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Bogotá, ciudad-grito a mil voces.

¿Dónde está la armonía? ¿De dónde provendrá nuestro canto?

Peregrinó mi corazón y trajo de la sagrada selva la armonía.


Rubén Darío.

Por Alexandra Bo Roiz1.

Entre propagandas y comerciales presentados diariamente a través de la pantalla de cristal; la

ciudad de los cristales2 se ha reescrito en el imaginario colectivo de la urbe bogotana, con la

percepción de que aquí se vive bien, aquí se habita 2600 metros más allá de las estrellas. Bacatá, la

ciudad que posee el nombre del antiguo cacique Muisca, protegida ancestralmente por los cerros

tutelares de Monserrate y Guadalupe, es la ciudad imaginada como “fantástica, culta y

cosmopolita”.

Bogotá, la ciudad plagada de parques, centros comerciales, bares y restaurantes. La ciudad ícono

de la entropía vehicular con su carrera séptima, décima, quince y Jiménez (ahora llamada Eje

ambiental); con su Troncal Caracas (ahora, ruta del Transmilenio); con su avenida Ciudad de

Quito(ahora, NQS); con su autopista norte-sur y su avenida el Dorado -¡la vía mejor pensada por

gobernante alguno!-, dicen los taxistas de esta ciudad; es el lugar donde nacen más de mil voces

que coexisten, recreando y dinamizando la locomoción sin rumbo.

Esta ciudad ficcionada como la Atenas suramericana3 es la urbe de Maloka, la plaza de Toros de

Santamaría, el Planetario, las salas de cine, los museos, la Torre Colpatria y las Torres del Parque de

Salmona –los edificios mejor diseñados, a nivel latinoamericano en los 70s, por un arquitecto

1 Docente de literatura Gimnasio El Cedro e investigadora en el tema de Identidad e Integración latinoamericana


del CESI, adscrito a la Facultad de Ciencias Políticas, de la Pontificia Universidad Javeriana.
2 Auster, Paul. [1996]. Trilogía de Nueva York. Editorial Anagrama. Barcelona. España. Pp. 120,121.
3 Torres Guerrero, Andrés Octavio. [2003]. Una larga cita Sin remedio con la noche Bogotana. Premio beca de

investigación en Literatura. IDCT. Pp. 97-180.


colombiano-. La actual selva de asfalto es un hombre-grito multiplicado a mil voces, y los distintos

rostros de esta ciudad, se diferencian entre sí tanto como las distintas personas.

No amar a Bogotá, en primer lugar y de manera esencial, es no conocerla: es no reconocer en ella

lo ya conocido. La primera causa para rechazar a esta ciudad es la falta de preparación para ella

misma. Se desconoce la cartografía de sus calles, su historia, así como sus locus emocionales que lo

transpiran todo, que lo dicen todo.

Bogotá, la ciudad que debido a su actual política distrital de Bogotá sin hambre recibió un premio

internacional por parte de la Unesco, es una ciudad dejada a mitad de camino, es una ciudad

inconclusa. ¡Bogotá-grito!, ¡Bogotá-vacua!, ¡Bogotá-estética-higienista social!, ¡Bogotá-arrogante!,

¡Bogotá-excluyente!, ¡Bogotá-sin amor!. Una colcha fractal que invita a una excursión por las venas-

arterias del hollín y la contaminación, que incita a comprender que lo interior y lo exterior se

encuentran conectados.

La gente que camina por las calles de Bogotá vuelve la cabeza espontáneamente. Simulan no ver

nada y no quieren mirar; pero es que para ver a Bogotá es preciso mirarla para descubrir algo en ella.

Hay que mirarla largo tiempo. Nuestro ojo se acostumbró equivocadamente a ver a primera vista; es

decir, a ver como antes, la huella de los ojos ajenos 4, de lo que está afuera.

No llegar a ver, no querer ver, no desear ver es negarse a descubrir en los viejos habitantes de esta

urbe, en el[la] joven profano[a] nihilista, la prevención; en la élite de los caídos, el artista y el mendigo

trashumante de calles, el reclamo con su arte, de una miga de pan para aplacar el hambre; en el

rostro de una mujer por la que han pasado placeres ácidos, locuras y sueños sobre la suave piel, las

huellas de las cosas que la han corroído, y que a su vez, le han endurecido las facciones5. No querer

4 Tsvietáieva, Marina., [1990]. El poeta y el tiempo. Editorial Anagrama. Barcelona. España. Pp.31,53.
5 Ibid. No 1.
ver a Bogotá, a través de este caleidoscopio, es sinónimo de tenerle miedo al esfuerzo. Es sinónimo

de la inercia, de la inmovilidad que otorga la miseria y la cultura de la pobreza que nos invade.

Bogotá, la ciudad desnutrida educativamente, la urbe viajera del asfalto que todos los días grita su

vulnerabilidad, la urbe que cuelga su apacible itinerario entre una taza de chocolate y una amable

tertulia de buenas personas que hablan de lo que no conocen y se recrean en la apariencia 6. La

ciudad-erudita imaginada, la ciudad-nesciente dónde hay arrogancia, terquedad y presunción.

Bogotá, la ciudad-fragilidad proscrita de sí misma, necesita reencontrar la armonía perdida en lo

profundo de su sagrada selva, en lo profundo de su sagrado corazón.

Nuestro corazón busca en este texto el antiguo canto. Bogotá debe y necesita hacer la paz con la

otra parte de la ciudad que mantiene en su inconsciente, no independizarse de ella, sino convertirla

en su aliada. Bogotá debe verse sin maquillaje para apreciar su real belleza, pues si aprendemos a

leer su lenguaje ella se pone a trabajar para nosotros 7. Es preciso que le concedamos nuestro nivel

de consciencia a las voces mil que susurran el día y la noche bogotanas.

Bogotá, somos cada uno de nosotros. Una múltiple fracción de lo que es Colombia entera. Por ello,

es preciso que veamos el yeso que se desmorona y limpiemos de ella sus necesidades, deseos,

emociones y pensamientos ponzoñosos; que la imaginemos alcanzando lo mejor de ella misma.

Ahora pregunto ¿de dónde provendrá nuestro canto? Tan sólo del amor que le otorguemos a esta

ciudad, pues todo lo que le demos a ella, nos lo damos a nosotros mismos y todo lo que le neguemos

6 Ibid. No 1.
7 Jodorowsky, Alejandro., [2005]. La danza de la realidad. Editorial Siruela. Barcelona. España. Pág. 338.
a ella, nos lo negamos a nosotros mismos. Es de allí, de la verdad que reposa en lo profundo de nuestro

sagrado corazón, como dicen las Upanishad de la India, que entonces, vendrá la armonía.

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