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Makarios: Inmunes contra la tristeza 2

Llorar sonriendo. El verdadero consuelo

Todos hemos llorado alguna vez. Lloramos todo el tiempo cuando somos bebés. Lloramos
como los pollitos, cuando tienen hambre y cuando tienen frío. Cuando somos niñ os
lloramos porque no nos dejan hacer lo que se nos da la gana. Porque no nos dan el dulce
que queremos o no nos dejan salir a jugar cuando queremos. Luego lloramos porque nos
caemos. Lloramos cuando un amigo nos traiciona, o cuando nuestro crush nos rompe el
corazó n. O lloramos de felicidad cuando nos dicen por primera vez “te amo”. Lloramos
cuando nos tenemos que despedir porque nos mudamos de ciudad. O lloramos cuando nos
reencontramos con alguien que amamos. Lloramos cuando reprobamos un examen y
lloramos de alegría cuando nos dan un reconocimiento. Lloramos de risa, lloramos de
enojo, lloramos de tristeza, y lloramos de emoció n. Lloramos cuando cortamos cebolla y
lloramos cuando bostezamos. Hay quien llora cuando pierde el equipo de sus amores. Por
su puesto, lloramos cuando muere un ser querido. Pero también lloramos cuando vemos
por primera vez el rostro de nuestro hijo. En fin, llorar por emociones es una cualidad que
dicen solo se ha concedido a los seres humanos. Hoy seremos recordados que los que lloran
son bienaventurados. Escuchemos una vez las bienaventuranzas y recibamos la palabra de
Dios.
1
Cuando vio a las multitudes, subió a la ladera de una montaña y se sentó. Sus discípulos se le
acercaron, 2 y tomando él la palabra, comenzó a enseñarles diciendo:
3
«Dichosos los pobres en espíritu,
porque el reino de los cielos les pertenece.
4
Dichosos los que lloran,
porque serán consolados.
5
Dichosos los humildes,
porque recibirán la tierra como herencia.
6
Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia,
porque serán saciados.
7
Dichosos los compasivos,
porque serán tratados con compasión.
8
Dichosos los de corazón limpio,
porque ellos verán a Dios.
9
Dichosos los que trabajan por la paz,
porque serán llamados hijos de Dios.
10
Dichosos los perseguidos por causa de la justicia,
porque el reino de los cielos les pertenece.
11
Dichosos serán ustedes cuando por mi causa la gente los insulte, los persiga y levante
contra ustedes toda clase de calumnias. 12 Alégrense y llénense de júbilo, porque les espera
una gran recompensa en el cielo. Así también persiguieron a los profetas que los precedieron
a ustedes.
Mateo 5:1-12 NVI
En el mundo, llorar es símbolo de debilidad. Pero Jesú s lo hace de nuevo y pone nuestro
mundo de cabeza. En el Reino de los Cielos, los que lloran son bienaventurados. Incluso en
la iglesia cristiana a veces se menosprecia el llanto y el lamento. He escuchado líderes
cristianos que dicen cosas como “a la iglesia no venimos a estar tristes”, “delante de Dios no
se viene a llorar”. Está n completamente equivocados. Claro que todos hemos llorado alguna
vez. Claro que todos tenemos momentos de tristeza. ¿A dó nde iremos sino a Dios cuando
estamos tristes? Si no podemos llorar en la iglesia ¿a dó nde má s vamos a ir cuando
lloramos? Jesú s dijo “bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirá n consolació n.”
Qué felices son, los que lloran. Es completamente paradó jico, pero es verdad.

El propio Señ or Jesucristo lloró . Esto nos recuerda que el ejemplo perfecto de las
bienaventuranzas es Jesús. Santiago Benavides dice que una de las frases que pueden
resumir el evangelio es “Dios también”. El solo hecho de que Cristo también lloró nos
consuela cuando nosotros también lloramos. Jesú s lloró en tres momentos de su vida.
 Por una crisis propia. Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas
con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su
temor reverente. 8  Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia
Hebreos 5:7-8
 Por el dolor de otros. Jesús lloró Juan 11:35.
 Por el pecado humano. Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella.
Lucas 19:41

Makarios los que sufren.


Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al
que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente. Hebreos 5:7
El sufrimiento es una realidad muy compleja. Hay incluso quienes niegan la existencia de
Dios basados en el problema del sufrimiento. Sin embargo, está n equivocados. No es
posible dar una respuesta completa a ese problema aquí. Pero podemos comenzar a
responder qué lugar tiene el sufrimiento para el cristiano. En este mundo vamos a sufrir, a
veces por nuestros propios errores, a veces por los errores de otros, y a veces simplemente
porque así es el mundo. Lloramos cuando un ser querido parte con el Señ or, cuando hay
una separació n familiar, cuando nos dan la noticia de una enfermedad mortal, cuando
alguno de nuestros sueñ os se ve frustrado, y en muchas otras situaciones. Y claro que pasan
cosas malas en la vida. Pero cuando Jesú s dice “bienaventurados los que lloran” no está
diciendo que las tragedias son buenas. No, las tragedias son cosas malas que pasan. Sin
embargo, sí hay cosas buenas que pueden venir del llanto y del dolor. Estudiemos algunos
de los beneficios de llorar. Los beneficios de llorar
1. El llanto desahoga. Quizá la primera razó n que se nos viene a la cabeza de porqué
lloramos es para desahogarnos. Científicamente, cuando lloramos liberamos
sustancias que hace falta liberal. Emocionalmente también nos ayuda a sacar lo que
traemos dentro. Y espiritualmente, nos ayuda a desahogarnos con Dios.
2. El llanto purifica. Las lá grimas limpian los ojos. Nuestros ojos a veces lloran para
limpiarse y poder ver mejor. En un sentido espiritual, el llanto también nos purifica,
nos pone en una condició n que podemos ver má s claramente a Dios.
3. El llanto moldea. Después de llorar delante de Dios, salimos má s sabios. Algo
hemos aprendido. Santiago escribió al principio de su carta: Hermanos míos, tened
por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de
vuestra fe produce paciencia. Santiago 1:2-3.
4. El llanto enseña. Una de las cosas que aprendemos al llorar es a pasar por los
momentos difíciles de la vida. La Biblia dice que hay: tiempo de llorar, y tiempo de
reír; tiempo de endechar, y tiempo de bailar. Eclesiastés 3:4. Un dicho popular dice
“si siempre brilla el sol, todo sería un desierto”.
5. El llanto fortalece. En el dolor lloramos, y son momentos difíciles. Sin embargo,
cuando salimos de él somos má s fuertes si aprovechamos la oportunidad de
aprender. El propio señ or Jesucristo era fortalecido después de se má s grande crisis.
Y se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle. Lucas 22:43
6. El llanto empatiza. Nuestro propio llanto nos ayuda a empatizar con otros en sus
momentos difíciles. Cuando lloramos necesitamos a otros. Aprendemos que no
podemos solos. Hasta Jesú s pidió a sus discípulos que lo acompañ aran en su llanto.
Entonces Jesús les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad
conmigo. Mateo 26:38
7. El llanto llama. El llanto nos da un mensaje. Si un bebé llora es porque necesita
algo. Cuando algo nos duele quiere decir que algo anda mal y debemos hacer algo al
respecto. Una historia cuenta que un hombre hizo un trato con la muerte para que le
avisara antes de venir por él. Cuando finalmente la muerte vino por él, aquel hombre
le reclamó que nunca la avisó . Pero la muerte le dijo “cuando tu cabello se volvió
blanco y tu piel se llenó de arrugas, cuando tus amigos de la secundaria comenzaron
a morir, y cuando el doctor te diagnosticó esa enfermedad, era yo avisá ndote.” No
seamos indolentes, escuchemos el mensaje que nos da el llanto y el dolor.
Estamos viviendo tiempos difíciles, y es muy probable que muchos de los que está n
escuchando este mensaje estén pasando momentos de dolor y de llanto. Pues a todos
nosotros Dios nos dice bienaventurados, porque él nos consolará . Algo hemos de aprender
de este llanto. Seremos purificados, desahogados, enseñ ados, fortalecidos, y acompañ ados.
Sonríe mientras lloras, porque Dios te está enseñando algo.

Makarios los que son sensibles.


Jesús lloró Juan 11:35.
No solo sufrimos por las cosas que nos pasan a nosotros mismos, muy a menudo lloramos
por el sufrimiento de otros. Cuando vemos las injusticias de este mundo, cuando sabemos
que hay personas muriendo de hambre, sin techo, y sin abrigo. Cuando escuchamos de las
tragedias que les ocurren a otras personas y sabemos de su inmensa necesidad. Cuando
vemos a nuestros seres queridos experimentas terribles dolores. Lloramos y sufrimos por
otros. Y esta es una de las razones por las Jesú s dice que es bienaventurado llorar. Ser
sensibles al dolor de otros es una bendició n. Entendamos por qué. Las bendiciones de
sufrir con otros:
 La bendición de ser como Jesús. Jesucristo era uno que tenía compasió n por los
demá s. Acompañ aba a la gente en su dolor y hacía algo por ellos. Ser como Jesú s
implica ser sensibles a las necesidades de los demá s. Hay quien puede ver gente
sufriendo y no siente nada. Pero los que siguen a Cristo no pueden permanecer
indiferentes ante la necesidad ajena. Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas;
porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor. Mateo
9:36

 La bendición de escuchar la voz de Dios. Cuando lloramos por la necesidad de


otros, es Dios llamá ndonos para hacer algo por los demá s. Hay veces que lo mejor
que podemos hacer es orar. Pero hay otras veces que Dios nos llama a ir, a abrazar, a
acompañ ar, a restaurar, y a dar tiempo, dinero, esfuerzo, o ayuda de cualquier tipo.
Eso fue lo que paso con Nehemías cuando vio la necesidad de su pueblo. Cuando oí
estas palabras me senté y lloré, e hice duelo por algunos días, y ayuné y oré delante del
Dios de los cielos. Nehemías 1:4
 La bendición de acompañar a otros. Ya dijimos que uno de los beneficios de llorar
es empatizar con otros. Tener gente con quien llorar es una bendició n. Cada
hermano y hermana de esta congregació n debería ser un hombro listo para que
otros lloren. Así dice la palabra de Dios: Gozaos con los que se gozan; llorad con los
que lloran. Romanos 12:15
Cuando decimos bienaventurados los sensibles no estamos hablando de los que se ofenden
por todo, ni de los que se desmayan al ver sangre. Estamos hablando de los que observan
las necesidades de otros, se conmueven, y hacen algo. Los sensibles está n siempre listos
para ser instrumentos en las manos de Dios. Por eso son bienaventurados. Llora con los
que lloran para sacarles una sonrisa.

Makarios los que se arrepienten.


Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella. Lucas 19:41
Ya hemos dicho, y seguiremos diciendo, que el tema central del Sermó n del Monte es el
Reino de Dios. Mateo lo llama el Reino de los Cielos, por la tradició n judía de no pronunciar
el nombre de Dios, pero es exactamente lo mismo. Entonces, las bienaventuranzas son las
cualidades de aquellos que son parte del Reino de Dios. Esto es lo que somos. Un teó logo
explica que las bienaventuranzas son como una escalera. El primer escaló n tiene que estar
necesariamente muy cerca del piso. El primer escaló n no puede empezar dos metros sobre
la tierra. Por eso Jesú s comienza recordá ndonos que los pobres en espíritu, los humildes,
los que tienen los pies en el suelo, tienen el Reino de los Cielos. Y luego el segundo escaló n
es el sufrimiento, el duelo, el llanto. En un sentido, este llanto es consecuencia de sabernos
pobres en espíritu. Reconocemos nuestra necesidad, nuestra insuficiencia, y nuestro
pecado delante de Dios. Y lo hacemos de una manera tan genuina que lloramos.
Entendá moslo mejor con las siguientes declaraciones. El verdadero arrepentimiento:
 Reconocer nuestra necesidad. El arrepentimiento genuino tiene un elemento
intelectual, sabemos que estamos mal. Dicen que para superar una adicció n o un
problema en nosotros mismos el primer paso es reconocer que tenemos un
problema. Por eso Jesú s comienza las bienaventuranzas afirmando que los pobres
en espíritu y los que lloran son bendecidos. Porque si reconocemos nuestra
necesidad ya hemos dado el primer paso para ser consolados. Después de negar a
Jesú s, Pedro reconoció su pecado y lloró : Y Pedro, saliendo fuera, lloró amargamente.
Lucas 22:66
 Tomar en serio el pecado. El arrepentimiento sincero también tiene un elemento
emocional. Por eso lloramos al confesar nuestros pecados. Por que tomamos en
serio lo que significa haber pecado contra un Dios santo y perfecto. Sabemos lo que
es fallarle al que má s nos ama. El que no experimenta esta clase de emociones al
pecar, muy probablemente no es un ciudadano del Reino. Así dice una canció n
bíblica: Ríos de agua descendieron de mis ojos, porque no guardaban tu ley. Salmo
119:136
 Comenzar de nuevo. El arrepentimiento verdadero es aquel que lleva a la acció n.
No solo sabemos que estamos mal, no solamente rechazamos nuestro pecado, sino
que también hacemos algo para no caminar en la misma direcció n otra vez. David
pecó grandemente, y cuando se arrepintió escribió lo siguiente: Los sacrificios de
Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú,
oh Dios. Salmo 51:17. Lloramos por nuestro pasado para marcar un nuevo
comienzo.
Los que lloran por su pecado son aquellos que está n arrepentidos de verdad, y ellos son
bienaventurados porque recibirá n el perdó n de Dios. Esta es la clase de personas que
reciben el Reino de los Cielos. Llora por tu pecado, sonríe por tu salvación

Desafío a ser consolados


Dichosos los que lloran, porque serán consolados. Mateo 5:4
Jesú s afirma que los que lloran son bendecidos por que ellos será n consolados. Está es una
hermosa promesa de Dios para todos aquellos que está n en dolor. El consuelo de Dios
siempre llega. Y no estamos hablando solamente de la vida eterna. Por supuesto que la vida
eterna es la má xima consolació n de Dios. Pero esa consolació n empieza hoy. Jesucristo dijo
que él nos dejaría a un consolador. Dios consuela nuestro corazó n a través del Espíritu
Santo. Y es, precisamente en Cristo Jesú s que esa consolació n comienza para la humanidad.
De hecho, los judíos esperaban la llegada del Mesías como aquel que los iba a consolar. Y he
aquí había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, y este hombre, justo y piadoso, esperaba
la consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él. Lucas 2:25. Las profecías del
Antiguo Testamento anunciaban la llegada de esa consolació n de Dios en Jesucristo: El
Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar
buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a
los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel; 2  a proclamar el año de la buena voluntad de
Jehová, y el día de venganza del Dios nuestro; a consolar a todos los enlutados; 3  a ordenar
que a los afligidos de Sion se les dé gloria en lugar de ceniza, óleo de gozo en lugar de luto,
manto de alegría en lugar del espíritu angustiado; y serán llamados árboles de justicia,
plantío de Jehová, para gloria suya. Isaías 61:1-3. Este es el mensaje del Reino de los Cielos
que Cristo vino a predicar. Que en él hay esperanza y consolació n, y que los que lloran de
verdad será n consolados. En esta vida, nuestro consuelo es que somos suyos y él en
nuestro. Pero no solo eso, sino que él finalmente eliminará todo llanto y todo dolor para
siempre. Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más
llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron. Apocalipsis 21:4.
Permítanme terminar recordando las dos bienaventuranzas que hemos estudiado, pero
esta vez añ adiendo su contraparte.

Bienaventurados los que lloran porque ellos serán consolados. Desventurados los
insensibles porque nadie los consolará.

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