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Problemas y perspectivas en la interpretación


del registro espacial de Punta Negra-Imilac

Isabel Cartajena1, Rodrigo Loyola2, Lautaro Núñez3,


Wilfredo Faúndez4

En la vertiente occidental de la Puna de Atacama el registro de sitios


tempranos era escaso hasta la década del 90 y se encontraba asociado
principalmente a asentamientos ubicados en quebradas intermedias. Esta
situación puede ser explicada en gran medida por la percepción de que los
ambientes áridos ofrecían una serie de limitantes para los grupos cazadores
recolectores y una falta de prospecciones sistemáticas. No obstante, en la
actualidad existe un conocimiento mucho más acabado del escenario ambiental
en el cual se desarrollaron las primeras ocupaciones humanas alrededor de los
13.000 cal. a.p. (Lynch 1986, 1990; Grosjean 1994; Grosjean et al. 2001; Geyh
et al. 1999; Betancourt et al. 2000, 2002; Latorre et al. 2002; Rech et al. 2002).
Condiciones más favorables que en la actualidad permitieron la ocupación
de diversos ambientes, especialmente quebradas intermedias asociadas a una
mayor diversidad de recursos. Sin embargo, el registro de sitios en espacios
lacustres altoandinos da cuenta de un patrón de ocupación definido en
torno a hábitats utilizados en un momento en el que las condiciones fueron
excepcionalmente favorables para la extensión de los paleolagos (Geyh et al.
1999; Grosjean 2001; Betancourt et al. 2000; Latorre et al. 2002; Rech et al.
1
Departamento de Antropología, icartaje@uchile.cl
2
Licenciado Universidad de Chile, Proyecto VID SOC 09/12-2, rodarkeo@gmail.com
3
IIAM, Universidad Católica del Norte, lautaro.nunez@hotmail.com
4
Estudiante Universidad de Tarapacá, Proyecto VID SOC 09/12-2, wankarani.wilfredo@
gmail.com

Distribución espacial en sociedades no aldeanas: del registro arqueológico a la interpretación social.


2014, pp. 143-162. F. Falabella, L. Sanhueza, L. Cornejo, I. Correa (editores).
Serie Monográfica de la Sociedad Chilena de Arqueología Nº4
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2002). Paralelamente, la identificación de humedales ubicados a baja elevación,


como Tambillo en el borde este del Salar de Atacama (2.400 msnm), sugiere
que estos espacios fueron intensamente ocupados ya que conformaron una
parte importante de los recursos disponibles en el borde occidental de la puna
(Núñez et al. 2002, 2005) (Figura 1). Lo anterior, sin duda da cuenta de un
escenario más diversificado y dinámico que fue articulado tempranamente por
las poblaciones ubicadas en la Cuenca del Salar de Atacama.

Figura 1: Cuencas piemontanas en la vertiente occidental de la Puna de Atacama. Cuenca del Salar, Imilac
y Punta Negra.

Hacia el sur se encuentran los Salares de Imilac y Punta Negra,


correspondientes también a cuencas piemontanas dispuestas de norte a sur
(Figura 1). Esta área fue prospectada por primera vez por Lynch (1986),
quien tempranamente sugirió que los depósitos de diatomitas observados
podrían haber sido parte de un lago profundo que ocupó la cuenca durante
el Cuaternario Tardío entre los 15.000 y 10.000 años a.p. y que podría haber
alcanzado una superficie de 800 m2 y una profundidad de 125 m (Lynch
1986). Resultado de ello, logró documentar la presencia de más de 50 sitios
precerámicos y abundante material cultural. No obstante, prospecciones e
investigaciones posteriores señalan la presencia de humedales activos durante
dos momentos 15.900-13.800 cal. a.p. y 12.700-9.700 cal. a.p, asociados a
abundante vegetación, consistentes con las fechas y depósitos de otros
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paleohumedales y la historia paleoclimática regional (Grosjean et al. 2005;


Quade et al. 2008).
Los hallazgos arqueológicos en torno al Salar de Punta Negra señalan la alta
concentración de artefactos cercanos a los lugares de humedales y vertientes
(Grosjean et al. 2005; Quade et al. 2008). Entre ellos, el sitio Salar de Punta
Negra-1 (SPN-1), correspondiente a un campamento abierto en el borde este
del Salar de Punta Negra, datado entre los 12.600-10.200 cal. a.p. El conjunto
artefactual se encuentra compuesto por 964 artefactos (raspadores, raederas
y cuchillos), además de una punta del patrón Fell (cola de pescado), puntas
pedunculadas del patrón Punta Negra (Lynch 1986, 1990; Lynch y Stevenson
1992) y puntas triangulares del patrón Tuina, características de la cuenca del
Salar de Atacama. Dentro un rango de tres kilómetros al norte a lo largo del
borde del salar se identificaron otros cinco sitios, los que se encuentran en
un contexto espacial idéntico al de SPN-1. De ellos se dató el sitio SPN-6
(Quebrada El Saltillo) con fechas entre los 12.280-11.700 cal. a.p. (Grosjean
et al. 2005).
La presencia de componentes artefactuales asociados a distintas tradiciones
tecnológicas al Arcaico Temprano (12.500 a 9.000 cal. a.p.), junto al registro
de dos puntas cola de pescado tipo Fell (Grosjean et al. 2005; Cartajena et
al. 2012), abre nuevas interrogantes tanto acerca de la ocupación de Imilac
y Punta Negra como también sobre el complejo proceso de poblamiento
de la puna de Atacama, y la profundidad cronológica y su relación con los
grupos tradicionalmente denominados paleoindios (Núñez et al. 1994;
Borrero et al.1998; Miotti y Salamme 2003; Yacobaccio y Morales 2011). En
este contexto, el paleohumedal de Punta Negra podría ser una zona donde
se traslapan diversas tradiciones, o bien, permitiría discutir la variabilidad
que pueda presentar cada una de ellas a la vez que discutir los alcances de
propuestas meramente tipológicas, basadas fundamentalmente en la presencia
de los diversos tipos de puntas de proyectil.
Lo anterior motivó la prospección sistemática de ambas cuencas piemontanas
ubicadas entre los 24°-24°5 S (Figura 2), con el fin de lograr un mejor
acercamiento espacial y temporal para caracterizar las ocupaciones tempranas
de esta región. A través de ella se identificaron numerosos sitios arqueológicos
tanto en los Salares de Imilac como en Punta Negra. En términos espaciales,
las ocupaciones identificadas en los salares se localizan predominantemente en
torno a los bordes de los paleohumedales, y corresponden a grandes sitios a cielo
abierto, caracterizados por altas concentraciones de materiales en superficie.
El registro artefactual permite postular preliminarmente conjuntos bastante
homogéneos, compuestos principalmente por artefactos formatizados y por
materias primas, en especial de origen local, cuyas fuentes se encuentran ubicadas
tantos en los salares de Imilac como de Punta Negra (Loyola et al. 2012).
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A través del presente trabajo buscamos identificar tendencias en la


distribución espacial del registro arqueológico, con el fin de identificar patrones
de emplazamiento y uso del espacio de los grupos de cazadores recolectores de
Punta Negra-Imilac durante el período Arcaico Temprano.

El paisaje actual en Imilac - Punta Negra


Los salares de Imilac y Punta Negra forman parte del sistema de cuencas
piemontanas ubicadas en el borde meridional de la puna de Atacama (Niemeyer
1982; Risacher et al. 1998). Se extienden entre los 23°5 y 24°5 de latitud sur,
en lo que corresponde geográficamente a la franja longitudinal precordillerana
del norte árido (Borgel 1983). Esta área se inscribe en el subtipo climático de
Desierto Marginal de Altura (BWh) (Fuenzalida 1965), y se caracteriza por
condiciones áridas, bajas temperaturas que oscilan entre los 8 y 18 ºC, y escasas
precipitaciones del orden de 14 mm.
La formación vegetacional dominante es la del Desierto Montano de
la Cordillera de Domeyko. Compuesta por arbustos y subarbustos de baja
cobertura, sus especies más comunes son Atriplex atacamensis, Acantholippia trífida,
Atriplex desertícola, Acaena canascens, Salpiglossis parvulus, Lycium minutiflorum,
Adesmia atacamensis, Caldenia atacamensis, Atriplex microphylla, Cristaria andicola
y Fabiana bryoides (CONAF 1999). En los depósitos aluviales situados en los
márgenes de los salares y quebradas, también se reconocen formaciones de
vegas azonales de cubierta cespitosa compuesta por cojines duros de juncáceas.
Se encuentra en abundancia el paquial (Oxychloe andina) y el coirón de vega
(Patosia clandestina) (Leubert 1999). La fauna está compuesta por vicuñas
(Vicugna vicugna) y zorros culpeos (Lycalopex culpaeus). En zonas más altas
se han registrado avistamientos de guanacos (Lama guanicoe) y pumas (Felis
concolor). Así también, las formaciones rocosas y farellones de las quebradas son
hábitats óptimos para la chinchilla andina (Chinchilla brevicaudata). Existe una
amplia variedad de aves como el Suri (Pterocnemia pennata), la perdiz de la puna
(Tinamotis pentlandii), la guayata (Chloephaga melanoptera) y el halcón peregrino
(Falco peregrinus) (CONAF 1999).
El paisaje geomorfológico del área de estudio puede subdividirse en sus
principales macroformas estructurales. 1) La precordillera de Domeyko, que
señala el límite de influencia del sistema de precipitaciones provenientes del
Amazonas; 2) Las cuencas de Imilac y Punta Negra, donde en sus partes más
bajas se concentran depósitos salino-dietrítico y oclusiones de aguas freáticas;
3) El sistema de drenaje dendrítico, compuesto por quebradas y cañadones
que desciende de la cordillera; y 4) la Cordillera de los Andes, que se extiende
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longitudinalmente de norte a sur conformada por un conjunto de aparatos


volcánicos, domos y cerros (Borgel 1983; Gardeweg et al. 1993).
El río Frío constituye la principal fuente de alimentación de la cuenca de
Punta Negra. Nace en la ladera oriental de la cordillera de Domeyko y recorre
cerca de 40 km para infiltrarse en su cono de deyección, aportando un caudal
estimado de 20 L/s (CONAF 1999). Diferente de Punta Negra, el salar de
Imilac no recibe aportes de la cordillera de los Andes. Su cuenca de drenaje se
encuentra relacionada a la cordillera de Domeyko y se nutre de una napa local
artesiana (Risacher et al. 1998).

Figura 2. Rasgos geomorfológicos relevantes de la zona prospectada. Ubicación de las cuencas de Imilac y
Punta Negra.
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El paisaje ambiental durante la transición Pleistoceno


Holoceno
Recientes archivos paleoambientales aportaron nuevas evidencias para
documentar cambios climáticos relacionados con el paso de un ambiente
árido en el Ultimo Glacial Máximo hacia condiciones ambientales más
húmedas asociadas a grandes paleolagos en elevaciones por sobre los 3.500
msnm En el norte de Chile los niveles lacustres crecieron rápidamente, de
modo que el período húmedo alcanzó su clímax entre los 13.000 y 9.500
años cal. a.p. Las playas de los paleolagos del Pleistoceno Final y Holoceno
Temprano se encontraban 70 m más arriba del nivel actual de los salares y
correspondían a lagos de agua dulce. Los máximos niveles fueron alcanzados
durante los ca.11.600-9.200 años cal. a.p., sin embargo, esta transgresión fue
interrumpida por un evento de sequía poco antes de los 10.000 años cal.
a.p., de duración desconocida, el que también se observa a nivel regional
(Geyh et al. 1999; Grosjean et al. 2001). Paralelamente se observan extensas
zonas cubiertas forrajeras y una gran diversidad de plantas vasculares entre los
11.800 y 10.500 cal. a.p. (Betancourt et al. 2000; Latorre et al. 2002; Rech
et al. 2002). Los rangos de precipitación en la región altiplánica atacameña
(22°S-24°S) alcanzaron entre 400-500 mm anuales (el promedio anual actual
no supera los 200 mm). Este incremento se relaciona con el fortalecimiento de
la precipitación estival (Betancourt et al. 2000), de origen continental.
Las investigaciones realizadas en los perfiles sedimentarios cercanos al
sitio SPN-1 sugieren que las tablas de agua se incrementaron, lo que junto
a la presencia de Cyperaceae y niveles de turba dan cuenta de la extensión
de paleohumedales y lagunetas. La presencia de capas oxidadas intercaladas
sugieren que entre los 12.600 y 10.300 cal. a.p. las condiciones favorables
fueron interrumpidas por uno o más períodos de sequía (Grosjean et al. 2005).
Estos resultados son coincidentes con los alcanzados por Quade et al. (2008)
en tres humedales cercanos al salar de Punta Negra. Los autores plantean que
los humedales se encontraban activos durante dos momentos 15.900-13.800
cal. a.p. y 12.700-9.700 cal. a.p (Quade et al. 2008). Las fechas obtenidas en
el Salar de Punta Negra y una densa concentración de artefactos cercanos a
los lugares de humedales y vertientes, denota la presencia de grupos durante
esta segunda fase (Grosjean et al. 2005; Quade et al. 2008). Por otra parte, el
análisis de los registros fósiles de roedores (rodent middens) provenientes de
quebradas adyacentes (Quebrada Las Zorras y Quebrada Toconar) sugieren
un incremento en la precipitación puesto que se encuentra una vegetación
que actualmente se ubica sobre los 3.500 m de altura (Quade et al. 2008).
Estas formaciones habrían sido alimentadas tanto por napas freáticas como
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por sistemas de descarga glaciar a través del sistema de quebradas adyacentes al


volcán Llullaillaco.
La secuencia obtenida para el área de la vertiente occidental de la Puna de
Atacama sugiere que después que los lagos altoandinos alcanzaron su máximo
nivel, comienzan a decrecer entre los 8.800-8.100 a.p., desapareciendo a los
8.000 a.p. El cinturón de precipitación tropical retrocedió alrededor de los
8.000 a.p. hacia el norte (16°S), produciendo un pronunciado período árido
en la Puna de Atacama durante el Holoceno Medio (Grosjean et al. 1997),
cuya transición ocurrió en un intervalo breve, y se encuentra caracterizada por
una caída abrupta en los niveles lacustres. Sin embargo, se advierten tormentas
esporádicas de gran intensidad causadas por precipitaciones de verano, como
también ciclos de humedad y aridez, sugiriendo la alternancia a corto plazo
de eventos húmedos (diarios o multidecadales) y eventos áridos. La mayoría de
los lagos eran de poca profundidad y de características hipersalinas (Núñez et
al. 1997; Núñez et al.2001; Grosjean et al.1997). La fase árida se extendió hasta
los 3.600 a.p.; a partir de esta fecha se observa nuevamente un incremento en
la humedad junto al establecimiento de las condiciones modernas alrededor de
los 3.000 a.p. (Grosjean y Núñez 1994; Grosjean et al. 2001; Núñez et al.1997;
Messerli et al. 2000; Núñez et al. 2001).
Las dataciones obtenidas para los nuevos sitios fechados tanto en los
Salares de Imilac como en Punta Negra sugieren que las últimas ocupaciones
humanas no serían más tardías que 10.580 cal. a.p (Cartajena et. al. 2012),
lo que coincidiría con el período de mayor humedad durante el Holoceno
Temprano y el abandono con la instauración de un régimen más árido.

Los análisis locacionales


Los análisis locacionales sufrieron un fuerte impulso desde finales de los
años 70 debido a un creciente interés en las relaciones espaciales como producto
de las actividades pasadas, las que se plasmaron en modelos de organización
espacial y territorial para las sociedades prehistóricas. La aplicación de modelos
teóricos derivados de otras disciplinas, principalmente de la geografía humana
apuntaron más bien a la comprensión de la organización socioeconómica y la
explotación de recursos basados en observaciones etnográficas (Higgs y Vita-
Finzi 1970; Jochim 1976; Hodder y Orton 1990; Vicent 1991; Davidson y
Bailey 1984; Orejas 1998, entre otros). No obstante, en las últimas décadas
el análisis locacional ha sufrido un avance sustantivo y ha retomado un papel
central en la interpretación de la organización espacial de las sociedades
arqueológicas. Esto, debido principalmente a la revolución tecnológica que
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ha significado la implementación de los Sistemas de Información Geográfica


(SIG) lo ha permitido gestionar una gran cantidad de variables, reuniendo
distintas líneas de evidencia (paleoambiental, geológica, geográfica, entre otras)
en un mismo soporte y a diferentes escalas espaciales.
Actualmente, los análisis locacionales buscan identificar los factores
relevantes del paisaje que pueden haber incidido en la selección de un
asentamiento, con el fin de generar modelos de ocupación espacial a diferentes
escalas (Marcos y Diez 2008; Parcero y Fábrega 2006)
Si bien el análisis locacional ha sido ampliamente utilizado los últimos
años, su aplicación se restringe casi exclusivamente a sociedades agrícolas
(Vicent 1991; Fábregas 2005; Marcos y Diez 2008; Parcero y Fábrega 2006).
No obstante, pueden establecerse vínculos importantes para la aplicación
de este análisis con una debida adecuación a la dimensión espacial de las
sociedades cazadoras recolectoras, para las cuales se han propuesto algunos
modelos predictivos con el fin de entender las relaciones espaciales entre los
sitios y los recursos disponibles (Jochim 1976; Wood 1978). Sin embargo, en
este caso consideramos el patrón de emplazamiento como el resultado de
estrategias decisionales de índole territorial que el hombre establece con su
medio ambiente conocido y que se articulan de manera contextual en una red
de asentamientos (Gamble 1996, 1999). En este sentido, el emplazamiento de
un sitio dentro del espacio geográfico responde a una estrategia cultural de
organización de diferentes actividades en el espacio geográfico.

Metodología y escalas analíticas


A través del análisis de cartas geográficas, geológicas y fotografía satelital, se
elaboró una estrategia de prospección sistemática orientada a la identificación
y registro de restos arqueológicos en las cuencas y bordes de los salares. Así
también, se realizaron prospecciones dirigidas en áreas específicas del paisaje
(bordes del salar y quebradas), con el objetivo de contar con unidades de
análisis representativas de áreas topográficas y ambientales diferenciales para
una posterior comparación. Se proyectaron transectas paralelas separadas cada
100 m siguiendo morfología de costa de los salares y las quebradas, que fueron
relevadas por equipos de 2 a 4 personas. Cada hallazgo fue posicionado y
georreferenciado espacialmente con el uso de GPS (datum WGS 84).
Dada la magnitud del área prospectada y el volumen de información
relevada, se optó por aplicar un criterio operacional, considerando hallazgos
aislados a las manifestaciones materiales de hasta 20 artefactos y sitios cuando
presentaron una frecuencia mayor.
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En el caso del Salar de Imilac se recorrieron los bordes del paleohumedal


a través de dos transectas paralelas, las que permitieron cubrir una superficie
continua con un ancho aproximado de 200m en torno a los márgenes noreste
y suroeste y parcialmente el este, debido al transporte de material aluvial que
alteró los márgenes. La zona que bordea al Salar de Punta Negra pudo ser
abarcada casi en su totalidad, a excepción de la cantera de basalto que solo
pudo ser registrada parcialmente dada su envergadura.
De forma complementaria, se llevó a cabo una recopilación exhaustiva de
antecedentes tanto de trabajos de investigación arqueológica realizadas en el área
(Lynch 1986, 1990; Grosjean et al. 2005; Quade et al. 2008) como información
derivada de salvatajes arqueológicos (Lucero 1997). Esta información fue
contrastada en terreno e incorporada al corpus de datos obtenidos durante
las prospecciones y gestionados con sistemas de información geográfica (Arc
View 9.1). Se utilizó un Modelo Digital de Elevaciones (MDE) y un modelo
digital de terreno (MDT) con base en cartografía digital del IGM (1:50.000)
e imágenes LANDSAT. Una vez obtenido el catastro, se generó un mapa de
densidad utilizando el método de Kernel.
El posicionamiento geográfico fue complementado con el registro
de variables espaciales de índole cuantitativa (inclinación de pendiente,
proximidad al borde y distancia a fuente de agua más cercana) y cualitativas
(unidad geomorfológica de emplazamiento y tipo de sitio).
La definición de las unidades geomorfológicas fue realizada por observación
directa en terreno y mediante el análisis de cartas geográficas y fotografía
satelital. De acuerdo a la gradiente vertical de la cuenca se reconocen:
1) Cerros y lomajes: se encuentran asociados a las formaciones montañosas
de la cordillera de Domeyko y la Cordillera de los Andes, aunque es
posible observar la presencia de cerros islas o segmentos de cordones
que se infiltran hacia el interior de la cuenca (Sierra de Varas, cerro
Punta Negra, Cerrillos de Imilac).
2) Quebradas, ríos y flujos estacionales que forman una red de drenaje
dendrítico poco profundo.
3) Terrazas y abanicos fluviales: corresponden a sectores extensos de
pendiente plana formados por la actividad hídrica. Se desarrollan
asociados a los márgenes de los salares en sectores de desembocadura
de quebrada, manteniendo una cota más elevada que el fondo de la
cuenca.
4) Playas de borde de salar: en algunos sectores de los bordes del salar la
diferencia de cotas de altura entre las terrazas y el piso de salar está
matizada por la formación de playas que terminan gradualmente en el
fondo de la cuenca.
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5) Piso de Salar: se compone principalmente de una matriz sedimentaria


de limos salinos y cloruros como resultado de la actividad biótica y
química los paleohumedales. Es interrumpido por oclusiones freáticas
y lagunas someras.

Uno de los aspectos centrales considerados en el análisis es la relación


de los asentamientos humanos y los recursos hídricos. Estos últimos fueron
divididos analíticamente en cuatro unidades de acuerdo a su ubicación en la
cuenca, siguiendo a la clasificación propuesta por Risacher et al. (1998).
1) El anillo exterior: aportes en sectores elevados de la cuenca
(vertientes, fluyentes y ríos).
2) El anillo interior: napas externas, cercanas a la orilla.
3) Aguas de orilla: napas o vertientes difusas pegadas a la orilla.
4) Lagunas dentro del salar.

La estructura espacial del registro arqueológico en Imilac


Punta Negra

A partir de la recopilación de antecedentes y las prospecciones en terreno


se generó un primer modelo distribucional del registro arqueológico en el área
de estudio (Figura 3). Considerando la dificultad y arbitrariedad de definir un
sitio durante las prospecciones (Orton 2002), la estrategia de muestreo se basó
en el reconocimiento de sitios arqueológicos, concentraciones de artefactos y
en hallazgos aislados (Borrero et al. 1992).
Se identificaron 43 sitios arqueológicos y 52 concentraciones y hallazgos
aislados. Del total de sitios arqueológicos, 28 fueron registrados en las campañas
de terreno de 2010 y 2012 (Proyecto VID SOC/09). Resulta altamente
probable que gran parte de los sitios descritos por Lynch en 1986 en la cuenca
de Imilac fueran incluidos en las prospecciones ya que no contaban con
información acerca de su ubicación. De los sitios designados por Lynch, sólo 5
se incluyeron en los hallazgos descritos fuera del área de prospección (PN 71,
PN 56, PN 36, PN 73 y PN 53) con el fin de no duplicar los datos obtenidos.
Los trabajos de Grosjean et al. (2005) dieron cuenta de un total de 7 sitios
que se concentran en el área norte de la cuenca de Punta Negra (SPN-1, SPN-
2, SPN-3, SPN-4, SPN-5y SPN-6), a excepción del sitio SPN-7, ubicado en
el segmento medial de la costa este.
Como resultado de un rescate arqueológico en el marco de un proyecto de
impacto ambiental en Imilac noroeste, se documentaron 2 sitios arqueológicos
(SI-1 y -2) de adscripción cronológica temprana donde se llevaron a cabo
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sondeos estratigráficos y recolecciones superficiales sistemáticas (Lucero 1997).


Los sitios fueron relocalizados y visitados en terreno asignándoles una nueva
nomenclatura (SI-11 y SI-12).
Aplicando un test de densidad (Kernel) es posible observar tres focos
discretos de concentración de sitios arqueológicos con un nivel de agrupación
alto. En Imilac, a lo largo del segmento medial de la costa noroeste del salar,
se registraron 12 sitios, que consisten en extensas dispersiones líticas, canteras
y sitios con acumulaciones intencionales de rocas a modo de emplantillados.

Figura 3. Focos de distribución de sitios mediante la aplicación del análisis de densidad de Kernel. Imilac
noroeste, Punta Negra norte y Punta Negra sur. Las zonas más oscuras señalan un nivel de agrupación alto.
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Punta Negra Norte muestra un patrón similar consistente en extensas


dispersiones líticas en su margen este. En esta área de asentamiento se observa
el mayor índice de densidad (0.007) en comparación a Imilac Noroeste y
Punta Negra Sur, lo cual se relaciona a la distancia promedio al asentamiento
más cercano (Tabla 1).
En Punta Negra Sur, entre la desembocadura del río Frío y quebrada
Tocomar, la densidad de ocupación es la más baja de las tres áreas comparadas. Se
consignaron extensas dispersiones líticas asociadas a estructuras y agrupaciones
intencionales de rocas. Así también, hacia el cerro Punta Negra se registraron
talleres líticos y estructuras asociados a una cantera de andesita basáltica.

Tabla 1. Focos de concentración de sitios en los salares de Imilac y Punta Negra.

Área N° Sitios Superficie Densidad Promedio

estimada (km2) de distancia

lineal (m)
Imilac Noroeste 12 2.435 0.004 938
Punta Negra Norte 11 1.412 0.007 716
Punta Negra Sur 11 5.563 0.002 1215

Cada sitio arqueológico fue clasificado de acuerdo a las características


y asociación de los conjuntos materiales consignados en terreno, no
representando necesariamente una interpretación funcional. La tipología de
sitio se compone por tanto de acuerdo al elemento material predominante
y los grupos asociados. Se consideraron: acumulaciones intencionales de
rocas (AIR.), aleros, canteras, extensas áreas de material lítico disperso (DL),
estructuras pircadas, huellas viales y terrazas de cultivo.
En este sentido, del total de 43 sitios, el 76,74% refiere al grupo de
dispersiones líticas. En la mayoría de los casos corresponde únicamente a
grandes dispersiones líticas, mostrando una distribución geográfica homogénea
en Punta Negra Norte (33,33%), Punta Negra Sur (30,30%) Imilac Norte
(27,27%), pero se encuentran prácticamente ausentes en Imilac Sur y Quebrada
Guanaqueros. El segundo grupo que muestra una frecuencia relevante es el
de cantera asociada a dispersiones líticas (11,63%). Sin embargo, es importante
recalcar que las canteras y los talleres líticos asociados están supeditados
espacialmente a la distribución específica de este recurso en el paisaje.
La frecuencia de emplazamientos en aleros es bastante baja (1 caso) y
se presenta en el sector de Quebrada Guanaqueros asociada a arte rupestre.
Otros grupos minoritarios son estructuras con cerámica (1 caso), estructuras
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sin asociación (1 caso) y huellas asociadas a terrazas de cultivo (Lynch 1990),


denotando una baja ocupación en períodos más tardíos.

Figura 4 . Tipos de sitios y emplazamiento.

Desde una perspectiva geomorfológica es posible señalar que las


dispersiones líticas se emplazan en la mayoría de los casos (41,86%) sobre
terrazas asociadas a los bordes del salar (Figura 4). La elección potencial de este
tipo de geoforma se relaciona probablemente con la búsqueda de parámetros
locacionales específicos, tales como la cercanía de fuentes de agua y el acceso
a otros recursos dado su proximidad al piso de salar.
Como se observa en el gráfico (Figura 5), la mayor parte de los sitios
arqueológicos mantienen una distancia entre 100 y 300 m de la fuente de
agua más cercana, y en el 55,81% de los casos se observa que el tipo de fuente
corresponde a las desembocaduras de quebrada y napas marginales del salar
(anillo hídrico interior sensu Risacher et al. 1998).
En 30,23% de los casos los asentamientos se localizan cercanos a aguas
de orilla, consistentes en napas y oclusiones freáticas ubicadas en las cercanías
del borde de los salares. La proyección de la distancia a este grupo de aguas
fue de difícil estimación dado el carácter difuso en que se presenta en
el paisaje, por lo que se utilizaron los bordes de los paleohumedales como
referencia para la fuente de agua más cercana. Las aguas del anillo exterior
son aportes en sectores elevados de la cuenca, tales como vertientes, quebradas
intermitentes y ríos. Este grupo alcanza un 13,95% de los casos analizados. Si
156 | Isabel Cartajena, Rodrigo Loyola, Lautaro Núñez, Wilfredo Faúndez

bien los datos presentados fueron obtenidos a partir de información actual, las
reconstrucciones paleombientales sugieren que éstos estuvieron activos y con
un mayor aporte hídrico dado el incremento de las precipitaciones durante el
Holoceno Temprano (Grosjean et al. 2005; Quade et al. 2008).

Figura 5. Distancia a la fuente de agua más cercana por sitio arqueológico (m).

Otro factor a considerar es que los sitios analizados se ubican sobre


pendientes catalogadas como planas a suaves (0 a 3º). En este sentido, es posible
señalar que la predominancia de terrazas como principales geoformas de
emplazamiento se relaciona a que estas unidades representan sectores óptimos
para el asentamiento humano dado el mínimo grado de inclinación, su
dominio visual, y el acceso y desarrollo de actividades asociadas a los recursos
de los paleohumedales.

Figura 6. Grado de inclinación por sitio.


Problemas y perspectivas en la interpretación del registro espacial de Punta Negra-Imilac | 157

Discusión y conclusiones

De acuerdo a las dataciones obtenidas para los sitios ubicados tanto en


el Salar de Imilac como de Punta Negra podemos establecer que, si bien el
sitio SPN-1 posee las fechas más tempranas (Grosjean et al. 2005), también se
registran sitios con fechas de 11.610 a 11.520 cal. a.p. (SI-7) en el Salar de
Imilac, lo que denota la ocupación contemporánea de los salares (Cartajena et
al. 2012).
Los lugares elegidos en ambos salares corresponden mayoritariamente a
terrazas, con pendientes muy suaves cercanas a los recursos hídricos, lo que se
asociaría también a una ubicación compatible con actividades realizadas a cielo
abierto relacionadas seguramente con el procesamiento de recursos asociados
a los paleohumedales o lagunetas. Este pareciera ser un patrón constante y, en
ambos casos, se relaciona con sitios cuya principal característica es la amplia
dispersión de artefactos líticos en superficie, donde también se registraron áreas
de combustión, observadas en algunas de las cuadrículas de sondeo realizadas.
Si bien el cálculo de cercanía al agua se estableció en base a parámetros
actuales, llama la atención que muchos de los asentamientos se ubican en las
desembocaduras de quebrada exorreicas (anillo interior sensu Risacher et al.
1998); por ende se estarían privilegiando estos espacios para el asentamiento
probablemente asociados a una mejor calidad del agua. Al respecto, Risacher
et al. (1998) señala que la salinidad de la mayor parte de los aportes del anillo
exterior es alta, es decir de las aguas ubicadas más arriba en la cuenca. Sin
embargo, las aguas del anillo interior, mucho más cercanas al salar, no tienen
mayor salinidad, como podría esperarse. Actualmente, las aguas de la orilla,
pegadas al salar, tienen una salinidad elevada, probablemente a causa de una
cuña salina o de la pre-evaporación de las napas al llegar a las orillas. Sin
embargo, es necesario ser cautelosos en la interpretación sobre la calidad de
las aguas en el pasado, ya que debido al mayor aporte hídrico las condiciones
pudieron haber sido distintas.
No obstante las similitudes observadas, el contexto geomorfológico de
cada uno de los salares presenta diferencias que podrían incidir en respuestas
distintas en los diferentes microambientes, por ejemplo a los períodos de
sequía y su incidencia en la disponibilidad de recursos en áreas de humedales,
lagunetas o desembocaduras de quebradas. De igual forma, hasta la actualidad
desconocemos las diferencias que puedan existir entre los salares en cuanto
a su alimentación. En el caso del Salar de Punta Negra, éste se encuentra en
directa relación con los faldeos andinos, contrariamente, Imilac depende de
la cordillera de Domeyko (Risacher et al. 1998), lo que sin duda afectó la
posición de los asentamientos, los que se ubican por tanto en Imilac en la
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banda oeste y en el salar de Punta Negra en el margen este. Lo anterior nos


lleva a postular una búsqueda por parte de los grupos humanos de las áreas de
desembocadura para emplazar sus asentamientos.
Una segunda categoría de emplazamiento se relaciona con las laderas,
en la mayoría de los casos referidos a canteras y talleres líticos asociados a
tres grandes fuentes de materias primas: calcedonia beige al noroeste del
Salar de Imilac, sílice café rojizo en Cerillos de Imilac (ubicada entre ambos
salares), y de basalto al sureste del Salar de Punta Negra. A pesar de que se
encuentran recursos líticos disponibles localmente en cada uno de los tres
focos de asentamientos, se observa la utilización de materias primas de las tres
fuentes antes mencionadas. Lo anterior denota la presencia de un tráfico de
materias primas constante entre las tres áreas de asentamiento, sugiriendo una
intensa interacción entre ambas cuencas. De esta forma, se establece una red
que posibilita la circulación de una amplia gama de recursos líticos en un radio
aproximado de 60 km (Loyola et al. 2012).
Los resultados nos permiten plantear la existencia de ciertos patrones
conductuales bien definidos a la hora de seleccionar los emplazamientos para
las ocupaciones humanas, como también generar modelos predictivos para la
ubicación de nuevos sitios en ambientes similares. Si bien este ejercicio nos
permite acercarnos a las variables que pueden incidir en la distribución espacial
de los asentamientos, a futuro se hace necesario ahondar en la articulación
sincrónica y diacrónica de los sitios ubicados en ambas cuencas.

Agradecimientos: Los trabajos se realizaron en el marco del proyecto VID


SOC 09/12-2, financiado por la Universidad de Chile. Agradecemos el apoyo
de Minera Escondida a través del Centro de Investigación Medio Ambiente,
Tambo Solor.

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