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Por Qué La Música Puede Ser Tan Maravillosa
Por Qué La Música Puede Ser Tan Maravillosa
Por
EM Ariza
Ningún otro ser humano ha conseguido hacer tanta magia con ruidos, los
cuales se convierten en un invisible hilo que comunica las tormentosas y
variables emociones del compositor con aquel que tiene la suerte de saber
sintonizarle, pues la buena música es como una especie de teléfono que
conecta dos espíritus este sí, y que, a su vez, nos enlaza con la Naturaleza,
haciéndonos sentir que formamos parte de ella, al mismo tiempo que nos aleja
de las pequeñas frustraciones diarias.
Y ahora, cumpliendo mi compromiso de serle útil como guía inicial en este
experimento de introducción a este género de música, le voy a sugerir un plan
por si le apetece.
Abra su ordenador y conéctelo a su televisor si éste aún no tiene internet,
para poderlo oír y ver con mayor amplitud que en la computadora. Entre en
YouTube y busque a Valentina Litsar, una magnifica pianista. Seleccione su
interpretación en piano de la sonata 17 para piano, Tempestad. Composición
de Beethoven. Una aclaración inicial. Las sonatas generalmente se dividen en
tres movimientos. Le sugiero que escoja el tercer movimiento de ésta, pues es
muy significativo en lo que intento exponer, aunque este músico tiene una
enorme cantidad de obras con idénticas capacidades, como por ejemplo el
tercer movimiento de la sonata para piano número 23 “Appassionata”, y tantas
portentosas sinfonías. Pero por alguna obra había que empezar esta
experiencia.
Dispóngase a oírla y sentirla con el volumen de sonido más potente que
permitan sus circunstancias, y vea en la televisión la interpretación por la
pianista de esta obra que apenas dura ocho o diez minutos. Pero ha de hacerlo
sin distracciones. Sentado relajadamente. Si no le es posible, o no le apetece,
déjelo para otro momento. Pero, cuando encuentre el instante adecuado para
vivir esta experiencia, comience por abandonarse a los mil sonidos y colores
de las melodías superpuestas que comenzarán a llegarle. Unas le alcanzarán en
forma de explosiones de energía, y otras llenas de notas tiernas y pausadas,
siempre como preludio a otra nueva explosión de sonidos y colores.
Comprobará que tras cada explosión sónica el compositor parece tomar
conciencia de que es preciso un respiro —seguramente porque así lo necesitó
cuando la estaba componiendo—, antes de dejarse arrastrar de nuevo por otra
cascada de notas armónicas de potentes sonidos. No piense. Sólo procure
sentir, e intente ir descubriendo las diversas melodías que se entrecruzan
simultáneamente y las improvisaciones que realiza con cada una de ellas, al
igual que intentaríamos percibir todos los colores de una bella imagen.
Cuando, tras alguna práctica, aprenda a dejarse seducir seguramente podrá
comprobar que esa música comunica con lo más íntimo de su Ser. Verá que
Beethoven utiliza con fuerza, simultáneamente, todas las frecuencias de
sonidos que el hombre percibe auditivamente. Notas bajas, medias y altas, con
increíbles melodías conectadas entre sí, que se van repitiendo en diversas
variaciones. Incluso el silencio lo convierte en música, creando en el oyente un
ánimo expectante sobre lo que puede venir después. A veces crea notas en
repentino reposo, antes de volver, nuevamente, a una tormenta de ruidos que
penetran, con todo el espectro de percepciones sónicas, en nuestro espíritu. Es
prodigioso, y es una experiencia sensitiva que merece la pena descubrir.
Pero, probablemente, para el compositor alemán fuese todo distinto.
Beethoven vivió solo a través de la música y para ella. Superó a Haydn y a
Mozart en la memoria de las generaciones. Lo dio todo, sin recibir apenas
nada a cambio de las maravillas que nos ha legado, y vivió una vida solitaria
porque no encontró a nadie como él. Siempre las personas excepcionales
tienden, inevitablemente, a aislarse de sus semejantes porque su mundo
interno es diferente al de los demás.
Muchas veces se cae en el ridículo de esperar que un auténtico genio tenga
un universo moral igual al del resto de personas, pero no es así. En el caso de
Beethoven, probablemente, si no hubiese sido tan distinto y con un mundo
interior tan intenso, habría sido incapaz de regalarnos la música que nos ha
dejado como patrimonio a toda la humanidad, la cual consigue elevarnos sobre
nuestras pequeñas miserias diarias.
En conclusión, la buena música es, posiblemente, el sistema de
comunicación humana más pleno y completo que existe entre el íntimo
universo emocional de las personas al no tener filtros que la condicionen como
sucede con el resto de los sentidos. Por ello, si aprende a disfrutar las grandes
obras musicales que el hombre ha sido capaz de componer, vivirá experiencias
extraordinarias de plenitud emocional.
EM Ariza