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UNIVERSIDAD NACIONAL DE MOQUEGUA

FACULTAD DE INGENIERÍAS

ESCUELA PROFESIONAL DE INGENIERÍA AMBIENTAL

“ANALISIS DE LA CARTA DEL JEFE INDIO SEATTLE AL

PRESIDENTE DE LOS ESTADO UNIDOS”

Curso: Sociología y Realidad Nacional


Ciclo: II
Docente: Paulo Gomez Zanabria
Alumnos:
 Mariana Sologuren

Moquegua – Ilo
Perú – 2021
Gracias al trabajo de lectura que nos dejó nuestro profesor tuve la gran oportunidad de leer la carta del
jefe indio Seattle referida al presidente de los Estados Unidos de Norte América. Esta carta ha sido
redactada en 1854 por Seattle, el líder de la tribu india Suwamishm y dirigida a Franklin Pierce,
mandatario de los EEUU, con fundamento de la iniciativa de compra de los países indios por hablado
mandatario. Este escrito se abarca, paralelamente, en la primera extensión que lleva EEUU hacia el
noroeste con la intención de conquistar lo demás de países que componen el de hoy territorio.
Para empezar, vamos a examinar, en el tamaño de lo viable, el contenido tan transcendental de la
epístola. Resaltar, frente a todo, el intenso sentimiento que todos los miembros de la tribu tienen hacia
la naturaleza, algo casi inimaginable e ilógico para todos nosotros mismos, para el ser humano
“moderno” y “civilizado” de occidente. Para ellos, la naturaleza deja de ser naturaleza para ser una
bastante más de la tribu, o, observado de otro modo, es tan natural, que se concibe como parte de sí
mismo. La tierra es la mamá de todos los pieles rojas; los animales y los ríos son sus hermanos; el aire
es su más grande aliado, el mejor parentesco de alianza entre toda forma de naturaleza; la savia de los
árboles es la sangre se sus antepasados. Según los indios de la tribu Suwamish somos los seres vivos
los que pertenecemos a la naturaleza, no la naturaleza la que nos forma parte de nosotros mismos. Sin
embargo, el ser humano blanco pretende mercar todo lo mencionado, pretende mercar la naturaleza
para lograr obligar sus valores, su sociedad y su cultura sobre lo demás de países. Es aquí donde los
indios descubren el más grande problema para concordar un trato, ¿cómo se puede mercar la
naturaleza: la frescura del viento, el calor de la tierra o el brillo del agua?
De todo el escrito, remarca con particular trascendencia la manera en que el indio critica el modo de
vida de los americanos, un modo de vida que parece ser el más natural, el más extraordinario, ese al
cual cada individuo puede aspirar; antepuesto con la manera de vivir la vida de los indios, gozando de
la naturalidad y sencillez de todo lo cual les circunda, sin más inquietud que la averiguación del
soporte diario, sin embargo aquello sí, calificado en todo instante de ser el más “salvaje”. De esta
forma llegamos al centro de la meditación, y se nos pone de manifiesto una gigantesca pregunta de
debate: ¿Quiénes son los salvajes? ¿Y los civilizados?
Continuamente se nos ha pretendido hacer ver que los salvajes eran los indios y los civilizados eran
los americanos. No hay nada más que echar un vistazo hacia las cintas del oeste, en las cuales el indio
era perseguido por sus hazañas, mientras tanto que el ser humano blanco continuamente acababa como
el bueno y salvador. El indio era en teoría el invasor de los países americanos y, por esto,
continuamente había que atentar contra él hasta lograr reducirlo. Empero, ¿y si le proveemos la vuelta
al asunto? El ser humano blanco, el americano, era, realmente, el conquistador, el cual imponía la
fuerza a fin de lograr la más grande proporción de terrenos probables con los que reforzar de esta
forma su nuevo Estado. Frente a este caso, al indio no le quedaba otra que reaccionar para proteger lo
cual por constantemente le había pertenecido, los países donde se encontraban toda su historia, sus
antepasados, su historia. De esta forma pienso que queda bien claro que papel ocupa cada uno. El
indio, acorralado, dominado y sometido, no va a tener otra que permanecer como el malo y el salvaje,
pues la historia ha sido redactada por los vencedores, los americanos, los colonizadores, poderosos e
invasores, los cuales emplearon la superioridad en fuerzas, y no el diálogo para obligar sus intereses,
y, de esta forma, se convirtieron en los buenos y civilizados.
Volviendo otra vez a la carta se pone de manifiesto esta reacción, la superioridad indiscutible de las
personas blanco, y, en especial, de los americanos. Al empezar la carta, el líder indio deja bien clara su
postura frente a el intento de compra. Seattle dictamina ofrecer contestación debido a que es la
exclusiva salida que le queda a su poblado y a su tribu de poder sobrevivir sin la necesidad del trabajo
de maltrato, puesto que de no haberlo elaborado la invasión armada estaba asegurada. Así, se vienen a
ofrecer nuevos motivos que pretenden distinguir entre salvajismo y cultura: el diálogo e intento de
cooperación poblacional india frente al trabajo de la violencia a causa de los americanos.
Otro aspecto que se refleja en la carta es la conducta frente la naturaleza. En lo que los indios orientan
toda su historia alrededor del respeto de la naturaleza, el ser humano blanco solamente se dedica a
destruirla por interés o diversión. Los pieles rojas realizan de la naturaleza su historia, gozando todos
los placeres que puede llevar su contemplación, gozando del florecer de las hojas en primavera o el
suave murmullo del viento, la respetan como si de un piel roja más se tratase. Según ellos, todo en la
naturaleza está unificado, los animales, la tierra y los hombres, de manera que si atacas o destruyes
uno estás destruyendo lo demás. Sin embargo, el ser humano blanco ve la naturaleza como una fuente
de recursos inagotable de la cual puedes aprovechar todo lo cual te apetezca y dejar sólo eso que no te
guste.
Sin embargo, por si esto fuera poco, en el escrito se cuenta una mediación que resulta ya el colofón a
toda falta de respeto y, sin lugar a dudas, es la que más llama la atención: los americanos disparando a
partir de los ferrocarriles en marcha por mero goce a los búfalos, el animal sagrado de los indios
sacrificado únicamente para soporte. Frente a esto, pienso que no hace falta mencionar quien vuelve a
ser otra vez el salvaje y quien el civilizado.
Actualmente, la reacción del ser humano blanco, de las personas, poco cambió al respecto y, en
algunas ocasiones, más bien ha empeorado. Referente a las mejoras obtenidas a partir del instante de
escritura de la carta tenemos la posibilidad de resaltar el testimonio Mundial de Derechos Humanos
(1948), el testimonio Mundial de Derechos de los Animales (1978) o el testimonio de Derechos de
Pueblos Nativos (2007). No obstante, seguimos con la creencia de que somos el centro del cosmos,
nos tratan de hacer ver que todo gira a nuestro entorno y que tenemos la posibilidad de hacer lo cual
nos dé la gana con el mundo, si con ello obtenemos cualquier beneficio, claro está. Aparentemente,
respetamos la independencia de los pueblos, empero en la práctica acabamos imponiéndoselo casi
todo, nuestros propios sistemas políticos, sociales y, más que nada, económicos. La globalización nos
está llevando cada vez más a una unificación homogeneizada, a la cual debemos colocar freno lo más
veloz viable, previo a que así sea tarde. Referente a naturaleza se trata, reforestamos bosques y
limpiamos ríos y océanos, a medida que nos vamos a las naciones del Tercer Mundo y destrozamos
todos sus recursos. Secundamos políticas de recuperación del medioambiente, empero talamos el
Amazonas para lograr folios donde poder firmar estos convenios, sobreexplotamos minas y, frente a
todo, humanos, para lograr sustraer metales bellos en el África negra que después luciremos en
nuestros propios dedos. En lugar de impulsar la producción de electricidad desde la energía eólica o
solar, le prestamos ayuda para evadir el cierre de las centrales nucleares. Firmamos el Protocolo de
Kioto, sin embargo sencillamente nos quedamos en aquello, en la firma, ya que en el momento de
ponerlo en práctica parece olvidársenos.
Por esto, al igual que he hablado en otros casos una vez que me he referido al consumismo, todos
juntos tenemos la posibilidad de encarar al ansia destructivo de los gobiernos recientes y proteger eso
que realmente nos da la vida y nos circunda. La naturaleza está en nuestras propias manos, no para
oprimirla o arrasarla, sino para protegerla, ayudarla y preservarla, ya que como bien dijo Seattle todos
formamos parte de la naturaleza.
Finalmente, me agradaría concluir con las mismas palabras con las que acaba el líder indio Seattle en
su carta, debido a que considero que, aun cuando haya pasado bastante más de siglo y medio de estas
frases, seguimos estando en una situación semejante, por el momento no solo a grado indio, sino, en
esta situación, en todo el mundo:
“La vida ha culminado. Ahora comienza la supervivencia.”

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