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Lecturas

Benedict Anderson
19 La nación, la nacionalidad, el nacionalismo, son términos que han resultado
notoriamente difíciles de definir, 20 Hugh Seton-Watson, Me veo impulsado a concluir así
que no puede elaborarse ninguna 'definición científica' de la nación; pero el fenómeno ha
existido y existe. 21 Mi punto de partida es la afirmación de que la nacionalidad, o la
"calidad de nación" , al igual que el nacionalismo, son artefactos culturales de una clase
particular. 22 definición operativa de nación. Me parece que se faci litarían las cosas si
tratáramos el nacionalismo en la misma categoría que el "parentesco" y la "religión", no en
la del "liberalismo" o el "fascismo". 23 Así pues, con un espíritu antropológico propongo la
definición siguiente de la nación: una comunidad política imaginada como inherentemente
limitada y soberana. Es imaginada porque aun los miembros de la nación más pequeña no
conocerán jamás a la mayoría de sus compatriotas, no los verán ni oirán siquiera hablar de
ellos, pero en la mente de cada uno vive la imagen de su comunión. 24 Las comunidades no
deben distinguirse por su falsedad o legitimidad, sino por el estilo con el que son
imaginadas. La nación se imagina limitada porque incluso la mayor 25 de ellas, que
alberga tal vez a mil millones de seres humanos vivos, tiene fronteras finitas, aunque
elásticas, más allá de las cuales se encuentran otras naciones. Nin guna nación se imagina
con las dimensiones de la humanidad. Se imagina soberana porque el concepto nació en
una época en que la Ilustración y la Revolución estaban destruyendo la legitimidad del
reino dinástico jerárquico, divinamente ordenado.
Se imagina como comunidad porque, independientemente de la desigualdad y la
explotación que en efecto puedan prevalecer en cada caso, la nación se concibe siempre
como un compañerismo profundo, horizontal. En última instancia, es esta fraternidad la que
ha permitido, durante los últimos dos siglos, que tantos millones de personas maten y, sobre
todo, estén dispuestas a morir por imaginaciones tan limitadas.
72 Estas lenguas impresas echaron las bases de la conciencia nacional en tres formas
distintas. En primer lugar y sobre todo, crearon campos unificados de intercambio y
comunicaciones por debajo del latín y por encima de las lenguas vernáculas habladas.
77 En primer lugar, ya pensemos en Brasil, en los Esta dos Unidos o las antiguas colonias
de España, la lengua no era un elemento que los diferenciara de sus respectivas metrópolis
imperiales. Todos ellos, incluidos los Estados Unidos, eran Estados criollos, formados y
dirigidos por personas que compartían una lengua y una ascendencia comunes con aquellos
contra quienes luchaban. Criollo: persona de ascendencia europea pura (por lo menos en
teoría), pero nacida en América (y por una extensión posterior, en cualquier lugar fuera de
Europa).
78 Por lo menos en Sudamérica y Centroamérica, las "clases medias" de estilo europeo eran
todavía insignificantes a fines del siglo XVIII. Tampoco había mucho de intelligentsia.
Porque "en aquellos tranquilos días coloniales pocas lecturas interrumpían el ritmo calmado
y snob de las vidas de los hombres". La información disponible indica claramente que los
grandes terratenientes mantenían el liderazgo, aliados a un número mucho menor dé
comerciantes y a diversos tipos de profesionales (abogados, militares, funcionarios locales
y provinciales).
Lejos de tratar de "llevar a las clases bajas a la vida política", uno de los factores decisivos
que impulsaron inicialmente el movimiento para la independencia de Madrid, en casos tan
importantes como los de Venezuela, México y Perú, era el temor a las movilizaciones
políticas de la "clase baja", como los levantamientos de los indios o los esclavos negros.
79 En Venezuela —en realidad por todo el Caribe español—, los hacen dados se opusieron
a la ley y buscaron su suspensión en 1794". 7 8 El propio Libertador Bolívar opinó en
alguna ocasión que una rebelión negra era "mil veces peor que una invasión española".
Tampoco deberíamos olvidar que muchos dirigentes del movimiento de independencia de
las Trece Colonias eran magnates agrarios propietarios de esclavos. El mismo Thomas
Jefferson era uno de los plantadores de Virginia que en el decenio de 1770 se indignaron
ante la proclama del gobernador leal a la Corona que liberaba a los esclavos que 80 se
rebelaran contra sus amos sediciosos. Sin embargo, fueron movimientos de independencia
nacional. Bolívar cambió de opinión acerca de los es clavos, se rebelaran contra sus amos
sediciosos. 10 12 y su compañero de lucha, San Martín, decretó en 1821 que "en lo futuro,
los aborígenes no serán llamados indios ni nativos; son hijos y ciudadanos del Perú, y serán
conocidos como peruanos". (Podríamos añadir: a pesar de que el capitalismo impreso no
había llegado todavía a estos analfabetos.)
Momento de los criollos. Idea de la conservación del orden (como responsabilidad de
militares). 81 Éste es entonces el enigma: ¿por qué fueron precisa mente las comunidades
criollas las que concibieron en época tan temprana la idea de su nacionalidad, mucho antes
que la mayor parte de Europa? ¿Por qué produjeron tales provincias coloniales, que de
ordinario albergaban grandes poblaciones de oprimidos que no hablaban es pañol, criollos
que conscientemente redefinían a estas poblaciones como connacionales? ¿Ya España, a la
que estaban ligados en tantos sentidos, como a un enemigo extranjero? ¿Por qué el Imperio
hispanoamericano, que había persistido tranquilamente durante casi tres siglos, se
fragmentó de repente en 18 Estados distintos?
Los dos factores más comúnmente aducidos en la explicación son el fortalecimiento del
control de Madrid y la difusión de las ideas liberalizadoras de la Ilustración en la segunda
mitad del siglo XVIII. No hay duda de que las políticas aplicadas por el competente
"déspota ilustrado" Carlos III (reinó de 1759 a 1788) frustraron, irritaron y alarmaron cada
vez más a las clases altas criollas. En lo que se ha llamado a veces irónica mente la segunda
conquista de América, Madrid impuso nuevos gravámenes, incrementó la eficiencia de su
recaudación, hizo efectivos los monopolios comerciales metropolitanos, restringió el
comercio intrahemisférico en su propio provecho, centralizó las jerarquías administrativas y
promovió una fuerte inmigración de peninsulares.
82 En ninguna parte, fuera de Brasil, se hacía un intento serio por recrear el principio
dinástico en las Américas; incluso en Brasil, es probable que tal recreación no hubiese sido
posible sin la inmigración, en 1808, del propio monarca portugués que huía de Napoleón.
83 La configuración original de las unidades administrativas americanas era hasta cierto
punto arbitraria y fortuita, marcando los límites espaciales de conquistas militares
particulares. 84 Pero a través del tiempo desarrollaron una realidad más firme bajo la
influencia de factores geo gráficos, políticos y económicos. La misma vastedad del imperio
hispanoamericano, la diversidad enorme de sus suelos y sus climas, y sobre todo, la
dificultad inmensa de las comunicaciones en una época preindustrial, tendían a dar a estas
unidades un carácter autónomo. (En la época colonial, el viaje por mar de Buenos Aires a
Acapulco tardaba cuatro meses, y el viaje de regreso, más aún; el viaje por tierra de Buenos
Aires a Santiago du raba normalmente dos meses, y a Cartagena nueve.) Además, las
políticas comerciales de Madrid convertían las unidades administrativas en zonas
económicas separadas. 85 Para entender cómo las unidades administrativas pudieron llegar
a ser concebidas a través del tiempo como patrias, no sólo en las Américas sino también en
otras partes del mundo, debemos examinar las formas en que los organismos
administrativos crean un significado. El antropólogo Víctor Turner ha escrito
luminosamente acerca del "viaje", entre épocas, posiciones y lugares, como una experiencia
que crea significados. 87 para nuestros propósitos actuales, los ejemplos más importantes
son los diferentes viajes creados por el ascenso de las monarquías absolutas y,
eventualmente, los Estados imperiales, centrados en Europa, que abarcaban el mundo. El
impulso interior del absolutismo era la creación de un aparato de poder unificado,
controlado directamente por el gobernante 88 —y leal a él— contra una nobleza feudal
particularista y descentralizada. La unificación significaba el intercambio interno de
hombres y documentos.
89 Y en su viaje de ascenso en espiral encuentra como compañeros de viaje ansiosos a sus
colegas funcionarios, provenientes de lugares y familias de los que apenas ha oído hablar y
seguramente espera no tener que visitar jamás. Pero al tenerlos como compañeros de viaje,
surge una conciencia de conexión ("¿Por qué estamos [...] aquí [...] juntos?"), sobre todo
cuando todos comparten una lengua de Estado. Luego, si el funcionario A, proveniente de
la provincia B, administra la provincia C, mientras que el funcionario D, proveniente de la
provincia C, administra la provincia B —una situación que el absolutismo empieza a hacer
probable—, esa experiencia de la posibilidad de intercambio requiere su propia explicación:
la ideología del absolutismo, elaborada por los hombres nuevos y por el soberano.
90 Además, las peregrinaciones de los funcionarios criollos no sólo estaban 91 obstruidas
en sentido vertical. Si los funcionarios peninsulares podían viajar de Zaragoza a Cartagena,
Madrid, Lima y de nuevo a Madrid, el criollo "mexica no" o "chileno" servía únicamente en
los territorios de México o del Chile coloniales: su movimiento lateral estaba tan
constreñido como su ascenso vertical. En esta forma, la cúspide de su ascenso en espiral, el
más ele vado centro administrativo al que podría ser asignado, era la capital de la unidad
administrativa imperial en la que se encontraba. Pero en este peregrinaje obstruido
encontraba compañeros de viaje que llegaban a sentir que su camaradería se basaba no sólo
en esa peregrinación particular sino en la fatalidad compartida del nacimiento
transatlántico. Aunque hubiese nacido a la semana de la migración de su padre, el accidente
del nacimiento en las Américas lo condenaba a la subordi 92 nación, aunque en términos de
lengua, religión, ascendencia o maneras fuese en gran medida indistinguible del español
peninsular. No había nada que hacer al res pecto: irremediablemente era criollo.
Desde el punto de vista del soberano, los criollos americanos, cuyo número crecía de
continuo, al igual que su arraigo local con cada nueva gene ración, planteaban un problema
político sin precedente en la historia. Por primera ocasión, las metrópolis tenían que
afrontar un número enorme —para esa época— de "compatriotas europeos" (más de 3 000
000 en las Américas españolas para 1800) muy lejos de Europa. Si los indígenas podían ser
conquistados por las armas y las enfermedades, y controlados por los misterios del 93 En
otras palabras, los criollos disponían en principio de los medios políticos, culturales y
militares necesarios para hacerse valer por sí mismos. Constituían a la vez una comunidad
colonial y una clase privilegiada. Habrían de ser económicamente sometidos y explotados,
pero también eran esenciales para la estabilidad del imperio. 96 Además, eran ámbitos que,
con sus conflictos entre los peninsulares y los criollos, precedieron a la aparición de las
conciencias nacionales americanas a fines del siglo XVIII. Las peregrinaciones virreinales,
llenas de obstácu los, no tuvieron consecuencias decisivas mientras su al cance territorial no
pudiera imaginarse como una na ción, es decir, mientras no llegara el capitalismo impreso.
El uso de la imprenta se extendió muy pronto a la Nueva España, pero durante dos siglos
permaneció bajo el control estricto de la Corona y la Iglesia.

Tomás Pérez Vejo


7 En épocas anteriores el término nación había sido usado en un sentido biológico para
referirse al origen o descendencia de alguien, sin ninguna connotación sociopolítica; sólo a
partir del siglo XVIII comienza a tener un significado político y globalizador, que se
transformará en predominante en el XIX. Final mente la nación ha llegado a convertirse en
la piedra angular sobre la que se construyen la mayor parte de nuestras percepciones
sociales y mitos colectivos; la trama sobre la que se te je la estructura social, cultural y
política del mundo; la forma primordial, y excluyente, de identidad colectiva; además de la
principal, si no única, fuente de legitimación del poder político. 8 la existencia de la nación
como base de la organización de las sociedades humanas, "como producto social con
capacidad para imponerse, con su peso objetivado, a las decisiones aisladas de los hombres
y aun, en muchos casos, a las mismas decisiones colectivas" raramente sea puesta en
cuestión. Se discutirá sobre si tal o cual comunidad reúne requisitos suficientes (lengua,
raza, cultura, tamaño, población, etc.) para ser considerada como nación, pero no sobre la
existencia de tales entidades, sujetos privilegiados de la vida colectiva, cuyo destino
manifiesto sería la configuración como Estados.
La nación se dibuja en el horizonte mental del hombre moderno como una realidad
insoslayable que configura y de 9 termina todos los aspectos de la vida colectiva, y no sólo
los políticos. Se hablará de un arte nacional, una literatura nacional, un carácter nacional e,
incluso, hasta de un alma nacional; de tal forma que el ser miembro de una nación pp.re ce
haberse convertido en una necesidad ontológica. 10 Para conseguir su libertad y
autorrealización, los hombres deben de identificarse con una nación; las naciones sólo
pueden realizarse plenamente dentro de sus propios Estados; la lealtad hacia el Estado-
nación se impone sobre otras lealtades; y la principal condición de la libertad y la armonía
globales consiste en el fortalecimiento del Estado-nación.
11 Siguen generalmente una lógica acumulativa, en la que la existencia de la nación
vendría determinada por la suma de una serie de principios: territorio, etnia, lengua, cultura,
tradición, etc. El problema radica en que esta acumulación de condiciones no supone, en la
práctica, un índice de nacionalidad creciente. Grandes naciones históricas reúnen muy
pocos de estos criterios, mientras que otros espacios geográficos que poseen un gran
número de ellos nunca han sido considerados como naciones, ni siquiera por sus propios
habitantes. De hecho, todos los intentos de determinar bases objetivas para definir el
concepto de nación (lengua, raza, cultura, etc.) han fracasado, al encontrar se siempre
numerosas colectividades que, a pesar de encajar en tales definiciones, no podían ser
consideradas como naciones; y viceversa, colectividades que, no cumpliendo alguno o la
mayor parte de estos requisitos, poseen un claro sentimiento de nación. A pesar de que las
naciones sólo surgen cuando ciertos lazos objetivos -descendencia común, territorio,
lengua, entidad política, costumbres, tradiciones y reliión delimitan a un grupo social, muy
pocas poseen todos, y, lo que es más importante, ninguno de ellos es esencial a la existencia
o definición de la nación. Lo que tiene como consecuencia la imposibilidad práctica de
definir la nación como una entidad objetiva.
12 Se trataría de concebir la nación, no como una realidad objetiva y objetivable, sino como
una representación simbólica e imaginaria, como algo perteneciente, fundamental mente al
mundo de la conciencia de los actores sociales punto de partida sobre el que parece abrirse
paso un cierto consenso entre los estudiosos del tema.
17 Las naciones no son realidades objetivas, sino invenciones colectivas; no el fruto de una
larga evolución histórica, sino el resultado de una relativamente rápida invención histórica.
Invención histórica que recurre a datos objetivos, rasgos diferenciadores preexistentes, pero
que, a pesar de su existencia previa, pueden dar lugar o no a una conciencia nacional . Las
naciones no nacen, sino que se crean o, mejor, se inventan. E n esa metáfora de cuerpo
construido en que des cansa la idea de lo nacional, la voluntad cuenta más que la
conciencia, y los mitos, las costumbres, las lenguas, la historia, etc. sólo adquieren poder
por la repetición, la difusión y, en definitiva, la construcción.
Pero no todas las invenciones/construcciones de naciones son iguales. 20 El nacimiento de
una identidad nacional cualquiera es el resultado de un proceso de socialización mediante el
cual los individuos aceptan una serie de normas y valores como propios y los interiorizan
como cauce de todo su comportamiento social; el fruto de una determinada coerción
ideológica. Este proceso puede seguir vías y formas diversas. La que se ejerce a la sombra
de un Estado ya existente, tutelada y promovida por éste como legitimación de su poder 21
que se hace e n contra del Estado existente, por grupo s con una cierta capacidad de poder ,
aunque no se a el estatal , que entran en competencia con éste.
23 La coerción ideológica, elemento básico de toda construcción nacional, va a centrarse en
el desarrollo de una 23 identidad nacional homogénea, capaz de legitimar el lugar del
Estado como defensor y garante de dicha comunidad. Una comunidad lingüística, religiosa
e ideológicamente homogénea ofrecía muchas ventajas a los gobernantes: era más fácil que
se identificase con su Estado, había más probabilidades de que, considerándose con un
origen común, se unieran en la lucha contra un enemigo exterior, y, sobre todo, legitimaba
el propio ejercicio del poder por parte del Estado. Los grandes Estados homogeneizaron
repetidamente la población y las minorías fueron presionadas hasta conseguir su
integración dentro de la comunidad nacional. 25 En definitiva, toda comunidad local era,
antes de ser asimilada por el Estado, una entidad o cultura diferenciada posible, una nación
posible, rival de la que se estaba construyendo.
Enrique Ayala M.
Las independencias de Iberoamérica no fueron solo revueltas locales, actos puntuales,
batallas específicas. Fueron procesos complejos que se desarrollaron por varios años. En
Am. Del Sur, se iniciaron con la formación de juntas de autogobierno a fines de la primera
década del siglo XIX. Continuaron con la creación de autoridades coloniales y la
radicalización de los líderes patriotas. Las juntas en Pamplona, La Paz, Quito, Cartagena,
Buenos Aires, Socorro, Bogotá abrieron un proceso que llevaría a las independencias de
casi todas las antiguas colonias ibéricas de América. Fueron el punto de partida que
culminó con el inicio de la construcción de estados nacionales en A.L.
En 1809 se abrió un proceso político, que se inició con reclamos de autonomía y
juramentos de lealtad al rey ausente, que en unos años culminó con la ruptura del vínculo
colonial. 3 las independencias americanas, salvo la mexicana de 1810 se iniciaron con
pronunciamientos protagonizados por las élites.
Los estados de américa latina surgidos de la independencia son ya viejos. América fue más
bien pionera en haber sido el escenario de las tres primeras revoluciones anticoloniales:
EUA, la de Haití y la de las colonias españolas. Como Anderson lo reconoce “fueron
históricamente los primeros ejemplos de ese tipo de Estados en aparecer en el escenario
mundial”. Se formaron luego del surgimiento de los estados independientes, en buena parte
gracias a la acción expresa de esos estados, que generaron la nación a su medida. Fueron
los estados los forjadores de las naciones y no al revés, aunque no partieron de nada. Las
élites que dominaron los nuevos países tomaron elementos culturales y políticos del pasado
para integrar los imaginarios nacionales, entre ellos, los procesos fundacionales de las
independencias con sus gestas y héroes. Los procesos independentistas fuero la ocasión
para que se acelerara la historia y se precipitara el surgimiento de las naciones en ambos
lados del Atlántico. Los protagonistas del proceso empezaron a invocar a la nación como
un cuerpo social, sujeto de la soberanía, que fue asumiéndose conforme se patentizó la
traición al rey.
Las independencias fueron ante todos, movimientos liderados por sectores dominantes
criollos que trataban de apoderarse del poder político. Pero para triunfar, necesitaron la
movilización de sectores subalternos que se incorporaron a los procesos con expectativas de
cambios sociales y económicos, como la eliminación de la esclavitud, el reparto de la tierra
o la liberación de trabas a la artesanía y el pequeño comercio. Esa movilización aceleró la
dislocación de las sociedades tradicionales y volvió más complejo el tránsito de colonias a
Estados independientes.
No se implantó el modelo republicano ideal. Los nuevos estados adoptaron regímenes de
república monárquica o monarquía republicana. La cuestión fundamental, una vez obtenida
la independencia, más allá de la adopción del régimen republicano o monárquico, fue
preservar el poder y la estructura social, mantener el orden y la propiedad. Tarea
fundamental de los nuevos estados fue desmovilizar a las masas y asegurarse de que en los
regímenes recién establecidos se diera modos de conservar el poder de los señores de la
tierra y mantener parcialmente la esclavitud. Los nuevos estados fueron limitados,
mantuvieron continuidades coloniales y restringieron la ciudadanía

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