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Una esquina del Palacio Blancneige, una vez hogar de la corte real en el
pasado, ahora servía como los lujosos cuarteles generales de las fuerzas
armadas. Este lugar, y la muralla fortificada que circulaba el sector
administrativo, la Gran Mule, era el lugar de destino de Lena y el centro de
comando de todas las fuerzas armadas de la República.
No había soldados fuera de la Gran Mule, en las líneas del frente a cien
kilómetros de las paredes fortificadas. Solo drones—Juggernauts—
luchaban en el campo de batalla, y eran comandados desde los cuartos de
control en los cuarteles generales de las fuerzas armadas. Su línea de
defensa, que consistía en más de cien mil Juggernauts, con un campo de
minas antipersona y anti-tanques y un cañón de artillería de intercepción
tierra-tierra detrás, ni una sola vez había sido rota. Y por supuesto, las
fuerzas estacionadas en la Gran Mule jamás habían visto combate real. Otras
profesiones en las fuerzas armadas incluían comunicaciones, transporte,
análisis, planeamiento táctico, y administraciones varias. En otras palabras,
ni un solo soldado en las fuerzas armadas de la República conocía el
combate verdadero.
Lena frunció el ceño, sintiendo el llamativo hedor del alcohol saliendo de
un grupo de oficiales que pasaron a su lado. Probablemente habían usado la
gran pantalla del cuarto de control para ver deportes o algo por el estilo una
vez más. Dirigiéndoles una mirada de reproche, sus ojos se encontraron con
una mirada de desdén.
“Caballeros, parece que nuestra pequeña princesita tiene algo que decir.”
“Whoa, que miedo, que miedo. Sería mejor que se encerrara en su
habitación para jugar con sus preciados drones.”
Ella giró para verlos, incapaz de contener su irritación.
“Escuchen, ustedes—“
“Buenos días, Lena.”
Una voz la llamó desde un lado, se giró para encontrar y saludar a Annette,
quien se había unido al ejército al mismo tiempo que ella. Era una teniente
especializada afiliada con la división de laboratorios y amiga de Lena desde
la escuela secundaria.
Como ambas se habían saltado un año, ella era actualmente la única amiga
de Lena que tenía su misma edad.
“…Buenos días, Annette. Llegas temprano. ¿Hoy no te quedaste dormida?”
“Justo voy saliendo del trabajo. Ayer me quedé toda la noche… Por favor
no me pongas al mismo nivel que a esos idiotas, ¿entiendes? Sabes que
trabajo como loca. Surgió un problema que solo la genio certificada
Teniente Especializada Henrietta Penrose podía resolver.”
Annette dio un largo y casi felino bostezo. Su corto cabello era el plateado
de un Alba, y sus grandes y cansados ojos eran de una tonalidad igualmente
plateada. Annette se encogió de hombros, dando una mirada en la dirección
del grupo de borrachos que se habían retirado durante la conversación, como
si dijera que intentar disciplinar a idiotas como ellos era una pérdida de
tiempo. Lena se sonrojó, notando por la mirada en los elegantes ojos de su
amiga que ella intentaba detenerla de intentar justamente eso.
“Oh, cierto. La alerta de tu terminal de información estaba encendida.
Deberías encargarte de eso.”
“Oh no… Lo siento. Gracias, Annette.”
“Ni lo menciones. Solo intenta no quedarte mucho tiempo con los drones,
¿entendido?”
Lena se dio media vuelta, el ceño fruncido aun en su rostro, y después de
sacudir su cabeza, se dirigió hacia su cuarto de comando designado.
Las noticias de la mañana siguiente una vez más hablaban de lo vastas que
eran las bajas del enemigo, qué tan leve era el daño a la República, y cómo
hubo—como siempre—cero bajas. El presentador una vez más alabó la
tecnología de punta y tácticas humanas de la República, así como lo cerca
que debería estar la derrota del enemigo, y así siguió, como siempre. Lena
algunas veces se preguntaba si las noticias no eran una grabación
reproducida una y otra vez. Esta era una transmisión patrocinada por el
gobierno, con el emblema de una espada y cadenas rotas en el fondo. Esto
representaba la derroca del reinado soberano y la caída de la opresión, eran
el símbolo de San Magnolia, el santo patrón de la revolución.
“…En preparación para el cese de hostilidades dentro de dos años, el
gobierno ha decidido reducir gradualmente los fondos militares. Como
precursor a tal acción, el décimo séptimo distrito del Frente Sur será abolido,
y todas las fuerzas estacionadas ahí disueltas y dadas de baja—“
Lena suspiró. Ellos probablemente perdieron el décimo séptimo distrito.
Esto ciertamente no sería el tipo de noticias que pudieran permitirse dejar
pasar. No solo habían perdido territorio, se habían rendido en intentar
reclamarlo y escogieron en su lugar, desarmarse. El gobierno había usado
todas las propiedades de los Ochenta-y-Seis hacía ya tiempo, y ahora las
voces de los civiles demandando que redujeran el vasto presupuesto de
guerra y se desarmaran en favor del bienestar y de las obras públicas se
estaban volviendo gradualmente más difíciles de ignorar.
Sentada frente a ella, vestida con un traje anticuado, la madre de Lena abrió
sus perfectamente pintados labios para hablar.
“¿…Qué sucede, Lena? Olvídate de tus problemas y come un poco.”
La mesa del comedor tenía sobre ella el desayuno, pero la mayoría de él era
comida sintética de fábrica. Habiendo perdido la mitad de sus tierras, la
República se quedaba sin espacio mientras su población crecía en un 80 por
ciento—con excepción de los Ochenta-y-Seis. Y los ochenta y cinco
Sectores no tenían la tierra necesaria para soportar la población. También
carecían de comunicación con países extranjeros debido a las interferencias
por parte de los Eintagsfliege, lo cual significaba que el comercio, las
relaciones diplomáticas, e incluso confirmar si todavía existían otros países
era imposible.
Lena tomó un sorbo de té, diferente al té que ella vagamente recordaba del
pasado, y cortó una pieza de carne sintética, hecha de proteínas de trigo y
creada para replicar el sabor y apariencia de la carne natural. La única cosa
natural en la comida era la compota añadida a su té, hecha de frambuesas
que crecían en su jardín. Pero incluso esto era una comodidad que no era
vista en los hogares promedio de la República, los cuales ni siquiera tenían
espacio para macetas, mucho menos para un jardín, convirtiendo así el
jardín de este hogar en algo más o menos de valor.
Su madre sonrió
“Lena, ¿no va siendo hora de que abandones el ejército y encuentres un
novio de una buena familia?”
Lena suspiro internamente. Esta conversación era repetida palabra por
palabra todos los días, al igual que la transmisión de noticias. Pedigrí.
Estatus. Posición. Linaje. Estirpe superior. Este vestido de seda, que se
volvía anticuado y obsoleto en el momento que ponía un pie fuera de la casa.
Esta mansión, construida en los días en que la familia Milizé era
considerada de la nobleza. Reliquias preservadas de una era feliz perdida
hacía tiempo, congeladas en el tiempo, rodeadas de dulces sueños y
rehusándose a ver la realidad.
“La Legión y los Ochenta-y-Seis difícilmente son temas de los cuales la hija
de la gran familia Milizé deba preocuparse. Sé que tu difunto padre era un
soldado, pero la guerra ya quedó atrás para nosotros.”
¿Cómo podría haber quedado la guerra atrás si el país aún se encontraba
peleando contra la Legión? El campo de batalla tan solo se encontraba lejos
y fuera de vista, y aquellos que fueron a la guerra jamás regresaron para
hablar sobre ella. Mientras que en lo que respecta a los civiles, la guerra no
era más que una colección de eventos ficticios de una película, sin un
sentido de realidad ni de relación de su parte.
“Proteger la patria es el trabajo y orgullo de los ciudadanos de la República,
madre. Y por favor no los llames Ochenta-y-Seis. Ellos son ciudadanos
respetables de la República, al igual que tú y yo.”
Una arruga corrió por la refinada y pequeña nariz de su madre.
“¿Cómo puedes considerarlos miembros de la República cuando están
manchados con esos sucios colores? Honestamente, incluso si debes
alimentar al ganado para que hagan lo que digas, ¿en qué pensaba el
gobierno, dejando que esos animales toquen suelo de la República?”
A los Ochenta-y-Seis que aceptaban luchar se les era concedida la
restauración de sus derechos civiles al igual que los derechos de su familia.
Para protegerlos de la severa persecución y discriminación de los ochenta y
cinco Sectores, sus paraderos se mantenían confidenciales, pero habían
pasado nueve años desde el comienzo de la guerra. Seguramente algunos de
ellos ya habían regresado a vivir en sus antiguos hogares.
Esta era la recompensa justa que recibían por su dedicación al estado.
Lamentablemente, aquellos en el poder no podían ver la justificación por
una recompensa así y meramente sacudían sus cabezas ante la deplorable
situación.
“Ah, qué terrible. Hace tan solo diez años ellos holgazaneaban en Liberté et
Égalité como si de su hogar se tratara. Y quién pensaría que ahora podrían
regresar… ¿Hasta qué punto la libertad e igualdad de la República deberá
ser mancillada para que ellos estén satisfechos…?”
“…Madre, si algo está mancillando la libertad e igualdad, esas serían tus
palabras.”
“¿Perdón?”
Lena suspiró de verdad al ver la expresión estupefacta de su madre. Ella no
entendía. Ella honestamente no entendía. Y no solo su madre. Los civiles
de toda la República se enorgullecían de la bandera de cinco colores y de la
libertad, igualdad, hermandad, justicia y grandeza que esta representaba.
Ellos creían haber aprendido de la historia y aborrecían la tiranía, resentían
la explotación, despreciaban la discriminación, y evitaban el asesinato y las
atrocidades, viendo estas como actos malvados.
Pero ellos simplemente no entendían que la República cometía esas mismas
atrocidades frente a sus narices. Y si fueras a intentar hacérselos ver, te
verían con lástima y preguntarían, “¿No puedes diferenciar cerdos de
personas?” Lena mordió su labio. Las palabras eran muy convenientes.
Podían disimular la verdad tan fácilmente. Todo lo que tomaba era una
simple reescritura de un nombre, y podías reducir un humano a un cerdo.
Su madre la veía con una expresión afligida pero eventualmente sonrió,
como si hubiera llegado a un entendimiento.
“Tu padre se compadecía del ganado, y ahora tú eres igual que él. ¿No es
así?”
“N-No, eso no…”
Lena respetaba profundamente a su padre, quien había objetado
enormemente por el confinamiento de los Ochenta-y-Seis hasta el amargo
final. Pero ella no pretendía seguir sus pasos.
Porque ella aun podía recordar aquella silueta de una araña cuadrúpeda, la
cresta de un caballero esquelético sin cabeza grabada en su coraza, la mano
extendida que la había salvado del desastre, aquellas sombras de un brillante
rojo y un profundo negro con las que él había cargado desde su nacimiento.
Contrario a lo que los civiles creían, el Juggernaut era mucho más inferior
a la Legión en términos de desempeño, y la idea de salir de una pelea con la
Legión con bajas mínimas era impensable. Incluso si la República infligía
gran daño a la Legión, ellos siempre regresaban igual en números, y lo
máximo que podía hacer la República era mantener su línea defensiva.
Sin embargo, el escuadrón del que Lena estaba a cargo no había sufrido
tantas pérdidas.
Las mejillas llenas de cicatrices de Karlstahl se aflojaron en una sonrisa. Su
barba daba una sensación de gentil dignidad, y su complexión era alta y de
hombros anchos.
“Tu escuadrón no será reorganizado ni integrado a otro. La verdad es que el
Handler de otro escuadrón recientemente dimitió, y necesitamos elegir un
Handler de reemplazo de otro escuadrón lo más rápido posible.”
“¿Se trata de una unidad defensiva de un sitio importante?”
Lo cual significaba que era una unidad que no podía permanecer en espera
aguardando la llegada de un Handler de reemplazo.
“Exacto. Es el primer escuadrón defensivo del primer distrito del Frente
Este, también conocido como el escuadrón Spearhead. Es una unidad que
consiste de veteranos del Frente Este…Podrías llamarla una unidad de élite.”
Eso hizo que los hermosos rasgos de Lena se contorsionaran en un ceño
fruncido. El primer distrito era ciertamente un sitio importante; era una
imperativa posición defensiva donde el avance de la Legión era más
violento. Y el primer escuadrón defensivo era una unidad significativa que
era responsable de la defensa del primer distrito sin la ayuda de nadie más.
Los deberes de dicho escuadrón, tales como patrullajes nocturnos y el apoyo
a otras unidades, eran enteramente diferentes comparadas al segundo,
tercero, y cuarto escuadrón, que servían como refuerzos en caso de que el
primero no fuera capaz de desplegarse.”
“Creo que es demasiada responsabilidad para una novata como yo, señor…”
Karlstahl sonrió irónicamente.
“¿Es eso algo que una talentosa Oficial quien fue la más joven y la primera
en ser promovida a Comandante de noventa y un alumnos debería decir?
Ser demasiado modesta puede traerte la ira de otros, Lena.”
“L-Lo siento, Señor Jérôme.”
Karlstahl se refirió a Lena por su primer nombre, y ella respondió bajando
la cabeza de una manera impropia de un subordinado. Karlstahl había sido
un buen amigo del ahora difunto padre de Lena, quien había peleado a su
lado hace nueve años como parte de las ahora demolidas Fuerzas Armadas
de la República. Los dos estaban entre los únicos supervivientes. Él llegaba
a visitar a menudo cuando Lena era pequeña y jugaba con ella, y luego del
deceso de su padre, él ayudó a preparar el funeral, y también apoyó a Lena
y a su familia en varias maneras.
“Seré franco contigo… No tenemos ningún otro candidato para Handler del
escuadrón Spearhead.”
“¿No había dicho que era una unidad de élite? Creo que ser puesto a cargo
de una unidad así sería un gran honor para cualquier soldado de la
República.”
Sin embargo, no todos los Handlers se tomaban su trabajo en serio. Algunos
veían televisión o jugaban videojuegos en los cuartos de comando o de
plano los dejaban desatendidos. Otros les darían terribles órdenes a sus
Processors o no los proveerían con ningún tipo de información y verían
como morían, como si fuera una película. Otros apostarían con sus colegas
qué escuadrón sería eliminado primero. Lena sabía todo eso, por supuesto.
En todo caso, aquellos que se tomaban su trabajo en serio eran la minoría,
pero eso es ya otro tema.
“Ah, bueno, es una unidad de élite, pero…”
Karlstahl pareció dudar un segundo.
“Es por la unidad capitán 2 del escuadrón Spearhead, Nombre Personal:
Undertaker. Tiene algo así como, digamos, un pasado particular.”
Undertaker. Qué raro nombre.
“Los Handler que lo conocen parecen llamarle Parca y le tienen un miedo
tremendo…Parece que tiene una tendencia a…romper a sus Handlers.”
“¿Eh?”
2
Es el nombre del Juggernaut líder, la unidad capitán. los Processors no tienen nombre porque ‘no
existen’, o sea, Shin no existe en los registros del ejército. Estos Processors son los Colorata.
Lena contestó con sorpresa. Si fuera al contrario, no habría sido tan raro,
pero ¿un Processor rompiendo a un Handler?
¿Cómo?
“¿Señor, está seguro que no se trata solo de un cuento de hadas?”
“Te garantizo que no puedo darme el lujo de llamar a mis subordinados a
discutir rumores, querida… Es un hecho que un gran e inusual número de
Handlers que estuvieron a cargo del escuadrón de Undertaker han solicitado
cambiar funciones o solicitan dimitir por completo. Algunos han solicitado
ser transferidos inmediatamente luego de su primera misión de combate, y
aunque no estamos seguros si está relacionado, algunos han cometido
suicidio luego de dimitir.”
“Señor, ¿suicidio…?”
“Es difícil de creer, pero…ellos dicen ‘escuchar las voces de los fantasmas’
y que eran perseguidos por ellos incluso después de retirarse del servicio.”
“…”
No sonaba como algo diferente a un cuento de hadas. Karlstahl inclinó la
cabeza, ansioso, intentando discernir lo que Lena pensaba.
“Si estás en contra, siéntete libre de negarte, Lena. Puedes quedarte
comandando tu escuadrón actual, y como he dicho, Spearhead está
compuesto por veteranos. Por lo que escuché, la Resonancia con ellos
durante combate no es recomendada, así que bien podríamos dejar el mando
a aquellos en el campo y proveer monitoreo mínimo—“
Lena frunció los labios firmemente.
“Lo haré. Pondré todo mi empeño en servir como la oficial al mando del
escuadrón Spearhead.”
Proteger la patria era el deber y orgullo de los ciudadanos de la República.
Ser puesta a cargo de una unidad cuya posición era la vanguardia en los
esfuerzos de guerra era todo lo que ella podía pedir, y dejar que esta
oportunidad pasara era inaceptable.
Karlstahl sonrió con cariño. En serio, esta chica es simplemente demasiado
buena…
“Puedes hacer lo mínimo que se te pida. No hay necesidad de que hagas
nada innecesario… Y, además, abstente de interactuar demasiado con los
Processors.”
“Conocer a tus subordinados es parte de los deberes de un oficial al mando.
Así que siempre y cuando no me rechacen, daré todo mi esfuerzo para
interactuar con ellos.”
“Santo cielo…”
Karlstahl suspiró mientras mantenía una sonrisa gentil. Abrió el cajón de su
escritorio y sacó un bulto de documentos.
“Y mientras hablamos de estas cosas, tengo algo más que decir. Por todos
los cielos, deja de colocar el número de bajas en tus reportes. Oficialmente
no hay personas en el campo de batalla, así que no podemos aceptar
documentos sobre información que no existe… Incluso si esta es tu forma
de protestar, ya no hay nadie que se tome estas cosas en serio.”
“En cualquier caso, no puedo ignorar los hechos... Ya no hay bases para
confinar a los Colorata.”
El Imperio de Giad tomó al continente como una tormenta con su ejército
de la Legión. Pero por alguna razón, parecía que este había caído en la ruina
hace cuatro años. Las transmisiones del Imperio que la República era capaz
de interceptar aun entre las olas de interferencias de los Eintagsfliege
repentinamente se detuvieron, y desde entonces han sido incapaces de
interceptarlas. Era incierto por qué el Imperio había caído; ¿la legión se
rebeló, o hubo otra razón? Cual fuese el caso, un hecho era claro: El Imperio
había caído.
Los Ochenta-y-Seis fueron detenidos por ser “descendencia del Imperio”,
pero ahora que dicho Imperio ya no existía, tampoco existía justificación
para su continuo confinamiento. Sin embargo, habiendo probado los
beneficios de su descarada discriminación, los civiles de la República eran
reacios a cambiar su forma de actuar. Pisotear a otros les brindaba la ilusión
de superioridad, y tener un grupo al cual oprimir los hacía sentir como si
fueran los vencedores. Habiendo sido capturados, humillados, y empujados
a un estado de emergencia por el arsenal superior del Imperio, esto era
meramente una forma de escapismo que les permitía mentirse a sí mismos,
en lugar de confrontar la realidad.
“Ser tolerantes de esos errores es equivalente a apoyarlos. Hacer esto no es
algo que debería ser permitido en—“
“Lena.”
Ese gentil llamado hizo que Lena detuviera su lengua.
“Tu búsqueda de ideales es demasiado vivaz, sin importar si esos ideales
son tuyos o de alguien más. Los ideales son preciados precisamente porque
son inalcanzables.”
“…Pero…”
Los ojos plateados de Karlstahl dudaron con una nostalgia agridulce.
“Realmente te pareces a Václav… Bien, Comandante Vladilena Milizé. Por
la presente te nombro oficial al mando del primer escuadrón defensivo del
primer distrito del Frente Este, con efecto desde el día de hoy. Espero que
lo hagas de la mejor manera posible.”
“Muchas gracias, señor.”
3
Policía Militar
“¿?”
Annette veía la expresión perpleja de Lena con sus brillantes y felinos ojos.
“Por cómo están las cosas, las fuerzas armadas no son más que asistencia
para los desempleados. En todos lugares menos en el laboratorio hay idiotas
de los Sectores mayores que no pudieron mantener un trabajo.”
El centro administrativo actual de la República era el Primer Sector, y este
era el corazón de todo. Los demás Sectores se extendían desde sus cuatro
lados en un diseño rectangular, con números designados en orden de
cercanía. Mientras más alto el número de Sector, peor era el entorno
residencial, la seguridad pública, y los estándares de educación, y también
más alto era el desempleo.
“¿Qué harás dentro de dos años una vez que la Legión ya no sea un
problema? Tener ‘antiguo personal militar’ en tu currículum no llamará la
atención durante los tiempos de paz.”
Lena sonrió. En dos años, todas las unidades de la Legión se apagarían. Ese
era el hecho que la República percibió al inspeccionar varias unidades de la
Legión de las cuales se habían apoderado. Las unidades centrales de
procesamiento de la Legión tenían un tiempo de vida programado en ellas:
cincuenta mil horas de tiempo de operación por versión. En otras palabras,
solo seis años.
El Imperio debe haber añadido este elemento al diseño como respaldo para
asegurar que la Legión no enloqueciera y se revelara.
Y ya que el Imperio fue presumiblemente destruido hace cuatro años, todas
las unidades centrales de procesamiento de la Legión deberían averiarse y
cesar operaciones en dos años. Y sin duda alguna, el número de la Legión
que habían detectado en el campo de batalla había estado disminuyendo con
el pasar de los años. Unidades que no habían recibido la última actualización
habían comenzado a apagarse.
“Gracias por la oferta. Pero justo ahora, estamos en guerra.”
“Sí, pero este no tiene por qué ser tu trabajo.”
Annette no iba a retroceder. Completando su trabajo, ella movió a un lado
la pantalla holográfica, se inclinó hacia adelante, y comenzó a ventilar sus
frustraciones con una voz agitada y amarga.
“Sin importar cuál sea la verdad, hablamos de un Processor desquiciado.
Quién sabe qué esperar de él… Y, además, no se sabe si el Para-RAID en
realidad es seguro.”
Los ojos de Lena se abrieron de par en par.
“¿No se había comprobado que el Para-RAID era perfectamente seguro?”
Annette había, aparentemente, dejado salir algo que no debía salir. Bajó su
voz, y siguió hablando con una expresión culposa que hacía claro que se
acababa de meter en problemas.
“Vamos, Lena, ¿acaso no sabes cómo funciona este país? Aunque lo digan
públicamente, eso no significa que sea verdad.”
La República se enorgullecía de ser una raza superior y en lo infalible de su
tecnología. Incluso si hubiera algunos defectos, jamás podrían hacerlos
públicos. Esto era verdad con el Para-RAID…y con los Juggernauts.
“La realidad es que descubrieron esta tecnología tras inspeccionar a
personas con, bueno, percepción extrasensorial. Así es como descubrieron
qué parte del cerebro estimular…y eso es lo que hace esta cosa.”
Ella tocó el Dispositivo RAID con su mano: un cristal azul y un marco
delicado de plata. El cristal en ese momento se encontraba conectado a
través de varios cables a una terminal de información, mientras se
sobrescribía la información dentro.
“Esos ‘Espers’ podían Resonar con otros miembros de su familia, por eso
los dispositivos del Handler y del Processor cargan información cuasi
genética que los identifica como familiares de segundo grado. Aún no
sabemos cómo es que dicha Resonancia funciona.”
“Pero… ¿no era esta la investigación de tu padre?”
“Fue una investigación colaborativa. La teoría fundamental e hipótesis
fueron trabajo de otros investigadores. Papá solo estaba a cargo de preparar
las condiciones de laboratorio y de replicar el fenómeno con los sujetos de
prueba reclutados.”
“Entonces solo necesitas preguntarles a los demás investigadores.”
Una sonrisa fría se mostró en el rostro de Annette.
“No es posible. Los demás investigadores eran Ochenta-y-Seis.”
Los Ochenta-y-Seis, quienes eran considerados infrahumanos, no tenían sus
nombres registrados. Cuando fueron tomados en custodia, cada uno recibió
un número como su identificador único. En este punto, no había manera de
siquiera saber a qué campo de concentración habían sido enviados.
“El Dispositivo RAID tiene ahora un seguro, pero si alguien fuera a intentar
Resonar con el sentido de la vista de varias personas, sus cerebros se freirían
por la sobrecarga de información, y si mantienes la Resonancia por mucho
tiempo a máximo índice de sincronización, es posible que tu ego colapse
por completo. Eres demasiado ‘estimulado’ y ya no eres capaz de regresar…
Sabes sobre el accidente de mi padre, ¿verdad?”
“…”
El padre de Annette, el Profesor Josef von Penrose, estuvo envuelto en un
accidente durante un experimento que lo volvió loco y lo terminó matando.
Sucedió poco tiempo después de la conclusión de la teoría de la Resonancia
Sensorial y el Dispositivo RAID. El índice de sincronización del
Dispositivo RAID fue puesto al máximo teorizado. Algunos creían que el
Profesor se conectó a un lugar que yacía más allá de la Conciencia Colectiva
Humana. Si la humanidad en conjunto era un individuo, ese lugar era el
colectivo—lo que se presume es la Subconsciencia Colectiva del Mundo.
“Entonces, como dije, nadie sabe lo que podría pasar si usas demasiado el
Para-RAID…no me importa lo que les pase a esos Ochenta-y-Seis, pero si
algo te pasara a ti, no sé lo que haría…”
Lena hizo una mueca sin querer. Ella notó que Annette genuinamente estaba
preocupada por ella, pero aun así…
“Pero eso…es solo cobardía.”
Annette sacudió su mano como si dijera que se había cansado ya de la
conversación.
“Sí, sí. Santo cielo, eres una rarita…”
Un silencio incómodo llenó ambos lados de la habitación separada por la
pared de vidrio. Como si quisiera desvanecer ese silencio, Annette sonrió
de manera traviesa.
“Ya que estamos hablando de cosas que te hacen actuar raro… Lena, ¿te
apetece comer un poco de chifón4? Es mi creación más reciente. Hecho de
huevos reales.”
“¿Eh?”
Annette tuvo que contenerse para no reír en voz alta al momento que Lena
volteó a verla, un par de orejas de gato imaginarias reaccionando con interés.
Después de todo, Lena era tan femenina como cualquier joven dama de su
edad. Las cosas dulces capturaban su atención en un santiamén, y un chifón
hecho de claras de huevo reales era una comodidad muy rara en la República
estos días, debido a la falta de espacio libre o tiempo para construir granjas
de aves de corral. Criar gallinas en el jardín de su hacienda era el tipo de
preciado lujo que solo la hija de la familia Penrose, antiguamente un hogar
noble, podía permitirse.
Sin embargo…
“Hmm… ¿no va a tener sabor a queso a pesar de que no hayas usado queso,
ni va a estar todo quemado, ni se verá como un sapo, verdad…?”
Estas eran las impresiones de alguien que había probado las Bombas de
Crema que había hecho Annette una vez. Ese último comentario era una
abreviación de “el inflamado y arrollado cadáver de un sapo”. Dejando de
lado la forma, Annette de alguna manera se las había arreglado para replicar
el color de un sapo a un sorprendente nivel de precisión.
“Esta vez es algo seguro para comer. Hice que el chico de mi matrimonio
concertado lo probara.”
Aunque ese chico se había desmayado, sacando espuma por la boca la vez
del quinto prototipo de chocolate.
“Entonces supongo que está bien… Pero incluso si él no te gusta, asegúrate
de darle un poco de chocolate que sea seguro de comer, ¿entendido?”
4
Un tipo de pastel
“Por supuesto. Incluso lo envolví muy lindo, con envoltura y papel rosa y
con un listón y todo eso. Incluso le dejé una carta con una marca de beso
que decía, “Para mi querido Theobald” …La dejé en el buzón del
apartamento que está rentando junto con su amante.”
Le tomó a Lena un buen tiempo decidir si debería o no sentirse mal por él.
A pesar de estar en las líneas del frente, en días sin salidas, el personal de la
base tendía a sentirse aburrido. Usualmente, era requerido que patrullaran
las zonas en disputa cada día, pero jamás lo hacían, pues no había necesidad.
Aun así, en papel, y de acuerdo a los reportes que enviaban a los Handlers,
ellos deberían estar en este momento en mitad del patrullaje.
“¿Qué quieres?”
“¡¿Por qué tienes que romper tu maldita unidad con cada maldita salida?!
¡El actuador y el amortiguador están traqueteando como ni te imaginas! Te
digo que la suspensión de la unidad es débil, ¡¿entonces por qué sigues
presionándola así?!”
“Lo siento.”
“Sí.”
5
Planta herbácea también llamada scabiosa, azulejo o pincel.
“Qué bien. Eso significa que murió.”
“Probablemente.”
“Pero aun así les doy tres veces la cantidad de trabajo de reparación
comparado a un Processor normal.”
“Lo juro, pedacito de mierda… De entre todas las cosas graciosas que me
pudiste decir, y me sales con eso.”
Habiendo dicho eso con una sola respiración, Aldrecht giró para mirar hacia
otro lado. Aparentemente se sentía avergonzado.
“…Sí.”
Shin había cambiado Handlers tan a menudo que diferenciarlos era difícil,
y en primer lugar los Processors no se suponía que estuvieran al tanto de la
existencia de su Handler. Eso demostraba qué tanto descuidaban sus
trabajos. Y una vez suficientes Eintagsfliege eran desplegados, el radar y las
transmisiones de datos paraban de funcionar, por lo que se volvía imposible
mantener el mando desde una base distante. Es por ello que los Processors
no confiaban en sus Handlers y no les importaba realmente si estaban
presentes o no.
Shin abrió su boca para hablar, recordando las pocas conversaciones que
había tenido con ella esta semana. La primera cosa que vino a su mente
fue…
“…Eres el único con las bolas suficientes para seguir mandando el mismo
reporte que fabricaste hace cinco años todos los días solo porque allá no los
leen, Shin.”
Él ni siquiera se había molestado en cambiar la fecha o lugar, y ya que no
había ido a patrullar desde entonces, el contenido era todo sinsentidos
aleatorios. Shin estaba honestamente sorprendido pues nadie lo había
notado en todo este tiempo.
Cuando ella gentilmente señaló eso con una voz que hacía recordar a una
campanilla de plata, Shin no pudo evitar suspirar un poco. Ella había reído
tranquilamente, diciendo que él “podía ser sorpresivamente descuidado a
veces” en un tono amigable y de benevolencia genuina.
“Ella Resonó el día que fue asignada y dijo querer continuar con estas
conversaciones, y que por eso estaría sincronizándose con nosotros todos
los días. Inusual para un soldado de la República.”
“Entonces se trata de una persona decente, eh… Debe ser difícil vivir así.
Pobre chica.”
Shin no podía estar más de acuerdo, y por eso mismo eligió guardar silencio.
La justicia y los ideales no tenían peso en este mundo, sin importar cuanto
intentaras llevarlos a la realidad—
“…Hmm.”
“Sí, no pude hacer bien la broma. Se supone que rieras hace un momento.”
“Para ser franco, más que risa, me causó nauseas. Pero igual, tengo que darte
crédito…”
“Lo es, ¡¿verdad?! ¡Tendremos barbacoa esta noche! ¿A dónde se habrá ido
Raiden? Y Anju también. Tengo que pedirle al encargado de la cocina de
hoy que me deje hacerlo a mí.”
“Sí, de entre todos ellos, Shin está a cargo hoy. Raiden está en la ‘ciudad’
reuniendo materiales, y Anju debía encargarse de la lavandería. El resto de
chicas fueron con ella.”
“Exacto.”
“……”
Incluso si tenían que ir a lavar toda la ropa de la base, no les tomaría a ellas
seis toda la mañana para hacerlo. Y el lugar donde lavan la ropa se encuentra
a las orillas del río. Además, hoy es un claro y caluroso día de primavera.
Haruto repentinamente comenzó a emocionarse.
“Activar. Ah.”
Los ojos Jade de Theo presentaron frialdad cuando se dio cuenta quién se
había contactado con él. Intercambió miradas con Haruto, cuya sonrisa
desapareció al momento de presionar su propio trepador para oreja, y habló
con la persona que había Resonado con ellos.
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Son accesorios normalmente utilizados en las orejas y que tienen una forma circular recordando a
piercings. Más info. en internet.
corto estilo bob7, cabello Agate de color castaño y elegantes ojos Topaz.
Había removido la parte superior de su uniforme de campo y lo había atado
a su cintura, exponiendo su camiseta de tirantes verde militar—y su figura
voluptuosa bajo dicha camiseta—al sol, pero ya que todas las demás usaban
el mismo tipo de ropa, ella no se sentía avergonzada.
“N-Nah, yo solo… Ya sabes, pienso que este uniforme es algo vergonzoso
de usar…”
“Digo… ¿En serio está bien hacer esto…? Jugar en el agua sin llamar a los
otros— ¡Appfuu!”
Anju, quien había estado enjuagando su largo cabello azul plateado hasta
ahora, levantó agua con ambas manos y la salpicó a Kaie. Anju no se había
quitado la parte superior de su uniforme, sino que había bajado su
cremallera hasta llegar al ombligo. Una demostración bastante osada, dada
su modesta naturaleza. Como el color de su cabello sugería, ella tenía sangre
Adularia, pero sus ojos Celesta azul pálido fueron heredados de la abuela
de su bisabuela. Solamente esto la convertía en una Ochenta-y-Seis a los
ojos de la República, quienes le daban la mayor importancia a la pureza de
la sangre.
“Digo, Shin sabía sobre esto cuando nos dio el visto bueno para venir hacia
acá, ¿no es así?”
7
El cabello de este estilo se corta justo por debajo de las orejas y las puntas forman “alas” invertidas
que son poco visibles. Para más información e imágenes.
“Oh cierto. Dijo que hoy iba a hacer más calor de lo normal, y entonces
sonrió un poco, fue inusual.”
“En momentos como estos es que nuestro impávido capitán puede ser
bastante genial.”
“No entiendo qué le ves a ese sujeto. Nunca puedes adivinar lo que pasa por
su cabeza.”
Kaie tuvo que reprimir su risa al ver la expresión de pánico en Kurena. Sus
expresiones eran demasiado obvias.
“Sí, sí. Lo entiendo. Si ninguna tiene la vista fijada en él, quizás pueda ir a
darle el golpe de gracia esta noche. Es una tradición oriental, saben… Una
chica se escabulle al cuarto del chico en la madrugada y…”
8
Es una expresión japonesa que hace referencia a la personificación de la mujer japonesa ideal.
Todas las chicas sonrieron, viendo a Kurena cada vez más sonrojada con
cada segundo que pasaba.
Dándose cuenta que había sido engañada, Kurena gritó con frustración.
“““““¡Kyaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!”””””
“¡Gyaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!”
Siendo bombardeado con las poderosas armas ultrasónicas con las que toda
mujer era bendecida al nacer y una cortina de fuego compuesta por todo
objeto sólido posible que se encontrara al alcance de sus brazos, Daiya se
retiró a la relativa seguridad del otro lado del matorral.
“““““¡Kyaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!”””””
“¡Gyaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!”
“Oh, Dios. Lo siento. Perdóname. Jamás pediré eso de nuevo—así que por
favor deja de hablar con ese tono tan monótono y esa mirada falta de
emociones en tu rostro. Me vas a hacer llorar.”
“Pudiste haber usado el Para-RAID. ¿Por qué viniste todo el camino hasta
acá para eso?”
“¡¿Q-Q-Q-Qué—?!”
“No puedo decir que me parezca bien lo que hiciste, pero ese juicio fue más
o menos acertado.”
Mientras sus hombros aún se sacudían al reír, Kaie volteó a ver a Daiya.
Estas palabras habían sido dichas por un condescendiente mesías hace miles
de años, pero Raiden pensó que podría haber algo de sabiduría en ellas. La
vida necesitaba de cosas como dulces o café—o de cosas menos tangibles
como juegos y música—para sentirse verdaderamente consumada. Los
cerdos blancos de la República quienes los lanzaron a este infierno no
sentían la necesidad de darles a su ganado nada más que la mínima cantidad
de comida para mantenerlos vivos. Si ves aquella oración y la examinabas
desde otra perspectiva, significaba que, dejando la calidad de vida de lado,
las personas no podían vivir sin comida que comer.
Ellos frecuentaban las ruinas de una ciudad sin nombre mientras buscaban
comida en conserva, vegetales descuidados, ganado que se había vuelto
salvaje, o productos básicos abandonados. En una plaza llena con
escombros, el vice capitán de escuadrón, Raiden, tomó una lata de raciones
sintéticas que habían recibido de la planta de producción de la base y la
colocó en el concreto a un lado de una pieza de pan en conserva que
encontró en el almacén de emergencias del ayuntamiento.
“Pi.”
Así que, si querían comer algo remotamente decente, debían explorar ruinas
restantes de hace nueve años, como ésta, por comida y provisiones.
Afortunadamente, este escuadrón no debía preocuparse por patrullajes,
significando eso que tenían abundante tiempo y paquetes de energía para
cazar a través de estas ruinas, con los Juggernauts manejando el trabajo
pesado.
“Muy bien, Fido, el objetivo para las provisiones de hoy es cualquier cosa
que no se parezca a esa basura. Reúne tanta comida como puedas y
transpórtala de regreso a casa.”
“Pi.”
“Pi.”
“¿Hmm?”
Raiden se giró para encontrar a Fido, quien lo había estado siguiendo a cada
paso que daba, repentinamente quieto. Siguiendo la mirada de sus sensores
ópticos, Raiden divisó un decolorado y descompuesto cuerpo esquelético
descansando bajo un gran árbol que crecía en el parterre a la sombra de los
escombros.
“…Oh.”
Dándose cuenta de que esa era la razón del por qué el Carroñero lo había
llamado, Raiden se aproximó al cuerpo. Su uniforme se estaba
desmoronando, y el rifle de asalto que sostenía en sus manos se había vuelto
rojo debido al óxido. El hecho de que una placa de identificación colgaba
del cuello del cadáver hacia claro que no se trataba de un Ochenta-y-Seis.
Este era probablemente un soldado de las Fuerzas Armadas de la República
quienes habían muerto hace nueve años.
Fido, a una corta distancia detrás de Raiden, hizo sonar un pitido de nuevo.
Se trataba del pitido inquisitivo que preguntaba si debería o no llevar algo
de regreso a la base. Durante momentos sin combates, Shin le había
enseñado a Fido a priorizar la recolección de las pertenencias de aquellos
caídos en batalla, ya que los cerdos blancos habían deliberadamente
prohibido la recuperación de los cadáveres.
Raiden conocía este árbol. Era un sakura: un árbol de cerezos. Era común
en el este del continente, sus flores floreciendo brillantemente durante
primavera. Tiempo atrás durante la primavera, toda la base había visitado
los árboles sakura de la calle principal por sugerencia de Kaie. La vista de
pétalos balanceándose en el aire, reflejados en la pálida luz de luna de la
madrugada era tan hermosa, evocaban una imagen de ultratumba.
“¿Cuándo?”
“En aproximadamente dos horas. Tal parece que la fuerza más cercana
a nosotros se reagrupó con otra que se encontraba más atrás.
Probablemente estén reabasteciéndose. Avanzarán hacia nosotros tan
pronto como acaben.”
“Entendido.”
“No hay un ‘Pastor’ esta vez tampoco, así que probablemente intenten
entrar por la fuerza. Dependerá de su ruta, por supuesto, pero si
tendemos una emboscada cerca del punto 304, deberíamos ser capaces
de barrer con todos ellos.”
¿Cómo se sentía esa Parca de ojos rojizos acerca de todo esto, mientras
deambulaba por el campo de batalla en busca de su cabeza?
Para cuando Raiden y el resto del grupo de caza regresaron a la base, las
otras diecisiete unidades ya se encontraban listas para el despliegue. Theo
esperaba frente a su propia unidad colocada cerca a la entrada del hangar,
mientras saludaba al grupo de caza con una sonrisa parecida a la de un gato
travieso.
“Raiden, llegas muuuuy tarde. Pensé que te habías parado en una mina
camino para acá.”
“Ah…lo siento.”
Kujo había sido mandado a volar por una mina autopropulsada. En los dos
meses desde la creación de este escuadrón, él fue la tercera baja. La
velocidad con la que los Processors morían era excepcionalmente alta. Cien
mil se enlistaban cada año, pero durante esa misma cantidad de tiempo,
menos de mil quedaban.
Aun así, era mejor que si se tratara de sus padres, quienes se tuvieron que
lanzar de cabeza a la batalla. Se dice que durante la época en la cual la única
estrategia existente era cargar contra la Legión de frente con lanzacohetes
arcaicos o explosivos en mano, cada escuadrón perdía la mitad de sus tropas
en un solo día. A comparación, las pérdidas de este escuadrón no eran tan
devastadoras, pero sin embargo aún se encontraban en las líneas del frente.
No había ni una sola batalla sin bajas. La muerte era la única cosa que le
llegaba por igual—y de repente—a todos.
“Explicaré la situación.”
Los rostros de todos los presentes eran reflejados en los fríos ojos rojos del
capitán de este escuadrón, aquel con el nombre de Parca.
Incluso sin ver las pantallas ópticas, Shin podía sentir el tamaño y formación
de las fuerzas enemigas. La cabina de un Juggernaut era similar a la de un
jet de combate, llena con una multitud de botones, pantallas LCD, y dos
palancas de control a la izquierda y derecha. La diferencia más grande era
que en lugar de un parabrisas de vidrio a prueba de balas, la cabina de los
Juggernaut se encontraba rodeada por un toldo blindado, así que el piloto
no podía ver nada fuera de su unidad. Para compensar esa falta de visión, la
cabina estaba equipada con tres pantallas y una ventana holográfica que
proveía todo tipo de información, pero poco hacia eso para evitar el
sentimiento oscuro y claustrofóbico de la cabina.
Las unidades enemigas empleaban una ‘formación diamante’ básica, como
era de esperarse—una formación ofensiva típica, con el grupo de
exploración tomando la retaguardia mientras los restantes cuatro grupos
formaban un vértice cada uno. Aunque la Legión los superaba en número y
los dejaba atrás en términos de desempeño, sus tácticas eran simples y
fáciles de predecir.
Superioridad numérica perdiendo ante maniobras estratégicas era un
concepto básico…pero esa lógica no sustentaba tan fácilmente a este
enemigo. Este era un ejército al cual el nombre Legión le hacía justicia. Y,
sin embargo, esto era trabajo normal para los Processors. Situaciones como
esta, donde una pequeña fuerza debía ganar ante las probabilidades y
derrotar a un apabullante y enorme ejército, situaciones que a toda vista
serían imprudentes e inútiles desde el comienzo, eran el tipo de batallas que
los Ochenta-y-Seis regularmente enfrentaban.
Repentinamente, un pasaje de la Biblia que alguien le había leído en el
pasado flotó desde las profundidades de su memoria. Alguien. La última vez
que había visto y escuchado a esa persona ya había sido sobrescrita con más
recuerdos, así que no podía recordarla. Todo lo que recordaba eran sus
palabras:
Raiden guardó silencio. Esa era definitivamente una mala elección para esta
ocasión.
Una encantadora voz, sonando como una campanilla de plata, alcanzó sus
oídos a través de la Resonancia Sensorial. Se trataba del nuevo Handler
asignado a ellos después de que el anterior se fuera debido al miedo que le
provocaba la Parca. A juzgar por la voz, se trataba de una chica de más o
menos la misma edad que ellos.
Han llegado.
Con sus estructuras de cincuenta toneladas sobre sus ocho patas articuladas,
las unidades tipo Tanque, Löwe, avanzaban con orgullo, sus opresivas
torretas de ánima lisa con la vista al frente.
9
Dragón es el nombre militar dado a soldados de infantería a caballo, en inglés el término es
‘Dragoon’
Bañaban el suelo con partículas plateadas parecidas a escamas que
recordaban a nieve, las cuales regeneraban a las micro máquinas que servían
como la sangre y sistema nervioso de la Legión.
“Abran fuego.”
Tras la orden de Shin, todas las unidades fijaron sus vistas en los objetivos
a quienes habían apuntado y jalaron el gatillo.
Sin considerar las pérdidas de sus propias fuerzas—una táctica que solo
emplearía en una batalla contra verdaderos drones—Raiden se apresuró a
través del campo de batalla, evadiendo bombardeos mientras buscaba a su
próximo objetivo. Las líneas de fuego que llenaban el campo de batalla eran
aun principalmente aquellas del enemigo. Ser golpeado por una sola bala de
ametralladora significaría una herida mortal, y todo lo que tomaría sería un
proyectil de tanque para hacerlo volar en pedazos. Escabulléndose entre las
ruinas mientras se movía de un escondite a otro, descubrió que alguien ya
le había ganado este lugar.
Era Undertaker. Habiéndose quedado sin munición, estaba siendo
reabastecido por un Carroñero—por supuesto, por Fido.
“¿En serio vas a necesitar tanta munición?”
“Pan comido, ¿verdad? Igual puedo aprovechar y divertirme un poco.”
Aparentemente, él había escuchado su conversación con Theo. Vaya
sabelotodo.
“…Pero definitivamente hay más Tanques de lo que esperaba. Ellos
deben haber sido con quienes se reagruparon antes.”
Habló como si se tratara de algo tan simple como olvidar un paraguas en un
día de lluvia. Raiden no podía recordar haber visto a Shin perder su
compostura nunca. Este sujeto probablemente no cambiaría su expresión
incluso durante su propia muerte y se quedaría así incluso luego de ella.
“Tener tan pocos escondites, se está volviendo un problema. A este paso
van a analizar nuestros patrones de movimiento. Tenemos que
eliminarlos antes de que eso ocurra.”
El brazo de grúa de Fido terminó de intercambiar el último tambor del
contenedor. Reabastecimiento completo. Undertaker se levantó.
“Me encargaré de los Löwe. Dejaré a los demás y te daré el mando de
las unidades de soporte a ti.”
“Entendido. Undertaker…el viejo Aldrecht te va a hacer pasar un mal rato
de nuevo.”
Él podía sentir una leve sonrisa al otro lado de la transmisión.
Undertaker salió de las ruinas. Maniobrando habilidosamente entre líneas
de fuego, el Juggernaut se apresuró a un grupo de cuatro Tanques a máxima
velocidad. Era un acto que superaba por mucho a lo que llamarías
imprudencia, una carrera que todos verían como un suicidio seguro. La
chica Handler hizo salir su voz en lo que era probablemente un grito de
terror.
“¡¿Undertaker?! ¿Qué estás—?”
Uno de los Löwe movió la dirección de su torreta y disparó. Undertaker
movió su unidad ágilmente a un lado, evitando el proyectil con éxito. Otro
disparo. Otra falla. Un bombardeo, y otro, y otro, y otro—
Deslizándose entre una cortina de fuego de proyectiles de 120mm capaz de
reducir tanto a hombre como a máquina a polvo, Undertaker continuó
acercándose a los Löwe. Esto no era una hazaña que sería capaz de realizar
solamente viendo la dirección de la torreta enemiga. Confiando en nada más
que intuición cultivada a través de experiencia, el esqueleto decapitado
reptó hacia el tanque usando maniobras tan difíciles que parecían salidas de
una pesadilla. El Tanque movió toda su estructura hacia él, como si hubiera
perdido su temperamento. Corriendo con una velocidad explosiva, sus ocho
patas—armas letales por sí mismas—pateando la tierra con su despertar.
No hubo sonido en los pasos mientras corría hacia adelante con el masivo
peso de su estructura tras de él. Yendo de un estado de éxtasis a su velocidad
máxima en un instante, el Löwe presionó a Undertaker en un pestañeo. Era
la absurda y poco justa movilidad dada por poderosos amortiguadores y
aceleradores lineales. Ocho patas mecánicas presionaron la tierra y saltaron
hacia adelante. La máquina intentó aplastarlo. Y justo entonces—
Al momento siguiente, Undertaker se encontraba en el aire.
Saltando horizontalmente, esquivó el ataque del Löwe. Cambiando su
dirección en medio del aire, saltó una vez más tan pronto como aterrizó.
Colgándose de la estructura de la unidad de la Legión, Undertaker usó las
articulaciones de las patas del Löwe para ganar un punto de apoyo mientras
rápidamente se escabullía hacia la cima de la torreta. Estirando sus patas en
una postura extrema que causaba que se sacudiera de un lado a otro,
Undertaker empujó el brazo con arma montada al blindaje azul metálico de
la torreta. Apuntando a donde el blindaje del Löwe era más delgado—la
parte superior de la torreta—
Undertaker disparó.
Una ronda explosiva de alta velocidad anti blindaje, diseñada para viajar a
ocho mil metros por segundo, que tenía su ‘rango mínimo de detonación’
inhabilitado penetró el blindaje, reduciendo el interior del Löwe a cenizas
con una fiera explosión. Para cuando él había salido de los restos
derrumbados y humeantes del Löwe, Undertaker ya había fijado su vista en
otro objetivo. Deslizándose entre la cortina de balas disparadas en su
dirección por la ametralladora coaxial de otro Löwe con saltos pequeños,
Undertaker retrajo una de sus piernas y cortó con su extremidad de agarre—
Una de las armas disponibles para las extremidades de agarre era una
cuchilla de alta frecuencia. Sin embargo, nadie además de Shin podía usarla,
ya que a pesar de lo poderosa que era, su rango era demasiado pequeño
como para ser efectiva. El segundo Tanque colapsó, y Shin metió otro
proyectil en su vulnerable torreta.
Usando la unidad caída como escudo, Shin bloqueó un disparo del tercer
Löwe. Tomando ventaja del momento en que las flamas bloquearon los
sensores del Tanque, Shin disparó su ancla con cable al techo de una
estructura cercana, usándola para ascender rápidamente. Entonces se lanzó
sobre la torreta de la tercera unidad mientras esta desesperadamente viraba
de un lado para otro, buscando a su objetivo perdido, y le disparó a
quemarropa.
“…”
Raiden podía sentir que la Handler estaba pasmada al otro lado de la
Resonancia. Si la persona que había desarrollado estos ataúdes de aluminio
fuera a ver esto, sin dudas se habría desmayado de la tremenda conmoción.
Raiden entrecerró los ojos a la vista de esta hazaña súper humana. El
Juggernaut en ningún momento fue construido para este estilo de lucha. La
máquina era un trabajo apresurado con falta de movilidad, blindaje, y poder
de fuego y fue planeada para ser un arma suicida que pudiera a duras penas
disparar si le iba bien. Una sola unidad derrotando a un Tanque—a varias
unidades en sucesión—era inconcebible.
Pero por supuesto, el precio de tal maniobra era elevado. Llevar al
Juggernaut, el cual era frágil incluso en sus mejores condiciones, a los
límites de su movilidad significaba que para cuando la batalla acabara,
estaría completamente destruido. Y aunque los Tanques servían como la
punta de las flechas de la ofensiva de la Legión, aun había otras unidades
escoltándolos, y esas mismas revolotearían alrededor del Undertaker caído.
Y hasta cierto punto, aliviaba la carga de Raiden y de los demás pues
luchaban con todos menos las unidades de clase Tanque. Pero incluso si
básicamente apresuraba el fin de la batalla, era aún, honestamente, nada
menos que un milagro que Undertaker no hubiera muerto todavía. Él era el
tipo de monstruo que había sobrevivido por cinco años luchando con estos
métodos.
Raiden siempre pensó que Shin era demasiado bueno para esta guerra.
Él había luchado junto a Shin por tres años. Por tres años, Raiden había
servido como el vicecapitán de Shin, significando que todo este tiempo él
fue siempre su mano derecha. Pero a pesar de que también era un Portador
de Nombre, Raiden jamás podría esperar llevar a cabo este tipo de artimaña.
Jamás podría pararse al mismo nivel que Shin. Esta Parca sin cabeza era,
sin exagerar, un héroe de incomparable talento cuando se trataba de batallas.
No solo tenía una tremenda cantidad de suerte cuando se trataba de
sobrevivir. Con suficiente tiempo y el equipamiento adecuado, él podría sin
duda alguna ser la llave para aniquilar a cada una de las unidades de la
Legión de la faz del continente. Así de incomparable su habilidad era.
Pero, aunque tenía suerte en sobrevivir al conflicto, tenía desgracias en otros
aspectos. Tuvo el infortunio de haber nacido en la era equivocada y durante
la peor guerra sangrienta de todas. De haber nacido en el pasado distante,
en la época de los caballeros, él sin duda habría terminado siendo el
protagonista de algún mito que habría sido cantado por las generaciones
venideras, y su vida habría terminado con una muerte heroica en un campo
de batalla donde humanos luchaban con otros de su misma clase. Pero un
sueño así no era más que eso: un sueño.
Su destino era morir en un rincón desconocido del campo de batalla,
descartado como una herramienta desgastada, falto de sus derechos y
dignidad humana, sin una tumba en la cual descansar o un nombre, o una
condecoración la cual grabar en su no existente lápida. Al igual que los
millones de hermanos que murieron en el campo de batalla, lo único que
podía hacer era confiarle su esqueleto a otra persona.
La niebla de Eintagsfliege se aclaró, y la luz del sol brilló sobre ellos una
vez más. Los restos de la Legión comenzaban a retirarse, asistidos por el
bombardeo de los Skorpion. Estas armas autónomas frías y sin corazón
jamás buscaban venganza, sin importar cuantos camaradas fueran
destruidos. Una vez sus bajas pasaban cierto umbral, simplemente concluían
que su objetivo no podía ser conseguido y velozmente cesaban toda
hostilidad para retirarse tan rápido como les fuera posible.
Los rayos del sol poniente acentuaban la silueta de Undertaker, quien se
paraba entre los escombros de los Löwe. Era una vista impresionante y
hermosa, como la luz de luna reflejada en el filo de una antigua espada.
Una vez más no hubo bajas durante la incursión de ese día, y como parte de
lo que se había convertido en su rutina diaria, Lena activó el Para-RAID de
forma relajada, Resonando así con los Processors.
“Buenas tardes, unidades. Como siempre, hoy hicieron todos, un muy buen
trabajo.”
La primera cosa que pudo oír fue un leve ruido en el fondo, tan débil que
desaparecería si alguien fuera a hablar. Probablemente era el ruido distante
del hangar o el sonido de peleas en otros Sectores.
Como capitán, Shin tenía trabajo que envolvía reportes y distintos tipos de
papeleo, por eso mismo se le fue dada la habitación más grande de las
barracas, la cual funcionaba también como oficina. Raiden llegaba a hacer
consultas sobre temas del escuadrón, y sus amigos gradualmente entrarían
también para molestarlos. La habitación se había convertido en el lugar
favorito de todos antes de que se dieran cuenta.
¿…Qué diría aquella anciana si la hiciera probar esto? Esa vieja bruja era
demasiado seria y no aceptaba ningún tipo de lujo, pero el café era la única
cosa que sí disfrutaba.
“¿Eso…fue…un gato?”
“Oh, sí. Tenemos uno de mascota aquí en las barracas”, Black Dog
respondió. “Y, por cierto, yo mismo fui quien lo recogió. La cosita
seguía maullando frente a una casa con el techo destruido por un
proyectil de tanque. Sus padres y hermanos todos quedaron aplastados,
pero este sobrevivió de alguna manera.”
El escucharlos discutir y reír de esa manera trajo una leve sonrisa a los labios
de Lena. Cualquiera que los escuchara ahora no escucharía nada diferente a
chicos y chicas perfectamente normales de su misma edad. El que ellos no
estuvieran aquí con ella se sentía extraño.
“Negrito.”
“Blanquito.”
“Calicó.”
“Chibi.”
“Gatito.”
“Remarque.”
“¡Por centésima vez, dejen de llamarlo como el autor del libro que estén
leyendo! ¡Es demasiado aleatorio! Además, ¿qué demonios se supone
que están leyendo? Lean algo decente, maldita sea.”
Esa respuesta solo hizo que Lena se confundiera más. Black Dog explicó de
manera concisa:
“Es un gato negro, pero sus patas son blancas. Por eso le decimos
Negrito, Blanquito, y Calicó. En realidad, no le tenemos un nombre fijo,
tan solo lo llamamos como quiera que queramos en el momento.
Últimamente, aprendió a venir con solo voltear a verlo y decir algo.”
Ya entiendo.
“¡¿Una rata?!”
A mitad del pasillo, Daiya atrapó a Kurena, quien daba respiraciones cortas
pero pesadas, como si intentara reducir el estrés acumulado durante un largo
periodo de tiempo. El solo hecho de escuchar esa voz la enfermaba. Le
disgustaba tanto que Kurena eventualmente no pudo soportarlo más. Esa
mujer les había robado sus pacíficas tardes que todos habían disfrutado
hasta el momento. Eran agradables y preciados momentos, y ahora…
“Kurena…”
“Es solo por ahora. Sabes que esa princesita parará de conectarse por su
propia cuenta en poco tiempo.”
Daiya se encogió de hombros con ojos tan fríos que hacían parecer su usual
comportamiento travieso como una mala broma. Ocurriría lo mismo de
siempre. Ningún Handler era capaz de tolerar Resonar con la Parca por
mucho tiempo. La chica no sabía aun el origen de ese otro nombre de Shin.
Ella simplemente tuvo la fortuna de que ciertos enemigos no hayan
aparecido aun, pero esa suerte se acabaría tarde o temprano.
Kurena apretó sus dientes. Ella lo sabía; en serio lo sabía, pero aun así…
“Por supuesto. Shin no ‘rompe’ a los Handlers por decisión propia, ¿sabes?”
Para una comunicación apropiada entre los tumultuosos sonidos del campo
de batalla, era parte del protocolo estándar fijar el índice de sincronización
del Para-RAID lo más bajo posible para que solo las voces de los hablantes
pudieran escucharse.
“Además, ¿serías capaz de decirle eso a Shin a la cara? ‘No me gusta esa
mujer, rómpela’. ¿Podrías decirle eso—a la cara?”
“…”
Kurena mordió su labio. Daiya tenía razón. Sería algo horrible decir eso.
Shin y todos los demás eran más que solo amigos. Eran familia. Y no había
manera en que pudiese decirle algo tan horrible a su familia. Para Shin, se
había vuelto una rutina, parte de su vida diaria. Pero sin embargo…
“Lo siento…Pero simplemente no puedo perdonarla. Ellos mataron a mi
madre y padre. Jugaron con ellos como si fueran blancos en un campo de
tiro.”
Sucedió una noche durante una escolta a una de las prisiones. Los soldados
Alba habían decidido probar dónde golpear o cuánto podían soportar los
prisioneros antes de morir. Torturaron a sus padres hasta la muerte, riendo
mientras lo hacían. Enviaron a la hermana de Kurena, siete años mayor, al
campo de batalla inmediatamente después. Ella había tenido catorce en ese
entonces—solo un año más joven que la Kurena de ahora. Su hermana,
quien intentó ahuyentar a esas basuras, quien intentó tratar las heridas de
sus padres mientras sus manos se manchaban de sangre. Y al final, quienes
se disculparon con Kurena y su hermana por haber fallado en salvar a sus
padres fueron soldados Albas y Celena.
“Todos esos cerdos blancos son basura… Jamás, jamás los perdonaré.”
Sin la luz artificial que los humanos traían consigo, el campo de batalla
estaba rodeado de total oscuridad por las noches, el tipo de oscuridad para
la cual el término ‘oscuridad absoluta’ había sido hecho. El paisaje estaba
teñido completamente de negro, con solo luz viniendo de los cielos,
iluminando como si se trataran de llamas azules; un silencio solemne pero
sofocante lo tapaba todo. Todo esto producía una ilusión apocalíptica, como
si el mundo había sido hecho pedazos y dejado para que terminara de
derrumbarse, como si hubiese prendido en llamas.
Raiden había pensado esa vez que quizás morir no sería tan malo si esto
fuera lo último que llegara a ver, y admitírselo a Shin fue una desgracia que
jamás podría olvidar. Shin se había burlado de él. Qué desgraciado.
“Probablemente jamás vea algo como eso de nuevo… Ves estrellas fugaces
todos los años, pero pueden pasar décadas entre lluvias de meteoritos, y una
con tantas estrellas probablemente suceda una vez cada siglo… Oh, eso es
algo que Sirius (Kujo) me contó.”
“…”
La Handler guardó silencio antes las palabras de Kaie. Ella lo más probable
es que jamás haya esperado escuchar a un Processor, quien debería estar
viviendo el infierno en vida, decir que estar donde estaban era algo bueno.
Ella planteó su próxima pregunta con un dócil, casi determinado, tono. Era
una voz dispuesta a recibir todas las condenas y abusos que pudieran darle,
después de todo, esa era su responsabilidad.
“Pero sé que no todos los Alba son malas personas…Y del mismo modo sé
que no todos los Ochenta-y-Seis son santos.”
“¿Eh…?”
“Mira, soy una Orienta, así que hubo todo tipo de problemas en los campos
de concentración y en mis antiguos escuadrones.”
“Como sea, sabemos que hay Albas buenos ahí afuera. No los he visto
personalmente, pero algunos de los demás sí. No siento resentimiento hacia
ti solo por el hecho de ser un Alba.”
“También tengo una pregunta para ti. ¿Por qué tienes tanto interés en
nosotros?”
“‘Incluso si ya nadie considera eso cierto, por esa misma razón debemos
probarlo. Proteger nuestra tierra natal es el deber y orgullo de los
ciudadanos de la República. Es por eso que luchamos’.”
“¡¿Pfft—?!”
“…Oh dios mío, ¡lo siento! ¡Me confundí de palabra! ¡Quise decir doncella!
¡Una doncella pura!”
“No eres una mala persona, ¿entiendes? Así que déjame advertirte justo
ahora”, dijo Kaie, quien de algún modo se había logrado calmar. “No
perteneces a este trabajo y definitivamente no eres alguien que debería
interactuar con nosotros. No luchamos por una razón tan noble, así que no
deberías verte envuelta con nosotros…Deberías cambiar con alguien más.
Antes de que lo lamentes.”
Ese día, todo el escuadrón Spearhead había salido en una misión, y Lena se
encontraba en el cuarto de mando, hablando con ellos con sus ojos fijos en
la pantalla.
Lena pensó que debería preguntar sobre esto una vez esta batalla acabara.
Si eran capaces de implementar estos métodos en otros escuadrones, el
índice de mortalidad de los Processors durante las incursiones debería bajar
drásticamente. La manera en que información importante como esta era
usada solo en áreas individuales y jamás esparcida a otros escuadrones era
una gran falla en este sistema distorsionado.
“Undertaker. Por favor haz que Gunslinger cambie de posición. Ponla a las
tres en punto, trecientos metros de su posición actual. Si se oculta ahí, tendrá
10
Aquí ‘archivo’ se refiere al cuarto o sector donde se guarda toda la papelería de una empresa
o instalación.
la ventaja. Estará disparando desde una cumbrera y debería proveer de un
mucho mejor campo de visión.”
Wehrwolf rio.
“Entonces ella será la carnada. Para una voz tan linda, tienes agallas,
princesa.”
Ella respondió con valentía, pero su voz se volvió mucho más fría cuando
habló con Lena directamente:
Lena sonrió irónicamente. Esta chica, Gunslinger, no parecía ser del agrado
de ella. Siempre se desconectaba durante sus reuniones diarias, y cuando
hablaban, siempre tenía una actitud abiertamente cortante y fría.
El mapa que Lena sostenía había sido hecho por fuerzas de campo de la
República y era un producto altamente detallado tras meticulosos meses de
combate y reconocimiento. Por alguna razón, no había sido compartido con
las bases del frente quienes desesperadamente lo necesitaban. Los
Processors estaban actualmente confiando en mapas que habían encontrado
en ruinas cercanas, a los cuales añadían notas y correcciones mientras los
usaban. Gracias a ello, sabían los puntos normales de intercepción y las rutas
de ataque, pero no sabían tanto acerca de la topografía.
Ella tendría que retroceder para salir. Habiendo alcanzado esa conclusión,
ella apretó las dos palancas—
“…Ah.”
Ella estaba dentro del rango mínimo de la torreta del tanque, así que el
Löwe, en su lugar, blandió sus patas frontales. Lo hizo de manera tan fría,
con la crueldad de un aparato de relojería que jamás dejaría de girar, sin
importar cuanto gritara o rogara la persona atrapada entre sus engranajes
“No…”
“¡¿Kirschblüte…?!–––––¡¡¡MALDITA SEA!!!”
El Löwe que había matado a Kaie aún acechaba cerca, esperando por
cualquier intento enemigo de recuperar a un compañero lastimado o un
cadáver. Esto era originalmente una táctica de francotirador básica. Él podía
escuchar la respiración angustiada de Anju y un golpe seco pesado tras
haber golpeado la consola con rabia. Como mínimo, Snow Witch disparó
un proyectil explosivo de 57mm que rodeó a Kirschblüte y sus alrededores
en llamas.
“Entendido.”
Las respuestas, ya fuese con tristeza o con rabia, llegaron con la calma de
un veterano que había visto a sus camaradas volar en pedazos un sinfín de
veces. Era porque ellos eran los experimentados Portadores de Nombres que
la vista del punto en el radar de una unidad amiga convirtiéndose en una
‘Señal Perdida’ se había vuelto enfermizamente familiar.
Ellos sabían muy bien que debían suprimir su dolor hasta el final de la
batalla. De otro modo, se unirían a sus compañeros como cadáveres. Su
experiencia les permitía separarse de sus emociones y mantener la cabeza
fría necesaria para sobrevivir. Era la conciencia de los humanos que se
habían adaptado a la locura del campo de batalla y que se habían degradado
a máquinas de matar frías y calculadoras.
Solo había sido unos días antes, justo el otro día, que Kirschblüte le había
contado sobre la lluvia de meteoritos. Mientras Lena recordaba las palabras
llenas de orgullo de Kirschblüte, arrepentimiento y tristeza presionaron
contra su corazón. Si tan solo hubiera encontrado este mapa más pronto. Si
tan solo le hubiese advertido a tiempo…
“…”
En ese momento.
“Hipocri—”
¿Hipócrita?
“¿O qué? ¿Piensas que no nos importa que nuestra amiga haya
muerto?—Oh, cierto; para ti, los Ochenta-y-Seis solo son Ochenta-y-
Seis. Somos cerdos inferiores que no pueden compararse a un noble
humano como tú, ¡¿verdad!?”
“Eso—”
Bombardeada con una acusación inconcebible tras otra, la mente de Lena
quedó completamente en blanco.
“¡…!”
Y sin una sola pizca de piedad, Laughing Fox sin compasión apuñaló el
corazón de Lena con sus siguientes palabras. La prueba innegable que Lena,
a pesar de intentar tratarlos como humanos, los había visto como cerdos al
final.”
“¡—Ni una sola vez nos has llamado por nuestros nombres!”
“Ah……”
Esas palabras la dejaron vacilando con gran incredulidad. Él tenía razón.
Ella no sabía sus nombres. Jamás había preguntado. A nadie—ni siquiera a
Undertaker, quien era el primero en responder sus llamadas. Ni a
Kirschblüte, quien era la que siempre hablaba más con ella. Y por supuesto,
ella jamás le dijo a ninguno de ellos su propio nombre. Handler One. Ella
se había presentado a sí misma como su supervisora, con solo el título que
ese rol le concedía y nada más. Podría haber sido aceptable si esto hubiese
sido tras mutuo acuerdo, pero de otra manera, esta era una terriblemente
irrespetuosa manera de tratar a un compañero humano.
Y ella había hecho eso, sin siquiera pestañear. Sin siquiera darse cuenta.
Debes saber tratar al ganado como ganado. Sí, así como su madre le había
dicho con una tranquila expresión en su rostro. ¿La única diferencia entre
ella y Lena era que Lena simplemente nunca lo había puesto en palabras—
?
Lágrimas llenaron sus ojos. Las palabras no salían, pero ella podía sentir el
llanto de vergüenza arrastrándose desde su pecho, rogando por poder salir.
Ella juntó sus manos sobre su boca para suprimirlo. A penas se había dado
cuenta hasta ahora. Pero ahora estaba terriblemente asustada de lo horrenda
que podía llegar a ser, de la manera que podía pisar a otros y despreciarlos
como si fuese lo normal, sin sentir vergüenza ni una sola vez.
“Theo.”
“Theo.”
“…Bien, lo entiendo.”
Laughing Fox chasqueó su lengua, y su presencia desapareció de la
Resonancia. Con un profundo suspiro, como sacando los sentimientos
llenando su pecho, Wehrwolf cambió su atención a Lena.
Su tono era frío, pero para Lena, la falta de siquiera una pizca de condena
en su voz se sentía incluso más inhumana e indiferente. Él no la juzgaba por
sus equivocaciones, y no la culpaba, tampoco, porque él ya se había
resignado por completo. Resignado a hablar con alguien que jamás lo
escucharía sin importar lo que dijera o hiciera—alguien que solo pretendía
hablar sin entender lo que otros decían. Quizás ni siquiera entendiendo lo
que ella misma decía. Un cerdo con forma humana.
“…Lo siento.”
“Theo.”
“Entiendo cómo te sientes, pero fuiste muy lejos. Incluso si lo que dijiste
es verdad, ponerlo de esa manera fue demasiado.”
Él lo sabía. Todos habían decidido juntos que las cosas deberían ser así y
todos se dieron cuenta de ello desde antes de siquiera ponerlo en palabras.
Y por eso, hasta ahora, nadie había dicho nada al respecto. Decir todo lo que
pasaba por su mente de la manera más grosera posible no lo hizo sentir
mejor. Solo lo dejó irritado y exaltado. No tenía una salida para su
frustración, y sintió que sus preciados amigos que había perdido se enojarían
con él en cualquier momento tras tal comportamiento. Era una promesa
preciada, y la había roto por esa estúpida cerda blanca. Pero, sin embargo,
la razón por la cual no pudo soportar el enojo fue definitivamente…
“Sí…”
Esa persona había sido el capitán de la primera unidad a la que Theo había
sido asignado, cuando se había enlistado a los doce años. El capitán era
alegre y jovial, y todos en el escuadrón lo odiaban. Theo también lo odiaba
en ese entonces. Él heredó la Marca Personal de un zorro risueño de esa
persona. En ese entonces, él no sabía dibujar todavía, pero intentó con todas
sus fuerzas replicar el dibujo del zorro que siempre reía bajo el toldo del
capitán. Pero solo se las había arreglado para hacer una caricatura deforme
con una artificial sonrisa pegada.
Theo no podía perdonar a esa cerda blanca quien tenía la misma expresión
que aquel capitán y quien actuaba como si fuera algún tipo de santo por
lamentar la muerte de Kaie. Él no podía perdonarla, pero al azotarla con
aquellas palabras, todo lo que había logrado fue…
Tú, Kaie. Orgullosa, noble Kaie, incluso después de todo lo que pasaste, ni
una vez convertiste tu rencor en palabras, incluso al final…
“Gracias.”
“Pi.”
Mientras Shin colocaba la pieza de metal sobre un trozo de tela que había
preparado de antemano, el Para-RAID se activó. Deteniendo sus manos por
un momento mientras destapaba un pedazo de tela conteniendo unas cuantas
herramientas de trabajo simples, Shin frunció el ceño. Él era el único
receptor de esta Resonancia, y el emisor no era alguien de la base.
“……”
Shin suspiró mientras el otro lado mantuvo silencio a pesar de haber sido
quien inició la llamada. Él abrió su boca para hablarle a la presencia
desanimada del otro extremo del subconsciente colectivo.
“…Um…”
Ella había pensado que, si él la rechazaba, entonces atentamente finalizaría
la llamada, inmediatamente. Y fue exactamente porque estaba preparada a
hacer eso que escuchar la tranquila voz de Shin responder como siempre la
hizo ponerse aún más nerviosa. Después de unas rondas de intentar hablar
y de recuperar su ahogada respiración, las palabras finalmente salieron.
“Claro. Adelante.”
Su simple respuesta llegó tranquila y serena, sin una pizca de emoción. Pero
Lena por primera vez se dio cuenta que este tono indiferente no venía de su
disposición tranquila, sino de su completa falta de interés o sentimientos
hacia ella.
“Lo siento. Por lo ocurrido esta tarde y por todo lo que he hecho hasta ahora.
Lo siento en serio… Um…”
“Para que los Handlers no tengan que ver a los Processors como humanos…
¿verdad?”
Shin suspiró una vez más. Esta chica puede ser bastante obstinada…
“¡!”
Él pudo sentir felicidad viniendo del otro lado de la Resonancia, pero murió
velozmente cuando ella se dio cuenta que ese era el nombre de la chica que
había sido asesinada. En contraste, Shin dio los nombres de sus compañeros
de manera realista.
“El nombre del Vice Capitán Wehrwolf es Raiden Shuga. Laughing Fox se
llama Theoto Rikka. Snow Witch es Anju Emma. Gunslinger es Kurena
Kukumila. Black Dog es Daiya Irma—”
“…Santo cielo…”
“—Su nombre.”
“¿Eh?”
Él sostuvo una pequeña pieza de metal contra la luz de luna azul pálido.
Meticulosamente tallado en el pedazo rectangular de aleación de aluminio
estaba el nombre completo de Kaie, al igual que una inscripción en pintura
negra y roja. Era un grabado de una flor de sakura de cinco pétalos y el
símbolo para flor de cerezo—Kirschblüte—escrito en el lenguaje de su
gente, para representar la Marca Personal de su Juggernaut.
“Cuando aún estaba en mi primera unidad, hice una promesa con el resto de
chicos de ahí. Grabaríamos el nombre de aquellos caídos en batalla en los
restos de sus Juggernauts, y quien quiera que sobreviviera más tiempo
cargaría estos fragmentos consigo. De esa manera, el sobreviviente sería
capaz de llevar a todos con él hasta su destino final.”
“Yo fui el último que quedó en ese entonces, y así ha sido hasta ahora. Es
por eso que tengo que llevarlos conmigo. Llevaré a todos quienes lucharon
y murieron junto a mí a mi destino final.”
Su serena voz apuñaló el corazón de Lena. Él era diferente de antes,
diferente a esa impresión insensible que tenía. Ella repentinamente se sintió
avergonzada. Él había llevado tantas muertes—todas estas vidas perdidas—
junto a él, soportando en silencio la carga. Soportando todo sin dejar una
sola palabra de lamento alcanzar la superficie, cargando todo como si fuese
lo normal.
“Sí, en parte.”
“Um… ¿Undertaker?”
El hecho de que él aún no se daba cuenta que ella lo había estado llamando
por ese nombre era evidencia de la falta fundamental de interés de Shin en
todo lo que sucedía a su alrededor.
“¡¿Nouzen…?!”
“Iremos a ver el campo de batalla, Lena. Para que veas todo lo que ocurre
ahí, con tus propios ojos.”
“Ve un poco más lejos luego de acabar con las bases del frente, ¿bien?
Quiero que ella vea el campo de batalla”, le dijo al piloto con la palanca de
control en mano.
Este alegre piloto era un amigo suyo y parecía feliz de haber tenido la
oportunidad de volar un avión luego de estar atrapado en los ochenta y cinco
Sectores por tanto tiempo. Asintió felizmente y dijo:
“Entendido, Coronel… ¿Pero no habían fijado los chicos de Transporte esa
área como una zona de vuelo prohibida?”
“Eh, no te preocupes de eso. No iremos a las zonas disputadas, y además,
será de noche para cuando lleguemos. La Legión no estará en movimiento.”
Pero Václav había olvidado algo. Quizás sin darse cuenta, él mismo había
asumido que solo los Ochenta-y-Seis morían en el campo de batalla y que
no existía peligro para personas como él. Había una razón del por qué les
era imposible contactar con otros países y del por qué jamás intentaron
atacar a la Legión desde el cielo.
Los Stachelschwein.
Usando ambas manos para enderezarse a una posición sentada, Lena vio a
su alrededor con ojos abiertos de par en par. Todo se quemaba. Su padre,
también, estaba siendo rostizado por las llamas. Todo desde su pecho hacia
arriba había desaparecido ya.
Un solo ojo rojo que brillaba como cristal la escudriñó. Una ametralladora
multipropósito colgaba de sus hombros, la luz haciendo relucir su grisáceo
lustre. Sus piernas artrópodas de insecto no parecían moverse en sincronía
unas con otras, creando así la asquerosa ilusión de que se deslizaba hasta
donde ella se encontraba.
“¿Estás bien?”
Eso le habló con voz y palabras humanas, pero ella estaba aterrorizada.
Mientras se acurrucaba con terror silente, el abdomen de la araña se abrió,
y una figura humana se elevó desde detrás. Su cabello era de color rojo
sangre, y usaba un par de gafas de marco negro. Era un joven delgado, de
apariencia intelectual que parecía estar en sus veinte.
“Padre dijo…”
“¿Hmm?”
“Dijo que le estamos haciendo algo muy malo a los Colorata. Señor, usted
es un Colorata así que, ¿por qué me protegió?”
“Incluso si ya nadie considera eso cierto, por esa misma razón debemos
probarlo. Proteger nuestra tierra natal es el deber y orgullo de los ciudadanos
de la República. Es por eso que luchamos. Luchamos y protegemos para
probar que podemos defender este país… Para que jamás puedan
denigrarnos y asumir que somos iguales que las basuras que solo hablan y
jamás actúan.”
Encogiéndose de hombros con una sonrisa, Rei levantó sus ojos hacia el
cielo brillando con las estrellas. Brillaba con encanto y se veía como si
debiera hacer algún tipo de sonido, pero el hecho de que ese cielo era tan
silencioso hizo que Lena lo viera como algo terriblemente espeluznante.
Entre ellos y ese titilante brillo se encontraba un vasto y profundo vacío sin
fin de completa oscuridad.
La sonrisa que había tenido él en sus labios se desvaneció en este punto. Rei
habló con determinación, como si hiciera un juramento sincero.
La ahora de dieciséis años Lena aun podía recordar las sinceras palabras de
Rei y su determinada expresión claramente, incluso luego de tantos años.
Es por eso que, cuando escuchó ese apellido, no pudo contener su emoción
y se levantó de su asiento. Ni siquiera se dio cuenta que había hecho caer su
silla o que su taza había caído al suelo y se había hecho pedazos.
Rei dijo que su apellido era inusual incluso en el Imperio, y sin dudas, Lena
jamás había escuchado de otro Nouzen además de él. Si eran de la misma
familia y él tenía la misma edad que Lena, ¿sería posible que—?
El hermanito que Rei dijo que no podía pero que quería volver a ver. El
hermanito por quien juró regresar—
“Él dijo que quería verte y tenía que regresar a donde estabas… ¿Sabes
dónde se encuentra tu hermano justo ahora?”
En contraste a la voz de Lena, llena con emoción y euforia, la frialdad
indolente regresó a Shin mientras este hablaba.
Oh…
“…Lo siento.”
“No importa.”
Lena inclinó su cabeza con confusión. Si Rei está muerto, y Shin lo sabe,
¿entonces cómo…?
Sonreír… pero no reír. Era como una mueca, pero mucho más fría. Era
como la forma en que el brillante y espeluznante filo de una cuchilla
cautivaba la mirada… Era como locura.
“—No.”
Al próximo día.
“Lo lamentabas, ¿verdad? Te sentías mal por la forma en que dijiste las
cosas, incluso si cada palabra la dijiste en serio.”
A pesar de saber sus nombres, ella aun quería que cada uno de ellos se los
dijeran… Qué molestia.
“El idiota siempre tenía una alegre sonrisa en su cara, y como era un antiguo
soldado, era bastante fuerte…Y era un Alba.”
“El sujeto era extraño. A pesar de haber sobrevivido las batallas defensivas
al principio de la guerra, él pensaba que era una locura que solo los Ochenta-
y-Seis pelearan, así que regresó por cuenta propia a las líneas del frente. No
podíamos decirle nada a la cara, pero todo el escuadrón hablaba mal de él
todo el tiempo a sus espaldas. Todos odiábamos sus agallas. Digo, ¿cómo
podríamos no odiarlo? Se llamaba a sí mismo un Processor como nosotros,
pero el capitán escogió estar aquí. Nosotros jamás tuvimos esa elección. Y
claro, vino aquí, pero cuando se aburriera, podía simplemente dejar tirado
todo y regresar a vivir dentro de las murallas. Cuando actuaba como uno de
nosotros, nos molestaba como no te imaginas. Habíamos apostado sobre
cuándo se iba a aburrir de este lamentable juego y se regresaría a su hogar.”
“…”
“Pero al final, nos equivocamos. El capitán jamás regresó hasta el final.
Jamás regresó, y murió. Se quedó atrás para defender a otros Processors y
fue asesinado.”
Theo fue quien escuchó sus últimas palabras. Él era el más cercano al
capitán cuando este les dijo a todos que se retiraran, y el capitán le envió
una transmisión de radio diciéndole que si quería podía colgar, pero que
tenía algo que quería que escuchara.
“Sé que me odian. Es natural—por supuesto que es natural. Es por eso que
jamás dije nada.
Theo lamentaba no haberle hablado más y aun cargaba con ello hasta este
día.
“No digo que seas igual al capitán. Pero siempre y cuando seas un Alba
sentada al otro lado de las murallas, jamás podremos ser iguales, y jamás
pensaremos en ti como una de nosotros.”
Habiendo dicho esto, Theo estiró su espalda. Todos los demás sabían de esta
historia, y él la había contado y reflexionado tantas veces que contarla ya
no era doloroso.
“Bien, se acabó la hora de las historias tontas… Soy Theoto Rikka. Puedes
llamarme Theo o Rikka o tu pequeño cerdito o cualquier otra estupidez.”
“No solo él. Todos aquí tenemos a alguien que luchó con todas sus fuerzas
de una manera u otra.”
Pelearon contra este mundo inventado, creado por sus mismos hermanos.
“…”
“…Justo como dijo Theo, no te vemos como una igual o una camarada. Eres
una tonta que solo usa palabras bonitas mientras nos pasa por encima. Nada
cambiará ese hecho, y jamás te veremos de manera diferente. Si estás bien
con eso, mataremos un poco de tiempo hablando contigo. Aunque no lo
recomiendo. No eres adecuada para ser una Handler… Será mejor que te
salgas.”
“Eres una completa idiota, ¿lo sabías…? Oh, y ya envíanos ese mapa.
Estabas tan ocupada llorando ayer que olvidaste enviarlo.”
Hermano.
Interludio: El Caballero Sin Cabeza
La Legión merodeando las ruinas comenzó a retirarse una vez sus reservas
de energía comenzaron a peligrar. Una vez llegara el amanecer, él sería
capaz de regresar a la base. Aunque tenía el presentimiento de que Fido, un
Carroñero al que se había vuelto muy unido desde el tiempo en su antigua
unidad, podría aparecer primero.
Era diferente de las voces de los fantasmas que podía escuchar luego de
haber muerto por primera vez. No era un sonido sino una sensación de que
alguien lo llamaba. Una voz que había perdido y que pensó jamás volvería
a escuchar. ¿Qué voz era?
“…Hermano.”
La luz del sol entrando por la cortina de su habitación al este era brillante.
Colocando una delgada y transparente bata que colgaba de su repisa de ropa
y cepillando con sus dedos su cabello, Lena salió de la cama. Abriendo el
programa de e-mails, vio que el mensaje era de Annette.
Después de una corta pausa para pensar, ella escribió una corta respuesta y
presionó enviar.
Lo siento.
“Estoy seguro que hay batallas en uno que otro Sector. Lo que sea que
ocurra dentro de las murallas no influencia lo que ocurra aquí.”
Él sacó el pin y removió el cerrojo del grupo de cerrojo del arma, colocando
cada parte en un trozo de tela que había desplegado. Los rifles de asalto no
eran efectivos contra la mayoría de unidades de la Legión, pero tenían
ciertos usos. Podría llegar un momento en que esta sería la única arma
disponible para él, así que dejarla sin atender no era una opción.
“Creo que deberías ir. Tu análisis es apreciado, pero no hay razón para
monopolizar tu tiempo, Comandante.”
Lena guardo silencio ante esas palabras.
Esos eran sus verdaderos sentimientos. Shin no diría o haría algo solo para
aumentar el ego de un oficial al mando.
“Al final, lo único que conocemos son las líneas del frente. Tener la
perspectiva de un oficial con educación y un análisis de datos viniendo de
alguien con conocimientos de la situación no tiene precio.”
“Pero dicho esto, no tienes por qué pasar todo tu tiempo con nosotros.”
Él podía sentir como Lena hacía un puchero al otro lado de la línea.
Removiendo el pin de extracción, Shin continuó hablando con su usual tono
monótono.
“¿Lo recuerdas?”
El bloque residencial del Primer Sector había sido un vecindario rico desde
los días de la monarquía, y sus habitantes eran todas familias que llevaban
viviendo ahí desde hacía muchos años atrás… Pero las familias Celena,
quienes eran venerables casas nobles, parecían ser sus residentes
principales. Los habitantes Colorata eran raros de ver en ese lugar, incluso
antes de que todo cambiara hace nueve años.
Quizás ella había pasado a un lado de Shin sin darse cuenta alguna vez antes.
Ese pensamiento hizo que Lena sintiera soledad en su corazón.
“Lo siento…”
“¿…Por?”
“Oh…”
Ella intentó recordar y expresar las palabras que Rei había dejado atrás y
que se habían grabado en sus recuerdos tan exactas como le fuese posible.
Lena habló, con la imagen de Rei diciendo esas palabras en su mente. La
Resonancia Sensorial transmitía las voces entre ellos a través de sus
conciencias, y cuando se Resonaba, podían saber lo que el otro sentía como
si estuvieran parados el uno frente al otro.
Ella esperaba que sus recuerdos sobre Rei pudieran pasar a él, incluso si
Shin ya lo había olvidado. Su rostro y voz aún quedaban en el corazón de
Lena.
“Él dijo, con un amor incalculable en sus ojos, que probablemente ya habías
crecido. Pude ver cuánto significabas para él. Tu hermano en serio,
honestamente…quería regresar contigo.”
“¿Capitán…?”
Silencio.
Dándose cuenta del por qué los reportes de patrullaje siempre parecían tan
incompletos, Lena suspiró con pesadez. Y, sin embargo, de algún modo, el
tiempo de reacción del escuadrón Spearhead era siempre
extraordinariamente rápido. Ella jamás preguntó cómo eran capaces de
saber en dónde se encontraba la Legión, más rápido de lo que un radar
tardaba en encontrarlos.
“Si piensas que los patrullajes son innecesarios, entonces supongo que es
verdad… Y lo mismo va para el rifle.”
“Creo que lo usas porque es tu deber, así que no tengo intención de juzgarte
por ello… pero mantenlo cuidado y en buena forma.”
“…Gracias.”
“¿Dije…algo raro?”
“Eso no… No quise ser una conservadora insistente con las regulaciones y
prohibiciones que no tienen mucho significado. Como he dicho antes,
ustedes se encuentran en posición de decidir lo que es necesario y lo que no
lo es para así sobrevivir en el campo de batalla, e intento respetar sus
decisiones.”
“En todo caso, supongo que incluso armas de repuesto que encuentren
tiradas por ahí requieren mantenimiento. Los rifles de asalto de la República
son demasiado pesados. Las personas de los ochenta y cinco Sectores odian
tener que cargarlos a todos lados, y es peor cuando se trata de practicar cómo
usarlos.”
Lena quedó atónita por lo genuinamente asombrado que sonaba él, pero
entonces se le ocurrió: Sí, por supuesto. Es un chico. Eso la hizo sentir
terriblemente incómoda y cohibida. Porque, bueno, sí… Ella jamás le había
hablado a un chico por tanto tiempo.
“¿…Comandante?”
“¿Capitán Nouzen?”
“¿Eh?”
La pelea era tan frenética como Shin había dicho, con amigo y enemigo
intercambiando lugares en un parpadeo. Lena veía al radar, el cual luchaba
por mostrar los puntos de cada unidad bajo la presión de la interferencia
electrónica, mientras presionaba una mano contra su oído. ¿Qué es esto? El
ruido era horrible. No venia de su habitación, así que debe ser lo que Shin
escuchaba en el campo de batalla. Pero, ¿qué es lo que está provocando este
sonido?
Una voz desconocida hizo eco con espeluznante claridad dentro de los oídos
de Lena.
“—Mami.”
Era una súplica vacía, como la última y leve voz ahogada de una persona
muriendo. Mientras Lena se encontraba congelada en su lugar, el susurro
continuó, repitiendo esa sola palabra que había sido drenada de toda la
nostalgia y emoción frente a la totalidad infinita de la muerte.
“¡¿Eek—?!”
Intentó tapar sus oídos con sus manos, pero el sonido, emanando desde la
Resonancia Sensorial ignoraba esos esfuerzos inútiles. Ese llanto de muerte
la asaltaba sin fin, llamando a su madre. La palabra había perdido todo
semblante de lenguaje, degradándose a una serie de palabras, a ruido. Esa
respiración de muerte se repetía sin piedad en sus oídos, su persistencia
comparada solo a lo rota que estaba la voz.
“Hace calor hace calor hace calor hace calor hace CaloR hace calor
hace calor HACE calor hace CaLor.”
“N-No… ¡NOOO—!”
Los gritos de agonía aplastaban sus pensamientos y razonamiento. En algún
lugar entre el circulo infinito de gemidos, pudo escuchar la voz de Shin.
“Tch.”
“………………………Ah…”
Lena levantó su cabeza con miedo y dudando removió sus manos de sus
oídos… Silencio total. Estaba completamente cortada de los demás
Processors.
¿Qué…fue eso…?
“…Kirschblüte… ¿Kaie…?”
Shin podía sentir a varias personas quedándose sin aliento con horror, y en
un momento, la línea explotó con gran clamor.
“…Entendido.”
Le tomó a Lena hasta la puesta de sol reunir el coraje para reactivar el Para-
RAID.
Desde entonces, cada vez que había intentado conectarse, una ola de miedo
la embestía junto con una de nausea, y para cuando finalmente se las arregló
para llamar, la noche había llegado—casi la hora de apagar las luces en la
base.
Ella tímidamente pensó que llamar tan tarde podía ser una molestia, pero
levantó su cabeza y se deshizo de ese pensamiento. Ella sabía que, si no lo
hacía ahora, probablemente jamás Resonaría con ellos de nuevo. Seguiría
diciendo que lo haría el día siguiente, usando esa misma excusa una y otra
vez.
“…Capitán Nouzen.”
“¡¿E-Eh?!”
La voz de Shin era, como se esperaba, serena hasta un punto casi descarado.
“No me importa, pero luego de esto iré a dormir. Si tienes algo qué
preguntar, puedes hacerlo ahora. Por supuesto, solo si no te parece una
mala idea, Comandante.”
En general, el padre de Lena había muerto cuando ella era pequeña, y jamás
había tenido hermanos, menos un novio. Esta situación era demasiado
estimulante para su casto corazón, y ella estaba impotentemente al tanto de
sus mejillas en llamas mientras abría su boca para hablar.
“No, pero…”
Incluso para elites como ellos, no había ningún tipo de garantía al luchar
contra la Legión. Especialmente no en mitad de esos terroríficos gritos…
Ella no pudo detener el terrorífico pensamiento de que todos murieron
mientras eran engullidos por ese ruido y que quizás no habría nadie con
quien Resonar cuando lo intentara.
Tan pronto como la pregunta dejó sus labios, ella sintió un terrible escalofrió
en su estómago. La estática que siempre escuchaba en el fondo de la
Resonancia, ese ritmo parecido a un acompañamiento musical, como el
agitar de hojas en las profundidades de un bosque, como el sonido de tráfico
distante. Ahora se daba cuenta que se trataba del eco distante de la masa de
gritos y gemidos. Finalmente entendió por qué Shin era llamado ‘la Parca’
y por qué todo Handler que trabajaba con él moría de miedo. Esta era la
razón.
“…”
Por un momento, todo lo que pudo escuchar fue el golpeteo del agua.
Un leve y distante dolor pasó por el cuello de Lena. Una sombría y pesada
sensación de opresión. Como si algo la estrangulara. No venía del propio
cuello de Lena sino de la Resonancia Sensorial… En otras palabras, de Shin.
“No, probablemente morí ese día. Y puedo escuchar sus voces porque
soy igual a ellos… Las voces de los fantasmas, de los muertos, que jamás
desaparecen.”
“Fantasmas…”
Pero entonces, ¿qué tal si todos aquellos que murieron regresaron a ese
mundo? ¿Al abismo? Quizás aquellos que casi habían muerto, que casi
habían caído al abismo…podían conectarse con lo que fuese que estuviera
ahí, justo como el Para-RAID que conectaba humanos. Podían ellos, por
ejemplo, ¿conectarse con aquellos que habían muerto y caído al abismo?
¿Aquellos que deseaban regresar a sus cuerpos que alguna vez habían
habitado…? ¿Podían conectarse con fantasmas?
“¡Espera un momento…!”
Lena gritó. Lo había hecho sonar tan trivial, pero no había manera en que
pudiese ser tan simple. ¿Él podía saber cuándo se acercaban—? Incluso la
base enemiga más cercana debería haber estado inimaginablemente lejos.
¡¿Quién sabía cuántas unidades de la Legión podían estar a ese rango?!
“Capitán, ¿qué puedes escuchar ahora? ¿Qué tan lejos están, y cómo
suenan…?”
“No conozco la distancia exacta, pero puedo escuchar a cada Legión
dentro de los antiguos bordes de la República… Aunque, cuando están
demasiado lejos o cuando se mueven en grupos no puedo distinguirlos
de manera individual.”
Era un mundo que desafiaba toda descripción. Incluso si, individualmente,
sonaban solo como susurros. Se trataba de cada una de las unidades de la
Legión en todos los frentes. Y él las sentía, en cada momento de cada día.
Incluso mientras dormía.
“¿No es…difícil?”
“¿Cuánto…?”
“La Segunda teniente Kaie Taniya. Escuché su voz ahí. ¿Fue porque
ella…um, se convirtió en un fantasma?”
Aún era difícil para ella procesarlo, mucho más articularlo. Su sentido
común se interponía en el camino. Hubo un corto silencio. El sonido del
agua se detuvo. La sensación de cabello mojado siendo cepillado.
Ella asintió, sorprendida por el cambio de tema. Ella pensó que los
Processors no habían sido informados, para no inspirarles ningún tipo de
esperanza innecesaria.
“…Sí.”
Las unidades centrales de procesamiento de la Legión tenían una estructura
basada en el sistema nervioso central de un mamífero para crear nano
maquinas líquidas. Ellos, sin duda, tenían poder de procesamiento
rivalizando con las habilidades cognitivas de un mamífero de gran tamaño,
pero también estaban integrados con una cantidad límite de tiempo y un
programa que borraría esa estructura.
Ella podía sentir cabello siendo limpiado con la severidad a la que una mujer
jamás se le ocurriría intentar y el distintivo sonido de tela crujiendo. Y
siendo esto un poco irritante, incluso podía saber lo almidonada y rígida que
era la tela.
La imagen que llegó a la mente de Lena la hizo enfermar. Iba más allá de
algo grotesco—era una gran profanación de la dignidad humana—pero la
voz de Shin siguió tan serena como siempre.
“Para ser exactos, no creo que sea el cerebro en sí mismo sino una copia.
Si usaran cerebros reales, se pudrirían tras corto tiempo, y las bajas no
dejaban, en la mayoría de casos, cadáveres. Los cadáveres con daños
cerebrales mínimos son raros, supongo. Y en la práctica, nos
encontramos con múltiples unidades de la Legión que comparten la
misma voz a menudo. Kaie probablemente sigue ahí afuera, en algún
lugar.”
Un fantasma de relojería, perpetuamente repitiendo los últimos momentos
de esa pobre chica como una incesante caja musical.
“Por eso los llamamos fantasmas, pero creo que es diferente de lo que
las personas consideran almas. Quizás llamarlos vestigio de la
existencia de una persona sería más correcto. Incluso si cargan la
conciencia de alguien, es imposible comunicarse con ellos. Y ya que
replican el cerebro en su estado Post Mortem, solo repiten
pensamientos que la persona tuvo justo antes de morir.”
“Ovejas Negras…”
“Sí. Ovejas Negras, poseídas por los fantasmas de los muertos, que se
ocultan entre el resto de la Legión… Las Ovejas Blancas.”
“¿Eh?”
“¿Compañeros…fantasmas…?”
¿Qué fantasmas? Se refería a alguien que aún seguía vivo, pero se había
vuelto inhumano. ¿Se refería a los Ochenta-y-Seis, quienes eran
considerados muertos por la sociedad?
“Me refiero a la República. ¿No murió hace nueve años…? ¿Hay algún
solo valor de aquellos de la bandera de cinco colores que la República
aun mantenga?”
Los adultos murieron todos en los primeros tres años de la guerra. Aquellos
que aceptaron enlistarse murieron en el campo de batalla, y aquellos que no,
fueron enviados a la Gran Mule, donde trabajaban con labor forzado tan
riguroso y duro que casi parecía que solo fue diseñado para hacer que
trabajaran hasta la muerte. Todos habían perecido, dejando atrás solo a los
ancianos y a los enfermos, quienes murieron durante estos nueve años.
“¿Vendido?”
“Sí, algunos de los soldados y los Ochenta-y-Seis los vendían para ganar
algo. No estoy seguro si ganaban dinero o bienes.”
Y eso dejó solo a los chicos. Estaban siendo enviados al campo de batalla,
y pronto, ninguno de ellos quedaría tampoco.
“¡…!”
“Espera. Entonces esto no es teoría— ¿en serio existen? ¿Eso significa que
tú puedes—?”
“Si, puedo distinguirlos por sus voces. Las voces de los comandantes
son especialmente claras, así que puedo distinguirlas incluso dentro de
su ejército. Hay algunas docenas en cada frente, y aquí en el primer
distrito—hay una.”
“P-Pero…”
Las palabras se deslizaban a través de sus labios sin que se diera cuenta.
“Eso es…cierto.”
Si logramos que las élites que sobrevivieron batalla tras batalla luchen
contra las unidades más peligrosas de la Legión y regresen relativamente
en perfectas condiciones…
Ella quería decir que lucharía con ellos, pero se dio cuenta que eso era
probablemente más de lo que se merecía ella misma.
Si podían saber los movimientos enemigos, debería ser posible crear una
estrategia para mantenerlos controlados. Eso definitivamente seria de
interés para la República. No debería ser muy difícil explicarle al Comando
y que se aplique a los demás escuadrones también.
“…Sí. Hagámoslo.”
Su físico parecía flaco a primera vista, pero había sido, de hecho, templado
por años de la rigorosa vida en el campo de batalla, y su garganta mostraba
una cicatriz que le daba la vuelta a su cuello con una línea roja. La línea no
era recta sino que dentada y con el color de la sangre—los restos rojos de
congestión vascular, como si su cabeza hubiese sido arrancada y luego
cocida de regreso a su sitio.
Raiden conoció a la Parca en una unidad a la cual había sido asignado medio
año luego de enlistarse. Era el día después de que el último de sus amigos
con quienes se enlistó murió.
Sin una pizca de culpa en sus expresiones, los soldados montaron a los niños
dentro de un camión usado para transportar ganado, y el último recuerdo de
Raiden de la anciana era cómo corría ella tras el camión, gritando cosas a
los soldados.
“Hablo por experiencia cuando digo que nadie me cree a pesar de que les
diga, así que dejé de intentar explicarlo. Estoy cansado de perder mi
tiempo.”
“¿Eh? ¿De qué mierda estás hablando?”
Shin golpeó a Raiden directo en el rostro. Ese golpe, el cual cargaba con
todo el poder que su pequeño cuerpo podía reunir, fue increíblemente
doloroso. Fue un golpe que hizo uso perfecto de su peso, el momento, y la
transmisión de la fuerza en su puño y que dejó a Raiden con impotencia en
el suelo con su cabeza dando vueltas.
Raiden aun así no podía soportarlo, pero su impresión hacia Shin cambió un
poco. Cuando Theo escuchó la historia años después, suspiró con
exasperación y dijo que ese tipo de trasfondo no aparecería ni en un comic
para niños. Pero la verdad era que Theo era quien no entendía. Shin parecía
estar aguantándose una sonrisa en ese entonces, pero vamos, si tan solo
Raiden hubiera sabido lo que pasaba a través de la cabeza de ese
desquiciado.
El día después de que pelearon, Shin dijo—a través de sus labios llenos de
cortes y moretones—que con el tiempo explicaría todo. Y en su siguiente
despliegue, Raiden pudo escuchar los llantos de los fantasmas. Fue ahí
cuando Raiden finalmente se dio cuenta el por qué Shin se oponía tanto a
salir a patrullar… Por qué era tan indiferente de una manera en que un chico
de esa edad jamás lo sería.
Era una noche tranquila. Al menos, lo era para Raiden. Pero para Shin…
Para su camarada, afligido con la capacidad de escuchar llantos de
fantasmas, esta era sin embargo otra noche llena con llantos y lamentos de
los muertos. Nadie podía mantener su equilibro siendo sujeto a este
incesante tormento. Sus emociones constantemente siendo maltratadas y
erosionadas, hasta que eventualmente, se convirtió en la poco emocional,
indiferente e insensible Parca que era ahora.
Con sus ojos rojos, La Muerte veía a Raiden. Esos ojos, del color de sangre
fresca, se habían congelado. Su corazón estaba aún en el campo de batalla,
siempre en el campo de batalla, buscando obsesivamente su cabeza en el
lejano frente, deseando recuperar lo que había perdido.
La misma voz lo llamaba desde la distancia. Siempre, desde aquel día hace
cinco años cuando había muerto aquí, en un rincón olvidado de las ruinas
del frente Este. Shin puso su mano contra el frio vidrio y susurró, a pesar de
que sabía que sus palabras no alcanzarían a nadie.
Había muchas Ovejas Negras en la batalla ese día también, y una vez la
batalla acabó, Lena tomó largas y fuertes bocanadas de aire,
desesperadamente intentando luchar contra la urgencia de vomitar. Con la
batalla concluida, los Processors gradualmente apagaron sus Para-RAID
mientras regresaban a la base, pero Lena fue sorprendida al encontrar a
alguien aun conectado.
La voz de Kurena era cortante, haciendo ver claramente que no hablaba por
preocupación hacia ella.
Que ella tuviera razón molestaba a Lena, pero estaba feliz de que Kurena le
hablara, incluso si solo era para arrojar ese poco de abuso hacia ella.
Regresando a sus sentidos, Lena preguntó:
Pero Lena sabía que, contrario a lo que intentaba transmitir, Kurena estaba
sufriendo. Como si contuviera su dolor. Como si contuviera sus lágrimas.
Ella sabía que esta chica se encontraba en aquel distante campo de batalla,
mordiendo su labio con frustración. Podía sentir como sus dientes
rechinaban.
“…Ya veo.”
Raiden lanzó aquella radio rota, la cual probablemente nunca pueda ser
reparada, dentro de la caldera de reciclaje de la fábrica.
Lena parecía sorprendida, lo cual era entendible, dado que fue Raiden—no
Shin, como siempre—quien respondió primero.
Ella había dicho que podían llamarla Lena, pero nadie lo hizo. Notando la
intensión tras ello, Lena insistió en seguir hablando de manera formal,
dirigiéndose a ellos como sus subordinados. Incluso si hablaban entre ellos,
su relación no era del tipo donde se podrían llamar por su nombre. Era una
línea invisible que aceptaron trazar, dado que cualquier intento de ser
amigable no sería más que una farsa, puesto que sin importar qué, su
relación era la de opresor y oprimidos.
Dicho Handler había sido el tipo de escoria que disfrutaba torturando a sus
Processors al darles órdenes absurdas que terminarían matándolos y
engañando a nuevos reclutas sin experiencia, enviándolos a sus muertes.
Shin había dicho que él era irritante y una molestia y les dijo a todos los
demás que no Resonaran con él en la próxima batalla, haciendo así que el
único conectado fuera el Handler. El Handler jamás se conectó de nuevo
luego de esa batalla, y al día siguiente, la policía militar llegó y les dijo que
ese Handler se había suicidado. Lo que fuese que había llevado a ese
Handler al suicidio, así era el mundo en el que Shin vivía. Y encima de todo
ello, también los eventos recientes dentro del escuadrón Spearhead habían
sido difíciles para él.
“…Sí.”
Él solo pudo dar una corta respuesta afirmativa ante el lamento de Lena. No
se trataba solo de Shin. Todo el escuadrón se encontraba exhausto pues las
batallas se habían vuelto más frecuentes y más duras. El escuadrón
Spearhead contaba con veinticuatro Processors cuando fue establecido y
desde entonces había perdido once miembros. Ya había sido reducido a casi
la mitad, cualquier otro escuadrón habría sido considerado ‘aniquilado’ y
habría tenido a sus miembros reasignados a otras unidades llegados a este
punto.
“Haré que se apresuren con los refuerzos. Haré todo lo que pueda para
que le den prioridad a este lugar al enviar Processors.”
“…Sí.”
Solo Kurena y Anju estaban en las duchas. Kurena dijo esas palabras
mientras vertía agua caliente sobre Anju, quien diligentemente lavaba su
cabello plateado.
“¿Hmm?”
“Tch.”
“¡Sí claro! ¡¿Por qué debería preocuparme esa mujer?! …Solo pensé que le
debemos al menos eso ya que no le tuvo miedo a Shin.”
“Pero creo que es por eso que Shin y Raiden no se lo dicen. Probablemente
piensan que eso solamente la lastimará.
“…”
Kaie se había ido. Ella siempre se avergonzaba de su físico sin curvas en las
duchas, y las demás chicas se reían por eso de ella. Esa pequeña chica, ágil
como un gato. Las demás chicas con quienes siempre hablaban de temas
que jamás podrían discutir con chicos. Todas se habían ido. Y ahora solo
ellas dos quedaban. Al principio, hubo seis chicas en el escuadrón, pero
todas a excepción de Kurena y Anju habían muerto en batalla.
“Dime, Anju…”
“¿Hmm?”
“Sí. Después de todo este tiempo, debería estar bien… Pensé que ya no
había razón para ocultarlo ahora, puesto que solo quedamos dos.”
Anju tenía sangre Alba pura corriendo por sus venas. Mientras tanto, su
sangre Caerulea venía de un ancestro distante.
“Sabes, Daiya, él… Cuando nos conocimos, él dijo que mi cabello era lindo.
Él sabía que me lo dejaba crecer para ocultar algo, pero dijo que era lindo y
que debería dejarlo crecer.
Kurena pensó que ella iba a llorar, pero Anju lo soportó. Ella peinó su
húmedo cabello hacia atrás, y para cuando se giró a ver a Kurena, su sonrisa
gentil de siempre agraciaba su amable rostro una vez más.
Cuando fue asignada bajo su mando por primera vez, ella estaba
honestamente asustada. Había escuchado rumores sobre ‘la Parca’ sin
cabeza de ojos rojos que dominaba las líneas del frente Este. Los Portadores
de Nombres eran aquellos que vivían lo suficiente mientras veían a sus
compañeros morir a su alrededor, como si bebieran la sangre de sus
compañeros soldados para sobrevivir. Es por eso que cuando alguien recibía
este segundo temible nombre, era usualmente uno que enfatizaba su
naturaleza terrorífica y peligrosa.
Sé que es difícil, pero debes hacerlo. Intenta recordar alguna vez que fuiste
feliz.
Sí.
Shin tocó el rostro de la pobre alma con una mano escurriendo sangre,
viseras y deshechos, su expresión estoica y tranquila como siempre. Fue la
más hermosa y sin embargo solemne vista que Kurena jamás había visto.
Ella finalmente notó por qué Raiden y algunos otros compañeros de
escuadrón lo llamaban “nuestra Parca.”
Fue entonces que ella comenzó a pulir sus habilidades con las armas, las
cuales ya estaban considerablemente por encima de la media. Para que la
próxima vez que algo como eso ocurriera, ella pudiera ser suficientemente
fuerte para hacer eso por sí misma. Y también, porque incluso si estaba
destinada a morir algún día, quería ser capaz de luchar al menos un poco
más.
Pero…
Girando el grifo para apagar la ducha, Kurena levantó la mirada. Ella sabía,
al menos, que ella jamás podría ser así. Siempre y cuando estuvieran en este
campo de batalla, ella jamás podría hacer eso. Ella jamás podría ser como
su querida Parca, quien llevaba a todos sus camaradas caídos, a los
corazones de esos camaradas, hasta su destino final.
Una vez al mes, bienes que no podían ser hechos en fábricas automatizadas
o en la planta de producción eran enviados a través de un aeroplano desde
más allá de las murallas. El personal de transporte, quien acompañaba a Shin
mientras este último firmaba el recibo y comparaba la lista de inventario
con los contenidos del contenedor, levantó su altiva y arrogante voz.
“Es de su Handler. Dijo que es una ‘cabeza explosiva especial’ que pidieron.
Al demonio con ella, hacernos pasar tantos problemas por un montón de
cerdos…”
“Su ama es una chica, ¿verdad? ¿Cómo le hicieron para endulzarle los
oídos? Probablemente no tomó más que unas pocas palabras para que esa
delicada princesita se mojara.”
“Hijo de—“
El oficial estaba consumido por la ira, pero se congeló una vez vio los ojos
de Shin. Aquellos ojos rojos se encontraban perfectamente tranquilos, sin
una pizca de amenaza, pero un cerdo quien había pasado su vida en la
seguridad de su chiquero no tenía oportunidad de vencer a una bestia cuyas
habilidades habían sido pulidas en el campo de batalla. Pasando a un lado
del congelado oficial, Shin se aproximó al contenedor de munición. Claro,
el número aparecía en la lista de inventario, y la firma de Lena, con la cual
se había familiarizado durante las semanas pasadas, estaba sobre la estampa
de envió. Bajo eso, dos palabras estaban inscritas con un lapicero.
“¿Palacio Luñé…?”
“¿…Comandante?”
Ahora que lo pensaba, esta era la hora en la cual normalmente hablaba con
el escuadrón Spearhead. Le dio la espalda a la fiesta, como haría si estuviera
hablando por teléfono.
“Recibí una ‘cabeza explosiva especial’ que nos enviaste, así que quería
contactarte al respecto.”
Cada vez que una de estas flores tomaba los cielos, era acompañada por
ánimos llenos con el tipo de júbilo reservado para niños. Era natural, puesto
que la mayoría no había visto algo como esto desde su niñez. Sus figuras
eran maravilladas por la luz del fuego por un corto momento, y pronto, esas
sombras comenzaban a danzar con placer.
Hacer esto en la base estaba, por supuesto, prohibido, así que todos se
movieron a un estadio de futbol abandonado en una de las ruinas. Las tropas
y personal de mantenimiento se habían esparcido por el estadio infestado
con malas hierbas, con los Juggernauts lanzando sus sombras solemnemente
a su alrededor. Fido había cargado al personal de mantenimiento hacia acá
y luego había ido a diligentemente colocar tubos de lanzamiento,
moviéndose de un lado a otro mientras usaba un mechero utilizado para
cortar metal en lugar de un encendedor para prender los detonadores.
Observando desde la periferia dentro de Undertaker, el cual se encontraba
en modo de espera, Shin veía como otro fuego artificial más zumbaba por
el aire.
Había pasado poco tiempo desde que envió los fuegos artificiales, los cuales
había comprado en la ciudad. Mientras el festival se acercaba, las tiendas
vendían estos fuegos artificiales al por mayor. Ella le había enviado al
comisario una botella de vino caro y había falsificado la etiqueta del
contenedor en la cual los había cargado. Estos eran, después de todo,
combustibles que serían llevados por avión, así que los registró como un
contenedor de municiones. Jamás había pensado bien de los sobornos, pero
considerando cómo se las arregló para forzar a que todo saliera como ella
quería, estaba ciertamente impresionada con la efectividad de estos.
“Déjame ver…”
“Estoy segura que los fuegos artificiales por allá son hermosos. La noche es
oscura, y el aire debe estar limpio.”
Sin duda alguna, la noche era oscura, el aire estaba limpio, y muchas
personas los veían atentamente. Los fuegos artificiales en ese pequeño
rincón del campo de batalla deben haber sido muy hermosos. Lena tuvo que
detenerse de desear en voz alta que pudiera estar ahí con ellos. Ese no era
un sentimiento aceptable que pudiera expresar.
En realidad, si Lena así lo deseaba, podía ir ahí tan a menudo como quisiera.
Pero ellos, por otro lado, jamás quisieron estar en ese campo de batalla para
empezar. Y ella no podía sacar a Shin y a los demás de ese lugar. Cualquier
tiempo pasado con ellos no sería más que una efímera ilusión, así que ese
no era un deseo que pudiera compartir. En su lugar ella dijo:
“Algún día, veamos los fuegos artificiales en el Primer Sector. Estoy segura
que se burlarán de lo malos que son.”
Ella entonces recordó, y su voz titubeó. Daiya. Y los otros seis que
gradualmente perecieron.
“No importa. Creo que Daiya y los demás estarían felices si supieran
que fueron los primeros en tener un funeral homenajeado con artillería.
Todos ellos odiaban que nos deprimiéramos y pusiéramos
melancólicos.”
“Y Anju por fin lloró un poco. Ella tiende a reprimirse todo… Así que
esa es una cosa más por la cual sentirme agradecido.”
“…”
Escuchando ese leve escalofrió en la voz del chico, Lena apenas podía
contener su incredulidad. Ella jamás había escuchado a Shin hablar de sus
sentimientos de manera tan abierta hasta ahora.
“Capitán Nouzen…”
Shin había probablemente dicho esto como una broma. Su voz y tono eran,
de hecho, un poco frívolos. Pero a través de la Resonancia Sensorial, la cual
estaba fija un poco más alto de lo habitual, ella lo sabía. Aunque sutil. Lena
podía sentir el ferviente deseo que yacía tras esas palabras.
Lena cerró sus ojos. Sin importar cuan fuertes fueran. Incluso si habían
vivido más campos de batalla de lo que podían contar. Incluso así, la muerte
parecía siempre estar acechándolos.
Ella respiró profundo, declarándolo con claridad. Esa era su tarea—el deber
del Handler del escuadrón Spearhead, Vladilena Milizé.
Sin embargo, sin importar cuantas veces Lena solicitara Processors para
remplazar a aquellos caídos, sin importar cuantas veces hiciera la petición,
ningún tipo de refuerzo fue despachado para el escuadrón Spearhead.
Y ahora, después de que se habían quitado de encima a las unidades que los
perseguían, el equipo había perdido un total de cuatro miembros. Chise,
Kino, Kuroto, y Touma—Muertos en Combate. Solamente nueve
Juggernauts quedaban. Finalmente habían sido reducidos a menos de la
mitad de sus números originales y estaban ahora en un solo digito.
“Yo…”
Llena de terror, Lena intentó hablar. Su boca estaba seca. Una imagen
aterradora, cierta premonición horripilante la golpeó. Las palabras dejaron
su boca como si las hubiera tosido.
“Comandante.”
“Comandante Milizé.”
Tras ese segundo y un poco más contundente llamado, Lena guardó silencio.
“Chicos. Todos estamos de acuerdo con esto, ¿verdad?”
“…Sí.”
Raiden asintió de parte de los sobrevivientes. Un pesado silencio sobre
todos los demás.
“¿…Qué estás…?”
“¿…Eh…?”
Era evitado por los Ochenta-y-Seis debido a que era un Alba pero era un
amigo cercano de los padres de Shin. Así que cuando los dos padres fueron
enviados al campo de batalla, el sacerdote cuidó a los niños. Si no lo hubiera
hecho, Shin y su Hermano podrían no haber sobrevivido. Había gran
resentimiento hacia los Alba en los campos de concentración, al igual que
hacia los descendientes del Imperio que había comenzado la guerra. Los dos
hermanos, quienes tenían sangre Imperial pura corriendo por sus venas, se
habrían vuelto salidas para el enojo de las personas de no haber sido por la
protección del sacerdote.
Es por eso que decidió preguntarle a su hermano. Rei, quien era diez años
mayor, podía hacer y sabía todo. Siempre mantenía a salvo y apreciaba a
Shin más que a nada en el mundo. Así que él también sabría sobre esto. Rei
se paraba quieto en la oscura habitación, con solo la luz de la luna
iluminándolo. Shin le habló a su hermano, quien tenía su gran espalda contra
la puerta.
“Hermano…”
Rei volteó a verlo lentamente. Sus ojos negros estaban rojos e inflamados
por las lágrimas y llenos con dolor e indignación. Pero en contraste a esa
tormenta de emociones estaba una mirada vacía que Shin jamás había visto
en el rostro de su hermano, una expresión que lo asustó un poco.
Él sintió como si algo dentro de esos ojos negros se hubiese agrietado. Aun
boquiabierto ante el dolor de su hermano, aun escuchando su angustia, Shin
continuó.
“¡Urk…!”
Sus pulmones estaban siendo aplastados, y el aire intentando escapar de
ellos estaba atrapado en su estrangulada tráquea. Su visión se estaba
volviendo oscura por la falta de oxígeno. Su hermano había movilizado todo
su peso y fuerza hacia la garganta de Shin, la presión amenazando con
romperla. Los ojos negros de Rei lo veían de cerca, brillando con ira y odio.
“Es tu culpa.”
“Mamá fue al campo de batalla porque tú estabas aquí. Mamá murió por tu
culpa. ¡Tú mataste a mamá!”
Desearía que jamás hubieras estado aquí. Desearía que jamás hubieses
nacido. Bien podría arreglar eso ahora. Desaparece de este mundo.
Muere.
“Sin (Pecado). Esa palabra está en tu nombre. Perfecto para ti. Es toda tu
culpa. Todo— ¡todo es tu culpa! La muerte de mamá, el hecho de que voy
a morir—todo— ¡todo es culpa de tu pecado!”
Y así, Rei se fue, ninguno de ellos diciendo nada hasta el final. Fue entonces
que Shin dejó de escuchar la voz de su hermano, la cual siempre había sido
capaz de escuchar antes, y en las raras ocasiones que Shin reunía el coraje
para llamarlo, no llegaba ninguna respuesta. Eventualmente no tuvo
elección más que aceptar que su hermano no lo había perdonado… Que su
hermano jamás lo perdonaría.
Fue también alrededor del tiempo en que su hermano lo dejó con esta
cicatriz que Shin notó que podía escuchar esas voces, aunque leves,
susurrando a lo lejos. No podía entender lo que decían, pero entendía lo que
intentaban expresar. Y en algún punto, voces humanas comenzaron a
mezclarse con ellas. Recitando los mismos mantras cual grabadora rota—el
fraseo podría haber diferido, pero todas lloraban en busca de la misma cosa.
Naturalmente entendió que esos susurros que nadie más que él—ni siquiera
el sacerdote—podía escuchar. Probablemente había sido asesinado por su
hermano en ese entonces… Probablemente había estado muerto desde
entonces. Y ya que él había muerto, pero aún seguía en este mundo, podía
escuchar los llantos de otros fantasmas como él. Y un día, su hermano se
unió al coro de lamentos. Él se dio cuenta que su hermano había muerto y
estaba llamándolo a él.
“¿Qué están…?”
Pero repentinamente lo entendió. Hace seis años, ella había conocido a Rei,
quien era un Processor. Los Ochenta-y-Seis marchaban en este desgarrador
campo de batalla a cambio de la restauración de los derechos civiles de sus
familias. Pero en ese caso, ¿por qué el hermano menor de Rei, Shin—quien
debería tener sus derechos como ciudadano restaurados gracias al
reclutamiento de Rei—se paraba en un campo de batalla en estos momentos
como un Processor, como un Ochenta-y-Seis? Al igual que los demás
Processors. Cada año, decenas de miles de reclutas eran enviados a las líneas
del frente. Pero si estaban siendo enviados aun en estos momentos, ¿qué
habían estado haciendo sus padres y hermanos mayores todo este tiempo?
“¡Imposible—!”
“Es posible, ¿bien? Para empezar, los malditos cerdos blancos jamás
tuvieron la intención de restaurar los derechos de los Ochenta-y-Seis.”
“Nos atraen para enlistarnos con esa promesa y entonces nos usan hasta
haber exprimido toda nuestra vida. Son unos malditos cerdos. No
pueden caer más bajo que eso.”
“¡…Ah—!”
“P-Pero…”
“…”
“¿Todos lo sabían…?”
“¿Desde…cuando…?”
Escuchando los gritos de Lena, Raiden cerró sus ojos y sonrió irónicamente.
Habían perdido a sus familias hacía mucho y eran demasiado jóvenes para
recordar ser transportados a los campos de concentración o los días que
pasaron seguros en el refugio llamado República. Cualquier recuerdo de
vivir en las ciudades o de ser tratados como humanos eran lejanos y estaban
fuera de su alcance.
La única vida que conocían era la de ganado rodeado por alambre de púas
y campos minados, y la única República que conocían era quien los
persiguió y llevó a esta situación. Jamás conocieron a la República que
aclamaba por libertad e igualdad, hermandad y justicia y grandeza. Habían
sido reducidos a cerdos antes de que pudieran desarrollar cualquier tipo de
conciencia u orgullo como civiles. Raiden y los demás no se veían a sí
mismos como ciudadanos de la República.
“¿Entonces…por qué…?”
“Hasta cumplir los doce años, cierta anciana Alba me dio refugio en el
Noveno Sector.”
“¿…? ¿Qué…?”
“Shin fue criado por un sacerdote que se quedó dentro de un campamento
de concentración después de rehusarse a evacuar, y ya escuchaste la historia
de Theo acerca de su capitán. Todos sabemos lo terrible que pueden ser los
Alba. Kurena tuvo que tratar con algunos de los Alba más horribles que
podrías imaginar. Pero Anju y Shin también conocen Ochenta-y-Seis igual
de terribles.”
Ellos salían de sus pequeñas cabinas y se alzaban hacia los cielos. Él puede
haber olvidado las oraciones que aquella anciana le había enseñado o el dios
en el que había creído, pero aun podía recordar claramente la conmovedora
imagen de ella en el suelo llorando amargamente por ellos.
“Pero, aun así, hay Alba que no merecen morir solo porque sí, y, además,
pasar por todo el problema de morir para ello no lograría nada realmente.”
“…”
Su tono se había vuelto más severo sin notarlo. Si había algo que no podían
perdonar, era eso. El hecho de que la República realmente creía que no podía
equivocarse. Así como aquellos soldados que se burlaron de la anciana que
solo había seguido lo que dictaba su conciencia y peleado contra la opresión.
O los ciudadanos que cerraban sus ojos y tapaban sus oídos a la realidad de
la guerra, encerrándose en una frágil realidad dentro de sus paredes
fortificadas. Esos cerdos blancos que les arrebataban a otros sus derechos a
pesar de rehusarse a llevar a cabo sus propios deberes y que tenían la audacia
de clamar que eran correctos y nobles sin una pizca de vergüenza por sus
acciones. Eran inconscientes irremediables, completamente ciegos ante la
terrible contradicción entre sus acciones y palabras.
“¿Qué tipo de idiota se cuelga solo porque sabe que morirá mañana? Incluso
si no tienes elección más que caminar a la horca, aun puedes escoger la
forma en que subirás los escalones. Hemos hecho nuestra decisión. Y todo
lo que queda es vivir acorde.”
Y fue precisamente por esto que habían sido capaces de ver desafiantes a la
inevitable muerte que les aguardaba.
“Está bien. No hay mucho que podamos hacer en realidad. Gracias por lo
de hoy.”
“…Pi.”
“Tan solo usa el modelo a escala de avión en el que él trabajaba. Las alas
deberían ser perfectas… Pero diablos, ¿ni siquiera quedó una pieza? Me lo
imaginaba, digo, un proyectil le impactó directamente…”
Fido pasó un largo tiempo explorando el campo de batalla de ese día en
búsqueda de lapidas de aluminio para los caídos. Marcar estos fragmentos
como objetivos principales de búsqueda. A pesar de ser una tarea sin
relación al propósito original de Fido. Era un hábito que había contraído
durante sus años de servicio para la Parca.
Shin le dio a Raiden una corta mirada y se encogió de hombros sin mediar
palabra. Raiden asumió que probablemente en realidad aquello no le
molestaba, pero eso estaba bien. Armarse de valor y morir al final del
camino era, después de todo lo dicho y hecho, la responsabilidad de aquellos
que murieron.
“…Pensé que le dispararía a la base después, pero por alguna razón, aun no
lo ha hecho.”
“La artillería pesada está diseñada para fuego de supresión o para destruir
objetivos fijos. No está hecha para disparar hacia armas blindadas y no es
algo que usarías para acabar con un solo escuadrón. Probablemente lo
crearon para bombardear ciudades y fuertes. Supongo que esa fue una
prueba de tiro, y pensaron que ya que estaban en eso bien podían
dispararnos.”
“Si la Legión completa esa nueva unidad, van a acabar con más de solo
cuatro unidades. Dejarán las ruinas de la República. No es que eso nos
afecte mucho… Pero la Comandante no puede dejar que eso ocurra. Igual
ella será quien deba pensar en un plan.”
“¿…Qué?”
“Nada.”
“…Sin importar el caso, ese cañón de larga distancia es igual a los Skorpion
en el sentido de que necesita Unidades de Observación de Largo Alcance.
El cañón en sí mismo parece estar apagado por ahora.”
“¿Cómo lo sabes?”
“¿…?”
“Puedo sentir que se encuentra en las afueras de este distrito, y parece que
me ha notado. Vendrá por mí la próxima vez. No hay manera en que me
vaya a disparar desde la distancia. Esa es una manera demasiado simple de
terminar con todo esto.”
“¿Crees que esto es una broma…? Estaremos junto a nuestra Parca hasta el
final.”
“Annette, por favor, tienes que ayudarme. No podemos dejar que esto…
Tenemos que detener esto.”
Annette continuó mordisqueando las galletas con apatía, sus ojos plateados
viendo a Lena.
Era una mirada fría y seca, como la de una bruja que había vivido por mil
años y se había cansado del mundo.
“¿Un discurso por TV? ¿Hablar con los altos mandos? Sabes que eso no
cambiará nada. Puedes ser apasionada e idealista todo lo que quieras, pero
si las palabras bonitas pudieran hacer que todos cambiaran de parecer, las
cosas no habrían llegado tan lejos en primer lugar. Lo sabes muy bien.”
“Eso—“
“Ya detente. No hay nada que puedas hacer. Sin importar lo que intentes,
no llegará a nada, así que ya—”
“¡Detente, Annette!”
Lena detuvo las palabras de Annette, incapaz de soportarlo más. Ella era su
preciada amiga, pero Lena no podía permitir que siguiera con su discurso.
“Ya detente. En serio, ya—detente. No hay nada que podamos hacer. ¡No
hay nada en nuestro poder que pueda salvar a esas personas!”
“¿Annette…?”
Y es por eso que ella dijo aquello. Sus padres sugirieron dejar que la familia
de su amigo tomara refugio en su casa. Su padre era atormentado por el
miedo al peligro que su familia podría enfrentar si su acto de piedad era
descubierto, así que él le preguntó a Annette qué deberían hacer. Y ella se
lo dijo. Ella le dio a su padre, quien probablemente simplemente buscaba
esa última afirmación, un último empujón…en la dirección contraria.
Ella debía creer que no había nada que pudiera haber hecho, que no había
nada que pudiese ser hecho en primer lugar. Pero, sin embargo, Annette
temblaba mientras reía.
Así es como son las cosas, así es como deben de ser. Pero esta amiga mía…
¿por qué siempre lanza esa mirada idealista en mi dirección…?
“Sabes, Lena, puedes actuar como una santa tanto como quieras, pero eres
igual de culpable que todos nosotros… ¿Tienes idea de cuantos Ochenta-y-
Seis tuvieron que morir para desarrollar ese Dispositivo RAID que llevas
puesto?”
Experimentación humana—
Su padre no le había dicho nada en ese tiempo, pero ella sabía todo gracias
a los registros que él había dejado tras su muerte. Un sinfín de sujetos de
prueba murieron cuando sus cerebros se frieron, incapaces de manejar la
presión de los experimentos. Y ya que todos los adultos fueron enviados al
campo de batalla, se tuvo que usar niños. A los Ochenta-y-Seis se les
asignaban números, significando esto que sus nombres jamás fueron
registrados. Así que nadie—ni siquiera su padre—podría haber sabido si
alguno de los niños, quienes tuvieron las más horrorosas muertes posibles
en los laboratorios de los campos de concentración, había sido aquel chico.
“Lo que tú hiciste fue peor que no haber hecho nada. Tu interferencia los
hizo vivir más tiempo, y es por eso que se les fue ordenado morir. Si
hubieran muerto por cuenta propia, al menos habrían sido asesinados sin
que nadie se los hubiese ordenado, pero por tu culpa, ¡Comando ha decidido
darles la orden!”
Lena se quedó sin palabras. Ver ese hermoso rostro contorsionado en agonía
llenaba a Annette con euforia, pero al mismo tiempo, era consumida por
amarga tristeza
Lo hice de nuevo.
Annette tomó su taza y la lanzó al bote de basura. ¿Cuándo fue que habían
comprado estas tazas? Ellas habían decidido que sus tazas debían ser
iguales, las habían elegido juntas y habían hecho que las envolvieran.
Habían bebido café en ellas por primera vez en esta habitación.
Lena hizo una reverencia ante Karlstahl, quien era su última esperanza. Ella
había estado investigando, buscando una forma de que la misión fuera
cancelada, pero aparentemente, estas horribles operaciones eran una
“tradición” que había sido mantenida, ininterrumpida, por años.
“…”
“…”
Karlstahl escuchó las palabras de Lena con una expresión lúgubre y abrió
su boca para responder igual de lúgubremente.
“¡¿Qué—?!”
“¡¿Qué está diciendo?! Como acabo de decir, esto está dañando tanto a la
República en sí misma como a su conciencia—”
“…Pero eso…”
“Y si alguno de los países vecinos sigue allá afuera, ellos descubrirían lo
que les hicimos a sus compañeros Colorata. Perderíamos prestigio y
dignidad, y la República sería categorizada como un país de opresores…
Todos estos problemas serían evitados si exterminamos a los Ochenta-y-
Seis.”
“…No puedo creer que los civiles puedan ser tan tontos…”
“Este es un acuerdo tácito entre todos, Lena. Muy pocas personas pretendían
dejar esto ocurrir, pero casi todos por voluntad propia desviaron la mirada
ante la realidad de que podría estar ocurriendo. O quizás puedes pensar en
la mayoría de personas quienes eran indiferentes a todo esto como
defensores de lo ocurrido… Todo esto es el resultado de la democracia de
la cual nos enorgullecemos, Lena. La mayoría de civiles están de acuerdo
con que ‘no les importa lo que les suceda a los Ochenta-y-Seis siempre y
cuando puedan beneficiarse de ello’. Y es nuestro trabajo como milicia
apegarnos a esa decisión.”
Lena golpeó el escritorio con su palma. Un sonido sordo resonó por toda la
oficina.
Su grito hizo que Lena se quedara sin palabras. Era la primera vez que lo
escuchaba hablar con tanto enojo.
Con ojos faltos de emoción, Lena despreciaba al hombre que una vez
admiró como si de un segundo padre se tratara. Ella no tenía otra manera de
reprimir el desprecio y desdén que se formaba en las profundidades de su
corazón.
“…”
Incluso así. Rendirse porque sabes que un sueño jamás se volverá realidad
y sentarse esperando a que el destino te reclame… O luchar en contra del
destino y llorar hacia esa luz que se desvanecerá al final, a pesar de que
sabías que ese sueño jamás podrá volverse realidad. Esas dos cosas son
completamente diferentes. Pero este hombre no puede ver esa diferencia.
“¡No me hables así, maldito mocoso…! Ya solo queda una unidad para que
te lleves. No hagas locuras, ¿entendido?”
La gruesa voz del hombre sonó con seriedad, pero Shin simplemente se
encogió de hombros. Incluso frente a esas sinceras palabras, Shin no podía
prometer nada. Luchar con todo lo que tienes cuando te encuentras contra
la Legión era clave cuando se trataba de conducir un Juggernaut.
“Lo siento.”
“…Shin. Una vez que acabe de cargar las cosas, hay algo que me gustaría
decirles. ¿Podrías llamar a los demás niños cuando acabe?”
Shin parpadeo con sorpresa y volteo a ver las gafas de sol de Aldrecht.
Parecía como si quisiera preguntar la razón, pero aparentemente, su Para-
RAID se activó y Shin guardó silencio.
“Capitán Nouzen…”
“Comandante.”
“Por favor huyan. No deberían por qué seguir estas absurdas órdenes.”
Ella se sentía patética a más no poder. No pudo hacer que esta horrorosa
operación fuera cancelada, y la única cosa que le quedaba era hacer esta
irresponsable sugerencia. Pero la respuesta que el chico ofreció fue calmada
y tranquila. Aunque dicha como una pregunta, se trataba de un rechazo
absoluto.
“¿Huir a dónde?”
“…”
Con lágrimas en los ojos ella vociferaba, y por esto Shin detuvo sus palabras
un momento. Cuando él respondió, ella pudo sentir una leve sonrisa en su
voz.
“Quieres matar a tu hermano que fue tomado por la Legión… ¿no es así?”
“¿…Por qué siempre logras notar cosas que sería mejor que jamás
notaras…?”
Sucedió cuando él dijo que había estado buscando a Rei a pesar de saber ya
que estaba muerto. Y hacía lo mismo cada vez que hablaban sobre el Pastor
del primer distrito. Cada vez, Shin tenía la misma sonrisa fría y despiadada.
Shin mismo no lo había siquiera notado, similar a cómo Lena no siempre
estaba consciente de su propia expresión en su propio rostro. Quizás los
sentimientos en las profundidades de su corazón lo habían traicionado
cuando menos se lo esperaba, como un cruel y frio cuchillo de locura que él
mantenía listo para apuñalarse a sí mismo.
“Si eso es verdad, entonces aún más razón para no luchar. Incluso si es parte
de la Legión, asesinar a tu hermano es—”
Su tono era frio y severo. Era la primera vez que ella había escuchado
irritación en la voz del chico.
“Capitán”
Su perspicacia hizo que Lena se quedara sin aliento. Notando que había
dejado que sus emociones lo controlaran, Shin respiró profundo y resumió
la actitud indiferente que había tenido cuando Lena recién había sido
asignada.
“Eso—“
“…”
Su tono la hizo retroceder, y su voz era indiferente, pero esas palabras que
casi se sentían como una oración hacia su bienestar hicieron que Lena
apretara sus puños.
Haruto murió en la incursión de ese día. Esta fue también la primera
operación la cual Lena no comandó de principio a fin.
Si hubiese vivido dos días más, él podría habérsenos unido en esta divertida
caminata por la montaña. Theo suspiró al otro lado de la Resonancia.
“Sep, eso, Anju. Es decir, no importa que no esté aquí, pero sí estuviera,
sería bueno poder despedirnos.”
“En todo caso, ya no importa. Le dijimos una y otra vez que no se viera
envuelta con nosotros, y por fin entendió.”
Incluso con este lúgubre futuro frente a ellos, el corazón de Raiden estaba
sorpresivamente sereno. Él había estado preparado para esto desde el día
que fue asignado a este escuadrón. Daiya estaba ahí en ese entonces, y solo
eran seis en total. Los seis abordaron un transporte que los llevó a su nuevo
destino, en donde conocieron a Kaie, Haruto, y Kino.
Fuero a tomarse fotos para sus documentos personales. Cada vez que un
escuadrón era reorganizado, sus miembros debían actualizar sus fotos, y
debían pararse con sus espaldas contra una pared con líneas para medir sus
alturas, cada uno sosteniendo un cartel con su número personal escrito. Era
como una foto policial. Estas eran eliminadas cuando un escuadrón se
disolvía, así que esta noche, se desharían de ellas. Sus retratos, los cuales
jamás serían usados para los funerales que jamás tendrían, serían quemados
esta noche. ¿Y la otra foto que aquel tímido soldado de buen corazón les
había tomado…? Quien sabe cuánto tiempo dure.
Todos renovaron su juramento aquella noche, el juramento de que sin
importar cuanto fuesen tratados como cerdos, ellos jamás les darían a sus
opresores la satisfacción de actuar como cerdos. Que lucharían hasta el
amargo final, incluso si solo quedaba una persona de pie.
“…Vamos.”
Ya no puedo esperar más. Debo darle la bienvenida. Y esta vez, con toda
seguridad…
“…Shin.”
“Sí.”
Shin respondió brevemente al ronco susurro de Raiden. Se encontraban en
curso de colisión. Intentaron cambiar dirección, pero las unidades de
vanguardia enemiga cambiaron de acuerdo a sus movimientos. Tenía
sentido… Si Shin podía escuchar las voces de la Legión, lógicamente, lo
contrario también aplicaría. Considerando la topografía, él cambió el curso
hacia lo que sería el mejor terreno para enfrentarlos. Si debían enfrentarse a
la Legión, al menos deberían escoger un campo de batalla que les diera algo
de ventaja.
Era obvio incluso sin tener que escucharlo que este era el Pastor de este
ejército. Había desplegado sus fuerzas aquí, no simplemente porque era la
línea recta en la cual se movían, sino porque deliberadamente esperaban
retar a los Juggernauts. Esa cosa había considerado la situación y analizado
los movimientos de sus oponentes, una hazaña de cognición imposible para
cualquier Oveja común. Y este Pastor, el cual siempre acechaba en las
profundidades del primer distrito, era también…
“…Shin…”
Como si fuese para deshacerse de toda duda, él pudo escuchar esa leve voz,
una que él recordaba claramente. Era la misma voz, hablando con las
mismas palabras que él había escuchado cuando él estaba vivo.
“…Shin.”
Cuando su hermano menor nació, él tenía diez años, Rei lo vio como un
regalo, un preciado hermano menor que había esperado por mucho tiempo.
Lo consentía más que sus padres, y por eso su hermano terminó
convirtiéndose un poco en un llorón. Rei, quien podía hacer todo y lo sabía
todo, siempre lo mantenía a salvo y lo adoraba más que a nada. Él era el
héroe de su hermano menor.
¿Por qué no lo hice—? Ya tenía una vaga idea de que esto ocurriría, así
que, ¡¿por qué no detuve a mamá…?!
“Hermano…”
Shin.
Fuiste tú.
Tomando a Shin por el cuello y empujándolo contra el suelo, Rei puso sus
dedos alrededor de la garganta de Shin y apretó con todas sus fuerzas,
intentando estrangularlo.
Golpearlo con condenas una tras otra era placentero. Él esperaba que fueran
inaguantables. Deseaba con toda su alma que este estúpido chico no fuera
capaz de aguantarlo más y muriera.
¿Qué…estaba…haciendo…?
Todo lo que pudo ver fue la parte trasera de la sotana del sacerdote mientras
se inclinaba sobre Shin para revisar su condición. Él puso sus manos sobre
la boca de Shin, tocó su cuello, y comenzó a resucitarlo, sus movimientos
débiles por el terror.
“…Rever—”
“Vete.”
Ese gruñido hizo que los ojos de Rei se abrieran con incredulidad. Pero
Shin, él no se mueve. Girando uno de sus ojos plateados hacia Rei, quien
aún se encontraba parado ahí, estupefacto, el sacerdote rugió.
Ese grito de furia verdadera y pura hizo que Rei se apresurara a salir como
si la fuerza bruta del grito lo hubiese lanzado fuera de la habitación. Rei se
hundió en el piso.
“Ah…”
“¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH!!!”
Cuando se fue, el sacerdote lo despidió junto con Shin, pero Rei aún no
podía decir ni una palabra. La idea de girarse para ver a su hermano solo
para encontrar una expresión aterrada que jamás había visto antes lo
aterrorizaba. No podía permitirse morir. Él debía vivir a todo costo y
regresar a casa. Ese pensamiento lo incitó a colgarse a la vida incluso
mientras sus compañeros morían uno tras otro a su alrededor.
Sin embargo…
El violento ataque de la nieve lo enfriaba hasta sus huesos. Rei se dio cuenta,
a pesar de la neblina en su mente tras toda su pérdida de sangre, que el final
le había llegado. Sus ojos vieron el emblema ornamentando el aplastado
blindaje de su Juggernaut. Un caballero esquelético sin cabeza. Era una
ilustración de un libro infantil. El protagonista de un cuento de hadas.
Rei había siempre pensado que era aterrador, pero por alguna razón, era el
favorito de Shin. Pero ahora ni si quiera estaba seguro de si podía recordar
el libro o recordar habérselo leído a Shin cada noche… Ni ese ni ningún
otro preciado recuerdo.
Rei hizo una mueca en agonía. Debería haberle dicho algo el día que partió.
Debería haberle dicho a Shin de forma clara que no era su culpa. Esa noche,
Rei le había lanzado una maldición a Shin y había escapado, dejándolo
cargar con ella. Esas palabras, esas acusaciones sobre que la muerte de su
familia eran su culpa, probablemente atormentarían a Shin durante los años
venideros. El conocimiento de que había matado a la familia que amaba
retorcería su corazón sin descanso. Las muertes de sus padres y la violencia
de Rei lo más probable es que lo hayan hecho llorar incontables veces. ¿Ese
chico aún era capaz de sonreír?
“…Shin.”
“¡SHIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII
IIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII
IIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIN!”
Ese rugido agitó hasta lo más profundo de sus almas incluso a aquellos
Resonando en el índice más bajo de sincronización. Incluso Raiden, el más
experimentado cuando se trataba de luchar al lado de Undertaker, comenzó
a sudar frío ante el sonido de este aterrador rugido. Anju gritó y cubrió sus
oídos. Solo Shin se giró para enfrentar al Dinosauria, como si simplemente
este lo hubiese llamado por su nombre.
“¡¿…Shin?!”
Este idiota.
Él…
Él acaba de sonreír.
“…”
“Si lo que quieres es ir tú contra él, entonces no hay nada que pueda hacer…
Me encargaré del resto, así que termina tus asuntos tan pronto como
puedas.”
Mientras decía esto, Raiden reprimía el enojo que crecía dentro de él. Así
que él intenta hacer esto solo. Si hubiese pedido por ayuda o apoyo, Raiden
habría hecho lo que fuese.
Por qué este idiota es tan…tan estúpido, ¿y por qué justo en estos
momentos?
Era una vista increíble, llegando a ser lo que llamarías un chiste. Ponerse en
guardia ante un Dinosauria era una locura, y el hecho de que incluso se veía
como si intercambiaran golpes rozaba en lo milagroso. Un Juggernaut era
por lejos inferior en términos de potencia de fuego, blindaje, y movilidad.
Normalmente, esto ni siquiera contaría como una lucha, pero ya que era
Shin quien controlaba la unidad, Undertaker era, por poco, capaz de poner
resistencia… No, ni siquiera Shin debería ser capaz de lograr esto.
“¡Recargando! ¡Cúbranme!”
Lena temía que ella no fuera a contestar la puerta, pero Annette la abrió
sorpresivamente rápido.
Lena sonrió. Cierta parte de ella pensó que su expresión debería verse
terriblemente aterradora, cruel, y fea justo ahora.
Ella sonrió como si fuese un demonio… Como si ella misma fuese la parca
encarnada.
“¡¿…Cómo…?!”
Viendo a la chica ponerse más pálida que nunca, Lena se preguntó cómo es
que había logrado adivinar correctamente. No era más que una apuesta, y
Lena la había engañado. Pero al mismo tiempo, ella había estado
convencida de que tenía razón. Ese chico había vivido en el Primer Sector,
donde los Ochenta-y-Seis estaban difícilmente presentes incluso antes de la
guerra, y había tenido la misma edad—más o menos—que Lena y Annette.
Pero lo que la convenció por completo fue que Shin podía escuchar a los
fantasmas mientras que el chico que Annette describió tenía la habilidad de
comunicarse con los corazones de su familia. Era fundamentalmente la
misma habilidad, excepto que aquellos con quienes conectaban era
diferente. El parecido era simplemente demasiado grande—no puede haber
sido una coincidencia.
“¿Y por qué me preguntas a mí? Pensé que ya no querías tener nada que ver
conmigo.”
Lena dio un paso hacia atrás, quitándose las manos de la chica de encima y
dándole una fría sonrisa a Annette, quien dio un paso dentro de la oscura y
lluviosa noche. Ella jamás había escuchado a Shin mencionar nada sobre
Annette. Lo más probable era que…él ya ni siquiera la recordara. Sus
recuerdos de Rei y de sus padres se habían perdido entre las llamas de la
guerra y los llantos de los fantasmas, así que había poca probabilidad de que
Shin recordara a una amiga de la infancia. Ya sea que eso fuese una
maldición o una bendición para Annette, esa era una pregunta a la cual ella
no podía darle respuesta.
Parada ahí, quieta, Annette sonrió. Era una sonrisa manchada con lágrimas,
y su expresión de alguna manera se veía aliviada.
“…Eres un demonio.”
Shin había dicho que finalmente iban a ser libres, y Lena había argumentado
que eso no era libertad. Pero, a pesar de ello, ella no pudo evitar la misión
de Reconocimiento Especial ni tampoco pudo salvarlos de ninguna manera.
Lo mínimo que podía hacer era asegurar que su viaje que tanto anhelaban
durara al menos un segundo más, asegurar que nada más se pusiera en su
camino. Ese era el único tributo que les podría pagar.
Este era apenas su primer día conociendo la libertad. Ella no podía dejar que
su viaje terminara aquí. No de esta forma.
“Eres una completa y total idiota, ¡¿lo sabes verdad?! ¡¿En qué demonios
estabas pensando?!”
“¡¿No sabías que los Handlers evitan compartir la vista porque puede
resultar en ceguera, idiota?! ¡¿Y tenías permiso para disparar esa maldita
cosa?! ¡Que estés aquí es también una violación de las ordenes!”
Compartir vista confundía cada lado de la conexión, pues los hacia ver cosas
que no se encontraban ahí, y, además, compartir visión tenía demasiado
contenido informacional. Usarlo demasiado cargaba al cerebro y podía
eventualmente resultar en pérdida de visión, así que jamás era usado al
comandar. Ella había disparado el arma de artillería sin aprobación para
proveer soporte en una misión durante la cual se le había explícitamente
prohibido dar soporte de todo tipo. ¡Era una descarada violación de las
órdenes y ciertamente no una que valiera la pena hacer por una unidad
suicida!
“No estoy haciendo esto por ustedes, para que lo sepan. Si una fuerza
de este calibre llega a nosotros, la República estará en peligro. Solo
estoy luchando porque no quiero morir.”
Entregando esa línea con una voz clara, Lena finalmente rió. Era la primera
vez, él sintió, que Lena había sonreído aquel día.
“Él está luchando contra su hermano, una lucha a muerte. Ese es todo el
propósito que Shin tiene aquí. Él ya no puede escucharnos.”
“¡¿…?!”
Los ojos de Shin se abrieron de par en par ante este desarrollo de pesadilla.
La mano fue aplastada por la explosión, pero ya que estaba hecha de fluido,
se restructuró en cuestión de segundos, sus dedos retorciéndose
asquerosamente. Shin podía sentir la conciencia del Dinosauria fija en él.
Undertaker saltó hacia atrás mientras el lugar donde había estado parado era
llenado con fuego de ametralladora. Una segunda cortina de balas guiadas
se dirigió hacia él, luego una tercera. Undertaker evadió, pero ahora el
Dinosauria estaba fuera de rango. El Dinosauria con confianza giró en su
dirección, habiéndolo hecho retroceder con nada más que ametralladoras,
su más débil armamento.
El fuego de supresión había forzado a Shin a correr mientras
simultáneamente lo alejaba de su único punto de ataque. Un escalofrió pasó
por su cuerpo, pero en contraste, sus labios se convirtieron en una sonrisa.
Uno de los Grauwolf había visto quizás esto como una oportunidad de oro,
puesto que rompió filas y cargó contra Undertaker. Fue, sin embargo,
mandado a volar sin piedad por el Dinosauria, como si el rugido de su cañón
le prohibiera a la Legión interferir. La vista solo hizo que la sonrisa de Shin
se profundizara.
Las palabras finales de su hermano aun lo llamaban, le decían que todo era
su culpa, ordenándole morir y arrepentirse. Incluso tras la muerte, él insistía
en matar a Shin con sus propias manos.
Rei no sabía si justo ahora él era el alma de Shourei Nouzen o una copia de
sus recuerdos tomada de su cadáver en descomposición en aquella noche
nevada. Él no lo sabía, y cualquiera que fuese la respuesta no hacía mucha
diferencia. Todo lo que sabía era que, a pesar de morir, obtuvo una segunda
oportunidad. Eso era bueno; eso era todo lo que importaba.
Él podía sentir que Shin se encontraba en algún lugar del campo de batalla.
Él podía oír su voz. Pero era tan pequeña que era ahogada por el tumultuoso
ruido viniendo de la patética y decadente carcasa de la República.
Adicionalmente, la República había lanzado descaradamente a Shin en el
campo de batalla y tenía la gala de llamarlo “su propiedad”, lo cual hacía
incluso más difícil distinguir el paradero de Shin.
Cada vez que salían hacia los distritos de la República, Rei usaba los ojos
de los Ameise para buscarlo. Rei, quien era ahora parte de la Legión, no
podía ir en contra de sus directivas, y como comandante, debía quedarse en
las profundidades de los territorios de la Legión. Pero incluso así, si Shin
estaba cerca, él quería verlo una vez más. Encontrarse con él, disculparse,
ser perdonado, y entonces…
Los dos veían el cielo lleno de estrellas fugaces. Sus Juggernauts estaban
agachados en el suelo, y los Processors estaban reclinados contra el blindaje
de las máquinas, sus siluetas como las de unos niños pequeños.
Aaah, pero ya no tienes que hacerlo más. No hay razón para que debas
pelear por esos cerdos, Shin. Si ese es el único lugar en el que puedes vivir,
bien podría traerte a mi lado. Deja ese débil cuerpo humano. Podemos
transferirte a tantos cuerpos como sean necesarios. Y esta vez, te protegeré.
Esta vez, siempre te mantendré seguro, por toda la eternidad.
Hoy, esos sucios cerdos habían finalmente liberado a Shin de sus viles
garras. Su voz ya no era débil y no se mezclaba con las voces de la
República. Ahora estaba claro. Rei sabía que Shin se dirigía a las
profundidades de su Sector, así que fue a saludarlo. Finalmente, él podría ir
a reunirse con su hermano menor.
Y ahora, por fin, él estaba frente a frente con él. El querido y preciado
hermano que había buscado hasta el cansancio estaba sentado dentro de esa
torpe araña. El Juggernaut era demasiado frágil para ser considerado una
máquina blindada, así que Rei gentil y cuidadosamente estiró sus manos
para no romperlo. Pero ya que la araña seguía corriendo por todos lados y
él no parecía poder atraparla, él les disparó a las patas para detenerla.
Como si intentara decir que puede hacerlo de nuevo, tantas veces como
sean necesarias.
Shin examinó su pantalla óptica, buscando una posición que le diera más
ventaja. Tan pronto como Undertaker retrocedió, Rei avanzó, yendo tras él.
Shin se retiró, haciendo pequeños pero precisos cambios de dirección
mientras lo hacía, mientras Rei cargaba hacia él, rotando sus ametralladoras
en dirección al torso de Undertaker. Él niveló su vista, listo para disparar, y
entonces—
Purgando el cable a mitad del aire, Undertaker usó la inercia para girar su
cuerpo y ajustar su posición de descenso. Usando las uniones en el blindaje
del Dinosauria como puntos de apoyo, él se colgó a la parte superior de su
fuselaje. La masiva estructura del Dinosauria lo obstruía, y el fuego de
metralleta no alcanzaría su objetivo tan cerca. Shin condujo sus cuchillas de
alta frecuencia dentro del punto en donde el blindaje era más delgado. Una
lluvia de chispas hizo erupción desde el metal mientras se derretía como
mantequilla. Shin apuntó su cañón a la sección expuesta, cuando
repentinamente dos manos plateadas crecieron de la pared y tomaron su
extremidad de agarre.
“¡¿Qué—?!”
Fue justo como esa noche en la iglesia. Él fue balanceado hacia arriba y
lanzado contra el suelo. Y entonces Shin perdió la conciencia.
“¡¿…Shin?!”
Rei debía ser cuidadoso para no dañar las entrañas del Juggernaut pero fue
capaz de arrancar ambas frágiles extremidades de agarre. El resto de
Undertaker cayó, rodando hacia algún lado. Él no sería capaz de ir a ningún
lado, eso era bueno. Él estaba probablemente inconsciente y posiblemente
herido, pero Rei se disculparía por eso luego. Él se acercó a Shin, luchando
por contener sus deseos.
“Tengo una idea. Creo que lo único que hará será darnos una
oportunidad, pero… Yo tampoco quiero que el capitán muera.”
Escuchando esta sincera y casi desesperada súplica, Kurena terminó
aceptando la idea de Lena.
Maldita sea. El hermano mayor es igual de molesto que el menor, estos tipos
ven a todos a su alrededor como no más que insectos.
“¡Anju! ¡Theo!”
“…Estoy bien.”
“Sí, ¡te debo una! Pero retírate ahora. Si eres asesinada, no sé si seré capaz
de ver a Shin a los ojos… ¡¿Comandante, ya casi?!”
Gunslinger dirigió una mira laser, invisible para el ojo desnudo, hacia el
Dinosauria parado aun a un lado de Undertaker.
Las capacidades sensoriales del Dinosauria eran bajas. Eso aplicaba incluso
a una unidad comandante como Rei, quien requería conexión constante con
los Ameise para compensar sus relativamente defectuosos sensores
visuales. Pero los Ameise desplegados con él habían sido todos aniquilados,
y él solo había dado directivas simples a sus demás fuerzas al inicio de la
batalla. Para ahora, ya habrían sido derrotados y se habrían retirado.
Llevarse a Shin era la máxima prioridad de Rei, nada más importaba, y por
eso mismo, para cuando se dio cuenta, ya era muy tarde.
Justo cuando sus manos se estiraron para romper el toldo de Undertaker,
una alarma resonó en su conciencia. Los sensores ópticos del Dinosauria se
giraron hacia arriba, solo para encontrarse con un proyectil masivo cayendo
hacia él. Sus alas de control de altitud se abrieron para mantener su caída en
picada a un ángulo de cuarenta y cinco grados—apuntando directamente al
blindaje superior. Este proyectil—su apariencia como la de un caracol del
tamaño de un niño—era un proyectil guiado anti artillería de 155mm.
Rei era agobiado por furia hirviente. Este era, sin duda alguna, un proyectil
con suficiente potencia para destruirlo incluso a él. Pero a este rango, Shin
quedaría atrapado en la explosión también. Esos bastardos de la República
no estaban satisfechos con solo usar a su hermanito para luego desecharlo;
¡ahora también lo usaban como carnada!
Él no tenía tiempo para tomar a Shin y correr a algún lugar seguro, así que
Rei pateó con sus patas delanteras, levantando su mitad superior como un
caballo corcoveando. Torció su cuerpo en todas direcciones, desplegando
tantas manos hechas de micro máquinas líquidas como le fuese posible, y
bloqueó el proyectil con las partes más gruesas de su blindaje. Incluso con
su blindaje superior dañado, su blindaje del frente debería ser capaz de
soportar la explosión. Él bloquearía la explosión y las ondas de choque con
su propio cuerpo—¡Él protegería a Shin, yaciendo tras él, a cualquier
precio!
“¿Quieres protegerlo?”
Impacto.
“Impacto confirmado.”
Lena mantenía sus ojos fijos en el radar, viendo mientras el indicador del
proyectil guiado se interceptaba con el punto del Dinosauria. No detonó.
Era de esperarse, puesto que Lena sabía que el proyectil disparado tenía un
detonador inerte. Su padre le había dicho una vez, cuando era más joven,
que incluso si el blindaje de un tanque podía desviar balas, gradualmente
seguía tomando daño. Un tanque podía desviar un proyectil, pero la energía
cinética aun tendría un impacto. Partes flojas y equipamiento caerían sobre
las personas dentro, y cualquier tornillo y remaches se romperían y
rebotarían dentro del tanque, lastimando y potencialmente matando a todos
dentro.
Contra el Dinosauria, esto resultaría nada más que en un poderoso placaje.
Pero este también era el único método en que Lena podía pensar para evitar
que Shin quedara atrapado en el fuego cruzado. A lo mucho les compraría
unos segundos, y en ese tiempo, alguien…quien fuese…tendría que pensar
en el siguiente movimiento.
Raiden se dio cuenta que finalmente tuvo éxito al conectarse con Shin.
“¡Shin!”
Shin lo había dicho aquella noche con una tristeza que se sentía como si lo
apuñalara—que él acabaría con su hermano. Pero Shin no quería realmente
luchar contra él. La Razón por la que Shin luchó contra Rei a pesar de eso
era…
Undertaker se había levantado sin que Rei lo notara y ahora se paraba tras
de él—La boca de su cañón nivelada en dirección al Dinosauria.
Los gritos de alguien lo habían traído de vuelta, pero los efectos del golpe
aun lo atormentaban. No tenía idea de lo que ocurría. No entendía por qué
seguía vivo ni lo que había ocurrido a su alrededor. Solo sabía dos cosas.
Shin y Undertaker aún estaban vivos. Y el hermano que había buscado por
tanto tiempo—el hermano al que necesitaba enterrar con sus propias
manos—se paraba frente a él.
Sus extremidades aún estaban dormidas, pero aun así se las arregló para
tomar las palancas de control y colocar su dedo sobre el gatillo. Eso era todo
lo que necesitaba hacer.
“…Shin.”
“Shin.”
Él apretó sus dientes. El niño de siete años que debería haber muerto aquel
día seguía llorando en algún lado. Su hermano había dicho que todo era su
culpa. Que él debería haber muerto en ese entonces. Que él debería haberlo
matado en ese entonces. Shin jamás olvidaría…
Pero Shin ya no era un niño. No podía permitirse ser asesinado una segunda
vez.
Mucho tiempo había pasado desde aquel día, y Shin se las había arreglado
para asimilar varias cosas. Pensó en todo lo que había ocurrido y entendió.
No fue su culpa el haber sido estrangulado aquel día. Tampoco era su culpa
la muerte de su hermano ni la de sus padres, nada de lo ocurrido era su
pecado. Rei había necesitado una salida para sus emociones acumuladas. Su
hermano simplemente no había soportado la presión, y Shin simplemente se
encontraba cerca y era más débil que él: la salida perfecta para su
frustración. Eso fue todo. Shin no cargaba ningún pecado por el cual
arrepentirse.
“Shin.”
Shin podía escuchar las voces de los fantasmas, pero no les temía. Solo eran
almas lamentables y miserables. Todo lo que hacían era gemir, queriendo
pasar a mejor vida, gritando con las voces prestadas de los muertos o quizás
llorando en algún lenguaje mecánico que solo ellos podían entender. Habían
perdido su tierra natal y sus cuerpos, y seguían gritando que no querían
morir, incapaces de regresar al polvo. Un ejército de fantasmas que solo
podían llorar no queriendo morir, a pesar de su ferviente deseo de pasar a
mejor vida.
“...Adiós, hermano.”
—y jaló el gatillo.
Rei veía todo desenvolverse a través de sus sensores ópticos. Pudo sentir el
gatillo siendo apretado, las llamas saliendo de la boca del cañón. Y en ese
momento, por alguna razón, pudo sentir la mirada de aquellos ojos rojos
fijada en él, llenos con fuerza, voluntad y determinación.
Él jamás había visto a su hermano así, jamás había sabido que era capaz de
hacer esa expresión. Pero era de esperarse. Rei había muerto hace cinco años
y se había quedado estancado desde entonces, incapaz de morir. Pero Shin
vivió. Él había cambiado, había crecido, y había avanzado. El hermano
pequeño que había jurado proteger a cualquier costo había desaparecido
hace mucho tiempo. Un día, Shin se volvería mayor de lo que su hermano
jamás fue. Eso hacía que Rei se sintiera feliz pero un poco triste.
Ah, cierto…
Había una cosa que debía decir al final, ¿verdad? Algo que jamás pude
decirle. Intenté decirlo en aquel entonces, esa noche en aquellas ruinas
nevadas, pero morí antes de tener la oportunidad.
Así como en esa noche, Rei estiró su mano hacia su hermano. Una sola
mano se extendió desde la fisura en el blindaje.
Shin.
“…Lo siento.”
Y justo cuando los ojos de Shin se abrieron de par en par, el tiempo comenzó
a fluir de manera normal de nuevo.
“Herma—”
Shin estiró su mano hacia aquella mano que se retiraba, pero sus dedos no
tocaron nada más que aire. Solo pudo distinguir la vista de la mano de su
hermano prendiendo en llamas mientras entraba a ese infierno en vida,
mientras todo lo demás se nublaba.
“…Ah.”
Shin tardó un momento en notar lo que las tibias gotas cayendo por sus
mejillas eran. Desde aquel día en que Rei lo había asesinado por primera
vez, Shin no podía llorar. Era incapaz de entender ese sentimiento que se
elevaba dentro de él, aplastando su corazón, se trataba de tristeza. Las
lágrimas caían una tras otra, sin fin.
“Sí…”
“Sí.”
“……Comandante.”
“Aquí estoy. Por supuesto que aquí voy a estar. Soy la oficial al mando del
escuadrón Spearhead.”
Ella tenía el deber de ver las cosas hasta el final. Incluso si nadie quería que
lo hiciera, era aún su deber.
“…”
“Um.”
“¿Seguros que deberíamos ir por aquí, chicos? Hay varias bombas sin
estallar por todos lados.”
Oh, cierto…
Ellos ya no pueden regresar.
“Espe—”
Raiden sonrió, su sonrisa llena con la fuerza y orgullo de una bestia del
campo de batalla, una que confiaba en nada más que su propio poder y la
ayuda de sus aliados.
Ah.
No puedo detenerlos. No hay palabras que pueda decir para crear cadenas
que los aten a mí.
Puesto que, para ellos, libertad significaba ser capaz de decidir dónde morir
y escoger a voluntad viajar por ese camino. Ellos sabían mejor que nadie lo
preciada y difícil de conseguir que era.
Lena guardó silencio. No quedaban palabras por decir. Sintiendo que ella
había aceptado su partida, los jóvenes soldados retomaron su viaje. Pero
notando a Lena mordiendo su labio con frustración, incapaz de aceptar la
realidad, Shin se giró hacia ella con una sonrisa final. Era una sonrisa serena
que ella veía por primera vez. Libre, aliviada y brillante.
“Ya nos vamos, Comandante.”
Gotas caían por sus mejillas. Una tras otras, las lágrimas fluían sin parar.
Incapaz de soportar el dolor que salía de lo profundo de su corazón, Lena se
recostó contra la consola y elevó su voz con un gemido lleno de tristeza
mientras lloraba abiertamente.
Lena cerró sus ojos y suspiró levemente. Sus pensamientos pasaron al chico
que se había ido, preguntándose si él podía escuchar también la voz de la
República. Después de que todo terminó, sus oficiales al mando la pusieron
bajo arresto domiciliario hasta decidir cómo tratar con ella, a lo cual ella
respondió abordando un transporte que la trajo a la base en donde estuvo
estacionado el escuadrón Spearhead. Era el mismo transporte que reunía a
aquellos destinados a la ejecución. Lena tuvo que prácticamente amenazar
al tímido y de buen corazón oficial de personal para dejarla abordar.
“Escuché de ti por los mocosos. Jamás pensé que vendrías hasta acá… Eres
tan rara como me contaron.”
Habló con una profunda y ligeramente ronca voz mientras apuntaba con la
barbilla en dirección a las barracas.
“Los mocosos limpiaron sus habitaciones antes de irse, pero debe haber aun
algunas cosas. Los nuevos niños deberían venir a ocupar sus lugares pronto,
pero siéntete libre de dar una vuelta por el lugar mientras tanto, si quieres.”
“¿…Un Alba…?”
“…”
Aldrecht removió sus lentes de sol, revelando un par de ojos del color de la
nieve.
“Mi esposa era una Colorata. Mi hija se veía igualita a ella. Me reusé a
dejarlas ir solas, así que me pinté el cabello y fui tras ellas. Después de eso,
me volví voluntario para que sus derechos fueran restaurados, pero…heh,
eso no funcionó. Mientras trabajaba como esclavo aquí…las dos fueron
enviadas al campo de batalla y murieron.”
“Sí.”
“Esa habilidad terminó siendo una famosa historia aquí en el frente Este…
Así que cuando fue asignado a este lugar fui con él. Le pregunté si
escuchaba a alguna unidad de la Legión que buscaba a su esposo de mierda
o a su padre.”
“…”
“Pensé en que, si me respondía que sí, saldría allá afuera y haría que me
mataran… Pero dijo que no escuchaba a nadie así. Dijo que no había
ninguna unidad llamándome allá afuera. Escuchar eso…creo que fue como
una salvación para mí. Mis chicas no estaban atrapadas en ese campo de
batalla después de sus muertes. Así que cuando vaya al otro lado yo
mismo…ahí estarán esperándome.”
Ella casi sentía que él estaba a punto de decir que había sido dejado atrás de
nuevo. Por su esposa e hija…y por el sinfín de niños que había conocido
mientras les daba servicio a las máquinas. Aldrecht se puso de nuevo sus
lentes de sol, como si intentara suprimir sus emociones, susurrando “¿Qué
demonios digo…?” a sí mismo.
“No tienes todo el tiempo del mundo… Si tienes algo que hacer aquí, hazlo
rápido.”
Lena hizo una reverencia con respeto hacia Aldrecht y entró a las barracas
por la puerta a un costado. El lugar se veía como si hubiese sido armado con
madera inservible, gris y cafés siendo los colores dominantes del poco
adornado e insípido interior. El corredor rechinó mientras Lena caminaba
por él, la superficie de sus paredes y el piso habiéndose vuelto blancos por
los años de polvo colgándose a ellos. La madera daba una sensación
escabrosa y áspera al tacto. La cocina y el comedor estaban llenos con aceite
y hollín que ningún tipo de limpieza podría esperar remover. Era de todo
menos higiénico.
Las duchas eran un húmedo y triste espacio que le recordaba a Lena las
cámaras de gas que había visto en documentales. Una masa negra
retorciéndose, la cual Lena no podía identificar se movía en una esquina del
cuarto. No había una lavadora ni una aspiradora por ningún lado. Una
escoba y un recogedor parados en la esquina del pasillo y una tabla dentada
y cubo para lavar en el patio trasero de las barracas servían como sus
indignos reemplazos. Este no era un lugar en el que un humano civilizado
debería vivir. Que este fuese el tipo de vida que un país tan orgulloso de sus
prácticas innovadoras y humanitarias imponía a sus ciudadanos llenaba a
Lena con vergüenza.
El cuarto más alejado al final del pasillo, siendo igualmente el más grande,
pertenecía al capitán, La puerta desigual se abrió con un rechinido audible.
En adición a la cama de pipas y el closet, este alojamiento se encontraba
también equipado con un escritorio y un pequeño espacio abierto donde un
número de objetos se encontraba.
Lena sintió como si pudiese escuchar a esos jóvenes soldados reír, habiendo
elegido vivir sus vidas al máximo sin dejar nada atrás. Jamás sucumbiendo
ante la desesperación, jamás dejando que el odio mancillara su orgullo. Se
paraban rectos y fuertes incluso ante la crueldad que amenazaba con pisar
su dignidad, y sus vidas se paraban como brillantes ejemplos de lo que
significaba ser humano.
Lena caminó hacia el estante de libros, solo para detenerse a mitad del
camino. Un gato negro, con manchas blancas que no pasaban de sus patas,
se encontraba parado quieto, como si se preguntara con impotencia a dónde
se habían ido todos. Fuera de la ventana, ella pudo escuchar el sonido de
soldados quienes aparentemente habían ido a tomarse sus nuevas fotos.
Lena estiró su mano hacia los libros. Ella no esperaba hacer ningún
descubrimiento, pero al menos quería ver lo que esos chicos habían estado
leyendo. Tomó un libro de un autor que reconoció y comenzó a revisar sus
páginas, cuando algo cayó de una de ellas.
“Ah.”
Ella se inclinó para recoger lo que resultó ser un grupo de varias hojas de
papel. La primera era una foto: una foto grupal de varias figuras paradas
frente a un edificio. Ella reconoció esa bandera invertida; se trataba de estas
barracas. Ahí se paraban los miembros del equipo de mantenimiento,
vestidos con overoles, a un lado de veinticuatro chicos y chicas a mitad de
su adolescencia.
“¡……!”
Lena entendió sin necesidad de una explicación. Estos eran los miembros
del escuadrón Spearhead. Estos eran Shin, Raiden, Theo, Kurena, y Anju, y
todos aquellos que habían muerto, probablemente la foto tomada el día en
que fueron asignados a este lugar. El formato de la imagen era el mismo que
aquel de las fotos tomadas para los documentos personales de los
Processors, y la foto los incluía a todos, incluso a los del equipo de
mantenimiento. Era demasiado pequeña para distinguir los rostros de todas
las figuras paradas ahí. Por alguna razón, un antiguo modelo de Carroñero
se paraba a un lado. Fido, al parecer.
Era la primera vez que había visto a los miembros del escuadrón, pero la
pobre calidad los hacia difíciles de distinguir. Tampoco se encontraban
parados en fila, sino que cada uno había tomado la posición y pose que
quisieran mientras veían a la cámara. Pero Lena sabía que sonreían con
calma.
La próxima hoja era una página de un bloc de notas, con un mensaje escrito
apresuradamente con letra masculina.
Era Raiden. Y a pesar de que no decía para quién era la nota, Lena sabía que
fue escrita para ella.
Theo.
Cuida del gato. Ya que insistes tanto en ser una santa, al menos has eso.
Kurena.
Anju.
Todos dejaron esto para mí. A pesar de nunca haber podido luchar a su lado.
A pesar de no haber podido salvar a ninguno de ellos. A pesar de que todo
lo que hice fue escupir tonterías idealistas e impotentes mientras caminaba
por sobre sus vidas, ellos aun así me dejaron esto…
La hoja final de papel era de Shin. Era una sola y característica línea, escrita
con una letra organizada y bella.
Si, un día, logras llegar a donde se encuentra nuestro destino final, ¿podrías dejar
algunas flores?
Shin había dicho que la República iba a caer inevitablemente. Que su propia
soberbia se convertiría en el heraldo de su muerte.
Ese puede ser, sin dudas, el inescapable destino de este país. Puede que
incluso el final llegue mañana. Y por esa misma razón, pelea hasta el último
momento. No te rindas jamás. Jamás abandones la voluntad para vivir.
Sigue de pie hasta el último momento. Honora los valores que aquellos
valientes soldados representaron.
Pelea. Hasta que el destino mismo se canse. Pelea, hasta el final de todo.
Fue cuando creímos en esto que permitimos que esto ocurriera, fue ahí
cuando la muerte de la República de San Magnolia comenzó—y el
momento en que dejó de existir
Los restos de un Carroñero también yacían en ese lugar, con letras pintadas
en un flanco. Fido, Nuestro leal… El resto de la oración se había perdido
para siempre—un agujero, causado por un bombardeo, yacía en su lugar.
Pero Lena tenía una idea del resto del mensaje. Para ahora, ella sabía por
qué Shin y los otros habían nombrado a un Carroñero pero no habían podido
nombrar a un simple gato.
Ellos fueron guerreros destinados a luchar hasta sus muertes. Para ellos, solo
aquellos que luchaban y morían a su lado podían ser considerados
camaradas. Solo sus aliados, quienes lucharían a su lado hasta el amargo
final y que caerían en el mismo campo de batalla—solo aquellos que
lucharon la misma guerra—podían ser llamados camaradas.
Este fue su destino final. Las placas en donde Shin había tallado los nombres
de los 576 Processors muertos habían sido temporalmente removidas de la
cabina de los Juggernauts cuando la caja de vidrio fue colocada y regresadas
luego de que réplicas fueron hechas y de que los nombres que contenían
fueran registrados.
“Este país los denigró, los llamó Ochenta-y-Seis. ¡Pueden haber muerto en
el campo de batalla, pero fue la República la que los asesinó! ¡¿Por cuánto
tiempo más continuará esto?!”
Esa noche, una gran fuerza de la Legión, de una escala nunca antes vista,
marchó hacia el frente norte, donde la batalla se había vuelto más calmada.
Lena estaba en el Primer Sector cuando la invasión del norte ocurrió, y fue
capaz de escapar de la masacre gracias a sus preparaciones. Ella usó cada
cañón de intercepción en los alrededores del campo minado para abrir la
puerta de la Gran Mule. Entonces empleó una herramienta oculta que
Annette había incluido en su Para-RAID par Resonar con todos los
Processors, pidiendo su ayuda para reclamar el Octogésimo quinto sector.
Las cosas no eran aun tan malas hasta que descubrieron un sinfín de
documentos personales acerca de las bajas en un almacén subterráneo en los
cuarteles generales de la milicia de la República. Tal parece que alguien en
la división de personal los había preservado en secreto. Hubo un poco de
criticismo cuando vieron que la mayoría de muertos eran niños, pero el
hecho de que algunas personas en la República eran aun decentes y se
sentían arrepentidas frenó su enojo.
Deja a aquellos que conocen la vergüenza, sufrir de ella hasta el final de sus
días. Y cualquier cerdo incapaz de sentir vergüenza ni siquiera merecía
atención ni reconocimiento. Esa era la solemne condena de la Federación.
Lena dejó la caja de vidrio detrás, recogiendo su maleta y una pequeña bolsa
que contenía a un gato negro de patas blancas, el cual había dejado afuera
justo antes de entrar. Entonces cambió su mirada hacia la gran losa de piedra
puesta en este jardín primaveral, conmemorando a estos cinco Juggernauts
y a los 576 soldados caídos que yacían junto a ellos. Era la lápida que se les
fue brindada luego de luchar y sobrevivir por tanto tiempo, para
eventualmente abrirse camino hasta aquí.
Ella no sabía que los encontraría aquí y por eso no pensó en traer flores.
Tendría que preparar algunas para la próxima vez. Ella aún no había llegado
verdaderamente al lugar en el que ellos estuvieron. Ella aun no tenía el
derecho de ofrecerles flores.
Se giró hacia los oficiales de la Federación que la esperaban, haciendo una
leve reverencia.
“Sí, señor.”
Ella dio un paso al frente, parando solo para ver una última vez la lápida.
Los restos de aquellas mecánicas arañas cuadrúpedas y sus encargados se
acurrucaban juntos, durmiendo para toda la eternidad. Este era el lugar que
aquellos chicos y chicas lucharon por encontrar al final de sus crueles vidas.
La guerra aun no acababa. Las fuerzas de la Legión aun controlaban la
mayoría del continente, e incluso ahora, alguien seguía allá afuera,
luchando.
Para así poder luchar hasta el fin. Y para así poder vivir hasta el fin.
Epilogo II
Reboot
Él y otros cuatro oficiales se paraban con facilidad en una perfecta fila,
viendo mientras la oficial militar de la República dejaba la caja de vidrio y
saludaba al presidente de la Federación. Todos ellos eran jóvenes, aun en su
adolescencia, pero vestían uniformes azul metálico con una familiaridad y
madurez más allá de su edad. Viendo el uniforme negro y cabello plateado,
parcialmente teñido de rojo, de la chica Alba, su vice capitán susurró con
recelo.
“Hmm… Supongo que sería bueno que lo hiciera, pero sería muy gracioso
si no lo hace.”
Él sonrió, viendo los ojos de la chica abrirse de par en par con sorpresa y
asombro.
Hola a todos, les habla Asato Asato. Un nombre raro, lo sé, pero no teman;
es solo un seudónimo. Es una combinación de mi nombre real y ‘ochenta-
y-ocho’.
Aquellos que vinieron a ver esto antes de comenzar a leer, estoy seguro que
disfrutarán este libro.
Aquellos que vinieron a dar un vistazo sin intención de leer este libro, espero
que encuentren gozo en cualquier pieza de entretenimiento que escojan.
Bueno, para ser honesto, hubo unas cuantas cosas que meticulosamente tuve
que omitir de la versión final para poder enviarla al concurso. Terminé
agregando una de esas cosas, la escena describiendo los ligueros, durante
una revisión secundaria del libro. Los ligueros son lindos, ¿no creen?
También sexys. Sexys y lindos.
11
El liguero o portaligas es una prenda interior que sirve para sujetar las medias femeninas y
solamente se usa con vestido o falda.
Y para aquellos que no han despertado ante el atractivo de los ligueros, por
favor no les presten atención a mis divagaciones. Aquí algunos apéndices
sobre la historia:
A I-IV. A pesar de que te dije que diseñaras algo tan absurdo como una
“débil y mal diseñada máquina”, me proveíste no solo con diseños para
geniales y amenazantes armas, sino también con sorprendentes diseños para
los Juggernauts. Ver todos los pequeños detalles que pusiste en los diseños
realmente me emocionó. Y encima de todo eso, la Legión es incluso más
peligrosa y casi invencible de lo que pensé que sería, con Fido yendo hacia
el otro extremo y siendo tan adorable. En serio, ¿no pueden conseguirme
uno de esos?
En todo caso, espero que, por siquiera un corto tiempo, haya sido capaz de
dejarlos experimentar un paraíso cerrado lleno de ostentación y vanidad, y
los cielos, estrellas, viento y flores de aquel campo de batalla plagado de
matanzas y acero.