Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Nuestros templos son un lugar sagrado, porque ahí es donde se deposita Nuestros Señor
Jesucristo Sacramentado en el Sagrario o “Sancta Sanctorum”, ahí es donde reposan las
reliquias de los Santos y Mártires de la Iglesia Universal, ahí es donde se ofrece el
Sacrificio vivo y Santo de la Eucaristía. Por eso, no es un simple salón, no es un simple
garaje o local, sino un sitio en el que la Iglesia católica desde antiguo ha buscado que
sea lugar de reunión de Dios para con sus fieles, lo que exige que todo tempo tenga una
consagración o dedicación que lo aparte del uso profano. Como parte de la consagración
de una iglesia, al menos un altar fijo debe ser consagrado.
En un lugar sagrado sólo puede admitirse aquello que favorece el ejercicio y el fomento
del culto, de la piedad y de la religión, y se prohíbe lo que no esté en consonancia con la
santidad del lugar. Sin embargo, el Ordinario puede permitir, en casos concretos, otros
usos, siempre que no sean contrarios a la santidad del lugar. Los lugares sagrados
quedan violados cuando, con escándalo de los fieles, se cometen en ellos actos
gravemente injuriosos que, a juicio del Ordinario del lugar, revisten tal gravedad y son
tan contrarios a la santidad del lugar, que en ellos no se puede ejercer el culto hasta que
se repare la injuria por un rito penitencial a tenor de los libros litúrgicos.
La iglesia es un edificio sagrado que esta destinado para que en esta se realice el culto
divino, se considera como un lugar público al que tienen derecho de entrar todos los
fieles sin ningún tipo de distinción. Como se mencionó anteriormente para la
edificación de una iglesia debe estar previamente dado el consentimiento expreso del
Obispo del lugar donde se va a edificar la iglesia, el consentimiento debe ser dado por
escrito.
Cada iglesia ha de tener su propio título, que no puede cambiarse una vez hecha la
dedicación, es decir la denominación o nombre de la iglesia no puede ser modificado
por situación alguna. En la iglesia legítimamente dedicada o bendecida pueden
realizarse todos los actos del culto divino, sin perjuicio de los derechos parroquiales, es
decir se pueden realizar misas y ceremonias religiosas de matrimonio, bautizo, etc.
Procuren todos aquellos a quienes corresponde, que en las iglesias haya la limpieza y
pulcritud que convienen a la casa de Dios, y evítese en ellas cualquier cosa que no esté
en consonancia con la santidad del lugar. Para proteger los bienes sagrados y preciosos,
deben emplearse los cuidados ordinarios de conservación y las oportunas medidas de
seguridad. La entrada a la iglesia debe ser libre y gratuita durante el tiempo de las
celebraciones sagradas.