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el recorte de derechos
14 diciembre, 2015 • 0 Comments
Sobre todo esto me gustaría compartir algunas reflexiones. En primer lugar, deberíamos
ser capaces de definir qué es el terrorismo. Y esto topa con graves dificultades. Cabe
recordar aquí la anécdota que reproduce Noam Chomsky en su libro Piratas y
emperadores. Se trata de una historia contada por San Agustín, en la que un pirata es
capturado por Alejandro Magno, y cuando el emperador le pregunta al pirata por qué se
atreve a molestar a los mares con su barco, este le responde algo así como “yo tengo un
pequeño barco y por eso me llaman ladrón, tú tienes toda una flota y por eso te llaman
emperador”. La anécdota viene a reflejar la dificultad de algunas definiciones, pero más
que nada el doble rasero que se emplea a la hora de calificar hechos según esos hechos
sean cometidos por los nuestros o por aquellos que calificamos de enemigos.
Si uno consulta en la web de Naciones Unidas el trabajo del Grupo de Alto Nivel en
materia de terrorismo (http://www.un.org/es/terrorism/highlevelpanel.shtml), verá que este
grupo constata que la comunidad internacional no ha consensuado una definición de
terrorismo. Entre los obstáculos que dificultan un consenso, el grupo destaca dos: el
primero, que una definición de terrorismo debería incluir el caso de un Estado que use a
sus fuerzas armadas contra civiles. Se trataría de terrorismo de Estado, desde mi punto de
vista mucho más dañino que el terrorismo perpetrado por grupos externos al Estado. El
segundo de los obstáculos se refiere al reconocimiento de que un pueblo tiene derecho a
resistir una ocupación extranjera y no hay que confundir el legítimo derecho a la
resistencia armada con el terrorismo. Por cierto, que este razonamiento debería también
extenderse al derecho a la protesta que debe asistirnos a los ciudadanos ante políticas
que consideramos gravemente lesivas para nuestros derechos; con frecuencia vemos que
esas protestas son interesadamente relacionadas con acciones o grupos terroristas por
parte de la policía y de algunos jueces.
No tiene ninguna discusión calificar de terroristas actos como los atentados del mes
pasado en París. Pero combatir este tipo de crímenes requiere no solo detener a los
ejecutores directos, sino investigar quién está detrás y preguntarse, qué factores alientan
el terrorismo, a qué grupos o intereses favorece, etc. En este sentido, el Grupo de Alto
Nivel de Acciones de las Naciones Unidas Contra el Terrorismo dice: “El terrorismo florece
en situaciones de desesperanza, humillación, pobreza, opresión política, extremismo y
violaciones de los derechos humanos; también florece en el contexto de los conflictos
regionales y la ocupación extranjera y se aprovecha de la capacidad insuficiente de los
Estados de mantener el orden público”. Esto lo sabe cualquiera que analice a un nivel
medio de profundidad el fenómeno del terrorismo. Y, naturalmnte, lo saben perfectamente
los grupos y estados que deciden bombardear países. Pero esta es la política antiterrorista
que se ha seguido desde el 11-S: Iraq, Afganistán, Libia y ahora Siria han sido
bombardeados, ocupados y destrozados conscientemente, por supuesto, sabiendo que
estos actos iban a provocar guerras internas y terrorismo.
Por eso, luchar contra el terrorismo supone, en primer lugar, analizar el contexto, los
factores que lo alimentan, los beneficiarios, etc., y en segundo lugar, rechazar de plano
determinadas actuaciones que se hacen en nombre de la lucha contra el terrorismo. Estos
días hace 52 años que el presidente Kennedy fue asesinado por Lee Harvey Oswald.
Oswald fue el brazo ejecutor, o uno de ellos, pero sabemos claramente que Oswald era la
punta del iceberg; evidentemente, había una trama detrás, por eso Oswald también fue
asesinado dos días después de Kennedy. De manera que ante hechos de esta
envergadura, como un magnicidio o como atentados terroristas con un alto número de
víctimas, quedarse en ellos es como quedarse mirando el dedo que apunta a la luna.
¿Hay que luchar contra el terrorismo?, ¿es el terrorismo un fenómeno preocupante? Sí,
naturalmente, pero tenemos derecho a rechazar multitud de actuaciones en su nombre, y
señalo algunas aberraciones:
Desde mi punto de vista, la lucha contra el terrorismo debe contar con los siguientes
elementos:
Luchar contra los factores que lo alimentan. Fomentar guerras, bombardear países
o llevar a cabo programas de asesinatos selectivos con drones no sólo alientan la
creación de grupos terroristas, sino que en sí mismos son actos terroristas.
Para combatir el fanatismo religioso es imprescindible la lucha por la laicidad del Estado,
con un sistema educativo que excluya el adoctrinamiento religioso y que eduque a los
niños y jóvenes en valores de ciudadanía, democracia, paz y derechos humanos
Concluyendo, los estados tienen la obligación de luchar contra el terrorismo, nadie lo duda,
pero esta lucha no debe traducirse en recortes de derechos y de libertades ni hacerse a
costa de inocular el miedo a la población para que acepte estos recortes. Es una estrategia
que estamos contemplando en los últimos años: miedo a los terroristas, miedo a los
inmigrantes, miedo al paro, miedo al futuro con las pensiones… La guerra contra el
terrorismo no puede hacerse a costa del recorte o la suspensión de las libertades
democráticas.