplemente bajo esta política?”

“¡¿Qué—?!”

Lena estaba horrorizada. Lanzando toda noción de cortesía al aire, ella se


inclinó sobre el antiguo escritorio.

“¡¿Qué está diciendo?! Como acabo de decir, esto está dañando tanto a la
República en sí misma como a su conciencia—”

“Si la guerra termina y los Ochenta-y-Seis sobreviven, la República estará


sujeta a censura y a asumir la responsabilidad de las compensaciones de
esos sobrevivientes. Seríamos responsables por su confinamiento, por la
confiscación de sus propiedades, y por su reclutamiento forzado. Por todo.
Solo la compensación por sus propiedades y las reparaciones de estas le
costarían a la República una cantidad astronómica. ¿Honestamente crees
que los civiles serán capaces de aceptar el aumento de los impuestos que
esto envolvería?”

“…Pero eso…”
“Y si alguno de los países vecinos sigue allá afuera, ellos descubrirían lo
que les hicimos a sus compañeros Colorata. Perderíamos prestigio y
dignidad, y la República sería categorizada como un país de opresores…
Todos estos problemas serían evitados si exterminamos a los Ochenta-y-
Seis.”

Su respiración era superficial, y ella no podía dejar de apretar sus dientes.


Shin había dicho lo mismo.

“¡Entonces es por eso que no dejan que recojan o entierren a sus


muertos…!”

“Correcto. Déjame agregar que no existen registros o tumbas de aquellos


que murieron en la Gran Mule o en los campos de concentración, y los
documentos personales de todos los Processors muertos desaparecieron.
Tan pronto como son exterminados, hacemos como si ellos jamás hubiesen
existido. No puedes oprimir a alguien que no existe. Cualquier hecho que
amenace la infalibilidad de la República es tratado como inexistente.”

“…No puedo creer que los civiles puedan ser tan tontos…”

Karlstahl parecía ligeramente triste por alguna razón.

“Este es un acuerdo tácito entre todos, Lena. Muy pocas personas pretendían
dejar esto ocurrir, pero casi todos por voluntad propia desviaron la mirada
ante la realidad de que podría estar ocurriendo. O quizás puedes pensar en
la mayoría de personas quienes eran indiferentes a todo esto como
defensores de lo ocurrido… Todo esto es el resultado de la democracia de
la cual nos enorgullecemos, Lena. La mayoría de civiles están de acuerdo
con que ‘no les importa lo que les suceda a los Ochenta-y-Seis siempre y
cuando puedan beneficiarse de ello’. Y es nuestro trabajo como milicia
apegarnos a esa decisión.”

Lena golpeó el escritorio con su palma. Un sonido sordo resonó por toda la
oficina.

“¡Democracia no significa que la mayoría trate a la minoría como desee!


¡Nuestra política nacional, los valores de la bandera de cinco colores, ambos
aplican a todos por igual y esa fue la base de nuestra constitución! ¡¿Cómo
podemos pretender ser una República si ni siquiera podemos seguir eso?!”
Por un momento, una luz pareció encenderse en los ojos de Karlstahl. No
contenía nada de irritación hacia Lena, pero sí un profundo enojo hacia algo
aún más distante, hacia algo aún más vago e intangible.

“¿La constitución? ¡Si nadie reconoce su valor entonces una constitución


no es más que un pedazo de papel! ¡Es lo mismo que cuando el gobierno
revolucionario sentenció a San Magnolia, a quien no veían más que como
un símbolo, a morir en prisión luego de acabar con la monarquía!”

Su grito hizo que Lena se quedara sin palabras. Era la primera vez que lo
escuchaba hablar con tanto enojo.

“¡¿Llamas a esto barbarismo?! ¡Oh, sí, ciertamente lo es! ¡Y esto es lo que


ganamos por haberle dado a las masas todo lo que querían! ¡Hacen uso de
cada derecho que tienen, pero se encojen de miedo al ver los deberes que
esos derechos conllevan; violan libremente los derechos de otros; son
bestias que no se preocupan por nada que no les sea de beneficio propio, ¡y
esto es lo que ganamos por dejar que esas personas asumieran el mando!
¡Estos perezosos y despreciables tontos, quienes asumen el nombre del
Santo y mancillan todo lo que ese Santo significaba con cada acción que
llevan a cabo, jamás podrían lograr algo que no fuese maldad!”

Su enojo repentinamente se convirtió en cansancio, se hundió en su sillón,


suspirando con desanimo.

“Libertad e igualdad son ideales demasiados prematuros para personas


como nosotros, Lena. Prematuros para nosotros, para toda la humanidad…
Y quizás eso nunca cambie.”

Con ojos faltos de emoción, Lena despreciaba al hombre que una vez
admiró como si de un segundo padre se tratara. Ella no tenía otra manera de
reprimir el desprecio y desdén que se formaba en las profundidades de su
corazón.

“Eso no es más que su desesperación y sus excusas para justificarla…


Sentarse ahí y permitir a un sinfín de personas morir por eso no puede ser
nada más que un error.”

La mirada de Karlstahl se encontró con la de Lena. Esa vieja, plateada y


resignada mirada.
“Y tú no hablas más que de esperanza, pero la esperanza no puede salvar a
nadie. Y lo mismo con los ideales. Estos son preciados exactamente porque
son inalcanzables, y por eso mismo, jamás deberían influenciarnos. La
esperanza y los ideales no pueden hacer que las personas actúen… ¿No es
por eso mismo que viniste a mí?”

Lena apretó sus dientes. Él tenía razón, y eso ella lo odiaba.

“La desesperación y la esperanza son iguales. Son los dos lados de un


mismo deseo que jamás se volverá realidad. La única diferencia es la
palabra que usas.”

“…”

Incluso así. Rendirse porque sabes que un sueño jamás se volverá realidad
y sentarse esperando a que el destino te reclame… O luchar en contra del
destino y llorar hacia esa luz que se desvanecerá al final, a pesar de que
sabías que ese sueño jamás podrá volverse realidad. Esas dos cosas son
completamente diferentes. Pero este hombre no puede ver esa diferencia.

Ah, ya veo. Entonces esto es…desesperación.

“...Gracias por su tiempo, Comodoro Karlstahl.”

El escuadrón Spearhead recibió la noticia acerca de la misión de


Reconocimiento Especial al mismo tiempo que Lena, y se prepararon para
salir solemnemente. Recibiendo y organizando el equipo que la República
les había entregado para la operación. Asegurando la cantidad de
suministros que necesitarían llevarse de la base. Seleccionando los
Carroñeros que manejarían esos suministros. Elaborando inspecciones en
los Juggernauts los cuales no podían esperar ningún tipo de mantenimiento
especial una vez comenzara la misión. Ajustando cualquier tipo de cuentas
que los Processors quienes jamás regresarían aun tuvieran pendientes.

Todos estos deberes fueron resumidos en papelería que el capitán de


escuadrón—Shin—tendría que rellenar, y el confirmar que dichos deberes
fueran llevados a cabo también recaía sobre él como resultado. Aldrecht,
como siempre, se encargaba de la preparación y recarga de suministros, y
se encontraba en una esquina del ahora casi completamente vacío hangar,
asegurándose de que los contenedores fueran llenados de manera apropiada.

“Provisiones, paquetes de energía, municiones, y partes de repuesto, todo


en la cantidad especificada. Oh, y ya que cierto capitán tiene el hábito de
manejar a lo loco, también nos aseguramos de meter algunos componentes
extras para las patas en tu unidad. Puedes encargarte de reparaciones
simples, ¿verdad?”

“Sí. Después de todo, rompo mi unidad todo el tiempo.”

“¡No me hables así, maldito mocoso…! Ya solo queda una unidad para que
te lleves. No hagas locuras, ¿entendido?”

La gruesa voz del hombre sonó con seriedad, pero Shin simplemente se
encogió de hombros. Incluso frente a esas sinceras palabras, Shin no podía
prometer nada. Luchar con todo lo que tienes cuando te encuentras contra
la Legión era clave cuando se trataba de conducir un Juggernaut.

Aldrecht sonrió con tristeza

“Esta es la última vez. Decir una pequeña mentira no te hubiera matado, ¿o


sí? O al menos escúchame por una maldita vez en tu vida.”

“Lo siento.”

“Tch, santo cielos, niño, eres demasiado difícil de tratar…”

Aldrecht suspiró, y el silencio llenó el lugar. Shin probablemente no sentía


que esto fuera particularmente incómodo, pero aun así le tomó a Aldrecht
un poco de tiempo mientras rascaba su cabello grisáceo para continuar.

“…Shin. Una vez que acabe de cargar las cosas, hay algo que me gustaría
decirles. ¿Podrías llamar a los demás niños cuando acabe?”

Shin parpadeo con sorpresa y volteo a ver las gafas de sol de Aldrecht.
Parecía como si quisiera preguntar la razón, pero aparentemente, su Para-
RAID se activó y Shin guardó silencio.
“Capitán Nouzen…”

“Comandante.”

Con señales de mano le indicó a Aldrecht que continuarían su conversación


luego, y él asintió y se giró para irse.

“Recibí la notificación acerca de la misión de Reconocimiento


Especial.”

“Nosotros también. Las preparaciones van de acuerdo al plan. ¿Pasó algo?”

En contraste al tono grave de Lena, Shin hablaba como si se le hubiera


notificado que saldría hacia algún campo de batalla de siempre. Escuchando
la calma en su voz, Lena mordió su labio.

“Lo siento. No fui capaz de hacer que anularan la orden…”

Un momento después, Lena frunció sus labios y guardó silencio. Incapaz de


aguantarlo más, abrió su boca para hablar.

“Por favor huyan. No deberían por qué seguir estas absurdas órdenes.”

Ella se sentía patética a más no poder. No pudo hacer que esta horrorosa
operación fuera cancelada, y la única cosa que le quedaba era hacer esta
irresponsable sugerencia. Pero la respuesta que el chico ofreció fue calmada
y tranquila. Aunque dicha como una pregunta, se trataba de un rechazo
absoluto.

“¿Huir a dónde?”

“…”

Lena lo sabía. No había lugar a donde escapar. E incluso si huían, no


sobrevivirían. Un único grupo de personas no serían capaces de producir
suficiente comida para vivir. Exactamente porque el hombre no podía vivir
por su cuenta, las personas se reunían y formaban pueblos, ciudades, y
países. Y ese mismo sistema que fue creado para establecer y promover la
vida ahora intentaba matarlos. Un enojo profundo hacia algo que ella no
sabía cómo definir apareció en el fondo de su estómago, y Lena gritó,
incitada por esa emoción.

“¡¿Por qué?! ¡¿Por qué ustedes son siempre tan…?!”

La compostura de ese chico, quien tan tranquilamente aceptaba su muerte,


la enojaba. Él parecía un condenado que había aceptado su sentencia de
muerte, ¡pero él no había hecho nada para merecer dicha sentencia!

“Porque esto no es algo por lo cual valga la pena sentirse resentido.


Todos mueren en algún momento. El hecho de que la muerte llegue más
rápido para nosotros no es algo por lo cual condenar a otros.”

“¡Pero eso no es verdad! ¡Los están matando, y ustedes lo saben! Les


quitaron su futuro y esperanza, y ahora vienen despiadadamente a tomar sus
vidas, ¡¿y aun así me dices que esas no son cosas por las cuales
condenarlos?!”

Con lágrimas en los ojos ella vociferaba, y por esto Shin detuvo sus palabras
un momento. Cuando él respondió, ella pudo sentir una leve sonrisa en su
voz.

“Comandante. No vamos a morir.”

Era una determinación libre de lamentos y apegos, una que se sentía, de


alguna manera, de alivio.

“Siempre estuvimos atrapados y siendo subyugados aquí, y eso


finalmente acabará. Por fin podemos ir a aquel lugar que debemos
alcanzar, caminando por el camino que nosotros elegimos seguir.
Finalmente seremos libres. Así que, por favor, no digas que esto es algo
malo.”

Lena bajó la cabeza con tristeza. Pero eso no es libertad… La libertad


significaba ir sin restricciones a donde quisieras y volverte lo que desearas,
siempre y cuando no infringieras los derechos de otros o la ley. O al menos,
la libertad era tener permitido desear esas cosas—cosas a las cuales toda
persona debería tener derecho. Si todo lo que pudieron desear fue morir al
día siguiente y el camino que los llevó hasta este día, entonces ellos no eran
libres. Eso jamás podría llamarse libertad. Bajo ningún motivo.
“Entonces… entonces al menos no luchen. Sabes dónde se encuentra la
Legión, ¿verdad? Entonces avanzar mientras evitan batallas debería ser—”

“Eso no funcionará. Incluso si sé dónde se encuentran, no seríamos


capaces de pasarlos sin ser vistos. Nuestra única manera de avanzar es
luchando… Y lo sabíamos desde un principio.”

Shin definitivamente, aunque sin embargo levemente, sonreía mientras


decía esto. Como si intentara expresar que él quería—no sabía, sino que
quería—esto desde un principio. Incapaz de controlar sus propias
emociones, Lena cerró sus ojos.

“Quieres matar a tu hermano que fue tomado por la Legión… ¿no es así?”

Silencio momentáneo. Y entonces, Shin suspiró molesto.

“¿…Por qué siempre logras notar cosas que sería mejor que jamás
notaras…?”

“Es que lo sé. Después de todo…”

Sucedió cuando él dijo que había estado buscando a Rei a pesar de saber ya
que estaba muerto. Y hacía lo mismo cada vez que hablaban sobre el Pastor
del primer distrito. Cada vez, Shin tenía la misma sonrisa fría y despiadada.
Shin mismo no lo había siquiera notado, similar a cómo Lena no siempre
estaba consciente de su propia expresión en su propio rostro. Quizás los
sentimientos en las profundidades de su corazón lo habían traicionado
cuando menos se lo esperaba, como un cruel y frio cuchillo de locura que él
mantenía listo para apuñalarse a sí mismo.

Esta emoción no era un deseo. Era lo opuesto.

“Si eso es verdad, entonces aún más razón para no luchar. Incluso si es parte
de la Legión, asesinar a tu hermano es—”

“Él es el Pastor. Si no acabamos con él, jamás seremos capaces de avanzar.”

Su tono era frio y severo. Era la primera vez que ella había escuchado
irritación en la voz del chico.
“Capitán”

“Si comandarnos es tan difícil, puedes dejar de Resonar con nosotros…


Raiden y Kaie ya te lo han dicho muchas veces.”

Su perspicacia hizo que Lena se quedara sin aliento. Notando que había
dejado que sus emociones lo controlaran, Shin respiró profundo y resumió
la actitud indiferente que había tenido cuando Lena recién había sido
asignada.

“…Comandante. Ya no necesitamos tus órdenes.”

“Eso—“

“Déjame decírtelo de otra forma. No quiero que escuches las últimas


palabras de mi hermano.”

Esa maldición. Ese resentimiento. Shin no quería manchar la imagen


sonriente y con la mano extendida que Lena tenía de su hermano.

“…”

“Y una cosa más. Ya no puedo escuchar las voces de la Legión que


solían estar más allá del borde Este.”

Él lo hizo sonar como si eso no se tratara más que de un reporte olvidado.


Quizás en un intento de cubrir algo que intentaba expresar.

“Quizás se trate solamente del límite de lo que puedo escuchar, pero es


posible que alguien aun siga vivo allá afuera. Quizás alguien vendrá a
ayudar antes de que caiga la República… Si acabo con el Pastor, la
Legión será un caos por un tiempo. Ese es todo el tiempo que puedo
comprarles, así que hasta entonces…tienes que seguir con vida,
Comandante.”

Su tono la hizo retroceder, y su voz era indiferente, pero esas palabras que
casi se sentían como una oración hacia su bienestar hicieron que Lena
apretara sus puños.
Haruto murió en la incursión de ese día. Esta fue también la primera
operación la cual Lena no comandó de principio a fin.

Luego vino el día de la misión de Reconocimiento Especial. Ellos subieron


a sus Juggernauts, los monitores cambiando y llenándose con secuencias de
activación y resultados de acciones de encendido. Raiden rió al ver el
número de unidades aliadas en su monitor secundario.

“Solo cinco… Ahora creo que comienzo a extrañar a Haruto…”

Si hubiese vivido dos días más, él podría habérsenos unido en esta divertida
caminata por la montaña. Theo suspiró al otro lado de la Resonancia.

“Así que al final la Comandante no se presentó por última vez.”

“Bueno, vaya sorpresa. No creí que la terminarías extrañando, Theo.”

“No es eso, idiota… Pero, aun así.”

Theo inclinó su cabeza ligeramente.

“Supongo que lamento un poco no haberle hablado por última vez.”

“Ella ha pasado con nosotros bastante tiempo. Al menos deberíamos


despedirnos. Es lo justo.”

“Sep, eso, Anju. Es decir, no importa que no esté aquí, pero sí estuviera,
sería bueno poder despedirnos.”

“En todo caso, ya no importa. Le dijimos una y otra vez que no se viera
envuelta con nosotros, y por fin entendió.”

A pesar de sus palabras, Kurena sonaba un poco malhumorada. Escuchando


a Theo y a Anju reír al otro lado de la línea, ella les gritó.
Raiden suspiró, viendo hacia arriba hacia su toldo. Sep, es verdad… Él no
creía que Lena dejaría de Resonar por completo con ellos luego de todo lo
ocurrido. Él no pensaba que ella era el tipo de persona que se asustaría
ahora, ahora luego de todo este tiempo… Nah, ella probablemente se
encontraba melancólica, incapaz de enfrentarlos debido a esa estúpida culpa
que sentía. Definitivamente había algunas cosas que él quería decirle antes
de partir… Pero si no iba a tener la oportunidad, pues que así fuese.

Secuencia de revisión final completa. Inicio aceptado. Las pantallas


prendieron, mostrando las espaldas del equipo de mantenimiento que se
retiraba. Raiden bajó su cabeza con gratitud hacia las maltratadas barracas
y hacia el equipo de mantenimiento que los habían ayudado por los últimos
seis meses. Ellos puede que no lo vieran, pero él aun así debía hacerlo.

Las patas de Fido estaban conectadas a contenedores cargados con


munición, suministros, y necesidades diarias para cinco personas que
aguantarían por un mes, y el Carroñero se paraba detrás del grupo como un
ciempiés gigante. Eso marcaba la última preparación necesaria. Una vez
salieran a la misión, sus nombres serían eliminados del registro militar, y
los datos de sus máquinas serían eliminados también. Sus registros de
Resonancia Sensorial—su conexión con su Handler—también serían
eliminados esa tarde. Si intentaban Resonar con la República, el cañón de
intercepción les dispararía. Debían avanzar tan lejos como pudieran dentro
de territorio enemigo, incluso si les costaba sus vidas.

Incluso con este lúgubre futuro frente a ellos, el corazón de Raiden estaba
sorpresivamente sereno. Él había estado preparado para esto desde el día
que fue asignado a este escuadrón. Daiya estaba ahí en ese entonces, y solo
eran seis en total. Los seis abordaron un transporte que los llevó a su nuevo
destino, en donde conocieron a Kaie, Haruto, y Kino.

Fuero a tomarse fotos para sus documentos personales. Cada vez que un
escuadrón era reorganizado, sus miembros debían actualizar sus fotos, y
debían pararse con sus espaldas contra una pared con líneas para medir sus
alturas, cada uno sosteniendo un cartel con su número personal escrito. Era
como una foto policial. Estas eran eliminadas cuando un escuadrón se
disolvía, así que esta noche, se desharían de ellas. Sus retratos, los cuales
jamás serían usados para los funerales que jamás tendrían, serían quemados
esta noche. ¿Y la otra foto que aquel tímido soldado de buen corazón les
había tomado…? Quien sabe cuánto tiempo dure.
Todos renovaron su juramento aquella noche, el juramento de que sin
importar cuanto fuesen tratados como cerdos, ellos jamás les darían a sus
opresores la satisfacción de actuar como cerdos. Que lucharían hasta el
amargo final, incluso si solo quedaba una persona de pie.

Esto es lo mejor. Al final, quedaron cinco. Raiden sonrió, pensando que no


era tan malo, y naturalmente su atención se dirigió a Undertaker, quien se
paraba como la vanguardia. Esa Marca Personal de un esqueleto sin cabeza
cargando una pala. Representaba a su querida Parca, aquel que los había
llevado hasta acá—aquel que ahora los dirigía hacia sus muertes y más allá,
cargando 576 lápidas de aluminio de sus camaradas caídos.

Él podía sentir los ojos rojos de Shin agitándose mientras decía


solemnemente:

“…Vamos.”

Provocado por esa leve voz, él despertó de su modo de espera.

Se acerca. Aún está lejos, pero se acerca.

Él lo había buscado por tanto tiempo y ahora finalmente lo había


encontrado. Aquel a quien había esperado encontrar por tanto tiempo… Su
impaciencia quemaba como si de hambre se tratara, como si de deseo se
tratara.

Ya no puedo esperar más. Debo darle la bienvenida. Y esta vez, con toda
seguridad…

El sonido de los fantasmas que él siempre podía escuchar crecía mientras


avanzaban en su dirección. La Legión se movía como un solo bulto, como
un maremoto de tiranía pasando por la tierra, gradualmente dirigiéndose
hacia ellos. Los Eintagsfliege se desplegaron primero como un sutil
enjambre, esparciéndose como un filamento ahogando los cielos, borrando
el sol.

“…Shin.”

“Sí.”
Shin respondió brevemente al ronco susurro de Raiden. Se encontraban en
curso de colisión. Intentaron cambiar dirección, pero las unidades de
vanguardia enemiga cambiaron de acuerdo a sus movimientos. Tenía
sentido… Si Shin podía escuchar las voces de la Legión, lógicamente, lo
contrario también aplicaría. Considerando la topografía, él cambió el curso
hacia lo que sería el mejor terreno para enfrentarlos. Si debían enfrentarse a
la Legión, al menos deberían escoger un campo de batalla que les diera algo
de ventaja.

La pantalla del radar se llenó de puntos. Era el código que significaba la


presencia de unidades hostiles. El número de puntos incrementaba a cada
segundo, y el camino hacia el punto en donde se interceptarían se volvió
blanco. Viraron por la orilla de las montañas que bloqueaban sus campos de
visión, encontrándose frente a un matorral de árboles. Este lugar bordeaba
el bosque, y una gran fuerza de la Legión, extendiéndose hasta donde la
vista alcanzaba, yacía en espera por ellos.

Unidades de Reconocimiento de las unidades de tipo Explorador Ameise se


paraban al frente. Dos kilómetros detrás se encontraban mezcladas unidades
blindadas consistiendo de Tanques Löwe y de Dragones Grauwolf. Varios
kilómetros detrás se encontraba una segunda ola de las mismas unidades
blindadas, y podían ver a lo lejos una tercera. Tras de eso probablemente
yacía un campamento de unidades de Artilleros de Largo Alcance Skorpion.
Este ejercito lo más probable era que incluía a cada unidad de la Legión en
el primer distrito.

Y en la vanguardia, avanzando hacia a ellos con aires de compostura y con


una fuerza de Ameise a su lado, se encontraba una unidad de tipo Tanque
Pesado—un Dinosauria. Medía una altura de cuatro metros y pesaba el
doble de un Löwe, su estructura masiva cubierta en sólido y voluminoso
blindaje. Era tan amenazante como una fortaleza colosal, su masivo tamaño
soportado por ocho patas, cada una brindándole terrorífica movilidad. Su
masiva torreta de 155mm y su armamento secundario, un cañón coaxial de
75mm, ambos viraron en dirección a los Juggernauts, haciendo parecer las
dos ametralladoras pesadas extra de 57mm montadas en ellos como
juguetes.

Era obvio incluso sin tener que escucharlo que este era el Pastor de este
ejército. Había desplegado sus fuerzas aquí, no simplemente porque era la
línea recta en la cual se movían, sino porque deliberadamente esperaban
retar a los Juggernauts. Esa cosa había considerado la situación y analizado
los movimientos de sus oponentes, una hazaña de cognición imposible para
cualquier Oveja común. Y este Pastor, el cual siempre acechaba en las
profundidades del primer distrito, era también…

“…Shin…”

Como si fuese para deshacerse de toda duda, él pudo escuchar esa leve voz,
una que él recordaba claramente. Era la misma voz, hablando con las
mismas palabras que él había escuchado cuando él estaba vivo.

Esta voz llamándolo innecesariamente.

Shin sonrió levemente. Finalmente saliste… Finalmente me muestras tu


rostro.

La sonrisa de Shin era fría, aguda, y feroz. Como si de un cuchillo se tratara.


Como si de locura misma se tratara.

“Finalmente te he encontrado… Hermano.”


Interludio: El caballero sin cabeza IV
La nieve caía, sin causar ningún sonido y sin parar. La nieve blanca cayendo
del cielo era tan hermosa como la desesperación que llenaba su corazón y
alma, como la tiranía, como el mundo mismo que rechazaba todo y a todos.

Rei yacía recostado sobre su espalda en la cabina expuesta de su Juggernaut.


El toldo habiendo sido arrancado, al menos, le daba una buena vista del
cielo, mientras levantaba la mirada hacia la nieve rezumando en la oscuridad
de la noche.

“…Shin.”

Cuando su hermano menor nació, él tenía diez años, Rei lo vio como un
regalo, un preciado hermano menor que había esperado por mucho tiempo.
Lo consentía más que sus padres, y por eso su hermano terminó
convirtiéndose un poco en un llorón. Rei, quien podía hacer todo y lo sabía
todo, siempre lo mantenía a salvo y lo adoraba más que a nada. Él era el
héroe de su hermano menor.

Cuando Rei cumplió diecisiete, comenzó la guerra, y Rei, sus padres, y su


hermano ya no fueron considerados humanos. Su tierra natal los apuntó con
armas, los metieron en camiones, y entonces los lanzaron a un tren de carga.
Y a través de todo esto, los brazos de Rei siempre estuvieron alrededor de
Shin, quien lloraba y se colgaba a él. Él juró proteger a su hermano, sin
importar lo que sucediera.

El campamento de concentración consistía en pequeñas barracas y una


planta de producción, rodeado por vallas con alambre de púas y minas
terrestres. Cuando recibieron la noticia que sus derechos civiles serían
restaurados a cambio de servicio miliar, el padre de Rei fue el primero en
enlistarse. Él sonrió, diciendo que lo menos que podía hacer era enviarlos
de regreso a casa, y él se fue, para jamás regresar.
Al mismo tiempo que el mensaje de que su padre había muerto llegaba, su
madre recibió una directiva pidiendo su reclutamiento. Los derechos que
deberían habérseles sido regresados no habían sido restaurados. La burlona
excusa del gobierno era que el servicio de una persona solo podía restaurar
los derechos de una persona, y desde la perspectiva de su madre, ella tenía
dos niños a quienes proteger. Así es como su madre se dirigió a su muerte,
y justo cuando recibieron la notificación de su muerte, la directiva de
reclutamiento de Rei llegó.

Rei se encontraba en su habitación designada, sus ojos oscuros con el


violento enojo que lo atormentaba. Una directiva de reclutamiento. Esa
horrible pieza de sofistería—que el servicio de una persona solo podía
restaurar los derechos de una persona—había sido falsa. ¿Cuán bajo podían
hundirse? El gobierno, los Alba… El mundo.

¿Por qué no lo hice—? Ya tenía una vaga idea de que esto ocurriría, así
que, ¡¿por qué no detuve a mamá…?!

“Hermano…”

Shin.

Aléjate. Vete a otro lado; no importa a donde. No puedo prestarte atención


ahora, no de la manera en que soy ahora.

“Hermano… ¿Dónde está mamá? ¿No va a regresar?”

Ya te lo dije. No me hagas repetirlo.

Las tonterías de su hermano lo irritaban hasta lo más profundo de su ser.

“¿Por qué…? ¿Por qué…murió?”

Rei sintió como si algo se hubiese roto en su interior.

Fuiste tú.

Fue porque había dos de nosotros.

Tomando a Shin por el cuello y empujándolo contra el suelo, Rei puso sus
dedos alrededor de la garganta de Shin y apretó con todas sus fuerzas,
intentando estrangularlo.

Sí, rómpete. Rómpete, ¡maldita sea! ¡Déjenme quitarle su maldita cabeza!

Incitado por la ira, él gritó, echando toda la culpa a Shin.


Correcto—Mamá murió por culpa de Shin. Si él no estuviera aquí, si mi
estúpido hermano no estuviera aquí, Mamá no habría muerto intentando
regresarlo a ser un humano.

Golpearlo con condenas una tras otra era placentero. Él esperaba que fueran
inaguantables. Deseaba con toda su alma que este estúpido chico no fuera
capaz de aguantarlo más y muriera.

“¡¿Qué estás haciendo?! ¡Rei!”

Alguien lo tomó del hombro, arrancándolo de Shin y enviándolo al suelo.


Rei recobró el sentido.

¿Qué…estaba…haciendo…?

Todo lo que pudo ver fue la parte trasera de la sotana del sacerdote mientras
se inclinaba sobre Shin para revisar su condición. Él puso sus manos sobre
la boca de Shin, tocó su cuello, y comenzó a resucitarlo, sus movimientos
débiles por el terror.

“…Rever—”

“Vete.”

Ese gruñido hizo que los ojos de Rei se abrieran con incredulidad. Pero
Shin, él no se mueve. Girando uno de sus ojos plateados hacia Rei, quien
aún se encontraba parado ahí, estupefacto, el sacerdote rugió.

“¡¿Acaso quieres que muera?! ¡Vete!”

Ese grito de furia verdadera y pura hizo que Rei se apresurara a salir como
si la fuerza bruta del grito lo hubiese lanzado fuera de la habitación. Rei se
hundió en el piso.

“Ah…”

Los Alba habían perdido la guerra y oprimían a los Ochenta-y-Seis, quienes


oprimían a otros Ochenta-y-Seis más débiles. Rei siempre odió esa cadena
de opresión sinfín. La vulgaridad de usar a alguien más débil que ti para
aliviar el dolor y crueldad que habías soportado… Y él acababa de hacer
eso mismo. Él tomó la tristeza por la partida de sus padres, su indignación
hacia la República, su frustración hacia lo absurdo que era el mundo, y sobre
todo, su enojo y odio hacia su propia impotencia…y las ventiló todas hacia
alguien mucho más joven y débil que él: su hermano menor.

El peso de ese pecado le hizo sentir escalofríos. Él cayó a sus rodillas,


tomando su cabeza en ambas manos.

“¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH!!!”

¿Cómo…pude hacer eso…? ¡Pero yo…se supone que lo protegería…!

Afortunadamente Shin había vuelto a respirar poco tiempo después. Había


querido hacerlo, pero Rei no podía soportar verlo. El sacerdote con cautela
le prohibió interactuar con él, y Rei estaba asustado de verlo. Él había
aceptado la directiva, como si intentase escapar.

Cuando se fue, el sacerdote lo despidió junto con Shin, pero Rei aún no
podía decir ni una palabra. La idea de girarse para ver a su hermano solo
para encontrar una expresión aterrada que jamás había visto antes lo
aterrorizaba. No podía permitirse morir. Él debía vivir a todo costo y
regresar a casa. Ese pensamiento lo incitó a colgarse a la vida incluso
mientras sus compañeros morían uno tras otro a su alrededor.

Sin embargo…

El violento ataque de la nieve lo enfriaba hasta sus huesos. Rei se dio cuenta,
a pesar de la neblina en su mente tras toda su pérdida de sangre, que el final
le había llegado. Sus ojos vieron el emblema ornamentando el aplastado
blindaje de su Juggernaut. Un caballero esquelético sin cabeza. Era una
ilustración de un libro infantil. El protagonista de un cuento de hadas.

Rei había siempre pensado que era aterrador, pero por alguna razón, era el
favorito de Shin. Pero ahora ni si quiera estaba seguro de si podía recordar
el libro o recordar habérselo leído a Shin cada noche… Ni ese ni ningún
otro preciado recuerdo.

Rei hizo una mueca en agonía. Debería haberle dicho algo el día que partió.
Debería haberle dicho a Shin de forma clara que no era su culpa. Esa noche,
Rei le había lanzado una maldición a Shin y había escapado, dejándolo
cargar con ella. Esas palabras, esas acusaciones sobre que la muerte de su
familia eran su culpa, probablemente atormentarían a Shin durante los años
venideros. El conocimiento de que había matado a la familia que amaba
retorcería su corazón sin descanso. Las muertes de sus padres y la violencia
de Rei lo más probable es que lo hayan hecho llorar incontables veces. ¿Ese
chico aún era capaz de sonreír?

“…Shin.”

Una sombra gris se esparció sobre su blanco campo de visión. La Legión.


Habían venido tras él. Desde el rabillo de su ojo, él pudo ver aquel caballero
esquelético. El héroe justiciero que siempre iba en ayuda de los débiles.

Si tan solo hubiese podido seguir siendo el héroe de su hermano. Él había


aplastado esa oportunidad con sus propias manos, y sin embargo él aun
quería verlo una vez más, él aun quería extenderle la mano…

Ese momento final sería lo que definiría su forma.


Capítulo 7
Adiós
“…Shin.”

Un sinfín de manos plateadas, del color de las micro máquinas líquidas,


salió de debajo del blindaje del Dinosauria. Las manos eran del tamaño de
las de un adulto y tenían dedos articulados. La diferencia más clara era que,
aunque parecidas, eran varias veces más largas que un brazo humano y se
extendían a sorprendente velocidad. Ambas manos, izquierda y derecha, se
extendían en busca de algo. Mientras cada una de las manos se extendía
hacia Undertaker, el Dinosauria rugió.

“¡SHIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII
IIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII
IIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIN!”

Ese rugido agitó hasta lo más profundo de sus almas incluso a aquellos
Resonando en el índice más bajo de sincronización. Incluso Raiden, el más
experimentado cuando se trataba de luchar al lado de Undertaker, comenzó
a sudar frío ante el sonido de este aterrador rugido. Anju gritó y cubrió sus
oídos. Solo Shin se giró para enfrentar al Dinosauria, como si simplemente
este lo hubiese llamado por su nombre.

“¡¿…Shin?!”

“Ustedes chicos sigan adelante. Raiden, te dejo al mando.”

Su fría mirada estaba fija en el Dinosauria; él se rehusaba a ver cualquier


otra cosa.

“Si entran en el bosque, ellos no deberían ser capaces de encontrarlos


siempre y cuando tengan cuidado con los Ameise. Pasen de aquí y sigan
adelante.”

“¡¿Y qué hay de ti?!”


“Iré una vez lo derrote. No podemos avanzar hasta que acabemos con
él, y yo no me moveré hasta hacerlo… Además, dudo que me deje ir.”

Un escalofrío pasó por la espalda de Raiden cuando escuchó esa última


oración de Shin.

Este idiota.

Él…

Él acaba de sonreír.

Oh, maldición, esto es malo. No hay forma de hacer que se detenga. Su


corazón nunca estuvo con nosotros. Él siempre estuvo afligido por aquella
cabeza perdida. Siempre en busca de la cabeza robada de su hermano
muerto. Desde el principio hasta ahora… Probablemente desde el día en
que su hermano lo estranguló.

Raiden lo sabía, pero aun así gruñó una respuesta desafiante.

“Al diablo contigo. ¿Crees que alguien de verdad seguirá esas


instrucciones?”

Como si él pudiese aceptar la orden y dejar morir a Shin.

“…”

“Si lo que quieres es ir tú contra él, entonces no hay nada que pueda hacer…
Me encargaré del resto, así que termina tus asuntos tan pronto como
puedas.”

Mientras decía esto, Raiden reprimía el enojo que crecía dentro de él. Así
que él intenta hacer esto solo. Si hubiese pedido por ayuda o apoyo, Raiden
habría hecho lo que fuese.

Por qué este idiota es tan…tan estúpido, ¿y por qué justo en estos
momentos?

Después de un corto silencio, Shin suspiró.


“Eres un idiota, ¿sabes?”

“Le dijo el sartén a la olla… No mueras, ¿me escuchaste?”

Esta vez, Shin no dio respuesta alguna. El estridente sonido de un cañón de


artillería de larga distancia siendo disparado desde algún lugar sirvió como
señal para comenzar la batalla. Cuatro unidades blindadas saltaron a la
acción, evadiendo una cortina de balas. Montando la araña cuadrúpeda, el
caballero esquelético saltó hacia adelante, como una bestia arremetiendo
contra su presa.
El Dinosauria aceptó el desafío de Shin, los Ameise sirviendo como sus
escoltas esparciéndose alrededor. Cada modelo de la Legión, excepto por
las unidades de Exploración, tenían bajas capacidades sensoriales y recibían
información a través de una conexión con los Ameise, quienes sacrificaban
su poder de fuego por sensores superiores. Las unidades esparcidas
alrededor del Dinosauria servían como sus ojos.

Un par de Ameise parados al frente percibieron al Juggernaut, transfiriendo


todo tipo de datos y grabaciones de sus sensores ópticos hacia el Dinosauria,
el cual procedió a girar su cuerpo principal en dirección a Undertaker. El
cañón rugió. La torreta del Dinosauria—su cañón de calibre 155mm igual a
un arma de artillería—disparó salvajemente, liberando proyectiles
perforadores de blindaje a una velocidad que dejaba incluso a aquella del
sonido perpleja, impactando justo delante de Undertaker.

Pero la mirada de Undertaker no estaba fija en el Dinosauria—sino en los


Ameise apoyándolo. Disparando a uno y usando el cuerpo de otro como
escudo mientras lo aplastaba con una patada, entonces finalmente disparó
hacia la unidad de tipo Tanque Pesado. La granada de humo que lanzó
estalló a mitad del aire, cegando momentáneamente los escasos sensores
ópticos del Dinosauria. Tomando ventaja de esta oportunidad, Undertaker
aplastó al segundo Ameise y saltó hacia el punto ciego creado por las dos
unidades de tipo Explorador.

El arma principal de los Juggernauts—un débil cañón de 57mm que


palidecía en comparación al poder de fuego de la Legión—no podía esperar
penetrar ningún punto del grueso blindaje del Dinosauria, ni siquiera de
cerca. Había un solo punto vulnerable, y Undertaker debía destruir los ojos
del Dinosauria para siquiera tener oportunidad de acercarse a dicho punto.
Mientras el Dinosauria usaba aire presurizado para deshacerse del humo, su
estructura masiva se movió. Rotando sus ametralladores en dirección a
donde Undertaker posiblemente se encontraba, intentó acabar con él usando
su poder de fuego superior. Undertaker, quien había saltado hacia atrás para
evadir el fuego de metralleta, apareció al otro lado del humo. Mientras
neblina caliente aparecía debido a la temperatura de sus cañones
distorsionando su posición, la unidad de tipo Tanque Pesado movió su
cuerpo de nuevo, su sombra sin cabeza cambiando y distorsionándose.
Undertaker se escabullía en lo que parecía un baile errático, anticipándose
a donde la mirada de su enemigo se fijaría pareciendo casi precognición.

La Legión claramente se movía para separar a Undertaker de sus camaradas


y, de esa forma, aislar a cada uno de los cuatro para aniquilarlos. Los Löwe
y los Grauwolf atacaban a cada Juggernauts en olas, e incluso si los
Processors intentaban cubrirse, los Ameise esparcidos por el campo de
batalla los encontrarían en cuestión de segundos. Los Stier disparaban hacia
su ruta de escape implacablemente, y los Skorpion los bombardeaban desde
lejos, acorralándolos y limitando su libertad de movimiento. Los Processors
habían acabado con la Legión cercana a ellos de forma rápida, pero tras
eliminar una unidad, dos más salían a reemplazarla.

La Legión normalmente jamás entraría en combate en un campo de batalla


tan estrecho. No había duda de que un Pastor los comandaba—con toda
probabilidad, siendo el pastor ese Dinosauria. En el intervalo entre una y
otra ráfaga de cortes y disparos, Raiden volteó en dirección a la unidad de
tipo Tanque Pesado. Más allá de la ola de unidades de la Legión
dirigiéndose hacia ellos como hormigas se encontraba un tramo vacío de
campo de batalla donde Undertaker y el Dinosauria se enfrentaban uno
contra uno.

Era una vista increíble, llegando a ser lo que llamarías un chiste. Ponerse en
guardia ante un Dinosauria era una locura, y el hecho de que incluso se veía
como si intercambiaran golpes rozaba en lo milagroso. Un Juggernaut era
por lejos inferior en términos de potencia de fuego, blindaje, y movilidad.
Normalmente, esto ni siquiera contaría como una lucha, pero ya que era
Shin quien controlaba la unidad, Undertaker era, por poco, capaz de poner
resistencia… No, ni siquiera Shin debería ser capaz de lograr esto.

El Dinosauria desafiaba toda lógica aplicable a armas blindadas y


simplemente se para ahí en confianza mientras Undertaker se escabullía a
su alrededor como si bailara con su vida pendiendo de un hilo. El Juggernaut
realizaba precisas e imprudentes maniobras y evitaba ataques a tan corta
distancia que Raiden podía sentir su estómago doler por el terror y suspenso.
No era de ninguna forma una batalla justa. ¿Podrá aguantar en esta cuerda
floja por más tiempo? ¿O todos serán asesinados por la Legión primero?

Una pequeña fisura en su determinación comenzó a formarse. Él había


perdido la cuenta de cuantas unidades de la Legión había destruido en este
tiempo, pero disparo tras disparo, ellas seguían viniendo. Su cansancio
acumulado y el miedo al esfuerzo inútil le pesaban. Incluso veteranos como
ellos estaban siendo gradualmente desgastados.

“¡Recargando! ¡Cúbranme!”

Theo gritó entre respiraciones erráticas, su voz entrecortada por la fatiga.


Fido desconectó uno de sus contenedores mientras se apresuraba
valientemente a través de las líneas de fuego. La cantidad de munición de
ese contenedor había sido vaciada, significando eso que habían consumido
en este corto periodo de tiempo casi 20 por ciento de las municiones para
un mes que se les habían dado. Cuando se quedaran sin nada, ese sería su
fin. Ese efímero pensamiento pasó por la mente de Raiden, y eso lo hizo
forzar una sonrisa. Adelante, hagámoslo. Vivir y morir de esta forma era
todo lo que siempre habían querido.

Repentinamente, una persona más, un objetivo de Resonancia más, se


conectó a la conversación.

“¡Primer teniente Shuga! ¡Tomaré prestado tu ojo izquierdo!”

Un momento después, la visión en su ojo izquierdo se oscureció, y entonces


la luz regresó inmediatamente. La misma voz habló de nuevo:

“¡Proyectil disparado! ¡Va a aterrizar—prepárense!”

Al próximo momento el cielo destelló de un color blanco.

Un estallido de luz mudo llenó el campo de batalla, y un segundo después,


un disparo estruendoso los ensordeció en poco tiempo. Los Eintagsfliege se
dispersaron, abriendo un agujero en el velo formado en el cielo, cayendo
como polvo de estrellas desde los cielos mientras las ondas de choque del
disparo los dispersaban y las flamas los consumían. Era un poderoso
bombardeo de un explosivo de aire y combustible. Una apertura se formó
en las nubes, revelando un cielo azul pálido—el cual entonces se volvió
negro mientras un enjambre de explosivos guiados descendía en el campo
de batalla.

Siguiendo con exactitud e impactando sus objetivos predeterminados, los


detonadores en los proyectiles se activaron, haciendo eclosionar las cascaras
metálicas. Cada uno de los cientos de pequeños perdigones fueron fijados
para seguir a su objetivo a través del radar, y entonces explotaron desde lo
alto, propulsados con una velocidad inicial de entre 2,500 a 3,000 metros
por segundo, despellejando al enemigo sin piedad con metralla. La lluvia de
metal carcomió a la Legión, cuyos blindajes eran débiles, desde arriba,
disminuyendo a la mitad a la segunda ola de unidades en medio minuto.
Entonces llegó el segundo bombardeo. Otra lluvia de metal diezmó lo que
quedaba de la segunda ola.
Raiden, Theo, Kurena, y Anju estuvieron completamente sin palabras por
un largo tiempo. Jamás lo habían visto en operación, pero ellos sabían muy
bien qué era. El Cañón de Intercepción. Este cañón siempre se encontraba
tras las líneas del frente que los Juggernauts defendían, sentándose ahí como
un erizo gigante. Ni una sola vez había cumplido su rol de disparar,
quedándose en el fondo como un inútil objeto de arte. ¿Y la persona que lo
había disparado…? No, la única persona suficientemente extraña y tonta
para escoltarlos incluso mientras iban camino a sus muertes era esa chica.

“¡Comandante Milizé! ¡¿Eres tú?!”

Su voz sonó al responder como si de una campanilla de plata se tratara. Era


una voz llena con determinación e incapaz de contener su enojo.

“Sí, soy yo. Chicos, siento llegar tarde.”

“Te dije que no quería volver a ver tu rostro jamás, Lena.”

Lena temía que ella no fuera a contestar la puerta, pero Annette la abrió
sorpresivamente rápido.

“Sí, lo recuerdo, Annette. Pero lo que no recuerdo es haber estado de


acuerdo con ello.”

Estaba lloviendo esa noche. Lena se paraba en el borde entre la oscuridad


de la noche y la iluminación de la casa, su rostro mostrando cansancio y
fatiga, puesto que no había tenido tiempo de arreglarse apropiadamente
antes de salir. Parada ahí con su lustroso cabello desalineado, su uniforme
desgastado y maltratado, y su rostro pálido y sin maquillaje, Lena se veía
igual a un cadáver. Solo sus ojos plateados aun brillaban con una peculiar
luz.

“Necesito que resetees los objetivos de mi Resonancia Sensorial de nuevo


y que ajustes mi Dispositivo RAID.”

Annette gimió, sus ojos como los de un animal lastimado y acorralado.


“No lo haré, y lo sabes. Ya no quiero tener nada que ver contigo.”

“Oh, lo harás. Sin importar qué-”

Lena sonrió. Cierta parte de ella pensó que su expresión debería verse
terriblemente aterradora, cruel, y fea justo ahora.

“Aquel amigo de la infancia que abandonaste.”

Ella sonrió como si fuese un demonio… Como si ella misma fuese la parca
encarnada.

“Su nombre no era Shin, ¿o sí?”

Por un momento, la expresión de Annette se arrugó por completo.

“¡¿…Cómo…?!”

Viendo a la chica ponerse más pálida que nunca, Lena se preguntó cómo es
que había logrado adivinar correctamente. No era más que una apuesta, y
Lena la había engañado. Pero al mismo tiempo, ella había estado
convencida de que tenía razón. Ese chico había vivido en el Primer Sector,
donde los Ochenta-y-Seis estaban difícilmente presentes incluso antes de la
guerra, y había tenido la misma edad—más o menos—que Lena y Annette.

Pero lo que la convenció por completo fue que Shin podía escuchar a los
fantasmas mientras que el chico que Annette describió tenía la habilidad de
comunicarse con los corazones de su familia. Era fundamentalmente la
misma habilidad, excepto que aquellos con quienes conectaban era
diferente. El parecido era simplemente demasiado grande—no puede haber
sido una coincidencia.

“¡¿Cómo sabes su nombre…?! ¡…….No puede ser—!”

“Sí, sí puede ser. Él es parte de mi escuadrón. Es el capitán del escuadrón


Spearhead. Nombre Clave: Undertaker. Ese es Shin.”

Ella había tenido la oportunidad de salvarlo y lo abandonó por segunda vez.


Lena ni siquiera se movió cuando Annette la tomó por el cuello y se colgó
a ella con miedo.
“¡¿Shin te lo dijo?! ¡¿Él aún sigue vivo?! Ese chico… Él, ¡¿Él aun me
resiente por lo que hice?!”

“¿Y por qué me preguntas a mí? Pensé que ya no querías tener nada que ver
conmigo.”

Lena dio un paso hacia atrás, quitándose las manos de la chica de encima y
dándole una fría sonrisa a Annette, quien dio un paso dentro de la oscura y
lluviosa noche. Ella jamás había escuchado a Shin mencionar nada sobre
Annette. Lo más probable era que…él ya ni siquiera la recordara. Sus
recuerdos de Rei y de sus padres se habían perdido entre las llamas de la
guerra y los llantos de los fantasmas, así que había poca probabilidad de que
Shin recordara a una amiga de la infancia. Ya sea que eso fuese una
maldición o una bendición para Annette, esa era una pregunta a la cual ella
no podía darle respuesta.

“Pero si piensas que esto te molesta, entonces ayúdame. Y decídete. Si te


tomas tu tiempo, las gallinas comenzarán a cacarear.”

Y para cuando lo hagan, lo más probable es que me hayas dicho que ya no


te importo otras tres veces.

Parada ahí, quieta, Annette sonrió. Era una sonrisa manchada con lágrimas,
y su expresión de alguna manera se veía aliviada.

“…Eres un demonio.”

“Lo mismo te digo, Teniente Técnica Penrose. Lo mismo digo.”

Correcto—Lena no se sentía melancólica ni abrumada por la culpa. Ella


simplemente no había tenido tiempo para Resonar con el escuadrón
Spearhead. Ella necesitaba que reconfiguraran su Resonancia Sensorial para
permitirle compartir el sentido de la vista, para reunir todos los códigos de
disparo de todos los cañones de intercepción de los distritos circundantes, y
para reunir todo método posible para cubrir al escuadrón.

“¡…! ¡¿Cincuenta por ciento de los proyectiles fallaron…?!”


Lena gimió, viendo los resultados de los disparos. Treinta por ciento de los
cañones de intercepción se encontraban inoperables, y 30 por ciento de los
proyectiles guiados simplemente chocaron en el suelo, sus detonadores no
habiendo sido activados. Cada uno pesaba cien kilogramos, así que los
proyectiles caídos terminaron aplastando a algunos desafortunados Ameise,
pero eso estaba a años luz del poder de fuego que podría haber sido
entregado.

Claramente se trataba de mantenimiento defectuoso. Ver cómo la República


redujo su propio arsenal a no más que óxido gracias a su propia vanidad era
una vista absurda. Ella dirigió los cañones de intercepción restantes al
mismo lugar y disparó de nuevo. Confirmando que las unidades objetivas
fueron destruidas, Lena exhaló con alivio.

Shin había dicho que finalmente iban a ser libres, y Lena había argumentado
que eso no era libertad. Pero, a pesar de ello, ella no pudo evitar la misión
de Reconocimiento Especial ni tampoco pudo salvarlos de ninguna manera.
Lo mínimo que podía hacer era asegurar que su viaje que tanto anhelaban
durara al menos un segundo más, asegurar que nada más se pusiera en su
camino. Ese era el único tributo que les podría pagar.

La libertad que finalmente habían ganado.

Este era apenas su primer día conociendo la libertad. Ella no podía dejar que
su viaje terminara aquí. No de esta forma.

Raiden se encontró gritando a aquella voz resonante mientras luchaba con


la primera fuerza de la Legión cortada de su cadena de suministros. La
tercera ola de unidades de la Legión se encontraba en silencio, juzgando si
avanzar luego de ver a la segunda ola diezmada.

“Eres una completa y total idiota, ¡¿lo sabes verdad?! ¡¿En qué demonios
estabas pensando?!”

“Solo compartí la información óptica de tu ojo para confirmar sus


locaciones y disparar los cañones de intercepción de manera manual
basado en eso. Oh, mantuve mi propio ojo cerrado para no distraerte,
así que no te preocupes.”
Escucharla explicarlo de manera tan seria solo hizo que Raiden la maldijera
incluso más.

¡¿Cómo que “solo” la compartiste?! ¡Sabes que es más que eso!

“¡¿No sabías que los Handlers evitan compartir la vista porque puede
resultar en ceguera, idiota?! ¡¿Y tenías permiso para disparar esa maldita
cosa?! ¡Que estés aquí es también una violación de las ordenes!”

Compartir vista confundía cada lado de la conexión, pues los hacia ver cosas
que no se encontraban ahí, y, además, compartir visión tenía demasiado
contenido informacional. Usarlo demasiado cargaba al cerebro y podía
eventualmente resultar en pérdida de visión, así que jamás era usado al
comandar. Ella había disparado el arma de artillería sin aprobación para
proveer soporte en una misión durante la cual se le había explícitamente
prohibido dar soporte de todo tipo. ¡Era una descarada violación de las
órdenes y ciertamente no una que valiera la pena hacer por una unidad
suicida!

Pero Lena repentinamente le gritó. Era la primera vez que él había


escuchado a la Handler gritando a alguien.

“¡¿Y qué?! Si pierdo mi vista sucederá cuando Dios lo quiera, ¡y no me


importa si disparar el cañón por cuenta propia es una violación a las
ordenes! ¿Qué van a hacer, reducirme la paga? ¡Esto no me matará!”

Sus gritos atraparon a Raiden con la guardia baja, haciéndolo guardar


completo silencio. Respirando pesado por el enojo e indignación, Lena
escupió palabras con una desesperación que él jamás había visto antes.

“Los cuarteles generales y el gobierno no van a escuchar al sentido


común de todos modos. No tengo razón para seguir sus reglas, y
bienvenidos sean si quieren criticarme todo lo que quieran… Debí
haber hecho esto desde el principio. Al demonio con sus
autorizaciones.”

Su voz estuvo empapada con amargura por un momento mientras acababa


su diatriba con un resoplido arrogante. Sacudiéndose la sorpresa, Raiden
sonrió irónicamente.
“En serio eres una tonta, ¿sabes?”

“No estoy haciendo esto por ustedes, para que lo sepan. Si una fuerza
de este calibre llega a nosotros, la República estará en peligro. Solo
estoy luchando porque no quiero morir.”

Entregando esa línea con una voz clara, Lena finalmente rió. Era la primera
vez, él sintió, que Lena había sonreído aquel día.

“Una vez que la tercera formación se mueva, dispararé. No puedo


disparar a la primera formación y garantizar que no quedarán
atrapados en la explosión, así que no esperen apoyo ahí. Lo siento, pero
tendrán que arreglárselas por su cuenta.”

“Sí, no hay problema. Es lo de siempre para nosotros.”

“¿…Qué hay del capitán Nouzen?”

Los ojos de Raiden se entrecerraron con amargura ante la pregunta. La Parca


aún seguía Resonando con el resto de ellos, pero ya que no había
respondido, eso significaba que él no estaba al tanto de todos ellos. Todo lo
que Raiden podía sentir a través de la Resonancia era la fría y salvaje
presencia de su espíritu de lucha.

“Él está luchando contra su hermano, una lucha a muerte. Ese es todo el
propósito que Shin tiene aquí. Él ya no puede escucharnos.”

Shin movió su Juggernaut, luchando para encontrar una oportunidad para


dar un golpe devastador mientras los gritos ensordecedores de su hermano
retumbaban en sus oídos. Mientras él bailaba en la línea entre la vida y la
muerte con una precisión que no podía permitirse cometer error alguno, la
conciencia de Shin estaba solo concentrada en el oponente frente a él. No
podía ver nada más que a su enemigo y no podía escuchar nada más que su
voz y el sonido de los disparos. Shin ni siquiera podía sentir el paso del
tiempo.

El Dinosauria apuntó su cañón y niveló su vista. Undertaker dobló sus patas


traseras, las cuales se habían estirado hacia atrás para darle apoyo,
deliberadamente resbalando, haciendo que el Juggernaut se inclinara fuera
de la línea de fuego del Dinosauria. El armamento secundario del
Dinosauria apuntaba a la derecha, donde el cañón estaba, y si Undertaker
seguía esquivando en el sentido de las agujas del reloj, le dispararían, no
solo el cañón principal, sino que también la ametralladora—

El Dinosauria disparó su arma secundaria. Los proyectiles fallando por un


poco la pierna derecha de Undertaker, y en ese momento, el arma principal
niveló su vista. Undertaker, aun derrapando hacia un lado, no estaba en
posición de evadir, pero evitó por poco el disparo que llegó a él, usando un
cable que había disparado en el suelo a una buena distancia para remolcarse
fuera del peligro. El proyectil golpeó a un Löwe que se encontraba detrás
de él, haciéndolo explotar en pedazos. El Dinosauria se preparó, puesto que,
aunque teniendo peso masivo y patas poderosas, el retroceso de dos disparos
consecutivos requería que recuperara su posición,

Undertaker tomó ventaja de ese momento para saltar sobre el Dinosauria.


Su arma cambió su ángulo de elevación, colocando su vista en una sección
de la porción superior de la parte trasera de la torreta del Dinosauria. Esto
era, tan lejos como Shin podía ver, el punto donde su blindaje era más
delgado, el único punto en su pesadamente blindada estructura que el débil
armamento de un Juggernaut podía penetrar.

Undertaker apretó el gatillo. Él disparó una ronda anti blindaje a un ángulo


alto, un ataque fatal desde arriba.

Pero una de las manos saliendo de la torreta del Dinosauria simplemente


hizo a un lado el proyectil.

“¡¿…?!”

Los ojos de Shin se abrieron de par en par ante este desarrollo de pesadilla.
La mano fue aplastada por la explosión, pero ya que estaba hecha de fluido,
se restructuró en cuestión de segundos, sus dedos retorciéndose
asquerosamente. Shin podía sentir la conciencia del Dinosauria fija en él.
Undertaker saltó hacia atrás mientras el lugar donde había estado parado era
llenado con fuego de ametralladora. Una segunda cortina de balas guiadas
se dirigió hacia él, luego una tercera. Undertaker evadió, pero ahora el
Dinosauria estaba fuera de rango. El Dinosauria con confianza giró en su
dirección, habiéndolo hecho retroceder con nada más que ametralladoras,
su más débil armamento.
El fuego de supresión había forzado a Shin a correr mientras
simultáneamente lo alejaba de su único punto de ataque. Un escalofrió pasó
por su cuerpo, pero en contraste, sus labios se convirtieron en una sonrisa.

Uno de los Grauwolf había visto quizás esto como una oportunidad de oro,
puesto que rompió filas y cargó contra Undertaker. Fue, sin embargo,
mandado a volar sin piedad por el Dinosauria, como si el rugido de su cañón
le prohibiera a la Legión interferir. La vista solo hizo que la sonrisa de Shin
se profundizara.

Las palabras finales de su hermano aun lo llamaban, le decían que todo era
su culpa, ordenándole morir y arrepentirse. Incluso tras la muerte, él insistía
en matar a Shin con sus propias manos.

…Yo también, Hermano.

Rei no sabía si justo ahora él era el alma de Shourei Nouzen o una copia de
sus recuerdos tomada de su cadáver en descomposición en aquella noche
nevada. Él no lo sabía, y cualquiera que fuese la respuesta no hacía mucha
diferencia. Todo lo que sabía era que, a pesar de morir, obtuvo una segunda
oportunidad. Eso era bueno; eso era todo lo que importaba.

Él podía sentir que Shin se encontraba en algún lugar del campo de batalla.
Él podía oír su voz. Pero era tan pequeña que era ahogada por el tumultuoso
ruido viniendo de la patética y decadente carcasa de la República.
Adicionalmente, la República había lanzado descaradamente a Shin en el
campo de batalla y tenía la gala de llamarlo “su propiedad”, lo cual hacía
incluso más difícil distinguir el paradero de Shin.

Cada vez que salían hacia los distritos de la República, Rei usaba los ojos
de los Ameise para buscarlo. Rei, quien era ahora parte de la Legión, no
podía ir en contra de sus directivas, y como comandante, debía quedarse en
las profundidades de los territorios de la Legión. Pero incluso así, si Shin
estaba cerca, él quería verlo una vez más. Encontrarse con él, disculparse,
ser perdonado, y entonces…

Después de un tiempo, él finalmente lo encontró, a través de los ojos de un


roto, discapacitado, pero sin embargo suficientemente funcional, Ameise.
Hubo una lluvia de meteoritos esa noche, lejos de la locación de Rei. Usar
el zoom para acercarse le había permitido finalmente lograr ver el rostro de
su hermano. Él había crecido. Aparentemente hablaba con uno de sus
camaradas, un Eisen. Queriendo escuchar su voz, Rei cambió su atención a
los sensores auditivos del Ameise. ¿Ya habrá cambiado su voz? Quizás no.
Realmente no importaba. Aaah, quiero escucharlo ya…

Los dos veían el cielo lleno de estrellas fugaces. Sus Juggernauts estaban
agachados en el suelo, y los Processors estaban reclinados contra el blindaje
de las máquinas, sus siluetas como las de unos niños pequeños.

“¿Tu hermano aún sigue ahí afuera?”

“Sí. Me sigue llamando. Así que tengo que ir a encontrarlo.”

¿Están hablando de mí? Así que tú también me buscabas…

A pesar de haber sido reducido a una máquina, un escalofrío pasó por el


cuerpo de Rei. Él estuvo triste tras saber que Shin había venido al campo de
batalla, pero saber que lo había hecho para poder encontrarse con él llenaba
a Rei con alegría.

“Pero ya enterraste a tu hermano. ¿No es suficiente?”

Oh… Así que enterraste mi cadáver. Shin, eres muy amable…

“…No es suficiente. Mi hermano no me perdonaría solo por eso.”

Rei se congeló por la conmoción.

¿Por qué dices eso? Si tú no puedes ser perdonado, ¿qué esperanza me


queda a mí de ser perdonado? Debo decirte que eso no es verdad; quiero
explicarte, quiero verte, quiero verte, quiero verte tanto que me vuelve loco.
Un transporte de la República entonces llegó y recogió a Shin, y la pequeña
voz de su hermano una vez más fue tragada por el ruido y desapareció de su
alcance. Rei lo buscaba por todos lados, pero cada vez que lograba
encontrarlo, la República se lo llevaba de nuevo.

Rei se estaba desesperando. Él no podía alejarse de su estación en las


profundidades de los territorios, pero usaba todas las unidades de la Legión
bajo su comando. Y Shin seguía luchando. Él seguía cargando hacia el
campo de batalla (donde seguramente un día sería abandonado para morir),
manteniendo la calma mientras sobrevivía batalla tras batalla.

Aaah, pero ya no tienes que hacerlo más. No hay razón para que debas
pelear por esos cerdos, Shin. Si ese es el único lugar en el que puedes vivir,
bien podría traerte a mi lado. Deja ese débil cuerpo humano. Podemos
transferirte a tantos cuerpos como sean necesarios. Y esta vez, te protegeré.
Esta vez, siempre te mantendré seguro, por toda la eternidad.

Hoy, esos sucios cerdos habían finalmente liberado a Shin de sus viles
garras. Su voz ya no era débil y no se mezclaba con las voces de la
República. Ahora estaba claro. Rei sabía que Shin se dirigía a las
profundidades de su Sector, así que fue a saludarlo. Finalmente, él podría ir
a reunirse con su hermano menor.

Y ahora, por fin, él estaba frente a frente con él. El querido y preciado
hermano que había buscado hasta el cansancio estaba sentado dentro de esa
torpe araña. El Juggernaut era demasiado frágil para ser considerado una
máquina blindada, así que Rei gentil y cuidadosamente estiró sus manos
para no romperlo. Pero ya que la araña seguía corriendo por todos lados y
él no parecía poder atraparla, él les disparó a las patas para detenerla.

Finalmente te encontré. Ahora puedo llevarte de regreso, y siempre


estaremos juntos. Tu hermano mayor siempre te mantendrá a salvo, así que
por favor ven conmigo… Shin.

El Dinosauria apuntaba solo a sus patas. No iba tampoco hacia su cuerpo


principal, disparando solo rondas perforantes hacia él. Si fuera a disparar su
cañón de 155mm, no tendría manera de controlar las astillas que el proyectil
liberaría a altas velocidades, y un Juggernaut no sería capaz de aguantar
siquiera las ondas de choque del disparo.

¿El Dinosauria estaba jugando con él? No—probablemente simplemente no


le gustaba la idea de hacerlo estallar. Esas viscosas manos serpenteaban y
se retorcían. Justo como las de su hermano aquella noche.

Como si intentara decir que puede hacerlo de nuevo, tantas veces como
sean necesarias.
Shin examinó su pantalla óptica, buscando una posición que le diera más
ventaja. Tan pronto como Undertaker retrocedió, Rei avanzó, yendo tras él.
Shin se retiró, haciendo pequeños pero precisos cambios de dirección
mientras lo hacía, mientras Rei cargaba hacia él, rotando sus ametralladoras
en dirección al torso de Undertaker. Él niveló su vista, listo para disparar, y
entonces—

El Dinosauria alcanzó el lugar que Shin había designado. Ya lo tenía.

Un momento antes de que la boca de su arma comenzara a disparar, Shin


descargó un ancla cableada que perforó un árbol perenne a la izquierda,
detrás de la estructura del Dinosauria. Retractando el cable a máxima
velocidad, Shin se escabulló y rápidamente ascendió. Abriéndose paso por
los árboles de la izquierda, Undertaker se movía entre los troncos y ramas
mientras se abría paso directamente hacia arriba del Dinosauria. El cañón
del Tanque Pesado estaba hecho para combatir unidades blindadas al mismo
nivel de elevación, y aunque era capaz de rotar 360 grados horizontalmente,
estaba terriblemente limitado cuando se trataba de movilidad vertical. No
podía apuntar hacia arriba y, por supuesto, no podía apuntar directamente
bajo sus pies, esto haciéndolo incapaz de contraatacar cuando algo se
acercaba desde esas direcciones.

Purgando el cable a mitad del aire, Undertaker usó la inercia para girar su
cuerpo y ajustar su posición de descenso. Usando las uniones en el blindaje
del Dinosauria como puntos de apoyo, él se colgó a la parte superior de su
fuselaje. La masiva estructura del Dinosauria lo obstruía, y el fuego de
metralleta no alcanzaría su objetivo tan cerca. Shin condujo sus cuchillas de
alta frecuencia dentro del punto en donde el blindaje era más delgado. Una
lluvia de chispas hizo erupción desde el metal mientras se derretía como
mantequilla. Shin apuntó su cañón a la sección expuesta, cuando
repentinamente dos manos plateadas crecieron de la pared y tomaron su
extremidad de agarre.

“¡¿Qué—?!”

Fue justo como esa noche en la iglesia. Él fue balanceado hacia arriba y
lanzado contra el suelo. Y entonces Shin perdió la conciencia.

Los ojos de Raiden se abrieron de par en par mientras sentía cómo la


Resonancia con Shin repentinamente se cortaba. Ellos habían casi acabado
de encargarse de la Legión en el área. Fido había desconectado su segundo
contenedor, y Lena continuaba disparando proyectiles guiados a la tenaz
Legión que se había escabullido desde la retaguardia para ver lo que sucedía
aquí. La Legión finalmente había comenzado a retirarse cuando aquello
ocurrió.

“¡¿…Shin?!”

Raiden intentó resetear la Resonancia, pero Shin no respondía. Él volteo a


ver en dirección al Dinosauria, viéndolo girar lentamente hacia Undertaker,
quien yacía desplomado de manera antinatural como si hubiera sido
aporreado contra el suelo. La Resonancia Sensorial operaba al conectar las
conciencias de las personas, así que, si una parte estaba inconsciente, la
conexión no podía ser establecida. Esto significaba que él estaba o dormido,
o inconsciente—o muerto.

El Dinosauria se acercó con calma a Undertaker. No le disparó, pero Raiden


tenía una terrible sensación de miedo que le decía que no podían permitirle
al Dinosauria llegar a Shin. Raiden cambió a la transmisión inalámbrica.
Aun funcionaba, eso significaba que la cabina aún estaba intacta.

“¡Shin! ¡Despierta, idiota!”

Pero Undertaker no se movió.

Rei debía ser cuidadoso para no dañar las entrañas del Juggernaut pero fue
capaz de arrancar ambas frágiles extremidades de agarre. El resto de
Undertaker cayó, rodando hacia algún lado. Él no sería capaz de ir a ningún
lado, eso era bueno. Él estaba probablemente inconsciente y posiblemente
herido, pero Rei se disculparía por eso luego. Él se acercó a Shin, luchando
por contener sus deseos.

Finalmente, pensó, lleno de alegría. Finalmente puedo llevarte de regreso.


Podemos estar juntos ahora. Así que comencemos arrancando ese frágil
caparazón humano tuyo…

Lena mordió su labio, viendo con horror como el punto indicando al


Dinosauria se acercaba a Undertaker. Raiden y los demás estaban en camino
a ayudarlo, pero sus armas no serían capaces de detenerlo. A este paso, Shin,
y quizás incluso Raiden y los otros, iban a…
Lena pudo saborear su sangre. Aparentemente había mordido su labio tan
fuerte que rompió su piel. En aquel entonces, Rei dijo que quería regresar.
A pesar de que no lo había puesto en palabras, ella sabía lo mucho que él
apreciaba a su hermano. Pero si eso era verdad, ¿por qué Rei intentaba matar
a Shin ahora? Lena sabía que debía detenerlo, pero no tenía manera de
hacerlo. Los proyectiles guiados y el cañón de intercepción eran demasiado
poderosos; no tenía formas para destruir al Dinosauria que no mataran a
Shin en el proceso. El blindaje de un Juggernaut era demasiado frágil, y si
ella acababa con la unidad de tipo Tanque Pesado, los fragmentos
definitivamente penetrarían a Shin.

Lo que sea. ¿No hay algo que pueda hacer?

¡Piensa, piensa, piensa—! Y entonces los ojos de Lena se abrieron de par


en par, un recuerdo viendo la luz en su mente.

“Alférez Kukumila, necesito que observes la posición del Dinosauria


con tanta exactitud como puedas y me envíes los datos.”

Esas palabras hicieron que Kurena se sobresaltara. Ella era una


francotiradora y se dio cuenta sobre lo que Lena planeaba sin más
explicación.

“Tendremos que guiar manualmente un misil. Te lo dejo a ti. Solo


necesitas usar tu mira laser, así que…”

“¡E-Espera! ¡¿Eso no es…?!”

“¡¿No estás pensando en bombardear al Dinosauria, verdad?! ¡¿Te


volviste loca?! ¡Shin está justo ahí!”

“¡Incluso si la explosión no es directa, no hay manera en que el


Juggernaut la soporte! ¡A esa distancia, Shin quedará atrapado!”

Theo se metió en la conversación, con ira. Anju también se unió, su voz


teñida con pánico.

“Tengo una idea. Creo que lo único que hará será darnos una
oportunidad, pero… Yo tampoco quiero que el capitán muera.”
Escuchando esta sincera y casi desesperada súplica, Kurena terminó
aceptando la idea de Lena.

Raiden comenzó a disparar hacia el Dinosauria tan pronto como entró en su


rango, y Theo y Anju lo siguieron. Sus balas eran repelidas por el blindaje
del Tanque Pesado, y su avance continuaba sin parar. Ellos seguían
disparando, acabando con los pocos Ameise que aun merodeaban el área
mientras tanto. Cada bala que disparaban era repelida por el blindaje o
cortada por los brazos plateados de su objetivo, y la marcha del Dinosauria
continuaba sin cesar.

Maldita sea. El hermano mayor es igual de molesto que el menor, estos tipos
ven a todos a su alrededor como no más que insectos.

Una de las ametralladoras del Dinosauria fue golpeada por metralla y


silenciada, y otro poco de metralla impactó contra los sensores ópticos del
Tanque Pesado, rompiéndolos. Por primera vez desde que la batalla
comenzó, el Dinosauria se giró para enfrentar a los otros Processors. Al
momento en que notó girar a la segunda ametralladora, preparándose para
acabar con los molestos Juggernauts, Raiden movió su unidad al último
segundo, justo cuando la cortina de balas llegó a donde una vez se había
parado.

Mientras eso sucedía, Anju y Theo se acercaron al Dinosauria y dispararon


sus anclas cableadas en su dirección. Enrollaron una en el barril de su arma
y otra alrededor de una de sus patas. Los Processors entonces se prepararon,
plantando sus patas en el suelo. Dos Juggernauts, cada uno de alrededor de
una décima del tamaño del Dinosauria, no podían esperar tirarlo abajo
incluso si trabajaban juntos. Raiden cambió su munición a rondas
explosivas, disparándolas desde un ángulo elevado, y eventualmente
silenció la otra ametralladora pesada. Raiden entonces enrolló su propia
ancla cableada alrededor de la gran estructura. El progreso del Dinosauria
finalmente comenzó a disminuir.

Su ira y sed de sangre se habían vuelto mucho más palpables e intensas.


Rompiendo los cables, el Dinosauria rotó el barril de su arma con todas sus
fuerzas. Snow Witch, quien había fallado en purgar su cable a tiempo, fue
lanzada al aire y golpeó contra Laughing Fox, cayendo los dos al suelo.

“¡Anju! ¡Theo!”
“…Estoy bien.”

“Igual. ¡Lo siento, Theo!”

“Olvídate de eso… ¡Raiden! ¡Esa cosa va a disparar!”

Al momento que él cambio su atención a sus camaradas, el Tanque Pesado


apuntó hacia Raiden. Él no tuvo tiempo para esquivar. Raiden apretó sus
dientes con suspenso, pero el cuerpo del Dinosauria repentinamente se
sobresaltó, y el proyectil que había disparado sobrevoló por poco a
Wehrwolf, quien salió volando a la distancia. Kurena le había disparado
desde lejos. El Dinosauria preparó sus patas delanteras, pisando fuerte la
tierra mientras con enojo pateaba al suelo tras de él a toda potencia.

“Estás bien ¡¿Raiden?!”

“Sí, ¡te debo una! Pero retírate ahora. Si eres asesinada, no sé si seré capaz
de ver a Shin a los ojos… ¡¿Comandante, ya casi?!”

La voz de Lena estaba llena de tensión.

“¡Proyectil disparado! Distancia restante hasta el objetivo…


¡trecientos! ¡Alférez Kukumila!”

“Entendido, yo me encargo. Comenzando la guía. Cinco segundos hasta


el impacto… Tres… Dos…”

Gunslinger dirigió una mira laser, invisible para el ojo desnudo, hacia el
Dinosauria parado aun a un lado de Undertaker.

Las capacidades sensoriales del Dinosauria eran bajas. Eso aplicaba incluso
a una unidad comandante como Rei, quien requería conexión constante con
los Ameise para compensar sus relativamente defectuosos sensores
visuales. Pero los Ameise desplegados con él habían sido todos aniquilados,
y él solo había dado directivas simples a sus demás fuerzas al inicio de la
batalla. Para ahora, ya habrían sido derrotados y se habrían retirado.
Llevarse a Shin era la máxima prioridad de Rei, nada más importaba, y por
eso mismo, para cuando se dio cuenta, ya era muy tarde.
Justo cuando sus manos se estiraron para romper el toldo de Undertaker,
una alarma resonó en su conciencia. Los sensores ópticos del Dinosauria se
giraron hacia arriba, solo para encontrarse con un proyectil masivo cayendo
hacia él. Sus alas de control de altitud se abrieron para mantener su caída en
picada a un ángulo de cuarenta y cinco grados—apuntando directamente al
blindaje superior. Este proyectil—su apariencia como la de un caracol del
tamaño de un niño—era un proyectil guiado anti artillería de 155mm.

Rei era agobiado por furia hirviente. Este era, sin duda alguna, un proyectil
con suficiente potencia para destruirlo incluso a él. Pero a este rango, Shin
quedaría atrapado en la explosión también. Esos bastardos de la República
no estaban satisfechos con solo usar a su hermanito para luego desecharlo;
¡ahora también lo usaban como carnada!

Él no tenía tiempo para tomar a Shin y correr a algún lugar seguro, así que
Rei pateó con sus patas delanteras, levantando su mitad superior como un
caballo corcoveando. Torció su cuerpo en todas direcciones, desplegando
tantas manos hechas de micro máquinas líquidas como le fuese posible, y
bloqueó el proyectil con las partes más gruesas de su blindaje. Incluso con
su blindaje superior dañado, su blindaje del frente debería ser capaz de
soportar la explosión. Él bloquearía la explosión y las ondas de choque con
su propio cuerpo—¡Él protegería a Shin, yaciendo tras él, a cualquier
precio!

El proyectil se acercaba. Solo quedaba un momento para el impacto, y


entonces…

Repentinamente, él se encontró viendo hacia el cielo nocturno, cargado con


una nebulosa que brillaba a través de los oscuros cielos. Una chica lo veía
desde el cielo, su cabello y ojos de un hermoso color plateado. Él la había
visto antes. Tenía alrededor de la edad de Shin.

“¿Quieres protegerlo?”

Sí, eso quiero. Tengo que mantener seguro a Shin. Él es mi preciado


hermano.

Entonces la chica preguntó:

“¿Lo matarás de nuevo?”


¡––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––!

El Juggernaut yacía sin moverse.


El pequeño Shin yacía sin moverse.
Yo…
No de nuevo…

Impacto.

Haciendo contacto con Rei, el detonador del proyectil—no se activó.

Era una porquería, un proyectil sin estallar.

Los proyectiles guiados tenían un curso determinado, esto haciendo


normalmente que carecieran de la masa o propulsión para penetrar el
robusto blindaje de un Tanque Pesado. El proyectil fue aplastado
patéticamente, y el detonador no se activó, dejando los explosivos inertes.
Sin embargo, el proyectil había viajado a velocidad supersónica,
brindándole un peso que un proyectil normal jamás tendría. La fuerza
completa de esa abrumadora energía cinética impactó el cuerpo de Rei sin
piedad.

“Impacto confirmado.”

Lena mantenía sus ojos fijos en el radar, viendo mientras el indicador del
proyectil guiado se interceptaba con el punto del Dinosauria. No detonó.
Era de esperarse, puesto que Lena sabía que el proyectil disparado tenía un
detonador inerte. Su padre le había dicho una vez, cuando era más joven,
que incluso si el blindaje de un tanque podía desviar balas, gradualmente
seguía tomando daño. Un tanque podía desviar un proyectil, pero la energía
cinética aun tendría un impacto. Partes flojas y equipamiento caerían sobre
las personas dentro, y cualquier tornillo y remaches se romperían y
rebotarían dentro del tanque, lastimando y potencialmente matando a todos
dentro.
Contra el Dinosauria, esto resultaría nada más que en un poderoso placaje.
Pero este también era el único método en que Lena podía pensar para evitar
que Shin quedara atrapado en el fuego cruzado. A lo mucho les compraría
unos segundos, y en ese tiempo, alguien…quien fuese…tendría que pensar
en el siguiente movimiento.

Pero fue entonces que ella lo notó.

Alguien más estaba conectado a la Resonancia.

Raiden se dio cuenta que finalmente tuvo éxito al conectarse con Shin.

“¡Shin!”

La conexión se sentía débil, como si Shin no hubiera recobrado la


conciencia completamente. Raiden lo llamó una y otra vez, pero no hubo
respuesta. Aun así, no se podía rendir, y por eso siguió gritando.

“¡Despierta, pedazo de idiota! ¡Shin!”

“¡Capitán Nouzen! ¡¿Puedes escucharme, Capitán?! ¡Por favor despierta!”

Al escuchar a todos los demás llamándolo, Lena gritó también.

Por favor despierta. Sal de ahí y destruye al Dinosauria. No por nuestro


bien. Ni por nada que tenga que ver con esta situación. Ya lo sé. Ya me he
dado cuenta. Así que tienes que hacerlo, con tus propias manos.

Shin lo había dicho aquella noche con una tristeza que se sentía como si lo
apuñalara—que él acabaría con su hermano. Pero Shin no quería realmente
luchar contra él. La Razón por la que Shin luchó contra Rei a pesar de eso
era…

“¡¿Quieres que tu hermano descanse en paz, verdad?!— ¡Shin!”

Todos pudieron sentir como un ojo rojo se abría levemente.


Las patas traseras de Rei aplastaban el suelo bajo ellas mientras se
recomponía. Su cuerpo de metal rechinaba mientras sus pensamientos se
convertían en ruido blanco, el impacto del proyectil habiendo causado
errores en su procesador central. Incluso así, sus instintos como una
máquina de guerra lo incitaban a continuar disparando.

Él podía sentir a los molestos insectos a su alrededor salir del camino


mientras su unidad central de procesamiento y sensores comenzaban a
recuperarse. Y entonces Rei lo vio.

Undertaker se había levantado sin que Rei lo notara y ahora se paraba tras
de él—La boca de su cañón nivelada en dirección al Dinosauria.

El ojo izquierdo de Shin no se abría. Aparentemente se había cortado la


frente mientras estaba inconsciente, y ahora su ojo no se abría por culpa de
la sangre. Su cuerpo se sentía dormido y lento, y cada intento de moverse
parecía una tarea hercúlea. Su mente aún estaba borrosa, e intentar pensar
se sentía pesado.

Shin se agarró la cabeza mientras examinaba la oscura cabina a través de


sus neblinosos pensamientos. Parecía que la pantalla secundaria había sido
destruida. Empujándose en contra de las paredes interiores para sentarse,
volteó a ver la pantalla principal con las palancas de control en mano.

Los gritos de alguien lo habían traído de vuelta, pero los efectos del golpe
aun lo atormentaban. No tenía idea de lo que ocurría. No entendía por qué
seguía vivo ni lo que había ocurrido a su alrededor. Solo sabía dos cosas.
Shin y Undertaker aún estaban vivos. Y el hermano que había buscado por
tanto tiempo—el hermano al que necesitaba enterrar con sus propias
manos—se paraba frente a él.

Sus extremidades aún estaban dormidas, pero aun así se las arregló para
tomar las palancas de control y colocar su dedo sobre el gatillo. Eso era todo
lo que necesitaba hacer.

“…Shin.”

Él pudo escuchar el susurro de ese fantasma, el sonido de la voz de su


hermano muerto. Él merodeaba aquí, en este desierto rincón del campo de
batalla, sin perdonarlo nunca. La primera vez que él escuchó la voz de Rei
mezclada con los lamentos de los fantasmas, Shin se había determinado a
encontrarlo y enterrarlo con sus propias manos.

“Shin.”

Él apretó sus dientes. El niño de siete años que debería haber muerto aquel
día seguía llorando en algún lado. Su hermano había dicho que todo era su
culpa. Que él debería haber muerto en ese entonces. Que él debería haberlo
matado en ese entonces. Shin jamás olvidaría…

Su hermano jamás lo perdonaría.

Pero Shin ya no era un niño. No podía permitirse ser asesinado una segunda
vez.

Mucho tiempo había pasado desde aquel día, y Shin se las había arreglado
para asimilar varias cosas. Pensó en todo lo que había ocurrido y entendió.
No fue su culpa el haber sido estrangulado aquel día. Tampoco era su culpa
la muerte de su hermano ni la de sus padres, nada de lo ocurrido era su
pecado. Rei había necesitado una salida para sus emociones acumuladas. Su
hermano simplemente no había soportado la presión, y Shin simplemente se
encontraba cerca y era más débil que él: la salida perfecta para su
frustración. Eso fue todo. Shin no cargaba ningún pecado por el cual
arrepentirse.

“Shin.”

Shin podía escuchar las voces de los fantasmas, pero no les temía. Solo eran
almas lamentables y miserables. Todo lo que hacían era gemir, queriendo
pasar a mejor vida, gritando con las voces prestadas de los muertos o quizás
llorando en algún lenguaje mecánico que solo ellos podían entender. Habían
perdido su tierra natal y sus cuerpos, y seguían gritando que no querían
morir, incapaces de regresar al polvo. Un ejército de fantasmas que solo
podían llorar no queriendo morir, a pesar de su ferviente deseo de pasar a
mejor vida.

Su hermano estaba perdido dentro de ese ejército, incapaz de morir. Él había


muerto y entonces lo habían robado, atrapado en una de las máquinas
asesinas de la Legión. Shin debía reclamar la cabeza perdida de su hermano.
Es por eso que fue al campo de batalla, es por eso que luchó por cinco largos
años. No para pagar una deuda, no para arrepentirse de sus pecados, sino
para encontrar a su hermano, derrotarlo, y enterrarlo de una vez por todas.
Y, aun así, debía expiar el pecado que su hermano le había legado en sus
momentos finales. Debía expiar al fantasma de su hermano.

Shin fijó su mirada en la grieta hecha en el blindaje de la monstruosidad


metálica—

“...Adiós, hermano.”

—y jaló el gatillo.

Rei veía todo desenvolverse a través de sus sensores ópticos. Pudo sentir el
gatillo siendo apretado, las llamas saliendo de la boca del cañón. Y en ese
momento, por alguna razón, pudo sentir la mirada de aquellos ojos rojos
fijada en él, llenos con fuerza, voluntad y determinación.

Él jamás había visto a su hermano así, jamás había sabido que era capaz de
hacer esa expresión. Pero era de esperarse. Rei había muerto hace cinco años
y se había quedado estancado desde entonces, incapaz de morir. Pero Shin
vivió. Él había cambiado, había crecido, y había avanzado. El hermano
pequeño que había jurado proteger a cualquier costo había desaparecido
hace mucho tiempo. Un día, Shin se volvería mayor de lo que su hermano
jamás fue. Eso hacía que Rei se sintiera feliz pero un poco triste.

Ah, cierto…

Había una cosa que debía decir al final, ¿verdad? Algo que jamás pude
decirle. Intenté decirlo en aquel entonces, esa noche en aquellas ruinas
nevadas, pero morí antes de tener la oportunidad.

Así como en esa noche, Rei estiró su mano hacia su hermano. Una sola
mano se extendió desde la fisura en el blindaje.

Shin.

Y entonces todo lo que pudo ver fue luz.


Sucedió en el segundo después de haber apretado el gatillo. Un brazo de
micro máquinas líquidas se deslizó a través del casi derrumbado toldo de
Undertaker, arrastrándose dentro de la cabina. La mano se movió con una
extraña lentitud en el curso de ese largo momento, buscando algo. Esa era
la gran mano de su hermano. Shin se congeló con terror, viendo mientras
rehacía los eventos de aquella noche, pero forzó su cuerpo a no desviar la
mirada.

En menos de un segundo, su hermano sería inmolado por las llamas. El


hermano que había buscado durante cinco años. Shin no tenía intención de
cargar vestigios de sus últimos pensamientos por más tiempo, ya fuesen de
odio o ira. Pero debía memorizarlos. Los dedos se enrollaron alrededor de
la cicatriz en su cuello, por sobre su pañuelo azul. Pero justo cuando Shin
pensó que los dedos se apretarían y lo estrangularían, el toque de esos dedos
que una vez intentaron matarlo se volvió una caricia amable y
dolorosamente triste.

“…Lo siento.”

Y justo cuando los ojos de Shin se abrieron de par en par, el tiempo comenzó
a fluir de manera normal de nuevo.

La cabeza explosiva anti tanque impactó contra el Dinosauria, detonando.


Una explosión de metal a alta velocidad y de gran calor surgió dentro de la
estructura blindada desde la grieta, engulléndola en llamas negras y rojas.
La mano de su hermano soltó a Shin, serpenteando de regreso a su cuerpo
en llamas.

“Herma—”

Shin estiró su mano hacia aquella mano que se retiraba, pero sus dedos no
tocaron nada más que aire. Solo pudo distinguir la vista de la mano de su
hermano prendiendo en llamas mientras entraba a ese infierno en vida,
mientras todo lo demás se nublaba.

“…Ah.”

Shin tardó un momento en notar lo que las tibias gotas cayendo por sus
mejillas eran. Desde aquel día en que Rei lo había asesinado por primera
vez, Shin no podía llorar. Era incapaz de entender ese sentimiento que se
elevaba dentro de él, aplastando su corazón, se trataba de tristeza. Las
lágrimas caían una tras otra, sin fin.

“Comandante, apaguemos la Resonancia… Esto no es algo que deberíamos


estar escuchando.”

“Sí…”

Lena se conectó de nuevo luego de un tiempo, luego de que Raiden la


contactara y le dijera que estaba bien hacerlo. Los demás también se habían
vuelto a conectar, y Raiden habló de parte de todos.

“Amigo, ¿estás bien?”

“Sí.”

Aun había algo parecido a escalofríos en la voz de Shin, y aunque ya no


estaba llorando, su indiferencia usual parecía haber desaparecido. Raiden
rió.

“Ahora puedes traer contigo el nombre de tu hermano también.”

Shin sonrió. Levemente.

“Sí. Ahora puedo.”

Entonces cambió su atención a Lena.

“……Comandante.”

“Aquí estoy. Por supuesto que aquí voy a estar. Soy la oficial al mando del
escuadrón Spearhead.”

Ella tenía el deber de ver las cosas hasta el final. Incluso si nadie quería que
lo hiciera, era aún su deber.

“…”

“Situación resuelta. Buen trabajo, Undertaker y todos los demás.”


Escucharla referirse a él por su Nombre Clave hizo que los labios de Shin
formaran una sonrisa irónica.

“Sí. Buen trabajo, Handler One.”

“Bien, entonces”, susurro Raiden mientras se estiraba dentro de su cabina.


Lena parpadeó confundida. Se sentía como si los cinco hubiesen acordado
algo, siendo ella la única a la que dejaron fuera. Lena intentó entender. ¿Qué
sucede? Decidieron algo críticamente importante, y ella era la única sin
pista alguna.

“Fido, ¿acabaste de conectar los contenedores?”

Hubo una interrupción en la conversación a través de la Resonancia, como


si alguien no conectado les hubiese respondido. ¿Fido? Oh, cierto, había un
Carroñero atendiéndolos.

“Manejaremos el mantenimiento y las reparaciones después de


encontrar algún lugar para dormir… Debo ser sincero con ustedes
chicos. Acabarse tanta munición en el primer día apesta.”

“Mira el lado bueno. Probablemente acabamos con un millón de


unidades.”

“Supongo… Bueno, no importa.”

Ella pudo escuchar el distintivo sonido de un motor al igual que el sonido


de un objeto pesado moviéndose. Todos los Juggernauts se levantaron.

“Vámonos, chicos. —Hasta luego, Comandante. Cuídate.”

El comentario de partida de Raiden fue tan casual que Lena no pudo


entender de inmediato lo que significaba. La batalla acababa de terminar,
¿verdad? El enemigo se retiraba, y ninguno de ellos había muerto. Así que
ahora debían regresar a la base como siempre, ¿verdad?

“Um.”

Los jóvenes soldados partieron, dejando a Lena confundida. Los


Juggernauts marchaban hacia adelante—sus pasos un poco inestables
debido al daño recibido—mientras sus pilotos charlaban como estudiantes
de camino a la escuela.

“¿Seguros que deberíamos ir por aquí, chicos? Hay varias bombas sin
estallar por todos lados.”

“Sí… Estoy un poco asustada; este lugar es básicamente un campo


minado. Shin, ¿puedes encontrar algún desvió que no nos haga pasar
por este distrito?”

“Ya no hay unidades de la Legión en el área, así que podemos ir en


cualquier dirección… Esperen, ¿cómo que bombas sin estallar?”

“Te explicamos luego. Maldición, Shin, en serio no estabas prestándole


atención a nada más, ¿verdad…?”

Ellos marchaban hacia el este, hacia los campos de batalla desconocidos


controlados por la Legión.

Oh, cierto…
Ellos ya no pueden regresar.

“Espe—”

Una terrible urgencia quemaba todo su cuerpo y una sensación de pérdida


que helaba su alma la llevó a hablar.

“¡Esperen. Por favor, por favor esperen…!”

Ella pudo sentir como se volteaban para verla. Se detuvieron, esperando a


escuchar lo que diría a continuación, pero Lena no tenía ni idea de lo que
debería decir. Después de todo, ella era parte del grupo que los había
expulsado, el grupo que les había ordenado marchar a sus muertes. Ella
podía disculparse y condenarse todo lo que quisiera, pero esas palabras
ahora ya no significarían nada para ellos. ¿Entonces qué podía decir? Y, sin
embargo, palabras salieron de sus labios.

“No me dejen atrás…”


Lena se puso tensa, incapaz de entender el significado tras sus propias
palabras. ¿Acaba de decir que no la dejaran atrás? ¿Eso, de todo lo que
podría haber dicho? No podía creer su propio descaro. Pero ellos solo rieron
gentilmente ante sus palabras. Por primera vez, ella sintió que ellos le
sonrieron de verdad, como hermanos mayores viendo a su hermanita
haciendo un berrinche.

“Ah, se siente bien escuchar eso.”

Raiden sonrió, su sonrisa llena con la fuerza y orgullo de una bestia del
campo de batalla, una que confiaba en nada más que su propio poder y la
ayuda de sus aliados.

“Correcto. No nos están echando. Avanzamos, hasta alcanzar nuestro


destino final.”

Todos cambiaron sus miradas de Lena hacia el horizonte, sus miradas y


corazones fijos una vez más en aquel lugar lejano. Lena se quedó sin
palabras. La emoción que sentía emanando de ellos no era determinación ni
serenidad. Si tuviera que describirla, era la sensación que uno sentía al ver
hacia el extenso y claro océano por primera vez. Como niños viendo un
sinfín de campos primaverales, luego de habérseles dicho que podían correr
hasta donde quisieran y jugar cuanto quisieran. Era una emoción sin límites
y alegría inmaculada y pura. Emoción y expectación que simplemente no
podía ser contenida.

Ah.

No puedo detenerlos. No hay palabras que pueda decir para crear cadenas
que los aten a mí.

Puesto que, para ellos, libertad significaba ser capaz de decidir dónde morir
y escoger a voluntad viajar por ese camino. Ellos sabían mejor que nadie lo
preciada y difícil de conseguir que era.

Lena guardó silencio. No quedaban palabras por decir. Sintiendo que ella
había aceptado su partida, los jóvenes soldados retomaron su viaje. Pero
notando a Lena mordiendo su labio con frustración, incapaz de aceptar la
realidad, Shin se giró hacia ella con una sonrisa final. Era una sonrisa serena
que ella veía por primera vez. Libre, aliviada y brillante.
“Ya nos vamos, Comandante.”

Y entonces la Resonancia tranquilamente se apagó. Cinco puntos


desaparecieron del radar. Estaban fuera de rango, y los registros de la
Resonancia Sensorial habían sido eliminados.

Y con eso, jamás los veré de nuevo…

Gotas caían por sus mejillas. Una tras otras, las lágrimas fluían sin parar.
Incapaz de soportar el dolor que salía de lo profundo de su corazón, Lena se
recostó contra la consola y elevó su voz con un gemido lleno de tristeza
mientras lloraba abiertamente.

Un gran y descolorido dibujo de la bandera de cinco tonalidades, con sus


colores ordenados al revés de izquierda a derecha, estaba garabateado en la
pared de madera de las barracas. No, sus colores no estaban simplemente
reordenados de derecha a izquierda—la bandera misma también estaba
reversa verticalmente. Probablemente significando opresión,
discriminación, intolerancia, atrocidad, y vulgaridad. A su lado había un
dibujo de San Magnolia sosteniendo una cadena y grilletes—en el lugar
donde una espada que acababa con la tiranía debería estar—sonriendo al
reducir a otros a cerdos y pisándolos.

Así es como ellos veían a la República. Los inmaculados dedos de Lena


tocaron el dibujo que adornaba la desgastada y dañada madera. Era
notablemente viejo, probablemente dibujado por los Ochenta-y-Seis
asignados por primera vez a estas barracas hace nueve años. La República
estaba muerta. La República de la cual Lena y los demás civiles se
enorgullecían y en la cual creían había muerto hace mucho tiempo. Fue
hecha pedazos y abandonada por sus propios ciudadanos.

Lena cerró sus ojos y suspiró levemente. Sus pensamientos pasaron al chico
que se había ido, preguntándose si él podía escuchar también la voz de la
República. Después de que todo terminó, sus oficiales al mando la pusieron
bajo arresto domiciliario hasta decidir cómo tratar con ella, a lo cual ella
respondió abordando un transporte que la trajo a la base en donde estuvo
estacionado el escuadrón Spearhead. Era el mismo transporte que reunía a
aquellos destinados a la ejecución. Lena tuvo que prácticamente amenazar
al tímido y de buen corazón oficial de personal para dejarla abordar.

“…Eres la Comandante Milizé, ¿verdad?”

Lena se giró, su mirada cayendo en un miembro del personal de


mantenimiento que parecía estar en sus cincuenta años. Era el teniente Lev
Aldrecht, el jefe de mantenimiento de esta base.

“Escuché de ti por los mocosos. Jamás pensé que vendrías hasta acá… Eres
tan rara como me contaron.”

Habló con una profunda y ligeramente ronca voz mientras apuntaba con la
barbilla en dirección a las barracas.
“Los mocosos limpiaron sus habitaciones antes de irse, pero debe haber aun
algunas cosas. Los nuevos niños deberían venir a ocupar sus lugares pronto,
pero siéntete libre de dar una vuelta por el lugar mientras tanto, si quieres.”

“Muchas gracias. Perdón por molestar; deben estar ocupados…”

“Heh, no te preocupes. Hemos visto un sinfín de niños ir a sus muertes, pero


que un Alba venga a lamentar sus pérdidas es definitivamente algo nuevo.”

Lena repentinamente volteó a ver su rígida y bronceada cara.

“…Teniente Aldrecht. ¿Es usted…?”

Su cabello no se había vuelto gris por la edad. Era en realidad cabello


plateado, manchado por aceite negro.

“¿…Un Alba…?”

“…”

Aldrecht removió sus lentes de sol, revelando un par de ojos del color de la
nieve.
“Mi esposa era una Colorata. Mi hija se veía igualita a ella. Me reusé a
dejarlas ir solas, así que me pinté el cabello y fui tras ellas. Después de eso,
me volví voluntario para que sus derechos fueran restaurados, pero…heh,
eso no funcionó. Mientras trabajaba como esclavo aquí…las dos fueron
enviadas al campo de batalla y murieron.”

Jadeó un largo y profundo suspiro y entonces rascó su cabeza antes de


mover sus labios para hablar una vez más.

“¿…Shin te contó sobre su habilidad?”

“Sí.”

“Esa habilidad terminó siendo una famosa historia aquí en el frente Este…
Así que cuando fue asignado a este lugar fui con él. Le pregunté si
escuchaba a alguna unidad de la Legión que buscaba a su esposo de mierda
o a su padre.”

“…”

“Pensé en que, si me respondía que sí, saldría allá afuera y haría que me
mataran… Pero dijo que no escuchaba a nadie así. Dijo que no había
ninguna unidad llamándome allá afuera. Escuchar eso…creo que fue como
una salvación para mí. Mis chicas no estaban atrapadas en ese campo de
batalla después de sus muertes. Así que cuando vaya al otro lado yo
mismo…ahí estarán esperándome.”

El viejo miembro del equipo de mantenimiento sonrió levemente. Era una


sonrisa triste y sin embargo de alivio. Pero cuando volteó a ver hacia el este,
a donde el campo de batalla se esparcía hasta donde el ojo podía ver, la única
palabra que podía describir su expresión era soledad.

“Antes de que los niños salgan a misiones de Reconocimiento Especial, les


digo que soy un Alba. Les digo que tienen el derecho de odiarnos y que
pueden matarme si eso los hace sentir al menos un poco mejor… Pero nadie
me ha tomado la palabra. Igual esta vez. Gracias a eso, burlé a la muerte una
vez más.”

Ella casi sentía que él estaba a punto de decir que había sido dejado atrás de
nuevo. Por su esposa e hija…y por el sinfín de niños que había conocido
mientras les daba servicio a las máquinas. Aldrecht se puso de nuevo sus
lentes de sol, como si intentara suprimir sus emociones, susurrando “¿Qué
demonios digo…?” a sí mismo.

“No tienes todo el tiempo del mundo… Si tienes algo que hacer aquí, hazlo
rápido.”

“Sí… Muchas gracias.”

Lena hizo una reverencia con respeto hacia Aldrecht y entró a las barracas
por la puerta a un costado. El lugar se veía como si hubiese sido armado con
madera inservible, gris y cafés siendo los colores dominantes del poco
adornado e insípido interior. El corredor rechinó mientras Lena caminaba
por él, la superficie de sus paredes y el piso habiéndose vuelto blancos por
los años de polvo colgándose a ellos. La madera daba una sensación
escabrosa y áspera al tacto. La cocina y el comedor estaban llenos con aceite
y hollín que ningún tipo de limpieza podría esperar remover. Era de todo
menos higiénico.

Las duchas eran un húmedo y triste espacio que le recordaba a Lena las
cámaras de gas que había visto en documentales. Una masa negra
retorciéndose, la cual Lena no podía identificar se movía en una esquina del
cuarto. No había una lavadora ni una aspiradora por ningún lado. Una
escoba y un recogedor parados en la esquina del pasillo y una tabla dentada
y cubo para lavar en el patio trasero de las barracas servían como sus
indignos reemplazos. Este no era un lugar en el que un humano civilizado
debería vivir. Que este fuese el tipo de vida que un país tan orgulloso de sus
prácticas innovadoras y humanitarias imponía a sus ciudadanos llenaba a
Lena con vergüenza.

Las habitaciones de los Processors se encontraban en el segundo piso. La


escalera rechinaba en protesta mientras Lena ascendía. Los pequeños
cuartos estaban llenos con camas de pipas y closets, sus colores descoloridos
por los años de polvo, deterioro, y exposición al sol. Los cuartos estaban
pulcros, faltos de toda pista de que gente alguna vez había vivido ahí. Las
camas estaban hechas con sábanas recién lavadas y almohadas, en silencio
esperando la llegada de sus nuevos ocupantes.

El cuarto más alejado al final del pasillo, siendo igualmente el más grande,
pertenecía al capitán, La puerta desigual se abrió con un rechinido audible.
En adición a la cama de pipas y el closet, este alojamiento se encontraba
también equipado con un escritorio y un pequeño espacio abierto donde un
número de objetos se encontraba.

Una guitarra. Un mazo de cartas y un conjunto de juegos de mesa. Una


colección de herramientas hechas a mano. Una revista de crucigramas con
varias páginas arrancadas, dejando solo los problemas sin resolver. Una
libreta de dibujo, completamente en blanco sin un solo dibujo restante. Una
canasta llena de encajes y agujas para cocer, sin signos del objeto para el
cual fueron usados. Una tabla estaba clavada a la pared para formar un
estante, lleno de libros. Había varios géneros y de varios autores, haciendo
difícil saber quién podría haber sido el dueño.

Probablemente habían sido puestos aquí para evitar ser desechados,


preservándolos para el uso de los próximos miembros del escuadrón. Pero
se habían desecho de todas las cosas que ellos mismos crearon antes de
tiempo, sabiendo que de todas formas las tirarían.

Lena sintió como si pudiese escuchar a esos jóvenes soldados reír, habiendo
elegido vivir sus vidas al máximo sin dejar nada atrás. Jamás sucumbiendo
ante la desesperación, jamás dejando que el odio mancillara su orgullo. Se
paraban rectos y fuertes incluso ante la crueldad que amenazaba con pisar
su dignidad, y sus vidas se paraban como brillantes ejemplos de lo que
significaba ser humano.

Lena caminó hacia el estante de libros, solo para detenerse a mitad del
camino. Un gato negro, con manchas blancas que no pasaban de sus patas,
se encontraba parado quieto, como si se preguntara con impotencia a dónde
se habían ido todos. Fuera de la ventana, ella pudo escuchar el sonido de
soldados quienes aparentemente habían ido a tomarse sus nuevas fotos.
Lena estiró su mano hacia los libros. Ella no esperaba hacer ningún
descubrimiento, pero al menos quería ver lo que esos chicos habían estado
leyendo. Tomó un libro de un autor que reconoció y comenzó a revisar sus
páginas, cuando algo cayó de una de ellas.

“Ah.”

Ella se inclinó para recoger lo que resultó ser un grupo de varias hojas de
papel. La primera era una foto: una foto grupal de varias figuras paradas
frente a un edificio. Ella reconoció esa bandera invertida; se trataba de estas
barracas. Ahí se paraban los miembros del equipo de mantenimiento,
vestidos con overoles, a un lado de veinticuatro chicos y chicas a mitad de
su adolescencia.

“¡……!”

Lena entendió sin necesidad de una explicación. Estos eran los miembros
del escuadrón Spearhead. Estos eran Shin, Raiden, Theo, Kurena, y Anju, y
todos aquellos que habían muerto, probablemente la foto tomada el día en
que fueron asignados a este lugar. El formato de la imagen era el mismo que
aquel de las fotos tomadas para los documentos personales de los
Processors, y la foto los incluía a todos, incluso a los del equipo de
mantenimiento. Era demasiado pequeña para distinguir los rostros de todas
las figuras paradas ahí. Por alguna razón, un antiguo modelo de Carroñero
se paraba a un lado. Fido, al parecer.

Era la primera vez que había visto a los miembros del escuadrón, pero la
pobre calidad los hacia difíciles de distinguir. Tampoco se encontraban
parados en fila, sino que cada uno había tomado la posición y pose que
quisieran mientras veían a la cámara. Pero Lena sabía que sonreían con
calma.

La próxima hoja era una página de un bloc de notas, con un mensaje escrito
apresuradamente con letra masculina.

Si en serio pasaste por todo el problema de encontrar esto, eres una


idiota sin remedio.

Y esta vez, realmente se quedó sin palabras.

Era Raiden. Y a pesar de que no decía para quién era la nota, Lena sabía que
fue escrita para ella.

El sentimiento es mutuo, Raiden. En serio pasaste por todo el problema de


escribir esta nota y ponerla aquí pensando que la iba a encontrar.

La siguiente nota tenía una lista de nombres ordenados erráticamente. No


tomó mucho pensamiento para discernir que los nombres hacían juego con
las personas de la foto grupal.
Escribí aquí el nombre de todos. Apuesto que estás llorando porque no
sabes quién es quién en la foto.

Theo.

Cuida del gato. Ya que insistes tanto en ser una santa, al menos has eso.

Kurena.

Aun no nos hemos decidido en un nombre para él. Dale uno


lindo, ¿bien, Comandante?

Anju.

Sus manos temblaban mientras sostenía el papel. Los sentimientos brotando


de su pecho, amenazando con explotar.

Todos dejaron esto para mí. A pesar de nunca haber podido luchar a su lado.
A pesar de no haber podido salvar a ninguno de ellos. A pesar de que todo
lo que hice fue escupir tonterías idealistas e impotentes mientras caminaba
por sobre sus vidas, ellos aun así me dejaron esto…

La hoja final de papel era de Shin. Era una sola y característica línea, escrita
con una letra organizada y bella.

Si, un día, logras llegar a donde se encuentra nuestro destino final, ¿podrías dejar
algunas flores?

La intención de la carta era clara y, al mismo tiempo, cargaba con otro


significado. La libertad que Shin y los otros buscaron era la libertad para
perseverar cuanto pudieran, hasta que la muerte finalmente los reclamara.
Y Lena jamás alcanzaría su lugar final de destino a menos que siguiera sus
pasos. Ella, también, tendría que convertirse en alguien que jamás se
rindiera ante la desesperación, quien jamás mancillara la dignidad de las
personas. Alguien que luchó y siguió luchando hasta que su vida acabó.

Al final, él creía en ella.


Una sola y cálida lágrima cayó por su mejilla. Lena sonrió a pesar de la
tristeza y soledad ahogando su pecho.

Shin había dicho que la República iba a caer inevitablemente. Que su propia
soberbia se convertiría en el heraldo de su muerte.

Ese puede ser, sin dudas, el inescapable destino de este país. Puede que
incluso el final llegue mañana. Y por esa misma razón, pelea hasta el último
momento. No te rindas jamás. Jamás abandones la voluntad para vivir.
Sigue de pie hasta el último momento. Honora los valores que aquellos
valientes soldados representaron.

Pelea. Hasta que el destino mismo se canse. Pelea, hasta el final de todo.

Ningún país consideraría jamás un acto de maldad el negarle los derechos


humanos a un cerdo.

Por lo tanto, si fueras a definir a alguien hablando una lengua diferente, a


alguien de diferente color, a alguien de diferente herencia como un cerdo
con forma humana, cualquier opresión, persecución o atrocidad que
pudieras infringirles jamás sería cruel o inhumana.

Fue cuando creímos en esto que permitimos que esto ocurriera, fue ahí
cuando la muerte de la República de San Magnolia comenzó—y el
momento en que dejó de existir

—Vladilena Milizé, memorias.


Epílogo
La Estancia de la Reina Ensangrentada.
Cinco armas móviles de la República yacían en ruinas, durmiendo para toda
la eternidad dentro de sus ataúdes de vidrio fortificado.

Se encontraban en un campo primaveral en flor, en una ruta de circulación


perteneciente a la República Federal de Giad. El cielo era de un hermoso
color azul cristalino, dándole a este paisaje un tipo de apariencia ilusoria,
como si fuese un sueño. Este lugar era en donde el borde entre la República
de San Magnolia y el Imperio de Giad había alguna vez existido.

Habiéndosele permitido entrar a la gran caja de vidrio fortificado, la cual


había sido construida para propósitos de preservación, una Vladilena Milizé
de dieciocho años veía los restos de un Juggernaut. La vista evocaba la
imagen de un esqueleto sin cabeza. Su cabello plateado fluyó, una parte de
él ahora teñida de rojo, deslizándose por su ahora negro uniforme militar de
la República.

Los restos de un Carroñero también yacían en ese lugar, con letras pintadas
en un flanco. Fido, Nuestro leal… El resto de la oración se había perdido
para siempre—un agujero, causado por un bombardeo, yacía en su lugar.
Pero Lena tenía una idea del resto del mensaje. Para ahora, ella sabía por
qué Shin y los otros habían nombrado a un Carroñero pero no habían podido
nombrar a un simple gato.

Ellos fueron guerreros destinados a luchar hasta sus muertes. Para ellos, solo
aquellos que luchaban y morían a su lado podían ser considerados
camaradas. Solo sus aliados, quienes lucharían a su lado hasta el amargo
final y que caerían en el mismo campo de batalla—solo aquellos que
lucharon la misma guerra—podían ser llamados camaradas.

Los cinco contenedores que Fido debería cargar no se encontraban ahí.


Probablemente los había desconectado luego de acabarse los suministros.
El propio contenedor de suministros de Fido estaba vacío también.
Cuadraba con la distancia, considerando que marchaban a través del
territorio que estuvo, en ese tiempo, completamente bajo el control de la
Legión.
Por un largo mes, ellos habían marchado en territorios infestados por la
Legión donde no deberían haber sobrevivido por más de unos cuantos días.
Probablemente habían seguido hasta que sus suministros se acabaron.
Habían logrado salir de las zonas en disputa de la República y entrado en
regiones bajo el control de la Legión. Este lugar estaba ahora bajo el control
de la Federación, en el umbral de sus zonas en disputa. Fue probablemente
aquí en donde agotaron sus suministros…y el lugar donde probablemente
murieron.

Este fue su destino final. Las placas en donde Shin había tallado los nombres
de los 576 Processors muertos habían sido temporalmente removidas de la
cabina de los Juggernauts cuando la caja de vidrio fue colocada y regresadas
luego de que réplicas fueron hechas y de que los nombres que contenían
fueran registrados.

Le había tomado dos años a la República alcanzar el destino final de Shin.


La República había sido destruida, justo como Shin predijo, por su propia
pereza y arrogancia.

Después de la misión de Reconocimiento Especial del escuadrón


Spearhead, Lena fue asignada como Handler de otro escuadrón. Ella
meramente los comandó y supo que jamás verdaderamente se paró a su lado
en el campo de batalla. Las únicas cosas que podían hacerse en el campo de
batalla era luchar y morir. Nada más. Una vez morías, todo terminaba, y ella
no tenía intención de hacerse la heroína trágica cuando en ningún momento
pudo luchar al lado de Shin y los demás. Ella incluyó a las Ovejas Negras,
a los Pastores, y a las unidades de Artillería de Largo Alcance en sus
reportes, pero esas fueron todas tratadas como tonterías de los Ochenta-y-
Seis y tomados como rumores no confirmados.

Su nueva posición estuvo también en un Sector disputado con batallas


frecuentes. Fue en este mortífero campo de batalla que Lena se determinó a
no simplemente enviar a sus Processors a la muerte sino a usarlos y a ganar
bajo cualquier costo. Esto la hizo ganar un alias.

La Reina Ensangrentada, Bloody Reina.

Era un juego de palabras con su primer nombre, y aunque sonaba como el


nombre de una villana de una película de serie B, a Lena le gustaba. Ella lo
veía como un alias justo para alguien como ella, quien solo podía pisotear
las vidas de otros mientras los enviaba a la batalla—una cruel y arrogante
persona incapaz de salvar a nadie. A pesar de esto, el índice de muertes en
su escuadrón era significativamente bajo comparado a otras unidades.
Incluso un año después, el escuadrón de Lena continuaba participando en
combate sin haber sido reestructurado ni una sola vez y llegó a ser conocido
como Los Caballeros de la Reina.

Fue en ese punto que Lena frecuentemente visitó a ciudadanos quienes se


habían opuesto al confinamiento de los Ochenta-y-Seis en el pasado,
aquellos que habían intentado refugiar a sus amigos y familias, al igual que
antiguos Handlers que renunciaron por la culpa que todo esto les generaba.
Les hablaba y registraba los nombres, palabras, y características de los
Ochenta-y-Seis que ellos habían conocido. Incluso si el gobierno borraba
los registros formales, no podía quitarles los recuerdos a las personas. Ella
los registró todos para que, cuando llegara el tiempo de la caída de la
República, alguien recordara a esas almas perdidas.

Y entonces la catástrofe atacó, siendo todo rápido y repentino.

Sucedió el día del festival conmemorativo por la fundación de la República.


El mejor alumno de ese año de la escuela preparatoria había dicho palabras
sorprendentes durante su discurso. Era un joven hombre, de la misma edad
que Lena, sus ojos prendidos con las llamas de la determinación.

“Muchos de mis compañeros de clase murieron luchando en contra de la


Legión.”

Murmullos compasivos comenzaron a llenar el salón. Algunas personas


entre la multitud comenzaron a llorar. Mientras los veía desde lo alto con
ojos llenos de frío desdén, las palabras del joven hombre se convirtieron en
gritos de enojo.

“Este país los denigró, los llamó Ochenta-y-Seis. ¡Pueden haber muerto en
el campo de batalla, pero fue la República la que los asesinó! ¡¿Por cuánto
tiempo más continuará esto?!”

Ni una sola voz se elevó para coincidir con él.

Algunos tontos se burlaron, preguntando si es que acaso no podía distinguir


cerdos de humanos. Otros mordieron sus labios, albergando la misma
indignación que él, pero incapaz de ponerla en palabras. Otros simplemente
lo ignoraron y siguieron con sus vidas—y todos ellos murieron, con
igualdad.

Esa noche, una gran fuerza de la Legión, de una escala nunca antes vista,
marchó hacia el frente norte, donde la batalla se había vuelto más calmada.

El escuadrón asignado para defender el Sector fue fácilmente diezmado. El


hecho de que le tomó a sus Handlers tanto tiempo saber sobre la derrota de
sus escuadrones fue un tipo de venganza justa, pero sin embargo
insuficiente. Durante la lucha, los Handlers estuvieron bebiendo y
celebrando, y ninguno Resonó con sus tropas.

Si cualquiera de ellos hubiese hecho su trabajo con más diligencia, no


habrían tenido que escuchar las noticias cuando ya era muy tarde. La
mayoría de cañones de intercepción eran inoperables, y los campos minados
fueron acabados por bombardeos de unidades de Artillería de Largo
Alcance. Cualquier proyectil guiado que la República lanzaba era destruido
por los Stachelschwein antes de tener oportunidad de detonar.

La última esperanza de la República, la Gran Mule, fue incapaz de detener


sus avances, las murallas fueron estalladas por una unidad de tipo Cañón de
Riel, capaz de disparar munición esférica a velocidades supersónicas de
ocho mil metros por segundo. Una nueva unidad de la Legión que el
escuadrón Spearhead había reportado encontrarse una vez… Un reporte que
había sido descartado. La fortaleza inmóvil velozmente cayó ante la fuerza
de pesadilla de sus proyectiles supersónicos.

Para cuando el gobierno notó la severidad de la situación, la Legión ya había


invadido el Sector Ochenta y Cinco. Ninguno de los civiles, quienes habían
empujado el deber de defender su seguridad a los Ochenta-y-Seis, tenía
ninguna manera de resistir la invasión.

Y justo una semana después de la caída de la Gran Mule, la República fue


destruida.

La caída de la República no podía ser vista como un castigo. Muy pocos


murieron lamentando su propia crueldad y descuido. Todos culparon la
ineptitud de otros y perecieron creyéndose a sí mismos victimas trágicas.
Para aquellos que conocieron su final sin darse cuenta de sus propios
pecados, incluso la muerte no contaba como un castigo.

Lena estaba en el Primer Sector cuando la invasión del norte ocurrió, y fue
capaz de escapar de la masacre gracias a sus preparaciones. Ella usó cada
cañón de intercepción en los alrededores del campo minado para abrir la
puerta de la Gran Mule. Entonces empleó una herramienta oculta que
Annette había incluido en su Para-RAID par Resonar con todos los
Processors, pidiendo su ayuda para reclamar el Octogésimo quinto sector.

Muchos escuadrones respondieron su llamado, los Caballeros de la Reina y


otros escuadrones en donde los miembros eran antiguos miembros de los
Caballeros llegaron. Pero no fue por buena voluntad o confianza. Los
Processors probablemente decidieron que agruparse con la República—con
su electricidad y plantas de producción—incrementaría sus oportunidades
de sobrevivir. Muchos otros Ochenta-y-Seis formaron sus propias
posiciones defensivas, manteniéndose firmes para defender los campos de
concentración donde muchos de sus amigos y seres queridos se
encontraban.

Lena tomó el mando de estas fuerzas y formó una línea defensiva.

Algunos Alba se dirigieron al campo de batalla, conduciendo Juggernauts


de repuesto, pero la mayoría se acobardaron, sin hacer nada. Algunos
observaban a los Ochenta-y-Seis con desdén y desprecio, pero a diferencia
de antes, los oprimidos eran ahora aquellos que sostenían las armas. Los
experimentados Ochenta-y-Seis soportaron el tratamiento de los Alba,
notando que batallas internas serían el peor escenario posible en medio de
una guerra. Pero si las cosas hubiesen durado más tiempo, quien sabe lo que
podría haber ocurrido.

Dos meses después de formada la línea defensiva, una fuerza de rescate


llegó desde un país vecino. Habían llegado desde más allá del borde Este,
cruzando los territorios de la Legión. Las fuerzas de la Legión estaban
concentradas en el norte, y el ejército del país vecino rompió a través del
más vacío frente Este para llegar a su ayuda.

Eran fuerzas de la República Federal de Giad, quienes habían derrocado al


Imperio y formado un país para la gente. El Imperio fue abolido por una
revolución poco tiempo después de comenzada la guerra. Lo que la
República interceptó en aquellos tiempos, fue una transmisión de la última
fortificación defensiva de los militantes. Habiendo destruido al Imperio, la
Federación también fue reconocida por la Legión como un enemigo y había
pasado la última década luchando contra ellos. Muchos ciudadanos a
voluntad se unieron a los esfuerzos de guerra, creyendo en los ideales de la
Federación sobre que el deber de las personas era proteger a sus hermanos,
y lento pero seguro, liberaron sus tierras del control de la Legión.

Armados con su armamento moderno, el poderoso ejército de la Federación


marchó con sus cabezas en alto mientras ayudaban a los remanentes de la
República a reclamar sus territorios perdidos, eventualmente abriéndose
paso hasta el Primer Sector, en donde acabaron en un punto muerto. Los
civiles de la República los recibieron con los brazos abiertos, pero
desafortunadamente, las cosas no acabaron ahí.

La Federación de alguna manera sabía que la República había sujetado a sus


compañeros Colorata, a los Ochenta-y-Seis, a una persecución y a un sinfín
de atrocidades. Habiendo liberado a los Ochenta-y-Seis de los campos de
concentración y de las bases del frente mientras marchaban, aumentando
sus rangos mientras tanto, el ejército de la Federación vio la crueldad a la
que habían sido sometidos los Ochenta-y-Seis con sus propios ojos.

El comandante de las fuerzas de rescate fue directo con el presidente de la


República y con los altos mandos a decirles, “Si tanto odiaban los colores,
bien podrían haber teñido su bandera de blanco.” Fue una declaración
cortante, dicha sin sarcasmo alguno. La Federación favoreció a los Ochenta-
y-Seis, brindándoles ciudadanía incondicional a cualquiera que la deseara.
Por otro lado, les brindaron a los Alba la mínima cantidad de apoyo
necesario y priorizaron investigar cuán lejos llegó la persecución.

Las cosas no eran aun tan malas hasta que descubrieron un sinfín de
documentos personales acerca de las bajas en un almacén subterráneo en los
cuarteles generales de la milicia de la República. Tal parece que alguien en
la división de personal los había preservado en secreto. Hubo un poco de
criticismo cuando vieron que la mayoría de muertos eran niños, pero el
hecho de que algunas personas en la República eran aun decentes y se
sentían arrepentidas frenó su enojo.

Pero la mirada de la Federación se volvió una mirada fría cuando descubrió


los diarios escritos por personas en los campos de concentración, detallando
las atrocidades a las cuales habían sido sujetos. Los sobrevivientes
gradualmente también comenzaron a hablar, y un gran número de
esqueletos fueron descubiertos, enterrados en las ruinas de los campos de
concentración y en las paredes de la fortaleza. Cuando eventualmente
encontraron registros de experimentación humana y tráfico de infantes,
junto con grabaciones de los horrores llevados a cabo por soldados de la
República, ellos ya no pudieron ver a los Alba como nada más que basura
humana.

No habría sido sorpresa si la Federación hubiese retractado su apoyo en ese


momento y lugar, pero aun así proveyó a los remanentes de la República
con asistencia mínima. Esa fue probablemente la manera de la Federación
para castigarlos. La República podría haber sido la mayor escoria existente,
pero la Federación se rehusó a ponerse al mismo nivel que ellos.

Deja a aquellos que conocen la vergüenza, sufrir de ella hasta el final de sus
días. Y cualquier cerdo incapaz de sentir vergüenza ni siquiera merecía
atención ni reconocimiento. Esa era la solemne condena de la Federación.

Fue para cuando el Primer Sector de la región norte fue liberado de la


Legión que la Federación solicitó, a cambio de refuerzos, que un oficial de
la antigua milicia de la República fuese despachado a su ejército para servir
como oficial al mando de las fuerzas de rescate o, de otro modo, como su
asistente. Aunque muchos oficiales retrocedieron ante ese puesto, Lena por
voluntad propia se ofreció—lo cual la trajo a este lugar en este momento.

Lena dejó la caja de vidrio detrás, recogiendo su maleta y una pequeña bolsa
que contenía a un gato negro de patas blancas, el cual había dejado afuera
justo antes de entrar. Entonces cambió su mirada hacia la gran losa de piedra
puesta en este jardín primaveral, conmemorando a estos cinco Juggernauts
y a los 576 soldados caídos que yacían junto a ellos. Era la lápida que se les
fue brindada luego de luchar y sobrevivir por tanto tiempo, para
eventualmente abrirse camino hasta aquí.

Ella no sabía que los encontraría aquí y por eso no pensó en traer flores.
Tendría que preparar algunas para la próxima vez. Ella aún no había llegado
verdaderamente al lugar en el que ellos estuvieron. Ella aun no tenía el
derecho de ofrecerles flores.
Se giró hacia los oficiales de la Federación que la esperaban, haciendo una
leve reverencia.

“Discúlpenme, Su Excelencia. Lo mantuve esperando demasiado.”

“En lo absoluto. No se puede pasar demasiado tiempo lamentando a aquellas


personas preciadas, cariño.”

El oficial de mediana edad sonrió ligeramente, viéndose como un


indiferente filósofo erudito más que como un oficial militar. Su barba era
del color negro grisáceo, y usaba un traje de negocios producido en masa y
un par de lentes de marco plateado. Él observó a Lena, quien vestía de negro
y tenía una sección de su cabello pintada de rojo, con una gentil y respetuosa
sonrisa.

“Estabas lamentando la perdida de esas vidas y las muertes de tus


subordinados, ¿verdad, Bloody Reina…? Para serte franco, hay varios en la
Federación haciendo un llamado a cortar toda ayuda a la República,
diciendo que solo deberíamos ayudar a nuestros hermanos. Pero con
personas como tú alrededor, puedo decir con certeza que salvarlos fue lo
correcto. La República Federal de Giad le da la bienvenida, Coronel
Milizé.”

Ella sonrió tímidamente, sacudiendo su cabeza. Muchas vidas se habían


perdido, pero esta lápida era para los subordinados que ella había dejado
morir. Esta reina ensangrentada no merecía tales elogios. El viejo oficial
sonrió ante esa escrupulosa expresión y se giró. Muchas figuras se paraban
a una corta distancia tras de él, un grupo de jóvenes oficiales vestidos con
uniformes azul metálico de la milicia de la Federación.

“Por aquí. Le presentaré a los oficiales que le servirán bajo su nuevo


escuadrón.”

“Sí, señor.”

Ella dio un paso al frente, parando solo para ver una última vez la lápida.
Los restos de aquellas mecánicas arañas cuadrúpedas y sus encargados se
acurrucaban juntos, durmiendo para toda la eternidad. Este era el lugar que
aquellos chicos y chicas lucharon por encontrar al final de sus crueles vidas.
La guerra aun no acababa. Las fuerzas de la Legión aun controlaban la
mayoría del continente, e incluso ahora, alguien seguía allá afuera,
luchando.

Hasta el momento en que la última unidad de la Legión cayera en silencio.


Así ellos podrían alcanzar sus destinos finales, siguiendo los pasos de estos
chicos.

Lena se armó de valor y caminó hacia adelante, abriéndose camino hasta


aquellos cinco oficiales. Eran de su misma edad, y todos ellos la saludaron
en una sola fila. Ella caminó a su lado, hacia su nuevo campo de batalla.

Para así poder luchar hasta el fin. Y para así poder vivir hasta el fin.
Epilogo II
Reboot
Él y otros cuatro oficiales se paraban con facilidad en una perfecta fila,
viendo mientras la oficial militar de la República dejaba la caja de vidrio y
saludaba al presidente de la Federación. Todos ellos eran jóvenes, aun en su
adolescencia, pero vestían uniformes azul metálico con una familiaridad y
madurez más allá de su edad. Viendo el uniforme negro y cabello plateado,
parcialmente teñido de rojo, de la chica Alba, su vice capitán susurró con
recelo.

“Oigan… ¿Seguros que es ella? Es, bueno…un poco diferente de lo que


imaginé.”

“Eso solo significa que ha pasado por mucho. Como nosotros.”

Su camarada simplemente murmuró “Vaya cosas” con una sonrisa,


dirigiendo una curiosa mirada en su dirección. Había pasado un tiempo
desde la primera vez que se puso un uniforme de la Federación, pero el aún
no estaba acostumbrado. Verse a él y a los demás usándolos se sentía
antinatural. Sin romper su línea ordenada, los otros tres comenzaron a
susurrar también.

“¿Cómo le dicen ahora, Bloody Reina? Eso es aterrador, maldición. Para


nada lo que esperarías de ella.”

“Oigan, ¿creen que nos reconocerá cuando nos vea?”

“Hmm… Supongo que sería bueno que lo hiciera, pero sería muy gracioso
si no lo hace.”

Mientras hablaban, la chica parecía acabar su conversación con el


presidente, quien la dirigió a verlos. Los tres inmediatamente guardaron
silencio, sus rostros tomando expresiones tranquilas y neutrales,
probablemente resultado de sus entrenamientos en la milicia de la
Federación. O quizás incluso eso era parte de la broma que habían planeado.

Ellos pisaron el suelo y saludaron, dándole la bienvenida al presidente y a


la chica que se convertiría en su oficial al mando una vez más. La chica los
saludó de una manera algo diferente a lo que se acostumbraba en la
Federación y abrió su boca para hablar, su mirada ligeramente rígida y
severa.

“Coronel Vladilena Milizé de las Fuerzas Armadas de la República. Un


placer conocerlos.”

Ooooh, no nos reconoce.

El grupo intercambió miradas, como niños cuya broma había salido a la


perfección. Él entonces abrió su boca para hablar como capitán de parte de
todos.

“Esta no es la primera vez que nos conocemos. Aunque supongo que sí es


la primera vez que nos vemos cara a cara.”

Él sonrió, viendo los ojos de la chica abrirse de par en par con sorpresa y
asombro.

“Ha pasado un buen tiempo, Handler One.”


Palabras Finales

Los ligueros11 son geniales, ¿no creen?

Hola a todos, les habla Asato Asato. Un nombre raro, lo sé, pero no teman;
es solo un seudónimo. Es una combinación de mi nombre real y ‘ochenta-
y-ocho’.

Aquellos que vinieron a ver esto antes de comenzar a leer, estoy seguro que
disfrutarán este libro.

Aquellos que vinieron a dar un vistazo sin intención de leer este libro, espero
que encuentren gozo en cualquier pieza de entretenimiento que escojan.

Y a aquellos leyendo esto después de acabar el libro… Muchísimas gracias.


¿Les gustó? Es una historia con un poco de todo. Batallas y mechas y una
historia de chico-conoce-chica y una distopía y mucho más. Si alguna de
estas cosas logró tocar sus fibras sensibles, sería la persona más feliz viva.

En cuanto a mí, me divertí mucho escribiendo esto. ¡Este es el tipo de


historia que amo leer! ¡Está llena de cosas que me gusta! ¡Este es el tipo de
historia que siempre quise escribir! Lo cual hace mucho más extraño que
haya terminado ganando un premio. Incluso yo no estoy muy seguro de
como ocurrió eso.

Bueno, para ser honesto, hubo unas cuantas cosas que meticulosamente tuve
que omitir de la versión final para poder enviarla al concurso. Terminé
agregando una de esas cosas, la escena describiendo los ligueros, durante
una revisión secundaria del libro. Los ligueros son lindos, ¿no creen?
También sexys. Sexys y lindos.

Espero que ustedes compañeros amantes de los ligueros disfruten las


encantadoras y súper lindas ilustraciones de Lena y los ligueros adornando
sus sexis muslos.

11
El liguero o portaligas es una prenda interior que sirve para sujetar las medias femeninas y
solamente se usa con vestido o falda.
Y para aquellos que no han despertado ante el atractivo de los ligueros, por
favor no les presten atención a mis divagaciones. Aquí algunos apéndices
sobre la historia:

• La historia usa elementos de la Segunda Guerra Mundial,


específicamente de cierto país del Eje y de cierto país perteneciente a
los Aliados, y ciertos aspectos oscuros de la historia de ese tiempo.
Me gustaría clarificar que no poseo mala voluntad hacia ninguno de
esos países; es solo que hay bastante material sobre esos temas en
particular.
• La historia usa la palabra cerdo como un término despectivo
malicioso. Sin embargo, me gustaría aclarar que no poseo mala
voluntad contra los cerdos. ¡Si tuviera que elegir, diría que los amo!
Son deliciosos. ¡Las chuletas de cerdo también son geniales!
• Por favor no piensen mucho en las particularidades de la teoría de la
Resonancia Sensorial o cualquier otra arma que aparezca en este
libro. Puede que sean modificadas después si es necesario. La idea
del inconsciente colectivo en particular es una que intencionalmente
malinterpreté por el bien de la historia.
• Esta historia toma lugar en una realidad alterna pero aun emplea el
sistema métrico. Hice esto porque las unidades de medida inventadas
fallan en dar a entender lo que está ocurriendo. La razón de por qué
no usé el viejo sistema japonés ni unidades imperiales es porque
realmente no las conozco.
• Esta historia toma lugar en una realidad alterna, pero tiene referencia
a la Biblia, novelas de Remarque, y esas cosas. La razón de eso es
que… Bueno, se los dejo a la imaginación.

…Paremos de hablar de mis huecos argumentales y sigamos para dar unas


cuantas palabras de gratitud.

A mis editores, Kiyose y Tsucihiya. Sus notas y retroalimentación bien


pensada aumentaron en gran medida la calidad de esta historia. Siempre
disfrutaba reunirme para trabajar con ustedes.

A Shirabii. Tus ilustraciones son maravillosas. Tu habilidad para llenar al


personaje con una poderosa presencia y una apariencia dignificada en sus
ojos nunca para de impresionarme. Muchas gracias por todo tu asombroso
trabajo. Cuando recibí tus sketches de Shin con todo tipo de trozos de
armaduras geniales en él, pensé como loco intentando meter algo así de
asombroso en mi historia.

A I-IV. A pesar de que te dije que diseñaras algo tan absurdo como una
“débil y mal diseñada máquina”, me proveíste no solo con diseños para
geniales y amenazantes armas, sino también con sorprendentes diseños para
los Juggernauts. Ver todos los pequeños detalles que pusiste en los diseños
realmente me emocionó. Y encima de todo eso, la Legión es incluso más
peligrosa y casi invencible de lo que pensé que sería, con Fido yendo hacia
el otro extremo y siendo tan adorable. En serio, ¿no pueden conseguirme
uno de esos?

Y finalmente, a todos ustedes que leyeron este libro. Muchísimas gracias.


Podemos estar al final de este volumen, pero aún hay muchas más historias
siendo preparadas, así que por favor espérenlas con ansias.

En todo caso, espero que, por siquiera un corto tiempo, haya sido capaz de
dejarlos experimentar un paraíso cerrado lleno de ostentación y vanidad, y
los cielos, estrellas, viento y flores de aquel campo de batalla plagado de
matanzas y acero.

Música sonando mientras escribo estas palabras finales: “Sidonia” de


Angela.

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