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Mtra. María B.

Olivia Martínez Torres

EL CONTADOR Y LOS RECURSOS HUMANOS

La concepción de la contabilidad ha sufrido diversas transformaciones a lo largo del


tiempo, en sus inicios se entendía como un instrumento destinado a servir de recordatorio
histórico de las operaciones o actividades pasadas, con su registro en los libros de la entidad
(diario, mayor y balance).

En la actualidad, la disciplina contable ha tenido que renovar y cambiar sus prácticas


profesionales para entrar a un nuevo mundo y a un nuevo concepto de acuerdo con las exigencias
de la globalización y el avance económico. Eso implica conocer y aplicar nuevas estrategias que
permitan demostrar el mejor camino frente a una dificultad financiera sin sobrepasar los
principios normativos, dando paso así a la contabilidad creativa.

Ahora, los contadores son personas encargadas del manejo y la administración de


empresas, y con la información que poseen, orientan a los directivos para la toma de decisiones
además de generar compromisos consigo mismos y con la sociedad, en tanto que su función es
satisfacer las necesidades de información que pueden tener todos los grupos sociales vinculados a
una economía determinada, cuyo ámbito de aplicación es el conocimiento, pasado, presente y
futuro de la realidad económica y financiera de cada empresa para la que trabajen.

En ese contexto variable, desde hace casi cuatro décadas, la investigación en contabilidad empezó
a interesarse por un factor productivo que hasta entonces había pasado casi desapercibido: los
recursos humanos.

Los investigadores se encontraron con que la contabilidad tradicional no proporcionaba


información sobre uno de los activos más importantes de la empresa. Los tiempos habían
cambiado, y con ellos el papel de los recursos humanos en la función productiva y gerencial. Fue
a partir de los años noventa, de la mano de la contabilidad, la economía y la dirección estratégica,
que tomó fuerza un nuevo concepto: el capital intelectual.

Una parte integral de este novedoso concepto es el capital humano, acerca del cual ha
existido un constante interés por parte de los diferentes agentes económicos y académicos
enfocados al entendimiento de los recursos humanos y su importancia en la cadena productiva.

Dicho concepto en los últimos años ha tomado gran relevancia, y existe ya consenso en
entender como capital intelectual, al material intelectual (conocimiento, información, propiedad
intelectual y experiencia) que puede ser utilizado para crear valor. Esto no hace sino reforzar la
importancia de proporcionar datos sobre los recursos intangibles tanto a los inversores,
entidades financieras, etc., como a los directivos implicados en la gestión de los mismos.

De esta manera, si el sistema de contabilidad y control de gestión es esencial para controlar una
empresa, este debe ser adaptado para dar cabida a todos aquellos elementos inmateriales que
pueden suponer una ventaja competitiva para la empresa, es decir al capital intelectual.

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En ese sentido, estaríamos hablando de un nuevo sistema contable que deberá permitir
identificar los elementos intangibles y sus interrelaciones, de modo que pueda inducirse su
creación y transformación. Para ello será indispensable la evaluación y la valoración de dichos
elementos.

Es así como las cambiantes condiciones empresariales han impulsado tanto la investigación como
la aplicación práctica del nuevo concepto, igual que ocurrió con la contabilidad de recursos
humanos. Son ahora los organismos reguladores, los únicos en no reconocer la importancia que
tiene en las actuales circunstancias una adecuada medición y gestión del capital intelectual.

En general, el capital intelectual se ha desglosado en tres partes o categorías interrelacionadas


para determinar su relevancia:

a) Capital humano: es el conjunto de recursos intangibles que poseen los miembros de la


organización. Estos recursos pueden ser de tres tipos: competencias (conocimientos,
aptitudes, habilidades y saber cómo (know-how); además de la actitud (motivación,
capacidad de liderazgo) y la agilidad intelectual (habilidad de los miembros de la
organización para lograr la innovación e iniciativa empresarial, la capacidad de
adaptación y la creación de sinergias, entre otras cosas).

b) Capital relacional: es el valor que tiene para la organización el conjunto de relaciones que
mantiene con su entorno (derivado de proveedores, clientes, poderes públicos,
asociaciones de consumidores, agentes sociales, etcétera).

c) Capital estructural u organizacional: es el capital tecnológico (procesos de producción,


nuevas fábricas, nuevos productos, reingeniería, I+D y todas las formas de propiedad
intelectual poseídas por la empresa); y el capital relativo a la infraestructura de la
empresa (sistemas de funcionamiento organizacional, cultura organizacional, procesos de
gestión, sistemas de información, etc.). Este capital estructural es propiedad de la
empresa.

Es importante señalar que el modelo actual de contabilidad financiera no proporciona


información sobre el capital intelectual, además de que trata como gastos del período las
inversiones en intangibles, aun cuando pueden estar correlacionados con ingresos futuros. Esto
supone que el activo crítico para el éxito en el próximo siglo, el conocimiento, no se reconoce en
muchas empresas y, en consecuencia, no se gestiona adecuadamente.

Es por eso que a pesar de los recientes avances en la regulación de los intangibles grandes rubros
de dichos recursos no son reconocidos como activos susceptibles de figurar en el balance.

Esto obedece a criterios estrictos que no permiten por ejemplo, incluir formación, publicidad,
relaciones con los clientes, capital humano, capital estructural, etc., es decir, gran parte de las

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categorías del capital intelectual no pueden ser, de acuerdo con las normas contables
internacionalmente reconocidas.

Finalmente, hay que destacar que, la contabilidad solo estará completa al integrar al capital
humano en un sistema que incluya todos los elementos intangibles de la empresa y las
interrelaciones que consiguen aumentar su valor, para así asegurar la supervivencia y el
crecimiento de la misma.

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