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El documento describe cómo cuando un lobo pierde una pelea con otro lobo, ofrece su yugular en señal de rendición. Sorprendentemente, el lobo ganador se paraliza y no mata al perdedor, posiblemente debido a un mecanismo en su ADN que prioriza la supervivencia de la especie sobre el placer de eliminar al oponente. Esto demuestra la maravillosa instinto de los lobos que les permite resolver disputas sin que haya un vencedor o vencido, permitiendo que ambos lobos se separen y la vida contin
El documento describe cómo cuando un lobo pierde una pelea con otro lobo, ofrece su yugular en señal de rendición. Sorprendentemente, el lobo ganador se paraliza y no mata al perdedor, posiblemente debido a un mecanismo en su ADN que prioriza la supervivencia de la especie sobre el placer de eliminar al oponente. Esto demuestra la maravillosa instinto de los lobos que les permite resolver disputas sin que haya un vencedor o vencido, permitiendo que ambos lobos se separen y la vida contin
El documento describe cómo cuando un lobo pierde una pelea con otro lobo, ofrece su yugular en señal de rendición. Sorprendentemente, el lobo ganador se paraliza y no mata al perdedor, posiblemente debido a un mecanismo en su ADN que prioriza la supervivencia de la especie sobre el placer de eliminar al oponente. Esto demuestra la maravillosa instinto de los lobos que les permite resolver disputas sin que haya un vencedor o vencido, permitiendo que ambos lobos se separen y la vida contin
Cuando un lobo va perdiendo la pelea con otro lobo, y entiende que
ya no tiene posibilidades de ganar, el lobo perdedor ofrece apaciblemente «la yugular» al oponente como si dijera: "perdí, acabemos con esto de una vez".
Sin embargo, en ese momento tiene lugar lo increíble. El lobo
ganador inexplicablemente se paraliza, una fuerza milenaria le impide matar al que desde la humildad reconoce la derrota.
Algún mecanismo primario incrustado en el ADN o más allá de él
se dispara en el lobo ganador y le recuerda, que la especie es más importante que el placer de eliminar al contrincante.
¡QUÉ MARAVILLOSA RELOJERÍA INSTINTIVA!
Nadie llamaría «cobarde» al lobo que se entrega, ni
«conmiserativo» al que se paraliza, simplemente el milagro ocurre.
"NI VENCEDOR NI VENCIDO, AMBOS LOBOS SE ALEJAN Y LA