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Recordatorio: Sesión 1 Introducción.

Nuestra mayor necesidad no es que los demás cambien o las


circunstancia cambien sino que yo cambie. Por sí mismo yo no soy
capaz de cambiar, sólo Dios puede hacer la obra de cambio en las
personas porque se requiere un cambio de corazón.

Ezequiel 11:19-20

Y les daré un corazón, y un espíritu nuevo pondré dentro de ellos; y


quitaré el corazón de piedra de en medio de su carne, y les daré un
corazón de carne, para que anden en mis ordenanzas, y guarden mis
decretos y los cumplan, y me sean por pueblo, y yo sea a ellos por Dios.

¿Qué tipo de persona es la que Dios quiere que seamos? Él quiere


que dejemos de ser personas que “viven para sí mismas” y que seamos
personas que son literalmente como Él. Pedro lo dice de la manera más
asombrosa: “…para que ustedes…lleguen a tener parte en la naturaleza
divina” (2P 1:4). ¡Este es el cambio real! ¡Mi naturaleza pecaminosa y
egoísta está siendo reemplazada por Su naturaleza divina! Dios me está
conformando a Su semejanza. En medio del lodo y la mugre de la vida,
Él está junto a mí, transformando radicalmente mi corazón por Su
gracia, de tal manera que soy capaz de pensar, desear, actuar y hablar
en maneras congruentes con Quién es Él y Su obra en la tierra. El
cambio personal comienza a realizarse cuando mis sueños de cambio
comienzan a alinearse con los propósitos de Dios. Cuando dejo atrás mis
objetivos personales de comodidad y auto-realización, comienzo a
anhelar a Cristo, deseando ser más y más como Él cada día. Y al
hacerlo, llego a estar más y más preparado para mi destino final, la
eternidad con Él.

Sesión 2. Los Ídolos del corazón.

Lucas 6:43-45.

Por sus frutos los conoceréis

(Mt. 7.15-20)

43 No es buen árbol el que da malos frutos, ni árbol malo el que da


buen fruto.

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44 Porque cada árbol se conoce por su fruto; pues no se cosechan higos
de los espinos, ni de las zarzas se vendimian uvas.

45 El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el


hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la
abundancia del corazón habla la boca.

Las teorías de lo que hace a la gente actuar se encarnan en modelos de


consejería. Las explicaciones apuntan hacia las soluciones: tomar
medicamentos, ser criado de nuevo, echar fuera un demonio, satisfacer
tus necesidades, etc. El Señor rebate los impostores y demuestra que la
motivación tiene que ver con Él.

El Conocedor de corazones recompensará a cada persona de acuerdo


con sus hechos (Jer 17:10). La Escritura nunca separa motivo y
comportamiento. El espejo de la Escritura expone a ambos. Las buenas
noticias de la Escritura renuevan a ambos. La lámpara de la Escritura
guía a ambos. El "primer y grande mandamiento" directamente se dirige
a los motivos: ¿Amas a Dios con todo tu corazón, con toda tu alma,
mente y fuerzas? ¿O algo más divide y roba tus afectos? El "segundo
gran mandamiento" directamente se dirige al comportamiento: ¿Amas a
tu prójimo como a ti mismo? ¿O usas, burlas, temes, evitas, odias,
ignoras a tu prójimo? El evangelio de Jesucristo es el puente que nos
lleva de las tinieblas a la luz. La gracia extirpa de nosotros los corazones
de piedra; la gracia reemplaza las manos y la lengua que obran maldad.

Hebreos 4:12 habla de "los pensamientos y las intenciones" del corazón.


Tal vez podamos traducir esto como "creencias y deseos". Tanto las
mentiras que crees como la codicia sustentan pecados visibles. Lo que
crees acerca de Dios, de ti mismo, de otros, del diablo, del bien y el
mal, de lo verdadero y lo falso, del pasado, del presente y del futuro…
afecta lo que haces.

La vida cristiana es una gran paradoja. Aquellos que mueren a sí


mismos, se encuentran a sí mismos. Aquellos que mortifican sus deseos
recibirán en este siglo y en el venidero la vida eterna (Lc 18:29). Si
deseo felicidad, recibiré miseria. Si deseo amor, recibiré rechazo. Si
deseo importancia, recibiré futilidad. Si deseo control, recibiré caos. Si
deseo reputación, recibiré humillación. Pero si deseo a Dios y Su

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sabiduría, recibiré a Dios y a su Sabiduría. En el camino, tarde o
temprano, recibiré felicidad, amor, significado, orden y gloria.

Cualquier cosa que deseamos más de lo que deseamos glorificar a Dios,


es decir cualquier cosa que tome el primer lugar en nuestro corazón, es
un “ídolo de corazón”. Se incluyen cosas que creemos o en que
dependemos o confiamos más de lo que creemos o confiamos en Dios.

El corazón activo es un concepto crítico, bíblicamente, porque un


corazón activo se puede cambiar. En lugar de preocuparme por cómo
me tratan los demás, puedo preocuparme por cómo yo estoy
amándoles. Hay ese “poder expulsivo de un amor nuevo,” el concepto
muy citado de Thomas Chalmers. Él explicó como las cosas que amamos
demasiado necesitan ser sustituidos por el poder mucho más fuerte del
amor del evangelio. Además dijo que el reemplazo es más eficaz que el
intento de meramente dejar la cosa amada sin suplantarla. Mientras
más amo a Dios, menos amaré (en comparación) a mis ídolos. Esta
verdad—que el cambio no es tan sólo posible sino más bien probable—
nos libra, nos da esperanza. Porque tu corazón es el problema, siempre
hay esperanza...puedes cambiar.

Para comprender nuestros corazones (y los de otras personas)


investigamos como detectives para trazar los vínculos lógicos entre
circunstancias, fruto, corazón y Dios. En nuestro trabajo lo que suele ser
lo más elusivo es el motivo del corazón. Pero alcanzarlo no depende de
nosotros mismos—tenemos la Palabra de Dios que es poderosa para
penetrar y discernir los pensamientos e intenciones del corazón
(Hebreos 4:12). Cuando el Espíritu ilumina las Escrituras para nosotros,
podemos ser el sabio descrito en Proverbios 20:5: “Como aguas
profundas es el consejo en el corazón del hombre; Mas el hombre
entendido lo alcanzará” (Pr 20:5 R-V 1960).

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Sesión 3. Las circunstancias.

Las circunstancias (Pregunta 1 del modelo de David Powlison) son todos


los detalles de la vida que nos afectan. Son lo que está fuera de nuestro
control directo: presiones, oportunidades, responsabilidades, estado de
salud, y tentaciones, las circunstancias que enfrentas cada día o las del
pasado o futuro (las anticipadas).

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