Está en la página 1de 22

https://doi.org/10.

18504/rl1408-004-2019 Relacso (2019):14:e0140042019

Teoría de sistemas y mecanismos sociales: los actores actuantes


en el proceso de realimentación sistémica
Artículo

Mónica Eugenia Moreno Rubio1

Resumen

En este artículo se exponen algunas limitaciones de ciertas teorías sociológicas clásicas que explican el

surgimiento de la teoría de los sistemas sociales. Debido a la crítica que señala a este enfoque como

antihumanista se sostiene que si bien aparentemente hay una ausencia de actores en algunas importantes

propuestas del enfoque sistémico, estos pueden incorporarse a través de los modelos de mecanismos

sociales utilizados en la sociología analítica. La metodología empleada ha sido la revisión teórica de los

principales exponentes de la teoría de sistemas y de ciertas propuestas de mecanismos sociales para

sostener la posibilidad de comunicación intradisciplinaria.

Palabras clave: teoría de sistemas, antihumanismo, realimentación, morfostasis, morfogénesis,

mecanismos sociales.

1
Estudiante del programa de Doctorado en Estudios Interdisciplinarios sobre Pensamiento, Cultura y Sociedad, Facultad de Filosofía,
Universidad Autónoma de Querétaro. Docente en la Universidad Autónoma de Querétaro.
Mail de contacto: monica.moreno@uaq.mx

Fecha de recepción: 27 de noviembre del 2018 Fecha de aceptación: 1 de abril del 2019

1
https://doi.org/10.18504/rl1408-004-2019 Relacso (2019):14:e0140042019

Abstract

In this paper, some limitations of certain sociological classic theories are discussed, which explain the

creation of social systems theory. Due to a critique pointing out that this approach is anti-humanist, we

hold that, even when there is an apparent absence of subjects in some major proposals of the systemic

approach, they may be incorporated through social mechanisms modeled in analytical sociology. The

methodology has been a theoretical review of the main exponents or systems theory as well as some

social mechanisms approaches, in order to uphold the possibility of intradisciplinary communication.

Key words: systems theory, anti-humanism, feedback, morphostasis, morphogenesis, social

mechanisms.

Introducción

En el proceso de consolidación de la sociología como disciplina científica hemos observado el

nacimiento y desarrollo de distintas propuestas teóricas dirigidas a la explicación de fenómenos sociales

complejos como la violencia, la religión o la política. Sin que tal diversidad se entienda como signo de

debilidad –por el contrario, es muestra de cabal salud de nuestra disciplina– ciertamente las

explicaciones tradicionales a los problemas de investigación mostraron algunas limitantes que dieron pie

al surgimiento de la teoría de los sistemas sociales. El enfoque sistémico pretende una integración de

diversas ciencias; además de ello, su objetivo incluye no solo construir un corpus teórico propio, sino

atraer categorías y conceptos que pueden ser útiles para cimentar una base común en el abordaje de los

problemas sociológicos; por ello se trata de un enfoque más flexible en comparación con otras teorías.

En otras palabras, es factible que en la teoría de los sistemas sociales podamos incluir conceptos como

estructura, agentes, sistemas de valores y élites; adicionalmente, argumentamos que también puede

2
https://doi.org/10.18504/rl1408-004-2019 Relacso (2019):14:e0140042019

atraer modelos como los de mecanismos sociales y otros más en la medida en que el problema de

investigación lo exija.

De este modo, en el presente artículo haremos una breve referencia a las restricciones más

importantes que ha enfrentado la teoría sociológica clásica, y haremos hincapié en la importancia de

estas como indispensables catalizadores del surgimiento de la teoría de los sistemas sociales;

posteriormente, se abordarán las propuestas de este enfoque sistémico en sociología haciendo una breve

referencia a aquellos conceptos básicos que tienden puentes intradisciplinarios. Ello nos lleva al

problema central que aborda el presente artículo: a la luz de la crítica antihumanista –es decir, la

ausencia de los actores sociales– dirigida a la teoría de los sistemas sociales, crítica que aparentemente

aún no ha sido suficientemente resuelta, se propone que podemos integrar a los individuos dentro de esta

teoría utilizando los modelos de mecanismos sociales por lo general expuestos por la sociología

analítica, que abreva fundamentalmente en individualismo metodológico. Consideramos muy necesario

aclarar que este trabajo tiene sus limitaciones, dado que solo pretende invitar a la discusión teórica y

para ello se ofrecen algunos ejemplos de carácter ilustrativo.

I. El estructural funcionalismo y el individualismo metodológico: algunas limitaciones

El objetivo de exponer las limitaciones de las primeras tradiciones teóricas en sociología consiste en

delinear las razones por las que surgió la teoría de los sistemas sociales y, sobre todo, su intención

integradora. El nacimiento de la teoría social clásica, a finales del siglo XIX, se caracterizó por su

ausencia de unificación. En primer lugar, surgió básicamente en dos direcciones: una, la conocida como

estructural–funcionalismo, representada por Émile Durkheim; y la otra, el individualismo de Max

3
https://doi.org/10.18504/rl1408-004-2019 Relacso (2019):14:e0140042019

Weber y la Escuela de Chicago cuyos principales exponentes fueron Georg Simmel, Herbert Mead,

Robert Park y otros. Si nos sumergimos en cada una de estas dos tradiciones, encontraremos que en

algunos casos difieren radicalmente en los fundamentos teóricos, metodológicos y en sus resultados para

explicar fenómenos sociales, además de que suelen centrar su atención en la estructura o en el actor.

Entonces la mezcla de ambas unidades de análisis confería un alto grado de complejidad y dispersión, lo

que representaba, por ello, un verdadero problema para el análisis científico. Además, la teoría

sociológica clásica también se dividió en dos grandes tendencias: las teorías que estudiaban a la

sociedad observándola en un equilibrio persistente y las que sostenían la perenne existencia del

conflicto, en la que podemos encontrar las aportaciones de Karl Marx.

En cuanto al estructural-funcionalismo, una limitación importante consiste en que no aborda el

cambio y el conflicto social, dado que se entendía a la estructura como algo inmutable y se descartaban

las acciones individuales que podían, en un momento dado, modificar a las instituciones. Es el problema

del conflacionismo descendente que discute la socióloga realista Margaret Archer (2009). En el especial

caso del marxismo, en cuya médula sí se encuentra el conflicto, también ha sido foco de severas críticas

por parte de otras corrientes sociológicas y epistemológicas que le señalan un carácter ideologizado y

profético, poco o nada científico.2

Respecto al individualismo metodológico, es importante señalar la gran cantidad de modelos

teóricos elaborados desde esta corriente,3 como la teoría de la elección racional que es -continuamente

atraída a las investigaciones en ciencia política-, o la sociología comprensiva weberiana aplicada, por

2
Cfr. Karl Popper (1991).
3
Se puede consultar la obra Teoría sociológica analítica editada por José Antonio Noguera (2010) para
obtener más detalles sobre los diversos enfoques del individualismo metodológico.

4
https://doi.org/10.18504/rl1408-004-2019 Relacso (2019):14:e0140042019

ejemplo, en los estudios culturales. Las limitaciones correspondientes se expresan mejor en palabras del

propio James Coleman (2010) cuando pone en la mesa de discusión los problemas que hemos tenido

como sociólogos para explicar cómo un fenómeno microsocial se transforma en macrosocial. Estamos

hablando, precisamente, del famoso barco de Coleman, que muestra tres tipos de relaciones en las

teorías sociológicas para explicar la conducta social: uno, cuando la estructura explica los valores

individuales (nivel macro/micro); dos, cuando dichos valores explican la acción individual (nivel

micro/micro); y tres, cuando la acción individual explica los fenómenos estructurales (nivel

micro/macro). Es ahí, en el tipo 3, donde encontramos el gran problema: ¿cómo podemos pasar del nivel

microsocial al macrosocial? ¿Cómo una acción individual puede convertirse en un fenómeno colectivo?

Sería, en este caso, el problema del conflacionismo ascendente propuesto por Archer (2009).

Este callejón sin salida es reconocido en un libro editado por el sociólogo analítico Peter

Hedström, The Oxford Handbook of Analytical Sociology, donde los autores Michael Macy y Andreas

Flache (2013) aceptan la complejidad de los fenómenos sociales: «No obstante, un creciente número de

científicos sociales reconocen que la vida social es un sistema complejo –más similar a un grupo

improvisado de jazz que a una orquesta sinfónica» (Macy y Flache, 2013: 246) y aun bajo este

reconocimiento, las relaciones tipo 3 de Coleman no se resuelven dado que, si efectivamente nuestra

vida social se asemeja a un grupo de jazz, también es cierto que de alguna manera logramos cierto nivel

de organización para el cumplimiento de distintas metas.

Es necesario aclarar que si bien algunos sociólogos afirman que la teoría de sistemas es el

«enfoque sociológico por excelencia» (Parra, 1981: 77), consideramos que, en ocasiones, al utilizarla

ganamos en riqueza de conceptos y categorías aunque sus más importantes exponentes -como Walter

5
https://doi.org/10.18504/rl1408-004-2019 Relacso (2019):14:e0140042019

Buckley (1982), Francisco Parra (1983) y Niklas Luhmann (1993) -no especifican de qué manera se

resuelven las relaciones tipo 3 que señaló Coleman en su momento. Por ejemplo, un modelo para

explicar a los sistemas de valores puede incluir factores estructurales como los geográficos, las

necesidades económicas, el entorno y cierto nivel de memoria del pasado (Parra, 2000), en los que dicho

sistema no es solo una estructura dada y sincrónica que se impone a los actores ni ellos son observados

como completamente autónomos- Pero ¿no son estos quienes tienen necesidades económicas y poseen

cierto nivel de memoria, como la memoria colectiva o la histórica? Es decir, el actor está presente en el

sistema, pero consideramos que ello no resuelve cómo los actos de un individuo pueden colectivizarse.

II. Surgimiento, propuestas y críticas a la teoría de sistemas

Como señalamos, el sociólogo Francisco Parra Luna defendió la pertinencia de la teoría de los sistemas

sociales en un artículo publicado hace más de treinta años.4 Parece ahora necesario analizar algunos

aspectos en los que consideramos ha habido avances importantes pero también poca claridad, sobre todo

en cuanto a la capacidad de mantener la intención integradora de este enfoque que, supondría una

disminución en la dispersión teórica original de la sociología.

El nacimiento de la primera teoría de sistemas se debe, entre otros autores, a Ludwig von

Bertalanffy (1901-1972). Biólogo y filósofo de la ciencia, creó en la década de 1940 la Teoría General

de Sistemas –y publicó el libro del mismo nombre– en el cual devela una preocupación creciente por la

exagerada especialización en las ciencias. Observa que el encasillamiento disciplinar de los científicos

deteriora el imprescindible proceso de comunicación entre ciencias. Robert Frodeman (2014), por su

4
Texto disponible en https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/273567.pdf

6
https://doi.org/10.18504/rl1408-004-2019 Relacso (2019):14:e0140042019

parte, sostiene que dicha especialización fomenta una sobreproducción de conocimientos que parece

inmanejable.

Bertalanffy observa la aparición de factores comunes por lo menos en los conceptos. Una palabra

que aparece con frecuencia en diversas ciencias tanto naturales como sociales es sistema. En efecto, en

ciencias sociales dicha palabra es de lo más recurrente. Cabe señalar que, en muchos casos, ni siquiera

nos damos a la tarea de definir exactamente qué entendemos por sistema y no atendemos, ni de lejos, a

las implicaciones teóricas subyacentes. A partir de este común denominador, Bertalanffy propuso que es

posible una unidad en la ciencia a partir del enfoque sistémico. Es difícil pensar que algún día se llegará

a tal punto, pero sí es posible imaginar una aproximación entre teorías sociológicas y científicos de áreas

distintas cuando abordamos un fenómeno social, que nos permita a dar un paso más allá en la

explicación de los problemas de investigación.

Ahora bien, la teoría de los sistemas sociales, que surgió como producto de la teoría de sistemas

inicial, no es reciente. En 1967, Walter Buckley publicó La sociología y la teoría moderna de los

sistemas y un año después Investigación de sistemas modernos para el científico conductual en el cual

participó el propio Bertalanffy. En ese mismo año Niklas Luhmann comenzó a publicar sobre el tema y

ha producido obras importantes como la dedicada a la sociología de la religión (2009) donde explica

cómo este sistema se reelabora debido a las presiones generadas por el entorno o ambiente

reconstituyendo a su vez, o imaginando, «su entorno en términos religiosos» (Luhmann, 2009: 48); sin

embargo, Luhmann no presta especial atención a los actores sociales sino a los procesos de

comunicación (Urteaga, 2010).

7
https://doi.org/10.18504/rl1408-004-2019 Relacso (2019):14:e0140042019

La teoría de los sistemas sociales propone conceptos más flexibles y con un mayor poder

explicativo para dar cuenta de los fenómenos sociales; entre ellos, expondremos aquellos que pensamos

que tienden puentes entre el sistema y los actores. Inicialmente, es preciso recordar que este enfoque

observa a la sociedad en relaciones procesales –es decir, no mecánicamente predeterminadas ni idénticas

a los organismos biológicos–, lo que abrió el panorama que la relación simple causa-efecto había

limitado de manera tajante.

Para este enfoque, se trata de procesos de cambio (morfogénesis) o procesos más tendientes a la

conservación de las estructuras (morfostasis), lo que puede explicar cierto fenómeno social, uniendo así

las tendencias antes divergentes en sociología sobre el equilibrio y el conflicto. En este tipo de procesos,

los actores son los constructores de las condiciones del sistema en la medida en que sus actos tiendan al

cambio social o a conservar el orden.

Igualmente, diversos autores se han dado a la tarea de definir el concepto de sistema el cual, si

bien es construido de manera distinta por ellos, una revisión más atenta devela que ciertamente están

diciendo lo mismo. Parra Luna (1983) en su obra Elementos para una teoría formal del sistema social

sostiene: «En su forma más simple posible un sistema se suele definir como un conjunto de elementos

interrelacionados que lleva a cabo una cierta función y cuya nota más característica es que su totalidad

no coincide con la suma de sus partes».

Por su parte, Walter Buckley (1982) en su libro La sociología y la teoría moderna de los

sistemas también coincide al definirlo de la siguiente manera: «Complejo de elementos o componentes

directa o indirectamente relacionados en una red causal, de modo que cada componente está relacionado

por lo menos con varios otros, de modo más o menos estable, en un lapso dado». Donella Meadows

8
https://doi.org/10.18504/rl1408-004-2019 Relacso (2019):14:e0140042019

(2009), por su parte, lo define como «un conjunto de elementos interconectados que está organizado

coherentemente de forma tal que logra algo». Sostenemos que los elementos que en un sistema social

logran algo son precisamente los actores que tienen creencias, intenciones, metas establecidas y realizan

actos tendientes a llegar a ellas.

¿Cómo podemos operacionalizar esta definición en la realidad social? O en otras palabras, ¿es

una definición útil para el trabajo empírico? ¿Cuándo puedo observar realmente que el todo no es igual

a la suma de sus partes? Para observarlo, por ejemplo, bastaría con acudir a una misa dominical: los

participantes en el ritual no representan al sistema religioso con todo lo que este implica. Tendríamos

que agregar la organización jerárquica que manda en el sistema, las ideas y los valores que en su

conjunto tienen respecto de la finalidad de la religión, los actos que llevan a cabo, la respuesta de los

participantes, cómo se adapta la totalidad de la organización –es decir, cómo cambia– en el transcurso

del tiempo y debido a la influencia de qué otros sistemas y qué actores, etcétera.

Ahora bien, en general los autores en la teoría de los sistemas sociales hablan de sistemas y

subsistemas. Saber cuándo estamos frente a un sistema y cuándo frente a un subsistema o varios

depende de cada investigador y de qué problema esté abordando: si estudiamos al sistema político como

una totalidad, sabemos que dentro de él encontraremos subsistemas como los partidos, el régimen, el

corporativismo, el presidencialismo, etc. Pero si solo estudiáramos a los partidos políticos, podemos

asumir que estos conforman un sistema –el sistema de partidos– compuesto de otros subsistemas,

dependiendo del nivel de análisis. En todos estos casos, los actores son quienes a través del discurso y

prácticas políticas mueven al sistema y subsistemas hacia una u otra dirección.

9
https://doi.org/10.18504/rl1408-004-2019 Relacso (2019):14:e0140042019

Otro concepto teórico y metodológico recurrente en la teoría de los sistemas sociales en ciencias

sociales es nivel de análisis. Rolando García (2006) en un estudio de caso propone que hay,

fundamentalmente, tres niveles de análisis de los procesos que aborda: el primero correspondería a lo

local, el segundo a lo nacional y el tercero a lo internacional (García, 2006: 59). Pero, podríamos agregar

aquí, un primer nivel de análisis también correspondería a una familia observada como un sistema; el

segundo nivel de análisis a la comunidad en que esta vive y el tercero podría extenderse al municipio o

estado completo, dependiendo de qué fenómeno estemos estudiando.

Ahora bien, respecto del concepto ambiente, este depende también de nuestro problema de

investigación y del nivel de análisis que estemos aplicando. Regresemos al sistema religioso visto como

una totalidad compuesta por diversos subsistemas y sus correspondientes actores. ¿Cuáles son los

sistemas que rodean, se comunican, afectan y retroalimentan al sistema religioso y este, a su vez, hace lo

mismo con ellos? Podría citar al sistema político, al sistema económico y al sistema educativo. El

sistema político retroalimenta al sistema religioso y podría darse el caso de que lo presione para que se

adapte a algún cambio importante. El sistema económico, igualmente, definirá que el propio sistema

religioso se inserte en la lógica capitalista.

Suponiendo que un investigador se centrara en las repercusiones que tienen los sistemas

económico y político sobre el sistema religioso, el modelo incluye a estos tres sistemas y se explicará

cómo se lleva a cabo la comunicación y la realimentación en ese nivel de análisis. El sistema educativo

que está fuera del modelo, pero que puede transmitir alguna información que perturbe a los tres sistemas

en estudio, se encontrará entonces en el ambiente pero, insistimos, todo depende de qué estemos

10
https://doi.org/10.18504/rl1408-004-2019 Relacso (2019):14:e0140042019

investigando. Por supuesto, como vimos líneas arriba, podríamos colocar nuestro nivel de análisis en

sistemas inferiores.

Otro aspecto importante que debemos atender y que aparece en diversos libros y artículos

dedicados a la teoría de los sistemas sociales es la continua referencia a los sistemas abiertos y cerrados.

Básicamente, lo que va a diferenciar uno del otro será su capacidad de adaptación al cambio. Los

sistemas cerrados, cuando sufren un cambio, tienden a desaparecer. Los sistemas abiertos, por el

contrario, se adaptan y se desarrollan. Sobra decir que los sistemas sociales son obviamente abiertos.

Expliquemos con un ejemplo: un sistema cerrado es independiente, autónomo y solo necesita sus

propios mecanismos para sobrevivir. Sería como un reloj, donde el conjunto de engranes y resortes da

como resultado cierto funcionamiento. Si se modifica un engrane o un resorte, es probable que el reloj

deje de operar normalmente y tienda a averiarse. En contraste, las sociedades humanas integran sistemas

abiertos, dado que tendemos a interactuar entre nosotros porque necesitamos a los demás. Si tomamos a

alguna comunidad aislada, considerando que sus integrantes siempre han vivido ahí y convivido solo

entre ellos, y de pronto llegamos a vivir a dicha comunidad, esta no desaparecerá: es mucho más

probable que se adapte a nuestra presencia y nosotros a la comunidad. Dicha característica puede

llevarse a los tres niveles de análisis y es posible darnos cuenta cómo nuestros sistemas sociales tienden

a la adaptación y al desarrollo.

Por otro lado, lo que hace que un sistema tenga influencia en otro u otros no son los individuos

aislados ni la fuerza invisible de las estructuras: es la comunicación de información y su propagación,

que en este artículo observamos como una de las tantas acciones que los actores pueden realizar. Para

11
https://doi.org/10.18504/rl1408-004-2019 Relacso (2019):14:e0140042019

explicarlo de manera más simple, toda información que entre al sistema se denominará input o entrada, y

la reacción o el efecto que dicha información tenga en el sistema será el output o resultado.

En cuanto a la realimentación, dicho concepto se refiere a la manera en que al existir los inputs

que generan outputs, estos últimos serán comunicados en el sistema mismo y con los demás sistemas.

Existe, según la teoría, realimentación positiva y negativa. En palabras de Arnold y Osorio (1998), la

realimentación:

Son los procesos mediante los cuales un sistema abierto recoge información sobre los efectos de sus
decisiones internas en el medio, información que actúa sobre las decisiones (acciones) sucesivas. La
realimentación puede ser negativa (cuando prima el control) o positiva (cuando prima la amplificación de
las desviaciones). Mediante los mecanismos de retroalimentación, los sistemas regulan sus
comportamientos de acuerdo a sus efectos reales y no a programas de outputs fijos. En los sistemas
complejos están combinados ambos tipos de corrientes (circularidad, homeostasis) (Arnold y Osorio,
1998: 47).

Es precisamente en esta parte donde centramos nuestra atención: aquellos elementos que generan la

información que servirá de realimentación. Cuando Niklas Luhmann (1993) sostiene que la sociedad no

está compuesta por humanos sino por comunicación entre los hombres, consideramos que tal noción

dota de una abstracción excesiva al enfoque sistémico. Debe notarse que, por el contrario,

empíricamente cada sistema contiene individuos con poder de agencia; es decir, ¿quiénes, si no los

actores, comunican, forman parte y construyen un sistema político o un sistema de valores, lo conservan

o lo modifican? Pablo González Casanova (2005) argumenta a favor de la creación de sistemas

alternativos sin abundar en cómo los actores colectivizarían sus acciones para lograrlo; Rolando García

(2006) explica que existen diversos niveles de análisis, pero no aborda al problema de la acción social y

12
https://doi.org/10.18504/rl1408-004-2019 Relacso (2019):14:e0140042019

cómo se integra en el sistema ambiental. Por otro lado, Walter Buckley (1982) incorpora al actor en el

sistema aludiendo al interaccionismo simbólico, pero no hace referencia alguna a los mecanismos que

tienden a colectivizar la acción individual, y Parra Luna (1983) otorga un papel relevante a las élites

denominándolas órgano inspirador del sistema, pero no profundiza en la manera en que estas actúan.-

Por ello, consideramos que es necesario analizar más de cerca de qué manera logran fomentar cambios o

conservación en el sistema social y, en todo caso, qué mecanismos sociales son los que favorecen la

adaptación del mismo a su entorno.

Debido a lo señalado en el párrafo precedente, en efecto casi desde sus inicios la teoría de los

sistemas sociales recibió severas críticas que fueron recuperadas en la década de los ochenta por

Francisco Parra Luna (1981) agrupándolas en cinco campos: el cientismo y mecanicismo; el

conservadurismo, antihumanismo, la ahistoricidad y su carácter efímero (Parra Luna, 80-82). El autor

argumentó sólidamente que ninguna de estas críticas se sostiene, pero además existen avances

importantes que desestiman a las mismas sobre todo en el supuesto conservadurismo y la ahistoricidad.5

No obstante, creemos que es posible detallar y profundizar un poco más respecto de la crítica

antihumanista. Parra Luna indica con acierto que si bien no podemos decir que los seres humanos

tengan una conducta predeciblemente mecánica, también es cierto que hemos logrado encontrar

regularidades en la forma en que actúan: de lo contrario, sería imposible sostener la existencia propia de

5
También a manera de actualización respecto a la crítica sobre el conservadurismo de la teoría de los
sistemas sociales, destaca el artículo publicado por Poe Yu-ze Wan, quien realiza una interesante
discusión sobre la relación que existe entre la dialéctica y el pensamiento sistémico en su artículo
«Dialectics, complexity and the Systemic Approach: toward a critical reconciliation», en Philosophy of
the social sciences, núm. 4 (2012), https://doi.org/10.1177/0048393112441974. Igualmente, está la
propuesta de la construcción de sistemas alterativos que argumenta Pablo González Casanova (2010) en
su obra Las nuevas ciencias y humanidades. De la academia a la política.

13
https://doi.org/10.18504/rl1408-004-2019 Relacso (2019):14:e0140042019

la sociología como ciencia. Estas regularidades son precisamente las que proponen los modelos de

mecanismos sociales que no menciona explícitamente Parra Luna en su argumentación contra la crítica

antihumanista ni en su obra Elementos para una teoría formal del sistema social, publicada en 1983,

debido a que, si bien algunos ya habían sido propuestos por Robert Merton (1972) y Leon Festinger

(1975), no fue hasta 1998 que Peter Hedström (2005) los agrupó como parte de las propuestas teóricas

de la sociología analítica y no publicó hasta 2010 la relación que existiría entre los deseos, las creencias

y las oportunidades de los actores que catalizan la acción y explican su colectivización.

No consideramos que sea una falla de la teoría de los sistemas sociales en sí misma sino que la

ausencia de los modelos de mecanismos sociales en este enfoque se debió a que aún no se habían

sistematizado como tales –y en el caso de Luhmann, desde un principio no se les presta atención–;

independientemente de ello, es una oportunidad para profundizar analíticamente en cuestiones como, por

ejemplo, discernir en los intereses de las élites dirigentes como órgano inspirador (Parra, 1983) y de qué

manera tales intereses se colectivizan en los sistemas sociales.

En resumen, tomando en cuenta ciertas limitaciones del estructuralfuncionalismo para explicar el

cambio y el conflicto, las del individualismo metodológico para detallar cómo un fenómeno microsocial

puede transformarse en macrosocial y la relativa ausencia de la acción de los actores en los más

importantes exponentes de la teoría de los sistemas sociales, es que se sostiene como hipótesis que al

atraer algunas categorías y conceptos de las teorías clásicas como estructuras, actores, cambio y

conflicto, lejos de eliminarlas, la teoría de los sistemas sociales puede recuperarlas y reelaborarlas. Esto

sucede porque propone procesos de morfogénesis, morfostasis, comunicación, adaptación y

realimentación. Específicamente, aquí se sostiene que este enfoque puede ir todavía más allá en su afán

14
https://doi.org/10.18504/rl1408-004-2019 Relacso (2019):14:e0140042019

integrador, evitando además el sesgo conservador y antihumanista, dado que es capaz de atraer modelos

para lograr comunicar al actor y sus acciones con el sistema complejo a través de los mecanismos

sociales sistematizados recientemente en la sociología analítica, no para superar a esta tradición teórica

sino para lograr un nivel de explicación que transcurra del individuo hacia los sistemas.

III. Modelos de mecanismos sociales: los actores en los sistemas

Es muy importante recordar que aquí consideramos que los sistemas sociales no existen por sí mismos

sino que son construidos por nosotros como sociedad y necesitan nuestras actividades para

retroalimentarse. En efecto, nuestra perspectiva es que inicialmente el actor construye sistemas, no los

sistemas al actor; y mientras aquellos continúen desarrollándose, la relación que habrá entre sistemas y

personas será de realimentación, ya sea positiva o negativa, la cual se puede operacionalizar a través de

los mecanismos sociales.

Sostenemos que si el proyecto de investigación necesita dar cuenta tanto de estructuras como de

actores, la teoría de los sistemas sociales es una opción viable en la sociología dado que no pierde de

vista la existencia de esas redes de relaciones y los actores que las crean. Mario Bunge lo resume en el

siguiente párrafo:

No hay acciones sociales totalmente libres, así como tampoco somos esclavos totales del
sistema. Todas nuestras acciones, todas nuestras vidas, son libres a medias y a medias forzadas.
El individuo autónomo de Kant y los demás individualistas es tan ficticio como el individuo
heterónomo de los conductistas y demás holistas. Todos somos miembros de sistemas sociales
y, como tales, actuamos bajo el peso de la sociedad; pero a veces podemos reaccionar para mo-
dificar parcialmente la estructura del sistema (Bunge, 2002: 114).

15
https://doi.org/10.18504/rl1408-004-2019 Relacso (2019):14:e0140042019

¿Cómo integrar al actor con el sistema? ¿Cómo podemos explicar la actuación de los individuos dentro

del sistema? El individualismo metodológico recientemente se ha enriquecido, a través de la sociología

analítica, con diversos modelos de acción para explicar cómo el actuar de un individuo tiene

repercusiones en el actuar de otro y cómo estos modelos se relacionan con el problema de la distinción

micro-macro.6 Por citar ejemplos, encontramos la propuesta de Donald Davidson denominada

pensamiento desiderativo, la de Jon Elster llamada síndrome de las uvas amargas; también se utiliza el

propuesto por Leon Festinger de formación de deseos impulsada por la disonancia, el de Peter

Hedström sobre la imitación racional y otros más (Hedström en Noguera, 2010: 216). Hedström agrupa

dichos mecanismos en lo que denomina modelo DBO –desires, beliefs and opportunities, es decir o

deseos, creencias y oportunidades– donde propone que estos entran en juego porque influyen en las

decisiones y acciones de un actor o actores, haciendo que el resultado de esta interacción comience a ser

colectivo.

El modelo de pensamiento desiderativo de Davidson se basa en los deseos (D) y creencias (B) de

los actores. El modelo quiere decir que los deseos tendrán influencia directa en las creencias, lo cual

explicará la acción de un único individuo. El mecanismo propuesto es el siguiente:

Estados mentales, Dj Pensamiento desiderativo.


oportunidades Aj Véase, por ejemplo, Davidson
y acciones Bj (1980)
de un único individuo

6
Una extraordinaria explicación sobre este tema se encuentra en Felipe González (2016), Los
mecanismos sociales y su relación con la distinción micro-macro, disponible en
http://www.facso.uchile.cl/publicaciones/moebio/55/gonzalez.html

16
https://doi.org/10.18504/rl1408-004-2019 Relacso (2019):14:e0140042019

Fuente: Hedström en Noguera, 2010: 216

¿Es posible que las creencias de una persona tengan influencia en otra y esta, a su vez, repita el mismo

acto con quienes la rodean? Pensamos que sí. De ahí se desprende que, respecto de la existencia de

creencias colectivas, tiene validez lo que propone Parra Luna (2000) en cuanto a que todos tenemos

valores en común, lo cual podría aplicar a que muchos también tenemos creencias en común. Señala el

autor que la creencia inicial puede ser tanto de que algo existe como de su ausencia.

Respecto del modelo de imitación racional de Hedström, este propone que una acción del

individuo i puede tener fuerte influencia en las creencias del individuo j teniendo como resultado una

acción por parte de este, la cual, a su vez, tendrá influencia en las creencias del individuo k que actuará

de manera consecuente construyendo, de este modo, un fenómeno colectivo.

En un ejercicio teórico, consideramos que es posible vincular alguno o algunos de estos modelos

de acción expuestos con anterioridad y conectarlos con el sistema social que analizamos a través del

concepto de realimentación: las acciones de diversos individuos son la comunicación que entra a uno o

más sistemas. Meadows (2009) lo explica haciendo una analogía con un árbol visto como sistema: «Las

interconexiones en el sistema del árbol son los flujos físicos y reacciones químicas que rigen al proceso

metabólico del árbol –las señales que permiten que una parte responda a lo que sucede en otra parte»

(Meadows, 2009: 13). En los actores, estas señales son precisamente las acciones que se ilustran en los

modelos de mecanismos sociales, y la explicación a su correspondiente respuesta dependerá del modelo

de que se trate. Puede derivarse de lo anterior que tanto las señales como las respuestas son,

precisamente, actos comunicativos.

17
https://doi.org/10.18504/rl1408-004-2019 Relacso (2019):14:e0140042019

Retomando el modelo propuesto por Donald Davidson (1995) denominado pensamiento

desiderativo –en el que sostiene que existe una conexión causal entre los deseos y las creencias de las

personas que las lleva a actuar de cierta manera–, el modelo de imitación racional expuesto antes, así

como el construido por Leon Festinger (Ovejero, 1993) dirigido a la disminución de la disonancia,

sostenemos que la compatibilidad de estos modelos con el concepto de realimentación puede ilustrarse

de la manera siguiente: un deseo influye en cierta creencia de un actor X que realiza un acto para

cumplir un objetivo. Ese acto influye en las creencias de un actor Z, quien lo imitará de manera racional,

es decir, realizará la misma acción que el primero, lo cual influirá también en los actores m, n, o, p que

imitarán la conducta inicial.

Posteriormente, aparece un actor n que realiza un acto distinto irritando al sistema ya establecido

–recordemos para tal efecto la definición de Donella Meadows–, lo que genera disonancia en dicho

actor. El mecanismo que entraría en acción sería el de formación de deseos impulsada por la disonancia

donde el actor N buscará modificar sus acciones para ir acorde a las de la mayoría, favoreciendo la

adaptación del sistema. Toda esta información es recogida por este a través del proceso de

realimentación y aquella, a su vez, regresa a los demás actores influyendo en las decisiones y acciones

sucesivas.

A través de los mecanismos sociales expuestos –que por supuesto podrían ser otros más, en

situaciones diferentes– se retroalimentan las acciones de los demás, dado que como expusimos, en la

teoría de sistemas se presta especial atención a las conexiones que existen no solo entre sistemas, sino

también en sus partes integrantes.

18
https://doi.org/10.18504/rl1408-004-2019 Relacso (2019):14:e0140042019

A manera de conclusión

Las limitaciones de las teorías sociológicas clásicas aquí expuestas fueron fundamentales para abrir

camino al enfoque sistémico sin que necesariamente implique la superación o desaparición de aquellas,

dado que la teoría de los sistemas sociales tiene la capacidad de integrar algunos de sus conceptos,

hipótesis y modelos y, abrevando de ellos, se aproxima a los fenómenos sociales complejos. Sin

embargo, las aportaciones teóricas de este enfoque no han sido suficientemente claras en cuanto a la

acción de los actores como creadores de sistemas ni como agentes que favorezcan su cambio o

adaptación, por lo que aparentemente persistiría el carácter antihumanista en el enfoque sistémico: en el

caso de Luhmann, la noción de actor es sustituida por comunicación entre los hombres. Por otro lado,

Parra Luna contempla la presencia de las élites como órgano inspirador del sistema, pero no especifica

cómo actúan esas élites en términos de los mecanismos sociales que logran que ciertas conductas se

reproduzcan en todo el sistema. Consideramos que si la teoría de los sistemas sociales integra a los

modelos de mecanismos sociales como explicación analítica de la morfogénesis, la morfostasis y,

sobretodo, de la realimentación, lograríamos ganar en integración, claridad y capacidad de

operacionalización, además de que se lograría avanzar contra el desliz conservador y antihumanista por

los que ha sido criticada.

En efecto, consideramos que las críticas que han abanderado los opositores al enfoque sistémico

se han ido resolviendo de forma paulatina; pero, si bien se ha avanzado, queda aún mucho trabajo por

hacer para facilitar el uso de la teoría de los sistemas sociales en sociología sin que se pretenda la

desaparición, superación o sustitución de las teorías clásicas de las que abreva. Más bien, consideramos

19
https://doi.org/10.18504/rl1408-004-2019 Relacso (2019):14:e0140042019

que el trabajo analítico en las ciencias sociales debe debatirse dentro del enfoque sistémico con el fin de

dotar de una mayor claridad y especificidad a la explicación de los fenómenos que nos ocupan.

Es importante destacar la flexibilidad de este enfoque para realizar investigaciones

interdisciplinarias –la sociología está acostumbrada a dialogar con otras ciencias7 y en estas ha

encontrado, en muchas ocasiones, los detalles que le hacían falta para explicar un fenómeno de manera

más clara. Pero si bien es usual para nosotros hacer trabajo interdisciplinario, en este artículo

consideramos pertinente y posible también el diálogo intradisciplinario para combinar y usar los

modelos habitualmente utilizados en alguna corriente tradicional, con el objetivo de enriquecer al

enfoque sistémico.

Finalmente, estimamos que la cantidad de mecanismos sociales que pueden incluirse en un

modelo sistémico es mucho mayor, lo cual puede contribuir a las investigaciones y al continuo proceso

de consolidación de la sociología.

Bibliografía
Archer, Margaret, 2009, Teoría social realista: el enfoque morfogenético Santiago de Chile, Ediciones
Universidad Alberto Hurtado.

Arnold, Marcelo y Francisco Osorio, 1998, “Introducción a los conceptos básicos de la teoría general de
sistemas”, Cinta moebio 3: 40-49. Disponible en
http://www.revistas.uchile.cl/index.php/CDM/article/viewFile/26455/27748 (Consulado
19/12/2017).

Bertalanffy, Ludwig von,1989, Teoría general de los sistemas. Fundamentos, desarrollo, aplicaciones,
México, Fondo de Cultura Económica.

Buckley, Walter, 1982, La sociología y la teoría moderna de los sistemas, Buenos Aires, Amorrortu.

7
Craig Calhoun y Dina Rhoten (2010) publicaron un artículo en The Oxford Handbook of
Interdisciplinarity sobre la costumbre interdisciplinaria de las ciencias sociales al combinar, por
ejemplo, a la sociología con la estadística.

20
https://doi.org/10.18504/rl1408-004-2019 Relacso (2019):14:e0140042019

______, 1968, Modern systems research for the behavioral scientist, Chicago, Aldine Publishing
Company.

Bunge, Mario, 2002, Ser, saber, hacer, México, Paidós.

Calhoun, Craig y Dina Rhoten, 2010, «Integrating the social sciences: theoretical knowledge,
methodological tools, and practical applications», The Oxford Handbook of Interdisciplinarity,
Nueva York, Oxford University Press.

Coleman, James, 2010, «Teoría social, investigación social y teoría de la acción», Teoría Sociológica
Analítica, Madrid, Centro de Investigaciones Sociológicas.

Davidson, Donald, 1995, Ensayos sobre acciones y sucesos, México, Crítica-UNAM.

Festinger, Leon, 1975, Teoría de la disonancia cognitiva, Madrid, Instituto de Estudios Políticos.

Frodeman, Robert, 2014, Sustainable knowledge. A theory of interdisciplinarity, Nueva York, Palgrave
McMillan.

García, Rolando, 2006, Sistemas complejos. Conceptos, métodos y fundamentación epistemológica de la


investigación interdisciplinaria, Barcelona, Gedisa.

González Casanova, Pablo, 2005, Las nuevas ciencias y las humanidades. De la academia a la política,
Barcelona, Anthropos.

Hedström, Peter, 2010, «La explicación del cambio social: un enfoque analítico», en Teoría Sociológica
Analítica, Madrid, Centro de Investigaciones Sociológicas.

______, 2005, «Rational imitation», en Social Mechanisms, an Analytical Approach to Social Theory,
Nueva York, Cambridge University Press.

Luhmann, Niklas, 2009, Sociología de la Religión, México, Herder.


______, 1993, Teoría política del Estado de bienestar, Madrid, Alianza.

Macy, Michael y Andreas Flache, 2013, «Social Dynamics from the Bottom Up: Agent-based Models
of Social Interaction», en The Oxford Handbook of Analytical Sociology, Oxford, Oxford
University Press.

Meadows, Donella H., 2009, Thinking in Systems, Londres, Earthscan, Sustainability Institute.

21
https://doi.org/10.18504/rl1408-004-2019 Relacso (2019):14:e0140042019

Merton, Robert, 1972, «The Self-fulfilling prophecy», en Teoría y Estructura Sociales, México, FCE.

Noguera, José Antonio (ed.),2010, Teoría Sociológica Analítica, Madrid, Centro de Investigaciones
Sociológicas.

Ovejero Bernal, Anastasio, 1993 «Leon Festinger y la psicología social experimental: la teoría de la
disonancia cognoscitiva 35 años después», Psicothema, núm. 1, 194, Asturias, Universidad de
Oviedo.

Parra Luna, Francisco, 2000, «Towards an axiological system theory», en The Performance of Social
Systems. Perspectives and Problems, Madrid, Springer Science+Business Media, Universidad de
Madrid.

Parra Luna, Francisco, 1983, Elementos para una teoría formal del sistema social, Madrid, Editorial de
la Universidad Complutense.

Parra Luna, Francisco, 1981, «¿Para qué sirve la teoría de sistemas en sociología?», Revista española de
investigaciones sociológicas, Nº 15.

Poe Yu-ze Wan, 2012, «Dialectics, complexity and the Systemic Approach: toward a critical
reconciliation», Philosophy of the social sciences, núm. 4, SAGE Journals.
https://doi.org/10.1177/0048393112441974

Popper, Karl, 1991, Conjeturas y refutaciones. El desarrollo del conocimiento científico, Barcelona,
Paidós.

Urteaga, Eguzki, 2010, «La teoría de sistemas de Niklas Luhmann» Contrastes. Revista Internacional de
Filosofía, vol. XV (2010), pp. 301-317, Departamento de Filosofía, Universidad de Málaga,
https://www.uma.es/contrastes/pdfs/015/contrastesxv-16.pdf

22

También podría gustarte