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CEM
1
Otra vez los días se hacían más cortos y la oscuridad domina los relojes. Yo en la
misma rutina de siempre, la del despertador, del baño frio, la de abrir la heladera y
conseguir algo de lo que sobró de la noche anterior, en una triste imitación de
desayuno. La misma rutina que hace tiempo llevo haciendo y que me alimenta y
destruye a la vez.
La comisaria esa mañana estaba más agitada que de costumbre. El móvil 37 que
generalmente tomaba mate en la puerta hasta que alguien llamara por teléfono
anunciando algún ilícito, ya no estaba ahí y el revuelo detrás de las puertas de
madera era anormal.
Inmediatamente después de entrar me ordenan entrar a un móvil y dirigirme al
cine junto con un par de compañeros. Habían robado el viejo cine del pueblo, que
ahora era dirigido por el Sr. Costas, un tipo de como 60 años con una reputación
bastante comprometida para ser un pueblo patagónico. A mi punto de vista estaba
bastante loco. Y sus ideas anarquistas no me parecían llegar a ningún lado.
2
– “estos hijos de puta entraron por una ventana y se llevaron toda la recaudación
del fin de semana… como 30 mil mangos. ¡Lo tenían todo armado!” Dijo Costas
– “¡los hijos de puta estuvieron un rato largo acá! Mira como la rompieron!”
Como siempre hice, el primer lugar al que fui fue al borde del arroyo. La figura de
“borracho de pueblo” siempre me llamo la atención ya que según mi experiencia
eran capaces de hacer cualquier cosa.
En los últimos años estos personajes habían descendido en número
notablemente… y definitivamente estaban desapareciendo, ese día no encontré a
ninguno. Pensé “algo habré hecho…” y me prendí otro pucho.
3
Caminar me hace pensar, ¿será el golpeteo rítmico de mis pies contra el suelo lo
que hace moverse a las ideas? Lo cierto es que decidí ir a entrevistar a los
empleados de Costas, ya que por algún lado tenía que empezar.
Ya caminando a casa, la lluvia caía, lavaba mis pisadas, y era tan eterna como
siempre, de esa lluvia que nunca empieza y nunca para, la lluvia de otoño, que a
veces se cansa de ella misma y se hace nieve. Pensaba y caminaba. El flaco del
cine no me había mentido, tenía una coartada correcta y su lenguaje no verbal era
firme.
Hacia unos días había visto a un flaco raro en el pueblo. Definitivamente no era de
acá, cara de duende, un extraño gorro color café, una barba tipo chiva, y sus
ropas estilo yoga terminaban de estereotiparlo.
Me costó encontrar al flaco… sus hábitos eran extraños, y como estaba recién
llegado, no había mucha gente para preguntarles si lo habían visto o su dirección.
Recién por la tarde lo pude ver saliendo de una dietética.
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-“eh…. Yo ayer…. Estaba haciendo yoga.”
-“Arranque tipo… 7 de la tarde. Y habré terminado a eso de las 10. Me fui para el
centro a lo de una amiga cuando termine”
-“Solo.”
Era definitivo. Nadie lo conocía. Nadie lo había visto hasta las 10 y después
andaba caminando por el centro. El ES el ladrón.
En este punto no tenía suficientes pruebas, pero iban a aparecer con un par de
interrogatorios más, así que decidí ir al cuartel para contar que ya tenía un
sospechoso a mis superiores, y una vez terminado el trámite me fui a casa que a
la noche tenía una cita con la Gorda Contreras.
Mi cita con la gorda había terminado como planeaba, después de acabar se fue a
su casa. Yo me quede solo pensando en el caso y no podía dormir, me fui a dar
una caminata nocturna… a ver si podía atar unos cables sueltos.
Caminar en la noche es distinto, es hacerse uno con el silencio. De día el sol nos
aleja de nosotros mismos, pero de noche es cuando realmente nos podemos
encontrar. Somos eternos como el silencio y estamos hechos de él. Camine de
vuelta a casa por el medio del bosque y finalmente pude cerrar los ojos un rato.
Llegue a la estación, y vi otra vez revuelo. El pueblo ya era ciudad, pero mi inercia
verbal me impedía llamarlo de esa forma. Ni bien entre me grito el jefe.
Llegue a la casa, y ahí los vi, otra vez a Ramon Ortiz y Roberto Castillo, ya habían
llegado y estaban trabajando en el caso. Me miraban de manera extraña.
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-“Que quilombo se está volviendo tu ciudad”
-“Parece que acá los policías no están laburando bien, sino… esto no hubiera
pasado”
-“Igual… que raro que hayan matado al dueño del cine, ¿no? Me parece que esto
fue una venganza… o quizás sabía algo que no tenía que saber. “
(Silencio)
-“Encontré al posible ladrón del cine, es muy sospechoso. Quizás el dueño del
cine sabía quién era la persona que le había robado y quería hacer justicia por
mano propia.”
-“La justicia por mano propia está a la orden del día. ¿Quién es el sospechoso?”
-“el chino” un hippie que llego hace poco, nadie lo vio laburar desde que llego.
Paso un día desde que salí del cine, llueve. Me estoy quemando la cabeza con el
robo y el crimen. Al dueño del cine le encontraron un tiro de una 22. Mandaron a
hacer las pericias. Yo me camine todo el centro en búsqueda de algo, pero nada.
No se me cae una idea. Lo único que se me ocurre es comunicarme con los
detectives para ver que averiguaron. Ayer no pude dormir, y se me nota en mi
cuerpo. Mis manos tiemblan y mis ojos se me cierran. Siento debilidad general
pero los nervios me hacen moverme. No me puedo quedar quieto.
6
Por la tarde, después de comer volví a la comisaria y estaban esperándome. Me
dijeron que querían hablar con migo, pero fuera de la institución. Salimos en su
móvil, y me llevaron a las afueras del pueblo.
-¿Vos te pensás que te vas a poder ir así nomás? Estas hasta las manos flaco…
- No flaco, acá las cosas no son distintas. Te mandaste una cagada… vos te
pensás que nos vamos a morfar que los hippies andan cargados?
- ¡Los hippies y los borrachos son capaces de hacer cosas que ni se imaginan!
(Silencio)
- Miren… les puedo ofrecer 5 mil. Y eso es todo. No estoy solo en esta.
- Ahhh al final la señorita confiesa. Y encima nos quiere dar unas migajas. Flaco.
Estas jugado. No podes negociar… o perdés 20 lucas o perdés la libertad.
- Son unos hijos de puta! Lo sabía desde el momento que los vi.
7
- Me puse a pensar y era verdad, no tenía otra. Fuimos a buscar al departamento
la guita. Se las di… ellos se fueron a buscar al hippie para detenerlo.
¡Me habían cagado en mi propio juego!. Pero no tenía otra opción. Me fui a la
comisaria.
Salí de la oficina del Jefe, igual de pobre que hace días atrás. Quizás sea tiempo
de hacer cosas más decentes…
O quizás aprovechar el contacto con los de la capital para hacer cosas más
grandes en conjunto…
Lo voy a pensar tranquilo en otro momento...
Hoy necesito verla otra vez a la Gorda Contreras.