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Existe la muy difundida creencia de que lo opuesto al amor es el odio. Incluso cuando
buscamos el antónimo de amor pensamos en el odio inmediatamente. Pero, así como la
definición de oscuridad es la ausencia de luz, el antónimo de amor debería pensarse como la
ausencia de él. Es decir, la falta de amor.
Ya les había comentado sobre los tormentosos sentimientos sobre los que he tenido que
trabajar para escribir mi nueva novela. Y me ha quedado en el tintero la falta de amor. Más
aún, la indiferencia. Hay mucho escrito sobre odio, pero la indiferencia es un tipo de violencia
que puede con toda comodidad igualar o superar al odio.
La indiferencia, que quede bien entendido, es violenta. Puede haber muchos motivos para ser
indiferente. Falta de interés, desconsideración premeditada, castigo puro y duro, y muchos
otros que pueden variar ordenados a una multitud de factores. Pero la consecuencia siempre
es la misma... mucho sufrimiento y dolor.
Nos sentimos humanos cuando encontramos que podemos vernos en la mirada de otros.
Cuando nos devuelven la mirada nos sentimos reconocidos como personas y sentimos que
existimos, que tenemos una identidad frente a los demás.
Cuando no hay amor hasta puede haber cortesía, simpatía, comunicación intelectual incluso.
Pero la indiferencia es cruel. Nos deja en el abismo. Nos hace hacer cosas inesperadas por la
desesperación que genera.
Particularmente, la indiferencia me ha dado mucho material en mi nuevo libro que ya está casi
listo. Espero con ansias verlo en mi estantería de Amazon… Y mucho más espero que ustedes
lo disfruten tanto como yo, que he vivido estos intensos sentimientos a los que me he
expuesto para escribir sobre este desafío de la falta de amor.
Y como en toda historia romántica los finales felices son los esperados, aunque estarán
aquellos que no corran con la misma suerte…
Hasta la próxima, los saludo.