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PAUL DELESALLE
¡LA HUELGA!
Título original: La Grève !, París, Aux bureaux des
Temps Nouveaux, 1900.
U
no de los hechos más importantes y más significativos de
nuestra época, es, sin duda alguna, la participación, cada
vez más activa, de la clase obrera en todos los movimientos
que tienden al bienestar moral y material de los pueblos.
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Para determinar con claridad la situación de la clase obrera, es
necesario conocer y comprender la naturaleza de las relaciones que
existen entre el capital y el trabajo.
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instituciones que se establecieron para proteger la sociedad termina-
ron por consolidarse en un estado de cosas basado en la injusticia.
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De la posición que ocupan el trabajo y el capital, resulta, pues,
que los detentadores de los capitales se han constituido en prestamis-
tas o explotándolo por sí mismos, reclaman, por los servicios que sus
capitales prestan a la producción general, una renta que les permita
acumular en su provecho las riquezas que se deben a los esfuerzos
combinados del trabajo y del capital, y vivir con ociosidad más o me-
nos completa, cosa contraria al principio de justicia económica.
Puesto que cada individuo consume, cada individuo debe también
producir.
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necesariamente hayan de sufrir la ley del más fuerte; en definitiva, el
capital fija el precio del trabajo, determina los salarios.
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Una industria produce únicamente por y para la especulación,
inundando el mercado, como se supone, de productos inferiores;
surge entonces una crisis política o económica, o sencillamente espe-
culativa, hasta llegar a producir en poco tiempo la más afrentosa mi-
seria.
Muy pocas son las industrias que no hayan conocido estos pe-
ríodos de florecimiento y de decadencia. Es la característica de nues-
tro régimen capitalista.
En este caso, no les queda a los obreros más recurso que opo-
nerse a los cálculos de los especuladores.
Esto es lo que sucede desde largo tiempo en los países donde las
industrias están mejor desarrolladas, donde las relaciones entre el ca-
pital y el trabajo, entre los patronos y los obreros están más encona-
das. En estos países, los obreros han opuesto a la guerra económica
promovida por los burgueses, la defensa enérgica de su derecho a la
existencia.
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La huelga, este fruto, no como han dado en decir los economis-
tas burgueses, del capricho de los obreros o de las provocaciones de
mandarines, sino de un estado de cosas basado en el antagonismo de
fuerzas económicas, obliga a menudo a los patronos a contar con los
obreros. No obstante, luchas estériles hicieron comprender a los obre-
ros que cuando obtenían algunas mejoras, se las arrebataban al ins-
tante, faltos de defensa.
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sabiendo que los patronos, en un momento favorable, pueden arreba-
tar de los obreros lo que antes puedan haberles concedido, La historia
de las más importantes huelgas puede demostrarlo.