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Profesorado en Lengua y Literatura.

Cátedra: Teoría literaria IV.


Profesora: Sosa, Graciela.
Alumna: Lado, Sara.

Surgimiento y desarrollo del “realismo mágico”.

A partir de la lectura del capítulo III (2° parte), “Pierre Bourdieu: habitus y
proyecto creador”, del libro de Literatura/Sociedad de Carlos Altamirano y Beatriz
Sarlo (2001) y de textos académicos de distintos autores acerca de la estética
latinoamericana del realismo mágico, a continuación se realizará un recorrido por
el surgimiento y desarrollo del mismo a lo largo del siglo XX, tomando en
consideración los conceptos propuestos por Bourdieu: campo intelectual, estado
del campo, producción cultural, habitus, estilo.

Para conocer acerca del surgimiento del campo intelectual que toma parte
en el realismo mágico, es necesario, en primer lugar, conocer sobre el origen del
uso del término “realismo mágico”. En relación con esto, Andrey Kofman (Las
fuentes del realismo mágico en la literatura latinoamericana, 2015, pp. 6-11)
sostiene que si bien el término surgió en Europa a partir del crítico de arte alemán
Franz Roh (1890-1965) en 1923, para designar a un tipo de pintura vanguardista
que presentaba un retorno al realismo, y posteriormente se empleó para referir a
cierto tipo de literatura europea, no obtuvo trascendencia en el viejo continente
más que para los historiadores del arte. Por el contrario, alcanzó su mayor
esplendor años después, en América Latina.

De este lado del mundo, el concepto fue acuñado por primera vez por el
escritor venezolano Arturo Uslar Pietri en 1948. Y a partir del surgimiento de la
nueva novela latinoamericana, en la que se desplegó el mundo de lo maravilloso,
el “realismo mágico” se empezó a percibir como algo muy propio de la cultura
local, con un sentido diferente al que adquirió en Europa. La diferencia principal
entre ambos usos del término radica en que, en Europa, consiste en la superación
de los límites de lo real y la violación de lo habitual, mientras que en la literatura
latinoamericana implica que lo “mágico” está enraizado en la realidad, tan
fuertemente ligado a lo cotidiano que lo increíble parece natural, y lo natural,
increíble.
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C. Villate Rodriguez (Realismo Mágico latinoamericano, aproximaciones a


su influencia en el periodismo de Héctor Rojas Herazo y Gabriel García Márquez,
s/f, pp. 6-11), por su parte, plantea que el realismo mágico en Latinoamerica no
sólo ejerció influencia en la literatura sino, también, en disciplinas como el
periodismo. Se trató de una estética a través de la cual los escritores se permitían
otorgar un toque mágico a la realidad circundante, por lo que el lector terminaba
inmerso en una realidad mágica sin diferenciar si era verdadera o ficticia. Así, esta
realidad mágica se acercaba más a los acontecimientos, la historia y la cultura
propia de Latinoamerica que a la de occidente, ya que consistía en rescatar
temas, prácticas, mitos y leyendas propias para recrearlas desde un enfoque
mucho más literario. Esta estética empleaba la hipérbole, la exageración, la
yuxtaposición de temas, elementos, hechos y situaciones para manifestar
precisamente la relatividad de la realidad, convirtiendo así al periodismo en
medios estéticos fuertes y contundentes.

Para fundamentar lo anterior, la autora afirma que dos de los autores que
incursionaron en el realismo mágico en ese momento, tanto periodístico como
literario, fueron los colombianos Gabriel García Márquez (1927-2014) y Héctor
Rojas Herazo (1921-2002). Ambos compartieron una sala de redacción en cierta
época de su vida (1948-1955) en diario El Universal de la ciudad de Cartagena, al
mismo tiempo que comenzaron a publicar sus cuentos, poemas y escritos, cuyas
temáticas y estilos particulares respondían a una energía renovadora.

Asimismo, apunta que han existido tres momentos del realismo mágico: el
primero es el que inicia con Franz Roh y la pintura de vanguardia europea, donde
se utiliza por primera vez el término. El segundo, pertenece a la Hispanoamérica
de los años cuarenta, cuando el término prácticamente había caído en desuso en
Europa. Esto sucedió alrededor de 1948, cuando el venezolano Arturo Uslar Pietri
en el libro Letras y Hombres de Venezuela señaló que “lo que se volvió
prominente en las historias cortas y dejó una marca indeleble fue la de considerar
al hombre como misterio rodeado de hechos realistas” (Luis Leal en Parkinson,
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1995, p. 38.); después de él, el escritor cubano Alejo Carpentier le puso mayor
atención al fenómeno, trascendiendo su propio significado, llegando a definirlo
como real maravilloso, entendiendo lo maravilloso como una alteración inesperada
de la realidad (el milagro), favoreciendo la riqueza de la misma, la cual es
percibida con especial intensidad. El tercer momento, finalmente, lo define como
un “momento crítico académico”, inicia en 1955 y alcanza su cúspide se da en
1975, en el XVI Congreso Internacional de Literatura Iberoamericana, donde se
discute sobre dicha estética.

Por otro lado, M. Ramírez Ferreira (La identidad latinoamericana y el


realismo mágico, s/f, pp. 7-9) sugiere que el nacimiento y desarrollo de esta
corriente tiene como causa a la crisis de la religión en el continente, debido a los
grandes avances técnicos del siglo XX que generaron inquietudes en las personas
sobre sus “sentimientos ancestrales” y la búsqueda de algo nuevo que supla ese
vacío. De este modo, el realismo mágico de algún modo ocupó el papel ideológico
que la religión había perdido.

Aunque el campo intelectual que toma parte en esta estética en el siglo XX


(o estado del campo) no está conformado sólo por literatos (incluye actores de
ámbitos como el cinematográfico o el periodístico), con respecto a los escritores
de textos literarios que se introdujeron en el realismo mágico a lo largo del siglo
pasado, la autora señala que se trataba de escritores que pretendían renovar tanto
el objeto como el lenguaje y lo hacían por medio de la incongruencia, la
contradicción, lo escandaloso, etc. Buscaban con ello descubrir “esa realidad casi
desconocida y casi alucinatoria que era la de América Latina. […] una realidad
peculiar que era radicalmente distinta a la que reflejaba la narrativa europea”.
(Uslar Pietri, 2006)

Entre los autores que menciona esta autora se encuentran: el guatemalteco


Miguel Ángel Asturias (1899-1974), fiel representante de la América maravillosa, la
denuncia social y las vanguardias literarias. Sus obras prestan especial atención a
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lo mítico y legendario americano así como la experimentación formal y la denuncia


social. Entre ellas se destacan: Leyendas de Guatemala (1930) y Hombres de
maíz (1949).

Otro autor destacado fue el cubano Alejo Carpentier (1904-1980) quien


además escribió acerca de lo real maravilloso, afirmando que “lo maravilloso
comienza a serlo de manera inequívoca cuando surge de una inesperada
alteración de la realidad, de una iluminación inhabitual”. Este autor señala,
además, que los contextos propios de América Latina (raciales, históricos,
ideológicos, culturales y religiosos) impulsan al escritor a emplear formas
diferentes para poder plasmar esas realidades. M. Ramírez Ferreira sostiene que
este autor puede ser situado dentro de una corriente indigenista, dado que
demuestra interés por los ritos populares y tiene una intención social (Orrego
Arismendi, 2010). En su libro más famoso El reino de este mundo (1949) emplea
el contexto de los esclavos negros haitianos para introducir mitos, ritos y
hechicerías, de manera que logra hacer que convivan con naturalidad los
elementos mágicos y la crítica realidad sociopolítica.

También, toma en consideración al argentino Julio Cortázar (1914-1984)


que representa un realismo mágico diferente, ya que nace y vive fuera del
continente (en París), pero igualmente se siente argentino. Su estilo personal
recibe influencias variadas, desde la literatura latinoamericana coetánea, la
tradición novelística europea (Joyce, Kafka, Wolf) hasta vanguardias como el
surrealismo. De él sobresale una particular manera de presentar lo anómalo y
fantástico de una manera objetiva que convierte lo insólito e imaginario en creíble
y verosímil. Para él, lo absurdo e irracional también forman parte de lo cotidiano y
su exploración es capaz de revelar facetas ocultas de la realidad e ir más allá de
las apariencias.

Otro autor es el mexicano Juan Rulfo (1918-1986) que representa la


culminación de la novela de la revolución mexicana. Se caracteriza por su
predilección por tramas históricas que relatan los avatares de principios del siglo
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XX y por su capacidad para ahondar en lo humano. Sus historias, al igual que las
de los anteriores, funden lo real y lo imaginario, denotando la aceptación de lo
maravilloso dentro de la cotidianidad.

Por último, una de las figuras más conocidas del realismo mágico es, sin
duda, el ya mencionado Gabriel García Márquez (1928-2014), quien en toda su
obra practica la fusión de lo real e imaginario. Entre sus creaciones, sobresale
Macondo, un ese pueblo ficticio donde transcurren muchas historias, que se
caracteriza por combinar lo mítico y lo histórico y por su concepción alternativa del
tiempo.

En cuanto a lo que Pierre Bourdieu denomina como habitus, es decir, la


percepción de la realidad que comparten esta comunidad de artistas, Villate
Rodríguez (pp. 19-29) señala que estos autores no renuncian al realismo sino que
se inspiran en la realidad histórica y sociopolítica, pero desde un punto de vista
que contempla lo que hay en ella de mágico o fantástico. Esa especie de
“hibridación” entre lo real y lo fantástico presente en los temas o convenciones de
sus obras (en términos de Bourdieu, capital cultural o producción cultural) es el
reflejo de esa misma actitud hacia la realidad, que puede ser expresada en formas
populares o culturales, en estilos rústicos y elaborados, en estructuras cerradas y
abiertas.

En cualquier caso, la fantasía no surge completamente de la imaginación de


los artistas, sino que emerge de una interpretación particular de la realidad que los
circunda. Esto es posible dado que en la naturaleza y en la historia
latinoamericana existen los rasgos misteriosos suficientes como para que lo
fantástico pueda ser tomado desde allí. En ello, puede decirse, se encuentra el
carácter social de esta estética, en que es capaz de recoger y resignificar
elementos culturales e idiosincrásicos del entorno social, fundiendo dentro del
texto entre sí elementos reales o racionales y fantásticos.
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En definitiva, puede decirse que el concepto de realismo mágico, aunque


surgió a principios de siglo en Europa con Franz Roh, ha sido acuñado por toda
una comunidad de artistas, periodistas, escritores, como una estética
genuinamente latinoamericana, en la que lo real y lo fantástico o mágico se
vuelven una unidad indiferenciada. Y, si bien cada autor inscrito en esta corriente
tiene determinado estilo personal que lo distingue de sus coetáneos, todos ellos
comparten esa misma percepción de la realidad latinoamericana (o lo que
Bourdieu denomina habitus), de un continente donde el mito y la historia, lo real y
lo místico se combinan y son aceptados con la misma apertura por los
latinoamericanos.

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