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Pero tú, como todo ser humano, a veces tienes miedo: miedo de vivir
o de envejecer; le tienes miedo a la enfermedad, a la soledad y al
sufrimiento; a ser separado de los que amas; a perder el control de las
situaciones; tienes miedo a comprometerte, a equivocarte, a ser
rechazado; le tienes miedo a perder tu trabajo… incluso tienes miedo
del éxito y sus consecuencias; le temes al presente y casi a cualquier
incierto futuro ya que, a veces, como Job, reconoces que “si tengo
miedo de una cosa, me sucede, y lo que temo me sobreviene” [6]
… pero sobre todo tienes miedo de morir… porque, aunque vives en
un mundo hiperconectado, has perdido el sabor de la fraternidad, y
demasiadas veces has visto cómo tus sueños se rompían en pedazos.
Seas quien seas, por mucho miedo que paralice tu corazón, para
perseverar en medio de las dificultades necesitas tener confianza y
ser humilde. Pon en Dios tu confianza; confía en Aquel que te dice:
"No tengas miedo, no temas”… Aquel que quiere para ti lo mejor y
te ama sin condiciones [12]… Aquel que puede ofrecerte, fidelidad,
sentido, futuro y una vida plena… Aquel que camina a tu lado y te
reconforta repitiéndote una y otra vez: “No temas, porque yo estoy
contigo; no te angusties, pues yo soy tu Dios; yo te fortalezco, te
auxilio y te sostengo" [13]. Tú nunca olvides que, a pesar de los
fracasos, eres invitado con insistencia a asumir la responsabilidad de
la historia, a luchar por transformar el mundo con coraje y confianza, a
caminar hacia un futuro lleno de esperanza.
Ponte siempre al lado del que está caído en el camino [15], sin que
importe si es de aquí o es de allá… y verás cómo el amor rompe las
cadenas que aíslan y separan, para construir en su lugar puentes que
saben de compasión y dignidad…
Mikel Pereira
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[12] “El Señor, un Dios clemente y compasivo, lleno de amor y fiel” (Éxodo 34, 6).
“Os doy un mandamiento nuevo: Amaos los unos a los otros” (Juan 13, 34).
«Los últimos en general «practican esa solidaridad tan especial que existe
entre los que sufren, entre los pobres, y que nuestra civilización parece
haber olvidado, o al menos tiene muchas ganas de olvidar. Solidaridad es
una palabra que no cae bien siempre, yo diría que algunas veces la hemos
transformado en una mala palabra, haciendo que no se pueda decir; pero es
una palabra que expresa mucho más que algunos actos de generosidad
esporádicos. Es pensar y actuar en términos de comunidad, de prioridad de
la vida de todos sobre la apropiación de los bienes por parte de algunos.
También es luchar contra las causas estructurales de la pobreza... Es
enfrentar los destructores efectos del Imperio del dinero» (Francisco, Fratelli
tutti, 116).