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La indiferencia como motor en la novela romántica.

Existe la muy difundida creencia de que lo opuesto al amor es el odio. Incluso cuando
buscamos el antónimo de amor pensamos en el odio inmediatamente. Pero, así como la
definición de oscuridad es la ausencia de luz, el antónimo de amor debería pensarse como la
ausencia de él. Es decir, la falta de amor.

Ya les había comentado sobre los tormentosos sentimientos sobre los que he tenido que
trabajar para escribir mi nueva novela. Y me ha quedado en el tintero la falta de amor. Más
aún, la indiferencia. Hay mucho escrito sobre odio, pero la indiferencia es un tipo de violencia
que puede con toda comodidad igualar o superar al odio.

La indiferencia, que quede bien entendido, es violenta. Puede haber muchos motivos para ser
indiferente. Falta de interés, desconsideración premeditada, castigo puro y duro, y muchos
otros que pueden variar ordenados a una multitud de factores. Pero la consecuencia siempre
es la misma... mucho sufrimiento y dolor.

Me resulta imposible hablar de la indiferencia en mi nueva novela sin hacer un spoiler.


Tendrán que leerla. Puedo citar a Emily Brontë y su Heathcliff. Un paria con una vida injusta,
invisible para su propia familia, castigado, ninguneado, recibiendo amor de una persona
imposible para él. Pienso en Shirley Valentine hablando con la pared, sirviendo en una vida
rutinaria con un esposo que apenas le habla y hasta la maltrata.

Definitivamente la indiferencia es un gran y enérgico motor para crear un conflicto


extraordinario y llevarnos a escribir un libro que nos deje huella, como escritores y como
lectores. Es la vida misma sufrir indiferencia. Con la pareja, con los hijos, con la sociedad. El ser
humano no ha sido creado para ese vacío de amor. No ha sido creado para sufrir indiferencia.
Estar con una persona que amamos, que nos ignora y nos rechaza, que no nos devuelve
siquiera una mirada... ¿Existe algo más cruel?

Nos sentimos humanos cuando encontramos que podemos vernos en la mirada de otros.
Cuando nos devuelven la mirada nos sentimos reconocidos como personas y sentimos que
existimos, que tenemos una identidad frente a los demás.

Cuando no hay amor hasta puede haber cortesía, simpatía, comunicación intelectual incluso.
Pero la indiferencia es cruel. Nos deja en el abismo. Nos hace hacer cosas inesperadas por la
desesperación que genera.

Particularmente, la indiferencia me ha dado mucho material en mi nuevo libro que ya está casi
listo. Espero con ansias verlo en mi estantería de Amazon… Y mucho más espero que ustedes
lo disfruten tanto como yo, que he vivido estos intensos sentimientos a los que me he
expuesto para escribir sobre este desafío de la falta de amor.

Lo que me resulta fascinante es descubrir la importancia que genera en el escritor, cualquiera


fuera, la capacidad que tenemos para suscitar cambios o no en nuestros personajes. El que
padece de indiferencia la sufre tanto o más que el que la imprime. La persona indiferente tiene
deseos que no puede reprimir hacia los demás, pero que lo define como el agresor. Las vueltas
que se generan en la trama de una novela permiten poner a estos personajes en su sitio y lo
maravilloso es que todo puede darse vuelta.

Y como en toda historia romántica los finales felices son los esperados, aunque estarán
aquellos que no corran con la misma suerte…
Hasta la próxima, los saludo.

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