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EDUCACIÓN
AMBIENTAL:
UN
MARCO
DE
REFERENCIA
PARA
LA
ELABORACIÓN
DE
PROGRAMAS
DE
FORMACIÓN
JOSÉ
DE
JESÚS
CORRALES
CASTILLO
UNIVERSIDAD
PEDAGÓGICA
DE
DURANGO
2
Primera
edición:
febrero
de
2017.
Editado
en
Durango,
México.
ISBN:
En
trámite.
Editor:
Universidad
Pedagógica
de
Durango
Carretera
al
Mezquital,
Km.
4.2
Predio
Rústico
Calleros
No.
700
C.
P.
34162.
Durango,
Dgo.,
México.
Autor:
José
de
Jesús
Corrales
Castillo.
(updcorrales@yahoo.com.mx)
Diseño
de
portada
y
maquetación:
Karen
Yuridia
Simental
Gallegos.
Queda
prohibida
la
impresión
y/o
reproducción
total
o
parcial
de
esta
obra
sin
el
consentimiento
por
escrito
del
editor.
3
CONTENIDO
INTRODUCCIÓN,
5
CAPÍTULO
I:
LA
PROBLEMÁTICA
AMBIENTAL,
8
A. Primer
gran
problema:
la
contaminación
ambiental,
12
1.
Contaminación
del
aire
o
atmosférica,
13
a).
Aumento
de
las
precipitaciones
ácidas,
16
b).
Destrucción
de
la
capa
de
ozono,
17
c).
Alteración
del
“efecto
invernadero”,
17
2.
Contaminación
del
agua,
18
3.
Contaminación
del
suelo,
23
B. Segundo
gran
problema:
La
deforestación
y
la
desertización,
27
C. Tercer
gran
problema:
La
reducción
y
pérdida
de
la
biodiversidad,
32
4
INTRODUCCIÓN
Aun
cuando
la
expresión
“educación
ambiental”
surge
a
fines
de
la
década
de
los
60
(se
dice
que
el
primero
en
utilizarla
fue
el
Dr.
William
Stapp,
de
la
Universidad
de
Michigan,
en
1969),
el
concepto
correspondiente
ha
ido
evolucionando
con
el
correr
del
tiempo,
en
forma
paralela
al
de
medio
ambiente.
Una
definición
que,
aunque
no
es
reciente,
sintetiza
adecuadamente
la
concepción
más
o
menos
generalizada
de
la
educación
ambiental
(EA)
es
la
ofrecida
en
el
Congreso
Internacional
sobre
Educación
y
Formación
Relativas
al
Medio
Ambiente,
realizado
en
Moscú,
en
1987.
Según
esta
definición,
la
EA
se
concibe
como
“un
proceso
permanente
en
el
que
los
individuos
y
la
colectividad
adquieren
los
conocimientos,
los
valores,
las
competencias,
la
experiencia
y
la
voluntad
que
les
permitirán
actuar,
individual
y
colectivamente,
para
resolver
los
problemas
actuales
y
futuros
del
medio
ambiente”.
La
percepción
sobre
la
necesidad
de
la
educación
ambiental
ha
ido
creciendo
en
las
últimas
tres
décadas,
conforme
la
humanidad
ha
tomado
conciencia
del
enorme
deterioro
que
el
hombre
mismo
ha
causado
al
medio
ambiente
y
de
las
graves
consecuencias
que
ello
ha
traído
consigo:
el
desequilibrio
de
los
ecosistemas,
la
extinción
de
especies
animales
y
vegetales,
el
envenenamiento
de
la
tierra,
el
agua
y
el
aire
con
la
consecuente
afectación
a
la
salud
humana
y
animal,
y
las
alteraciones
del
clima
ocasionadas
por
el
calentamiento
global,
entre
otras.
No
resulta
exagerado
decir,
entonces,
que
nos
encontramos
ante
una
crisis
de
la
relación
del
hombre
con
su
entorno
físico
que
amenaza
la
supervivencia
de
nuestra
especie
y
de
la
vida
misma
en
el
planeta
(Corrales,
1998)
o,
como
afirma
Edgar
Morin
(2001:67),
que
estamos
ante
la
posibilidad
de
la
“muerte
ecológica”,
pues
“la
dominación
desenfrenada
de
la
naturaleza
por
la
técnica
conduce
la
humanidad
al
suicidio”.
Frente
a
la
crisis
ecológica
y
las
amenazas
que
plantea
a
nivel
global,
se
vuelve
la
mirada
hacia
la
educación,
considerando
que
esta
puede
constituir
un
medio
eficaz
para
generar
conciencia
y,
a
partir
de
ella,
favorecer
la
solución
de
los
problemas
ambientales
más
acuciantes.
“Esta
concepción
–nos
dicen
Damin
y
Monteleone
(2002:17)-‐
lleva
implícita
la
aceptación
de
que
la
situación
puede
cambiar
si
se
incorporan
valores
ambientales,
se
modifican
las
actitudes
de
las
personas
y
aumenta
su
compromiso”.
Por
ello,
desde
los
últimos
años
de
la
década
de
los
noventa
–fin
de
un
siglo
y
umbral
del
siguiente-‐
se
incluye
la
EA
como
un
contenido
y
una
finalidad
insoslayable
para
la
agenda
educativa
del
siglo
XXI.
Así,
por
ejemplo,
en
1996,
en
su
informe
para
la
UNESCO,
la
Comisión
Internacional
sobre
la
Educación
para
el
Siglo
XXI
(1997),
presidida
por
Jacques
Delors,
después
de
hacer
un
análisis
crítico
del
modelo
de
desarrollo
imperante,
centrado
en
el
crecimiento
económico
5
pero
insuficiente
para
garantizar
el
desarrollo
humano,
y
poniendo
un
énfasis
particular
en
los
“daños
causado
por
el
progreso”,
que
constituyen
“manifestaciones
alarmantes
de
una
irresponsabilidad
general
de
nuestra
generación
respecto
del
futuro”
(pág.
79),
concluye
proponiendo,
en
consonancia
con
las
resoluciones
de
Conferencia
Mundial
sobre
Educación
para
Todos
(Jomtien,
Tailandia,
1990),
que
la
educación
básica
o
“educación
fundamental”
incluya
“un
conjunto
de
conocimientos
y
técnicas
indispensables
desde
el
punto
de
vista
del
desarrollo
humano”,
y
que
comprenda
en
particular
una
educación
relativa
al
ambiente,
la
salud
y
la
nutrición
(pág.
83
[el
subrayado
es
nuestro]).
Asimismo,
Edgar
Morin
(2001:71),
al
presentar
como
uno
de
los
“siete
saberes
necesarios
para
la
educación
del
futuro”
el
“enseñar
la
identidad
terrenal”,
señala
que
“debemos
inscribir
en
nosotros…
la
conciencia
ecológica,
es
decir,
la
conciencia
de
habitar
con
todos
los
seres
mortales
una
misma
esfera
viviente
(biósfera);
reconocer
nuestro
lazo
consustancial
con
la
biósfera
nos
conduce
a
abandonar
el
sueño
prometeico
del
dominio
del
universo
para
alimentar
la
aspiración
a
la
convivencia
sobre
la
Tierra”.
Por
otra
parte,
al
considerar
los
retos
que
las
finalidades
de
la
educación
en
una
sociedad
globalizada
plantean
a
la
institución
escolar
(López
Ruiz,
2005)
se
destaca
el
desafío
de
“aproximar
la
escuela
a
la
vida”.
Este
reto
requiere
de
“integrar
y
trabajar
desde
el
curriculum
las
acuciantes
y
actuales
problemáticas
que
estremecen
a
la
humanidad
en
esta
época
de
transiciones”
(pág.
67).
En
esta
problemática
se
incluye
el
deterioro
del
medio
ambiente.
Así
pues,
la
educación
para
el
medio
ambiente
ha
pasado
a
ser,
a
nivel
mundial,
un
contenido
curricular
emergente
de
primer
orden,
que,
junto
con
otros
como
la
educación
para
la
paz,
la
educación
para
la
salud,
etc.,
se
catalogan
como
temas
transversales
del
curriculum,
ya
que
“no
corresponden
de
modo
exclusivo
a
una
única
área
educativa
sino
que
están
presentes
de
manera
global
en
los
objetivos
y
contenidos
de
todas
ellas
(y)
deben,
por
ello,
ser
responsabilidad
del
profesorado
y,
por
extensión,
de
toda
la
comunidad
educativa”
(Campillo
Díaz,
1999).
En
nuestro
país,
la
EA
aparece
enunciada
como
finalidad
educativa
en
la
Ley
General
de
Educación,
de
1993,
en
la
que
se
afirma
(artículo
7º)
que
“la
educación
que
imparta
el
Estado…
tendrá,
además
de
los
fines
establecidos
en
el
segundo
párrafo
del
artículo
3º.
de
la
Constitución
Política
de
los
Estados
Unidos
Mexicanos,
los
siguientes:
………………………………………………………………………………………………...
XI.
Inculcar
los
conceptos
y
principios
fundamentales
de
la
ciencia
ambiental
(sic),
el
desarrollo
sustentable,
la
prevención
del
cambio
climático,
así
como
la
valoración
de
la
protección
y
conservación
del
medio
ambiente
como
elementos
esenciales
para
el
desenvolvimiento
armónico
e
integral
del
individuo
y
la
sociedad.
También
se
6
proporcionarán
los
elementos
básicos
de
protección
civil,
mitigación
y
adaptación
ante
los
efectos
que
representa
el
cambio
climático
y
otros
fenómenos
naturales”
(fracción
reformada
en
diciembre
de
2002
y
en
enero
de
2011).
Todo
lo
expuesto
hasta
aquí
plantea
retos
importantes
a
los
sistemas
educativos
y,
particularmente
a
las
instituciones
formadoras
de
docentes
y
de
profesionales
de
la
educación,
pues
sugiere
fuertemente
la
necesidad
de
formar
educadores
ambientales,
o
bien,
de
preparar
y
actualizar
a
los
docentes
en
servicio
para
desarrollar
adecuadamente
esta
parte
de
la
formación
de
niños
y
jóvenes,
de
acuerdo
con
las
prescripciones
curriculares
o
mediante
proyectos
cocurriculares
o
extracurriculares.
Esta
formación
y/o
actualización
docente
requiere,
a
su
vez,
de
la
elaboración
de
programas
educativos
que
den
respuesta
pertinente
y
oportuna
a
las
necesidades
mencionadas.
Con
la
finalidad
de
aportar
elementos
útiles
para
la
elaboración
de
dichos
programas
fue
que
se
preparó
el
material
que
aquí
se
presenta,
el
cual
puede
ser
utilizado
como
fuente
de
consulta
en
el
proceso
de
diseño,
o
bien,
como
material
de
lectura
para
los
cursos
que
se
implementen
dentro
de
estos
programas.
En
todo
caso,
se
ofrece
como
un
mediador
de
la
planificación,
según
el
concepto
que
Zabalza
(1989),
propone
para
este
tipo
de
materiales
y
su
función.
En
el
presente
trabajo
se
abordan
temas
que
consideramos
capitales
para
la
Educación
Ambiental.
Por
principio
de
cuentes
se
presenta,
en
el
Capítulo
I,
una
panorámica
de
la
problemática
ambiental
que
actualmente
enfrenta
nuestro
planeta;
esto,
por
considerar
que
dicha
problemática
constituye
el
punto
de
partida
o
el
origen
de
la
EA.
En
el
Capítulo
II
se
entra
de
lleno
al
campo,
empezando
con
una
clarificación
conceptual
acerca
de
la
EA,
para
revisar,
luego,
el
surgimiento
y
evolución
de
los
planteamientos
en
torno
a
la
definición,
alcances
y
posibilidades
de
la
EA.
En
el
Capítulo
III
se
ofrecen
algunos
lineamientos
sobre
aspectos
curriculares
y
pedagógicos
de
la
EA:
los
tipos
o
modalidades
que
esta
puede
asumir,
las
formas
en
que
puede
presentarse
en
los
currícula
educativos
y,
por
último,
algunas
consideraciones
de
tipo
didáctico
para
la
práctica
de
la
EA.
Finalmente,
en
lo
que
serían
las
conclusiones
del
trabajo,
se
presenta
una
recapitulación
sobre
el
concepto
de
Educación
Ambiental
y
algunas
implicaciones
curriculares
y
pedagógicas
derivadas
de
esta
conceptualización;
asimismo,
en
este
último
apartado
se
hace
una
análisis
sobre
las
posibilidades
institucionales,
particularmente
en
el
ámbito
de
la
Universidad
Pedagógica
de
Durango,
para
la
elaboración
de
proyectos
y
programas
mediante
los
cuales
desarrollar
la
EA
7
8
Se
puede
encontrar
una
relación
muy
importante
entre
la
problemática
ambiental
y
la
Educación
Ambiental
(EA),
pues
la
presencia
de
los
problemas
ambientales
y
la
reflexión
sobre
éstos
ha
motivado,
en
gran
medida,
el
surgimiento
y
desarrollo
de
lo
que
se
conoce
como
Educación
Ambiental.
Hay
quienes,
incluso,
consideran
que
la
problemática
ambiental
(también
llamada
problemática
medioambiental
o
problemática
del
medio
ambiente)
constituye
el
objeto
de
la
EA.1
Para
ellos,
la
EA
viene
a
ser
un
elemento
relevante
dentro
de
las
medidas
o
acciones
para
la
prevención
y/o
solución
de
la
problemática
medioambiental
(V.,
por
ejemplo,
Martín-‐Molero,
1999).
Sin
embargo,
definir
la
problemática
ambiental,
en
cualquiera
de
los
niveles
en
que
quiera
hacerse
(global,
regional,
local…)
no
resulta
sencillo,
porque
esto
depende,
en
última
instancia,
de
lo
que
se
entienda
por
medio
ambiente,2
y
a
este
respecto
existen
diversas
perspectivas,
de
las
cuales
aquí
presentamos
–simplificado
la
cuestión–
al
menos
dos:
una
perspectiva
restringida
y
una
amplia.
Desde
una
perspectiva
restringida
–que
es
la
más
familiar,
por
ser
la
que
se
ofrece
en
los
medios
de
comunicación
y
en
el
ámbito
educativo–,
el
medio
ambiente
se
considera
en
sus
aspectos
físico
y
natural,
por
lo
que
se
le
define
como
el
conjunto
de
elementos
bióticos*3
(los
seres
vivientes)
y
abióticos*
(energía
solar,
agua,
aire
y
suelo)
que
interactúan
dentro
de
la
capa
de
la
Tierra
llamada
biosfera
(S.
a.
[2]).
El
punto
de
vista
biologista-‐ecologista
queda
incluido
en
esta
perspectiva,
cuando
se
define
al
medio
ambiente,
también,
como
“el
conjunto
de
todas
las
condiciones
e
influencias
externas
que
afectan
a
los
organismos”.
Las
relaciones
ente
los
organismos
y
su
medio
ambiente,
y
las
de
los
organismos
entre
sí,
son,
precisamente,
el
objeto
de
estudio
de
la
ecología,
disciplina
importante
desde
este
enfoque
(Ballard
y
Pandya,
2003:24).
Desde
una
perspectiva
amplia,
el
medio
ambiente
está
conformado
no
sólo
por
elementos
físicos
y
biológicos
naturales,
sino
también
por
todos
aquéllos
que
conciernen
al
hombre,
a
la
sociedad
y
a
la
cultura
(Cervantes,
2001),
por
lo
que,
desde
este
enfoque,
los
factores
incluidos
en
la
noción
de
medio
ambiente
son
numerosos
y
de
diversa
índole:
económicos,
políticos,
tecnológicos,
demográficos,
sociales,
culturales,
etc.
Ante
tal
diversidad
de
elementos
y
factores
constitutivos
del
medio
ambiente,
han
surgido,
desde
luego,
propuestas
de
clasificación
de
los
mismos,
tratando
de
agruparlos
según
aspectos
más
generales.
Un
ejemplo
de
estas
propuestas
es
el
de
Marín-‐Molero
(1999),
quien,
tomando
1
Para otros, en cambio, el objeto de la EA es el medio ambiente, en general, y particularmente la relación que se
establece entre éste y el hombre (V., por ej., Cervantes, 2001).
2
2
Para algunos autores, la expresión medio ambiente es redundante, puesto que reúne en sí dos palabras que son sinónimas
o, al menos, afines en su significado; por ello, algunos prefieren hablar del ambiente y, otros, sólo del medio. Sin
embargo, dada la fuerza de la costumbre o hábito lingüístico, además de algunas razones semánticas que se exponen en el
Capítulo II, es más usual y generalizada la forma completa, es decir, medio ambiente.
3
Consultar en el glosario el significado de las expresiones marcadas con asterisco.
9
como
criterio
las
clases
de
educación
según
Rousseau,
distingue
tres
tipos
básicos
de
medio
ambiente:
a).
Medio
ambiente
natural/físico
(o
mundo
de
la
naturaleza),
en
el
que
se
incluye
la
biosfera,
con
la
diversidad
de
organismos
que
la
pueblan
y
los
elementos
que
la
hacen
posible
(luz,
agua,
temperatura,
etc.),
así
como
la
atmósfera,
como
capa
gaseosa
protectora.
b).
Medio
ambiente
artificial
(o
mundo
de
las
cosas
creados
por
el
hombre),
en
el
que
se
engloba
la
gran
cantidad
y
variedad
de
cosas
(sic)
que
el
hombre
ha
producido
“para
defenderse
de
las
inclemencias
del
tiempo”,
tales
como:
edificios,
medios
de
locomoción,
vestidos,
artefactos,
etc.
c).
Medio
ambiente
social
(o
mundo
de
las
relaciones
humanas),
que
comprende
toda
una
serie
de
factores
que
hacen
posible
la
vida
comunitaria
y
que
incluye
subsistemas
como
el
cultural,
familiar,
político,
económico,
jurídico,
sanitario,
educativo,
etc.
Sea
cual
fuere
la
perspectiva
que
se
adopte,
los
elementos
y
factores
que
integran
el
medio
ambiente
no
deben
considerarse
de
manera
aislada,
sino
–de
acuerdo
con
un
enfoque
sistémico–
en
íntima
relación
unos
con
otros,
conformando
diversos
subsistemas
que,
a
su
vez,
interactúan
entre
sí.
Esta
complejidad
que
se
percibe
en
el
medio
ambiente,
visto
como
una
estructura
con
múltiples
componentes
y
en
diversos
niveles,
requiere,
para
su
estudio
y
análisis,
del
concurso
de
muchas
disciplinas,
cada
una
ocupándose
de
un
aspecto
determinado,
y
de
la
interacción
de
los
respectivos
especialistas,
en
estudios
interdisciplinarios
multidisciplinarios
y
transdisciplinarios
que,
en
este
campo,
resultan
indispensables
para
contar
con
visiones
más
completas
e
integrales
de
la
realidad.
La
diversidad
de
nociones
acerca
del
medio
ambiente
se
ve
reflejada,
como
decíamos,
en
la
manera
de
entender
la
problemática
ambiental.
Así,
por
ejemplo.,
dependiendo
del
alcance
de
la
noción
de
medio
ambiente
que
se
posea,
será
el
sector,
o
sectores,
de
la
realidad
en
que
los
problemas
se
identifiquen
y
se
ubiquen.
Asimismo,
según
sea
el
grado
de
complejidad
estructural
en
lo
que
se
considere
como
medio
ambiente,
será
también
el
nivel
de
complejidad
en
la
problemática
ambiental
que
se
perciba.
Desde
una
perspectiva
que
acepte
la
diversidad
y
la
complejidad
en
las
nociones
que
nos
ocupan,
la
problemática
ambiental
se
concibe
como
manifestación
de
una
crisis
de
10
civilización
en
los
últimos
decenios.4
Los
problemas
ambientales,
nos
dice
Cervantes
(2001),
pueden
ser
de
orden
biológico,
físico
o
ecológico,
pero
también
de
tipo
social,
cultural,
económico,
ideológico
o
político.
Asimismo,
la
problemática
ambiental
puede
abarcar
desde
hechos
de
carácter
local,
como
los
desechos
industriales,
hasta
los
relativos
a
un
estado,
país
o
región,
como
la
hambruna.
Así
pues,
hay
que
entender
que,
al
igual
que
sucede
con
el
medio
ambiente,
la
problemática
ambiental
es
diversa,
multifactorial
y
compleja.
Pero,
igualmente,
ante
tal
situación,
los
problemas
ambientales
han
sido
objeto
de
diferentes
clasificaciones.
Así,
por
ej.,
Ma.
Del
Pilar
Jiménez
(cit.
por
Cervantes,
2001:50)
agrupa
los
problemas
ambientales
en:
a).
Los
relacionados
con
la
degradación
permanente
y
progresiva
de
la
naturaleza
y
del
ambiente
de
vida.
b).
Los
relacionados
con
las
tensiones
debidas
a
factores
socioeconómicos
y
a
los
problemas
de
ellos
derivados,
y
c). Los relacionados con la salud y la enfermedad de la población.
Clasificaciones
como
la
anterior
pueden
ser
útiles,
entre
otras
cosas,
para
facilitar
la
vinculación
con
las
disciplinas
a
partir
de
las
cuales
han
de
realizarse
estudios
que
puedan
coadyuvar
a
buscar
soluciones
a
mediano
y
largo
plazos
(Cervantes,
2001).
11
Estas
características
de
la
problemática
ambiental
representan
una
dificultad
adicional
a
la
hora
de
definir
los
principales
problemas
medioambientales,
ya
que
puede
haber
diferentes
maneras
de
enfocarlos:
mientras
que
para
algunos
un
problema
consiste
en
un
fenómeno
determinado,
para
otros
el
problema
puede
radicar
en
lo
que
ocasiona
ese
fenómeno,
y
otros
quizá
encontrarán
el
problema
en
el
impacto
o
consecuencias
de
dicho
fenómeno,
todo
dependiendo
de
en
qué
aspecto
de
la
problemática
se
centre
la
atención.
En
otros
casos,
se
considera
como
problema
una
situación
que
forma
parte
o
es
una
variante
de
un
problema
más
general;
por
ejemplo,
se
plantean
como
problemas
el
efecto
invernadero
o
la
lluvia
ácida,
que
otros
pueden
considerar
partes
del
problema
más
general
de
la
contaminación
atmosférica.
Por
otra
parte,
contaminar
se
define
en
el
diccionario
como
“alterar
la
pureza
de
alguna
cosa,
como
los
alimentos,
las
aguas,
el
aire,
etc.”
Este
sentido
es
coincidente
con
el
de
polución,
a
juzgar
por
la
etimología
de
esta
palabra,
esto
es,
el
verbo
latino
polluere,
que
significa
‘profanar’,
‘manchar’,
para
dar
la
idea
de
‘ensuciar’
o
‘corromper’
–en
este
caso,
12
lo
que
se
ensucia
o
corrompe
son
algunos
elementos
o
componentes
del
medio
ambiente–.
Las
formas
en
que
la
actividad
humana
contamina
el
medio
ambiente
son
diversas,
por
lo
que
es
necesario
hacer
una
diferenciación
entre
ellas.
Para
ello
se
puede
atender,
en
primera
instancia,
a
la
parte
de
la
biosfera
afectada
por
la
contaminación,
con
lo
cual
distinguiremos
entre:
la
contaminación
del
aire
o
atmosférica,
la
contaminación
del
agua
y
la
del
suelo
o
la
tierra,
principalmente,
si
bien
es
cierto
que
algunas
formas
de
contaminación
pueden
afectar
a
dos
o
más
de
estos
sectores
ambientales.
Además,
en
cada
uno
de
estos
casos
se
pueden
señalar
diferentes
maneras
en
que
la
contaminación
tiene
lugar.
La
siguiente
definición
de
contaminación
atmosférica,
aportada
por
el
Consejo
de
Europa
en
1967,
puede
ser
útil
para
clarificar
este
concepto:
“Hay
polución
del
aire
cuando
la
presencia
de
una
sustancia
extraña
o
la
variación
importante
en
la
proporción
de
sus
constituyentes,
es
susceptible
de
provocar
efectos
perjudiciales
o
de
crear
molestias…”
(cit.
por
Senent,
1979:
132).
Estas
sustancias
extrañas
que
provocan
la
contaminación
son
los
agentes
contaminantes,
gases
y
sólidos,
que
se
concentran
en
suspensión
en
la
atmósfera.
Aunque
existen
clasificadas
más
de
un
centenera
de
sustancias
contaminantes
del
aire,
las
que
se
consideran
más
importantes
son:
el
dióxido
de
azufre,
el
dióxido
de
carbono,
los
óxidos
de
nitrógeno,
los
hidrocarburos
gaseosos
liberados
tras
una
5
Los contaminantes pueden ser nutrientes naturales o artificiales, que por sí mismos no son tóxicos, pero que son
perjudiciales al ser introducidos en el medio con más rapidez de lo que tardan en ser eliminados por los procesos
naturales.
13
combustión
incompleta6
de
los
hidrocarburos
líquidos,
el
plomo
y
los
fluoruros,
entre
otros.
Para
identificar
las
fuentes
de
origen
de
los
contaminantes
atmosféricos,
a
continuación
se
hará
mención
de
los
más
importantes.
6
Una combustión se considera incompleta cuando parte del combustible no reacciona completamente porque el oxígeno
no es suficiente. Cuando una sustancia orgánica reacciona con el oxígeno de manera incompleta forma, además de dióxido
de carbono (CO2) y agua (H2O) otros subproductos de la combustión, los cuales incluyen también hidrocarburos no
quemados, como carbono (C), hidrógeno (H) y monóxido de carbono (CO).
14
energía
(fábricas,
centrales
termoeléctricas,
refinerías
de
hidrocarburos),
en
la
industria
y
en
la
calefacción
doméstica.
Dada
la
gran
variedad
de
tipos
de
partículas
suspendidas
que
puede
haber
en
el
aire,
las
fuentes
de
éstas
son,
también,
múltiples.
Entre
las
principales
tenemos:
la
combustión
incompleta
de
hidrocarburos
en
aviones,
camiones
y
automotores
en
general;
desechos
orgánicos,
basura,
materia
fecal,
quema
de
basura,
fábricas
de
cemento
(generadoras
de
silicatos)
e
industria
siderúrgica
(productora
de
óxidos
de
hierro).
15
derivadas
de
los
procesos
industriales
(refinerías,
fábricas
de
productos
químicos,
de
pinturas,
de
cemento,
siderúrgicas,
etc.)
y
de
producción
de
energía
eléctrica
(centrales
termoeléctricas),
así
como
la
refrigeración
y
calefacción
en
los
hogares
y,
en
general,
el
consumo
de
combustibles
fósiles
a
gran
escala.
Respecto
a
los
efectos
de
la
contaminación
del
aire,
éstos,
obviamente,
pueden
ser
también
muy
diversos,
dependiendo
del
tipo
de
contaminantes
de
que
se
trate,
de
su
combinación
y
concentración,
etc.
En
relación
a
los
efectos
sobre
la
salud
humana,
éstos
pueden
ir
desde
afecciones
leves
como
irritación
nasal,
ocular
o
cutánea,
hasta
trastornos
severos
como
cáncer,
intoxicaciones
graves,
mutaciones
genéticas
y
malformaciones
congénitas,
e
incluyendo
problemas
variados,
como:
afecciones
cardiovasculares
y
respiratorias,
enfermedades
del
sistema
nervioso
central,
disfunción
renal,
etc.
Como
ya
se
mencionó,
la
llamada
lluvia
ácida
es
ocasionada
por
la
emisión
de
dióxido
de
azufre
y
óxidos
de
nitrógeno,
los
cuales,
al
interactuar
con
la
luz
del
sol
y
la
humedad
de
la
atmósfera,
producen
ácidos
sulfúrico
y
nítrico,
respectivamente.
Estos
productos
son
transportados
por
la
circulación
atmosférica
y
caen
a
la
tierra,
arrastrados
por
la
lluvia
y
la
nieve.
Se
dice
que
la
acidez
de
algunas
precipitaciones
en
el
norte
de
Estados
Unidos
y
Europa
es
equivalente
a
la
del
vinagre
(S.
a.
[2]).
La
lluvia
ácida
corroe
los
metales,
desgasta
los
edificios
y
monumentos
de
piedra,
daña
y
mata
la
vegetación
y
acidifica
lagos,
corrientes
de
agua
y
suelos.
También
puede
retardar
el
crecimiento
de
los
bosques:
tanto
en
Norteamérica
como
en
Europa
se
le
asocia
con
el
debilitamiento
de
éstos.
En
el
hombre,
este
fenómeno
es
causa
de
distintas
afecciones
del
aparato
respiratorio.
16
b).
Destrucción
de
la
capa
de
ozono
La
capa
de
ozono
es
una
región
de
la
atmósfera
que
protege
al
planeta
de
los
dañinos
rayos
ultravioleta
(UV)
a
grandes
alturas.
Si
no
existiera
esta
capa
gaseosa,
que
se
encuentra
a
unos
40
km
de
altitud
sobre
el
nivel
del
mar,
la
vida
sería
imposible
sobre
nuestro
planeta.
En
las
décadas
de
1970
y
1980,
se
encontró
que
la
actividad
humana
estaba
teniendo
un
impacto
negativo
sobre
el
espesor
de
la
capa
de
ozono;
concretamente,
se
descubrió
la
existencia
de
un
gran
agujero,
centrado
sobre
la
Antártida.
Los
estudios
mostraron
que
la
capa
estaba
siendo
afectada
por
el
uso
creciente
de
clorofluorocarbonos
(CFC),
gases
que
la
industria
emplea
en
gran
cantidad,
por
ejemplo
en
refrigeración,
aire
acondicionado,
disolventes
de
limpieza,
aerosoles
y
en
la
producción
de
materiales
artificiales
en
forma
de
espuma
(“nieve
seca”)
para
aislar
y
empacar
y
para
la
producción
de
platos
y
vasos
desechables.
El
cloro
de
los
CFC
es
capaz
de
descomponer
la
molécula
del
ozono,
transformando
a
éste
en
oxígeno,
sin
perder
su
capacidad
de
descomponer
más
moléculas.
El
adelgazamiento
de
la
capa
de
ozono
expone
a
la
vida
terrestre
a
un
exceso
de
radiación
UV,
que
puede
producir,
entre
otras
cosa,
cáncer
de
piel
y
cataratas,
reducir
la
respuesta
del
sistema
inmunológico,
interferir
en
el
proceso
de
fotosíntesis
de
las
plantas
y
afectar
el
crecimiento
del
fitoplancton
oceánico.
A
causa
de
la
creciente
amenaza
que
representan
estos
efectos
sobre
el
medio
ambiente,
muchos
países
trabajan
en
el
proyecto
de
suprimir
la
fabricación
y
uso
de
los
CFC.
No
obstante,
dado
que
éstos
pueden
permanecer
en
la
atmósfera
durante
más
de
100
años,
la
destrucción
de
la
capa
de
ozono
continuará
representando
una
amenaza
real
durante
varias
décadas.
El
llamado
efecto
invernadero
y
su
alteración
es
explicado
de
manera
sencilla
por
Al
Gore
(2007:26-‐27):
“La
energía
del
Sol
penetra
en
la
atmósfera
en
forma
de
ondas
de
luz
(radiaciones)
y
calienta
la
Tierra.
Parte
de
esa
energía
eleva
la
temperatura
de
la
Tierra
y
después
es
irradiada
de
vuelta
al
espacio,
en
forma
de
radiación
infrarroja.
En
condiciones
normales,
una
porción
de
la
energía
irradiada
es
atrapada
por
la
ionósfera,
lo
cual
es
bueno
porque
mantiene
la
temperatura
de
la
Tierra
dentro
de
unos
límites
confortables”.
En
esto
consiste
el
efecto
invernadero,
que,
como
vemos,
es
un
fenómeno
natural,
normal
e
imprescindible
para
el
desarrollo
de
la
vida.
17
“El
problema
al
que
nos
enfrentamos
ahora
–continúa
diciendo
el
autor
mencionado–
es
que
esa
delgada
capa
de
atmósfera
se
está
haciendo
cada
vez
más
espesa
a
causa
de
las
enormes
cantidades
de
dióxido
de
carbono
producido
por
los
seres
humanos.
A
medida
que
se
vuelve
más
gruesa,
la
atmósfera
atrapa
mucha
de
la
energía
irradiada
que,
de
otro
modo,
habría
escapado
hacia
el
universo.
Como
resultado,
la
temperatura
de
la
atmósfera
–y
de
los
océanos–
de
la
Tierra
se
está
elevando
peligrosamente”.
Esto
último
es
lo
que
conoce
como
calentamiento
global.
Aunque
el
dióxido
de
carbono
(CO2)
no
es
el
único
de
los
gases
que
incrementa
el
efecto
mencionado
(llamados,
por
ello,
gases
invernadero),7
cuantitativamente
es
el
más
importante,
ya
que
representa
el
80%
del
total
de
estos
gases.
El
CO2
en
la
atmósfera
se
ha
incrementado,
en
los
últimos
cien
años,
de
270
a
350
partes
por
millón,
a
causa
del
uso
indiscriminado
de
los
combustibles
fósiles
(S.
a.
[2]).
Las
consecuencias
del
previsible
calentamiento
global
ocasionado
por
el
incremento
del
efecto
invernadero
resultan
alarmantes
por
su
gravedad
para
el
medio
ambiente
y
para
la
vida
humana:
• Fusión
del
hielo
hasta
ahora
inmovilizado
en
los
casquetes
polares,
lo
cual
provocará
un
aumento
en
el
nivel
de
los
océanos
y
el
consiguiente
anegamiento
de
las
costas
bajas
de
los
continentes,
fenómeno
que
afectaría
a
la
tercera
parte
de
la
humanidad,
que
vive
en
las
zonas
litorales.
Asimismo,
se
derretirían
los
glaciares
de
diversas
partes
del
mundo
(esto,
de
hecho,
ya
está
ocurriendo
en
algunos
lugares
[Gore,
2007]).
• Alteración
generalizada
del
clima
en
el
planeta
–cuyos
efectos
ya
pueden
ser
percibidos
en
forma
de
huracanes,
olas
de
calor,
sequías,
etc.–.
Los
cambios
climáticos
consecuentes
pueden
afectar
drásticamente
los
esquemas
del
tiempo
y
los
ciclos
estacionales
así
como
a
la
flora
y
la
fauna
naturales
y
a
la
agricultura.
Todos
estos
cambios
tendrían,
desde
luego,
un
enorme
impacto
sobre
la
civilización
humana.
La
contaminación
del
agua
se
produce
cuando
se
introducen
en
ésta
productos
químicos
o
nutrientes
con
una
rapidez
superior
al
ritmo
en
que
son
eliminados
por
los
procesos
naturales
(Ballard
y
Pandya,
2003).
Por
otra
parte,
según
una
definición
dada
por
la
OMS,
en
1961,
“debe
considerarse
que
un
agua
está
polucionada,
cuando
su
composición
o
su
7
Otros de los llamados gases invernadero son: el hexafloruro de azufre (SF6), los perfluorocarburos (PFC) (usados como
sustituto de los CFC, responsables del daño a la capa de ozono), los hidrofluorocarburos (HFC), el metano (CH4) y el
óxido nitroso (N2O). Los tres primeros son gases exclusivamente producidos por la actividad humana; los otros dos
existían antes de la presencia del hombre sobre la Tierra, pero con la actividad de éste se han incrementado notablemente.
18
estado
están
alterados
de
tal
modo
que
ya
no
reúnen
las
condiciones
a
una
u
otra
o
al
conjunto
de
utilizaciones
a
las
que
se
hubiera
destinado
en
su
estado
natural”
(cit.
por
Senent,
1979:51).
Esta
última
definición
incluye
tanto
las
modificaciones
físicas,
químicas
y
biológicas
del
agua,
que
pueden
hacer
perder
a
ésta
su
potabilidad
para
consumo
diario
o
su
utilización
para
actividades
domésticas,
industriales,
agrícolas,
etc.,
cuanto
los
cambios
de
temperatura
provocados
por
emisiones
de
agua
caliente,
lo
cual
se
conoce
como
contaminación
térmica.
El
grado
de
contaminación
de
las
aguas
puede
calcularse
midiendo
la
demanda
bioquímica
del
oxígeno
o
DBO.
Este
procedimiento
sirve
para
medir
el
peso
(por
volumen
unitario
de
agua)
del
oxígeno
disuelto
utilizado
en
el
curso
del
proceso
biológico
de
degradación
de
materias
orgánicas.
Sus
valores
son
de
alrededor
de
1
mg/l
(en
aguas
naturales)
a
300-‐500
mg/l
(en
aguas
domésticas
no
depuradas).
Si
la
concentración
de
sustancias
contaminantes
aumenta
considerablemente,
su
degradación
agota
el
oxígeno
disuelto
en
el
agua
–lo
cual,
en
el
caso
de
comunidades
acuáticas,
puede
producir
asfixia
a
un
gran
número
de
animales
acuáticos–.
A
partir
de
este
momento,
la
acción
de
las
bacterias
aerobias*,
que
son
las
que
en
condiciones
normales
mantienen
el
poder
autodepurador
del
agua,
es
sustituida
por
la
intervención
de
bacterias
anaerobias*,
que
contribuyen
a
la
putrefacción
del
agua.
Los
contaminantes
del
agua
pueden
ser
de
muy
diversos
tipos:
residuos
orgánicos,
agentes
patógenos,
nutrientes,
compuestos
orgánicos
sintéticos,
aceites,
metales
pesados,
materiales
radioactivos
y
calor.
Estos
contaminantes
se
pueden
clasificar
en
orgánicos
e
inorgánicos.
Entre
los
primeros
figuran:
aminoácidos,
ácidos
grasos,
ésteres,
detergentes
aniónicos,
aminas,
amidas,
así
como
algunos
que
se
utilizan
como
combustibles
–por
ejemplo,
el
benceno,
el
tolueno
y
el
xileno–
o
solventes
–como
el
tetracloroetileno,
el
tricloroetileno,
el
tetracloruro
de
carbono
y
el
bromoformo.
Entre
los
contaminantes
inorgánicos
se
encuentran
numerosas
sales
disueltas
en
forma
de
iones:
sodio,
potasio,
calcio,
menganeso;
cloruros,
nitratos,
bicarbonatos,
sulfatos,
fosfatos
y
metales
como
el
mercurio,
el
plomo,
el
zinc
y
el
cadmio.
La
contaminación
del
agua
proviene
de
fuentes
directas
e
indirecta.
Las
fuentes
directas
son
las
salidas
de
conducciones
y
otros
focos
de
contaminación
directos
y
observables.
Las
fuentes
indirectas
incluyen
la
lluvia
ácida,
la
filtración
de
fertilizantes
y
otros
focos
más
difusos.
Estas
fuentes
son
más
difíciles
de
identificar
y
de
controlar.
Aunque
en
algunos
casos
la
contaminación
de
las
aguas
puede
ser
accidental,
la
mayor
parte
de
las
veces
deriva
de
vertidos
no
controlados,
de
origen
diverso.
De
acuerdo
con
Senent
(1979),
los
principales
de
éstos
son
debidos
a:
19
• Aguas
residuales
urbanas.
Contienen
los
residuos
colectivos
de
la
vida
diaria,
vertidos
generalmente
en
el
alcantarillado.
Su
volumen
está
en
constante
aumento,
alcanzando
en
algunas
ciudades
cifras
de
600
litros
por
persona
al
día,
que
suponen
alrededor
de
30
kg.
de
materias
sólidas
por
habitante
al
año.
• Aguas
de
origen
industrial.
Constituyen
la
principal
fuente
de
contaminación
de
las
aguas.
La
mayoría
de
las
industrias
utilizan
el
agua,
en
cantidades
variables,
en
diferentes
procesos
de
fabricación.
Los
principales
sectores
contaminantes,
en
este
sector,
son:
el
petróleo,
el
carbón,
las
industrias
químicas
y
las
derivadas
de
la
celulosa.
• Contaminación
de
origen
agrícola.
Proviene
principalmente
de
ciertos
productos
utilizados
en
agricultura
(plaguicidas,
fertilizantes
y
residuos
de
origen
animal).
Para
apreciar
los
efectos
de
la
contaminación
del
agua,
conviene
distinguir
entre
diversas
situaciones
de
contaminación,
si
bien
algunos
efectos
son
comunes
a
dos
o
más
de
estas
situaciones.
Así,
encontramos
que
hay:
En
los
ríos,
arroyos
y
lagos,
los
productos
de
origen
industrial
vertidos
en
sus
aguas
causan
verdaderos
estragos
en
las
comunidades
bióticas.
Sus
efectos
se
aprecian
particularmente
en
los
peces.
Se
ha
podido
comprobar
que
muchas
sustancias
ácidas,
sulfuros,
amoníaco,
etc.,
paralizan
las
reacciones
bioquímicas
y
provocan
la
muerte
de
los
animales.
Además,
algunas
sustancias
contaminantes
como
los
nitratos
y
los
fosfatos
de
grasas
y
detergentes,
al
alterar
las
características
del
agua,
promueven
el
crecimiento
acelerado
de
organismos
que
habitan
en
ella
y
que
acaban
con
el
oxígeno
del
agua
(eutrofización)*
y,
en
consecuencia,
impiden
la
sobrevivencia
de
muchas
especies
acuáticas.
Asimismo,
la
materia
orgánica
estimula
el
crecimiento
del
lirio
acuático,
que
impide
el
paso
de
la
energía
radiante
del
sol
al
agua.
Por
otra
parte,
el
aumento
de
la
temperatura
de
las
aguas,
que
supone
al
mismo
tiempo
un
aumento
en
el
consumo
de
oxígeno,
puede
amenazar
seriamente
la
vida
acuática.
La
creciente
utilización
de
agua
por
industrias
(siderúrgica,
papelera,
etc.)
aumenta
cada
día
más
dicho
peligro.
Otro
efecto
de
la
contaminación
de
aguas
dulces
es
la
biomagnificación*,
proceso
por
el
cual
determinadas
sustancias
químicas
se
van
concentrando
en
el
medio
a
medida
que
pasan
de
un
organismo
a
otro,
dentro
de
la
cadena
alimentaria.
Por
ejemplo,
el
mercurio
depositado
en
los
ríos
puede
entrar
a
formar
parte
de
la
cadena
alimentaria
acuática
y,
20
desde
ahí,
subir
a
los
demás
niveles
a
través
de
organismos
más
grandes.
Finalmente,
una
persona
que
consuma
pescado
contaminado
puede
sufrir
intoxicación
por
mercurio.
La
contaminación
de
mares
y
océanos
tiene
características
especiales.
Se
relaciona
con
la
de
afluentes
de
agua
dulce
porque
numerosas
sustancias
químicas
arrastradas
por
las
aguas
fluviales
de
corrientes
que
desembocan
en
el
mar
tienen
efectos
nocivos
sobre
la
flora
y
la
fauna
de
la
costa.
En
el
mar
se
vierten
también,
de
manera
incontrolada,
las
aguas
residuales
provenientes
de
zonas
urbanas
y
de
los
desechos
industriales,
lo
cual
convierte
a
las
aguas
costeras
en
un
medio
muy
favorable
para
la
supervivencia
de
bacterias
patógenas.
Dichos
microorganismos,
si
bien
no
presentan,
por
lo
general,
un
peligro
para
las
personas
que
se
bañan
en
las
playas
(salvo
casos
de
fuerte
polución
fecal),
suponen,
no
obstante,
un
peligro
indiscutible
para
aquellos
individuos
que
ingieren
moluscos
que
viven
o
se
cultivan
en
esta
agua.
La
contaminación
de
las
aguas
marítimas
también
se
ve
influenciada
por
la
contaminación
del
aire,
ya
que
los
contaminantes
que,
a
causa
de
las
diversas
industrias
se
hallan
en
la
atmósfera
pueden
disolverse
en
aguas
oceánicas:
se
dice
(S.
a.
[1]:61)
que
ésta
es
la
fuente
del
30%
de
los
contaminantes
de
los
mares.
Un
efecto
de
la
contaminación
en
los
océanos
es
que
impide
la
fotosíntesis
indispensable
para
el
desarrollo
del
fitoplancton,
con
lo
cual
se
altera
el
equilibrio
en
los
ecosistemas
respectivos.
Un
contaminante
que
afecta
particularmente
las
aguas
de
mares
y
océanos
es
el
petróleo,
el
cual
es
vertido
en
éstas
de
diferentes
maneras;
por
ejemplo,
a
través
del
lavado
de
tanques
de
los
grandes
barcos
petroleros,
que
dejan
enormes
manchas
de
petróleo.
Pero,
de
manera
más
dramática
este
material
se
vierte
en
el
mar
a
consecuencia
de
los
derrames
debidos
a
los
accidentes
que
sufren
los
grandes
barcos
contenedores,
que
transportan
combustible
en
condiciones
inadecuadas.
En
ocasiones,
el
petróleo
que
se
vierte
en
alta
mar
es
arrastrado
por
las
corrientes
hacia
las
playas
y
zonas
costeras,
dando
lugar
a
lo
que
se
conoce
como
marea
negra
y
afectando
así
a
poblaciones
a
veces
alejadas
de
los
lugares
donde
se
originan
estos
desastres
ecológicos.
Los
derrames
de
petróleo
ocasionan
gran
mortandad
de
aves
acuáticas,
peces
y
otros
seres
vivos
de
los
océanos.
Esto,
desde
luego,
también
rompe
el
equilibrio
del
ecosistema
y
modifica
la
cadena
trófica.
Además,
en
las
zonas
afectadas,
se
vuelven
imposibles
la
pesca,
la
navegación
y
el
aprovechamiento
de
las
playas
con
fines
recreativos.
21
El
agua
del
subsuelo
se
contamina
con
menos
facilidad
que
el
agua
superficial
porque
los
contaminantes
se
filtran
a
medida
que
el
agua
traspasa
el
suelo.
No
obstante,
cuando
se
produce
la
contaminación
de
las
aguas
subterráneas,
ésta
es
más
difícil
de
detectar
y
de
depurar.
Como
puede
verse,
la
contaminación
de
las
aguas
subterráneas
se
relaciona
con
otras
formas
de
contaminación,
como
la
del
suelo,
a
través
del
uso
de
plaguicidas
y
fertilizantes,
así
como
por
la
acumulación
de
desperdicios
sólidos
(basura),
de
los
cuales
se
desprenden
sustancias
que,
lixiviadas*
por
la
tierra,
van
a
parar
a
los
mantos
freáticos,
contaminando
éstos.
Asimismo,
se
relaciona
con
la
contaminación
del
aire,
cuyas
partículas
químicas,
disueltas
por
la
lluvia,
terminan
también
en
estas
masas
de
agua.
Otra
forma
de
contaminación
del
agua
subterránea
es
la
que
tiene
lugar
en
las
áreas
costeras
cuando
existe
la
sobreexplotación
de
los
acuíferos,
lo
que
ocasiona
que
el
agua
del
mar
penetre
e
los
mantos
de
agua
dulce,
salinizándolos.
El
agua
subterránea
es
más
susceptible
de
contaminarse
en
terrenos
de
suelos
arenosos,
así
como
en
áreas
de
capas
freáticas
altas
y
en
zonas
de
lluvias
abundantes,
debido
a
que:
una
gran
porosidad
del
suelo
significa
una
baja
filtración;
las
capas
freáticas
impiden
un
22
buen
filtrado,
y
la
pluviosidad
abundante
contribuya
a
lixiviar*
los
contaminantes
de
los
suelos
superficiales.
Por
otra
parte,
la
contaminación
del
agua
del
subsuelo
significa
la
reducción
en
la
disponibilidad
del
recurso
hídrico,
pues
el
agua
contaminada
resulta
inadecuada
para
muchos
usos.
Esta
limitación
puede
tener
consecuencias
graves,
ya
que,
en
última
instancia,
la
vida
del
hombre
y
de
otros
seres
vivos
requiere
de
contar,
en
primer
término,
con
agua
potable
en
cantidades
suficientes.
El
suelo
proporciona
nutrientes,
agua
y
soporte
a
las
plantas,
mientras
que
el
aire
retenido
en
él
suministra
oxígeno
a
sus
raíces.
Los
materiales
orgánicos
de
las
plantas
condicionan
la
textura
y
la
composición
del
suelo.
Los
contaminantes
del
suelo
son
muy
diversos,
si
consideramos
las
diferentes
formas
que
puede
asumir
este
tipo
de
contaminación,
pero
entre
los
más
comunes
suelen
citase:
el
petróleo
o
productos
derivados
de
éste,
pesticidas
o
plaguicidas,
fertilizantes,
solventes,
sustancias
radiactivas,
metales
pesados
y
los
componentes
no
degradables
de
la
basura,
que
son
muchos.
Las fuentes principales de la contaminación del suelo son, entonces:
23
• Una
tecnología
agrícola
nociva:
uso
indiscriminado
de
plaguicidas
y
fertilizantes;
uso
de
aguas
negras
o
de
aguas
de
ríos
contaminados.
• Vertido
de
residuos
sólidos
no
biodegradables
o
degradables
a
largo
plazo,
procedentes
de
los
hogares,
las
calles,
la
industria
y
el
comercio.
• Derrames
de
petróleo
en
el
suelo.
• La
actividad
minera,
que,
a
través
del
vertido
de
desechos,
modifica
las
características
del
suelo
y
puede,
incluso
generar
residuos
tóxicos.
De
manera
general,
la
presencia
de
contaminantes
en
el
suelo
se
refleja
de
forma
directa
sobre
la
vegetación,
induciendo
su
degradación,
la
reducción
del
número
de
especies
presentes
en
el
suelo
y,
más
frecuentemente,
la
acumulación
de
contaminantes
en
las
plantas
sin
generar
daños
notables
en
éstas.
En
el
hombre,
los
efectos
se
reducen
a
la
ingestión
y
contacto
dérmico
que,
en
algunos
casos,
pueden
desembocar
en
intoxicaciones
por
metales
pesados
y,
más
fácilmente,
por
compuestos
orgánicos
volátiles
o
semivolátiles.
Además
de
los
efectos
de
la
contaminación
edáfica
ya
señalados,
hay
que
considerar
que
la
presencia
de
vertidos
y
acumulación
de
residuos
en
lugares
no
acondicionados
genera
una
pérdida
de
calidad
del
paisaje
(contaminación
visual),
a
la
que
se
añadiría,
en
los
casos
más
graves,
el
deterioro
de
la
vegetación,
el
abandono
de
la
actividad
agropecuaria
y
la
desaparición
de
la
fauna.
Asimismo,
económicamente,
y
sin
considerar
los
costos
de
la
recuperación
de
un
suelo,
la
presencia
de
contaminantes
en
un
área
supone
la
desvalorización
de
la
misma,
derivada
de
las
restricciones
de
usos
que
se
impongan
a
ese
suelo
y,
por
tanto,
la
pérdida
económica
para
sus
propietarios
(S.
a.
[3]:2).
La
contaminación
del
suelo
se
relaciona,
por
una
parte,
con
la
contaminación
del
aire,
a
través
de
la
lluvia
ácida,
pues
ésta
actúa
como
contaminante
del
suelo,
alterando
sus
24
características
químicas,
lo
cual,
a
su
vez,
puede
afectar
a
las
plantas
que
ahí
se
desarrollen.
Por
otra
parte,
se
relaciona
con
la
contaminación
del
agua,
ya
que
algunas
sustancias
contaminantes
del
suelo
pueden
llegar
hasta
los
mantos
freáticos,
contaminando
así
el
agua
de
éstos
(como
se
muestra
en
seguida,
al
abordar
el
caso
de
la
contaminación
debida
a
residuos
sólidos).
La
importancia
cuantitativa
de
este
problema
radica
en
que
diariamente
se
generan
en
los
asentamientos
humanos,
principalmente
en
las
ciudades,
cantidades
enormes
de
desechos
sólidos.
Por
ejemplo,
si
como
se
estima
oficialmente,
cada
mexicano
genera
en
promedio
920
gr.
de
basura
por
día
(Aguilar,
2008),
la
cantidad
de
desechos
que
se
genera
en
nuestro
país
es
superior
a
los
92
millones
de
kg.,
es
decir,
a
92,000
toneladas
(que
en
un
mes
hacen
2’760,000
y,
en
un
año
33’120,000
toneladas)
de
desechos
sólidos.
Estas
cantidades
tienden
a
crecer,
según
se
deduce
de
algunos
estudios
comparativos
que
se
han
realizado,
acerca
de
la
producción
de
residuos
per
cápita
durante
los
últimos
50
años.
Se
afirma,
por
ejemplo,
que
en
el
Distrito
Federal,
la
cantidad
de
basura
producida
por
cada
habitante,
en
1950,
era
de
350
gr.,
en
tanto
que
en
1960
aumentó
a
450
gr;
en
1970,
a
600
gr.;
en
1980,
a
800
gr;
en
1990,
a
1
kg,
y
en
la
actualidad,
a
1.4
kg.
(Deffis,
1989;
Aguilar,
2008).
Esta
situación,
en
general,
refleja
un
manejo
inadecuado
de
los
residuos
sólidos
en
las
diferentes
etapas
de
un
proceso
que
va
desde
la
generación
de
éstos
hasta
su
disposición
final.
En
los
hogares,
por
ejemplo,
no
suele
haber
una
clasificación
de
los
residuos,
que
facilitaría
el
posterior
aprovechamiento
de
los
que
pueden
ser
reusables
de
alguna
25
manera
o
reciclables.
Los
residuos
se
entregan,
para
su
recolección,
mezclados
entre
sí,
lo
cual
dificulta
su
posible
reutilización.
Por
otra
parte,
en
lo
que
se
refiere
a
la
disposición
final
de
los
residuos,
se
afirma
(Aguilar,
2008)
que
son
pocos
los
sitios
destinados
a
este
fin
que
cumplen
con
las
normas
establecidas
por
las
autoridades
correspondientes
(en
México,
la
Secretaría
del
Medio
Ambiente
y
Recursos
Naturales,
SEMARNAT).
La
mayoría
de
ellos
carece
de
la
infraestructura,
el
personal
y
los
medios
de
control
que
debe
reunir
un
verdadero
relleno
sanitario,
que
es
el
tipo
de
sitio
ideal
para
disposición
final
de
la
basura.
Los
efectos
de
la
contaminación
causada
por
la
basura
se
dejan
sentir
no
sólo
en
el
suelo,
que
es
donde
se
deposita,
sino
también
en
el
agua
y
en
el
aire.
Por
ello,
los
problemas
principales
que
se
señalan
(Deffis,
1989;
Aguilar,
2008)
respecto
a
esta
forma
de
contaminación
son:
8
El
metano, junto con otros gases que se producen por la descomposición anaeróbica* de residuos sólidos orgánicos, y
que reciben el nombre genérico de biogás, puede ser aprovechado de diversas maneras; por ejemplo, como combustible o
como fuente para la producción de energía eléctrica, entre otras. Esto requiere, desde luego, de contar con la tecnología y
la infraestructura adecuadas.
26
Finalmente,
se
dice9
que
la
contaminación
asociada
a
los
entierros
de
basura
será,
en
el
futuro,
uno
de
los
principales
problemas
ambientales,
ya
que,
aunque
los
vertederos
dejen
de
operar,
seguirán
produciendo
degradación
ambiental
durante
los
próximos
50
a
100
años.
Aunque
la
deforestación
y
la
desertización
son
fenómenos
diferentes,
se
incluye
a
ambos
en
este
apartado
por
la
gran
relación
que
existe
entre
ambos,
relación
que,
en
principio,
es
de
causalidad,
ya
que
el
segundo
puede
ser,
en
gran
medida,
consecuencia
del
primero.
Además,
ambos
fenómenos
tienen
como
característica
común
la
alteración
de
la
cubierta
vegetal
y
la
pérdida
de
áreas
naturales,
verdes
y
fértiles.
La
deforestación
es
definida
por
el
diccionario10
como
la
acción
y
efecto
de
deforestar,
y
deforestar
significa
‘despojar
un
terreno
de
plantas
forestales’.
Otras
definiciones
amplían
y
especifican
la
del
diccionario,
al
caracterizar
la
deforestación
como
un
proceso
que
consiste
en
la
destrucción,
a
gran
escala,
de
la
superficie
forestal,
es
decir,
de
los
bosques.
Esta
destrucción
es
debida,
principalmente,
a
la
acción
humana.11
Quizá
el
“efecto”
de
la
deforestación,
al
que
alude
la
definición
del
diccionario,
se
vea
reflejada
en
la
que
proporciona
la
SEMARNAT:
“Es
el
cambio
de
una
cubierta
dominada
por
árboles,
a
una
que
carece
de
ellos.
Es
la
eliminación
de
la
vegetación
natural”.12
Si
bien,
la
destrucción
de
la
vegetación
por
el
hombre
se
ha
practicado
desde
hace
miles
de
años
–prácticamente
desde
que
éste
se
volvió
sedentario
y,
por
ello,
tuvo
necesidad
de
disponer
de
terrenos
para
sus
asentamientos
así
como
para
la
agricultura
y
el
pastoreo–,
la
deforestación,
como
tal,
se
ha
convertido
en
un
problema
preocupante
debido
a
las
dimensiones
que
ha
alcanzado
y
a
sus
efectos
sobre
el
ambiente
y
sobre
la
diversidad.
Se
calcula
que
en
los
últimos
tres
siglos
la
deforestación
ha
sido
de
seis
millones
de
hectáreas
al
año,
en
promedio.13
Sin
embargo,
esta
cantidad
se
ha
superado,
con
mucho,
en
los
últimos
tiempos.
Así,
en
la
década
de
1980
se
llegó
a
estimar
que
las
masas
forestales
estaban
siendo
destruidas
a
un
ritmo
de
20
hectáreas
por
minuto,
(esto
es,
10’500,000
hectáreas
por
año,
aproximadamente).
En
1993,
los
datos
obtenidos
vía
satélite
permitieron
determinar
un
ritmo
de
destrucción
de
casi
15,000
km2
(es
decir,
9
(Dr. Gerardo Bernache, investigador del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, cit.
por Aguilar, 2008.)
10
Diccionario Enciclopédico Salvat, t. 8, p. 1140.
11
Ver, entre otras fuentes, http://es.wikipedia.org/wiki/Deforestación; http://www.proyectopv.org/l-
verdad/deforestacion.htm.
12
http://cruzadabosquesagua.Semarnat.gob.mx/viii.html.
13
http://es.wikipedia.org/wiki/Deforestación.
27
1’500,000
hectáreas)
al
año,
sólo
en
la
cuenca
del
Amazonas.14
En
la
actualidad,
se
afirma15
que
la
deforestación
avanza
a
un
ritmo
de
unos
17’000,000
de
hectáreas
al
año
(lo
que
equivale
a
unas
32
hectáreas
por
minuto,
aproximadamente).
En
México,
se
calcula
que,
en
las
nueve
primeras
décadas
del
siglo
XX,
la
pérdida
de
la
superficie
arbolada
fue
de
18’000,000
de
hectáreas
de
bosques
y
26’000,000
de
hectáreas
de
selva,
lo
que
significa
que
el
19%
del
total
del
territorio
perdió
su
vegetación
arbórea
en
menos
de
un
siglo
(Estrada
y
Coates
Estrada,
cit.
en
Vázquez
y
Orozco,
1996).
Varias
pueden
ser
las
causas
de
la
destrucción
de
la
vegetación
y
los
bosques,
y
pueden
agruparse
en
varias
categorías,
aun
cuando
éstas
no
son
excluyentes
ente
sí.
Algunas
de
estas
causas
tienen
que
ver
con
la
acción
colonizadora
del
hombre
(Vázquez
y
Orozco,
1996),
comenzando
con
la
disposición
de
terrenos
para
el
establecimiento
de
asentamientos
humanos,
lo
cual
se
aprecia
en
mayores
proporciones
en
los
procesos
de
urbanización.
También
se
incluye
en
esta
acción
colonizadora
la
generación
de
mayores
extensiones
de
tierra
para
la
agricultura
y
la
ganadería,
que
implica
el
desmonte
o
la
quema
de
árboles
y
otras
plantas
de
las
áreas
afectadas.
14
http://www.fisica.uh.cu/bibvirtual/vida_y_tierra/contaminacionambiental.
15
http://www.proyectopv.org/l-verdad/deforestacion.htm.
16
Ver “La deforestación”, en:
http://www.proyectopv.org/l-verdad/deforestacion.htm, pág. 3.
28
Los
incendios
forestales
constituyen,
a
nivel
mundial,
una
de
las
formas
principales
de
la
destrucción
forestal,
pues
se
calcula
que
más
de
7’000,000
de
hectáreas
de
selva,
bosques
y
matorrales
son
destruidos
anualmente
a
causa
del
fuego
incontrolado.
Por
ello,
los
grandes
incendios
son
catalogados
por
algunos
como
desastres
ecológicos.
Entre
los
factores
que
favorecen
este
fenómeno
se
hallan
las
altas
temperaturas,
las
sequías
y
los
vientos
fuertes
y
secos,
que
contribuyen
a
la
dispersión
del
fuego.
Muchas
veces,
los
incendios
se
originan
de
manera
natural,
y
a
veces
en
forma
controlada,
pero
en
no
pocas
ocasiones
estas
catástrofes
ocurren
por
descuido,
espacialmente
en
zonas
turísticas
naturales
o
en
áreas
protegidas,
donde
el
hombre
vive
en
estrecho
contacto
con
la
naturaleza,
haciendo
campamentos
y
vida
al
aire
libre.
• Los
bosques
contribuyen
a
evitar
la
erosión
del
suelo
y
tiene
un
importante
papel
en
la
formación
de
éste.
Con
sus
detritus
orgánicos
enriquecen
los
suelos
y
aumentan
su
capacidad
de
retención
de
agua
y
su
porosidad.
• Moderan
los
rigores
del
calor
y
del
frío,
y
hacen
el
clima
más
uniforme.
Refrescan
el
aire
en
los
días
de
calor
y
lo
templan
por
las
noches.
Su
transpiración
regula
la
humedad
relativa
e
incluso
las
precipitaciones
locales.
También
reducen
la
velocidad
del
viento.
• Los
bosques
producen
grandes
cantidades
de
oxígeno
y
eliminan
el
exceso
de
dióxido
de
carbono
del
aire.
17
Ver ídem, pág. 4.
18
Ver
http://cruzadabosquesagua.Semarnat.gob.mx/viii.html.
29
• Son
importantes
para
las
cuencas
hidrológicas,
ya
que
lentifican
las
corrientes
de
agua
de
lluvia
y,
de
esta
manera,
atenúan
las
inundaciones,
la
erosión
del
suelo
y
los
desprendimientos.
• Los
bosques
alojan
abundante
vida
animal
y
vegetal.
Por
ejemplo,
las
selvas
o
bosques
húmedos
tropicales,
aunque
ocupan
sólo
un
6%
de
la
superficie
terrestre,
contienen,
en
cambio,
más
del
50%
de
las
especies
de
la
Tierra.
• Contienen,
también,
recursos
genéticos
y
proporcionan
grandes
valores
estéticos,
recreativos
y
científicos.
La
deforestación,
al
afectar
o
interferir
con
estas
funciones
de
los
bosques
y
su
vegetación,
tiene
una
serie
de
consecuencias
negativas,
algunas
de
las
cuales
se
consideran
graves
a
mediano
y
largo
plazos.
Las
consecuencias
más
señaladas
son
las
siguientes:
• Como
una
de
las
más
visibles,
la
reducción
de
la
biodiversidad,
con
la
disminución
o
desaparición
de
muchas
especies
de
plantas
y
animales
debido
a
la
alteración
o
destrucción
de
su
hábitat
natural.
• Reducción
de
las
reservas
de
agua
del
subsuelo,
ya
que
la
cantidad
y
la
calidad
del
agua
de
los
acuíferos
y
de
los
ríos
dependen
en,
buena
medida,
de
la
cubierta
forestal.
En
los
lugares
en
los
que
se
conservan
los
bosques,
el
agua
de
lluvia
penetra
en
el
suelo
y
los
acuíferos
se
llenan
con
las
infiltraciones
a
mayor
profundidad.
Con
la
deforestación,
por
el
contrario,
disminuye
la
penetración
del
agua
de
lluvia.
• Dado
que
las
plantas
son
el
elemento
principal
de
sujeción
de
partículas
que
forman
la
cubierta
fértil
del
suelo,
su
destrucción,
como
sucede
en
el
caso
de
la
tala
de
bosques
o
el
desmonte,
provoca
que
el
agua
y
el
viento
erosionen
el
suelo
y
lo
dejen
en
roca
viva,
en
un
suelo
incapaz
de
permitir
el
desarrollo
de
la
vida.
• Se
considera
que
la
deforestación
ha
afectado
el
comportamiento
del
clima
a
nivel
global,
alterando
éste
y
provocando
diversos
fenómenos
de
manera
inusual.
Por
ejemplo,
cuando
la
cubierta
vegetal
desaparece,
especialmente
en
las
zonas
inclinadas,
la
mayor
parte
del
agua
de
lluvia
se
pierde
por
la
superficie
y
los
ríos
se
llenan
repentinamente
de
agua
cargada
de
sedimentos.
La
sedimentación
en
los
lechos
de
los
ríos
y
los
torrentes
erráticos
incrementan
la
frecuencia
y
la
gravedad
de
las
inundaciones.
• Finalmente,
al
quedar
deforestados,
los
bosques
no
pueden
eliminar
el
exceso
de
dióxido
de
carbono
de
la
atmósfera,
con
lo
que
se
incrementa
el
efecto
invernadero19,
que
trae
como
consecuencia
el
sobrecalentamiento
de
la
Tierra.
19
Ver el apartado sobre la contaminación atmosférica (supra.)
30
La
desertización
–o
desertificación,
como
la
llaman
algunos–,
por
su
parte,
se
entiende
como
un
proceso
bioclimático
que
tiende,
al
disminuir
las
precipitaciones
o
aumentar
la
evaporación,
o
ambas
cosas
a
la
vez,
a
convertir
territorios
antes
fértiles
en
regiones
áridas
y
desérticas.
La
desertización
implica
la
pérdida
de
vegetación
y
de
suelo,
que,
en
casos
extremos,
significa
la
total
destrucción
de
la
capacidad
del
territorio
par
acoger
vida
en
su
seno.20
Según
datos
del
Programa
de
las
Naciones
Unidas
para
el
Medio
Ambiente
(PNUMA),
actualmente
el
35%
de
la
superficie
continental
del
planeta
está
constituida
por
zonas
desérticas
(s/a
[1],
2004:62).
Pero
un
porcentaje
igual
del
terreno
cultivable
del
mundo
se
encuentra
amenazado
por
la
desertización,
lo
mismo
que
los
600
millones
de
personas
que
ahí
habitan
(Ballard
y
Pandya,
2003:123),
ya
que
este
fenómeno
avanza
en
todos
los
continentes
poblados.
El
problema
de
la
desertización
tiene,
por
una
parte,
consecuencias
económicas,
pues
con
él
se
reduce
la
superficie
cultivable
del
planeta,
lo
cual
implica
una
amenaza
para
el
abastecimiento
global
de
víveres.
Por
otra
parte,
la
desertización
tiene
consecuencias
ambientales
similares
a
las
de
la
deforestación:
reducción
drástica
de
las
formas
de
vida
20
Ver Diccionario Enciclopédico Salvat, t. 9, pág.1174, y Ballard y Pandya, 2003.
31
animal
y
vegetal
(biodiversidad),
limitación
en
la
disponibilidad
de
agua,
y
alteraciones
considerables
en
el
clima,
entre
otras.
En
los
últimos
siglos,
la
diversidad
animal
y
vegetal,
fruto
de
una
historia
de
miles
de
millones
de
años
de
evolución,
está
sufriendo
un
retroceso
devastador
debido
a
la
actividad
humana.
El
ritmo
de
extinción
de
las
especies
se
ha
acelerado
dramáticamente,
calculándose
que
en
la
actualidad
es,
por
lo
menos,
400
veces
mayor
que
el
que
existía
antes
de
la
aparición
del
ser
humano
(Heras,
s/f).
Las
formas
en
que
la
actividad
humana
afecta
a
las
especies
que
constituyen
la
biodiversidad
pueden
ser
indirectas
o
directas.
Las
primeras
son
aquéllas
mediante
las
cuales,
afectando
el
medio
ambiente
se
afecta
también
a
las
diversas
especies
vegetales
y
animales.
Las
segundas
incluyen
aquellas
acciones
que
van
dirigidas
expresamente
contra
determinadas
especies.
33
eliminación
de
otras
especies
que
efectúan
alguna
función
importante,
como
servir
de
alimento,
polinizar
las
flores,
dispersar
las
semillas,
etc.
(Vázquez
y
Orozco,
1996).
Se
conoce
como
plagas
a
las
especies,
tanto
introducidas
como
nativas,
que
son
favorecidas
por
la
actividad
humana
mediante
su
reproducción,
propagación
o
eliminación
de
sus
enemigos
naturales,
con
lo
cual
se
transforman
en
elementos
perjudiciales
que
causan
pérdidas
a
las
actividades
productivas
y
alteran
en
forma
negativa
el
medio
ambiente.
Un
ejemplo
de
plaga
vegetal
en
México
es
el
lirio
acuático,
que,
al
cubrir
la
superficie
de
las
aguas
afecta
la
penetración
de
la
luz,
la
temperatura,
la
oxigenación
del
agua
y
otras
características
del
ambiente
relacionadas
directamente
con
la
sobrevivencia
de
las
otras
especies,
por
lo
cual
se
ha
convertido
en
un
serio
peligro
para
la
flora
y
la
fauna
originales
de
los
cuerpos
acuáticos
que
invade.
En
el
reino
animal,
un
ejemplo
de
parásito
es
una
especie
de
gusano
plano
del
grupo
de
los
cestodos
(solitaria)
que
llegó
a
México
con
la
introducción
de
una
carpa
herbívora
traída
de
China.
Este
parásito
se
encuentra
ahora
ampliamente
difundido
no
sólo
en
la
carpa
herbívora
sino
también
en
otras
especies
de
peces,
nativas
e
introducidas,
y,
aunque
su
efecto
sobre
estas
poblaciones
es
difícil
de
precisar,
es
posible
que,
asociado
a
otros
agentes
de
disturbio,
estos
parásitos
conduzcan
a
un
mayor
debilitamiento
de
las
poblaciones
de
peces
en
peligro
(Vázquez
y
Orozco,
1996).
Las
formas
directas
de
afectación
de
la
biodiversidad
constituyen
acciones
deliberadas
del
hombre
sobre
determinadas
especies;
acciones
que,
técnicamente,
se
consideran
como
formas
de
sobreexplotación.
Ésta
consiste,
básicamente,
en
tomar
–o
eliminar–
de
las
34
poblaciones
silvestres
más
individuos
de
los
que
pueden
ser
reemplazados
por
la
fertilidad
natural
de
la
especie
(Vázquez
y
Orozco,
1996).
Todas
estas
formas
de
la
actividad
humana,
actuando
aisladamente
o
combinándose
unas
con
otras,
afectan
a
muy
diversas
especies,
vegetales
y/o
animales,
colocándolas
en
diferentes
situaciones,
según
el
grado
de
afectación
y
las
posibilidades
de
desaparición
de
cada
una.
En
base
a
este
criterio,
se
ha
elaborado
una
clasificación
de
las
especies
afectadas,
que,
aunque
se
ha
aplicado
mayormente
a
las
especies
animales
(s/a
[1]),
también
puede
utilizarse
para
especies
vegetales.
En
dicha
clasificación
se
distinguen
las
siguientes
categorías:
• Especies
extinguidas.
Son
aquéllas
que
han
desaparecido,
aun
cuando
haya
uno
o
dos
ejemplares
de
ellas
en
lugares
de
exhibición
o
conservación,
como
zoológicos
o
herbarios.
Cuando
se
llega
a
este
punto
ya
nada
se
puede
hacer
por
dichas
especies.
• Especies
en
peligro
de
extinción.
Son
aquéllas
de
las
que
se
cuenta
con
menos
de
mil
ejemplares.
En
estos
casos,
si
se
toman
las
medidas
adecuadas,
se
puede
evitar
que
desaparezcan
del
todo.
• Especies
amenazadas.
Son
aquéllas
que
pueden
estar
en
peligro
si
no
se
toman
las
medidas
urgentes
para
evitarlo.
Ejemplos
de
especies
extinguidas
son:
la
moa
(Dinois
ingens),
una
gigantesca
avestruz
de
Nueva
Zelanda;
el
guacamayo
azul
(Anodorhynchus
hyacinthinus)
(S.
a.
[1]),
un
papagayo
de
color
azul
brillante
que
habitaba
en
algunos
países
de
América
del
Sur;
y,
en
el
caso
de
México,
el
cóndor
de
California
(Gymnogyps
californianus),
que
se
conocía
como
el
ave
voladora
más
grande
de
Norteamérica
y
cuya
área
única
de
distribución
era
el
estado
de
Baja
California
Norte.
Tratándose
de
vegetales,
ejemplos
de
especies
extinguidas
son
las
47
especies
de
cactáceas
que,
según
el
reporte
de
Andrés
Vovides
(1981,
cit.
por
Vázquez
y
Orozco,
1996),
han
desaparecido
del
territorio
mexicano.
35
De
las
especies
en
peligro
de
extinción
o
amenazadas,
existen
en
la
actualidad,
lamentablemente,
muchísimas,
por
lo
que
no
es
difícil
encontrar
ejemplos.
El
gorila
africano,
el
oso
panda
de
China
y
el
koala
de
Australia
son
ejemplos
muy
conocidos.
En
México,
algunas
especies
animales
en
esta
situación
son:
el
oso
gris
(Ursus
actos),
el
castor
(Castor
canadiensis),
el
lobo
mexicano
(Canis
lupus),
el
halcón
peregrino
(Falco
peregrinus)
y
la
tortuga
de
carey
(Eretmochelys
imbricata),
entre
muchas
otras.
Ejemplos
de
plantas
en
peligro
de
extinción
en
nuestro
país
son:
el
llamado
“palo
fierro”
(Olneya
tesota),
árbol
que
es
utilizado
intensivamente
por
los
indios
seris
de
Sonora
para
fabricar
artesanías
de
madera,
así
como
el
pino
piñonero
(Pinus
maximartinezi),
especie
endémica
de
un
área
de
sólo
seis
kilómetros
en
el
estado
de
Zacatecas,
y
otras
especies
de
orquídeas,
cactáceas
y
pequeñas
palmas,
que
son
muy
usadas
como
plantas
de
ornato.
En
general,
se
considera
que
“las
especies
endémicas
de
áreas
vulnerables
al
deterioro
se
encuentran
en
serio
peligro
de
extinción,
y
su
número
puede
ser
altísimo
si
consideramos
no
sólo
a
las
especies
más
conspicuas,
sino
también
a
aquellas
que
pasan
inadvertidas
para
la
mayoría
de
las
personas,
por
ejemplo,
muchos
invertebrados,
algas,
musgos,
pequeñas
plantas,
etcétera”
(Vázquez
y
Orozco,
1996:84).
Especies
vegetales
en
situación
similar
son,
por
ejemplo,
algunas
plantas
carnívoras
del
género
Utricularia
que
se
encuentran
en
partes
restringidas
de
los
pantanos
tropicales;
también
la
conífera
Picea
chihuahuana,
un
tipo
de
abeto
que
se
encuentra
en
algunas
zonas
muy
restringidas,
aproximadamente
a
2400
m.s.n.m,
en
la
Sierra
Madre
Occidental,
entre
Chihuahua
y
Durango,
formando
poblaciones
de
unos
cuantos
cientos
de
individuos.
Algunas
otras
especies
animales
que
suelen
mencionarse
como
amenazadas
o
en
peligro
de
extinción
en
nuestro
país
son:
el
manatí
(Trichechus
manatus),
el
conejo
de
los
volcanes
o
zacatuche,
el
berrendo
(Antilocapra
americana),
el
guan
cornudo
o
pavón
(Oreophasis
derbianus),
el
águila
harpía
(Harpia
harpyja),
la
tortuga
de
Mapimí
(Gopherus
flavomarginatus),
el
cocodrilo
(Crocodylus
acutus)…
36
La
gravedad
de
la
problemática
de
la
reducción
de
la
biodiversidad
puede
apreciarse
mejor
si
consideramos
algunas
cifras
disponibles
(aun
cuando
es
difícil
encontrar
datos
fidedignos)
relativas
a
las
especies
en
riesgo.
En
cuanto
al
reino
animal,
se
calcula
que
actualmente
hay
unas
700
especies
al
borde
de
la
desaparición
y
otras
2300
están
seriamente
amenazadas,
en
todo
el
planeta
(S.
a.
[1]:36).
Se
estima
que
se
han
extinguido
unas
180
especies
de
mamíferos
y
unas
225
especies
de
pájaros
desde
que
se
ha
empezado
a
contabilizar.
En
México,
se
afirmaba
ya
en
1987
(Sánchez-‐Vélez,
cit.
por
Vázquez
y
Orozco,
1996),
que
tan
sólo
de
aves
y
mamíferos,
había
alrededor
de
150
especies
en
peligro
de
extinción.
Dentro
de
este
grupo
zoológico
merecen
especial
atención
los
psitácidos
(pericos
y
guacamayas),
ya
que,
de
las
22
especies
de
estas
aves,
registradas
en
el
país,
20
se
encuentran
en
situación
de
peligro,
amenaza
o
protección
especial.
Acerca
de
esto,
un
estudio
reciente
(cit.
por
Hoyo,
2009)
asegura
que
en
nuestro
país
cada
año
el
tráfico
ilegal
de
psitácidos
(una
de
las
causas
principales
de
su
reducción)
se
encuentra
en
el
rango
de
entre
los
50,050
y
los
60,445
ejemplares
y
que
“la
mortalidad
a
través
de
la
cadena
de
captura,
transporte,
distribución
y
venta
es
tremendamente
alta”,
dando
un
estimado
que
alcanza
el
77%
de
pérdidas.
En
cuanto
a
especies
del
reino
vegetal
en
riesgo,
es
notorio
que
la
información
que
circula
es
más
escasa
que
la
relativa
a
los
animales.
Al
parecer,
éstos
son
objeto
de
mayor
atención
pública,
quizá
porque
su
pérdida
o
disminución
resulta
más
“visible”.
En
México,
según
la
información
disponible,
ya
en
1981
(Vovides,
cit.
por
Vázquez
y
Orozco,
1996:84)
se
mencionaban
más
de
200
especies
de
plantas
vasculares
“muy
raras,
en
peligro
de
extinción
o
ya
extintas”.
Sin
embargo,
en
1987
algunos
investigadores
(Rzedowsky
y
Esquihua,
1987:216)
afirmaban
que
México
estaba
“en
inminente
peligro
de
perder
en
poco
tiempo
alrededor
del
10%
(en
números
redondos
unas
3,000
especies)
de
su
flora”.
De
este
número
de
especies,
se
calculaba
que
cerca
de
la
mitad
eran
especies
endémicas,
por
lo
cual
su
posible
extinción
sería
definitiva.
Algunas
de
las
plantas
que
se
mencionan
como
sobreexplotadas
corresponden
a
especies
de
cactáceas,
orquídeas,
helechos
arborescentes
y
algunas
otras
que
tienen
gran
demanda
en
el
extranjero
como
ornamentales
y
que,
a
causa
de
su
desmedida
extracción,
han
sido
objeto
de
protección
legal.
37
La
pérdida
de
recursos,
a
la
que
ya
se
ha
hecho
alusión,
significa
el
no
poder
más
con
elementos
procedentes
de
plantas
o
animales
que
el
hombre
ha
utilizado
para
satisfacer
necesidades
de
diverso
tipo:
alimentación,
vivienda,
vestido,
salud,
recreación,
etc.
La
merma
de
estos
medios
debería
hacernos
más
conscientes
de
las
restricciones
que
tiene
el
considerar
a
los
seres
vivos
como
recursos
naturales
renovables
(Rzedowsky
y
Esquihua,
1987).
La
pérdida
ecológica
tiene
que
ver
con
el
lugar
que
ocupa
cada
especie
dentro
de
la
comunidad
biótica
de
la
que
forma
parte,
y
se
traduce
en
términos
de
alteración
del
equilibro
de
los
sistemas
biológicos
y
naturales.
La
extinción
de
una
especie
significa
la
supresión
de
un
elemento
constitutivo
de
la
comunidad
en
la
que
estaba
integrado,
y
tal
supresión
puede
provocar
serios
desajustes.
A
veces,
éstos
son
inmediatos,
pero
más
a
menudo
afectan
a
largo
plazo
a
otros
miembros
del
mismo
conjunto
de
organismos,
pues
éstos
se
hallan
unidos
entre
sí
a
través
de
una
serie
de
procesos
encadenados,
como
la
simbiosis,
los
ciclos
de
elementos
nutrientes,
el
mantenimiento
de
la
calidad
y
de
la
integridad
del
suelo,
el
mantenimiento
del
número
de
individuos
de
las
poblaciones
dentro
de
determinados
límites,
el
control
de
playas
y
enfermedades,
etc.
Así,
por
ejemplo,
se
calcula
que
la
extinción
de
una
especie
vegetal
puede
comportar
la
extinción
de
más
de
otras
30
especies,
incluyendo
insectos,
microorganismos,
animales
y
otras
plantas
interdependientes
(Ballard
y
Pandya,
2003).
Ahora
bien,
si
la
eliminación
de
una
especie
es
un
hecho
deplorable
y
siempre
un
peligro
de
causar
desequilibrios
ecológicos,
la
extinción
simultánea
de
decenas
de
especies
–
como
suele
ocurrir
en
la
actualidad–
aumenta
estos
efectos
en
proporción
geométrica.
Lo
grave
del
caso
es
que
en
México
y
en
el
mundo
estamos
presenciando
la
desaparición
no
solamente
de
decenas
sino
de
centenares
de
tipos
distintos
de
plantas
y
animales
(Rzedowsky
y
Esquihua,
1987).
Todas
las
especies
de
seres
vivos
que
conocemos
forman
parte
del
patrimonio
del
planeta,
en
sus
dimensiones
natural
y
social,
es
decir,
son
parte
del
mundo
natural,
pero
también
de
la
cultura
del
hombre;
por
ello,
su
extinción
significa
una
pérdida
de
dicho
patrimonio
–
que,
obviamente,
se
relaciona
con
las
dos
consideraciones
anteriores
acerca
de
la
pérdida–.
Cuando
una
especie
desaparece,
también
se
pierden
sus
recursos
genéticos,
que
son
insustituibles.
Desde
la
perspectiva
de
la
cultura
del
hombre,
hay
que
destacar
que,
además
del
valor
ecológico,
las
diferentes
especies
de
seres
vivos
pueden
tener
valores
de
tipo
estético,
histórico,
educativo,
científico,
recreativo,
etc.
Así,
cuando
una
determinada
especie
desaparece
se
extingue,
estos
valores
se
pierden
para
siempre,
con
lo
cual
se
afecta
no
sólo
la
vida
natural
sino
también
la
vida
humana.
38
39
Clarificación
conceptual
Así
pues,
puede
decirse
que
la
EA
es
un
área
o
campo
de
la
educación
que
tiene
como
su
objeto
(y
objetivo)
al
ambiente
o
medio
ambiente.
En
tal
sentido,
se
le
puede
entender
como
un
proceso
o
conjunto
de
procesos
formativos
que
tienden
a
dotar
a
los
educandos
de
conocimientos
y
aptitudes,
así
como
de
suscitar
en
ellos
valores,
actitudes
y
hábitos
positivos,
atributos
todos
orientados
hacia
la
comprensión,
el
cuidado,
el
mejoramiento
y
la
preservación
del
medio
en
el
que
tiene
lugar
la
vida
humana
(desde
luego,
junto
con
otras
múltiples
formas
de
vida).
Por
otra
parte,
y
recurriendo
a
la
teoría
curricular
(Gimeno,
1994;
Bolívar,
1999)),
encontramos
que
en
la
EA,
como
en
todo
proceso
educativo,
podemos
identificar
diferentes
aspectos
o
facetas.
Así,
la
EA
está
constituida
por
algo
que
puede
denominarse
teoría
y
que
comprende
las
ideas,
reflexiones,
aspiraciones
o
ideales,
principios…
en
fin,
representaciones
de
una
realidad
como
es
deseada.
La
EA
también
es
programa,
en
el
que
podemos
encontrar
los
propósitos
u
objetivos
educativos,
las
prescripciones,
los
contenidos,
etc.,
es
decir,
los
curricula
formativos,
en
diferentes
niveles
de
concreción
y
modalidades
educativas.
Finalmente,
la
EA
es,
también,
práctica,
la
cual
está
conformada
por
la
serie
de
procesos
y
formas
concretas
mediante
los
cuales
se
lleva
a
cabo
el
acto
educativo
en
contextos
específicos,
es
decir,
en
la
realidad
educativa,
escolar
o
extraescolar.
40
(segundo
nivel);
investigación
y
evaluación
de
problemas
ambientales
(tercer
nivel),
y
capacidad
de
acción
(cuarto
nivel).
Como
puede
verse,
estos
elementos,
que
sugiere
el
autor
mencionado
como
constitutivos
de
la
EA,
corresponden,
más
bien,
a
contenidos
u
objetivos
de
ésta,
por
lo
que
serían
parte
del
curriculum
o
programa
de
la
educación
que
nos
ocupa.
Por
lo
expuesto
en
los
párrafos
anteriores,
podemos
afirmar
que
la
EA,
como
proceso
social,
puede,
también,
ser
considerada
como
un
objeto
general
de
estudio,
por
lo
que
constituye,
entonces,
un
campo
o
área
de
investigación.
En
tal
sentido,
para
el
estudio,
análisis
y
reflexiones
en
torno
a
la
multiplicidad
de
posibles
temas
y
problemas
de
investigación
referentes
a
la
EA,
podrían
adoptarse,
siguiendo
el
modelo
de
la
lingüística
saussuriana,
dos
grandes
dimensiones
de
análisis.
Una
de
ellas
estaría
orientada
al
estudio
de
la
evolución
de
la
EA
(en
conjunto
o
en
cualquiera
de
los
múltiples
objetos
particulares
de
investigación
que
en
ella
pudieran
identificarse),
es
decir,
el
estudio
diacrónico
o
histórico
de
estos
fenómenos,
la
EA
a
través
del
tiempo.
La
otra
dimensión
comprendería
el
estudio
de
la
EA
en
un
momento
determinado,
considerándola
como
una
estructura
y
analizándola,
en
conjunto
o
en
cual(es)quiera
de
sus
aspectos
elementos
o
componentes,
en
cuyo
caso
estaríamos
ante
la
dimensión
sincrónica
de
la
investigación.
Para
conocer
las
diversas
tendencias
que
ha
presentado
la
EA
–propósito
del
presente
apartado–,
recurriremos,
pues,
al
estudio
diacrónico
de
ésta,
realizando
un
análisis
histórico
de
algunos
aspectos
de
su
desarrollo
o
evolución.
A. Antecedentes
Según
otros
teóricos,
los
antecedentes
más
remotos
de
la
EA,
ahora
como
discurso,
habría
que
buscarlos
en
las
obras
de
autores
como
Daniel
Defoe,
Voltaire,
Rousseau,
Thoreau
y
otros,
que
Campillo
(1999)
agrupa
dentro
de
una
“visión
romántica
de
la
Naturaleza”.
En
las
obras
de
estos
autores
(por
ejemplo,
Las
aventuras
de
Robinson
Crusoe,
El
ingenuo,
Emilio
o
de
la
educación
y
Walden
o
La
vida
en
los
bosques,
respectivamente)
se
encuentran
planteamientos
a
favor
de
una
“educación
natural”,
tanto
en
el
sentido
de
41
que
la
educación
debe
respetar
el
desarrollo
natural
de
los
educandos
como
–y
esto
sería
lo
más
relacionado
con
nuestro
tema–
que
el
hombre
debe
educarse
en
contacto
con
su
entorno
natural,
es
decir,
que
la
educación
de
los
hombres
debe
adecuarse
a
su
naturaleza
y
a
la
naturaleza.
En
el
conjunto
de
estas
visiones,
que,
según
Campillo
(1999)
constituyen
lo
que
sería
la
“prehistoria”
de
la
EA,
se
destaca
el
valor
de
la
naturaleza
como
medio
educativo.
Es
de
notar
que
algunos
de
estos
planteamientos,
como
los
de
Henry
David
Thoreau
con
la
utopía
que
presenta
en
su
Walden
o
la
vida
en
los
bosques
(siglo
XIX),
surgen
como
oposición
“al
contexto
ideológico
imperante
de
la
revolución
industrial
dominada
por
el
liberalismo
económico:
la
naturaleza
es
entendida
como
valor
económico,
fuente
de
recursos
y
materias
primar,
que
merece
la
pena
explotar”
(Campillo,
1999:67).
Esta
idea
del
valor
del
medio
como
estímulo
permanente
en
el
desarrollo
de
los
procesos
educativos
resurge
con
mayor
fuerza
entre
fines
del
siglo
XIX
y
principios
del
XX,
ahora
como
teoría
pero
también
como
práctica,
en
los
postulados
y
experiencias
de
las
diversas
corrientes
del
movimiento
de
renovación
educativa
que
se
conoce
como
Escuela
Nueva
y
que,
por
tanto,
se
consideran
como
precursores
de
la
EA.
Entre
los
postulados
de
la
Escuela
Nueva,
Campillo
(1999:70)
identifica
tres
ideas
clave
que
definen
la
relación
educación-‐ambiente
y,
por
ello,
pueden
verse
como
“aportes”
a
la
EA:
• Primera:
En
la
Escuela
Nueva
se
propone
una
pedagogía
activa,
que
abra
los
procesos
de
aprendizaje
al
entorno,
a
la
vida.
De
ahí
que
se
defienda
la
idea
de
que
los
alumnos
salgan
a
la
Naturaleza
para
buscar
nuevos
estímulos
y
nuevos
contenidos
para
la
enseñanza.
• Segunda:
Se
afirma
que
sólo
con
el
estudio
del
medio
y
en
el
medio
se
puede
llevar
a
cabo
el
desarrollo
personal
y
social
de
los
educandos
del
modo
más
efectivo
y
deseado.
Donde
mejor
aprende
el
hombre
es
en
el
medio
en
el
que
se
mueve.
• Tercera.
La
formación
que
han
de
recibir
los
niños
sobre
su
entorno
debe
incluir
el
conocimiento
de
las
Ciencias
Físicas
y
Naturales
y
de
la
Higiene.
Varios
de
los
autores
clásicos
dentro
de
este
movimiento
(como
Claparede,
Montessori,
Decroly,
Dewey,
Ferriére
y
Freinet,
entre
otros)
se
identifican
con
estas
ideas
a
favor
del
medio
“para
ser
enseñado”
y
“para
trabar
en
él”.
B. El pasado reciente
Sin
embargo,
no
es
sino
hasta
fines
de
los
años
sesenta
y
principios
de
los
setenta
del
siglo
pasado
cuando
empiezan
a
emerger
las
ideas
acerca
de
una
educación
ambiental
tal
como
la
conocemos
hoy.
Es
justo
en
esta
época
cuando,
a
nivel
mundial,
se
hace
patente
la
42
preocupación
suscitada
por
diversas
voces
de
alarma
y
de
denuncia
que
advierten
sobre
el
enorme
daño
que
el
hombre
estaba
causando
al
medio
ambiente,
el
cual,
de
hecho,
había
comenzado
a
partir
de
la
Revolución
Industrial.
Lo
anterior
significó,
de
cualquier
modo,
un
cambio
de
enfoque,
pues
ya
no
se
trataba
sólo
de
ver
al
medio
como
instrumento
didáctico,
guiados
por
el
deseo
explicito
de
educar
en
la
naturaleza,
como
en
las
tradiciones
de
la
visión
romántica
de
ésta
o
de
la
Escuela
Nueva.
Lo
que
aparece
por
estos
años
es
una
nueva
visión
pedagógica,
según
la
cual
Este
cambio
en
la
concepción
educativa
es
consecuente
con
un
cambio
en
la
concepción
sobre
el
medio,
que,
según
Novo
(1988,
cit.
por
González
Muñoz,
1996:3)
ocurre
en
la
época
en
la
que
estamos
ubicados.
El
medio
pasa
entonces
a
ser
denominado
“medio
43
ambiente”,
queriendo
significar
con
ello
que
“la
naturaleza
ya
no
solo
está
ahí,
pasiva
para
que
el
hombre
se
sirva
de
ella
y
la
utilice;
ya
no
es
solamente
un
‘medio’
para
satisfacer
las
necesidades
humanas.
La
naturaleza
es,
a
la
vez,
‘ambiente’
del
hombre,
aquello
que
le
rodea
y
le
permite
vivir,
aquello
que
condiciona
la
existencia
misma
de
la
humanidad,
incluso
su
supervivencia”
A
partir
de
entonces,
y
con
la
toma
de
conciencia
de
la
comunidad
internacional
sobre
el
creciente
deterioro
ambiental,
empiezan
a
realizarse
esfuerzos,
a
escala
mundial,
por
aproximar
–como
dicen
Damin
y
Monteleone
(2002:16-‐17)–
la
cuestión
ambiental
a
la
educación.
Esto
ocurre,
principalmente,
a
través
de
algunas
conferencias
internacionales
en
las
cuales
“comienza
a
plantearse
que
la
educación
puede
constituir
una
estrategia
eficaz
para
generar
conciencia
y
a
partir
de
ella
favorecer
la
resolución
de
algunos
problemas
ambientales…”.
La
revisión
de
las
principales
reuniones
internacionales
relacionadas
con
la
EA
que
se
han
realizado
hasta
ahora
puede
ayudarnos
a
identificar
las
tendencias
más
sobresalientes
en
el
desarrollo
de
ésta,
al
menos
en
el
discurso
teórico,
a
nivel
mundial.
En
tal
sentido,
la
década
de
los
setenta
fue
muy
productiva,
ya
que
durante
ella
tuvieron
lugar
tres
de
los
más
importantes
foros
mundiales,
así
como
diversas
reuniones
regionales
relativas
a
la
EA.
Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente Humano
Esta
reunión,
primera
de
su
tipo
realizada
por
la
ONU,
se
llevó
a
cabo
en
Estocolmo,
en
junio
de
1972,
con
la
asistencia
de
representantes
de
112
países.
Sus
resultados
y
acuerdos
se
dieron
a
conocer
a
través
de
un
documento
conocido
como
Declaración
de
Estocolmo
o
Declaración
sobre
el
Medio
Humano,
que
consta
de
una
serie
de
proclamas,
principios
y
recomendaciones
a
los
Estados
miembros.
En
los
29
principios
de
esta
declaración
se
propone
unir
el
desarrollo
económico
y
social
de
los
pueblos
con
la
conservación
del
medio
ambiente.
En
este
propósito,
la
EA
juega
un
importante
papel,
según
se
señala
en
el
muy
citado
Principio
19:
Es
indispensable
una
labor
de
educación
en
cuestiones
ambientales,
dirigida
tanto
a
las
generaciones
jóvenes
como
a
los
adultos
y
que
preste
la
debida
atención
al
sector
de
población
menos
privilegiado,
par
ensanchar
las
bases
de
una
opinión
bien
informada
y
de
una
conducta
de
los
individuos,
de
las
empresas
y
de
las
colectividades
inspirada
en
el
sentido
de
su
responsabilidad
en
cuanto
a
la
protección
y
mejoramiento
del
medio
en
toda
su
dimensión
humana
(Sánchez,
1982:370).
44
Asimismo,
en
este
principio
se
indica
la
función
que,
al
respecto,
deben
desempeñar
los
medios
de
comunicación
masiva:
Como
puede
advertirse,
según
el
Principio
19
y
la
Recomendación
96
de
la
Declaración
de
Estocolmo,
la
“educación
en
cuestiones
ambientales”
está
pensada
no
sólo
para
los
jóvenes
sino
también
para
los
adultos,
lo
cual
sugiere
una
educación
con
carácter
permanente,
que,
asimismo,
deberá
llegar
a
todos
los
sectores.
Además,
el
impacto
de
esta
educación
habrá
de
sentirse
tanto
en
la
conformación
de
una
justa
opinión
pública
como
en
al
adopción
de
conductas,
individuales
y
colectivas,
responsables
respecto
de
la
protección
y
mejoramiento
del
ambiente.
Finalmente,
en
estas
partes
de
la
Declaración
se
adelanta
que
la
EA
no
debe
limitarse
a
la
escuela
sino
que
también
será
extraescolar,
con
una
participación
de
los
medios
de
comunicación
de
masas.
Esta
reunión,
que
puede
considerarse
como
la
plataforma
de
lanzamiento
del
PIEA,
se
llevó
a
cabo
en
octubre
de
1975,
en
la
ciudad
de
Belgrado,
contando
con
la
participación
de
más
de
60
países.
Sus
resolutivos
fueron
presentados
en
un
importante
documento
que
se
conoce
como
la
Carta
de
Belgrado.
45
ambiente
y,
de
hecho,
hacia
una
mejor
calidad
de
vida
para
las
generaciones
presentes
y
futuras.
La
meta
de
la
EA,
según
esta
declaración,
es
“lograr
que
la
población
mundial
tenga
conciencia
del
medio
y
se
interese
por
él
y
por
sus
problemas
y
que
cuente
con
los
conocimientos,
aptitudes,
actitudes,
motivación
y
deseo
necesarios
para
trabajar
individual
y
colectivamente
en
la
búsqueda
de
soluciones
a
los
problemas
actuales
y
para
prevenir
los
que
pudieran
aparecer
en
lo
sucesivo”
(s.
a.
[9]:1-‐2).
Los
objetivos
de
la
EA
(retomados
frecuentemente
en
esta
forma,
a
partir
de
entonces)
se
plantean
en
los
siguientes
términos:
• Toma
de
conciencia:
Ayudar
a
las
personas
y
a
los
grupos
sociales
a
que
adquieran
mayor
sensibilidad
y
conciencia
del
medio
ambiente
en
general
y
de
los
problemas
conexos.
• Conocimientos:
Ayudar
a
las
personas
y
a
los
grupos
sociales
a
adquirir
una
comprensión
básica
del
medio
ambiente
en
su
totalidad,
de
los
problemas
conexos
y
de
la
presencia
y
función
de
la
humanidad
en
él,
lo
que
entraña
una
responsabilidad
crítica.
• Actitudes:
Ayudar
a
las
personas
y
a
los
grupos
sociales
a
adquirir
las
aptitudes
necesarias
par
resolver
los
problemas
ambientales.
• Capacidad
de
evaluación.
Ayudar
a
las
personas
y
a
los
grupos
sociales
a
evaluar
las
medidas
y
programas
de
educación
ambiental,
en
función
de
los
factores
ecológicos,
políticos,
económicos,
sociales,
estéticos
y
educacionales.
• Participación:
Ayudar
a
las
personas
y
a
los
grupos
sociales
a
que
desarrollen
su
sentido
de
responsabilidad
y
a
que
tomen
conciencia
de
la
urgente
necesidad
de
prestar
atención
a
los
problemas
del
medio
ambiente,
para
asegurar
que
se
adopten
medidas
adecuadas
al
respecto
((Martínez,
s.
f).
46
En
las
“Directrices
básicas…”,
que
conforman
una
especie
de
código
deóntico
(lo
que
debe
ser),
se
señalan
algunas
características
que
ha
de
poseer
la
EA,
la
cual,
según
este
documento,
debe:
• Ser
un
proceso
continuo
y
permanente,
tanto
dentro
como
fuera
de
la
escuela.
• Adoptar
un
método
interdisciplinario.
• Considerar
al
ambiente
en
su
totalidad:
al
ambiente
natural
y
al
creado
por
el
hombre
(económico,
tecnológico,
social,
cultural,
etc.).
• Enfatizar
la
participación
activa
en
la
prevención
y
solución
de
los
problemas
ambientales.
• Examinar
las
principales
cuestiones
ambientales
en
una
perspectiva
mundial,
pero
considerando,
al
mismo
tiempo,
las
diferencias
regionales.
• Basarse
en
las
condiciones
ambientales
actuales
y
futuras.
• Examinar
todo
el
desarrollo
y
crecimiento
desde
el
punto
de
vista
ambiental.
• Promover
el
valor
y
la
necesidad
de
la
cooperación
al
nivel
local,
nacional
e
internacional,
en
la
solución
de
los
problemas
ambientales.
Este
evento,
uno
de
los
más
mencionados
en
la
literatura
sobre
el
tema,
tuvo
lugar
en
la
ciudad
de
Tbilisi,
capital
de
le
ex
república
socialista
de
Georgia,
del
14
al
26
de
octubre
de
1977.
Fue
organizado
por
la
UNESCO
conjuntamente
con
el
PNUMA,
y
contó
con
la
participación
de
65
representantes
de
organismos
de
las
Naciones
Unidas
y
gubernamentales.
En
esta
conferencia
se
aprobó,
por
consenso,
una
declaración,
conocida
como
Declaración
de
Tbilisi,
así
como
un
conjunto
de
41
recomendaciones
que
constituyen
un
verdadero
Plan
de
Acción
para
le
educación
ambiental
en
el
mundo.
Entre
estas
recomendaciones
las
hay
que
se
refieren
a
la
función,
objetivos
y
principios
rectores
de
la
educación
ambiental;
a
las
estrategias
para
el
desarrollo
de
ella
y
a
la
necesaria
cooperación
regional
e
internacional
para
realizarlo
en
buena
forma”
(Sánchez,
1982:371).
Cabe
señalar
que
el
proceso
de
preparación
de
la
Conferencia,
que
contó
entre
sus
actividades
con
la
realización
de
conferencias
regionales
previas
y
de
seminarios
técnicos
diversos,
sirvió
para
llamar
la
atención
sobre
el
tema
y
para
estimular
el
inicio
de
planes
piloto
de
EA
en
varios
países
del
mundo,
incluidos
algunos
de
la
cuenca
del
Caribe
(Sánchez,
1982).
Asimismo,
las
conclusiones
de
la
Conferencia
fueron
complementadas
por
un
estudio
de
las
necesidades
y
prioridades
internacionales
de
la
EA,
en
el
que
tomó
parte
un
80%
de
los
Estados
miembros
de
la
UNESCO
(Grabe,
1989).
En
la
Declaración
y
las
Recomendaciones
emanados
de
la
Conferencia
de
Tbilisi,
partiendo
de
la
proclama
de
Estocolmo
a
favor
de
la
defensa
y
mejora
del
medio
ambiente,
se
47
retoman
aspectos
básicos
de
la
EA,
,
reiterando
en
unos
casos
y
ampliando
o
especificando
en
otros,
algunos
de
los
planteamientos
fundamentales
de
la
Carta
de
Belgrado.
Así,
por
ejemplo,
las
finalidades
de
la
EA,
según
la
Recomendación
No.
2,
son:
Estas
finalidades
y
objetivos
se
entremezclan
en
la
definición
de
las
funciones
de
la
EA,
de
las
cuales
algunas
de
las
más
importantes
son:
• Lograr
que
los
individuos
y
las
colectividades
comprendan
la
naturaleza
compleja
del
medio
ambiente
natural
y
del
creado
por
el
hombre,
resultante
de
la
interacción
de
sus
aspectos
biológicos,
físicos,
sociales,
económicos
y
culturales,
y
adquieran
los
conocimientos,
los
valores,
los
comportamientos
y
las
habilidades
prácticas
para
participar
responsable
y
eficazmente
en
la
prevención
y
solución
de
los
problemas
ambientales
y
en
la
gestión
de
la
cuestión
de
la
calidad
del
medio
ambiente.
• Mostrar
con
toda
claridad
las
interdependencias
económicas,
políticas
y
ecológicas
del
mundo
moderno,
en
el
que
las
decisiones
y
comportamientos
de
los
diversos
países
pueden
tener
consecuencias
de
alcance
internacional.
En
ese
sentido,
la
educación
ambiental
debería
contribuir
a
desarrollar
un
espíritu
de
responsabilidad
y
de
solidaridad
entre
los
países
y
las
regiones
como
fundamento
de
un
nuevo
orden
internacional
que
garantice
la
conservación
y
la
mejora
del
medio
ambiente.
• Dispensar
los
conocimientos
necesarios
para
interpretar
los
fenómenos
complejos
que
configuran
el
medio
ambiente,
fomentar
aquellos
valores
éticos,
económicos
y
estéticos
que
constituyen
la
base
de
una
autodisciplina,
favorezcan
el
desarrollo
de
comportamientos
compatibles
con
la
preservación
y
mejoramiento
de
ese
medio,
así
como
una
amplia
gama
de
competencias
prácticas
necesarias
a
la
concepción
y
48
aplicación
de
soluciones
eficaces
a
los
problemas
ambientales
(UNESCO,
1978:28-‐
29
[Recomendación
No.
1]).
Por
lo
que
toca
a
los
destinatarios
de
la
EA,
se
señala
(Recomendación
No.
1,
Criterio
No.
9)
que
ésta
debería
a
todos
los
grupos
de
edad
y
socioprofesionales
de
la
población.
Estos
se
dividen
en
tres
categorías:
Por
otra
parte,
buscando
que
haya
una
relación
adecuada
entre
la
EA
y
las
condiciones
de
las
diferentes
realidades
nacionales,
en
la
Recomendación
No.
1
se
plantea,
entre
otras
cosas,
que:
49
• Confiar
a
la
escuela
un
papel
determinante
en
el
conjunto
de
la
educación
ambiental
y
organizar
con
ese
fin
una
acción
sistemática
en
la
educación
primaria
y
secundaria.
• Aumentar
los
cursos
de
la
enseñanza
superior
relativos
al
medio
ambiente.
• Contribuir,
mediante
la
EA,
en
la
búsqueda
de
una
nueva
ética
fundada
en
el
respeto
de
la
naturaleza,
el
respeto
del
hombre
y
su
dignidad,
el
respeto
del
porvenir,
y
en
la
exigencia
de
una
calidad
de
la
vida
accesible
a
todos,
con
un
espíritu
general
de
participación
(UNESCO,
1978:31).
Por
su
relevancia
y
sus
aportes,
la
Declaración
y
las
Recomendaciones
de
la
Conferencia
de
Tbilisi
“se
convirtieron
en
referencia
indispensable
para
los
organismos
y
las
personas
interesadas
en
la
E.A.”
(González
Muñoz,
1996:6).
Sin
embargo,
como
bien
señalan
Damin
y
Monteleone
(2002:23),
la
relectura
de
estos
documentos,
así
como
de
la
Carta
de
Belgrado,
permiten
afirmar
que
éstos
“resultan
aún
vigentes
y
ponen
en
evidencia
qué
poco
se
ha
avanzado,
dado
que
los
gobiernos
y
las
instituciones
todavía
no
han
llevado
a
la
práctica
la
mayor
parte
de
sus
recomendaciones”.
Esta
reunión
se
llevó
a
cabo
en
Moscú,
en
agosto
de
1987,
organizada
también
por
la
UNESCO
y
el
PNUMA,
y
contó
con
la
participación
de
representantes
de
110
países.
Según
Ma.
Carmen
González
(1996:6),
los
diez
años
transcurridos
entre
la
Conferencia
de
Tbilisi
y
el
Congreso
de
Moscú
“son
trascendentales
para
la
E.A.,
que
de
una
vaga
aspiración
pasa
a
convertirse
en
un
cuerpo
teórico
sólido
y
dotado
de
una
estrategia
rigurosa
y
con
carácter
institucional”.
Durante
este
tiempo
tuvieron
lugar
varios
eventos
e
iniciativas
que
influyeron
de
manera
importante
en
la
evolución
de
la
EA
en
los
años
siguientes.
Así,
por
ejemplo,
en
1980,
la
UICN,
que
reúne
a
organismos
gubernamentales
y
no
gubernamentales
a
nivel
mundial
para
preservar
el
estado
de
la
naturaleza,
elaboró,
con
la
intención
de
contribuir
a
la
política
ambiental
internacional,
la
Primera
Estrategia
Mundial
para
la
Conservación,
diseñada
de
acuerdo
con
el
espíritu
conservacionista
que
inspira
a
la
institución
y
a
Comisión
que,
dentro
de
ésta,
se
responsabiliza
de
la
dimensión
educativa
(Comisión
sobre
Educación
y
Comunicación)
(Campillo,
1999).
Por
otra
parte,
en
mayo
de
1982,
se
llevó
a
cabo
en
Nairobi
una
reunión
mundial
para
analizar
el
estado
del
medio
ambiente,
a
diez
años
de
la
Conferencia
de
las
Naciones
Unidas
sobre
el
Medio
Humano.
En
un
documento
emanado
de
esta
reunión,
conocido
como
la
Declaración
de
Nairobi,
se
recalca
la
necesidad
de
aumentar
la
comprensión
pública
y
política
acerca
de
la
importancia
del
medio
ambiente,
mediante
la
información,
la
educación
y
la
capacitación.
También,
en
septiembre
de
1982,
en
el
marco
del
PIEA,
se
llevó
a
cabo
en
París
la
Reunión
50
Internacional
de
Expertos
en
Educación
Ambiental,
cuyos
resultados,
plasmados
en
el
informe
respectivo,
son
muy
ricos
en
propuestas
y
sugerencias.
En
el
Congreso
de
Moscú
se
propuso
y
aprobó
un
documento
que
fue
titulado
Elementos
para
una
estrategia
de
acción
en
materia
de
educación
y
formación
ambientales
para
el
decenio
de
1990,
fruto
del
trabajo
y
de
investigaciones
que
durante
algunos
años
se
habían
llevado
a
cabo
a
partir
del
PIEA.
En
este
documento
se
formulaban
los
tres
ejes
temáticos
que
pretendían
conducir
la
EA
en
dicha
década,
a
saber:
51
8. Formación
de
especialistas:
Fomento
de
una
formación
científica
y
técnica
especializada
en
materia
del
medio
ambiente.
9. Cooperación
internacional
y
regional:
Desarrollo
de
la
educación
ambiental
mediante
una
cooperación
coherente
a
nivel
internacional
y
regional.
(UNESCO,
1987:12-‐32).
• El
incendio
de
una
planta
de
la
empresa
Union
Carbide,
dedicada
a
la
producción
de
pesticidas,
en
Bhopal,
ocurrida
en
1984.
En
este
accidente
murieron
7,000
personas
y
otras
350,000
quedaron
afectadas
por
la
contaminación
química.
• El
accidente
nuclear
de
la
central
eléctrica
ucraniana
de
Chernobyl,
en
1986,
con
el
cual
se
liberó
a
la
atmósfera
la
mayor
cantidad
de
radioactividad
en
toda
la
historia
de
la
humanidad
(200
veces
más
que
la
de
las
dos
bombas
nucleares
arrojadas
en
Japón
en
1945).
• El
derrame
petrolero
del
buque
Exxon
Valdez,
que
en
1989,
debido
a
fallas
humanas,
encalló
frente
a
las
costas
de
Alaska,
y
sobre
el
que
se
afirma
que
deberán
pasar
más
de
30
años
para
que
el
ecosistema
afectado
recupere
su
dinámica
natural
(Damin
y
Monteleone,
2002).
Además,
en
esta
década
se
evidenciaría
aun
más
el
carácter
global
de
los
problemas
ambientales
y
se
comenzarían
a
enfatizar
las
cuestiones
relacionadas
con
la
desigualdad
mundial
y
con
el
desequilibrio
Norte-‐Sur.
“La
E.A.
–opina
González
Muñoz
(1996)–
responderá
a
estos
desafíos
acentuando
el
carácter
sistémico
de
sus
planteamientos,
señalando
la
importancia
de
las
interrelaciones
entre
los
problemas,
y,
por
tanto,
asentado
aún
su
carácter
de
dimensión
y
no
de
asignatura”.
52
Conferencia
de
las
Naciones
Unidas
sobre
Medio
Ambiente
y
Desarrollo
(CNUMAD)
Por
su
parte,
el
Foro
Global,
en
el
cual
no
sólo
se
abordaron
los
temas
de
la
agenda
de
los
jefes
de
Estado,
sino
también
otros
que
no
fueron
considerados
por
éstos,
culminó
con
la
emisión
de
una
serie
de
documentos
alternativos:
declaraciones
como
la
llamada
Declaración
de
Río
y
la
denominada
Carta
de
la
Tierra,
compromisos
y
tratados
sobre
temas
muy
variados.
Para
muchos,
los
resultados
de
la
CNUMAD
fueron,
en
general,
decepcionantes,
pues
no
respondieron
a
las
altas
expectativas
que
una
reunión
de
tal
magnitud
y
ocurrida
en
tales
momentos,
había
despertado
en
el
mundo.
Estas
expectativas,
de
hecho,
no
se
vieron
reflejadas
en
las
decisiones
que
entonces
se
tomaron.
Como
señalan
Damin
y
Monteleone
(2002:25-‐27),
la
CNUMAD
“tenía
como
propósito
que
los
gobiernos
tomasen
conciencia
de
la
necesidad
de
marcar
un
punto
de
inflexión
en
el
53
modelo
económico
actual
y
reorientarlos
hacia
el
desarrollo
sustentable”.22
Se
planteaba,
en
el
ámbito
internacional,
la
necesidad
de
alcanzar
una
política
integrada
y
su
relación
con
los
estilos
de
desarrollo,
teniendo
en
cuenta
no
sólo
a
las
generaciones
presentes
sino
también
a
las
futuras.
Sin
embargo,
cuando
llegaba
la
hora
de
definir
los
hechos
y
los
objetivos
más
concretos,
los
tratados
dejaban
de
ser
vinculantes
y
aparecían
los
intereses
divergentes
entre
los
países
en
desarrollo
y
los
países
desarrollados.23
Así,
los
acuerdos
firmados
resultaron
muy
débiles
y
difusos,
y
lo
suficientemente
ambiguos
como
para
que
los
Estados
con
mayor
grado
de
responsabilidad
en
la
crisis
planetaria
no
los
implementasen
efectivamente.
Algunos
de
los
acuerdos
logrados
en
la
CNUMAD
que
se
consideran
como
un
avance
en
esta
magna
reunión
fueron:
el
Convenio
sobre
la
Diversidad
Biológica,
la
Convención
Marco
sobre
el
Cambio
Climático,
la
Convención
sobre
la
Desertificación,
la
Declaración
de
los
Bosques
y,
desde
luego,
la
Declaración
de
Río
sobre
Medio
Ambiente
y
Desarrollo.
22
El concepto de desarrollo sustentable (o desarrollo sostenible) se había gestado ya algunos años atrás y se había
concretado, a fines de los años ochenta, en los trabajos de la Comisión Mundial del Medio Ambiente y Desarrollo
(también conocida como Comisión Bruntland), constituida a instancias de las Naciones Unidas, en los cuales se
planteaban no sólo las consecuencias de los problemas ambientales sino también sus causas, relacionándolas con la
economía mundial y con los modelos de desarrollo. En el famoso libro de esta comisión Nuestro futuro común (1989), se
avanza sobre el concepto de ecodesarrollo para definir el de desarrollo sustentable como aquél que satisface las
necesidades de las generaciones actuales sin comprometer las de las futuras, atendiendo al equilibrio social y ecológico y,
prioritariamente a las necesidades de los más pobres (González Muñoz, 1996:10).
23
Por ejemplo, los Estados Unidos y otros países industrializados retiraron de los documentos, en ese momento, cualquier
mención a plazos y metas para reducir las emisiones de gases invernadero, ya reconocida desde entonces como causa de
una posible catástrofe ecológica.
54
escolares
y
los
métodos
de
Educación
y
aprovechando,
para
ello,
la
experiencia
de
las
ONGs”
(González
Muñoz,
1996:11).
En
los
principios
de
este
Tratado
se
establece,
entre
otras
cosas,
que
la
educación
es
un
derecho
de
todos,
debe
estar
basada
en
un
pensamiento
crítico
e
innovador,
con
una
perspectiva
holística
y
dirigida
a
tratar
las
causas
de
las
cuestiones
globales
críticas,
con
una
visión
sistémica
y
en
su
contexto
social
e
histórico.
Esta
reunión
organizada
por
la
UNESCO
y
el
Gobierno
Griego,
se
llevó
a
cabo
en
la
ciudad
de
Salónica
(o
Tesalónica),
Grecia,
en
el
periodo
del
8
al
12
de
diciembre
de
1997.
En
ella
participaron
representantes
de
organizaciones
gubernamentales,
intergubernamentales
y
no
gubernamentales
(ONGs)
y
miembros
de
la
sociedad
civil
en
general,
procedentes
de
90
países.
Como
resultado
de
los
trabajos
de
esta
Conferencia
se
emitió
un
documento,
conocido
como
Declaración
de
Salónica,
el
cual
fue
adoptado
unánimemente
por
los
participantes.
En
la
Declaración
de
Salónica,
al
igual
que
en
otros
documentos
similares,
se
afirma
que
las
recomendaciones
y
planes
de
acción
de
las
grandes
reuniones
internacionales
relativas
55
a
la
EA,
desde
la
de
Belgrado
hasta
la
entonces
más
reciente,
que
había
sido
el
Congreso
Mundial
sobre
Educación
y
Comunicación
en
Medio
Ambiente
y
Desarrollo
(Toronto,
1992),
seguían
teniendo
vigencia
y
no
habían
sido
todavía
explorados
a
fondo.
Asimismo,
se
considera
que
los
progresos
realizados,
a
cinco
años
de
la
celebración
de
la
Cumbre
de
Río,
seguían
siendo
insuficientes,
según
lo
había
constado
la
comunidad
internacional.
Igualmente,
se
señala
que
los
programas
de
acción
de
las
últimas
grandes
conferencias
internacionales
sobre
diversas
áreas
(Medio
Ambiente
y
Desarrollo,
Derechos
Humanos,
Población
y
Desarrollo,
Mujeres,
Desarrollo
Social
y
Asentamientos),
en
las
cuales
se
había
desarrollado,
enriquecido
y
reforzado
la
visión
de
la
educación
y
la
sensibilización
del
público,
debían
ser
puestos
en
marcha
por
los
poderes
públicos,
la
sociedad
civil,
el
sistema
de
Naciones
Unidas
y
otras
organizaciones
internacionales.
En
este
mismo
sentido,
entre
las
recomendaciones
que
se
hacen,
se
aboga
porque
los
gobiernos,
las
instituciones
financieras
y
otras
instancias
apoyen
la
educación
y
la
sensibilización,
otorgándoles
los
medios
y
recursos
para
que
cumplan
su
papel:
el
trabajar
por
un
porvenir
sostenible.
56
locales,
medios
universitarios,
empresas,
consumidores,
ONGs
y
medios
de
comunicación,
entre
otros.
• “La
reorientación
de
toda
la
educación
en
el
sentido
de
la
sostenibilidad
concierne
a
todos
los
niveles
de
la
educación
formal,
no
formal
e
informal
en
todos
los
países.
• “La
cuestión
de
la
sostenibilidad
debe
ser
abordada
según
una
aproximación
holística,
interdisciplinaria,
en
la
que
las
diferentes
disciplinas
e
instituciones
se
mezclan,
conservando
cada
una
su
identidad
propia”.
Esta
magna
reunión
tuvo
lugar
Johannesburgo,
Sudáfrica,
en
el
periodo
del
26
de
agosto
al
4
de
septiembre
de
2002.
Fue
organizada
por
la
ONU
y
contó
con
la
participación
de
representantes
de
191
países,
así
como
de
representantes
de
Comisiones
regionales,
órganos
y
programas
de
las
Naciones
Unidas,
Secretarías
de
Convenciones,
organismos
especializados
y
organizaciones
conexas,
organizaciones
intergubernamentales
y
ONGs,
entre
otros.
Durante
los
diez
de
duración
del
evento
se
llevaron
a
cabo
17
reuniones
plenarias.
En
la
última
de
ellas
fueron
aprobados
los
dos
documentos
básicos
de
la
Cumbre:
por
una
parte,
la
Declaración
política,
que
consiste
esencialmente
en
la
expresión
de
los
compromisos
y
responsabilidades
asumidas
en
esta
reunión,
y,
por
otra,
el
Plan
de
Aplicación
de
las
decisiones
de
la
Cumbre,
un
extenso
documento
en
el
cual
se
concretan,
en
forma
de
directrices
y
recomendaciones,
los
compromisos
asumidos.
En
general,
en
este
documento
se
pide
“apoyar
el
uso
de
la
educación
para
promover
el
desarrollo
sustentable”.
Algunas
“medidas
urgentes”
que
se
sugieren
para
ellos
son:
57
• Integrar
la
tecnología
de
la
información
y
las
comunicaciones
en
la
elaboración
de
planes
de
estudios
para
garantizar
su
disponibilidad
en
las
comunidades
urbanas
y
rurales.
• Favorecer
el
intercambio
de
experiencias
y
capacidad,
entre
países,
a
través
de
un
mayor
acceso
de
estudiantes,
investigadores
e
ingenieros
de
países
en
desarrollo,
a
programas
de
universidades
y
centros
de
investigación
de
los
países
desarrollados.
• Seguir
poniendo
en
práctica
el
programa
de
trabajo
sobre
educación
para
el
desarrollo
sostenible,
de
la
Comisión
sobre
el
Desarrollo
Sostenible.
En
el
esquema
de
implantación
propuesto,
la
UNESCO
hace
un
llamado
a
los
gobiernos
par
iniciar
los
preparativos
para
la
Década
estableciendo
un
conjunto
de
alianzas
a
todos
los
niveles:
local,
nacional
e
internacional,
e
involucrando
a
todas
las
esferas
públicas
y
privadas:
el
gobierno,
las
organizaciones
de
la
sociedad
civil,
los
empresarios,
la
academia
y
los
comunicadores,
entre
otros
muchos
implicados.
El
propósito
de
lo
anterior
era
contar,
desde
el
comienzo
de
la
Década,
con
una
buena
plataforma
institucional
y
social
para
que
las
ambiciosas
metas
del
mismo
encontrasen
condiciones
más
favorables
para
ser
alcanzadas
(González
Gaudiano,
2006;
s.
a.
[12]).
La
propuesta
de
la
UNESCO
para
el
Decenio
se
basa
en
cuatro
pilares,
con
los
que
pretende
alcanzar
el
Desarrollo
Sostenible
mediante
la
educación:
58
• Responsabilidad
colectiva
y
sociedad
constructiva:
Aprender
a
vivir
juntos.
• Actuar
con
determinación:
Aprender
a
hacer.
• Indivisibilidad
de
la
dignidad
humana.
Aprender
a
ser.
En
los
aproximadamente
30
años
que
cubre
el
recorrido
histórico
que
realizamos
en
este
capítulo
han
tenido
lugar,
además
de
las
grandes
reuniones
mundiales
aquí
reseñadas,
una
gran
cantidad
de
eventos
y
reuniones
sobre
EA
a
niveles
más
reducidos,
regionales
o
internacionales
con
alcance
más
limitado.
Igualmente
durante
todo
este
ha
surgido
un
sinfín
de
programas,
organizaciones
y
asociaciones
desde
los
cuales
se
ha
avanzado
en
el
desarrollo
de
la
EA
a
estas
escalas
más
reducidas.
Muchas
de
estas
reuniones
a
niveles
regional
o
internacional
han
estado
vinculadas
a
las
grandes
reuniones
y
foros
mundiales,
en
algunas
ocasiones
derivándose
de
éstas,
pero
en
otras
incluso
anticipándose
a
los
planteamientos
emanados
de
tales
foros
globales.
Un
ejemplo
de
la
segunda
situación
es,
en
el
ámbito
latinoamericano,
el
Taller
Subregional
de
Educación
Ambiental,
previo
a
la
Conferencia
de
Tbilisi,
que
se
realizó
en
Chosica,
Perú,
en
marzo
de
1976,
con
representantes
de
Cuba,
Panamá,
Perú
y
Venezuela,
así
como
observadores
de
Argentina,
Brasil
y
Uruguay
(sobre
esta
reunión
y
las
que
en
seguida
se
mencionan,
ver
González
Muñoz,
1996:
8-‐9).
Otra
reunión
importante
en
la
región
fue
el
Seminario
Latinoamericano
de
Educación
Ambiental,
llevado
a
cabo
en
Caracas,
en
noviembre
de
1981,
en
el
cual
se
vuelve
a
poner
de
relieve
el
sentido
interdisciplinar
de
la
inclusión
de
la
EA
en
el
curriculum,
así
como
el
posible
papel
coordinador
de
esfuerzos
que
significa,
en
el
área,
la
actuación
de
la
UNESCO
y
de
las
ONGs.
La
cantidad
de
reuniones
celebradas
durante
los
años
setenta
y
ochenta
en
el
ámbito
latinoamericano
es
muy
grande.
De
entre
éstas
podemos
mencionar
las
realizadas
en:
México
(1977
y
1984),
Montevideo
(1978),
La
Habana
(1979),
Costa
Rica
(1979),
Managua
(1982),
Venezuela
(1988)
y
Buenos
Aires
(1988).
60
Posteriormente,
en
junio
de
1997,
se
realizó,
de
nuevo
en
Guadalajara,
el
Segundo
Congreso
Iberoamericano
de
Educación
Ambiental,
que
fue
convocado
por
el
PNUMA
y
la
UNESCO,
la
UNICEF,
el
Programa
de
las
Naciones
Unidas
para
el
Desarrollo
(PNUD),
la
UICN,
LA
Secretaría
de
Educación
Pública
(SEP),
el
gobierno
del
estado
de
Jalisco,
la
Universidad
de
Guadalajara,
el
Ayuntamiento
de
Tlaquepaque
y
la
Asociación
Internacional
de
Estudiantes
en
Ciencias
Económicas
y
Comerciales.
A
este
Segundo
Congreso
asistieron
962
representantes,
de
25
países
(la
mayoría,
americanos,
pero
también
algunos
de
Europa:
España,
Portugal,
Francia
y
Suiza),
por
lo
que
convirtió
en
el
evento
que,
a
nivel
iberoamericano,
ha
conseguido
reunir
a
la
mayor
cantidad
de
países
y
de
participantes.
Durante
los
cinco
días
que
duró
este
Congreso,
los
participantes
se
dieron
a
la
tarea
de
analizar,
debatir
y
proyectar
los
avances
de
EA
en
la
región.
Las
conclusiones,
fruto
de
la
actividad
en
siete
mesas
de
trabajo,
se
presentaron
en
sendos
documentos,
con
la
siguiente
temática:
Actualmente,
y
como
resultado
de
la
evolución
que
ha
tenido
el
concepto
de
Educación
Ambiental,
existe
cierto
consenso
entre
los
estudiosos
y
teóricos
de
esta
materia
en
cuanto
a
la
manera
de
entender
ésta,
al
menos
respecto
a
ciertas
características
básicas,
las
cuales
han
ido
incorporándose
de
los
aportes
habidos
en
el
trayecto
de
alrededor
de
40
años
de
desarrollo
conceptual.
Algunos
de
estos
rasgos
se
describen
a
continuación:25
-‐Es
un
proceso
permanente.
La
EA
es
un
proceso
que
debe
impactar
a
las
personas
a
lo
largo
de
toda
su
vida.
Por
lo
tanto,
no
puede
circunscribirse
a
la
educación
escolarizada
(educación
formal),
sino
que
también
debe
impartirse
en
ámbitos
extraescolares
(educación
no
formal)
e
incluso
en
la
vida
cotidiana,
en
los
ámbitos
familiar,
comunitario,
etc.
(educación
informal).
Por
ello,
también,
la
EA
debe
alcanzar
a
todos
los
sectores
de
la
población.
En
tal
sentido,
se
sitúa
en
las
corrientes
de
Educación
Abierta.
24
Estas conclusiones pueden consultarse en: http://www.jmarcano.com/educa/docs/ibero.html
25
Esta caracterización se basa en lo expuesto en: González Muñoz, 1996; Damin y Monteleone, 2002; Sánchez, 1982.
61
-‐El
conjunto
de
sus
objetivos
es
amplio,
pues
comprende
tanto
conocimientos
como
toma
de
conciencia,
actitudes,
aptitudes
o
competencias
y
participación
en
la
acción,
principalmente.
La
EA
no
debe
limitarse
a
alguno
de
estos
objetivos
descuidando
los
otros,
por
más
que
alguno(s)
se
considere(n)
más
importante(s)
que
los
demás.
Se
dice,
por
ejemplo,
que
la
EA
busca
el
cambio
de
actitudes
y
comportamientos,
pero
el
lograr
esto
requiere
de
información,
concienciación,
habilidades,
disposición
para
la
participación,
entre
otras
condiciones.
-‐Constituye
un
movimiento
ético
(Novo,
1988;
cit.
por
González
Muñoz,
1996).
La
EA
responde
a
la
necesidad
de
que
el
ser
humano
adquiera
una
nueva
ética,
basada
en
una
forma
más
“ecológica”
de
analizar
la
realidad
global,
en
la
que
se
vea
a
sí
mismo
como
parte
integrante
del
entorno,
sobre
el
cual
puede
influir
decisivamente,
pero
que,
a
su
vez,
condiciona
la
vida
humana.
Se
trata
de
desprenderse
de
la
visión
fuertemente
antropocéntrica26
que
hasta
ahora
ha
caracterizado
la
relación
hombre-‐medio
ambiente,
para
avanzar
a
una
visión
de
tipo
biocéntrico
y
a
una
cosmovisión
de
solidaridad
con
la
naturaleza.
La
EA
implica,
pues,
un
cambio
de
valores,
que
habrá
de
traducirse
en
un
cambio
de
actitudes.
En
efecto,
como
señalan
Damin
y
Monteleone
(2002:28),
la
EA
“tiene
un
enorme
potencial
para
trabajar
los
contenidos
actitudinales
y
(…)
permite
generar
cierta
conciencia
que
favorezca
una
elección
ambientalmente
responsable
a
la
hora
de
tomar
decisiones
en
torno
a
distintos
consumos”.
Estos
mismos
autores
(Íbid.
págs.
29-‐30)
mencionan
algunos
valores
“universalmente
conocidos
y
consensuados”
que,
según
diversos
documentos
de
la
UNESCO,
pueden
trabajarse
desde
la
EA:
• La
responsabilidad
en
relación
con
el
uso
de
los
recursos
que
el
planeta
ofrece.
• El
reconocimiento
del
carácter
finito
de
los
recursos
naturales
y
de
la
necesidad
de
racionalizar
su
uso,
de
conservarlos
y
renovarlos.
• La
actitud
crítica
ante
el
reparto
desigual
de
los
recursos
entre
los
pueblos
del
planeta
y
la
solidaridad
con
aquellos
que
sufren
la
escasez
de
recursos
y
alimentos.
• La
cooperación
para
resolver
los
problemas
ambientales.
• El
rechazo
de
las
prácticas
coleccionistas
(por
ejemplo,
cautiverio
o
colección
de
animales
silvestres,
extraños
o
vistosos),
para
no
contribuir
a
la
degradación
del
medio.
• El
absoluto
respeto
por
todas
las
formas
de
diversidad
existentes
(biológica,
cultural,
étnica,
de
género,
de
ideas,
etc.).
26
Según este enfoque antropocéntrico, “el hombre es el centro del Universo y todo lo demás, el mundo subhumano, no
tiene valor por sí mismo, sino que lo adquiere en función de la utilidad que produce al hombre. El desarrollo de la
tecnología moderna ha significado justamente la instrumentación de esa tesis” (Sánchez, 1982).
62
A
estos
valores,
González
Muñoz
(1996)
añade
una
forma
de
solidaridad
que
llama
“diacrónica”,
la
cual
nos
responsabiliza,
como
seres
históricos,
de
la
herencia
dejada
a
las
generaciones
futuras
(compromiso
transgeneracional).
-‐Se
vincula
con
los
objetivos
del
Desarrollo
Sustentable
(DS).
Aunque
actualmente
no
existe
un
consenso
completo
respecto
a
la
relación
entre
EA
y
DS,
la
EA,
como
aquí
se
plantea,
puede
y
debe
ser
un
factor
estratégico
en
la
búsqueda
de
nuevos
caminos
o
63
modelos
alternativos
de
desarrollo,
reorientando
el
modo
establecido,
hacia
la
sustentabilidad,
pero
considerando
que
este
desarrollo
ha
de
ser
no
sólo
económico
sino
también
social
y
humano.
En
tal
sentido,
la
EA
debe
comprometerse
con
los
ideales
del
mejoramiento
de
la
calidad
de
vida
en
condiciones
de
equidad,
en
todos
sentidos,
así
como
el
respecto
a
la
diversidad
cultural,
etc.,
en
una
actitud
de
compromiso
permanente
para
la
transformación
social.
64
65
Según
hemos
visto,
el
concepto
de
Educación
Ambiental
no
es
estático
sino
que
se
encuentra
sujeto
a
cambios
y
transformaciones,
en
un
proceso
de
construcción
permanente
y
colectivo
que
se
lleva
a
cabo
a
diferentes
niveles:
mundial,
regional,
nacional
y
local.
En
este
proceso
de
evolución,
que
a
la
fecha
cuenta
ya
con
más
de
cuarenta
años,
se
han
ido
definiendo
lineamientos,
directrices
y
principios
que
han
servido
de
pauta
para
el
desarrollo
y
concreción
de
la
EA
en
contextos
sociales
y
educativos
específicos.
Así,
en
nuestro
caso,
a
partir
de
lo
expuesto
en
los
capítulos
anteriores
podemos
derivar
algunas
especificaciones
relativas
a
cuestiones
curriculares
y
pedagógicas
de
la
EA
Aun
cuando
la
EA
suele
definirse
como
“un
proceso”,
puede
afirmarse
que,
en
sentido
estricto,
se
trata
de
múltiples
y
diversos
procesos,
cada
uno
con
características
propias,
que
tienen
lugar
en
distintas
circunstancias
y
que
pueden
guardar
entre
sí
un
mayor
o
menor
grado
de
articulación
y
de
continuidad.
Por
ello,
es
conveniente
establecer
distinciones
entre
estos
procesos,
considerando,
en
principio
y
mínimamente
algunos
tipos
o
modalidades
de
EA.
66
Conviene
aclarar
que,
aunque
los
fenómenos
educativos
que
constituyen
la
EA
no
formal
se
realizan
“al
margen
del
sistema
estructurado
de
enseñanza,
es
decir,
al
margen
de
la
escuela,
están
organizados
expresamente
para
lograr
determinadas
disposiciones
cognitivas
y
valorativas,
por
lo
se
trata,
también,
de
procesos
intencionales,
estructurados
y
sistemáticos”
(Sureda,
s.f.;
cit.
por
Castro
y
Balzaretti,
2000:2).
La
EA
no
formal
puede
ser
promovida
y
realizada
por
agentes
muy
diversos:
ONGs,
grupos
ecologistas,
ayuntamientos,
comunidades
autónomas,
etc.
(Novo,
1996).
Por
ello,
sus
destinatarios
son,
prácticamente,
toda
la
población,
el
público
en
general.
• Educación
Ambiental
informal.
La
EA
informal
está
constituida
por
los
procesos
de
transmisión-‐adquisición
de
conocimientos,
valores,
actitudes,
hábitos,
destrezas,
etc.
relativos
al
medio
ambiente,
que,
de
manera
no
intencionada,
tienen
lugar
en
la
cotidianidad,
a
partir
de
las
experiencias
de
las
personas
en
la
interacción
con
su
entorno
natural,
social
y
cultural,
en
ámbitos
como
la
vida
familiar,
el
trabajo
y
la
recepción
de
información
a
través
de
los
medios
de
comunicación.
En
relación
a
la
modalidad
formal
de
la
EA,
hay
que
tomar
en
cuenta
que
la
introducción
de
ésta
en
los
curricula
requiere
de
clarificar
dos
cuestiones
básicas,
muy
relacionadas
entre
sí:
la
índole
de
“lo
ambiental”
como
contenido
y
el
modelo
conforme
al
cual
dicho
contenido
se
incorporará
al
curriculum.
Respecto
de
la
primera
cuestión,
hay
que
recordar
que
la
tendencia
inicial,
en
los
países
pioneros
en
la
inclusión
de
temas
ambientales
en
la
escuela,
fue
la
de
considerar
a
la
EA
como
un
contenido
separado,
presentándolo
como
una
asignatura
particular
o
como
parte
de
alguna
asignatura
(por
ejemplo,
ecología,
biología,
geografía…)
o
área
(por
ejemplo,
ciencias
naturales)
afín.
Sin
embargo,
de
acuerdo
con
la
evolución
conceptual
en
este
campo
y
con
las
recomendaciones
emanadas
de
los
foros
internacionales,
basadas
en
argumentos
como
la
diversidad
de
los
objetivos
de
la
EA
y
la
complejidad
de
la
67
problemática
ambiental
y
de
sus
posibles
vías
de
solución,
fue
predominando
la
tendencia
a
lo
que
se
conoce
como
“ambientalización
de
los
currículos”,
que
pretende
que
la
EA
impregne
todas
las
asignaturas,
lo
que
equivale
a
decir
que
se
harán
transversales
los
contenidos
ambientales
(Damin
y
Monteleone,
2002).
Los
contenidos
conocidos
como
transversales,
como
es
sabido,
corresponden
a
temas
que
son
llamados
también
así
(“temas
transversales”)
porque
no
pertenecen
de
modo
exclusivo
a
una
única
área
educativa
sino
que
están
presentes
de
manera
global
en
los
objetivos
y
contenidos
de
todas
ellas
(MEC,
1994;
cit.
por
Campillo,
1999).
Estos
temas
responden
a
la
necesidad
de
educar
en
determinados
valores,
los
cuales
conducirán
a
la
adopción
de
actitudes
y
hábitos
favorables
a
la
solución
de
problemas
cruciales
de
las
sociedades
de
nuestro
tiempo,
en
diversos
ámbitos.
Por
ello,
algunos
de
los
temas
transversales
que
se
han
propuesto
par
incluir
en
los
curricula
son:
la
Educación
para
la
Paz,
la
Educación
para
la
Salud,
la
Educación
Moral
y
Cívica
y
la
Educación
Ambiental,
ente
otros.
Puede
afirmarse,
a
partir
de
estas
características,
que
la
inclusión
de
los
temas
transversales
en
el
curriculum
supone
una
formación
más
integral
de
los
educandos
y,
por
ende,
una
educación
de
mayor
calidad.
Sin
embargo,
a
pesar
de
las
bondades
potenciales
de
la
transversalidad,
se
ha
encontrado
que
su
implementación
en
la
práctica
educativa
ha
enfrentado
algunas
dificultades,
que
se
han
constituido
en
impedimentos
para
que
los
contenidos
transversales
sean
desarrollados
como
idealmente
se
prevé.
Para
el
caso
de
la
EA,
por
ejemplo,
un
problema
que
se
ha
advertido
es
que,
aun
cuando
los
docentes
acuerdan
enseñar
los
contenidos
correspondientes
entre
todos,
en
la
práctica
no
los
desarrolla
ninguno.
“De
este
modo
–
señalan
Damin
y
Monteleone
(2002:53-‐54)–
se
produce
una
suerte
de
fragmentación
y
desdibujamiento
del
contenido,
que
en
lugar
de
impregnar
de
un
enfoque
o
mirada
ambiental
al
currículo,
termina
resultando
un
contenido
no
tratado
por
nadie,
al
menos
con
la
profundidad
necesaria
para
alcanzar
los
objetivos
de
la
Educación
Ambiental.
Según
estos
autores,
tal
problema
se
debe,
por
una
parte,
a
que
en
las
escuelas
no
existe
una
fuerte
tradición
en
el
abordaje
de
los
contenidos
con
criterio
transversal
y,
por
otra,
que
los
profesores
no
cuentan
con
la
necesaria
cultura
ambiental,
ya
que
en
la
formación
docente
no
existen
espacios
curriculares
dedicados
a
esta
área
como
educación
en
valores.
68
En
lo
tocante
al
modelo
para
llevar
a
cabo
la
incorporación
de
los
contenidos
ambientales
en
la
estructura
o
plan
curriculares,
González
Muñoz
(1996:23-‐26)
presenta
las
opciones
posibles,
a
partir
del
análisis
de
algunos
sistemas
educativos.
En
un
primer
momento,
expone
dos
grupos
generales
de
posibilidades:
el
tratamiento
disciplinar
y
el
tratamiento
interdisciplinar.
En
el
primero
de
ellos,
la
EA
puede
descansar
y
ser
objeto
de
una
disciplina
específica
o
impartirse,
de
modo
multidisciplinar,
por
medio
de
las
asignaturas
escolares
ya
existentes,
a
veces
modificadas
para
tal
efecto.
En
el
segundo
caso,
Más
adelante,
esta
misma
autora
describe
cada
uno
de
los
modelos
específicos
que
están
incluidos
en
este
agrupamiento,
a
saber:
69
los
componentes
del
sistema
educativo,
lo
que
implica
un
análisis
del
contexto
escolar
y
una
atención
importante
a
su
estructura
y
funcionamiento.
• Tratamiento
mixto.
En
los
sistemas
mixtos,
algunos
de
los
modelos
anteriores
se
combina
con
la
presencia
de
alguna(s)
materia(s),
generalmente
optativas,
de
apoyo
a
la
EA
o
al
conocimiento
del
medio.
A
decir
de
González
Muñoz
(1996:25),
el
modelo
que
más
se
adecua
con
la
noción
de
transversalidd
expuesta
arriba
es
el
modelo
transdisciplinar,
ya
que,
en
su
sentido
más
ortodoxo,
el
carácter
transversal
no
sólo
afecta
a
las
asignaturas
sino
que
las
desborda,
refiriéndola
a
objetivos
y
actividades
más
generales.
De
esta
manera,
los
temas
y
problemas
definidos
requieren
de
la
colaboración
de
las
distintas
disciplinas
y
deben
tratarse
de
manea
complementaria
y
no
paralela;
además,
la
transversalidad
impregna
todos
los
planteamientos,
organización
y
actividades
del
centro
educativo.
La
elección
de
las
estrategias
pedagógicas
más
apropiadas
para
el
desarrollo
de
la
EA
debe
partir
de
la
definición
del
objetivo
de
ésta
en
el
ámbito
escolar.
Este
objetivo,
expresado
de
manera
muy
atinada
por
Ma.
Carmen
González
(1996:14),
se
concreta
en
“dotar
al
alumnado
de
las
experiencias
de
aprendizaje
que
le
permitan
comprender
las
relaciones
de
los
seres
humanos
con
el
medio,
la
dinámica
y
consecuencias
de
esta
interacción,
promoviendo
la
participación
activa
y
solidaria
en
la
búsqueda
de
soluciones
a
los
problemas
planteados”.
Este
objetivo
–señala
la
misma
autora–
se
basa,
a
su
vez,
en
ciertos
principios
de
la
EA
–ya
mencionados
en
el
capítulo
anterior−
que
bien
pudiéramos
considerar
como
principios
de
procedimiento
(V.
Pérez,
1994)
y,
para
ser
alcanzado,
debe
adoptar
unos
contenidos
y
unos
métodos
que
le
son
propios;
por
ello,
la
EA
necesita
un
marco
educativo
distinto,
pues
no
es
compatible
con
determinados
enfoques
de
la
enseñanza
ni
con
ciertos
métodos
tradicionales.
Para
la
EA,
por
ejemplo,
no
basta
con
abordar
los
contenidos
sólo
a
través
de
la
vía
del
entendimiento,
como
en
la
enseñanza
tradicional,
sino
que
se
requiere
acudir
a
la
experiencia
vital
de
los
educandos.
Por
ello,
su
metodología
ha
de
ser
problematizadora,
activa
y
participativa.
70
De
esta
manera,
González
Muñoz
(Ibid.
págs.
15-‐16)
demanda
para
la
EA
una
revolución
metodológica
que
exige
que
la
escuela
se
abra
a
la
vida
y
al
entorno
como
potencial
de
información
que
hay
que
interpretar
y
no
sólo
“recibir”
pasivamente:
“No
interesan
a
la
E.A.
los
mensajes
acabados,
el
saber
hecho,
sino
el
planteamiento
de
problemas
y
la
búsqueda
de
soluciones
con
una
visión
sistémica
de
la
realidad
estudiada
desde
distintos
puntos
de
vista”.
Se
trata,
pues,
de
convertir
a
los
alumnos
en
agentes
de
su
propio
aprendizaje.
Este
planteo
metodológico,
supone,
también,
un
cambio
en
el
papel
de
los
docentes,
quienes,
de
ser
poseedores
y
transmisores
del
conocimiento
pasan
a
ser
gestores
del
aprendizaje
de
sus
alumnos.
71
A
MANERA
DE
CONCLUSIONES
Respecto
de
la
Educación
Ambiental
La
Educación
Ambiental
(EA)
se
concibe
aquí
como
un
proceso
formativo
complejo
que,
en
ningún
caso,
puede
limitarse
a
la
simple
información,
sino
que
implica,
además
del
conocimiento
de
la
problemática
ambiental,
momentos
de
reflexión,
toma
de
decisiones
y,
desde
luego,
la
acción.
Visto
así,
este
proceso
se
puede
equiparar
con
los
procesos
de
investigación-‐acción
(cfr.
Latorre,
2005),
pues,
como
esta,
se
basa
en
tres
pilares
programáticos
que
son:
conocer,
comprender
y
actuar.
La
EA,
así
entendida,
debe
estar
encaminada
a
provocar
cambios
en
la
concepción
de
los
valores,
así
como
en
las
actitudes,
hábitos
y
comportamientos
humanos,
cambios
que
ayuden
a
mejorar
el
medio
donde
se
desenvuelve
el
educando.
En
esto
consiste,
básicamente,
la
función
de
la
EA.
Estas
características
de
la
EA,
como
proceso
de
enseñanza-‐aprendizaje,
la
asimilan
también
con
el
enfoque
de
la
educación
basada
en
competencias,
entendiendo
a
la
competencia
como
un
constructo
complejo,
compuesto
de
elementos
de
diversa
índole:
conocimientos,
habilidades,
actitudes,
hábitos,
valores,
etc.,
los
cuales
se
manifiestan
en
comportamientos
o
actuaciones
adecuadas
a
una
situación
determinada
(Gonczi,
1997).
Estaríamos
tratando
aquí,
pues,
de
un
tipo
particular
de
competencias,
en
las
cuales
se
busca
generar
actitudes
que,
a
su
vez,
favorezcan
conductas
congruentes
con
la
preservación
y
el
cuidado
del
medio
ambiente
y
los
recursos
naturales,
para
el
logro
de
un
desarrollo
sustentable.
Acerca
de
las
posibilidades
institucionales
para
su
desarrollo
72
a).
Que
sus
egresados
habrán
de
distinguirse
“por
su
compromiso
con
la
institución,
con
la
comunidad;
por
sus
valores
éticos,
su
responsabilidad
social,
su
liderazgo
proactivo
y
con
la
conservación
del
medio
ambiente”
(pág.
15
[el
subrayado
es
nuestro]).
b).
Que
los
programas
educativos
con
los
que
la
institución
diversificará
su
oferta
educativa
habrán
de
tener,
entre
otras
características,
las
de:
• Estar
fundamentados
en
tendencias
y
modelos
educativos
vigentes
y
emergentes.
• Responder
a
las
necesidades
del
contexto
social
educativo
nacional
y
estatal.
• Garantizar
en
la
formación
de
los
sujetos,
entre
otras
condiciones,
la
“ambientalización”
(sic)
(pág.
27).
La
concreción
de
estos
lineamientos
del
Proyecto
Académico
puede
realizarse
a
través
de
algunas
estrategias
que
aparecen
en
el
Plan
de
Desarrollo
Institucional
(PDI)
(UPD,
2008b),
principalmente
dentro
de
la
línea
de
Fortalecimiento
Institucional
denominada
Diversificación
de
la
oferta
educativa,
cuyo
objetivo
es:
“ampliar
y
diversificar
la
oferta
educativa
de
la
Universidad,
tanto
para
la
formación
de
profesionales
de
la
educación
como
para
la
formación
continua…”
(pág.
25).
Dentro
de
esta
línea
se
han
programado,
como
metas,
los
diseños
curriculares
de
varios
programas
educativos.
En
estos
diseños
pueden
incluirse,
queriendo
ser
congruentes
con
los
lineamientos
mencionados,
contenidos
pertinentes
con
los
objetivos
de
la
formación
ambiental.27
Por
otra
parte,
en
el
PDI
se
considera
también,
como
meta,
el
diseño
de
un
programa
de
Educación
Continua,
dentro
del
cual,
pensamos,
pueden
incluirse
proyectos
destinados
a
la
EA
o
a
la
formación
de
educadores
ambientales,
que
podrían
desarrollarse
tanto
en
cursos
formales
como
a
través
de
estrategias
de
educación
no
formal.
27
Un ejemplo de lo anterior es el plan de estudios de la Licenciatura en Ciencias de la Educación (2014), en el cual,
dentro del Área Común de formación, se incluye una asignatura titulada Desarrollo Sustentable.
73
GLOSARIO
ABIÓTICO. Dícese de los componentes no vivos de la biosfera, como el aire y el agua.
AEROBIO. Dícese de los organismos que requieren de aire para vivir.
ANAEROBIO.
Referente
a
todo
ser
vivo,
sobre
todo
microorganismos,
que
no
precisa
de
aire
para
vivir.
ANTROPOGÉNICO.
Dícese
de
lo
que
tiene
su
origen
en
el
hombre
o,
como
en
el
caso
de
factores
degradantes
del
ambiente,
en
la
actividad
humana.
BIÓTICO. Dícese de los componentes vivos de la biosfera, como las plantas y los animales.
EUTROFIZACIÓN.
Proceso
que
ocurre
cuando
los
nutrientes
(materia
orgánica
y
mineral)
se
acumulan
en
ecosistemas
acuáticos,
incrementando
el
crecimiento
de
plantas
y
agotando
los
niveles
de
oxígeno.
(Los
sedimentos
de
las
aguas
residuales
domésticas
e
industriales
favorecen
la
eutrofización).
LIXIVIACIÓN.
Proceso
en
el
que
diversas
sustancias
de
las
capas
superiores
del
suelo
son
disueltas
y
arrastradas
hacia
las
capas
inferiores
y,
en
algunos
casos
hasta
el
agua
subterránea.
Asimismo,
esta
vía
siguen
los
líquidos
que
se
filtran
a
través
de
los
residuos
sólidos
u
otro
medio.
LIXIVIADO.
Liquido
que
se
ha
filtrado
a
través
de
los
residuos
sólidos
u
otros
medios
y
que
ha
extraído,
disuelto
o
suspendido
materiales
a
partir
de
ellos,
pudiendo
contener
materiales
potencialmente
dañinos.
Denominación
que
se
le
da
a
los
constituyentes
sólidos
tras
haber
sufrido
el
proceso
de
lixiviación.
74
PIENSO.
Porción
de
alimento
seco
que
se
da
al
ganado.
En
general,
alimento
para
el
ganado
PLANCTON.
Conjunto
de
organismos
de
tipo
animal
o
vegetal
que
viven
en
las
aguas
marinas
o
dulces
y
carecen
de
movimiento
propio,
o
bien
éste
es
ineficaz
para
contrarrestar
las
corrientes,
el
oleaje,
etc.
75
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