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Este texto fue escrito y presentado en Rosario–

Argentina, durante la 2ª Celebración de las


Amantes, Jornadas de Orgullo y disidencia
lesbiana, los primeros días de mayo de 2014.

Voy a empezar contándoles desde qué lugar hablo y


pienso.
Durante 10 años mantuve una relación abierta con mi
compañera Clarisse. Hace un tiempo tomamos la
decisión –nada fácil– de separarnos. El objetivo es
diferenciar nuestro amor profundo del lado pareja, y
seguimos viviendo juntas. Como nunca tuvimos una
relación convencional, era esperable que la separación
tampoco lo fuera.
Por un tiempito, estuve relacionándome con una
chica “normativa”, quién no consiguió entender que
Clarisse y yo siguiéramos viviendo bajo el mismo
techo. A veces, a pesar de ser muy conscientes, nos
enamoramos de personas nada que ver. Me pasó. La
voz de ella empezó a ser como un zumbido social en
mis oídos. Los policías y cuidadores del sistema se
manifestaban a través suyo. Cuánta gente hay que se
“enamora” de nuestras alas y llegan a la 2ª cita con sus
manos de tijeras, pretendiendo cambiarlo todo. Y
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una, abobada, va dejando pasar cosas. Hay personas
que desean ser diferentes, pero su necesidad de entrar
en las normas es tan fuerte, que acaban
convirtiéndose en infiltradas. Una frase que aparece
en Facebook, de Simone de Beauvoir, lo ilustra
perfecto: “El opresor no sería tan fuerte si no tuviese
cómplices entre lxs propixs oprimidxs”.
Quiero entender lo que nos sucede a las mujeres con
el amor, porque fuimos educadas para eso, para amar,
porque si no, somos unas mal amadas, como dice uno
de los tantos insultos con los que nos propina la
sociedad normativa.

El proceso de la mala educación


La hétero-sociedad capitalista y monogámica inventa
el amor romántico y asusta con el miedo, a las
mujeres, de quedarse solas –entre otras cuantas
formas de control– y nos lo va inculcando a través de
músicas, lenguajes, literatura, cuentos de hadas,
películas, etc. Veamos algunos ejemplos: la canción
“Minha namorada” compuesta por Vinicius de
Moraes y Carlos Lyra, en la cual el hombre le dice a la
mujer que para ser su novia tiene que hacer un
juramento, el de tener un único pensamiento, el de ser
suya hasta morir. ¡SUYA! ¡Observen el nivel de
propiedad privada emocional! En una frase ya
tenemos el casa-miento perfecto de la
heterosexualidad y la monogamia. Continúa
pidiéndole que no pierda esa forma de hablar

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despacito y hacerle mucho cariño y llorar
mansamente sin que nadie sepa por qué. O sea, mujer
tiene que ser “femenina” –o que implica sensible
entre otras “cualidades”– y obedecer las necesidades
de su propietario. Si esto es dicho por un poeta
contemporáneo, cosmopolita y de izquierda, ¿qué nos
espera del enemigo? Ahora observen la
internacionalidad del lenguaje patriarcal. En hebreo,
la palabra marido también significa dueño. Así como
en español, esposa tiene dos acepciones, la de mujer de
y las que usa la policía para prender a los maleantes.
Entiéndase por ello que unos custodios del sistema
prenden a los malhechores, y otros, bajo el régimen
héteropatriarcal, desean cas(z)ar a las mujeres. Muy
metafórico ese juego de palabras que aprisionan.
Podríamos continuar hablando de los cuentos de
hadas, ¡hay tantos! Por decir que a tan temprana edad
ya nos meten en la cabeza que por ser mujeres somos
diferentes, que vamos a tener que volver temprano
porque a media noche toda la fantasía se desarma, o
sea, la vida es un teatro. Se pierde un zapato, cuando
no se transforma un zapallo, y hay que esperar,
pasivamente, que venga el susodicho, puerta por
puerta, a ver quién es la merecedora del príncipe. Léase
aquí: ¡Mujeres! ¡Compitan por un macho! Y va a ganar
la que tenga el pie más chiquito ¡¿Pie?! Miremos la
sumisión ahí implícita. Sabemos que cuanto menor es
nuestra base, menor será el equilibrio, la mujer se
puede caer, ergo, no dispone de autonomía. Como
dice Vinicius: ser sólo suyo hasta morir. Tendremos un

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dueño y protector, ese es el premio.
Continuando con la literatura, podemos visitar a
nuestro vecino Pablo Neruda: “Me gustas cuando
callas porque estás como ausente/distante y dolorosa
como si hubieras muerto”. Maravilla de poema, ¿no?
Me deja… muda, sin palabras. Todo lo que el poeta
quería, ¿no?
Volviendo a la vida cotidiana, esta mala educación,
produce un cheap en muchas de nuestras madres que
dice: “Ay nena, con ese carácter –léase rebeldía– nadie
te va a querer”, entiéndase, te vas a quedar sola. Y
después de ver todo lo que nos puede pasar si alguien
no nos quiere, acaban mutilando la rebeldía de
muchas mujeres y cambiándola por manos de tijeras.
Así, en lugar de tener una desorganizadora, el sistema
gana una cómplice. Mi madre me decía que mi
problema, era que yo pensaba mucho.
¿Queda claro –siguiendo las enseñanzas
wittignianas1– por qué no me identifico como mujer
y sí como lesbiana? ¡Con L de LIBERTAD!

Cómo nombrarnos
Cuando recibí la convocatoria de la Celebración de las
Amantes, en la primera lectura rápida, en lugar de leer
Anarquía relacional, leí anarquía amorosa y me quedé
con esa idea. Me gustó porque no incluye la palabra
1 Monique Wittig escribió la genial y controvertida frase que decía que las
lesbianas no somos

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amor (por esa razón le escapo al término poliamor,
siento que de alguna manera volvemos a caer en sus
redes, así como ya no me identifica el término amor
libre), hablar de amorosidad en las relaciones, más allá
de con nuestra compañera sexo-afectiva, es un
término más amplio, más comunitario, más de vida.
Me da la sensación de que abarcara el todo. También
es positivo, cosa que la Ruptura de la Monogamia
Obligatoria–RMO, como yo llamaba a esta lucha,
rompe pero no propone. Es necesario, para un primer
paso, poder detectar lo que no queremos para poder
buscar lo que deseamos y ahí, viene la anarkía
amorosa y nos abraza.
Esta búsqueda de rever cómo relacionarnos, tanto
afectiva, como sexualmente, representa la lucha más
radikal2 que puede enfrentarse a este sistema patriarcal
capitalista. Porque nos atraviesa el cuerpo, entra en
nuestros sentimientos y se refleja en nuestras acciones
llevando a la práctica el mayor lema feminista: lo
personal es político.

Barajar y dar de nuevo


¿Se puede, ideológicamente, estar del lado del sistema,
trabajar a consciencia para engordar el capital, e
intentar al mismo tiempo destruirlo amorosamente?
Si viviéramos en una comunidad sin propiedad
privada en su fuerza de producción, ¿tendríamos los

2 Utilizo esta palabra en el sentido etimológico, llegando, de esta manera,


a las raíces del sistema.

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mismos problemas?
Siguiendo el principio de lo que esta mujer normativa
pretendía de mí, era que yo saliera de mi casa y me
fuera a vivir sola. Entonces, a ver si entendí bien, yo
debería trabajar más horas para el sistema capitalista,
para pagar un alquiler y más impuestos para así poder
destruirlo mejor. ¿Es eso? ¿O será que el sistema, a
través de una chica linda, pretendía fagocitarme? ¿No
suena incoherente? ¡Cuidado! El enemigo trata de
meterse dentro nuestro todo el tiempo, a veces lo
consigue, otras, no tan fácilmente. En ciertos casos,
algunas “infiltradas” pueden vestir cuerpos
“rebeldes” llenos de tatuajes y pearcings, recordemos
que ellos no representan una ideología en sí. Las
trampas para mantenernos controladas y calladitas
son muchas. En lugar de vivir sola y seguir caminando
hacia la individualidad, ¿por qué no pensar
colectivamente? ¿Por qué a alguien que amé tanto, a
partir de cerrar una relación amorosa la tengo que
empezar a odiar, me tengo que pelear? Nuevamente
la competencia, el sistema divide para reinar. Yo
prefiero sumar que restar. Por suerte hay muchas
referencias de mujeres que terminaron sus relaciones
afectivo-sexuales y continúan viviendo juntas.
Es necesario hablar de esto, vernos, darnos existencia
para cuando el opresor nos grite en la cara que eso no
es normal, una se sienta fortalecida y diga, ¿y a mí qué
con tu normalidad? Por eso, agradezco estos espacios
que tanto nos fortalecen, donde nos podemos mirar

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a los ojos, reconocernos, escuchar nuestras voces,
conocer nuevas his/herstorias, abrazarnos.
Creo muy importante volver a un punto que me
parece crucial, el de la ética feminista y los cuidados
entre nosotras. Observarnos. Por eso hablaba antes
de la amorosidad que nada tiene que ver con el amor
romántico. Recordemos que fuimos criadas en una
sociedad heterosexual, monogámica, capitalista que
frente a nuestras rebeldías hará de todo para que nos
cansemos y nos asimilemos a la manada. En nuestros
espacios, en nuestras comunidades es importante
tener claro que lo que queremos es romper, desarmar
el sistema sin rompernos a nosotras mismas. En esta
aventura maravillosa de las anarkías amorosas habrá
tantas respuestas y propuestas como personas en el
baile. Y recordemos que, aún entre las mismas
danzantes, el tipo de música puede cambiar y así,
tendremos que rever nuestros pasos y ritmos. Para
ello, es importante estar comunicadas, expresadas;
generar nuestros propios códigos. No hay fórmulas ni
recetas; no hay modelos, aunque cada vez estemos
creando más referencias.
Por todo esto me considero una pasajera en tránsito.
Creo que la vida es una Gran Escuela a la que venimos
a aprender, a errar, reaprender y poner los
conocimientos en práctica. Nada es definitivo, por
eso me siento en búsqueda permanente, en continuo
movimiento, aunque no implique un constante
equilibrio.

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