Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Introducción
Se trata en este trabajo de hacer una síntesis de los corrientes actuales de teología
que hemos abordado en clase. Como hemos visto en clase, cada corriente será presentado
bajo cuatro puntos: ubicación y objetivos, en el contexto de la Tradición, argumentación y
consecuencias para la pastoral y la espiritualidad. Los apuntes de la clase serán enriquecidas
por nuestra propia investigación.
1. Ubicación y objetivos
2. En el contexto de la Tradición
1
R. GIBELLINI: La teología del siglo XX, Sal Terrae, Santander, 1998, p.135
2
último lugar y Dios le confió el cuidado de todo lo creado. Esto implica que todas las realidades
terrenas son buenas y todas han sido puestas en las manos del hombre como medios para que
éste alcance su plena realización individual y comunitaria. Y aunque luego interviene el pecado
en el mundo, el dominio del pecado no es lo definitivo en el plan salvífico de Dios sobre la
humanidad. Esto porque Dios intervino en la historia de manera sorprendente para redimir su
obra gracias al misterio de la encarnación de Jesús. En este sentido pues, encarnación y
redención son los argumentos claves para razonar la densidad teológica de las realidades
terrenas y su valoración cristiana positiva. Estos dos argumentos constituyen el núcleo del
razonamiento teológico en los representantes de este movimiento.
2
Idem, p. 209
3
T. DE CHARDIN: El fenómeno humano, Taurus, Madrid 1967, p. 304.
3
Pablo, [...] él consumará la unificación universal [...]. Así se verá constituido el complejo
orgánico: Dios y mundo…4”
La teología de las realidades terrenas surge para responder a uno de los desafíos más
importantes de la fe cristiana en los tiempos modernos: la secularización que según F.
Gogarten “[...] tiene su fundamento en la esencia de la fe cristiana y es una legítima
consecuencia de ella.5” Entonces, frente a este fenómeno, la teología de las realidades terrenas
es una invitación a respetar y afirmar claramente la autonomía y la densidad teológica de las
realidades terrenas. También, los resultados de la cultura y de la actividad humana han de ser
asumidos por la Iglesia con discernimiento, siguiendo el modelo de la encarnación del Verbo,
que asumió en todo la condición humana menos en el pecado. El criterio de este
discernimiento es el aporte de la actividad humana y de la cultura a la realización plena de la
persona humana, según la medida de Jesucristo. El trabajo humano, el compromiso temporal,
la acción humana están llamados a preparar las condiciones históricas que posibiliten el
advenimiento del Reino de Dios. Esto implica un compromiso temporal de los fieles con el
proceso de transformación del mundo, un compromiso inspirado y motivado por la propia fe
cristiana. También un dialogo abierto con el mundo. En breve esto implica vivir un cristianismo
encarnando en el mundo siguiendo el ejemplo del Verbo que se hizo hombre.
1. Ubicación y objetivos
La teología del progreso se sitúa en el mismo ámbito que la teología de las realidades
terrenas. Son prácticamente dos momentos de un mismo corriente teológico, que considera
sucesivamente el aspecto estático y dinámico de las realidades temporales. También es
deudora de la escuela francesa de teología, sin embargo, su desarrollo ha tenido lugar también
en fuera de Francia. El objetivo fundamental de este movimiento teológico era la reflexión
teológica sobre el fenómeno del desarrollo y del progreso y procurar una respuesta también
teológica al eterno interrogante sobre la relación entre el Reino de Dios y la historia humana.
2. En el contexto de la Tradición
Por ser una prolongación de la teología de las realidades terrenas, la teología del
progreso se revindica de la misma tradición teológica que la de la teología de las realidades
terrenas. Sin embargo, la teología del progreso centra su atención particularmente en las
realidades culturales e históricas y no simplemente en las realidades naturales, precisamente
porque el punto que le interesa es el desenvolvimiento histórico, el desarrollo y el progreso
como un fenómeno histórico que tiene que ver con la fe y el compromiso cristiano.
hombre la tarea de someter la tierra. Este dominio sobre la creación no significa una
explotación de la misma, sino una colaboración en la obra creadora de Dios. Sin embargo, la
concepción hebreo-cristiana de la historia no tiene como meta el progreso, sino la esperanza
en el Mesías y la espera escatológica de Jesucristo en la parusía. En la edad moderna, la idea de
progreso se desarrolló particularmente en la Ilustración y luego bajo la influencia del idealismo
(Hegel), del positivismo (Comte), y del evolucionismo (Darwin) hasta hoy sustituyendo la idea
bíblica de la espera escatológica por la fe en el progreso intramundano. A El concilio Vaticano II
considera el progreso en una perspectiva bíblica. El esfuerzo del hombre por mejorar las
propias condiciones de vida corresponde al designio de Dios, manifiesta las perfecciones
divinas y profundiza las responsabilidades personales y sociales del hombre. También, la Iglesia
reconoce que el progreso puede llevar a la tentación de olvidar la soberanía de Dios sobre la
creación y recuerda la importancia de ordenar la actividad humana al servicio de Dios y del
hombre6. Esto implica que para la fe cristiana, el progreso no es un valor absoluto. Por lo cual
hay que evitar la idolatría del progreso porque capaz de conducir la humanidad a la
autodestrucción.
Los representantes más destacados de este movimiento teológico son sobre todo J.
Alfaro (1914-1993), M. Flick y Z. Alszeghy. La reflexión teológica sobre el progreso de J. Alfaro
se centra en tres puntos básicos: la creación, la encarnación y la escatología. Según él la
creación tiene en la persona humana su centro y su culmen razón por lo cual en el relato
bíblico ella aparece al final como la culminación de la obra creadora de Dios (Gn 1,27). Por este
mismo hecho, el ser humano tanto en su dimensión personal como comunitaria es responsable
de la marcha de la historia y del mundo. Por eso, la historia del mundo y de la sociedad
humana está llamada a ser una historia de humanización, una historia de progreso espiritual a
través de la acción co-creadora del ser humano. En este sentido pues, la persona humana es
responsable de la comunidad humana actual y de la comunidad humana futura. Es
responsable del progreso o de la regresión histórica de la humanidad. Como ya destacamos el
progreso no es un valor absoluto porque la meta de la historia no es el mero progreso, sino el
hombre nuevo. En este sentido, la aportación de la revelación judeo-cristiana es valiosa: La
historia humana se encamina hacia una meta trascendente sin la cual no se explica
suficientemente el sentido del progreso y de la historia humana. A través del progreso el
mundo avanza hacia Dios. Por eso, el progreso no es indiferente a la relación entre el ser
humano y Dios. No es la mera intencionalidad del sujeto lo que hace del progreso un objeto de
calificación ética, sino la conformidad intrínseca y objetiva de la acción humana sobre el mundo
con la acción creativa de Dios. Aunque es cierto que la acción objetiva de la persona debe ir
acompañada de una recta intencionalidad, ésta no es suficiente sin aquella. Si es verdad que el
mundo creado por Dios se orienta hacia Él como a su meta final, por el pecado, (acto libre de la
persona) el ser humano pretende autoafirmarse como autosuficiente en el horizonte
intramundano. Justamente por eso, el pecado rompe la original orientación del mundo hacia
Dios y tiende a poner al ser humano en el lugar de Dios. Pero, el pecado no tiene la última
palabra sobre el proyecto de Dios para con la humanidad. Razón por lo cual «al llegar la
plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer (...) para que recibiéramos la
filiación adoptiva.» (Ga 4, 45) Con la encarnación del Verbo de Dios, toda la creación asumida y
redimida por la sangre del cordero (Ef 1,7), es reconciliada con Dios. La encarnación da una
6
E. C RAVA: El desarrollo, 5 de febrero de 2012, UTRL: http://www.mercaba.org/VocTEO/P/progreso.htm
5
La experiencia nos enseña que no sólo existe el desarrollo y el progreso sino que hay
también el subdesarrollo. En este ámbito, la reflexión de G. Frosini es importante: el progreso y
el desarrollo son contribuciones reales a la salvación del ser humano pero la salvación cristiana
no se circunscribe necesariamente a situaciones de desarrollo y progreso. También es posible
la salvación en situaciones de subdesarrollo porque el mismo bienestar y el desarrollo a veces
se convierten en obstáculo para la salvación cristiana.
La teología del progreso apoya entre otros a los movimientos de acción católica, los
Cursillos de Cristiandad, etc. Gracias a esta teología, los integrantes de estos movimientos
intensificaron su compromiso social en favor de una sociedad más justa. Para muchos
cristianos la relación entre el Reino de Dios y el progreso histórico de la humanidad se convirtió
en centro y eje de su espiritualidad de tal modo que la verificación de la propia fe pasa por
compromiso temporal y la lucha por la justicia, la fraternidad, la igualdad de todas las
personas.
1. Ubicación y objetivos
dramáticamente como había surgido7. Si los dos movimientos anteriores son de la escuela
francesa, éste se ubica en el mundo anglosajón. Los representantes más destacados son
británicos y norteamericanos. Casi todos son teólogos protestantes. Estos teólogos
reflexionaron sobre el problema de la relación entre el cristianismo y la cultura moderna
secular y atea. Por tanto, el objetivo último de esta teología es preguntarse por el sentido y la
significación del cristianismo en una cultura secular. Para hacer entendible el evangelio al
mundo secular y ateo, los representantes de la teología de la muerte de Dios intentaron
difundir el evangelio cristiano en un lenguaje secular, comprensible al hombre secular, y verter
la fe cristiana en un compromiso secular, superando las categorías teológicas trascendentales y
la fe cristiana en un Dios supranatural, religioso, mítico que ya ha muerto.
2. En el contexto de la Tradición
fragmentarias pero tentadoras en Cartas y Ensayos desde la Prisión. Escribió del mundo y del
hombre llegados a la "adultez", del "cristianismo sin religión", del "mundo sin Dios" y de
librarse del "Dios de las brechas (discontinuidades)" y seguir adelante tan bien como antes.
Bonhoeffer proporcionó un vocabulario que teólogos radicales posteriores pudieron explotar.
Entonces, por muy sorprendente que fuera la idea de la muerte de Dios cuando la proclamaron
a mediados de los 60, no representó una desviación tan radical respecto de ideas y vocabulario
filosófico y teológico recientes.
En el segundo lugar, dentro de las iglesias, incluso la católica, este corriente influyó al
menos al nivel de la predicación y de la liturgia. Al nivel de la predicación, se seculariza el
lenguaje religioso para acomodarlo a las categorías culturales del hombre secular. En este caso,
ya no se habla de Jesús como el Cristo, el Hijo de Dios, el Verbo hecho carne sino sencillamente
“el hombre para los demás”. Al nivel litúrgico, se da una especie de transignificación. Se afirma
por ejemplo que el único culto válido es el servicio al hermano. Las acciones salvíficas validas
son las que el ser humano realiza para construir una ciudad secular sobre las bases de la
fraternidad, la igualdad, la libertad. La única liturgia válida es la celebración festiva de la
convivencia justa, fraterna, pacífica entre las personas. Visto de esta manera, el compromiso
cristiano se reduce al compromiso temporal con el hermano sin referencia a ninguna
transcendencia. Es la religión convertida en ética; la fe cristiana convertida en moral cristiana.
1. Ubicación y objetivos
teológico. Según J.B. Metz, la teología política tiene una doble tarea: negativa y positiva. “La
tarea negativa es la de constituir un correctivo crítico frente a la tendencia de la teología a la
privatización, es decir, que debe obrar en el sentido de una desprivatización. La tarea positiva,
pues, consiste en desarrollar las implicaciones públicas y sociales del mensaje cristiano. 11” En su
obra, Metz afirma que la teología política no es una nueva disciplina, ni comporta una
neopolitización de la teología, sino que aspira a ser un rasgo fundamental de la conciencia
teológica actual: “La teología política quiere que la palabra cristiana llegue a ser una palabra
socialmente eficaz. Busca categorías que no sirvan sólo para la iluminación de las conciencias,
sino también para su transformación.12” Para conseguir este objetivo pone especial relieve en
la dimensión escatológica del mensaje cristiano, con la consiguiente incidencia de éste en los
asuntos públicos de la sociedad y de la historia. Lo político no debe ser considerado por el
cristiano como un objeto secundario de reflexión o como un simple campo de consideración
para una reflexión teológica aplicada. Lo político constituye un horizonte hermenéutico de toda
reflexión teológica.
2. En el contexto de la Tradición
La teología política desempeña un papel ecuménico; consigue que haya dialogo entre
la tradición protestante y la católica. Además, une a teólogos de ambas Iglesias. En la tradición
histórica de la Iglesia católica como los protestantes, hay elementos de teología política. Es
verdad que no se trata de ningún modo de la vieja teología política, la cual era una teología
sacralizadora del poder, de una organización política de dominación. Por el contrario, la nueva
teología política es crítica y dialéctica frente a todo tipo de poder, desacralizadora del mismo.
La teología política tiene una preferencia por la teoría crítica y una superación del pensamiento
metafísico que constituyó el sustrato teórico de la reflexión teológica clásica. En esto se acerca
a la tradición marxista y neomarxista.
Por otra parte, la teología política subraya la dimensión política del mensaje cristiano
de salvación. Trata de superar la privatización de la fe. No se trata de negar la dimensión
personal de la fe, la relación creyente-Dios. Más bien se trata de plantear el problema de la
relación entre el mensaje bíblico y la historia de la humanidad. Destaca el hecho de que las
promesas centrales del Reino de Dios que son la libertad, paz, justicia, reconciliación, etc. no
pueden ser reducidas legítimamente al mundo de la interioridad del sujeto creyente ni ser
privatizadas radicalmente. Para la teología política, todas estas promesas tienen una dimensión
pública y por consiguiente legitiman la función del cristianismo en la historia humana. Sólo
desde esa perspectiva política es posible desentrañar y hacer operativo el potencial crítico que
11
Ídem, p. 321-322
12
J.B. METZ: Teología del mundo, Sígueme, Salamanca, 1970, p. 169
10