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EL JOCKEY CLUB: EL ÚLTIMO REDUCTO ARISTOCRÁTICO

Diario La Nación, 22 de Mayo de 2016

Fundado hace 133 años, el Jockey Club sigue funcionando como en sus inicios: solo admite
socios hombres, exige comportamiento de etiqueta, el ingreso está determinado por apellidos
y parentescos, y su membresía supone la pertenencia a una elite. A pesar de que algunos
miembros empezaron a pedir cambios tímidamente, el ala dura no cede. Radiografía de una
institución que se resiste a entrar en el siglo XXI.

Tiene miedo. A los 70 años, un socio vitalicio del Jockey Club reconoce que si habla de temas
internos o critica al club lo pueden sancionar. “Si digo que me gustaría que las mujeres fueran
aceptadas como socias me asesinan”, dice. Si lo dijera le darían vuelta la cara cada vez que pisa
Alvear, llevarían sus comentarios al Tribunal de Honor del Club y hasta podría cargar con una
suspensión. “Esté o no esté en el estatuto, es así”, asegura este abogado en su estudio de la
city porteña cuando la charla de casi dos horas se acerca al final. “No me nombres”, ordena.

El reglamento interno del Jockey es específico. Les exige a los socios que “ajusten sus
comportamientos o conductas a las normas impuestas por la cultura, los principios éticos y la
buena educación; en especial cuando se trate de conductas públicas o que tomen estado
público”. Y es contundente cuando señala que “se considerará falta grave toda actitud u
opinión que pueda desprestigiar a la institución u ocasionarle perjuicios morales o materiales”.

El reglamento y la tradición funcionan a la perfección. Poco se sabe del Jockey Club si no se es


socio. Para que una cuestión interna llegue a los medios o se haga pública, tiene que ser
demasiada escandalosa como para poder ocultarla. Como cuando a espaldas de los socios, la
Comisión Directiva planeó construir un estadio de lujo en el predio que el club tiene en el
partido de San Isidro o cuando un socio debió recurrir a la Defensoría del Pueblo de la Ciudad
para que reconocieran a su mujer como tal a partir de una unión civil y pese a no estar
casados.

(…) El Jockey no es un club que nuclea a jockeys ni fue creado por quienes montan caballos
pura sangre en las carreras de los hipódromos. Es un club que nació hace 133 años con dos
objetivos: fomentar la actividad del turf y crear un ámbito social para una elite porteña que
quería ver carreras con una organización ejemplar y en un entorno europeizado. Esta élite
estaba conformada por extranjeros, familias patricias y comerciantes enriquecidos. Querían
“un centro social de primer orden, similar a los mejores clubes europeos que todos ellos
habían conocido durante sus viaje por Francia e Inglaterra”. Así lo cuenta el Jockey Club en su
reseña institucional. Dentro de ese todos ellos hacen referencia al grupo de fundadores, donde
predominan ingleses, escoceses e irlandeses y sobresale Carlos Pellegrini, principal impulsor
del club y primer presidente de la institución.

(…) El Jockey Club solo admite hombres como socios. Solo pueden asociarse los familiares de
los socios o quien esté dispuesto a pagar la membresía más cara del país y no obtenga ninguna
objeción de sus afiliados. A la sede de Alvear solo se puede ir de traje y a algunos salones solo
si el traje se completa con una corbata.

(…) Se podría decir que el Jockey tiene su cabeza en la sede social de la avenida Alvear al 1300,
en el barrio de Recoleta, y su cuerpo en San Isidro, donde en 300 hectáreas suma el
hipódromo, el campo de deportes, una cancha de polo y dos de golf. Alvear surge de la compra
y unificación de dos mansiones suntuosas. Son cinco pisos y un subsuelo. En esa sede hay un
gimnasio, un salón para hacer esgrima, un cuadrilátero de boxeo, una pileta, una cancha de
squash y un baño turco. Pero lo que predomina son los salones para hacer sociales. Hay de
todo tipo y tamaño (…)

En la sede de Alvear, pero en una oficina que da a la calle Cerrito, toman las solicitudes de
nuevos socios (…) El hombre trajeado que atiende la oficina apoya un díptico sobre el
mostrador y deja al interesado a solas con la información. El díptico es una planilla de
inscripción y está dirigida al presidente del club. Tiene varios cuadros para que el aspirante
detalle datos personales, estudios y antecedentes laborales. En una nota al pie aclara que la
foto 4x4 debe ser tomada con saco y corbata. En la planilla también avisan que se necesitan
referencias de cinco socios con más de cinco años de antigüedad. Y en la contratara se advierte
que cualquier socio puede objetar la postulación y que la Comisión Directiva puede rechazar la
solicitud si en una votación secreta con bolillas blancas y negras al menos dos de sus 21
miembros le asignan al aspirante una bolilla negra.

Cuando ve que el díptico ya fue leído, el hombre se acerca sin que lo llamen. Trae una ficha
tamaño carta y la deja sobre el mostrador. En la hoja detalle cuota de ingreso, una tablita que
determina el valor de la cuota en función del parentesco que el aspirante pueda llegar a tener
con un socio y de la antigüedad de esa persona como miembro del club. Un hijo de un socio
con más de 40 años de antigüedad debe pagar el equivalente a ocho cuotas sociales de $2.900:
exactamente 23.200 (…)

¿Y si no tengo ningún pariente que sea socio?

-Pagás $500.000.

La familia Blaquier, del ingenio azucarero Ledesma; Juan Carlos Bagó, del laboratorio que lleva
su apellido, o Ricardo Cavanagh, del Banco Itaú son algunos de los empresarios que tienen una
participación activa en la vida social e institucional del club (…)

Más por una crisis financiera que por una vocación de abrir el club a la sociedad, la conducción
del Jockey decidió hacer una campaña para suscribir socios (…) En 2012, se salió a “cazar”
nuevos socios con valores accesibles para quienes tuviesen parentescos y con una cuota de
ingreso de $350.000 para quien no tuviera ningún familiar en el club. Ingresaron 1500 socios
en tres años, la mayoría jóvenes con algún familiar en el club. Hasta ese plan, la media de
ingresos anuales era de 150. Los nuevos ingresos le dieron algo de oxígeno al club, pero varios
socios empezaron a demostrar su descontento.

-Todavía hay apellidos importantes, pero hay mucha mezcla – considera uno de los socios.

(…) El Alvear “es un club de hombres”. Y Para el Jockey Club se es hombre a los 21 años. Para
el Jockey Club las mujeres de los socios son eso: “mujeres de socios”. No votan autoridades del
club y solo pueden ir al bistró o al comedor si están acompañadas de sus maridos.

Roberto Muller es licenciado en historia y puede enumerar sin confundirse todos los
presidentes que fueron socios con anterioridad a ejercer la presidencia: “Roca, Juárez Celman,
Pellegrini, Uriburu, Quintana, Roque Sáenz Peña, Victorino de la Plaza, Hipólito Yrigoyen,
Marcelo T. de Alvear, Agustín P. Justo, Marcelino Ortiz, Fernando de la Rúa y ahora Mauricio
Macri”. Trece presidentes, sin contar a los dictadores José Félix Uriburu y Agustín Lanusse.

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