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1.1.- Noción
Can. 1205 - Loca sacra ea sunt 1205 Son lugares sagrados aquellos
quae divino cultui fideliumve que se destinan al culto divino o a la
sepulturae deputantur dedicatione sepultura
vel benedictione, quam liturgici libri
ad hoc praescribunt. de los fieles mediante la dedicación o
bendición prescrita por los libros
litúrgicos
El canon presenta los dos requisitos que deben presentarse simultáneamente, para
que un lugar sea denominado sagrado:
a.- Sea destinado (causa final) al culto divino o a la sepultura de los fieles.
b.- Tal finalidad se realice por una bendición o dedicación (causa eficiente).
Se podría dar el caso de un lugar que fuese destinado habitualmente al culto pero
que no haya sido ni dedicado ni bendecido, pero no el contrarrio.
El Ordo Dedicationis Ecclesiae et Altaris n. 17, recordando la primera forma de
dedicación del altar, afirma: «Además, la eucaristía, que santifica los corazones de quienes
la reciben, consagra en cierta manera el altar y el lugar de la celebración, como afirman
repetidas veces los antiguos Padres de la Iglesia: “Este altar es admirable porque, siendo
piedra por su naturaleza, ha llegado a ser cosa santa después que recibió el cuerpo de
Cristo.”»
Lugares destinados al culto. Este culto es el culto público tal como lo entiende el
canon 834 §§1 y 2, es decir el que se realiza en nombre de la Iglesia, por personas
deputadas, con los actos aprobados por la misma.
Estos lugares tienen la finalidad de ser destinados al culto o al enterramiento de los
fieles. Así pues, lugares destinados al culto pueden ser los que se recogen en la misma
sistemática del Código: Iglesias, oratorios, capillas privadas, santuarios y altares. Sin
embargo, el Código no presenta otros “lugares” que se destinan al culto público, y que son
también bendecidos: el baptisterio, la capilla de la reserva o comunión, o el lugar de la
penitencia. Ni otros “lugares” celebrativos más pequeños en volumen, pero necesarios para
que la comunidad eclesial pueda realizar el culto público a través de la Sagrada Liturgia (c.
834) [como podrían ser la cátedra, el ambón, el tabernáculo, la puerta de la Iglesia, etc.]
todos estos lugares se encuadrarían dentro del Derecho Litúrgico, pero serían considerados
también lugares sagrados por la bendición.
El lugar destinado a la sepultura debe entenderse tanto la tumba como el entero
cementerio. Éste último es un verdadero lugar de culto donde al difunto cristiano se le
acompaña con la oración de la Iglesia hasta al sepultura. El De benedictionibus contempla
un rito de bendición del nuevo cementerio, así como el Ordo Exequiarum también ofrece
una oración de bendición de la tumba antes de depositar el cuerpo del difunto.
Por dedicación o bendición.
El canon 1154 del CIC 17 afirmaba: «Son lugares sagrados aquellos que se
destinan al culto divino o a la sepultura de los fieles mediante la consagración o la
bendición que a ese efecto prescriben los libros litúrgicos aprobados.»
En 1977 se promulga el Ordo Dedicationis Ecclesiae et altaris, que dejaba el
término consagración a las personas, y dedicación a los lugares y las cosas. Los
consultores encargados de redactar el nuevo Código se decantaron por dejar dedicación y
bendición, evitando el término consagración, para evitar una doble terminología, al mismo
tiempo que parecía más adecuado teológicamente hablando el termino dedicación.1
Con el término dedicación se intenta subrayar el acto o rito por el cual un
determinado lugar se convierte en lugar de reunión de la comunidad cristiana, así como
signo del verdadero templo de Dios que es la Iglesia, comunidad de fieles unidos a Cristo,
que forman las piedras vivas de un edificio espiritual edificado sobre la piedra angular.
Con el término se quiere huir de una concepción cosista (sacralización de las cosas),
pasando a una concepción de finalidad que arranca de los romanos, que tenían el acto
solemne oficial y público con el que se atribuía a la divinidad el título de propiedad de un
suelo o de una casa (dedicatio) y el acto religioso que concluía el acto jurídico
(consecreatio).
1
Cf. Communicationes 12 (1980) 325
Lo que se ha querido evitar es considerar al edificio como un contenedor donde se
han depositado una sacralidad que de cualquier modo se comunica a lo que se hace dentro
y los que en el se reúnan, sino que el edificio se dedica a la finalidad de reunir a los santos
dentro de sus muros, ser signo de su unidad, y permitir la celebración de los actos
sagrados.
Cuando hablamos de los sacramentales ya hablamos de las bendiciones como
signos sensibles por medio de los cuales se efectúan la santificación de los hombres en
Cristo, y la glorificación de Dios a la que tiende el culto de la Iglesia. Su eficacia, como la
de los sacramentales, viene del misterio Pascual de Cristo.
Las bendiciones pueden ser constitutivas (cuando las personas o cosas adquieren un
carácter sagrado permanente), o incoativas (las que piden que las personas o cosas reciban
un beneficio material o espiritual). Los efectos dependen de la oración y mediación de la
Iglesia y de las disposiciones del sujeto. Las bendiciones constitutivas sustraen la cosa o la
persona del uso común (bendición de vírgenes, abad, cáliz...) las segundas no cambian la
finalidad de la cosa o la constitución de la persona.
La dedicación y la bendición constitutiva mantienen una cierta semejanza. Pero hay
que tener en cuenta una distinción que hace el Ordo Dedicationis Ecclesiae et Altaris y que
se hará patente en los cánones: «Conviene dedicar a Dios los lugares sagrados o iglesias
destinados de manera estable para celebrar los divinos misterios, según el rito de la
Dedicación de una iglesia (Cf. Pp. 34-56 ), que sobresale por la fuerza de los ritos y de los
símbolos.
En cuanto a los oratorios, capillas o edificios sagrados que por circunstancias
peculiares están destinados sólo temporalmente al culto divino, conviene bendecirlos
según el rito que aquí se describe.»2
2.1.- Noción
Cada iglesia tiene que tener su propio título tomado de la Stma. Trinidad, de algún
misterio de la vida del Señor, de la Virgen María, de algún santo. Para que el titular sea un
beato debe recibirse el indulto de la Sede Apostólica (cf. Ordo Dedicationis Ecclesiae et
Altaris, cap. II, n. 4).
Explícitamente se prohíbe que se cambie el titular después de la dedicación de una
iglesia, nada se dice de una iglesia bendecida. Por tanto, podría darse un cambio de titular
de una Iglesia bendecida por el Obispo al dedicarla. Para cambiar el titular de una iglesia
dedicada debe pedirse el permiso a la Santa Sede.
Pueden celebrarse todos los ritos del culto divino (sacramentos, sacramentales,
liturgia de la Palabra, ejercicios espirituales, catequesis...), quedando a salvo los derechos
de las iglesias parroquiales. Estas funciones encomendadas al párroco están explicitadas en
el canon 530, y en consecuencia “normalmente” deben hacerse en la iglesia parroquial.
Así pues tener en cuenta la diferencia entre iglesia parroquial y la iglesia rectoral (c.
556 y 559), las capellanías (564 con sus facultades especiales c. 566).
El canon 1220 es una consecuencia de lo que se ha dicho sobre los usos a los que se
destina la iglesia (cf. c. 1219). Así pues:
1. Se debe mantener la limpieza y el decoro que corresponde a la casa de Dios,
por tanto al pueblo de Dios.
2. Se debe mantener alejados todo lo que es ajeno a la santidad del lugar y que
no favorezca el culto sagrado (cf. lo dicho en el c. 1210).
3. Se debe procurar el debido mantenimiento del lugar, mobiliario, objetos,
ornamentos.... si es necesario acudir a las oportunas medidas de
conservación.
4. Se debe hacer uso de los oportunos medios de seguridad ya sea para el lugar
como para los objetos que allí se custodian.
El derecho de entrada de los fieles que caracteriza a las iglesias (c. 1214) debe ser
gratuito. Se prohíbe, por tanto, una arbitraria limitación de la posibilidad de acceso a la
iglesia para los fieles que deseen participar en los actos de culto.
Sin embargo, esta prohibición no alcanza las visitas al margen del horario del culto,
de los lugares que son considerados artísticos, buscando sobre todo la conservación y
mantenimiento del edificio.
A tenor del primer parágrafo del canon el Obispo diocesano puede dictar decreto de
clausura de una iglesia y de reducción de ésta a un uso profano no sórdido si se cumplen
las siguientes condiciones:
1. El mal estado de la misma que impida su reutilización para el culto divino.
2. La imposibilidad de poder reparar el edificio.
El uso sórdido al que hace referencia el canon se refiere a la utilización del edificio
para actividades contrarias a la moral o buenas costumbres.
Pero además el Obispo diocesano podrá reducir a uso profano no sórdido una
iglesia cuando otras causas graves aconsejen que una iglesia deje de emplearse para el
culto divino, pero deberá cumplir estas condiciones:
1. Oír el parecer del consejo presbiteral.
2. Recabar el consentimiento de las personas que legítimamente mantengan
derechos sobre la iglesia (por ejemplo una asociación de fieles que sea
propietaria).
3. Tener en cuenta que no sufra detrimento el bien de las almas a causa de esa
decisión.
A tenor del canon 127 §2, 1º y 2º sería inválido el acto adoptado sin cumplir los dos
primeros requisitos.
En caso de venta del edificio después de su desacralización deberán observarse
además los cánones sobre la enajenación de bienes eclesiásticos (cc. 1291-1294).
Las celebraciones impedidas en los oratorios podrían ser las que se contemplan en
el canon 530 (celebraciones que de forma ordinaria debe realizar el párroco), o las que
tengan que ver con las disposiciones referentes al matrimonio, o de las normas litúrgicas.
La capilla privada es un lugar destinado al culto divino (834) con licencia del
Ordinario del lugar (134) en beneficio de una o varias personas físicas.
Es conveniente que el lugar sea bendecido, aunque esto no es obligatorio. Sin
embargo debe ser destinado al uso del culto divino, siendo incompatible con otro uso
domestico (c. 1229).
La diferencia con las iglesias es clara, el libre acceso de los fieles, licencia del
Ordinario y la dedicación o bendición necesaria. La diferencia con los oratorios también,
puesto que éstos estaban constituidos a favor de grupos indeterminados de fieles en razón
de su pertenencia a una comunidad o grupo concreto, mientras que las capillas privadas en
razón de persona o personas físicas de algún modo determinadas.
Para la erección de una capilla privada se requiere la licencia del Ordinario del
lugar, no de la Sagrada Congregación para la Disciplina de los Sacramentos, como sucedía
antiguamente, por los abusos que se dieron a lo largo de la historia.
Los Obispos pueden constituir para sí una capilla privada que goza de los mismos
beneficios que el oratorio.
Para celebrar la Eucaristía en una capilla privada, o para celebrar otras funciones se
requiere la licencia del ordinario del lugar, aunque sean capillas privadas de las casas de
los institutos religiosos.
Recordar junto a estos cánones el canon 932 que dictamina la necesidad de celebrar
la Eucaristía en lugar sagrado, salvo que en un caso particular la necesidad exija otra cosa
realizándose entonces en un lugar digno. En el parágrafo segundo se afirma que se debe
hacer en una altar dedicado o bendecido cuando se celebre en lugar sagrado, fuera de él
puede celebrarse en una mesa apropiada utilizando siempre el mantel y el corporal.
El canon 934 dice que para tener la reserva eucarística en las capillas y oratorios
(salvo la del Obispo), se necesita la licencia del Ordinario del lugar. El canon 935 prohíbe
que nadie conserve la eucaristía o la lleve consigo en los viajes, salvo que lo exija la
necesidad pastoral y con las prescripciones del Ordinario.
Conviene que estos lugares se bendigan. Por tanto no se dedican sino que se
bendicen. La razón estriba en la estabilidad. Así pues las iglesias se designan como
edificios (aedes), mientras que los oratorios y capillas se definen como lugares (locus).
Parece que esta bendición sea conveniente (convenit) por la norma del c. 932 que
indica la necesidad de celebrar la eucaristía en lugar sagrado.
Aunque la licencia del ordinario o del ordinario del lugar según el caso, destine los
oratorios o las capillas a la celebración del culto, ésta no los constituye en lugares
sagrados. Lugar sagrado es el que se dedica o bendice (cf. c. 1205).
4.- Los santuarios
No nos encontramos ante una nueva especie de lugar sagrado, sino una forma que
pueden adoptar cualquiera de las formas de lugar sagrado vistas hasta ahora. En efecto, el
Código ha presentado tres lugares: iglesias, oratorios y capillas privadas. Dentro de estos
cabe encuadrar el santuario, por ello el Código no dice nada de su dedicación o bendición,
puesto que esto lo supone porque el santuario es ante todo una iglesia u otro lugar sagrado.
Lo mismo cabe decir de los otros temas que nos han ocupado hasta ahora en los lugares de
culto: la construcción, las ceremonias que pueden darse en ellos, el uso que se hace...
Los cinco cánones que se ocupan de los santuarios son nuevos, presentando una ley
marco, que permitirá supuestos fácticos diferentes entre ellos.
4.1.- Noción
El Código define el santuario como iglesia u otro lugar sagrado, al que por un
motivo peculiar de piedad, acuden en peregrinación numerosos fieles, con aprobación del
Ordinario del lugar.
Se trata de una iglesia u otro lugar sagrado. Es una primera condición para que
exista el santuario. Es necesario que exista una iglesia previa.
El Código habla de otro lugar sagrado porque muchas veces el santuario ha
comenzado con una pequeña ermita, que posteriormente se ha convertido con el tiempo y
la afluencia de fieles, en una gran iglesia.
La segunda característica que define el santuario es la peregrinación de fieles por
motivos de piedad, característica que lo distingue de los demás lugares de culto.
La aprobación del Ordinario del lugar tiene dos finalidades:
1. Llevar el hecho (la peregrinación por motivos de piedad) al marco del
Derecho.
2. Realizar un juicio de conformidad sobre los hechos que allí se dan y que
estos se encuadran dentro de la vida de fe de la Iglesia.
Esta aprobación puede ser en principio tácita, incluso bastaría la no oposición. Es
verdad también que en algún momento puede darse una aprobación explícita.
Nos encontramos con un problema. El CIC 17 no tenía cánones que regulasen estos
lugares y la realidad de los santuarios es anterior a los cánones del actual Código, ¿estos
cánones hacen cambiar el estatuto jurídico que estos lugares tenían? El estatuto jurídico
precedente al Código (leyes fundacionales, privilegios, titularidad, etc.), se mantiene en
vigor en la medida que se adapta a la normativa codicial, que por otra parte es lo
suficientemente amplia para poder abarcar las diferentes realidades con las que nos
encontramos. Solamente en los concretos puntos en los que alguna disposición sea
claramente incompatible con la actual legislación, deberá modificarse.
El canon afirma que para que un santuario sea denominado nacional debe aprobarlo
la Conferencia Episcopal, mientras que para recibir la denominación de internacional debe
intervenir la Santa Sede.
Nada se dice de los diocesanos en este canon, pero en el c. 1232 se dice que
corresponde al Obispo aprobar los estatutos de los santuarios diocesanos, con lo cual
tenemos la tercera clasificación. Pero el canon habla de aprobación de estatutos, la
clasificación de diocesanos se daría con la aprobación del Ordinario del lugar.
¿Qué criterio se puede seguir para solicitar la clasificación? El canon no lo
explicita, pero siendo el origen de los santuarios una realidad de hecho (afluencia de
peregrinos por motivos de piedad), ésta es la que nos puede proporcionar un criterio: el
origen y nacionalidad de los peregrinos que afluyen. Pero lo jurídicamente relevante es la
aprobación de los entes mencionados.
4.3.- Los estatutos que rigen el santuario
El canon 76 dice que el privilegio es una gracia peculiar otorgada en función de una
persona física o jurídica, se concede por el legislador o por aquel que éste le haya
concedido tal facultad. El canon 78 dice además que este privilegio puede ser real (a las
cosas), y desaparece al destruirse totalmente la cosa, pudiendo revivir si se reconstruye en
el plazo de cincuenta años.
A los santuarios pueden concederse privilegios cuando así lo aconsejen las
circunstancias de lugar, la concurrencia de peregrinos y el bien pastoral de los fieles. Es
decir, la actividad pastoral que se desenvuelve en los santuarios es peculiar, siendo ocasión
especial de renovación espiritual de los que allí acuden por la predicación y celebración de
los sacramentos.
Estos privilegios pueden ayudar al bien de las almas.
Can. 1235 - § 1. Altare, seu mensa 1235 § 1. El altar, o mesa sobre la
super quam Sacrificium que se celebra el Sacrificio eucarístico,
eucharisticum celebratur, fixum se llama fijo si se construye formando
dicitur, si ita exstruatur ut cum una sola pieza con el suelo, de manera
pavimento cohaereat ideoque que no pueda moverse; y móvil, si
amoveri nequeat; mobile vero, si puede trasladarse de lugar.
transferri possit. § 2. Conviene que en todas las
iglesias haya un altar fijo; y en los
§ 2. Expedit in omni ecclesia altare demás lugares destinados a
fixum inesse; ceteris vero in locis, celebraciones sagradas, el altar puede
sacris celebrationibus destinatis, ser fijo o móvil.
altare fixum vel mobile.
La mesa del altar fijo debe ser de piedra natural y además de un solo bloque. Las
bases pueden ser cualquier otro material. La mesa, a juicio de la Conferencia Episcopal,
puede ser de otro material digno y sólido.
Siguiendo esta recomendación la Conferencia Episcopal Española ha determinado
que sobre todo sea de piedra natural, pero también puede utilizarse la madera natural y el
bloque de cemento dignamente elaborado3.
El altar móvil puede ser de cualquier materia sólida conveniente al uso litúrgico.
3
Cf. II Decreto General de normas complementarias al CIC, en BCEe 6 (1985) 63.
Can. 1237 - § 1. Altaria fixa 1237 § 1. Se deben dedicar los
dedicanda sunt, mobilia vero altares fijos, y dedicar o bendecir los
dedicanda aut benedicenda, iuxta móviles, según los ritos prescritos en
ritus in liturgicis libris praescriptos. los libros litúrgicos.
§ 2. Debe observarse la antigua
§ 2. Antiqua traditio Martyrum tradición de colocar bajo el altar fijo
aliorumve Sanctorum reliquias sub reliquias de Mártires o de otros Santos,
altari fixo condendi servetur, iuxta según las normas litúrgicas.
normas in libris liturgicis traditas.
Los altares fijos deben recibir la dedicación según la normativa litúrgica que sobre
todo se haya en el Ordo Dedicationis Ecclesiae et Altaris (cf. Cap. II, III et IV).
Sin embargo los altares móviles pueden dedicarse o bendecirse.
El parágrafo segundo hace referencia a la antigua tradición de la Iglesia de venerar
a los Santos y de colocar sus reliquias bajo los altares fijos. Esto debe hacerse según las
normas litúrgicas (Ordo Dedicationis Ecclesiae et Altaris cf. Cap. IV, 11):
1. Las reliquias deben evidenciar por su tamaño que son parte de un cuerpo
humano (evitar las excesivamente pequeñas).
2. Ha de constar la autenticidad de las reliquias.
3. El relicario debe colocarse debajo de la mesa del altar en su base (no encima
ni dentro de la mesa).
Can. 1239 - § 1. Altare tum fixum 1239 § 1. El altar tanto fijo como
tum mobile divino dumtaxat cultui móvil, se ha de reservar solamente al
reservandum est, quolibet profano culto divino, excluido absolutamente
usu prorsus excluso. cualquier uso profano.
§ 2. Ningún cadáver puede estar
§ 2. Subtus altare nullum sit enterrado bajo el altar; en caso
reconditum cadaver; secus Missam contrario, no es lícito celebrar en él la
super illud celebrare non licet. Misa.
Se excluye cualquier uso profano del altar reservándose exclusivamente para el uso
del culto divino. Así pues, si el canon 1210 permitía el uso de un lugar sagrado para usos
que fomentasen la religión, el culto y la piedad, el canon que nos ocupa excluye el altar de
cualquier uso que no sea el culto.
El parágrafo segundo afirma que no se pueden realizar enterramientos debajo del
altar y si se han realizado es ilícito celebrar en él la misa. Sin embargo, sigue vigente el que
exista debajo del altar una cripta que esté separada del mismo por una bóveda. 4 La razón de
la norma es que es distinto el culto debido a Dios, de la oración reverente por los difuntos.
Sin embargo, existe un caso en el que se ve una unión entre altar y tumba: el culto
de veneración a los mártires, santos y beatos que han sido declarados por la Iglesia.
Donde sea posible, la Iglesia debe poseer cementerios propios, o espacios dentro de
los cementerios civiles que se destine a la sepultura de los fieles, siendo estos bendecidos
debidamente.
El cementerio es considerado por el legislador como un lugar sagrado que debe
bendecirse a tenor del canon 1205.
El Código no define que se debe entender por cementerio, sin que este concepto
quede limitado a un espacio para enterramientos, pudiéndose incluir también los así
llamados columbarios par depositar las cenizas (puesto que en otras culturas no se entierra
a los muertos sino que se les incinera).
El parágrafo segundo se sitúa en la perspectiva de que este lugar no exista, entonces
preceptúa la bendición individual de cada tumba.
No se deben sepultar cadáveres en las iglesias, salvo las excepciones del Romano
Pontífice, y de los Cardenales, Obispos Diocesanos y eméritos en sus propias iglesias. La
prohibición alcanza incluso a las criptas, si están destinadas al culto.
Pero se dice explícitamente en las iglesias sean del tipo que sean, por tanto podrían
haber enterramientos en los oratorios y en las capillas privadas.
En cuanto al Obispo diocesano parece que también los equiparados en Derecho
tendrían posibilidad de poder se enterrados (cf. 381 y 368). Sin embargo, parece que
quedan excluidos del Derecho los Obispos auxiliares y coadjutores, porque parece que la
enumeración del canon es taxativa.