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Los Derechos Humanos en Colombia
Los Derechos Humanos en Colombia
La situación humanitaria y de los derechos humanos en Colombia sigue siendo grave, y en ella la
población civil sigue sufirendo la peor parte del prolongado conflicto armado interno del país. Las
fuerzas de seguridad, los paramilitares y los grupos guerrilleros siguen siendo responsables de
abusos graves contra los derechos humanos y de violaciones del derecho internacional
humanitario, y haciendo caso omiso del derecho fundamental de los civiles a no verse
involucrados en el conflicto.
El panorama general de los derechos en el país presenta algunos elementos positivos y varios
negativos.1 En comparación con el año 2008, en 2009 menos civiles fueron ejecutados
extrajudicialmente por las fuerzas de seguridad o secuestrados por grupos guerrilleros y bandas
criminales. El desplazamiento forzado de población aumentó de nuevo –si bien es cierto que en
menor grado que en 2008– al igual que el homicidio de personas pertenecientes a grupos sociales
marginados y a pueblos indígenas. Persisten las amenazas contra los defensores y defensoras de
los derechos humanos y otros activistas. Muchos testigos de homicidios y sobrevivientes de abusos
contra los derechos humanos y sus familias reciben amenazas y son víctimas de homicidio. Entre
otros abusos de derechos humanos e infracciones del derecho internacional humanitario figuran la
violencia sexual, la desaparición forzada, el reclutamiento forzado de menores, los ataques
indiscriminados contra la población civil, y el uso de minas terrestres antipersonal.
Los paramilitares siguen operando en muchas partes del país, en ocasiones en connivencia con
sectores de las fuerzas de seguridad, a pesar de las declaraciones del gobierno de que esos grupos
han sido todos desmovilizados. De hecho, los grupos paramilitares están ahora más organizados.
El gobierno asegura que los actos de violencia atribuibles a esos grupos son exclusivamente de
naturaleza criminal y relacionados con el narcotráfico, pero las tácticas que emplean para
aterrorizar a la población civil, como las amenazas de muerte y las masacres, son reflejo de las
que se utilizaban con anterioridad a la denominada desmovilización. Los defensores y defensoras
de los derechos humanos y otros activistas, en especial, están en el punto de mira de tales grupos.
Amnistía Internacional acoge con satisfacción las invitaciones remitidas por el gobierno de
Colombia en 2009 a cuatro Procedimientos Especiales de la ONU. Sus visitas e informes suponen
una importante oportunidad para el sistema de la ONU de oír directamente los testimonios de las
víctimas y de analizar la situación de los derechos humanos con organizaciones colombianas de
derechos humanos y otros representantes de la sociedad civil.
Amnistía Internacional acoge asimismo de forma satisfactoria los compromisos contraídos por el
gobierno en el contexto del Examen Periódico Universal (EPU) y su decisión de informar a dicho
mecanismo. La organización insta al gobierno a informar sobe los resultados concretos obtenidos
en sus esfuerzos por aplicar esos compromisos. Amnistía Internacional recomienda también que se
establezca un proceso con plazos y resultados definidos para evaluar el cumplimiento de esos
compromisos y la conformidad con todas las recomendaciones de la ONU.
Amnistía Internacional considera positivas, tras el escándalo que siguió a los homicidios de
Soacha en 2008, las iniciativas adoptadas por el gobierno para abordar el problema que viene de
largo de las ejecuciones extrajudiciales perpetradas por las fuerzas de seguridad. Esas iniciativas
han contribuido a la reducción de ejecuciones extrajudiciales atribuidas a las fuerzas de seguridad
en 2009, pero sigue suscitando preocupación el hecho de que, al igual que en el pasado, esto
pueda suponer un incremento paralelo de homicidios perpetrados por grupos paramilitares.
• El proceso de Justicia y Paz. Aunque algunos paramilitares han confesado haber cometido
algunas violaciones de derechos humanos y han implicado a otras personas activas en
política, el mundo empresarial y el ejército, el proceso de Justicia y Paz sigue lejos de
ajustarse a las normas internacionales sobre el derecho de las víctimas a la verdad, la
justicia y la reparación. En torno al 90 por ciento de quienes fueron desmovilizados
eludieron una investigación efectiva. La mayoría de los 18 líderes paramilitares
extraditados a Estados Unidos por cargos relacionados con el narcotráfico se han negado a
cooperar con el sistema de justicia civil de Colombia en sus investigaciones sobre
violaciones de los derechos humanos. Funcionarios judiciales colombianos se han
encontrado con dificultades cuando han intentado tener acceso a los escasos
paramilitares que han accedido a colaborar. Las víctimas o sus familiares que han
participado en el proceso, sus abogados y quienes han prestado su apoyo a las campañas
en favor de la justicia, además de los funcionarios judiciales que han investigado casos en
el proceso de Justicia y Paz, han sido víctimas de amenazas y de homicidios.
Pueblos indígenas: El impacto del conflicto sobre los pueblos indígenas de Colombia es
crecientemente destructivo. En 2009, más de 114 hombres, mujeres, niños y niñas indígenas
fueron víctimas de homicidios. Altas autoridades gubernamentales y otros funcionarios del Estado
siguen realizando declaraciones que vinculan con los grupos guerrilleros a los dirigentes indígenas
y a las comunidades que representan, lo que ha fomentado un clima en el que se toleran,
fomentan o facilitan los abusos contra los pueblos indígenas.
Durante su visita a Colombia en julio de 2009, el relator especial de la ONU sobre la situación de
los derechos humanos y las libertades fundamentales de los indígenas describió la situación de los
derechos humanos a la que hacían frente los pueblos indígenas del país como “grave, crítica y
profundamente preocupante”.3 En concreto, pidió a los grupos armados ilegales que pusiesen fin
al reclutamiento de niños y niñas indígenas y a la utilización de minas antipersonal, y expresó
preocupación por las violaciones de derechos humanos cometidas por las fuerzas de seguridad. Si
bien reconoció que se habían producido algunos avances en temas indígenas, concluyó que la
legislación del país, así como las prácticas y políticas del gobierno, no han protegido a los pueblos
indígenas de forma efectiva ni han salvaguardado sus libertades fundamentales ni sus derechos
humanos.
En un auto dictado en enero de 2009 sobre pueblos indígenas y desplazamiento, 4 la Corte
Constitucional criticó la inapropiada respuesta del Estado a los problemas de los pueblos
indígenas de Colombia. La Corte dio al gobierno un plazo de seis meses para confeccionar y
aplicar un plan que garantizase los derechos de las personas desplazadas y de los pueblos
indígenas cuya supervivencia está gravemente amenazada. Transcurrido más de un año de ese
auto hay pocos indicios de que en este particular se hayan registrado progresos efectivos.
Defensores y defensoras de los derechos humanos: En Colombia siguen siendo víctimas de abusos
los defensores y defensoras de los derechos humanos, de ONG nacionales y locales, sus familias, y
los dirigentes comunitarios, los dirigentes de pueblos indígenas y de comunidades
afrodescendientes y campesinas, los sindicalistas, los activistas estudiantiles y del colectivo
LGBT, los que trabajan con víctimas y familiares que luchan por la verdad, la justicia y la
reparación, los abogados, y los periodistas. Entre los abusos de que siguen siendo víctimas esas
personas figuran el homicidio, el secuestro, la desaparición forzada, las amenazas, la
estigmatización, el hostigamiento, la detención arbitraria, la vigilancia, el exilio o la irrupción en
sus lugares de trabajo y el robo de información sensible sobre casos.
La todavía grave situación a que han de hacer frente defensores y defensoras de los derechos
humanos en toda Colombia se ve exacerbada por un clima de significativa hostilidad. Esa
hostilidad ha sido fomentada por el gobierno, que percibe los derechos humanos y la seguridad
como elementos mutuamente excluyentes. Altas autoridades gubernamentales y estatales con
frecuencia buscan equiparar la labor de defensa de los derechos humanos con el apoyo a la
guerrilla o al terrorismo. Esta estigmatización sistemática y pública en grado sumo, ha dado a su
vez, poderosos incentivos a quienes desean amenazar y dañar físicamente a los defensores y
defensoras de los derechos humanos.