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3.1.

NATURALEZA JURIDICA DE LA ACCIÓN DE


INCONSTITUCIONALIDAD
En la definición de acción de inconstitucionalidad el maestro Joaquín Brage
Camazano, podemos identificar claramente que la naturaleza de la acción de
inconstitucionalidad es de control normativo abstracto de la constitucionalidad.
Como se sabe, uno de esos procesos que se desarrollan a exclusividad en
sede del tribunal constitucional es el de inconstitucionalidad. Según Soehn se
trata de un control abstracto de normas que se origina no es fundación de un
conflicto de intereses concretos, para cuya solución sea menester dilucidar con
carácter previo el acomodo a la Constitución de la norma de decisión, sino
simplemente en una discrepancia abstracta sobre la interpretación de un texto
constitucional en relación a su compatibilidad con una ley singular. Afirmando
con el concepto de Mesia, quien señala en su “Exégesis del Código Procesal
Constitucional" estamos ante un procedimiento unilateral y no de contienda que
busca fundamentalmente el respeto de la regularidad del ordenamiento jurídico.
En consecuencia, se trata de un proceso objetivo ya que los legitimados no
adoptan la posición estricta del demandante que llega a la instancia a pedir la
defesa de un derecho subjetivo, sino que por el contrario actúan de alguna
manera como defensores neutros de la constitución. Es decir, estamos ante un
procedimiento que necesariamente no reproduce una contienda intersubjetiva,
sino que tiene como propósito fundamentalmente el respeto de la regularidad,
en la producción normativa al interior del ordenamiento jurídico, regularidad que
solo se produce si se respeta la supremacía de la Constitución, de la ley sobre
las normas de inferior jerarquía y así sucesivamente.

3.2. CARACTERISTICAS DE LA ACCION DE INCONSTITUCIONALIDAD


Según Carlos Mesía las características del proceso de Inconstitucionalidad son:
1. Se realiza a posteriori, quiere decir que no es posible declarar la
inconstitucionalidad de proyectos de ley ni de tratados que todavía no
forman parte del orden interno.
2. El proceso de inconstitucionalidad tiene una doble dimensión, aun
cuando se trata de un proceso fundamentalmente objetivo, también para
impedir que se apliquen normas con posibilidad de generar afectaciones
concretas (subjetivas) a los derechos fundamentales de los individuos.
De ahí que en algunos casos la sentencia puede tener efectos
retroactivos.
3. No proceden las medidas cautelares.
4. Una vez interpuesta la demanda se impulsa de oficio. No es posible el
abandono ni e desistimiento. Tampoco el allanamiento del demandado.
El proceso solo terina por sentencia.

5. Se trata de un mecanismo procesal, esto es, de un instrumento no de


derecho sustantivo, sino procesal, en concreto es un instrumento por
medio del cual se da lugar al inicio de una actividad jurisdiccional para
resolver una controversia de rango constitucional.
Las principales características de acción de inconstitucionalidad son:
1. Se trata de un mecanismo de rango constitucional, esto es, derivado de
la Constitución. Por ello, si no hay Constitución o, habiéndola, no exige,
expresa o tácitamente, la existencia de la acción, ésta no es, en rigor y a
nuestro.

2. La legitimación activa para plantear la acción, para ejercitarla, puede


corresponder a una legitimación popular, o cuasi popular o a favor de
órganos políticos.

3. La legitimación pasiva se refiere a los órganos que aprobaron y, en su


caso, promulgaron la norma impugnada.

4. Salvo en los casos de terminación anticipada del proceso, la acción de


inconstitucionalidad da lugar, tras la terminación procesal oportuna, aun
pronunciamiento del órgano de la constitucionalidad, en concreto una
sentencia, en la que se expresara si el tribunal considera que la norma
legal impugnada es o no conforme a la Constitución.

5. El juicio llevado a cabo por el tribunal de la constitucionalidad es: a) un


juicio normativo, b) un juicio abstracto.

6. Si el órgano de la constitucionalidad declara inconstitucional la norma


jurídica enjuiciada, ello conllevará la nulidad de dicha norma con efectos
generales, erga ommes, algo casi intrínseco al juicio abstracto en que se
basa.

7. El objeto de la acción de inconstitucionalidad es la norma impugnada.

8. El control de constitucionalidad ejercido a través de la acción de


inconstitucionalidad es, por lo general, un control represivo o aposteriori,
pero hay países donde la regla general en que sea un control preventivo
o a priori (Francia y Chile).

3.3. NORMAS OBJETOS DE CONTROL


Como ya se ha mencionado, el artículo 200, inciso 4), de la Constitución
vigente señala cuáles son los dispositivos de rango legal cuya
constitucionalidad puede ser cuestionada a través de este proceso.
En dicho artículo se hace referencia expresa a las leyes, los decretos
legislativos, los decretos de urgencia, los tratados, el Reglamento del
Congreso, a las normas regionales de carácter general y a las ordenanzas
municipales, lo que plasma, en líneas generales, lo ya planteado en su
momento por la Constitución de 1979.
Sin embargo, y además de las precisiones que se puede hacer respecto de
cada una de ellas, también existen otros dispositivos normativos susceptibles
de ser controlados a través de este proceso, tales como las leyes de reforma
constitucional, las leyes orgánicas, los decretos leyes, entre otros.
Ello también ha sido plasmado en el Código Procesal Constitucional, donde se
indica, en el artículo 77, que:
“Artículo 77.- Procedencia de la demanda de inconstitucionalidad La demanda
de inconstitucionalidad procede contra las normas que tienen rango de ley:
leyes, decretos legislativos, decretos de urgencia, tratados que hayan
requerido o no la aprobación del Congreso conforme a los artículos 56 y 57 de
la Constitución, Reglamento del Congreso, normas regionales de carácter
general y ordenanzas municipales”.
Un tema previo al análisis de los dispositivos normativos que constituyen el
objeto de este proceso constitucional es el determinar si lo que controla a
través de este proceso son las disposiciones legales o las normas. Esta
diferencia alude a si se trata de valorar los enunciados lingüísticos de los textos
de rango legal cuestionados (disposiciones) o si lo que se persigue es evaluar
la interpretación respecto de dichas disposiciones que han efectuado los jueces
constitucionales (normas).1
Desde nuestra percepción, de lo que se trata, en principio, es de controlar las
normas entendidas como la interpretación de los textos en los cuerpos legales
que efectúan los jueces constitucionales, pero ello en algunos supuestos
parecería habilitar la posibilidad de controlar las propias disposiciones legales,
tal como se verá en capítulos posteriores.

3.3.1 LEYES
La denominación “ley” se emplea para aquellos dispositivos de rango legal
emanados del Congreso de la República, que, desde una concepción
sustantiva, pueden incluir a las leyes ordinarias, las leyes orgánicas, las leyes
de desarrollo constitucional e incluso aquellas que utilizan la denominación
“ley”, pero agregan a ello otras nomenclaturas (como Ley Marco).
Ello también ha sido indicado expresamente por el Tribunal Constitucional al
desarrollar los alcances de lo que sería una ley:
“Con relación a la fuente normativa denominada ley, en sentido material, deben
tenerse presentes dos puntos. En primer lugar, su expedición corresponde al
Congreso de la República conforme al inciso 1 del artículo 102 de la
Constitución, que establece que es atribución del Congreso dar leyes.
Atribución que descansa en los principios de soberanía política, consagrado en
el artículo 45 de la Constitución, que establece que el Poder emana del pueblo,
y en el principio representativo reconocido en el artículo 43 de la Constitución.
1
Sobre la distinción entre disposición (como enunciado lingüístico) y norma (como producto de la
interpretación), uno de los pioneros fue CRISAFULLI, V. “Voz Disposizione (e norma)”. En: Enciclopedia
del Diritto. Tomo XIII. Giuffrè, Milán, 1964, p. 165 y siguientes. Citado por BERNAL PULIDO, Carlos. El
derecho de los derechos. Escritos sobre la aplicación de los derechos fundamentales. Universidad
Externado de Colombia, Bogotá, 2005, p. 210.
Y, en segundo lugar, que para la Constitución la fuente normativa denominada
ley comprende a las leyes ordinarias, las leyes orgánicas, las leyes de
desarrollo constitucional y las que tienen una denominación asignada
directamente por la Constitución y cuyas diferencias no radican en su jerarquía
ni en el órgano que las expide, sino en su procedimiento de aprobación y en las
materias que regulan.2
Siguiendo en la línea de lo expuesto agrega a ello que:
“[…] conforme al sistema de fuentes diseñado por la Norma Suprema y a sus
artículos 51, 200 inciso 4), 102 inciso 1) y 106, la categoría normativa de leyes
comprende a las leyes ordinarias y a las leyes orgánicas, las cuales tienen la
misma jerarquía jurídica”.
Y, para incluir a dispositivos con otras nomenclaturas como las leyes marco o
leyes de bases afirma que:
“Este Colegiado estima también que el Congreso de la República, al detentar la
competencia exclusiva en la producción de la fuente normativa de ley, goza de
la autonomía inherente, en el marco de la Constitución, del Reglamento del
Congreso y de las leyes, para precisar la denominación de las leyes que
expide; […].
La facultad de otorgar una denominación ha sido desarrollada por la Ley N°
26889, Ley Marco para la producción y sistematización legislativa, cuyo artículo
3 dispone que: ‘La Ley debe tener una denominación oficial que exprese su
alcance integral. La denominación forma parte del texto oficial de la Ley y
corresponde al Congreso de la República asignársela, salvo en los casos de
Decretos Legislativos y Decretos de Urgencia, en los cuales es el Poder
Ejecutivo quien asigna la denominación’. En ese sentido, el Congreso de la
República e incluso el Poder Ejecutivo, en el caso de Decretos Legislativos,
son competentes para asignar determinadas denominaciones cuando se trata
de leyes que regulan aspectos generales sobre una materia a fi n de sintetizar
su alcance integral, empleando para ello las denominaciones de Ley de Bases,
Ley Marco y Ley General, según corresponda, pero que, en definitiva,
constituyen la fuente normativa de ley expedida por el Congreso de la
República.
Adicionalmente, por expresa prescripción de la Constitución, existen otras
materias que deben regularse a través de leyes especiales. Así, las leyes que
emite el Congreso de la República para autorizar al Gobierno a que emita
determinada normativa, regulando un tema específico y por un plazo
determinado –ley autoritativa– la cual es mencionada en el primer párrafo del
artículo 104 de la Constitución:
“Artículo 104.- El Congreso puede delegar en el Poder Ejecutivo la facultad de
legislar, mediante decretos legislativos, sobre la materia específica y por el
plazo determinado establecidos en la ley autoritativa”.
Ello también ocurre con la Ley General de Presupuesto de la República, que
tiene un modo peculiar de producción normativa y que se encuentra regulada
entre los artículos 78 y 80 de la Constitución hoy vigente.

2
STC Exp. Nº 008-2005-PI/TC, Fundamento 9.
Por tanto, una ley, entendida como una prescripción normativa general y escrita
emanada del Congreso de la República conforme a un procedimiento prefijado
por la Constitución3 y que puede adoptar alguna de las diversas
denominaciones que ya se han indicado, puede ser objeto de control en el
marco de un proceso de inconstitucionalidad.
Al emplearse la voz “leyes” en el artículo 200, inciso 4), algunos dedujeron de
ello que se habilitaba únicamente a cuestionar aquella normativa que recibiera
dicha denominación en estricto (las leyes ordinarias), y sin nomenclaturas
adicionales, tal como se hacía en el caso de la ley orgánica, la ley de reforma
constitucional o la ley de desarrollo constitucional, con las previsiones que se
señalarán.
Sin embargo, esta posible comprensión restrictiva ha sido descartada por el
Tribunal Constitucional. Ello, tal como ha efectuado al equipar los distintos
cuerpos normativos –al margen de sus denominaciones– al concepto de ley, y
como se analizará en específico para los casos de las leyes orgánicas y las
leyes de reforma constitucional, objeto de control en este tipo de procesos.

LEYES ORGANICAS
Las leyes orgánicas son dispositivos legales cuyo modo de producción implica
cumplir una serie de requisitos formales y materiales, conforme se ha
estipulado en el artículo 106 de la Constitución:
“Artículo 106.- Mediante leyes orgánicas se regulan la estructura y el
funcionamiento de las entidades del Estado previstas en la Constitución, así
como también las otras materias cuya regulación por ley orgánica está
establecida en la Constitución.
Los proyectos de ley orgánica se tramitan como cualquiera otra ley. Para su
aprobación o modificación, se requiere el voto de más de la mitad del número
legal de miembros del Congreso”.

En lo referente a los requisitos formales, debe cumplirse lo siguiente:


Seguir el mismo procedimiento legislativo que se estipula para toda ley
ordinaria.
La diferencia de trámite vendría por la mayoría requerida para su
aprobación o modificación: más de la mitad del número legal de
congresistas, lo cual, en la configuración actual del Congreso, implicaría
que se requiere la conformidad de más de 60 congresistas.
En cambio, los requisitos materiales que se imponen a las leyes orgánicas
vendrían porque su contenido solo podría contemplar:
La estructura y funcionamiento de las entidades del Estado reguladas
por la Constitución.
Las materias que la Constitución reserva para ser tratadas por este
cuerpo normativo.

Respecto a estos requisitos materiales, entendiendo que los temas que pueden
ser tratados por ley orgánica corresponden a un criterio taxativo o numerus

3
STC Exp. N° 0047-2004-AI/TC, Fundamento 16.
clausus (y por tanto, no permite ir más allá de lo plasmado en el artículo 106 de
la Constitución), el Tribunal Constitucional ha afirmado que:

“Una segunda interpretación del artículo 106, siempre desde la perspectiva


numerus clausus, es aquella que, partiendo del requisito material, propio del
modelo de ley orgánica que diseña la Constitución, preserva el principio de
unidad en la interpretación de la Constitución. En tal sentido, debe considerarse
que el artículo 106 de la Constitución prevé dos rubros que deben regularse por
ley orgánica: a) la estructura y funcionamiento de las entidades del Estado
previstas por la Constitución, las cuales comprenden aquellas con mención
expresa (las contempladas por los artículos 82, 84, 143, 150, 161 y 198 de la
Constitución), y aquellas que, debido a su relevancia constitucional, también
gozan de tal calidad; ello porque la primera parte del artículo 106 de la
Constitución debe interpretarse coherentemente; y b) las otras materias cuya
regulación por ley orgánica está establecida en la Constitución (dentro de estas
últimas se tiene a las contempladas en los artículos 31, 66 y 200 de la
Constitución.

Ahora bien, en lo referente a aquellas entidades cuyo funcionamiento debe


regularse a través de ley orgánica, el supremo intérprete de la Constitución ha
determinado que dichos organismos serían:

El Congreso de la República, asumiendo que el reglamento de dicha


institución goza de naturaleza equivalente a ley orgánica.
Poder Judicial.
Poder Ejecutivo, únicamente en lo referido a las disposiciones relativas a
los capítulos IV y V del Título IV de la Constitución (Presidencia de la
República y Consejo de Ministros), puesto que los ministerios deben ser
regulados por su ley de organización y funciones, conforme al artículo
121 de la Constitución, la cual sería una ley ordinaria.
Jurado Nacional de Elecciones.
Ofi cina Nacional de Procesos Electorales.
Registro Nacional de Identificación y Estado Civil.
Tribunal Constitucional.
Defensoría del Pueblo.
Ministerio Público.
Consejo Nacional de la Magistratura.
Los gobiernos regionales.
Las municipalidades.
Superintendencia de Banca, Seguros y AFP.
Contraloría General de la República.
Banco Central de Reserva.

Es cierto que la denominación “ley orgánica” no es incluida dentro del artículo


200, inciso 4), de la Constitución, el cual regula el objeto del proceso de
inconstitucionalidad. Sin embargo, el hecho de que se haga referencia a ley de
manera general no parece justificar su exclusión de ser cuestionadas vía dicho
proceso constitucional. Ello además ha sido admitido sin mayores
cuestionamientos por el Tribunal Constitucional en muchos de sus
pronunciamientos emitidos en el marco de este proceso constitucional.
Un supuesto específico relacionada a las leyes orgánicas es el introducido en
el artículo 75 del Código Procesal Constitucional, que ha plasmado en su último
párrafo:
“Artículo 75.- […] Por contravenir el artículo 106 de la Constitución, se puede
demandar la inconstitucionalidad, total o parcial, de un decreto legislativo,
decreto de urgencia o ley que no haya sido aprobada como orgánica, si dichas
disposiciones hubieren regulado materias reservadas a ley orgánica o
impliquen modificación o derogación de una ley aprobada como tal”.
Nótese que el cuestionamiento a estos dispositivos de rango legal mediante el
proceso de inconstitucionalidad puede producirse por contemplar en ellos
materias reservadas a ley orgánica, o que modifiquen o deroguen una ley que
haya sido aprobada como orgánica.
3.3.2. DECRETOS SUPREMOS
Decreto se refiere una autoridad sobre la materia en que tiene competencia. Es
un tipo de acto administrativo emanado por el poder ejecutivo y legislativo que,
generalmente, posee un contenido normativo reglamentario, por lo que su
rango es jerárquicamente inferior a las leyes.
Esta regla general tiene sus excepciones en casi todas las legislaciones,
normalmente para situaciones de urgente necesidad, y algunas otras
específicamente tasadas.

3.3.3. DECRETOS DE URGENCIA


Los decretos de urgencia son contemplados en el artículo 118, inciso 19), de la
Constitución:
“Artículo 118.- Corresponde al Presidente de la República: 19. Dictar medidas
extraordinarias, mediante decretos de urgencia con fuerza de ley, en materia
económica y financiera, cuando así lo requiere el interés nacional y con cargo
de dar cuenta al Congreso. El Congreso puede modificar o derogar los
referidos decretos de urgencia”.
Se trata entonces de dispositivos de rango legal que deben referirse a medidas
extraordinarias, cuya materia debe ser aquella que pueda calificarse como
económica o financiera, y además sea requerida por el interés nacional,
previéndose además –como se hacía en el caso del Decreto Legislativo– que
debe darse cuenta de su emisión al Congreso de la República.
Respecto a los requisitos que deben cumplir estos textos normativos, el
Tribunal Constitucional ha indicado:
“En el caso de los decretos de urgencia, los requisitos formales son tanto
previos como posteriores a su promulgación. Así, el requisito ex ante está
constituido por el refrendo del Presidente del Consejo de Ministros (inciso 3 del
artículo 123 de la Constitución), mientras que el requisito ex post lo constituye
la obligación del Ejecutivo de dar cuenta al Congreso de la República, de
acuerdo con lo previsto por el inciso 19) del artículo 118 de la Constitución, en
concordancia con el procedimiento contralor a cargo del Parlamento,
contemplado en la norma de desarrollo constitucional contenida en el artículo
91 del Reglamento del Congreso”.
En lo referente a cómo debe interpretarse que los decretos de urgencia deban
tener como contenido “materia económica y financiera”, el supremo intérprete
de la Constitución ha señalado que:
“[...] Este requisito [el de versar sobre materia económica y financiera],
interpretado bajo el umbral del principio de separación de poderes, exige que
dicha materia sea el contenido y no el continente de la disposición, pues, en
sentido estricto, pocas son las cuestiones que, en última instancia, no sean
reconducibles hacia el factor económico, quedando, en todo caso, proscrita,
por imperativo del propio parámetro de control constitucional, la materia
tributaria [párrafo tercero del artículo 74 de la Constitución]. Empero, escaparía
a los criterios de razonabilidad exigir que el tenor económico sea tanto el medio
como el fi n de la norma, pues en el común de los casos la adopción de
medidas económicas no es sino la vía que auspicia la consecución de metas
de otra índole, fundamentalmente sociales”.
Además de los requisitos que deben cumplirse para emitir un Decreto de
Urgencia, el Alto Tribunal ha reconocido la existencia de determinados criterios
para evaluar, caso por caso, si las circunstancias fácticas que sirvieron de
justificación para la expedición del decreto de urgencia respondían a las
exigencias previstas por el artículo 118, inciso 19), de la Constitución y por el
artículo 91, inciso c), del Reglamento del Congreso. En ese sentido, los
criterios que postula son los siguientes:
a) Excepcionalidad: La norma debe estar orientada a revertir situaciones
extraordinarias e imprevisibles, condiciones que deben ser evaluadas en
atención al caso concreto y cuya existencia, desde luego, no depende
de la 'voluntad' de la norma misma, sino de datos fácticos previos a su
promulgación y objetivamente identificables.
b) Necesidad: Las circunstancias, además, deberán ser de naturaleza tal
que el tiempo que demande la aplicación del procedimiento
parlamentario para la expedición de leyes (iniciativa, debate, aprobación
y sanción), pudiera impedir la prevención de daños o, en su caso, que
los mismos devengan en irreparables.
c) Transitoriedad: Las medidas extraordinarias aplicadas no deben
mantener vigencia por un tiempo mayor al estrictamente necesario para
revertir la coyuntura adversa.
d) Generalidad: El principio de generalidad de las leyes que, conforme se
ha tenido oportunidad de precisar en el Caso Colegio de Notarios de
Lima (Exps. Acums. Nºs. 0001-2003-AI/TC y 0003-2003- AI/TC, F.J. N°
6 y ss.), puede admitir excepciones, alcanza especial relevancia en el
caso de los decretos de urgencia, pues tal como lo prescribe el inciso
19) del artículo 118 de la Constitución, debe ser el ‘interés nacional’ el
que justifique la aplicación de la medida concreta. Ello quiere decir que
los beneficios que depare la aplicación de la medida no pueden
circunscribir sus efectos en intereses determinados, sino por el contrario,
deben alcanzar a toda la comunidad.

3.3.4. DECRETO LEY


Decreto Legislativo: norma con rango y fuerza de ley que emana de
autorización expresa y facultad delegada por el Congreso, se circunscribe a la
materia específica y debe dictarse dentro del plazo determinado por
la ley autoritativa respectiva. Decreto Ley: norma con rango de ley aprobada
por los gobiernos de facto.
3.3.5. TRATADOS
Los tratados son “(…) expresiones de voluntad que adopta el Estado con sus
homólogos o con organismos extranacionales, y que se rigen por las normas,
costumbres y fundamentos doctrinarios del Derecho internacional. En puridad,
expresan un acuerdo de voluntades entre sujetos de Derecho internacional, es
decir, entre Estados, organizaciones internacionales, o entre estos y aquellos”. 4
Es entonces que a partir de la suscripción de un tratado y de que este entre en
vigor, los Estados asumen compromisos de índole internacional que deben
honrar en su accionar, tanto al emitir dispositivos legales, como al interpretarlos
y aplicarlos.
La Constitución también hace referencia al tema de los tratados. En primer
término, establece que luego de cumplir con el acto de celebración (o,
agregaríamos nosotros, eventualmente de adhesión) dichos tratados forman
parte del ordenamiento jurídico de nuestro país:
“Artículo 55.- Los tratados celebrados por el Estado y en vigor forman parte del
Derecho nacional”.
Luego se hace una distinción de dos tipos de tratados: los que requieren la
aprobación del Congreso de la República antes de ser ratificados por el
presidente de la República, y aquellos que no deben cumplir dicho requisito.
Para el caso de los tratados que deben ser revisados por el Congreso de la
República:
“Artículo 56.- Los tratados deben ser aprobados por el Congreso antes de su
ratificación por el presidente de la República, siempre que versen sobre las
siguientes materias:
1. Derechos humanos.

4
STC Exp. Nº 0047-2004-AI/TC, Fundamento 18
2. Soberanía, dominio o integridad del Estado.
3. Defensa nacional.
4. Obligaciones financieras del Estado.
También deben ser aprobados por el Congreso los tratados que crean,
modifican o suprimen tributos; los que exigen modificación o derogación de
alguna ley y los que requieren medidas legislativas para su ejecución”

De lo regulado en la Constitución sobre esta materia, el Tribunal Constitucional


ha establecido una tipología de los tratados, la cual los clasifica en:
Tratados con habilitación legislativa: su contenido afecta disposiciones
constitucionales y, por tanto, deben ser aprobados por el procedimiento
que regula la reforma de la Constitución, previamente a su ratificación
por el presidente de la República.
Tratados ordinarios: son los que versan sobre materias expresamente
recogidas en la Constitución: derechos humanos; soberanía, dominio o
integridad del Estado; defensa nacional u obligaciones financieras del
Estado. La denominación de “tratado ordinario”.
hace también referencia a aquellos que pueden también crear, modificar
o suprimir tributos; exigir la modificación o derogación de alguna ley y
requerir medidas legislativas para su ejecución. En este caso, la
Constitución establece expresamente que deben ser aprobados por el
Congreso antes de su ratificación por el presidente de la República.
Convenios internacionales ejecutivos: son los tratados que el presidente
de la República puede celebrar, ratificar o adherir sin necesidad de
cumplir el requisito de ser aprobados previamente por el Congreso, en la
medida en que se trata de materias no contempladas para los tratados
ordinarios. Luego del acto de celebración, ratificación o adhesión
presidencial, se debe dar cuenta al Congreso de ello.

3.3.6. REGLAMENTO
l Reglamento del Congreso de la República es el instrumento jurídico
encargado de la regulación de las funciones del Congreso de la República, al
cual la Constitución le otorga “fuerza de ley”, es decir, vincula de manera
equivalente a un dispositivo de rango legal.
En ese sentido, el artículo 94 del texto constitucional establece: “Artículo 94.- El
Congreso elabora y aprueba su Reglamento, que tiene fuerza de ley; elige a
sus representantes en la Comisión Permanente y en las demás comisiones;
establece la organización y las atribuciones de los grupos parlamentarios;
gobierna su economía; sanciona su presupuesto; nombra y remueve a sus
funcionarios y empleados, y les otorga los beneficios que les corresponden de
acuerdo a ley”.
Ello es reiterado por el artículo 1 del Texto Único Ordenado del Reglamento del
Congreso de la República en los términos siguientes:
“Artículo 1.- Fuerza normativa y materias de regulación del Reglamento. El
presente Reglamento tiene fuerza de ley. Precisa las funciones del Congreso y
de la Comisión Permanente, define su organización y funcionamiento,
establece los derechos y deberes de los Congresistas y regula los
procedimientos parlamentarios”. Recogiendo lo planteado en la Carta
Constitucional, el Tribunal Constitucional también ha incluido al Reglamento del
Congreso de la República entre los dispositivos cuya constitucionalidad es
susceptible de control a través del proceso de inconstitucionalidad:
“[...] tal como lo establece expresamente el inciso 4) del artículo 200 de la
Constitución, este colegiado es competente para controlar la constitucionalidad
del Reglamento del Congreso. En efecto, toda diferencia doctrinaria que
pudiera existir respecto al lugar que ocupa el Reglamento del Congreso en el
sistema de fuentes del derecho, no tiene lugar en el ordenamiento jurídico
peruano, ya que la propia Carta Fundamental, en la disposición recién citada,
ha establecido que dicha norma tiene rango de ley. Se trata, pues, de una
fuente primaria del derecho y, como tal, solo se somete a la Constitución.
Por tanto, cualquier disposición de este Reglamento que incurra en una
infracción constitucional podría ser cuestionada por alguno de los sujetos
legitimados para ello ante el Tribunal Constitucional mediante el proceso de
inconstitucionalidad.

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