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Las Marcas de La Violencia en La Literatura Colombiana
Las Marcas de La Violencia en La Literatura Colombiana
HERMENÉUTICA DE LA LITERATURA
SEMESTRE V – GRUPO 01
Desde hace muchos años, Colombia ha estado sumergido en una violencia que ha
marcado la vida de aquellas personas que han perdido seres queridos, bienes materiales
e incluso las ganas de vivir. Muchos creen que la guerra acaba cuando los disparos
cesan, y bueno, quizá sea así para aquellos que no les tocó vivirla, pues, se acaban los
en la radio. Para esas personas que vieron la guerra “desde la barrera” de los medios de
comunicación, para ellas si acaba. Pero, aquellos que la vivieron ¿qué? ¿Qué pasa con
esas personas a las que la guerra les arrancó desalmadamente todo lo que amaban y les
daba sentido a sus efímeras vidas, que perdieron sus seres más queridos, sus tierras, sus
casas y todo aquello por lo que había luchado una vida entera?
De manera análoga, la violencia en Colombia, puede ser vista desde una perspectiva
hermenéutica, si se tiene en cuenta que esta es definida por Arráez, Calles y Tovar
(2006) como el arte de interpretar donde “la interpretación viene a identificarse con la
problema, acentuado, por alguna distancia (histórica, psicológica, lingüística, etc.) que
que ha marcado nuestro país se puede ligar a la que cada persona haga tanto de los
que emergen al momento de abordar esta problemática aun cuando sólo se ha hecho
las guerras entre los grupos armados, la desaparición forzosa, el narcotráfico, entre
Gil, “Cien años de soledad” de Gabriel García Márquez, “La multitud errante” de Laura
Restrepo, “Los ejércitos” de Evelio Rosero y, “Sin nombres, sin rostros ni rastros en
La violencia en Colombia se remonta al año 1948 cuando estalló una guerra tras el
asesinato del liberal Jorge Eliecer Gaitán, pues luego de este acontecimiento sus
donde a raíz de lo anterior, ocurrió el llamado “bogotazo”, dicho asesinato, provocó que
los liberales empezaran a hacer –según ellos- “la revolución” pero esto realmente no
ocurrió, pues dicha revolución se transformó en violencia entre las guerrillas liberales y
el ejército conservador. Esta, probablemente junto con la de los grupos armados es una
de las violencias más reconocidas en nuestro país, pero cabe hacerse las preguntas que
“¿por qué se mataban entre sí … por qué les había envenenado el alma? ¿por qué
qué incendiaban sus casas y se destruían sus parcelas? ¿Por qué destripaban a los
década de los 60, y nos atrevemos a decir, que la guerra entre liberales y conservadores
no terminó, sino que solamente cambió de nombre y ahora era la guerra entre los grupos
armados y el gobierno, (que además dio paso al temido narcotráfico). Se crearon, los
1964; en el año 1967 se dio inicio a otra organización guerrillera denominada Ejército
acciones bélicas, entre otros hechos atroces; se estima que hubo más de seis millones de
desplazados forzados y cientos y hasta miles homicidios. Sin mencionar los muertos que
dejó los “falsos positivos” los cuales eran personas civiles que fueron asesinadas por las
grupos guerrilleros.
contexto de violencia y guerra que sufrió Colombia, empezando con el asesinato del
presenciaron, pero también de aquellos que la han escuchado y encarnado como si fuese
de haber nacido en una época violenta, en medio de mucha gente indolente que lucha
sin sentido por causas e ideales ajenos, llevándose a su paso hasta los más indefensos,
sin importarle la vida, y mucho menos la muerte. Para ello, se abordan algunas citas de
Los velos de la memoria (cuento Sin nombres, sin rostros ni rastros) (2014)
el año 1996 por el escritor, periodista y educador Libanénse Antonio Echeverry Gil,
quien ha abordado en sus obras la violencia que marcó las épocas de los años cincuenta
Y FIRMARON LA PAZ
ANTE EL REGOCIJO DE TODOS
Y PARA SELLAR EL PACTO
GUERRILLEROS Y SOLDADOS
DISPARARON AL AIRE SUS FUCILES
Y DEL CIELO AZUL
CAYO UNA LLUVIA DE PALOMAS BLANCAS
CON LAS ALAS DESTROZADAS
El cual nos abre un contexto sobre las temáticas crueles y violentas que muy
probablemente va a abordar esta obra, poema que sin duda alguna tiene tantas
interpretaciones como lectores posibles, por nuestra parte, consideramos que tal como
expresa Laura Restrepo (2001) en La multitud errante que “la guerra que no cesa,
cambia de cara no más” pues de la violencia del bipartidismo se dio paso a la guerra
narcotráfico y hoy con unos Acuerdos de paz firmados la paz sigue siendo tan ilusoria
como hace 50 años. Y esas “palomas blancas con las alas destrozadas” caen día tras día
frente al rostro de las personas que fueron marcadas por la guerra, frente a esas madres
que perdieron sus hijos, las esposas que quedaron viudas, e incluso frente a las tumbas
de los muertos a los que también les cortaron brusca y despiadadamente sus alas; frente
a los hijos huérfanos y a la deriva, esos niños que tristemente han tenido que soportar el
peso de la guerra con el que ha cargado este país, y como menciona Echeverry, los
niños no tenían por qué ser víctimas en medio de una guerra absurda, pues “al principio,
cuando se enmontaron, hasta razón tenían. Algunos tenían motivos muy graves, les
habían matado a sus padres, a sus hermanos; a sus familiares. Pero de todas maneras los
niños no tenían por qué pagarlas” (p. 32). Lo cierto, es que con razón o sin ella, la
violencia en Colombia detrás de una supuesta lucha colectiva, esparcen sufrimiento sin
remordimiento alguno, y aún si lo tuvieran, tal como expresa la narradora del cuento
“Sin nombres, sin rostros, ni rastros”, de Pardo “el perdón, el olvido y la reparación, han
sido para mí una ofensa. Nadie podrá pagar ni reparar la orfandad en que hemos
quedado. Nadie”. Es tan complejo entender cómo por una supuesta causa común y
dizque por el bien del pueblo, se hay llegado a asesinar a tantas personas y de una forma
tan despiadada e inhumana, sin pensar ni siquiera en las criaturas inocentes que están
empezando a vivir ¿o a morir? Ya no se sabe bien, pues como menciona Evelio Rosero
en su novela Los ejércitos: “compadezco a los niños, que les aguarda un duro trecho por
recorrer, con toda esa muerte que heredan” que dura, y que triste que esta no sea sólo
una frase de la literatura, sino que contenga hechos reales dentro de sí, pues nos
atreveríamos a decir que muchas veces la literatura contiene más hechos reales y es más
épocas violentas a los niños les toca dejar su infancia a un lado y no preocuparse tanto
por jugar como por guardar su vida de la muerte, que dolorosa situación, que, como
menciona Echeverry “los niños no tenían por qué pagarla”, Respecto a este desgarrador
tema de los niños víctimas de la guerra, Jorge Eliecer Pardo también hace mención en
su cuento Sin nombres, son rostros ni rastros entre otras, en el fragmento donde la
“pedimos paz para los niños que aún no entran en la guerra a pesar de que a
remendados, no importa que no haya futuro. Nos aferramos a la vida que crece
en los niños que no han podido salir del puerto … nuestras criaturas inocentes”
Y no sólo a los niños, pues lamentablemente “La guerra a todos envuelve, es un aire
sucio que se cuela en toda nariz, y aunque no lo quiera, el que huye se convierte a su
vez en difusor” (Laura Restrepo, 2001, p35) pues, quien ha sido tocado por la guerra, es
muy difícil que salga de esta, y si logra salir es probable que en su interior quede una
sutil contaminación que siempre está a la defensiva, es como si una parte en su corazón
se volviese de acero para no dejar penetrar más dolor, (o por lo menos para creer que no
se está admitiendo más dolor) pero a su vez, esa parte que se cree “impenetrable” se
de dolor y sufrimiento, pero en ambos, las vidas de estas personas con un supuesto
corazón de acero quedan marcadas, destrozadas y todo a causa de “una guerra absurda”.
Pobres mujeres que aun cuando se oyen “acuerdos de paz” siguen con el alma
destrozada, llevando las penas por dentro, cargando en el alma a sus muertos, con un
corazón convertido en acero, pues, aunque estas sean poco nombradas en periódicos y
revistas, dado gran parte de estos medios suelen centrarse en los victimarios y en las
víctimas fallecidas, sin preguntarse ¿Qué pasa con aquellas que, aunque tengan el
cuerpo vivo, su alma, sentido y ganas de vivir fueron arrebatados por la guerra? Como
dice la voz de la viuda que narra Sin nombres, sin rostros, ni rastros el perdón, el olvido
y la reparación son una ofensa para aquellas mujeres que nada ni nadie les va a poder
devolver el ser querido que perdieron, la vida que tenían y que la guerra
Por otro lado, Gabriel García Márquez en su obra “Cien años de soledad” en la voz de
un personaje conocido como <<el general Moncada>> menciona que “hay que pensar
en la guerra como absurda pesadilla del pasado” cabe decir, que de esta cita resaltamos
la palabra absurda, pues, por más que se quiera es muy difícil encontrar una verdadera
lógica a la violencia y a la guerra, porque entre otras cosas, en cada guerra se evidencia
que quienes mueren en mayor medida son las personas pobres, quienes persiguen y
defienden ideologías de aquellos que están en el poder; además, es absurdo pensar que
se pueda llegar a odiar a aquel con el que nunca se ha cruzado ni una sola palabra o a
aquel que es mi hermano pero que por estar en otro bando, se convierte en mi enemigo,
cosas buenas, siempre, en cada guerra, aun cuando se considere el ganador, solo se
consideramos, que una de las características que identifica a García Márquez como
proporcionados por mandatarios que gozan de una autoridad muchas veces comprada y
las absurdas pero trágicas guerras bipartidistas, frente a este último, es importante
señalar que “García Márquez vivió de cerca <el bogotazo> es decir, la revuelta social
causada por el asesinato de Gaitán” (Castro, 2005 p.292) por ello, es entendible que el
propio contexto de este reconocido autor estuvo ligado a su escritura, además según
Castro (2005) cuando García Márquez laboró como columnista del periódico El
una forma permanente a todos los periódicos del país y solicitudes de las autoridades
gubernamentales para omitir ciertos hechos” (p 292) dado lo anterior, se puede inferir el
porqué de la postura política en cierta manera escéptica que García Márquez plasma en
sus textos.
En definitiva, se puede decir que las obras literarias abordadas, como también las
azotaron nuestro país en la década de los cincuenta hasta el presente; así como también
se evidencia que el dolor producto de la guerra no ha cesado sino que sigue latente en
los personajes de estas obras y en los corazones de tantas mujeres a las que la violencia
les arrebató sus hijos, esposos, padres y seres queridos. Al igual que los bienes
materiales por los que muy probablemente habían luchado y se habían esforzado toda su
vida por conseguirlos, y en un abrir y cerrar de ojos la guerra arrasó con todo lo que
amaban. Vemos también, que es muy característico en los escritores colombianos narran
tiempo dejó marcadas sus obras. Dando la voz a las víctimas (muertas y vivas) y no
solamente a los victimarios como lo suelen hacer los medios de comunicación. Así
mismo, se evidencia que cada uno de estos autores tiene una interpretación hermeneuta
diferente de los hechos históricos y violentos (que dejan plasmada en sus textos), al
igual que cada lector los interpreta de una manera única, por lo cual se hace posible
Referencias bibliográficas:
Arraéz, Morella; Calles, Moreno de Tovar, Liuval (2006) “La hermenéutica: una
actividad interpretativa” Caracas, Venezuela: Revista Universitaria de Investigación de
la Universidad pedagógica Experimental.
Pardo, J. E. (2014) Sin nombres, sin rostros ni rastros en “Los velos de la memoria”
Cali, Colombia: Universidad del Valle.