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Ésta es la primera vez que escribo en serio sobre música. Tengo 15 años
tocándola, aprendiéndola y desaprendiéndola, gozándola y sufriéndola,
siguiendo sus espirales, estudiándola y alegando sobre ella en mis clases, en
mis parrandas y en mis redes sociales y casi 28 años escuchándola y
dejándome transportar por ella pero esta es la primera vez que dejaré que mis
ideas se plasmen en un papel (virtual) y duren unos días mas, si nos va bien,
de lo que tardan en salir de mi boca o en desaparecer en los archivos
inmemeriales (sic) de Internet.
¿Cual es una muestra de este olvido, de este dar por hecho que la música
‘’está ahí’’? El hecho de que las palabras ‘’ESO NO ES MÚSICA’’ sean
pronunciadas tan a menudo. Piénsalo: tu abuela la primera vez que oyó a
Napalm Death, tu maestro de piano cuando se topó con la Santa Grifa, el
público que se amotinó en el estreno de la Consagración de la Primavera de
Stravinsky, la gente que llenaba el CBGB’s sólo para ver si era cierto que los
Ramones tocaban tan pinche feo como decían, Louis Armstrong cuando los
beboperos empezaron a hacer un jazz que no se podía bailar, los tipos que
golpearon a Ornette Coleman y le tiraron su saxofón al río, tu tío el melómano
(generalmente calvo) que predica contra el reggaeton y la música electrónica,
la raza que se ofendió cuando la Sonora Santanera fue a tocar a la Facultad
de Música de la UNAM, o para no irnos mas lejos, tu vecino que te pide que le
bajes a Selena o a tus discos de Stockhausen un domingo por la mañana (o
un lunes en la madrugada).
¿Es ésto, esta condición de tener que estar expuestos y lidiar con la ‘’otra’’
música, algo TAN terrible o TAN difícil? Al chile yo creo que no.
Dije que no iba a citar ningún libro, pero hay uno que al menos hay que
mencionar y ése es ‘’Cómo escuchar la música’’ de Aaron Copland (lo venden
en muchas librerías de usados y por kilo en el FCE). En el segundo capítulo
de ese libro Copland hace algunas reflexiones sobre la forma en que
escuchamos la música y la divide en tres planos: el primero es el plano
sensual, es decir cuando escuchamos música por el mero placer que nos
causa escucharla. El segundo es el plano meramente musical, el mundo del
lenguaje musical y sus dimensiones: melodía, ritmo, armonía, timbre y
dinámica y las diferentes formas de ordenar los sonidos en ellas, podemos
escuchar poniendo atención a los aspectos estructurales y en cómo los
compositores o intérpretes utilizan el material musical, pudiendo así
compararlos objetivamente, que es la finalidad de la disciplina de la
musicología. El tercer plano, el que genera toda la polémica que aquí nos
ocupa es el plano expresivo, ese que atiende la difícil pregunta ¿qué
SIGNIFICA la música?, y es aquí donde nos sumergimos en la subjetividad y
donde empieza el conflicto, ya que el oyente le va a dar significado a la música
de acuerdo a su estado emocional, su identidad, su cultura y su experiencia
empírica, siendo la música una forma de autoafirmarse como individuo y como
parte de un conjunto social. La mayoría de las veces sin saberlo, la gente
genera respuestas a ciertos elementos musicales ordenados de cierta forma
al compararlos metafóricamente o por analogía con emociones, ideas o cosas
concretas: ‘’esta canción me hace sentir feliz/triste/enojado’’, ‘’esta rola me
recuerda a X persona/lugar/momento’’, ‘’ese ritmo suena como un tren’’, ‘’esa
melodía es muy dulce’’ o bien ‘’esa música es mierda’’, ‘’el cantante suena
como un ganso’’ . En el momento en el que no podemos comparar la música
con nada que resuene con nuestra experiencia empírica, nuestra cultura,
nuestra identidad o nuestro estado de ánimo, en ese momento se convierte en
la ‘’otra’’ música, esa música que nos disgusta, que nos hace pasar un mal
rato, que nos confunde, nos asquea, esa música a la que no le queremos
decir música.
Pero, ¿Qué significa esa música para ti? Puede ser una risa, un grito, una
mirada de odio, un canto de guerra, una llamada de apareamiento, un canto
religioso, una invocación, la representación de un paisaje, una historia de
amor o una tragedia, una protesta, un esfuerzo publicitario o cualquier otra
cosa. El simple hecho de preguntárnoslo nos acerca mucho a un mejor
entendimiento de la música y sus procesos. Porque toda la música, desde
Beethoven hasta los Askis está hecha de los mismos elementos: sonido y
silencio. Es el impulso que hay detrás lo que hace a cada música irrepetible y
digna de ser escuchada.
Ejercitar esta ‘’escucha activa’’ no es una tarea fácil y hace falta mucha
empatía para lograrlo. Mas, si logramos ver mas allá de nosotros mismos y
reconocernos en el prójimo en la música, algo tan aparentemente inofensivo
pero que siempre está presente en nuestra vida diaria y en nuestra
construcción de la realidad individual y colectiva, esto puede dar paso a una
comprensión más profunda de las distintas capas y niveles de la sociedad y su
funcionamiento. Esto es mera especulación, pero puede ser la puerta a ver y
comprender mas allá de nuestras narices y por qué no, una puerta (aunque
sea pequeña) a la pinche paz mundial.
Por eso es que hay que asombrarse de que exista la música, de que el ser
humano sea capaz de decir cosas cuando le falten las palabras y le sobren los
sonidos, hay que asombrarse cada que oigamos terminar una pieza de
música, ya que nunca sabremos cuál va a ser la última y cuándo el silencio va
a venir a reclamar lo que le pertenece.