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UNIVERSIDAD

DOMINICANA O&M 
Saber - Pensar - Trabajar

Ingeniería en Sistemas y Computación

Tema:
Carta del Jefe Indio

Asignatura:
Ecología y Desarrollo

Sustentado por:
NOMBRES Y APELLIDO MATRICULA
Gerald Antonio Severino Carrasco 12-SISN-1-076

Profesor/@
José Espinal Beato

Sección:
0410
Para comenzar, vamos a analizar, en la medida de lo posible, el contenido tan
transcendental de la epístola. Destacar, ante todo, el fuerte sentimiento que todos los
miembros de la tribu poseen hacia la naturaleza, algo casi inimaginable y absurdo para
todos nosotros, para el hombre “moderno” y “civilizado” de occidente.
Para ellos, la naturaleza deja de ser naturaleza para ser una más de la tribu, o, visto de
otro modo, es tan natural, que se concibe como parte de uno mismo. La tierra es la
madre de todas las pieles rojas; los animales y los ríos son sus hermanos; el aire es su
mayor aliado, el mejor vínculo de unión entre toda forma de naturaleza; la savia de los
árboles es la sangre se sus antepasados; …
Según los indios de la tribu Suwamish somos los seres humanos los que pertenecemos a
la naturaleza, no la naturaleza la que nos pertenece a nosotros. En cambio, el hombre
blanco pretende comprar todo esto, pretende comprar la naturaleza para poder imponer
sus valores, su sociedad y su cultura sobre el resto de territorios.
Es aquí donde los indios encuentran el mayor problema para acordar un trato, ¿cómo se
puede comprar la naturaleza: ¿la frescura del viento, el calor de la tierra o el brillo del
agua?
De todo el texto, resalta con especial importancia la forma en que el indio critica el
modo de vida de los americanos, un modo de vida que parece ser el más natural, el más
extraordinario, aquel al cual cada persona puede aspirar; antepuesto con la forma de
vivir la vida de los indios, disfrutando de la naturalidad y sencillez de todo lo que les
rodea, sin más preocupación que la búsqueda del sustento diario, pero eso sí, calificado
en todo momento de ser el más “salvaje”. Así llegamos al centro de la reflexión, y se
nos pone de manifiesto una gran pregunta de debate: ¿Quiénes son los salvajes? ¿Y los
civilizados?
Siempre se nos ha pretendido hacer ver que los salvajes eran los indios y los civilizados
eran los americanos. No hay nada más que echar un vistazo hacia las películas del oeste,
en las cuales el indio era perseguido por sus hazañas, mientras que el hombre blanco
siempre acababa como el bueno y salvador.
El indio era supuestamente el invasor de los territorios americanos y, por ello, siempre
había que atentar contra él hasta conseguir reducirlo. Pero, ¿y si le damos la vuelta al
asunto? El hombre blanco, el americano, era, en realidad, el conquistador, el cual
imponía la fuerza con el fin de conseguir la mayor cantidad de terrenos posibles con los
que reforzar así su nuevo Estado. Ante esta situación, al indio no le quedaba otra que
reaccionar para defender lo que por siempre le había pertenecido, los territorios donde
se encontraban toda su vida, sus antepasados, su historia. Así creo que queda bien claro
que papel ocupa cada uno.
El indio, acorralado, dominado y sometido, no tendrá otra que quedar como el malo y el
salvaje, puesto que la historia fue escrita por los vencedores, los americanos, los
conquistadores, poderosos e invasores, los cuales emplearon la superioridad en fuerzas,
y no el diálogo para imponer sus intereses, y, así, se convirtieron en los buenos y
civilizados
Volviendo de nuevo a la carta se pone de manifiesto esta actitud, la superioridad
indiscutible del hombre blanco, y, en particular, de los americanos. Al comenzar la
carta, el jefe indio deja bien clara su posición ante el intento de compra. Seattle decide
dar respuesta ya que es la única salida que le queda a su pueblo y a su tribu de poder
sobrevivir sin la necesidad del empleo de violencia, pues de no haberlo hecho la
invasión armada estaba asegurada. De esta forma, se vienen a dar nuevos motivos que
pretenden diferenciar entre salvajismo y civilización: el diálogo e intento de
cooperación de la población india frente al empleo de la violencia por parte de los
americanos
Otro aspecto que se refleja en la carta es el comportamiento frente la naturaleza.
Mientras que los indios orientan toda su vida en torno al respeto de la naturaleza, el
hombre blanco sólo se dedica a destruirla por interés o diversión.
Las pieles rojas hacen de la naturaleza su vida, disfrutando todos los placeres que puede
llevar su contemplación, disfrutando del florecer de las hojas en primavera o el suave
murmullo del viento, la respetan como si de una piel roja más se tratase.
Según ellos, todo en la naturaleza está unido, los animales, la tierra y los hombres, de
forma que si atacas o destruyes uno estás destruyendo el resto. En cambio, el hombre
blanco ve la naturaleza como una fuente de recursos inagotable de la cual puedes
aprovechar todo lo que te apetezca y dejar solamente aquello que no te guste. Pero, por
si esto fuera poco, en el texto se relata una intervención que resulta ya el colofón a toda
falta de respeto y, sin duda, es la que más llama la atención: los americanos disparando
desde los trenes en marcha por mero disfrute a los búfalos, el animal sagrado de los
indios sacrificado sólo para sustento. Ante esto, creo que no hace falta decir quien
vuelve a ser de nuevo el salvaje y quien el civilizado.
Por último, me gustaría terminar con las mismas palabras con las que termina el jefe
indio Seattle en su carta, ya que considero que, aunque haya pasado más de siglo y
medio de estas frases, seguimos estando en una situación similar, ya no solo a nivel
indio, sino, en este caso, a nivel mundial:
“La vida ha terminado. Ahora empieza la supervivencia.”

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