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NOMBRES Y APELLIDOS: María Jesús Benavides Ordozgoite

PROFESIÓN U OCUPACIÓN: Ingeniero del Ambiente y de los recursos Naturales /


Coordinador de Sistemas Integrados de Gestión (ISO 9001:2015, ISO 14001:2015,
ISO 45001:2018)

CIUDAD/PAÍS: Barcelona / Venezuela


INTRODUCCIÓN:

De acuerdo con la Ley 1523 de 2012, la Gestión del riesgo de desastres es un proceso
social orientado a la formulación, ejecución, seguimiento y evaluación de políticas,
estrategias, planes, programas, regulaciones, instrumentos, medidas y acciones
permanentes para el conocimiento y la reducción del riesgo y para el manejo de
desastres, con el propósito explícito de contribuir a la seguridad, el bienestar, la
calidad de vida de las personas y al desarrollo sostenible.

El conocimiento de los métodos y la utilización de herramientas para una adecuada


gestión organizacional o comunitaria es indispensable al momento de fomentar un
pensamiento basado en riesgo que permita en muchas ocasiones prevenir y en otras,
mitigar o minimizar las consecuencias devastadoras que pueda generar la
materialización de un evento no deseado.

A continuación, se plantean definiciones básicas y conceptos claves a tener en cuenta


durante la implementación de un sistema de gestión de riesgos, aplicable a todo tipo
de contexto previamente analizado, en el que se integra una comunidad entera como
un grupo de colaboradores que trabajen en pro al desarrollo común y perdurable en
el tiempo; entendiendo así, la estrecha relación que existe entre los actos o acciones
que ejecuten los miembros de una organización y los desastres que potencialmente
puedan ocurrir en la naturaleza.
La gestión del riesgo, propiamente dicha, tuvo su origen hace algunos 30 años, por lo
que se puede decir que el concepto y lo que engloba es relativamente joven; no fue
hasta el periodo de los años 90, que constituyeron el Decenio de las Naciones Unidas
para la Reducción de los Desastres Naturales.

En sus inicios, el enfoque de la gestión del riesgo se centró en el estudio de los


fenómenos físicos, el reconocimiento de las amenazas y el mejoramiento técnico de
las respuestas a emergencias que pudieran desencadenarse en consecuencia de los
hechos.

En síntesis, la visión tradicional de la gestión del riesgo estaba centralizada en la


incapacidad de prevenir y controlar los desastres naturales, el concepto de que los
desastres eran concebidos por una “furia” de la naturaleza contra los seres humanos,
etc.

El concepto cambió y se expandió con el objetivo de reconocer que los resultados de


los desastres y catástrofes naturales son resultado la combinación entre una
probabilidad de que ocurra un evento no deseado y sus consecuencias; en tal sentido,
la vulnerabilidad de la sociedad y el desencadenamiento de los fenómenos naturales
y, de esta manera, enfatizar la prevención y mitigación y dejar un poco de lado las
acciones de corrección al evento ya materializado; estos son conocidos como factores
de riesgo (amenaza y vulnerabilidad).

Las amenazas pueden ser clasificadas en amenazas naturales, socio-naturales y


antrópicas.

Las amenazas naturales son aquellas que tienen su origen en la dinámica propia de
la tierra; las amenazas socio-naturales se expresan a través de fenómenos de la
naturaleza, pero con la intervención de la acción humana; y por último, las amenazas
antrópicas, que como su nombre lo indica son estrechamente relacionadas a la acción
humana sobre los elementos naturales o la población.

Las vulnerabilidades pueden ser ambientales (relacionada con la manera en la que


una comunidad explota los elementos de su entorno, lo que provoca que se debilite a
sí misma y al ecosistema), físicas (ubicación física de los asentamientos), económicas
(ausencia de recursos económicos de las comunidades, obligándolos a hacer un uso
inadecuado del suelo con materiales no acordes a las necesidades), sociales,
educativas (nivel de correspondencia que existe entre los recursos educativos que
reciben los miembros de la comunidad y las herramientas requeridas), políticas
(capacidad de una población o comunidad para influir sobre las decisiones que
puedan afectarla y la capacidad que tenga para negociar ante los agentes externos),
institucionales (politización, corrupción, burocracia y otros obstáculos formales, que
puedan impedir una adaptación adecuada de la comunidad a la realidad de un
ambiente constantemente cambiante y la oportunidad de respuesta de las
instituciones ante desastres) y relativas a la organización (capacidad de una
comunidad para organizarse y la acción de los líderes).

Además del riesgo, existe un concepto que hay que tener en cuenta, el de desastre,
el cual se define como un proceso, que por lo general es largo, de construcción de
condiciones de riesgo en la sociedad, esto ocurre en el momento en el que un
determinado evento demuestra el riesgo latente y lo transforma en un producto con
ciertas consecuencias relacionadas con pérdidas y daños. Se podría decir entonces
que los desastres son el resultado de los riesgos x la vulnerabilidad entre la
preparación.

Según la ISO 31000: 2018, la gestión del riesgo es iterativa y asiste a las
organizaciones a establecer su estrategia, lograr sus objetivos y tomar decisiones
informadas. La gestión del riesgo desde el enfoque de las normas ISO considera
principios de creación y protección del valor, un marco de referencia de liderazgo y
compromiso y procesos que se interrelacionan como un ciclo.

La ISO 31000:2018 supone un documento de apoyo que funciona como una


herramienta de valor con el objetivo de dar un marco de referencia para la gestión del
riesgo en todo tipo de organizaciones, cualquier tipo de actividades y aplicable a todo
contexto. El propósito es la creación y la protección del valor, mejorando el
desempeño de forma continua, fomentando innovaciones y contribuyendo al logro de
objetivos y metas propuestas.

Para que la gestión del riesgo sea eficaz, se requiere de ciertos elementos:

- Que sea una gestión integrada, es decir, que forme parte de toda la
organización.
- Que sea estructurada y exhaustiva, de esta forma los resultados serán
coherentes y comparables.
- Adaptada al contexto de la organización, tanto interno como externo.
- Inclusiva, en la que pueda participar de forma apropiada e inclusiva todas las
partes interesadas pertinentes.
- Dinámica, pues los riesgos no son estáticos, estos pueden cambiar o
desaparecer por completo dependiendo del contexto en el que se encuentre.
- Mejor información disponible, que constituyen las entradas a una adecuada
gestión del riesgo, esta debe ser histórica y actualizada y, de igual forma,
basada en expectativas.
- Factores humanos y culturales, pues influyen considerablemente en cada uno
de los aspectos de la gestión del riesgo y en cada una de sus etapas y niveles.
- Mejora continua, que como en todo sistema de gestión, es la guinda del pastel,
pues es el objetivo principal que se logra mediante el aprendizaje y las
experiencias conseguidas.

Todo esto es posible con una alta dirección y órganos de supervisión que lidere y
demuestre el compromiso adquirido para asegurar que la gestión del riesgo se
integre a todas las actividades desarrolladas por la organización, a partir de la
adaptación e implementación de los componentes del marco de referencia,
estableciendo una política que proporcione un enfoque y un plan para la acción de
la gestión del riesgo, que de igual forma asegure la asignación de los recursos
necesarios, así como la autoridad, responsabilidad y la obligación de rendir
cuentas en los niveles apropiados.

De esta manera, la organización podrá alinear la gestión del riesgo a sus propios
objetivos estratégicos y fomentar la creación de una cultura organizacional; así
mismo, podrá reconocer y abordar las obligaciones y los compromisos, entre otros
beneficios.

La gestión del riesgo debe ser considerada e integrada de cada estructura


organizacional y depende directamente del contexto en el que la misma se
encuentre, siendo responsabilidad de cada colaborador. Estas estructuras van a
diferir dependiendo del propósito, metas y complejidad de la organización.
CONCLUSIÓN:

La organización puede ser una empresa o una comunidad, un negocio o una


familia, un país entero o simplemente una ciudad, lo cierto es que la gestión del
riesgo es necesaria para la preparación de la respuesta ante potenciales desastres
por medio de acciones de control que nos permitan mitigar.

Para que la gestión del riesgo funcione y sea efectiva es necesaria la participación
y consecuente liderazgo de todos los niveles de la organización y de todos los
colaboradores que formen parte de esta; de igual forma, es necesario considerar
medidas de prevención, mitigación y preparación ante emergencias, que requieren
de elementos de información que comprendan eventos pasados, actuales y
potenciales.

El papel de las comunidades y sus líderes es especialmente importante, la


educación y toma de consciencia son aspectos que deben tomarse en cuenta
siempre que se pretenda gestionar de manera adecuada la vulnerabilidad y las
amenazas que puedan enfrentarse a la posibilidad de un desastre natural (a los
que todos estamos propensos).

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