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primeras palabras que quiero dirigir a cada uno de los jóvenes cristianos son: ¡Él vive y
te quiere vivo!
2. “Él está en ti, Él está contigo y nunca se va. Por más que te alejes, allí está el
Resucitado, llamándote y esperándote para volver a empezar. Cuando te sientas
avejentado por la tristeza, los rencores, los miedos, las dudas o los fracasos, Él estará
allí para devolverte la fuerza y la esperanza”.
118. “…Cristo, por amor, se entregó hasta el final para salvarte. Sus brazos abiertos en
la Cruz son el signo más precioso de un amigo capaz de llegar hasta el extremo:
«Él, que amó a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin» (Jn 13,1)”.
119. “Ese Cristo que nos salvó en la Cruz de nuestros pecados, con ese mismo poder de
su entrega total sigue salvándonos y rescatándonos hoy. Mira su Cruz, aférrate a Él,
déjate salvar…”.
132. “¿Buscas pasión? Como dice ese bello poema: ¡Enamórate! (o déjate enamorar),
porque «nada puede importar más que encontrar a Dios. Es decir, enamorarse de Él de
una manera definitiva y absoluta. Aquello de lo que te enamoras atrapa tu imaginación,
y acaba por ir dejando su huella en todo. Será lo que decida qué es lo que te saca de la
cama en la mañana, qué haces con tus atardeceres, en qué empleas tus fines de semana,
lo que lees, lo que conoces, lo que rompe tu corazón y lo que te sobrecoge de alegría y
gratitud. ¡Enamórate! ¡Permanece en el amor! Todo será de otra manera». [Pedro
Arrupe, Enamórate]…”.
250. “… fundamental es discernir y descubrir que lo que quiere Jesús de cada joven es
ante todo su amistad. Ese es el discernimiento fundamental. En el diálogo del Señor
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resucitado con su amigo Simón Pedro la gran pregunta era: «Simón, hijo de Juan, ¿me
amas?» (Jn 21,16). Es decir: ¿Me quieres como amigo?...”.
32. ”Es verdad que una tragedia global como la pandemia de Covid-19 despertó durante
un tiempo la consciencia de ser una comunidad mundial que navega en una misma
barca, donde el mal de uno perjudica a todos. Recordamos que nadie se salva solo, que
únicamente es posible salvarse juntos…”.
80. “Jesús propuso esta parábola [Lc 10,25-37] para responder a una pregunta: ¿Quién
es mi prójimo? La palabra “prójimo” en la sociedad de la época de Jesús solía indicar al
que es más cercano, próximo. Se entendía que la ayuda debía dirigirse en primer lugar
al que pertenece al propio grupo, a la propia raza. Un samaritano, para algunos judíos de
aquella época, era considerado un ser despreciable, impuro, y por lo tanto no se lo
incluía dentro de los seres cercanos a quienes se debía ayudar. El judío Jesús transforma
completamente este planteamiento: no nos invita a preguntarnos quiénes son los que
están cerca de nosotros, sino a volvernos nosotros cercanos, prójimos.
81. La propuesta es la de hacerse presentes ante el que necesita ayuda, sin importar si es
parte del propio círculo de pertenencia. En este caso, el samaritano fue quien se hizo
prójimo del judío herido. Para volverse cercano y presente, atravesó todas las barreras
culturales e históricas. La conclusión de Jesús es un pedido: «Tienes que ir y hacer lo
mismo» (Lc 10,37). Es decir, nos interpela a dejar de lado toda diferencia y, ante el
sufrimiento, volvernos cercanos a cualquiera. Entonces, ya no digo que tengo
“prójimos” a quienes debo ayudar, sino que me siento llamado a volverme yo un
prójimo de los otros.”
87. “Un ser humano está hecho de tal manera que no se realiza, no se desarrolla ni
puede encontrar su plenitud «si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás»
[Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución pastoral Gaudium et spes, sobre la
Iglesia en el mundo actual, 24]…”.
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272. “Los creyentes pensamos que, sin una apertura al Padre de todos, no habrá razones
sólidas y estables para el llamado a la fraternidad. Estamos convencidos de que «sólo
con esta conciencia de hijos que no son huérfanos podemos vivir en paz entre nosotros»
[ Francisco, Homilía durante la Santa Misa, Domus Sanctae Marthae (17 mayo de
2020)]. Porque «la razón, por sí sola, es capaz de aceptar la igualdad entre los hombres
y de establecer una convivencia cívica entre ellos, pero no consigue fundar la
hermandad» [Benedicto XVI, Carta Encíclica Caritas in veritate (29 junio 2009),
19: AAS 101 (2009), 655]”.