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El autor argumenta que no se deben permitir donaciones privadas para campañas políticas debido a que siempre vienen con privilegios que corrompen el sistema. Además, menciona que elegir a un presidente en Costa Rica cuesta mucho menos que en Estados Unidos a pesar de que este país tiene casi cien veces más población. Finalmente, señala que el dinero no necesariamente garantiza la victoria electoral.
El autor argumenta que no se deben permitir donaciones privadas para campañas políticas debido a que siempre vienen con privilegios que corrompen el sistema. Además, menciona que elegir a un presidente en Costa Rica cuesta mucho menos que en Estados Unidos a pesar de que este país tiene casi cien veces más población. Finalmente, señala que el dinero no necesariamente garantiza la victoria electoral.
El autor argumenta que no se deben permitir donaciones privadas para campañas políticas debido a que siempre vienen con privilegios que corrompen el sistema. Además, menciona que elegir a un presidente en Costa Rica cuesta mucho menos que en Estados Unidos a pesar de que este país tiene casi cien veces más población. Finalmente, señala que el dinero no necesariamente garantiza la victoria electoral.
Alberto Montaner, “La Casa Blanca Inn”, El Heraldo, 16 de marzo de 1997
No se debe permitir donaciones privadas para las campañas políticas. Es cierto que contribuir con dinero resulta una forma de participación ciudadana –así lo ven, por ejemplo, los muy democráticos noruegos, que ni siguieran limitan el monto de esas posibles aportaciones. Pero la experiencia demuestra que cuando se permite este tipo de ayuda, siempre es a cambio de privilegios que acaban con pervertir el sistema. Mientras más pobre es un país, más riesgo existe que la financiación de los partidos se convierta en un foco de corrupción futura. Elegir a un presidente en Costa Rica cuesta diez o doce millones de dólares, la décima parte de lo que abonaron los demócratas para llevar a Clinton al poder, pero Estados Unidos tiene casi cien veces la población de Costa Rica. A esta locura sólo hay una manera de ponerle coto: limitar los gastos electorales y sólo autorizar una financiación pública tan generosa como pueda permitirse el país en cuestión 6. A fin de cuentas, ni siquiera es verdad que las grandes sumas de dinero sean el factor que trae la victoria. En las recientes elecciones nicaragüenses los sandinistas, según se ha publicado, gastaron ocho millones de dólares frente a unos adversarios que los derrotaron con menos de dos. Hace unos años, el venezolano Diego Arria hizo una de las más brillantes campañas públicas, pero sólo fue capaz de elegir a un diputado dentro de su lista electoral. “El dinero –como suele decir el experto Mario Elgarresta- no decide las elecciones, inclina –como los astros- pero no determina”. Tomado de: Díaz, Álvaro (2002). La Argumentación Escrita. Medellín: Editorial Universidad de Antioquia. pp. 122