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La Historia del Descubrimiento de la Ciencia de la

Autodirección

Desde chico, siempre me preocupó que existieran personas con una enorme
riqueza, mientras que otras tenían muy poco dinero. Las explicaciones que me
daban mis mayores no me satisfacían. Yo no aceptaba que la pobreza debía ser
motivo de orgullo, o señal de que somos una buena persona, mientras que la
riqueza debía ser interpretada como signo de bajeza. Muchas de estas creencias se
basan erróneamente en la Biblia. Por ejemplo, eso de que “es más fácil que un
camello pase por el ojo de una aguja, a que un rico entre al reino de los cielos” se
basa en que, en la antigüedad, las riquezas no eran producto de la creatividad y
trabajo de los individuos, como sucede ahora; sino que eran casi siempre resultado
de conquistas violentas o del abuso del poder.
En la Universidad, en mis viajes y en los negocios, fui conociendo a hombres y
mujeres de todas las clases sociales, algunos inmensamente ricos.
Gracias a ello me di cuenta de que la tan alabada virtud de la pobreza no es
más que un recuerdo terriblemente dañino que nos dejó el pasado. Hoy debemos
liberarnos por completo de esa equivocada creencia.
Todos conocemos las satisfacciones honorables que la riqueza nos puede
proporcionar: automóviles, casas, viajes, vida social, cultura, etc., sin contar la
magnífica educación que nos permite proporcionar a nuestros hijos, o la generosa
ayuda que se puede otorgar a causas dignas (hospitales, orfanatorios, etc.).
La única riqueza honorable es la que se gana al prestar servicio a otros. Esa
riqueza ganada es la que nos da la verdadera felicidad. La riqueza obtenida sin dar
servicio no nos da felicidad, y de hecho es la más miserable de las pobrezas.
En la actualidad se beneficia más quien mejor sirve. El público premia a
algunos productores con riquezas, por lo bien que sirven, y castiga con pobreza a
los que no supieron servir.
Comprendí —con gran alivio— que el hombre de bien, el hombre que sirve,
tiene derecho a la riqueza. No por gracia de la suerte o del destino, sino como
justa recompensa por sus servicios al mundo.
Pero veía alrededor de mí a hombres y mujeres que a pesar de trabajar
mucho, sólo cosechaban más pobreza. Debía faltar algo a mi razonamiento, debía
haber una razón de porqué muchas personas no logran alcanzar la riqueza, a
pesar de sus enormes esfuerzos.
Debido a la gran importancia del tema, decidí encargar a segundas manos la
dirección de mis negocios y dedicarme en cuerpo y alma al estudio de porqué
algunos triunfan y otros fracasan.
Mis colaboradores y yo contratamos a un grupo de lectores profesionales, para
que nos enviaran toda la información posible sobre cómo lograr el éxito en la vida.
Nos interesaba conocer la opinión de los grandes filósofos y guías espirituales de la
antigüedad, así como las ideas de los líderes de la industria y del comercio de hoy,
junto con los descubrimientos más recientes de la psicología.
Durante todo este trabajo, que duró más de dos años, logramos distinguir un
cuerpo de reglas y razonamientos que aparecían — una y otra vez— en lo que
recopilaban los lectores profesionales que habíamos contratado.
Nos dimos cuenta de que existen técnicas universales para obtener el éxito
en cualquier actividad, y que son tan sencillas que todo el mundo las puede
aplicar. El éxito se alcanza sólo por determinados caminos que llevan a él. Si una
persona no los conoce, sus esfuerzos sólo intensificarán la tragedia de su fracaso.
A esta nueva ciencia decidimos llamarla Ciencia de la Autodirección, la
ciencia que te enseñará a controlar firmemente el volante de tu vida... o sea: ¡te
enseñará a autodirigirte!
Antes de publicar nuestros descubrimientos, conseguimos 146 voluntarios para
someterse a la más estricta observación de parte nuestra —a cambio de un
adiestramiento a fondo en las técnicas de la Autodirección.
Los resultados fueron mejores que lo anticipado. En un plazo de 4 meses las
ganancias de 143 personas (3 tuvieron que ausentarse) aumentaron en un
promedio de 72%, siendo el aumento máximo de 425% y el mínimo de 31%.
Cuando vimos estos resultados tan convincentes, decidimos formular un curso para
que el mayor número de personas pudiera conocer esta nueva ciencia.
La Autodirección te capacitará para producir más y mejor. El éxito, la riqueza y
la felicidad se presentarán sin demora en la misma medida que aprendas a servir
mejor. Podrás recibir tu éxito con orgullo, porque será un premio a tu servicio,
será tu medalla de honor.
Seguramente estás ansioso de empezar. ¡Manos a la obra, pues! ¡Voltea la
hoja y abordemos el primer tema!
E. S. Maurer

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Preparación Mental Básica para la Autodirección

a) La persona autodirigida no espera pasivamente el éxito. Lo


realiza a voluntad.

Hay dos tipos de hombre claramente definidos:


El hombre común, siempre esperando... esperando a que la situación mejore,
esperando ayuda, ¡esperando la esperanza misma!
Y el hombre que no acostumbra esperar, ni someterse a la benevolencia de las
circunstancias. No espera a que llegue la oportunidad, la crea con dinamismo y
valor. Este es el hombre autodirigido, que nunca ajustaría su vida a un sueldo
mediocre, sino que empieza su carrera con un plan claramente definido acerca de
la vida que quiere tener: el dinero, los viajes, la vida social, la fama, la admiración
de los demás, etc., para luego llevarlo a cabo.
El hombre autodirigido:
Determina qué es lo que desea lograr en la vida, analizándolo y definiéndolo
desde todos los puntos de vista.
Se decide a perseguir su meta, no solamente cuando las circunstancias son
favorables, sino a pesar de las dudas y obstáculos que se le presentan.
No admite, por ningún motivo, que pueda haber una sola influencia externa tan
fuerte como para desviar su propósito.
John D. Rockefeller pertenecía a una familia muy pobre. Cuando era chico, el
pastor del pueblo lo encontró en la calle y le preguntó, despeinándolo
cariñosamente: “Cuando seas grande, ¿en qué vas a trabajar?” John alzó la vista,
y con franqueza infantil, le contestó: “¡Yo voy a ser el hombre más rico del
mundo!” Lo demás es historia. John D. Rockefeller acumuló una fortuna de más de
mil millones de dólares, superando en mucho las riquezas legendarias de los
maharajás de la fabulosa India.
Como ves, el éxito no es una gracia que debemos esperar pasivamente, sino
una meta que debemos esforzarnos activamente en alcanzar… de acuerdo con las
técnicas descritas a lo largo de este curso.

b) Eres una Persona Autodirigida en Potencia.

Por el mismo hecho de estar leyendo esto, tú perteneces al muy reducido


grupo de personas autodirigidas en potencia. No te sentaste a esperar la
buena suerte. Supiste de nosotros, solicitaste información, la estudiaste
cuidadosamente, te convenciste de que te podíamos enseñar la dinámica del éxito,

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y... ¡actuaste! Actuaste con decisión y firmeza. No cabe duda: tú eres una
persona autodirigida en potencia.

c) La Persona Autodirigida no nace, se forma a sí misma.

Algunos creen que todo triunfador posee ciertas capacidades especiales desde
una temprana edad. La historia nos demuestra una y otra vez que esto no es así.
Veamos unos ejemplos:
·Un editor de un periódico de Kansas City rechazó los dibujos que un joven le
envió para su aprobación. Le dijo que debía dedicarse a otra cosa porque no tenía
talento. El joven no se desalentó. Una profunda fe en su capacidad lo impulsó a
entrevistarse con otros posibles compradores de dibujos; pero los resultados
fueron siempre los mismos. Al fin, consiguió trabajo dibujando material de
promoción para iglesias. Como no tenía con qué pagar la renta de un taller para
dibujar, alquiló un garaje invadido de ratones. Treinta años después era famoso
junto con Mickey Mouse, su creación. Su nombre: Walt Disney.
·A finales del siglo dieciocho, un joven alemán de 22 años dejó su casa de
Bonn para estudiar música en Viena. Era bajo de estatura y tenía la cara marcada
por la viruela. Durante un año, estudió con el gran músico Franz Joseph Haydn,
quien pronto se desesperó de lo que él llamó la “falta de habilidad” del joven.
Posteriormente estudió con el famoso profesor Johann Albrechtsberger, quien llegó
a decir: “No, ese joven nunca aprendió algo; y, lo que es más, nunca llegará a
componer algo que valga la pena”. Ese estudiante era Ludwig van Beethoven.
·Cuando Abraham Lincoln era joven, hizo su campaña para la elección al
Congreso local del Estado de Illinois, y perdió en forma aplastante. Poco después
estableció su negocio. Fracasó y paso 17 años de su vida pagando las deudas de
su socio tramposo. Se enamoró de una bella joven. Poco tiempo después del
compromiso, la novia murió. Regresó a la política, pero siempre era derrotado en
cada elección. Y a pesar de tantos fracasos y derrotas, finalmente obtuvo el mayor
de los éxitos: ser electo Presidente de su país, y más todavía, conquistó la
admiración de la humanidad por generaciones.
Estos hombres no se distinguieron desde el principio por algún talento especial.
Al contrario, en sus inicios siempre fueron rechazados. Por eso podemos asegurar
que el hombre autodirigido no nace, ¡se forja a sí mismo!
Los triunfadores llegaron, por su propio esfuerzo, a comprender y a aplicar
algunas de las grandes reglas que producen el éxito, y lo lograron. Hoy en día, una
persona ambiciosa como tú ya no necesita hacer labor de investigación para
conocer esas reglas. Nosotros ya realizamos ese trabajo por ti.

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d) El Descontento y los Sentimientos de Culpa.

A veces, el animal experimenta el descontento en una dimensión más


primitiva, pero más saludable que el hombre. El animal tiende a retirarse de lo
desagradable y busca lo agradable. Mi perro negro, que cuida de mi casa en las
montañas, siempre busca en el invierno una pequeña mancha de sol entre las
sombras de los pinos para echarse y calentarse en ella. A medida que la mancha
de calor va caminando en el suelo, también mi perro va cambiando de lugar,
huyendo del incómodo frío y buscando el calor agradable.
En cambio, el ser humano puede soportar una situación en la que un animal,
con todo y su comprensión limitada, se retiraría sin demora. ¿Por qué un ser
humano puede permanecer pobre, o deprimido, aun teniendo a la mano el
remedio?
Esto suele tener raíz en los sentimientos de culpa. ¿Alguna vez has mentido, o
hecho trampa, o has sido ingrato con alguien que fue bueno contigo? ¿Recuerdas
cómo te sentiste después? Todos, a veces, pecamos en algo y luego sentimos que
nos remuerde la consciencia. Los sentimientos de culpa pueden servir para nuestra
formación moral, pero si no se manejan bien, pueden tener efectos desastrosos.
Pueden convencer a una persona —sin que se dé cuenta— de que sus dificultades
son un castigo por su maldad, y por eso no debe defenderse de ellas; o que los
objetos de su deseo, aunque estén al alcance de su mano, no los merece, por lo
que no debe tomarlos.
Creo que comprenderás mejor esto si te cuento el caso de un alemán, a quien
tengo años de conocer bien. Se trata de un hombre con una personalidad
arrolladora, que impresiona al primer contacto. Su inteligencia es extraordinaria.
Rara vez lo he visto tomar apuntes. Su memoria no los necesita. En pocas
palabras: se trata de un hombre que lo tiene todo. Sin embargo, el día de su
examen profesional no se presentó a la Universidad... Lo encontré encerrado en su
estudio, trabajando en un informe que bien podía esperar. Durante más de una
hora me dio mil razones por las que había decidido no presentarse. Habló de sus
problemas económicos, de que no se sentía preparado para recibir un título
profesional, de las dificultades por las que atravesaba la profesión de la abogacía,
etc. Razones, todas, que hubieran convencido a muchos de que su examen
profesional y su carrera no eran aconsejables.
Pero da la casualidad de que yo conozco bien su situación económica y me liga
una amistad de años con su familia, por lo que sé muy bien que ninguna de las
razones que él me dio era verdadera. Al fin, aceptó entrevistarse con un consejero,
quien se esforzó por llegar al fondo, a la causa real del extraño comportamiento de
mi amigo.
Poco tiempo después recibí una invitación para su boda, una fiesta inolvidable
en la que se reunió la mejor sociedad. Posteriormente me buscó y me explicó que
al fin había encontrado, con la ayuda de consejero, la causa de su impulso

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incontrolable de no recibir su título de abogado. Es más, se dio cuenta de que esa
misma causa había frenado su carrera, impidiendo una y otra vez que aprovechara
varias oportunidades profesionales. Lo encontré completamente cambiado. Era
ahora un hombre seguro de sí mismo, ejerciendo plenamente su profesión de
abogado, y rodeado de una familia que lo adora. Sucede que descubrió, en las
profundidades de su subconsciente, un pequeño pecado infantil por el cual nunca
llegó a perdonarse: ¡De niño le robaba a su mamá las monedas de cobre de su
monedero! Si, ese fue el mal que por poco destruye la carrera de un hombre
excepcional. Algunos dirán que se trata de un caso exagerado, ¡de una falta de
visión de que su pecado era insignificante!
Pero el hombre puede ser el juez más cruel e injusto de sus propios actos.
¿Cuántas veces no has renunciado a una ventaja o a una oportunidad, alegando
razones falsas?
No hay que pasar por alto la importancia y el origen de los sentimientos de
culpa. Nadie está libre de ellos, pero las personas más productivas y sensibles son
las más expuestas a renunciar a un derecho o a una oportunidad bien merecida,
por culpa de estos sentimientos.

e) El “Auto-respeto” Razonado Como Barrera a los


Sentimientos de Culpa

Llamemos auto-respeto al respeto que todo individuo debe tener hacia sí


mismo, hacia su manera de ser y de pensar, hacia sus aspiraciones. Así como
comprendemos y perdonamos los errores de los demás, debemos saber perdonar
nuestras faltas —a veces de buena fe y a veces no tanto.
Todos estamos expuestos a cometer errores. Todos quedamos a veces en
ridículo, fracasamos o lastimamos a alguien. Es parte de ser humano. Nota que he
usado la palabra todos, porque con gran facilidad, cuando el individuo siente
vergüenza o remordimiento, cree que sólo él es capaz de haber cometido ese error
o esa injusticia. Pero así no es nuestra vida. Revisa las biografías de los grandes
hombres de la historia, y encontrarás que hasta ellos han cometido errores
trágicos o ridículos.
Si al sentirnos culpables, razonamos, podemos llegar a la conclusión de que
simplemente debemos ofrecer disculpas a la víctima, o reparar el daño causado.
Esto es lo más importante: En el momento en que el individuo razona y actúa
con lógica, el sentimiento de culpa pierde su terrible control sobre las emociones.
Si has lastimado a alguien, quizá con una palabra imprudente, analiza tu falta.
Ese análisis te hará comprender tu error. Luego repara el daño, o si esto no es
posible, presenta con sinceridad tus disculpas. Recuerda: no se trata únicamente
de corregir la mala impresión que de ti tenga la víctima. Lo importante es corregir
la impresión que tú tienes de ti mismo, para evitar la formación de

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sentimientos de culpa en tu subconsciente. Sólo de esa manera podrás conservar
tu auto-respeto.
Al analizar y comprender tu falta, te esforzarás por no volverla a cometer.
Obtendrás experiencia. Esto es mucho más productivo que permitir que una falta
llegue a causarte un sentimiento de culpa que afectaría tu existencia por siempre y
destruiría tu auto-respeto, sin el cual no puede haber ni dignidad ni éxito.
También podríamos hablar de una falta mayor, de un crimen. Por salud mental
y espiritual, el culpable de un crimen debe razonar, reparar el daño y/o purgar el
castigo que la ley le imponga. No hay prisión más terrible que la culpa, porque
aprisiona al espíritu. El criminal que ha pagado su culpa con el castigo que la ley le
impuso, recupera ante sus propios ojos su auto-respeto, lo cual lo hace libre en
verdad.
Así como debes evitar con tu actuación razonada la formación de nuevos
sentimientos de culpa, es necesario que aprendas a reconocer y a contrarrestar los
sentimientos de culpa que ya hay en tu subconsciente.
Cada vez que te digas:
— No voy a hacer el intento porque de antemano sé que no puedo...
— Hay otros que están mejor capacitados que yo...
— No creo que hoy sea mi día...
— No tengo talento...
— No me siento muy bien..., etcétera.
Detente y razona. Pueden ser sólo pretextos. Nuestra vida diaria está llena de
ellos. Más que para engañar a otros, los usamos para engañarnos a nosotros
mismos.
No te dejes guiar por sensaciones de incapacidad o de culpa. ¡Razona! ¡Básate
en hechos! Cada vez que quieras rendirte, pregúntate ¿qué me conviene más
hacer? Y responde sin humildad ni modestia. Decide cuál es el camino más
conveniente.
El camino que escogerás será casi siempre el más conveniente. Porque, si bien
nuestra mente se puede equivocar, en general no lo hace –de otra manera no
estaríamos vivos.
Debemos acostumbrarnos a razonar y a respetar nuestra persona y nuestros
intereses en todo lo que tenga que ver directamente con nuestro desarrollo
personal, con nuestra carrera, con nuestra economía.
No te preocupes por sentirte egoísta. Es probable que te cueste trabajo tomar
en consideración tu propia conveniencia personal. Desde tu temprana infancia, te
han acostumbrado a creer que el pensar en ti mismo es malo y despreciable. Pero
cada ser humano tiene derecho a la felicidad luchando por lograr sus propias
metas. El ser humano debe ser educado para aprovechar toda oportunidad que le
ofrezca felicidad, sin perjuicio de los demás. Toma consciencia de los derechos de

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los demás, pero recuerda que tu verdadero problema es aprender a pensar en ti, y
a respetarte a ti mismo. La educación que recibe el hombre moderno en la
escuela, en el hogar, en el ambiente en que vive, casi lo ha incapacitado para
proteger sus intereses personales.
Quizá me dirás que el problema de nuestro mundo es un exceso de egoísmo.
Pero no hablamos del mundo ni de la humanidad. ¡Hablamos de ti! Hablo de una
persona autodirigida en potencia, y de especial sensibilidad. De acuerdo con
nuestra experiencia con alumnos en los cinco continentes, la gente sensible
padece —por su misma naturaleza— de una peligrosa falta de lo que llamamos
Auto-respeto razonado.
Creo que estamos de acuerdo en que comer sin tener hambre puede ser un
pasatiempo agradable; pero nunca produce la sólida y honda satisfacción que
experimentamos al tener verdadero apetito. El sentir hambre es simplemente un
mecanismo por el cual nuestro organismo señala su necesidad de alimento.
Usando el mismo razonamiento, podemos sacar la conclusión de que si la
práctica del Auto-respeto Razonado nos produce una satisfacción tan honda y tan
sólida como el alimento cuando tenemos hambre, debe existir en nuestro ser una
necesidad de Auto-respeto Razonado. ¿Verdad que es lógico?
Para comprobarlo, hagamos este experimento. Sigue estas instrucciones al pie
de la letra y observa con cuidado el estado de ánimo que producen en ti:
La próxima vez que alguien te solicite un favor o servicio que no sea
razonable, en lugar de dudar, disculparte, apenarte, etc., mira de frente al
solicitante, sonríele con franqueza y amabilidad, y dile firme y claramente: “¡No!”
No vuelvas a mencionar ni la petición ni la negativa que diste. Si el solicitante
vuelve a su petición, dile nuevamente, con firmeza, pero con una sonrisa amable
en los labios: “¡No!”
Al leer estas instrucciones, ya te estás imaginando lo que sentirás al actuar de
esta manera, con un Auto-respeto sano, honesto y razonado, sin pretextos o
excusas.
Te sentirás libre. Conocerás, quizá por primera vez, la alegría de haber
actuado con valor, respetándote a ti mismo y a tus propios intereses. No sentirás
ni pena ni culpa, porque decidiste razonadamente que la petición de la
otra persona no era razonable.
Es tan importante que conozcas la sensación de libertad y de dominio que
producirá en ti el actuar con Auto-respeto Razonado, que no debes seguir con esta
lectura hasta no haber ejecutado el experimento que acabo de describir en los
párrafos anteriores. En caso de que no lo puedas llevar a cabo, por no encontrarte
en una posición en que recibas frecuentes peticiones de favores, podemos hallar
fácilmente muchas otras aplicaciones:
·En vez de acudir a una invitación “de compromiso”, dedica ese tiempo a algo
que sea de beneficio para ti, para tu vida.

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·Si fumas, da el primer paso para abandonar esa costumbre que sabes que te
daña.
·En vez de sentarte a ver la televisión, haz ejercicio… o comienza a leer un
buen libro.
·Ahorra. Haz una lista de todos esos gastos innecesarios, improductivos y
ponles fin.
Como ves, oportunidades para la aplicación del auto-respeto razonado no
faltan. Di no a lo que no te conviene. Cultiva todo aquello que fomente tu
intelecto y tu bienestar.
El respeto a tu propia persona, a tu forma de actuar y pensar, a tus intereses,
y la comprensión razonada de tus propios errores, son elementos indispensables
para lograr el éxito, tanto en tu vida espiritual como en la económica.

f) El Honor y los Principios

Es importante considerar el gran impulso y prestigio que te da el ser una


persona honorable y de principios. Vale la pena que estudiemos la manera en
que tú podrás incorporar ambas cosas a tu personalidad.
Es un gran impulso para todo ser humano el saber que lo que hace es
importante. En el mundo actual, la actividad de cada persona se combina con las
actividades de muchos individuos más, y se forma así el cuadro general de nuestra
civilización. Lo que es importante para una persona también es importante para
muchas otras. Los familiares, amigos, socios, clientes, proveedores, compañeros
de profesión, vecinos, conciudadanos, etc., a todos les afectan los actos de todos
los demás.
Veamos un ejemplo: Si te capacitas mediante el estudio y logras aumentar tus
ingresos, cada compra adicional que le hagas a una tienda beneficiará también a
otras personas que, en mayor o menor grado, dependen del dueño de la tienda.
Los familiares, proveedores, etc., de él recibirán mayores entradas, y a su vez,
pasarán ese mayor beneficio a otros, y éstos a otros, y así sucesivamente.
Por eso, toda actividad honorable y productiva es importante. Te beneficia
materialmente y te proporciona un prestigio que se traducirá en más confianza de
los demás hacia a ti, y por eso ampliará tus posibilidades de progreso y de
autoestima.
En cambio, el robo, el fraude y la mentira, a pesar de que pueden proporcionar
beneficios materiales en un corto o mediano plazo, finalmente causan conflictos, te
desprestigian ante el mundo y, tarde o temprano tus ganancias se convertirán en
pérdidas. ¿Recuerdas lo que decía sobre la riqueza ganada sin dar servicio?

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Aquí no vale la pena experimentar. Nunca cedas ante una oportunidad de
hacer trampa. No hay nada más satisfactorio para un deportista que ganar una
medalla de oro por su auténtico esfuerzo, en vez de con trampas.
Descubrirás que el trabajar la jornada completa, sin desperdiciar tiempo, es
valioso y honorable. El producir la calidad y cantidad de trabajo esperado por tus
superiores es valioso y honorable. Preguntar en caso de duda es valioso y
honorable.
Las personas que te rodean te otorgarán el título de Persona de Principios,
Persona Honorable, indicando así que se puede confiar en ti, que representas
una roca firme en una mar de arenas movedizas.
El que los demás sepan que eres una Persona de Principios te ayudará
siempre en tu vida y te abrirá el camino para alcanzar las metas más elevadas que
desees fijarte.

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Técnicas Básicas de la Autodirección

a) La Importancia de Fijar Metas.


Si revisamos la historia de los grandes éxitos, comprenderemos la importancia
de fijarnos una meta. Tomás Alva Edison se propuso inventar un foco
incandescente. Para lograrlo, tuvo que probar durante años casi 10,000
filamentos diferentes. Nunca perdió de vista su meta, ¡hasta que la alcanzó!
El doctor Ehrlich, el científico alemán que derrotó a la sífilis, probó primero 303
sustancias diferentes, hasta descubrir la curación. Durante las interminables
noches que Ehrlich pasó en su laboratorio, lo que iluminaba su camino era una
meta grandiosa: salvar a millones de seres humanos de la amenaza de la sífilis.
Fijar una meta nos ahorra esfuerzos, ya que cada paso se da en dirección a
ella, mientras que el hombre sin meta desperdicia su energía en movimientos sin
propósito, sin destino.
Y no sólo ahorramos esfuerzos. Una meta digna, claramente definida,
representa una poderosa inspiración para el ser humano. Ni Edison ni Ehrlich
hubieran sido capaces de esfuerzos tan gigantescos si no hubiesen tenido una
meta que los inspirara.
El fracasado siempre tratará de justificar su derrota menospreciando el éxito
del triunfador, diciendo "El otro tuvo más suerte". Pero el triunfador conoce la
verdad. Sabe que la suerte tiene muy poco que ver. Llegó a la cima porque se
propuso llegar a ella, y a ninguna otra parte.
Por tanto, es de vital importancia que dediques todo el tiempo y esfuerzo
necesarios para decidir a dónde deseas llegar. De hecho, es importante
determinar, con la mayor exactitud posible, la posición en que quieres encontrarte
al terminar el día de hoy, o mañana en la noche, el fin de semana, el día último del
año, dentro de dos años, cinco, diez, etc.
¡No te limites a decir que quieres acumular riqueza! ¡Decide de una vez cuánto
dinero quieres tener en qué fecha! ¡No te limites al deseo vago de aprender,
digamos, inglés! ¡Decide la fecha precisa en que deberás dominarlo!
Comprenderás por qué el fijarte metas está en el primer lugar de las técnicas
básicas de la Autodirección.

b) La Imaginación como Plataforma del Éxito

Cuando levantas un lápiz del suelo, funciona una complicada red de neuronas
que activa y dirige huesos y músculos diferentes. ¿Cómo podemos hacer trabajar
un mecanismo tan complejo con total coordinación y soltura? ¡Ni siquiera
conocemos todos los músculos, huesos, células, etc., que ponemos en movimiento,
ni sabemos dónde están en nuestro cuerpo!
Nuestra mente trabaja como aquellas extraordinarias máquinas bordadoras
suizas. Por un lado se introduce el original del dibujo, y la máquina lo copia a una
velocidad increíble, sin peligro de equivocarse, en una tela de lino.
Así como el operador de la máquina bordadora sólo debe colocar el dibujo en
su lugar, confiado en la capacidad de la máquina para ejecutar la imagen, así
también nuestro cerebro entrega a nuestro subconsciente la imagen del fin
deseado.
El subconsciente acumula, durante la vida del individuo, la experiencia
necesaria para realizar actos complicadísimos que le son ordenados por medio de
imágenes de los fines deseados.
Obsérvate cuidadosamente. Notarás que, antes de cualquier acción, se forma
primero la imagen mental de lo que quieres lograr, igual que el operador de la
máquina bordadora forma primero la imagen matriz en un dibujo.
Esta forma de operar del subconsciente no está reservada para la realización
de actos físicos, como levantar un lápiz del suelo. El subconsciente puede con igual
facilidad prestarse para ejecutar fines deseados más complejos, como la riqueza,
la felicidad, el éxito.
Earl Nightingale, el vendedor que se retiró de los negocios a los 35 años de
edad con una fortuna, lo expresa así: "Los pensamientos forjan nuestro destino"
Por eso tú necesitas pensar, con el mayor detalle posible, tu imagen de
felicidad, riqueza, éxito. Define lo que quieres decir con riqueza. ¿Cuánto dinero?
¿En qué fecha? Piensa en la admiración que recibirás de los demás, en las cosas
que podrás adquirir, en lo divertido que será dedicarte a esa actividad que te
encanta.
Sólo basándote en una imagen clara, que te inspire, se producirá una serie de
actitudes —conscientes y subconscientes— que te harán más enérgico, más
positivo, más perseverante, más apto para convertir tus sueños en realidad.
Este mecanismo es de extrema importancia en tu formación de persona
autodirigida. Estás aprendiendo una técnica más que, junto con las otras que
estudiarás en este curso, te dará el mando y la dirección de tu destino.

c) Lá Concentración y el Deseo.
Cada minuto nuestros sentidos reciben millones de impresiones y las
transmiten al cerebro. Nuestros ojos captan un número fenomenal de imágenes.
Nuestro oído escucha sin cesar sonidos y ruidos diferentes. Nuestro olfato y el
sentido del tacto no descansan nunca. Se forman densos ríos de información que
todo el tiempo van a dar al cerebro. Ahí, en ese maravilloso procesador, la
información recibida es analizada y clasificada a una velocidad inimaginable. Así, el
cerebro logra, en una fracción de segundo, ordenar a los músculos y órganos del
cuerpo.
Este mecanismo es una de las grandes maravillas de la naturaleza. Aquí lo
llamaremos filtro mental. El filtro mental hace posible la concentración de la
mente para atender la información "importante", o sea, la que tiene que ver con la
realización de un plan o de un deseo.
La concentración hace posible que el ser humano lleve a cabo actos tan
complejos como manejar un automóvil, volar un avión, etc., a pesar de las miles
de impresiones visuales, auditivas, táctiles y olfatorias que incesantemente
bombardean la mente. Mediante el filtro mental, la mente recoge lo que es
importante para el acto, plan o deseo que el sujeto esté realizando o piense
realizar. Una parte de esa información se guarda, para dedicarle atención futura,
pero la mayoría se archiva para siempre en los sótanos y bodegas de nuestro
subconsciente.
Veamos un ejemplo para ilustrar este mecanismo mental tan importante:
Un cazador se concentra en las huellas del venado que va persiguiendo. No
hace caso de los rastros de miles de otros animales, de conejos, pájaros, reptiles,
insectos, etc. El cazador sólo ve los indicios que señalan el paso de un venado.
Quizá atraviese un arroyuelo de agua cristalina. Al sentir sed —posiblemente horas
más tarde— se acordará de él y lo volverá a buscar. Habrá guardado el recuerdo
del arroyuelo para uso futuro.
En cambio, no se acordará de la mayoría de miles de hojas, hormigas, árboles,
piedras, etc., que encontró en su camino. Estas impresiones fueron procesadas por
su filtro mental y quedaron archivadas para siempre en los sótanos de su
memoria. Ahí representarán una parte mínima del enorme conjunto de
"experiencia subconsciente" que el ser humano acumula día a día, segundo por
segundo, sin que jamás se pueda perder.
¿Has notado, en un restaurante o en un transporte público, que puedes
escuchar selectivamente una de las varias conversaciones cercanas? Al fijar tu
interés en una conversación, al desear escucharla, parece que disminuyen todos
los demás ruidos y conversaciones en intensidad, casi al grado de desaparecer. Lo
que activa tu concentración es, simplemente, tu deseo de entender la
conversación específica. Tu mente, en estado de concentración, elimina de tu
conciencia los ruidos provenientes de las demás conversaciones, satisfaciendo así
tu interés.
Los actos del ser humano son controlados por una escala personal de valores,
derivada de nuestras experiencias anteriores y de factores momentáneos. Cuando
una persona encuentra una moneda de oro tirada en el suelo, reaccionará
inmediatamente, porque su experiencia anterior le ha enseñado a otorgar un valor
grande al oro. Sin embargo, si un hombre perdido en el desierto, a punto de morir
de sed, se encuentra la misma moneda de oro, probablemente ni la levantará del
suelo, ya que el reluciente metal ocupa un lugar inferior en sus preocupaciones de
ese momento, en comparación con el charco de agua que el sediento acaba de
divisar en la distancia.
Entonces, el grado de importancia que ocupa un deseo dentro de nuestra
escala de valores (intereses y deseos), es lo que hace que nuestra mente se
concentre o no en él.
Si es de extrema importancia el captar una conversación en un lugar público,
nuestro subconsciente nos armará de una concentración increíble, y nuestra
atención se aferrará a esa conversación como las quijadas de un perro de caza se
aferran a la presa.
En el momento en que nuestro subconsciente recibe una orden precisa
mediante:
1) La fijación de una meta bien definida...
2) La formación de una imagen precisa y concreta...
3) La formulación de un deseo intenso de alcanzar la meta...
.se pone en marcha en el subconsciente una dinámica que busca y persigue con
tenacidad los elementos que servirán para la realización de la "orden", y rechazará
enérgicamente los que pudieran obstruirla.
El poder del subconsciente es asombroso. Todos sabemos de personas
que, en situaciones críticas, fueron capaces de llevar a cabo hazañas
increíbles de habilidad mental y resistencia física. Una vez que, con la fuerza
de tu concentración, tu meta quede impresa en tu subconsciente, te
sorprenderás de todas las cosas que serás capaz de lograr para alcanzarla.
Ninguna de las grandes hazañas humanas y ninguno de los grandes éxitos que
registra la historia hubieran sido posibles si sus autores no hubieran sido capaces
de concentrarse, en forma absoluta, en la tarea que emprendieron.
Además de tu meta, es indispensable fijar fechas frecuentes para realizar un
balance de lo que has logrado en ese momento, y de lo que falta por lograr. En
cada revisión debes hacer un esfuerzo especial para volver a grabar en tu mente la
definición de tu meta, acompañada de cada uno de sus detalles más pequeños.
Así, ésta se convertirá cada vez en algo más concreto, y te familiarizarás más con
ella.
Además de reforzar tus estrategias ya establecidas y de corregir lo que no esté
dando resultado, estos constantes balances podrán originar espontáneamente
ideas nuevas acerca del camino a seguir, para mejorarlo o acelerarlo, sin
necesidad de romperte la cabeza con preocupaciones.
Estudia estas ideas nuevas con ánimo crítico. Discútelas contigo mismo.
Encontrarás muchas que te acercarán al triunfo. Llévalas a cabo. Las que sean
rechazadas por tu análisis lógico, bórralas de tu mente y olvídalas. Tu
subconsciente se agudiza cada vez que le rechazas una idea, y se esforzará
doblemente por dar forma a una que merezca tu aprobación razonada.
Algunas ideas, aunque te hayan parecido geniales, no darán resultados. No
permitas que eso te frustre. Al contrario, analiza qué salió mal e intenta una nueva
estrategia. No hay ningún triunfador en la historia que no haya tenido tropiezos
(algunos, muy dolorosos). O, mejor dicho: no hay triunfador en la historia que no
haya sabido convertir sus errores en experiencia valiosa para alcanzar sus
propósitos.
Si sigues fielmente estas enseñanzas, sucederá algo sorprendente: Parecerá
que todo a tu alrededor se va transformando para que cumplas tus objetivos. Lo
que sucederá es que, al tener una actitud enérgica y productiva, te irás ganando la
confianza y el apoyo de quienes compartan tus valores, ya que te verán como a un
socio o amigo valioso —y también se apartarán de ti amistades y familiares con
mentalidades opuestas a tus ideales (eso, al principio duele, pero resulta ser
grandioso al final). Distinguirás con más precisión instrumentos, lecturas, lugares,
etc. que serán adecuados para tus fines, y harás a un lado lo que te estorbe.
Como por arte de magia, tanto en los momentos de balance como en momentos
inesperados, surgirán respuestas a los problemas, o ideas valiosas para acelerar y
fortalecer tu avance.
La meta que quizá al principio te haya parecido imposible de alcanzar, así la
verás cada vez más cercana.
Cómo leer y estudiar con eficiencia 1
a) La importancia del estudio constante

La persona que deja de aprender es vieja, suceda esto a los 20 o a los 80 años.
—Harvey Uliman.

El hombre no es más que lo que sabe. —Bacon.

Hay mucha gente que apenas cuenta con los conocimientos necesarios para
desempeñar un trabajo sencillo, mecánico, que en pocas horas puede aprenderse.
En cambio, una pequeña minoría posee sólidos conocimientos profesionales que
garantizan una seguridad económica y tranquilidad mental.

Todo ser humano nace sin saber nada, en eso somos iguales. Los
conocimientos que va adquiriendo cada quien marcan la diferencia. ¡Constituyen
un tesoro único de quien los posee! No se pueden comprar... ni heredar... ni
robar... Son nuestra riqueza más íntima y personal.

No se puede negar la importancia de los conocimientos, especialmente en


estos días. Cada vez es mayor la competencia en toda actividad humana. Hasta los
que ocupan un puesto sencillo buscan cómo desempeñarlo mejor para progresar.
El que hoy no estudia y se actualiza constantemente en su profesión, será
desplazado y perderá toda esperanza de triunfar.

El gran sabio alemán Wolfgang von Goethe escribió: "La cultura no podría
prosperar si cada individuo quisiera comenzar nuevamente a producir los
conocimientos desde el principio. Necesitamos heredar los que existen, debemos
aprender de otros, aprovechar su experiencia, y luego desarrollarla más." Por eso,
jóvenes y adultos, empleados y directores, asisten a cursos nocturnos, escuchan
conferencias, estudian cursos en línea, o devoran libros y revistas profesionales.
Por medio del conocimiento heredado por otros, aprenden en semanas lo que
tardarían toda una vida en conocer por experiencia propia.

b) ¿Puede aumentarse la eficiencia en la lectura?


La lectura se ha convertido en una de las actividades más importantes para
una persona activa, la cual diariamente lee periódicos, correspondencia,
instructivos, reglamentos, anuncios, blogs, etc.

Sin embargo, la doctora Nila Smith, directora del Instituto de la Lectura de la


Universidad de Nueva York, asegura que en esta era atómica seguimos leyendo
con técnicas de la época de las diligencias. Leemos a una eficiencia menor al 20%
de nuestra capacidad.

Por ello, dedicaremos el tiempo necesario para estudiar ciertas técnicas de


efectividad, que te ayudarán a leer y estudiar mejor, con menos esfuerzo.
Hace poco se llevó a cabo una prueba con 512 oficiales del Ejército de los
Estados Unidos, adiestrándoles en sólo una de las técnicas de lectura eficiente que
aprenderás en las siguientes páginas. Antes de conocer esta técnica, el grupo de
oficiales era capaz de leer a una velocidad promedio de 274 palabras por minuto.
El más rápido alcanzó una velocidad de 615, y el más lento, 115 palabras por
minuto. Al examinárseles acerca del contenido de lo leído, los investigadores se
encontraron con la sorpresa de que los oficiales que habían leído a mayor
velocidad habían entendido mejor lo leído que los más lentos.

Después del adiestramiento, la mayoría incrementó su velocidad de lectura en


un 80%. Otros duplicaron su velocidad, y algunos hasta la triplicaron. Este rápido
aumento en la capacidad de lectura no produjo en ningún caso una reducción de
la comprensión de lo leído. Al contrario, en muchos oficiales se notó una notable
mejoría en ese aspecto. Ya es un hecho comprobado que un aumento en la
velocidad de lectura por lo general produce un aumento en la comprensión de lo
leído.

c) Algunos obstáculos y vicios, y su corrección.


Cuando apenas aprendemos a leer en voz alta con aceptable velocidad, se nos
ordena leer en silencio, abandonándonos así a nuestras propias limitaciones para
perfeccionar la lectura, por lo que adquirimos vicios que nos perjudican durante
toda la vida.

Otra razón importante por la cual muchos leen en forma ineficiente, consiste
en la poca oportunidad que encuentra el hombre moderno para adiestrarse en
técnicas de lectura rápida. Muchas personas reconocen su deficiencia en este
campo; pero ignoran la facilidad con que pueden mejorar mediante métodos
modernos, que han sido perfectamente comprobados.

Un defecto que padecemos muchas personas es la «doble lectura». Se trata de


la costumbre de repasar palabras o grupos de palabras con alguna frecuencia,
interrumpiendo así el ritmo de la lectura.

Conviene que pidas a alguna persona que observe tus ojos mientras lees. Sólo
así podrás saber si has adquirido esta mala costumbre, y hasta qué grado. Pide a
tu ayudante que te avise tan pronto note que tu vista regresa a repasar algo ya
leído. Con estas llamadas de atención oportunas, pronto te darás cuenta si tienes
ese vicio, y podrás obligar a tus ojos a no retroceder. En casos extremos, la
erradicación de este vicio es un poco tardada, y requiere fuerza de voluntad. La
gran mayoría de los lectores observados por nosotros retrocede sólo
ocasionalmente, razón por la cual la corrección de este defecto no presenta
grandes dificultades. Pero, dada la importancia del ritmo en la lectura, debes
preocuparte por eliminar para siempre esta mala costumbre.

Otro vicio es el de la lectura mecánica. Quizá has tenido alguna vez la


experiencia de que, sobre todo en estado de cansancio, tu vista sigue leyendo
mecánicamente mientras tu mente se encuentra en otro lugar, lo que puede
producir errores de entendimiento muy penosos.

En casos de extremo cansancio el único remedio es dormir. Fuera de ello, la


lectura mecánica tiene su origen en una falta de concentración. En la lección
anterior, vimos que la concentración mental es producto del deseo. En el caso de
la lectura: es producto de tu deseo de saber, conocer, comprender. Debemos
entonces revivir ese deseo, para concentrarnos bien en el mensaje del autor.

Otra causa de la lentitud en la lectura consiste en mover los labios mientras


leemos. Tiene origen en la forma en que todos aprendimos a leer: hablando en voz
alta. Esto frena mucho la velocidad al leer. Conviene que te cerciores
inmediatamente de si al leer mueves los labios, aunque sea en forma
imperceptible. En ese caso, debes erradicar ese vicio relajando tus labios, lengua y
paladar a la vez que aceleras tu lectura, así el mover los labios será físicamente
imposible.
En algunos casos, la lentitud en la lectura proviene de los muy comunes
defectos físicos del ojo humano, como el astigmatismo, la miopía, la hipermetropía
o la presbicia. Dada la gran importancia de la buena vista, no solamente para la
lectura eficiente, sino también para el mejor desarrollo de tus actividades,
conviene que acudas a exámenes periódicos con un buen oculista. Una de cada
cuatro personas tiene defectos físicos de la vista, la mayor parte de los cuales es
fácil de corregir. Pero los defectos físicos, sorprendentemente, no son la causa
principal de la lectura ineficiente. Son los vicios y defectos de lectura. Al seguir
estas indicaciones, podrás eliminarlos fácilmente, y mejorará mucho tu eficiencia al
leer.

d) ¿Cómo obtener mayor velocidad en la lectura?


Al hablar de la aceleración de la lectura, nos referimos a un aumento de la
velocidad a la que el lector ve y entiende los pensamientos que el autor quiere
transmitirle por medio del texto.
Todos aprendimos a leer letras en la escuela. Posteriormente conocimos cómo
formar palabras con ellas. Pero para casi todos, la unidad visual en la escritura
sigue siendo la letra, razón por la cual fijan la vista en cada una de ellas, para
luego formar las palabras, con las que a su vez construyen las oraciones.

Pero ¡o que en realidad nos interesa de una lectura no son ni las letras ni las
palabras, sino las ideas. Estas no están representadas por letras, ni por palabras,
sino por el conjunto de palabras que forman oraciones. Lo ideal es que pudiéramos
leer oraciones completas, porque nuestra mente también recibiría las ideas
completas, sin necesidad de tener que armarlas con palabras y letras. ¡Esto no es
un sueño imposible!

Colócate delante de una persona mientras lee, y notarás que la vista no se


mueve suavemente a lo largo de un renglón. Los ojos saltan. Igual que una
cámara fotográfica, el ojo sólo puede ver con claridad durante el instante que se
fija en algo. Algunas personas necesitan muchos saltos y fijaciones de sus ojos
para leer un renglón, otras lo abarcan con dos o tres.

Un niño que apenas acaba de aprender a leer tendrá necesidad de fijar su vista
en cada letra. Una persona adulta y de cierta cultura, por lo común, llega a leer
palabras enteras, reconociendo como viejos amigos ya no solamente a las
imágenes de las letras, sino también a las de las palabras completas, captando de
un golpe la idea completa del autor.
Imagina lo que significa esto. Si actualmente lees de palabra por palabra, y
logras ampliar tu captación por fijación a solamente tres palabras, por este mismo
hecho podrás aumentar tres veces tu velocidad de lectura. Hay muchas personas
que captan hasta 5 y 6 palabras en una sola fijación ocular.

Como estarás recibiendo las ideas completas del autor, reducirás el peligro de
entender mal lo leído, y mejorarás considerablemente tu comprensión, ya que tu
mente estará ocupada en pensar en las ideas recibidas y no en armar
significados con palabras y letras.

Pide a algún familiar o amigo que observe el movimiento de tus ojos al leer
un texto dividido en columnas, como en los periódicos. Lo más probable es que
estés leyendo con 3 a 4 fijaciones por cada renglón. Ahora trata de limitar el
número de fijaciones a 2 por renglón. Para ello, divide mentalmente la columna en
tres, mediante dos rayas verticales imaginarias. Fija tu vista brevemente donde la
primera línea vertical imaginaria atraviesa el primer renglón, luego fija tu vista en
el punto de cruce de la segunda línea con ese mismo renglón, y así sucesivamente,
fija tu vista en el primer punto, luego en el segundo, de renglón en renglón. Al
principio, haz este ejercicio sin concentrarte en las palabras, únicamente
acostumbra tus ojos al ritmo de dos fijaciones por renglón. Después de algunos
momentos de practicar exclusivamente este ritmo, inicia la lectura, conservando el
mismo ritmo y mirando simultáneamente todas las palabras necesarias para poder
abarcar en dos fijaciones el renglón entero.

En todo lo que leas, trata de reducir al máximo el número de veces que fijas la
vista por renglón, y de conservar el ritmo en tu lectura, basado en un número
siempre igual de fijaciones por cada renglón.

Seguramente esto te producirá una extraña sensación de «esfuerzo» durante


los primeros ejercicios. Tendrás conciencia, por primera vez, de los movimientos
de tus ojos, razón por la cual te costará algo de trabajo concentrarte en el
pensamiento expresado en el texto. Sin embargo, estas dificultades iniciales
desaparecerán rápidamente practicando con tenacidad.
En todos los intentos, el encontrar el ritmo es lo esencial, y produce por sí
mismo un aumento de velocidad. En el caso de la lectura, la adquisición del ritmo
resulta relativamente fácil por el pequeño truco de las rayas verticales imaginarias.
Una vez que domines bien el ritmo de las fijaciones por renglón, y sientas que
ya te puedes concentrar en el contenido de tu lectura, en vez de en cómo mover
tus ojos, es de extrema importancia que aprendas el siguiente paso: el de acelerar
conscientemente tu lectura. Oblígate a leer cada vez más rápidamente. ¡Acelera el
ritmo!
Tus ojos tenderán a volver a las múltiples fijaciones acostumbradas. Es por eso
que debes hacer un esfuerzo constante para conservar el ritmo adquirido, al
aumentar poco a poco la velocidad de lectura. Se requiere un esfuerzo consciente,
resultado de una firme determinación, hasta que tu nueva costumbre de leer
eficientemente sustituya tus hábitos anteriores.

Es asombroso hasta qué grado la vista del hombre puede ser acelerada: A los
pilotos de la Segunda Guerra Mundial se les proyectaba, en una pantalla
cinematográfica, la silueta de cualquiera de los cientos de modelos de aviones,
tanto amigos como enemigos, que estaban en uso. El propósito era que los
pudieran identificar de un vistazo. Al principio cada proyección se efectuaba
durante un décimo de segundo, lo que generaba una protesta general de los
pilotos, porque consideraban imposible que se pudiera captar e identificar una
imagen tan compleja como la de un avión en tan corto tiempo. En realidad, un
décimo de segundo no es más que un brevísimo relámpago de luz en una pantalla.
Sin embargo, con un poco de práctica, todos ellos, sin excepción, llegaron a
identificar infaliblemente las proyecciones a un centésimo de segundo.
Comprobaron, de esa manera, que la vista humana puede ser educada y, así,
convertida en un instrumento mucho más útil de lo que es, dejando atrás el
adiestramiento tan superficial y plagado de errores que recibe en un hombre
normal.
El esfuerzo por acelerar la lectura debe ser continuo. Siempre se podrán lograr
resultados aún mejores que los obtenidos.

Durante todos los ejercicios de aceleración de lectura notarás, con cierta


frecuencia, que se te escapa un grupo de palabras, y, por consiguiente, la idea
que representa. No debes desanimarte, ya que se trata de un fenómeno
perfectamente natural que irá desapareciendo poco a poco, a medida que vayas
adquiriendo más práctica. Lo único que debes hacer es reducir un poco la
velocidad durante unos momentos y recuperar el ritmo de la lectura.

e) La fórmula RLE
Gran parte de nuestra lectura diaria está relacionada con nuestro trabajo.
Consiste en montones de cartas e impresos que nos agobian diariamente en
nuestras oficinas y que debemos leer. Una parte de este material está mal escrita
y cuesta trabajo leerla. Además, nos encontramos diariamente con literatura
diversa, con fines tan opuestos, como el periódico, la novela, etc.
La fórmula RLE es una técnica general que te capacitará rápidamente para
llevar a cabo tu lectura diaria eficientemente.

La fórmula RLE tiene la finalidad de ayudarte a determinar sin demora cuál es


el propósito del autor y cómo ha organizado su material para expresar dicho
propósito. Te permitirá obtener, a vista de pájaro, el mensaje que el autor desea
transmitir.

La técnica RLE te ayudará a leer ideas, más que palabras; te ayudará a


participar activamente al estar leyendo y te permitirá ser más selectivo en tu
lectura. Además, te ayudará a concentrarte mejor y a recordar una mayor parte de
lo que lees.

Veamos lo que quieren decir las letras RLE:

R = reconoce.
1 = lee.
E = estudia.

R = reconoce. El primer paso debe ser un reconocimiento general del texto


y una definición del propósito de la lectura. Debemos preguntarnos: ¿Cuál es el
tema? ¿Quién lo escribió? ¿Cuándo? ¿Por qué lo voy a leer? ¿Qué tan largo es?
¿Cómo está organizado? ¿Cuáles son sus partes? ¿Dónde están la introducción, el
tema y la conclusión? Al mismo tiempo, busca las ilustraciones, las gráficas, las
tablas, así como cualquier otra información sobre el estilo del autor. Si éste
escribió un resumen, quizá en la cubierta del libro, debes leerlo primero, como
parte importante del reconocimiento que estás llevando a cabo. Lee el prólogo,
donde encontrarás una idea general de lo que tratará el libro. O, si se trata de un
artículo en vez de un libro, lee el primer párrafo, que generalmente contiene una
introducción al tema. Después reconoce el texto, leyendo las primeras oraciones
de algunos párrafos (un párrafo bien escrito generalmente tiene una idea principal,
la cual a menudo puede entenderse por las primeras frases). Luego lee
completamente los últimos dos párrafos de la pieza, para conocer la conclusión a
la que llega el autor.
Indudablemente las novelas, poesías y demás piezas que deseas leer con fines
de inspiración y diversión, deben ser leídas de la manera que mejor convenga a
tus propósitos. Seguramente no aplicarías la fórmula RLE a la lectura de una
novela de detectives, a menos que quieras averiguar desde el principio quién fue el
culpable.
Al terminar el reconocimiento, debes tener una idea bastante clara del valor
que pueda tener para ti esa lectura. Es posible que aun antes de realizar un
reconocimiento completo, podrás darte cuenta de que no vale la pena. De
cualquier manera, a más tardar al final del reconocimiento, sabrás a ciencia
cierta si debes o no invertir más tiempo y esfuerzo en una lectura completa, o
quizá en un verdadero estudio de esa lectura.
Hablando específicamente de periódicos: la técnica periodística utiliza una
estructura muy inteligente para permitir al lector seleccionar con acierto y rapidez
lo que debe leer. Primero tenemos el encabezado, que representa un breve
resumen del texto que sigue. De un vistazo el lector puede decidir si debe o no
leer el artículo en cuestión y, además, recibe una "píldora" de información. Por
ejemplo:

Ciclón en Texas. 200 millones de pérdidas.


Nueva York paralizada por huelga de estibadores.
Después del encabezado, sigue un párrafo inicial que, en unos cuantos
renglones, ofrece al lector a grandes rasgos la noticia que se da. Aquí el lector
puede satisfacer su curiosidad, despertada por el encabezado que atrajo su
atención, y resolver si vale la pena continuar leyendo más abajo lo que es
propiamente el relato detallado de la noticia. Como ves, los periodistas nos ayudan
a ahorrar tiempo, dándonos la noticia tres veces, cada vez más detalladamente.
Sin embargo, ¡cuántas personas se sienten obligadas a leer laboriosamente el
periódico, de principio a fin, recorriendo obedientemente cada uno de los artículos
impresos! Es que ignoran la conveniencia del reconocimiento para seleccionar lo
que importa leer.
Para usar eficientemente el periódico, debes revisar de un vistazo los
encabezados de una página, leer los primeros párrafos de los artículos cuyos
encabezados te atañen, y terminar la lectura únicamente de los artículos de
palpitante interés para ti. De esta manera, podrás reducir el tiempo de lectura de
un diario grande a unos 10 minutos diarios, sin renunciar a tu deseo de estar bien
informado.

Recuerda esto para toda clase de lectura: debes realizar primero un


reconocimiento general para conocer a grandes rasgos la información contenida
en la pieza, y para poder determinar la conveniencia de su lectura a fondo, o de su
estudio.

1 = Lee. Si decidiste, a raíz de lo descubierto en tu reconocimiento, que


debes leer la pieza, debes volver al principio y leerla completamente para llenar
las lagunas que hubiesen quedado en tu conocimiento respecto a la secuela de las
ideas del autor. Como ésta será la segunda vez que recorres mentalmente el
razonamiento del autor, lo comprenderás con una facilidad que te causará
asombro, y lo memorizarás sin esfuerzo.

Así, tu lectura será útil y práctica, además de fácil y agradable. La índole del
tema tratado y la habilidad del autor determinarán la velocidad a la que un artículo
puede ser leído.

Sin embargo, recuerda que todos tendemos a leer más lentamente de lo que
exige el texto. Procura siempre hacerlo más rápidamente de lo que acostumbras.
Así, lograrás aumentar paulatinamente tu velocidad de lectura para todo tipo de
textos.

Si al terminar el reconocimiento, decides proceder al estudio del escrito, no


solamente a su lectura, debes pasar directamente de la letra R a la E.

E = Estudia. A diferencia de la lectura, el estudio tiene el objeto de una


íntima y completa familiarización del lector con el pensamiento del autor. Existen
muchos textos, principalmente los técnicos, que no pueden ser leídos. Siempre
deben ser estudiados. Por ejemplo, obras de profundo contenido filosófico o
técnico merecen el esfuerzo especial del estudio. Inclusive, en el caso de
convenios de negocios, puedes ir más allá del análisis cuidadoso de cada palabra,
para buscar hasta un significado oculto.

En 1 = Lee, hablamos de la velocidad, considerándola deseable y útil.

En E = Estudia, no buscamos velocidad, sino una absoluta comprensión de


las ideas del autor, analizándolas muy cuidadosamente antes de aceptarlas, para
realizar al final una integración de lo aceptado y aprendido a nuestro propio capital
de conocimientos, ideas y razonamientos, convirtiéndolo en nuestro.

El estudio de una obra da lugar a frecuentes pausas para la meditación y a


confirmaciones de hechos y opiniones del autor mediante la consulta de otras
autoridades. A veces podríamos rechazar las ideas del autor, reafirmando las que
previamente tenemos, o a veces podrá el autor convencernos de una idea que no
compartíamos, o no conocíamos y así aumentaremos nuestra riqueza intelectual.

Debemos, pues, considerar el estudio de una obra como una verdadera


disciplina intelectual, encaminada a lograr una muy íntima y completa
familiarización con el pensamiento del autor.
Al principio, tendrás que dar cada uno de los pasos de la fórmula RLE en forma
consciente. Es posible que sientas que no estás logrando una comprensión tan
profunda como antes con tu técnica acostumbrada de leer.
Esta sensación es perfectamente natural. La comprensión de tu lectura
aumentará, de modo notable, conforme te vayas acostumbrando a las nuevas
técnicas aprendidas en esta lección. Lo importante es que no te dejes vencer por
la inercia, volviendo a tus antiguas costumbres de lectura.
Aquellos que trabajamos activamente debemos aplicar la fórmula RLE a todas
esas lecturas que nos toman tanto tiempo. Evitemos la ineficiente costumbre de
leer todo, absolutamente todo, palabra por palabra. Fijemos un propósito para
cada lectura; determinemos de antemano lo que esperamos obtener de ella; y
procedamos de la manera más eficiente para obtener lo deseado. Esta pequeña
inversión en fuerza de voluntad te producirá dividendos de insospechada magnitud
en ahorro de tiempo, ideas nuevas y placer de leer durante el resto de tu vida.

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