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El embrión es la etapa inicial del desarrollo de un ser vivo mientras se encuentra en el huevo o en el

útero de la hembra. En el caso específico del ser humano, el término se aplica hasta la octava semana
desde la concepción (fecundación). A partir de la duodécima semana,[1][2][3] el embrión pasa a
denominarse feto. En los organismos que se reproducen de forma sexual, la fusión del espermatozoide y
el óvulo en el proceso denominado fecundación determina la formación de un cigoto, que contiene una
combinación del ADN de ambos progenitores.
Después de la fecundación, el cigoto comienza un proceso de división, que ocasiona un incremento del
número de células, que reciben la denominación de blastómeros. Posteriormente se inicia un proceso de
diferenciación celular que determinará la formación de los diferentes órganos y tejidos de acuerdo con
un patrón establecido para dar lugar a un organismo final.
Durante este proceso de diferenciación celular podemos diferenciar tres etapas: blastulación,
gastrulación y organogénesis. Al concluir el desarrollo embrionario, el organismo resultante recibe el
nombre de feto y completará su desarrollo hasta el momento del parto.[

Feto
El feto es como se denomina a los vertebrados vivíparos, en la etapa de su desarrollo que transcurre
desde el momento en que se ha completado la etapa embrionaria, hasta antes de que se produzca el
nacimiento, y se convierta en un neonato. Durante la vida fetal no se forman órganos o tejidos nuevos,
sino que se produce la maduración de los ya existentes. En el ser humano el cambio de embrión a feto se
produce aproximadamente luego de once semanas de embarazo.
El bebé está encajado
Desde el punto de vista médico, se considera que se produce el encajamiento cuando la parte más ancha
de la cabeza, que usualmente mide unos 9,5 centímetros, ha superado el estrecho superior de la pelvis y
la parte más grande de la cabeza ha entrado a la pelvis.
El encajamiento sucede en las últimas semanas del embarazo, normalmente no antes de la semanas 33 y
34, o no ocurrir hasta que empiece el trabajo de parto. Por lo general, el bebé ya estará encajado en la
pelvis en posición para nacer antes de la semana 37 o 38, pero hay muchos factores que afectan este
proceso.
En las mujeres que ya han tenido un hijo no se suele producir el encajamiento antes de que comience el
parto.

¿Cómo notaré si el bebé se ha encajado?


El descenso fetal suele ser bastante evidente, pues la barriga "baja". La embarazada nota que la barriga
desciende y se inclina hacia delante. Aunque también es posible que el encajamiento se produzca sin que
la mujer se percate, por ejemplo si ya tenía la barriga baja o no ha notado dificultades de presión en el
diafragma o estómago.
Una vez se produce el encajamiento, la mujer embarazada suele sentir alivio de los síntomas
relacionados con la presión que ocasionaba el útero y el feto sobre el diafragma, responsable de la
sensación de asfixia o de empacho, pudiendo retomar las comidas completas si es que durante las
últimas semanas se hacía difícil.
Como contrapartida, aumenta la presión en la vejiga y las articulaciones de la pelvis y la zona perineal. Se
pueden sentir punzadas agudas o calambres cuando la cabeza del feto presiona sobre la base de la
pelvis. Podría ser que la mujer se sienta menos equilibrada, al cambiar el centro de gravedad.
El médico puede determinar si la cabeza fetal está encajada si en el tacto palpa cabeza del feto que está
fija y no se mueve libremente. Los tocólogos dividen el recorrido de la parte de presentación del feto a
través de la pelvis en distintos planos, el primero de los cuales es el más alto y el cuarto el inferior.
El primer plano es cuando la cabeza (o nalgas) entra en la pelvis.
El segundo plano se da cuando está a mitad de camino.
El tercer plano es cuando se produce el encajamiento.
El cuarto plano es cuando el bebé va a salir y "corona".

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