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A DONDE VAN LOS MUERTOS CUANDO MUEREN


Lo que sucede cuando fallecemos no es ningún misterio para Jehová, el Creador del cerebro. Él conoce la
verdad, y en su Palabra, la Biblia, explica en qué estado se encuentran los difuntos. Allí se enseña con toda
claridad este hecho: cuando una persona muere, deja de existir. La muerte es lo contrario de la vida, de modo
que los muertos no ven ni oyen ni piensan. Ni una sola parte de nosotros sigue viviendo cuando muere el
cuerpo. En efecto, no poseemos un alma o espíritu inmortal. *


Después de afirmar que los vivos saben que morirán, Salomón escribió que “los muertos [...] no tienen
conciencia de nada en absoluto”. Entonces amplió esa verdad fundamental al decir que no pueden amar
ni odiar y que “no hay trabajo ni formación de proyectos ni conocimiento ni sabiduría en el [sepulcro]”
(Eclesiastés 9:5, 6, 10). De igual modo, Salmo 146:4 dice que cuando alguien muere, “perecen sus
pensamientos”; en efecto, se acaban por completo.  Lo cierto es que somos mortales y no seguimos viviendo
después de la muerte del cuerpo. Nuestra vida es como la llama de una vela. Cuando se apaga, no va a ningún
sitio, sino que sencillamente deja de existir.

Hades
En la mitología griega, Hades (en griego antiguo ᾍδης Hadēs, originalmente Ἅιδης Haidēs o Ἀΐδης Aïdēs —
dórico Ἀΐδας Aidas—, ‘el invisible’)1 alude tanto al antiguo inframundo griego como al dios de este. La palabra
hacía referencia en Homero solo al dios y el genitivo ᾍιδού Haidou era una elisión para designar ubicación: ‘la
casa/dominio de Hades’. Finalmente, también el nominativo llegó a designar la morada de los muertos.
Hades es el mayor hijo varón de Cronos y Rea.
Según el mito, él y sus hermanos Zeus y Poseidón derrotaron a los Titanes y reclamaron el gobierno del
cosmos, adjudicándose el inframundo, el cielo y el mar, respectivamente; la tierra sólida, desde mucho antes
provincia de Gea, estaba disponible para los tres al mismo tiempo.
Hades también era llamado Plouton (en griego antiguo Πλούτων, genitivo Πλούτωνος, ‘el rico’), nombre que
los romanos latinizaron como Plutón.
Los antiguos romanos asociaron a Hades/Plutón con sus propias deidades ctónicas, Dis Pater y Orco; el
dios etrusco equivalente era Aita.
El término «hades» en la teología cristiana (y en el Nuevo Testamento) es paralelo al hebreo sheol (‫שאול‬,
‘tumba’ o ‘pozo de suciedad’), y alude a la morada de los muertos. El concepto cristiano de infierno se parece
más al Tártaro griego, una parte profunda y sombría del Hades usada como mazmorra de tormento y
sufrimiento.

Infierno
La palabra infierno viene del latín inférnum o ínferus (por debajo de, lugar inferior, subterráneo), y está en
relación con las palabra Seol (hebreo) y hades (del griego). Según muchas religiones, es el lugar donde después
de la muerte son torturadas eternamente las almas de los pecadores. Es equivalente al Gehena del judaísmo,
al Tártaro de la mitología griega, al Helheim según la mitología nórdica y al Inframundo de otras religiones.
En la teología católica, el infierno es una de las cuatro postrimerías del hombre.1 No se le considera un lugar
sino un estado de sufrimiento. En contraste con el infierno, otros lugares de existencia después de la muerte
pueden ser neutros (por ejemplo, el Sheol judío), o felices (por ejemplo, el Cielo cristiano).

SENO DE ABRAHAM
expresión hebrea empleada por Jesús en la parábola de el rico malo y Lázaro el pobre. Al morir los personajes
de la parábola, Lázaro es llevado, por los ángeles al s. de A., lo que corresponde a la expresión †œreunirse con
sus padres†, como se dice en Jc 2, 10; esto es, con los patriarcas, Lc 16, 22. La expresión tiene que ver con la
manera judía de describir los regocijos de la era mesiánica con la imagen de un banquete: †œY os digo que
vendrán muchos de oriente y occidente y se pondrán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los
Cielos†, Mt 8, 11.
Paraíso
La palabra paraíso procede del griego παράδεισος, paradeisos (en latín paradisus), usado en
la Septuaginta para aludir al Jardín del Edén. El término griego procede a su vez del persa ‫پ رديس‬ paerdís,
‘cercado’, que es un compuesto de paer-, ‘alrededor’ (un cognado del griego peri-) y -dis, ‘crear’, ‘hacer’.
Fuentes tan antiguas como Jenofonte en su Anábasis (siglo IV a. C.) aluden al famoso jardín «paraíso» persa.
Así, su significado original hace referencia a un jardín extenso y bien arreglado, que se presenta como un lugar
bello y agradable, donde además de árboles y flores se ven animales enjaulados o en libertad.

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