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BULA

MULTIPLICA INTER

DEL SUMO PONTÍFICE PÍO IX


Obispo Pío, siervo de los siervos de Dios. Por memoria perpetua.

Entre las muchas y muy graves aflicciones –por las que sufrimos– que afectan a la Sacrosanta Iglesia
de Cristo especialmente en aquellas regiones de Italia donde vemos a la misma Iglesia contrastada y
perseguida por la iniqua perfidia de los hombres malvados, que – levantando sus brazos contra la
obra de Dios – se esfuerzan por destruirla de sus cimientos, nos recrea y nos sostiene para ver crecer
y multiplicarnos día a día la Iglesia en el remoto plagio del mundo , como un ejército desplegado
contra los poderes del infierno.

Y nosotros, que por disposición divina, aunque indignos, presidimos la Iglesia Universal, acogiendo
con espíritu benigno también las buenas intenciones de los Principios seculares, dedicamos con gusto
Nuestra eficaz obra para que lo que se nos ha pedido que hagamos tenga pleno efecto lo antes
posible.

Ciertamente acogemos con gran alegría nuestro corazón la oración de Nuestro Amado Hijo, el
Presidente de la República del Ecuador, quien nos pidió a nosotros y a esta Santa Sede
Apostólica que previeran el bien espiritual de esas regiones con la erección de una nueva Sede
Episcopal.

Sin duda en aquellos territorios donde las dos diócesis de Quito y Guayaquil, las fronteras son
demasiado anchas, por lo que el trabajo y el esfuerzo de aquellos obispos que no pueden cumplir su
Pastoral con gran dificultad se han agravado enormemente, cuidando, como es necesario, de la
administración eclesiástica y del gobierno que se les ha confiado. Y nosotros que, por el carácter
benigno de Dios, aunque sin méritos, gobernamos toda la Iglesia católica y siempre tenemos la
intención de trabajar por el bien espiritual, aprobando ampliamente el propósito particular del
Presidente de esa República Cristiana no hemos dudado en aceptar sus votos.

Por lo tanto, utilizando la reserva expresada en su momento en Nuestra Carta Apostólica relativa a la
erección de las diócesis de Quito y Guayaquil - una reserva según la cual nosotros y la Sede Apostólica
podríamos obtener una nueva circunscripción eclesiástica de las propias diócesis - y ya que se nos
dice que nuestro Venerable Hermano, El actual arzobispo de Quito Ignacio Checa, de cuya diócesis
desmembrada debe evolucionar el nuevo Episcopado y la nueva Diócesis, por su parte ha dado su
pleno consentimiento, hemos aceptado y ratificado el consentimiento del mencionado arzobispo
Ignacio. Ahora falta el consentimiento del Obispo de Guayaquil, de cuya Diócesis también debe
retirarse la otra parte del territorio para la nueva Diócesis, ya que la Diócesis está vacante en este
momento. Por lo tanto, con la plenitud de Nuestra Suprema Autoridad Apostólica, como tenor de esta
Carta, pretendemos compensar el consentimiento de todos aquellos que estén interesados en este
asunto o que crean que tienen intereses y pretensiones; por lo tanto, absolvemos y absolveremos a
todos y a las personas que favorecerán esta Carta nuestra de todas las sentencias y la censura de la
excomunión, suspensión e interdicto u otras sentencias eclesiásticas, de cualquier manera que se
vieran afectadas para obtener la ejecución de ésta. Después de haber pesado maduramente todo lo
que había que tener en cuenta, motu proprio, con cierta ciencia y en la plenitud del poder apostólico,
separamos y desmembramos toda la provincia civil llamada Esmeraldas de las Diócesis de Quito y
Guayaquil, y la otra provincia que en vulgar se llama Manabí, con todas las realidades individuales
existentes allí: las ciudades, los pueblos, los pueblos, el campo de esos territorios, los habitantes de
ambos sexos, así como las Iglesias, todos los Monasterios, los Oradores, los Beneficios, los Institutos
Pio y los otros accesorios. Todas estas realidades nos separamos total y perpetuamente de la
jurisdicción ordinaria y del gobierno espiritual y administrativo del mencionado Obispo Metropolitano
de Quito y del Obispo de Guayaquil.

De estas dos provincias civiles Esmeraldas y Manabí, respectivamente desarticuladas y desmembradas


por las diócesis de Quito y Guayaquil con todos los accesorios anexionados y concomitantes según la
costumbre, formamos, de nuevo con Nuestra Autoridad Apostólica, una nueva Diócesis distinta de
ser erigida en el Obispado y que se llamará Portoviejo. De hecho, hay en la provincia de Manabí
un lugar llamado Portus Veteris, en el vulgar Portoviejo, que para ciertas prerrogativas y por
circunstancias particulares emerge en los otros centros, Elevamos la citada ciudad a las glorias
de una ciudad episcopal y, de nuevo con nuestra Autoridad Apostólica, declaramos y establecemos
que la mencionada ciudad de Portoviejo se convierte en la sede y residencia del Obispo. A
continuación, disfrutará de todas las prerrogativas, honores, favores, preminencias, gracias, indultos
y privilegios disfrutados en esas regiones todas las ciudades que reciben el título y el decoro episcopal,
tanto por el derecho común como por costumbre legítima.

También con Nuestra Autoridad Apostólica elegimos y elevamos la Iglesia parroquial, la única que
existe en ese país, a las glorias y decoro de la Iglesia Catedral para que pueda aprovechar todos los
honores y privilegios como las otras Iglesias Catedralicios de la Jurisdicción del Ecuador: siempre que
la propia Iglesia conserve el título anterior y su feligresía, que para el cuidado habitual de las almas
será competencia del Capítulo que luego será elegido, y ejercido por un cura canónico.

Con la misma autoridad, en esta Iglesia aquí y constituyemos a perpetuidad la sede, la silla y la
dignidad episcopal para el Obispo, que debe ser llamado de Portoviejo, sufragista de la sede de
Quito, a la que está obligado a ser objeto del derecho que tiene de sede metropolitana de acuerdo
con los canónigos sagrados. El Obispo presidirá en el Señor la Iglesia Catedral, la ciudad y la Diócesis,
así como su clero y su pueblo; podrá llevar a cabo todas aquellas actividades que desde el año 1862
se han establecido con el Concordato y se han confirmado entre el Gobierno del Ecuador y la Sede
Apostólica: preservar la Religión Católica Apostólica Romana; defenderlo en todos sus derechos y
prerrogativas que, por constitución divina y de conformidad con los sagrados cánones y constituciones
apostólicas, debe gozar y disfrutar; para promoverlo y aumentarlo de acuerdo a sus propias
fortalezas. Además, el Obispo convocará el Sínodo Diocesano cuando lo considere necesario;
comunicarse libremente con su clero y su pueblo; visitará su Diócesis; publicar las instrucciones y
ordenanzas; administrar el sacramento de la confirmación; conferirá ordenaciones sacerdotales;
misas pontificias a tiempo y ejercerán todos los demás oficios pastorales.

A cualquiera que se convierta en obispo pro tempore de la nueva y constituida Iglesia de Portoviejo,
también concedemos el derecho a establecer nuevas parroquias en su Diócesis, siempre que sea útil
para un mejor cuidado espiritual de los fieles cristianos, circunscribiendo los límites de los ya
existentes, después de haber llegado a acuerdos con el Gobierno, tanto para su investidura adecuada,
como para el prebendo que debe asignarse permanentemente a sus párrocos.

Por lo tanto, con respecto a la dotación y posterior seguridad de la vida diocesana de Portoviejo y
para la provisión de un nivel de vida conveniente al Obispo pro tempore, hemos establecido que hasta
que no se proporcionen bienes estables, mientras tanto, de los collares de diezmos que cada año
recibe el conocido Gobierno hasta el punto de doce mil "pesos" - como se les llama comúnmente -
seis mil son donados a la Cantina Episcopal, cuatro mil al Seminario de Erygendo y dos mil a la
herrería y santuario de la Catedral.

Además, a expensas de la Jurisdicción Ecuatoriana del Gobierno, compre el Palacio Episcopal,


amueblado con el mobiliario necesario y asignado en posesión perpetua como residencia decorosa;
así como la Curia, la Cancillería y el Seminario Episcopal, recomendando encarecidamente que todos
estos edificios estén lo más cerca posible de la Iglesia Catedral.

También es claro y seguro el derecho de concesión a favor de la Cantina Episcopal de Portoviejo, su


Iglesia Catedral, su Capítulo y el Seminario, y también defender por ley todos los bienes estables de
las demás iglesias menores, y de todos los institutos pios existentes en la Diócesis: el derecho a
tenerlos en donación, o a comprarlos y poseerlos "pleno jure", para administrarlos, preservarlos y
garantizarlos. Todas las demás cosas relativas a los derechos o servicios, tanto para las personas
como para los asuntos eclesiásticos, deben gestionarse y regularse de conformidad con las
disposiciones del citado Concordato firmadas con el Gobierno ecuatoriano y los cánones sagrados.

Teniendo en primer lugar que preocuparnos por la conducta del culto divino – incluso si actualmente
no tenemos los medios para el establecimiento del Capítulo de la Catedral – queremos que se
componía lo antes posible de acuerdo con los cánones sagrados.

El Capítulo de la Catedral debe estar formado por un cargo – la mayor dignidad después de la de los
obispos – llamado el Decano, que siempre debe ser conferido por la Sede Apostólica, incluso en el
caso de una Sede vacante, y luego de cuatro canónigos que tienen el título, uno de Lector o Teólogo,
el otro de Penitenciaría, el otro de Curate y el cuarto "de gratia" o "de mercede"; todo el mundo
puede llevar a cabo y ejercer los ministerios, oficinas y derechos anexos a cada título. A ellos se
añade un menor número de capellanes, o beneficiarios, o mansionarios, así como el Secretario del
Capítulo, el Sacristán Mayor y el Maestro de Ceremonias. Todos ellos, tanto el Decano, tanto los
Canónigos, como los Reverendos o Capellanes tendrán que ser pagados por el propio gobierno del
Ecuador, así como se compensan todos los demás Capítulos de las otras Diócesis.

Asimismo, con nuestra Autoridad Apostólica ordenamos que las conferencias de la parroquia de la
Catedral y de las demás parroquias existentes en dicha Diócesis, así como de los cánones individuales
mencionados canónigos de Teólogo y Penitenciaría (tan pronto como se haya llevado a cabo su
promoción), se lleven a cabo después de la competencia, de conformidad con los canónigos sagrados
y constituciones apostólicas del sacrosanto Concilio Tridentino.

En el mismo Capítulo de la Catedral, cuando se establece, siempre con Nuestra Autoridad Apostólica
concedemos y permitimos que – teniendo que hacer frente a cargas y oficios que también son
específicos de los otros Capítulos que están en el territorio del Ecuador – pueda utilizar ropa,
vestiduras y ropa, durante las funciones corales y eclesiásticas, utilizadas en las diócesis limítrofes
con los Capítulos pertinentes; También otorgamos que pueda disfrutar de los derechos, honores,
gracias, favores, privilegios y distinciones de los que gozan los demás capítulos de la zona, siempre
que para este último no se hayan adquirido los favores para una concesión especial o privilegio
especial.

Para permitir que el capítulo funcione (tan pronto como se constituya), siempre otorgamos e
impartimos con nuestra Autoridad Apostólica el derecho a establecer estatutos capitulares, órdenes
y decretos que no sean en lo más mínimo en discrepancia con los cánones sagrados, con las
Constituciones Apostólicas y sobre todo con el Consejo Tridentino, pero en todos los principios
conformes, ni pueden atribuirles fuerza efectiva de derecho o poder de decisión si no han sido
examinados previamente por el Obispo de Portoviejo y sancionados y aprobados por él.

Además, dado que es necesario que el número de sacerdotes aumente y cultive la viña del Señor, y
con este fin, como siempre se ha experimentado, nada es más válido que los seminarios, donde los
adolescentes que se sienten llamados a servir al Señor son entrenados en piedad, fe y amor por las
almas, siempre con Nuestra Autoridad Apostólica mandamos y ordenamos que el Seminario sea , que
debe ser libremente gobernado y cuidadosamente administrado por el Obispo Diocesano, de acuerdo
con las leyes eclesiásticas y las disposiciones canónicas.

Con respecto a las medidas apostólicas de esta Iglesia con respecto al Obispo y (cada vez que la
Diócesis permanece viuda de su pastor) la elección del Vicario Capitular, ordenamos que se respeten
y hagan todas aquellas cosas que están dispuestas y establecidas en el concordato antes mencionado
y que durante mucho tiempo se han observado y hecho en las otras diócesis del Ecuador.

También con nuestra Autoridad Apostólica decretamos que cuando la Iglesia Catedral de Portoviejo
siga desprovista de su pastor, durante la vista vacante todos los ingresos de la cantina episcopal, en
este tramo de tiempo, se dividan en tres partes iguales, de las cuales una se asigna al Vicario como
honorífica al Administrador de la Diócesis, la otra está reservada al obispo sucesor y la última parte
a la herrería y santuario de la Iglesia Catedral , o para el Seminario Diocesano, como se considerará
más apropiado y conveniente.

También ordenamos que la cuota canónica para el envío de las Cartas Apostólicas, cada vez que el
Obispo trabaja como jefe de la misma Iglesia Catedral, se fije en treinta y tres florines dorados de la
cámara más un tercio de florero, y ordenamos que esto se escriba en los libros de la Cámara
Apostólica y del Colegio Sagrado, y que esto sea observado.

Más tarde, si el cuidado de la Iglesia Catedral y de toda la Diócesis, debido a la excesiva anchura y
extensión del territorio y por el creciente número de almas, o por otras razones, se puede llevar a
cabo más cómodamente y servir más fructíferamente recurriendo a la reducción de la propia Diócesis
de Portoviejo, nos reservamos el derecho de hacerlo a nosotros y a esta Santa Sede Apostólica.

Esta Carta y lo que contiene puede nunca ser impugnada ni por un defecto de insurrección o oración,
ni por nulidad, ni por ningún otro defecto de nuestra intención o por cualquier otro defecto, incluso
si es legal y sustancial; e incluso si alguien en el local individual tenía un interés, o se cree que lo
tenía, y los pretendientes de cualquier categoría, estado, rango, condición y dignidad no fueron
llamados, citados y escuchados o, aunque presentes, no están de acuerdo en las causas de las que
dieron estos locales, o porque no fueron examinados lo suficiente, o por cualquier otra causa, incluso
si legítima, piadosa y privilegiada , no podrá impugnar, invalidar, infringir el presente. En contra de
esto, por lo tanto, no pueden utilizar ningún recurso de derecho o hecho, incluso bajo el título de
alguna resolución preliminar, también era por la plenitud y la voluntad igualitarias de cualquier
sucesor de Nuestro Romano Pontífice; no puede ser llevado a los tribunales y ser interpretado y
utilizado de otra manera. De hecho, todas las cosas establecidas en la Carta deben permanecer en
confirmación perpetua, válidas y eficaces, y lograr plenamente sus efectos. Por lo tanto, no pueden
estar sujetos a exenciones, restricciones, suspensiones, excepciones u otras disposiciones en
contrario, incluidas las disposiciones consistoriales.

Por lo tanto, declaramos inválida y sin efecto cualquier supuesta facultad para eliminar la autoridad
de esta Carta, para atacar estas disposiciones, a sabiendas o por ignorancia, e interpretarlas de
manera diferente, ya sea por los Jueces Ordinarios o delegados equipados con cualquier autoridad,
incluso si escuchamos las causas del Palacio Apostólico, cardenales de la Santa Iglesia Romana,
vinculados al bando, vicedelegados, Nuncio de la Sede Apostólica , es por cualquier otra persona
otorgada cualquier autoridad, poder, prerrogativa, privilegio, honor y preeminencia para juzgar e
interpretar.

Por esta razón encomendamos y ordenamos al Venerable Hermano Serafino Vannutelli, Arzobispo de
Nicaea en partibus Infidelium, Nuestro Delegado Apostólico de la República del Ecuador, que proceda
a la ejecución de todas las cosas individuales en nuestra Carta, otorgándole las facultades apropiadas
y necesarias: entre ellas, el derecho a subdelegar a esta tarea a otra persona adecuada y probatoria,
siempre que se constituya con dignidad eclesiástica; esto, siempre que el propio arzobispo Serafino,
o su delegado, sea capaz de organizarlo todo, establecer, elegir definitivamente, sin posibilidad de
apelar al contrario, lo que es necesario para llevar a cabo esta obra.

A pesar de la regla de Nostra y la Cancillería Apostólica de "no derogar el derecho adquirido" y el


Recién celebrado Consejo Lateraniano prohíben los desmembramientos perpetuos si no en casos
particulares previstos por la ley; aunque también lo prohíben otras medidas emitidas o que se emitirán
en los Consejos Sinodales, Provinciales, Generales y Universales, así como ciertas constituciones
generales y disposiciones apostólicas y también el juramento de las iglesias antes mencionadas de
Quito y Guayaquil; a pesar de las costumbres y estatutos con confirmación apostólica o cualquier otra
corroboración; a pesar de los privilegios, indultos, cartas apostólicas o decretos de cualquier persona,
superior en general o en particular, o de cualquier tenor o forma, o con cualquier cláusula, aunque
sea igual en origen, ciencia y plenitud de poder, incluso consistorial; a pesar de cualquier otra cosa
concedida, aprobada, confirmada y renovada de cualquier manera contraria a las instalaciones, [...]
Estamos descarrilando esto, cualquiera que sea la razón de lo contrario.

También queremos que el mencionado arzobispo Serafino o su delegado, en el plazo de seis meses
a partir del cumplimiento de esta Carta Apostólica, tengan que transmitir a esta Santa Sede Apostólica
un auténtico informe tanto del decreto de ejecución como de todas las demás circunstancias que se
han producido en este caso, junto con el mapa topográfico de la nueva diócesis de Portoviejo , para
que pueda guardarse en el Archivo de la Congregación de cardenales de la Santa Iglesia Romana, en
memoria perpetua y observancia.

También queremos que las copias de esta carta apostólica, también impresas, siempre que estén
firmadas por un notario público y tengan el sello de alguna personalidad eclesiástica, para dar la
misma credibilidad que si el original fuera exhibido y presentado.

Nadie, por lo tanto, tiene derecho a cortar o impugnar nuestra página de desapego, disyuntiva,
desmembramiento, extracción, separación, transferencia, euforia, constitución, declaración, erección,
facultad, atribución, concesión, indulto, precepto, mandato, decreto, reserva, excepción y voluntad.
Si alguien se atreviera a atacar estas disposiciones nuestras, sepa que incurriría en la indignación de
Dios Todopoderoso y sus Santos Apóstoles Pedro y Pablo.

Dado en Roma, en San Pedro, en el año 1870 de la Encarnación del Señor, el 23 de marzo,
el vigésimo cuarto año de Nuestro Pontificado.

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