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Resumen
En este artículo se exponen algunas limitaciones de ciertas teorías sociológicas clásicas que explican el
surgimiento de la teoría de los sistemas sociales. Debido a la crítica que señala a este enfoque como
antihumanista se sostiene que si bien aparentemente hay una ausencia de actores en algunas importantes
propuestas del enfoque sistémico, estos pueden incorporarse a través de los modelos de mecanismos
sociales utilizados en la sociología analítica. La metodología empleada ha sido la revisión teórica de los
mecanismos sociales.
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Estudiante del programa de Doctorado en Estudios Interdisciplinarios sobre Pensamiento, Cultura y Sociedad, Facultad de Filosofía,
Universidad Autónoma de Querétaro. Docente en la Universidad Autónoma de Querétaro.
Mail de contacto: monica.moreno@uaq.mx
Fecha de recepción: 27 de noviembre del 2018 Fecha de aceptación: 1 de abril del 2019
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https://doi.org/10.18504/rl1408-004-2019 Relacso (2019):14:e0140042019
Abstract
In this paper, some limitations of certain sociological classic theories are discussed, which explain the
creation of social systems theory. Due to a critique pointing out that this approach is anti-humanist, we
hold that, even when there is an apparent absence of subjects in some major proposals of the systemic
approach, they may be incorporated through social mechanisms modeled in analytical sociology. The
methodology has been a theoretical review of the main exponents or systems theory as well as some
mechanisms.
Introducción
complejos como la violencia, la religión o la política. Sin que tal diversidad se entienda como signo de
debilidad –por el contrario, es muestra de cabal salud de nuestra disciplina– ciertamente las
explicaciones tradicionales a los problemas de investigación mostraron algunas limitantes que dieron pie
al surgimiento de la teoría de los sistemas sociales. El enfoque sistémico pretende una integración de
diversas ciencias; además de ello, su objetivo incluye no solo construir un corpus teórico propio, sino
atraer categorías y conceptos que pueden ser útiles para cimentar una base común en el abordaje de los
problemas sociológicos; por ello se trata de un enfoque más flexible en comparación con otras teorías.
En otras palabras, es factible que en la teoría de los sistemas sociales podamos incluir conceptos como
estructura, agentes, sistemas de valores y élites; adicionalmente, argumentamos que también puede
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atraer modelos como los de mecanismos sociales y otros más en la medida en que el problema de
investigación lo exija.
De este modo, en el presente artículo haremos una breve referencia a las restricciones más
estas como indispensables catalizadores del surgimiento de la teoría de los sistemas sociales;
posteriormente, se abordarán las propuestas de este enfoque sistémico en sociología haciendo una breve
referencia a aquellos conceptos básicos que tienden puentes intradisciplinarios. Ello nos lleva al
problema central que aborda el presente artículo: a la luz de la crítica antihumanista –es decir, la
ausencia de los actores sociales– dirigida a la teoría de los sistemas sociales, crítica que aparentemente
aún no ha sido suficientemente resuelta, se propone que podemos integrar a los individuos dentro de esta
teoría utilizando los modelos de mecanismos sociales por lo general expuestos por la sociología
aclarar que este trabajo tiene sus limitaciones, dado que solo pretende invitar a la discusión teórica y
El objetivo de exponer las limitaciones de las primeras tradiciones teóricas en sociología consiste en
delinear las razones por las que surgió la teoría de los sistemas sociales y, sobre todo, su intención
integradora. El nacimiento de la teoría social clásica, a finales del siglo XIX, se caracterizó por su
ausencia de unificación. En primer lugar, surgió básicamente en dos direcciones: una, la conocida como
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Weber y la Escuela de Chicago cuyos principales exponentes fueron Georg Simmel, Herbert Mead,
Robert Park y otros. Si nos sumergimos en cada una de estas dos tradiciones, encontraremos que en
algunos casos difieren radicalmente en los fundamentos teóricos, metodológicos y en sus resultados para
explicar fenómenos sociales, además de que suelen centrar su atención en la estructura o en el actor.
Entonces la mezcla de ambas unidades de análisis confería un alto grado de complejidad y dispersión, lo
que representaba, por ello, un verdadero problema para el análisis científico. Además, la teoría
sociológica clásica también se dividió en dos grandes tendencias: las teorías que estudiaban a la
sociedad observándola en un equilibrio persistente y las que sostenían la perenne existencia del
cambio y el conflicto social, dado que se entendía a la estructura como algo inmutable y se descartaban
las acciones individuales que podían, en un momento dado, modificar a las instituciones. Es el problema
del conflacionismo descendente que discute la socióloga realista Margaret Archer (2009). En el especial
caso del marxismo, en cuya médula sí se encuentra el conflicto, también ha sido foco de severas críticas
por parte de otras corrientes sociológicas y epistemológicas que le señalan un carácter ideologizado y
teóricos elaborados desde esta corriente,3 como la teoría de la elección racional que es -continuamente
atraída a las investigaciones en ciencia política-, o la sociología comprensiva weberiana aplicada, por
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Cfr. Karl Popper (1991).
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Se puede consultar la obra Teoría sociológica analítica editada por José Antonio Noguera (2010) para
obtener más detalles sobre los diversos enfoques del individualismo metodológico.
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ejemplo, en los estudios culturales. Las limitaciones correspondientes se expresan mejor en palabras del
propio James Coleman (2010) cuando pone en la mesa de discusión los problemas que hemos tenido
como sociólogos para explicar cómo un fenómeno microsocial se transforma en macrosocial. Estamos
hablando, precisamente, del famoso barco de Coleman, que muestra tres tipos de relaciones en las
teorías sociológicas para explicar la conducta social: uno, cuando la estructura explica los valores
individuales (nivel macro/micro); dos, cuando dichos valores explican la acción individual (nivel
micro/micro); y tres, cuando la acción individual explica los fenómenos estructurales (nivel
micro/macro). Es ahí, en el tipo 3, donde encontramos el gran problema: ¿cómo podemos pasar del nivel
microsocial al macrosocial? ¿Cómo una acción individual puede convertirse en un fenómeno colectivo?
Sería, en este caso, el problema del conflacionismo ascendente propuesto por Archer (2009).
Este callejón sin salida es reconocido en un libro editado por el sociólogo analítico Peter
Hedström, The Oxford Handbook of Analytical Sociology, donde los autores Michael Macy y Andreas
Flache (2013) aceptan la complejidad de los fenómenos sociales: «No obstante, un creciente número de
científicos sociales reconocen que la vida social es un sistema complejo –más similar a un grupo
improvisado de jazz que a una orquesta sinfónica» (Macy y Flache, 2013: 246) y aun bajo este
reconocimiento, las relaciones tipo 3 de Coleman no se resuelven dado que, si efectivamente nuestra
vida social se asemeja a un grupo de jazz, también es cierto que de alguna manera logramos cierto nivel
Es necesario aclarar que si bien algunos sociólogos afirman que la teoría de sistemas es el
«enfoque sociológico por excelencia» (Parra, 1981: 77), consideramos que, en ocasiones, al utilizarla
ganamos en riqueza de conceptos y categorías aunque sus más importantes exponentes -como Walter
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Buckley (1982), Francisco Parra (1983) y Niklas Luhmann (1993) -no especifican de qué manera se
resuelven las relaciones tipo 3 que señaló Coleman en su momento. Por ejemplo, un modelo para
explicar a los sistemas de valores puede incluir factores estructurales como los geográficos, las
necesidades económicas, el entorno y cierto nivel de memoria del pasado (Parra, 2000), en los que dicho
sistema no es solo una estructura dada y sincrónica que se impone a los actores ni ellos son observados
como completamente autónomos- Pero ¿no son estos quienes tienen necesidades económicas y poseen
cierto nivel de memoria, como la memoria colectiva o la histórica? Es decir, el actor está presente en el
sistema, pero consideramos que ello no resuelve cómo los actos de un individuo pueden colectivizarse.
Como señalamos, el sociólogo Francisco Parra Luna defendió la pertinencia de la teoría de los sistemas
sociales en un artículo publicado hace más de treinta años.4 Parece ahora necesario analizar algunos
aspectos en los que consideramos ha habido avances importantes pero también poca claridad, sobre todo
en cuanto a la capacidad de mantener la intención integradora de este enfoque que, supondría una
El nacimiento de la primera teoría de sistemas se debe, entre otros autores, a Ludwig von
Bertalanffy (1901-1972). Biólogo y filósofo de la ciencia, creó en la década de 1940 la Teoría General
de Sistemas –y publicó el libro del mismo nombre– en el cual devela una preocupación creciente por la
exagerada especialización en las ciencias. Observa que el encasillamiento disciplinar de los científicos
deteriora el imprescindible proceso de comunicación entre ciencias. Robert Frodeman (2014), por su
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Texto disponible en https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/273567.pdf
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parte, sostiene que dicha especialización fomenta una sobreproducción de conocimientos que parece
inmanejable.
Bertalanffy observa la aparición de factores comunes por lo menos en los conceptos. Una palabra
que aparece con frecuencia en diversas ciencias tanto naturales como sociales es sistema. En efecto, en
ciencias sociales dicha palabra es de lo más recurrente. Cabe señalar que, en muchos casos, ni siquiera
nos damos a la tarea de definir exactamente qué entendemos por sistema y no atendemos, ni de lejos, a
las implicaciones teóricas subyacentes. A partir de este común denominador, Bertalanffy propuso que es
posible una unidad en la ciencia a partir del enfoque sistémico. Es difícil pensar que algún día se llegará
a tal punto, pero sí es posible imaginar una aproximación entre teorías sociológicas y científicos de áreas
distintas cuando abordamos un fenómeno social, que nos permita a dar un paso más allá en la
Ahora bien, la teoría de los sistemas sociales, que surgió como producto de la teoría de sistemas
inicial, no es reciente. En 1967, Walter Buckley publicó La sociología y la teoría moderna de los
sistemas y un año después Investigación de sistemas modernos para el científico conductual en el cual
participó el propio Bertalanffy. En ese mismo año Niklas Luhmann comenzó a publicar sobre el tema y
ha producido obras importantes como la dedicada a la sociología de la religión (2009) donde explica
cómo este sistema se reelabora debido a las presiones generadas por el entorno o ambiente
reconstituyendo a su vez, o imaginando, «su entorno en términos religiosos» (Luhmann, 2009: 48); sin
embargo, Luhmann no presta especial atención a los actores sociales sino a los procesos de
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La teoría de los sistemas sociales propone conceptos más flexibles y con un mayor poder
explicativo para dar cuenta de los fenómenos sociales; entre ellos, expondremos aquellos que pensamos
que tienden puentes entre el sistema y los actores. Inicialmente, es preciso recordar que este enfoque
a los organismos biológicos–, lo que abrió el panorama que la relación simple causa-efecto había
Para este enfoque, se trata de procesos de cambio (morfogénesis) o procesos más tendientes a la
conservación de las estructuras (morfostasis), lo que puede explicar cierto fenómeno social, uniendo así
las tendencias antes divergentes en sociología sobre el equilibrio y el conflicto. En este tipo de procesos,
los actores son los constructores de las condiciones del sistema en la medida en que sus actos tiendan al
Igualmente, diversos autores se han dado a la tarea de definir el concepto de sistema el cual, si
bien es construido de manera distinta por ellos, una revisión más atenta devela que ciertamente están
diciendo lo mismo. Parra Luna (1983) en su obra Elementos para una teoría formal del sistema social
sostiene: «En su forma más simple posible un sistema se suele definir como un conjunto de elementos
interrelacionados que lleva a cabo una cierta función y cuya nota más característica es que su totalidad
Por su parte, Walter Buckley (1982) en su libro La sociología y la teoría moderna de los
directa o indirectamente relacionados en una red causal, de modo que cada componente está relacionado
por lo menos con varios otros, de modo más o menos estable, en un lapso dado». Donella Meadows
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(2009), por su parte, lo define como «un conjunto de elementos interconectados que está organizado
coherentemente de forma tal que logra algo». Sostenemos que los elementos que en un sistema social
logran algo son precisamente los actores que tienen creencias, intenciones, metas establecidas y realizan
¿Cómo podemos operacionalizar esta definición en la realidad social? O en otras palabras, ¿es
una definición útil para el trabajo empírico? ¿Cuándo puedo observar realmente que el todo no es igual
a la suma de sus partes? Para observarlo, por ejemplo, bastaría con acudir a una misa dominical: los
participantes en el ritual no representan al sistema religioso con todo lo que este implica. Tendríamos
que agregar la organización jerárquica que manda en el sistema, las ideas y los valores que en su
conjunto tienen respecto de la finalidad de la religión, los actos que llevan a cabo, la respuesta de los
participantes, cómo se adapta la totalidad de la organización –es decir, cómo cambia– en el transcurso
del tiempo y debido a la influencia de qué otros sistemas y qué actores, etcétera.
Ahora bien, en general los autores en la teoría de los sistemas sociales hablan de sistemas y
subsistemas. Saber cuándo estamos frente a un sistema y cuándo frente a un subsistema o varios
depende de cada investigador y de qué problema esté abordando: si estudiamos al sistema político como
una totalidad, sabemos que dentro de él encontraremos subsistemas como los partidos, el régimen, el
corporativismo, el presidencialismo, etc. Pero si solo estudiáramos a los partidos políticos, podemos
asumir que estos conforman un sistema –el sistema de partidos– compuesto de otros subsistemas,
dependiendo del nivel de análisis. En todos estos casos, los actores son quienes a través del discurso y
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Otro concepto teórico y metodológico recurrente en la teoría de los sistemas sociales en ciencias
sociales es nivel de análisis. Rolando García (2006) en un estudio de caso propone que hay,
fundamentalmente, tres niveles de análisis de los procesos que aborda: el primero correspondería a lo
local, el segundo a lo nacional y el tercero a lo internacional (García, 2006: 59). Pero, podríamos agregar
aquí, un primer nivel de análisis también correspondería a una familia observada como un sistema; el
segundo nivel de análisis a la comunidad en que esta vive y el tercero podría extenderse al municipio o
Ahora bien, respecto del concepto ambiente, este depende también de nuestro problema de
investigación y del nivel de análisis que estemos aplicando. Regresemos al sistema religioso visto como
una totalidad compuesta por diversos subsistemas y sus correspondientes actores. ¿Cuáles son los
sistemas que rodean, se comunican, afectan y retroalimentan al sistema religioso y este, a su vez, hace lo
mismo con ellos? Podría citar al sistema político, al sistema económico y al sistema educativo. El
sistema político retroalimenta al sistema religioso y podría darse el caso de que lo presione para que se
adapte a algún cambio importante. El sistema económico, igualmente, definirá que el propio sistema
Suponiendo que un investigador se centrara en las repercusiones que tienen los sistemas
económico y político sobre el sistema religioso, el modelo incluye a estos tres sistemas y se explicará
cómo se lleva a cabo la comunicación y la realimentación en ese nivel de análisis. El sistema educativo
que está fuera del modelo, pero que puede transmitir alguna información que perturbe a los tres sistemas
en estudio, se encontrará entonces en el ambiente pero, insistimos, todo depende de qué estemos
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investigando. Por supuesto, como vimos líneas arriba, podríamos colocar nuestro nivel de análisis en
sistemas inferiores.
Otro aspecto importante que debemos atender y que aparece en diversos libros y artículos
dedicados a la teoría de los sistemas sociales es la continua referencia a los sistemas abiertos y cerrados.
Básicamente, lo que va a diferenciar uno del otro será su capacidad de adaptación al cambio. Los
sistemas cerrados, cuando sufren un cambio, tienden a desaparecer. Los sistemas abiertos, por el
contrario, se adaptan y se desarrollan. Sobra decir que los sistemas sociales son obviamente abiertos.
Expliquemos con un ejemplo: un sistema cerrado es independiente, autónomo y solo necesita sus
propios mecanismos para sobrevivir. Sería como un reloj, donde el conjunto de engranes y resortes da
como resultado cierto funcionamiento. Si se modifica un engrane o un resorte, es probable que el reloj
deje de operar normalmente y tienda a averiarse. En contraste, las sociedades humanas integran sistemas
abiertos, dado que tendemos a interactuar entre nosotros porque necesitamos a los demás. Si tomamos a
alguna comunidad aislada, considerando que sus integrantes siempre han vivido ahí y convivido solo
entre ellos, y de pronto llegamos a vivir a dicha comunidad, esta no desaparecerá: es mucho más
probable que se adapte a nuestra presencia y nosotros a la comunidad. Dicha característica puede
llevarse a los tres niveles de análisis y es posible darnos cuenta cómo nuestros sistemas sociales tienden
a la adaptación y al desarrollo.
Por otro lado, lo que hace que un sistema tenga influencia en otro u otros no son los individuos
que en este artículo observamos como una de las tantas acciones que los actores pueden realizar. Para
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explicarlo de manera más simple, toda información que entre al sistema se denominará input o entrada, y
la reacción o el efecto que dicha información tenga en el sistema será el output o resultado.
En cuanto a la realimentación, dicho concepto se refiere a la manera en que al existir los inputs
que generan outputs, estos últimos serán comunicados en el sistema mismo y con los demás sistemas.
Existe, según la teoría, realimentación positiva y negativa. En palabras de Arnold y Osorio (1998), la
realimentación:
Son los procesos mediante los cuales un sistema abierto recoge información sobre los efectos de sus
decisiones internas en el medio, información que actúa sobre las decisiones (acciones) sucesivas. La
realimentación puede ser negativa (cuando prima el control) o positiva (cuando prima la amplificación de
las desviaciones). Mediante los mecanismos de retroalimentación, los sistemas regulan sus
comportamientos de acuerdo a sus efectos reales y no a programas de outputs fijos. En los sistemas
complejos están combinados ambos tipos de corrientes (circularidad, homeostasis) (Arnold y Osorio,
1998: 47).
Es precisamente en esta parte donde centramos nuestra atención: aquellos elementos que generan la
información que servirá de realimentación. Cuando Niklas Luhmann (1993) sostiene que la sociedad no
está compuesta por humanos sino por comunicación entre los hombres, consideramos que tal noción
dota de una abstracción excesiva al enfoque sistémico. Debe notarse que, por el contrario,
empíricamente cada sistema contiene individuos con poder de agencia; es decir, ¿quiénes, si no los
actores, comunican, forman parte y construyen un sistema político o un sistema de valores, lo conservan
alternativos sin abundar en cómo los actores colectivizarían sus acciones para lograrlo; Rolando García
(2006) explica que existen diversos niveles de análisis, pero no aborda al problema de la acción social y
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cómo se integra en el sistema ambiental. Por otro lado, Walter Buckley (1982) incorpora al actor en el
sistema aludiendo al interaccionismo simbólico, pero no hace referencia alguna a los mecanismos que
tienden a colectivizar la acción individual, y Parra Luna (1983) otorga un papel relevante a las élites
denominándolas órgano inspirador del sistema, pero no profundiza en la manera en que estas actúan.-
Por ello, consideramos que es necesario analizar más de cerca de qué manera logran fomentar cambios o
conservación en el sistema social y, en todo caso, qué mecanismos sociales son los que favorecen la
Debido a lo señalado en el párrafo precedente, en efecto casi desde sus inicios la teoría de los
sistemas sociales recibió severas críticas que fueron recuperadas en la década de los ochenta por
argumentó sólidamente que ninguna de estas críticas se sostiene, pero además existen avances
importantes que desestiman a las mismas sobre todo en el supuesto conservadurismo y la ahistoricidad.5
No obstante, creemos que es posible detallar y profundizar un poco más respecto de la crítica
antihumanista. Parra Luna indica con acierto que si bien no podemos decir que los seres humanos
tengan una conducta predeciblemente mecánica, también es cierto que hemos logrado encontrar
regularidades en la forma en que actúan: de lo contrario, sería imposible sostener la existencia propia de
5
También a manera de actualización respecto a la crítica sobre el conservadurismo de la teoría de los
sistemas sociales, destaca el artículo publicado por Poe Yu-ze Wan, quien realiza una interesante
discusión sobre la relación que existe entre la dialéctica y el pensamiento sistémico en su artículo
«Dialectics, complexity and the Systemic Approach: toward a critical reconciliation», en Philosophy of
the social sciences, núm. 4 (2012), https://doi.org/10.1177/0048393112441974. Igualmente, está la
propuesta de la construcción de sistemas alterativos que argumenta Pablo González Casanova (2010) en
su obra Las nuevas ciencias y humanidades. De la academia a la política.
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la sociología como ciencia. Estas regularidades son precisamente las que proponen los modelos de
mecanismos sociales que no menciona explícitamente Parra Luna en su argumentación contra la crítica
antihumanista ni en su obra Elementos para una teoría formal del sistema social, publicada en 1983,
debido a que, si bien algunos ya habían sido propuestos por Robert Merton (1972) y Leon Festinger
(1975), no fue hasta 1998 que Peter Hedström (2005) los agrupó como parte de las propuestas teóricas
de la sociología analítica y no publicó hasta 2010 la relación que existiría entre los deseos, las creencias
No consideramos que sea una falla de la teoría de los sistemas sociales en sí misma sino que la
ausencia de los modelos de mecanismos sociales en este enfoque se debió a que aún no se habían
sistematizado como tales –y en el caso de Luhmann, desde un principio no se les presta atención–;
independientemente de ello, es una oportunidad para profundizar analíticamente en cuestiones como, por
ejemplo, discernir en los intereses de las élites dirigentes como órgano inspirador (Parra, 1983) y de qué
cambio y el conflicto, las del individualismo metodológico para detallar cómo un fenómeno microsocial
puede transformarse en macrosocial y la relativa ausencia de la acción de los actores en los más
importantes exponentes de la teoría de los sistemas sociales, es que se sostiene como hipótesis que al
atraer algunas categorías y conceptos de las teorías clásicas como estructuras, actores, cambio y
conflicto, lejos de eliminarlas, la teoría de los sistemas sociales puede recuperarlas y reelaborarlas. Esto
realimentación. Específicamente, aquí se sostiene que este enfoque puede ir todavía más allá en su afán
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integrador, evitando además el sesgo conservador y antihumanista, dado que es capaz de atraer modelos
para lograr comunicar al actor y sus acciones con el sistema complejo a través de los mecanismos
sociales sistematizados recientemente en la sociología analítica, no para superar a esta tradición teórica
sino para lograr un nivel de explicación que transcurra del individuo hacia los sistemas.
Es muy importante recordar que aquí consideramos que los sistemas sociales no existen por sí mismos
sino que son construidos por nosotros como sociedad y necesitan nuestras actividades para
retroalimentarse. En efecto, nuestra perspectiva es que inicialmente el actor construye sistemas, no los
sistemas al actor; y mientras aquellos continúen desarrollándose, la relación que habrá entre sistemas y
personas será de realimentación, ya sea positiva o negativa, la cual se puede operacionalizar a través de
Sostenemos que si el proyecto de investigación necesita dar cuenta tanto de estructuras como de
actores, la teoría de los sistemas sociales es una opción viable en la sociología dado que no pierde de
vista la existencia de esas redes de relaciones y los actores que las crean. Mario Bunge lo resume en el
siguiente párrafo:
No hay acciones sociales totalmente libres, así como tampoco somos esclavos totales del
sistema. Todas nuestras acciones, todas nuestras vidas, son libres a medias y a medias forzadas.
El individuo autónomo de Kant y los demás individualistas es tan ficticio como el individuo
heterónomo de los conductistas y demás holistas. Todos somos miembros de sistemas sociales
y, como tales, actuamos bajo el peso de la sociedad; pero a veces podemos reaccionar para mo-
dificar parcialmente la estructura del sistema (Bunge, 2002: 114).
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¿Cómo integrar al actor con el sistema? ¿Cómo podemos explicar la actuación de los individuos dentro
analítica, con diversos modelos de acción para explicar cómo el actuar de un individuo tiene
repercusiones en el actuar de otro y cómo estos modelos se relacionan con el problema de la distinción
pensamiento desiderativo, la de Jon Elster llamada síndrome de las uvas amargas; también se utiliza el
propuesto por Leon Festinger de formación de deseos impulsada por la disonancia, el de Peter
Hedström sobre la imitación racional y otros más (Hedström en Noguera, 2010: 216). Hedström agrupa
dichos mecanismos en lo que denomina modelo DBO –desires, beliefs and opportunities, es decir o
deseos, creencias y oportunidades– donde propone que estos entran en juego porque influyen en las
decisiones y acciones de un actor o actores, haciendo que el resultado de esta interacción comience a ser
colectivo.
El modelo de pensamiento desiderativo de Davidson se basa en los deseos (D) y creencias (B) de
los actores. El modelo quiere decir que los deseos tendrán influencia directa en las creencias, lo cual
6
Una extraordinaria explicación sobre este tema se encuentra en Felipe González (2016), Los
mecanismos sociales y su relación con la distinción micro-macro, disponible en
http://www.facso.uchile.cl/publicaciones/moebio/55/gonzalez.html
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¿Es posible que las creencias de una persona tengan influencia en otra y esta, a su vez, repita el mismo
acto con quienes la rodean? Pensamos que sí. De ahí se desprende que, respecto de la existencia de
creencias colectivas, tiene validez lo que propone Parra Luna (2000) en cuanto a que todos tenemos
valores en común, lo cual podría aplicar a que muchos también tenemos creencias en común. Señala el
autor que la creencia inicial puede ser tanto de que algo existe como de su ausencia.
Respecto del modelo de imitación racional de Hedström, este propone que una acción del
individuo i puede tener fuerte influencia en las creencias del individuo j teniendo como resultado una
acción por parte de este, la cual, a su vez, tendrá influencia en las creencias del individuo k que actuará
En un ejercicio teórico, consideramos que es posible vincular alguno o algunos de estos modelos
de acción expuestos con anterioridad y conectarlos con el sistema social que analizamos a través del
concepto de realimentación: las acciones de diversos individuos son la comunicación que entra a uno o
más sistemas. Meadows (2009) lo explica haciendo una analogía con un árbol visto como sistema: «Las
interconexiones en el sistema del árbol son los flujos físicos y reacciones químicas que rigen al proceso
metabólico del árbol –las señales que permiten que una parte responda a lo que sucede en otra parte»
(Meadows, 2009: 13). En los actores, estas señales son precisamente las acciones que se ilustran en los
de que se trate. Puede derivarse de lo anterior que tanto las señales como las respuestas son,
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desiderativo –en el que sostiene que existe una conexión causal entre los deseos y las creencias de las
personas que las lleva a actuar de cierta manera–, el modelo de imitación racional expuesto antes, así
como el construido por Leon Festinger (Ovejero, 1993) dirigido a la disminución de la disonancia,
sostenemos que la compatibilidad de estos modelos con el concepto de realimentación puede ilustrarse
de la manera siguiente: un deseo influye en cierta creencia de un actor X que realiza un acto para
cumplir un objetivo. Ese acto influye en las creencias de un actor Z, quien lo imitará de manera racional,
es decir, realizará la misma acción que el primero, lo cual influirá también en los actores m, n, o, p que
Posteriormente, aparece un actor n que realiza un acto distinto irritando al sistema ya establecido
–recordemos para tal efecto la definición de Donella Meadows–, lo que genera disonancia en dicho
actor. El mecanismo que entraría en acción sería el de formación de deseos impulsada por la disonancia
donde el actor N buscará modificar sus acciones para ir acorde a las de la mayoría, favoreciendo la
adaptación del sistema. Toda esta información es recogida por este a través del proceso de
realimentación y aquella, a su vez, regresa a los demás actores influyendo en las decisiones y acciones
sucesivas.
A través de los mecanismos sociales expuestos –que por supuesto podrían ser otros más, en
situaciones diferentes– se retroalimentan las acciones de los demás, dado que como expusimos, en la
teoría de sistemas se presta especial atención a las conexiones que existen no solo entre sistemas, sino
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A manera de conclusión
Las limitaciones de las teorías sociológicas clásicas aquí expuestas fueron fundamentales para abrir
camino al enfoque sistémico sin que necesariamente implique la superación o desaparición de aquellas,
dado que la teoría de los sistemas sociales tiene la capacidad de integrar algunos de sus conceptos,
hipótesis y modelos y, abrevando de ellos, se aproxima a los fenómenos sociales complejos. Sin
embargo, las aportaciones teóricas de este enfoque no han sido suficientemente claras en cuanto a la
acción de los actores como creadores de sistemas ni como agentes que favorezcan su cambio o
caso de Luhmann, la noción de actor es sustituida por comunicación entre los hombres. Por otro lado,
Parra Luna contempla la presencia de las élites como órgano inspirador del sistema, pero no especifica
cómo actúan esas élites en términos de los mecanismos sociales que logran que ciertas conductas se
reproduzcan en todo el sistema. Consideramos que si la teoría de los sistemas sociales integra a los
operacionalización, además de que se lograría avanzar contra el desliz conservador y antihumanista por
En efecto, consideramos que las críticas que han abanderado los opositores al enfoque sistémico
se han ido resolviendo de forma paulatina; pero, si bien se ha avanzado, queda aún mucho trabajo por
hacer para facilitar el uso de la teoría de los sistemas sociales en sociología sin que se pretenda la
desaparición, superación o sustitución de las teorías clásicas de las que abreva. Más bien, consideramos
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que el trabajo analítico en las ciencias sociales debe debatirse dentro del enfoque sistémico con el fin de
dotar de una mayor claridad y especificidad a la explicación de los fenómenos que nos ocupan.
interdisciplinarias –la sociología está acostumbrada a dialogar con otras ciencias7 y en estas ha
encontrado, en muchas ocasiones, los detalles que le hacían falta para explicar un fenómeno de manera
más clara. Pero si bien es usual para nosotros hacer trabajo interdisciplinario, en este artículo
consideramos pertinente y posible también el diálogo intradisciplinario para combinar y usar los
enfoque sistémico.
modelo sistémico es mucho mayor, lo cual puede contribuir a las investigaciones y al continuo proceso
de consolidación de la sociología.
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