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1º Edición Abril 2021

©Katy Kaylee
SOLO OTRA OPORTUNIDAD
Título original: Just Another Chance
©2021 EDITORIAL GRUPO ROMANCE
©Editora: Teresa Cabañas
tcgromance@gmail.com

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, algunos lugares y situaciones


son producto de la imaginación de la autora, y cualquier parecido con personas, hechos
o situaciones son pura coincidencia.
Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidas en las leyes,
queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita del copyright, la reproducción
total o parcial de esta obra por cualquier método o procedimiento, así como su alquiler
o préstamo público.
Gracias por comprar este ebook
Índice
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Epílogo
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Serie completa
Prólogo

Summer
Me senté en el porche de nuestra casa cansada, pero llena de amor, mientras
todos nuestros amigos y familiares se mezclaban en nuestro patio delantero
disfrutando de la barbacoa, la cerveza y el enorme pastel que la señora
Mason había hecho con las palabras: «Felicidades, Summer», junto a
pequeños gorros de graduación. Me sentía muy contenta. Había logrado un
gran hito; graduarme en la universidad. Era la primera en mi familia en
conseguir esa distinción.
—Mírate, mi niña bonita. —Mi padre se veía huraño con ese corte de
pelo y esos rasgos faciales tan hoscos, pero por dentro era un blandengue—.
Eres ya toda una adulta y te has graduado en la universidad. Te debieron de
cambiar en el hospital, porque ni tu madre ni yo somos tan inteligentes
como para haber criado a alguien como tú.
Sonreí.
—No te infravalores tanto.
Mi padre decía que apenas tenía una educación de octavo grado, pero
sé que se graduó de la escuela secundaria porque tuve el mismo consejero
de orientación que él. Este no hablaba mucho de mi padre o de mi hermano
Gavin, pero, aun así, ambos tenían un diploma de secundaria.
Mi padre fue a la escuela de formación profesional para aprender
sobre calefacción y aire, y ahora, años después, era dueño de su propio
negocio de calefacción, ventilación y aire acondicionado. No era rico, pero
Gavin y yo siempre tuvimos lo que necesitamos. No sé mucho sobre mi
madre. Se fugó con un tipo rico de la ciudad cuando Gavin tenía nueve años
y yo cinco. Hablamos con ella unas cuantas veces después de eso, pero en
un año dejó de llamar, y no hemos vuelto a saber nada de ella desde
entonces.
—Estoy tan orgulloso de ti, Summer, que hace que mi corazón quiera
salirse de mi pecho.
—Oh, papá. —Me levanté y le di un abrazo.
—Ahí está mi brillante hermana. —La voz de Gavin cortó el ruido de
los invitados. Caminaba con una cojera, resultado de perder la parte inferior
de su pierna izquierda mientras servía en Irak. Pero el balanceo era el
resultado de la bebida.
Miré a mi padre, cuyas cejas estaban arrugadas en una mezcla entre la
ira y la lástima. Desde que regresó de Irak el año pasado Gavin había
luchado por aclimatarse a la vida civil. Siempre estaba amargado y
enfadado, y sospechaba que sufría de trastorno de estrés postraumático.
Parecía que lo único que lo aliviaba era la bebida.
—Oye, Summer, felicidades. —Lainey Spalding, la novia de Gavin
en el instituto, caminaba a su lado. Mientras mi hermano intentaba controlar
los pasos, perdió el equilibrio. Lainey extendió la mano para ayudarlo.
—¡Puedo hacerlo! —Se sacudió de su agarre, con lo que solo
consiguió que casi se cayese por el otro lado.
—No puedo ver esto —murmuró mi padre mientras se daba la vuelta
y se dirigía a la casa.
—Muchas gracias por venir —les dije a Gavin y a Lainey.
—¿Bromeas? No nos lo perderíamos por nada del mundo. —Lainey
me dio un regalo envuelto.
—Sí, cerveza gratis. —Gavin cogió una lata de cerveza de la nevera.
Quería reprender a mi hermano, pero estábamos en una fiesta. Había
sufrido tanto sirviendo a su país que no me parecía correcto añadir un
insulto a su herida ya abierta avergonzándolo delante de nuestros amigos y
familiares.
—¡Eh, Gavin! —John Lister se acercó al final de la escalera—. Hola,
Summer. Felicidades —me dijo antes de volver a prestar atención a Gavin
—. ¿Has oído que Rafe ha vuelto a la ciudad?
—Escuché que su abuela había muerto —dijo Lainey, refiriéndose a
la abuela de Rafe Buchanan.
La mención del nombre de Rafe envió todo tipo de sentimientos a mi
cuerpo. Había sido el mejor amigo de mi hermano y compañero de equipo
en todos los deportes que se ofrecían en el instituto y en el centro de recreo,
además de su compañero en todas las travesuras que se les ocurrían. Ambos
se alistaron en los Marines justo después de la escuela secundaria, pero
terminaron en destinos diferentes cuando acabaron con el periodo de
entrenamiento.
Para mí, Rafe era la encarnación de la perfección. Desde el momento
en el que empecé la pubertad pasó de ser el molesto amigo de mi irritante
hermano, al príncipe azul de todos los sueños de cuento de hadas que tuve.
Era el epítome de alto, moreno y guapo. Era encantador, travieso y, aunque
no lo sabía con seguridad, sospechaba que besaba muy bien porque tenía los
labios maravillosamente gordos. No es que alguna vez se fijara en mí.
Rafe fue criado por su abuela porque sus padres nunca pudieron dejar
las drogas y el alcohol. Miré a mi hermano y me pregunté si iba por el
mismo camino. Su forma de beber parecía peor cada vez que lo veía.
— Es difícil de creer que Dios haya podido llevarse a esa mujer al
cielo —empezó a decir mi padre mientras volvía al porche—. Estoy seguro
de que Emmaline fue arrastrada hasta allí pataleando y gritando.
Me reí. La abuela de Rafe era conocida por ser una mujer muy difícil,
especialmente cuando se trataba de Rafe. Como ella era su último pariente
vivo se esforzaba por luchar al máximo con todos y con todo porque no
quería dejarlo solo en el mundo.
—Alguien debería invitarlo —añadió Gavin—. Yo puedo mostrarle la
mía y él puede mostrarme la suya. —Se levantó la pernera del pantalón,
revelando así su pierna protésica—. Aunque, conociéndolo, estoy seguro de
que está ileso. —Había amargura en su voz, con lo que solo consiguió
romperme el corazón.
—Su abuela acaba de morir —apunté—. No estará de humor para
fiestas.
—Menos mal. Más cerveza para mí.
Sacudí la cabeza, deseando que hubiera algo que pudiera hacer para
ayudar a mi hermano. El ejército lo había hecho un ser duro, y la guerra lo
había hecho un ser enfadado y amargado.
La fiesta estaba en pleno apogeo con todo el mundo hablando,
algunos bailaban al ritmo de la música y una pareja se besuqueaba junto al
viejo roble. Estaban todos ocupados, lo que significaba que podía
escabullirme para visitar a Rafe.
La idea de que estuviera solo en casa de su abuela me entristecía. En
los viejos tiempos, Gavin habría ido a verlo, pero estaba casi desmayado
mientras la pobre Lainey lo cuidaba.
Sin decirle nada a nadie me dirigí al otro lado de la casa, que hacía
esquina, y luego anduve una manzana hacia la casa de la abuela de Rafe.
Hope, Virginia, era un pequeño pueblo rural situado en el río James.
Parecía como si estuviese en medio de la nada, pero, de hecho, estaba a solo
unos treinta kilómetros de la capital, Richmond. En los últimos años, la
gente de la ciudad había descubierto la zona y algunos habían decidido
mudarse buscando un nivel de vida más lento y barato, mientras que otros
tenían casas aquí para pasar el fin de semana.
Era tanto bueno como malo para los residentes. Bueno, porque esta
gente traía dinero y mejoras. La parte mala era que estaba aumentando el
precio de la vivienda, lo que hacía que para los habitantes de Hope fuese
más difícil vivir aquí.
La abuela de Rafe tenía un bungalow junto al río, que, cuando se
construyó en los años cuarenta, lo más seguro es que fuese considerado
espacioso. La mayoría de las casas de alrededor habían sido compradas por
gente rica, que las derribaron y las reemplazaron por casas gigantes de casi
mil metros cuadrados de terreno. Por fortuna, ella tenía un acre de tierra, así
que no se elevaban sobre su pequeño pedazo de cielo.
Mientras me dirigía hacia allí me preguntaba qué haría Rafe con la
casa. Aunque había estado fuera casi los seis años en los que estuvo
alistado, siempre dio la sensación de que seguía viviendo aquí. Pero, ahora
que su abuela se había ido, no había nada que lo retuviese. La idea de no
volver a verlo nunca era deprimente.
Cuando me acerqué a la casa vi que la puerta principal estaba abierta
detrás de la puerta blindada. Era mayo en Virginia, así que no hacía mucho
calor ni humedad, por lo que era una buena época del año para dejar entrar
aire fresco a la casa.
Subí los escalones del porche y miré a través de la mosquitera. Mi
corazón se saltó un latido cuando divisó el alto cuerpo de Rafe de espaldas
a mí. Llevaba vaqueros descoloridos que acentuaban su fantástica espalda,
y una camiseta blanca ajustada sobre sus anchos hombros. Parecía tener un
antebrazo descansando sobre la repisa de la chimenea, como si estuviera
estudiando las fotos que había allí.
Por un momento, dudé de mi visita. Tal vez quería estar solo. Sin
embargo, los sureños no eran conocidos por ser buenos vecinos sin ninguna
razón. Solo me lamentaba por no habérseme ocurrido traerle algo.
—Toc, toc —dije.
Se giró hacia un lado y hacia otro, sobresaltado. Como si lo hubiese
asustado. Dio un paso atrás, golpeando la encimera y tirando un marco de
fotos al suelo.
—Oh, lo siento, Rafe.
—Summer.
En el instituto, Rafe tenía el aspecto de un chico muy guapo. El
hombre que tenía delante seguía siendo igual de guapo, pero tenía un
aspecto rudo, casi peligroso. Su pelo era más corto de lo que jamás había
visto. Estaba rapado a los lados y un poco más de largo en la parte superior.
Sus ojos eran aún oscuros que antes y sus labios seguían estando llenos.
Pero su cara parecía más delgada y dura, como si hubiera sido cincelada en
granito.
—Hola. Espero no interrumpir. Solo quería pasar y decirte cuánto
siento lo de Emmaline.
Estaba encorvado, como si su cuerpo estuviese listo para pelear, pero
tras un suspiro se relajó, incluso me brindó una pequeña sonrisa.
—Esa mala pécora al final la ha alcanzado —dijo, supongo que
refiriéndose a la muerte.
Quería abrazarlo. De hecho, me sentí en la obligación de hacerlo. No
solo porque lo había deseado durante ocho años, sino porque parecía que lo
necesitaba. Rafe era un marino grande y fuerte, pero incluso los machos
alfa necesitaban apoyo.
Caminé hacia él con las manos en alto para que supiese cuáles eran
mis intenciones. Sus ojos mostraron sorpresa, pero no se alejó, ni me evitó.
Era difícil abrazarlo porque era enorme, superaba el metro ochenta de
estatura. Aunque su altura no supusiese un problema, su anchura sí lo hacía.
Era enorme a la altura de los hombros y del pecho.
Pero me las arreglé para rodearlo con los brazos y apoyar mi cabeza
en su pecho. Parecía un poco rígido al principio, pero luego se relajó,
sosteniéndome e, incluso, colocando su cabeza junto a la mía.
—Gracias —dijo cuando me alejé de mala gana. Ladeó la cabeza para
mirarme—. ¿No tienes una fiesta o algo así hoy?
Asentí con la cabeza.
—Es mi fiesta de graduación. Me he ganado mi licenciatura.
Sonrió, y fue magnífico.
—Felicitaciones, Summer. Eso es impresionante. ¿Está Gavin allí?
Sí.
Debió de notar un cambio en mi expresión, porque vaciló.
—Escuché que perdió una pierna. ¿Cómo está?
Me encogí de hombros.
—No lo sé. Supongo que le llevará tiempo.
Asintió, como si supiera de lo que estaba hablando. Por supuesto que
lo sabía. Estaba con gente como Gavin todo el tiempo. Lo estudié para ver
si tenía algún signo de lesión.
—¿Y tú cómo estás? Es decir, además de perder a tu abuela. ¿Te has
lesionado?
Su semblante se oscureció.
—No he perdido ninguna parte del cuerpo. —La dureza en su tono
me dio a entender que no era un tema del que le gustase hablar.
Sonreí, queriendo cambiar de tema.
—¿Has estado en el río?
La tensión que había en él desapareció un poco.
—Todavía no. He llegado esta mañana.
Me pareció un tanto presuntuoso invitarlo a ir a su propia orilla, así
que me quedé allí, quieta, sintiéndome un poco fuera de lugar.
—Me vendría bien un descanso —dijo, de repente—. No tengo nada
que llevar allí, ni siquiera comida o bebida.
—Está bien. Solo nos sentaremos.
El área de alrededor de la casa y del río estaba muy arbolada, lo que
le confería una sensación de privacidad. Rafe agarró una manta del porche
trasero y nos sentamos en ella mientras mirábamos el río. Las ondas del
agua y los ocasionales saltos de los peces eran hipnóticos.
—¿Qué vas a hacer con la casa? —pregunté cogiendo un palo y
dibujando en la arena con él.
—Supongo que la venderé. No me veo en la necesidad de tener una
casa. El Tío Sam me proporciona todo lo que necesito.
—¿No crees que volverás a Hope? —Mi corazón se aferraba a la idea
de que nunca volvería a casa.
—No hay nada aquí para mí, ahora.
Sus palabras me dolieron, pero era una estupidez. Yo no era
importante para él. Solo era la molesta hermana pequeña de su mejor
amigo.
—Podrías alquilarla. Lainey…, ¿recuerdas, la novia de Gavin?
Trabaja en una inmobiliaria.
—¿Por qué haría eso?
—Dicen que los alquileres son una buena inversión.
Se encogió de hombros por toda respuesta.
—Entonces, ¿cuál es tu próximo movimiento, Summer?
—Escuela de posgrado. Voy a obtener mi título en trabajo social. Con
suerte, conseguiré un trabajo trabajando con niños. —Aunque, viendo las
dificultades de mi hermano, me lo estaba empezando a replantear. Estaba
considerando la idea de trabajar con veteranos de guerra.
Me sonrió.
—Serías perfecta para eso.
Su reacción me sorprendió y, al mismo tiempo, me hizo sentir como
si hubiera ganado un premio.
—¿Tú crees?
—Tienes un gran espíritu. Tu nombre encaja contigo porque eres
cálida y brillante.
Escuchándolo hablar me sentí cálida y brillante.
—Apuesto a que le dices eso a todas las chicas.
Su sonrisa vaciló un poco y se volvió a mirar el agua, haciendo que
me arrepintiera del comentario.
Cogió una piedra y la tiró al agua.
—¿Y tú? ¿Gavin y tu padre tienen que golpear a los chicos con un
palo?
Me avergoncé, resoplando.
—Apenas.
Me miró y frunció el ceño.
—¿Por qué dices que apenas?
—Primero, he estado ocupada. Tengo suerte de poder vivir en casa e
ir a la escuela, así ahorro dinero, pero la universidad es cara así que tengo
que trabajar e ir a la escuela. No hay tiempo para los chicos. Además, ¿me
has mirado?
—Te estoy mirando ahora.
Había algo en su tono y en el destello de calor que brotó de sus ojos
que hizo que todas mis partes femeninas cobraran vida. Me aclaré la
garganta porque, de repente, sentía la boca seca.
—No soy lo que los chicos quieren.
—Bueno, tal vez deberías probar con los hombres. ¿Cuántos años
tienes ahora, Summer? ¿Veintiuno?
Asentí con la cabeza.
—A los hombres les gustan las mujeres inteligentes y amables.
—Pero no las que tienen sobrepeso. —Mi peso había sido una fuente
de dolor para mí en el instituto, pero, con el tiempo, aprendí a no
preocuparme tanto. No es como si nunca hubiera tenido una cita, pero no
puedes crecer en América y no saber que a los chicos les gustan los cuerpos
pequeños y las tetas grandes. Las tetas que tenía que, por cierto, tenían
forma de reloj de arena, eran más redondas que las de la mayoría.
—A los hombres les gustan las curvas.
Me reí de forma un tanto burlona. Quería decirle que estaba siendo
malo, pero tal vez ese era su objetivo. Tal vez se burlaba de mí como lo
habría hecho mi hermano si estuviera lo suficientemente sobrio. No quería
darle esa satisfacción.
—A mí me gustan las curvas —añadió.
Mi cabeza se movió para mirarlo, y fue entonces cuando me di cuenta
de lo cerca que estábamos sentados. Mi nariz estaba a centímetros de la
suya. Sus ojos oscuros eran intensos cuando miraban a los míos.
Comenzaron a moverse por mi cuerpo, empezando en mi cara y siguiendo
hacia abajo. Su mirada se detuvo en mis pechos, cuyo escote alcanzaba su
máximo nivel por culpa del vestido rosa con tulipanes que llevaba puesto.
Un dolor me golpeó el pecho y más abajo, entre las piernas. Eché
mano de todo mi autocontrol para no lanzarme sobre él, pero, en el fondo,
sabía que esto no era real. Por un momento, me pregunté si estaba en la
cama durmiendo, porque este era justo el tipo de sueño que habría tenido
con Rafe.
Su mirada se elevó a mis ojos y se mantuvo allí. Las chispas
chisporrotearon y el aire se espesó con la anticipación. ¿De qué? No estaba
segura, pero, por Dios, solo esperaba que me besara.
—Gavin me mataría si supiera lo que está pasando por mi cabeza en
este momento.
Tragué con fuerza
—¿Por qué? ¿En qué estás pensando?
Se acercó más.
—Pensamientos traviesos y sucios que te involucran, Summer.
Vaya, qué calor hacía.
—Gavin no está aquí. —Y las posibilidades de que apareciera eran
escasas ya que, probablemente, ya estaba desmayado.
Algo destelló en sus ojos.
—¿Te gusta lo travieso y lo sucio, Summer?
No estaba segura, pero me gustaba lo que estaba sintiendo hasta
ahora.
—Creo que me gustaría si viene de ti.
Se echó hacia atrás para poder mirarme mejor.
—Summer... ¿Alguna vez... Eres virgen?
Quería mentir, pero no estaba en mi naturaleza. Entonces recordé que
Lainey me dijo una vez que a los hombres les gustaba la idea de acostarse
con vírgenes. Puse los ojos en blanco como si fuera algo estúpido, pero en
esos momentos me pregunté si sería verdad.
—Solo hasta que tú me hagas dejar de serlo.
—Joder.
Pensé que había soltado esa palabra para expresar decepción, como:
«Joder, me habría acostado contigo si no fueras virgen». Pero, en cambio,
sus labios capturaron los míos en un duro y desesperado beso. Tal vez
Lainey tenía razón.
Cada neurona de mi cuerpo se disparó al instante. Mi coño se contrajo
y me dolió con tal necesidad que quise bajar la mano y tocarme. Sentía que
la ropa me asfixiaba y que me daba mucho calor, así que, sin pensármelo
dos veces, me desnudé y lo tiré todo lejos de mí.
—Tócame, Rafe. —Iba a morir si no lo hacía.
Pero no me tocó. Abrí los ojos y me miró con incertidumbre.
Probablemente estuviese pensando en mi hermano. O, tal vez, tenía novia.
O le repugnaba.
Me cubrí los pechos con las manos, avergonzada.
—Lo siento. Te dije que a los hombres no les gusta...
—Cállate, Summer.
Me estremecí por su tono de voz.
—Esto no debería pasar.
Empecé a alejarme.
—No te excito.
Sus ojos brillaron con calor. Me cogió de la mano y presionó con ella
el bulto que apretaba contra su bragueta. Debajo estaba duro, como el
granito.
—Esto debería demostrarte que estás equivocada, pero, Summer...
—Quiero esto, Rafe. Te quiero a ti. —Le apreté la polla a través de
los vaqueros, y silbó. Luego, decidiendo otro movimiento, cogí su mano y
la puse en mi pecho.
Ya me habían tocado por encima de la ropa, pero la gran y cálida
mano de Rafe en mi pezón hizo que mi coño se apretujara por culpa del
placer.
—Ah, joder. —Rafe me amasó el pecho y se inclinó hacia delante
para capturarlo con la boca.
Mis caderas se elevaron en el aire mientras otra aguda pizca de placer
me sacudía entera. Solté un gemido y lo agarré de la cabeza para que no se
detuviera.
—¿Te gusta eso, mi dulce Summer?
—Sí. —La palabra salió en un largo silbido. No era totalmente
inexperta en lo que al sexo se refería. Vale, solo había tenido la experiencia
de complacerme a mí misma, pero sabía que mis pechos se pondrían
sensibles cuando se excitaran. Ya había tenido un orgasmo antes, por mi
cuenta, pero, para ser honesta, me había preguntado por qué tanto alboroto.
Sí, era agradable de la misma manera que rascarse la picazón era agradable.
Pero ¿esto? Santo cielo.
Sus dedos jugaban con un pezón mientras chupaba y mordía el otro.
La presión aumentó y estaba segura de que Iba a terminar muy pronto.
Lo cogí de la mano y la guie hacia abajo, hacia el vértice de las
piernas. Se rio contra mi pezón, provocando un millón de sensación que me
recorrieron el cuerpo.
Su dedo se deslizó entre mis pliegues.
—Joder, estás tan mojada, Summer. —Parecía sorprendido. Su dedo
continuó acariciando mis pliegues, presionando un poco dentro de mí. Cada
vez que hacía eso mis caderas se levantaban, buscando más contacto.
—Rafe, por favor.
—Por favor ¿qué? —Se estaba burlando de mí.
Se iba a enterar.
—Fóllame. Por favor, fóllame. —Sonaba sucio, y sin sentido alguno,
pero ¿no era eso lo que me había prometido?
—Joder, Summer. —Dejó de tocarme y casi le grité hasta que me di
cuenta de que se estaba desnudando. Eché un vistazo alrededor. Era una
propiedad privada boscosa, pero mi mala suerte haría que alguien pasase
con una barca o algo mientras estábamos desnudos en la orilla
Pero, entonces, me distraje por la perfección de su cuerpo. Era
delgado y duro, como si hubiera sido esculpido por Miguel Ángel. Se bajó
los pantalones y los calzoncillos y su polla se soltó. Nunca había visto una
de cerca. Era larga, dura y gruesa. Sabía que la primera vez podía doler,
pero solo podía pensar en meterme esa hermosa y grande polla dentro de
mí, porque estaba segura de que eso sería lo único que aliviaría el dolor de
mi cuerpo.
Maniobró sobre mí, apoyándose en sus antebrazos a mi lado.
—¿Estás seguro?
Asentí, levantando las caderas, animándolo a seguir adelante.
Inclinó el cuerpo hacia delante y sentí que chocaba con mi entrada. El
placer chisporroteó mientras se acurrucaba y se frotaba contra mí. Metió la
mano entre nosotros, cogiendo su polla y frotándola más fuerte contra
centro, antes de presionar, por fin, la punta dentro de mí.
—Oh, Dios... Rafe... Más, por favor. Más.
Gimió.
—Estás tan apretada. Quiero follarte fuerte pero no quiero hacerte
daño.
—No me importa... Por favor. —Puse mis manos en su trasero y
apreté mientras levantaba las caderas al mismo tiempo. Se acercó un poco
más, pero se resistía.
—¡Summer…! ¡Summer! —La segunda vez ladró mi nombre.
—¿Qué...? ¿Qué, Rafe?
—No tengo un condón.
¿Qué? Mi cerebro estaba en una niebla llena de lujuria.
—No pasa nada.
—¿Estás tomando la píldora? ¿Aunque seas virgen?
—Está bien. Por favor, Rafe. —No quería mentir, pero no podía parar.
No cuando estaba tan cerca. Además, acababa de terminar mi periodo hace
dos días. Sabía, por las clases de orientación sexual que había tenido en el
instituto, que la ovulación ocurría en la mitad del ciclo, así que ahora no era
fértil.
—Summer. —Las manos de Rafe me acariciaron el rostro—.
Summer, mírame.
—¿Por qué me torturas?
Sonrió y luego me besó. Fue dulce y gentil. Todo lo que yo quería de
él.
—Mírame.
Obligué a mis ojos a que se abrieran y se perdiesen en la profundidad
de los suyos.
—Te voy a quitar la virginidad.
Asentí con la cabeza. Por fin.
—Bien.
—Entonces, te voy a follar.
—¿Tienes pensado hacerlo pronto?
Volvió a sonreír.
—Jesús Summer, eres adorable.
Hubiera preferido sexi, pero no me iba a quejar cuando estaba tan
cerca de conseguir lo que quería.
Volvió a cogérsela con las manos.
—Voy a empezar haciéndolo despacio.
Introdujo la punta un poco más, pero no lo suficiente como para que
yo sintiera dolor. Se retiró y empujó de nuevo. La sensación de que se
deslizaba hacia adentro y hacia afuera era deliciosa y, finalmente, empecé a
entender de qué se trataba toda la excitación del sexo.
—Esta vez podría doler, mi dulce Summer.
Estaba tan concentrada en que me llamara dulce Summer que cuando
sentí su polla atravesar la resistencia de mi cuerpo, noté la presión, pero no
el dolor. Se retiró de nuevo.
—Te sientes tan jodidamente bien, Summer.
Sonreí, feliz de que él también lo estuviera disfrutando.
—¿Cómo vas?
—Necesito más, Rafe. —No sé de dónde saqué el valor para hablarle
así. Supongo que se debía a que me sentía segura y cómoda con él.
Confiaba en él—. Bien, Summer, porque yo también lo necesito.
No sé cómo tenía tanto control. Si lo sintiera como yo, estaba segura
que ya me estaría follando.
Esta vez me empujó y me llenó hasta la empuñadura. Mi cuerpo se
arqueó y mi coño lo apretó, asegurándose de que no se marchaba.
—Oh, mierda, Summer. —Gruñó. Se mantuvo quieto dentro de mí
mientras mi cuerpo se ajustaba a él— ¿Estás lista, Summer?
Asentí con la cabeza. Esperaba estarlo.
Salió y volvió a entrar. Mis entrañas se estremecieron con la
sensación. Mi clítoris se sentía del tamaño de una pelota de golf cuando su
pelvis golpeaba y se apoyaba en ella.
—Mierda... Summer... Lo siento, cariño. —Y, tras eso, empezó a
follarme. Me penetró hondo, con fuerza, moviéndose cada vez más rápido.
La fricción se fue acumulando hasta que no pude respirar.
—Rafe... Oh, Dios, Rafe...
—Córrete, Summer... Joder, tienes que correrte ahora.
Mi coño se contrajo y luego la sensación explotó, irradiando por todo
mi cuerpo. Grité mientras el intenso placer inundaba mi flujo sanguíneo.
—¡Si! —Rafe empujó dentro de mí mientras el líquido caliente
llenaba mi cuerpo.
Cuando terminó, se quedó quieto durante unos segundos, hasta que
rodó a un lado, llevando a mí con él, quedando ambos cara a cara. Mantuvo
un brazo alrededor de mí. Apoyó su frente contra la mía mientras nuestras
respiraciones volvían a la normalidad.
Lo observé, fascinada y cautivada al mismo tiempo. Toqué
ligeramente su cara con mis dedos, queriendo probar que era real.
Sus oscuros ojos se abrieron.
—¿Estás bien?
Asentí con la cabeza.
—Me alegro de que hayas sido tú. Quería que fueras tú.
—Mi dulce Summer. Al final he podido tocarte.
Eché la cabeza hacia atrás.
—¿Al final? Pensé que solo era la molesta hermana de Gavin.
Sus mejillas se enrojecieron por culpa del rubor.
—Lo eras hasta que cumpliste los dieciocho años. ¿Recuerdas cuando
estuve en casa hace cuatro años? No vi a una hermana pequeña,
precisamente.
Sonreí. Sabía que mi atractivo no estaba en mi cuerpo o en mi
apariencia, pero no podía negar que me sentía bien porque un hombre, en
especial uno como Rafe, encontrara mi cuerpo atractivo.
—Pero no hiciste nada.
—Eras la hermana de Gavin.
—Sigo siendo la hermana de Gavin.
—Ya has crecido.
—Entonces, ¿pensaste en mí de esta manera en aquel momento?
Me ofreció una sonrisa malvada.
—Has protagonizado muchas de mis sesiones de masturbación.
Un diluvio de calor corrió por mi cuerpo, y me pregunté cuánto
tiempo teníamos que esperar antes de poder tener sexo de nuevo. Debió
conocer mis pensamientos, porque sonrió.
—Mi dulce Summer está caliente.
Me sonrojé.
Su expresión se volvió seria.
—No me arrepiento de esto, Summer, y espero que tú tampoco.
—Para nada.
—Pero no creo que Gavin lo entienda.
Asentí con la cabeza. Se podría haber razonado con el Gavin del
pasado, pero este nuevo Gavin era muy volátil.
—Lo entiendo.
—Solo voy a estar aquí durante seis semanas y, después, vuelvo a
estar de servicio.
Me estaba avisando de que lo nuestro tenía fecha de caducidad. ¿Me
hubiera gustado una relación a largo plazo? Sí, pero estaba dispuesta a
tenerlo por el poco tiempo que me diera. No solo porque resultó que el sexo
era bastante espectacular, después de todo, sino también porque me gustaba
Rafe. Me gustaba cómo me hacía sentir cuando estaba con él.
—Lo sé. —Le rocé los pectorales con las yemas de mis dedos—.
¿Sigues siendo un policía militar?
—Lo soy. Ahora soy adiestrador de perros. Deberías conocer a mi
compañero. Es casi tan guapo y peligroso como tú.
—¿Guapa, pero peligrosa?
Me acarició la cintura y la cadera con la mano.
—Decididamente, peligrosa y con curvas.

Rafe

Me acababa de tirar a la hermana pequeña de mi mejor amigo y no sentí ni


un poco de vergüenza por ello. Sabía que debía de sentirla, pero era
imposible notar otra cosa que no fuera calor y brillo con Summer. Había
algo en ella que ahuyentaba toda la oscuridad y que podía hacer que un
hombre se sintiera completo.
Probablemente no debería de haberle quitado la virginidad. Para ser
honesto, me sorprendió que alguien no se me adelantara. Era hermosa de
una manera natural. Como si fuera una flor florecida por el sol. Y la había
querido desde la última vez que la vi. Había tenido éxito evitándola. Esta
vez, ni siquiera lo intenté.
Podría culpar al vacío que sentía ante el hecho de haber perdido al
único pariente vivo que tenía, o que necesitaba el contacto humano después
del horror de la guerra. Pero, si fuera un hombre decente, habría encontrado
la fuerza para no tocarla. Ella merecía algo mejor que yo.
Summer era el tipo de mujer que debería de tener un hombre que
pudiera estar allí a largo plazo, y ese no era yo. Sabía, desde mi primera
semana de despliegue en Irak, que lo más probable fuese que no llegase a
cumplir los treinta. No si el Tío Sam seguía enviándome de vuelta. En seis
años, había pasado casi la mitad del tiempo en una zona de guerra. Después
de ocuparme de la herencia de mi abuela, volvería.
Era lo suficientemente egoísta como para tomar lo que pudiera de
Summer, lo que me convertía en un bastardo. Pero, mientras me miraba con
esos fantásticos ojos que brillaban como el oro, su pelo rubio besado por el
sol, colgando suelto y salvaje —como debería ser después de un buen sexo
—, sabía que entendía esta situación y aun así se había entregado a mí. Mi
dulce Summer.
Pasé la mano por su cadera, reconociendo la mirada excitada que
había en sus ojos. Besé sus dulces labios. Desde que cumplió dieciocho
años había soñado con esos labios; llenos y rosados.
—¿Quieres quedarte aquí un poco más?
—Sí. Quiero estar contigo.
—Vale.
A nuestro alrededor, la brisa agitaba las hojas de los árboles y el agua
burbujeaba a lo largo del río. Era como si no hubiera nadie más en todo el
mundo, excepto Summer y yo. En qué mundo eso podría ser cierto…
Queriendo pagarle por traer un poco de luz a mi oscura vida la besé
hasta que comenzó a retorcerse debajo de mí.
—Hueles a sol y sabes a madreselva.
—Esto no es un sueño, ¿verdad?
—No, mi dulce Summer, no lo es. —La acuné, deseando poder
embotellar su bondad y su luz y llevármela conmigo a Irak. Al menos, si
muriera allí, tendría esa parte de ella conmigo.
La miré y comprobé lo evidente que resultaba al contemplarla que
había hecho en amor. Una parte de mi quería permanecer así para siempre,
pero sabía que tarde o temprano deberíamos regresar a nuestras vidas.
Suspirando dejé a un lado mi deseo de estar abrazado por siempre a
ella y le dije:
—Estamos hechos un desastre. —Tomé su mano y la puse en pie—.
Vamos a darnos un chapuzón en el rio.
Y atrás quedó ese precioso momento perdido en el tiempo.

Mis seis semanas en casa fueron una mezcla de dolor por perder a mi
abuela y lidiar con su patrimonio, y una completa felicidad con mi aventura
secreta con Summer.
Luego estaba la tristeza y el sentimiento de impotencia de Gavin.
Comprendía lo que estaba pasando con él. Sabía todo sobre los sueños que
le impedían una vida normal. Sobre la incapacidad de oír ruidos fuertes o,
incluso, helicópteros sin tener la necesidad de agacharse o salir corriendo
para cubrirse.
Aunque tenía todas mis extremidades eso no significaba que no
pudiera empatizar con el impacto que cambiaría mi vida para siempre si
perdiera una parte del cuerpo. Así que no podía culparlo por beber para
controlar el dolor y para intentar olvidar.
Pero Jesús, tenía el amor de una buena mujer en Lainey, una hermana
devota y un padre comprensivo. Si, aun así, no podía sobrellevarlo, ¿qué
decía eso de todos los demás veteranos que no tenían nada? ¿Qué decía eso
sobre mi futuro?
Summer me preguntó por qué me volví a alistar después de mi
período de cuatro años en lugar de quedarme en la reserva, pero ¿qué otra
cosa podía hacer? Era un policía militar, así que podría conseguir un trabajo
en las fuerzas de la ley en el mundo civil, pero mi hogar se sentía extraño
para mí ahora. Solo cuando estuve con Summer sentí alguna sensación de
satisfacción y seguridad.
Pero nuestro tiempo juntos se estaba acabando. Regresaría a la base
en tres días y, para la próxima semana, estaría de vuelta en Irak. Al menos,
estaría de nuevo con mi perro.
La idea de dejar a Summer me hacía sentir una presión en el pecho.
Sentía que iba a dejar mis pulmones atrás y que no sería capaz de respirar.
¿Significaba eso que estaba enamorado de ella? Hice a un lado ese
pensamiento. No podía permitirme el lujo de amar. Más aún, no podía
permitirme dejar que me amara. Lo más seguro es que muriese. Ella no
necesitaba eso. No podía dejar que esta debilidad en mi corazón me
convirtiera en un marica. Necesitaba ser fuerte. La Marina lo requería. No
solo físicamente, sino también mentalmente.
Pero no sabía cómo iba a ser capaz de mirar a esos ojos color avellana
y decirles adiós.
—¿Rafe?
Me volví hacia donde estaba Summer, recostada a un lado de mi cama
en casa de mi abuela. Esperaba que mi abuela no me estuviese mirando con
desprecio. La forma en la que Summer había reaccionado al sexo era
fascinante. Tenía curiosidad, así que habíamos hecho cosas que nunca se me
hubiesen ocurrido. Todas basadas en su curiosidad.
Pero, mientras la miraba, me di cuenta de que decir adiós mataría algo
dentro de ambos. Algo me decía que esa noche tenía que ser la última.
—Sí. —La hice rodar debajo de mí, queriendo aprovechar al máximo
el tiempo que teníamos.
—¿Estás bien? Parece como si estuvieras en otro mundo.
Lo estaba. Estaba en Irak, cuando lo que necesitaba era estar ahí, en
ese momento, con Summer.
—Intentaba pensar en nuevas formas de seducirte.
Sonrió.
—Deberíamos conseguir ese libro del Kama Sutra. Apuesto a que nos
llevaría años terminarlo entero.
Ahí estaba otra vez, hablando como si tuviéramos un futuro. Sabía
que nuestro tiempo era limitado, pero creo que le hacía sentir mejor actuar
como si tuviéramos más tiempo juntos. Supongo que a mí también me
gustaba, porque nunca lo contradije.
—Sin embargo, no hay posturas al revés. —Le chupé el pezón,
—Estoy de acuerdo. Ojalá pudiéramos quedarnos así para siempre.
Me quedé quieto, odiando el hecho de que estaba postergando una
despedida difícil. Me iba a marcha, y aunque no muriese, probablemente no
volvería a ser el mismo hombre que era en esos momentos. Ya era muy
diferente del chico que se marchó hace seis años. Lo más probable era que,
si vivía, sería como Gavin, y Summer no necesitaba eso.
No, ella necesitaba encontrar un buen hombre que la amara e hiciera
hermosos bebés con ella. Y que apoyase sus objetivos de ayudar a los niños.
Mi estómago se contrajo al pensar en otro hombre tocándola, pero no había
otra opción si quería que fuese feliz.
Pero podía intentar darle un recuerdo mío. Uno que pudiera llevarse
con ella. Tal vez lo usaría para darse placer a sí misma mientras yo no
estuviera. Y, tal vez, algún día, si su marido tenía problemas para
satisfacerla, podría usar el recuerdo para dejarse llevar.
La besé, con pasión y ternura. Esa noche iba a darle cada parte de mí.
Todo el bien y toda la luz que quedase en mi oscuro corazón.
—Rafe. —Suspiró en mi boca. Mis manos vagaban por su cuerpo,
adorando cada centímetro. Mis labios acariciaron su piel, saboreando su
bondad. Me concentré en ella, queriendo grabar este momento tan
profundamente en mi cerebro que, aunque terminara con amnesia, este
único recuerdo perduraría.
Su cuerpo tarareaba debajo del mío. Su voz gemía y se agudizaba
mientras yo le daba placer a medida que avanzaba despacio. Su cara tenía
un hermoso brillo que la hacía resplandecer.
—Eres tan jodidamente hermosa, Summer. —Me estrellé contra ella,
incapaz de contener mi necesidad de ser parte de este milagro humano. El
hecho de que me dejara entrar en ella fue increíble.
Gritó, y sus piernas se envolvieron alrededor de mis caderas mientras
se movía en sincronía conmigo. Cogí sus manos, entrelacé nuestros dedos,
y las sostuve sobre su cabeza mientras empujaba, y empujaba y empujaba.
Como si mi alma necesitara eso para vivir.
—Summer. Mírame.
Abrió los ojos. Eran tan hermosos que mi corazón dio volteretas en
mi pecho. Por Dios, estaba enamorado de ella.
Me miró y luego se mordió el labio como si se estuviera conteniendo
para decir algo. Supe entonces que ella también me amaba. Si esto fuera un
libro romántico le diría lo que sentía y viviríamos felices para siempre.
Pero, así era la vida, y la vida no era justa.
No había palabras, pero el amor flotaba en el aire, envolviéndonos
mientras yo me introducía en ella, una y otra vez, hasta que arqueó la
cabeza y gritó mi nombre.
Su cuerpo se agarró con fuerza al mío, como un tornillo alrededor de
mi polla, y me disparó al cielo. Fue un momento perfecto, único, que
apreciaría para siempre mientras regresaba al infierno.

Fui un completo imbécil, y Summer se merecía algo mejor. Era un marine


de los Estados Unidos cuyo trabajo consistía en buscar explosivos en medio
de la guerra. Pero no era lo suficientemente valiente para decirle a la mujer
que amaba cómo me sentía, o para decirle adiós. En vez de eso, me pasé
toda la noche escribiéndole una carta, después de acompañarla a su casa.
Dejé la carta sobre la encimera de la chimenea.
Queridas Summer,
Me odio a mí mismo por hacerte daño, pero no hay otra manera. Soy
un cobarde y un bastardo porque no me atrevo a decirte adiós. Me has
traído un poco de sol donde no había habido ninguno en mucho tiempo y,
por eso, siempre te estaré agradecido.
No sé qué me deparará el futuro, pero sé que para ti estará lleno de
éxito en tu carrera, felicidad con tu familia y, algún día, un marido e hijos
propios.
Prométeme que no me esperarás ni intentarás contactar conmigo.
Debes vivir tu vida al máximo, y no puedes hacer eso conmigo. No pienses
en mí o en lo que pudo llegar a ser, excepto para saber que te llevaré
siempre en mi corazón.

Rafe

Consideré reescribirlo, pero ¿con qué fin? No había mejor manera


para decirle que necesitaba seguir adelante sin mí.
Tras una última mirada a la carta, cogí mi bolsa de lona y me coloqué
la correa al hombro. Salí de casa de mi abuela por última vez y me subí al
taxi que había llamado para llevarme al aeropuerto.
La buena noticia era que ya no tenía miedo de morir porque estaba
seguro de que no podía ser peor que el dolor de dejar a Summer. 
Capítulo 1

Summer

«No pienses en mí o en lo que pudo llegar a ser, excepto para saber que te
llevaré siempre en mi corazón.».

Incluso después de cinco años, leer la carta de Rafe todavía me


rompía el corazón. No solo porque lo amé y lo perdí, sino porque pude leer
en ella su creencia de que no sobreviviría y que, si lo hacía, no sería el
hombre que sentía que debía de ser para mí.
Entonces era joven, pero no tanto como para saber que nada de lo que
pudiera decir le haría cambiar de opinión. Así que tuve que respetar sus
deseos, lo cual era imposible de hacer. Nunca, jamás, habría olvidado esas
seis semanas sin importar lo que pasara después. Fueron tan valiosas para
mí como el recuerdo del tiempo que pasamos juntos y que durmió a mi
lado.
A los cuatro años, Emmaline, Emma para abreviar, se parecía a su
padre; con esos grandes ojos redondos y oscuros, pelo grueso y negro, y
piel color oliva. Se despertaba a menudo por la noche y venía a mi
habitación a dormir, como ahora, toda acurrucada contra mí.
Aparté un mechón de su largo y oscuro cabello, de la cara,
preguntándome qué le había pasado a Rafe y si habría cambiado de opinión.
No por mí, sino por nuestra hija.
La primera noche, cuando perdí la virginidad, supe que estaba
jugando con fuego al tener sexo con él. Todo lo que sabía era que lo quería,
y cuando terminó, lo quería más todavía. Así que, al día siguiente, conduje
hasta Richmond, diciéndole a mi padre que era para el papeleo de la escuela
de posgrado. En su lugar, visité una clínica para conseguir las píldoras
anticonceptivas más rápidas y potentes disponibles. Resulta que sí que
podía mentir, después de todo.
O era muy pronto, o muy tarde, pero las píldoras no funcionaron. De
cualquier manera, descubrí que estaba embarazada el día que Rafe se
marchó.
Llevaba un retraso y, al principio, ni siquiera me di cuenta porque
estaba en una burbuja de felicidad. Para cuando quise darme cuenta, me fui
a dos pueblos de distancia a comprar una prueba de embarazo. No
necesitaba que la gente de Hope supiera lo que había comprado.
Cuando salió positivo, me asusté. Sin embargo, también estaba feliz.
Sabía que Rafe era un tanto pesimista sobre la vida. El tiempo que pasó con
Gavin tampoco es que ayudase demasiado. Había intentado ayudarlo a
rehacer su vida; se habían ido a pescar, como cuando eran niños. También
trató de encontrar actividades atléticas que Gavin pudiera hacer, pero Gavin
le dijo que era un imbécil insensible.
Así que, en lugar de que Rafe pudiera animar a Gavin a buscar ayuda,
Gavin terminó enseñándole a Rafe en lo que podía terminar convirtiéndose.
Esperaba que un bebé le mostrara a Rafe la bondad que había en él y le
diera una razón para esforzarse por vivir, como ella quería que hiciera.
Pero, cuando llegué a casa de su abuela aquella noche, todo lo que
encontré fue la carta. Lloré como un bebé. Luego pensé en quemarla, pues
estaba muy enfadada. Finalmente, me la guardé, junto con sus preciosos
recuerdos e hice lo que Rafe me pidió; viví mi vida al máximo.
No ha sido fácil. Debido a la situación de Gavin, no quería cargar a
mi padre con mi embarazo, así que pospuse decir algo tanto como pude.
Cuando el verano terminó, estaba de pocos meses. Como era una persona
un poco rellenita, por un poco de peso extra la gente no se iba a alarmar.
Fui a la escuela de posgrado, tal y como estaba planeado, y consideré
mudarme a Richmond para proteger a mi familia de los chismes del pueblo.
Después de todo, mi madre se había fugado, mi hermano era un borracho y
ahora yo estaba embarazada. Pero con un bebé en camino y la matrícula por
pagar sabía que no podía permitírmelo. Y renunciar no era una opción,
porque sabía que necesitaría el título para mantener a mi hijo y cumplir con
la única petición de Rafe: vivir mi vida al máximo.
Así que, en octubre, cuando estaba embarazada de cinco meses y mi
padre ya se estaba recuperando por la amonestación a Gavin por conducir
bajo los efectos del alcohol, le conté lo del bebé. Sin querer mentir, le dije
que el padre estaba en el ejército y en Oriente Medio. No lo saqué de su
error cuando supuso que lo había conocido en Richmond.
Dios, adoraba a mi padre. Estaba decepcionado, pero también amaba
muchísimo a sus hijos, así que siguió dejándome vivir en casa y me ofreció
apoyo emocional.
En febrero del año siguiente, nació Emma, y fue un verdadero
milagro. Gavin la miró y algo en él cambió. Empezó a ir a las reuniones de
alcohólicos anónimos y a recibir asesoramiento a través de la
Administración de Veteranos. Se arrastró y le rogó a Lainey una segunda
oportunidad. Al final, se la dio, y decidieron casarse.
Los dos, junto con mi padre, me ayudaron con Emma mientras yo
trabajaba para terminar la escuela. Hoy en día, Gavin llevaba cuatro años
sobrio. Es dueño de un restaurante local muy popular y él y Lainey esperan
su primer hijo.
Emma también tenía a su abuelo comiendo de la palma de su mano.
Una parte de mí se preguntaba si era por todas las mujeres que se paraban a
hablar con él cuando la llevaba al parque. No importaba. Nos dejó vivir con
él durante los dos años que estuve en la escuela de postgrado, y un año más
cuando obtuve mi primer trabajo real. El año pasado, alquilé una pequeña
casa en una nueva zona de la ciudad para Emma y para mí.
Hoy, la vida es buena. Completé los requisitos para obtener la licencia
y pasé el examen, de modo que ahora soy una Trabajadora Social Clínica
Licenciada. Pero, en lugar de trabajar con niños, trabajo como consejera en
la Administración de Veteranos en Richmond.
Lo único triste era que Rafe no estaba aquí para ver este pequeño
milagro que había creado conmigo. Si ella llegó a inspirar a Gavin para que
se recompusiera, estaba segura de que podía llegar a hacer ver a Rafe todo
lo que valía. Después de todo, él la creó.
Sacudiendo la cabeza por la melancolía, puse la carta de nuevo en el
cajón de mi mesita y me di la vuelta para acercarme a mi hija.
—Hola, dormilona. Es hora de levantarse.
—Mami. —Se apartó de mí, levantando la manta casi sobre su
cabeza. No era una persona madrugadora.
—Vamos, calabaza. —Le di un beso en la mejilla.
Emma rio.
—Uff.
Teníamos una rutina por las mañanas; levantarse, vestirse y
prepararse para empezar el día. Leí un estudio que decía que a los niños que
comían con sus familias les iba mejor en la escuela, así que siempre
desayunaba y cenaba con ella, a menos que se quedara a dormir con uno de
sus amiguitos de la guardería.
Nos sentamos a la mesa con nuestro bol de cereales cuando Emma me
señaló con el dedo.
—Tira de mi dedo, mami.
Levanté las cejas.
—¿Quién te ha enseñado eso?
—El yayo. Tira de él.
—No voy a tirar de tu dedo en la mesa. Eso es asqueroso. —Me tapé
la nariz y me recordé a mí misma el tener una charla con mi padre sobre lo
que no hay que enseñarle a mi hija.
—Los pedos del yayo son muy fuertes. Y apestan.
Puse los ojos en blanco, pero no pude evitar sonreír. Era sorprendente
lo divertido que le resultaba a mi hija todo lo relacionado con las funciones
corporales. Podía decir la palabra «culo» y ella se partía de risa.
—¿Podemos ir al río otra vez? —Había cambiado de tema. —Pronto,
nena. Por lo que parecía, Rafe había seguido mi consejo y había alquilado la
propiedad de su abuela como alquiler vacacional.
Pensé que, tal vez, había establecido los alquileres a corto plazo, en
vez de a largo, por si quería venir a casa de vez en cuando para visitarla.
Pero en los últimos cinco años nadie lo había visto ni oído hablar de él.
Tenía un acuerdo con Lainey por el que me avisaba cuando la
propiedad estaba vacía, así que a veces Emma y yo íbamos allí para hacer
un picnic en el río. No podía conocer a su padre, pero sí que podía aprender
cosas sobre su abuela.
No le dije que Emmaline era su bisabuela. Tenía miedo de que le
dijera algo a mi padre o a Gavin, o a alguien que los conociera, y entonces
mi secreto saldría a la luz. Pero le hablé sobre Emmaline y su nieto, Rafe,
que era un valiente soldado que trabajaba con perros.
Había pasado casi un mes desde que estuvimos allí, pero la última vez
que lo comprobé con Lainey la casa estaba ocupada.
Salimos por la puerta con el tiempo un poco justo. Caminamos tres
casas más lejos hasta llegar a la de mi amiga Jess. Era una ama de casa que
dirigía una guardería en su casa. Tenía una hija, Chloe, de la edad de Emma,
y otros dos niños que iban a la escuela durante el día. La situación era
perfecta para mí.
—¡Emma! —Chloe corrió con los brazos en alto hacia Emma. Se
abrazaron como si no se hubieran visto en años, aunque se hubieran visto el
día anterior.
—Si tan solo Steve me saludara así… —dijo Jess en referencia a su
marido.
—Ese tipo de saludos son la razón por la que tienes tres hijos.
—Oh, sí.
Le di un beso de despedida a mi niña y luego me fui de Hope a
Richmond a trabajar. Cuarenta y cinco minutos después entraba en el
edificio de la Administración de Veteranos directa a mi oficina. Tenía varios
pacientes individuales con los que me reuní, pero también hice un grupo
para veteranos.
Aunque todos ellos tenían trastorno de estrés postraumático, la
mayoría funcionaba bastante bien; tenían trabajos y familias. Algunos
habían tenido problemas previos de abuso de sustancias, pero ahora estaban
todos limpios.
Visto desde fuera, podía parecer que no necesitasen ayuda, pero eso
era mentira. Todo estos veterinarios habían aprendido a manejar los sueños,
así como el abrumador impulso de pelear o salir corriendo cuando un
helicóptero volaba sobre ellos o había un fuerte ruido. La mayoría decía que
era agotador mantener la normalidad, por lo que este lugar les ofrecía la
oportunidad de hablar con otros que estuviesen pasando por lo mismo que
ellos.
Al acercarme a mi despacho, Jacob Loeb, otro terapeuta, se acercó a
mí.
—Summer, ¿tienes un minuto?
—Sí, claro.
—Tengo una nueva admisión esta mañana, pero mi mujer acaba de
llamar porque mi hija ha tenido un problema en la escuela del que debo
ocuparme. Georgia dice que no tienes nada hasta las diez. ¿Puedes
encargarte?
—Claro. Cogí el archivo que me dio.
—No puedo decirte nada al respecto ya que no lo he leído.
—No hay problema. Lo leeré ahora.
—Está en la sala de espera.
Lo que significa que no tenía tiempo de leerlo.
—Oh... bueno. Supongo que le echaré un vistazo más tarde.
—Genial, haré que Georgia te lo mande. Gracias de nuevo, Summer.
—Jacob volvió a correr por el pasillo y yo entré en mi oficina.
Mi escritorio estaba contra la pared, lo que daba más espacio para un
pequeño sofá para mis pacientes y una silla para mí.
Escuché un movimiento en la puerta y me giré para saludar a la nueva
admisión.
—Hola, yo... —-El corazón se me quedó atascado en la garganta.
—Summer… —Rafe estaba de pie en la puerta con un aspecto más
guapo y perdido de lo que recordaba. 
Capítulo 2

Rafe
Summer estaba tan hermosa y pura como la recordaba. No, estaba aún más
hermosa, y no podía dejar de mirarla.
—Rafe. Entra. —Salió de detrás de su escritorio para acercarse a mí.
Pensé que me abrazaría. De hecho, esperaba que lo hiciera. Pero, en vez de
eso, extendió la mano. Sentí como si me hubiesen dado una bofetada.
Tragué con fuerza y acepté su mano. Era pequeña y cálida, tal como
la recordaba.
—No sabía que estabas aquí. Pensé que estarías trabajando con niños.
Me hizo un gesto para que me sentara en el pequeño sofá, mientras
que ella se sentó en una silla frente a él.
—Después de todo lo que pasó con Gavin decidí que quería trabajar
con veteranos. Ahora está mucho mejor.
Asentí con la cabeza. Sabía que Gavin se había recuperado. Le envié
un correo electrónico y nos habíamos visto varias veces desde que me
dieron el alta. Estaba claro que había mantenido mi confianza y no le había
mencionado a nadie mi regreso, ni siquiera a Summer. Tampoco había
mencionado el trabajo de Summer en la Administración de Veteranos.
—No sabía que hubieses vuelto. —En su tono se percibía un ligero
resentimiento. Como si estuviese ofendida por no haberme puesto en
contacto con ella. De nuevo, considerando que la última vez que habíamos
estado junto habíamos follado como conejos, supuse que había sido grosero
no haberme puesto en contacto con ella. Lo había pensado. Quería hacerlo.
Pero ella tenía una vida ahora y yo no tenía nada.
—Me dieron el alta hace unos seis meses. Desde entonces he viajado
mucho. —La verdad era que no sabía qué hacer conmigo mismo. No podía
volver a casa. No sabía qué tipo de trabajo podía hacer o qué tipo de vida
construir. Así que dejé de lado todas las decisiones y me dediqué a viajar.
Resultó que la idea de Summer de alquilar la casa de mi abuela fue
buena, porque así tenía una pequeña reserva de ahorros de los ingresos por
el alquiler.
Asintió con la cabeza y se movió en su silla como si estuviera
incómoda. Era extraño sentirse desequilibrado a su alrededor. Siempre
había sido la única persona que parecía poner mi mundo en orden. Pero su
incomodidad me hacía sentir incómodo.
—Siento no haber tenido tiempo de leer tu expediente. ¿Qué te ha
traído aquí hoy?
Fruncí el ceño. Crecimos juntos. Fuimos amigos. Amantes. ¿Y ahora
solo era un cliente? Suspiré.
—Gavin me sugirió que viniera.
Levantó las cejas, sorprendida.
—¿Has estado en contacto con Gavin?
—Sí. Me sentía un poco... desplazado... desenfocado tras salir del
ejército, y parecía que él lo tenía todo controlado. Sonrió, y fue tan dulce y
encantador que me dolió el corazón por el anhelo.
—Estoy tan orgullosa de él. —Luego, como si se hubiera dado cuenta
de que había dicho algo malo, dejó de sonreír y me miró fijamente—.
Entonces, ¿estás buscando alguna dirección?
—Supongo que sí. Principalmente estoy aquí para contentar a Gavin.
No veo cómo hablar va a arreglar mi vida.
Asintió con la cabeza. Por la expresión de su cara entendí que no era
la primera vez que escuchaba un argumento como este.
—Bueno, ¿qué crees que te impide averiguar qué hacer a
continuación en tu vida?
Los sueños. La pena. El sentimiento de que no pertenezco al país que
pasé casi doce años protegiendo. Me encogí de hombros.
—No lo sé.
Sus ojos se entrecerraron, y de nuevo, sentí que ella ya había
escuchado todo esto antes. Fue entonces cuando me di cuenta de que me
trataba como a un paciente y no como a un viejo amigo. La ira me hervía en
las tripas. No era como los otros pacientes. Puede que ellos también
tuvieran problemas para dormir o se sintieran desplazados y perdidos, pero
¿cuántos se habían acostado con ella? ¿Cuántos conocían cada centímetro
de su suave y aterciopelada piel?
—¿Qué pasa? —preguntó.
—¿A qué te refieres? —Intenté mantener un nivel de voz tranquilo.
Sereno.
—La expresión de tu cara ha cambiado. ¿Estás enfadado o molesto
por algo?
Negué con la cabeza.
—Solo estoy esperando a que me digas que puedo marcharse, así
podré decirle a Gavin que lo intenté a su manera. —Excepto, que estarías
mintiendo.
Un destello de calor candente se disparó en mi estómago.
—No me conoces. —Como la energía caliente era demasiado para
contenerla sentado, me levanté y empecé a caminar.
—Sé que realmente no le has dado una oportunidad a esto. Sé que
tienes algunos sentimientos intensos que no me estás contando.
Me giré para mirarla a la cara.
—¿Quieres saber lo que siento?
Asintió. Lucía elegante y profesional con esa falda oscura y esa
camisa lisa que debería parecer aburrida, pero que en sus curvas era
demasiado sexy.
Me incliné sobre ella, poniendo mis manos en los brazos de su silla.
—Me cabrea que puedas sentarte en esta silla y actuar así. La última
vez te follé hasta que gritaste mi nombre.
No se acobardó, pero me miró con esos intensos ojos dorados.
—Sé que esto es incómodo, pero estás aquí para ver a un profesional.
Estoy siendo profesional. Si quieres follar con alguien, tendrás que ir a otro
sitio.
Me reí de forma un tanto sarcástica mientras me alejaba y me
acercaba al otro lado de la habitación.
—Sabía que esto sería un error.
—¿Por qué? —¿Cómo podía hablar con tanta indiferencia? Aun así,
tenía razón. Yo estaba allí para recibir ayuda profesional. Pero no me
gustaba que ella, una mujer a la que amaba usara su mierda psicológica
conmigo. Intentando controlar mi ira, me senté en el sofá.
—Porque hablar no cambia nada.
—Hay gente que no está de acuerdo contigo.
—¿Me vas a devolver a los compañeros que perdí? ¿A mi perro? —
Mierda, no quería hablar de eso.
Sus ojos se suavizaron.
—No, pero puede ayudarte a superar el dolor. Siento tu pérdida, Rafe.
La forma en la que dijo mi nombre sonaba como la vieja Summer, no
como la terapeuta profesional Summer. De todas formas…
—Todos lo sienten, pero aun así se han ido.
Ella asintió.
—Sé que has hablado con Gavin, pero ¿has hablado con los demás?
Sacudí la cabeza.
—¿Por qué no lo intentas? Date un mes para hablar con alguien.
Tenemos un grupo que se reúne dos veces a la semana con otros hombres
que entienden los desafíos por los que estás pasando.
—¿Y de qué vamos a hablar? —Parecía una pérdida de tiempo, pero
estaba claro que, si no necesitara un cambio, no estaría allí.
—¿Por qué no empezamos con el hecho de que estás enfadado
conmigo por no follarte ahora mismo, cuando me dijiste que siguiera
adelante y ni siquiera te has molestado en decirme que volvías a casa?
Me sorprendió su declaración, y me pregunté si era una verdadera
pregunta de asesoramiento. Por otra parte, tenía razón. Era un imbécil. Por
eso no le dije, ni a ella ni a nadie, que estaba en casa. No quería todo eso de:
«Bienvenido a casa, gracias por servir a nuestro país de mierda».
—Tienes razón. Lo siento.
Ella asintió con la cabeza.
—Eso no responde a mi pregunta.
—No recuerdo que fueras tan mandona.
Ladeó la cabeza.
—Estás molesto porque no estoy actuando como Summer, tu amiga.
El comentario picó porque pensaba que habíamos sido más que
amigos.
—Me está costando acostumbrarme.
Me miró fijamente durante un rato.
—Todo lo que tenías que hacer era preguntarle a Gavin cómo
localizarme, y yo habría estado ahí, como tu amiga. Pero en esta oficina mi
trabajo es ayudar a los veteranos como tú a ordenar sus vidas.
Suspiré.
—Ya no pertenezco a este lugar.
Me estudió durante unos minutos.
—¿Te refieres a Hope?
—Me refiero a cualquier parte. Excepto en medio de una guerra.
¿Cómo de jodido es eso?
—Es una mierda —estuvo de acuerdo—. Y no es raro. No lo digo
para hacerte sentir mejor, solo para que sepas que es una experiencia común
entre los veteranos que pasan tanto tiempo en zonas de guerra.
Tenía razón, no me hizo sentir mejor.
—Entonces, ¿cómo lo superan?
—Hablando de ello.
Eso era un montón de mierda, pero estaba dispuesto a ello si eso
significaba ver a Summer de vez en cuando.
—Claro. ¿De qué hablamos?
Suspiró y dejó el cuaderno a un lado.
—La cosa es, Rafe, que tienes razón en que esto es extraño porque te
conozco de una forma íntima. Por eso, no sería ético que yo fuera tu
consejera.
—¿Qué? ¿Me estás dejando? ¿Es porque me enfadé?
—No estoy renunciando. Hay excelentes consejeros aquí que pueden
ayudarte.
Ya estaba negando con la cabeza antes de que pudiese terminar de
hablar.
—No quiero hablar con extraños. Tú me conoces.
—Ese es el problema.
—¿Quién mejor para ayudarme que alguien que conoce toda mi
historia? Conoces mis demonios. El asesoramiento es una mierda si dices
que no puedes ayudarme.
—Necesitas una persona neutral. Yo no soy neutral.
No estoy seguro de por qué, pero me gustó oír eso. Neutral
significaba sin emociones. Si no era neutral, es que sentía algo. Aunque
fuera ira, lo aceptaría.
—Eres tú o nadie.
—Rafe…
Me encogí de hombros tranquilamente.
—Te veo a ti, o no veo a nadie.
—Lo nuestro solo puede ser algo profesional.
—Claro. Por supuesto. —Sin embargo, ya había tenido la visión de
inclinarla sobre su escritorio y follarla por detrás. Realmente, era un
imbécil.
Se levantó y se fue a su escritorio. Me levanté del sofá y me paré
frente a ella. Mientras miraba su calendario escaneé la oficina tratando de
averiguar cómo era ahora su vida. Mi mirada se detuvo en una foto de una
niña pequeña.
La cogí.
—¿Quién es?
Por un momento pareció un cervatillo atrapado frente a faros de un
coche. Respiró hondo.
—Es mi hija.
¿Qué coño…? Sus palabras fueron como una patada en el estómago.
Otro hombre la había amado. Habían tenido un niño juntos. Me enfadé
conmigo mismo porque, ¿no era eso lo que quería para ella? ¿No le había
dicho que eso era lo que tenía que hacer?
—¿Quién es el afortunado?
—Solo estamos Emma y yo.
Emma. Era un nombre bonito. Me hizo pensar en mi abuela. Luego
fruncí el ceño. ¿Dónde estaba el padre? ¿Por qué estaban ella y su hija
solas? ¿Era un imbécil? ¿Le había hecho daño? La idea de que eso fuese
cierto envió una rabia asesina por todo mi cuerpo. No sacrifiqué mi corazón
solo para que otro imbécil pudiera romper el suyo.
Se acercó a mí y me quitó la foto de las manos, dejándola de nuevo
sobre la mesa.
—Tenemos un grupo mañana al que creo que deberías venir. No
tienes que hablar, pero creo que será bueno para ti escuchar sus historias. —
Me dio un trozo de papel—. Después, puedo programar una sesión para ti.
Una sesión.
—Vaya, gracias doctora.
Sonrió un poco.
—Rafe, este es mi trabajo.
Imbécil.
—Está bien. Lo siento.
Volvió a su escritorio y se dirigió hacia la puerta. Supongo que era la
señal de que mi tiempo se había acabado.
Cuando llegó hasta el pomo, le impedí que abriese la puerta.
Estábamos cerca. Lo suficientemente cerca como para poder oler su dulce
aroma y sentir su calor. Me recordó esas seis semanas en la que la tuve
entre mis brazos.
Extendí la mano y jugué con un rizo de su pelo rubio.
—Mi dulce Summer.
Sus ojos brillaban con calor, y me alegré por ver, por fin, algo de lo
que habíamos tenido. Antes de que pudiera recordarme otra vez que era una
profesional, dejé caer la mano y le dejé abrir la puerta.
Al salir del hospital de veteranos, me di cuenta de que, por primera
vez en cinco años, no sentía que mi corazón no era más que un trozo de
plomo que tenía dentro del pecho. Mi dulce Summer me había traído un
poco de calor y de luz. Seguía siendo un imbécil que no era lo
suficientemente bueno para ella. Necesitaba recordarlo.
Capítulo 3

Summer
Me llevó un buen cuarto de hora recuperarme una vez que Rafe se marchó.
No era solo por el shock ante su repentina aparición, sino por lo que ese
hombre transmitía. Siempre había habido algo en él que lo hacía destacar,
pero ahora era aún más fuerte. Parecía más grande, más oscuro, más
intenso. Y, santo cielo, más sexi que nunca. Se había enfadado por mi
profesionalidad. Si hubiera sabido que todo el tiempo me lo imaginé
desnudo mientras montaba sobre su polla gigante en el sofá…
Me reí porque no había pensado mucho en el sexo en los últimos
cinco años. Aunque había tenido algunas oportunidades, incluyendo una
propuesta de Jacob, no había estado interesada. Cuando necesitaba un poco
de alivio sexual, me ocupaba de ello yo misma. Cuando lo hacía, Rafe
siempre era la estrella del espectáculo.
Luego llegó el pánico al ver la foto de Emma. Se parecía tanto a él
que no sabía cómo no había sumado dos más dos. Afortunadamente, no lo
hizo. Ese pensamiento me hizo sentir culpable porque él tenía derecho a
saber la verdad. Pero hasta que no estuviera bien mentalmente y supiese qué
quería hacer con su vida, no le diría nada. Tenía que proteger a mi niña.
Al final, puse mis emociones y hormonas en orden y pude continuar
con el resto del día. Me fui una hora antes para poder visitar a mi hermano
antes de recoger a Emma de la guardería. Tenía algunas preguntas sobre su
contacto con Rafe y por qué nunca me había dicho nada al respecto.
Llegué a su restaurante, que estaba a las afueras de la ciudad, en la
curva del río. Estaba muy orgullosa de él, no solo por su éxito en los
negocios, sino también por cómo había sido capaz de organizar su vida y
luchar contra sus demonios todos los días para ser el hombre que quería
llegar a ser.
Tuve mis dudas cuando compró el restaurante con zona de bar
incluida. Como alcohólico en recuperación que era, trabajar con bebidas
alcohólicas no parecía una buena idea, pero, hasta ahora, todo había ido
bien. No había vuelto a probar nada desde que nació Emma.
Entré y vi a un grupo de hombres parados haciendo un círculo. La
tensión se palpaba en el ambiente, aunque a simple vista no podía entender
qué estaba pasando.
—Lester, no quiere beber —le decía mi hermano a Lester Smalls.
Lester estaba bien, excepto cuando bebía. Entonces, era un imbécil.
—Solo quiero darle las gracias por su servicio. —Lester extendió el
brazo como si quisiera acariciar a alguien. Ese «alguien» era Rafe, cuyos
ojos danzaban por la habitación como si buscase algo, y su respiración era
dura y superficial. Oh, Dios, estaba teniendo un ataque de pánico.
—Te lo agradece, pero no quiere beber. Ahora, por favor, déjalo en
paz. —Mi hermano tenía los ojos puestos en Rafe y en Lester, mientras que
el resto de los hombres se quedaban quietos, mirándolos. Como si Rafe
fuera un espectáculo digno de ver.
Quería correr hacia él y abrazarlo, apartarlo de todo esto y llevarlo a
algún lugar en el que pudiese calmarlo. Pero sabía que tocarlo solo
empeoraría las cosas. Necesitaba menos estimulación ahora mismo, no más.
—¿Qué pasa con vosotros, marines maricas? ¿No aguantáis la
bebida? —se burló Lester.
Caminé hasta colocarme al lado de mi hermano. Esperaba que Rafe
me viera y, así, poder guiarlo fuera del restaurante.
Mi hermano no apartó la vista de Rafe, pero me reconoció.
—¿Puedes ayudarlo?
—Lo intentaré. Por fin había podido leer el expediente de Rafe:
padecía pesadillas, ansiedad y depresión. No estaba tomando ningún
medicamento que lo ayudase a controlar todo eso. La persona que lo
atendió cuando llamó dejó anotado que Rafe se resistía a cualquier ayuda
medicinal. Supuse que eso tenía algo que ver con sus padres y a su deseo de
no terminar como ellos. Por supuesto, la medicación para manejar las
emociones estaba muy lejos del fentanyl.
Rafe apartó la vista de Lester y la fijó en la puerta, como si estuviera
evaluando lo lejos que estaba.
—Rafe —lo llamé suave y con calma. Giró la cabeza en mi dirección
de inmediato y me sostuvo la mirada.
Sonreí y empecé a caminar despacio hacia él, con la mano extendida.
La miró como si tuviera piojos, hasta que finalmente extendió la suya y me
la cogió.
—¿Qué tal si nos vamos de aquí?
Tragó con fuerza y asintió con la cabeza.
—No puedo ayudarte si lo que quieres es un bonito trasero —se burló
Lester. Rafe se puso tenso y le lanzó a Lester una mirada dura y fría.
—Lester, te voy a prohibir la entrada si no dejas de ser un maldito
imbécil —dijo mi hermano—. Sácalo de aquí —me susurro.
Con un suave tirón, conduje a Rafe fuera. Una vez allí, inhaló una
respiración profunda.
—Joder.
Luego, empezó a caminar por la calle River, supongo que hacia la
casa de su abuela. Parecía haber olvidado que yo estaba a su lado, pero lo
seguí igualmente. Aunque no abrí la boca, dándole así el espacio que
necesitaba para despejar su cabeza.
Por fin, llegamos a casa de su abuela, pero no entró. En vez de eso,
rodeó la casa en dirección al río. Cuando iba por mitad del camino, empezó
a desnudarse. Primero se quitó la camisa, mostrando una amplia espalda
esculpida que se estrechaba hasta una cintura delgada. Luego, se quitó los
zapatos y los calcetines. Le siguieron los vaqueros. Por último, cuando ya
estaba cerca del agua, se quitó los calzoncillos.
Era un hombre que luchaba contra sus demonios internos, pero no
pude evitar que las imágenes carnales se reprodujeran en mi cerebro una
tras otra. Era muy sexy, con los músculos duros y cincelados y un culo
perfecto. Solo con mirarlo hacía que todas mis partes femeninas cobraran
vida en un deseo desenfrenado.
Se zambulló en el agua sin ni siquiera mirar atrás, lo que hizo que me
preguntara si había olvidado que yo estaba ahí con él. Cuando no subió
enseguida, me preocupé por cuáles serían sus intenciones.
—Mierda. —Empecé a sacar mi teléfono móvil para llamar al 911
antes de entrar al agua a por él, pero, entonces, salió a la superficie, rodó
sobre su espalda y flotó. Viendo que estaba bien, guardé el teléfono en su
sitio. Recogí la ropa, la doblé y la coloqué sobre una roca cerca de la orilla
del agua. Busqué un lugar en el que pudiese sentarme a esperarlo.
Tras un rato, nadó hasta la orilla y comenzó a salir del agua como si
fuese el mismísimo James Bond, excepto que Rafe no llevaba bañador.
Estaba gloriosamente desnudo. Aun cuando no estaba totalmente
empalmado, su polla era de un tamaño considerable.
Me vio y sonrió.
—¿Disfrutando de la vista?
La verdad es que sí, pero su tono no era juguetón. Tenía un deje
borde, parecido a la ira. O, tal vez, estaba ocultando su vergüenza por haber
sido vulnerable. Su cara tenía una expresión como si me desafiara a
responder. No quería entrar en su juego, por lo que me concentré en su cara
mientras se acercaba a mí.
Sabía que tenía que elegir bien mis siguientes palabras. No le gustaría
que le preguntase si estaba bien. Y, estaba segura, tampoco le gustaría que
le preguntase si lo de zambullirse en el río era uno de sus mecanismos de
supervivencia. Aunque algo me decía que su mecanismo de supervivencia
era el ejercicio, porque no tenía nada de grasa en el cuerpo.
—¿Puedo traerte algo? —Le pregunté por fin.
Se encogió de hombros cuando se detuvo delante de mí, todavía
desnudo y goteando agua. Podría haber sido sexi si no estuviese irradiando
ira por cada poro de su piel. En realidad, seguía siendo sexi.
—¿Quieres que me vaya? —Le pregunté.
Él sonrió.
—La última vez que estuvimos aquí te quité la virginidad. ¿Recuerdas
ese verano?
—Me acuerdo. —Estaba orgullosa de que mi voz se mantuviese fría y
profesional.
Sus ojos brillaban con fastidio, una clara señal de que no le gustaba
que yo no mordiese el anzuelo. Agarró su ropa y se dirigió a la casa. Lo
seguí adentro, deseando que se tapara. Al menos, con sus calzoncillos. Y, tal
vez, la camisa.
Dentro cogió un vaso, lo llenó de agua y se lo bebió de un trago.
Respiró hondo unas cuantas veces y pude apreciar que la tensión
comenzaba a disminuir.
—Tengo algo de comida, por si quieres cenar.
Su comentario me sorprendió, y una parte de mí deseaba poder
quedarse. Incluso me pregunté si planeaba cocinar y servirme mientras
estaba desnudo. Pero sacudí la cabeza.
—Necesito recoger a Emma.
—Es verdad, ahora eres madre.
Y tú eres padre. Me sentía culpable por no haberle dicho nada en el
despacho. Pero después de lo que acababa de presenciar sentía que
necesitaba evaluarlo más antes de exponerlo ante Emma.
Las personas con trastorno de estrés postraumático no eran
automáticamente violentas. De hecho, la mayoría no lo eran, pero se
encerraban en sí mismos, como Rafe en el restaurante. Pero eso no
significaba que no pudiesen ser violentos o volátiles. Necesitaba
asegurarme primero antes de contarle lo de Emma. Tenía derecho a saberlo,
eso estaba claro, pero mi trabajo era proteger a Emma. Para mí, eso era lo
primero.
—Lo soy.
Sonrió de una forma un tanto burlona.
—Tienes tu pequeña y feliz vida.
La rabia se apoderó de mí. No pude evitar que mi voz sonara dura.
—Nunca desestimes mi vida. —Me di la vuelta para irme.
—Yo te di esa vida. —Me rugió.
Dejé de andar y me di la vuelta, despacio, sin estar segura de lo que
quería decir. ¿Se refería a Emma? ¿Lo sabía? ¿O se refería a cuando se fue
y me dijo que siguiera adelante? ¿O que, por ser soldado, nos había dado a
todos la habilidad de tener unas vidas seguras? Daba igual cuál fuese la
pregunta, tenía razón en todas.
—Gracias. —Volví a darme la vuelta dispuesta a marcharme.
—Gracias por tu servicio... ¿Eso es todo lo que recibo por tu parte?
—preguntó como abatido.
Con la mano en la puerta, le dije:
—¿Qué quieres, Rafe?
—Joder. —La palabra le salió como si estuviera exasperado.
Cansado.
Cuando no dijo nada más, abrí la puerta.
—Summer. —Me detuve de nuevo y lo miré por encima del hombro
— ¿Fue bueno contigo? ¿El padre de tu hija?
Asentí con la cabeza.
—Sí, lo fue. —La culpa y la tristeza inundaron mis sentidos cuando
me di cuenta de lo que había querido decir cuando había dicho que él me
había dado mi vida. Se había alejado de mí cuando no quería. Pero, ahora,
teníamos que vivir con esas decisiones. Salí por la puerta para volver a la
ciudad. Quería hablar con mi hermano, pero, en vez de eso, me subí al
coche y fui a recoger a Emma. Ella era ahora mi vida.
—¿Mamá? —Estábamos las dos terminando de cenar—. ¿Podemos
pintar con los dedos?
Por dentro me acobardé. No quería tener que lidiar con un lío así.
Había leído muchos libros sobre cómo ser una buena madre, y uno hablaba
de la importancia del juego táctil. Así que teníamos pinturas de dedos, una
bandeja de arena, una mesa de agua en el porche trasero y, la más fácil de
limpiar de todas, plastilina casera que Emma había hecho.
—¿Qué tal la plastilina?
Se lo pensó durante unos segundos.
—Está bien.
Una vez que limpié la mesa, le hice espacio y saqué los tarros.
—¿Juegas conmigo, mamá?
—Por supuesto. —Me senté a su lado y saqué un trozo de masa verde.
Hice una bola con él y lo aplasté con las manos. Tenía que admitir que
había algo catártico en ello.
Emma hizo bolas pequeñas, alineándolas delante de ella. Luego,
comenzó a enrollar tiras más largas que parecían serpientes. Empezó a
ensamblarlas en lo que parecían ser personas de palo.
—¿Qué estás haciendo, Em?
—Esto es una familia. Aquí está la mamá. —Señaló a una de las
personas—. Y aquí está el bebé.
—¿Qué es esto? —Señalé a una tercera persona.
—Este es el papá. —Me miró—. Chloe tiene un papá, pero yo no.
Traté de sonreír, pero por dentro sentí que me moría un poco. No era
la primera vez que decía algo sobre lo de no tener un papá. Había
conseguido eludir el tema siempre que lo sacaba a colación. Algo que,
estaba segura, los expertos en el tema no lo verían con buenos ojos.
No quería mentirle y, aun así, no podía decirle la verdad. Nadie en
Hope sabía lo mío y mi aventura con Rafe ese verano. Mucho menos que él
era el padre de Emma. Y, por mucho que quisiera contárselo, no podía
confiar en que no se lo diera a los demás.
—Tienes un padre, pero no está aquí.
—¿No le gusto? —Sus pequeñas cejas se juntaron. Me estaba
matando.
—Oh, cariño. —Tomé sus pequeñas manos entre las mías y me
aseguré de que tenía toda su atención—. El hecho de que tu padre se fuera
no tiene nada que ver contigo.
—Entonces, ¿por qué?
Suspiré.
—Porque tenía que ser así. Pero sé que él te querría igual que te
quiero yo. —El Rafe que había visto hoy no parecía particularmente
paternal, pero estaba lidiando con un montón de cosas que tenían una
enorme carga emocional. Tenía que creer que parte del dulce y cariñoso
hombre que había conocido antes seguía ahí, y que amaría a su hija. Pero no
podía probar esa teoría. Al menos, no todavía.
—¿Puede el tío Gavin ser mi papá?
Me reí.
—No. Va a ser el papá de otro niño cuando la tía Lainey tenga su
bebé. Pero puede ser tu tío y los tíos, a veces, hacen lo que hacen los papás.
—No te besa y te duerme cuando estás en la cama.
Resoplé. Los niños tenían una interesante visión del mundo.
—Bueno, no, pero él y tu yayo te llevan alguna veces al parque. Y
juegan contigo.
Consideró lo que le decía y terminó asintiendo con la cabeza. Luego,
volvió a su plastilina. Yo sonreí mientras la miraba. Ser su madre podía no
ser emocionante. Mi vida podía ser simple. Y Dios sabía que no era
perfecta. Pero era buena. Lo único que faltaba era Rafe. Pero hasta que
pusiese en orden su cabeza y su vida, podía estarle agradecida por darme el
mejor regalo de todos; Emma.
Capítulo 4

Rafe
En retrospectiva, caminar desnudo frente a Summer podía no haber sido la
mejor de las ideas. O es que, simplemente, era un imbécil con ella.
En mi defensa diré que estaba tan concentrado en terminar con la ira
que me consumía que apenas noté que ella estaba allí. Bueno, eso no fue del
todo cierto. Sabía que estaba ahí, y eso me reconfortaba. Como si, aunque
sintiera que estuviera al borde de perderme, ella estaba ahí para atraparme si
lo hacía.
Tengo que agradecerle que no intentase hablar conmigo acerca de mis
sentimientos. Se limitó a seguirme hasta casa y dejar que yo lidiase con
ellos como quisiese, que en ese momento consistió en sumergirme desnudo
en el agua fría.
Mientras algunos veteranos tomaban drogas o bebían, yo hacía
ejercicio o me zambullía en el agua fría, para ayudarme a lidiar con la
ansiedad abrumadora que me golpeaba sin razón aparente: un sonido, un
avión a reacción o un helicóptero, una voz agresiva o un gilipollas como
Lester Smalls.
Todo eso, mezclado con el confort que la presencia de Summer
ejercía sobre mí, me sentí como un debilucho. En mi mente sabía que nada
de aquello era cierto. Sabía que mi situación era la misma que la de miles
de veteranos a lo largo de la historia. Pero en mi corazón, en mis entrañas,
sentía que debía de ser más fuerte que eso. Yo era un marine, cojones.
Como no podía soportar que me viese así, la ataqué hablándole de
sexo. Me pasé una mano por la cara exasperado; también lo había hecho en
su oficina, cuando la acorralé en su silla. Realmente había sido un imbécil.
Más tarde, cuando no pudo quedarse por su hija, los celos me hicieron
arremeter de nuevo. Alguien había cogido lo que debería de haber sido mío.
Sí, la abandoné y le dije que siguiera adelante, pero eso no hacía que
doliese menos el hecho de que alguien había cogido lo que podría haber
sido mío si yo hubiese tomado una decisión diferente. Y, ahora, era
demasiado tarde porque, aunque ese chico se había marchado yo todavía no
era lo suficientemente bueno para alguien tan dulce y pura como Summer.
Me duché y me vestí. Luego, me preparé un sándwich para cenar y
contemplé la posibilidad de subirme en mi coche, el primero que tenía
desde que me uní a los Marines, y conducir hacia el oeste hasta que la
carretera terminase. Suponía que eso sería California.
Un golpe en la puerta me hizo regresar al presente. Por un momento
me pregunté si sería Summer, pero luego recordé que tenía una hija. Tenía
cosas más importantes de las que preocuparse que yo.
—Soy Gavin. —La puerta se abrió y la cabeza de Gavin asomó por
ella—. ¿Estás decente?
Por un momento me pregunté si estaría al tanto de mi exhibición
frente a su hermana.
—Lo estoy ahora.
—¿Te das un chapuzón desnudo? —Gavin conocía mis métodos para
lidiar con las emociones.
—Así es.
Me miró enarcando una ceja.
—¿Te vio Summer? —Se sentó en una de las viejas sillas que, desde
luego, necesitaban ser tapizadas de nuevo.
—En toda mi gloria. —Levanté la lata de refresco que llevaba en la
mano a modo de saludo.
—Jesús, Rafe. —Sacudió la cabeza—. Bueno, al menos, no fue al
revés. Tendría que darte una paliza si la vieras en toda su gloria.
No puede evitar reírme por dentro. Si él supiera...
—Lo tendré en cuenta.
La cara de Gavin se volvió seria.
—Pero ¿estás bien?
—Sí. —Lo miré fijamente por un momento—. No me dijiste que
Summer trabajaba en la Administración de Veteranos. Ni que tenía una hija.
Gavin se sentó. Me di cuenta de que, si quería ser un buen anfitrión,
tenía que ofrecerle un refresco. Estaba a punto de hacerlo cuando él me
respondió:
—No lo hice... Supongo que porque la mayor parte de nuestras
charlas giraban en torno a ti.
Ahora me sentía culpable. No solo había sido un imbécil; había sido
un imbécil egoísta y egocéntrico.
—No estaba seguro de que fueras a verla. No estaría bien que ella
fuera tu consejera ya que sois amigos. Por lo menos, ella no pudo
atenderme a mí porque soy su hermano. Supuse que no te encontrarías con
ella.
Decidí no contarle cómo la había intimidado para que fuese mi
consejera.
—¿Qué hay de la niña? ¿Quién es el padre? —Esperaba que se
hubiese ido de la ciudad porque, si no, tendría que darle una paliza.
Gavin se encogió de hombros.
—Ella nunca lo dijo. Tengo la impresión de que lo conoció en
Richmond cuando estaba en la escuela.
—Entonces, ¿no está por aquí? —Me pregunté durante un minuto si
ya estaba embarazada ese verano. Dijo que no teníamos que preocuparnos
por el embarazo mientras lo estábamos haciendo. Pero, entonces, recordé
que era virgen, y estaba bastante seguro de que eso era cierto, porque estaba
gloriosamente apretada la primera vez que lo hicimos. Supuse que eso solo
significaba que estaba preparada para seguir adelante una vez me marché.
Gavin sacudió la cabeza.
—Era militar, por lo visto. Pero lo llamaron para volver. Aunque no
estoy seguro del todo. No tengo todos los detalles, ya que no era yo mismo
en ese momento, pero Emma... Ay, Emma.… espero que mi hijo sea tan
bueno como ella.
Por un momento, pensé que se refería a mí cuando habló del padre de
su bebé. Estaba claro que no tenía ni idea de lo que pasó entre nosotros hace
cinco años porque, de haber sido así, me habría dado una paliza y no me
estaría ayudando a aclimatarme. Pero inmediatamente rechacé esa idea.
Summer era el tipo de mujer que me lo habría dicho.
—Bueno, con Lainey como madre ¿cómo te trata la vida?
Gavin sonrió.
—¿Te estás compadeciendo de mí, Rafe?
—Eso es lo que hacen los amigos. —Fue agradable sentarse con él.
Casi como cuando éramos niños antes de aprender lo destructivo que podía
llegar a ser el mundo—. ¿Quieres ir a pescar?
—Pensé que nunca lo preguntarías.

Hubo momentos en los que me sentí normal. Sentado en la orilla del río
pescando con Gavin tuve un vistazo de cómo podía ser mi vida. En Gavin
vi a un hombre que estaba destrozado por la guerra pero que le decía:
«jódete» a sus demonios y vivía una vida feliz. Me juró que todo se debía a
una esposa y a una familia que lo querían, reuniones diarias de alcohólicos
anónimos y grupos semanales en la asociación de veteranos, aunque no en
la que dirige Summer.
Todavía no conseguía ver cómo hablar podía hacer algo más que
agitar todo el horror del que intentaba escapar, pero mi plan actual no estaba
funcionando, así que pensé que, por lo menos, tenía que intentarlo. Si lo
conseguía, tal vez, mi ciudad natal e, incluso, mi propia casa, no las sentiría
tan ajenas a mí. Quizás podría encontrar la paz y construir una familia como
la de Gavin.
Los ojos dorados de Summer y su hermosa sonrisa acudieron a mi
mente. Pero no me permitiría creer que cualquier familia que pudiera crear
la incluiría a ella, aunque mi alma así lo anhelara.
Esa noche me fui a la cama cansado, pero, por una vez, no del todo
emocionado, lo cual era algo positivo teniendo en cuenta el periodo de
ansiedad que había vivido. Mi dormitorio era lo único diferente que había
en la casa de cuando era pequeño.
Al crecer, me di cuenta de que necesitaba una cama más grande que la
individual que tenía. La cama king size ocupaba la mayor parte de la
habitación, pero tenía espacio para una mesita de noche y una cómoda.
¿Qué más cosas se necesitaban en un dormitorio?
Una vez en la cama, abrí el cajón de la mesilla de noche y saqué la
foto que Summer me dio hace cinco años. Cuando me lo dio estaba un poco
molesto porque solo era otro acto que sugería que ella quería más de las seis
semanas que podía darle. Ahora sé por qué me lo dio: un talismán para
recordar lo bueno cuando las cosas iban mal.
En la foto, sus ondas rubias danzaban libres alrededor de su cara, sus
ojos color avellana brillaban como el oro y sus labios rosados mantenían
una sonrisa de lo más sexi. Llevé esa foto conmigo a través del polvo y el
calor de Irak. Una parte de mí se preguntaba qué pensaría la gente en casa si
yo muriese y me encontrasen con la foto. Pero era como un salvavidas para
mi cordura, así que se quedó conmigo. Siempre.
Y ahora acudiría a ella para recibir asesoramiento. De alguna manera,
me era rato compartir con ella el terror que existía en mi cabeza, pero, por
otra parte, lo veía como algo natural. Ella era la única persona con la que
me sentía seguro para compartir todo lo que pasaba por mi cabeza. El único
problema sería mantener mi libido bajo control cuando me reuniera con
ella.
Mi polla se sacudió y comenzó a crecer con solo pensar en ello. Hubo
un tiempo en el que llegué a pensar que también estaba roto en ese aspecto,
pero solo con pensar en Summer cobraba vida propia. Cerré los ojos y
pensé en aquella primera vez en la orilla del río, cuando me dejó ser el
primero.
Me di cuenta de que, aunque no fuera lo suficientemente bueno para
Summer, ella era lo suficientemente buena para mí. La pregunta era,
¿podría ser el hombre que era antes y alejarme, o era un bastardo egoísta
que tomaría lo que necesitaba de ella? 
Capítulo 5

Summer
Mi trabajo podía ser mentalmente agotador y, aunque criar a una niña como
madre soltera era difícil, también ayudaba a compensar algunas de las penas
que tenía que soportar en el trabajo. A su cuatro años, Emma era una delicia
por su naturaleza inquisitiva y curiosa, por su dulce disposición y por su
corazón completamente abierto. También podía ser un poco mandona, pero
los libros de desarrollo infantil decían que eso era algo normal.
Así que, después de una mañana discutiendo con ella sobre a dónde
podríamos viajar para encontrar un verdadero Unicornio, me dirigí al
trabajo, lista para enfrentarme a un nuevo día y, con suerte, también a Rafe.
Después de lo de ayer, no estaba segura de que él quisiera ir a la sesión de
grupo o a la mía privada.
La respuesta habitual de la gente con traumas emocionales y
psicológicos era la evasión, lo cual tenía sentido. Pedirles a las personas
traumatizadas que hablaran de sus problemas era como pedirles que
volvieran a experimentar el trauma, el dolor, el miedo y la pena de nuevo.
Pero, fue a través de enfrentarse a ellos y de superar los demonios, que
estos veteranos pudieron llevar una vida algo normal.
Rafe no solo se presentó, sino que parecía receptivo. Me dedicó una
sonrisa cuando me vio, pero, por lo demás, no me habló. Me molestó un
poco, pero a lo mejor era porque se había tomado mi charla de ser
profesional en serio. O a lo mejor es que todavía estaba molesto conmigo
por ser testigo del ataque de pánico que tuvo el día anterior.
El grupo fue como siempre. Simon, un veterano de Vietnam estaba
teniendo dificultades para hacer frente a la muerte de su esposa por cáncer
hacía unos cuantos meses.
—Ella siempre se anticipaba a mis problemas. Me he dado cuenta de
que solo quiero quedarme en casa y esconderme de todo esto otra vez.
Los demás miembros asintieron con la cabeza, y algunos se
ofrecieron a ayudarle con sus necesidades, como ir de compras con él.
Rafe no compartió nada, excepto su presentación. Sus antecedentes
como adiestrador de perros en la Policía Militar de los Marines parecían
interesar a muchos de ellos, pero el cambio de comportamiento de Rafe,
cuando se le preguntó sobre su perro, dio a entender que era un tema difícil.
Como era su primera vez, nadie, incluyéndome a mí, lo presionó
demasiado.
Después de la sesión, le dije a Rafe que se reuniera conmigo en mi
oficina. Tenía que hacer una parada rápida y rellenar mi taza de café. Estaba
esperándome en la puerta cuando llegué.
—¿Qué te ha parecido el grupo? —le pregunté mientras abría la
puerta y lo dejaba entrar.
Se encogió de hombros.
—Parece un buen grupo de gente.
Le indiqué que se sentara en el sofá mientras cerraba la puerta.
—Todos se enfrentan a retos similares a los suyos. Como Gavin.
—Simplemente, lo ocultan mejor que yo, ¿no?
Me senté en la silla frente a él.
—No. No necesariamente. Todavía tienen momentos, como tú lo
tuviste ayer, pero tienen menos. También pueden anticiparse a ellos y
evitarlos de la mejor forma posible.
—Entonces, ¿cómo funciona esto? —Cruzó el tobillo sobre la rodilla.
—¿Qué tal si empezamos con lo que pasó ayer?
—¿Qué quieres saber? —preguntó de forma despreocupada, pero
pude ver la molestia en sus ojos.
—¿Qué te provocó la ansiedad?
—Lester Smalls me insultó a la cara. —Asentí con la cabeza. La
verdad es que Lester Smalls también me cabreaba—. Odio toda esa mierda
de: «déjame invitarte a un trago para agradecerte tu servicio». Pero la
mayoría de la gente no intenta obligarme a tomar una copa con ellos.
—¿Porque todo el mundo debería de saber que no bebes? —A pesar
de que se marchó hace ya años, la mayoría de la gente de Hope que creció
con nosotros sabía que Rafe se había mantenido alejado del alcohol y de las
drogas después de lo que esto les había hecho a sus padres.
—Porque es grosero —contestó.
—Conoces a Lester y sabes cómo es. ¿Por qué te ha fastidiado tanto
esta vez? —Rafe se encogió de hombros. Pude ver la tensión aumentando
mientras apretaba la mandíbula. Volveríamos a eso más tarde—. Meterte en
el río. ¿Esa es tu manera de afrontarlo?
—Esa o ir a correr. Algo físico.
Asentí con la cabeza.
—¿Y funciona?
—Sí.
—Si no hubiera estado allí ayer, ¿qué habría pasado?
Frunció el ceño.
—No lo sé.
—¿Habrías sido capaz de salir y bucear en el río?
—Probablemente. Gavin me habría sacado.
—¿Y si no lo hubiera hecho?
—No lo sé. —La tensión en su voz se disparó.
Lo estudié.
—¿Alguna vez no has sido capaz de salir, de ir a nadar o de hacer
ejercicio?
Inhaló hondo.
—Una vez, hace un tiempo. No estoy realmente interesado en hablar
de ello.
—¿Por qué?
—Porque soy un hombre al que no le gusta airear sus debilidades. —
Se puso de pie y comenzó a caminar por la estancia.
—¿Te pones violento?
Se giró en redondo para enfrentar su mirada con la mía.
—¿Crees que soy un hombre violento?
Intenté mantener mi tono de voz y mi expresión facial neutras, pero
me odiaba por empujarle a hacer aquello, aunque sabía que lo necesitaba.
—Eres grande y fuerte, y estás entrenado para la violencia.
Se rio de forma un tanto sarcástica.
—Ojalá me pusiese violento. —En cuanto esas palabras salieron de
sus labios fue como si se quitara un gran peso de encima. Fue hasta el sofá
y se sentó en él de nuevo—. No. No me pongo violento. Me convierto en
una persona muy débil. Para un hombre como Rafe eso era infinitamente
peor.
—Los hombres, a menudo, tienen una visión sesgada de la debilidad.
Especialmente los militares. —Se encogió de hombros. Dejé que se
acomodara tranquilamente en el sofá antes de continuar—. ¿Por eso te
enfadaste conmigo ayer? ¿Porque te vi en un momento de debilidad?
Me miró de forma intensa.
—Sí. Esa fue una de las razones.
—¿Cuál era la otra?
Rio, negando con la cabeza, mientras estiraba el brazo sobre el
reposacabezas del sofá y jugaba con un hilo que se había salido del sitio.
—¿No quieres decírmelo?
Volvió a actuar con indiferencia.
—Dijiste que teníamos que mantener esto como algo profesional.
—¿Lo que pensaste que era poco profesional, o decírmelo hace que
sea poco profesional?
Sonrió, como si mi pregunta le hiciera gracia.
—No me gustó que estuvieras con otro y que, encima, tuvieras un
hijo con él.
La irritación comenzó a adueñarse de mi cuerpo, pero me esforcé en
mantener mi tono neutral.
—Ya veo. Aunque eso es lo que tu carta me decía que hiciera,
¿recuerdas?
—Está mal, lo sé, pero ahí está.
—¿Qué tiene eso de gracioso? —Me refería a la sonrisa de antes.
—No tiene nada de gracioso.
—Entonces, ¿por qué sonreíste cuando te pregunté sobre ello?
Volvió a sonreír.
—Me preguntaste si lo que pensaba era poco profesional, lo que me
llevó a pensar en otra cosa que, definitivamente, sí que era poco
profesional.
Había un brillo malvado en sus ojos. Uno con el que me decía,
exactamente, en qué había estado pensando. Cuando estaba en terapia solía
sentir que lo tenía todo bajo control, pero había tenido una historia con
Rafe, y eso me estaba causando problemas. ¿Debería preguntarle en qué
pensaba? Quería saberlo. Estaba claro que él también quería saber la
respuesta. Pero sus pensamientos sexuales no tenían nada que ver con su
asesoramiento. ¿O sí?
Decidí seguir adelante.
—Entonces, ¿qué hiciste después de que me marchara?
—Gavin apareció. Hablamos y pescamos. Luego se fue. Me
masturbé, y me fui a dormir.
Había estado en terapia el tiempo suficiente para saber cuándo un
paciente quería levantarse.
—¿Es eso lo que sueles haces después de tener un episodio?
—¿Pescar? —Sus labios se movieron cuanto apenas, mientras
continuaba tratando de obtener una respuesta sobre mí.
—Cualquiera de ellas.
Al principio, su expresión era engreída, pero luego se volvió seria.
—Pescar, a veces. Masturbarme, no. Es la primera vez que lo hago
desde hace mucho tiempo.
Estaba mal que me gustara esa noticia. Me daba a entender que no
había estado con otra mujer desde hacía un tiempo, por lo menos. O que, si
lo había estado, no había llegado a correrse. Si lo pensaba fríamente, era
algo triste. Me estaba diciendo que había estado solo, sin ningún tipo de
intimidad física o emocional. Pero a la mujer celosa que había en mí le
gustaba. Dios, aconsejarlo estaba muy mal.
—¿Por qué? —Debería de ir directa al infierno. ¿Cómo podía estar
hablando con Rafe sobre la masturbación? Porque la falta de deseo sexual
es un síntoma de depresión, me recordó mi subconsciente. Si estaba
excitado sexualmente, tal vez estaba mejorando psicológicamente.
—No había interés, supongo.
—¿Pero ayer tenías interés?
Me miró con la misma expresión con la que lo había hecho antes; no
sabía si lo que diría a continuación cruzaba la línea de lo profesional o no.
—Me acordé de nosotros hace cinco años.
Al menos no fue vulgar cuando contestó.
—¿Y eso te emocionó?
Rio.
—Joder, Summer. ¿Cómo eres capaz de referirte al sexo de una forma
tan poco emotiva? ¿Enseñan eso en la escuela de orientación? —Se inclinó
hacia adelante—. ¿Vas a preguntarme en qué pensaba?
La respuesta debería haber sido que no, porque las imágenes que
había recordado no importaban para su salud psicológica. O tal vez sí, pero
no me pareció apropiado preguntar, ya que mi interés no era profesional.
Pero, por supuesto, no le hice ningún caso a mi parte profesional.
Mirándolo con la misma intensidad y esperando que se diera cuenta de que
no podía intimidarme, hablé:
—¿En qué pensaste?
Sus cejas se elevaron hasta juntarse con el pelo. Un punto para
Summer por sorprenderlo.
Pero, entonces, se inclinó hacia adelante.
—Pensé en lo apretada que estabas cuando te quité la virginidad. —
Tragué, tratando de permanecer desinteresada— ¿Te acuerdas, Summer?
Mierda, me iba a quemar por combustión espontánea. Se levantó y se
acercó a mí. Puso sus manos en los brazos de mi silla y se inclinó hacia
delante hasta que nuestras caras casi se rozaban.
Luego, puso sus labios sobre los míos. No pude detener el gemido
que apareció al probarlo de nuevo. Mi cuerpo se encendió por dentro
mientras sus labios consumían los míos, primero duro y desesperado, hasta
que deslizó su lengua dentro de mi boca y todo se volvió suave y lento.
Cuando se alejó, no pude ocultar el efecto que ese beso me había
provocado.
—Recordé que tú eras la única luz que brillaba en mi vida, dulce
Summer.
Mantuvo su mirada sobre la mía mientras yo intentaba procesarlo
todo. Había empezado siendo vulgar al hablar, pero terminó revelando un
poco de sí mismo. El tiempo que habíamos pasado juntos hace cinco años
significó algo para él. Todavía significaba algo para él.
Coloqué mi mano sobre su mejilla, deseando poder ser su dulce
Summer otra vez.
—Entiendo que tienes que ser profesional cuando estamos aquí... Lo
cual... Ahora me doy cuenta de que me he pasado de la raya otra vez, pero
si prometo comportarme, ¿podemos ser más... personales?... Cuando no
estemos aquí.
Quería decirle que sí, pero la ética del trabajo social era clara.
—Lo siento, Rafe. No podemos.
Me estudió, mirándome a los ojos, quizás para ver si lo decía en serio.
Luego se alejó.
—Este asesoramiento no me está ayudando —Fue hasta el sofá y se
dejó caer en él—. No si requiere que me mantenga alejado de algo que me
hace feliz.
Mi corazón se saltó unos cuantos latidos al escucharle decir eso.
—A veces, es difícil. Pero puede ayudarte. Y, aunque es una buena
señal que tu apetito sexual esté apareciendo de nuevo, deberías concentrarte
en tu salud mental ahora mismo. No en tener sexo.
—Tener sexo puede ser bueno para la salud mental.
—Necesitas concentrarte en lidiar con tu ansiedad. A menos que
quieras que la medicación te ayude...
—Si tomara medicamentos, ¿podría dejar la terapia y verte de una
forma más íntima? —preguntó.
Negué con la cabeza.
—No puedes dejar la terapia, pero la medicación puede...
—No.
—Entonces, tienes que centrarte primero en los grupos de terapia y en
el asesoramiento. Parecía un niño cabreado.
—¿Aún puedo masturbarme?
Puse los ojos en blanco.
—Sí, claro. 
Capítulo 6

Rafe
Era interesante cómo mi cuerpo pudo mantenerse alejado de Summer
cuando no era más que un chaval de veintidós años con la testosterona a
tope, pero no ahora, cuando era un Marine adulto, entrenado y disciplinado.
Pero sabía que la dulzura de Summer podía calmarme. Que su cuerpo podía
sacudir mi mundo.
Esta política de no tocar me estaba volviendo loco. No me parecía
correcto que lo único que podía ayudarme era lo único que no podía tener.
Quería hacerla feliz. Si tenía alguna oportunidad con ella estaba claro
que tenía que poner en orden mis mierdas mentales, y eso significaba
asesoramiento. Al principio, pensé que ella era la única con la que me
sentiría cómodo para compartir mis demonios internos, pero ahora no
estaba seguro.
No es que no quisiera que me conociera, pero si se enteraba de todo lo
que había visto, de la oscuridad que me rodeaba, tal vez le repugnaría.
Además, ser mi consejero significaba que no podía tocarla o besarla y, por
Dios, quería besarla. Ese pequeño beso en su oficina fue maravilloso. Me
sentí como un hombre muerto de sed tomando su primer trago. Ella era
cálida y dulce, y me hubiera gustado pasarme toda la sesión besándola. Solo
eso. Por eso había tomado una decisión.
Podía tratarse de una mala idea, o eso es lo que pensé mientras
caminaba de un lado a otro frente a la casa de Summer. Tenía una hija que
criar y quizás había otro hombre en su vida. Si ese era el caso, tenía que
saberlo.
El barrio en el que vivía estaba muy bien, lleno de familias jóvenes y
de niños con bicicletas. La casa de Summer parecía ser de dos pisos, con
una bonita maceta con una gran gama de flores de colores en la entrada.
Llamé y esperé.
—¿Rafe? —preguntó Summer cuando abrió.
—Hola. ¿Interrumpo?
—No, pero... esto no es...
—Sé que va contra las reglas, pero quería hablarte de lo de antes.
¿Tienes un minuto?
Pareció pensárselo, pero después abrió la puerta y me dejó entrar. ¡Sí!
Había logrado pasar el primer desafío.
—¿Dónde está tu hija? —Eché un vistazo a la casa. Como el exterior,
estaba limpia y colorida. Se notaba que ahí vivía una niña: libros para
colorear en una mesa de café y una casa de muñecas en el rincón.
—Emma está en una fiesta de pijamas esta noche. Iba a tomar un
poco de vino y macarrones con queso.
Sonreí.
—Veo que vives la vida al máximo.
—¿Puedo ofrecerte algo? Tengo agua, leche y zumo.
Le dije que no con la cabeza.
—Quería preguntarte sobre este asunto de la terapia.
—Está bien.
Se detuvo justo antes de cruzar el umbral para entrar en la cocina. Yo
continuaba en medio de la sala de estar, ya que no me dijo que me sentara,
así que solo inspiré hondo, reuniendo el coraje y el valor para hablar.
—La regla es que, como eres mi terapeuta, no podemos vernos de
forma íntima, ¿verdad?
—Sí.
—Así que, si no fueras mi consejero...
—Deberías tener asesoramiento, Rafe.
—Ya lo sé. —Levanté una mano pidiéndole que me dejara terminar
—. Pero no tienes que ser tú, ¿verdad?
—Verdad.
—Así que, si tuviera otro terapeuta...
—También tendrías que estar en un grupo diferente.
—Un grupo diferente también —repetí, desesperado porque me
dejara terminar—. Entonces, si hago todo eso, no habría razón para que mi
presencia aquí fuera inapropiada. —Ella asintió. Respiré hondo, porque
ahora iba la parte difícil—. Si ese fuera el caso; si tuviera otro terapeuta y
otro grupo de apoyo… ¿querrías verme de una forma íntima?
Me caracterizaba por ser un hombre lleno de confianza y
bravuconería, pero, por alguna razón, estaba muy nervioso. Quizás era
porque Summer me parecía esencial, lo cual era extraño, porque me había
alejado de ella hacía cinco años y solo la había visto unas cuantas veces
desde que volví. Pero no se podía negar que su influencia sobre mí seguía
estando ahí, y que seguía siendo fuerte. Así que, contuve la respiración
mientras esperaba a que ella respondiera.
Si no me equivocaba, su expresión me decía que también estaba
nerviosa. No podía entender por qué, a menos que ella pensara que yo no
estaba bien mentalmente.
—Sí —dijo por fin.
Solté el aire que ni siquiera me había dado cuenta de que había estado
reteniendo. La tensión de mi cuerpo disminuyó, pero aún no había
terminado.
—Bien. Lo primero de todo, estás despedida como mi terapeuta. —
Alzó una ceja tras mi declaración—. Segundo, tienes que escribir el nombre
de un terapeuta al que pueda llamar el lunes. Y un grupo.
—Está bien. —No se movía. Estaba ahí quieta, mirándome. Me
acerqué a ella.
—Cuando lo escribas, lo guardaré en mi bolsillo y, luego, te besaré.
—Su aliento se aceleró—. Así que, tan pronto como me des ese nombre,
más rápido podrán empezar los besos.
Se me estaba haciendo muy difícil no agarrarla y besarla. Pero
necesitaba que supiera que entendía y respetaba las reglas. Hasta que no
tuviera el nombre de un nuevo terapeuta, ella no podía hacer nada. Me
miraba como un cervatillo asustado. Pero, de repente, parpadeó y se dio la
vuelta.
—Bien. —Entró en la cocina. La seguí y vi cómo sacaba un bolígrafo
de una taza que parecía haber sido decorada por un niño. Escribió algo en
un trozo de papel de un bloc que había junto al teléfono y luego me lo dio.
No me molesté en comprobar el nombre. Doblé el papel y lo guardé
en mi bolsillo.
—Gavin está en su grupo —dijo—. Parece que él...
Detuve cualquier cosa que fuese a decir tirando de ella y
envolviéndola en mis brazos.
—Es hora de los besos.
Asintió.
Gracias a Dios. Mis labios se lanzaron en picado sobre los suyos,
llenos y firmes. Una avalancha de endorfinas atravesó mi cuerpo mientras
su beso encendía cada neurona dentro de mí. Por eso la necesitaba. Porque
me hacía sentir bien. Porque estaba vivo cuando la tocaba y la probaba.
Gimió contra mi boca y se abrió para mí. Deslicé la lengua entre sus
dulces labios para bailar con la suya. Jesús, ¿cómo había sido capaz de vivir
sin esto durante cinco años?
—Summer.
—Sí. —Sus dedos se agarraron mi camiseta, como si quisiera
asegurarse de que no me iba a marchar. Como si pudiera hacer algo así.
—Quiero tocarte. Necesito tocarte. —Tal vez era demasiado e íbamos
muy rápido. Tal vez no debería desnudarme ni desnudarla a ella, pero la
necesidad que tenía de ella era demasiado. Y sabía que podía ponerme a
rogarle en cualquier momento.
Summer respondió deslizando las manos bajo mi camisa y agarrando
mis pectorales, antes de empezar a quitármela por la cabeza.
Aleluya.
—¿Dónde está tu dormitorio? —Respondí de la misma manera,
quitándole la camiseta por la cabeza para, luego, admirar sus hermosos
pechos, cubiertos solo por un simple sostén blanco. Se ruborizó.
—Si hubiera sabido que esto iba a pasar, me habría puesto algo más
bonito.
Acuné su cara entre mis manos y miré sus preciosos ojos color
avellana.
—Eres preciosa, Summer.
Sonrió, y fue como un jodido regalo. Hizo que el corazón se me
hinchara en el pecho. —Ahora, ¿dónde está tu dormitorio? —Le rodeé la
espalda y le quité el cierre del sostén.
—Arriba.
—Mierda, eso está demasiado lejos. —La moví hasta que su culo dio
con la mesa de la cocina. Mis manos le acariciaron sus pechos y, como no
podía esperar más, envolví mi boca alrededor de un pezón y lo chupé.
—Rafe. —Mi nombre salió en un suspiro, mientras adoraba sus tetas,
amasando, besando, mordiendo y chupando. Con mi boca aún sobre ella, le
bajé los pantalones y la ropa interior.
Di un paso atrás; quería admirar su belleza, tan curvilínea, redonda y
suave. Levanté la mirada hacia sus ojos.
—¿Me has echado de menos, Summer?
—Sí —dijo, sin una pizca de titubeo en la voz.
Hizo que mi bravuconería aumentara. Puede que hubiese estado con
otro hombre, que hubiese tenido un hijo con él, pero me había echado de
menos.
—Yo también. —Me pareció justo decirle que yo también la
anhelaba.
—Fóllame, Rafe.
La cabeza me daba vueltas. Durante cinco años esto había sido solo
un sueño. Una imagen que evocaba cuando necesitaba masturbarme hasta
que mi interés por eso se desvaneció.
Pero esta Summer, era real. Justo aquí, delante de mí, mientras me
inclinaba hacia adelante para besarla.
Le levanté la cabeza y la besé con fuerza.
—Necesito estar dentro de ti.
Ella asintió, moviendo su cuerpo para abrirse más a mí.
—Fóllame, Rafe.
Me acerqué a ella y, con la polla en la mano, la froté entre sus
pliegues, empapándola con sus fluidos. Luego, sin poder esperar más,
empujé dentro, lento, saboreando cada milímetro de su apretado cuerpo
mientras se amoldaba a mí.
—Oh, mierda, Summer... Dios. —Por fin llegué hasta el final y me
quedé ahí, quieto, mientras la emoción corría por mi cuerpo junto con un
millón de sensaciones. Por un momento, la sostuve entre mis brazos,
saboreando el sonido de su respiración, el calor de sus labios al besar mi
pecho… Era la perfección.
De forma lenta pero firme comencé a moverme. Me retiré del todo
para, luego, volver a deslizarme dentro, hasta que hacía tope. Después,
volvía a empezar. Una y otra vez.
—Sí, Rafe, te sientes tan bien... Tan bien.
Estaba a punto de correrme.
—¿Estás cerca, cariño?
Dejó escapar un jadeo. No quería correr ningún riesgo. Le chupé un
pecho mientras frotaba mi pulgar sobre su clítoris.
—¡Rafe!
—¡Joder, sí! —Me agarré a sus caderas como un loco, mientras su
coño me llevaba al límite de la razón, hasta acabar en el olvido. Me
desplomé sobre ella y ella, sobre la mesa. Incluso, entonces, mi polla siguió
pulsando, hasta que mi semen goteó sobre el suelo de la cocina.
Cuando conseguí recuperarme lo mínimo para poder moverme, la
besé. Me aparté para poder mirarla a la cara. Mi dulce Summer. Sonreí.
—Me has curado de lo que más me dolía.
Sonrió mientras pasaba sus dedos por mi pelo.
—¿Y de qué era? ¿De un dolor de huevos?
Sonreí mientras la ayudaba a sentarse. Le coloque una mano en la
mejilla.
—Te echo de menos. 
Capítulo 7

Summer
No estaba segura de que no me metería en problemas si se descubría que
había tenido sexo con mi paciente... Antiguo paciente... Pero como aún me
emocionaban las dulces palabras de Rafe, era difícil arrepentirse.
Aunque me encantaba cuando me tocaba, que admitiera que me había
echado de menos era más importante para mí. Para ser un hombre alto,
moreno y melancólico, Rafe era sorprendentemente abierto con sus
sentimientos. No le gustaba cuando lo veía bajo el hechizo de su trastorno
por estrés postraumático, pues lo veía como una debilidad. Pero parecía
creer que abrirse en otros aspectos de su vida no lo hacían ser débil. Para
mí, profesionalmente hablando, eso era una buena señal.
Pero, claro, esto no era profesional, me recordé a mí misma mientras
lo observaba en mi cocina.
—¿Crees que esta vez puedes llegar a la cama?
Me mostró su sonrisa malvada.
—Muéstrame el camino.
Lo llevé a mi dormitorio. Por un momento me pregunté si estaba bien
cumplir con mis fantasías más eróticas, en el mismo lugar en el que estaba
criando a mi hija. A nuestra hija. Mierda…
—¿Estás bien, Summer? —Me tiró suavemente de un rizo de mi pelo.
¿Qué estaba haciendo? ¿A dónde iba a ir esta cosa con Rafe? El
profesional que había en mí sabía que tenía que contarle lo de Emma. Pero
la madre protectora no quería ponerla en peligro. No es que Rafe fuera a
hacerle daño físicamente, pero aún no sabía el alcance de sus desafíos
psicológicos.
Ni siquiera conocía sus planes. Parecía que había regresado a Hope
porque no sabía qué otra cosa hacer. Pero, cuando se recuperara, ¿se
quedaría?
No podía dejar que Emma se encariñara con él solo para que luego se
marchara. Sabía lo importante que era tener a ambos progenitores cerca,
pero eso no significaba que no me doliera por si la cosa no sabía bien. No
podía evitar preguntarme qué pasaría si decidía quedarse. Nunca quise que
Emma se cuestionara su valor o que sintiera el dolor del abandono.
Me obligué a sonreír y me dije que esta noche era nuestra. Ya
pensaría en todo lo demás al día siguiente.
—Sí. Solo me estaba peguntando qué cosas estabas pensando en
hacerme.
Sus ojos brillaban con un calor maligno.
—Lo que quieras que haga.
En mi habitación, nos tumbamos en la cama y nos quedamos
hablando un rato, sin hacer nada más. Era agradable poder conectar con él
de nuevo de esa manera.
—No usé condón. —Su preocupación parecía estar más dirigida a mí,
que a cualquier preocupación real por un embarazo o por enfermedades de
transmisión sexual—. Estoy limpio, Summer. No he estado con nadie.
—Está bien. Sigo tomando la píldora y tampoco he estado con nadie.
—Usaba la píldora para regular mis reglas. En la ocupada vida de una
madre soltera que trabaja, ayudaba a saber exactamente cuándo esperar la
visita mensual.
Me besó la frente.
—¿Vas a hablarle a Gavin sobre esto?
Oh, Dios, me había olvidado de Gavin por completo.
—No creo que sea el momento. —Le acaricié el pecho de forma
pausada—. Ahora mismo, es como si fuera hace cinco años. Solos tú y yo
en nuestra pequeña burbuja.
Sonrió, pero esta no le llegó a los ojos. ¿Estaba decepcionado?
¿Quería decírselo a Gavin? Sin querer discutirlo, maniobré hasta acabar de
rodillas a su lado.
Lo miré a los ojos y vi en ellos una dulzura y una pasión que me
estremecieron. Lo besé y unos momentos después, estaba de vuelta entre
sus brazos y era como hacía cinco años; perfecto.
Más tarde tuvimos el mejor sexo de todos, luego comimos y volvimos
a tener sexo en el sofá. Cuando me quedé dormida en la cama, había
perdido el número de orgasmos que había tenido.
A la mañana siguiente, me desperté sobresaltada al darme cuenta de
que me había quedado dormida. A mi lado, Rafe estaba profundamente
dormido. Podría haberme vuelto a acostar y continuar contemplándolo para
siempre. Pero Emma volvería a casa pronto.
Por un momento, consideré la posibilidad de sacar a Rafe de la casa
antes de que volviera. Pero sabía que tendría que conocerla en algún
momento, sobre todo si se quedaba a vivir aquí. Y, lo que era más
importante todavía, tenía que saber cómo era la relación entre ellos para
poder decidir si quería y cuándo decirle que era padre.
Salí de la cama, me duché y me vestí con una camiseta y pantalones
cortos. Bajé las escaleras para hacer café. La ropa de Rafe todavía estaba
esparcida por toda la cocina, así que la doblé y la llevé arriba.
Acababa de servir el café cuando se abrió la puerta.
—¡Mamá!
Dejé mi taza y fui a recibirla a la puerta principal. Emma entró
corriendo a abrazarme mientras Jess dejaba la mochila de Emma en la
puerta.
—¿Ha ido todo bien? —Le pregunté a Jess.
—Por supuesto. Emma es una pequeña dulzura.
—Me dijiste que podíamos hacer galletas y tener una fiesta del té hoy.
—Emma tiró de mi camisa para llamar mi atención—. ¿Podemos?
—Claro, pero antes, asegúrate de darle las gracias a Jess.
Emma se volvió hacia mi amiga y le dio las gracias.
—Por cierto, hay un coche aparcado delante de tu casa que lleva ahí
toda la noche. —Arrugó la frente al hablar—. Espero que eso signifique que
tú también tuviste una fiesta de pijamas.
Mis mejillas se calentaron.
—Gracias por invitar a Emma.
Ella se rio.
—Me encargaré de que me des los detalles más tarde.
Después de que Emma se sentase, empezamos con las galletas. Todo
eso mientras me preguntaba cuándo se levantaría Rafe y qué pasaría cuando
lo hiciera. Al final, escuché el agua de la ducha correr y el chirrido de las
escaleras.
—Buenos días. —Rafe se paró en la entrada de la cocina; estaba muy
sexi con sus vaqueros, la camiseta y el pelo oscuro peinado hacia atrás.
—Buenos días. Tengo café.
Emma jadeó y sus ojos se abrieron de par en par.
—¿Quién eres?
—Soy Rafe.
Emma me miró.
—Es un gigante.
Me reí.
—Rafe es un amigo de mamá y de tu tío Gavin.
—¿Te has quedado a dormir?
Fue entonces cuando me di cuenta de que podía tener problemas para
mantener esta relación en secreto. Podía imaginarme a Emma contándole a
Gavin que Rafe había hecho una fiesta de pijamas en casa.
Rafe me miró como si tampoco estuviera seguro de cómo responder.
Emma frunció el ceño.
—¿Dónde está tu perro?
Un estremecimiento recorrió el cuerpo de Rafe. Sabía que era un tema
difícil para él, así que traté de redirigir la conversación.
—Cariño, ¿por qué no le pones el azúcar?
—¿Cómo sabes lo de mi perro?
—Eres el soldado del perro.
Rafe me miró con una mezcla de confusión y sorpresa.
—A veces, nadamos en el río que hay detrás de tu casa, y le he
hablado de ti y de tu abuela.
Asintió con la cabeza.
—Mi perro no está aquí.
—¿Por qué no?
Vocalicé un: «Lo siento».
—Se fue al cielo.
Los ojos de Emma volvieron a abrirse de par en par. Luego, saltó del
taburete y corrió hacia Rafe, abrazándolo por las piernas.
—Siento lo de tu perro.
Rafe se sacudió un poco al principio, como si no estuviera seguro de
qué hacer con la muestra de cariño de Emma. Después, puso su gran mano
en su espalda.
—Gracias.
Ella lo miró a la cara.
—Puedes tener un perro nuevo y, cuando vaya a tu casa en el río,
podré jugar con él. Mi mamá no me quiere comprar uno.
—Emma y yo estamos haciendo galletas. Tengo un poco de café para
ti. —Quería dejar el tema de los perros por completo.
—¿Quieres hacer galletas tú también? —Suponiendo que la respuesta
iba a ser afirmativa, Emma corrió al cajón dónde guardábamos todos los
delantales y sacó uno rosa con dibujos de magdalenas—. Toma, tienes que
ponerte esto para mantener tu ropa limpia.
Estaba a punto de decirle que no tenía que hacerlo, cuando una
enorme sonrisa se extendió por su cara. Cogió el delantal.
—Hace mucho tiempo que no hago galletas.
—¿Las habías hecho alguna vez? —preguntó Emma mientras volvía a
su taburete.
—Mi abuela y yo solíamos hacerlas. —Se puso el delantal y mi
corazón se hinchó. Rafe Buchanan, más de metro ochenta de altura y puro
músculo, policía militar, estaba en mi cocina usando un delantal rosa con
magdalenas dibujadas.
—Yo no tengo una abuelita, pero tengo un yayo. ¿Quieres que te
cuente un chiste? —Extendió el dedo.
—Emma, nada de chistes asquerosos. Arruinarás las galletas.
Rafe me sonrió.
Acabábamos de meter las galletas en el horno cuando sonó mi
teléfono del trabajo. En mi mente, esto significaba solo una cosa; alguien
estaba en crisis.
—Necesito cogerlo. ¿Puedes cuidarla un momento? Normalmente,
debía tener un ojo sobre ella mientras contestaba al teléfono, lo cual no era
lo ideal.
Rafe asintió.
—Creo que podemos arreglarnos.
—Te debo una.
Me siguió fuera de la cocina y me susurró.
—Puedes pagarme usando ese delantal alguna vez.
Lo llevo puesto ahora.
—Quiero decir, SOLO ese delantal.
Sonreí coqueta.
—Es curioso, yo estaba pensando lo mismo de ti.
Me dio un rápido beso, lejos de la vista de Emma, y luego regresó con
ella.
La llamada era lo que pensaba: Simon no estaba bien esa mañana.
Pero hice mi trabajo y, cuando la llamada terminó, iba a llamar a su hijo
para ver si quería ir a pescar con él. Había pasado casi una hora y me sentía
mal por haber dejado a Rafe con Emma todo ese tiempo.
Cuando entré en la cocina, pensé que podría desmayarme; Rafe estaba
sentado en la mesa pequeña de Emma, comiendo galletas y jugando a la
fiesta del té. Emma estaba de pie detrás de él. Estaba poniéndole un
pequeño pasador rosa en el pelo junto a un lazo brillante.
—Ya está —sentenció, admirando su trabajo. —¿Qué tal estoy? —
preguntó él. Entonces, reparó en mí y un tinte rosado coloreó sus mejillas.
—Guapísimo —dijo Emma, dándole unas palmaditas en las mejillas.
Entré en la cocina.
—Te ves maravilloso.
Él sonrió.
—¿Te unirás a nosotros para el té?
—Creo que sí. —Me senté con Rafe y Emma, y me invadió una
sensación de calma y perfección. Así es como debería haber sido para
nosotros. De lo que no estaba segura era de si iba a poder ser así en el
futuro. 
Capítulo 8

Rafe
Si alguien me hubiera dicho que usaría moños rosas y que haría una fiesta
del té con una niña de cuatro años, le habría dado un puñetazo. En serio. Yo
era un hombre. Un Marine. Y, aun así, en cuestión de minutos, la hija de
Summer, Emma, me tenía comiendo de la palma de su mano.
La pequeña parecía tener el comportamiento amable y gentil de
Summer, pero, excepto por la forma de la nariz y los labios gorditos, debía
de parecerse a su padre. Su piel era más parecida a la de un olivo y su pelo
era oscuro, aunque tenía las ondas que tenía el pelo de Summer. De hecho,
el padre de Emma debía de tener mi color de piel. Mi lado arrogante se
preguntaba si Summer habría intentado encontrar a alguien como yo cuando
lo conoció.
Cuando Summer se unió a nuestra fiesta, una sensación de calma se
apoderó de mí. Como si ahí fuera donde se suponía que debía de estar.
Nunca me consideré un hombre de familia. Aunque mi abuela había hecho
un buen trabajo criándome, el daño de mis padres y, más tarde, las cicatrices
de la guerra me habían hecho sentir que no estaba lo suficientemente
completo como para encargarme de la vida de otra persona. Sin embargo,
ahí estaba, sintiéndome bastante satisfecho sentado en una silla demasiado
pequeña con una hermosa mujer y su adorable hija.
Por primera vez en mucho tiempo, no me sentí como un pedazo de
basura soplando en el viento. No tenía dirección ni propósito, todavía, pero
sabía que quería estar ahí; estar con Summer y con su hija.
Si eso iba a suceder, necesitaba poner toda mi mierda en orden, y no
solo mi salud mental, sino también tenía que encontrar un trabajo. Aunque
todavía tenía algunos beneficios por ser veterinario, no iba a recibir una
pensión. El único dinero que tenía ahora era el que me dejó mi abuela
después de morir y el dinero ahorrado en cinco años por el alquiler de la
casa. No era mucho, pero no tenía muchos gastos, así que era suficiente
para aguantar un poco más hasta que pudiera averiguar cómo ganarme la
vida.
—Oye, Rafe, ¿cómo se llamaba tu perro? —Emma me miró desde su
silla, con la taza de té de mentira en la mano. No hablaba de mi perro
porque me traía malos recuerdos, los peores. Ese día, en concreto, recuerdo
que pensé que el Armagedón estaba sobre nosotros. Cómo sobreviví, y
muchos otros no, incluyendo a mi perro, era todavía una pregunta para la
que no tenía respuesta.
—Emma. —La suave voz de Summer irrumpió mis pensamientos. No
le había contado lo de mi perro, pero estaba seguro de que sentía que era
algo de lo que no me gustaba hablar.
— Scout —dije—. Era un pastor alemán.
—¿Era bueno?
Me encogí de hombros. Los perros de servicio eran leales e
inteligentes, pero no eran mascotas.
—Era muy valiente. Me salvó la vida. —Tragué saliva mientras las
imágenes de ese día parpadeaban en mi mente. Podía sentir cómo la tensión
se acumulaba en mis hombros, así que respiré hondo.
—Emma, creo que Rafe necesita más té.
Miré a Summer, que me envió una sonrisa de disculpa. Se lo agradecí,
aunque odiaba sentirme tan impotente a veces con respecto a mi mente y a
mis emociones. La pequeña solo estaba haciendo preguntas inocentes sobre
mi perro. Un perro que merecía una medalla por su valentía. Debería
hablarles a todos sobre él.
—¿Rafe? ¿Podemos ir a nadar al río? —Emma fingió servirme té de
su tetera de plástico rosa.
—Cuando quieras.
Su cabeza se giró para mirarme.
—¿Ahora?
Miré a Summer.
—Tienes que hablar con tu madre sobre cuándo.
Emma dejó la tetera y corrió hacia Summer.
—Mami, por favor, por favor...
Empecé a reírme hasta que oí un zumbido y un ruido potente que
venía de la calle. Inmediatamente, me puse en alerta máxima. Mi ritmo
cardíaco se aceleró y sentí como si cada pelo de mi cuerpo estuviera
erizado.
—¿Rafe? —Mi mirada se dirigió a Summer—. ¿Estás bien?
El sonido se hizo más fuerte, como si viniera hacia nosotros. Conocía
ese sonido; era el de la muerte y la destrucción.
—Ese helicóptero es, probablemente, la evacuación médica.
Asentí con la cabeza. Lo sabía, pero mi cuerpo, mi experiencia, me
decían lo contrario. Las imágenes sobre destrucción aparecieron en mi
mente. El olor del combustible Diesel y la muerte llenaron mis fosas
nasales.
—Emma, ¿por qué no subes y encuentras al señor Cerdo. Apuesto a
que a Rafe le gustaría.
—Y, ¿qué hay de la natación?
—Hablaremos de eso en un rato. Ve arriba.
Dios, por favor, ahora no, ahora no. Pero el impulso de agacharme
bajo la mesa o de salir corriendo me bullía la sangre. Mi respiración se
volvió dura, y el terror... El terror me hacía sentir débil.
—¿Rafe? —Summer se colocó delante de mí para poder mirarme a
los ojos—. Aquí estás a salvo.
Joder. Jesucristo. El zumbido y los cortes se hicieron cada vez más
fuertes. Me tapé los oídos y cerré los ojos. Pero, con los ojos cerrados, las
imágenes eran más brillantes y los olores más fuertes.
—Rafe. Mírame. Quédate aquí conmigo.
—Joder. —Abrí los ojos.
—Estás bien. Estás a salvo. —Su voz era tranquila.
Por fin, el sonido del helicóptero se disipó, pero mi cuerpo seguía en
alerta, listo para hacer lo que fuera necesario para protegerse.
—Respira hondo. Conmigo. Adentro. —Inhaló profundamente—.
Fuera. —Exhaló.
Respiró unas cuantas veces más antes de que yo me uniera. Parecía
haber pasado una eternidad, pero, al fin, el pánico desapareció
Dejé caer la cabeza en mis manos, descansando los codos en los
muslos.
—Joder.
Las manos de Summer tocaron suavemente mis rodillas.
—¿Quieres un poco de agua?
Sacudí la cabeza. ¿Por qué había pensado que pertenecía a este lugar?
Summer y Emma no necesitaban a un hombre que estaba roto. Un hombre
que no podía soportar el sonido de un helicóptero. Un hombre que no
podría llevarlas a los picnics del cuatro de julio porque los fuegos
artificiales desencadenarían un episodio.
Me puse en pie.
—Debería ir.
Se levantó y me estudió, se suponía que debía de determinar si estaba
lo suficientemente cuerdo para conducir. Asintió con la cabeza.
—Está bien.
Me siguió hasta la puerta.
Me detuve cuando Emma apareció con un juguete de peluche. Miré a
Summer.
—Tal vez podríais venir a nadar en otro momento.
Summer asintió con la cabeza.
—Lo esperaremos con ansias.
Quería abrazarla y besarla, solo para así poder tocarla; para atarme a
algo fuerte. Pero con Emma allí no sabía si eso estaría bien. Así que, en vez
de eso, di media vuelta y salí por la puerta principal de Summer.
Cuando subí al coche sabía que me daría un baño en cuanto llegase a
casa, pero luego empaquetaría mis cosas y conduciría. No sabía a dónde
iría, pero tenía claro que volver a casa tampoco había sido la respuesta. La
respuesta era, probablemente, volver a alistarse.
Estaba siguiendo este plan; metiendo la ropa en la bolsa, después de
bucear en el río y de ducharme, cuando mi teléfono sonó. Vi que era un
mensaje de Summer.
Lo abrí.
Llámame cuando tengas un momento. Si no sé nada de ti en treinta
minutos, iré a verte.
Joder. Consideré ignorarla, pero eso sería de imbéciles. Ella me había
apoyado y me había ayudado. Hacerle eso sería una falta de respeto, así que
marqué su número.
—Rafe.
—Si.
—¿Nadaste?
—Si.
Hubo silencio en el otro extremo durante un rato.
—¿En qué piensas ahora?
—Ya no eres mi terapeuta, ¿recuerdas? —No debería haberme
molestado, pero lo estaba.
—Te lo pido como tu amiga que, casualidades de la vida, es terapeuta.
Me pellizqué el puente de la nariz mientras caminaba por la
habitación.
—Summer, no lo hago bien quedándome aquí.
—¿Qué quieres decir?
—Quiero decir que ya no encajo aquí. Joder... No encajo en ningún
sitio.
—Si eso es cierto, entonces, es mejor que te quedes. ¿Estás pensando
en irte?
No respondí. Summer era inteligente, estaba seguro de que ya conocía
la respuesta a esa pregunta.
—No perteneces a ningún sitio, Rafe, porque te llevas los fantasmas
de la guerra contigo. Lo siento si Emma trajo...
—No fue Emma.
—El punto es, Rafe, que no pertenecerás a ningún sitio porque no hay
ningún sitio que no tenga algo. Este sentimiento de inminente perdición, o
de estar siempre en alerta, se quedará contigo. Tienes que aprender a
reconocerlo, evitar los desencadenantes cuando sea posible y, lo más
importante, decidir vivir, no subsistir.
—No sé cómo hacerlo.
—Poco a poco, y el asesoramiento te ayudará. Y, aquí en Hope,
también tienes a gente que estará ahí para ti, lo cual es algo que no tendrás
si te vas.
No pude decir nada. Estaba dándome buenos argumentos, pero odiaba
que me viera impotente para manejar mi propio cerebro. Que su hija tuviera
que verlo.
Me dijo que estaba hablándome como una amiga, pero todo lo que
escuché fue la parte de la terapeuta. No escuché la voz de la mujer que gritó
mi nombre cuando la hice correrse la noche anterior. Incluso, en ese
momento, no dijo que estaría ahí para mí, solo que había gente en el pueblo
que estaría ahí para mí.
No podía culparla. Tampoco querría que ella se ocupara de toda mi
mierda, especialmente si tenía una hija. No me extrañaba que no quisiera
decirle nada a Gavin sobre nosotros.
Hace cinco años, cuando supe que me iría y que no había futuro para
nosotros, no tenía sentido contarle sobre mi relación con Summer. Pero si
me iba a quedar, eso significaba que estaba siendo deshonesto con el
hombre que, junto con Summer, intentaba ayudarme. Pero ella no quería
que él lo supiese, lo cual, supuse, tenía sentido. Nos entendíamos bien en la
cama, pero no había futuro para nosotros.
—Date más tiempo, Rafe.
—Tengo que irme. 
Capítulo 9

Summer
Ver a Rafe con Emma fue como un sueño hecho realidad. Por un momento,
fuimos una familia, aunque yo era la única que lo sabía. Siempre supe que
Rafe era un hombre amable y gentil, aunque se expusiera al exterior como
oscuro y duro. Pero no podía imaginar lo amable y dulce que sería con ella,
llevando un delantal rosa con dibujos de magdalenas y dejando que le
pusiera lazos rosas en el pelo. Supe, entonces, que no podía esperar más
para decirle la verdad y esperar que él quisiera considerar formar una
familia con nosotras.
Y, entonces, el helicóptero voló, aplastando todas mis esperanzas y
todos mis sueños. No fue tanto que tuviera un episodio, aunque su salud
psicológica seguía preocupándome —pero, incluso, con su trastorno de
estrés postraumático merecía saber que era el padre de Emma—, lo que
realmente me hizo volver a pensar en si decírselo o no fue su deseo de
marcharse. La forma que tenía Rafe de hacer frente a los problemas era salir
corriendo. No podía hablarle sobre Emma solo para que la abandonara,
como mi madre había hecho conmigo o sus padres con él.
Después de mi llamada telefónica con él, no estaba segura de si decía
que tenía que irse para colgar el teléfono, o que tenía que irse y abandonar
Hope. Quería ir con él, pero Emma era mi primera prioridad, así que llamé
a Gavin y le pedí que fuese a ver a Rafe.
Por fortuna, Emma comenzó a llamarme, por lo que no tuve que
responder a su pregunta sobre cómo o por qué sabía que Rafe había tenido
un episodio. Esa era otra lista de asuntos con los que tendría que lidiar. No
parecía necesario hablarle a Gavin sobre Rafe, si Rafe nos iba a abandonar
próximamente, de todas formas.
Como pasaba la mayor parte del día entre semana en el trabajo, los
fines de semana intentaba pasar todo el tiempo que podía con Emma
planeando actividades, como hornear galletas o ir al río. Estaba
decepcionada porque Rafe se hubiese marchado y no haber podido ir al río.
Me rompió el corazón cuando me preguntó si había sido por su culpa. Ese
fue solo otro recordatorio de por qué tenía que guardar mi secreto un poco
más.
No supe nada de Rafe esa noche, ni el domingo. Aunque un mensaje
de Gavin indicaba que todo estaba bien. Me pregunté qué había hecho Rafe
durante el fin de semana. ¿Habría encontrado algo de paz, o seguía
rumiando sobre si irse o no? ¿Pensó en mí y en la noche que compartimos?
¿Pensó, con cariño, en el tiempo que había pasado con Emma? Y, lo más
importante, ¿continuaría adelante y llamaría al terapeuta al que le había
recomendado?
Hablaba en serio cuando le dije a Rafe que su prioridad era su salud
mental, antes que tener una relación. Esperaba que entendiera lo importante
que era para su felicidad y su futuro con cualquier mujer.
Cuando llegué al trabajo ese lunes, quería buscarlo, pero no quería
que supiera que estaba preocupada o que lo estaba controlando, así que, en
vez de eso fui a mi oficina para comenzar mi día.
A eso de las once, estaba escribiendo notas sobre mi última sesión
cuando llamaron a mi puerta.
—Adelante.
La puerta se abrió, y la cabeza de Rafe entró.
—¿Tienes un minuto?
Mi corazón dio un pequeño giro en mi pecho al verlo. No se había
ido. Estaba ridículamente feliz por eso; me daba la esperanza de que se
cuidaría y que, a lo mejor, tal vez estaba listo para formar una familia.
—Claro. Pasa. —Me levanté y caminé hasta rodear mi escritorio
mientras él entraba y cerraba la puerta. Me pareció oír el clic de la
cerradura.
Caminó hacia mí, deteniéndose justo enfrente.
—Siento lo del otro día.
Sacudí la cabeza.
—No lo sientas, Rafe. Solo siento que tengas que soportarlo.
Apretó la mandíbula.
—Le arruiné el día a Emma.
—No. —Presioné la palma de la mano contra su mejilla—. Emma
estaba bien. Sí, se puso un poco triste porque te fuiste y no fuimos al río,
pero se le pasó enseguida. —Miré en sus oscuros ojos y me di cuenta de
que, además de los fantasmas que la guerra le producían, también la
sensación de que era una carga y una decepción para los demás—. De lo
único que habló fue de vosotros dos, de cómo hacíais galletas y de vuestra
sesión de peluquería. Le encantó el tiempo que pasó contigo, Rafe.
Sus labios se movieron hacia arriba.
—¿Quién hubiera pensado que le gustaría a un niño?
—Yo. —Le acaricié el pelo—. Yo lo sabía. Eres un buen hombre. —
Entonces, ¿por qué le estaba ocultando a su hija? La culpa apareció de
nuevo.
—Me haces sentir bien, Summer. Voy a hacer esta terapia, dejando
que Tú y Gavin me sigáis supervisando, pero me siento mejor cuando estoy
contigo. —Puso sus manos en mis caderas y se inclinó hacia adelante para
besarme. Sus labios eran suaves y dulces.
A la mujer que había en mí le gustaban sus palabras; esas que decían
que yo lo tranquilizaba, que era buena para su alma. También me gustó la
forma en la que sus labios se deslizaron sobre los míos.
La trabajadora social que había en mí me advirtió que esto estaba mal.
Rafe tenía que aprender a lidiar con sus demonios y a encontrar la felicidad
por sí mismo, no a través de otra persona.
—Te he echado de menos —susurró, mientras me besaba la
mandíbula—. Después de la otra noche, no me ha parecido bien que no
estuvieses a mi lado en la cama.
—Tenemos tiempo.
—Perfecto, porque te necesito ahora mismo. —Sus manos me
levantaron la falda mientras me empujaba suavemente contra mi escritorio.
—No me refería a este momento. Me refería en general.
Sus dedos se engancharon en mis bragas, bajándomelas por las
piernas mientras sus besos rozaban mi clavícula.
—Ahora, en general... te deseo. —Se arrodilló.
Mi cerebro me ordenó que lo detuviera. Que este no era el momento
ni el lugar. Estaba en el trabajo, por el amor de Dios. No tenía otro paciente
hasta después del almuerzo, pero aun así…
Mi cuerpo tenía otras ideas. Se calentó y se ablandó Me besó la parte
interna del muslo y luego me miró.
—Te necesito —repitió.
Asentí y le pasé los dedos por el pelo.
—Yo también te necesito.
Sonrió de esa manera endiabladamente bella. Luego, me besó el
clítoris, haciendo temblar todo mi cuerpo.
—Tan mojado. Me encanta lo mojada que te pones para mí, Summer.
—Rafe.
—Estoy aquí, nena. —Me envolvió el clítoris con los labios y lo
chupó con fuerza, haciendo que casi gritase de puro éxtasis. Me mordí el
labio para no llorar. Su lengua golpeó mi duro nervio, primero lento y luego
rápido. Estaba segura de que estallaría en un millón de pedazos.
—Me encanta saborearte con mi boca, Summer. ¿Te gusta?
—Sí. —La palabra salió en un suspiro.
—Dime que te gusta.
Sollocé.
—Me encanta cómo me follas con la boca, Rafe. Oh, Dios... estoy a
punto de correrme. —Sentí que estaba corriendo hacia la línea de meta,
alcanzando ese momento de victoria.
Y poco después mi orgasmo se disparó a través de mi cuerpo como
fuegos artificiales.
Una vez dejé de temblar, se puso de pie, besándome y apretando sus
caderas contra las mías. Su erección era dura y fuerte.
—Solo tú, Summer, me haces sentir cuerdo.
Como mujer que amaba a este hombre, quería darle mi cuerpo si eso
le daba paz, aunque fuera solo por un momento. Pero, de nuevo, mi
trabajadora social interior me recordó que eso no era lo que lo ayudaría a
largo plazo.
—El sexo no es una terapia, Rafe. No deberías usarlo como tal. Me
acunó la cara entre las palmas de las manos.
—No eres mi terapeuta.
—Pero lo estás usando como cuando usas el río o sales a correr.
—Si eso fuera cierto, entonces, no hubiese estado contigo hace cinco
años. —Lo miré ceñudo—. Este... sentimiento que tengo contigo... Estaba
ahí cuando tenías dieciocho años y eras intocable, y otra vez cuando tenías
veintiuno y me sedujiste en la orilla del río.
—¿Te seduje?
Sonrió.
—Así es cómo yo lo sentí. No pude resistirme a ti, mi dulce Summer.
Dejé de lado al trabajador social que había en mí, ya que creía
entender lo que quería decirme. Había atracción entre nosotros, y eso era
emocionante, pero también había algo más. Como si nos
complementáramos. ¿Era de eso de lo que hablaba?
—Dime, Summer, ¿alguna vez te han follado en tu escritorio?
Mi sangre se convirtió en lava fundida.
—No puedo decir que lo haya hecho.
Su sonrisa era malvada mientras se desabrochaba el cinturón y los
vaqueros. 
Capítulo 10

Rafe
Summer parecía tener un problema con la idea de que estar con ella, tocarla,
era terapéutico. En mi mente, ¿a quién cojones le importaba? ¿La terapia no
consistía en sentirte mejor? Me sentí mejor cuando estaba con Summer. No
solo tocándola, aunque no podía negar que lo disfrutaba, sino que estar
cerca de la paz que transmitía y de su dulce sonrisa era como un bálsamo
para mi alma. Ser capaz de tocarla, de follarla..., eso añadía un elemento
totalmente nuevo. En un mundo en el que me sentía desconectado, fuera de
lugar, cuando estaba dentro de Summer sentía que era algo bueno. Me hacía
sentir que pertenecía a algo.
Pero cuando ella me dijo que el sexo no era una terapia, estaba claro
que pensaba que algo estaba mal en mi conexión con ella. Por suerte,
pareció aceptar mi respuesta, que no era una mentira. Siempre había habido
algo magnético en Summer, incluso cuando era una niña.
Por supuesto, no tenía ningún sentimiento sexual hacia ella en ese
momento, pero recordaba haber pensado lo dulce que era. Gavin nunca
quiso que lo acompañara a ningún sitio, pero a mí no me importaba.
Entonces, cuando la vi a los dieciocho años, me di cuenta de la mujer
en la que se estaba convirtiendo, pero sabía que no debía tocarla. Era la
hermana de mi mejor amigo. Pero unos años más tarde, cuando vino a
verme después de la muerte de mi abuela, necesité su dulzura.
Para entonces, ya sabía lo que realmente era la guerra. Si a eso le
añadíamos la pérdida de mi abuela, la única persona en el mundo con la que
me sentía conectada era ella. Necesitaba a Summer.
Había considerado seriamente irme ese fin de semana a pesar de que
la necesitaba. Pero Gavin había aparecido y me había animado a quedarme.
Me preguntaba si seguiría queriendo lo mismo si se enteraba de que me
estaba tirando a su hermana.
Todavía no sabía cómo me ayudaría hablar con otros veteranos, pero
Gavin y Summer habían invertido mucho tiempo y energía en mí y sentía
que les debía una oportunidad. Así que esa mañana seguí con lo que le dije
a Summer que haría y llamé a la terapeuta que me recomendó. No podía
verme a solas en esos momentos, pero me metió en un grupo. No fue tan
malo como pensé que sería, y pensé que la terapia podría ser mejor con una
visita a la oficina de Summer.
No me había equivocado. Después de conseguir que se corriese con
mi lengua, tenía una erección de caballo que presionaba contra mis
pantalones.
Los desabroché y me deshice de ellos. Después la hice mía con todo
el deseo que guardaba solo para ella.
No sé cuánto tiempo estuvimos en su despacho haciendo el amor,
pero cuando terminamos, nos miramos a los ojos y sonreímos.
—¿Ves lo que me haces, Summer? A tu lado pierdo la cabeza y
siempre deseo más de ti.
Sus ojos brillaron con ardiente deseo mientras la besaba.
—Desearía que te vieras como yo te veo.
La miré sin entender a qué se refería.
—¿Qué quieres decir?
—Guapo. Amable. Cariñoso. Fuerte.
Sonreí.
—No soy fuerte. —Un hombre fuerte no tendría tanto miedo todo el
tiempo, esperando a que un mundo de perdición lo envolviera. Un hombre
fuerte sería capaz de hacer lo mejor para Summer y su hija, y eso sería
mantenerse fuera de sus vidas. Pero no dije nada de eso porque no quería
hablar.
Solo quería estar con ella, en esa paz post orgásmica en la que
estábamos.
Afortunadamente, ella decidió no pelear conmigo por eso y, en su
lugar, suspiró. Solo para asegurarme la besé, mientras le colocaba un
mechón de pelo detrás de la oreja.
—¿Puedo veros a ti y a Emma más tarde? Puedo llevar pizza, o pasar
por Nellie Mae's para una barbacoa —pregunté. Cada vez era más evidente
que necesitaba estar cerca de esta mujer.
Summer se volvió en mis brazos.
—Puedo cocinar, si quieres cenar con nosotras.
—Me encantaría. —Lo necesitaba, lo cual era aterrador y, sin
embargo, también me llenaba de esperanza. Esperanza de que, tal vez, sería
capaz de tener una vida normal.
—No podemos hacer esto. —Me miró la polla—. No mientras Emma
esté allí.
Asentí con la cabeza.
—No se trata de eso, Summer. No para mí.
Sonrió, y fue como el sol.
—Para mí, tampoco. Pero, ahora mismo, tengo que prepararme para
un paciente.
Me recompuse, le di otro beso y me fui.
De camino a casa, reflexioné sobre mi sesión de grupo de esa
mañana. Como había decidido que tenía que comprometerme a probar la
terapia, compartí mi episodio con el helicóptero y Lester Smalls. Los otros
miembros asintieron con la cabeza; estaba claro que habían tenido episodios
similares.
Quien llevaba la sesión me preguntó si me habían transportado a un
momento específico durante mi episodio y, aunque odiaba volver a él, les
conté sobre el día en que perdí a muchos de mis hermanos, a mi perro y casi
mi vida.
—La guerra es una mierda —dijo un miembro—. No te hablan de esa
parte en la oficina de reclutamiento.
—No, no lo hacen —acepté.
—¿Has considerado tener un perro, ahora que estás en casa? —
preguntó otro miembro.
Me estremecí, pensando que era una idea ridícula. No puedes
reemplazar a alguien o algo tan importante como tu compañero.
—Hay perros específicamente entrenados para ayudar con los
trastornos de estrés postraumáticos —dijo el terapeuta—. O puedes
conseguir uno solo como mascota.
Mientras conducía hacia casa comencé a preguntarme si, tal vez,
tenían algo de razón. Podría ser bueno para mí hacerme responsable de algo
que, estaba seguro, me ayudaría a tener la mente despejada.
La idea de un perro de servicio para el trastorno de estrés
postraumático me intrigaba, no tanto para mí, aunque tal vez podría
beneficiarme de eso. Como antiguo adiestrador de perros tenía curiosidad
por saber cómo se entrenaban esos perros. Mi propia experiencia me había
enseñado que los perros podían ser muy sensibles al estado mental de sus
adiestradores y al ambiente que los rodeaba.
Como si se tratase del mismísimo destino, vi un cartel de un refugio
de animales cuando cambié de carril para salir de la interestatal y dirigirme
a Hope. Decidí detenerme.
El olor del refugio me recordó la perrera en la que vivían los perros
del servicio militar cuando no estaban con sus cuidadores. Me trajo tanto
dolor como buenos recuerdos.
—Hola, ¿puedo ayudarte? —Una joven que había detrás del
mostrador me preguntó. Otra mujer de mediana edad estaba archivando
papeles detrás de ella.
—Quería saber sobre la adopción de un perro.
sonrió.
—Genial. Tenemos muchos perros. ¿Tienes experiencia con perros?
—Fui adiestrador de perros en el ejército.
—Vaya, eso suena muy interesante.
La mujer de mediana edad levantó la cabeza para mirarme.
—Gracias por su servicio.
Me hizo sonreír, pues quería agradecerle sus palabras, aunque
siempre me molestaban.
—¿Hay algún tipo de perro que estés buscando? —me preguntó la
más joven.
—Tiene que ser bueno con los niños. Vivo a lo largo del río, así que
uno que disfrute del agua estaría bien.
—Tenemos un par de perros que encajan en el perfil. —La joven se
acercó a la mesa, sus ojos grises me miraban con aprecio. Era bonita, y
quizás en otro momento de mi vida, si no hubiera conocido a Summer, me
habría interesado—. ¿Te gustaría verlos?
Asentí con la cabeza. La seguí por una puerta lateral donde había una
fila de grandes jaulas que ofrecían hogares a perros abandonados y no
deseados. Me enseñaron un par de perros que parecían estar bien, pero que
en realidad no me llegaban.
—Aquí detrás tenemos a Maisy. La conseguimos de un refugio donde
una familia la abandonó cuando se mudaron. No sé por qué no se la
llevaron, es una gran perra. Es una mezcla de sabueso-laboratorio-acoso.
Miré dentro de la gran jaula al perro de color crema de ojos brillantes.
Su cabeza se inclinó hacia un lado mientras me miraba. Luego se levantó y
trotó hacia mí.
—Maisy es el perro que me llevaría a casa si tuviera espacio y un
propietario que me permitiera —dijo la mujer—. Es dulce y siempre está
feliz. Está adiestrada con la correa y, cuando la sacamos a pasear, nunca
trata de correr detrás de las ardillas.
Maisy me miró y, curiosamente, pensé que el perro podía ver dentro
de mi alma. Me quedé allí quieto y la miré sin decir nada.
—¿Quieres pasar un rato con ella?
Me encogí de hombros, pero, por dentro, realmente quería.
—Claro.
La mujer cogió una correa y luego abrió la jaula.
—Vamos, Maisy.
La cola de Maisy se movió animada, pero se sentó pacientemente
mientras la mujer le ponía la correa y la sacaba.
—Este es... —La joven me miró—. Lo siento, no entendí tu nombre.
—Rafe.
—Maisy, te presento a Rafe. Rafe, te presento a Maisy.
Extendí la mano para que la perra me oliera. Luego, me agaché para
acariciarla, mirándola otra vez a los ojos. Por norma general, no es una
buena idea mirar a los animales a los ojos, especialmente a los perros, a
menos que sepas que no lo ven como una agresión, así que fue muy extraño
que me sintiera atraído hacia ella de esa manera.
Me golpeó la mano con la cabeza, buscando más afecto.
—Creo que le gustas.
—¿Es buena con los niños? —Ya podía ver a Emma y a Maisy
tomando el té y nadando en el río.
—Sí. Es bastante dócil.
Pasé un poco más de tiempo con Maisy antes de ver a otros perros.
—Entonces, ¿qué piensas? —me preguntó la joven mientras
volvíamos al edificio principal.
—Necesito pensarlo un poco. ¿Hacéis algún tipo de entrenamiento
aquí?
—¿Como la disciplina?
—Sí. O como policía.
—En realidad, no. Tratamos de asegurarnos de que los perros estén
listos para la adopción, pero eso es todo. La mayoría de nuestros perros,
probablemente, no están listos para el entrenamiento de ese tipo, pero creo
que podrían ser entrenados en obediencia básica. —Se puso detrás del
mostrador otra vez.
—¿Conoces a algún entrenador policía por aquí?
—¿Estás buscando un perro militar? —me preguntó la mujer más
mayor.
—No, necesariamente. Solo tenía curiosidad.
—Hay un par de organizaciones de ese tipo de entrenamiento en el
estado, pero ninguna en la zona —me dijo—. Si quieres, puedo darte su
información.
Asentí con la cabeza.
—Sí. —Quería saber más sobre el servicio de entrenamiento de
perros para veteranos.
—¿Quieres rellenar el papeleo de la adopción ahora? De esa manera,
si decides volver a por Maisy, esa parte estará hecha. —La miré con una
ceja alzada. No había dicho que estaba interesado en Maisy. La chica se
encogió de hombros—. Estaba claro que, de todos los perros, ella era la que
ha capturado tu interés.
—Maisy es una perra encantadora —apuntó la otra mujer.
Me adelanté y rellené el papeleo, por si acaso. Podría ser que no me
aceptaran, pero si lo hacían, y si me decidía por un perro, Maisy parecía una
buena elección.
Una vez que regresé a casa, encendí el ordenador y empecé a buscar
información sobre perros de servicio para veteranos. 
Capítulo 11

Summer
Había algo muy malo en mí. Dejaba que Rafe me hiciera el amor sin
sentido en mi oficina durante las horas de trabajo. Si eso no era una
violación de la ética, así como una ofensa por la que podían despedirme, ya
no sabía qué lo era. Pero era difícil arrepentirse porque era fantástico. Me
sentí sexi mientras me inclinaba hacia adelante sobre mi escritorio y me
tomaba por detrás.
Más allá de la satisfacción sexual, estaba orgullosa de él por seguir
adelante y tomarse en serio el asesoramiento. Se merecía tener una vida
llena de amor y de felicidad. Durante mucho tiempo, yo quería ser la mujer
que lo ayudara con eso. No podía negar que una parte de mí todavía quería
eso.
Pero ahora tenía que preocuparme por Emma. Antes de poder hablarle
de ella, tenía que estar segura de que estaba listo, dispuesto y capacitado
para ser un padre para ella. Tenía que decírselo a pesar de todo, la parte de
trabajador social de mi cerebro me lo decía, y sabía que tenía razón.
Pero la madre que había mí era más fuerte. Mi primera
responsabilidad era Emma. Era bueno que viniese a cenar y que pasase
tiempo con Emma y conmigo, así podía evaluar mejor sus intenciones y sus
planes.
Después del trabajo, recogí a Emma y nos fuimos a casa.
—Rafe viene a cenar.
—¿De verdad? ¿Podemos ir al río?
—Esta noche no, cariño, pero quizás pronto.
—Espero que el helicóptero no aparezca. Me parece que no le gustó
mucho.
Le sonreí por ser tan perspicaz.
—No, no creo que le gustase mucho.
Al llegar, nos pusimos los delantales y empezamos a cocinar. Supuse
que los espaguetis eran una apuesta segura. A todos les gustaban los
espaguetis. Preparé un poco de salsa con salchicha italiana y puse los
fideos. Emma ayudó con la ensalada y puso la mesa. También hice pan de
ajo.
Un golpe en la puerta me interrumpió a mitad de la salsa. Revisé mi
reloj.
—Llega temprano.
—Iré a abrir. —Emma saltó de su taburete y corrió hacia la puerta—.
Tío Gavin.
Oh, mierda. Forcé una sonrisa y me encontré con Gavin en la sala de
estar.
—¿Qué pasa? ¿Todo bien?
—Sí. —Cogió a Emma en brazos—. Lainey y yo queríamos invitar a
este pequeño rufián mañana para una fiesta de pijamas. —Arqueé una ceja.
Él se encogió de hombros—. Lainey dice que quiere toda la práctica que
pueda conseguir antes de que llegue el bebé.
—Ella sabe que los bebés no nacen a los cuatro años, ¿verdad? Su
experiencia con Emma no es como tener un bebé.
—Sí, pero nos gusta tener a la niña cerca.
—¿Podemos hacer galletas? —le preguntó Emma a Gavin.
—Claro que sí.
—¿Puedo hacerte coletas en el pelo?
Como Rafe, Gavin se había dejado crecer más el cabello desde que
dejó el ejército.
—Los hombres no usan gomas para el cabello.
Emma frunció los labios.
—Sí, lo hacen. Rafe me dejó peinarle el pelo.
Me estremecí. Gavin me miró con una ceja arqueada.
—¿Has estado pasando tiempo con Rafe?
—También es mi amigo. —Esperaba que mi voz sonara tranquila.
Sabía que tendría que contarle a Gavin lo de Rafe si íbamos a ir en serio,
pero aún no estaba segura de si eso sería así. Así que, por ahora, no
necesitaba saberlo. Además, no estaba preparada para tener cualquier
discusión que Gavin quisiera tener sobre ello.
—¿Desde cuándo? —preguntó.
—Desde hace mucho tiempo.
Negó con la cabeza.
—Tú no eres... —No llegó a terminar la frase. No quería mentirle,
pero tampoco quería tener esta conversación.
—¿A qué hora quieres a Emma mañana?
Me miró fijamente durante un rato, y luego, gracias a Dios, siguió
adelante.
—¿A las seis? O cuando te venga bien a ti. Lainey puede quedarse
con ella también al día siguiente, si quieres. Dale a Jess algo de tiempo
libre.
—Se lo haré saber.
Llamaron a la puerta y mi corazón se detuvo.
—Yo abriré. —Emma bajó de un salto de los brazos de Gavin y corrió
hacia la puerta—. Rafe.
—Hola, Emma. —Rafe le sonrió, y eso me hinchó el corazón. Miró
hacia arriba, me sonrió, y luego su sonrisa vaciló—. Gavin.
—Rafe. —Los ojos de Gavin se entrecerraron cuando miró a Rafe y
luego a mí, luego miró las flores y el peluche que llevaba en las manos.
Rafe se aclaró la garganta.
—Quería agradecerte toda tu ayuda del otro día.
Me preguntaba si Gavin se lo había creído.
—Gracias. Pasa.
—¿Qué es eso? —Emma señaló el peluche.
Rafe se puso de cuclillas, pero pareció vigilar a Gavin. No podía
culparlo.
—Este es un husky. Es un perro de juguete que apuesto a que a tu
madre le parecerá bien que tengas.
Emma lo cogió y lo apretó fuerte contra su pecho.
—Mi propio perrito.
—¿Qué se dice, Em? —la azucé.
—Gracias. —Rodeó el cuello de Rafe con un brazo y le dio un
abrazo. Mi corazón volvió a hincharse.
Rafe se puso de pie y me dio las flores.
—Gracias otra vez.
Las cogí.
—Me alegré poder ayudarte.
—Bueno, ahora que ya está todo dicho, ¿qué tal si te acompaño a la
salida, Rafe? —dijo Gavin mientras le daba palmaditas a Rafe en la
espalda. Rafe me miró a mí primero y luego a Gavin.
—¿Qué hay de la cena? —preguntó Emma.
—Sí. ¿Te gustaría quedarte a cenar? —Esperaba que sonase como una
petición improvisada y no como una cita planeada de antemano—. Te
invitaría, Gavin, pero sé que Lainey te está esperando.
—Claro. —Frunció el ceño mientras nos miraba—. Supongo que
debería irme.
—Saluda a Lainey. Os enviaré a Emma mañana después del trabajo.
—¿Quieres pasarte por el restaurante más tarde, Rafe?
—Tal vez.
Por fin, Gavin salió por la puerta. Puse los ojos en blanco y fui a la
cocina a buscar un jarrón para las flores.
—¿Cómo debo llamar a mi perro, Rafe?
—No lo sé. ¿Qué nombre le queda bien? —Rafe me siguió hasta la
cocina con Emma.
—¿Puedo llamarlo Scout? Como tu perro.
Me volví hacia Rafe para medir su reacción. Su sonrisa era suave,
como si le hubieran tocado el corazón.
—Es un gran nombre.
—Emma, ve a lavarte las manos para cenar.
Rafe se colocó detrás de mí mientras Emma salía de la habitación.
Estaba tan cerca que podía oler su jabón y su olor.
—Parece que Gavin debería saberlo.
Asentí con la cabeza.
—Simplemente, no quería lidiar con ello ahora.
Me volvió hacia él, sus ojos oscuros estudiando los míos como si
tratara de decidir si le estaba diciendo la verdad. Lo estaba haciendo,
mayormente. Supongo que decidió que así era, porque se inclinó hace
delante y me dio un beso rápido, pero firme. Después retrocedió mientras
Emma volvía a entrar en la cocina.
—Vamos a tomar espaguetis, Rafe. ¿Te gustan?
—Me encantan.
La cena fue muy parecida a la fiesta del té. Rafe fue amable y gentil
con Emma. Le preguntó sobre su color favorito, sus juegos y otros aspectos
de su vida.
—¿Juegas al fútbol, Rafe?
—Sí, cuando estaba en la escuela.
—El papá de Chloe juega al fútbol y le está enseñando. Yo no tengo
papá.
Rafe me echó una mirada, y en sus ojos oscuros pude ver todo tipo de
preguntas sobre el padre de Emma. Estaba segura de que quería pegarle al
hombre que me había dejado embarazada y que, luego, me había
abandonado. —¿Puedes enseñarme a jugar al fútbol?
—Creo que puedo recordar cómo se juega. ¿Sigue existiendo la liga
infantil? —me preguntó.
Asentí con la cabeza.
—La inscribiré en otoño.
—También voy a la escuela. No al jardín de infancia, porque para eso
debes tener cinco años. —Emma levantó su mano mostrando cinco dedos
—. Y yo solo tengo cuatro. —Empujó su pulgar hacia abajo, así que solo
tenía cuatro dedos arriba.
—Vaya, ya eres prácticamente una adulta. —Le guiñó un ojo.
—¿Cuántos años tienes?
—Tengo treinta.
Sus ojos se abrieron de par en par.
—Eres muy viejo.
Rafe rompió a reír a carcajadas.
—Para ser honesto, pequeña Emma, me siento mucho más viejo.
—Mi yayo es muy viejo. Tiene más de cincuenta años.
—No le digas eso, cariño, no está bien —le dije.
—¿Por qué no? —Emma se metió espaguetis en la boca y se manchó
la cara de salsa.
—A la gente no le gusta que le digan que son viejos.
Emma se encogió de hombros y luego se volvió hacia Rafe.
—¿Tienes un yayo?
Rafe negó con la cabeza.
—Tenía una abuelita, pero se fue al cielo hace unos años.
—Tal vez ella tiene a tu perro.
Su sonrisa era dulce.
—Eso espero.
—¿Y un papá o una mamá? Yo no tengo papá, y mi mamá no tiene
mamá.
—No tengo ninguna de las dos cosas. —Abrió los ojos como platos.
—¿Quién te cuidó cuando eras pequeño?
—Mi abuela.
Emma frunció el ceño.
—Pero ella se ha ido.
—Ahora no está, pero me cuidó cuando era un niño.
—¿No tienes familia? —Me miró con una expresión de preocupación.
—Rafe tiene amigos, como el tío Gavin y yo. O tú. —Emma se
acercó a Rafe y le dio una palmadita en la mano.
—Podemos ser tu familia, Rafe.
Él sonrió, dándole un apretón en la mano
—Gracias, Emma.

Después de cenar, Rafe le leyó a Emma un cuento y, justo antes de que se


fuese a dormir, se marchó, dándome otro besito cuando Emma no miraba.
Una vez que la llevé a la cama, me acomodé para leer un libro. Sonó
mi teléfono. Esperaba que fuera Rafe, pero mi identificador de llamadas
decía que era Gavin.
Presioné el botón de descolgar. Esperaba que llamara por otra cosa
que no fuera Rafe.
—¿Qué pasa entre tú y Rafe?
Mierda.
—Es un amigo. ¿Por qué estás molesto?
—Es mi amigo.
—Caray Gavin, suenas como un niño petulante. Ambos podemos ser
su amigo. ¿O no quieres compartirlo?
—No me mientas, Summer. No eres de las que mienten.
—No estoy mintiendo. —Tan poco estaba diciendo toda la verdad.
—Tu vecina me dijo que pasó la noche.
—¿Interrogaste a mi vecina? ¿Qué demonios, Gavin?
—No. Cuando me iba, salió a saludar. Le dije que planeábamos
llevarnos a Emma por la noche y que la tendríamos el miércoles con
nosotros. Me preguntó si era para que tu nuevo hombre se quedase otra vez
a dormir.
Joder. Pero no dijo de quién se trataba.
—Y has supuesto que era Rafe.
—Dime la verdad, Summer.
Suspiré porque, aunque podía intentar ocultar la verdad, no era de las
que mentían.
—Gavin...
—Joder, lo sabía.
—Me gusta, Gavin. Y yo le gusto a él.
—Jesús... No puedo imaginar que... ¿Te estás acostando con él?
—Gavin, tengo que ocuparme de Emma. Podemos hablar de esto más
tarde. Solo quiero que sepas que todo está bien. No hay necesidad para que
te comportes como un imbécil. —Vale, probablemente no necesitaba
comprobar cómo estaba Emma, pero, para no ser una mentirosa, lo haría.
—Summer.
—Tengo que irme. —Colgué y subí a su habitación. Abrí la puerta
para verla. Era como un ángel, durmiendo, tan tranquilamente. Se parecía
tanto a su padre… Me pregunté cuánto tiempo podría ocultar la verdad
antes de que Rafe, o Gavin, sumaran dos más dos.
Solo necesitaba el tiempo suficiente para saber que Rafe se quedaría,
y que estaba emocional y psicológicamente listo para asumir los deberes y
el papel de padre. 
Capítulo 12

Rafe
Era un hombre de treinta años y acababa de tener mi primera cita. Vale,
había salido con chicas en el instituto, pero casi siempre era Gavin, y
Lainey estaban con nosotros.
Hace cinco años, Summer y yo pasamos tiempo juntos, pero nunca
salimos o cenamos juntos. Nuestra relación, entonces, era un secreto. En ese
momento, era lo que yo quería. Por más que quisiera estar con ella y la
necesitase, sentía que estaba traicionando la amistad de Gavin. Aunque, si
soy honesto, creo que también quería algo bueno y puro que fuera todo mío.
Algo que no tuviera que compartir con el mundo.
Hoy, no me sentía así. Esto no era solo una aventura de seis semanas
para mí. Aunque no podía asegurar que fuera a durar para siempre, sí que
podía asegurar que quería llevarlo tan lejos como fuera posible, lo que
significaba que Gavin necesitaba saberlo.
Quería que todo el mundo, especialmente los demás hombres,
supieran que Summer no estaba libre. Que ella era mía, y que yo era suyo
todo el tiempo que ella quisiese. «Podemos ser tu familia, Rafe». Las
palabras de Emma volvieron a mi mente; el calor se había extendido por mi
pecho cuando dijo eso… La familia. No era algo que alguna vez hubiese
pensado tener. Pero, después de la fiesta del té y de la cena de esta noche,
me encontré anhelando ese tipo de conexión. Ese tipo de permanencia.
Pero no podía dejar que eso sucediese, me advertí a mí mismo. Tenía
demasiado equipaje sobre los hombros como para tener algo permanente
con Summer y con Emma. Y todas las señales de Summer sugerían que no
quería que los demás, especialmente Gavin, supieran lo que pasaba entre
nosotros. Eso me dolió un poco, aunque lo entendía. Yo no era lo
suficientemente bueno y Summer tenía una hija a la que tenía que poner en
primer lugar.
«Vamos Rafe. Eres un marine con problemas. Deja de
autocompadecerte como un marica», me dije. Me había dado un baño
nocturno, por diversión, no por terapia. Me había puesto los vaqueros y
estaba sentado en la orilla del río, lanzando piedras al agua oscura
iluminada por la luna.
—¡Rafe! —La voz enojada de Gavin gritó desde la puerta de mi casa,
seguida de un fuerte golpe.
—Joder. —Ese era el sonido de un hermano que sabía que me había
estado acostando con su hermana. Como sabía que iría hasta donde me
encontraba si no le contestaba, decidí quedarme quieto.
—Ahí estás, imbécil.
La adrenalina comenzó a apoderarse de mi cuerpo. Esperaba que
pudiese mantenerme en forma. Me quedé de pie, listo para que él viniera
hacia mí. Extendí las manos a los lados en señal de rendición.
—Te has estado follando a mi hermana.
—No es así, Gav.
—¿Lo estás negando?
—No la estoy usando.
—Entonces, te la estás follando. —Se plantó delante de mí. Su cara se
contorsionó con rabia.
Intenté verlo desde su punto de vista, pero también tenía que hacerle
entender cómo eran las cosas.
—Me preocupo por ella.
—Es mi hermana, maldito imbécil.
Mi ritmo cardíaco se aceleró, así que respiré hondo.
Me golpeó en el pecho con tanta fuerza que tuve que dar un paso
atrás.
—Somos hermanos, hombre. Y te estás follando a mi hermana.
¿Cómo has podido?
Empecé a sentirme vacío, como si estuviese viendo la escena desde
fuera de mi cuerpo.
—Mírate. Estás jodidamente roto. No eres lo bastante bueno para ella.
Tenía razón en ambos casos.
Me empujó de nuevo, y esta vez, la energía en mí me hizo querer
atacar, protegerme en vez de retirarme.
—No lo hagas.
—No hacer, ¿qué? ¿Empujarte? Debería patearte el culo. Jesús, Rafe,
¿en qué estabas pensando? —Me empujó de nuevo.
Lo cogí de la camiseta y lo empujé hacia atrás hasta que estuvo contra
un árbol.
—No me empujes.
—¿Vas a pegarme, Rafe? ¿Así es como vas a tratar a Summer cuando
se enfade? ¿Vas a pegar a Emma?
—Joder. —Lo solté—. Nunca haría eso. —Di un paso atrás. Mis
pulmones se sentían como un fuelle mientras respiraba—. Si de verdad
somos amigos, entonces deberías conocerme, Gavin. Deberías saber que
nunca le faltaría el respeto o lastimaría a tu hermana.
—Estás metiendo tu polla dentro de ella... No hay nada más
irrespetuoso que eso. —Me miró fijamente a los ojos con rabia—. ¿Durante
cuánto tiempo? ¿Cuánto tiempo llevas follándote a mi hermana?
—No me la follo, y si tuvieras algún respeto por ella dejarías de decir
eso.
Se acercó a mí, pero no me tocó.
—No puedes decirme cómo hablo de mi propia hermana. Solo aléjate
de ella. Ella se merece algo mejor. Emma se merece algo mejor.
Con una última mirada, se dio media vuelta y salió atravesando mi
jardín. Unos momentos después, oí el rugido de su camión y un chillido de
neumáticos mientras se alejaba.
—Puta mierda. —Me hundí en el suelo en la orilla del río. Me pasé
los dedos por el pelo mientras trabajaba para controlar mi ritmo cardíaco.
La parte positiva era que no había tenido un episodio completo. La
parte negativa era que lo había agarrado y ahora él pensaba que yo era
violento. No creía que tuviera la capacidad de ser violento con una mujer o
un niño, pero tampoco pensé que querría pegar a mi mejor amigo. ¿Podía
llegar tan lejos? Tenía poco control sobre mí mismo durante un episodio, así
que era posible.
Cerré los ojos y agaché la cabeza. Nunca debería haberla tocado. Ni
hace cinco años, y ni ahora. Nunca tendría que haber vuelto a casa. No
estaba hecho para este mundo. Ya no.
Si fuera listo me subiría a mi coche, conduciría a la oficina de
reclutamiento de los Marines más cercana, o directamente a la base de los
Marines en Quantico, y me volvería a alistar. La guerra era un infierno, pero
yo conocía el infierno.
Miré por encima del agua, deseando que mi cabeza y mi corazón
estuviesen en sintonía. ¿Por qué dejaba que mi corazón tuviera algo que
decir? «¡Idiota!, me recriminé a mí mismo. Ese era el problema. La realidad
era que el mundo era un lugar violento y oscuro lleno de gente en la que no
se podía confiar. ¿No era eso lo que me había enseñado La Marina? Dejar
que mi corazón pensara que había algo bueno solo me hacía ser débil.
Summer era dulce y buena, pero no era algo que yo pudiese tener.
Gavin tenía razón. Estaba destrozado, y Summer y Emma se merecían algo
mejor. 
Capítulo 13

Summer
Estaba almorzando en mi escritorio en mi oficina al día siguiente,
preguntándome qué podría estar pensando o haciendo Gavin, cuando recibí
una llamada de Lainey.
—¿Es cierto?
—¿El qué? —pregunté.
—Sobre ti y Rafe.
—¿Qué te dijo Gavin?
—Sus palabras exactas fueron: «Rafe se está tirando a mi hermana».
—Resoplé—. Entonces, ¿es verdad?
—No es así. —Pero, incluso, mientras lo decía, me preguntaba si eso
era totalmente cierto. Sí, tuvimos una buena cena sin sexo, pero la mayor
parte del tiempo que estuvimos juntos, estuvimos follando. No es que
pensara que Rafe me estaba usando. Si lo hacía, entonces, yo también lo
estaba usando a él. Pero me importaba, y sabía que yo le importaba a él.
—Entonces, ¿estás enamorada?
No podía decirlo con seguridad.
—Nos gustamos el uno al otro. Y no es asunto de Gavin.
—Está preocupado, Summer.
—Puede que sea su hermana menor, pero no soy una niña, y él no es
mi jefe.
—No, pero Rafe tiene problemas. A Gavin le preocupa que pueda
hacerte daño. Por lo visto, estuvo a punto de pegarle a Gavin anoche.
No me creí en ningún momento que eso pudiese ser cierto.
—No puedo creerme que tú, entre toda la gente, Lainey, estés
diciéndome esto. Gavin es un alcohólico con un historial de conducción
bajo los efectos del alcohol. —Dejé de lado la parte en la que Gavin
también había pasado mucho tiempo con otras mujeres porque no quería
herir a Lainey—. No veo que lo dejes.
—Ya no bebe, Summer. —Estaba a la defensiva—. Rafe no es
estable.
—Lainey, si crees que Gavin no corre el riesgo de recaer, entonces es
que estás siendo una ingenua. Y sé, de hecho, que todavía tiene episodios
ocasionales, así que estás siendo una hipócrita.
—Conozco a Gavin.
—Yo también lo conozco. Lo conozco lo suficiente como para saber
que no le importaría una mierda lo nuestro si Rafe no fuera amigo suyo. —
Suspiré y me pellizqué el puente de la nariz—. Probablemente se sienta
traicionado, y eso se lo reconozco. Pero lo que Rafe y yo hagamos no es
asunto suyo. Ni tampoco tuyo.
Hubo silencio al otro lado de la línea. Estaba a punto de decirle que
podía olvidarse de llevarse a Emma esa noche. No es que la alejara de ellos,
pero no quería que Emma estuviera allí si iba a haber animosidad hacia
Rafe o hacia mí. Tendrían que aceptar o, al menos, mantener sus bocas
cerradas sobre mí y Rafe antes de que la dejara visitarlos.
—¿Cómo es con Emma? —preguntó por fin.
—No es que sea asunto tuyo, pero es realmente genial. Mejor que
Gavin. Rafe le dejó arreglarle el pelo.
—Summer... Solo estamos preocupados por ti.
—¿Por qué? Soy una mujer adulta con una carrera exitosa y una hija a
la que he criado de maravilla. ¿Qué te da el derecho o la autoridad para
juzgarme?
—Cariño, no es así.
—Sí que lo es. —Miré el reloj. Mi próxima cita estaba a punto de
aparecer.
—¿Es serio?
—Lainey, si no lo fuera cualquier cosa que hiciera estaría bien. Sería
mi elección y la de Rafe. Tú y Gavin no tenéis nada que decir sobre si elijo
o no follarme a alguien porque me excita o porque me gusta. Pero, para
responder a tu pregunta, me preocupo por él y él se preocupa por mí. —Al
menos, eso creía.
—Dijo que Rafe casi lo golpea.
—¿Y qué hizo Gavin? Estoy segura de que lo provocó. Y, si tanto le
importa, podría ver la agresión de Rafe como una forma de protegerme. Si
se acostara conmigo solo por diversión, le sería indiferente.
—Supongo que tienes razón. Sabes más sobre por qué la gente actúa
de la manera en la que lo hace, que Gavin o yo. Lo siento si te he ofendido.
Solo quiero que seas feliz y que estés bien. ¿Rafe te hace feliz?
—Sí.
—Bien. —Su voz era fuerte, y presentí que ahora estaría de mi lado
—. Eso es lo que importa. Tienes buen juicio, y Gavin tendrá que aceptarlo.
—¿Y tú?
—Si Rafe te hace feliz y es bueno contigo, entonces estoy a favor. Me
gusta Rafe. Siempre me ha gustado Rafe.
—Genial.
—¿Emma todavía puede venir esta noche?
—¿Se comportará Gavin?
—Me aseguraré de que lo haga.
Me reí.
—Será como tener dos niños de cuatro años, con Emma y Gavin allí.
—Emma es pan comido. A Gavin puede que tenga que ponerlo en
punto muerto. O, tal vez, la próxima vez que estemos en la cama lo llevaré
al límite hasta casi matarlo
—¿Qué? —En cuanto pregunté, supe que quería retractarme. No
quería imaginarme a mi hermano en la cama, que es quizás por lo que
estaba luchando con Rafe y conmigo, pero ¿qué quería decir con «casi
matarlo»?
—Es cuando estamos en la cama y le hago una mamada, pero paro
justo antes de que termine. Lo hago una y otra vez... ya sabes... hasta
llevarlo al límite.
—Suena como una tortura.
—Un poco, pero, al final, vale la pena. Si él puede manejarlo, claro.
A menudo, toma las riendas con sus propias manos.
Arg. No quería pensar en mi hermano masturbándose.
—La verdad, lo ataría para que no pudiera hacer eso, pero, bueno... ya
sabes. Sentirse atrapado es uno de sus desencadenantes.
Asentí con la cabeza. A mi hermano no le gustaban los espacios
pequeños o sentirse confinado. Por ejemplo, no podía subir en los
ascensores. Había estado atrapado bajo los escombros durante casi treinta y
seis horas después de una explosión en Irak.
Había sobrevivido, pero le tuvieron que amputar la pierna justo por
debajo de la rodilla, y no podía soportar los espacios pequeños o sentirse
atrapado. Probablemente no sería capaz de lidiar con estar atado, aunque su
esposa esté haciéndole una mamada.
—Esto es demasiada información.
Ella se rio.
—Lo siento. Y no hacemos nada de eso cuando Emma está aquí.
—Bien.
—Summer, sabes que esto viene del amor, ¿verdad? Gavin se siente
protector, aunque no lo necesites.
—Sí. Lo sé. Pero no tengo que soportarlo.
Una vez que colgamos, quería llamar a Rafe para saber cómo estaba
lidiando con la ira de Gavin. Todavía no podía creer que Rafe amenazara a
Gavin. La reacción de Rafe ante el estrés era retroceder. Lo veía como una
debilidad, pero sospechaba que tenía más miedo de su fuerza y de su rabia.
No se retiraba para esconderse, sino para evitar los ataques. No podía
estar cien por cien segura de eso, pero el hecho de que usara el ejercicio
para liberar la tensión acumulada lo sugería.
Pero no podía llamar a Rafe, ya que mi próxima cita había llegado. En
su lugar, iría a visitarlo una vez que dejara a Emma.

Después del trabajo, recogí a Emma de casa de Jess y la llevé a casa de mi


hermano y de Lainey.
Lainey nos saludó en la puerta.
—Pasa, pequeñina.
Cuando entré en la sala de estar, Gavin me miró fijamente.
—Necesito hablar contigo —le dije haciendo un gesto para que nos
fuéramos afuera, para que Emma no lo oyera.
—Vamos, Emma, saquemos todo el equipo de horneado y, después de
la cena, haremos galletas.
—¡Si! —Emma se fue corriendo a la cocina con Lainey, que le
murmuró algo a Gavin. Puso los ojos en blanco, pero me siguió hasta su
porche.
—No voy a disculparme —dijo una vez que estuvimos fuera.
—No me importa si lo haces, pero te mantendrás fuera de mi vida.
Puso las manos en las caderas.
—Estoy cuidando de ti, hermana. Rafe no está bien de la cabeza. Me
agarró anoche.
—No te creo.
Se rio de forma burlona.
—¿Es tan bueno en la cama que le creerías antes que a tu propio
hermano?
— Eres un asqueroso gilipollas, Gavin.
—Te estoy diciendo lo que pasó.
—¿Y qué le hiciste? Porque lo he visto cuando tiene dificultades y su
modus operandi es retirarse. Si arremetió contra ti fue porque no podía
retroceder. La única manera de que eso ocurra es si estás siendo agresivo.
¿Lo golpeaste primero? ¿Lo empujaste? —Miró hacia otro lado. Esa fue
toda la respuesta que necesitaba—. Lo sabía. No te metas en mi vida,
Gavin.
—Summer, solo estoy tratando de protegerte. Te mereces algo mejor
que Rafe.
—Eres su mejor amigo. —Sacudí la cabeza sin dejar de mirarlo. ¿Te
crees que eres el único que puede tener una buena vida después de sufrir el
horror de la guerra? —Le estaba gritando. Sus ojos se abrieron de par en
par, sorprendido. Nunca había sido tan agresiva con él—. Los problemas de
Rafe son mucho menores que los tuyos. No bebe y no se folla a todas las
mujeres dispuestas a abrirse de piernas para él, como alguien que conozco.
Los ojos de Gavin se encendieron con el calor.
—Lainey está dentro.
—¿No crees que ella ya sabe que estabas follando por toda la ciudad?
—Eso es el pasado —siseó.
—Eso es lo que es, Gavin. Te has centrado y ella te ha perdonado. Y
mira lo que tienes: un buen hogar, una buena esposa, y estás a punto de ser
padre. Si has obtenido redención y una segunda oportunidad, ¿por qué no
puede Rafe?
—Todavía no está estable, Summer.
—Tampoco tú, y aun así Lainey está contigo. —Me burlé de él—. Si
fueras de verdad su amigo estarías feliz de que estuviera tratando de
avanzar en la vida.
—No con mi hermana. Tienes una hija en la que pensar, por el amor
de Dios.
—Rafe es bueno con ella.
—Ahora, tal vez. Pero ¿qué pasa cuando tenga un episodio?
—Lo mismo que Lainey tendrá que afrontar cuando tú lo tengas. Ves
la hipocresía, ¿no? Deja de intentar darme excusas tontas, Gavin. Solo di
que es raro que tu mejor amigo esté con tu hermana, y luego supéralo de
una vez.
—Te mereces algo mejor.
—Sí, bueno, también Lainey. —Se estremeció, y me sentí culpable
por mis palabras. Sí, estaba enfadada con él, pero era mi hermano y le
quería—. Gavin, lo siento.
—¿De verdad piensas eso? ¿Crees que soy un completo desastre?
—No. Creo que has trabajado duro por lo que tienes, y estoy
orgullosa de ti. Pero Rafe también está trabajando duro. Se merece la
felicidad tanto como tú. Y, si la encuentra conmigo, deberías de estar feliz
en vez de actuar como un idiota.
Me miró fijamente.
—Gavin, es hora de cenar —llamó Lainey desde la puerta.
—No he terminado aquí.
—Sí que has terminado. Ambos habéis dicho vuestra verdad, ahora es
hora de cenar antes de que digáis algo de lo que ambos os podáis arrepentir.
Demasiado tarde, pensé. Ya había dicho algo de lo que me arrepentía,
pero esperaba que Gavin y yo volviéramos a la normalidad sin importar lo
que pasara entre Rafe y yo.
—Tengo que irme. —Me di la vuelta para alejarme.
—Te hará daño, Summer —dijo Gavin.
—Me pregunto si me hará más daño que tú.
Mientras conducía hacia casa de Rafe, pensé en algunas de las cosas
que había dicho Gavin. Rafe tenía que trabajar para estar bien
psicológicamente, no necesitaba estar en una relación. Pero Gavin había
estado con Lainey mientras luchaba por organizar su vida. Rafe podía
hacerme daño, especialmente si decidía irse, pero yo también podía hacerle
daño a él. Después de todo, lo estaba traicionando al ocultarle el secreto de
Emma.
Dejé eso a un lado cuando estacioné mi coche frente a su casa y me
dirigí a su puerta.
—Hola. —Parecía sorprendido de verme cuando abrió la puerta.
—Emma está pasando la noche con mi hermano. —Ni siquiera pude
decir su nombre.
—Está bien. —Abrió más la puerta para dejarme entrar.
Una vez en la sala, miré a Rafe, tan guapo incluso con las sombras de
la guerra atenuando el brillo de sus ojos.
—Siento lo de Gavin.
Rafe se encogió de hombros.
—Estaba destinado a suceder. Siento que tengas que estar en medio
de todo esto.
Lo estudié.
—¿Te hizo daño?
Suspiró.
—No, pero lo agarré de la camiseta. Supongo que te dijo que no era
seguro para ti ni para Emma. Tal vez tenga razón.
—No. Te empujó a hacer algo así, ¿no?
Asintió con la cabeza.
—Eso no hace que esté bien. A veces, no puedo predecir mi
comportamiento.
—Rafe, si alguien me empujara yo también querría pegarle. La
mayoría de la gente lo haría. —Asintió con la cabeza, aunque no parecía
muy convencido—. Entonces, lo que te dijo Gavin... ¿Eso no te hace
cambiar de opinión sobre nosotros?
Negó con la cabeza.
—Odio que se sienta traicionado, pero no podría dejar de quererte,
aunque lo intentase. —Me rodeó con un brazo y tiró de mi para abrazarme.
—¿Lo has intentado? —Lo miré a sus oscuros ojos.
—Sí. Tiene razón en una cosa. Puedes tener a alguien mejor que yo…
—Rafe, deja de menospreciarte. —Se encogió de hombros. Le puse
una mano en la mejilla—. Ojalá pudiera hacerte ver lo que yo veo en ti.
Volvió la cabeza, besando mi palma.
—Debe de haber algo bueno en mí, de lo contrario no estarías aquí.
De repente, quise tocar a este hombre y devolver la vida a esos ojos
tan tristes. Quería hacerle sentir bien y digno.
—Quiero llevarte al límite, Rafe.
Me miró con una ceja levantada.
—¿Al borde de qué?
—Al borde del cielo.
Mostró una sonrisa sexy.
—¿Solo al borde?
Capítulo 14

Rafe
Si no hubiera sido por la distracción de investigar perros policía para
veterinarios, me habría vuelto loco pensando en la visita de Gavin anoche.
Podía entender sus sentimientos y preocupaciones. Sabía que Summer y
Emma se merecían a alguien que no tuviera los fantasmas de la guerra
rondando por cada esquina. Ya estaban hartas de eso con Gavin y con su
trabajo.
Pero, aun así, no podía apartarme de ella. Supongo que eso me hacía
ser un egoísta, ya que cuando estaba con Summer, era la única vez en que
no me sentía fuera de lugar. Me sentía completo. Me sentía en paz.
Ahora mismo, me sentía excitado. ¿Qué quería decir Summer con lo
de llevarme al límite?
De pronto recordé el lugar donde todo empezó. Ese sitio tras mi casa
donde hicimos el amor hace años. Donde descubrí lo que era hacer el amor
y no solo follar.
—Vamos. —No la esperé. Salí de la habitación y, de ahí, a la puerta
trasera. Me apresuré a entrar en el río, dejando que el agua fría me calmara.
Me sumergí y luego subí a tomar aire. Después de unas cuantas
respiraciones, me volví para mirar hacia la orilla.
Estaba de pie en la orilla, desnuda y hermosa. La luz de la luna brilló
sobre ella como un foco, proyectando un brillo etéreo sobre su suave piel.
Mi corazón se desplomó en mi pecho. Joder, estaba enamorado de ella. El
pensamiento me aterrorizaba incluso cuando lo que quería era saborearlo.
—Entra en el agua, nena. —Caminé hacia ella con la mano extendida.
Ella se me acercó despacio hasta colocarse frente a mí. Después, la
abracé pegándola a mi cuerpo con fuerza.
—Oh —Sus dedos me acariciaban el pelo mientras su hermosa
mirada me estudiaba.
Asentí con la cabeza.
—Lo lograste. Has conseguido que mi corazón vuelva a latir.
Ella sonrió.
—¿Rafe?
—¿Hmm?
—Sé que antes éramos solo dos niños disfrutando de un verano
juntos.
—Esta vez no, cariño. —Mis palabras parecían darle alivio. ¿Gavin le
había hecho creer que yo solo estaba en esto por el sexo? Bueno, ¿se
sorprendería cuando supiese la verdad?—. ¿Summer?
—¿Hmm?
—Te quiero. 

Summer

Me sentía cómo un ciervo atrapado entre los faros de un coche. ¿Había


dicho lo que yo creía que había dicho?
Dejó caer su frente contra la mía.
—¿Demasiado pronto?
—Yo también te quiero, Rafe. —Lo rodeé con mis brazos y lo agarré
fuerte—. Lo he hecho durante tanto tiempo…. —No podía esperar más.
Tenía que decirle la verdad sobre Emma—. Rafe.
—Déjame amarte, Summer. —Me besó suave, llenándome por
completo. Sus manos se deslizaron por mi cuerpo y sostuvo mis pechos
mientras sus pulgares se deslizaban por las puntas. Bajó la cabeza, sus
labios chupando un pezón y luego el otro. La dulce sensación envió un
escalofrío a través de mi cuerpo, haciendo que mi cerebro funcionara mal.
—Vamos dentro. —Me besó y luego me cogió de la mano mientras
me sacaba del agua y me llevaba de vuelta a la casa. Cogió una toalla del
baño y me secó tiernamente. Me sentí muy querida por él. Como si yo, para
él, fuese preciosa.
Luego se secó y me llevó a su dormitorio.
Me tumbó en la cama y su cuerpo cubrió el mío. Sus manos acunaban
mi cara mientras me besaba, su lengua se deslizaba entre mis labios.
Durante mucho tiempo, solo me besó. Fue cariñoso y dulce, y hacía que me
corazón se sintiese lleno.
Después, pasó a besarme la mandíbula, el cuello y la orejan
—Mi dulce Summer.
Me relajé y me dejé llevar completamente por él. Rindiéndome a él.
Se acercó a mis pechos, usando su boca para besar, chupar y pellizcar un
pezón y luego el otro.
—Mi dulce Summer —dijo de nuevo, mientras su polla acariciaba mi
apertura, hasta introducirse del todo.
—Rafe.
Me llenó y le envolví las caderas con las piernas para evitar que
saliese de mi cuerpo. Quería unirme a él para siempre.
Sus manos se agarraron a las mías, sosteniéndolas sobre mi cabeza.
—Dímelo otra vez, Summer.
Apreté sus manos.
—Te quiero, Rafe.
Me recompensó inclinando sus caderas, llenándome aún más.
—Mi dulce Summer. —Me besó, mientras su cuerpo empezaba a
moverse lentamente. Sus movimientos eran lentos, comedidos, llenos de
emoción, y eso me hizo llorar. ¿Cuánto tiempo llevaba amando a este
hombre? ¿Quería sentir esto por él?— ¿Summer? ¿Estás bien?
Asentí con la cabeza.
—Estoy abrumada por la emoción. —Era lo mismo que él me
acababa de decir.
—Yo también, nena. —Me besó de nuevo, mientras su cuerpo se
deslizaba hacia adentro y hacia afuera, construyendo la dulce tensión que se
estaba apoderando de mí—. ¿Confías en mí?
—Sí, sí, Rafe. —Quería preguntarle si él confiaba en mí, pero mi
culpa no me lo permitía. Hasta que le hablase de Emma, no podía confiar en
mí—. Rafe... Necesito que sepas...
—Enséñamelo, Summer. Enséñamelo. —Me besó, un poco más
fuerte esta vez, ya que sus empujones se hicieron más urgentes. Gemí,
perdida en la deliciosa fricción de su polla, que me empujaba cada vez más
alto—. Córrete, Summer. Córrete y llévame contigo.
Se apoyó en las manos para poder entrar y salir mejor, hasta que me
hizo ver las estrellas. Grité su nombre, cantando mi amor por él hasta que
sentí que su propio calor me llenaba.
Se desplomó, rodando a un lado y tirando de mí hacia él. Nos
sostuvimos el uno al otro mientras nuestras respiraciones volvían a la
normalidad.
—¿Rafe?
—Hmm. —Sonaba un poco aturdido.
—Necesito hablar contigo sobre Emma.
—Es una gran chica. —Me besó en la frente.
—Es tuya.
Esperé a que me respondiera y, cuando no hubo nada, temí lo peor.
Como seguía sin responderme, miré su hermosa cara. Sus ojos estaban
cerrados, sus rasgos eran laxos. Su respiración era lenta y constante. Estaba
dormido.
Luché por despertarlo, pero finalmente decidí dejarlo dormir. Me
quedé a oscuras, saboreando este nuevo paso en nuestra relación y sabiendo
que, hasta que no supiera la verdad sobre Emma, nuestro amor estaba en
terreno inestable. Podía decírselo por la mañana, pero tenía que trabajar. De
hecho, tenía que irme a casa porque allí no tenía ropa.
Lentamente, me escabullí de sus brazos y me vestí. Le escribí una
nota, diciéndole que lo amaba. Lo vi dormir durante unos minutos; quería
volver a la cama con él y abrazarlo durante toda la noche. A regañadientes,
dejé su habitación y me dirigí a casa.
Ya en la cama, unas cuantas horas después, trataba de encontrar la
mejor manera de quedarme a solas con él para decirle que era padre.
También planeé cómo explicarle por qué había tardado tanto en decírselo.
Esperaba que lo entendiese. Si lo hacía, no había nada que se interpusiera
en nuestro camino para encontrar finalmente la paz y la felicidad.

Al día siguiente en el trabajo, todavía estaba tratando de averiguar cuándo y


cómo podría hablar con Rafe. Quería hacerlo cuando Emma no estuviese
cerca, pero también en un lugar que fuera privado. Tal vez podría hablar
con Gavin y con Lainey para que se quedasen con ella una noche más.
Negué con la cabeza. Acababa de acordarme de que los miércoles eran
noches muy ocupadas en el restaurante para Gavin. Además, le prometí a
Emma que iríamos a la biblioteca, que los miércoles cerraba más tarde.
Justo antes del mediodía, mientras me preparaba para almorzar,
llamaron a mi puerta.
—Pasa.
Rafe entró, y mi corazón dio volteretas en mi pecho al verlo. Tan alto,
tan delgado, tan guapo. Y era mío... Si es que podía quedármelo.
—Hola, ¿estás ocupada?
Me quedé quieta y me acerqué a mi escritorio.
—No. No sabía que estabas por aquí hoy.
Me envolvió en sus brazos y me besó hasta que perdí el aliento.
—Tuve una sesión y una reunión de grupo.
—¿Cómo han ido?
Se encogió de hombros. Todavía era nuevo en todo esto, por lo que no
me sorprendía que no supiese ver los beneficios. Al menos, seguía
viniendo.
—Siento haberme quedado dormido sobre ti. Me agotaste. —Movía
las cejas de forma pícara.
Lo miré a los ojos, oscuros. y supe que tenía que hablar con él en ese
momento, pero no podía. No en mi lugar de trabajo. Podía haber gritos, o él
podía marcharse y yo no podía seguirlo.
—Estaba pensando que podría llevarte a almorzar, ahora que ya no
somos un secreto. Por cierto, me alegro de que haya salido a la luz. No me
gustó traicionar a Gavin de esa manera. Es importante que se sepa la
verdad, ¿no crees?
Mis tripas se contrajeron en un nudo.
—Sí.
—Solo espero que se le pase pronto.
—Se le pasará. —Lo besé. Quería probarlo una última vez, antes de
contarle lo de Emma y que todo se estropeara.
—¿Puedo llevaros a ti y a Emma a cenar esta noche?
—Le prometí que iríamos a la biblioteca esta noche. Lo siento...
—No te disculpes. Sé que ella es lo primero.
Lo era, pero eso no significa que Rafe no fuese importante para mí.
Quería que él lo supiera.
—Tú también eres importante para mí, Rafe. Te quiero.
Sus ojos se llenaron de emoción.
—No puedo creer que me digas eso.
Me acerqué a él.
—Te quiero. No lo olvides. —Esperaba que lo recordara cuando
encontrara el momento adecuado para contarle lo de Emma. 
Capítulo 15

Rafe
Disfruté de la terapia. Mi terapia había ido bien, aunque todavía no estaba
seguro de cómo podría ayudarme. El grupo era más de lo mismo, y aunque
era agradable estar rodeado de otros que entendían lo que era vivir la vida
siempre al borde de sentir que algo malo iba a suceder, no sabía cómo eso
iba a impedir que lo siguiera sintiendo.
Pero con Summer no hubo malos sentimientos. Solo felicidad y
calma. Mi alma estaba en paz cuando ella estaba cerca. Y ella me daba un
dulce placer como nunca, antes, había conocido. Si Gavin supiera todas las
cosas que hacía con ella, seguro que me mataría. Tenía que esperar que
nunca se enterase. En cambio, necesitaba saber cuáles eran mis intenciones.
Aunque no sabía lo que el futuro nos depararía a Summer y a mí,
sabía que las amabas a ella y a Emma. Las quería en mi vida. Para hacerlo,
necesitaba arreglar mi vida; eso significaba averiguar cómo iba a ganarme
la vida. También significaba convertir, por fin, la casa de mi abuela en mi
hogar. Necesitaba que fuese a prueba de niños, empezando con una valla en
el patio trasero para mantenerla alejada del río cuando nadie estuviese
mirando. Y, por supuesto, con una valla podría tener un perro.
Lo primero que hice fue pasar por el restaurante de Gavin. Cuando vi
que no estaba allí, pasé por su casa, pero tampoco estaba allí. Decidí probar
en un lugar más; la casa de su padre y del de Summer. Iba a ser bastante
difícil hablar con Gavin sobre Summer, pero con su padre allí, sería aún
más difícil. Siempre me había llevado bien con el señor Addison, pero
estaba seguro de que reaccionaría Igual que Gavin al saber que me acostaba
con Summer. O peor.
Aparqué el coche y me dirigí a la parte trasera.
—Bueno, en vivo y en directo, Rafe Buchanan. —El padre de
Summer salió al porche. Se veía casi igual que cuando yo era niño, severo y
aterrador. Tenía el pelo más canoso y unas cuantas arrugas más, pero, aun
así, me hizo detenerme en el escalón inferior mientras me miraba con lupa.
—Sí, señor.
—Por lo que tengo entendido, estás haciendo cosas indecentes con mi
hija.
Joder.
—No, señor. La quiero.
Elevó una ceja.
—¿Sí?
—Sí, señor.
—¿Y a Emma?
—También la quiero. Es una gran chica.
Me estudió durante un momento.
—¿Quieres una cerveza?
Negué con la cabeza.
—Aunque agua estaría bien. —La necesitaba porque tenía la boca
seca. ¿Cómo es que había sido capaz de correr para entrar en batalla en la
guerra, pero estaba muy nervioso hablando con el padre de Summer?
Asintió con la cabeza para que lo siguiera dentro. La casa estaba tal y
como la recordaba. Admiraba a su padre por haber sido capaz de criar él
solo a sus hijos después de que su madre los abandonara. Recordé lo
destrozada que estaba Summer. Gavin fingió que no le importaba, pero yo
sabía que sí. Y lo entendía. Mis padres, básicamente, también huyeron. Era
una maravilla que hubiéramos salido tan bien. Mi abuela y el padre de
Summer debían sentirse orgullosos de ellos mismos.
—¿No crees que es un poco irrespetuoso para mi hijo que te vayas
con su hermana? —dijo mientras me daba un vaso de agua y me hacía señas
para que me sentara a la mesa.
—No quería faltarle el respeto. He estado buscándolo. Esperaba poder
hablar con él.
—Él y Lainey tienen hoy a Emma. Se la han llevado de excursión.
Asentí con la cabeza, recordando que Gavin lo había arreglado para
poder llevársela.
—Me alegro de que le vaya tan bien.
—Yo también, hijo. Hubo un tiempo en el que pensé que nunca
volvería a estarlo. No es que no tenga sus momentos. Ya no celebramos el
cuatro de julio.
Volví a asentir con la cabeza. Era curioso cómo los veteranos habían
luchado por la libertad americana, pero no eran capaces de unirse a la
celebración anual, porque los fuegos artificiales le traían de vuelta el horror
de la guerra.
—¿Qué hay de ti? ¿Tienes síndrome de estrés postraumático?
Otro asentimiento. No tenía sentido mentir sobre eso. Solo esperaba
que no pensara que eso me impedía estar con Summer.
—Tal vez, Gavin y yo podamos salir juntos el 4 de julio.
—¿Los ruidos fuertes también te molestan?
—Sí, señor. —Decidí no entrar en cuáles eran los desencadenantes.
—¿Tienes pesadillas?
—A veces. —Una cosa que había aprendido de las sesiones con el
grupo, es que había algunos veteranos que sufrían pesadillas peores que las
mías—. Así que, estás dispuesto a arruinar una amistad de por vida con mi
hijo solo para divertirte con mi hija.
—No es así, señor. No quiero arruinar mi amistad con Gavin, pero
estoy enamorado de ella
—¿Ella te ama?
—Dice que sí.
Me miró detenidamente.
—Siempre me has gustado, Rafe, pero tienes que saber que nadie es
lo suficientemente bueno para mi hija.
—Lo comprendo.
—Si alguna vez descubro quién la dejó embarazada para, después,
abandonarla, te juro que tendré algunas palabras con él.
—No le culpo. —Yo me sentía de la misma manera. ¿Qué clase de
imbécil deja a una mujer hermosa como Summer embarazada y sola?
Se sentó en la silla y me estudió durante unos minutos.
—Entonces, ¿planeas quedarte?
—Sí.
—¿Qué harás para ganarte la vida? No has estado en el ejército el
tiempo suficiente para una pensión.
—Heredé algo de dinero de mi abuela, además de su casa, y tengo
algunos ahorros del tiempo que he estado alquilándola. Todavía estoy
sopesando mis opciones sobre un trabajo.
—En otras palabras; no sabes lo que vas a hacer —Frunció los labios
al decirlo.
—No, señor.
—Entonces, ¿cómo puedes estar seguro de que te quedarás? Hope es
un pueblo pequeño. No hay muchos trabajos por aquí.
—No está lejos de Richmond o de Petersburgo. Debería de ser capaz
de encontrar algo allí.
—Bueno, por el bien de Summer espero que consigas rehacer tu vida,
muchacho. No ha sido fácil para ella pasar por la escuela y criar a una niña
sola. No necesita un hombre que la cuide, pero sería bueno que el hombre
que elija no vaya con extra de equipaje. —Sus palabras me golpearon fuerte
en el pecho, porque sí que llevaba una carga sobre la espalda. Había tenido
que ayudarme tres veces a superar mis episodios—. Pero eso lo tiene que
decidir ella.
Asentí con la cabeza.
—Sí, señor.
—Solo quiero que sepas que, si le haces daño…
—Lo entiendo.

En el camino de regreso a casa, mi cerebro no paraba de dar vueltas. No era


justo pedirle a Summer que se ocupara de mis problemas. Pero otra parte de
mí no podía dejarla ir. Me conocía y sabía cuáles eran mis problemas y, aun
así, seguía conmigo.
Me había dicho que me quería. Me había dado su cuerpo. Si tenía razón, el
asesoramiento me ayudaría, por lo que ya no sería una carga para ella ni le
añadiría más estrés. Muchos hombres que habían pasado por lo mismo que
yo tenían una vida plena y una familia.
Gavin lo tenía. ¿El padre de Lainey le habría sermoneado a Gavin sobre sus
problemas? En cierto modo, lo suyo había sido peor; había estado bebiendo
sin parar. Y estaba seguro de que la había estado engañando, aunque él
nunca me lo dijo y yo nunca le pregunté. Aun así, ahora estaba felizmente
casado, con un bebé en camino y un negocio exitoso. ¿Por qué yo no podía
tener eso?
Decidido a probarme a mí mismo, llegué a casa y empecé a hacer
planes para convertirla en un hogar. Me mudaría al dormitorio principal y
trasladaría los artículos de mi abuela al tercer dormitorio. Ella todavía
tendría su lugar en la casa, pero ahora sería un lugar donde poder construir
una vida.
Le daría a Emma mi antigua habitación y dejaría que la decorase
como ella quisiese. Me detuve a mitad de camino. ¿Deberían mudarse
conmigo? Al principio, solo quería un lugar para ellas para cuando viniesen
de visita, pero si tenían un lugar aquí, ¿por qué no quedarse?
Le ahorraría a Summer el alquiler y tendría ayuda extra con Emma.
No estaba seguro de que Summer y yo estuviésemos preparados para vivir
juntos, pero si las cosas continuaban así no tardaríamos en estarlo, así que
tenía que dejar la casa lista para ello. Tenía que llamar a alguien para que
me explicase cómo cercar el patio trasero.
Por último, tenía que averiguar en qué quería trabajar. Podía trabajar
en algo relacionado con las leyes, pero no me atraía demasiado. No estaba
muy seguro de que eso no me causase más estrés. La única habilidad real
que tenía era trabajar con perros, pero era adiestrador, no entrenador. Como
no se me ocurrían más opciones, decidí que llamaría a la asociación de
veteranos para ver si me ayudaban. A lo mejor ellos tendrían más ideas.
Mientras tanto, tenía que limpiar la habitación de mi abuela. Me
detuve en el marco de la puerta de su habitación y miré a mi alrededor. No
la había tocado desde que murió. La compañía de administración de
propiedades de Lainey había empaquetado algunas cosas de la casa para
que los inquilinos no las estropeasen, pero en su mayoría, la habitación
seguía igual. El olor a rosas de su crema de manos permanecía en el aire.
—Estás de acuerdo con esto, ¿no es así, abuela?
Fui al armario y bajé el acceso al ático, preguntándome qué
encontraría allí. El área estaba caliente y mohoso, lleno de cajas y muebles
viejos. Eché un vistazo rápido a cada artículo, solo para tener una idea de lo
que había. Me detuve cuando vi una caja con la palabra: «Janet», el nombre
de mi madre.
La abrí, para ver qué era lo que mi abuela había guardado de mi
madre. Dentro había fotos viejas, premios y otros artículos de la infancia de
mi madre. La mujer que siempre evocaba cuando pensaba en ella estaba
demacrada, con ojos sin vida y era alta. Estas fotos mostraban a una niña
feliz y llena de vida. Intrigado, cogí la caja y me bajé con ella a la sala de
estar.
No sabía dónde estaba mi madre o si todavía estaba viva. ¿Seguiría
con mi padre? ¿Seguía él vivo? No tenía ni idea, ni tampoco tenía interés en
averiguarlo. Pero quería ver a la persona que había sido antes de que las
drogas y el alcohol la apartasen de mí y de mi abuela.
Me senté en el sofá con la caja sobre la mesa de café y saqué un
puñado de fotos. Pude apreciar que tenía un cierto parecido con ella, pero la
conocía como una persona triste y sin vida, no la persona vibrante de las
fotos.
Había fotos de ella en el río, en un parque, y lo que parecía unas
vacaciones familiares en las montañas. Así como algunas de ella en la
escuela. Las coloqué todas sobre la mesa, desde las más jóvenes hasta el
instituto. Me detuve en la segunda, que debería de ser cuando cursaba
primer grado. Su cabello era oscuro y sus ojos brillaban, al igual que su
sonrisa. Tuve una sensación de déjà vu: «es tuya».
Me acerqué la foto a la cara para estudiarla más de cerca. Luego algo
me hizo clic: mi madre se parecía mucho a Emma. Qué raro. Me senté
recto, sin dejar de mirarla, revisándola característica por característica.
Me inquietó mirar los ojos de mi madre, pues se parecían mucho a os
de Emma: «es tuya». ¿Era posible que yo fuese su padre? Hice los cálculos.
No sabía cuándo era el cumpleaños de Emma, pero tenía cuatro años y, si le
sumamos los nueve meses de embarazo, era posible que fuese concebida en
el verano en que yo estuve en casa de permiso.
Mi ritmo cardíaco se aceleró ante la idea. ¿Yo? ¿Padre? Me
sorprendió el deseo de que ese pudiese ser verdad. Pero, por supuesto, no
podía serlo. Por ejemplo, Gavin me habría pateado el culo si hubiera dejado
embarazada a Summer. Estaba dispuesto a desgarrarme miembro a
miembro solo por acostarme con ella. De ninguna manera hubiera podido
salir ileso si fuese el padre de Emma.
Y, lo que era más importante todavía, Summer no me ocultaría algo
así. No la dulce, honesta y amorosa Summer. Habría encontrado la forma de
llegar hasta mí cuando me alisté. O, por lo menos, me habría dicho algo al
regresar.
No, el parecido era solo una coincidencia. Dejé la foto y pasé a
revisar otros artículos de la caja. Una parte de mí se preguntaba si alguna
vez tendría una caja como esta con las fotos de mis hijos. Antes de
reconectar con Summer, habría jurado que nunca tendría una familia. Pero,
ahora, me preguntaba si, tal vez, podría llevar una vida normal. Una llena
de amor y niños. 
Capítulo 16

Summer
Cuando llegué a casa de mi hermano para recoger a Emma supe que tendría
que enfrentarme a lo que Gavin tuviera que decir sobre mi relación con
Rafe.
—¡Mamá!
Siempre era emocionante ver la forma en la que se le iluminaba la
cara a Emma cuando me veía. Intenté recordar esos momentos en los que
estaba enfadada conmigo o tenía una rabieta.
—Oye, bichito, ¿te lo has pasado bien?
—Sí. Fuimos de compras y mira. —Extendió las manos; llevaba cada
uña pintada de color rosa brillante.
—Qué bonito. —Miré a Lainey cuando entró en la sala de estar—.
¿De qué color eran las uñas del tío Gavin?
Emma se rio.
—Dijo que los chicos no se pintan las uñas. —Frunció el ceño—.
¿Crees que Rafe lo haría?
Yo también me reí.
—No lo sé. Tendrás que preguntárselo a él.
Gavin entró en ese momento en la habitación también; no sonreía,
pero tampoco se lo veía muy amargado.
—Dale las gracias a tus tíos.
Emma se volvió hacia ellos.
—Gracias.
—Ha sido un placer, cariño. —Lainey trató de ponerse en cuclillas,
pero su gran barriga se lo puso difícil—. ¿Qué tal un poco de azúcar?
Emma se acercó trotando y le dio a Lainey un abrazo y un beso.
Luego, le dio otro a Gavin.
—¿Tienes un minuto? —me preguntó mi hermano.
—Depende.
—Vamos, Em. Creo que todavía nos quedan galletas. Vamos a
envolver algunas para que te las lleves.
—¡Vale!
Salí al porche y me preparé para lo que fuese que Gavin tenía
reservado para mí.
—Papá me ha llamado. Me ha dicho que Rafe fue a verlo.
¿Oh? ¿Por qué no me había llamado mi padre?
—Oh, querido, otra motivo para que lo odies —dije en tono
sarcástico.
—Summer, ya basta. No odio a Rafe... Solo... es mi mejor amigo y se
acuesta con mi hermana... No está bien.
—No es asunto tuyo. —Respiré hondo—. ¿De qué hablaron él y
papá?
—Creo que me estaba buscando a mí, pero aprovecharon para hablar.
—¿Y?
Gavin se encogió de hombros.
—Papá me ha dicho que Rafe le había dicho que estaba enamorado de
ti. y que tú también de él.
—Lo quiero. —Lo miré en silencio—. ¿Eso hace que la situación sea
diferente? —Tal vez. Un poco.
—¿Por qué?
—No quiero que te use. Él puede buscar rollos que lo satisfagan en
otras personas.
—Entiendo que soy tu hermana pequeña y que esto es raro, pero si a
mí me pareciese bien que su interés en mí solo fuese para satisfacerse
cuando se excita, tendrías que aceptarlo. A las mujeres también les gusta el
sexo, Gavin.
Puso los ojos en blanco.
—No eres como esas mujeres. Eres mi hermana pequeña.
—A quien le gusta el sexo, y a quien le gusta mucho hacerlo con
Rafe. —Me reí al ver cómo Gavin se estremecía por mis palabras—. En
este caso, sin embargo, es más que sexo.
Asintió con la cabeza.
—Papá dice que parecía sincero.
—¿Y tú?
Se encogió de hombros.
—Quiero volver a hablar con él.
Eso me puso un poco nerviosa.
—No seas gilipollas, Gavin.
Levantó las manos en señal de rendición.
—Solo si se lo merece.
Sacudí la cabeza, sabiendo que poco podía hacer al respecto. La
amistad de Gavin y Rafe era algo entre ellos. No quería interponerme, pero
tampoco hacerme a un lado.
—¡Tengo galletas, mami! —gritó Emma mientras salía corriendo por
la puerta mosquitera.
—Excelente. Podemos comer alguna de camino a la biblioteca.
—Sí! ¿Puedo coger un libro sobre perros? Cuando Rafe tenga uno
quiero saber cómo cuidarlo.
Miré de reojo a Gavin para ver cómo reaccionaba al escuchar a Emma
hablar de Rafe.
—Ella piensa mucho en Rafe. Espero que no la decepcione —dijo.
Yo también esperaba eso, especialmente una vez que le dijese la
verdad.
Diez minutos más tarde, Emma y yo estábamos en la biblioteca
mirando libros. Tenía una pila de casi la mitad de su altura sobre perros. Tal
vez debería haberle dicho que podía ser que Rafe no tuviese ninguno. Y, si
al final lo tenía, ella solo lo vería cuando fuese de visita. A menos, claro,
que las cosas con Rafe progresasen. ¿Querría tener una familia conmigo y
con Emma? ¿O tendría que compartirla, tal y como hacían los padres
divorciados?
La idea de ser una familia me atraía más de lo que, probablemente,
debería. Las posibilidades de que eso fuese a ocurrir eran cada vez menores
cuanto más tiempo le ocultase la verdad sobre Emma. Pero maldita sea, me
costaba encontrar el momento. Si era honesta conmigo misma, lo que me
faltaba encontrar era el coraje. ¿Por qué era tan difícil decírselo? ¿De qué
tenía miedo?
Tenía miedo de que nos rechazara. De que lo negase. De que se
enfadase por quedarme embarazada después de decirle que podía tener sexo
seguro conmigo. En mi defensa, de verdad lo creía. Y, luego, me aseguré de
usar siempre protección. Tenía miedo de que se sintiese traicionado por no
habérselo contado hace cinco años. O en estas últimas semanas. Pero
esperar no iba a hacerlo más fácil. Necesitaba decírselo. Esta noche.
—Cariño, tenemos que irnos. ¿Qué libros quieres?
—Acabamos de llegar. —Emma hizo pucheros—. Quiero ver más
libros.
—Lo sé cariño, pero mamá necesita hacer algo.
—Me prometiste que podríamos quedarnos en la biblioteca. —Su voz
se elevó.
—Emma —hablé en un tono más bajo para no molestar a los demás
pacientes—. Hemos venido a la biblioteca. Ahora tienes que coger los
libros. Puedes leerlos en casa.
—Pero quiero ver más. —Su pequeño labio tembló y sus ojos se
llenaron de lágrimas.
Mierda.
—Diez minutos más. —Sabía que no debía ceder a sus lágrimas, pero
tenía razón. Le había prometido una noche en la biblioteca—. Diez minutos
para ver los libros y luego tenemos que irnos.
Frunció el ceño.
—No eres justa.
—Diez minutos o nos vamos ya.
Gruñó mientras se deslizaba de su silla y volvía a las estanterías.
Mientras buscaba más libros, formulé un plan. Tal vez podía pedirle a
Jess que cuidase a Emma e invitar a Rafe para hablar con él. O pedirle a mi
padre la vigilase. No, Jess estaba más cerca. Una vez que se lo contase a
Rafe, tendríamos que decírselo a Emma.
Pero, primero, tenía que invitar a Rafe. Le había dicho que estábamos
ocupadas, pero los planes cambiaban. Podía invitarlo a tomar el postre. No,
el postre no. Podría pensar que eso era un código para el sexo. Mi ritmo
cardíaco galopaba con una mezcla de inquietud y excitación. Esa noche
podía hacerse más sólida mi relación con Rafe o podía terminar para
siempre. La vida de Emma. Oh, Dios, había tanto en juego… Tenía que
hacerlo bien. 
Capítulo 17

Rafe
Estuve un rato pensando en Summer, en Emma y cómo quería que fuese mi
nueva casa. Después de un rápido chapuzón en el río, me duché y preparé la
cena. Estaba poniendo el plato en el fregadero cuando llamaron a la puerta.
Mi corazón y mi libido esperaban que fuese Summer, pero me acordé
de que había hecho planes con Emma. No tenía muchos invitados, así que
mi segunda opción era Gavin. Miré por la ventana y vi su camioneta. Me
pregunté si estaba allí para patearme el culo o para hacer las paces.
—Gavin —saludé cuando abrí la puerta.
—Rafe. ¿Tienes un minuto para hablar?
Se le veía serio, pero no enfadado. Abrí la puerta para dejarlo entrar.
Lo seguí hasta la sala de estar. Se sentó en una de las viejas sillas de mi
abuela.
—¿Quieres un refresco o algo? —Le ofrecí.
Sacudió la cabeza.
—No, gracias.
Me senté en el sofá y esperé a que me contase por qué estaba allí.
Me estudió durante un minuto entero.
—Mi padre me ha dicho que te pasaste por allí.
Me recliné hacia atrás. Por lo que parecía, no había ido a darme una
paliza.
—Te estaba buscando.
—¿Por qué?
—Valoro nuestra amistad y quería ver si había una manera de
salvarla.
—Entonces, ¿dejarás a mi hermana en paz?
Apreté la mandíbula.
—Summer te despellejaría vivo si se enterase de que me estás
pidiendo que lo haga.
—Ella no está aquí, ¿verdad?
Respiré hondo.
—Si me estás pidiendo que elija entre ella y tú... —Joder, esto era
difícil—. La elijo a ella. —Sus ojos se entrecerraron. No podía decidir si
estaba sorprendido o no por la declaración—. Prefiero no tener que elegir,
hombre, pero la quiero.
—Eso es lo que dijo mi padre.
Asentí con la cabeza.
—No la estoy usando ni me estoy aprovechando de ella.
—¿Qué hay de Emma? Summer viene con carga extra.
—Quiero a Emma. Fui al refugio para ver si le compraba un perro.
Gavin me sorprendió muriéndose de risa.
—Dios, Summer no lo permitirá.
—El perro estará aquí.
Gavin sacudió la cabeza.
—Lo tienes jodido. Lo sabes, ¿verdad?
—Me siento bien cuando estoy con ella, Gavin. Quiero ser bueno
cuando estoy con ella. Me siento... con los pies en la tierra, si es que eso
tiene sentido.
Cruzó el tobillo sobre la rodilla.
—Entonces, ¿es grave?
—Bastante serio. He llamado para poner una valla para que Emma no
pueda llegar al río sin supervisión. Estoy remodelando la casa para que
tenga su propia habitación.
—Joder, lo dices en serio. ¿Summer sabe esto? ¿Se va a mudar?
Negué con la cabeza. La verdad es que no había decidido mudarme
con ella, pero mientras hablaba con Gavin me pregunté qué pasaría si lo
hacía. Entendía su necesidad de estar con Emma, y esperaría felizmente mi
turno, pero si vivían conmigo podría estar con las dos todas las noches.
—No le he dicho nada a ella todavía.
—Pero ¿crees que ella estará de acuerdo?
—Espero que sí.
Gavin se inclinó hacia adelante.
—Has estado en casa, ¿cuánto? ¿Diez días? ¿Un par de semanas? Y
quieres vivir con mi hermana.
Joder, era hora de confesarme.
—Esto no es nuevo.
Sus cejas se elevaron hasta la línea del pelo y luego bajaron hasta
fruncirse.
—¿Qué quieres decir?
Me obligué a respirar antes de hablar.
—Jesús…
—Dime, Rafe. ¿Cuánto tiempo lleváis juntos Summer y tú?
—Empezó cuando vine de permiso después de que mi abuela
muriese.
Gavin se echó hacia atrás en su silla.
—¿Qué?
—No la busqué. —Eso no era del todo cierto. Aunque no fui a
buscarla, cuando apareció, di el paso sin vacilar. Aunque no necesitaba
saber eso—. Ella vino una noche y...
—Te la follaste.
Un calor me atravesó el cuerpo de la cabeza a los pies.
—No fue así como pasó. Jesús, Gavin, una cosa es que estés molesto,
pero cómo hablas de Summer es inaceptable. Deberías de tenerle más
respeto. —Sacudió la cabeza—. No es de las que se acuestan con
cualquiera.
—Pero lo hizo contigo. —Entonces, su cuerpo se puso tenso—. Joder,
Rafe, ¿le quitaste la virginidad?
Tragué con fuerza.
—Deberías preguntárselo a ella, pero espero que no lo hagas. En
serio, Gavin, sé que la estás cuidando, pero es una mujer que puede tomar
sus propias decisiones.
Se hundió de nuevo en la silla.
—Esto es culpa mía. Estaba tan fuera de mí en esa época, que no
pude protegerla.
—No le hice daño. —Me mordí la lengua con rabia. Ese tiempo que
pasamos juntos fue muy valioso para mí, y no podía soportar que se
convirtiese en algo sórdido—. Creo que ahí ya me enamoré de ella.
—Sí, bueno, supongo que ella no sentía lo mismo por ti, ¿verdad? Se
quedó embarazada de un pedazo de mierda sin valor. —A mí tampoco me
gustó esa parte, pero mantuve la boca cerrada. Se frotó las sienes—. Estoy
pasando un mal rato con todo esto, Rafe. Te conozco, y sé que eres una
buena persona, pero Jesús, ella es mi hermana y tú has...
—No pienses en esa parte. Piensa en lo mucho que la amo. En cuánto
quiero quedarme y cuidarla.
Gavin resopló.
—No le digas eso. Summer puede cuidarse sola. —Luego frunció el
ceño—. ¿Cómo vas a cuidar de ella? ¿Has conseguido un trabajo?
Sacudí la cabeza.
—Todavía no, pero tengo una entrevista para ver cuáles son mis
perspectivas de trabajo.
—¿Has considerado el departamento del sheriff? Fuiste policía
militar.
—No quiero eso.
—Tienes experiencia.
Me quedé boquiabierto mirando a Gavin.
—¿Quieres llevar un arma e ir a lugares con un nivel de violencia
elevado?
—No, joder. Ya tuve suficiente de eso en Irak.
—Yo también.
—¿Y qué vas a hacer? —preguntó.
—No lo sé, pero estoy adecentando este lugar y, si Summer viene, no
tendrá que pagar más alquiler, así que tengo eso para ofrecerle.
Gavin asintió.
—Esta es una propiedad de primera clase. Apuesto a que podrías
venderla y sacar una fortuna. —Sabía que podía, pero entonces Emma no
podría jugar en el río. Gavin se inclinó hacia delante y miró las fotos que
había sobre la mesa del café—. ¿Qué es todo esto?
—Solo algunas cosas que encontré.
Recogió la foto de la escuela de mi madre.
—Se parece a Emma.
Asentí con la cabeza.
—He pensado lo mismo. Es mi madre.
—¿De verdad? —Estudió la imagen—. ¿Hace cuánto tiempo que
falleció tu abuela?
—El mes que viene hará cinco años. Esta es la primera vez en la que,
realmente, he tenido la oportunidad de revisar sus cosas.
Asintió con la cabeza y la dejó en su sitio. Tenía una mirada
contemplativa en su rostro. Luego, se puso de pie muy rápido.
—Me tengo que ir.
Me levanté y caminé con él hasta la puerta.
—Está bien.
—Escucha, mi hermana me asusta más que tú, y me arrancará las
pelotas si no acepto este asunto que hay entre vosotros dos, pero es difícil,
Rafe.
—Lo entiendo.
Asintió con la cabeza.
—Hablaremos más tarde.
—Bien. —Vi cómo se dirigía a su camioneta. Mientras cerraba la
puerta, sonó mi teléfono. De repente, era popular—. ¿Hola?
—¿Rafe?
—Mi dulce Summer.
—Me encanta cuando dices eso.
—Entonces lo diré más. Mi dulce Summer.
Suspiró.
—Me preguntaba si podrías venir esta noche.
—Claro. ¿Va todo bien?
—Sí, solo quería hablar contigo.
Una campana de advertencia resonó en mi cerebro.
—¿Estás segura de que todo va bien?
—Sí. Te quiero. Por favor, recuerda eso.
Por alguna razón, eso no alivió la preocupación que sentía.
—¿Quince minutos?
—Aquí estaré.
Había dicho: «estaré, no estaremos». ¿Dónde estaba Emma? La única
forma que tenía de averiguarlo era yendo a su casa. Cogí las llaves, cerré la
casa y conduje hasta la casa de Summer. Quizás, si lo que tenía que decirme
no era malo podría pedirle que se mudara conmigo. Quizás esta noche sería
el proverbial primer día del resto de mi vida. 
Capítulo 18

Summer
Había llevado a Emma a casa de Jess. Me había dado cuenta de que Jess
tenía curiosidad por saber qué pasaba, ya que no solía pedirle que la cuidara
a esas horas. Afortunadamente, no me presionó para hablar. En vez de eso,
dijo que Emma podía pasar la noche si eso era lo que yo necesitaba.
Una vez que volví a mi casa, me puse de los nervios. No sabía qué
hacer. ¿Debería sacar un poco de vino? No, Rafe no bebía. ¿Debería
ponerme guapa? No. Se trataba de una discusión seria que podía arruinar
nuestra relación si sentía que lo había traicionado al no habérselo contado
antes.
El timbre de la puerta me sacó del tormento interno que estaba
sintiendo. Miré el reloj; había sido rápido. Pero cuando abrí la puerta me
encontré con Gavin.
—Ahora no es un buen momento, Gavin.
—Tenemos que hablar, Summer. Es importante. —Su expresión era
seria, aunque no parecía enfadado.
—Está bien. ¿Va todo bien con Lainey?
—Sí. —Entró en casa. Cerré la puerta mosquitera para que no
entraran bichos, pero dejé la principal entornada, pues Rafe estaba a punto
de llegar—. Esto no es sobre mí o sobre Lainey.
Suspiré.
—Si estás aquí para insistir sobre Rafe...
—Acabo de estar en casa de Rafe. —Se plantó delante de mí con las
manos en las caderas.
—No lo estarás molestando, ¿verdad?
Vi cómo apretaba la mandíbula.
—Fui a ver cómo podía salvar nuestra amistad. Me contó que lo
vuestro comenzó hace cinco años.
Mi estómago dio una sacudida.
—¿Te lo contó? —Aunque respetaba la honestidad, había algo así
como «demasiada información». ¿No era suficiente con que Gavin supiera
que ahora estábamos juntos?
—Estaba revisando las cosas de su abuela, limpiando y ordenando la
casa para haceros espacio a ti y a Emma.
Mi corazón se llenó de esperanza. Realmente nos amaba a Emma y a
mí.
—Lo que Rafe y yo...
—Deja de interrumpirme, Summer. Tenía una foto de su madre
cuando era niña. Se parecía muchísimo a Emma. —Me miró fijamente. Un
nudo se instaló en mi estómago—. Es decir, era su viva imagen.
El nudo se hizo más grande.
—Summer. —Gavin se acercó a mí—. Sé sincera. ¿Es Rafe el padre
de Emma?
—Esa es una discusión que necesito tener...
—Jesús, Summer, ¿ni siquiera lo sabe?
La mosquitera se abrió y Rafe entró. Todo mi mundo se detuvo
mientras sus ojos oscuros me miraban con una mezcla de confusión e
incredulidad.
—¿Es eso cierto?
No podía respirar.
—Iba a decírtelo esta noche.
Parecía que él tampoco podía respirar, ya que le costaba inspirar y
espirar.
—Confié en ti. —Su voz era baja y tan suave que apenas podía
escucharla. Sus ojos oscuros atravesaron los míos—. Confié en ti más que
en nadie, y me has mentido. Me has traicionado. —Pude ver cómo daba un
paso atrás.
—Rafe, deja que te lo explique.
—Explicar, ¿qué? —gritó, mientras se iba enfadando cada vez más—.
¿Qué buen motivo puedes tener para no contármelo? Oh, déjame adivinar,
no soy lo suficientemente bueno.
—Rafe, no.
—Estoy loco. —Hizo un movimiento circular con el dedo a un lado
de la cabeza.
—No, yo…
Miró a Gavin.
—¿Lo sabías?
Gavin sacudió la cabeza.
—Me acabo de enterar.
Rafe se volvió hacia mí.
—Ni siquiera me dijiste que estabas embarazada. Si no hubiera vuelto
a casa me habría pasado toda la vida sin saber que tenía una hija. ¿Cómo
puedes hacerme una cosa así?
Estaba siendo muy duro. En su momento, me pareció que estaba
haciendo lo mejor. Ahora, solo me hacía sentir una persona horrible.
—Por favor, Rafe, hablemos. Déjame decirte...
—¿Más mentiras? Jesús, me dijiste que estabas tomando la píldora.
—Eso no es verdad...
—Joder. Summer, ¿me has estado mintiendo ahora también? ¿En
nueve meses va a aparecer otro bebé del que no me has hablado? —Su voz
se elevó. Así como la tensión y su ira.
—Rafe, tal vez deberíamos...
—No voy a hacerle daño, Gavin. Ella no vale la pena. —Se dio la
vuelta y abrió la puerta.
Corrí tras él.
—Rafe, espera. Por favor, deja que me explique. —No se volvió ni
una vez mientras iba hacia el coche—. Rafe —lo llamé desde la puerta.
—Déjalo ir, Summer. Dale algo de tiempo para que se calme.
Vi cómo se subía a su coche y se marchaba.
—No. Dios, por favor no te vayas. —Me volví hacia Gavin—. Tienes
que ir tras él.
—¿Y qué quieres que haga? No me va a escuchar.
—Tienes que asegurarte de que está bien.
Se rio de forma sarcástica.
—No está bien, Summer. Por Dios, ¿en qué estabas pensando? ¿Por
qué no se lo dijiste? ¿Por qué no nos lo dijiste a mí y a papá? —Me miró
fijamente como si no me conociera. Supongo que eso era cierto. No me
conocía.
—Por favor, Gavin, te lo explicaré todo, pero, por favor, ve tras él. No
dejes que se vaya de la ciudad. Es su instinto, irse. No puedes dejar que lo
haga
—¿Puedes culparlo, Summer? Te quiero, cariño, pero yo también me
iría si alguien me hiciese algo así.
Sentí que me cogían el corazón y lo estrujaban.
—Sin embargo, no solo importo yo. Sé que no me va a perdonar, pero
es el padre de Emma. Ella lo necesita, y él la necesita a ella. Por favor,
recuérdale eso.
—Joder. —No dijo nada más.
Lo agarré de la camisa.
—Por favor, Gavin.
—Sí, está bien. —Me miró fijamente durante unos segundos.
Después, meneó la cabeza de un lado a otro y se marchó.
Mis piernas cedieron, me caí al suelo y comencé a llorar. Lo había
arruinado todo. Tenía lo que siempre había querido al alcance de la mano y
lo había perdido porque era idiota. Sabía que tenía que ir a buscar a Emma,
pero no podía levantarme del suelo. ¿Cómo iba a enfrentarme a ella
sabiendo que había arruinado la oportunidad de que conociese a su padre?
No sé cuánto tiempo estuve así, cuando la puerta mosquitera se abrió.
Levanté la cabeza de golpe, esperando que Rafe hubiese cambiado de
opinión. Pero me encontré con Lainey.
—Oh, cariño. —Corrió hacia mí—. Vamos, Summer. —Me ayudó a
ponerme de pie y me acompañó al sofá—. Gavin me ha llamado y me ha
pedido que viniese.
—Esta noche deberíais estar en el restaurante. —Acababa de
recordarlo.
—La familia es más importante.
Me puse a llorar otra vez, porque era algo que no había tenido en
cuenta. Rafe no tenía a nadie. Ninguna familia, excepto a Emma, y yo se lo
había ocultado. Lainey me abrazó; me acunó mientras nos sentábamos en el
sofá.
Poco a poco, mi llanto comenzó a remitir.
—¿Qué ha pasado, Summer? ¿Es cierto que Rafe es el padre de
Emma?
Asentí con la cabeza.
—¿No se lo ha tomado bien?
—Lo habría hecho si se lo hubiese contado. —Miré a Lainey. Su
expresión era tanto de simpatía como de decepción.
—¿Por qué no se lo dijiste?
Una nueva ola de lágrimas luchaba por salir.
—Porque soy idiota.
Me besó en la cabeza.
—¿Dónde está Emma?
—En casa de Jess.
—Entonces, tenemos tiempo. Empieza por el principio. El principio
del todo. ¿Cómo es posible que sea el padre de Emma?
Le conté que me había sentido atraída por él desde que comencé a
fijarme en los chicos, y que fui a verlo después de que su abuela muriera.
—¿No usaste protección?
Sonreí, avergonzada.
—Acababa de tener la regla, pensé que no habría problemas. Después
de eso, empecé a tomar la píldora, pero esa primera vez...
—Oh, cariño. —Sacudió la cabeza—. No puedes confiar en la madre
naturaleza con el control de la natalidad.
—No me arrepiento. —La miré fijamente a los ojos para que pudiera
ver la verdad en los míos—. Tengo a Emma. Fue aterrador y difícil, pero lo
haría de nuevo sin pensarlo.
—Sí. Por supuesto que lo harías. Yo también si fuese tú. Pero,
Summer, Rafe podría haberte ayudado. Él también es responsable de su
cuidado. ¿Por qué no se lo dijiste?
Apoyé la cabeza en el respaldo del sofá.
—Iba a hacerlo, pero se fue antes de que pudiese hablar con él. Me
escribió una carta diciendo que tenía que seguir adelante con mi vida. —
Giré la cabeza para mirar a Lainey—. Creo que él esperaba no sobrevivir.
—Podrías haberlo buscado.
—No quería añadirle una carga más. Ya tenía suficiente con
preocuparse por mantenerse vivo.
—¿Qué pensabas hacer cuando volviese a casa?
—¿Sinceramente? Pensé que no volvería a verlo. —Qué tonta.
—¿Tú también pensaste que iba a morir? —Sus ojos se convirtieron
en dos rendijas por la confusión.
—Eso, o que no volvería nunca más. Sin su abuela, no tenía motivos
para volver a casa.
—Excepto un hijo.
Me tapé la cara con las manos.
—Lo sé... ¿Por qué mi razonamiento tenía sentido antes y ahora suena
tan idiota?
—¿Cuál era tu razonamiento? —Me acercó más a ella, ofreciéndome
un consuelo que no merecía.
—Te he contado por qué no me puse en contacto con él cuando me
enteré. Cuando llegó a casa, al principio me dije que quería asegurarme de
que psicológicamente era estable. Después, quise asegurarme de que
planeaba quedarse. No quiero que Emma sea abandonada como lo fuimos
Gavin y yo.
—¿Crees que Rafe haría eso?
—Su primer instinto es irse.
—Antes, tal vez. Pero si hubiera sabido lo de Emma, ¿crees que
realmente se hubiera marchado? —Me volví a tapar los ojos con las palmas
de las manos. El modus operandi de Rafe era correr, pero no era un hombre
que abandonara sus responsabilidades.
—¿Lo sabe Emma?
Sacudí la cabeza.
—Todavía no.
Lainey se sentó conmigo, en silencio. Parecía que buscaba qué decir a
continuación.
—Bueno. Tal vez, cuando se calme, puedas hablar con él y resolver
todo esto.
—¿Perdonarías algo así? —No había manera de que pudiese
compensar mi traición.
—Perdoné a tu hermano por acostarse con todo el mundo.
—Tenía un problema con la bebida y...
—Aun así, lo hizo, y sabía que lo estaba haciendo.
—Necesito decírselo a Emma.
Ella asintió.
—Pero ¿por qué no esperas a ver qué pasa con Rafe? Si se va,
entonces tal vez sea mejor mantener el secreto.
Negué con la cabeza.
—Mantener esto en secreto es lo que nos ha llevado a esta situación.
Te mentí a ti, a Gavin, a mi padre….
—¿Por qué lo hiciste? Todos estábamos ahí para ti.
—No quería que la gente pensase mal de Rafe. No quería que Gavin
supiera... Mira cómo se lo ha tomado. —Me senté más derecha y me limpié
la cara—. Necesito decírselo a Emma. Ella merece saberlo.
—¿Por qué no esperas? A lo mejor Rafe vuelve y se lo podéis decir
los dos juntos.
—¿Qué pasa si no viene?
Lainey tiró fuerte de mí para envolverme en sus brazos.
—Todo se arreglará. En este momento necesitas aclararte. Si quieres,
puedo llevarme a Emma a casa esta noche.
—No. Me recompondré y la traeré aquí conmigo. La necesito.
—Summer, lo tuyo con Rafe, ¿era tan serio?
Asentí con la cabeza.
—Pensé que podríamos ser una familia. Pero lo he estropeado. Oh,
Lainey, he arruinado lo nuestro. —Estallé en lágrimas mientras el dolor y la
culpa me abrumaban de nuevo.
—Oh, cariño. —Lainey me abrazó con fuerza—. No te rindas
todavía. He aprendido que el amor puede encontrar el camino. Pero puede
llevar su tiempo y hay que tener mucha paciencia.
Esperaba que tuviese razón. Había estado al lado de Gavin mientras
estuvo tan mal. En un momento dado, después de que Wendy Hanson se
jactase ante todos de haberse tirado a mi hermano en el baño del bar Crazy
Joe, Lainey se hartó y rompió con él. Mi padre también había llegado a su
límite con Gavin, y lo había echado de casa.
—No puedo tener a un borracho cerca de mi hija embarazada, o de mi
nieto cuando llegue. —Eso es lo que le dijo a Gavin—. Arregla tus cosas,
hijo, o márchate.
Al principio, Gavin eligió marcharse. No estoy segura de si hubo algo
que lo ayudó a colocarse en el camino correcto, pero sí sé que la llegada de
Emma pareció cambiar algo en él. Consiguió ayuda para dejar de beber y
lidiar con su trastorno de estrés postraumático y la herida que la guerra
había dejado en él. También se arrastró mucho, durante mucho tiempo,
antes de que Lainey lo aceptara de nuevo.
¿Cambiaría Rafe de opinión si yo me arrastrase todos los días?
Incluso, aunque no volviese a querer estar conmigo, ¿aceptaría quedarse por
Emma? Saber que él pensaba que yo no era lo suficientemente buena me
rompió el corazón. Pero ¿no era eso lo que yo había pensado de él? Siempre
estuve segura de su bondad, pero me preocupaba su salud mental o su
compromiso para con nosotras. ¿No significaba eso que no creía que era lo
bastante bueno?
Había sido tan idiota. Rafe era uno de los mejores hombres que había
conocido, y lo que había hecho era muy grave porque yo era la única
persona en la que confiaba. ¿Cómo iba a volver a confiar en alguien, y
mucho menos en mí, después de haberlo traicionado tanto? ¿Había
arruinado su capacidad de creer en los demás? ¿De creer en sí mismo?
Apenas podía respirar, ya que la culpa me aplastaba el pecho.
Capítulo 19

Rafe
En el ejército, nos metieron en la cabeza que no podemos confiar en nadie
más que en nuestros hermanos de armas. Cuando me preparaba para dejar el
ejército, mi sargento me dijo que debería quedarme; era un buen soldado y
ya tenía un sitio entre ellos.
—En el mundo civil ya no encajas, Rafe.
Tenía razón, hasta que volví a conectar con Summer. Pensé que
finalmente había encontrado mi lugar, pero por lo visto, al final iba a tener
que darle la razón al sargento: no se podía confiar en nadie y no encajaba en
el mundo civil.
Me senté en la orilla del río, tratando de decidir cuál sería mi próximo
movimiento. Mi cerebro se tambaleaba. No solo por la mentira, sino porque
Summer me había traicionado. Era la última persona en el mundo de la que
habría creído algo así, y mucho menos algo tan importante.
Joder, era padre. Ni siquiera sabía qué hacer con eso.
—Rafe. —Escuché la voz de Gavin a mi espalda. —No estoy de
humor, Gavin. —Me ignoró mientras se sentaba en el suelo a mi lado.
—Si te ha enviado ella, no me interesa.
—Lo que ha hecho… Rafe, no puedo creerlo. No es propio de ella.
—Por lo que parece, sí que lo es. Al menos, cuando se trata de mí.
Recordé sus palabras: «Ojalá pudieras verte como yo te veo». Qué
montón de mierda. Y yo me lo había creído. Me hizo sentir como si
perteneciese a algún sitio. Como si tuviera valor. Pues parecía que lo único
que le importaba de mí era mi polla. No era lo suficientemente digno como
para saber que tenía una hija.
Dejé salir un gruñido frustrado.
—Joder.
—No hay una buena razón para justificar lo que ha hecho, Rafe, pero
creo que deberías escucharla. No creo que lo hiciera con malicia.
Me volví hacia él.
—No creyó que yo era tan importante como para decirme que tenía
una hija o de que se había quedado embarazada. ¿Cómo puedes decir que
no lo ha hecho con malicia? Se encogió de hombros y se volvió para mirar
el agua.
—¿Qué vas a hacer?
—¿Qué puedo hacer? Ella no me quiere. Y, mierda, probablemente
tenga razón. ¿Qué tengo para ofrecerle?
Gavin se quedó callado durante un rato.
—He estado en esta misma espiral de autodestrucción en la que estás
tú ahora. Pasé mucho tiempo allí y, ¿sabes lo que me ha aportado, Rafe?
—No quiero ninguna charla de ánimo ahora mismo, Gavin.
—Perdí a mi chica, me emborraché y casi me cuesta mi familia.
—No es lo mismo.
—No, supongo que no lo es. Y no puedo culparte por estar enfadado,
pero tienes una hija, Rafe. Una hermosa y dulce hija que piensa mucho en ti
y que ni siquiera sabe que eres su padre. Por Dios, se va a poner como una
fiera cuando se entere.
—¿Por qué molestarse en decírselo? Summer no cree que yo valga la
pena...
—Eso no es cierto. Summer se equivocó al no decir nada antes, pero
iba a decírtelo. —Sacudí la cabeza—. Joder, Rafe... eres padre. Tienes
derechos y responsabilidades. Tanto si arreglas las cosas con Summer como
si no, tienes eso. ¿De verdad te vas a sentar aquí como un gran puto llorón?
—Ya puedes irte.
—No. ¿De verdad vas a abandonar a tu hija, al igual que tus propios
padres hicieron contigo? Si es así, entonces Summer tenía razón al
mantener a Emma alejada de ti. Emma no se merece eso.
—No te atrevas a volver esto contra mí. —Me levanté y empecé a
andar hacia la casa.
—Solo se vuelve contra ti si huyes, Rafe. Summer merece que estés
enfadada con ella, pero Emma es inocente. Es una niña. Es tu hija.
Es tuya.
Presioné las palmas de las manos a cada lado de mi cabeza.
Necesitaba que la cabeza dejase de darme vueltas y que el dolor se
detuviera. Todo tenía que parar.
—Nunca debí haberla tocado. Tenías razón en eso, Gavin.
—¡Retira lo que has dicho! —rugió Gavin, empujándome.
La adrenalina se adueñó de mi torrente sanguíneo, y mi cuerpo se
tensó, listo para luchar o huir.
—¿Qué demonios?
—Si no te la hubieras follado, Emma no estaría aquí, hijo de puta.
Jesús, Rafe, ¿no te das cuenta? No me importa lo roto que te sientas ahora,
te haría pasar por ello un millón de veces si esa fuera la única manera de
que esa niña llegara a estar en el mundo.
—Yo no soy el gilipollas aquí, Gavin. —Intenté entrar en mi casa,
pero me agarró del brazo. La ira me atravesó fuerte y rápido. Balanceé el
brazo derecho hasta que mi puño impactó contra su mejilla. Se tambaleó
hacia atrás y aproveché la oportunidad para entrar en mi casa.
—Eres un imbécil, si abandonas a esa niña. —Me siguió dentro.
Me giré enfadado.
—¡Ni siquiera sabe quién soy! Summer se encargó de eso.
Sus ojos se suavizaron.
—Sin embargo, ella lo hará. Summer se lo dirá.
—Es una maldita zorra.
— Cuidado, Rafe. —El tono de Gavin era bajo pero firme.
—No me habla de Emma porque no cree que sea un buen padre, pero,
ahora, se lo va a decir y me hará a mí ser el malo si no sigo adelante.
Los ojos de Gavin se oscurecieron.
—¿En serio no vas a dar un paso adelante? Pensé que amabas a
Emma. Te estabas preparando para construir un puto hogar para las dos.
—Eso era antes. —De repente, me sentí débil. La fuerza abandonó mi
cuerpo. Me hundí en una silla de la cocina y apoyé la cabeza en los brazos,
sobre la mesa. Joder, iba a llorar. El gran marine Rafe Buchanan estaba a
punto de llorar como un marica.
—No dejes que Summer te quite esto, Rafe. —Una mano se posó en
mi hombro—. Eres un buen hombre. Summer te ama, a pesar de lo que sus
acciones puedan parecer. Y Emma también lo hace.
No tuve fuerza para responder.
—Al menos, hazle sitio a Emma aquí. Trae al perro. Ella te necesita y
estoy bastante seguro de que tú también la necesitas a ella.
Levanté la cabeza.
—No tengo trabajo, así que si estás buscando dinero…
—¡Que te jodan, Rafe! —Gavin me miró como si fuera el peor ser
humano del planeta. Supuse que lo era. Summer parecía pensarlo—. Sí,
tienes una responsabilidad, pero... —Se detuvo y sacudió la cabeza—. Tal
vez Summer hizo lo correcto, pedazo de mierda. Emma merece un padre
que luche por ella. Su tío no debería tener que convencer a su padre de que
vale la pena el esfuerzo. —El asco en su expresión hizo que se me
revolviese el estómago—. Felicidades, no eres mejor que tus propios
padres.
Con una última mirada mordaz se marchó de la cocina y salió por la
puerta.
Hasta la vista. Lo odiaba por haberme dado la espalda. Odié a
Summer por no creer en mí. Odiaba a todo el mundo. Sobre todo, me
odiaba a mí mismo, porque Gavin tenía razón, no era mejor que mis padres.
Fui a mi dormitorio y maldije, porque estaba convencido de que el
olor de Summer todavía flotaba en el ambiente. Agarré mi bolsa de lona y
empecé a llenarla de ropa. Si me fuera ahora, Summer no tendría que
contarle a Emma nada sobre mí. Podrían volver a sus vidas felices y
normales que habían tenido antes de que yo llegase. Summer podría
encontrar a otro capullo al que traicionar. Podría ser el padre de Emma.
¡Mierda! La idea de que alguien más fuese su padre me enfermaba.
Incluso, después de lo que Summer había hecho, la idea de que otro hombre
la tocase me daban ganas de golpear algo.
¡No! No podía dejar que mi corazón se interpusiera. También me
había traicionado al dejar que me enamorase de ella. La guerra era un
infierno, pero el amor era una maldita tortura y yo ya había terminado.
Terminé de hacer la maleta, me aseguré de que todas las ventanas y
puertas estuviesen cerradas y luego me dirigí al coche. Le dejaría un
mensaje al jefe de Lainey en la inmobiliaria para poner la casa en venta.
No... llamaría a un abogado para que hiciera los arreglos para darle la casa a
Emma.
Al menos podría hacer eso. Un abogado sabría qué es lo que tenía que
hacer. Si lo hacía, Emma podría tener algo mío y Summer no tendría que
pagar alquiler, lo que le sería más fácil mantener a Emma. Sintiéndome bien
por pensar eso, me metí en el coche, lo puse en marche y salí de Hope,
Virginia, por última vez. 
Capítulo 20

Summer
Al final, decidí dejar a Emma en casa de Jess. Afortunadamente, Lainey se
acercó para preguntarle si estaba bien y para poder llevarle algo de ropa
para el día siguiente. En esos momentos yo estaba demasiado hecha polvo
para ejercer de madre. Otro fracaso.
Lainey acababa de darme un vaso de vino cuando la puerta se abrió.
Salté, esperando, más allá de toda esperanza, que Rafe hubiera cambiado de
opinión y hubiera regresado. Desafortunadamente, fue Gavin quien entró.
Su expresión era dura como el granito.
—Oh, Dios. ¿Se ha ido? —Sentía las piernas débiles. Dejé el vino
para que no se me cayera la copa.
—Tal vez. Lo más seguro.
—¿Qué pasa con Emma? —Creía que ya había dejado de llorar, pero
las lágrimas caían por mi cara otra vez. Gavin rio un poco sarcástico.
—La has jodido, Summer.
—Gavin. —Lainey lo mandó callar.
—Ella tiene que saberlo. —Como si no lo supiese ya.
—Cree que no le dijiste nada porque no crees que sea digno. Ahora
mismo, es lo único en lo que piensa.
—Oh, Dios. —Mis rodillas comenzaban a fallarme de nuevo.
Lainey corrió hacia mí y me ayudó a llegar al sofá.
—No puedes contarle a Emma lo de Rafe, Summer.
—Gavin, dale un minuto.
—Se ha buscado esta situación ella solita.
—Tengo que decírselo. Guardar secretos es la razón por la que estoy
en este lío. —Enterré la cara en mis manos, demasiado avergonzada para
mirar a ninguno de los dos.
—¿Y qué pasa si se marcha, Summer? Lo traicionas al no contárselo
y ahora le dirás a su pequeña que la ha abandonado. Tiene razón, eres una
maldita zorra.
—¡Gavin! —gritó Lainey.
—¿De verdad harías una cosa así, después de todo lo que has hecho
ya?
—¿Intentaste, siquiera, hacer que volviera a hablar con ella? —le
preguntó Lainey a Gavin—. ¿O es que los dos os habéis dedicado a insultar
a Summer?
—Esto no es mi culpa, Lain. Tú también lo sabes, Summer. —Asentí
con la cabeza. Él tenía razón. Sobre todo—. Admito que no me esforcé
mucho en convencerlo de que te perdonara, Summer, porque todavía no
puedo creer que hayas hecho esto. Pero sí intenté que se quedara por Emma.
Tengo un moretón en la mejilla que puede probarlo. —Volvió la cabeza.
—Dios, ¿te ha pegado? —La voz de Lainey pasó de la ira a la
preocupación cuando se dirigió a Gavin.
—Lo empujé. —Se tocó la herida—. La cuestión es que eso es lo que
cree. Cree que no es lo suficientemente bueno para ti o para Emma.
—Dios... ¿qué puedo hacer?
—Iba a pedirte que te mudaras con él. Había estado preparando la
casa para ti y Emma.
—Gavin, ahora solo estás siendo cruel.
Gavin miró fijamente a Lainey.
—No más cruel de lo que tú fuiste conmigo Y me merecía todo lo que
me dijiste después de lo que te hice. Summer necesita escucharlo todo. —
Volvió su atención hacia mí—. Lo que no entiendo es cómo pudiste hacer
esto. Eres terapeuta, por el amor de Dios. ¿No deberías haber sabido mejor
que nadie que no era bueno ocultarle algo así? Además, nos has mentido
también a nosotros; a mí, a Lainey y a papá todos estos años. ¿Qué somos
para ti?
Tenía razón en todo. Pero estaba demasiado agotada para lidiar con
ello. La culpa me estaba aplastando y no sabía cómo iba a ganar la
suficiente fuerza para poder seguir adelante, y mucho menos para ser una
buena madre. Me acosté y me acurruqué hasta hacerme una bola
—Gavin, déjala en paz por ahora. Puedes volver a atacarla más tarde.
—No estoy haciendo esto para ser malo con ella. Ella se lo ha
buscado.
—Ella ya lo sabe, no necesita que se lo repitas.
Respiró hondo.
—¿Dónde está Emma?
De repente, me puse nerviosa.
—No crees que se la llevaría, ¿verdad? —En cuanto las palabras
salieron de mi boca me arrepentí. Rafe no era vengativo. Y daba igual lo
que pensase de mí, no haría nada que pudiese herir a Emma.
Gavin me miró como si fuese la primera vez que lo hacía.
—Incluso ahora, ¿crees que es el tipo de hombre que haría eso? —
Negó con la cabeza—. No temas, Summer. Lo más probable es que ya esté
a medio camino para salir del estado.
—Emma está en casa de Jess. Voy a quedarme aquí esta noche con
Summer. —Lainey se sentó a mi lado en el sofá.
—No te enfades conmigo —le dijo Gavin.
—No estoy enfadada, estoy molesta, pero no es por eso por lo que me
quedo. Ella necesita apoyo. Para bien o para mal, Summer es nuestra
familia y una buena persona.
—No, no lo soy. —Yo era la peor.
—Mañana veremos qué hacer con Rafe y Emma.
—Te lo ruego, Summer. Si Rafe se va, no se lo digas a Emma. No
necesita la clase de dolor que tuvimos nosotros con la partida de nuestra
madre. Y no es justo que a Rafe lo conviertas en el malo cuando todo esto
es culpa tuya.
Asentí con la cabeza. Él tenía razón.
—Sí. Estoy de acuerdo.
—Bien. ¿Quieres que me quede yo también?
—No si vas a ser un idiota —contestó Lainey.
Él la miró fijamente.
—Solo estoy siendo honesto.
—Bueno, ahora que ya lo has sido, tal vez puedas ser un hermano
mayor que la apoya.
Se dejó caer en una silla.
—Lo intentaré.
No estaba sola, y por eso estaba agradecida. Pero Rafe estaba solo y
todo por mi culpa. Él y Gavin tenían razón. Yo era una maldita zorra.
Tenía que encontrar la manera de compensarlo. Tenía que decirle que
pensaba mucho en él.
—Tengo que ir a casa de Rafe.
—Ahora no es un buen momento —dijo Gavin.
—Ahora podría ser el único momento. Me levanté del sofá.
—No deberías conducir, cariño. —Lainey me cogió de la mano y tiró
de mí hasta que me senté.
—Entonces me llevas tú. Tengo que ir.
—Yo la llevaré. —Gavin se puso de pie y sacó las llaves del bolsillo.
—Los dos la llevaremos.
—Está bien. —Un pequeño rayo de esperanza floreció en mi pecho.
A lo mejor él estaba allí. Tal vez, escucharía lo que tenía que decirle. Y si
no me perdonaba, por lo menos podía decidir ser un padre para Emma.
Como Gavin había ido en camioneta, nos metimos en el coche de
Lainey y Gavin nos llevó a casa de Rafe. Mi corazón se hundió cuando
llegamos a la casa. Su coche no estaba y las luces estaban apagadas.
—Oh, no.
—Revisaré la parte de atrás. —Gavin salió del coche y caminó por el
lateral de la casa.
Fui hasta el porche y llamé a la puerta. Luego miré por las ventanas.
No había ni rastro de Rafe.
—No está aquí. —Gavin se paró al final de los escalones del porche
—. Lo siento, Summer.
—¿Adónde habrá ido? ¿Lo sabes?
Gavin negó con la cabeza.
—No lo sé.
Me hundí en una de las sillas de resina del porche.
—¿Gavin?
—¿Sí?
—¿Qué voy a hacer? —Lo miré—. Lo he arruinado todo. He
arruinado su vida. La vida de Emma. Mi vida. Aunque no es que la mía
importe en este momento.
—Basta, Summer. Tu vida importa. Emma estará bien. Rafe...
bueno... Rafe ya tenía sus demonios de antes.
—Que seas amable ahora no ayuda.
—Me imagino que te autoflagelarás más de lo que yo pueda decirte.
—¿Cómo estaba?
Gavin suspiró y se sentó en el escalón superior del porche.
—Torturarte a ti misma no te va a ayudar.
—Quiero saberlo. —Tenía que saberlo. Tenía que saber cómo de
grande era el daño que le había hecho.
—No estaba bien.
Empecé a llorar.
—Le dije que luchara por Emma. Le dije que era un imbécil si no lo
hacía. Pero como él ya pensaba que era un imbécil, no parecieron tener
mucho impacto mis palabras.
—Gracias por intentarlo. Sé que la idea de que estemos juntos ha sido
difícil para ti.
Se encogió de hombros.
—Sí, pero quiero a Emma con locura y, si es el padre de Emma, no
puedo evitar estarle agradecido.
—Eres el mejor tío de la historia. Espero ser tan buena tía para tu
bebé como tú lo eres para Emma.
—Seguro que te acercas —dijo bromeando.
Lainey salió del coche.
—Oye, ¿vais a estar así toda la noche?
Gavin se puso en pie y me tendió una mano.
—Deberíamos llevarla a la cama.
asentí.
—Sí, lo siento. Recuerdo lo agotada que estaba a los siete meses de
embarazo.
Pero Rafe no lo sabía. No sabía nada de mi embarazo; cómo que no
había tenido náuseas matinales, o que tuve un parto relativamente corto, que
atribuí a las caderas anchas. Por una vez, estaba contenta de tener las
caderas anchas.
Tampoco sabía que Emma había nacido perfecta, o que estuvo un mes
entero con cólicos. No tenía ni idea de cuándo empezó a dormir toda la
noche, cuando sonrió por primera vez o cuando empezó a andar. De
repente, no podía respirar, por culpa de todas las cosas que le había robado.
—¿Summer? —La voz de Gavin se abrió paso en mi mente—.
Pensaremos en algo. Ahora mismo, vamos a descansar un poco, ¿vale?
Asentí con la cabeza, pero sabía que no volvería a descansar. La
culpa, probablemente, me comería viva, y me lo merecía. Tenía la
esperanza de que Rafe cambiara de opinión y volviera por Emma.
Lo mejor sería esperar y rezar para que terminara en algún lugar
donde pudiera encontrar la paz que necesitaba. Tal vez había otra mujer por
ahí que podía hacer lo que yo no había podido; amarlo como él merecía ser
amado. 
Capítulo 21

Rafe
Conduje hacia el norte y encontré un hotel barato cerca de la base marina de
Quantico para pasar la noche. Mientras me acostaba en la cama, el teléfono
pitó avisándome de que tenía una notificación. Solo había dos personas que
se pondrían en contacto conmigo; Summer y Gavin, y no quería hablar con
ninguno de los dos, así que ignoré el mensaje.
A la mañana siguiente, tampoco me molesté en revisar el mensaje. En
vez de eso, me duché y llamé a un abogado en Hope para hacer los arreglos
para transferirle la casa a Emma. Me aconsejó que vendérsela, aunque fuese
por un dólar, no evitaría problemas de impuestos, pero que había otras
formas de dársela.
Me dijo que se pondría en contacto con Summer y que le informara
de dónde iba a estar, para poder enviarme los papeles por fax cuando
estuvieran listos. Buena pregunta, pensé. Cuando el día llegase a su fin,
planeaba volver a ser un Marine de los Estados Unidos, si es que los
Marines me aceptaban de nuevo.
Tras colgar, me dirigí a la panadería más cercana para comer algo
antes de dirigirme a la base. Estaba esperando para sentarme cuando otro
hombre entró detrás de mí.
—¿Rafe?
Me volví hacia el hombre. Me resultaba familiar, pero no conseguía
ubicarlo.
—Joe. Del grupo de veteranos.
—Ah, claro. —Le estreché la mano—. ¿Cómo estás?
—Saltándome la sesión de hoy, como tú. —Sonrió amablemente—.
Pero tengo una buena razón: voy a recoger a mis hijos para pasar un tiempo
con ellos. ¿Y tú?
Me encogí de hombros.
—Solo estoy cogiendo provisiones antes de volver a la base.
Frunció el ceño.
—No estarás pensando en volver ¿verdad? No querrás regresar a ese
agujero del infierno…
Me sentí aliviado cuando apareció la camarera.
—¿Dos?
—Sí —contestó Joe—. Podríamos comer juntos. Podemos formar
nuestro propio grupo, así no tendremos que sentirnos culpables por haber
desaparecido.
No me sentía culpable, pero no tenía ganas de discutir.
—Claro que sí.
Nos llevó hasta una mesa que había en una esquina.
—¿Te importa si me siento en este lado? —preguntó Joe—. Me gusta
ver la puerta. —Me encogí de hombros. Había descubierto que cada
veterano tenía su propia rareza producida por su trastorno de estrés
postraumático. Por suerte, yo no tenía ese problema en particular—.
¿Cuánto tiempo has estado fuera? —me preguntó Joe mientras miraba el
menú.
—Seis meses, más o menos.
Joe dejó el menú.
—No es tiempo suficiente, hombre. Tienes que darte más tiempo
antes de decidir si quieres volver. —No estaba interesado en hablar de mi
decisión—. Me costó unos tres años empezar a sentirme normal, o al
menos, menos privado de derechos. El Tío Sam hace un buen trabajo
entrenándote para ser un soldado, pero no tanto sobre cómo comportarte al
volver a casa, ¿no crees? —Asentí con la cabeza—. Era un maldito
desastre. Planeaba hacer carrera en el ejército, pero cuando mi mujer
empezó a acostarse con un compañero de trabajo decidí que tenía que
volver.
—¿Te fue infiel? —Conocía esta historia.
—Sí. En ese momento me enfadé muchísimo. Ahora, no tanto.
—¿Por qué? —Ni siquiera podía imaginarme cuánto me enfadaría si
Summer me hacía algo así. Cada vez que pensaba en lo que me había
quitado, y por qué, tenía ganas de golpear algo.
—Me había ido, hombre. Estuve en casa el tiempo suficiente para
dejarla embarazada, y luego me marché. Estaba en Afganistán cuando mis
hijos nacieron, cuando dieron sus primeros pasos. Mi hija menor tenía casi
dos años la primera vez que la conocí.
—Al menos, sabías que existían.
—¿Qué?
Negué con la cabeza.
—Nada. —Me eché hacia atrás en la silla mientras la camarera nos
traía café y agua, y tomaba nota de nuestros pedidos.
—La cuestión es que ella estaba sola, necesitaba a alguien, y yo no
estaba ahí.
—Entonces, ¿para qué regresar?
—Por mis hijos, por supuesto. Ellos me salvaron, cojones. —Se
inclinó hacia adelante—. No sé tú, pero yo me siento muy mal conmigo
mismo la mayor parte del tiempo. Es jodidamente agotador sentir siempre
que el hombre del saco está a la vuelta de la esquina, ¿sabes?
Sabía perfectamente lo que quería decir.
—Pero miro a mis hijos y pienso, ¿cómo cojones ayudé a crear algo
tan bueno y bonito? ¿Tienes hijos?
Miré por la ventana. Mi instinto era mentir. A lo mejor había ayudado
a crear una persona, pero no era padre. En realidad, no. Pero mi cuerpo me
traicionó y asentí con la cabeza.
—Una niña pequeña. —Al decirlo en voz alta sentí cómo si me
estrujaran el corazón.
—Entonces, sabes lo que quiero decir, ¿no? Es decir, que la mires y
piensas, ¿cómo diablos lo hice?
No lo había hecho. Ni siquiera había sido capaz todavía de procesar
que era el padre de Emma. Todo en lo que me había podido concentrar era
en la ira al no haber sabido de su existencia.
—Acabo de enterarme de que existe… Su madre no me lo había
dicho.
—Oh, vaya, eso es jodido. —Se sentó recto y me miró fijamente—.
¿Estabas en el ejército?
Asentí con la cabeza.
—Pero no estaba en Marte. —La comunicación con casa no era
imposible. Hablaba de forma regular con mi abuela durante mis
despliegues.
Se rio.
—Sí, claro. ¿Es por eso por lo que vas a volver? —No contesté—.
Mira, tío, es una mierda que la madre de la pequeña no te lo dijese, pero
ahora eres padre. No puede impedir que estés con ella. Tienes derechos.
—Ella no sabe... La niña... No sabe que yo soy su padre.
—Pues díselo. Te lo digo en serio, Rafe, tienes que tomarte más
tiempo e intentarlo con más fuerza en la vida civil. ¿De verdad quieres
volver? Quiero decir, ¿en serio?
No. En realidad, no quería.
—Es lo único que sé.
—Lo entiendo. El diablo que conoces y todo eso. Pero necesitas darte
más tiempo. Sabes que yo sería el primero en decir que todo ese
asesoramiento que hacemos es una mierda. No somos nada más que un
montón de tíos rememorando los horrores de la guerra, pero cuando miro
mi vida hace tres años y donde estoy ahora, tengo que admitir que funciona.
Tengo un trabajo. Tengo a mis hijos. Y, si juego bien mis cartas, puede que
recupere a mi mujer.
—¿No está con el otro tipo?
—No. —Joe se sentó con una sonrisa satisfecha—. Soy el único que
se la está tirando ahora. Por supuesto, ella sigue diciéndome que no
significa nada, pero puedo ser paciente. —Sonrió a la camarera que nos
trajo el desayuno.
—¿Y no estás enfadado por su traición?
—¿Me molesta? Sí. ¿Quiero patearle el culo a ese tipo?
Absolutamente. Pero quiero que ella, mi familia y mi vida vuelvan conmigo
más de lo que quiero guardar rencor, sobre todo porque no habría pasado si
no me hubiera marchado. Fue mi culpa.
—Pero era tu trabajo.
Se encogió de hombros.
—Podría haberme marchado antes. Al final, es lo que te he dicho;
prefiero estar con mi familia que seguir enfadado. Tal vez no lo hayas
sentido aún, pero necesitas encontrar a la persona, o la cosa, que te haga
sentir normal de nuevo. Para mí, son mi ex y mis hijos. Todas las cosas
jodidas que pasan por aquí —se golpeó la sien— se calman cuando ellos
están cerca. ¿Ya has sentido eso?
Cerré los ojos.
—Lo has sentido. Puedes hablar de ello. ¿Qué ha sido? —Abrí los
ojos, pero no respondí. Me miró ceñudo— ¿La madre de tu hija?
Asentí con la cabeza. Él suspiró.
—Bueno, eso lo hace más difícil, ¿no? Si ella te mintió... No conozco
a tu mujer. Es decir, podría ser una persona terrible y no necesitas eso, pero
yo sé, por ejemplo, que mi ex no es una persona horrible. Estaba sola y
abrumada con tres hijos, y se sintió abandonada por mí. Puedo perdonarla y
seguir adelante. Te diré una cosa; soy más feliz ahora de lo que lo he sido
en mucho tiempo, así que vale la pena dejar el pasado en el pasado. —No
estaba seguro de poder hacer eso—. ¿Querías a esa mujer?
—Sí.
—¿Y a esa niña?
—Sí.
Joe se encogió de hombros.
—Parece que ya tienes la respuesta, a menos que creas que te va a
seguir mintiendo. Pero, incluso si lo hace, deberías estar con tu hija. Te lo
digo en serio Rafe, no hay nada mejor que ser padre. —Joe me miró y
sonrió. Lo estudié, notando la autenticidad de sus palabras. Luego se inclinó
hacia adelante—. Además, no me pareces un hombre que evite sus
responsabilidades. Eres padre, y eso significa que tienes otra vida de la que
eres responsable. Esa parece ser mejor opción que volver a alistarte.
Comí en silencio y escuché mientras Joe parloteaba sobre sus hijos,
su trabajo en una empresa de seguridad de alta tecnología y sus planes para
recuperar a su esposa. Lo tenía todo planeado. ¿Yo? Solo estaba más
confundido.
En un mundo perfecto, Summer, Emma y yo seríamos una familia.
Pero no podía superar la traición de Summer. En realidad, lo que no podía
superar es que creyese que no era lo suficientemente bueno. No es que no
estuviera de acuerdo con ella. Tenía un bagaje bastante significativo, pero
me había dicho cosas que me hacían pensar que creía en mí, pero era todo
mentira. ¿Por qué lo había hecho? ¿Por qué me dijo que deseaba que yo
pudiera ver la bondad que había en mí, tal y como ella hacía, pero al mismo
tiempo decidir que no era lo suficientemente bueno para saber que tenía una
hija?
—¿Están tus padres cerca, Rafe? —Las palabras de Joe me sacaron
de mis pensamientos.
—No. Fui criado por mi abuela. Murió hace cinco años.
—¿Así que no tienes a nadie? ¿Hermanos?
—No, que yo sepa.
—Joder, tío. —Joe apartó su plato y apoyó la espalda en la silla—.
Razón de más para aferrarte a tu hija. —Tomé un sorbo de mi café,
deseando que no volviera a eso—. Puede que se enfade. Pero,
independientemente de eso, no quieres que crezca sin un padre, ¿verdad?
—Tiene un tío y un abuelo.
Joe gruñó por lo bajo.
—Eso está muy bien, pero tú eres su padre. Las niñas pequeñas
necesitan a sus padres.
Las palabras de enfado de Gavin volvieron a mí: «Emma merece un
padre que luche por ella. Su tío no debería tener que convencer a su padre
de que vale la pena el esfuerzo». En ese momento, pensaba que Emma no
sabía que yo existía, y Summer no creía que fuera lo suficientemente bueno,
así que era mejor retirarse.
Dejarles vivir sus vidas sin mí, tal y como lo habían hecho durante
cinco años. Pero al escuchar a Joe y recordar el apasionado alegato de
Gavin, me pregunté si no le estaría haciendo daño a Emma al no luchar por
ser su padre. Mis padres eligieron las drogas y el alcohol en vez de a mí.
Es difícil crecer sabiendo que tus padres prefieren drogarse o
emborracharse antes que jugar a la pelota. Si la verdad sobre mí salía a la
luz, ¿qué pensaría Emma? ¿Que me había marchado en lugar de luchar por
ella? Mi desayuno comenzó a agriarse en mi vientre solo de pensarlo.
—Bueno, mira la hora. Necesito ponerme en camino, no quiero llegar
tarde. —Joe sacó la cartera—. Deja que te invite.
—No tienes que...
—Por favor. Aprecio la compañía. —Le hizo señas a la camarera—.
Piensa en lo que te he dicho, Rafe. No te rindas todavía.
Asentí con la cabeza.
—Lo pensaré.
Se puso de pie cuando la camarera llegó con la factura.
—Espero verte en el grupo la semana que viene.
Volví a asentir con la cabeza, pero no me comprometí. Lo que hice
fue quedarme ahí, sentado, rememorando todo lo que había pasado en mi
vida en dos días; cómo quería que Summer y Emma se mudasen conmigo,
la pequeña tregua que había hecho con Gavin y, por último, descubrir que
yo era el padre de Emma.
Puse los codos sobre la mesa y dejé descansar la cabeza sobre las
manos, deseando que la respuesta correcta se filtrara del remolino de
pensamientos que se precipitaban en mi cerebro.
—¿Más café? —me preguntó la camarera.
—Sí, por favor. —En realidad, no quería más café, pero tampoco
estaba listo para irme. Tenía que decidir si iba a dar los últimos pasos hacia
Quantico y volver a alistarme, o conducir de vuelta a Hope y luchar por
Emma. 
Capítulo 22

Summer
Había tenido decepciones y arrepentimientos durante toda mi vida, pero
estos habían ido desapareciendo con el tiempo. Sin embargo, la pena y la
decepción que sentía en esos momentos no iba a poder disiparse con el
tiempo. Durante el resto de mi vida tendría que vivir con lo que les había
hecho a Rafe y a Emma, y probablemente terminaría por volverme loca.
¿Quién era esa mujer que había guardado de una manera tan insensible un
secreto? ¿Por qué mi razonamiento de entonces tenía tanto sentido, pero
ahora sonaba tan horrible?
Sabía que no solo no iba a poder dejar de arrepentirme jamás, sino
que en algún momento la situación empeoraría. Algún día, Emma
descubriría la verdad —porque, como he aprendido, la verdad siempre sale
a la luz—, y, entonces, se enfadaría conmigo por no habérselo dicho y con
Rafe por irse. Pero ahora mismo, tenía que darle la razón a Gavin; si se lo
decía ahora, lo único que le produciría sería dolor, igual que me pasó a mí
cuando se marchó mi madre, que sentí que no me querían.
Tenía que rezar para que Rafe cambiara de opinión y ´volviese a pesar
de mis acciones, y ocupar el lugar que le correspondía como padre de
Emma.
—¿Summer? —Gavin llamó a la puerta de mi dormitorio. Iba a llegar
tarde al trabajo, pero era difícil encontrar la motivación para preocuparme
por eso, así que me escondí bajo las sábanas.
—Puedes entrar.
Gavin abrió la puerta.
—Tienes una llamada. Es Dean Mason.
—¿El abogado? —Asintió con la cabeza. Oh, Dios. ¿Rafe iba a luchar
por la custodia? No necesitaba hacer eso. Lo quería en la vida de Emma—.
Escucha, Lainey también ha llamado a tu jefe y le ha dicho que estabas
enferma. Algo que requería cuarenta y ocho horas de reposo, así que puedes
quedarte en casa mañana también.
Asentí con la cabeza.
—Gracias. —No sé qué haría sin Gavin y Lainey. Me puse el teléfono
en la oreja—. ¿Hola?
—¿Señorita Addison?
—Sí. Soy Summer Addison.
—Soy Dean Mason. Rafe Buchanan me pidió que me pusiera en
contacto con usted.
—Vale. —Mi voz tembló, mientras mi corazón se estremecía en mi
pecho ante la idea de lo que podría decirme. Gavin frunció el ceño y se
sentó conmigo en la cama.
—Me está haciendo redactar papeles que permiten... —hubo una
pausa y me imaginé que estaría mirando los papeles de su escritorio—, a
Emma Addison usar su casa hasta que el fallezca, momento en el que ella la
heredará.
—¿Qué? —Miré a Gavin mientras intentaba procesar lo que me
decía.
—Altavoz —me pidió. Gavin se puso a hablar.
Presioné el botón del altavoz de mi teléfono y la voz del Señor Mason
resonó en mi dormitorio.
—Quería darle la casa, pero hay algunas implicaciones fiscales
significativas con las que no quiero agobiarla. Así que, en vez de eso, me ha
hecho redactar unos papeles que le permiten a ella, y a usted, como su
madre, vivir en la casa sin pagar alquiler. Su hija también será nombrada en
su testamento como heredera. Entonces, podrá vender la casa, a no ser que
la señorita Emma Addison ya no quiere vivir en ella o si necesita el dinero
para ir a la universidad.
Ha dicho «mi hija», no se ha referido a Emma como la hija de Rafe,
lo que demuestra que Rafe no la reconoce abiertamente como suya. Y, si le
estaba dando la casa, solo podía significar que no iba a volver. Ya no creía
que pudiese llorar más, pero estaba equivocada.
Los ojos de Gavin se abrieron de par en par por el shock, pero no
tardó en recomponerse.
—Ese hijo de puta.
—¿Perdón? —La voz del Señor Mason llegó a través del teléfono.
—Señor Mason, ¿sabe dónde está el señor Buchanan o cuáles son sus
planes?
—Incluso, si lo supiera, no estaría en libertad de decírselo.
—Sí, claro.
—Todavía estoy preparando los papeles para enviárselos. Quería que
la avisara y le diera permiso para entrar en la casa a cualquier hora a partir
de hoy mismo. Ha dispuesto que se instale una valla en la parte de atrás
para la seguridad de Emma. También le da permiso para hacer lo que quiera
con lo que hay en el interior de la casa. Dice que no necesitará nada de eso.
—Está bien. —No podía imaginar que mi corazón pudiera romperse
más, pero se estaba astillando en un millón de pedazos.
—Quería saber si podría facilitarme información sobre ustedes dos,
para asegurarme de que tengo el nombre de Emma y el suyo bien.
Gavin estaba paseándose por mi habitación.
—¿Qué estás pensando?
Me encogí de hombros.
—¿Qué necesita saber?
—¿Su nombre es Summer Addison? ¿Tiene segundo nombre?
—Marie.
—¿Y su hija?
—Su nombre legal es Emmaline Raffaella Addison. —Lo deletreé, ya
que la mayoría de la gente se equivocaba al escribirlo.
—Gracias. Haré que preparen toda la documentación. El señor
Buchanan dice que puede ir a por las llaves a la inmobiliaria de Hope.
—Gracias.
—Estaremos en contacto.
Cuando colgó, dejé caer el teléfono, me hice una bola y comencé a
llorar.
—Se ha ido.
La cama se hundió por el peso de Gavin.
—Lo siento, Summer.
Me levanté de un salto y me agarré a los brazos de Gavin.
—Dime qué hacer. Dime cómo arreglar esto.
Me acunó entre sus brazos.
—Ojalá lo supiera, cariño. De verdad que sí.
Lo único que se me ocurrió fue llamarlo y rogarle. No había
respondido a mi mensaje de texto, pero tal vez contestaría al teléfono.
Lo cogí y marqué su número.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Gavin.
—Suplicar.
Asintió con la cabeza.
—Eso me sirvió para recuperar a Lainey.
El teléfono sonó, pero no hubo respuesta. Al final, escuché su voz,
fuerte y profunda. Vibraba a través de mi pecho y dolía.
«Soy Rafe. Deja un mensaje»
Respiré hondo. No tenía ni idea de qué decir, pero sentía que esta era
mi única oportunidad de hacer las cosas bien. Si no para mí, sí para Emma.
«Rafe... yo, Uff... Primero... Te quiero. Oh, Dios... te quiero
muchísimo y odio haberte hecho daño. Me mata haberlo hecho porque eres
un hombre bueno y maravilloso»
Mi llanto hizo que fuera difícil hablar, pero supe controlarlo.
«Sé que no puedes perdonarme, pero, por favor, no le eches la culpa
de lo que hice a Emma. Por favor, vuelve a casa y sé su padre. Ella te
merece y tú te la mereces a ella. Yo no soy lo suficientemente buena para
ninguno de los dos.
Gavin frunció el ceño. Absorbí, tratando de evitar que las lágrimas me
sobrepasaran.
«Quiero que te conozca. Quiero que pueda estar tan orgullosa de ti
como yo. Ella ya te quiere, Rafe. Y sé que tú la quieres a ella. Por favor...»
Dios, sonaba tan patética. Tenía que haber algo que pudiera decir.
«No estaba mintiendo cuando te dije que deseaba que pudieras verte
como yo lo hago. Estoy tan orgullosa de ti; de lo valiente que has servido a
tu país —y lo digo, aunque sé que lo odias—, estoy orgullosa de lo duro que
trabajas para ser el mejor hombre que sé que eres…»
Me di cuenta de que tenía que explicarme mejor.
«Rafe, quiero que sepas que no te lo dije porque creyera que no
serías bueno para ella, porque eres una de las mejores personas que
conozco. Cuando me enteré, iba a contártelo, pero cuando llegué a tu casa
te habías ido y tu carta decía que no contactara contigo. No sabía qué
hacer... Siempre que dejaba caer indirectas para continuar nuestra
relación, tú siempre dabas un paso atrás, así que pensé que estaba
haciendo lo correcto al hacer lo que decías y seguir adelante».
Solté el aire y volví a cogerlo.
«No te lo dije cuando llegaste a casa porque soy idiota. Intenté
decírtelo una noche, pero te quedaste dormido... aunque sé que podría
haberlo intentado con más ganas. Mi única excusa es que en ese momento
pensé que estaba protegiendo a Emma. No porque pensase que podrías
hacerle daño, sino porque no estaba segura de que fueras a quedarte, y
ambos sabemos lo que es tener padres que no nos quieren... No estoy
diciendo que tú seas así. Oh, mierda, todo me está saliendo tan mal…»
Me eché a llorar. Me esforcé por encontrar las palabras correctas,
pues no sabía cuánto tiempo le quedaría al buzón de voz.
«Te amo. Te quiero mucho. Siempre te he amado, y siempre lo haré.
Eres el único hombre al que he querido o con el que he estado. No sé si eso
importa, pero es verdad. Me hiciste ser fuerte y valiente, y me diste a Emma
y, por eso, siempre te querré. Sé que no tengo derecho a pedírtelo, pero si
pudieras perdonarme o, incluso, darme otra oportunidad para demostrarte
cuánto te quiero... De verdad, me gustaría tener una oportunidad. Pero,
aunque con lo que he hecho haya conseguido que dejes de quererme, por
favor, no huyas de Emma. No permitas que haya arruinado eso...»
Se escuchó un pitido, lo que indicaba que el tiempo había llegado a su
fin. Presioné el botón de colgar y tiré el teléfono sobre la cama.
—Si eso no funciona, es que es un malnacido sin corazón —dijo
Gavin.
—¿Fue fácil para ti y para Lainey?
Gavin negó con la cabeza.
—No. Pero si él vuelve a casa, tendrás más oportunidades de hacer lo
correcto, Summer. —Me miró frunciendo el ceño—. Le pusiste el nombre
de su familia. Emmaline es por su abuela, y Raffaella... Es él, ¿verdad?
Asentí con la cabeza.
—¿Cómo no me di cuenta? Nadie lo hizo.
—Porque la llamamos Emma, supongo. —Estaba tan cansada. Todo
lo que quería hacer era arrastrarme bajo las mantas y dormir.
—Lainey y yo vamos a por Emma hoy.
—Oh, Dios, debería de estar con ella. —No solo era una novia
terrible, también era una madre horrible.
—Date algo de tiempo para recomponerte. Emma no sabe lo que está
pasando, así que está bien.
Asentí con la cabeza.
—Le pediré a Lainey que consiga las llaves de la casa.
Sacudí la cabeza.
—No puedo hacer eso.
—Es de Emma, Summer. Puede que esté huyendo, pero ha provisto
un hogar para ella y para ti. Serías una idiota si no lo aceptaras. Tú le diste a
Emma su nombre, él también le ha dado algo suyo.
Tenía razón.
—No puedo...
—Iremos mañana. Date un día, ¿vale?
Asentí con la cabeza y me volví a tapar con las sábanas.
—Dile que la quiero. —Ella ya lo sabe, pero se lo diremos. —Gavin
cerró la puerta y yo cerré los ojos, esperando así obtener un respiro del
abrumador dolor y culpa que tenía, aunque sabía que ambos me
perseguirían hasta que me muriese. Probablemente me seguiría también
hasta el infierno.
Capítulo 23

Rafe
No pude llegar a la base de Quantico. Las palabras de Gavin y de Joe me
taladraban el cerebro. Mi conciencia me decía que estaba siendo un tonto
egoísta al alejarme de Emma, y mi corazón quería el amor de Summer. Pero
ella me había mentido, así que mi cerebro se ponía a discutir.
—Joder. —Salí de la panadería y me fui a mi habitación del hotel. Mi
teléfono comenzó a sonar justo cuando entraba por la puerta. Antes, había
recibido una llamada de Summer, pero no se lo había cogido. Todavía no
estaba preparado para escuchar su explicación. ¿Qué razón podría haber que
no sugiriera que yo no tenía la materia necesaria para ser padre?
Al ver el identificador de llamadas vi que era el señor Mason, así que
contesté.
—¿Señor Mason?
—Sí, señor Buchanan. He hablado con la Señorita Addison y he
redactado los documentos. Se los he enviado por correo electrónico para
que los revise. Si los acepta, los imprimiré y haré que los firmen. Necesito
los originales para archivarlos, pero puede darnos su dirección si quiere que
le enviemos una copia al día siguiente.
—Suena bien.
Cuando terminamos de hablar, abrí el correo electrónico y vi los
documentos adjuntos. Les eché un ojo. El corazón dejó de latirme cuando vi
lo que había escrito: «Emmaline Raffaella Addison». Recordaba haber
pensado en mi abuela cuando Summer me dijo el nombre de Emma.
Incluso, cuando supe que era el padre de Emma, no me di cuenta de eso. Y
su segundo nombre… Era inusual, pero no podía dejar de ver lo similar que
era al mío. Como si Raffaella fuera la mujer de Rafe.
Dios, le había puesto a nuestra hija el nombre de mi familia. Eso tenía
que significar algo. Entonces, ¿por qué no me lo contó? Si no intentaba
esconderme a mí o a mi familia de Emma, ¿por qué no fue sincera
conmigo?
«Ella es tuya».
Miré el teléfono y respirando hondo mientras abría los mensajes.
Summer:
Rafe, lo siento mucho, mucho. Por favor, vuelve a casa. Aunque sea
solo por Emma. Te quiero. Tu dulce Summer.
Mi corazón comenzó a latir de forma descontrolada dentro de mi
pecho. Revisé el buzón de voz, convencido de que me había dejado un
mensaje. Con dedos temblorosos, presioné el botón de reproducción.
«Rafe... yo, Uff... Primero... Te quiero. Oh, Dios... te quiero
muchísimo y odio haberte hecho daño. Me mata haberlo hecho porque eres
un hombre bueno y maravilloso»
Ella empezó a llorar, aunque intenté por todos los medios controlarlo.
«Sé que no puedes perdonarme, pero, por favor, no le eches la culpa
de lo que hice a Emma. Por favor, vuelve a casa y sé su padre. Ella te
merece y tú te la mereces a ella. Yo no soy lo suficientemente buena para
ninguno de los dos.
«Quiero que te conozca. Quiero que pueda estar tan orgullosa de ti
como yo. Ella ya te quiere, Rafe. Y sé que tú la quieres a ella. Por favor...»
«No estaba mintiendo cuando te dije que deseaba que pudieras verte
como yo lo hago. Estoy tan orgullosa de ti; de lo valiente que has servido a
tu país —y lo digo, aunque sé que lo odias—, estoy orgullosa de lo duro que
trabajas para ser el mejor hombre que sé que eres…»
Hubo una pausa. Estuve a punto de apagar el teléfono, pues no quería
dejarme llevar por sus palabras y sus lágrimas.
«Rafe, quiero que sepas que no te lo dije porque creyera que no
serías bueno para ella, porque eres una de las mejores personas que
conozco. Cuando me enteré, iba a contártelo, pero cuando llegué a tu casa
te habías ido y tu carta decía que no contactara contigo. No sabía qué
hacer... Siempre que dejaba caer indirectas para continuar nuestra relación
tú siempre dabas un paso atrás, así que pensé que estaba haciendo lo
correcto al hacer lo que decías y seguir adelante».
Hubo otra pausa.
«No te lo dije cuando llegaste a casa porque soy idiota. Intenté
decírtelo una noche, pero te quedaste dormido... aunque sé que podría
haberlo intentado con más ganas. Mi única excusa es que en ese momento
pensé que estaba protegiendo a Emma. No porque pensase que podrías
hacerle daño, sino porque no estaba segura de que fueras a quedarte, y
ambos sabemos lo que es tener padres que no nos quieren... No estoy
diciendo que tú seas así. Oh, mierda, todo me está saliendo tan mal…»
Empezó a llorar, y mis brazos anhelaron el poder abrazarla y decirle
que todo estaba bien. Pero no lo estaba, maldita sea.
«Te amo. Te quiero mucho. Siempre te he amado, y siempre lo haré.
Eres el único hombre al que he querido o con el que he estado. No sé si eso
importa, pero es verdad. Me hiciste ser fuerte y valiente, y me diste a Emma
y, por eso, siempre te querré. Sé que no tengo derecho a pedírtelo, pero si
pudieras perdonarme o, incluso, darme otra oportunidad para demostrarte
cuánto te quiero... De verdad, me gustaría tener una oportunidad. Pero,
aunque con lo que he hecho haya conseguido que dejes de quererme, por
favor, no huyas de Emma. No permitas que haya arruinado eso...»
El teléfono emitió un pitido indicando el final del mensaje de voz. Me
quería autoflagelar. Era la única razón que se me ocurría por la que escuché
el mensaje no una, ni dos, sino hasta tres veces. Era una estupidez, pero la
parte que hacía que me doliese tanto el corazón era la que decía que nunca
había amado o estado con nadie más que conmigo, así como su desesperada
necesidad de que Emma tuviera un padre. No, que Emma me tuviera a mí.
—¡Maldita sea! —Tiré el teléfono sobre la cama y comencé a recorrer
de punta a punta el suelo de la habitación.
«Ella es tuya».
Me puse las manos sobre las orejas. ¿Por qué esas palabras seguían
resonando sin parar en mi cabeza? En el mensaje decía que había tratado de
decírmelo, pero que yo estaba dormido. ¿Por qué no intentarlo otra vez? La
cuestión es que me había engañado.
Por, otra parte, parecía bastante angustiada con ese mensaje, lo que
hizo que se me instalara una pelota en la barriga. A pesar de lo que había
hecho, la idea de que estuviera sufriendo solo me hacía querer volver a casa
y consolarla.
No sabía qué hacer. Sentía que había un tira y afloja entre mi cerebro
y mi corazón. Mi cerebro me decía que era un idiota por haber sido
engañado para creer en el amor, y mi corazón me decía que la única paz que
había encontrado desde que había dejado el ejército había sido con Summer
y Emma.
«Prefiero estar con mi familia que seguir enfadado». Las palabras de
Joe se repetían en mi cabeza. «Todas las cosas jodidas que suceden a mi
alrededor desaparecen cuando ellos están cerca».
Pero la esposa de Joe no le había robado cuatro años de la vida de sus
hijos.
«Quiero que ella, mi familia y mi vida vuelvan conmigo más de lo que
quiero guardar rencor, sobre todo porque no habría pasado si no me
hubiera marchado. Fue mi culpa».
Me había marchado y le había pedido que no contactara conmigo. En
ese momento, me había mantenido firme en que nuestra aventura de verano
se terminaría cuando me marchara. Supongo que el que no se pusiera en
contacto conmigo porque estaba embarazada podría haber sido culpa mía.
Por supuesto, no me imaginé que habría una niña de por medio.
Cuando nos acostamos la primera vez, me había dicho que no pasaba
nada. ¿Había sido todo una mentira? Ella era joven, y yo era el primero, así
que quizás debería de haber asumido más responsabilidad. Pero si lo
hubiera hecho Emma no estaría aquí, y eso sería horrible, porque era una
gran niña, y todo el mundo la quería.
«Te castigará. Pero, independientemente de eso, no quieres que
crezca sin un padre, ¿verdad?»
Joder, ¿qué decía sobre mí el hecho de que no estuviese en esos
momentos en Hope, contándole a Emma que yo era su padre y haciendo por
ella todas las cosas que se supone que un padre debería de hacer por su
hija?
Porque tienes problemas, mi recordó mi cerebro. Dejé salir un largo
gruñido. Iba a volverme jodidamente loco. Me puse ropa de correr y decidí
huir de la frustración y la confusión. No tenía que decidir nada en ese
momento. Podría alistarme mañana. O podría volver a casa. 
Capítulo 24

Summer
No sé cómo sobreviví al jueves. Esperaba que todo fuese un sueño. Que no
me hubiera despertado con la llamada de que Rafe le estaba dando su casa a
Emma y de que no volvería nunca más.
Pero no había sido un sueño y, de alguna manera, había conseguido
sobrevivir al día. Todavía no estaba segura de cómo lo haría al día
siguiente, ni al otro, ni la semana siguiente… o al resto de mi vida. Pero
tenía una hija a la que cuidar, así que tenía que organizar mis cosas.
Gracias a Dios, Gavin y Lainey todavía estaban cerca. Aunque
también me sentía culpable por eso. Tenían sus propias vidas, incluyendo
un bebé en camino. No necesitaban estar lidiando con mi patética vida.
La única buena noticia era que estaba «enferma», por lo tanto, no
tenía que ir a trabajar. No tendría que volver hasta el lunes. Por supuesto, no
tenía ni idea de si lo tenía todo en orden para poder seguir adelante, pero no
me quedaba otra.
Me duché y bajé las escaleras. Lainey le había servido el desayuno a
Emma, mientras Gavin había ido corriendo a la inmobiliaria a por las llaves
de casa de Rafe.
—Necesito ir a casa, pero Gavin y yo podemos acompañarte a casa de
Rafe —dijo Lainey mientras metía un plato en el lavavajillas.
Sintiéndome agradecida por ella, le di un abrazo.
—Gracias por todo.
—Por supuesto. Todo saldrá bien. —Pude ver en sus ojos que ella
sabía que me esperaba una larga temporada de arrepentimiento—. Te veré
más tarde. —Asentí con la cabeza mientras se dirigía a la puerta principal y
salía.
—Mami, ¿estás triste? —preguntó Emma desde su silla.
—Lo estoy, cariño.
—¿Por qué?
La ayudé a bajar.
—Ven a la sala de estar y hablaremos.
La llevé al sofá y me senté con ella en mi regazo.
—Estoy triste porque Rafe tuvo que irse.
Su semblante se volvió serio de repente.
—¿No le gustamos?
—Oh, te quiere, cariño. Sé que lo hace. Pero le hice daño y...
—¿No puedes decir que lo sientes?
—Lo he hecho, pero lo que hice... —Dios, ¿cómo se lo explicaba? No
tenía ni idea de cómo continuar—. La cosa es que Rafe te ha hecho un
regalo.
Frunció el ceño.
—¿Por qué? ¿Dónde está Rafe?
Pensé que la idea de un regalo la distraería, pero no había sido así.
—No sé dónde está, pero tú, el tío Gavin, la tía Lainey y yo te vamos
a llevar a ver el regalo de Rafe. Sé que te va a encantar.
—Quiero a Rafe.
La acerqué a mí para poder abrazarla.
—Lo sé, cariño. Yo también le quiero.
—Tienes que decirle que lo sientes.
—Lo sé. —Necesitaba hacer mucho más que eso. ¿Pero qué podía
hacer para compensar la colosal traición que le había hecho? No había
forma de arreglarlo.
Preparé algo para comer y después nos marchamos a casa de Rafe.
—¿Vamos a ver a Rafe? —me preguntó con voz emocionada de
Emma desde el asiento trasero.
Mi corazón se desplomó.
—No, cariño.
—Pero esta es su casa.
—Ya lo sé. — Aparqué el coche y salí para ayudar a Emma.
—¿Dónde está Rafe?
—Emma. —La cogí de la mano y caminé con ella por el lateral de la
casa hacia el río—. Te dije que Rafe tenía que irse. Pero te dejó un regalo.
Quiere que vivas aquí porque sabe que amas el río.
Ella me miró sin comprender.
—¿Y tú?
—Aquí, contigo.
—¿Y Rafe?
Suspiré.
—No sé dónde está Rafe. —Sospechaba que había vuelto a la base y
que en poco tiempo regresaría a Oriente Medio.
Las pequeñas cejas de Emma estaban arrugadas.
—Llámalo, mami. Llámalo y dile que vuelva a casa.
Quería decirle que lo había intentado, pero no quería que se sintiera
decepcionada por él. No se lo merecía. Esto era cosa mía y necesitaba
cargar con toda la culpa.
—¿Quieres ir a nadar? —Esperaba distraerla de sus pensamientos
sobre Rafe.
Su labio comenzó a temblar.
—¿Por qué no vuelve a casa?
La volví a acercar a mí para abrazarla.
—A veces, la gente tiene que irse, Emma. Lo siento. Pero tenemos
nuestros recuerdos. Y Rafe te dio esto, ¿no fue muy considerado por su
parte? —Se encogió de hombros.
—Venga, vamos a nadar. —La ayudé a quitarse el vestido con dibujos
de soles que llevaba sobre el bañador. Me quité los pantalones cortos y la
camiseta y me quedé en traje de baño. Cogidas de la mano, caminamos
hacia el agua. Vi el lugar donde Rafe me había tocado por primera vez, y
muy posiblemente, donde Emma había sido concebida. Una ola de emoción
me inundó, pero luché para contener las lágrimas.
—No podíais esperarnos, ¿eh? —Gavin y Lainey venían caminando
entre los árboles hasta detenerse en la orilla del río, donde Emma y yo
estábamos paradas.
—El agua es agradable —dije, tratando de sonreír.
—He dejado la llave sobre la mesa —dijo Gavin, a la vez que
señalaba con la cabeza la parte trasera de la casa, donde había una mesa.
—Gracias.
—Así que, esto te gusta. ¿No es así, calabacita? —Gavin cogió a
Emma en brazos y se adentró con ella en el agua.
Por fin sonreír.
—No me dejes caer, tío Gavin.
—¿Qué quieres decir? ¿Así? —La lanzó al aire y la atrapó.
Ella gritó de alegría, gracias a Dios. Pero, entonces, su cara se volvió
seria.
—Rafe se ha marchado. Está enfadado con mamá.
Gavin me miró.
—Sí, bueno, él se lo pierde.
—¿No puedes llamarlo? —Las manitas de Emma presionaron las
mejillas de Gavin, consiguiendo que me doliese el corazón.
Asintió con la cabeza.
—Puedo intentarlo, si quieres.
—Quiero.
Iba a volver a lanzarla, pero ella se sujetó de sus orejas.
—Ay.
—Llama ahora.
—¿Ahora?
Emma asintió con la cabeza.
—Por favor. Quiero a Rafe.
Gavin me miró de nuevo y yo me encogí de hombros. Asintió con la
cabeza y salió del agua, dejando a Emma en la toalla antes de hacer la
llamada.
—No estoy seguro de que esto vaya a salir bien. ¿Y si dice que no?
—nos preguntó en voz baja a Lainey y a mí.
—Entonces, es culpa suya —contestó Lainey.
Gavin frunció el ceño.
—Eso no es justo para él...
—¡¡Rafe!! —Emma gritó tan fuerte que me hizo estremecer.
Comenzó a saltar de arriba abajo y después echó a correr, bordeando la
casa.
—Oh, Dios mío —susurró mi cuñada.
Me giré, y mi corazón se paralizó. Rafe bajaba la colina; tan guapo,
tan fuerte, tan... dolido. A su lado, atado a una correa, había un perro de
tamaño mediano.
—¡Rafe, Rafe! —Emma corrió hacia él.
Se agachó cuando Emma lo alcanzó. Ella lo rodeó con sus brazos y a
él los ojos le brillaron por la sorpresa. Después, se agachó y la rodeó con un
brazo.
Emma lo echó hacia atrás, pero mantuvo los brazos sobre sus
hombros mientras se volvían hacia mí.
—Díselo, mamá. Dile que lo sientes.
Los ojos oscuros de Emma estaban cargados de emoción mientras me
miraba. Yo también quería correr y abrazarlo, pero sabía que no tenía
derecho a hacerlo.
—Lo siento. —No eran las mejores palabras. Se quedaban cortas.
Se volvió hacia Rafe.
—Ahora tienes que decir que está todo bien.
—Emma… —Traté de detenerla. No estaba bien. Y no era justo para
Rafe pedirle que dijera eso.
—Te perdono.
Por segunda vez en apenas unos minutos mi corazón se detuvo. Mis
ojos se llenaron de lágrimas, a la vez que intentaba transmitirle cuánto lo
amaba.
—¿Este es tu perro?
Me miró fijamente unos segundos más. Después, volvió a prestarle
atención a Emma.
—Sí, se llama Maisy.
—Es muy bonita. ¿Puedo acariciarla? —La emoción de Emma era
algo maravilloso.
—Sí. Está un poco nerviosa, pero es muy dulce. He pasado todo el
camino desde el refugio hasta aquí hablándole de ti.
—¿En serio? —La sonrisa de Emma era tan brillante que, solo por
eso, me habría enamorado de él.
—¿Dónde vas a tener al perro? —preguntó Lainey, lo que me recordó
que ella y Gavin estaban allí.
—Voy a ponerle una valla al terreno. —Me miró. Emma y Maisy
seguían a su lado—. Ya he encargado una.
Asentí con la cabeza.
—Tu abogado me lo ha dicho.
—¿Rafe? —Emma le dio una palmadita en la mejilla para llamar su
atención—. Mi mamá dice que puedo vivir aquí con ella. ¿Vivirás aquí tú
también?
Gavin tosió. Lainey dijo un tranquilo: «Oh Dios»
—¿Cariño? —Tenía que pararla—. Tal vez, podrías dejar que mami y
Rafe hablásemos un minuto.
—¿Sobre qué?
—Emma, apuesto a que a Maisy le gustaría dar un paseo después del
viaje en coche. ¿Por qué no vamos tú, el tío Gavin y yo a dar un paseo? —
Gracias a Dios por Lainey.
—¿Podemos, Rafe? ¿Podemos llevar a Maisy a dar un paseo?
Le dio la correa a Emma.
—Es toda tuya. Cuídala bien.
—Oh, lo haré. —Luego se inclinó hacia adelante y besó a Rafe en la
mejilla.
Él parecía sorprendido y asombrado. Emma tenía ese efecto en la
mayoría de la gente.
Ni Rafe ni yo hablamos mientras los tres, junto con Maisy,
desaparecían por el lateral de la casa. Cuando, por fin, me atreví a mirarlo a
la cara, él estaba mirándome fijamente. Tragué hondo, intentando encontrar
las palabras correctas, aunque no tenía ni idea de cuáles eran.
—Rafe... me alegro de que hayas vuelto. —Asintió con la cabeza,
pero no dijo nada—. Sobre lo de venirnos a vivir aquí... Le he hablado de tu
regalo, pero...
—¿No sabe que soy su padre?
Dije que no con la cabeza.
— No quería decírselo si te ibas a marchar. —Miré hacia el suelo,
pues no estaba segura de cómo se tomaría mis siguientes palabras—.
Ambos sabemos lo que es pensar que un padre no te quiere, y no quería que
ella pensase eso de ti, ya que no era verdad. Es todo culpa mía.
Asintió con la cabeza.
—¿Y ahora?
Me acerqué a él. Todavía quería tocarlo. Tanto, te tuve que sujetarme
las manos a la espalda para no hacerlo.
—Quiero decírselo. Quiero que se lo digamos. Seguro que, con eso,
ella espera que vivamos los tres juntos en esta casa, pero sé lo que he
hecho… —Ni siquiera me atrevía a decirlo en voz alta—. Dios, Rafe, dime
qué puedo hacer para arreglar esto.
—¿Qué quieres, Summer?
Miré a sus oscuros y penetrantes ojos. Quería asegurarme de que
entendiera que, lo que le decía, era verdad.
—Te quiero a ti. Quiero formar una familia. Tú, Emma, yo… y
Maisy.
Se acercó a mí, su mano tocando ligeramente mi mejilla. Cerré los
ojos; quería disfrutar de su caricia. Esta podría ser la última vez que me
tocase, así que quería retenerlo en mis recuerdos.
—Estoy tan jodidamente herido...
—Lo sé. —Rompí a llorar de la vergüenza—. Lo siento mucho.
Mucho.
—Pero no puedo dejar de quererte. —Levanté la cabeza para mirarlo.
No estaba segura de si lo había escuchado bien—. He decidido que prefiero
perdonarte y esperar que no me hagas daño otra vez, que vivir mi vida con
este maldito agujero en el pecho.
—No volveré a hacerte daño nunca más. Nunca. Jamás. Te lo
prometo, Rafe.
Me miró fijamente a los ojos como si buscara la verdad de mi
promesa en ellos. Esperaba que viera que lo decía completamente en serio.
Que viera mi culpa y mi vergüenza y, sobre todo, mi amor absoluto por él.
Cuando sus labios cubrieron los míos, el alivio se adueñó de mi
cuerpo y empecé a llorar otra vez, solo que esta vez era de alegría. Me
aferré a su camisa. Quería asegurarme de que no volvía a escaparse. Separé
los labios, invitándolo a entrar; quería que tuviese cada parte de mí.
Cuando rompió el beso, me abrazó mientras yo lloraba en sus brazos.
—Lo siento mucho y me avergüenzo, Rafe.
Me besó en la parte superior de la cabeza.
—Dejaré que me compenses.
Me eché hacia atrás para mirarlo a los ojos.
—Todos los días. Todos los días te compensaré. —Presioné las
palmas contra sus mejillas—. Te amo, y quiero asegurarme de que conoces
y sientes el amor, y que sabes lo maravilloso y perfecto que eres.
—No sabía que era perfecto. —Me miró alzando una ceja de forma
un tanto divertida.
—Lo eres. El día en el que mis hormonas cobraron vida a los catorce
años, te convertiste en perfecto ante mis ojos. Te he amado desde entonces.
Solo a ti.
Me miro atento durante unos segundos.
—Eres el único hombre que he amado.
Quería decirle que esperaba que fuese el único hombre que amaría
por el resto de mi vida, pero no quería forzar mi suerte.  
Capítulo 25

Rafe
Hace cinco horas, me desperté sobresaltado. Estaba soñando con mi abuela,
que estaba parada enfrente de mí, con una mano en la cadera y con la otra
en alto, apuntándome con un dedo, mientras me decía: ¿Qué haces tirado en
la cama cuando deberías estar con esa pequeña, que es tu hija?
La noche anterior había decidido que tenía que volver a Hope y ser un
padre para Emma. No podía sacarme de la cabeza las palabras de Joe sobre
cómo sus hijos representaban algo bueno para él. Cuando pensé en Emma,
sentí lo mismo. ¿Cómo había podido crear algo tan hermoso? Por supuesto,
Summer también tuvo algo que ver. De hecho, supongo que ella debería
atribuirse la mayor parte, ya que había hecho todo el trabajo.
Una parte de mí quería felicitarla por ello, y otra parte, la amargada,
estaba resentida por no haberme dejado formar parte. Cada vez que esos
sentimientos me acechaban, escuchaba su buzón de voz y me destrozaba
más todavía. Cuando me desperté, sabía lo que tenía que hacer con Emma,
pero aún no sabía qué hacer con Summer.
No podía perder más tiempo, así que me duché, lo metí todo en mi
pequeña bolsa de lona y me dirigí de nuevo hacia Hope. Cuando pasé la
salida del refugio de animales, se me ocurrió que mi pequeña necesitaba un
perro, así que me detuve. Afortunadamente, Maisy seguía allí, y ya habían
aprobado mis papeles de adopción. Incluso tenían la lista de organizaciones
en Virginia que hacían entrenamiento de perros de servicio que yo había
solicitado.
Después de una rápida parada en una tienda de mascotas, donde
Maisy y yo cargamos todo lo que necesitaba, continuamos hacia casa.
Mientras Maisy y yo conducíamos por las autopistas y caminos secundarios
hasta Hope, luchaba contra mis sentimientos contradictorios hacia Summer.
Bueno, eso no era del todo cierto. Sabía cómo me sentía. La amaba. Pero
me había hecho daño y no estaba seguro de poder arriesgarme a que pudiese
pasarme otra vez.
Incluso hablé con Maisy sobre ello, que estaba sentada
tranquilamente en el asiento delantero mirando el mundo pasar a través de
la ventanilla. Creo que simpatizaba con mi situación, pero no tenía ninguna
respuesta que darme.
Primero fui a casa de Summer, pero, al ver que no había nadie, decidí
irme a casa. Se la había dado a Emma, por lo que me di cuenta de que tenía
que considerar buscarme otro sitio en el que vivir. Pero, al menos, podría
coger algunas de mis cosas y, quizás, terminar de remodelarla para que
Summer y ella pudiesen irse a vivir allí.
Cuando llegué y vi los coches de Summer y Gavin, mi corazón se
saltó un latido. Estaban aquí. Le puse la correa a Maisy y me dirigí a la
parte de atrás de la casa.
Al doblar la esquina, los vi a todos juntos en el río. La sensación de
nostalgia me invadió. Quería ser parte de ellos, pertenecer a ellos.
Cuando Emma me vio, con sus grandes ojos emocionados, su gran
sonrisa soleada y la forma en la que subió la colina hacia mí me llenó el
corazón de tanta alegría que apenas podía contenerla. Y entonces vi a
Summer, y supe que tenía que intentarlo de nuevo.
Joe también tenía razón en eso; guardar rencor solo iba a hacerme
daño. Tenía la oportunidad de tenerlo todo. Sería un idiota si no me aferraba
a ello, aunque me asustara volver a confiar en ella.
Cuando la miré a los ojos, vi la culpa, la vergüenza y el amor en ella,
por lo que no me quedó más remedio que creer que no volvería a hacerme
daño. Entonces, la abracé y la besé, y fue como si el mundo finalmente
comenzara a enderezarse de nuevo.
Al hombre que había en mí le gustó oír que no había amado a otro. Si
jugaba bien mis cartas, no amaría a nadie más, pero eso era adelantarse en
el tiempo. Así que, la besé de nuevo.
—¿Podemos decírselo?
Summer asintió con la cabeza.
—Quiero que lo sepa, Rafe.
Entonces, recordé la documentación que me había enviado el
abogado, y una nueva ola de emoción se apoderó de mí.
—Le pusiste el nombre de mi abuela.
—Sí —Summer me pasó la mano por el pecho—. Quería que tuviera
una parte de ti.
—¿Su segundo nombre?
Sonrió, y eso iluminó todo mi mundo.
—Todos pensaron que era un nombre inusual, pero tenía tu nombre.
—Siento haberte alejado antes y haberme ido sin hablar contigo. No
podía soportar decirte adiós.
—Pero ahora estás aquí, Rafe. Quiero empezar de nuevo y hacerlo
bien esta vez.
—¡Rafe! —La voz de Emma los interrumpió.
—Hola. ¿Qué tal lo ha hecho Maisy?
—Muy bien —Emma se acercó a ellos con Maisy caminando feliz a
su lado.
—¿Todo bien aquí? —preguntó Gavin, que iba de la mano de Lainey.
Estudié a Gavin, para ver cómo eran sus sentimientos respecto a toda
esta situación en esos momentos. Cuando se enteró de lo mío con Summer,
se enfadó muchísimo. Pero, luego, cuando salió a la luz que yo era el padre
de Emma, cambió. Estaba a mi favor y también a mi relación con Summer.
—Cariño, Rafe y yo tenemos algo que necesitamos decirte. —
Summer le tendió la mano a Emma.
—Tal vez, deberíamos irnos —apuntó Lainey.
—En realidad, me vendría bien algo de ayuda para mover las cosas
para hacerle espacio a Emma —le dije a Gavin.
Él asintió con la cabeza.
—Esperaremos abajo en el río.
Me volví y vi a Summer y a Emma sentadas en las escaleras de la
entrada, acariciando a Maisy. Eran mías. Mi familia. Mierda, ¿cómo había
pasado? Hacía una semana, la idea de eso me habría aterrorizado. Estaría
mintiendo si dijera que ahora no tenía miedo, pero por encima de todo me
sentía bien. Feliz.
Me senté al otro lado de Emma y sentí que todo mi mundo estaba a
punto de cambiar. ¿Qué pensaría Emma? ¿Me querría como su padre?
—Emma, ¿recuerdas cuando te hablé de tu padre?
—Dijiste que era un valiente soldado.
Summer no me había hablado de Emma, pero intentó honrarnos a mi
familia y a mí hablándole de nosotros.
—Sí. Bueno, la cosa es que Rafe es tu papá.
Emma me miró. Sus cejas se unieron, como si tratase de procesar lo
que Summer había dicho.
—¿Va a ser mi papá?
—No, cariño, él es tu papá.
—¿Mi verdadero papá?
—Sí.
Se volvió a mirarme. Esperaba preguntas como: ¿Por qué no me lo
habías dicho antes? o ¿Dónde has estado todo este tiempo?
En vez de eso, me preguntó:
—¿Puedo llamarte papá?
Jesús, mi corazón casi se me sale del pecho. ¿Cómo era posible sentir
tanto?
—Me gustaría mucho.
Entonces ella sonrió, y maldita sea si mi corazón no explotó en ese
momento.
—Así que, ¿tú también estarás aquí, conmigo y con mamá?
—Cariño, todavía...
—¿Te gustaría eso? —Le pregunté a Emma mientras le echaba un
rápido vistazo a Summer. No habíamos hablado de vivir juntos. Dios. Hacía
una hora ni siquiera estaba seguro de que Summer y yo volviéramos a estar
juntos—. Si vamos a hacer esto, podríamos ir a por todas.
Summer tragó saliva, y sus ojos color avellana se llenaron de
lágrimas.
—Si nos quieres….
—Yo os quiero. Os quiero a las dos.
—¿Y a Maisy también? —preguntó Emma.
La cogí para poder abrazarla.
—Y a Maisy, también.
Gavin y Lainey se reunieron con nosotros, y empecé a hablar de cómo
quería preparar la habitación de Emma.
—Podríamos llevar a Emma a casa y ayudarla a empaquetar sus cosas
mientras vosotros preparáis la habitación. —Lainey nos miró a Summer y a
mí. Me gustaba la idea de estar a solas con Summer, pero algunos de los
muebles eran muy grandes, y no estaba muy seguro de si ella podría
moverlos—. Podemos llevarnos también a Maisy y traerlas a ambas de
vuelta mañana por la mañana.
No podía negar que una noche a solas con Summer sonaba bien. No
solo para reconectar emocionalmente, sino que verla en traje de baño me
estaba provocando un deseo que era difícil de ocultar. Summer me miró,
mordiéndose el labio inferior, y me pregunté si ella estaría pensando lo
mismo.
Gavin frunció el ceño: estaba seguro de que sabía todas las cosas que
le podría hacerle a Summer si estábamos los dos solos.
—Os dará tiempo para conectar de nuevo.
—A mí me parece que ya están bastante conectados —gruñó Gavin.
Lainey lo ignoró.
—¿Qué dices, Emma, te llevamos a casa para que puedas empaquetar
tus cosas y así mañana puedas mudarte?
—¡Sí! —Emma saltaba emocionada—. ¿Maisy puede venir conmigo?
—Su comida, y otros artículos que necesita, están en mi coche.
Gavin frunció el ceño, pero no dijo nada más. Cogió las cosas de
Maisy y subió con el coche con mi hija y mi perra para llevarlas a la antigua
casa de Summer.
Una vez que se marcharon, Summer y yo nos quedamos en la cocina.
Se suponía que íbamos a preparar la habitación de Emma, pero en lo único
en lo que podía pensar ahora que estábamos solos era en estar con ella.
—Así que... —Se mordió el labio otra vez, y mi polla se hinchó
dolorosamente en mis vaqueros.
—Así que...
—¿Qué estás pensando? —preguntó.
—Estoy pensando en que necesitamos desnudarnos, pero no estoy
seguro de por dónde empezar.
Levantó una ceja.
—¿Empezar?
—Me imagino que, una vez que Emma esté aquí, estaremos bastante
limitados en cuanto a tiempo y lugares. Pero ella no está aquí ahora, así que
tenemos todas las habitaciones y superficies de la casa disponibles.
La sonrisa que me regaló podría haber iluminado la noche. Después,
se volvió coqueta mientras se bajaba los tirantes de su traje de baño.
—Empecemos aquí mismo. Quítate la ropa, Rafe.
No había nada que discutir; me desnudé. Mi polla nunca había estado
tan feliz de estar libre de restricciones. El destello de calor y deseo que
había en los ojos de Summer consiguió que me excitara más.
Me empujó hacia atrás hasta que me tropecé con una de las sillas de
la mesa del comedor.
—Siéntate. —Ella estaba tomando el control y eso me encantaba.
Me senté y se puso a horcajadas entre mis muslos, atrapándola entre
su dulce coño y mi vientre. Incapaz de esperar más, le cogí las tetas y me
las llevé a los labios, chupándole primero una y luego la otra.
Dejó escapar un largo suspiro y se movió, frotándose contra mí.
Continué chupándole las tetas, mientras mis manos se deslizaban por sus
lados. Una se apoyó en su cadera mientras la otra descendía hasta sus
pliegues, probando cómo estaba de preparada. No podía esperar. La
necesidad de estar dentro de ella era tan urgente como mi necesidad por
respirar. Era como si mi vida dependiese de ello. Afortunadamente, estaba
mojada y lista.
Con mis dos manos en sus caderas, la levanté y la coloqué sobre mí.
—Te necesito, Summer.
—Sí —dijo con un jadeo mientras descendía. En ese momento, el
agujero en mi pecho se llenó de pura felicidad y el mundo volvió a girar—.
Rafe... —Sus brazos me envolvieron y enterró la cara en el hueco de mi
cuello.
Me pareció notar que lloraba.
—¿Estás bien, cariño?
Levantó la cabeza para mirarme. Yo tenía razón. Estaba llorando.
—Pensé que lo había arruinado todo, pero aquí estás.
Sonreí.
—Aquí estoy, Summer.
Le aparté sus rizos rubios de la cara. Ella me había hecho daño, pero
reflexionando sobre nuestra relación me di cuenta de que yo también tenía
algo de culpa; hace cinco años me fui sin despedirme y le dije que no
contactara conmigo.
Incluso en las últimas semanas, desde que había regresado, la idea de
irme siempre flotaba en el ambiente. Pero ya no podía pensar más en ello.
Ella confiaba en que me iba a quedar. Emma necesitaba que me quedase.
—No te dejaré otra vez. Te lo prometo.
—Te quiero, Rafe. Te quiero tanto que no tengo palabras.
—Entonces no digas nada, cariño. —Volví a llevar mis manos a sus
caderas—. Enséñamelo.
Me besó, fuerte, de forma apasionada, empujando su lengua dentro de
la mía para bailar con la mía. Y, entonces empezó a montarme, y joder…,
sentir su cuerpo apretado y resbaladizo era como estar en el mismísimo
cielo.
—Ah, joder… —Miré la unión de nuestros cuerpos: mi polla
desaparecía en el calor de su humedad.
—Rafe... —sollozó— Oh, Dios... —Su coño se contrajo y me apretó
el sexo. Era la sensación más dulce y sexy del mundo.
—Mírame, Summer.
Abrió los ojos; su mirada de color avellana parpadeó con deseo.
Clavé mi vista en ella mientras la ayudaba a montarme, más rápido, más
profundo, más… siempre más.
—Oh, Dios, Rafe... voy a correrme.
—Voy a mirarte, Summer. Voy a ver cómo te corres.
Gritó, con la cabeza echada hacia atrás mientras su orgasmo se
apoderaba de su cuerpo. Este me apretó con fuerza, haciendo que yo
también echara la cabeza hacia atrás. Todavía no, le ordené a mi cabeza. En
vez de eso, me concentré en ver cómo su placer la consumía. Maldita sea,
era tan hermosa. Y era mía.
—¿Pasa algo malo? —Me preguntó al darse cuenta de que no me
había corrido.
—No. —Volví a besarla—. Quiero estar dentro de ti para siempre.
Ella se inclinó hacia atrás, besando mi mejilla.
—Yo también quiero eso, Rafe.
Mi polla, sin embargo, estaba cansada de esperar.
—Joder, Summer. Tengo que correrme.
Una luz blanca destelleó detrás de mis ojos mientras el placer se
disparaba dentro de mí. Mis caderas se levantaron al tiempo que el primer
chorro salía disparado.
Me incliné hacia delante y la abracé.
—Si vivo para siempre, nunca tendré suficiente de ti.
Me besó y, por primera vez en mucho tiempo —tal vez para siempre
—, sentí que todo estaba bien.
Capítulo 26

Summer
No sé qué había hecho para merecer una segunda oportunidad con Rafe,
pero le agradecía a Dios por habérmela dado y juré que no lo arruinaría esta
vez. Después de hacer el amor en la cocina, empezamos a trabajar en la
casa.
Habíamos planeado trasladar la cama grande del cuarto de Rafe a la
principal, dejando la cómoda y el escritorio para Emma. Pero, por supuesto,
nos distrajimos y, antes de darnos cuenta, estaba dentro de mí; muy a
dentro, duro y tan deliciosamente bueno que me corrí dos veces.
Por fin, movimos la cama grande de Rafe y trasladamos la doble de
su abuela a su antigua habitación.
—¿Qué vas a querer traerte de tu casa? —me preguntó cuando nos
tomamos un descanso. Nos sentamos en el sofá a tomar una bebida fría.
—A Emma y a mí.
Sonrió mucho, y eso hizo que mi corazón se hinchara.
—Eres tan guapo, Rafe. No puedo creer que seas mío.
Parecía sorprendido por mi comentario.
—Creo que eres la mujer más hermosa del mundo.
Sentí el calor del rubor en mis mejillas.
—Soy más ancha...
—Me encantan tus curvas, Summer. Son tan irresistibles que te quité
la virginidad, ¿recuerdas?
Se acercó a mi lado del sofá. Sus ojos oscuros brillaban con calor.
—Te follé. —Luego, se detuvo—. Te hice el amor.
El cambio en su tono de voz y sus palabras me hicieron sentir mucho
más amor por él del que ya sentía
—Sí.
—Hicimos un bebé.
El aire se quedó atascado en mi garganta. Recordé que me había
acusado de mentirle sobre los métodos anticonceptivos que utilizaba en ese
momento. En ese momento no estaba enfadado, pero yo quería ser clara.
Quería que todo saliese a la luz.
Presioné las manos contra sus mejillas mientras me acercaba a él; su
cuerpo, grande y duro, cubriendo el mío.
—No mentí, exactamente, sobre cómo me quedé embarazada. —Su
cabeza se inclinó hacia un lado y sus cejas se juntaron, interrogantes—.
Nunca dije que tomase anticonceptivos. Solo pensé que era seguro por la
fecha en la que estaba mi ciclo de ovulación. Me empecé a tomar
anticonceptivos al día siguiente.
Sonrió.
—Mi semilla era demasiado potente.
Me reí y me alegré ridículamente de que no estuviese enfadado.
—Sin duda alguna. —Lo besé—. Ahora estoy tomando la píldora.
Solo en caso de que te lo estés preguntando.
—Con o sin... no me importa mientras pueda tenerte.
Mi corazón saltó dentro de mi pecho. ¿Significaba eso que pensaba
que deberíamos tener más hijos? ¿Que estaba en esto a largo plazo?
Me levantó la camisa, exponiendo mis pechos.
—¿Puedo Summer? ¿Puedo tenerte?
—Cuando quieras Rafe. Mientras pueda tenerte yo a ti.
Me miró con esos magníficos ojos marrones oscuros.
—¿No lo sabes? Siempre he sido tuyo. Siempre seré tuyo.
—Te quiero mucho, Rafe. Ni siquiera podría decir cuánto.
Sonrió.
—¿Puedes mostrármelo?
—Si insistes... —Lo empujé hacia delante para poder darle un beso.
Mientras me lo devolvía, sus manos comenzaron a vagar por mi cuerpo. No
había ningún lugar de mi cuerpo que él nunca hubiera tocado y, aun así,
cada vez que me acariciaba sentía que era mágico.
Seguía el movimiento de sus manos con los labios, besando y
chupando mi cuerpo hasta llegar a los tobillos. Estaba de rodillas en el sofá,
con una de mis piernas en su hombro y sus ojos mirándome.
—Mi dulce Summer. —Sonrió. Se levantó del sofá y me recolocó
hasta quedar debidamente sentada en el sofá. Se colocó de rodillas entre mis
piernas. Agarrado a cada una de mis nalgas, tiró de mí hasta colocarme en
el borde, y luego bajó la cabeza hasta mi húmedo y palpitante coño. Lamió
una vez—. Mmm, mi dulce Summer.
Me incliné hacia atrás, sin cansarme de la forma en que me tocaba, de
la forma en que me comía. Mis dedos fueron a parar a su cabeza,
impidiendo que se moviera, mientras mis caderas se movían una y otra vez
sobre su boca.
—Tengo hambre, Summer, hambre de ti.
Sus palabras nunca dejaban de calentarme la sangre.
—Rafe... —Mi cuerpo estaba ardiendo. Tenía cada neurona al límite
mientras mi orgasmo se acercaba más y más.
Empujó las rodillas para separarlas más todavía y, luego, cuando
terminó de acoplarme del todo, comenzó a devorarme. En apenas un
instante el orgasmo me alcanzó, y todo mi cuerpo se retorció por la
necesidad.
—Sí, sí... justo ahí. Oh, Dios Rafe... —Juro que veía estrellas
mientras el orgasmo se adueñaba de mi cuerpo y de mi mente—. Joder…
Ha sido perfecto, Rafe. Perfecto.
Todavía estaba jadeando cuando levantó la cabeza. Me incliné hacia
adelante, besándolo, probándolo a él, a mí, y a nuestro dulce y erótico amor.
De pie, se acercó a mí.
—¿La quieres? —Me frotó con ella el clítoris y, sorprendentemente,
mi libido volvió a la vida.
—Sí.
—¿Te hace feliz?
—Sí.
—¿Te hace gritar mi nombre?
Incliné las caderas hacia delante; estaba desesperada porque me
llenara.
—Sabes que sí.
—Tú también le gustas, Summer. —Golpeó la cabeza de su polla
contra mi clítoris—. Solo a ti, nena.
—Demuéstramelo, Rafe. —Lo necesitaba dentro de mí. Ahora.
Por suerte, me dio lo que quería. Presionó la polla contra mi entrada y
empujó.
—Joder, sí. Solo tú, mi dulce Summer.
No se dio prisa. Entraba y salía despacio y con firmeza. Gimoteé
cuando se retiró, así que froté mi clítoris con su polla. Luego, embistió de
nuevo.
—Me encanta cómo me llenas Rafe. Te sientes tan bien. Tan bien.
Sus manos pellizcaron mis duros pezones mientras entraba y salía de
mi cuerpo. Mis caderas se elevaron para encontrar sus embestidas mientras
el placer se volvía a apoderar de mi cuerpo.
Gimió.
—Mierda, Summer. Estoy cerca. Dime que estás cerca.
Estaba cerca, pero estaba disfrutando demasiado como para
apresurarme a terminar. Jadeé, haciéndole saber que me estaba haciendo
sentir muy bien.
—Summer, nena. —Sus manos se agarraron a mis caderas, y sus
empujes se hicieron más duros y urgentes.
Colocó mis piernas sobre sus hombros y me inclinó más hacia
delante. Me encantaba ver cómo su cara se contraía en una mezcla de dolor
y de placer mientras buscaba su liberación.
—Nena, córrete conmigo. Ah, joder... córrete conmigo.
No tardé en alcanzarlo. Me corrí. Sentí cómo mi coño lo apretaba
mientras seguía moviéndose dentro de mí.
Dejó salir un largo gruñido salvaje y luego su semen caliente me
inundó entera. Algún día, a lo mejor, volvíamos hacer esto para tener otro
bebé. Por ahora, estaba feliz de poder tener una parte de él.
Empujó un par de veces más hasta que, por fin, se derrumbó,
descansando la cabeza sobre mi vientre.
Le pasé los dedos por el pelo, disfrutando de la sensación.
—Gracias por darme otra oportunidad, Rafe. Mi vida no estaría
completa sin ti.
Levantó la cabeza para mirarme.
—Siento lo mismo por ti, Summer. Como si mi única oportunidad de
paz y felicidad fuese contigo.
Continué pasando los dedos por su cabello.
—Me aseguraré de que tengas paz y felicidad todos los días. Te lo
prometo.
Volvió la cabeza y me besó la palma de la mano.
—Yo también te lo prometo, mi dulce Summer. 
Epílogo

Summer
Me desperté con el olor a bacon y las voces de Rafe y Emma procedentes
de la cocina. Durante tres meses habíamos estado viviendo en la felicidad
más absoluta como una familia. El día que nos mudamos, Rafe y yo
bautizamos casi todas las habitaciones y superficies de la casa, pero cuando
Emma estaba con nosotros, nuestras pasiones se reservaban al dormitorio.
Eso estaba bien; Rafe era un hombre potente y juntos éramos muy
creativos.
Nuestras vidas diarias caían en una rutina feliz. Yo trabajaba entre
semana mientras Rafe continuaba con su plan de abrir una organización sin
ánimo de lucro para rescatar perros y entrenarlos para ser animales de
servicio para veteranos.
Maisy no era la perra más inteligente del mundo, pero tenía que decir
que era la más dulce. Era muy buena con Emma, y estaba siempre al lado
de Rafe cuando él no se encontraba muy bien. Y, gracias a su trabajo,
podían estar siempre los dos juntos.
Había tenido algún episodio desde que nos habíamos mudado, pero
había sabido manejarlo. Seguía con la terapia, pero a menudo se preguntaba
si realmente lo ayudaría.
—Eres todo lo que necesito, mi dulce Summer —decía.
Hoy era sábado, que era la mañana de padre e hija. Llevaban a Maisy
a pasear y luego hacían el desayuno. Emma siempre se quejaba si me
levantaba antes de que hubiesen terminado, así que había aprendido a
dormir y a esperar hasta que pudiera oler el bacon.
Me levanté y me puse la bata. Entré en la cocina y los encontré
parados uno al lado del otro, con Emma en un taburete. Rafe estaba
haciendo tortitas, mientras Emma sujetaba en la manos aquellas que ya
estuviesen listas para comer. Maisy esperaba pacientemente por cualquier
comida extraviada que pudiese caerle.
—Buenos días.
Rafe se giró y sonrió.
Buenos días.
—Mami, el desayuno está listo.
—Bien, me muero de hambre.
Rafe se acercó a Emma y le susurró algo. Ella se rio y yo me pregunté
qué estarían haciendo.
—Papi, ¿puedo poner las tortitas en la mesa?
Mi corazón siempre se llenaba de felicidad cuando la oía llamarlo
papá. A juzgar por la mirada de amor y asombro que había en el rostro de
Rafe, a él debía de pasarle lo mismo.
—Sí. Pero no dejes que tu madre te robe ninguna. —Me guiñó un ojo
por encima del hombro.
—No lo haré. —Saltó de su taburete y, con la ayuda de Rafe, recogió
el plato del mostrador y lo llevó a la mesa, que ya estaba puesta. Me senté
en mi lugar habitual y los esperé.
Rafe trajo el bacon que había mantenido caliente en el horno y la
cafetera con el café. Después, los dos se pusieron uno al lado del otro en la
mesa.
—¿Vas a uniros a mí o solo me vais a ver comer? —Les pregunté.
Mirándolos de forma sospechosa.
Emma miró a Rafe y sonrió.
—Papá, hazlo.
Fruncí el ceño. ¿Hacer qué?
Sus mejillas se volvieron rosadas cuando se aclaró la garganta.
—Emma y yo hemos estado hablando y hemos decidido que esta
familia aún no está completa.
—¿No? —Nos teníamos los unos a los otros, un perro y un hogar.
¿Qué más necesitábamos?
Rafe metió la mano en su bolsillo y sacó algo. Luego, se arrodilló
frente a mí. Mi corazón saltó en mi pecho y me quedé sin respiración.
—Mi dulce Summer. ¿Te casarás conmigo?
Emma se rio.
—Di que sí, mami. Di que sí.
Me costaba respirar y casi no podía ni hablar, pero mi cabeza se
movía como una loca de arriba abajo.
—Sí. Oh sí, Rafe. Te quiero. —Lo arrastré hacia mí para que me diera
un beso.
—Necesita darte el anillo, mami —dijo Emma en un tono que sugería
que lo estaba haciendo mal. Pero cuando miré a los ojos de Rafe, supe que
estábamos haciéndolo todo bien.

Después del desayuno, Rafe llevó a Emma a casa de Jess, donde se quedaría
a dormir con su hija Chloe. Eso, por supuesto, significaba que Rafe y yo
teníamos todo el día y toda la noche para nosotros. Me duché y limpié el
desayuno mientras esperaba a que él volviese a casa. Saqué a Maisy al patio
vallado y esperé a Rafe con mi propio regalo.
Cuando entró por la puerta, me encontró esperándolo en la sala de
estar. Me envolvió entre sus brazos, me empujó hacia atrás hasta que me
puso contra la pared, y luego me besó como si estuviese hambriento y
pretendiese darse un festín conmigo.
—Me encanta ser padre —dijo, mientras me besaba la línea de la
mandíbula.
—Lo sé. Y eres muy bueno.
—Pero me encanta tener tiempo solo para nosotros. ¿Está eso mal?
—No. —Antes de que pudiese reanudar sus pasiones y conseguir que
olvidase cuál era mi objetivo, le puse las manos en el pecho—. Rafe.
—Sí. —Sus manos y labios estaban sobre mí.
—Tengo algo para ti.
—Yo también tengo algo para ti. —Me cogió la mano y presionó con
ella su erección.
Gemí. Si seguía así, iba a dejar que el deseo me distrajese.
—Primero, quiero darte algo.
Levantó la cabeza; sus ojos brillaban de puro deseo.
—Yo también quiero darte algo.
Me reí.
—Dame un minuto, bestia.
Movió las cejas.
—Es tu culpa. —Pero se movió un poco hacia atrás, dándome
espacio. Metí la mano en el bolsillo, saqué el sobre y se lo entregué. Él lo
estudió y, luego, a mí, antes de quitármelo—. ¿Qué es esto?
—Es algo que debería haber hecho desde el principio.
Abrió el sobre y sacó el papel. Mientras lo estudiaba, se le llenaron
los ojos de lágrimas. Me miró.
—Es el certificado de nacimiento de Emma.
Asentí con la cabeza.
—He hecho que lo rehicieran de nuevo. Correcto esta vez. Emma
Raffaella Buchanan.
—Joder, Summer. Me has hecho muy feliz. —Me abrazó fuerte,
dejando el papel en el pequeño escritorio que había a su lado.
—Te quiero, Rafe. Esto es todo lo que siempre he querido. Emma, tú
y yo Juntos.
Levantó la cabeza y me miró con ojos intensos y serios.
—Me has dado la vida. Me has dado una hija. —Sus ojos se llenaron
de emoción—. Vas a ser mi esposa. Soy el hombre más afortunado del
mundo.
Moví las cejas.
—Estás a punto de tener mucha suerte.
Sonrió.
—¿Lo prometes?
Con una sonrisa tímida, empecé a desnudarme, revelando la nueva
lencería sexi que había comprado ayer de camino a casa desde el trabajo
cuando recordé que Emma tenía una fiesta de pijamas.
Sus ojos brillaban con deseo maligno mientras me miraba. Luego, vio
la bonita ropa interior de encaje y sus ojos se abrieron de par en par, al igual
que la boca.
—Joder, Summer.
—¿Te gusta?
—Creo que acabo de reventar los pantalones.
—Averigüémoslo, ¿te parece? —Le desabroché los pantalones y los
empujé hacia abajo junto con los calzoncillos, por sus fuertes y largas
piernas. Su polla salió, dura y larga.
—Me pones caliente, joder.
—Bien.
Sus labios y sus manos estaban por todas partes, como si no supiese
por dónde empezar o por dónde acabar. Siempre me sentía increíblemente
sexi cuando lo veía tan desesperado por mí.
De repente, dejó caer su frente contra la mía y respiró hondo.
—Tengo todo el día. —Parecía que se lo estaba diciendo a sí mismo
para ir más despacio. Y parecía funcionar, pues pasó de ir a mil por hora a
solo cien.
Se tomó su tiempo, me besó, pasó su lengua por mi clavícula mientras
me quitaba lentamente la correa de mi camisola de encaje del hombro. Fue
tortuosamente lento, pero al final, yo estaba desnuda y su cuerpo caliente se
clavaba en el mío mientras me empotraba contra la pared.
Tomó mis manos, sosteniéndolas sobre mi cabeza, con sus ojos
penetrando los míos. Pasó a sujetarme las muñecas con una sola mano,
mientras que con la otra me cogía del muslo, lo levantaba, y me abría más a
él.
—Te amo.
Mi corazón se revolvió inquieto en mi pecho. Aun después de todo
este tiempo, oírle decir eso seguía afectándome.
—Te quiero, Rafe.
Empujó dentro de mí, despacio. Su mirada sostenía la mía mientras
deslizaba cada delicioso centímetro de su polla hasta llenarme. Se quedó
ahí, quieto, y el ambiente se cargó de una electricidad aplastante. Todo lo
que había entre nosotros; el amor, la pasión, la dicha última… se tejía entre
nosotros, acercándonos cada vez más hasta que no estaba segura de dónde
terminaba yo y dónde comenzaba él.
—¿Lo sientes? —susurró.
Asentí. mis ojos se llenaban de lágrimas de alegría.
—Somos uno.
Él también asintió.
—Uno. —Luego, comenzó a moverse despacio. No podíamos dejar
de mirarnos. Me robaba el aliento con cada deliciosos golpe de su cuerpo.
—Quiero tocarte.
Soltó mis manos y se las llevé a la cara, asegurándose de que mi
mirada permanecía en la suya y de que sus movimientos se volvían más
poderosos y urgentes. Nuestra respiración se aceleró. Cada golpe conseguía
enviarme más y más alto. Gimió.
—Voy a correrme, nena.
Asentí con la cabeza. Me tambaleaba en el borde. El placer se
enroscaba con fuerza y en cualquier momento iba a alcanzar el éxtasis. Con
cada golpe, su polla se hacía más grande, más gruesa y la fricción más
sensual. Sentía un nudo en la garganta.
—Rafe...
—Ahora nena, córrete ahora.
De repente, sus golpes se frenaron, para volver a acelerar hasta
correrse dentro de mí.
—Ahora, ahora, ahora... —chilló.
Luego, con un poderoso último empujón en lo más profundo de mi
vientre, me hizo explotar en mil millones de pedazos. Apoyó sus caderas
contra las mías mientras su esencia caliente me llenaba. Luego, lo hizo de
nuevo, alargando el orgasmo.
—Sí, joder, sí —dijo mientras seguía empujando. Y luego otra vez. Y
luego una vez más, hasta que se desplomó sobre mí—. ¿Te lo puedes creer?
—murmuró en mi oído.
—¿El qué? —Me sujeté a él con fuerza. No podía sentir las piernas y
solo gracias a su gran cuerpo, que me sujetaba con firmeza a la pared,
evitaba que me desplomara hasta acabar en el suelo.
—Tenemos toda una vida para hacer esto.
Le sonreí.
—¿Me harás esto cuando tengamos ochenta años?
—Cariño, si se me levanta con ochenta años, te aseguro que te lo
haré.
Le pasé los dedos por el pelo.
—Me dices cada cosa más romántica…
Sonrió. Luego me besó, y sentí que el cosquilleo del deseo
comenzaba a crecer de nuevo.
—¿Qué te parece si me dejas hacértelo otra vez? Tal vez a lo largo de
la orilla del río, como la primera vez...
Asentí con la cabeza.
—Eso suena perfecto.
Me besó una vez más, y luego simplemente me abrazó.
—Eres perfecta, mi dulce Summer.
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Dicen que el universo siempre conspira para darte lo que siempre
has querido. En mi caso, es vengarme de Jax Michaels.

El mejor amigo de mi hermano, mi enemigo jurado, y ahora mi nuevo


jefe.
Hace tres años, me entregué a él sin medir las consecuencias.
Un error que me dejó devastada, asustada y herida.
Lo he odiado todos estos años, pensando en la forma de hacerle pagar
por lo que me hizo. Y ahora nuestros caminos se han cruzado de nuevo.
El problema es que sigue siendo tan encantador como siempre y creo
que me estoy enamorando de él una vez más. Pero nunca podré perdonarle.
No importa cuánto lo intente, nunca confiaré en él.

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razón y el corazón compiten para ser el ganador.
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