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Esteban volvió a mirar. Sí, ahí seguía el billete, junto a sus pies, junto
a su vida. Vacilante, incrédulo, se agachó y lo tomó entre sus manos.
¡Diez, diez, era un billete de diez soles, que contenía innumerables reales! Los conocimientos de
Esteban no alcanzaban para calcular tales complejidades.
Siguió caminando y llegó al Mercado Mayorista. ¿Esto era Lima? Su tío le había dicho que Lima
era una ciudad grande, tan grande que en ella vivían millones de personas. Y antes del viaje,
Esteban había soñado con una bestia que tenía un millón de cabezas.
- ¡Hola, hombre!
- Hola… -respondió Esteban, susurrando.
Era un chico de su misma edad, vestido con pantalón y camisa que en otros tiempos habría sido
KAKI, y ahora era de color marrón.
Jugaron bolas un rato y luego empezaron a caminar juntos. Esteban se sentía a gusto con Pedro.
Dieron vueltas. Más y más edificios. Más y más gente. Y calles. Esteban recordó el billete que tenía
en el bolsillo.
- Mira lo que me encontré.
- ¡Caray! -Exclamó Pedro, examinando el billete al detalle. -¡Diez soles, caray!¿Qué piensas
hacer, Esteban?
- No sé, guardarlo, seguro… -y sonrió tímidamente.
- ¡Caray, con esa plata yo haría negocios!
- ¿Cómo?
Esteban se ruborizó.
- No, no soy de acá, soy de Tarma; llegué ayer… Vivo ahí, en el cerro de junto al cielo.
- ¡Ah! -Pedro lo volvió a mirar, fugazmente-. ¿De Tarma, no? ¡Oye! ¿Quisieras entrar a un
negocio conmigo?
- ¿Yo…? -titubeante, preguntó-, ¿qué clase de negocio? ¿Tendría otro billete mañana?
- ¡Claro que sí, por supuesto! -afirmó Pedro, resueltamente-. Mira, compramos diez soles de
revistas y las vendemos ahora mismo y tenemos quince soles. ¡Dos cincuenta para ti y dos
cincuenta para mí! ¿Qué te parece?
- ¿Y dónde conseguimos las revistas?
- Yo sé de un lugar.
El lugar era un pampón más o menos grande. Desde el piso hasta el techo había revistas. Pedro
cogió un montón, las contó y volvió a revisarlas.
- Paga.
Esteban vaciló un momento. Desprenderse del billete era más desagradable de lo que había
supuesto. Oprimió el billete y finalmente lo sacó del bolsillo.
Se instalaron en la vereda de la Plaza San Martín. ¡Revistas! ¡Revistas! ¡Señor, señora, revistas! Las
personas compraban y las monedas caían al bolsillo de Pedro.
Esteban se sentía feliz: la bestia era una bestia bondadosa y amigable. El negocio marchaba
excelente. Cuando solo quedaba una revista, Pedro anunció que tenía hambre.
- ¿Me podrías ir a comprar un pan?
- Bueno -aceptó Esteban.
Pedro sacó un sol de su bolsillo. Esteban cruzó la pista, caminó una cuadra, se metió a una bodega
y pidió un pan con jamón. Regresó pensando n que llegaría a su casa feliz. Llegó a la vereda y
Pedro ya no estaba ahí. ¿Se habría confundido? ¿Era o no era? Sí, ese era el pedazo de vereda.
Pero… ¿y Pedro, y los quince soles, y la revista?
Pasaron los minutos, las horas. Decenas de letreros luminosos se habían encendido. Y Esteban
permanecía inmóvil, con su pan en la mano y las esperanzas en el bolsillo de Pedro.
Pero ya nada importaba. Dejó el muro, mordisqueó el pan y, desolado se dirigió a tomar el
camino.
COMPRENSIÓN DE TEXTOS
INTERROGATIVA EXCLAMATIVA
- ¿Me podrías ir a comprar un pan? - ¡Caray, con esa plata yo haría
- ¿Tú eres de Lima? negocios!
- ¡Hola, hombre!
2. RESPONDE:
a. ¿Quiénes son los personajes de la lectura?
Pedro y Esteban
b. ¿Qué le ha sucedido a Esteban?
Lo traicionaron, dejándole sin plata
c. ¿Cómo se conocieron los dos personajes del cuento?
Jugando bolitas
d. ¿Qué negocio planearon?
Vender revistas
e. ¿En qué momento crees que Pedro decidió engañar a Esteban?
Cuando Esteban fue por el pan