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Consideraciones sobre el marxismo occidental – Perry Anderson.

Quisiera destacar un par de ideas que me parecen muy interesantes en este panorama general del marxismo que el autor
ofrece. Primero, la definición de dos momentos claves en el desarrollo y orientación del marxismo, con una etapa inicial
definida por la preocupación económica y la crítica del capitalismo, donde las obras de Marx y Engels son fundamentales.
Luego, la etapa donde el marxismo se orienta más claramente hacia la política y la toma del poder a través de la revolución,
donde aparece con mayor peso la figura de Lenin y no en menor grado Trotsky. Pero luego, en segundo lugar, empieza un
periodo histórico que hace variar fundamentalmente la reflexión del marxismo y sus preocupaciones. Es el contexto que se
inicia entre guerras y con la aparición del fascismo y el nazismo que impiden por medio de la violencia el desarrollo de
revoluciones proletarias; por otra parte, la consolidación de democracias capitalistas que, al contrario de lo que pensó Marx,
tuvieron la suficiente estabilidad económica para impedir cualquier intento de revolución. Al mismo tiempo, el terrible efecto
sobre la reflexión intelectual política que significó Stalin y la construcción de un partido comunista internacional controlado
desde la URSS y que impidió o limitó una reflexión de los intelectuales marxistas sobre la coyuntura política, fuera la que fuera.
Es así como surge lo que Anderson denomina Marxismo Occidental, completamente alejado de las preocupaciones
económicas y políticas de la primera etapa, se orientan hacia la filosofía y la estética, y por tanto, alejándose completamente
de las preocupaciones del proletariado, se convierte en un marxismo desarrollado fundamentalmente por burgueses y para
burgueses. Pero Anderson concluye con la posibilidad que en ese momento se vislumbraba como un reencuentro entre el
marxismo y la revolución en Occidente (más bien Europa) y por tanto, con la superación de este marxismo reducido a la
filosofía y la estética en ese auge de las revolucionario que se dio a fines de los 60 y que se extendió hasta principios de los 80.
Luego de los intentos de revolución volvió a aflorar el facismo (sobre todo en América latina) y superado el facismo, se retomó
la democracia capitalista en todas partes en los años 90. Lo que debemos preguntarnos ahora es si las experiencias políticas
nacidas de una práctica popular e indígena en América latina en la actualidad, muy diferente a la reflexión inicial de Marx,
tiene algo de coherencia con el materialismo histórico. Debemos preguntarnos también si las clásicas visiones de temas
económicos y políticos tienen algo que enseñarnos todavía. Es relevante considerar la crítica a la transformación ideológica de
la cultura, uno de los principales aportes del Marxismo Occidental. Pero fundamentalmente, hay que aprender del pasado, y
acercarnos a Gramsci, encarcelado por el facismo en Italia, y no olvidar que ya en dos ocasiones en el pasado, en dos
momentos y en dos lugares históricos diferentes, se ha impuesto por la fuerza y la violencia sobre los intentos populares de
liberación social y económica. Tampoco hay que olvidar la falta de reflexión crítica que instauró el stalinismo, algo que no
puede permitirse y que tampoco debería ser posible en el momento actual, donde es necesario transparentar los fallos, los
errores de los proyectos revolucionarios en curso en nuestro continente.

De 1924 a 1968, el marxismo no se detuvo, pero avanzó mediante un interminable rodeo lejos de toda práctica política
revolucionaria. Este divorcio estuvo determinado por toda la época histórica. En el plano más profundo, el destino del
marxismo en Europa fue regido por la ausencia de grandes levantamientos revolucionarios después de 1920. También fue un
resultado de la estalinización de los partidos comunistas, herederos formales de la revolución de Octubre, lo cual hizo
imposible una genuina labor teórica dentro de la política, aun en ausencia de todo levantamiento revolucionario, lo que
contribuyó a impedirlo. Así, la característica oculta del marxismo occidental en su conjunto es que se trata de un producto de
la derrota. El fracaso de la revolución socialista fuera de Rusia, causa y consecuencia de su corrupción dentro de Rusia, es el
trasfondo común a toda la tradición teórica de este período. Sus obras principales fueron creadas en situaciones de
aislamiento político y desesperación.
Al mismo tiempo, la estalinizacion de los partidos creados por la III Internacional, desde fines de los años 20, dejó en el
marxismo otro sello distintivo. El resultado de la 2GM, señaló un cambio profundo en el esquema geográfico del marxismo
como cultura activa en Europa, con la práctica desaparición del comunismo como fuerza viva en la clase obrera de Alemania
Occidental y con el surgimiento y el predominio de partidos comunistas de masas en Italia y Francia.
El teórico podía incorporarse a un partido comunista y aceptar el rigor de su disciplina. En este caso, podía mantener cierto
contacto nominal con la vida de la clase obrera nacional y una continuidad al menos filológica con los textos clásicos del
marxismo y el leninismo. El precio de esta cercanía a las realidades de la lucha cotidiana de la clase obrera era el silencio sobre
su conducción real. Ningún intelectual de un partido comunista de masas de este período que no formase parte de su
dirección podía hacer la menor declaración independiente sobre problemas políticos importantes. La oposición opuesta era
permanecer fuera de toda organización de partid, como intelectual independiente. En este caso, no había ningún control
institucional sobre las formas políticas de expresión, pero, tampoco había ningún arraigo en la clase social en cuyo beneficio la
labor teorica marxista tiene sentido en definitiva.
La consecuencia de tal estancamiento fue el meditado silencio del marxismo occidental en los campos más importantes para
las tradiciones clásicas del materialismo histórico. Gramsci fue el único.

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