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Segmentación del mercado laboral, raza y clase

La raza cumple un rol esencial en la distribución del trabajo a nivel internacional. Si


bien siempre existen ofertas diferenciales de empleo que priorizan al nacional sobre el
extranjero, en el caso de los migrantes provenientes del tercer mundo se suma la
variable racial1.
La raza y la clase cumplen un rol vital en el nuevo panorama capitalista mundial, cuya
política económica preponderante es el neoliberalismo.

En conjunto, las diversas formas de reestructuración de la fuerza de trabajo se suman a


un proceso llamado por los economistas segmentación del mercado laboral. Esto
significa que las posibilidades de que la gente obtenga empleo dependen no sólo de su
capital humano, sino también de su género, raza, etnia, estatus legal, edad, ubicación y
otros criterios no económicos. (Castles; 2013; 27), (énfasis nuestro)

La desregulación del mercado internacional; la tercerización, precarización e


informalidad del empleo, son estrategias de optimización de explotación del capital
posibles gracias a esa mano de obra precarizada, al precariado del que habla
Standing (2011), compuesto por migrantes de países denominados tercermundistas o
“en vías de desarrollo”. El empleo de mano de obra migrante, así como femenina (la
cual retomaremos posteriormente), cuyas necesidades evidentes hacen más factibles
someterlos/as a situaciones laborales precarizadas, han sido históricamente maneras
de abaratar los costos de producción en las sociedades capitalistas. Eso explica el
hecho de que sean los principales sectores de la sociedad que se ven afectados en
momentos de crisis económicas.2
En el caso de Argentina, históricamente se ha priorizado y facilitado el ingreso de
migrantes al territorio, pero no de cualquier migrante. Las migraciones ultramarinas
fueron, durante muchos años, uno de los objetivos principales de la elite criolla que
proyectaba al país como un país digno de su “herencia europea” y, aunque por
momentos de manera confusa, su legislación migratoria da prueba de eso.
Desde 1876 hasta el 2002, los debates parlamentarios y legislaciones vinculadas a la
temática van a oscilar entre una franca apertura de sus fronteras a la migración,
cualquiera sea su tipo; hasta políticas de colonización orientadas a facilitar el ingreso y
permanencia de población europea en detrimento de la limítrofe. A partir de inicios del
nuevo milenio, las políticas y legislaciones orientadas al migrante, sea europeo o
1
En este sentido, nos adscribimos a la línea de pensamiento descolonial, referenciada fuertemente por
Aníbal Quijano, entre otros, que sostiene la persistencia de relaciones de desigualdad y colonialidad
entre las periferias del sistema mundo y sus centros. Desigualdad originada en tiempos de la colonia y
que persiste a modo de dependencia económica y política en tiempos actuales.
2
Como ya hemos mencionado, podemos encontrar una diferencia en el caso
de las mujeres, ya que al estar abocadas al área de cuidados y servicios domésticos, logran mantenerse
empleadas, si bien sus condiciones de trabajo se pauperizan.
regional, se construirán desde un paradigma de derechos y se apuntará a disminuir la
irregularidad migratoria.
Sin embargo, a pesar del avance en la contemplación de los derechos humanos que
se percibe en las leyes, gran parte del sentido común de la población argentina sigue
mostrándose sumamente reticente a aceptar al migrante regional como parte de la
misma. La migración tanto interna como regional ha sido comprendida a lo largo de la
historia de la constitución de la nación argentina, como resabios de salvajismo que la
mano de obra europea debía necesariamente expurgar.
Los “cabecitas negras”, villeros, “bolitas”, “paraguas” y “perucas”, comparten el
estigma identificable de la raza que, en Argentina como en otras partes de
Latinoamérica, es encubierto por el de “clase”. En palabras claras y concisas de
Belvedere et. Al, (2007)

(…) la estructuración social local muestra una “coloración” tan diversa, que las
posiciones inferiores suelen estar destinadas a las poblaciones más “cobrizas”,
resultante de varias formas de mestizaje que involucran en gran manera las herencias
aborigen y africana, mientras que las superiores suelen estar ocupadas por los estratos
más “blanqueados”. De este modo, la percepción de un Otro fundada en estereotipos
raciales ha sido, más que subsidiaria o independientemente, la causante de la formación
de las clases sociales en Argentina” (p. 55) (énfasis nuestro)

Los migrantes provenientes de países de la región cargan con el estigma de lo “indio”,


lo “atrasado”. Son acusados de “robar” el trabajo de la población local, usufructuar sus
servicios de salud y vivienda, introducir el narcotráfico en el país, entre otras cosas. Y
desde el mismo discurso, se recurre de manera indistinta e ignorante, a los términos
despectivos anteriormente señalados (bolitas, peruca, etc.), para definir a sujetos con
rasgos indígenas o mestizos, pero cuya nacionalidad es, ya sea por nacimiento o por
elección, argentina. Esa sea quizás una de las pruebas más visibles de la prevalencia
de la variable “raza” por sobre la de nacionalidad.
Esta estigmatización va a servir de facilitador en la diferenciación racial del trabajo,
permitiendo que, aún en economías “en vías de desarrollo” como es la argentina, los
migrantes de otras regiones del continente representen un porcentaje importante de
los trabajadores informales.

“Sé cuidar chicos y limpiar…”

El sistema de género es, quizás, el más antiguo y naturalizado de los sistemas de


diferenciación y desigualdad social. Por eso, junto a la estratificación de clase y a la étnica, la
de género constituye una herramienta analítica imprescindible para la comprensión de la vida
social (Rosas 2010: 149)
Llegamos entonces al análisis del rol que cumple el género en la distribución del
trabajo y de qué maneras se vincula con la etnia/nacionalidad.
Hace unos años se dio a conocer una noticia en la cual un grupo de empleadas
domésticas de la zona de Nordelta se organizaba para reclamar por mejoras laborales
frente a sus empleadores.
Durante 2018 las empleadas domésticas de Nordelta (así como otros empleados de la
zona) vieron afectado su acceso a los barrios debido a que el transporte interno
priorizaba el ingreso de los propietarios sobre el de empleadas. A partir de lo
denunciado por éstas últimas, esto se debería a la reticencia de los patrones/as a
viajar con ellas, ya que les “molestaba nuestra forma de vestir, porque hablaban
mucho de su vida cotidiana, porque algunas hablaban guaraní y porque tenían mal
olor” (comunicación personal de una empleada a Página12) 3. Este es sólo un ejemplo
de algunas de las condiciones laborales a las que se enfrentan las migrantes
(extranjeras y nacionales --o inmigrantes y migrantes internas, o migrantes
internacionales y nacionales) que encuentran en el trabajo doméstico su nicho laboral.
Otras condiciones recurrentes suelen ser el maltrato, salarios por debajo de lo
acordado en paritarias; delimitación difusa del trabajo que se espera de ellas que por
momentos incluyen más que lo que el pago o el contrato inicial requeriría (por ejemplo,
hacer labor de jardinería o de cuidado de niños o adultos cuando se la contrata para
tareas domésticas, u obligarlas a usar uniforme de mucama, etc.); y también, los
peligros asociados a este tipo de trabajo, sobre todo cuando la búsqueda laboral se
realiza a través de internet y la veracidad y legalidad de la propuesta muchas veces no
es tal.
Es llamativo la cantidad de pedidos explícitos de empleadas extranjeras que pueden
encontrarse en los foros de internet, como atestiguan los ejemplos citados a
continuación, extraídos de la página web portalempleadas.com.ar: y vivavisos.com.ar:

 EDAD DE 26 A 35 AÑOS , CON BUENA DISPOSICIÓN Y BUENA PRESENCIA. DEBES SABER


LEER Y ESCRIBIR . PREFERENTEMENTE DE NACIONALIDAD VENEZOLANA O PARAGUAYA.
 BUSCO AUXILIAR SERVICIO DOMESTICO , LIMPIEZA LAVADO DE ROPA PLANCHADO
,COMPRA DE ALIMENTOS, PARA PERSONA SEMI POSTRADA EN CAMA ORTOPEDICA,TIENE QUE
SER MUJER SOLTERA VENEZOLANA ,COLOMBIANA NO MAS DE 35 AÑOS
 SE BUSCA UNA EMPLEADA DE NACIONALIDAD VENEZOLANA O PARAGUAYA . EDAD 25 A
40 AÑOS SOLTERA.PARA CUIDADO DE UNA SRA EN BUEN ESTADO DE SALUD Y MOVILIDAD
PROPIA. DEBE LIMPIAR , COCINAR , CUIDAR Y ACOMPAÑAR EN FORMA PERMANENTE DE LUNES
A SÁBADO. DOMINGO LIBRE

3
Nota completa disponible en: https://www.pagina12.com.ar/156619-el-apartheid-tiene-su-version-
nordelta
 Se busca mujer para limpieza en casa de familia no importa la edad con ganas de trabajar de
nacionalidad paraguaya o extranjeras 
 EDAD DE 26 A 35 AÑOS , CON BUENA DISPOSICIÓN Y BUENA PRESENCIA. DEBES SABER
LEER Y ESCRIBIR. PREFERENTEMENTE DE NACIONALIDAD VENEZOLANA O PARAGUAYA.
(énfasis nuestro)

¿Qué motiva a estas mujeres a migrar y buscar trabajo en territorio argentino,


específicamente, CABA y GBA?

Es muy importante el rol que cumple el núcleo familiar a la hora de decidir quién
migra. En todos los casos la migración es producto de la necesidad, generalmente
económica, pero la elección del miembro familiar que lo hace suele estar motivada
por diversos factores. En los casos que nos convocan donde las mujeres migrantes
generalmente tienen ya hijos, las necesidades son efectivamente económicas y de
movilidad social, pero la decisión de partir se encuentra condicionada por la
existencia de otra mujer del núcleo familiar que pueda cumplir con los roles de
cuidado de los/as hijas en caso de no contar con un padre/marido presente; en
caso que sí cuenten, este se encarga del cuidado de los menores acompañado por
la familia ampliada. Asimismo, la financiación de los viajes generalmente son
solventados por otra mujer que ha migrado anteriormente y facilita su traslado, su
vivienda inicial y, muchas veces, trabajo. Si a esto le sumamos el hecho que las
vinculaciones laborales suelen desarrollarse entre empleada y empleadora- ya que
la presencia masculina suele tener otro tipo de connotaciones-, nos encontramos
frente a una red fuertemente feminizada de trabajo.

En palabras de Parella (2007:158), “es justamente en este ‘reparto de funciones’


donde se percibe la imbricación entre la esfera productiva y la reproductiva”, ya que
si bien es quien migra quien se constituye como principal proveedor/a económica,
“las tareas de cuidado se distribuyen entre los otros miembros- generalmente
mujeres- que permanecen” (op.,cit.:159)

Esta dificultad en la delimitación de los límites entre lo productivo (el trabajo) y lo


reproductivo (el hogar), tornan difícil el reconocimiento de derechos laborales en el
caso del trabajo doméstico. De por sí, la regulación del mismo a través de leyes u
organismos dedicados específicamente al trabajo suelen evidenciar ciertas lagunas
que, afortunadamente, Argentina está llenando en la actualidad.
Ahondemos, entonces, en torno a esta difusa delimitación entre “hogar” y “trabajo”,
delimitación que aparece fuertemente unido a otro binomio que entendemos como
“ayuda”/”trabajo”.
Como hemos dicho ya, la suposición de que existen actividades “típicamente
femeninas” y el hecho de que sea una opción laboral para aquellas mujeres con bajos
niveles educativos, hacen difícil que se comprenda la labor doméstica como trabajo,
como se deduce de la siguiente entrevista a una empleada realizada en el contexto de
una investigación escolar4:

“Sí trabajé en otros lugares, una verdulería, feria americana pero como no tengo el título
del secundario como no lo terminé se me hacía difícil conseguir trabajo en otro lado así
que muchas opciones no tenía.”

Durante la misma, la entrevistada reconoce no tener información sobre sus derechos


laborales y entender algunas de las condiciones de trabajo como “facilidades” o
“beneficios” que le reconoce su patrona, de la cual habla con mucha familiaridad.

“Y, el sueldo yo lo arreglo con G.(patrona) lo que nos parece mejor no sé cuánto dirá la
ley y eso, obra social no tengo y si me enfermo o le pasa algo a mi hijo y no puedo ir a
trabajar ella no tiene problema con que falte. Con las vacaciones ellos (la familia) se van
a Villa Gesell y yo me voy con ellos y llevo a mi hijo también, nos pagan el lugar las
salidas y esas cosas mientras yo cuido a M. (la hija)” (aclaraciones y énfasis nuestro)

Independientemente de si las condiciones de trabajo contribuyen o no a una


pauperización de la vida cotidiana de la empleada, es notable la dificultad para
encuadrar la labor en un marco más preciso de derechos y obligaciones laborales que
delimite, por ejemplo, qué responsabilidades y obligaciones tienen ambas partes en un
caso como el arriba descripto, donde la empleada viaja con la familia y es mantenida,
pero se espera de ella que cuide de la menor en horarios no explicitados; o cual es el
salario que le corresponde por ley a la empleada más allá de lo que esta declare como
“aceptable”.
Esta condición de desconocimiento de derechos es común a casi todas las empleadas
entrevistadas, quienes aun contando con mayor o menor información, coinciden en la
dificultad de conseguir empleos formales, con aportes, aguinaldos y vacaciones pagas.
Asimismo, la dificultad para demarcar las responsabilidades se hace evidente en los
portales de búsquedas de empleadas, donde muchas veces los sueldos ofrecidos, no
coindicen con los correspondientes a las tareas detalladas. Esta situación es
fácilmente identificable, sobre todo, en los casos de trabajo sin retiro, es decir “cama
adentro”, en los cuales, y a modo de ejemplo, las tareas de cuidados de niños que

4
Algunas de estas entrevistas son producto de un proyecto de investigación realizado a lo largo del año
por estudiantes del colegio Instituto Bernardino Rivadavia, cuyas investigaciones dirige y coordina quien
escribe.
debieran ser remuneradas alrededor de los 20.465 pesos, según la Unión Personal
Auxiliar de Casas Particulares5, son ofrecidas por debajo del valor (entre 12000 y
20000 pesos).

“Hombre solo busca…”

Otro riesgo latente, sobre todo cuando las búsquedas laborales son vía internet, es la
presencia de la figura masculina comprendida muchas veces como “amenaza”. Esta
se hace presente tanto en el temor a la trata de personas, como al acoso o abuso de
la empleada por parte de un empleador. Frente a esto, N., empleada también y
paraguaya de origen, cuenta su propia experiencia. Habiendo ingresado recientemente
al país con apenas dieciocho años y en pos de agilizar los trámites de su documento
argentino, terminó siguiendo a unos hombres que se comportaron de maneras que
consideró sospechosas y muy poco pertinentes a sus fines. Luego de escuchar por
casualidad una conversación telefónica en la cual no se hacía alusión a la necesidad
de regularizar su condición migrante, sino a sus atributos físicos, N. decidió alejarse
rápidamente temiendo ser víctima de alguna red de trata.
En relación al acoso por parte de patrones, su testimonio también nos sirve a la hora
de ejemplificar dicho temor cuando cuenta el caso de una conocida, quien a raíz de un
anuncio por internet se presenta en el hogar de su empleador, un señor mayor, para
enterarse que los objetivos no eran “de cuidado” como rezaba el anuncio, sino
sexuales.
Algunos anuncios, efectivamente, se prestan a la suficiente confusión como para
generar, como mínimo, sospecha entre quienes buscan empleo, ya que realizan
hincapié más en las características de la empleada- “joven”, “predispuesta”, “buena
presencia”-, más que en las necesidades reales que impulsan la contratación- “para
trabajo de limpieza tranqui”-, o, como indican los siguientes anuncios:

“busco chica mujer de b.pres casa y negocio sr. Solo: Chica o mujer b-pres-p/todo
servicio casa de sr. solo pago los fines de semana o finde .si ests interesada te doy una
cita y venis a ver trab. x telf. no informo nada. mandar whapsap – 1522399049”
(https://www.vivavisos.com.ar/ayuda-cuidado-limpieza/avellaneda/busco-chica-mujer-de-
b-pres-casa-y-negocio-sr--solo/203210008) (énfasis nuestro)

“Se busca empeada domestica que sea trans medio tiempo de cualquier edad solo trans”
(https://www.vivavisos.com.ar/ayuda-cuidado-limpieza/neuquen/se-busca-empleada-
domestica-que-sea-trans-/204405626)

“DE 18 A 25 AÑOS. SOLTERA SIN HIJOS. ABIERTA Y DESINHIBIDA. UNA VEZ POR
SEMANA 3 HS. DE MAÑANA. CON REFERENCIAS Y DNI. SE PIDE INFORMES. PARA

5
Información disponible en: https://www.upacp.org.ar/?page_id=1329
HOMBRE MAYOR SOLO” (https://www.vivavisos.com.ar/ayuda-cuidado-
limpieza/vice”nte-lopez/busco-mujer-para-servicio-domestico/204300417)

Si bien siempre la demanda y oferta sexual puede ser explícita:

“SR DE 48 AÑOS BUSCA EMPLEADA DOMESTICA JOVEN DE 18 A 30 AÑOS PARA CASA DE


HOMBRE SOLO. (PREFERENTEMENTE PARAGUAYA) NO EXCLUYENTE. PARA LIMPIEZA,
PLANCHADO, Y ALGO MAS (SE ENTIENDE NO)” (vivavisos.com.ar/ayuda-cuidado-
limpieza/moron/busco-empleada-domestica-joven-para-casa-hombre-solo/203783341)

“Busco empleo de limpieza en casa de hombres solos. SOY CROSS MADURA Y MUY
GAUCHITA,,tres veces por semana, zona CAPITAL O GRAN BS.AS, ,$180 la hora, disponibilidad
absoluta.” (-https://www.vivavisos.com.ar/ayuda-cuidado-limpieza/chacarita/busco-trabajo-de-
empleada-doestica/203737351

Esta sospecha generada en las empleadas, en algunos casos cimentada en


experiencias negativas anteriores, genera ciertos mecanismos de defensa, como
podemos observar en el siguiente anuncio:

“Busco trabajo como empleada doméstica. Plancho y cocino


Tengo referencias reales
Soy cumplidora!!!
Si necesita documentación está disponible de quien lo requiera.
HOMBRES ABSTENERSE mi necesidad de trabajar es urgente ... no esto Y para perder el
tiempo... gracias
Mi nombre es Patricia” (https://www.vivavisos.com.ar/ayuda-cuidado-limpieza/la-
matanza/empleada-domestica/204560083) (énfasis nuestro)

“Busco trabajo fijo estable como niñera doméstica.


Cuento más de 14 años cuidando niños desde nacimiento hasta grandes, limpieza profunda,
lavado y planchado De ropa.
Barrios viajo: capital y zona norte.
No casa de hombres, solo casa familias, colegios, oficinas, guarderías, empresas.”
(https://www.vivavisos.com.ar/ayuda-cuidado-limpieza/san-martin/busco-trabajo-ni-era--dom-
stica-/203135268) (énfasis nuestro)

Este ejemplo no es un caso aislado, se repiten los casos en los que las empleadas
parecieran encontrarse ante la necesidad de aclarar que buscan un trabajo “serio”, o
piden expresamente que no las contacten “hombres solos” ni las “molesten” para
“otras cosas”, o “masajes”.

Es particularmente interesante en el segundo ejemplo citado, la forma en la que la idea


de “casa de hombre” pareciera situarse en contraposición a la idea de “casa de familia”
de la que se desprende, lógica aunque implícitamente, la presencia femenina. Lo cual
alimenta la noción de lo doméstico asociado a lo femenino.

No resulta un dato menor, que cuando la búsqueda está a cargo de un hombre esto se
explicite o, inclusive, se hagan aclaraciones específicas en pos de despejar sospechas
lo cual, por supuesto, evidencia la existencia y posible validez de las mismas; así
como es común la promoción de características propias que deberían otorgar mayor
legitimidad a su pedido, (credenciales académicas: “soy hombre solo, profesional”;
conocimiento de causa: “hombre que vive solo aclaro esto porque hay quien no trabaja
para hombres solos”; edad, que puede otorgar cierta aura de seriedad o indefensión:
“tengo 60”, “soy un hombre mayor”)

Sin embargo, la posibilidad de acoso laboral cuando se trabaja en una casa en la que
vive un varón continúa siendo un riesgo latente, como evidencia esta respuesta a una
entrevista realizada por la Revista Crisis, a una de las trabajadoras involucradas en el
conflicto del Nordelta anteriormente mencionado:

“La hija de Claudia, Carmen, aparece y cuenta cómo el hijo de 15 años de su patrona
apareció un día desnudo frente a ella. Por algo similar, su hermana, que trabajaba en la
casa del padre del muchacho, había renunciado porque no aguantaba más. El detonante
fue un clásico que se repite: el patrón le susurraba al oído mientras ella lavaba los platos.
‘Es el machismo del hombre de creer que somos objetos y pueden hacer lo quieren
porque tienen dinero y suponen que nosotras vamos a estar en silencio. Por eso está
bueno esto de juntarnos, porque muchas chicas lo sufren, en especial las que duermen
con cama, y por conservar el trabajo soportan cosas’, dice Silvia.” 6

Conclusiones

Finalizando este texto, llamamos la atención sobre algunas cuestiones…

En primer lugar, nos preguntamos si la diferenciación racial y de género del trabajo,


pero principalmente racial, es una prolongación de las diferencias instituidas al
momento de la creación del Sistema Mundo moderno, que se origina con la Conquista
de América en el preciso momento en que se instaura, aún de manera incipiente, el
capitalismo global. No nos resultaría ni azaroso ni exagerado que así fuera. Los
vínculos entre los centros económicos occidentales (europeos o europeizados) y sus
periferias reproducen relaciones de desigualdad estructural que se originan en el
momento en que las potencias imperialistas se “reparten” el mundo a partir de
sucesivas rapiñas colonizadoras.

Como consecuencia y, a pesar de las revueltas independentistas que en muchos


países de África y América Latina se desarrollaron posteriormente a la Segunda
Guerra Mundial, se genera un excedente de mano de obra en países con poca
industrialización y Estados en complejos procesos de construcción que deben migrar
en diversos momentos históricos en busca de estabilidad económica y seguridad
social. Esta mano de obra es empleada en países industrializados en momentos en los

6
Artículo completo disponible en: https://revistacrisis.com.ar/notas/se-agitaron-las-abejas
que son requeridos para levantar la economía en momentos de crisis, o para servir al
ejército en tiempos de conflicto, pero finalizadas estas necesidades urgentes, el
migrante se convierte en un obstáculo para la “homogeneidad cultural” y comienza a
percibirse como amenaza interna.

El concepto de colonialidad de poder de Aníbal Quijano nos sirve para caracterizar un


patrón de dominación global propio del sistema-mundo moderno/capitalista originado
con el colonialismo europeo a principios del siglo XVI. Este poder se manifiesta en
todos los ámbitos de existencia social, tales como la naturaleza, el sexo o el trabajo y
es, de hecho este último, el que actúa como pilar fundamental de su consolidación
junto a la noción de raza.

“En el proceso de constitución histórica de América, todas las formas de control y de


explotación del trabajo y de control de la producción-apropiación-distribución de
productos, fueron articuladas alrededor de la relación capital salario y del mercado
mundial. Quedaron incluidas, la esclavitud, la servidumbre, la pequeña producción
mercantil, la reciprocidad y el salario” (Quijano, 2000a: 204)

Asimismo, la noción de raza clasifica a los pueblos y legitima la explotación de


aquellos colonizados- discurso científico mediante-, organizando el mercado de trabajo
en relación a esa clasificación.
Si bien la esclavitud y servidumbre ya no se encuentran entre las formas de trabajo
más visibles, estas modalidades aún persisten y facilitan el abaratamiento de costos y
la acumulación del capital tanto de países “desarrollados” como en “vías de
desarrollo”. No hace falta más que observar los informes de la OIT sobre trabajo
tallerista en Argentina7 para entender que ambas modalidades no sólo no se
extinguieron, sino que subsisten sin mayores inconvenientes frente a la mirada misma
del Estado.
El hecho de que Argentina reproduzca estas relaciones de dominación, responde
justamente a que la colonialidad del poder es un patrón global y las relaciones entre
centros y periferias globales se reproducen también, al interior de cada centro y
periferia. Este patrón de poder no se encuentra limitado únicamente a los países
centrales, sino que se constituye en la matriz de pensamiento que se va a inculcar en
países “occidentalizados” dónde las elites locales buscarán construir una nación que
emule la europea y, en contraposición, se diferencie de otras modalidades vinculadas
a proyectos más regionales. Cumplimos así, nuestro rol en esta suerte de mamushka
de depredación capitalista.

7
“Capítulo 5”, Migraciones laborales en Argentina: protección social, informalidad y heterogeneidades
sectoriales, OIT, 2015
En su libro libro Ocho ensayos sobre la colonialidad, Rita Segato (2015) analiza el rol
de las amas de leche (jóvenes mujeres negras que daban de mamar y cuidaban a los
hijos de sus amos, luego devenidos en patrones) en la constitución sociohistórica de
Brasil y cómo, aún después de la época colonial, ciertas estructuras vinculadas a la
crianza de los niños/as se mantienen, pero adaptadas en sus formas a la época
moderna.

“Es, como siempre, en las estadísticas que podemos rastrear la persistencia


contemporánea de la institución de la madre-negra, ya sea en su función de
madre-seca o nodriza polivalente de los hijos de la clase media. (…) El
encarecimiento progresivo del trabajo doméstico lleva a la expresiva sustitución
de las mujeres por muchachas como forma de mantener la sub-remuneración de
este tipo de empleo, lo que indicaría que prevalecen las “continuidades
históricas” de este tipo de trabajo (…) Esta “continuidad histórica” está dada por
la trasposición del trabajo no pago de la esclava al trabajo no pago (o mal pago)
de la muchacha como madre sustituta, en los albores de una economía
reproductiva propia del espacio doméstico” (p.185) (énfasis nuestro).

Lo que la autora pretende en esta reflexión, es ubicar las prácticas de crianza del
Brasil moderno en un continuum histórico que se inicia en tiempos coloniales, cuando
las esclavas y sirvientas negras se ocupaban de la crianza de los niños/as de sus
amos/patrones; y que se extiende hasta la actualidad cuando siglos después, y luego
de múltiples discursos médicos e higienistas que bogaban por alejar a los niños/as de
sus “madre-negras” y fortalecer la relación con la “madre-blanca” en un acto que
Segato describe como “negacionista” de la propia historia e identidad brasilera, las
mujeres de clase media/alta continúan accediendo a los servicios de mujeres de bajos
recursos, generalmente afro descendientes, a quienes mantienen en relaciones
vulnerables de trabajo.
Esta hipótesis nos permite enriquecer nuestro propio trabajo, fomentando la idea de
que existen vínculos de subordinación que llevan varios siglos cimentando las
relaciones entre centros y periferias tanto internacionales como regionales, y que aún
hoy en día se reproducen, en las esfera doméstica por ejemplo, estas relaciones de
dominación, aunque adaptadas a las condiciones de un capitalismo globalizado y no
ya incipiente.

En segundo lugar, y en sintonía con la cita anterior, este trabajo nos ha guiado al
análisis de los vínculos que articulan el empleo doméstico; los cuales no sólo están
fuertemente feminizados, sino que reproducen otro tipo de lógica bastante común al
interior de los núcleos familiares que es el halo de sospecha/precaución a la hora de
incorporar la presencia masculina.
Tanto el trabajo doméstico como el sexual son labores fuertemente feminizadas. Una
de las razones por las que se explica esto desde las ciencias sociales remite a esta
idea preconcebida y latente en el sentido común cimentada por años, sino siglos de
dominación patriarcal, de que ambas son áreas en las que las mujeres se
desempeñan de manera natural. Ya sea en la limpieza del hogar, o prestando
servicios sexuales a hombres, es decir, cumpliendo de manera fragmentada con los
deberes conyugales que se achacaron a la mujer hasta avanzado el siglo XX.

Los intentos de unificar ambas labores por parte de empleadores masculinos


reproducen esta ideología y refuerzan la sensación de seguridad y dependencia de
empleadas a empleadoras mujeres. En consecuencia los vínculos son comprendidos
como una extensión de la familia, dónde priman los buenos tratos por sobre el
cumplimiento de derechos- la mayoría de las quejas y renuncias de empleadas
domésticas tienen menos que ver con sus condiciones laborales que con el trato que
reciben por parte de sus patronas-. Esto genera que se desdibujen las delimitaciones
entre derechos y obligaciones, y beneficios y ayudas, lo cual se evidencia en la
manera de aludir a la empleada doméstica, muchas veces bajo la categoría de “la
mujer que me ayuda”, o, como menciona N. en su entrevista, mediante la constante
insistencia de la empleadora en que “no le diga patrona, sino que la llame por su
nombre”.

Sin embargo existen casos en los que estas relaciones son desafiadas y
resignificadas, como hemos visto en el caso de las empleadas del Nordelta, quienes a
raíz del conflicto de transporte, denuncian la discriminación, el maltrato y la ausencia
de garantías laborales con las que conviven día a día.

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