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Una leyenda cuenta que ocurrió cuando dos indígenas de la zona hicieron una fogata, y empezó a

arder la tierra, que contenía salitre. Enterado el cura de Camiña, y llevando agua bendita, recogió
unas muestras y reconoció que contenían nitrato de potasio. Otra parte de las muestras se
encontraba en el patio de la casa del sacerdote, y más tarde observó que las plantas se
desarrollaban extraordinariamente.2

El auge del salitre tuvo lugar a mediados del siglo XIX y perdió importancia económica a partir del
desarrollo y producción del salitre sintético, a finales de la Primera Guerra Mundial. Economías
como la chilena, principalmente basada en la explotación de este mineral, se vieron fuertemente
afectadas.

Existió un monopolio del salitre; es decir, en diferentes etapas Bolivia, Chile y Perú llegaron a ser
los únicos productores. En Bolivia y en Perú, desde la década de 1830 hasta 1884, y luego en Chile,
desde 1884 hasta su decadencia en la década de 1920. La explotación del salitre del antiguo litoral
boliviano siempre estuvo en manos de capitales chilenos; en la etapa peruana, en manos de
empresas nacionales y, en la década de 1870, en manos del Estado peruano; en la etapa chilena,
en manos de empresas creadas con capitales ingleses, mayoritariamente, y, en menor proporción,
alemanes y estadounidenses.

En 1971 la ya decadente industria del salitre se nacionalizó y asumió su explotación la Sociedad


Química y Minera de Chile (Soquimich), que sería posteriormente privatizada; actualmente es
prácticamente la única empresa dedicada a ello, y lo hace principalmente a través del sistema de
evaporación solar, creado a fines de la década del cuarenta por el ingeniero estadounidense Edgar
Stanley Freed,3 quien llegó a ser considerado «como el hombre que en el mundo tenía el más
completo conocimiento sobre las características físicas y químicas del caliche».4

El salitre sódico ya no es tan solicitado como antes. Su explotación es marginal y ya no es


económicamente rentable. Pese a lo anterior, los procesos de producción dejaron un inestimable
patrimonio histórico y cultural. Las oficinas salitreras, ubicadas en el desierto de Atacama,
reflejaron los medios y la forma de explotación que marcaron a generaciones de chilenos,
bolivianos y peruanos. Las instalaciones de las Oficinas salitreras de Humberstone y Santa Laura
fueron declaradas patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2005.5

Dos hechos involucran al salitre con la historia de Bolivia, Chile y Perú. El primero es la Guerra del
Pacífico (1879-1883) entre Chile, por un lado, y Bolivia y Perú, por el otro. Tuvo sus orígenes en
problemas comerciales en torno a la explotación de este recurso. Al ganar la guerra, Chile se
adjudicó las ricas provincias de Tarapacá y Antofagasta que concentran la casi totalidad de los
yacimientos salitreros del planeta.[cita requerida] El segundo evento está relacionado con las
complejas condiciones laborales de los trabajadores del salitre, que en 1907 culminaron en una
gran huelga nacional y la masacre de miles de huelguistas en la llamada matanza de la Escuela
Santa María de Iquique. En esta zona de Chile, nacieron grandes movimientos obreros guiados por
dirigentes anarquistas y comunistas, como Luis Emilio Recabarren, fundador del Partido Obrero
Socialista de Chile, que se convirtió en el Partido Comunista de Chile.[cita requerida]

Otros usos del término

En algunos países el nombre salitre hace referencia a los depósitos de partículas marinas que
viajan por el aire y tiene la propiedad de fijarse en las superficies de toda construcción aledaña a
zonas costeras. Cabe destacar que esta sustancia es capaz de provocar daños en las pinturas y en
los metales, especialmente los de superficie cromada.6 Así mismo, exacerba las quemaduras
provocadas por los rayos ultravioleta del sol.

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