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1

REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA


UNIVERSIDAD DEL ZULIA
FACULTAD DE HUMANIDADES Y EDUCACIÓN
ESCUELA DE FILOSOFÍA

LA CRÍTICA DE DAVID STOVE, EN SU OBRA POPPER Y


DESPUÉS, AL ANTI-INDUCTIVISMO EN LA FILOSOFÍA DE LA
CIENCIA
Trabajo Especial de Grado presentado para optar al Título de
Licenciado en Filosofía

Autor: Ángel Molina


Tutor: Ángel Muñoz

Maracaibo, Abril de 2010


2

VEREDICTO DEL JURADO

Quienes suscriben, Miembros del Jurado nombrado por el Consejo de la


Escuela de Filosofía de la Facultad de Humanidades y Educación de la
Universidad del Zulia, para evaluar el Trabajo Especial de Grado titulado:

____________________________________________________

____________________________________________________

Presentado por el Bachiller _______________________________ portador de la


Cédula de Identidad Nº _____________, para optar al Título de Licenciado en
Filosofía, después de haber leído y estudiado detenidamente el Trabajo y
evaluada la defensa del autor, consideran que el mismo reúne los requisitos
señalados por las normas vigentes, y por tanto lo aprueban. Y para que conste, se
firma en

MARACAIBO, a los _____ días del mes de __________ de _____

JURADO

________________________ _________________________

Pfr. _______________ (Tutor) Pfr. ______________ (Secretario)

C.I. C.I.

_______________________

________________________ (Coordinador)
C.I.
3

A mis padres
4

A mi Tutor, Ángel Muñoz, por su diligencia y sabiduría al atender


mis dudas.

A Obel Troconis, por presentarme la obra del filósofo australiano


David Stove, y por su apoyo incondicional.
5

RESUMEN

MOLINA, Ángel, La crítica de David Stove, en su obra Popper y después, al anti-


inductivismo en la Filosofía de la Ciencia. Trabajo Especial de Grado para
optar al Título de Licenciado en Filosofía, Facultad de Humanidades y
Educación, Universidad del Zulia, Maracaibo, 2010.

En este trabajo se estudia la crítica llevada a cabo por el filósofo australiano


David Stove en la obra Popper y después: cuatro irracionalistas contemporáneos.
En dicha obra se cuestiona el rechazo a la concepción acumulativa del desarrollo
del conocimiento científico en Karl Popper, Imre Lakatos, Thomas Kuhn y Paul
Feyerabend, filósofos de la ciencia del Siglo XX. Se analiza la acusación de
irracionalismo y anti-inductivismo realizada por Stove a estos pensadores. Dicha
acusación es fundamentada por este filósofo sobre la base del análisis lógico del
argumento de David Hume en contra de la justificación racional de la inducción.

Palabras Clave: David Stove, problema de la inducción, escepticismo


inductivo, probabilismo inductivo, deductivismo.
6

ABSTRACT

MOLINA, Ángel, David Stove’s criticism to anti-inductivism in the Philosophy of


Science, in his book Popper and after. Thesis in support of candidature for
the degree of Bachelor of Humanities in the field of Philosophy, college of
Humanities and Education, Universidad del Zulia, Maracaibo, 2010.

The purpose of this research work, is to study the criticism carried out by the
australian philosopher David Stove on his book Popper and after: Four Modern
Irrationalists, with respect to the rejection of the notion of the accumulative
development of scientific knowledge held by Karl Popper, Imre Lakatos, Thomas
Kuhn and Paul Feyerabend, four philosophers of science of the XXth century. In
here, the reasons alleged by Stove to accuse these philosophers of being
irrationalists and anti-inductivist will be analyzed. This accusation is made by Stove
on the basis of the logical analysis of David Hume’s argument against the rational
justification of induction.

Key words: David Stove, problem of induction, inductive skepticism,


inductive probabilism, deductivism.
7

CONTENIDO

Introducción 8

I. Marco histórico. Orígenes y desarrollo de la filosofía


de la ciencia posterior al neopositivismo 12

II. Capítulo II. Marco teórico. Hume, la inducción


y la causalidad 24

1. El Problema de la Inducción 24
1.1Relaciones de ideas y cuestiones de hecho 25
1.2 Crítica a la noción de causalidad 29

III. La crítica de Stove a Popper y sus sucesores.


Crítica de forma 39

1. La neutralización de las palabras de éxito 46


1.1El uso de comillas 48
1.2 La neutralización directa o absoluta 54
1.3 La neutralización de palabras de fracaso 62
2. El sabotaje de las expresiones lógicas 65

IV. Explicación histórica y crítica de fondo 80

1. Los orígenes del irracionalismo científico 80


2. Buscando la premisa clave del irracionalismo 90
3. Otros elementos a favor de la identificación de la
premisa clave del irracionalismo 104

Conclusiones. La racionalidad de defender la inducción 126

Bibliografía 130
8

INTRODUCCIÓN

La Filosofía de la Ciencia es la disciplina encargada de estudiar


principalmente la estructura, el desarrollo y los métodos de la investigación y
quehacer científicos. Dicha rama de la filosofía tuvo un impulso significativo
durante el Siglo XX, en el seno de la corriente denominada Neopositivismo o
Positivismo Lógico. Esta tendencia, de profunda convicción empirista e
inductivista, dominó el escenario intelectual de los estudios sobre la ciencia
durante la primera mitad del siglo pasado.

Tal situación privilegiada comienza a languidecer a raíz de las posturas


críticas de ciertos autores que, más allá de la significativa diferencia entre sus
planteamientos, comparten una marcada tendencia anti-inductivista. Entre estos
pensadores vale la pena destacar por su trascendencia a Karl Popper, quien
disiente abiertamente con los postulados neopositivistas y marca un precedente
teórico para los filósofos de la ciencia posteriores, con su famoso falsacionismo.
Como heredero crítico de los postulados de Popper, resalta su discípulo Imre
Lakatos, que propone una versión refinada de su maestro. Otro autor muy
influyente es Thomas Kuhn, principal representante del llamado giro historicista.
Además de estos tres, también sobresale en este período crítico, posterior al
dominio del neopositivismo, la figura de Paul Feyerabend, extravagante pensador
autodenominado anarquista —o dadaísta— epistemológico.

Estos cuatro autores se consideran clásicos dentro de la filosofía de la


ciencia, al punto que suelen ser referencia obligada en cualquier curso acerca de
dicha área de estudio. En correspondencia con esta afirmación, resalta la
abundante literatura relativa a tales pensadores. Asimismo, la mayoría de estos
9

textos no sólo exponen el pensamiento de los filósofos en cuestión, sino que


establecen una posición generalmente indulgente hacia sus posturas. Es decir, las
concepciones de estos autores acerca del conocimiento y la actividad científica
suelen ser objeto de alta estima y respeto en los círculos académico-filosóficos.

Sin embargo, algunos pensadores —principalmente científicos del área de


la Física Teórica— cuestionan y critican abiertamente ciertos postulados de los
autores citados. Entre ellos, podemos destacar a Mario Bunge 1, Alan Sokal 2 y
Stephen Weinberg 3.

Otro autor digno de resaltar es el filósofo australiano David Stove (1927-


1994), quien en su obra intelectual, casi desconocida en nuestro idioma, dedica
una severa crítica a los cuatro filósofos de la ciencia señalados y al anti-
inductivismo en general.

Nacido en el pequeño poblado de Moree, hizo vida universitaria, tanto de


estudiante como de profesor, en la Universidad de Sydney. Su principal influencia
intelectual fue el filósofo John Anderson, distinguido profesor de aquella
universidad. Controversial durante toda su vida intelectual, trató diversos temas,
éticos, políticos y sociales, la mayoría de las veces con una agudeza proporcional

1
Véase, por ejemplo, BUNGE, Mario, Cápsulas: reflexiones de un gran pensador, Gedisa,
Barcelona, 2003. Esta obra recopilatoria contiene tres artículos escritos respecto a Popper, Kuhn y
Feyerabend. Otro ejemplo, breve pero contundente, donde Bunge indica su oposición a la filosofía
de la ciencia de Popper, lo tenemos en el satírico Cuento para empezar de La investigación
científica. En dicho pasaje, es evidente que el personaje llamado Tétartos encarna al filósofo
falsacionista; véase BUNGE, Mario, La investigación científica. Su estrategia y su método, Ariel,
Barcelona, 1975, p. 13-14.
2
Véase, por ejemplo, SOKAL, A. y BRICMONT, J., Imposturas intelectuales, Paidós, Barcelona,
1999, Capítulo 3. En este capítulo, se reflexiona críticamente en torno a las concepciones de la
ciencia de varios filósofos y sociólogos de la ciencia influyentes, entre los cuales destacan Popper,
Kuhn y Feyerabend.
3
A este respecto, véase WEINBERG, Stephen, El sueño de una teoría final. La búsqueda de las
leyes fundamentales de la naturaleza, Crítica, Barcelona, 2003, Capítulo 7. En éste se cuestionan
ciertas ideas de Kuhn y Feyerabend (y también del positivismo lógico). Para una crítica más
detallada a la concepción del desarrollo científico de Kuhn, véase también WEINBERG, Stephen,
“The Revolution That Didn't Happen”, en SILVERS, Robert, (ed.), The New York Review of Books,
New York, 1998, Vol. XLV, No. 15.
10

a su irreverencia. Pero su aporte intelectual más extenso y significativo lo


desarrolló en las áreas de filosofía de la ciencia y epistemología, donde se
destacan sus estudios sobre el célebre Problema de la Inducción de David Hume y
la razonabilidad del probabilismo inductivo 4. Vivió sus últimos años retirado, en
Mulgoa, zona rural a las afueras de la ciudad de Sydney.

El presente estudio tiene como objetivo analizar y exponer la crítica de


David Stove a Popper, Kuhn, Lakatos y Feyerabend, en el marco de su obra
Popper y después: Cuatro irracionalistas contemporáneos5.

Para tales fines, realizaremos en primer lugar un breve recuento histórico


del desarrollo de la filosofía de la ciencia del Siglo XX, especialmente de la
tradición neopositivista y de los planteamientos, abiertamente divergentes a ésta,
de los cuatro filósofos evaluados por Stove (Capítulo I). A su vez, explicaremos en
qué consiste el denominado “Problema de la Inducción” de David Hume y su
crítica a la causalidad necesaria (Capítulo II). Tratar estos dos últimos aspectos
íntimamente relacionados de la filosofía humeana es imprescindible, ya que tienen
mucha influencia en la filosofía de la ciencia del Siglo XX. Asimismo, la concepción
de Hume respecto a la inducción jugará un papel central en la argumentación de
Stove frente al anti-inductivismo de Popper, Kuhn, Lakatos y Feyerabend.

Teniendo como plataforma estos dos aspectos preliminares, nos


dedicaremos específicamente a la obra de Stove señalada. Estudiaremos la
primera parte de la obra, consistente en una crítica de las formas de expresión

4
Sus obras respecto al escepticismo inductivo humeano y al probabilismo son Probability and
Hume’s Inductive Scepticism [Probabilidad y escepticismo inductivo de Hume], Oxford University
Press, Oxford, 1973; Popper and After: Four Modern Irrationalists [Popper y después: Cuatro
irracionalistas contemporáneos], Oxford University Press, Oxford, 1982; y The Rationality of
Induction [La Racionalidad de la Inducción], Oxford University Press, Oxford, 1986. De las tres, sólo
la segunda tiene traducción al español, a cargo de Carmen García Trevijano y Susana Nuccetelli, y
con introducción de Manuel Garrido: Popper y después: cuatro irracionalistas contemporáneos,
Tecnos, Madrid, 1995.
5
Esta obra, publicada originalmente en 1982, bajo el título de Popper and After: Four Modern
Irrationalists, ha tenido otras dos ediciones idénticas entre sí, pero con rótulos distintos, a saber,
Anything Goes: Origins of the Cult of Scientific Irrationalism, Macleay, Sydney, 1998; y Scientific
Irrationalism: Origins of a Postmodern Cult, Transaction, New Brunswick, 2001.
11

utilizadas habitualmente por los cuatro filósofos de la ciencia indicados (Capítulo


III). Posteriormente, nos dedicaremos a la segunda parte de la misma, donde el
australiano establece el origen del irracionalismo científico, y realiza un análisis
lógico del argumento filosófico que constituye tal origen (Capítulo IV).
12

I. MARCO HISTÓRICO. ORÍGENES Y DESARROLLO DE LA FILOSOFÍA DE LA


CIENCIA POSTERIOR AL NEOPOSITIVISMO

Antes que nada, es preciso ubicar nuestro problema en su contexto


histórico. De ese modo, comprenderemos de manera más adecuada el origen y
las motivaciones del mismo.

Es ampliamente conocido que el Siglo XX trajo consigo un importante


desarrollo en el área de la Filosofía de la Ciencia, con el Círculo de Viena 6 (Wiener
Kreis en alemán) a la vanguardia. Sin desmeritar los profundos estudios de los
decimonónicos Mill, Herschel, Whewell y Mach —éste último el más influyente en
el grupo vienés— entre otros, suele considerarse al Círculo señalado como el
iniciador de la tradición contemporánea 7 de la Filosofía de la Ciencia.

De profundo espíritu cientificista, los integrantes de este grupo pretendieron


establecer un lenguaje que unificara todas las ciencias naturales, basado en los
datos sensoriales, positivos. Por su fuerte empirismo —concepción acerca del
conocimiento que establece que éste sólo es válido si proviene directa o

6
Establecido oficialmente en 1929 —con el manifiesto La concepción científica del mundo: El
Círculo de Viena—, su existencia como grupo de discusión claramente constituido se remonta al
menos hasta 1924, con el nombre de Círculo de Schlick, en honor a Moritz Schlick, profesor de
física alemán que organizó el grupo. Entre sus integrantes podemos destacar, además del propio
Schlick, a Rudolf Carnap, Herbert Feigl, Otto Neurath, Hans Hahn, Philipp Frank, Kurt Gödel,
Friedrich Waismann, entre otros. A su vez, vale acotar que en la órbita de este círculo se
encontraban otros de ideas afines, como el Grupo de Berlín, con Hans Reichenbach, Kurt Grelling
y Carl Hempel como figuras representativas, o el Círculo de Varsovia, integrado por lógicos como
Alfred Tarski y Jan Lukasiewicz, por mencionar algunos.
7
Enfatizamos el término “contemporánea”, ya que podemos rastrear la Filosofía de la Ciencia
desde el inicio de la Ciencia misma. Como rama del saber específica y sistemática, podemos
retrotraernos al menos hasta Aristóteles. Quien dude de ello, puede consultar los Segundos
Analíticos del estagirita, donde se encuentra ampliamente plasmada su Teoría de la Ciencia. (Más
allá de que la concepción aristotélica de la ciencia difiera de la moderna, podemos observar en el
tratado señalado una reflexión filosófica acerca de la naturaleza y procedimientos del quehacer
científico).
13

indirectamente de la experiencia sensible— y su convencimiento de que la lógica


simbólica es la herramienta de análisis más potente y adecuada para la filosofía,
esta corriente de pensamiento fue denominada Empirismo o Positivismo Lógico, o
también como Neopositivismo.

El empirismo de esta corriente no sólo cuestionó la validez epistemológica


de las proposiciones sin sustento empírico, sino que incluso —por muy
tautológicas que apareciesen desde el punto de vista de la Lógica— las consideró
pseudoproposiciones carentes de significado; esta subordinación del significado
de una expresión a la vinculación directa o indirecta de un correlato empírico
verificable convierte a la metafísica en una ocupación intelectual estéril y sin
sentido.

Otra característica muy importante del pensamiento neopositivista, y que es


fundamental señalar por la temática de nuestro estudio, es su inductivismo. El
inductivismo es la concepción del método científico que establece que las teorías y
leyes científicas se obtienen de modo inductivo; es decir, se parte de la
observación cuidadosa para luego generalizar leyes y teorías, luego de
comprobarlas experimentalmente en muestras representativas, claro está. Ahora
bien, es resaltante el hecho de que, si bien el razonamiento inductivo es aceptado
en esta corriente como adecuado e imprescindible para la investigación científica,
las conclusiones generales que puedan derivarse de dicho procedimiento son sólo
probables, aun cuando las premisas sean verdaderas.

Este probabilismo se explica por la aceptación de la crítica de David Hume8


a la inducción y a la causalidad, que trae como consecuencia el denominado
Problema de la Inducción. Esta crítica cuestiona la validez de la predicción y la
posibilidad de obtener cualquier conocimiento empírico general: el hecho de que
ciertos acontecimientos hayan sucedido de modo uniforme y regular en el pasado,

8
1711-1776. Filósofo empirista escocés, que estableció sus tesis epistemológicas en el Tratado
de la naturaleza humana (1739) —específicamente en el Libro I del mismo—, Resumen de un
tratado de la naturaleza humana (1740) e Investigación sobre el conocimiento humano (1751).
14

no significa que se hayan de comportar del mismo modo en el futuro; siempre es


posible que la naturaleza cambie, o que se dé un caso distinto a los anteriores.
Según Hume, la creencia en los enunciados obtenidos inductivamente, que nos
son útiles para predecir eventos, no tiene justificación lógica, sólo se creen por
costumbre 9.

Pese a la aceptación neopositivista del Problema de la Inducción, dicho


reconocimiento no conduce a esta corriente filosófica a adoptar una posición
escéptica, tal como la asumida por el pensador escocés. Muy por el contrario, la
concepción del razonamiento inductivo como inferencia probable condujo a los
empiristas lógicos a realizar esfuerzos —basados en la lógica inductiva— en aras
de determinar el grado de confirmación de los enunciados científicos, sean leyes,
hipótesis o teorías.

En ese sentido, si bien no se podría tener una confianza absoluta en una


ley confirmada mediante la experimentación llevada a cabo sobre una muestra
particular, sí podríamos tener una mayor o menor probabilidad del cumplimiento
de un hecho según una ley o teoría determinada; así, esta mayor o menor
probabilidad de un enunciado o conjuntos de enunciados científicos nos habría de
proporcionar una mayor o menor confianza en los mismos. De manera que si
tenemos un enunciado científico con un altísimo grado de probabilidad, podemos
decir que el mismo es verdadero, si concebimos la verdad como aproximación.
Por lo tanto, esta concepción probabilista de la verdad nos ofrece una confianza
práctica muy poderosa ya que, si bien se puede dar la remota posibilidad de que
una ley científica que siempre ha funcionado predictivamente pueda fallar y deba
ser revisada, esta posibilidad es, precisamente, improbable.

Luego de una época de gran predominio en los estudios teóricos acerca de


la ciencia por parte de los neopositivistas, surgen dudas y críticas respecto a sus
concepciones. Se criticó, entre otros aspectos:

9
Para ver una explicación más detallada de la crítica humeana a la inducción y a la causalidad,
véase infra, Capítulo II.
15

• La estrechez del criterio empirista de significado proposicional,


• El inductivismo y los esfuerzos por cuantificar el grado de probabilidad de
los enunciados científicos,
• El afán de reducir toda proposición científica a lenguaje fisicalista,
• La distinción entre enunciados teóricos y observacionales,
• El desconocimiento de la importancia del estudio de la historia de la ciencia
para la comprensión plena de la misma,
• El estudio exclusivo de la justificación teórica y comprobación experimental
de los enunciados científicos, dejando a un lado los factores subjetivos y
contextuales que intervienen en el descubrimiento y escogencia de una
hipótesis científica; o en los términos de Hans Reichenbach, la idea de que
sólo el contexto de justificación es importante para la comprensión de la
ciencia, mientras que el contexto de descubrimiento es totalmente
irrelevante para tales fines.

Algunos de los puntos objeto de crítica previamente señalados fueron


cuestionados por el fracaso neopositivista de su implementación plena, como la
unificación de las ciencias mediante un lenguaje absolutamente fisicalista, o las
graves dificultades en torno a la traducción de términos y enunciados meramente
teóricos en lenguaje observacional. Otros de ellos, como el inductivismo y el
desconocimiento de la historia y la sociología de la ciencia como herramientas
para conocer el quehacer científico, se discutieron desde otras perspectivas
filosóficas que no compartían las premisas y los métodos del Empirismo Lógico,
verbigracia los historiadores y sociólogos de la ciencia.

El primer discutidor y detractor importante de las premisas neopositivistas


es Karl Popper 10. Este filósofo vienés, que tuvo contacto directo con los miembros

10
1902-1994. Filósofo de la ciencia austríaco, cuyas obras principales respecto a esta temática son
La lógica de la investigación científica (1935), Conjeturas y refutaciones. El desarrollo del
conocimiento científico (1963) y Conocimiento objetivo. Un enfoque evolucionista (1972).
16

del Círculo de su ciudad natal, plantea una concepción del método científico
conocida como falsacionismo popperiano.

En primer lugar, Popper se distancia del empirismo lógico por su criterio de


demarcación de la ciencia, contraponiendo el falsacionismo frente al
verificacionismo. Recordemos que para el empirismo lógico el criterio de
demarcación de los enunciados científicos, e incluso de todo enunciado
significativo, era su susceptibilidad de verificación empírica. Popper critica lo
restrictivo de este criterio: no sólo los enunciados verificables van a ser
significativos; a su vez, no es la verificabilidad sino la refutabilidad lo característico
de los enunciados científicos 11: en la ciencia se acude a la prueba experimental no
tanto para obtener una confirmación de la verdad de un enunciado, sino para
descubrir su error. Esto es comprensible si consideramos que Popper, al igual que
los neopositivistas, acepta la crítica humeana de la inducción; pero a diferencia de
aquéllos desconoce la posibilidad de conocer verdades, ni siquiera aproximarse a
ellas: sólo es posible conocer el error, la falsedad.

Así, la teoría o ley científica que resista el experimento crucial, no es


falsada actualmente, pero sí es falsable potencialmente —en vista de que el curso
de la naturaleza, según el autor, puede cambiar, y sólo hace falta un
contraejemplo para refutar un enunciado general—; la teoría no es verdadera, sino
más conveniente e informativa provisionalmente que otras que no resisten el
citado experimento: es más verosímil. De aquellas que no resisten la contrastación
sí se puede afirmar con seguridad que son erróneas.

Otro elemento disonante de Popper con respecto a los neopositivistas es


su concepción del método científico. Para el filósofo vienés, al contrario de los
neopositivistas, la observación no es ni efectiva ni determinante en la construcción

11
“El criterio de refutabilidad es una solución de este problema de la demarcación, pues sostiene
que, para ser colocados en el rango de científicos, los enunciados o sistemas de enunciados
deben ser susceptibles de entrar en conflicto con observaciones posibles o concebibles.” POPPER,
Karl, Conjeturas y refutaciones. El desarrollo del conocimiento científico, Paidós, Barcelona, 1991,
p. 64.
17

de las teorías científicas. Lo fundamental en la elaboración de las teorías que


explican la realidad es el ejercicio exclusivo de la razón, la deducción, la creación
de conjeturas que expliquen el mecanismo de la naturaleza 12. En este sentido,
Popper rechaza el inductivismo neopositivista y lo sustituye por la visión
hipotético-deductiva de la ciencia que refleja, desde su punto de vista, la
verdadera naturaleza del quehacer científico, que crea racionalmente hipótesis
que luego serán confrontadas con la realidad: el conocimiento científico se
desarrolla mediante una serie de conjeturas y refutaciones 13, que van
sucediéndose y aumentando nuestra capacidad de explicación de la naturaleza
circundante.

A su concepción hipotético-deductiva de la investigación científica, que


desconoce a la inducción como vía para conocer los hechos del mundo real, que
sólo considera como fundamentales para el quehacer científico a los procesos
deductivos, y que además desconoce la posibilidad de verificación empírica —y
sólo acepta la de contrastación como mero intento de falsación—, Popper llega a
denominarla deductivismo 14. Ya veremos que este deductivismo, con sus
peculiaridades en cada caso, es compartido por otros filósofos de la ciencia
posteriores a Popper.

12
“Las teorías son redes que lanzamos para apresar aquello que llamamos «el mundo»: para
racionalizarlo, explicarlo y dominarlo. Y tratamos de que la malla sea cada vez más fina” POPPER,
Karl, La lógica de la investigación científica, Tecnos, Madrid, 1980, p. 57.
13
Nótese que el título de su obra de 1963 indica explícitamente su concepción conjetural del
desarrollo de la ciencia.
14
“La teoría que desarrollaremos en las páginas que siguen se opone directamente a todos los
intentos de apoyarse en las ideas de una lógica inductiva. Podría describírsela como la teoría del
método deductivo de contrastar, o como la opinión de que una hipótesis sólo puede contrastarse
empíricamente —y únicamente después de que ha sido formulada […] esta tesis […] podría
llamarse «deductivismo», por contraposición al «inductivismo»” POPPER, Karl, La lógica, p. 30.
Más adelante, en el Capítulo IV del presente estudio, se hará patente la importancia del
deductivismo en la tarea de Stove de explicar la semilla de lo que considera como irracionalismo
científico.
18

Otro de los autores que cuestionaron al movimiento neopositivista fue


Thomas Kuhn 15. De gran influencia y originalidad, suele considerarse como el
máximo representante del llamado giro historicista, cambio de rumbo de los
estudios de filosofía de la ciencia que acude, para explicar los métodos, procesos
y desarrollo de la ciencia, a la historia de la misma 16.

Siguiendo esta explicación historicista, Kuhn establece un modelo teórico


de explicación del progreso científico en el marco de su desarrollo histórico. Esta
concepción kuhniana se caracteriza por una interpretación discontinuista de los
descubrimientos y avances en la ciencia, a diferencia de la concepción
acumulativa del progreso científico tradicionalmente aceptada hasta su tiempo. El
eje conceptual del que se vale Kuhn para desarrollar su planteamiento no es otro
que la categoría de paradigma. La misma, en un sentido amplio, designa el
conjunto de creencias y modos de proceder intelectuales comunes a una
comunidad científica dada; tales creencias y hábitos responden a una visión de
mundo común que condiciona los métodos, los resultados y, sobre todo, las
teorías que conforman la investigación científica.

Por otra parte, cuando las anomalías de la teoría científica que sustenta un
paradigma determinado son numerosas e insalvables, se entra en una crisis y
surge una revolución científica que rechaza definitivamente el paradigma hasta
entonces vigente e instaura otro nuevo y más conveniente. Asimismo, las teorías
científicas en disputa o contrapuestas, pertenecientes a sus respectivos
paradigmas, son para el autor inconmensurables, característica asociada con la

15
1922-1996. Filósofo e historiador de la ciencia estadounidense. Entre sus obras principales
destacan La revolución copernicana (1957), La estructura de las revoluciones científicas (1962) y
La tensión esencial (1977).
16
Entre los principales representantes de esta corriente historicista de la filosofía de la ciencia —
surgida alrededor de la década de los sesenta del pasado siglo— vale mencionar, además de
Thomas Kuhn, a Norwood Russell Hanson, Stephen Toulmin, Imre Lakatos y Paul Feyerabend.
Estos dos últimos autores serán tratados más adelante, debido a que junto con Popper y Kuhn
conforman la secuencia de autores que Stove critica en la obra objeto del presente estudio.
19

incompatibilidad e irreconciliabilidad entre las mismas 17. Las teorías nuevas no se


sostienen apoyándose sobre las anteriores ni las complementan; muy por el
contrario, las teorías emergentes compiten inexorablemente con las anteriores.

Asimismo, Kuhn considera que, al momento de dirimir la disputa entre


teorías rivales, la elección no viene determinada exclusiva ni preponderantemente
por consideraciones racionales, sino que entran en juego otros factores más
contextuales: culturales, políticos, religiosos, técnicos, etc.

Para aclarar la concepción kuhniana de la disputa entre teorías


pertenecientes a paradigmas rivales y su resolución condicionada por el contexto,
es preciso señalar que, a diferencia de lo aceptado por el empirismo lógico y la
tradición científica, el enfoque del planteamiento kuhniano responde a la negación
de una base empírica neutral, que sea capaz de dirimir los conflictos entre teorías
rivales. Sin dicha base empírica objetiva, el acuerdo entre teorías es ciertamente
muy difícil, y una concepción acumulativa del progreso científico es imposible, en
tanto la misma se apoya precisamente en la idea del descubrimiento de nuevos
elementos de la realidad en constante aumento y donde la comprobación empírica
determina el camino correcto que se debe seguir. La acumulación del
conocimiento sería posible en Kuhn en la medida de que las teorías científicas
profundizaran consecuentemente el conocimiento de la naturaleza y observaran
fenómenos ignorados por las teorías antecedentes, pero manteniendo estable el
conocimiento adquirido por estas últimas, lo cual para él no ocurre.

Siguiendo la secuencia de los autores anti-neopositivistas clásicos, tenemos


a Imre Lakatos 18. Este filósofo de la ciencia de origen húngaro parte del

17
Respecto al carácter inconmensurable y radicalmente ajeno de los paradigmas entre sí, dice
Kuhn: quienes proponen los paradigmas en competencia practican sus profesiones en mundos
diferentes [...] los dos grupos de científicos ven cosas diferentes cuando miran en la misma
dirección desde el mismo punto. Nuevamente, esto no quiere decir que pueden ver lo que deseen.
Ambos miran al mundo y aquello a lo que miran no ha cambiado. Pero, en ciertos campos, ven
cosas diferentes y las ven en relaciones distintas unas con otras” KUHN, Thomas, La estructura de
las revoluciones científicas, Fondo de Cultura Económica, México, 1982, p. 233. Cursivas nuestras.
18
1922-1974. Filósofo de la ciencia húngaro. Su pensamiento está plasmado en obras como
Pruebas y refutaciones (1976), La metodología de los programas de investigación científica (1978)
20

falsacionismo popperiano —téngase en cuenta que fue discípulo del pensador


vienés—, haciéndole algunas revisiones e incorporando ciertas premisas
provenientes del historicismo kuhniano. En ese sentido, es lícito entender el
planteamiento lakatosiano como una síntesis de las posiciones de Popper y Kuhn.

Lakatos denomina a su concepción, profundamente deductivista, como


falsacionismo refinado. A diferencia del falsacionismo popperiano —ingenuo,
según Lakatos—, el del húngaro plantea que una teoría científica no es falseada
mediante un experimento crucial, tal como apuntaba Popper, sino que ha de ser
refutada por otra teoría que explique y prediga hechos nuevos; de modo que un
enunciado observacional aislado que contradiga una teoría no la refuta, dicho
enunciado sólo es relevante si viene acompañado de una teoría que lo respalde. Y
es que para Lakatos las anomalías —término kuhniano— son comunes en
cualquier teoría científica. Tales inconsistencias sólo pasan a ser consideradas
cuando la teoría ha sido desplazada por una mejor.

En ese sentido, el criterio de elección racional de teorías en disputa será el


progreso: la teoría que prediga nuevos hechos corroborables empíricamente será
considerada como progresiva y, por lo tanto, preferible.

A las teorías científicas —o series de teorías, según se interprete—,


entendidas como un cuerpo complejo y dinámico de enunciados, Lakatos las llama
programas de investigación. Tales entidades teóricas tienen un núcleo firme y un
cinturón protector. El primero está conformado por las premisas inmutables del
cuerpo teórico, asumidas de modo pleno; el segundo lo constituyen todas las
hipótesis auxiliares que protegen al núcleo de la refutación, siendo refutables y
modificables.

y Matemáticas, ciencia y epistemología (1978). Como se puede observar, publicadas después de


su intempestivo fallecimiento. La primera de ellas, una obra en la cual estaba trabajando sobre la
base de estudios previos, las otras dos, no son sino compendios de artículos.
21

En torno a estos dos componentes de todo programa de investigación se


desarrollan unas reglas metodológicas, una heurística19. Lakatos distingue entre
heurística positiva y negativa. La positiva establece los procedimientos y áreas
que han de seguirse en toda investigación dentro del marco del programa,
permitiendo revisar, modificar y replantear las hipótesis del cinturón protector. Por
su parte, la negativa prohíbe los ámbitos de investigación que entren en
contradicción con el núcleo del programa de investigación. En síntesis, las
heurísticas positivas y negativas establecen qué y cómo puede y qué y cómo no
puede investigarse dentro de un programa de investigación 20.

Vale resaltar que Lakatos, siguiendo la concepción hipotético-deductiva de


la ciencia de su mentor, sólo le adjudica una importancia más bien dudosa al
correlato empírico: si bien la corroboración empírica es fundamental para
establecer la aceptabilidad de una teoría nueva, la posibilidad de probar o aun de
refutar un enunciado mediante el experimento de modo definitivo es imposible: “no
sólo todas las teorías son igualmente imposibles de probar sino que también son
igualmente improbables” 21; “ninguna proposición fáctica puede nunca ser probada
mediante un experimento” 22; “no podemos probar las teorías y tampoco podemos
refutarlas”23. Recordemos que si se concibe la ciencia de modo hipotético-
deductivo, se presupone la negación humeana y popperiana de un Principio de
Inducción; en ese sentido, la observación y experimentación no es concluyente. Lo
que tiene peso es el componente racional, estrictamente mental e imaginativo; la
teoría determina lo empírico y la utilidad de la misma es el criterio último para su
19
“el programa de investigación tiene también una heurística, esto es, una poderosa maquinaria
para la solución de problemas que, con la ayuda de técnicas matemáticas sofisticadas, asimila las
anomalías e incluso las convierte en evidencia positiva” LAKATOS, Imre, La metodología de los
programas de investigación científica, Alianza, Madrid, 1989, p. 13.
20
“El programa consiste en reglas metodológicas: algunas nos dicen las rutas de investigación que
deben ser evitadas (heurística negativa), y otras, los caminos que deben seguirse (heurística
positiva)” ID., p. 65.
21
ID., p. 21-22.
22
ID., p. 26.
23
ID., p. 27.
22

aceptación, no su verdad —esto último, según esta concepción, no se puede


determinar—.

Finalmente, no queremos culminar esta revisión histórica sin presentar a


otro afamado filósofo de la ciencia, sin duda más radical y controversial que los
previamente expuestos. Se trata de Paul Feyerabend 24. Este filósofo vienés, que
estuvo bastante relacionado con los tres pensadores anteriores, lleva su anti-
inductivismo y concepción conjetural de la ciencia al extremo.

Feyerabend plantea la esterilidad e inconveniencia de aplicar reglas


metodológicas y teorías generales para normar y explicar la práctica científica.
Frente a los intentos de abstraer un método o teoría general del universo complejo
de la ciencia, expresa que “sólo hay un principio que puede defenderse bajo
cualquier circunstancia y en todas las etapas del desarrollo humano. Me refiero al
principio todo sirve”. 25

Para Feyerabend, si hemos de hablar de una metodología, esta debe ser


anárquica 26, ya que sólo la pluralidad garantiza el éxito y el desarrollo de la
ciencia. Incluso se pueden considerar ideas provenientes de otras áreas de la
cultura e intelectualidad humanas, tales como la mitología, la astrología o el arte.

En buena medida, el autor nos advierte de sus ambigüedades y


excentricidades cuando, para precisar la denominación de su propuesta —el
anarquismo epistemológico—, plantea:

“prefiero ahora emplear el término Dadaísmo […] Un Dadaísta


permanece completamente impasible ante una empresa seria y
sospecha siempre cuando la gente deja de sonreír, asumiendo aquella

24
1924-1994. Filósofo de la ciencia austríaco. Entre sus obras podemos resaltar Tratado contra el
método (1975), La ciencia en una sociedad libre (1987) y Adiós a la razón (1987).
25
FEYERABEND, Paul,, Tratado contra el método, Tecnos, Madrid, 1986, p. 12.
26
“El presente ensayo ha sido escrito con la convicción de que el anarquismo, que tal vez no
constituye la filosofía política más atractiva, es sin embargo una medicina excelente para la
epistemología y para la filosofía de la ciencia”, ID., p. 1.
23

actitud y aquellas expresiones faciales que indican que se va a decir


algo importante. Un Dadaísta está convencido de que una vida que
merezca la pena sólo será factible cuando empecemos a tomar las
cosas a la ligera y cuando eliminemos del lenguaje aquellos significados
profundos pero ya putrefactos que ha ido acumulando a lo largo de los
siglos ('búsqueda de la verdad'; 'defensa de la justicia'; 'amor
apasionado'; etc., etc.). Un Dadaísta está dispuesto a iniciar divertidos
experimentos incluso en aquellos dominios donde el cambio y la
experimentación parecen imposibles (ejemplo: las funciones básicas del
lenguaje). Espero que tras la lectura del presente panfleto, el lector me
recuerde como un frívolo Dadaísta y no como un anarquista serio” 27.

Llevando la actitud anti-inductiva de sus predecesores hasta sus últimas


consecuencias, llega incluso a recomendar reglas contrainductivas que inviten a
proponer hipótesis que contradigan las teorías suficientemente confirmadas, así
como las observaciones y experimentos que sirvieron para probarlas. 28

Habiendo revisado sucintamente los orígenes y el desarrollo de las


propuestas de los autores que son objeto de crítica de David Stove, nos
dedicaremos a recordar en el siguiente capítulo algunas nociones teóricas y temas
que estarán también presentes en la discusión del pensador australiano.

27
ID., p. 6.
28
Respecto a la libertad —o libertinaje— para la adopción de sistemas alternativos a los aceptados
y justificados racionalmente, y al contrainductivismo, nos dice el autor: “el primer paso en nuestra
crítica de conceptos habituales y reacciones habituales va a consistir en salirse del círculo, ya sea
inventando un nuevo sistema conceptual, por ejemplo una nueva teoría, que entre en conflicto con
los resultados observacionales más cuidadosamente establecidos y lleve la confusión hasta los
principios teóricos más plausibles, ya sea importando semejante sistema de fuera de la ciencia, de
la religión, de la mitología, de las ideas de los incompetentes, o de las incoherencias de los locos.
Este paso es, de nuevo, contrainductivo. La contrainducción es por lo tanto dos cosas: un hecho --
la ciencia no podría existir sin ella-- y un paso legítimo y muy necesario en el juego de la ciencia.”
ID., p. 51-52.
24

II. MARCO TEÓRICO. HUME, LA INDUCCIÓN Y LA CAUSALIDAD

La filosofía de la ciencia del pasado siglo, tal como hemos visto en el


capítulo anterior, se debatió principalmente entre dos concepciones del método
científico: una inductivista y otra hipotético-deductiva. Pese a sus grandes
diferencias, ambas deben sus premisas más básicas a una famosa argumentación
en torno a la posibilidad de establecer proposiciones fácticas, de carácter universal
y verdadero, a partir de las proposiciones particulares correspondientes a los
hechos experimentados en el pasado. Esta argumentación es conocida
tradicionalmente como El Problema de la Inducción; aunque como veremos, para
algunos pensadores más que un problema en sí, se trata de una demostración de
las inexorables limitaciones de la mente humana para conocer el mundo empírico.

1. El Problema de la Inducción

El célebre filósofo escocés David Hume (1711-1776) debe su trascendencia


en la historia del pensamiento a, entre otros aportes, su cuestionamiento a la
validez de la inferencia inductiva. Esto es lo que se conoce comúnmente como el
Problema de la Inducción. Debe acotarse que, en sentido estricto, Hume no
impugna directamente la inducción; él en sus obras nunca habla del razonamiento
inductivo como tal, y prácticamente no utiliza la palabra “inducción”29. Sin
embargo, como explicaremos en este capítulo, su crítica al concepto de

29
La palabra “inducción” sólo aparece dos veces en el Tratado de la naturaleza humana (Libro I,
Parte II, Sección I; y en el Apéndice), y ninguna en la Investigación sobre el entendimiento
humano, sus obras que tratan acerca de epistemología. En el caso del Tratado, es evidente que el
sentido que se le da a la palabra no es el común ni se relaciona con el problema de las inferencias
inductivas. Acerca de este punto, véase la excelente Introducción a la versión inglesa de la
Investigación sobre el entendimiento humano que hemos consultado: MILLICAN, Peter,
“Introducción”, en HUME, David, An Enquiry Concerning Human Understanding, Oxford University
Press, Oxford, 2007 p. XXXVII.
25

causalidad, además del estatus epistemológico que le concede a las


proposiciones fácticas, implica inexorablemente un rechazo del razonamiento
inductivo como procedimiento para obtener conocimiento verdadero.

Según esto, para entender la atribución histórica del cuestionamiento de la


inducción en David Hume, resulta pertinente aclarar dos elementos fundamentales
dentro de la teoría del conocimiento de este pensador: la distinción entre
relaciones de ideas (relations of ideas) y cuestiones de hecho (matters of fact) y la
crítica de la conexión causal.

1.1 Relaciones de ideas y cuestiones de hecho

Antes de destacar en qué consiste esta distinción, describamos


sucintamente ciertas categorías básicas de la epistemología humeana,
relacionadas con la misma y que son necesarias para comprenderla.

David Hume, como buen empirista, establece que el origen y fundamento


del conocimiento se encuentra en la percepción. Asimismo, por percepción Hume
entiende toda representación mental, siendo quizá su significado equivalente en
extensión al concepto de idea en Locke. Las percepciones pueden ser
impresiones o ideas.

Las impresiones se reciben de modo directo y se caracterizan por su


vivacidad. Cuando una impresión es interna —una emoción, por ejemplo— Hume
la denomina reflexión, mientras que cuando es externa —producto de alguno de
nuestros sentidos— le da el nombre de sensación. Por su parte, las ideas son la
copia o recuerdo débil de dichas impresiones:

“Todas las percepciones de la mente humana se reducen a


dos clases distintas, que denominaré impresiones e ideas. La
diferencia entre ambas consiste en los grados de fuerza y vivacidad
con que inciden sobre la mente y se abren camino en nuestro
pensamiento o conciencia. A las percepciones que entran con mayor
fuerza y violencia las podemos denominar impresiones; e incluyo
bajo este nombre todas nuestras sensaciones, pasiones y emociones
tal como hacen su primera aparición en el alma. Por ideas entiendo
26

las imágenes débiles de las impresiones, cuando pensamos y


razonamos; de esta clase son todas las percepciones suscitadas por
el presente discurso, por ejemplo, con la sola excepción del placer o
disgusto inmediatos que este discurso pueda ocasionar” 30.

Asimismo, las impresiones e ideas pueden ser simples o complejas: una


impresión simple puede ser un color, mientras que una compleja puede ser un
objeto con un color, además de una forma, olor y sabor (una manzana, por dar un
ejemplo). Las ideas simples y complejas pueden ser la representación mental
remanente de la impresión simple o compleja correspondiente, aunque hay
muchas ideas complejas que no corresponden directamente con impresiones, sino
que son creadas por la mente. Lo que sí es una regla para el escocés es la
correspondencia plena entre impresiones simples e ideas simples: toda idea
simple es copia de una impresión simple:

“Observo que muchas de nuestras ideas complejas no tienen


nunca impresiones que les correspondan y que muchas de nuestras
impresiones complejas no son exactamente copiadas por ideas.
Puedo imaginarme una ciudad como la nueva Jerusalén, cuyo
pavimento sea de oro y sus muros de rubíes, aunque jamás he visto
una ciudad semejante. Yo he visto París, pero ¿afirmaré que puedo
formarme una idea tal de esta ciudad que reproduzca perfectamente
todas sus calles y casas en sus proporciones justas y reales?
Por consiguiente, veo que, aunque existe en general una gran
semejanza entre nuestras impresiones e ideas complejas, no es
universalmente cierta la regla de que son copias exactas las unas de
las otras. Debemos considerar ahora qué sucede con nuestras
percepciones simples. Después del examen más exacto de que soy
capaz me aventuro a afirmar que la regla es válida aquí sin
excepción alguna y que toda idea simple posee una impresión simple
que se le asemeja, y toda impresión simple, una idea
correspondiente” 31.

La creación de este último tipo de ideas complejas es posible de efectuar


relacionando otras ideas presentes en la conciencia. Hume considera la relación

30
HUME, David, Tratado de la naturaleza humana, Orbis, Barcelona, 1981, Libro Primero, Parte
Primera, Sección I, p. 87. Aunque hay ideas, como veremos más adelante, que no son copias de
impresiones, sino que se originan por diversos tipos de asociación entre otras ideas, lo cierto es
que dependen del contenido de las impresiones para crearse en la mente.
31
ID., p. 21.
27

entre ideas como una asociación, la cual puede ser según el escocés de tres tipos,
a saber, por semejanza, contigüidad y causalidad:

“Desde mi punto de vista, sólo parece haber tres principios de


conexión entre ideas, a saber: semejanza, contigüedad en el tiempo
o en el espacio y causa o efecto.
Según creo, apenas se pondrá en duda que estos principios
sirven para conectar ideas. Una pintura conduce, naturalmente,
nuestros pensamientos al original [asociación por semejanza]. La
mención de la habitación de un edificio, naturalmente introduce una
pregunta o un comentario acerca de las demás [asociación por
contigüidad], y si pensamos en una herida, difícilmente nos
abstendremos de pensar en el dolor subsiguiente [asociación por
causalidad]” 32.

Luego de considerar las características de las ideas en la epistemología de


Hume, así como los conceptos de los cuales depende, es momento de explicar su
distinción conceptual entre relaciones de ideas y cuestiones de hecho. Esta
clasificación alude a los tipos de proposiciones según su contenido: una
proposición puede ser acerca de objetos mentales, como los números, las figuras
geométricas y todo concepto convencional, o bien acerca de objetos fácticos, es
decir, sensibles y existentes. En el primer caso diremos que la proposición
pertenece al grupo de las relaciones de ideas y en el segundo que pertenece al
grupo de las cuestiones de hecho:

“Todos los objetos de la razón e investigación humana


pueden, naturalmente, dividirse en dos grupos, a saber: relaciones
de ideas y cuestiones de hecho; a la primera clase pertenecen las
ciencias de la geometría, álgebra y aritmética y, en resumen, toda
afirmación que es intuitiva o demostrativamente cierta […] Las
proposiciones de esta clase pueden descubrirse por la mera
operación del pensamiento, independientemente de lo que pueda
existir en cualquier parte del universo. Aunque jamás hubiera habido
un círculo o un triángulo en la naturaleza, las verdades demostradas
por Euclides conservarían siempre su certeza y evidencia.
No son averiguadas de la misma manera las cuestiones de
hecho, los segundos objetos de la razón humana; ni nuestra
evidencia de su verdad, por muy grande que sea, es de la misma
32
HUME, David, Investigación sobre el conocimiento humano, Alianza, Madrid, 2004, Sección 3, p.
49. Corchetes nuestros.
28

naturaleza que la precedente. Lo contrario de cualquier cuestión de


hecho es, en cualquier caso, posible, porque jamás puede implicar
una contradicción, y es concebido por la mente con la misma
facilidad y distinción que si fuera totalmente ajustado a la realidad.
Que el sol no saldrá mañana no es una proposición menos inteligible
ni implica mayor contradicción que la afirmación saldrá mañana. En
vano, pues, intentaríamos demostrar su falsedad. Si fuera
demostrativamente falsa, implicaría una contradicción y jamás podría
ser concebida distintamente por la mente”33.

La cita precedente nos muestra, no sólo una diferenciación de los dos


grandes ámbitos de predicación y conocimiento humano, sino también el estatus
veritativo de las proposiciones de cada contexto. En este sentido, sólo podemos
conseguir verdades necesarias de las relaciones de ideas, ya que son abstractas.
Su justificación es independiente del mundo sensible, apelando al significado de
los términos y a la demostración para determinar la verdad o falsedad de las
proposiciones. Resumiendo, las relaciones de ideas son a priori.

Por el contrario, cuando se trata de enunciados que tienen un referente


empírico, su contrario es siempre concebible y, por ende —al menos para el
escocés—, posible. Las cuestiones de hecho son, por lo tanto, a posteriori y
contingentes, requiriéndose la constatación empírica para determinar sus valores
veritativos.

Teniendo en cuenta lo previamente expuesto, no es difícil comprender por


qué se habla de un Problema de la Inducción humeano ya que, más allá de la
constancia, regularidad o persistencia de un hecho dado —la “salida” 34 del sol

33
ID., Sección 4, p. 57-58. Es importante señalar que esta distinción es análoga —si no idéntica—
a la de Leibniz (verdades de razón y verdades de hecho) y a la de Kant (juicios analíticos y
sintéticos).
34
Hemos entrecomillado el término “salida” ya que el sol, en sentido estricto, no sale. Hoy en día
sabemos —así como también en el tiempo de Hume se sabía— que el sol es una estrella, y en
tanto estrella, está fijo; sólo tiene la apariencia de salir por el movimiento rotatorio diario de nuestro
planeta. Resulta muy curioso que un pensador tan brillante como Alan Chalmers, para criticar el
inductivismo —considerado por éste como ingenuo—, haga uso de este ejemplo humeano tan
impreciso: “No podemos estar ciento por ciento seguros de que sólo porque hayamos observado
en muchas ocasiones que el sol sale cada día, el sol saldrá todos los días. (De hecho en el Ártico y
en el Antártico hay días en que el sol no sale)” CHALMERS, Alan, ¿Qué es esa cosa llamada
ciencia?, Siglo Veintiuno, México, 1990, p 32.
29

cada mañana—, siempre es posible que suceda un hecho inverso a ése —la no-
“salida” del sol—; esto implica que la inducción, como forma de razonamiento para
obtener un conocimiento cierto y confiable, es insuficiente y problemática.

Si a esto le sumamos el cuestionamiento humeano a la causalidad —que


trataremos inmediatamente—, no es de extrañar que Hume y sus seguidores sean
escépticos respecto a la posibilidad de conocer, con univocidad y verdad, el
mundo sensible.

1.2 Crítica a la noción de causalidad

El segundo factor que da origen al Problema de la Inducción humeano es el


cuestionamiento a la idea de necesidad causal, aquella que plantea que todo
hecho es consecuencia de otro, o en otras palabras, todo efecto tiene su causa;
asimismo, esta conexión entre el efecto y su causa es de carácter necesario, lo
cual significa que si está uno de los elementos de la relación tiene que estar el
otro. En consecuencia, toda causa tiene su efecto, la misma causa produce el
mismo efecto. La certeza en esta conexión necesaria de los fenómenos, en el
Principio de Causalidad, certeza ésta basada en la regularidad y constante unión
de los hechos observados, es la que nos permite la predicción de los hechos.

No hace falta resaltar la importancia capital de la predictibilidad de los


fenómenos, así como su rol de validador de toda proposición acerca del mundo
natural (si se puede anticipar sistemática y persistentemente un hecho natural
determinado, se suele aceptar que se ha detectado un orden, un patrón, una ley,
una relación causal en el mundo).

Para Hume, más allá de la importancia práctica de explicar los sucesos


causalmente, la idea de conexión necesaria entre la causa y el efecto carece de
una justificación racional: es imposible probarla empíricamente. Y es que debemos
recordar que para el escocés —como buen empirista— toda justificación de las
ideas, si han de considerarse como conocimiento de hechos reales, se lleva a
cabo en última instancia mediante la ubicación de la impresión de la cual se
30

origina directa o indirectamente. En este sentido, para justificar la idea de


causalidad tendríamos que mostrar la impresión que da origen a la misma, tarea
que para Hume no es posible llevar a cabo: la experiencia sólo nos muestra una
sucesión de hechos que, aunque estén regularmente juntos, no nos proporcionan
una idea de conexión necesaria, sólo una conjunción constante 35.

La concepción humeana de la causalidad queda claramente expuesta en su


famoso ejemplo de las bolas de billar, el cual es presentado por el filósofo escocés
del siguiente modo:

“[Supóngase que] Aquí tenemos una bola de billar sobre una


mesa, y otra bola se mueve hacia ella con rapidez. Ellas se golpean;
y la bola que al principio estaba en reposo, ahora adquiere
movimiento. Este es un ejemplo tan perfecto de la relación entre
causa y efecto como cualquier otro que podamos conocer, tanto de
sensación como de reflexión” 36.

Para Hume este caso, como cualquier otro donde adjudicamos a un hecho
una relación de causa-efecto, nos muestra tres elementos indispensables para
llevar a cabo dicha atribución: una contigüidad espacio-temporal entre los objetos,
es decir, que los objetos llegan a entrar en contacto y el movimiento se comunica
en ese instante; la prioridad en el tiempo del objeto causante respecto del objeto
que recibe el efecto (en este caso, el movimiento del primero es anterior al del
segundo); y la conjunción constante entre la causa y el efecto (una sola

35
“en conjunto no se presenta en toda la naturaleza un solo caso de conexión que podamos
representarnos. Todos los acontecimientos parecen absolutamente sueltos y separados. Un
acontecimiento sigue a otro, pero nunca hemos podido observar un vínculo entre ellos. Parecen
conjuntados, pero no conectados. Y como no podemos tener idea de algo que no haya aparecido
en algún momento a los sentidos externos o al sentimiento externo, la conclusión necesaria parece
ser la de que no tenemos ninguna idea de conexión o poder y que estas palabras carecen
totalmente de sentido cuando son empleadas en razonamientos filosóficos o en la vida corriente”
HUME, David, Investigación, Sección 7, p. 109.
36
“Here is a billiard-ball lying on the table, and another ball moving towards it with rapidity. They
strike; and the ball, which was formerly at rest, now acquires a motion. This is as perfect an
instance of the relation of cause and effect as any which we know, either by sensation or reflection”
HUME, David, “Abstract of A Treatise of Human Nature”, en ID., An Enquiry, p. 137. Traducción y
corchetes nuestros. En español, Resumen de un Tratado de la Naturaleza Humana, publicación
anónima de 1740 pero atribuida unánimemente a Hume que ofrece brevemente las ideas centrales
del Tratado, publicado en 1739.
31

experiencia no permite establecer el vínculo causal: hace falta la repetición del


hecho en objetos similares y la obtención del mismo resultado) 37.

El problema para Hume es que, desde su punto de vista, sólo podemos


constatar a partir de la experiencia empírica esos tres elementos, nada más. La
conjunción constante no nos autoriza a concluir que existe entre los objetos un
vínculo necesario e inevitable. La garantía de la repetición del mismo fenómeno
causal en el futuro no existe, por muy regular y constante que haya sido.
Recordemos que en las cuestiones de hecho, debido a que un hecho demoledor
de la regularidad es posible, una proposición contradictoria con dicha regularidad
es concebible y, por lo tanto, la proposición es indemostrable. Sólo somos
capaces de demostrar relaciones de ideas, y cuando una proposición se
demuestra, la lógica nos impide concebir un pensamiento inverso: repugna al
entendimiento la negación de la proposición demostrada 38.

Y precisamente es el tercer elemento para establecer una relación causa-


efecto, a saber, la necesidad de la conjunción constante, el que le proporciona a
Hume la conclusión de que es la costumbre la que nos lleva a establecer una
conexión necesaria. El hábito de observar regularmente el mismo hecho en
condiciones similares nos lleva a considerar que siempre será así:

37
IBID.
38
Para Hume, cuando una proposición es demostrable, su contradictoria es inconcebible; éste es
el caso de las relaciones de ideas. A su vez, cuando la contradictoria es concebible, la proposición
es indemostrable; éste es el caso de las cuestiones de hecho. Siguiendo esta concepción, nos dice
en el Resumen acerca de la idea de causa: “No hay nada que la razón vea en la causa, que nos
haga inferir el efecto. Como una inferencia, donde sea posible, ascendería a una demostración,
como siendo fundada meramente sobre la comparación de ideas. Pero ninguna inferencia de la
causa al efecto asciende a una demostración. De lo cual hay esta prueba evidente. La mente
siempre puede concebir que cualquier efecto siga a cualquier causa, y efectivamente cualquier
evento seguido de otro: cualquier cosa que concibamos es posible, al menos en un sentido
metafísico: pero dondequiera que una demostración toma lugar, lo contrario es imposible, e implica
una contradicción.” (“It is not any thing that reason sees in the cause, which makes us infer the
effect. Such an inference, were it possible, would amount to a demonstration, as being founded
merely on the comparison of ideas. But no inference from cause to effect amounts to a
demonstration. Of which there is this evident proof. The mind can always conceive any effect to
follow from any cause, and indeed any event to follow upon another: whatever we conceive is
possible, at least in a metaphysical sense: but wherever a demonstration takes place, the contrary
is impossible, and implies a contradiction.”) ID., p. 138. Traducción nuestra.
32

“Estamos determinados sólo por la costumbre para suponer


que el futuro será acorde al pasado. Cuando veo una bola de billar
moviéndose hacia otra, mi mente es llevada por el hábito hacia el
evento usual, y anticipa a mi vista, considerada de manera abstracta
e independiente de la experiencia, lo cual me conduce a formar tal
conclusión: e incluso luego de que yo he tenido experiencia de
muchos efectos repetidos de esta índole, no hay argumento que me
determine suponer, que el efecto será conforme a la experiencia
previa. Los poderes, según los cuales los cuerpos operan, son
enteramente desconocidos. Sólo percibimos sus cualidades
sensibles: ¿y qué razón tenemos para pensar, que los mismos
poderes siempre estarán conjuntados con las mismas cualidades
sensibles?”39.

Y como el mecanismo para hacer esa extrapolación de la muestra empírica


al universo de casos no es otro sino el razonamiento inductivo, que salta de las
proposiciones particulares a las universales (del cuantificador “algunos” al “todos”),
no es de extrañar que se hable del Problema de la Inducción de Hume:

“Es imposible, por tanto, que cualquier argumento de la


experiencia pueda demostrar esta semejanza del pasado con el
futuro, puesto que todos los argumentos están fundados sobre la
suposición de aquella semejanza. Acéptese que el curso de la
naturaleza hasta ahora ha sido muy regular; esto, por sí solo, sin
algún nuevo argumento o inferencia, no demuestra que en el futuro lo
seguirá siendo. Vanamente se pretende conocer la naturaleza de los
cuerpos a partir de la experiencia pasada. Su naturaleza secreta y,
consecuentemente, todos sus efectos e influjos, pueden cambiar sin
que se produzca alteración alguna en sus cualidades sensibles. Esto
ocurre en algunas ocasiones y con algunos objetos: ¿por qué no
puede ocurrir siempre y con todos ellos? ¿Qué lógica, qué proceso
de argumentación le asegura a uno contra esta suposición? Mi modo
de actuar, dices, refuta mis dudas. Pero, al responder así, confundes
el alcance de mi pregunta. Como agente estoy satisfecho en este
punto, pero como filósofo tocado de curiosidad, por no decir de

39
“We are determined by custom alone to suppose the future conformable to the past. When I see
a billiard-ball moving towards another, my mind is immediately carry’d by habit to the usual effect,
and anticipates my sight abstractly considered, and independent of experience, which leads me to
form any such conclusion: and even after I have had experience of many repeated effects of this
kind, there is no argument, which determines me to suppose, that the effect will be conformable to
past experience. The powers, by which bodies operate, are entirely unknown. We perceive only
their sensible qualities: and what reason have we to think, that the same powers will always be
conjoined with the same sensible qualities?” ID, p. 138-139. Traducción nuestra.
33

escepticismo, quiero conocer el fundamento de esta inferencia.


Ninguna lectura, ninguna investigación ha podido solucionar mi
dificultad, ni satisfacerme en una cuestión de tan gran importancia.
¿Puedo hacer algo mejor que proponerle al público la dificultad,
aunque quizá tenga pocas esperanzas de obtener una solución?” 40.

Este fragmento de la llamada primera Investigación 41 del filósofo escocés


condensa las afirmaciones que lo convierten en un crítico del razonamiento
inductivo. Pese a que, como ya se ha señalado, Hume no utiliza el término
“inducción” en los pasajes relevantes para la discusión de este tema, resulta
evidente que la dificultad de la inferencia sobre la cual insiste —la suposición de
que los hechos futuros serán conformes con los acaecidos en el pasado— implica
una dificultad o problema para justificar el razonamiento inductivo 42. Si no
podemos tener confianza en la regularidad objetiva del mundo, nos vemos a su
vez impedidos de establecer racionalmente un salto lógico de una muestra
particular de hechos, por muy numerosos y recurrentes que sean, a la totalidad de
los mismos —totalidad donde se incluyen los hechos no presenciados en el
pasado y el presente, y los aún no percibidos hechos futuros—.
40
HUME, David, Investigación, Sección 4, p. 71. Cursivas nuestras. Es interesante que en este
fragmento Hume, pese a que considera que la creencia en la regularidad del mundo y la conexión
necesaria de sus objetos no tiene fundamento racional, acepta que participa de la concepción
causal del mundo. Él, como cualquier otro ser humano, no puede escapar de representarse la
interacción de los objetos causalmente, aunque le adjudique ese comportamiento al mero hábito.
41
Para distinguirla de la Investigación sobre los principios de la moral, publicada entre 1751 y
1752. La Investigación sobre el conocimiento humano fue publicada antes que ésta, en 1748,
aunque bajo el título de Ensayos filosóficos sobre el entendimiento humano (Philosophical Essays
Concerning Human Understanding), adquiriendo el título por el cual la conocemos hoy en día en su
publicación de 1758.
42
Consideramos que se debe al argumento desarrollado por Hume en la Sección 4 de su primera
Investigación, —del cual hemos citado su famosa conclusión — la atribución por la tradición de un
Problema de la Inducción presente en su obra. Incluso, como ya hemos visto, el autor utiliza el
término “dificultad”, bastante cercano semánticamente a “problema”. Respecto a este punto, y
luego de explicar el argumento escéptico humeano señalado y reseñar la parte final del citado
fragmento, sostiene A. G. N. Flew: “A este problema se lo conoce tradicionalmente como “problema
de la inducción”. Pero palabras como “problema” y “dificultad” no son adecuadas. Pues, a pesar de
la aparente modestia de Hume […] lo que tenemos aquí no es un problema sino una demostración
[…] Es una demostración de la imposibilidad de deducir leyes universales de todo elemento de
juicio que pueda suministrar la experiencia.” FLEW, A. G. N., “Hume”, en O’CONNOR, D. J.
(comp.), Historia crítica de la filosofía occidental, Paidós, Barcelona, 1982, Tomo IV, p. 197-198. La
afirmación de Flew acerca de la fuerza demostrativa del argumento de Hume es un ejemplo de la
opinión general en los círculos filosóficos acerca de los planteamientos escépticos de Hume,
siendo éstos altamente estimados y considerados como definitivos e irrefutables.
34

Retomando el tema de la causa y la crítica humeana a su carácter


necesario, es preciso mostrar las dos definiciones que establece el filósofo
escocés del término “causa”. Para él, causa es a) “un objeto seguido de otro,
cuando todos los objetos similares al primero son seguidos por objetos similares al
segundo. O en otras palabras, el segundo objeto nunca ha existido sin que el
primer objeto no se hubiera dado” y b) “un objeto seguido por otro y cuya aparición
siempre conduce al pensamiento a aquel otro” 43.

Más allá de las definiciones de la idea de causa establecidas por Hume, es


preciso saber qué estatus epistemológico le adjudica; es decir, cuál es la validez y
la relación con el mundo objetivo de la misma. Para nuestro autor, la validez de la
idea de causa se reduce a la representación mental del sujeto que percibe. Es
decir, la causa no es objetiva, sólo está presente en el interior del individuo, quien
luego de experimentar la conjunción constante de objetos similares, siente que ha
de existir una conexión causal necesaria entre ellos. Por lo tanto, la idea de causa
es subjetiva, ya que proviene de una impresión interna:

“cuando aparecen muchos casos uniformes y el mismo objeto


es siempre seguido por el mismo suceso, entonces empezamos a
albergar la noción de causa y conexión. Entonces sentimos un nuevo
sentimiento o impresión, a saber, una conexión habitual en el
pensamiento o en la imaginación entre un objeto y su acompañante
usual. Y este sentimiento es el original de la idea que buscamos” 44.

Culminando nuestro abordaje de la idea de causa en Hume, debemos


resaltar que la principal motivación del filósofo escocés para cuestionar la
presencia objetiva de la conexión necesaria es la justificación que la corriente
racionalista hacía de ésta. Y es que en el racionalismo, ante la incapacidad de
detectar un poder o fuerza en la materia que permitiera por sí solo establecer el
carácter necesario de la relación causal, apeló a explicar dicha conexión ineludible

43
HUME, David, Investigación, p. 111-112.
44
ID., p. 113-114. Si consideramos el talante psicologista de esta conclusión, está claro que la
segunda de las definiciones del término “causa” es la que más se corresponde con la misma.
35

de los objetos físicos mediante argumentos de índole metafísica y trascendental,


como Dios. A este respecto, señala Flew:

“Descartes, Malebranche, Berkeley y hasta Leibniz habían


afirmado que no es posible observar en las cosas verdadero poder y
energía [...] Pero ellos inferían de esto que, puesto que la materia es
inerte, las verdaderas causas deben buscarse en otra parte, en la
forma de agentes espirituales y, principalmente, Dios. Hume extrajo
una conclusión diferente: ‘O bien no tenemos una idea de necesidad,
o bien la necesidad no es nada más que una determinación del
pensamiento’”45.

No en vano, Hume nos describe en la primera Investigación el modo de


explicar los hechos naturales que llevan a cabo ciertos pensadores, donde se
recurre a la Divinidad para tales fines:

“muchos filósofos se consideran obligados por la razón a


recurrir en todo momento al principio al que el vulgo no acude más
que en ocasiones que parecen milagrosas y sobrenaturales […]
Pretenden que los objetos que normalmente son llamados causas,
en realidad no son más que ocasiones, y que el verdadero e
inmediato principio de todo efecto no es ningún poder o fuerza de
la naturaleza, sino la volición de un ser supremo que quiere que
determinados objetos estén para siempre unidos entre sí. En lugar
de decir que una bola de billar mueve a otra en virtud de una
fuerza que ha tomado del Autor de la naturaleza, dicen que es la
Deidad misma quien, por una volición particular, mueve la
segunda bola, estando determinada a esta acción por el impulso
de la primera bola a raíz de las leyes generales que se ha
autoimpuesto para regir el universo” 46.

En este fragmento, donde nuevamente hace uso de su consabido ejemplo


de las bolas de billar, es importante aclarar que hace alusión directa a la
concepción de la causalidad que defendía el francés Nicolás Malebranche (1638-
1715), uno de los máximos representantes del movimiento racionalista. Incluso,
cuando Hume hace uso de las bolas de billar para explicar su crítica a la

45
FLEW, A. G. N., “Hume”, en O’CONNOR, D. J. (comp.), Historia, p. 212.
46
HUME, David, Investigación, p. 105.
36

causalidad, no hace sino tomar un ejemplo de Malebranche, sólo que con una
interpretación del mismo hecho muy distinta.

Malebranche consideraba que un cuerpo, por sí mismo, era incapaz de ser


causa de otro. El hecho empíricamente constatable de que un objeto sucede a
otro regularmente no nos muestra el poder implícito necesario para que el objeto
causante, denominado por el filósofo francés causa natural u ocasional, sea la
verdadera causa del efecto. Ésta no es otra que Dios mismo, que aprovecha la
interacción de aquellos dos cuerpos para ejercer su influjo; esta interacción es sólo
una ocasión para que Dios cumpla su rol de causa universal. Esta explicación de
la relación causa-efecto, al más puro estilo Deus ex machina, se conoce como
ocasionalismo:

“Xl. Teodoro: Supongamos entonces. Aristeo, que Dios quiere


que haya en el suelo un cuerpo cualquiera, por ejemplo, una bola.
Inmediatamente está hecha. No hay nada más móvil que una esfera
sobre algo plano, pero todas las fuerzas imaginables no podrán
moverlo si Dios no participa. Porque insisto, mientras Dios no quiera
crear o conservar esa bola en el punto A, o en cualquier otro que te
plazca (y es necesario que la ponga en algún sitio), ninguna fuerza la
hará salir de ahí. No lo olvides, porque ése es el principio.
Aristeo: Capto el principio. Sólo el Creador puede ser motor, dar
existencia a los cuerpos y colocarlos en los lugares que ocupan.
Teodoro: Muy bien. La fuerza motriz de un cuerpo es, por tanto,
la eficacia de la voluntad de Dios, que lo conserva sucesivamente en
diferentes lugares. Dicho esto, supongamos que esa bola se mueva,
y que en la línea de su movimiento encuentre a otra en reposo: la
experiencia nos enseña que la otra será indefectiblemente empujada,
y según ciertas proporciones siempre exactas. Pero no es la primera
la que mueve a la segunda. Esto está claro por el principio. Porque
un cuerpo no puede mover otro sin comunicarle fuerza motriz, y la
fuerza motriz de un cuerpo movido es la voluntad del Creador que lo
conserva sucesivamente en distintos lugares. No es una cualidad
que pertenezca a ese cuerpo. Sólo le pertenecen las modalidades, y
las modalidades son inseparables de las sustancias. Por tanto, los
cuerpos no pueden moverse unos a otros, y su encuentro, o su
choque, es una causa ocasional de la distribución del movimiento […]
los cuerpos no pueden moverse por sí mismos, ni mover a los que
encuentran a su paso (como nos lo acaba de enseñar la Razón), y
37

que existen ciertas leyes con arreglo a las cuales Dios los mueve sin
excepción (como sabemos por la experiencia)” 47.

Este tipo de explicación es para un empirista —y ateo declarado— como


Hume totalmente inaceptable, ya que conduce a la razón a ámbitos que
trascienden la experiencia constatable, haciéndola inferir conclusiones que, más
allá de su elegancia y validez lógica, no pueden ser verificadas. Y un
planteamiento como el de Malebranche, al no poder tener evidencia empírica
como soporte, no puede considerarse racionalmente fundado 48.

Habiendo realizado un breve recorrido por la teoría del conocimiento


humeana y su concepción acerca de la idea de conexión causal necesaria, queda
aclarado el por qué se le atribuye a Hume el llamado de atención acerca de un
Problema de la Inducción. Aun cuando no utiliza el término “inducción”, tal como
ya se ha señalado, es evidente que el escepticismo humeano sobre la causalidad
objetiva recae inmediata y necesariamente en un escepticismo sobre la inducción.
No en vano nos dice Millican, acerca de Hume, en su Introducción a la primera
Investigación: “en términos de su influencia en epistemología, metafísica y filosofía
de la ciencia, este ‘anti-realismo’ respecto a la causalidad, junto con su
escepticismo inductivo, constituyen su más prominente legado”49.

47
MALEBRANCHE, Nicolás, Conversaciones sobre la metafísica y la religión, Encuentro, Madrid,
2006, p. 151-152. Véase también otro pasaje de las bolas que colisionan en La búsqueda de la
verdad, Libro 6, Parte 2, Capítulo 6.
48
Haciendo referencia a las concepciones racionalistas, y especialmente las ocasionalistas, que
explican la causalidad en términos trascendentales, sostiene Hume: “me parece que esta teoría de
la energía y de la actividad universales del Ser Supremo es demasiado atrevida para convencer
jamás a un hombre suficientemente enterado de la debilidad de la razón humana y de los
estrechos límites a los que está confinado en todas sus operaciones. Aunque fuera absolutamente
válida la cadena de argumentos que llevan a ella, ha de surgir la sospecha, si no la seguridad
absoluta, de que nos ha llevado más allá del alcance de nuestras facultades cuando desemboca
en conclusiones tan extraordinarias y tan alejadas de la vida y de la experiencia comunes. Nos
encontramos en el mundo de las hadas mucho antes de que hayamos llegado a los últimos pasos
de nuestra teoría, y allí no tenemos razón alguna para confiar en nuestros habituales métodos de
argumentación […] Nuestra vida es demasiado corta para sondear abismos tan profundos.” HUME,
David, Investigación, p. 106-107.
49
“in terms of its influence on epistemology, metaphysics, and the philosophy of science, this ‘anti-
realism’ about causation, along with his inductive scepticism, constitutes his most prominent
legacy.” MILLICAN, Peter, “Introducción”, en HUME, David, An Enquiry, p. XLV. Traducción
nuestra.
38

Las implicaciones de la argumentación escéptica humeana en contra del


principio de causalidad y el razonamiento inductivo tienen su reflejo en los más
resaltantes pensadores de la filosofía de la ciencia del siglo XX. Ejemplo de ello es
la posición empirista-probabilista de los integrantes del Círculo de Viena, y las
posturas escépticas y relativistas de Popper, Kuhn, Lakatos y Feyerabend, éstas
últimas caracterizadas por un marcado anti-inductivismo. Este anti-inductivismo
de dichos autores y su relación con las premisas de Hume será el objeto de
estudio y crítica de David Stove en su obra Popper y después: cuatro
irracionalistas contemporáneos. Al análisis de la propuesta de esta obra nos
dedicaremos en los dos siguientes capítulos.
39

III. LA CRÍTICA DE STOVE A POPPER Y SUS SUCESORES. CRÍTICA DE


FORMA

La obra de Stove que es objeto del presente estudio, a saber, Popper y


después: Cuatro irracionalistas contemporáneos, pretende mostrar que Popper,
Lakatos, Kuhn y Feyerabend tienen unas posiciones filosóficas irracionalistas
respecto a la ciencia, aunque la opinión general no los perciba de este modo. Ya
desde el prefacio, haciendo alusión a estos pensadores, nos dice Stove:

“Todos ellos adoptan una visión fundamentalmente


irracionalista de la filosofía de la ciencia y niegan por completo o
dudan de que pueda haber alguna razón para creer en una teoría
científica. De modo similar, dudan o niegan a fortiori que haya habido
un incremento del conocimiento en los últimos siglos. Pese a esto,
con la excepción parcial de Feyerabend, los lectores no los
consideran irracionalistas. En general su irracionalismo está tan lejos
de advertirse, que, por ejemplo, la mayoría de los lectores de Popper
lo toman como un opositor del irracionalismo científico”50.

La obra consta de dos Partes, tal como nos lo advierte el australiano en el


prefacio. La Primera —titulada La filosofía y el lenguaje. ¿Cómo se hace creíble el
irracionalismo científico?— se plantea explicar cómo los filósofos de la ciencia
señalados han podido ocultar su irracionalismo a los lectores, al punto que éstos
acepten sus propuestas aunque no comulguen con las premisas que subyacen en
los textos de aquéllos. Para Stove, dicho ocultamiento se logra gracias a “dos
mecanismos literarios típicos de sus escritos” 51, a los cuales denomina
neutralización de las palabras de éxito (neutralizing success-words) y sabotaje de

50
STOVE, David, Popper y después: cuatro irracionalistas contemporáneos, Tecnos, Madrid, 2002,
p. 21.
51
IBID.
40

las expresiones lógicas (sabotaging logical expressions). Esto es lo que llamamos


la crítica de forma de Stove a los cuatro filósofos destacados.

A su vez, la Segunda Parte —titulada ¿Cómo empezó el irracionalismo


científico?— se encarga de rastrear y analizar lógicamente la “fuente histórica”
que origina el irracionalismo científico de los autores señalados. Según Stove,
dicha fuente es el escepticismo humeano respecto a la inducción. A este apartado
le llamamos la explicación histórica y crítica de fondo a tales pensadores.

Pese a que Stove advierte en el prefacio que no pretende abordar una


disertación filosófica de las propuestas de los pensadores que cuestiona, sino sólo
histórica 52, lo cierto es que vemos en la segunda parte una verdadera
argumentación lógico-filosófica con miras a cuestionar tales planteamientos
teóricos, así como las premisas básicas sobre las cuales se apoyan. El mero
hecho de adjudicarles el apelativo de “irracionalistas” amerita una explicación y
argumentación, tarea que nuestro autor no deja de hacer, tal como veremos más
adelante, especialmente cuando estudiemos la segunda parte de la obra.

David Stove parte de una premisa fundamental: “Hoy se sabe mucho más
de lo que se sabía hace cincuenta años y mucho más se conocía entonces por
comparación al año 1580. Por tanto, durante los últimos cuatrocientos años ha
habido una gran acumulación o incremento del conocimiento” 53

A esta última proposición 54 —la que hemos colocado en cursiva —, que


asume como plenamente verdadera y harto conocida —y en esta asunción

52
“Resulta evidente que los dos problemas tratados en este libro, aunque conciernen a cierto tipo
de filosofía, no constituyen problemas filosóficos, sino puramente históricos. Pienso que esto debe
ponerse de relieve aquí […] En la parte primera, como en la segunda, mi objetivo principal ha sido
responder a una crítica histórica.” IBID.
53
ID., p. 25. Cursivas nuestras.
54
Stove dice “hecho”, no “proposición”. Sin embargo, consideramos más preciso decir
“proposición”, ya que no es un solo hecho, sino varios los que sirven de soporte empírico para esta
afirmación o pensamiento. No dudamos que el autor estudiado tenga clara esta precisión; quizá, al
decir “hecho”, sólo quiso enfatizar la evidencia y verdad de esta proposición, del mismo modo que
se le dicen hechos a proposiciones en el lenguaje ordinario.
41

coincidimos con el australiano—, Stove la señala como (A). Toda persona —


filósofos incluidos— que en sus escritos niegue abiertamente (A), provocará
inevitablemente un efecto de perplejidad y de rechazo en sus lectores, salvo que
disimule “mediante cierto tipo de escritura la implausibilidad de su posición” 55.

Para Stove, los cuatro filósofos que critica niegan abiertamente o tienen
reservas de (A). Si bien entre las posiciones de cada uno de ellos existen notables
diferencias, éstas no impiden que coincidan en ciertos puntos fundamentales en
sus teorías, tales como la negación de (A) y la convicción de que “la historia de la
ciencia no es «acumulativa»” 56. Así, el hecho de que los cuatro pensadores
coincidan en considerar falsa o tener reservas hacia (A) es suficiente para
considerarlos irracionalistas.

Quizá el título de irracionalista a estos pensadores pueda parecer excesivo


o inicuo. Sin embargo, Stove justifica su conclusión:

“Cualquiera admitiría que, si ha habido algún desarrollo del


conocimiento, éste ha tenido lugar en los últimos cuatrocientos años.
Por ello, quien se resista a aceptar (A), si es coherente, se resistirá
también a aceptar que haya habido un desarrollo del conocimiento
[en cualquier momento de la historia de la Humanidad]. Pero cuando
un filósofo de la ciencia adopta una posición tal que, so pena de
parecer incoherente, lo compromete a resistirse a aceptar (A),
entonces su posición puede ser correctamente descrita como
irracionalismo o relativismo”57

Como bien señala Stove, Popper y Lakatos han calificado a Kuhn y a


Feyerabend de irracionalistas, pero según el australiano los acusadores
comparten con los acusados el principal problema teórico que los conduce a
participar del irracionalismo, que no es otro que “la constante tendencia presente
en estos autores a confundir las cuestiones de hecho con las cuestiones de valor

55
STOVE, David, Popper y después, p. 25.
56
IBID.
57
ID., p. 26. Corchetes nuestros.
42

lógico, o la historia con la filosofía de la ciencia” 58. El problema teórico que


provoca esta confusión será tratado más adelante.

Esta tendencia denunciada por Stove no sólo explica el irracionalismo de


estos autores, sino que a su vez permite disimularlo 59. Ahora bien, dicha
propensión, para poder cumplir efectivamente su rol de encubridora del
irracionalismo en los cuatro filósofos señalados, se realiza en sus escritos
mediante dos “artificios literarios” muy específicos, arriba mencionados: la
neutralización de las palabras de éxito y el sabotaje de las expresiones lógicas.

Respecto a las acusaciones de irracionalismo entre ellos, veamos algunos


ejemplos:

• Lakatos a Kuhn:

“Mi interés se centra más bien en que Kuhn, tras reconocer el


fracaso tanto del justificacionismo como del falsacionismo para
suministrar explicaciones del progreso científico, parece ahora
retroceder al irracionalismo. Para Popper, el cambio científico es
racional o al menos reconstruible racionalmente y pertenece al
dominio de la lógica de la investigación. Para Kuhn, el cambio
científico de un paradigma a otro es una conversión mística que no
está ni puede estar gobernada por reglas racionales y que cae
enteramente en el terreno de la psicología (social) de la
investigación. El cambio científico es una clase de cambio
religioso” 60.

• Popper a Kuhn:

“Kuhn sugiere que la racionalidad de la ciencia presupone la


aceptación de un marco común. Él sugiere que la racionalidad
depende de algo como un lenguaje común y un conjunto común de
suposiciones. Sugiere que la discusión y crítica racional sólo es

58
ID., p. 27.
59
“Esta tendencia es causa suficiente en la explicación del fenómeno de la plausibilidad del
irracionalismo: es tan poderosa y produce tanta confusión cuando no se la somete a crítica, que es
fácilmente equiparable a la tarea de convertir al irracionalismo científico en algo plausible.” IBID.
60
LAKATOS, Imre, La metodología, p. 19.
43

posible si nos hemos puesto de acuerdo sobre los fundamentos […]


He apodado a esta tesis El Mito del Marco, y lo he discutido en
diversas ocasiones. Considero a éste como un error lógico y
filosófico […] El punto central es que una discusión y comparación de
los diversos marcos es siempre posible. Es sólo un dogma —un
peligroso dogma— que los diferentes marcos son como idiomas
mutuamente intraducibles. El hecho es que incluso idiomas
totalmente diferentes (como el inglés y el hopi, o el chino) no son
intraducibles, y hay muchos hopis y chinos que han aprendido a
dominar el inglés muy bien. El Mito del Marco es, en nuestro tiempo,
el baluarte central del irracionalismo”61.

• Kuhn se defiende alegando que los métodos y las conclusiones a las cuales
llega mediante los mismos no son tan diferentes de ciertos autores que lo
critican (especialmente Lakatos y Popper):

“En cuanto a los métodos, entonces, los que empleo no son


significativamente diferentes de los de mis críticos popperianos.
Aplicando dichos métodos establecemos, desde luego, conclusiones
un tanto diferentes, pero incluso ellas no están tan lejos como
muchos de mi críticos piensan.” 62

61
“Kuhn suggests that the rationality of science presupposes the acceptance of a common
framework. He suggests that rationality depends upon something like a common language and a
common set of assumptions. He suggests that rational discussion, and rational criticism is only
possible if we have agreed on fundamentals.[…] I have dubbed this thesis The Myth of the
Framework, and I have discussed it on various occasions. I regard it as a logical and philosophical
mistake. […] The central point is that a critical discussion and a comparison of the various
frameworks is always possible. It is just a dogma-a dangerous dogma-that the different frameworks
are like mutually untranslatable languages. The fact is that even totally different languages (like
English and Hopi, or Chinese) are not untranslatable, and that there are many Hopis or Chinese
who have learnt to master English very well. The Myth of the Framework is, in our time, the central
bulwark of irrationalism.” POPPER, Karl, “Normal Science and its Dangers”, en LAKATOS, I. y
MUSGRAVE, A. (eds.), Criticism and the Growth of Knowledge, Cambridge University Press,
Cambridge, 1977, p. 56. Traducción nuestra. Hay edición en español de esta obra: Crítica y el
crecimiento del conocimiento, Grijalbo, Barcelona, 1975. Este texto, publicado en 1970 y editado
por Lakatos y Musgrave, es el cuarto volumen compilador de las ponencias presentadas en el
Coloquio Internacional de Filosofía de la Ciencia de Londres, efectuado entre el 11 y el 17 de Julio
de 1965. Asimismo, contiene algunos artículos surgidos a partir de las discusiones generadas en
tal encuentro, como una réplica de Kuhn a las críticas recibidas —véase infra, nota 62—, además
de un artículo de Lakatos —“La falsación y la metodología de los programas de investigación
científica”— que vendría a ser a la postre el primer capítulo de su obra La metodología de los
programas de investigación científica.
62
“As to methods, then, the ones I employ are not significantly different from those of my Popperian
critics. Applying those methods we, of course, draw somewhat different conclusions, but even they
are not so far apart as several of my critics believe.” KUHN, Thomas, “Reflections on my Critics”, en
LAKATOS, I. y MUSGRAVE, A. (eds.), Criticism, p. 241. Traducción nuestra.
44

• Enfatizando la similitud de su posición con la de sus críticos, Kuhn sostiene:

“Todos nosotros, a diferencia de los miembros del que hasta


hace poco era el principal movimiento en filosofía de la ciencia,
hacemos investigación histórica y confiamos tanto en esto como en
la observación de los científicos contemporáneos en el desarrollo de
nuestros puntos de vista. En estos puntos de vista, además, lo
descriptivo y lo normativo están inextricablemente mezclados. Pese a
que podemos diferir en nuestros estándares y seguramente diferimos
respecto a algunas cosas sustanciales, apenas nos distinguimos en
nuestros métodos. El título de mi primer artículo ‘¿Lógica del
descubrimiento o psicología de la investigación?’ no fue escogido
para sugerir lo que Sir Karl debe hacer sino más bien para describir
lo que hace” 63.

• Respecto a la acusación lakatosiana acerca del socio-psicologismo de su


postura, dice Kuhn:

“La posición de Lakatos es socio-psicológica en su confianza


repetida sobre las decisiones gobernadas no por reglas lógicas, sino
por la sensibilidad madura del científico entrenado. Si difiero de
Lakatos (o de Sir Karl, Feyerabend, Toulmin, o Watkins), es con
respecto a la sustancia más que al método” 64.

• Kuhn acerca de Feyerabend:

“Mis dificultades para entender son, sin embargo, más claras


y agudas cuando estos términos [‘irracional’ o ‘irracionalidad’ para
referirse, tal como hemos visto, a los planteamientos kuhnianos] son
usados, no para criticar mi posición, sino en su defensa. Obviamente
hay mucho en la última parte del artículo de Feyerabend con la cual
estoy de acuerdo, pero describir el argumento como una defensa de

63
“All of us, unlike the members of what has until recently been the main movement in philosophy
of science, do historical research and rely both on it and on observation of contemporary scientists
in developing our viewpoints. In those viewpoints, furthermore, the descriptive and normative are
inextricably mixed. Though we may differ in our standards and surely differ about some matters of
substance, We are scarcely to be distinguished by our methods. The title of my earlier paper, ‘Logic
of Discovery or Psychology of Research?’ was not chosen to suggest what Sir Karl ought to do but
rather to describe what he does” ID., p. 233. Traducción nuestra.
64
“Lakatos's position is social-psychological in its repeated reliance on decisions governed not by
logical rules but by the mature sensibility of the trained scientist. If I differ from Lakatos (or Sir Karl,
Feyerabend, Toulmin, or Watkins), it is with respect to substance rather than method” IBID.
Traducción nuestra.
45

la irracionalidad en la ciencia me parece no sólo absurdo sino


vagamente obsceno”65.

• Feyerabend expresando categóricamente su posición irracionalista de la


ciencia:

“El copernicanismo y otros puntos de vista ‘irracionales’


existen hoy día sólo porque, a lo largo de su historia, la razón fue
dejada de lado alguna vez (La afirmación opuesta también es cierta:
La brujería y otros puntos de vista ‘irracionales’ han dejado de ser
influyentes sólo porque, a lo largo de su historia, la razón fue dejada
de lado alguna vez)” 66.

• Feyerabend respecto a Kuhn y a Lakatos:

“También está claro que Lakatos no ha conseguido mostrar


que hay ‘cambio racional’ donde ‘Kuhn y Feyerabend ven cambio
irracional’” 67.

Estos pasajes evidencian que las acusaciones de irracionalismo entre los


autores estudiados no son del todo una novedad de David Stove, ya que entre
ellos llegaron a adjudicarse apelativos referentes a aquella concepción. Lo
realmente novedoso de Stove es incluir en la acusación al único tradicionalmente
exento de la misma: Karl Popper 68. Sin embargo, más allá de la disputa entre
ellos, queda claro que, tal como dice Stove, existe una concepción generalizada

65
“My difficulties in understanding are, however, even clearer and more acute when these terms
are used not to criticize my position but in its defence. Obviously there is much in the last part of
Feyerabend's paper with which I agree, but to describe the argument as a defence of irrationality in
science seems to me not only absurd but vaguely obscene” ID., p. 263-264. Traducción y corchetes
nuestros.
66
FEYERABEND, Paul, Tratado, p. 142.
67
ID., p. 187.
68
Lakatos, como buen discípulo de Popper, contiene dentro de su propuesta teórica elementos que
hacen que también sea considerado racionalista. Pero, tal como vimos en la cita de Kuhn respecto
a este autor, en su obra hay fuertes elementos contextualistas afines a los que critica en el
pensador norteamericano; esto provoca que en su obra se incluyan aspectos ajenos a la
racionalidad en la toma de decisiones respecto a la práctica y los criterios de la ciencia. En este
sentido, Lakatos sólo estaría librado parcialmente de la acusación de irracionalismo, al menos en el
marco de las discusiones suscitadas desde el Coloquio de 1965 señalado.
46

de que los autores criticados por el australiano son racionalistas, salvo en el caso
relativo de Feyerabend 69.

Volviendo al estudio de la obra de Stove, procedamos a examinar las


técnicas literarias denunciadas por este pensador, recordemos, la neutralización
de las palabras de éxito y el sabotaje de las expresiones lógicas.

1. La neutralización de las palabras de éxito

En el primer capítulo de la obra de Stove, titulado La neutralización de las


palabras de éxito, su autor establece el primer mecanismo o “artificio” literario que
según él permite disfrazar el irracionalismo de los autores que evalúa. Basándose
en la distinción de Gilbert Ryle entre palabras de éxito (sucess-words) y palabras
de fracaso (failure-words) 70, Stove sostiene que los autores que cuestiona
neutralizan ciertas palabras de éxito, es decir, modifican la carga semántica de las
mismas eliminando el logro cognoscitivo que en su significado habitual implican.
Términos como “«conocimiento», «descubrimiento», «hechos», «verificado»,
«entendimiento», «explicación» y «solución (de un problema)»” o similares, son

69
Véase supra, cita correspondiente a la nota 50.
70
“Hay otra clase de palabras episódicas que, para nuestros propósitos, merecen atención
especial, a saber, la clase de palabras episódicas que en otro lugar he denominado ‘palabras de
logro’, ‘palabras de éxito’ o ‘palabras de realización’, junto con sus antítesis las ‘palabras de
fracaso’ o ‘palabras de error’ […] Los verbos con los cuales expresamos comúnmente estas
conquistas y logros, son verbos activos, tales como ‘ganar’, ‘descubrir’, ‘encontrar’, ‘curar’,
‘convencer’, ‘probar’, ‘engañar’, ‘abrir’ , ‘proteger’, ‘ocultar’ […] Ya hace tiempo se ha notado que
verbos como ‘conocer’, ‘descubrir’, ‘resolver’, ‘probar’, ‘percibir’, ‘ver’ y ‘observar’ (al menos en los
usos habituales) no son, de una manera importante, susceptibles de ser calificados por adverbios
como ‘erróneamente’ e ‘incorrectamente’” (“There is another class of episodic words which, for our
purposes, merit special attention, namely the class of episodic words which I have elsewhere
labelled 'achievement words', 'success words' or 'got it words', together with their antitheses the
'failure words' or ‘missed it’ words […] The verbs with which we ordinarily express these gettings
and keepings are active verbs, such as 'win', 'unearth', 'find', 'cure', 'convince', 'prove', 'cheat',
'unlock', 'safeguard' and 'conceal' […] It has long been realised that verbs like 'know', 'discover',
'solve', 'prove', 'perceive', 'see' and 'observe' (at least in certain standard uses of 'observe') are in an
important way incapable of being qualified by adverbs like 'erroneously' and 'incorrectly'”) RYLE,
Gilbert, The Concept of Mind, Hutchinson's University Library, London, 1951, p. 149-152.
Traducción nuestra.
47

utilizados en ocasiones por estos filósofos sin el contenido de logro cognoscitivo


que tienen, lo cual los conduce a cometer inconsistencias en sus aseveraciones.

Stove nos presenta, antes de las citas particulares que evidencian la


neutralización aludida, un fragmento de Feyerabend donde éste afirma que ciertos
términos que ha de usar no deben ser entendidos en su sentido corriente:

“Dicho sea de paso, he de señalar que el uso frecuente que


hago de términos tales como 'progreso', avance', 'mejoramiento', etc.,
no significa que pretenda poseer un conocimiento especial sobre lo
que es bueno y malo en ciencia, ni que desee imponer dicho
conocimiento a mis lectores. Cada cual puede leer estos términos a
su manera y de acuerdo con la tradición a la que pertenezca. Así,
para un empirista, 'progreso' significará pasar a una teoría que
proporciona pruebas empíricas directas para la mayor parte de sus
supuestos básicos. Algunos creen que la teoría cuántica es una
teoría de esta clase. Para otros 'progreso' puede significar unificación
y armonía, incluso tal vez a expensas de la adecuación empírica. Así,
es como consideraba Einstein la teoría general de la relatividad. Y mi
tesis es que el anarquismo estimula el progreso cualquiera que sea
el sentido en que se tome este término. Incluso una ciencia basada
en la ley y el orden, sólo tendrá éxito si permite que se den pasos
anarquistas ocasionales 71.

Con esta afirmación, Feyerabend reconoce indirectamente que su


planteamiento presupone la neutralización del logro cognoscitivo de ciertos
términos, ya que si una palabra como “progreso” es despojada en su propuesta de
su significado consensuado, nada impide —o, más aún, implica— que palabras
como “conocimiento” o “descubrimiento” sean desligadas de su significación de
éxito epistemológico. Y es que no hay otro resultado de permitir cualquier
significado de “progreso” o “avance” que el de alterar el sentido de aquellos
términos —conocimiento, descubrimiento—, que aluden a las condiciones que son
prerrequisito para obtener tal progreso. Del mismo modo, sólo alterando el sentido
de dichas palabras puede amoldarse el anarquismo metodológico de Feyerabend
a cualquier significado de la palabra “progreso”. Además, luego de semejante
afirmación respecto a la abundante permisividad del anarquismo, resulta difícil

71
FEYERABEND, Paul, Tratado, p. 11-12.
48

comprender cómo ha de ser esa metodología y qué nos propondrá realmente, ya


que si incurrimos en la subjetividad de “cada cual puede leer esos términos a su
manera” del pensador vienés, la metodología no sólo sería anarquista sino
sencillamente incoherente. 72

Es preciso acotar que la neutralización aludida se lleva a cabo, según el


australiano, de manera intermitente. Es decir, a veces se utilizan las palabras con
su contenido de logro cognoscitivo intacto, mientras que en otras ocasiones se
anula. Esto está enmarcado según Stove en lo que denomina estrategia mixta,
que consiste en la aplicación deliberada de equívocos e inconsistencias con el fin
de expresar solapadamente una posición irracionalista 73. Así, la ambigüedad
resultante de usar las palabras en su sentido habitual y de modo neutralizado
permite presentar afirmaciones que de otro modo fueran para los lectores
simplemente inaceptables.

Stove describe diversas formas de neutralización de las palabras de éxito


de los autores que revisa. Veamos las diferentes expresiones del artificio.

1.1 El uso de comillas

El procedimiento más directo para neutralizar las palabras de éxito es


colocándolas entre comillas. Esta técnica puede tener diversas variantes: a veces

72
“Es obvio que este añadido a la metodología anarquista no hace de ella (aunque lo parezca) la
más permisiva. En realidad, la convierte en un sinsentido. Probablemente pensaríamos que un
hombre que realiza una donación de un millón de dólares para un avance en la cura del cáncer, al
mismo tiempo que afirma que todo vale en lo que respecta a los medios (científicos, mágicos, o de
cualquier otro tipo) que se utilicen para tal fin, tiene buen corazón. Pero si añadiera «de paso» que
todo vale también en lo que respecta a lo que cuenta como un avance hacia la cura del cáncer —
que «cualquiera puede leer los términos a su manera»—, entonces nos resultaría imposible pensar
que tiene la cabeza sobre los hombros. No se trata de que la segunda forma de permisividad sea
una extensión de la primera, simplemente la vacía de sentido” STOVE, David, Popper y después,
p. 32-33. Este fragmento ilustra de manera fidedigna el estilo perspicaz y cáustico que caracteriza
a las ideas de David Stove.
73
“Si uno deseara recomendar una filosofía de la ciencia a lectores que decididamente rechazarían
el irracionalismo, sin duda la estrategia tendría que ser mixta, ya que un irracionalismo abierto y sin
disimulos resultaría implausible. Por ello se deberían suavizar los golpes irracionalistas,
mezclándolos con golpes en sentido contrario o presentándolos como perteneciendo a un tipo
opuesto. Nuestros autores emplean una estrategia mixta en este sentido, que de hecho asume
diversas formas.” ID., p. 28.
49

se colocan las comillas con la intención de generar la duda en el lector sobre si en


ese caso específico se está o no neutralizando la palabra (a esto lo llama Stove
suspensión); en otras ocasiones se intercalan las palabras entrecomilladas y sin
entrecomillar, sin razón aparente para tal comportamiento.

De los cuatro filósofos de la ciencia estudiados por Stove, el que utiliza en


mayor medida el entrecomillado para la neutralización de las palabras de éxito es
Lakatos. Según el australiano, para Lakatos “el entrecomillado de las palabras de
éxito constituye de hecho una especie de tic literario repetido”74.

Un ejemplo arquetípico que puede ilustrar la práctica del entrecomillado en


el pensador húngaro—ejemplo que para Stove es más que suficiente, debido a la
recurrencia del artificio a lo largo de su obra— es el siguiente:

“Una señal típica de la degeneración de un programa, no


discutida en este artículo, es la proliferación de «hechos»
contradictorios. Usando una teoría falsa como teoría interpretativa, se
pueden obtener (sin cometer ningún «error experimental»)
proposiciones fácticas contradictorias, resultados experimentales
inconsistentes. Michelson, que se aferró al éter hasta el amargo final,
resultó decepcionado fundamentalmente por la inconsistencia de los
«hechos» a los que había llegado mediante mediciones ultra-
precisas. Su experimento de 1887 mostró [debería entrecomillarse]
que no había un viento de éter sobre la superficie de la tierra. Pero la
aberración «demostraba» [debería ser «mostraba»] que tal viento
existía. Además, su experimento de 1925 (bien no mencionado o,
como en Jaffé, 1960, erróneamente interpretado) también lo
«probaba» (cf. Michelson y Gale, 1925, y para una rotunda crítica,
Runge, 1925)” 75.

74
ID., p. 34.
75
LAKATOS, Imre, La metodología, p. 103. Corchetes nuestros. Los comentarios de los corchetes
se basan en las comillas y palabras utilizadas en la versión original inglesa: “One typical sign of the
degeneration of a programme which is not discussed in this paper is the proliferation of
contradictory 'facts'. Using a false theory as an interpretative theory, one may get —without
committing any 'experimental mistake'— contradictory factual propositions, inconsistent
experimental results. Michelson, who stuck to the ether to the bitter end, was primarily frustrated by
the inconsistency of the' facts' he arrived at by his ultra-precise measurements. His 1887
experiment 'showed' that there was no ether wind on the earth's surface. But aberration 'showed'
that there was. Moreover, his own 1925 experiment (either never mentioned or, as in Jaffe's [1960],
misrepresented) also 'proved' that there was one (d. Michelson and Gale [1925] and, for a sharp
50

Luego de leer el párrafo precedente, cualquier lector podría dudar acerca


del significado atribuido por Lakatos a los términos “hechos”, “probaba” y “mostró”,
ya que no se sabe si se están usando en algún sentido especial o figurado, ni por
qué se colocan entre comillas. De modo que estas tres palabras, con importante
contenido de logro cognoscitivo, quedan despojadas del mismo, es decir, quedan
neutralizadas (o suspendidas)76.

Pese a la idea de Stove de que un solo ejemplo basta para ilustrar la


neutralización lakatosiana mediante la técnica del entrecomillado, consideramos
pertinente mostrar otros ejemplos del abuso de Lakatos de la misma que, en el
más conservador de los juicios, hace por momentos ambiguo y oscuro el discurso
del húngaro. A su vez, y pese a que no es comentado por Stove, el mismo juicio
puede hacerse de su uso de las cursivas, con el agravante de que éstas se
pueden usar tanto para enfatizar como para mencionar una palabra o frase, lo cual
facilita la posibilidad del equívoco. Veamos los ejemplos:

• “Probar”:

- “Pero ¿cómo podemos «probar» que una proposición básica


es verdadera (aunque no sea en un sentido último)?, ¿cómo
podemos probar que una inferencia es válida?” 77.

• “Prueba”

- “Es importante señalar que estos dos supuestos son también


compartidos por muchos justificacionistas que no son falsacionistas:
puede que añadan las «pruebas intuitivas» a las pruebas
experimentales como hizo Kant, o las «pruebas inductivas» como

criticism, Runge [1925]).” LAKATOS, Imre, The methodology of scientific research programmes,
Cambridge University Press, Cambridge, 1989, p. 77.
76
“¿Qué es entonces lo que este pasaje proporciona al lector? Absolutamente nada más que la
profunda impresión de que a pesar de las palabras de éxito usadas en la descripción, durante ese
episodio presumiblemente representativo de la historia de la ciencia, no se produjo ningún logro
cognoscitivo”. STOVE, David, Popper y después, p. 35.
77
LAKATOS, Imre, La metodología, p. 251.
51

hizo Mill. Nuestro falsacionista sólo acepta las pruebas


experimentales.” 78.

- “Esta versión normativo-historiográfica de la metodología de


los programas de investigación científica suministra una teoría
general acerca de cómo comparar lógicas de la investigación rivales;
una teoría en que (en un sentido que debe especificarse con
cuidado) la historia puede contemplarse como una «prueba» de sus
reconstrucciones racionales” 79.

• “Refutar”:

- “Es claro que la teoría T' puede tener un exceso de contenido


empírico corroborado con relación a otra teoría T incluso si ambas T
y T' están refutadas. El contenido empírico nada tiene que ver con la
verdad o la falsedad. Los contenidos corroborados también pueden
ser comparados con independencia del contenido refutado. De este
modo se aprecia la racionalidad de eliminar la teoría de Newton en
favor de la de Einstein aun cuando puede decirse que la teoría de
Einstein nació «refutada» como la de Newton” 80.

• “Progreso”:

- “Por ejemplo, podemos hacer una conjetura, que


posteriormente queda refutada y que, aún más tarde, es recuperada
mediante una hipótesis auxiliar que no es ad hoc en el sentido que
hemos analizado previamente. Puede predecir hechos nuevos
algunos de los cuales puede que incluso resulten corroborados. Con
todo, es posible conseguir tal «progreso» con una serie, remendada
y arbitraria, de teorías desconectadas. Los buenos científicos no
encontrarán satisfactorio tal progreso artesanal; puede que incluso lo
rechacen por no ser genuinamente científico” 81.

- [Refiriéndose a los convencionalistas “revolucionarios”] “El


progreso genuino de la ciencia es acumulativo y tiene lugar en el
terreno básico de los «hechos probados»; los cambios en el terreno
teórico son meramente instrumentales. El «progreso» teórico es sólo

78
ID., p. 25.
79
ID., p. 160.
80
ID., p. 52.
81
ID., p. 116-117.
52

una cuestión de conveniencia («simplicidad») y no de contenido de


verdad” 82.

- “Kuhn parece tener nociones diversas sobre el progreso


científico. No dudo de que, siendo, como es, un investigador y
científico cuidadoso, personalmente deteste el relativismo. Pero su
teoría puede ser interpretada o bien como negando el progreso
científico y aceptando solamente el cambio científico, o bien como
reconociendo el progreso científico pero como un «progreso» sólo
señalizado por la evolución de la historia real”83.

Por su parte, Feyerabend hace un uso menor del entrecomillado para


neutralizar las palabras de éxito, aunque no por ello menos evidente. Dicho uso
está diluido a lo largo de sus escritos. Ofrecemos algunos de los ejemplos
aludidos por Stove:

• “Hechos”:

- “De aquí que resulte imposible una refutación 'directa' de la


segunda ley que sólo tuviese en cuenta la teoría fenomenológica y
los 'hechos' del movimiento browniano”84.

- “Me parece que éste es un ejemplo típico de la relación entre


teorías o puntos de vista muy generales, y los ‘hechos’” 85.

- “En la medida que la condición de consistencia limita la


diversidad, contiene un elemento teológico que radica, por supuesto,
en la veneración de los 'hechos' tan característica de casi todo el
empirismo” 86.

• “Objetivo”:

- “De modo inverso, un ligero lavado de cerebro conseguirá


convertir la historia de la ciencia en algo más insípido, más simple,

82
ID., p. 139. Corchetes nuestros.
83
ID., p. 176.
84
FEYERABEND, Paul, Tratado, p. 23.
85
ID., p. 24.
86
ID., p. 30.
53

más informe, más 'objetivo' y más fácilmente accesible a un


planteamiento por reglas estrictas e incambiables” 87.

• “Racional”:

- “Resumiendo: en la medida en que la metodología de


programas de investigación es 'racional', no se diferencia del
anarquismo. En la medida en que difiere del anarquismo no es
‘racional’” 88.

• “Verdad”:
“El racionalismo crítico, que constituye la metodología
positivista más liberal que existe hoy día, o es una idea con
significado, o es una colección de slogans (tales como 'verdad',
'integridad profesional', 'honestidad intelectual', etc.) hechos para
intimidar a los oponentes molestos (que tienen la fortaleza, o incluso
la clarividencia, de declarar que la 'verdad' puede que no sea
importante, e incluso puede que no sea deseable)” 89.

En el caso de Popper, Stove hace mención de la neutralización mediante el


uso de comillas del término “confirmación”. El siguiente fragmento nos puede
servir de ejemplo:

“A pesar de ello, puede estar mejor o peor «confirmado», en el


sentido de que podemos lograr verificar muchas, pocas o ninguna de
sus consecuencias existenciales: de ahí que se encuentre, con
respecto a los enunciados básicos, en una relación que, al parecer,
es característica de los enunciados probabilitarios. Los enunciados
de la forma indicada pueden ser llamados «enunciados existenciales
universalizados» o «hipótesis existenciales» (universalizadas). Lo
que yo mantengo es que se puede entender la relación entre las
estimaciones probabilitarias y los enunciados básicos —así como la
posibilidad de que aquéllas estén más o menos bien
«confirmadas»— parando mientes en el hecho de que de todas las
estimaciones de probabilidad son deductibles lógicamente hipótesis
existenciales” 90.

87
ID., p. 3.
88
ID., p. 187.
89
ID., p. 157.
90
POPPER, Karl, La lógica, p. 180-181. Nótese la estrategia mixta cuando, más adelante,
haciendo alusión nuevamente a las estimaciones probabilitarias, utiliza “confirmar” sin comillas:
“Encontramos el «azar» en sentido objetivo, puede decirse, cuando nuestras estimaciones
54

Respecto a Kuhn, Stove simplemente señala que “apenas recurre a las


comillas cuando desea neutralizar una palabra de éxito” 91.

1.2 La neutralización directa o absoluta

Otro procedimiento más simple para neutralizar las palabras de éxito es la


denominada por Stove neutralización directa, que consiste en el uso de dichas
palabras despojándolas de la carga de logro cognoscitivo que tienen. Ahora bien,
el australiano advierte que esta técnica sólo puede utilizarse de modo mixto,
intermitentemente, ya que de lo contrario sería muy evidente y el texto sería
menos convincente.

En el caso de Lakatos, la neutralización directa es mucho menos utilizada


que en los demás autores: su uso intensivo de comillas con fines neutralizadores
resulta suficiente.

Stove toma como ejemplos para fundamentar su afirmación en contra de los


autores estudiados las palabras “conocimiento” y “descubrimiento”, términos de
éxito especialmente fuertes. Esto no quiere decir que la práctica neutralizadora se
reduzca a tales palabras, sino que es suficiente y representativo ilustrar con citas
el caso de las mismas para tener conciencia del procedimiento que siguen tales
filósofos de la ciencia. Para el pensador australiano, sería demasiado extenso
detenerse en la muestra de la neutralización directa de palabras de éxito más
débiles, como “confirmación”, “explicación” o “progreso científico” 92.

probabilitarias resultan confirmadas, del mismo modo que encontramos regularidades causales
cuando las predicciones que deducimos de leyes vienen a corroborarse” ID., p. 192.
91
STOVE, David, Popper y después, p. 36.
92
Respecto a esto, nos dice Stove: “La ejecución es fascinante, según se puede imaginar. Cuando
pueden asesinarse, con impunidad y a la luz del día, las palabras de éxito más enfáticas, el
exterminio de las más débiles jamás despertará crítica e incluso atención. No obstante, una
documentación más detallada del proceso nos llevaría sin duda demasiado lejos.” ID., p. 37.
55

En el caso de Kuhn, veamos un ejemplo de la neutralización directa de la


palabra “conocimiento”:

“Pueden concebirse todavía otras relaciones compatibles entre


las teorías antiguas y las nuevas. Todas y cada una de ellas podrían
ilustrarse por medio del proceso histórico a través del que se ha
desarrollado la ciencia. Si lo fueran, el desarrollo científico sería
genuinamente acumulativo. Los nuevos tipos de fenómenos
mostrarían sólo el orden en un aspecto de la naturaleza en donde no
se hubiera observado antes. En la evolución de la ciencia, los
conocimientos nuevos reemplazarían a la ignorancia, en lugar de
reemplazar a otros conocimientos de tipo distinto e incompatible”93.

Colocamos los verbos en cursiva para enfatizar el carácter hipotético de las


ideas kuhnianas en este párrafo; nótese que en la idea final no dice
hipotéticamente, sino de modo tajante que los conocimientos nuevos reemplazan
[no “reemplazarían”] a otros conocimientos de tipo distinto e incompatible 94. En
este párrafo Kuhn niega que un conocimiento nuevo reemplace a la ignorancia,
sino que reemplaza a otro conocimiento incompatible. Pero semejante afirmación
sólo es lícita si se utiliza la palabra “conocimiento” en un sentido distinto al
habitual; más específicamente, de un modo neutralizado, ya que como señala
Stove: “La noción de conocimiento sugiere la de verdad y las verdades no pueden
ser incompatibles entre sí” 95.

Respecto a la palabra “descubrimiento”, Stove nos ofrece este ejemplo:

“Con los paradigmas de Galileo, las regularidades similares a


las del péndulo eran casi accesibles a la inspección. De otro modo,
¿cómo podríamos explicar el descubrimiento hecho por Galileo de
que el periodo de oscilación es enteramente independiente de la

93
KUHN, Thomas, La estructura, p. 154. Cursivas nuestras.
94
Más adelante, enfatizando su rotundo desacuerdo con la concepción acumulativa del desarrollo
histórico de la ciencia, asevera: “La adquisición acumulativa de novedades no previstas resulta una
excepción casi inexistente a la regla del desarrollo científico. El hombre que tome en serio los
hechos históricos deberá sospechar que la ciencia no tiende al ideal que ha forjado nuestra imagen
de su acumulación […] la adquisición acumulativa de novedades no sólo es en realidad rara, sino
también en principio, improbable.” ID., p. 155.
95
STOVE, David, Popper y después, p. 37.
56

amplitud, un descubrimiento que la ciencia normal sucesora de


Galileo tuvo que erradicar y que nos vemos imposibilitados de probar
teóricamente en la actualidad?” 96.

Este fragmento revela que el uso kuhniano de la palabra “descubrimiento”


es totalmente neutralizado, ya que no puede descubrirse algo que sea falso; en
ese sentido, en el caso citado por Kuhn no es coherente decir que hubo
descubrimiento alguno. Más aún, si reflexionamos acerca del significado y la fuerte
carga de éxito que tiene la palabra “descubrimiento”, y la comparamos con el
ubicuo relativismo de los textos de Kuhn, concluimos que dicha palabra sólo es
incorporable de modo coherente a la argumentación de Kuhn en su versión
neutralizada. Nos dice Stove:

“Descubrir lo que no es verdad o lo que no existe no constituye


algo intrascendente. O mejor dicho, es una imposibilidad lógica, que
la gramática de éxito del verbo «descubrir» prohíbe. Sin embargo, la
historia de la ciencia, tal como la relata Kuhn, contiene
«descubrimientos» de aquello que no es verdad” 97

En el caso de Feyerabend, Stove nos muestra el siguiente fragmento:

“Concebido de esta forma, el conocimiento no consiste en una


serie de teorías autoconsistentes que tiende a converger en una
perspectiva ideal; no consiste en un acercamiento gradual hacia la
verdad. Por el contrario, el conocimiento es un océano, siempre en
aumento, de alternativas incompatibles entre sí (y tal vez
inconmensurables); toda teoría particular, todo cuento de hadas, todo
mito, forman parte del conjunto que obliga al resto a una articulación
mayor, y todos ellos contribuyen, por medio de este proceso
competitivo, al desarrollo de nuestro conocimiento”98

Ya no nos sorprende este tipo de aseveraciones de Feyerabend, cuyo único


fin parece ser escandalizar sin importar las inconsistencias o la falta de
plausibilidad en las que suele incurrir. Sin embargo, es importante mostrar que,
por momentos, las afirmaciones de Feyerabend no resisten el más elemental
96
KUHN, Thomas, La estructura, p. 194.
97
STOVE, David, Popper y después, p. 38.
98
FEYERABEND, Paul, Tratado, p. 14.
57

análisis lingüístico y lógico. Veamos lo que en referencia a este fragmento nos


dice Stove:

“su concepción carece de sentido. Se puede admitir que el


«conocimiento» [entre comillas] es un océano de incompatibles
etcéteras o que lo que se considera conocimiento es tal océano. Pero
afirmar que el conocimiento es un océano de incompatibles etcéteras
o incluso (lo que presumiblemente Feyerabend quiere decir) que los
objetos del conocimiento constituyen un océano de incompatibles
etcéteras carece de sentido. El conocimiento entraña la verdad y la
verdad entraña la verdad posible, y la verdad posible entraña la
compatibilidad.” 99

David Stove acentúa el hecho de que estos autores, salvo Popper, no sólo
violan de manera flagrante y sistemática el significado ordinario y consensuado de
las palabras, sino que también “proclaman el derecho al habla carente de
sentido” 100. Incluso llega a señalar:

“Sin embargo, no tengo ninguna duda que Kuhn y Lakatos


(Feyerabend puede ser un caso distinto) reaccionarían como
cualquier otro filósofo si alguien, por ejemplo un estudiante en cierto
ensayo, les dijera que el conocimiento es un huevo cocido, que el
conocimiento entraña algo falso o que la creencia entraña el
conocimiento. Pero ¿qué podrían decir ellos o cualquier otra persona
a este estudiante, excepto que dado que las palabras tienen
significado, lo que él ha escrito carece de sentido por completo o, al
menos, resulta necesariamente falso? Y esto es lo que nosotros a
menudo deberíamos pensar sobre lo que ellos escriben.”101

El caso de Popper es considerado por el australiano especialmente


llamativo, ya que en el vienés se aprecian casos muy directos de neutralización de
las palabras de éxito. Respecto a este punto, Stove dice satíricamente: “Es
razonable pensar, dada su gran influencia sobre los otros tres filósofos, que
cualquiera que sea la habilidad en el arte en cuestión que aquellos poseen, la han

99
STOVE, David, Popper y después, p. 38-39. Corchetes nuestros.
100
ID., p. 39.
101
ID., p. 39-40.
58

aprendido de Popper (aunque éste ha dejado monumentos de tal arte


posiblemente insuperables)” 102.

En el caso de la palabra “descubrimiento”, nuestro autor nos presenta como


ejemplo representativo el título de la obra popperiana más popular: La lógica del
descubrimiento científico 103. Cuando leemos la obra, nos damos cuenta de que la
palabra está neutralizada, ya que la concepción conjetural que tiene Popper del
conocimiento científico, excluye de la consideración especial de su discurso los
descubrimientos reales en el campo de la ciencia. De hecho, a lo largo del texto se
habla bastante poco del descubrimiento en la ciencia, y lo poco que se habla es de
escasa importancia para la argumentación popperiana 104. Todo esto hace que el
título no se justifique, a menos que se use el término “descubrimiento” de modo
neutralizado 105. Stove llega a decir que un título más apropiado podría ser La
«lógica» del «descubrimiento» científico. Por supuesto que el mismo sería
excesivamente explícito para una propuesta irracionalista solapada.

102
ID., p. 40.
103
Logic of Scientific Discovery, publicada en 1959. Si bien la edición original (escrita en alemán)
de 1934 (aunque con fecha “1935”) llevaba por título Logik der Forschung (Lógica de la
investigación, en español), vale acotar que la traducción al inglés estuvo a cargo del propio Popper,
(con la ayuda de Julius Freed y Lan Freed). La traducción al español, a cargo de Víctor Sánchez
de Zabala y ya citada en este estudio, se titula La lógica de la investigación científica. Este título se
apega más al de la versión de 1934 y al contenido de la obra, aunque tiene como fuente la edición
inglesa. Lo más llamativo es que Popper tuvo que tener especial interés en colocar en el título de
esta última edición “descubrimiento”, ya que hubiese podido traducir simplemente el título de la
versión original.
104
Las únicas páginas donde Popper menciona la palabra “descubrimiento” son (siguiendo la
edición en español) las siguientes: 31, 38, 45, 59, 67, 77, 100, 103, 124, 172, 255 (Considérese
que esta obra consta de 451 páginas). En Conjeturas y refutaciones se utiliza la palabra con
mucha mayor frecuencia; sin embargo, en ésta tampoco es central el tema de los descubrimientos
científicos.
105
Es interesante destacar que Popper, tal como veremos con la palabra “conocimiento”, también
llega a calificar de “conjetural” al “descubrimiento” científico, lo cual es un modo bastante efectivo
de neutralizar este término: “Admito que nuestros descubrimientos son conjeturales.” POPPER,
Karl, Conjeturas, p. 153.
59

Cuando se trata de la palabra “conocimiento”, Popper la neutraliza en


diversas ocasiones. Cuando dice, por ejemplo, que el conocimiento científico es
conjetural, e ideas afines. Veamos algunos casos representativos:

- “la tradición racionalista, la tradición de discusión crítica, es el


único camino fiable para ampliar nuestro conocimiento, conocimiento
conjetural o hipotético, por supuesto. No hay otro camino […]
Sólo hay un elemento de racionalidad en nuestros intentos por
conocer el mundo: es el examen crítico de nuestras teorías. Estas
teorías son conjeturas. No sabemos, sólo suponemos. Si me
preguntáis: "¿Cómo sabe usted?", mi respuesta sería: "No sé; sólo
propongo una conjetura” 106.

- “El conocimiento, especialmente el conocimiento científico,


progresa a través de anticipaciones injustificadas (e injustificables),
de presunciones, de soluciones tentativas para nuestros problemas,
de conjeturas” 107.

- “Desde el punto de vista que aquí exponemos, todas las


leyes y todas las teorías son esencialmente tentativas, conjeturales o
hipotéticas, aun cuando tengamos la sensación de que no podemos
seguir dudando de ellas” 108.

- “Las conjeturas o suposiciones testables son, así, conjeturas


o suposiciones acerca de la realidad; de su carácter incierto o
conjetural sólo se desprende que nuestro conocimiento concerniente
a la realidad que describen es incierto o conjetural” 109.

- “No sabemos: sólo podemos adivinar. Y nuestras previsiones


están guiadas por la fe en leyes, en regularidades que podemos des-
cubrir —descubrir—: fe acientífica, metafísica (aunque
biológicamente explicable) […]
Pero domeñamos cuidadosa y austeramente estas conjeturas
o «anticipaciones» nuestras, tan maravillosamente imaginativas y
audaces, por medio de contrastaciones sistemáticas: una vez que se
ha propuesto, ni una sola de nuestras «anticipaciones» se mantiene
dogmáticamente; nuestro método de investigación no consiste en

106
ID., p. 192. Cursivas nuestras.
107
ID., p. 13.
108
ID., p. 78.
109
ID., p. 152-153.
60

defenderlas para demostrar qué razón teníamos; sino que, por el


contrario, tratamos de derribarlas. Con todas las armas de nuestro
arsenal lógico, matemático y técnico, tratamos de demostrar que
nuestras anticipaciones eran falsas —con objeto de proponer en su
lugar nuevas anticipaciones injustificadas e injustificables, nuevos
«prejuicios precipitados y prematuros», como Bacon los llamó con
gran mofa” 110.

La palabra “conjetura” suele asociarse a juicios provisionales o hipotéticos,


lo cual es bastante adecuado para el falsacionismo popperiano, pero también
puede incluir la noción de suposición e incluso de adivinación, como en el caso de
Popper: si bien Popper utiliza el término “conjecture” (conjetura), también utiliza
como sinónimo “guess” (adivinación, suposición) con mucha frecuencia. El
segundo término incorpora una carga de inseguridad e irracionalidad adicional. Si
ya indignaba a Stove que el vienés hablara de “conjectural knowledge”, su
indignación es mayor cuando utiliza “guess” para iguales fines111. De hecho,
resulta tan claro que Popper entiende y usa ambos términos como sinónimos, que
en algunas de las citas anteriores cuando se lee “conjetura” el equivalente en la
edición original inglesa no es “conjecture”, sino “guess” 112. En ninguno de los

110
POPPER, Karl, La lógica, p. 259-260.
111
Vale señalar que en la traducción al español del texto de Stove que hemos consultado, no se
preserva la diferenciación entre los términos “conjecture” y “guess”, traduciéndose ambos términos
indistintamente por “conjetura”. Consideramos que esto es un grave error que dificulta la
interpretación cabal de lo dicho por el filósofo australiano. Véase STOVE, David, Scientific
Irrationalism: Origins of a Postmodern cult, Transaction, New Brunswick, 2001, p. 41.
112
Por ejemplo, compárese la cita de la nota 106 con la versión inglesa: “The rationalist tradition,
the tradition of critical discussion, represents the only practicable way of expanding our knowledge--
conjectural or hypothetical knowledge, of course. There is no other way […] There is only one
element of rationality in our attempts to know the world: it is the critical examination of our theories.
These theories themselves are guesswork. We do not know, we only guess. If you ask me, 'How do
you know?' my reply would be, 'I don't; I only propose a guess.” POPPER, Karl, Conjectures and
Refutations, Routledge, New York, 2002, p. 204. Cursivas nuestras.
Por otra parte, en este fragmento tenemos un buen ejemplo de la estrategia mixta
practicada por los autores revisados por Stove: al principio tenemos la versión neutralizada de
“conocimiento” (al referirlo como conjetural —conjectural knowledge—), y pocas líneas más
adelante Popper afirma que diría que no sabe (know), que sólo propone una conjetura (guess), es
decir, una adivinación. Evidentemente, en este último caso Popper se apega al sentido estricto de
conocer, que es intrínsecamente opuesto a adivinar o presumir.
Otro ejemplo de la estrategia mixta está al comienzo del fragmento de la nota 110, que en
inglés es como sigue (en este caso se usa conocer en sentido estricto): “We do not know: we can
only guess. And our guesses are guided by the unscientific, the metaphysical (though biologically
61

sentidos anteriores, “conjetura” incluye las nociones de seguridad, certeza, o


verdad. Y todas estas nociones están asociadas inexorablemente a la de
conocimiento. Por lo tanto, los significados de “conocimiento” y de “conjetura” se
repelen, se excluyen. Nos dice Stove:

“La frase «conocimiento conjetural» constituye un sinsentido,


al igual que la referencia a cierto «juego empatado con un ganador».
Decir que algo constituye un conocimiento o un objeto de
conocimiento, implica que es cierto y que esto se sabe. Obviamente
nos referimos al tipo de conocimiento denominado «conocer qué».
Por otra parte, decir que algo es conjetural implica que no se conoce
como verdadero”113.

Considerar al conocimiento como adivinación es tan contradictorio como


pensar en una piedra líquida, o en una persona feliz y amargada al mismo tiempo:
son términos sencillamente excluyentes. Para recordarnos en qué consiste
adivinar, Stove nos propone el ejemplo de un partido de cricket —si se nos hace
preferible por más conocido y cercano, podría ser de fútbol—, donde los capitanes
de ambas escuadras tiran una moneda para establecer cómo comenzará el juego.
Cuando uno de ellos dice “cruz”, está adivinando. Y cuando lo hace no puede
tener simultáneamente conocimiento de que saldrá su opción. El adivinar no forma
parte de una escala epistémica, en términos de Stove; no es siquiera, en sentido
estricto, conjeturar —y esto es especialmente notorio cuando se habla de
conocimiento, sea científico o no—. Cuando dice “cruz”, el capitán “no cree, ni se
inclina a pensar, ni supone que la moneda caerá cruz […] Simplemente dice
«cara» o «cruz»” 114. Y es que no podemos esperar algo distinto cuando hablamos
de adivinar.

explicable) faith in laws, in regularities which we can uncover—discover” POPPER, Karl, Logic of
Scientific Discovery, Routledge, New York, 2002, p. 278.
113
STOVE, David, Popper y después, p. 42.
114
ID., p. 43. Cuando se traduce tanto “conjecture” como “guess” por “conjetura”, este ejemplo
pierde su fuerza, ya que cualquiera podría decir que el mismo muestra una adivinación y no
necesariamente una conjetura, siendo este último término el único que aparece en la versión
española. Pero como ya hemos visto, en Popper son equivalentes, y lo son porque el vienés utiliza
“guess” como sinónimo de “conjecture”.
62

Considerando lo previamente expuesto, produce especial asombro que


Popper se refiera al conocimiento del modo que lo ha hecho. Stove considera que
esto está asociado a la neutralización de las palabras de éxito: si se rebajan en la
escala epistémica palabras de éxito, es preciso que, con miras a mantener la
aceptabilidad del planteamiento, se eleven otras que no posean una carga de
logro cognoscitivo, o incluso se incluyan otras que simplemente no integran
aquella escala del conocimiento, como el caso de “adivinar”. 115

1.3 La neutralización de palabras de fracaso

Otro procedimiento de manipulación lingüística de los cuatro filósofos de la


ciencia cuestionados por Stove, salvo Popper, y que puede entenderse como
“complemento natural de la neutralización de las palabras de éxito o quizá simple
extensión lógica del mismo” 116, es la neutralización de las palabras de fracaso.
Esta vez, palabras como “error”, “refutación” o “equivocación” pasan a ser el
objetivo.

Pese a que Popper es, según Stove, el iniciador de esta práctica, no la


aplica en el grado y frecuencia que los otros tres filósofos. Su diferencia
fundamental con éstos radica en que cuando hace uso de tal técnica, no elimina la
implicación de falsedad de la palabra de fracaso neutralizada. Así, cuando plantea
que las refutaciones son el objetivo primordial de la actividad científica,
haciéndolas parecer incluso como algo satisfactorio, neutraliza la palabra
“refutar” 117, pero sin eliminar la implicación de falsedad, a saber, que cuando se
refuta algo, por lo tanto se demuestra que es falso. No en vano, la propuesta

115
IBID.
116
ID., p. 44.
117
“[Popper] persuadió a los hombres de ciencia de que no existe ningún estigma profesional en
ser refutado. Y su labor no fue en vano, sino que tuvo el triste efecto de persuadir a algunos de
científicos de que ser refutados era en realidad el objetivo de todos sus esfuerzos (aunque
presumiblemente desarrollaron carreras exitosas).” IBID. Corchetes nuestros.
63

teórica de Popper trasciende en la historia de la Filosofía de la Ciencia como


falsacionismo.

En el caso de Lakatos, Stove hace alusión a una aseveración del húngaro


donde neutraliza del modo más flagrante posible la palabra “refutada”: “Si una
teoría es refutada, la misma no es necesariamente falsa”118. Otro caso es el de la
frase «error experimental» en la cita de la nota 75 del presente estudio.

Stove no nos ofrece ejemplos de la neutralización de palabras de fracaso


de Feyerabend, aunque dice que la aplica frecuentemente. Una muestra de esta
práctica en dicho pensador la podemos apreciar cuando, promoviendo la
proliferación de diversas teorías —por más absurdas que sean— para mejorar el
conocimiento, alega que “el principio de proliferación no sólo recomienda la
invención de nuevas alternativas, sino que evita además la eliminación de teorías
más antiguas que han sido refutadas”119. Evidentemente, se trata de una
neutralización directa de la palabra de fracaso “refutada”. Asimismo, si
consideramos el profundo relativismo —e incluso subjetivismo— epistemológico y
lingüístico del que participa Feyerabend, es lícito concluir que, si para éste el
conocimiento es un océano de ideas incompatibles, y el progreso puede
entenderse como se plazca, entonces la refutación, la falsedad y el error también
son relativos a la perspectiva de cada quien. De manera que estos últimos
términos de fracaso, del mismo modo que sus antagonistas de éxito, terminan
siendo diluidos, neutralizados.

Con respecto a Kuhn, Stove hace referencia a algunos comentarios críticos


que efectúa el estadounidense acerca de Popper, en su artículo ¿Lógica del
descubrimiento o psicología de la investigación? En el mismo, Kuhn critica a
Popper por hablar de “errores” o de “aprendizaje por ensayo y error” en la

118
“If a theory is refuted, it is not necessarily false.” LAKATOS, Imre, “Changes in the Problem of
Inductive Logic” en ID. (ed.), The Problems of Inductive Logic, North-Holland, Amsterdam, 1968, p.
397. Traducción nuestra.
119
FEYERABEND, Paul, Tratado, p. 32.
64

actividad científica y el desarrollo histórico de la misma. Al norteamericano le


parece incomprensible, además de un “uso extraño” del término “error”, que
Popper sugiera que una teoría superada por otra sea un error del cual podamos
aprender algo:

“¿Qué error se cometió? ¿Qué regla se rompió? ¿Cuándo y


por quién? ¿Qué error se cometió al llegar a la conclusión, por
ejemplo, del sistema ptolemaico? […] [a lo cual responde Kuhn]
ningún error se cometió al llegar al sistema tolemaico, y por lo tanto
se me hace difícil entender lo que Sir Karl tiene en mente cuando
llama a este sistema, o a cualquier teoría obsoleta, un error” 120.

Stove responde a Kuhn del mismo modo que pudiera responder cualquier
persona que tenga un mínimo conocimiento de nuestro sistema solar y su
ordenamiento: “He aquí uno de los muchos errores que se cometieron cuando se
constituyó el sistema de Ptolomeo: la creencia de que el Sol se mueve alrededor
de la Tierra cada día” 121.

Todas las sorprendentes afirmaciones que hemos visto de los cuatro


filósofos de la ciencia más influyentes del siglo pasado —y aún durante lo
transcurrido del actual—, realizadas además haciendo uso del artificio de
neutralizar las palabras de éxito cognoscitivo, llevan a Stove a afirmar:

120
“what mistake was made, what rule broken, when and by whom, in arriving at, say, the
Ptolemaic system? […] no mistake was made in arriving at the Ptolemaic system, and it is therefore
difficult for me to understand what Sir Karl has in mind when he calls that system, or any other out-
of-date theory, a mistake.” KUHN, Thomas, “Logic of Discovery or Psychology of Research?”, en
LAKATOS, I. y MUSGRAVE, A. (eds.), Criticism, p. 12. Traducción nuestra. La crítica hacia Popper
por su uso de la palabra “error” se desarrolla desde la página 10 hasta la 13. La extraña postura
que asume Kuhn se debe a que éste sólo concibe la idea de error en el marco de un paradigma,
como cuando se comete un error de cálculo o medición, pero no al momento de sustituir uno por
otro. De modo que lo que está sucediendo aquí es que Kuhn está subordinando la noción ordinaria
y común de “error”, a su noción de “error”. Esta última, al estar sometida a la inconmensurabilidad
entre paradigmas rivales, sólo puede aplicarse con sentido dentro del paradigma y no fuera de él.
El hecho de que un nuevo paradigma sustituya a uno anterior, no significa que éste sea —o haya
cometido—un error.
121
STOVE, David, Popper y después, p. 46. Un poco más adelante, adereza esta simple y
contundente respuesta con la siguiente conclusión: “Estoy seguro de no cometer una
impertinencia. Se trata simplemente de la revelación, que resulta más aterradora porque se
presenta sin haber sido advertida, de que Kuhn ha perdido todo contacto con el significado de las
palabras corrientes de la lengua (como el significado de «falso») y ahora sólo conoce el significado
del vocabulario de su propia filosofía irracionalista de la ciencia.” ID, p. 47.
65

“Una cosa es hablar de filosofías no cognitivas de la ética,


pero ahora se nos proponen filosofías no cognitivas de la ciencia […]
La ciencia, cualquiera que sea la creencia contraria del vulgo y del
historiador conservador, sería en realidad tan intransitiva como el
dormir” 122.

2. El sabotaje de las expresiones lógicas

En el segundo capítulo de la obra, El sabotaje de las expresiones lógicas,


Stove presenta el otro procedimiento —que le da título a dicho capítulo— aplicado
según él por los cuatro filósofos que critica. Esta técnica es, según el australiano,
un buen complemento de la neutralización de las palabras de éxito en la tarea de
brindarles plausibilidad a las propuestas irracionalistas de la filosofía de la ciencia.

Ante todo, Stove nos aclara lo que entiende como “enunciado lógico” y
“expresión lógica”:

“Llamaré «lógico» o «enunciado de la lógica» a un enunciado


si y sólo si parte de su significación concierne a la relación lógica
entre ciertas proposiciones; y a la palabra (o frase) en virtud de la
cual el enunciado posee tal significado la denominaré «expresión
lógica». Así, por ejemplo, cualquier instancia de sustitución de «P
entraña Q» o de «P es consistente con Q» será un enunciado lógico;
y «entraña» o «es consistente con» serán expresiones lógicas” 123.

Enunciados y expresiones como las ejemplificadas son puras. Sin embargo,


existen también para el australiano enunciados y expresiones lógicas no puras. Un
ejemplo de enunciado de este tipo es «P es una prueba de Q» y «es una prueba
de» sería uno de expresión. Son lógicos porque el hecho de que P sea prueba de
Q implica que P entraña Q (parte de su significado hace referencia a una relación
lógica), pero no son puros porque implican algo más que la mera relación lógica
(en este caso, “P es una prueba de Q” también implica la verdad de P)124. Otro

122
ID., p. 48.
123
ID., p. 51. Nótese que Stove representa a las proposiciones con letras mayúsculas, proceder
que será constante en el texto estudiado.
124
IBID.
66

ejemplo de enunciado lógico impuro es “P refuta Q”, ya que implica que P es


inconsistente con Q, y las relaciones de consistencia o inconsistencia son
puramente lógicas. Pero este enunciado también implica la falsedad de Q, razón
por la cual es impuro.

Stove resalta el hecho de que algunas de las expresiones lógicas son


palabras de éxito (como “prueba”), pero otras como “entraña” o “es consistente
con” no lo son. Asimismo, existen palabras de éxito que no son expresiones
lógicas, como “conocimiento” (el hecho de conocer Q no implica ninguna relación
lógica de esta proposición con cualquier otra). De manera que debe tenerse clara
la distinción entre la neutralización de las palabras de éxito y el sabotaje de las
expresiones lógicas como dos procedimientos totalmente distintos, aunque
relacionados.

Al igual que lo realizado con las palabras de éxito, Stove establece una
clasificación de las expresiones lógicas, sean puras o impuras, en fuertes o
débiles. Además, distingue entre expresiones lógicas intuitivamente positivas y
negativas. Veamos los ejemplos ofrecidos por Stove de cada división 125:

• Expresiones lógicas positivas y fuertes: “entraña”, “prueba”, “verifica”,


“tiene como caso especial”.

• Expresiones lógicas positivas y débiles: “es consistente con”, “apoya”,


“confirma”, “es un caso especial o un ejemplo de”. Más débiles:
“explica”, “resuelve el problema de”.

• Expresiones lógicas negativas y fuertes: “es inconsistente con”,


“desaprueba”, “refuta”, “falsa”, “es un contraejemplo de”, “se opone a”.

125
Esta clasificación, como ya hemos señalado, es totalmente independiente a la de palabras de
éxito y de fracaso, aunque tengan ciertas expresiones en común. Sin embargo, en la traducción
española consultada se traduce “positive logical expressions” por “expresiones lógicas de éxito” y
“negative logical expressions” por “expresiones lógicas de fracaso”. Esto nos parece un craso error,
ya que contradice la aclaratoria de Stove de las diferencias entre ambas distinciones y promueve la
confusión entre ellas. Por lo tanto, nos hemos apegado a la terminología de la versión original
inglesa. Véase STOVE, David, Scientific Irrationalism, p. 57.
67

• Expresiones lógicas negativas y débiles: “desconfirma”, “es una


anomalía de”, “plantea un problema para”, “no puede explicar”, “falla en
predecir” 126.

Nuestro pensador sostiene que los cuatro filósofos aplican el sabotaje sobre
este tipo de expresiones, ya que las relaciones lógicas que implican permiten, en
palabras de Stove, desplazar el conocimiento de una proposición a otra. Y este
desplazamiento dejaría en evidencia la neutralización de una palabra de éxito o de
fracaso. Una muestra hipotética que explica la necesidad de la aplicación del
sabotaje referido en nuestros autores es la siguiente:

“Supongamos que primero digo que Q ha sido refutada y


luego, que la verdad de P es lo que refuta Q o constituye la
refutación (o una refutación de Q). En la primera observación
«refutada» representa una palabra de fracaso que implica la falsedad
de Q. En la segunda aparecen expresiones lógicas, ya que en virtud
de ellas mi observación implica que P es inconsistente con Q. Pero
supongamos que en la primera observación neutralicé la palabra de
fracaso, eliminando la implicación de falsedad. Entonces, si quiero
ser consistente debo hacer algo con la expresión lógica de la
segunda observación, algo semejante a una neutralización de la
palabra de fracaso. Una vez que he admitido la verdad de P, no
podré continuar de la forma que he comenzado; es decir, no podré
evitar la implicación de que Q es falsa, si permito que mi enunciado
lógico conserve el significado de que P es inconsistente con Q” 127.

Ese “algo” que se debe hacer para preservar la neutralización no es otro


que el sabotaje de las expresiones lógicas. He allí la relación de éste con el primer
artificio literario. Así, el australiano nos plantea que, a diferencia de la
neutralización de palabras de éxito o de fracaso que elimina el logro o fracaso
cognoscitivo contenido en dichas palabras, el sabotaje de las expresiones lógicas
“previene el logro cognoscitivo, si éste tiene que desplazarse a través de
relaciones lógicas” 128. Precisamente por impedir tal traslado, Stove denomina a

126
STOVE, David, Popper y después, p. 56.
127
ID., p. 52.
128
ID., p. 53. Cursivas nuestras.
68

esta práctica sabotaje: “Es como volar las vías de un tren, agujerear la tubería o
cortar los cables de luz” 129.

El sabotaje de las expresiones lógicas se lleva a cabo de tres maneras:


mediante el uso de comillas, la inserción en un contexto epistémico y la inserción
en un contexto volitivo.

El sabotaje mediante el uso de las comillas se lleva a cabo simplemente


colocando éstas en cualquier palabra que sea una expresión lógica, del mismo
modo que cuando se neutraliza una palabra de éxito o de fracaso. Así, sólo se
sugiere lo que en sentido estricto es implicado. El que hace mayor uso de este
modo de sabotaje es, como era de esperar, Lakatos. Stove nos ofrece el siguiente
ejemplo: “Si una teoría es refutada, la misma no es necesariamente falsa. Si Dios
refuta una teoría, esta es ‘verdaderamente refutada’; si un hombre refuta una
teoría, esta no es necesariamente ‘verdaderamente refutada’”130. Lo más curioso
de este ejemplo es que se da a entender que sólo Dios sería capaz de refutar
realmente una teoría, pero como señala Stove con su jocosidad y agudeza
habitual “su tic ha sido demasiado fuerte y no le dejó decirlo. En su oración, hasta
las refutaciones divinas resultan saboteadas por las comillas” 131.

La segunda manera de sabotear las expresiones lógicas consiste en


insertar los enunciados en contextos epistémicos, es decir, dentro de ámbitos
donde alguien piensa, cree o sabe la proposición lógica en cuestión. Stove nos
ofrece, para aclarar este mecanismo, algunos ejemplos esquemáticos al estilo de
los cuatro filósofos que analiza: “Todo científico consideraría P como entrañando
Q”, “P entraña Q en la interpretación de Copenhague”, “Una vez que R fue
descubierto, no antes, P pudo ser considerado como entrañando Q”, “Un científico

129
IBID.
130
“If a theory is refuted, it is not necessarily false. If God refutes a theory, it is ‘truly refuted’; if a
man refutes a theory, it is not necessarily ‘truly refuted’” LAKATOS, Imre, “Changes in the Problem
of Inductive Logic” en ID., (ed.), The Problems, p. 397.
131
STOVE, David, Popper y después, p. 57.
69

que acepte P pero rechace Q sería considerado en su profesión como transgresor


de uno de los valores más básicos, la consistencia” 132. Estos ejemplos son
versiones saboteadas de la proposición “P entraña Q”.

Cuando se hace este tipo de inserción epistémica, el resultado no es un


enunciado lógico, sino, en palabras de Stove, lógico-fantasmal (ghost-logical
statement). Un enunciado de esta índole no es susceptible de ser objeto de una
crítica lógica porque, aunque a veces pueda aparentarlo, no es un enunciado
lógico. No está afirmando que P entraña Q, simplemente enuncia lo que un grupo
de personas considera, lo cual está más relacionado con la historia. El problema
es que, pese a que una crítica histórica es posible, es materialmente penosa: una
evaluación histórica de todos y cada uno de los casos —todos ellos muy
complejos— de científicos que consideran que P entraña Q sería una empresa
muy difícil y exhaustiva. Y además estéril, si lo que queremos hacer es cuestionar
que P entraña Q, ya que históricamente sólo podríamos probar que no es cierto
que tales científicos consideran que P entraña Q.

Por lo tanto, este tipo de enunciados le brindan a quienes los confeccionan


una gran ventaja, ya que los inmunizan de la crítica lógica, la más común y
rigurosa entre los filósofos. Esta es la importancia fundamental del sabotaje de las
expresiones lógicas para toda filosofía irracionalista que pretenda aparentar
plausibilidad:

“Tales enunciados son como la estatua de Jano, que siempre


le indica al crítico potencial la dirección opuesta: por un lado, se
implica que la crítica histórica (aunque imposible en la práctica) sería
relevante pero no la lógica y al mismo tiempo, por el otro lado, se
sugiere de forma irresistible que la crítica lógica sería relevante pero
no la histórica” 133.

Ahora revisemos los casos específicos que nos presenta Stove. Respecto a
Popper, el australiano sostiene que, si bien es el que menos hace uso del

132
ID., p. 58.
133
ID., p. 55.
70

sabotaje, fue el primero y el que influyó en los otros tres para también emplearlo.
El ejemplo más notable de sabotaje de Popper se desarrolla en torno a lo que el
vienés denomina problema de la decidibilidad de los enunciados probabilísticos. El
problema radica en la incompatibilidad lógica de estas tres proposiciones:

1) “algunas de estas proposiciones [probabilísticas] son científicas”;

2) “ninguna de ellas es falsable —esto es, inconsistente con algún enunciado


observacional—”;

3) “sólo las proposiciones falsables son científicas” 134.

Veamos algunos pasajes de Popper donde están presentes tales


proposiciones:

- Para 1): “Con todo, esta tesis [es decir, 2)] es claramente
inaceptable cuando nos enfrentamos con los éxitos que la física ha
alcanzado con las predicciones obtenidas a partir de estimaciones
hipotéticas de probabilidades. Muchas de estas estimaciones no son
inferiores en lo que respecta a significación científica a ninguna otra
hipótesis física (por ejemplo, a una de carácter determinista)” 135.

- Para 2): “los enunciados probabilitarios no serán falsables.


Las hipótesis probabilitarias no excluyen nada observable”136.

- Para 3): “En la medida en que un enunciado científico habla


acerca de la realidad, tiene que ser falsable; y en la medida en que
no es falsable, no habla acerca de la realidad” 137.

Stove nos muestra la estructura típica de un enunciado de probabilidad


fáctica al cual se refiere Popper, además de un ejemplo:

“«La probabilidad de que un F sea G es = r» en la que r 0<r<1.


Por ejemplo, H: «La probabilidad del nacimiento de un ser humano
de sexo masculino es = .9» […] H es consistente incluso con el
siguiente enunciado observacional E: «Hasta el presente la

134
ID., p. 62. Corchetes nuestros.
135
POPPER, Karl, La lógica, p.178. Corchetes nuestros.
136
ID., p. 177
137
ID., p. 292.
71

frecuencia relativa observada de nacimientos de hombres en la


historia humana es = .51»”138.

Por supuesto que lo más razonable y lo que en la práctica sucede es que


descartemos H por ser sumamente improbable, pero en sentido lógico estricto, un
enunciado de estas características es consistente con cualquier enunciado
observacional. Por lo tanto, es infalsable 139.

Evidentemente, las tres proposiciones entran en contradicción, y sólo puede


evitarse reconociendo la falsedad de alguna de las tres premisas. Sin embargo,
Popper prefiere evadir la dificultad lógica en la que se encuentra inmerso y nos
propone solucionar su paradoja mediante la apelación a lo que los científicos
hacen y lo que, por lo tanto, estamos autorizados a hacer. A este respecto,
veamos algunos pasajes:

- “el físico suele ser capaz de decidir perfectamente si puede


aceptar por el momento una hipótesis probabilitaria concreta en
calidad de «confirmada empíricamente», o si es menester rechazarla
en concepto de «prácticamente falsada» (esto es, de inútil para fines
de predicción), está bastante claro que solamente puede llegarse a
esta «falsación práctica» mediante una decisión metodológica de
considerar excluidos —o prohibidos— los eventos sumamente
improbables”140.

- “casi todas las muestras estadísticas posibles de gran


tamaño n debilitarán notablemente una hipótesis probabilística dada;
esto es, le darán un elevado grado negativo de corroboración, lo cual
podemos decidirnos a interpretarlo como una refutación o una
falsación […] Desde luego, la regla metodológica de considerar
falsación (siendo n grande) a un grado negativo de corroboración es
un caso específico de la regla o decisión metodológica de desechar
ciertas improbabilidades extremas”141.

138
STOVE, David, Popper y después, p. 62.
139
Para constatar el ejemplo ofrecido por Popper acerca de la probabilidad del lanzamiento de una
moneda, véase POPPER, Karl, La lógica, p. 177.
140
ID., p. 178.
141
ID., p. 188.
72

- “abandonaremos en la práctica la estimación que habíamos


hecho, y la daremos por falsada” 142.

- “los enunciados probabilitarios son metafísicos y carecen de


significación empírica, en cuanto que no son falsables; mas pueden
utilizarse como enunciados falsables en la medida en que se
emplean como enunciados empíricos” 143.

- “el físico sabe muy bien cuándo ha de considerar falsada una


suposición probabilitaria” 144.

Todas estas citas nos sirven de muestra del sabotaje de la expresión lógica
negativa y fuerte “falsa”, en sus versiones “falsación”, “falsables” y “falsada”: la
relación de inconsistencia implicada por la relación de falsación queda anulada; se
nos pide por conveniencia (y porque así lo hacen los científicos) que
consideremos que E falsa H (retomando el ejemplo de Stove) pese a que
lógicamente esto es falso, ya que H es consistente con E, como dice la
proposición 2).

Aquí no se discute la racionalidad de considerar falsa H, sino que se evada


una contradicción lógica mediante la apelación de la autoridad de los científicos,
saboteando una expresión lógica (en este caso “falsa”) mediante la inserción en el
contexto epistémico de lo que hacen o consideran los científicos 145. Más aún,
semejante desviación del problema sólo puede generar la impresión de que se
quiere aparentar la presentación de un enunciado lógico:

“el sentido común del lector (además de su sentido lógico) le


indica de manera enfática que un enunciado de la lógica ha sido

142
ID., p. 177.
143
ID., p. 190.
144
IBID.
145
“Mas a quien se ha cogido a sí mismo en una contradicción plena, ¿qué beneficio le puede
representar el decirnos algo acerca de lo que los científicos hacen o cualquier cosa por el estilo?
[…] [Respecto a la contradicción de 1), 2) y 3)] Las únicas soluciones empiezan por admitir que al
menos una de las tres proposiciones es falsa. Lo que de ninguna manera se puede proponer es
una solución sociológica.” STOVE, David, Popper y después, p. 63. Corchetes nuestros.
73

formulado y esto se logra mediante el uso de suggestio falsi. El lector


sabe, como todo el mundo (o casi todo), que dado E, es racional
inferir que el enunciado H es falso. Y ya que los científicos, según lo
informado por estos enunciados, parecen decir esto mismo, el lector
se halla dispuesto a aceptar que los científicos están en lo cierto. Y si
ellos están en lo cierto, claramente el acuerdo tiene que ver con un
asunto lógico” 146.

Stove nos ofrece también algunos otros pasajes donde se lleva a cabo el
sabotaje de expresiones lógicas por parte de Popper, Lakatos y Kuhn:

- De la expresión lógica “falsar”, en su variante sustantivada “falsación”:

“los acontecimientos aislados no reproducibles carecen de


significación para la ciencia: así, difícilmente nos inducirán a
desechar una teoría —por falsada—, unos pocos enunciados básicos
esporádicos; pero la daremos por tal si descubrimos un efecto
reproducible que la refute; dicho de otro modo: aceptamos la
falsación solamente si se propone y corrobora una hipótesis empírica
de bajo nivel que describa semejante efecto, y podemos denominar a
este tipo de hipótesis una hipótesis falsadora”147.

- De la expresión lógica “falsar” en su variante sustantivada “falsación”; de


“plantea un problema para” en su versión “representa un problema”:

“ningún enunciado básico aceptado autoriza por sí solo al


científico a rechazar una teoría. Un tal antagonismo puede
representar un problema (mayor o menor), pero en ninguna
circunstancia una 'victoria'. La naturaleza puede decir no, pero la
inventiva humana —contrariamente a Weyl y Popper— siempre
puede gritar más fuerte. Con suficientes recursos y algo de suerte,
cualquier teoría puede ser defendida 'progresivamente' durante
mucho tiempo, incluso siendo falsa […] una teoría rival que funcione
como catalizador externo en la falsación popperiana de una teoría, se
convierte aquí en un factor interno” 148.

146
ID., p. 64. En la última oración de este fragmento, debería traducirse “acierto”, en lugar de
“acuerdo”; véase STOVE, David, Scientific Irrationalism, p. 68.
147
POPPER, Karl, La lógica, p. 83.
148
LAKATOS, Imre, Historia de la ciencia y sus reconstrucciones racionales, Tecnos, Madrid, 1987,
p. 27-29.
74

- De “refuta” en su versión sustantivada “refutación”; de “falsación” bajo la


forma de “experimento crucial”:

“La conducta anómala del perihelio de Mercurio era conocida


desde hacía décadas como una de las muchas dificultades no
resueltas del programa de Newton, pero fue el hecho de que la teoría
de Einstein la explicó mejor, lo que transformó a una anomalía vulgar
en una «refutación» brillante del programa de investigación de
Newton. Jung [sic] afirmó que su experimento de la doble ranura de
1802 era un experimento crucial entre los programas de la óptica
corpuscular y de la óptica ondulatoria; pero esta pretensión sólo fue
aceptada mucho más tarde, después de que Fresnel desarrollara el
programa ondulatorio de modo progresivo y cuando resultó claro que
los newtonianos no podían igualar su poder heurístico. La anomalía,
que era conocida desde hacía décadas, recibió el título honorífico de
refutación, el experimento, el título honorífico de «experimento
crucial», pero todo ello sólo tras un largo período de desarrollo
desigual de los dos programas rivales” 149.

- De la expresión “argumentos decisivos [contra un paradigma]”, que


sugiere la de “refutación”:

“Ordinariamente, es sólo mucho más tarde, después de que el


nuevo paradigma ha sido desarrollado, aceptado y explotado, cuando
se desarrollan argumentos aparentemente decisivos [en contra del
paradigma superado] […] El producirlos es parte de la ciencia normal
y su función no se desempeña en el debate paradigmático sino en
los libros de texto posteriores a la revolución” 150.

Ninguno de los enunciados que constituyen cada uno de los cuatro


fragmentos citados es lógico. Los enunciados donde aparecen expresiones lógicas
no son otra cosa sino enunciados lógico-fantasmales, debido a la inserción en el
contexto epistémico de los científicos.

El tercer modo de sabotear una expresión lógica se lleva a cabo mediante


lo que Stove llama inserción en un contexto “volitivo”. En este caso no son los

149
LAKATOS, Imre, La metodología, p. 97. En lugar de “Jung”, debería decir “Young”. Véase
LAKATOS, Imre, The methodology, p. 72.
150
KUHN, Thomas, La estructura, p. 242. Corchetes nuestros.
75

científicos, sino la voluntad manifestada por una elección o decisión, quien


establece la relación lógica. El pensador australiano nos brinda nuevamente
ejemplos esquemáticos: “«Lógicos, hagamos que el silogismo Barbara sea
válido», «Yo permito que P sea consistente con Q», «Propongo una regla que
convierte a P en inconsistente con Q», «Propongo la adopción de una convención
por la que P entraña Q»” 151. Para Stove, esta es la peor técnica de sabotaje, ya
que hace al enunciado resultante “simplemente ininteligible” 152.

Un ejemplo arquetípico es la tentativa de solución propuesta por Popper al


problema de la decidibilidad, ya presentado en la modalidad de la inserción
epistémica. La repetición de este caso en el sabotaje volitivo se debe a una
interpretación alterna de la salida popperiana. La misma, como ya vimos, puede
dar a entender que es válida porque los científicos así lo consideran. Pero es
coherente, basándonos en los pasajes donde se presenta tal solución, entenderla
como una propuesta particular de Popper, originada en una decisión de este
pensador. En este sentido, Popper daría a entender que él “nos permite considerar
que E falsa H o introduce una regla que convierte estos enunciados en
inconsistentes”153.

Incluso, existen pasajes donde Popper refuerza la idea de que el sabotaje


que llevó a cabo fue mediante la inserción volitiva: “He introducido en el Capítulo
VIII [de La lógica del descubrimiento científico] una regla metodológica que nos
permite dejar a un lado “las improbabilidades extremas” […] Ciertos tipos de
conducta de la moneda son incompatibles con lo justo en ella (dada nuestra regla)
y es así” 154. Realmente resulta sorprendente que Popper pretenda disolver un

151
STOVE, David, Popper y después, p. 72.
152
ID., p. 74.
153
ID., p. 73.
154
“I had introduced in Chapter VIII […] a methodological rule permitting us to neglect "extreme
improbabilities" […] Certain sorts of coin behavior are incompatible with the coin's being fair (given
our rule) and that is that” POPPER, Karl, “Replies to my Critics” en SCHLIPP, Paul (ed.), The
Philosophy of Karl Popper, Open Court, La Salle, 1974, p. 1092-1093. Corchetes nuestros.
76

problema lógico con semejante arbitrariedad. Como irónicamente observa Stove:


“Está bien que Popper introduzca esta regla, de otra manera podríamos continuar
indefinidamente ignorando lo altamente improbable según nuestra antigua usanza,
es decir, sin su permiso” 155.

De hecho, Stove denuncia que Lakatos y Kuhn entendieron en un sentido


volitivo la propuesta popperiana y remedaron esta forma de sabotaje. Veamos
ciertos pasajes que evidencian este hecho:

- Lakatos:

- “las teorías probabilísticas ahora se convierten en científicas;


aunque no son falsables, fácilmente pueden convertirse en
«falsables» mediante una decisión adicional (de tercera clase) que
pueden adoptar los científicos al especificar ciertas reglas para el
rechazo que convierten a la evidencia, estadísticamente interpretada,
en «inconsistente» con la teoría probabilística” 156.

- “nunca los resultados de una muestra estadística son


inconsistentes con una teoría estadística, a menos que los hagamos
inconsistentes con ayuda de las reglas popperianas de rechazo” 157.

- Kuhn:

- “[Los científicos], cuando tratan con una teoría probabilística,


deben decidir un umbral probabilístico bajo el cual la evidencia
estadística será considerada «“inconsistente”» con dicha teoría” 158.

En todos estos fragmentos se lleva a cabo el sabotaje de la relación lógica


de inconsistencia, mediante la inserción de la misma en un contexto volitivo. Es
evidente que los enunciados lógicos son de naturaleza analítica, no contingente.
No se puede decidir que una relación de consistencia se convierta en

155
STOVE, David, Popper y después, p. 78.
156
LAKATOS, Imre, La metodología, p. 38.
157
ID., p. 121.
158
“dealing with a probabilistic theory must decide on a probability threshold below which statistical
evidence will be held ‘ “inconsistent” ’ with that theory” KUHN, Thomas, “Reflections on my Critics”,
en LAKATOS, I. y MUSGRAVE, A. (eds.), Criticism, p. 238. Traducción y corchetes nuestros.
77

inconsistente, no podemos hacer que sea así. Contrariamente a lo que tales


pensadores nos están proponiendo, las relaciones lógicas son independientes de
la voluntad.

Stove también alude a un pasaje donde Feyerabend asevera que la práctica


científica se constituye mediante un procedimiento electoral:

“Básicamente, apenas existe diferencia alguna entre el


proceso que conduce a la proclamación de una ley científica nueva y
el proceso que antecede a la aprobación de una nueva ley social: se
informa, o bien a todos los ciudadanos o a los que están
directamente interesados, se reúnen «hechos» y prejuicios, se
discute el asunto, y por último se vota. Pero, mientras que en una
democracia se hace algún esfuerzo por explicar el proceso para que
todos puedan entenderlo, los científicos o bien lo encubren, o lo
dirigen para hacerlo coincidir con sus intereses sectarios.
Ningún científico admitirá que el voto desempeña un papel en
su materia: los hechos, la lógica, y la metodología son los únicos que
deciden. Esto es lo que os dice el cuento de hadas” 159.

Este pasaje no muestra de modo directo ningún sabotaje de alguna


expresión lógica. Sin embargo, sí lo hace de modo indirecto, haciendo una
sugerencia mucho peor: la negación de toda relación lógica por actos de la
voluntad. Si la votación de los científicos —acto volitivo— es el mecanismo que
nos conduce a una ley científica, entonces todo criterio racional —incluido el más
elemental, a saber, la coherencia lógica— necesario para llevar a cabo el proceso
de investigación científica puede ser desestimado por la mayoría sesgada de los
actores de la ciencia. Una relación de refutación, consistencia, implicación o
prueba puede ser sencillamente desconocida por la voluntad de la mayoría. Pero
debemos recordar que Feyerabend es un anarquista epistemológico declarado y
considera que no hay diferencia de validez racional entre la ciencia y, por ejemplo,
la brujería.

Ya finalizando con el tratamiento del sabotaje de las expresiones lógicas,


debemos precisar que, si bien Stove sostiene que los cuatro filósofos estudiados

159
FEYERABEND, Paul, Tratado, p. 297.
78

aplican frecuentemente esta técnica, también nos aclara que no son los únicos
filósofos que lo hacen. De hecho, nos dice que las mismas técnicas pueden ser
aplicadas a textos de pensadores no irracionalistas, tales como Hempel o Carnap.
Más aún, el australiano nos dice que “el enunciado lógico-fantasmal más
influyente del siglo” —Siglo XX, claro está— no es de la autoría de ninguno de los
cuatro filósofos criticados, aunque “seguramente es compatible”160. Se trata de la
famosa “tesis Duhem-Quine”: “Todo enunciado puede concebirse como valedero
en cualquier caso siempre que hagamos reajustes suficientemente drásticos en
otras zonas del sistema […] A la inversa, […] no hay enunciado alguno inmune a
la revisión” 161.

En este caso, como en los estudiados previamente, parece que estamos


ante un enunciado lógico. El mismo parece afirmar algo respecto a la relación de
consistencia entre proposiciones, verbigracia, entre teorías científicas y
enunciados observacionales, consistencia que se puede mantener siempre. Sin
embargo, ya podemos identificar la inserción en contextos epistémicos: no
estamos ante un enunciado lógico, sólo ante uno lógico-fantasmal que versa
acerca de lo que las personas podemos pensar, de la persistencia con la cual
podemos sostener ciertas proposiciones:

“En realidad, nada se implica acerca de las relaciones lógicas


entre proposiciones. Se trata más bien de una tesis trivial referida a
verdades contingentes sobre los seres humanos; a saber, que dada
una proposición cualquiera, a un científico (o a otra persona) se le
puede ocurrir afirmarla contra viento y marea […] [La aclaración
“siempre y cuando hagamos ajustes drásticos…”] resulta
completamente innecesaria para la verdad de lo que se dice. Su
única función consiste en producir suggestio falsi, es decir, generar la
ilusión de que se ha formulado un enunciado de lógica, en particular

160
STOVE, David, Popper y después, p. 70.
161
QUINE, Willard, Desde un punto de vista lógico, Paidós, Barcelona, 2002, p. 87. Donde en la
edición inglesa se dice “can be held true”, en esta versión se traduce “puede concebirse como
valedero”. Consideramos más adecuado y preciso “puede ser sostenido como verdadero”; véase
QUINE, Willard, From a Logical Point of View, Harper Torchbooks, New York, 1963, p. 43.
79

uno que sugiere que algunas proposiciones son consistentes con


otras” 162.

Habiendo estudiado ambos artificios literarios, es decir, la crítica de forma,


procederemos en el siguiente capítulo a examinar la segunda parte de la obra de
Stove, es decir, la explicación histórica y crítica de fondo.

162
STOVE, David, Popper y después, p. 71-72. Corchetes nuestros.
80

IV. EXPLICACIÓN HISTÓRICA Y CRÍTICA DE FONDO

1. Los orígenes del irracionalismo científico

David Stove, luego de mostrar el modo según el cual Popper, Kuhn,


Lakatos y Feyerabend han sido capaces de presentar el irracionalismo de modo
plausible a los lectores —a saber, mediante la utilización de las dos técnicas
literarias previamente explicadas—, procede a explicar cómo resultó ser plausible
para los autores señalados su posición irracionalista. Es decir, cuáles fueron las
razones que los llevaron a aceptar, desarrollar y difundir una filosofía irracionalista
de la ciencia. Esto lo lleva a cabo en el tercer capítulo, titulado Ubicación de la
fuente histórica.

En este sentido, el australiano considera que, si bien existen motivaciones


ajenas a consideraciones intelectuales para el surgimiento de la tendencia de
aquellos autores, los orígenes del irracionalismo en la filosofía de la ciencia son
principalmente de índole intelectual. Por lo tanto, lo que debemos buscar para
determinar dicho origen es una tesis de la cual participen los cuatro filósofos
señalados. Más específicamente, una premisa indispensable en sus
planteamientos, una premisa clave, de la cual se derive necesariamente dicho
irracionalismo:

“Dado que buscamos orígenes intelectuales, la respuesta


deberá consistir en alguna tesis. Y como buscamos los orígenes, la
tesis funcionará en nuestros autores como una premisa y no como
una consecuencia de otras tesis. Y, aún más, buscamos la
identificación de una de las premisas que es la premisa clave de su
irracionalismo, en el sentido de que sin ella su filosofía de la ciencia
no tendría (es decir, las otras premisas) ninguna consecuencia
irracionalista en absoluto” 163.

163
STOVE, David, Popper y después, p. 86.
81

Stove sostiene que esta tarea es meramente histórica, rastreando en el


pasado tal premisa clave y a su autor. Sin embargo, el interés filosófico de la
misma es altísimo ya que, gracias a la detección de dicha premisa, se pueden
desarrollar las discusiones epistemológicas y de filosofía de la ciencia con mayor
conciencia de las diferencias entre las partes; esto puede contribuir a evadir
polémicas insolubles o estimuladas por la escasa claridad de las ideas defendidas.

También Stove observa que es de sumo interés conocer si tal premisa clave
es verdadera. Sin embargo, aclara que la pretensión de la obra que es objeto del
presente estudio se reduce a la identificación de la premisa, y no se impone la
tarea filosófica de establecer su valor de verdad.

Luego de aclarar estos puntos, Stove procede a mostrar ejemplos de


afirmaciones categóricas de Popper, donde según él se evidencia la posición
irracionalista que caracteriza a su filosofía. Ya no se trata de presentar pasajes
donde se aplican los artificios literarios que permiten encubrir el irracionalismo,
sino de “mostrar que el fenómeno a explicar existe en realidad; es decir, que la
filosofía de nuestros autores es de hecho irracionalista.”164

Recordemos que Stove, para acusar de irracionalistas a los filósofos


señalados, parte de la negación de cierta proposición que asevera que ha habido
un incremento del conocimiento durante, al menos, los últimos cuatrocientos años.
Si esta proposición se acepta, habría también que aceptar que es posible tener
buenas razones para creer en una teoría científica. Sin embargo, Popper ha
llegado a decir claramente que esto no es posible: “No hay nada semejante a
buenas razones positivas [que nos permitan creer en alguna teoría científica]; y
tampoco nos hacen falta” 165.

164
ID., p. 87.
165
“There are no such things as good positive reasons; nor do we need such things” POPPER,
Karl, “Replies to my Critics” en SCHLIPP, Paul (ed.), The Philosophy, p. 1043. Corchetes nuestros.
82

Otra famosa tesis de Popper establece que ninguna teoría es tan siquiera
probable, aun cuando haya evidencia a su favor:

“En ningún momento he asumido que podamos pasar por un


razonamiento de la verdad de enunciados singulares a la verdad de
teorías. No he supuesto un solo instante que, en virtud de unas
conclusiones «verificadas», pueda establecerse que unas teorías
sean «verdaderas», ni siquiera meramente «probables»” 166.

Más aún, se observa en la filosofía popperiana un rechazo a la idea de


aumento de probabilidad de una teoría cuando se somete a la contrastación
empírica. Es decir, la improbabilidad de la misma es idéntica con o sin evidencia
empírica. Popper incluso llega a invertir la relación de confrontación empírica y
probabilidad: en lugar de ser un enunciado universal más probable a mayor
evidencia empírica a su favor, es más improbable. Veamos dos pasajes donde se
manifiesta esta postura:

“la probabilidad de un enunciado (dados ciertos enunciados de


contraste), simplemente no expresa una evaluación de la dureza de
las contrastaciones que dicha teoría ha pasado, ni de la manera en
que lo ha hecho; y la razón principal de esto reside en que es el
contenido de una teoría —que es lo mismo que su improbabilidad—
lo que determina su contrastabilidad y su corroborabilidad.”167.

“Lo que sí hacemos —o deberíamos hacer— es adherirnos,


por el momento, a la más improbable de las teorías supervivientes, o
sea —para expresarlo con mayor precisión— a la que pueda ser
contrastada de un modo más exigente. «Aceptamos»
provisionalmente esta teoría, pero sólo en el sentido de que la
elegimos como digna de ser sometida a críticas ulteriores, y a las
contrastaciones más duras que podamos idear” 168.

Entender de este modo las teorías o leyes de la ciencia implica negarles de


antemano siquiera la posibilidad de ser verdaderas. Respecto a la consecuencia
de esta postura popperiana, dice Stove: “O para expresarlo en lenguaje llano (a

166
POPPER, Karl, La lógica, p. 33.
167
ID., p. 367. Cursivas en el original.
168
ID., p. 391.
83

diferencia de Popper): la verdad de cualquier teoría científica o de un enunciado


de ley es imposible”169.

Esta afirmación de Stove es coherente con lo que hemos visto del


planteamiento de Popper a lo largo de este estudio. Asimismo, es consistente con
esta aseveración popperiana de características pirrónicas: “La creencia, por
supuesto, nunca es racional: lo racional es suspender la creencia” 170. Si
consideramos que todo conocimiento, incluido el científico, presupone la creencia
racional, entonces lo que Popper nos dice aquí implica o que el conocimiento
científico —así como cualquier otro tipo de conocimiento— no es racional —lo cual
es contradictorio con lo que entendemos por conocimiento—, o simplemente el
conocimiento en la ciencia no es posible de adquirirse.

Todos estos aspectos, característicos y reiterativos en la obra del pensador


vienés, son para Stove de índole irracionalista, ya que niegan la posibilidad de
conocer realmente algún aspecto de la realidad mediante el método científico, ni
siquiera de modo aproximado. Además, niegan la existencia de razones para creer
en cualquier teoría o ley científica.

Otro aspecto importantísimo que explica el irracionalismo popperiano


respecto a la ciencia es su adhesión irrestricta a la tesis escéptica de Hume con
relación a los razonamientos inductivos, que pretenden establecer conclusiones
acerca de lo no observado sobre la base de lo observado. Stove explica de este
modo tal idea: “Se trata de la tesis de que ninguna proposición sobre lo observado
proporciona una razón para creer cualquier proposición contingente sobre lo no
observado o, en otras palabras, que la premisa de un argumento inductivo jamás
constituye una razón para creer en la conclusión” 171. Con relación al acuerdo que
tiene Popper hacia la misma, veamos algunos pasajes indicados por Stove:

169
STOVE, David, Popper y después, p. 88.
170
“Belief, of course, is never rational: it is rational to suspend belief”: POPPER, Karl, Unended
Quest, Routledge, New York, 2002, p. 97. Traducción nuestra.
171
STOVE, David, Popper y después, p. 88.
84

- “¿Estamos justificados racionalmente al razonar desde los


casos repetidos de los cuales tenemos experiencia a los que no la
hemos tenido? La respuesta implacable de Hume es: No, no lo
estamos […] Desde mi punto de vista, la respuesta de Hume a este
problema es correcta” 172.

- “Abordé el problema de la inducción a través de Hume.


Pensé que éste tenía perfecta razón al señalar que no es posible
justificar lógicamente la inducción. Hume sostenía que no puede
haber ningún argumento lógico válido que nos permita establecer
"que los casos de los cuales no hemos tenido ninguna experiencia se
asemejan a aquellos de los que hemos tenido experiencia". Por
consiguiente, "aun después de observar la conjunción frecuente o
constante de objetos, no tenemos ninguna razón para extraer
ninguna inferencia concerniente a algún otro objeto aparte de
aquellos de los que hemos tenido experiencia" […] podemos decir
que las teorías nunca pueden ser inferidas de enunciados
observacionales, ni pueden ser justificadas racionalmente por estos.
Hallé que la refutación de la inferencia inductiva hecha por
Hume era clara y concluyente. Pero me sentí totalmente insatisfecho
por su explicación psicológica de la inducción en función de la
costumbre o el hábito” 173

- “¿Se puede justificar la pretensión de que una teoría


explicativa universal sea verdadera mediante “razones empíricas”, es
decir, suponiendo la verdad de ciertos enunciados contrastadores u
observacionales (los cuales, hay que decirlo, están “basados en la
experiencia”)?
Mi respuesta es como la de Hume: No, no podemos; ningún
conjunto de enunciados contrastadores verdaderos podrá justificar la
pretensión de que una teoría explicativa universal es verdadera”174.

Stove sostiene que el escepticismo sobre la inducción es propiamente


irracionalista, e incrementa el nivel de esta cualidad exponencialmente cuando se
combina con el empirismo: si la experiencia es la única fuente que nos podría

172
“Are we rationally justified in reasoning from repeated instances of which we have experience to
instances of which we have had no experience? Hume's unrelenting answer is: No, we are not
justified [...] My own view is that Hume's answer to this problem is right” POPPER, Karl, “Replies to
my Critics” en SCHLIPP, Paul (ed.), The Philosophy, p. 1018-1019. Cursivas en el original.
Traducción nuestra.
173
POPPER, Karl, Conjeturas, p. 67-68.
174
POPPER, Karl, Conocimiento objetivo. Un enfoque evolucionista, Tecnos, Madrid, 1992, p. 20.
85

brindar razones para creer en lo no observado —como postula el empirismo— y


dicha experiencia no puede brindarnos razones para creer en lo no observado —
como establece el escepticismo inductivo—, entonces concluimos que “no puede
haber ninguna razón en absoluto para creer en cualquier proposición sobre lo no
observado” 175. Está claro que esta combinación se pone de manifiesto en Hume y
Popper, ambos empiristas. Dicha tesis irracionalista amplificada, producto de la
combinación del empirismo y el escepticismo sobre la inducción, es denominada
por Stove escepticismo sobre lo no observado. Asimismo, Stove considera que el
escepticismo humeano respecto a la inducción es una tesis sin la cual Popper no
llegaría a conclusiones irracionalistas como las presentadas previamente. Por lo
tanto, ha de ser considerada como una de las premisas fundamentales dentro de
la filosofía del pensador vienés 176.

Stove nos aclara que los pasajes reseñados no son los únicos que
evidencian el irracionalismo de la filosofía popperiana, pero sí son suficientes para
ejemplificarlos. Y no sólo son suficientes para tales fines en el caso de Popper,
sino que también lo son para los otros tres filósofos de la ciencia estudiados. Esto
se debe a que la filosofía de los otros tres pensadores parte de las mismas
premisas fundamentales que la de Popper. Respecto a la práctica de sólo citar a
Popper para mostrar el irracionalismo de los cuatro filósofos cuestionados, nos
dice Stove:

“ello no sólo no es incorrrecto, sino, de hecho, apropiado. La


filosofía de la ciencia de Popper no es de ninguna manera más
irracionalista que la de Feyerabend, Kuhn o Lakatos y al mismo
tiempo es históricamente bien conocido que la filosofía de Popper no
le debe nada a ninguno de estos autores, mientras que por ejemplo,

175
STOVE, David, Popper y después, p. 89
176
Resulta curioso que Popper realiza una afirmación respecto al problema de la inducción que
muy bien hubiese podido apuntar en contra de sí mismo: “Desde el tiempo de Aristóteles, el
enigma de la inducción ha llevado a muchos filósofos al irracionalismo (al escepticismo o al
misticismo)”: POPPER, Karl, La lógica, p. 366-367. Si consideramos que Popper acepta como
premisas ciertas afirmaciones de un escéptico como David Hume, precisamente en el caso de la
crítica al razonamiento inductivo, podemos concluir que Popper participa del irracionalismo bajo la
forma de escepticismo.
86

la filosofía de Kuhn le debe mucho a Popper y las de Lakatos o


Feyerabend, casi todo”177.

Luego de presentar esta justificación, Stove nos explica que la tarea que se
ha impuesto, a saber, la ubicación de la premisa clave del irracionalismo, no es en
absoluto fácil. A diferencia de sus conclusiones, las premisas de un pensador no
siempre son explícitas e incluso suele suceder que no estén definidas para dicho
individuo. Por otra parte, “identificar las premisas de un filósofo, aunque éste
razone con claridad, será difícil en grado proporcional a lo que en él haya de
derivativo de otros filósofos” 178.

En el caso de Kuhn, Lakatos y Feyerabend, es imposible extraer tesis


irracionalistas como en el caso de Popper, precisamente porque la filosofía de
estos tres es “extremadamente derivativa” de Popper. Para Stove, estos tres
pensadores sólo ilustran el irracionalismo que ya dan por supuesto. Pero no
argumentan a favor ni generan tesis irracionalistas, ya que en su época no
tuvieron necesidad de hacerlo: el irracionalismo respecto a la ciencia estaba ya
bastante extendido, y Popper ya se había encargado de argumentar a favor de él.
Haciendo referencia a la ausencia de argumentos para defender el irracionalismo
en Kuhn, Lakatos y Feyerabend, nos dice el australiano en tono satírico:

“Son herederos afortunados de la reciente filosofía de la


ciencia irracionalista y como la mayoría de los herederos, se ocupan
más de disfrutar de la herencia que de investigar sus fundamentos.
Feyerabend y Kuhn realizan algunos agregados a su herencia
irracionalista; Lakatos introduce pequeñas reducciones, como si se
hallara incómodo con ella. Pero lo que los tres hacen sobre todo es
simplemente ilustrarla con episodios elegidos de la historia de la
ciencia” 179.

Debido a esto, la búsqueda de la premisa clave del irracionalismo de los


cuatro pensadores estudiados debe circunscribirse a Popper. Ahora bien, Stove

177
STOVE, David, Popper y después, p. 90.
178
ID., p. 91.
179
IBID.
87

observa que no hay nada novedoso en las tesis irracionalistas popperianas


señaladas. Ya Pirrón, Sexto Empírico y Hume habían propuesto ciertas tesis
irracionalistas expresadas por Popper y que sirven de fundamento a otras de ellas
y a su filosofía en general. Por lo tanto, la premisa clave de tal irracionalismo
habría de estar en alguno de estos autores, tal como veremos más adelante.

Previamente, habíamos indicado que Stove reconoce que los principales


elementos que dieron origen al irracionalismo de los cuatro filósofos que analiza
son intelectuales, pero que no eran los únicos. Y un elemento no intelectual
sumamente importante para explicar el origen del irracionalismo en dichos
pensadores es “la caída del imperio newtoniano en la física” 180. Este
acontecimiento, que ocasionó un proceso muy activo de replanteamiento de
ciertas premisas en el campo de la física, cambió la visión optimista y romántica
hacia el conocimiento científico de los filósofos de la ciencia de la época. Esta
circunstancia propició que los filósofos de la ciencia empiristas recuperaran la
epistemología humeana, poco extendida durante los siglos XVIII y XIX, más
acorde con las nuevas reservas hacia la ciencia. Un grupo aceptó la crítica
humeana de la inducción sin sus consecuencias escépticas, mientras que el otro
las aceptó incluso con ellas. El primero fue la escuela del positivismo lógico, el
segundo fue el irracionalismo.

Así, los integrantes de la corriente irracionalista de la filosofía de la ciencia


han procurado, con sus planteamientos escépticos, eliminar la tendencia de creer
como cierta cualquier teoría científica. Su escepticismo humeano los conduce a
desconocer, por ejemplo, los elementos empíricos que puedan estar a favor de
alguna teoría: no hay ninguna buena razón para creer en ésta.

Stove resalta que el criterio de elección popperiano de las teorías


científicas, así como su percepción de éstas, evidencia las secuelas de la
decepción de la física newtoniana. Recordemos que en el falsacionismo

180
ID., p. 93.
88

popperiano, una teoría, para ser científica, debe ser refutable, y será mejor cuanto
más refutable sea:

- “Una teoría que no es refutable por ningún suceso concebible


no es científica. La irrefutabilidad no es una virtud de una teoría
(como se cree a menudo), sino un vicio. […] Todo genuino test de
una teoría es un intento por desmentirla, por refutarla. La testabilidad
equivale a la refutabilidad. […] el criterio para establecer el status
científico de una teoría es su refutabilidad o su testabilidad” 181.

“si la clase de los posibles falsadores de una teoría es


«mayor» que la correspondiente de otra, la primera teoría tendrá más
ocasiones de ser refutada por la experiencia; por tanto, comparada
con la segunda, podrá decirse que aquélla es «falsable en mayor
grado»; lo cual quiere decir, asimismo, que la primera teoría dice más
acerca de mundo de la experiencia que la segunda, ya que excluye
una clase mayor de enunciados básicos […] la ciencia teórica
procura precisamente llegar a teorías que sean fácilmente falsables
en este sentido: procura restringir el ámbito de los eventos permitidos
hasta un mínimo, e incluso —si es que puede conseguirse semejante
cosa— en una medida tal que toda restricción subsiguiente conduzca
a una falsación empírica de la teoría” 182.

Respecto a esta concepción tan negativa del conocimiento científico,


asevera Stove:

“Ninguna opinión puede expresar de manera más contundente


la magnitud del temor a que la hubris newtoniana dejara alguna
secuela. Lo dicho equivale a que lo que distingue una teoría científica
es que nos sea posible rechazar lo que en ella atrae nuestra creencia
y que una teoría es mejor cuanto con mayor facilidad se puede
apartar la carga de creencias que amenaza imponer sobre nosotros.
Evidentemente nada excepto el recuerdo más intenso de las
consecuencias traumáticas de la creencia total en una teoría falsa ha
podido sugerir una concepción de la ciencia tan extrañamente
invertida” 183.

181
POPPER, Karl, Conjeturas, p. 61. Nótese la carga negativa de la prueba empírica (o test) de
una teoría: no se lleva a cabo para intentar confirmarla o verificarla, sino para intentar desmentirla.
182
POPPER, Karl, La lógica, p. 107-108.
183
STOVE, David, Popper y después, p. 94.
89

Recapitulando, Stove concluye que la premisa clave del irracionalismo sólo


debe buscarse en Popper. A su vez, el irracionalismo del vienés se reduce al
escepticismo sobre lo no observado de Hume, conjunción de su escepticismo
sobre la inducción y el empirismo. Por último, de estas dos tesis sólo una de ellas
tiene consecuencias irracionalistas: el escepticismo sobre la inducción. Entonces,
es ésta una premisa fundamental del irracionalismo de Popper.

Sin embargo, nos dice Stove, esta premisa es sólo un fundamento


inmediato, mas no un fundamento último. Y este fundamento, que es el que le
interesa al australiano, debe buscarse en Hume, ya que Popper es derivativo
respecto al escepticismo inductivo de Hume, y éste como se ha señalado, es la
fuente directa del irracionalismo popperiano respecto a las teorías científicas. El
argumento escéptico contra la inducción de Popper es el mismo que el de Hume,
ya que el vienés acepta sin discusión el argumento del escocés, considerándolo
impecable. Veamos dos pasajes que apoyan esta afirmación del australiano:

- “[Refiriéndose al tratamiento de Hume del problema de la


causalidad] Pero, en medio de estas consideraciones subjetivistas,
encontré una que me pareció una joya de valor incalculable para la
teoría del conocimiento objetivo: una refutación lógica, sencilla y
directa de toda pretensión según la cual la inducción constituye un
argumento válido o un modo de razonar justificable” 184.

- “pienso que la formulación y tratamiento que hace Hume del


problema lógico de la inducción […] es una joya intachable” 185.

De modo que el argumento que debemos analizar para ubicar la premisa


clave buscada es el argumento de Hume que defiende el escepticismo sobre la
inducción, ya que el mismo es la base de la filosofía irracionalista de los autores
estudiados. Pese a que, de los cuatro pensadores, sólo Popper haga alusión
directa y repetida a su deuda filosófica con el argumento anti-inductivo humeano,

184
POPPER, Karl, Conocimiento, p. 87. Corchetes nuestros.
185
ID., p. 90.
90

queda claro que los otros tres son tan deudores del escocés como Popper, sólo
que su deuda la adquirieron a través del vienés.

Finalmente, respecto a la posible indignación de algún lector ante la


ausencia, en Lakatos, Feyerabend y Kuhn, de alusiones claras a la dependencia
de su filosofía del escepticismo humeano sobre la inducción, nos dice Stove:

“lo que principalmente está en disputa entre los irracionalistas


y sus críticos es la tesis escéptica de Hume sobre la posibilidad de
aprender a partir de la experiencia […] El indignado lector puede
exclamar que «hasta ahora estos autores me han llevado a pensar
que antes de que pudiera atacar su filosofía de la ciencia tendría que
haber leído, tanto como ellos han escrito, sobre Galileo y el
telescopio, Lavoisier y el oxígeno, la teoría de Bohr-Kramers-Slater,
los experimentos de Lummer-Pringsheim, etc. ¿Qué? ¿Todo esto no
era esencial? ¿Me lo impusieron principalmente ad terrorem?» Así
fue, pobre lector” 186.

2. Buscando la premisa clave del irracionalismo

Habiendo demostrado que sólo en David Hume se requería buscar la


premisa clave del irracionalismo en filosofía de la ciencia, Stove procede a
analizar, para tales fines, el argumento a favor del escepticismo inductivo del
escocés. Esta tarea la efectúa el australiano en el cuarto capítulo, que lleva por
título La identificación de la premisa clave del irracionalismo. Al inicio de éste, el
australiano nos aclara ciertos factores que formarán parte del tratamiento teórico
ulterior.

Como ya indicamos en el Capítulo II del presente estudio, Hume no utiliza el


término “inducción”, al menos no en el sentido que nosotros lo utilizamos hoy en
día, ni cuando arremete contra dicho tipo de razonamiento. Según Stove, un
argumento inductivo es el que va “de lo observado a lo no observado” 187. El

186
STOVE, David, Popper y después, p. 100.
187
ID., p. 101. Si bien tradicionalmente se entiende el argumento inductivo como el que va de lo
particular a lo general, es más preciso decir que el argumento inductivo es el que tiene una
conclusión probable —en sentido coloquial—, donde la verdad de la conclusión no se sigue con
necesidad de la verdad de las premisas —a diferencia del argumento deductivo válido, que sí
91

australiano también nos ofrece tres ejemplos básicos de razonamientos inductivos,


inspirados en Hume. Partiendo de una misma premisa, “Las numerosas llamas en
el pasado han sido calientes”, se podría concluir que “Cualquier llama que se
observe mañana será también caliente”, o “Toda llama, cualquiera que sea, es
caliente”, o también “En este momento, todas las llamas del planeta Marte son
calientes”188.

Ahora bien, Stove parte de la idea de que al denominar “inductivo” a un


argumento sólo lo estamos describiendo, mas no lo estamos evaluando.
Consideraciones evaluativas, como el determinar si un argumento es razonable, o
qué grado de valor lógico tiene, son independientes del hecho de que sea
inductivo —y también independientes de que sea deductivo—.

Las respuestas evaluativas respecto a la inducción han sido diversas, y


diversas escuelas de pensamiento y filósofos en particular han tenido sus propias
concepciones con relación a aquel tipo de razonamiento. En el caso de Hume, su
escepticismo sobre la inducción es una respuesta evaluativa categórica: la
inducción no es razonable ni tiene valor lógico, ya que lo observado (la premisa de
un argumento inductivo) no es una razón de ningún nivel para creer en lo no
observado (la conclusión de tal argumento).

Por otra parte, Stove advierte que debe distinguirse entre el escepticismo
inductivo y otros tipos de escepticismo presentes en la filosofía humeana. Además
del inductivo, que ya conocemos, están el escepticismo con respecto a los
sentidos y el escepticismo con respecto a la razón.

cumple esta condición—. Esta precisión es especialmente pertinente si incluimos el argumento por
analogía como una clase de inducción —la analogía va de lo particular a lo particular—. Respecto
a estas consideraciones, véase COPI, I. y COHEN, C., Introducción a la Lógica, Limusa, México,
2004, p. 70-75. Con relación a la definición ofrecida por Stove, consideramos que satisface tanto a
la versión tradicional como a la precisión a la cual nos adherimos —basados en lo dicho por Copi y
Cohen— ya que, en ambos casos, se va de lo observado a lo no observado. A su vez, la noción de
Stove corresponde con el tipo de argumento —indudablemente inductivo— criticado por Hume.
188
STOVE, David, Popper y después, p. 101.
92

El escepticismo con respecto a los sentidos pone en duda la posibilidad real


de que los sentidos nos permitan captar fielmente el mundo exterior. El
escepticismo con respecto a la razón niega la razonabilidad de todo tipo de
argumento. Es evidente que estos dos escepticismos son distintos al inductivo. El
de los sentidos niega la posibilidad de obtener información, por vía sensitiva, del
mundo exterior; es decir, ni siquiera podemos construir argumentos basados en lo
observado. Por su parte, el de la razón, al negar la razonabilidad de cualquier
argumento, no cuestiona exclusivamente al razonamiento inductivo; la inducción
es sólo un subconjunto de los argumentos a los cuales se les niega, en este
escepticismo, la razonabilidad.

Otro aspecto resaltado por Stove es que el argumento a favor del


escepticismo sobre la inducción es uno solo, estando presente en tres obras del
pensador escocés: Tratado de la Naturaleza Humana, Resumen del Tratado de la
Naturaleza Humana e Investigación sobre el conocimiento humano. Las tres
versiones, según el australiano, sólo difieren en extensión, ya que la estructura es
la misma.

Dicho todo esto, Stove se ocupa de analizar cada una de las premisas del
argumento escéptico de Hume relativo a la inducción. Pero su punto de partida
para llevar a cabo dicha tarea no es este argumento, sino el que resulta de su
conjunción con el empirismo, a saber, el escepticismo sobre lo no observado.
Pese a que previamente ya se hizo alusión a tal conjunción y a la tesis resultante,
Stove considera que es pertinente iniciar el análisis en dicha tesis, ya que el
escepticismo sobre la inducción forma parte de ella. De hecho, el argumento a
favor del escepticismo inductivo no es independiente: no tiene como conclusión
esta tesis, sino precisamente la del escepticismo sobre lo no observado. En
síntesis, al empezar por esta última tesis, lo estamos haciendo por el final del
argumento en cuestión.

La tesis escéptica sobre lo no observado, recordemos, establece que no


hay ninguna razón para creer en una proposición contingente que se refiera a lo
93

no observado. Esta proposición la denomina Stove A 189. En palabras de Hume:


“nada hay en un objeto considerado en sí mismo, que pueda proporcionarnos
razón alguna para efectuar una conclusión que vaya más allá de él” 190.

El empirismo, en palabras de Stove, es la tesis que —adaptada al


argumento estudiado— sostiene que “la única razón para creer en una proposición
contingente sobre lo no observado es una proposición acerca de lo que ha sido
observado” 191. Stove la denomina B. Citando a Hume: “todas las leyes de la
naturaleza y todas las operaciones de los cuerpos, sin excepción, son conocidas
sólo por la experiencia” 192.

A su vez, recordemos que el escepticismo sobre la inducción afirma que


ninguna proposición contingente sobre lo observado nos brinda una razón para
creer en ninguna sobre lo no observado —o lo que es igual: ninguna premisa de
un argumento inductivo es una razón para creer en su conclusión—. Para Stove,
es la tesis C. En términos de Hume: “no tenemos ningún argumento para
convencernos de que los objetos, que han estado en nuestra experiencia
frecuentemente conjuntados, estarán asimismo en otros casos conjuntados de la
misma manera” 193.

Stove expresa la vinculación entre estas tres tesis en forma de diagrama,


operación que llevará a cabo también para expresar las relaciones entre
proposiciones subsiguientes. Las llaves deben ser entendidas como conjunciones,

189
Stove representa con una letra mayúscula cada proposición que forma parte del argumento
humeano estudiado y, como hemos visto, cualquier proposición —como cuando decía que “P
entraña Q”—. Más adelante, veremos que la simbolización alfabética de las proposiciones que
intervienen en el argumento de Hume facilita la visualización de la relación lógica entre ellas.
190
HUME, David, Tratado, Libro Primero, Parte Tercera, Sección XII, p. 259.
191
STOVE, David, Popper y después, p. 106.
192
HUME, David, Investigación, Sección 4, p. 61.
193
ID., p. 203.
94

y las flechas como implicaciones 194. Ahora bien, Stove aclara que, debido a que su
labor de análisis del argumento escéptico de Hume es simplemente descriptiva,
las flechas de los diagramas han de entenderse sólo como “es la razón ofrecida
por Hume para creer”—y no como “es una razón para creer”—. De este modo, el
australiano resalta que sólo pretende exponer la estructura del argumento de
Hume, y no evaluar si efectivamente es válido o si las razones ofrecidas por el
escocés son admisibles. Pese a esto, afirma que desde su punto de vista el
argumento es válido 195.

Volviendo a las tres proposiciones señaladas, su relación se expresa según


el siguiente diagrama:

C
A
B

Para quien tenga alguna duda acerca de la necesidad de la conjunción de C


y B para concluir B, Stove nos ofrece una estupenda analogía:

“Cuando uno desea llegar a cierto lugar, la noticia de que la


vía X no lo conducirá allí [escepticismo inductivo] no es fatal. Lo sería
si y sólo si se presentara en conjunción con la información de que
ninguna otra ruta más que la vía X conduce a ese lugar [empirismo]
[…] el escepticismo sobre la inducción no le compromete a uno con
el escepticismo sobre lo no observado, a menos que uno suscriba el
empirismo. Quien mantenga rutas no inductivas para el conocimiento
o la creencia razonable sobre lo no observado (digamos a través de

194
Es decir, lo que se representa en este diagrama y en los siguientes son razonamientos
deductivos donde, a partir de dos o más premisas, se deduce una conclusión. Entender la
inferencia de las premisas a la conclusión como una implicación no sólo es intuitivamente correcto,
sino también demostrativamente: Herbrand y Tarski demostraron esta concepción mediante el
Metateorema de la Deducción —que, vale acotar, ya había sido anticipado en la Edad Media por
Alberto de Sajonia— A este respecto, véase: MUÑOZ GARCÍA, Ángel, Lógica simbólica elemental,
Miró, Caracas, 1996, p. 187-195.
195
Respecto a su aceptación del argumento y al uso que hace de las flechas en los diagramas,
dice Stove: “la flecha en mis diagramas no significa que el paso es válido, sino más bien que el
paso (según creo) fue dado por Hume y que (según creo) es válido” STOVE, David, Popper y
después, p. 107.
95

la razón pura o la revelación) puede admitir C y negar A de una


manera consistente”196

Pero sólo estamos apenas al principio del análisis. Más aún, B y C no son
premisas del argumento de Hume, sólo son resultados, conclusiones a partir de
otras tesis. Y, como lo que pretende Stove es hallar la premisa clave del
argumento, debemos buscar las proposiciones que fundamentan B y C.

Respecto a B, Stove observa que Hume ofrece como razón para creer en
ella la siguiente proposición: “las proposiciones que son necesariamente
verdaderas no constituyen una razón para creer en cualquier proposición
contingente” 197. Esta es la proposición D. Ahora bien, esta tesis sólo es
plenamente comprensible en el marco de la distinción humeana —ya tratada en el
Capítulo II de este estudio— entre relaciones de ideas y cuestiones de hecho.
Estos dos son los únicos ámbitos del universo epistemológico humano. Cuando se
versa acerca de relaciones de ideas, las proposiciones verdaderas lo son con
carácter necesario. Por el contrario, cuando se trata de cuestiones de hecho, las
proposiciones son empíricas, contingentes, acerca de lo observado. De manera
que, si una verdad necesaria no puede ser una razón para creer en una
proposición sobre lo no observado (D), entonces sólo puede serlo una sobre lo
observado (B).

En este mismo orden de ideas, Stove señala que hay un supuesto que sirve
de soporte a D. El mismo afirma que sólo hay dos tipos posibles de proposiciones
que pueden ser razones para creer en toda proposición (perteneciendo a este
grupo, por supuesto, toda proposición contingente sobre lo no observado):
verdades necesarias o proposiciones sobre lo observado. Esto es coherente con
la distinción entre relaciones de ideas y las cuestiones de hecho, que ya
explicamos y que tiene una importancia capital dentro de la teoría epistemológica
de Hume.

196
IBID. Corchetes nuestros.
197
ID., p. 108.
96

Dicho supuesto, observa Stove, tiene dos partes. La primera es la tesis de


que sólo las verdades necesarias o las proposiciones sobre lo observado se
pueden conocer o creer razonablemente de manera directa, sin necesidad de
recurrir a otras proposiciones. En palabras del australiano: “Una proposición es
directamente accesible al conocimiento o a la creencia razonable si y sólo si es
una verdad necesaria o una proposición sobre lo no observado” 198. Esta es la
proposición E. La segunda parte del mismo es la tesis que establece que toda
proposición que sea razón para creer en otra debe poder ser conocida de manera
directa: “Si P es una razón o parte de una razón para creer Q, entonces P es
directamente accesible al conocimiento o la creencia razonable” 199. Esta segunda
tesis, llamada por Stove F, es resultado de la concepción humeana de la relación
de conocimiento entre proposiciones como una cadena (o, según una analogía de
Stove, escalera): cuando P es una razón para creer Q, tenemos muchos o pocos
eslabones (o peldaños) entre ambas proposiciones, según las proposiciones
adicionales que puedan estar entre P y Q 200. Pero sólo es posible garantizar la
firmeza de esta cadena, firmeza que nos permitirá llegar a Q, si P puede ser
conocida directamente 201. En palabras de Hume:

“si no partiésemos de un hecho presente a la memoria y a los


sentidos, nuestros razonamientos serían meramente hipotéticos, y
por mucho que los eslabones mismos estuvieran conectados entre
sí, la cadena de inferencia, en su conjunto, no tendría nada que la
sostuviese, ni podríamos jamás por medio de ella llegar al
conocimiento de una existencia real. Si se me pregunta por qué se
cree en cualquier cuestión de hecho que se me relata, ha de
dárseme una razón, y esta razón será algún otro hecho conexo. Pero
como no se puede proceder de esta manera in infinitum, se ha de

198
ID., p. 111.
199
ID., p. 110.
200
Como veremos, Stove se refiere en repetidas ocasiones a los argumentos como “de P a Q”,
donde P es una premisa y Q la conclusión. Esto lo hace pensando en los entimemas,
razonamientos expresados de forma incompleta, donde se da por sentada la otra premisa que
constituye y completa el argumento.
201
STOVE, David, Popper y después, p. 110.
97

terminar en algún hecho presente a la memoria o a los sentidos, o ha


de aceptarse que la creencia es totalmente infundada” 202.

Así, Hume ofrece D como razón para creer B debido a que lo hace
asumiendo F y E. Por lo tanto, el argumento de Hume a favor del empirismo (B)
tiene, según Stove, la siguiente estructura:

E B

Luego de mostrar el argumento de Hume a favor de B, Stove procede a


mostrar las premisas del argumento del escocés en apoyo a C. Una de ellas
sostiene que la conclusión de un razonamiento inductivo no se sigue de su
premisa, a menos que se le adicione el supuesto de que lo no observado es
conforme a lo observado (supuesto que el australiano denomina Tesis de
Semejanza). Respecto al énfasis humeano en que este supuesto es el
fundamento que sostiene la pretensión de validez de la inducción, contamos con
varios ejemplos:

- “toda inferencia realizada a partir de la experiencia supone,


que el futuro será semejante [al pasado]”203.

- “Todos los argumentos probables se construyen bajo la


suposición de que hay esta semejanza entre el futuro y el pasado”204.

202
HUME, David, Investigación, Sección 5, p. 79. Pese a que en este caso se refiere a cuestiones
de hecho, es evidente que la misma exigencia se da en la propuesta humeana respecto a las
relaciones de ideas; más aún si tomamos en cuenta lo ya señalado respecto a la importancia de
esta distinción en el pensador escocés. La diferencia, claro está, radica en lo siguiente: en el caso
de las relaciones de ideas, las proposiciones que se ofrecen como razones son verdades
necesarias, no proposiciones fácticas (sobre lo observado).
203
HUME, David, Investigación, Sección 4, p. 71. Corchetes nuestros. Extrañamente en esta
traducción que hemos venido citando omiten la expresión “al pasado”, cuando en el original inglés
sí se coloca: “all inferences from experience suppose, as their foundation, that the future will
resemble the past” HUME, David, An Enquiry, p. 27. Cursivas nuestras.
98

- “De acuerdo a esta exposición del asunto, que creo de todo


punto incuestionable, la probabilidad está basada en la conjetura de
que existe semejanza entre los objetos de los que hemos tenido
experiencia, y objetos no experimentados”205.

Según esto, se puede enunciar aquella premisa a favor de C como sigue:


“Un argumento inductivo es siempre inválido y una Tesis de Semejanza es la
adición más débil a sus premisas que sea suficiente para hacerlo válido” 206. Para
Stove, G.

Otra de las premisas, relativa a la Tesis de semejanza, es la siguiente: “Una


Tesis de Semejanza es una proposición contingente sobre lo no observado” 207.
Siguiendo la simbolización alfabética, H. En palabras de Hume: “Esta [suposición
de] semejanza [entre el pasado y el futuro] es una cuestión de hecho, y si debe ser
probada, no admitiremos ninguna prueba sino a partir de la experiencia” 208.

Si la Tesis de Semejanza es una cuestión de hecho, entonces, según la


epistemología humeana, no puede ser una relación de idea y, por ende, tampoco
puede ser establecido su valor veritativo según los mismos criterios de ésta.
Recordemos que Hume sostiene que una cuestión de hecho o proposición
contingente no es, a diferencia de una relación de idea o verdad necesaria,
demostrable, ya que no es contradictoria con ninguna otra proposición fáctica.
Esto se debe a que toda proposición de esta naturaleza es concebible: “lo que es
inteligible y puede concebirse distintamente no implica contradicción alguna, y

204
“All probable arguments are built on the supposition, that there is this conformity betwixt the
future and the past” HUME, David, “Abstract of A Treatise of Human Nature”, en ID., An Enquiry, p.
138. Traducción nuestra.
205
HUME, David, Tratado, Libro Primero, Parte Tercera, Sección VI, p. 197.
206
STOVE, David, Popper y después, p. 113.
207
IBID.
208
“This conformity is a matter of fact, and if it must be proved, will admit of no proof but from
experience.” HUME, David, “Abstract of A Treatise of Human Nature”, en ID., An Enquiry, p. 138.
Traducción y corchetes nuestros. Este pasaje, en el texto original, sigue inmediatamente al de la
nota 204 del presente estudio.
99

jamás puede probarse su falsedad por argumento demostrativo o razonamiento


abstracto a priori alguno” 209. Así, en la medida en que la Tesis de Semejanza es
una proposición contingente sobre lo no observado (premisa H), tampoco es
demostrable. Por lo tanto: “Ninguna Tesis de Semejanza es deducible de verdades
necesarias” 210. Esta es la proposición I.

Por supuesto, como bien observa Stove, esta última premisa es sólo un
caso particular de otra más general, a saber: “Ninguna proposición contingente es
deducible a partir de verdades necesarias”. Es decir, J. Resulta obvio que las
consideraciones humeanas señaladas en el párrafo precedente a partir de las
cuales se deduce la tesis I, también nos permiten evidenciar la presencia de J
dentro de la epistemología del escocés.

Ahora bien, así como no es justificable la Tesis de Semejanza a partir de la


demostración, tampoco lo es mediante la prueba empírica. Esto se debe a que la
Tesis de Semejanza se refiere a lo no observado, de modo que sólo se podría
defender inductivamente; y argumentar a favor de ella mediante este
procedimiento de manera válida implica presuponer la propia Tesis de semejanza
(premisa G). Evidentemente, se trata de una argumentación circular y, por lo tanto,
inválida. Como plantea Hume:

“todas nuestras conclusiones experimentales se dan a partir


del supuesto de que el futuro será como ha sido el pasado. Intentar
la demostración de este último supuesto por argumentos probables o
argumentos que se refieren a lo existente, evidentemente supondrá
moverse dentro de un círculo y dar por supuesto aquello que se pone
en duda”211.

A partir de esto, tenemos la siguiente premisa: “Ninguna Tesis de


Semejanza es deducible de proposiciones sobre lo observado” 212, que, siguiendo

209
HUME, David, Investigación, Sección 4, p. 68. Véase supra, Capítulo II, nota 38.
210
STOVE, David, Popper y después, p. 113.
211
HUME, David, Investigación, Sección 4, p. 69.
212
STOVE, David, Popper y después, p. 114.
100

la secuencia de Stove, es la proposición K. Las premisas de las cuales ésta


depende lógicamente son H y G. Más aún, la conjunción de estas dos últimas tesis
entrañan esta otra: “La Tesis de Semejanza es deducible de proposiciones sobre
lo observado sólo cuando estas últimas se presentan en conjunción con la Tesis
de Semejanza”. En términos de Stove, L. Así, la circularidad de esta última
proposición es la razón más sólida que ofrece Hume para concluir K.

Habiendo ubicado todas estas premisas y su relación lógica, es posible


representar la estructura de la argumentación en contra de la justificación
demostrativa o empírica de la Tesis de Semejanza, supuesto fundamental para
todo argumento inductivo. Veamos el diagrama ofrecido por Stove para tales fines:

H
I
J

H
L K
G

Stove sostiene categóricamente que la argumentación explícita de Hume a


favor de la conclusión escéptica C se reduce únicamente al argumento
representado por el diagrama anterior. Incluso, llega a retar a quien tenga alguna
objeción a esta aseveración, aplicando el método de desafío:

“a quien piense que hay algo explícito en el argumento de


Hume a favor de C que se ha omitido en la explicación anterior, ya
sea otra premisa o un resultado inferido por Hume de premisas no
presentadas aquí, le invito a que lo muestre” 213.

Asimismo, enfatiza la insuficiencia de este argumento para concluir C. Una


muestra clara de ello es que las premisas del mismo (G, H y J) no afirman nada
acerca de las condiciones que debe cumplir una proposición para ser razón para
creer en otra: recordemos que C niega que la premisa de un razonamiento

213
ID., p. 115.
101

inductivo pueda ser una razón para creer en su conclusión. Para el pensador
australiano, si asumimos como válido el último argumento humeano y sus
premisas verdaderas, lo único que podemos concluir es la conjunción de G, I y K,
nunca C. La conjunción de aquellas tres premisas da origen a la siguiente
proposición: “Todo argumento inductivo es inválido y su premisa validadora no es
ni una verdad necesaria ni una proposición acerca de lo observado” 214. Ésta es M.

Stove explica esta proposición, que compendia la conjunción de G, I y K.


Una premisa validadora o un validador será “cualquier premisa adicional suficiente
para convertir un argumento inválido en uno válido y la premisa validadora [o el
validador] será aquella que resulte la más débil entre todas las premisas
validadoras en un argumento dado” 215. Recordemos que G dice que la Tesis de
Semejanza es la premisa más débil que puede añadírsele a una inducción para
validarla; en otras palabras, aquella tesis es la premisa validadora de la inducción.

Es preciso señalar que, contrariamente a lo expresado por Stove,


estrictamente hablando no podemos convertir un argumento inválido en uno
válido: los argumentos son intrínseca e irremediablemente válidos o inválidos 216.
Lo que podemos hacer es, o bien obtener un argumento válido incorporando una
premisa adicional a uno inválido —lo cual no cambiaría la invalidez, sino que daría
origen a otro argumento—, o bien podemos explicitar la validez de un argumento
entimemático, es decir, mostrar la premisa sobreentendida para comprender
plenamente la estructura silogística. Consideramos que Stove se refiere a
argumentos entimemáticos, y asume que éstos son inválidos en tanto sólo
muestran una de las premisas que son requeridas para deducir la conclusión; de

214
ID., p. 116.
215
IBID. Corchetes nuestros.
216
Por ende, siempre que utilicemos expresiones del tipo “convertir en válido un argumento
inválido” o “resolver o remediar la invalidez de un argumento” lo haremos según los términos
utilizados por Stove, que no son los nuestros.
102

modo que la premisa validadora a la cual se refiere el australiano es la que está


implícita en el entimema de P a Q 217.

Volviendo a la tarea de justificar el establecimiento de M, Stove también se


vale del hecho de que una proposición, para ser deducible de una verdad
necesaria, debe ser también una verdad necesaria, y para serlo de una
proposición sobre lo observado, debe ser a su vez una proposición sobre lo
observado. En este sentido, decir que la Tesis de Semejanza no es ni una verdad
necesaria ni una proposición sobre lo observado (como lo hace M), es equivalente
a decir que no es deducible de verdades necesarias (J), ni es deducible de
proposiciones sobre lo observado (K).

Stove sostiene que la verdad de M es sumamente importante y tiene


implicaciones dignas de resaltar dentro de la epistemología de Hume. Pero antes
de explicar esto, el australiano diserta sobre los diversos tipos de evaluaciones
que se pueden llevar a cabo con referencia a un argumento determinado. En
especial, critica la tendencia de los lógicos ordinarios que sólo se preocupan por la
validez o invalidez de los argumentos. Stove considera que existen evaluaciones
distintas a ésta y más pertinentes para el análisis de argumentos que tengan
implicaciones respecto al conocimiento. Por ejemplo, está la distinción entre las
premisas que pueden o no ser razones para creer en la conclusión, o si la
invalidez de un argumento es remediable o no —y en el caso de que sí lo sea, qué
necesita para tales fines—.

217
En consonancia con la apreciación de invalidez por incompletitud de los argumentos
entimemáticos, dicen Copi y Cohen: “Como es incompleto, un entimema debe acudir a las partes
suprimidas cuando surge el problema de poner a prueba su validez. Cuando una premisa
necesaria falta, sin esa premisa la inferencia es inválida. Pero donde la premisa inexpresada se
puede proporcionar fácilmente, debe incluirse como parte del argumento cuya validez se va a
verificar.” COPI, I. y COHEN, C., Introducción, p. 294. Sin embargo, podríamos objetar que un
entimema puede ser válido, aunque no muestre sus dos premisas: la implícita está allí, tan
fácilmente captable que no hay necesidad de explicitarla; en este sentido, el entimema sólo será
inválido cuando la verdad de la conclusión no se siga de la verdad de las premisas —implícita y
explícita—: es decir, el mismo criterio de invalidez tradicional de cualquier argumento deductivo.
Pese a esto, nos parece comprensible que tanto Stove como los autores citados, siendo muy
rigurosos con la expresión formal de los argumentos, consideren los entimemas como inválidos.
103

El pensador australiano observa que el mero hecho de que “las premisas


de un argumento entrañen su conclusión no es suficiente para que constituyan
una razón para creer en ella” 218. Si fuera así, simplemente nos contentaríamos con
que nuestros pensamientos fueran formalmente correctos, independientemente de
lo disparatado o implausible de su contenido. Podemos presentar este ejemplo de
razonamiento deductivo:

Todos los humanos son caballos


Algunos burros son humanos
Por lo tanto: Algunos burros son caballos

Estrictamente, éste es un argumento válido, ya que si las premisas fueran


verdaderas, la conclusión también lo sería necesariamente, o en otras palabras, la
conclusión se sigue con necesidad de las premisas. Sin embargo, es evidente que
nadie —en su sano juicio— que conozca el referente empírico de los términos
“burro”, “caballo” y “humano” creería en esa conclusión aunque le ofrecieran como
razones tales premisas.

Por otra parte, según el australiano, un argumento inválido puede volverse


válido si le incorporamos una premisa adicional, siempre y cuando ésta pueda ser
una razón o parte de una razón para creer en la conclusión. Como ya hemos
indicado, la más débil —la que afirme lo mínimo necesario para que Q se siga de
P— de las premisas que puedan cumplir esta función, será la premisa validadora
—o el validador— de tal argumento. Si ésta no puede ser una razón o parte de
una razón para creer en la conclusión del razonamiento, simplemente no está
disponible y la invalidez del mismo es irresoluble.

Un ejemplo donde la invalidez se resuelve mediante la inserción de una


premisa validadora es ofrecido por Stove. Imaginemos que dos personas discuten
sobre la especie de un pájaro que se encuentra sobre un poste. Uno podría decir:
“El pájaro de aquel poste no es un cuervo, ya que todos los cuervos son negros”.

218
STOVE, David, Popper y después, p. 118.
104

Este razonamiento, tal como está expresado es un entimema y, en tanto


incompleto, inválido; sin embargo, puede volverse válido anexándole la premisa
que está implícita, a saber, “el pájaro de aquel poste no es negro” 219. Esta última
valida dicho argumento, ya que forma parte —junto con la otra premisa— de la
razón para creer en la conclusión. Más aún, es el validador, es decir, la premisa
más débil que puede cumplir con dicha finalidad.

Sin embargo, no en todos los casos está disponible una premisa validadora
de un razonamiento. Por ejemplo, en los razonamientos inductivos. En este
sentido, nos dice Stove, cabe preguntarse en cuáles casos disponemos de
validadores. Si bien, como señala el australiano, Hume no trató explícitamente
este asunto, tenemos como solución a tal problema, en el marco de las ideas del
escocés, las tesis E y F. Sin embargo, en el caso de los argumentos inductivos, el
escocés sí responde a la incógnita, y además categóricamente, diciendo que para
esta clase de razonamientos jamás contamos con un validador disponible.
Evidentemente, esta respuesta se manifiesta en la argumentación ya mostrada a
favor del escepticismo inductivo C y que priva de justificación racional a la Tesis
de Semejanza (el validador de la inducción).

Así, el validador de la inducción no puede ser ni una verdad necesaria ni


una proposición sobre lo observado. El primer caso no es posible, ya que una
conclusión contingente como la de un argumento inductivo no puede ser implicada
por una verdad a priori y, por ende, ésta no puede ser una razón para creer dicha
conclusión. En el segundo caso es estéril, ya que no cambia en nada la adición de
otra premisa sobre lo observado a las que ya tiene la inducción: se sigue
implicando lo no observado a partir de lo observado 220. En síntesis, la tesis M ya
expuesta.

219
IBID.
220
Es evidente que la Tesis de Semejanza, al afirmar algo sobre lo no observado, se basa en lo
observado; en otras palabras, es una proposición contingente. Por lo tanto, no nos resulta
problemático que generalice la inutilidad de proponer validadores sobre lo observado, a partir de la
inutilidad de la Tesis de Semejanza, proposición sobre lo no observado. Lo que consideramos que
105

Como ya indicamos, Stove considera la tesis M como muy importante y


plenamente verdadera. Sin embargo, disiente de la actitud de muchos filósofos
empiristas del Siglo XX (entre los cuales se encuentran los cuatro filósofos de la
ciencia cuestionados previamente), que asumen como algo obvio o trivial la
verdad de M. El filósofo australiano llama la atención a que, muy por el contrario,
autoridades de la filosofía de la inducción como Bacon y Mill, o cualquier científico
experimental de nuestros días, no reconocerían a M como una verdad elemental.
Incluso llega a realizar la siguiente afirmación, muy cargada de sentido común:

“cualquier persona sabe, en sus huesos, sus nervios y sus


músculos, que M es falsa. Tome usted una cerilla, frótela y mire la
llama. Luego trate de no creer que sentiría calor si pusiera la mano
muy cerca de ella; no puede. De la misma manera, no está menos
seguro acerca del fenómeno térmico futuro que del fenómeno visual
presente de la llama […] todos creemos que, contrariamente a lo que
M dice, el enunciado observacional sobre las llamas del pasado es
suficiente, como premisa adicional, para convertir el argumento de
«Esto es una llama» a «Será caliente» en un argumento válido” 221.

Por otra parte, el pensador australiano resalta que no sólo son tales grupos
de personas quienes desconocen la verdad de M, sino que también lo hacen
quienes la consideran una tesis trivial, o al menos no han sido capaces de captar
las implicaciones de la misma, así como el alcance de su verdad. Una muestra de
ello es que, tal como ya se ha señalado, del argumento explícito de Hume a favor
de C, sólo se concluye M y sin embargo, se ha interpretado —tanto por Hume
como por sus seguidores— como si tuviera consecuencias más drásticas.

Stove sostiene que de M se deriva otra tesis más fuerte, basada en el modo
en el cual Hume concibe M: el escocés piensa esta proposición en conjunción con

resalta el autor es el carácter contingente de la tesis señalada y de cualquier otra que tenga origen
empírico.
221
STOVE, David, Popper y después, p. 122-123. Consideramos que la palabra “sabe”, presente al
principio del fragmento, (“cualquier persona sabe”) es una traducción inadecuada de lo expresado
por Stove en la versión inglesa. La palabra utilizada por el australiano es “believes”, es decir,
“cree”; véase STOVE, David, Scientific Irrationalism, p. 135. Asimismo, nótese que a lo largo del
pasaje citado se habla de creer y no de saber.
106

E y F. Y es que si sólo las proposiciones directamente conocibles pueden ser una


razón para creer en una conclusión (F), y dichas proposiciones sólo pueden ser
verdades necesarias o proposiciones de lo observado (E), entonces si la premisa
validadora de la inducción —la más débil de las posibles validadoras— no
pertenece a ninguno de tales conjuntos, se deduce que ni ella ni ningún otro
validador será a su vez una razón o parte de ella para creer en una conclusión.

Así, la conjunción de M, E y F entraña la siguiente tesis: “Todo argumento


inductivo es inválido y ningún validador del mismo es una razón o parte de una
razón para creer en su conclusión”222. Esta proposición es, en términos de Stove,
la tesis de la invalidez irremediable de la inducción, o N. Al tratarse de un
argumento inductivo, cualquier premisa que tomemos como potencial validadora
será insuficiente, dado su carácter contingente, para validar el mismo; por lo tanto,
para Hume y sus seguidores, no hay razón para creer en la conclusión de una
inducción.

De modo que es a partir de N de donde infieren Hume y sus seguidores la


conclusión escéptica C. Para Stove, semejante inferencia no es correcta. El
australiano nos dice, irónicamente, que los buenos filósofos asumen exigencias
estrictas respecto a la razonabilidad de un argumento, y la precisión de tales
exigencias será directamente proporcional al nivel del filósofo. En este sentido, los
buenos filósofos no admitirán la razonabilidad de un argumento que sea
irremediablemente inválido, como el caso de la inducción, razón por la cual
saltarán irresistiblemente de N a C 223. Sin embargo, dice Stove, existe otro grupo
de filósofos, al cual él pertenece, que no comparten este salto inferencial. Sus
222
ID., p. 125.
223
Un buen ejemplo de la profunda negativa de los anti-inductivistas a aceptar al menos la
razonabilidad de la inducción lo representa este pasaje: “También se ha dicho que el problema de
la inducción es: “¿por qué es razonable creer que el futuro será igual al pasado?”, y que una
respuesta satisfactoria a este interrogante debe poner de manifiesto que tal creencia es, en verdad,
razonable. Mi respuesta es que lo razonable sería creer que el futuro será muy diferente del
pasado en muchos aspectos vitalmente importantes […] Hasta se podría decir, a juzgar por la
experiencia pasada y por nuestro conocimiento científico general, que el futuro no será como el
pasado en la mayoría de los aspectos, quizás, que tienen in mente aquellos que afirman que lo
será.” POPPER, Karl, Conjeturas, p. 84.
107

criterios de razonabilidad no son tan precisos como los de aquéllos, razón por la
cual:

“Sostenemos que, aunque un argumento resulte inválido e


incluso de manera irremediable, su premisa aún puede constituir una
razón para creer en su conclusión. Este es el caso, decimos, de
algunos argumentos inductivos en particular. Aceptamos el resultado
N de Hume, y lo admiramos, por la verdad profunda de la inducción
iluminada con ese argumento. Pero decimos que la conclusión
escéptica C que Hume derivó a partir de N no se sigue y es falsa”224.

Tal grupo no es otro sino el de los que comparten el probabilismo inductivo.


Éstos, como ya se ha indicado, aceptan la crítica de Hume que decreta la invalidez
irremediable de la inducción, pero no consideran que por ello se deba descartar
toda inducción como deleznable o injustificable: ciertos argumentos inductivos son
muy razonables y también pueden permitir un avance del conocimiento.

Asimismo, Stove confronta las críticas de ciertos filósofos como Popper y


sus simpatizantes, quienes sostienen que la posición probabilista es sólo una
versión débil del inductivismo clásico y que no reconoce la crítica humeana en
toda su extensión. Para tal tarea defensiva, Stove replica que este modo de
interpretar el probabilismo es errónea, y argumenta a favor de su concepción del
planteamiento humeano y en contra de los popperianos y demás anti-inductivistas.
Respecto a la concepción popperiana del probabilismo como forma débil de
inductivismo, veamos estos pasajes:

- “Aunque busquemos teorías con un alto grado de


corroboración, como científicos no buscamos teorías altamente
probables, sino explicaciones; es decir, teorías poderosas e
improbables. La concepción opuesta, la de que la ciencia tiende a la
alta probabilidad, es un producto característico del verificacionismo:
al hallar que no se puede verificar una teoría, o darle certeza,
mediante la inducción, se recurre a la probabilidad como a una
especie de "Ersatz" [sucedáneo] de la certeza, con la esperanza de
que la inducción permita, al menos, acercarse a ésta”225.

224
STOVE, David, Popper y después, p. 127.
225
POPPER, Karl, Conjeturas, p. 86. Corchetes nuestros.
108

- “Mas si queremos encontrar un modo de justificar las


inferencias inductivas, hemos de intentar, en primer término,
establecer un principio de inducción. Semejante principio sería un
enunciado con cuya ayuda pudiéramos presentar dichas inferencias
de una forma lógicamente aceptable […]
Pero tal principio de inducción no puede ser una verdad
puramente lógica, como una tautología o un enunciado analítico […]
el principio de inducción tiene que ser un enunciado sintético: esto
es, uno cuya negación no sea contradictoria, sino lógicamente
posible […]
A partir de la obra de Hume debería haberse visto claramente
que aparecen con facilidad incoherencias cuando se admite el
principio de inducción […]
Por mi parte, considero que las diversas dificultades que
acabo de esbozar de la lógica inductiva son insuperables. Y me temo
que lo mismo ocurre con la doctrina, tan corriente hoy, de que las
inferencias inductivas, aun no siendo «estrictamente válidas»,
pueden alcanzar cierto grado de «seguridad» o de «probabilidad».
[…] si ha de asignarse cierto grado de probabilidad a los
enunciados que se basan en inferencias inductivas, tal proceder
tendrá que justificarse invocando un nuevo principio de inducción”226.

El filósofo australiano establece que la visión despectiva de los anti-


inductivistas con respecto a los probabilistas sólo es un reflejo de la interpretación
contingente que tienen los primeros del escepticismo inductivo C de Hume.
Contingente, debido a que sugieren que la tesis escéptica C es cierta ya que no es
posible una conexión necesaria en la naturaleza, un fundamento real que vincule
los hechos presentes con los futuros (es decir, no existe un principio de inducción).
Sólo podría justificarse la inducción si este principio existiera.

A esta interpretación contingente los lleva la exigencia, ya señalada, de la


validez de los argumentos para aceptar su razonabilidad. Si se sostiene que no es
posible disponer de un validador (una premisa que sea una razón para creer en la
conclusión y que convierta en válido un argumento inválido) para los argumentos

226
POPPER, Karl, La lógica, p. 28-29. Vale acotar que la aseveración popperiana referente a la
necesidad de los probabilistas de acudir a un principio de inducción como garantía de la certeza y
de la creencia en la correspondencia con la realidad, tiene como referente a ciertos positivistas
lógicos. En especial, Hans Reichenbach, a quien el vienés cita para fundamentar aquel aserto. Sin
embargo, David Stove es un estupendo ejemplo de que se puede defender el probabilismo
inductivo sin recurrir al establecimiento de un principio de inducción.
109

inductivos, y se insiste que por ende no hay razón para creer en la conclusión
inductiva, esto implica una dependencia de la razonabilidad a la necesidad lógica.
Si se mantiene que tal razonabilidad no está justificada en los argumentos
inductivos, entonces se está negando que haya efectivamente un vínculo de
necesidad en el mundo fáctico. Y decir esto implica aceptar que, si existiera esa
necesidad (impuesta, verbigracia, por el principio de inducción, o por el de
causalidad) entonces sí sería razonable creer en las conclusiones inductivas y C
sería falsa. A su vez, manejar estas posibilidades presupone entender a C como
una tesis contingente, ya que su valor veritativo estaría subordinado a la existencia
o inexistencia de un principio o ley natural que, en tanto natural, sería contingente;
y subordinar una proposición a otra contingente es considerarla de igual condición
(también contingente). Stove sintetiza el modo según el cual un escéptico a favor
de C interpreta contingentemente tal tesis, como sigue:

“no hay ninguna proposición que sea a la vez parte de la razón


para creer Q y suficiente como para hacer válido el argumento de P a
Q. Si esto es así, entonces a fortiori no existe ninguna proposición
verdadera de este tipo. Y esto equivale a decir que en la naturaleza
de las cosas no existe ningún fundamento para inferir Q desde P, o
que P no es una razón para creer en Q” 227.

Este modo contingente de comprender a C por parte de los escépticos, es


compartido también por ciertos anti-escépticos, quienes para rechazar dicha tesis
postulan algún principio de inducción o de causación universal presente en la
naturaleza 228; en este caso, el rechazo de C (y también de la tesis N) se funda en
la presencia de un principio o ley presente en el universo que permite la
semejanza de lo observado con lo no observado. Stove considera que este grupo
pro-inductivista, también crítico del probabilismo inductivo, está equivocado en su
interpretación contingente de C, por las mismas razones aludidas en el caso de los
escépticos. Una visión concisa de los anti-escépticos es ofrecida por Stove en esta

227
STOVE, David, Popper y después, p. 128.
228
Si en el grupo de los escépticos a favor de C, Stove ofrece como ejemplo a Popper, en este de
los anti-escépticos en contra de C menciona como representante a David Malet Armstrong,
destacado filósofo australiano y amigo de aquél.
110

sentencia: “Si el universo no estuviera conectado o cementado de alguna manera


(es decir, no hubiera ningún validador verdadero de al menos algunos argumentos
inductivos) entonces el escepticismo de Hume sobre la inducción sería
verdadero” 229.

Habiendo tomado en consideración esta interpretación contingente del


escepticismo inductivo C, tanto de los simpatizantes como de los rivales de dicha
proposición, queda claro que la misma deja en una posición débil a dicha tesis,
sujeta a la eventualidad del mundo empírico. Más aún, Stove incluso observa que
la interpretación probabilista (que acepta N, pero no C) que defiende es más sólida
que la de aquellos bandos. Esto se debe a que simplemente el probabilismo del
cual participa el australiano reconoce la no contingencia o, lo que es igual, el
carácter necesario de la afirmación C. Es decir, C “nos resulta una tesis lógica de
algún tipo, una proposición sobre si ciertas proposiciones constituyen o no razones
para creer en otras proposiciones” 230. Desde este punto de vista, la tesis C no
dice nada acerca del mundo real, sólo afirma algo concerniente a las
proposiciones y la justificación de la creencia en las mismas. De hecho, como bien
observa el pensador australiano, si revisamos las premisas que forman parte del
argumento humeano estudiado, nos damos cuenta que ninguna es contingente.
Por lo tanto, tampoco ha de serlo C, conclusión de dicho razonamiento.

Por otra parte, respecto a la idea de que el probabilismo inductivo fue


también refutado por Hume, Stove sostiene que esta apreciación sólo se debe a la
incomprensión de los intérpretes acerca del uso de la palabra “probable” llevado a
cabo por el escocés, además de la ignorancia de los textos del mismo: “probable”
en Hume es equivalente a “inductivo”. Como bien señala el filósofo australiano:

“Lejos de haber refutado el probabilismo inductivo, Hume


nunca lo tuvo demasiado en cuenta. Apenas podría haberlo hecho,
ya que el probabilismo inductivo comenzó a existir en el período

229
STOVE, David, Popper y después, p. 129.
230
ID., p. 130.
111

contemporáneo de la filosofía o al menos, adoptó su forma definitiva


sólo como una respuesta al ataque escéptico de Hume contra la
inducción”231.

Teniendo en cuenta todo esto, Stove procede a dirimir el conflicto exegético


entre el probabilismo inductivo y sus críticos. Hay que determinar si N tiene la
consecuencia escéptica C, es decir, si C se sigue de N. A esto, el australiano
responde con un rotundo no, argumentando como sigue:

“es evidente que del hecho de que ningún validador R de un


argumento inductivo de P a Q sea una razón o parte de una razón
para creer Q [tesis N], no se sigue que la premisa P no sea ella
misma una razón para creer Q. Pero esto es lo dicho por C. En
consecuencia, C no se sigue de N. La invalidez irremediable de la
inducción no constituye una prueba de su falta de razonabilidad” 232.

De modo que, si C no se sigue de N, tal como lo ha demostrado el


australiano, entonces ha de seguirse de otra premisa que Hume no explicitó, pero
que tuvo que presuponer para efectuar el salto lógico descrito. Se debe rastrear
entonces la premisa implícita, el validador de su argumento, el que le permite al
escocés concluir el escepticismo inductivo C.

El hecho de que tanto Hume como sus seguidores infieran C a partir de N


indica que asumen un criterio deductivista de la racionalidad o razonabilidad de los
argumentos. Es decir, para que P se acepte como razón para creer en Q, esta
conclusión debe ser deducible de P o de esta premisa en conjunción con otras que
sean validadoras del argumento. Como ya se ha señalado, para los anti-
inductivistas —o buenos filósofos—, el argumento tiene que ser válido, o inválido
con posibilidad de validación, para considerarse razonable. Por lo tanto, Stove
denomina a la premisa oculta, que permite el paso de N a C, como la premisa
deductivista de Hume.

231
ID., p. 132.
232
ID., p. 134. Corchetes nuestros.
112

Según el filósofo australiano, la ubicación de este supuesto escondido se


logra mediante la consideración de N en conjunción con F y E. Esto se debe a que
estas dos últimas premisas, al igual que N y la conclusión C, afirman algo acerca
de lo que requiere una proposición para ser razón para creer otra (que sea
directamente accesible al conocimiento, y que para tener esta cualidad tiene que
ser una verdad necesaria o proposición sobre lo observado, respectivamente). De
esta conjunción surge una proposición muy parecida a M, sólo que más general,
llamada por Stove M+: “Todo argumento inductivo es inválido y cualquier validador
del mismo no es ni una verdad necesaria ni una proposición sobre lo
observado” 233. Entonces, la tesis validadora del razonamiento de M+ hasta C, es la
siguiente: “P constituye una razón para creer Q sólo si el argumento de P a Q es
válido, o si existe un validador del mismo que sea una verdad necesaria o una
proposición acerca de lo observado” 234. Para Stove, la tesis O.

Éste es el supuesto que, cuando se incorpora al argumento, conduce a


Hume a concluir C, tesis que niega que una proposición contingente sobre lo
observado pueda ser una razón para creer en una acerca de lo no observado. Por
lo tanto, el deductivismo O también es la premisa clave del irracionalismo que se
buscaba, la premisa sin la cual el argumento de Hume no tiene la consecuencia
escéptica C. Como señala el filósofo australiano:

“Admitir que los argumentos que proceden de lo observado a


lo no observado no son los mejores no entraña nada mortal para la
filosofía de la ciencia empirista. A menos que tal aceptación se
combine, como sucede en Hume, con el supuesto fatal de que sólo
los mejores argumentos funcionan”235.

Asimismo, como N y M+, en conjunción con E y F, son lógicamente


equivalentes, la estructura de la última parte del argumento escéptico respecto a la
inducción de Hume puede representarse de estos dos modos:

233
ID., p. 137. Cursivas nuestras.
234
IBID.
235
ID., p. 141.
113

E
F
C
N
O

F M+
C
N O

Stove prefiere la segunda versión, ya que manifiesta con claridad el


entrañamiento de la conjunción de E, F y N con M+. Por otra parte, queda claro
que si bien O es la premisa necesaria para concluir C, sólo lo hace en conjunción
con M+. Según estas consideraciones, Stove representa la estructura completa del
argumento humeano a favor del escepticismo inductivo C, que unido al empirismo
B, implican el escepticismo sobre lo no observado (A). El diagrama de la
argumentación del escocés sería el siguiente:

E
E
F M+

H F N C
I O
J A
M D
H
L K E B
G
F

Tener conciencia de las sutiles diferencias entre todas estas proposiciones


y de las relaciones lógicas que tienen entre sí, es fundamental para comprender
plenamente el argumento. A su vez, considerar las diferencias precisas entre las
114

conclusiones implicadas por ciertas premisas en conjunción con otras puede


permitirnos eludir la vinculación errónea y apresurada entre tesis que no
necesariamente están lógicamente conectadas. Para Stove, tales imprecisiones
han ocasionado graves confusiones y errores teóricos en los filósofos (incluidos,
por supuesto, los filósofos de la ciencia que hemos estudiado), especialmente la
idea de que el deductivismo (que la tesis O, individualmente) implica el
escepticismo inductivo (tesis C):

“Por ello los deductivistas del presente se sienten obligados a


ser escépticos con respecto a la inducción, los amigos de la
inducción se creen condenados al rechazo del deductivismo, los
escépticos sobre la inducción se consideran obligados a ser
deductivistas y el enemigo del deductivismo se considera a salvo del
escepticismo sobre la inducción. Pero cada una de estas creencias
es falsa. En realidad apenas es posible dar una estimación
exagerada del daño producido no sólo en cuanto a los errores
positivos, sino también en lo que respecta a la confusión creada
porque no se ha sabido reconocer que el deductivismo y el
escepticismo sobre la inducción constituyen tesis independientes” 236.

3. Otros elementos a favor de la identificación de la premisa clave del


irracionalismo

Luego de identificar la premisa deductivista O como la desencadenante de


las consecuencias escépticas del argumento humeano acerca de la inducción (el
escepticismo inductivo C y el escepticismo sobre lo no observado A) y, en
consecuencia, del irracionalismo científico del Siglo XX, Stove procede a analizar
las implicaciones de aquella tesis en el proceder de los cuatro filósofos de la
ciencia estudiados. Esto lo lleva a cabo en el cuarto y último capítulo, titulado Más
evidencia en la identificación.

Nuevamente, el australiano insiste en que su labor sólo es descriptiva ya


que no trata el problema del valor veritativo del deductivismo —aunque es
evidente su insinuación de considerarlo falso—, sino que se limita a la tarea

236
ID., p. 140.
115

fundamental de identificarlo como premisa clave del irracionalismo. Así, para quien
decida desarrollar una crítica de los cuatro filósofos de la ciencia estudiados, le
servirá de gran ayuda el reconocer que

“el supuesto en el que se apoya lo más característico en su


filosofía en realidad no tiene nada que ver con la ciencia, y menos
que nada con la historia de la ciencia. Es una simple tesis de filosofía
de la lógica o de la inferencia razonable” 237.

Por otra parte, el deductivismo explica la sistemática utilización de Popper,


Kuhn, Lakatos y Feyerabend de la neutralización de las palabras de éxito y del
sabotaje de las expresiones lógicas. De hecho, esta última se hace indispensable,
ya que no se pueden utilizar expresiones lógicas como “confirmar”, “refutar” o
“falsar” sin sabotear. En el caso de una expresión lógica positiva como “confirmar”,
por ejemplo, “el enunciado empírico E confirma la teoría T”, al transmitir al menos
la idea de ser razón para creer, no puede ser utilizada por un deductivista sin
aquel ardid: eso significaría reconocer que un enunciado fáctico —premisa de un
argumento inductivo— puede ser una razón para creer en una teoría —conclusión
del mismo—. Por lo tanto, “el deductivismo bloquea entonces todos los conductos
lógicos, además de la creencia razonable, que permiten el desplazamiento de la
observación a las teorías científicas” 238.

Contrariamente a la apreciación común entre los deductivistas estudiados,


Stove considera importante reconocer adecuadamente los avances en lógica no
deductiva o inductiva que desarrollaron filósofos como Carnap y Hempel. Más allá
de los errores que puedan estar presentes en sus escritos, el australiano admira
en estos autores su seriedad y rigor al defender coherentemente su empirismo
aplicando aquel tipo de lógica.

237
ID., p. 145.
238
ID., p. 147. En la versión inglesa, a diferencia de la traducción hispana citada, se da a entender
que la creencia razonable viaja por esos conductos lógicos bloqueados por el deductivismo: “In this
way, all logical pipes, along which reasonable belief might travel from observation to scientific
theories, are cut by deductivism.” STOVE, David, Scientific Irrationalism, p. 165.
116

A su vez, una consecuencia inesperada del deductivismo, según Stove, es


la “carencia extrema de rigor en los asuntos de lógica deductiva” 239. El filósofo
australiano ofrece tres ejemplos presentes en Popper que evidencian esta dura
afirmación. Recuérdese que ya se ha resaltado que de la filosofía del vienés se
derivan las premisas fundamentales y buena parte de la filosofía de los otros tres
filósofos de la ciencia estudiados. Asimismo, Popper es el más riguroso de los
cuatro, por lo que una acusación de falta de rigor en éste, es extensiva en
Lakatos, Kuhn y Feyerabend.

El primer ejemplo ofrecido por Stove muestra la contradicción presente en


la concepción de Popper respecto a las teorías científicas. Por una parte, está
claro que Popper acepta el hecho de que dos teorías pueden ser inconsistentes
entre sí; por supuesto, si una niega lo que afirma la otra, tienen ese tipo de
relación lógica. Pero, por otra parte, Popper concibe a los enunciados universales
—entre ellos las teorías y leyes científicas— como equivalentes a una negación de
enunciados existenciales —dando a entender así, de manera muy acorde a su
falsacionismo, que las teorías no afirman sino que niegan existencia—. Un pasaje
que evidencia claramente esta concepción popperiana es la siguiente:

“Las teorías de la ciencia natural, especialmente lo que


llamamos las leyes naturales, tienen la forma lógica de enunciados
estrictamente universales; así pues, es posible expresarlos en forma
de negaciones de enunciados estrictamente existenciales, o —como
podemos también decir— en forma de enunciados de inexistencia (o
enunciados de «no hay»). Por ejemplo, la ley de la conservación de
la energía puede expresarse del modo siguiente: «No hay una
máquina de movimiento perpetuo»; y la hipótesis de la carga
eléctrica elemental del siguiente: «No hay más carga eléctrica que la
que es múltiplo de la carga eléctrica elemental». Con esta manera de
formularlas vemos que las leyes naturales pueden compararse a
«vetos» o «prohibiciones». No afirman que exista algo, o que se dé
un caso determinado, sino que lo niegan. Insisten en que no existen
ciertas cosas o situaciones, como si las vedaran o prohibieran: las
excluyen. Y precisamente por esto es por lo que son falsables”240.

239
STOVE, David, Popper y después, p. 151.
240
POPPER, Karl, La lógica, p. 66.
117

Pero, al entender de este modo las teorías científicas, surge una gran
contradicción. Esto se debe a que “dos meras negaciones de existencia no
pueden ser inconsistentes entre sí, ya que en el caso lógicamente posible de un
universo vacío, todas estas proposiciones serían verdaderas” 241.

El segundo ejemplo hace referencia a una afirmación popperiana respecto a


todos los enunciados observacionales que pueden fungir de falsadores de la física
newtoniana:

“Supongamos que nuestras observaciones astronómicas nos


mostraran que, desde mañana, la velocidad de la Tierra (la cual
permanece en su patrón geométrico actual) se incrementaría, ya sea
en su movimiento diario o anual, mientras que los otros planetas en
el sistema solar se comportarían tal como antes. O supongamos que
Marte comenzara a moverse en una curva de cuarta potencia, en
lugar de hacerlo en una de segunda potencia. O asumamos todavía
algo más simple, que construyamos un arma que dispare misiles
balísticos que consistentemente se muevan en una clara trayectoria
no-newtoniana […] Existe una infinidad de posibilidades, y la
realización de alguna de ellas simplemente refutaría la teoría de
Newton. De hecho, casi cualquier enunciado que podamos
establecer acerca de un cuerpo físico —digamos, acerca de la taza
de té que tengo ante mí, la cual comienza a danzar (y digamos,
aunado a eso, sin derramar el té)— podría contradecir la teoría
newtoniana. Esta teoría podría igualmente ser contradicha si las
manzanas de mis árboles, o de los de Newton, se levantaran del
suelo (en ausencia de un remolino de viento), y comenzaran a
danzar alrededor de las ramas del árbol de donde cayeron, o si la
luna saliera en una tangente; y si todo esto llegara a suceder, quizá,
sin ningún otro cambio muy obvio en nuestro entorno” 242.

241
STOVE, David, Popper y después, p. 152.
242
"Suppose that our astronomical observations were to show, from tomorrow on, that the velocity
of the earth (which remains on its present geometrical path) was increasing, either in its daily or in
its annual movement, while the other planets in the solar system proceeded as before. Or suppose
that Mars started to move in a curve of the fourth power, instead of moving in an ellipse of power 2.
Or assume still more simply, that we construct a gun that fires ballistic missiles which consistently
move in a clearly non-Newtonian track [...]. There are an infinity of possibilities, and the realization
of any of them would simply refute Newton's theory. In fact, almost any statement about a physical
body which we may make —say, about the cup of tea before me, that it begins to dance (and say,
in addition, without spilling the tea)— would contradict Newtonian theory. This theory would equally
be contradicted if the apples from one of my, or Newton's, apple trees were to rise up from the
ground (without there being a whirlwind about), and begin to dance around the branches of the
118

Stove sostiene que, si entendemos por “física newtoniana” a “la conjunción


de las leyes de Newton sobre el movimiento con la ley del cuadrado inverso de la
atracción gravitacional” 243, entonces no existe ningún enunciado observacional
que pueda falsarlo; esto se debe a que la física newtoniana puede explicar
cualquier fenómeno natural, siempre y cuando tengamos a mano otras
proposiciones que den cuenta de los elementos más específicos que puedan
participar en un suceso empírico dado, lo cual tiene mucho que ver con lo que en
el ámbito científico se denominan las condiciones iniciales. Por lo tanto, el
australiano observa que, estrictamente hablando, ninguno de estos casos es
inconsistente —es decir, no es contradictorio— con la física newtoniana. De modo
que la lista de posibles falsadores —y la propuesta falsacionista en general— es
falsa. 244

El tercer ejemplo representativo reseñado por Stove de la falta de rigor


lógico presente en Popper es en el cual éste afirma que la física newtoniana es
inconsistente con las leyes de Kepler. Veamos algunos fragmentos donde no sólo
Popper, sino también Lakatos, Kuhn y Feyerabend, llevan a cabo esta afirmación:

- Popper: “desde un punto de vista lógico, la teoría newtoniana


contradice, estrictamente hablando, tanto a la de Galileo como a la
de Kepler” 245.

- Lakatos: “La mente de compartimentos estancos de Newton


no puede quedar mejor caracterizada que mediante la contrastación

apple tree from which they had fallen, or if the moon were to go off at a tangent; and if all of this
were to happen, perhaps, without any other very obvious changes in our environment" POPPER,
Karl, “Replies to my Critics” en SCHLIPP, Paul (ed.), The Philosophy, p. 1004-1005. Puntos
suspensivos en el original. Traducción nuestra.
243
STOVE, David, Popper y después, p. 153.
244
Vale acotar que Stove señala que una crítica a la visión popperiana de la falsabilidad empírica
tanto de la física newtoniana como de cualquier teoría científica había sido presentada por Lakatos.
En tal sentido, consideramos que este ejemplo de falta de rigor lógico provocado por el
deductivismo no sería representativo del pensador húngaro.
245
POPPER, Karl, Conocimiento, p. 186.
119

de Newton, el metodólogo que decía derivar sus leyes de los


fenómenos de Kepler, y Newton, el científico, quien sabía
perfectamente que sus leyes contradecían directamente a tales
fenómenos”246.

- Kuhn: “Las leyes de Kepler, […] eran incompatibles con la


teoría planetaria de Newton” 247.

- Feyerabend: “Es bien sabido (y ha sido mostrado con todo


detalle por Duhem) que la teoría de Newton es inconsistente con la
ley de la caída libre de Galileo y con las leyes de Kepler”248.

Según Stove, esta apreciación, por cierto muy difundida, es totalmente


falsa, ya que

“Las leyes de Kepler son puramente cinemáticas, es decir,


sólo adscriben ciertos movimientos a ciertos cuerpos y no dicen nada
en absoluto sobre ninguna masa o fuerza ejercida por o sobre algo
[como sí lo hacen las leyes de Newton]. Y se ve con facilidad que
ninguna proposición puramente cinemática puede ser inconsistente
con la física newtoniana” 249.

Para el filósofo australiano, estos ejemplos son sólo una pequeña muestra
de las imprecisiones que cometen los deductivistas, que él no considera que estén
presentes con tanta frecuencia ni gravedad en los filósofos que aplican la lógica
inductiva. Stove le atribuye estas deficiencias al deductivismo de los autores
estudiados. Aun cuando son empiristas, rechazan la lógica probabilitaria; esto les
impide hacer afirmaciones precisas e interesantes acerca de, por ejemplo, teorías
rivales, o la relación entre teorías y enunciados observacionales, o entre

246
LAKATOS, Imre, La metodología, p. 268.
247
“Kepler’s Laws, […] were incompatible with Newton’s planetary theory” KUHN, Thomas,
“Reflections on my Critics”, en LAKATOS, I. y MUSGRAVE, A. (eds.), Criticism, p. 255. Traducción
nuestra. Podría objetarse respecto a esta cita ofrecida por Stove que Kuhn plantea la
inconsistencia, no entre las leyes keplerianas y la física newtoniana, sino entre aquéllas y la teoría
planetaria de Newton. Sin embargo, está claro que las leyes newtonianas fundamentan dicha
teoría.
248
FEYERABEND, Paul, Tratado, p. 18.
249
STOVE, David, Popper y después, p. 156. Corchetes nuestros.
120

enunciados probabilísticos 250. Las relaciones posibles entre proposiciones de la


lógica deductiva son insuficientes para dar cuenta coherentemente de los temas
presentes en la filosofía de la ciencia, razón por la cual deben neutralizarse y
sabotearse ciertas expresiones asociadas a la lógica no deductiva, o enunciar
falsedades lógicas como las vistas.

Así, en el caso de teorías rivales, si intentamos explicar la relación entre las


mismas bajo la forma deductivista de Popper y los otros tres filósofos señalados,
nos dice Stove que

“La relación no puede ser la de contradicción o la de


contrariedad. Hemos visto que dos teorías científicas (cuando se
suponen formas lógicas como las aceptadas por nuestros autores) no
pueden ser inconsistentes. Su relación no puede ser la de
subcontrariedad, porque dos teorías rivales pueden ser ambas
falsas. Tampoco puede darse la equivalencia lógica o el
entrañamiento en una dirección o la otra, ya que no se trataría de
teorías en competición. Pero además de la independencia, estas seis
relaciones lógico-deductivas son las únicas posibles entre dos
proposiciones contingentes. En consecuencia, la relación lógica entre
dos teorías científicas rivales debe consistir en la independencia”251.

Pero como afirmar que dos proposiciones son independientes no suele ser
interesante, los autores criticados deben hacer uso de las expresiones sofísticas y
falsas indicadas. Para Stove, el deductivismo es una forma de perfeccionismo y,
como tal, puede llevar a sus simpatizantes a descuidar las diferencias entre
diversos tipos de hechos y proposiciones que no se apeguen a los límites del ideal
de perfección, en este caso de la validez como criterio exclusivo de razonabilidad.

250
Recuérdese el problema de la decidibilidad de los enunciados probabilísticos de Popper, donde
éste se veía en la necesidad de sabotear términos como “confirmar” o “falsar” antes de considerar
falso alguno de los tres supuestos incompatibles. Esta es una muestra más de la indisposición de
Popper de ceder en su deductivismo. De hecho, como señala Stove, hubiese bastado con la
utilización de una expresión lógica negativa débil como “desconfirma”, diciendo que E desconfirma
H.
251
ID., p. 158.
121

En su nivel más elevado de mordacidad, Stove asevera que el deductivismo


es también la razón de la frivolidad 252 o enfant-terribilisme 253 de Feyerabend,
Lakatos y Popper, mas no de Kuhn, como veremos más adelante.

Respecto a la frivolidad en Feyerabend, Stove no considera necesario


ofrecer ejemplos —y pensamos que nuestros lectores tampoco—, dada su
flagrancia. Basta con lo ya dicho 254.

En el caso de Lakatos, el australiano nos ofrece ciertos pasajes donde el


húngaro es muy poco cuidadoso y contradictorio, como cuando dice que “muchos
matemáticos activos están desconcertados acerca de lo que son las pruebas si
éstas no prueban”255; o cuando —pese a que asume su reconstrucción racional
como la más precisa y congruente con la historia real de la ciencia— indica que su
propuesta teórica de la historia de la ciencia sólo es una mera invención:

“La acusación de Kuhn de que mi concepción de la historia


«no es historia en absoluto, sino filosofía inventora de ejemplos» es
inválida. Yo defiendo que todas las historias de la ciencia son
siempre filosofías inventoras de ejemplos. La filosofía de la ciencia
determina, en gran medida, la explicación histórica y Kuhn ha
suministrado la que probablemente es la más colorista de todas ellas.
Pero, del mismo modo, toda la física o cualquier clase de afirmación
empírica (cualquier clase de teoría) es «filosofía inventora de
ejemplos». Esto es un lugar común desde Kant y Bergson.
Naturalmente, algunas invenciones de la física son mejores que otras
y algunas invenciones históricas son mejores que otras. Yo ofrezco

252
“Levity” en la edición original en idioma inglés. En la traducción al español, aparece como “falta
de seriedad”. Aunque esto se puede derivar de la frivolidad, no es exactamente igual. Por lo tanto,
hemos preferido utilizar “frivolidad”, más adecuado al sentido de la palabra utilizada por David
Stove. Véase STOVE, David, Scientific Irrationalism, p. 182.
253
Condición de l'enfant-terrible (literalmente “niño terrible”). Se refiere a la persona rebelde,
irreverente e idealista, condiciones comunes a la niñez y adolescencia.
254
En especial, véase supra, Capítulo I, fragmento de la nota 27, donde Feyerabend pide a sus
lectores que lo recuerden como un frívolo dadaísta, como una persona sin seriedad. Consideramos
que si los mismos son lo suficientemente sensatos, entonces deberían aceptar tal solicitud.
255
“Many working mathematicians are puzzled about what proofs are for if they do not prove.”
LAKATOS, Imre, Proofs and Refutations, Cambridge University Press, Cambridge, 1977, p. 29.
Traducción nuestra.
122

criterios estrictos con los que se pueden comparar las invenciones


rivales, tanto en física como en historia, y defiendo que mis
invenciones son más ciertas que las de Kuhn” 256.

Respecto a la frivolidad en Popper, Stove hace alusión al modo desafiante


de expresarse del vienés, que suele hacer ciertas afirmaciones irracionalistas con
el único fin de escandalizar, aun cuando no necesariamente esté en realidad de
acuerdo con las mismas. En este sentido, Stove considera que el irracionalismo
popperiano es verbal, no auténtico.

Haciendo referencia al dogma popperiano de la crítica a la ciencia y a sus


interpretaciones tradicionales, dogma que se evidencia en el cuestionamiento
ciego de incluso el más mínimo indicio de conocimiento o razonabilidad ofrecido
por la investigación científica, asevera Stove:

“La elevación frívola de la «actitud crítica» hasta convertirla en


un imperativo categórico de la vida intelectual constituye el aspecto
más influyente y caprichoso de la filosofía de la ciencia de Popper.
Su frivolidad resulta evidente cuando se piensa en la tautología de
que sólo una crítica valiosa es aquella que tiene valor, no la crítica
como tal” 257.

Ahora bien, Stove explica que esta frivolidad y falta de seriedad se deben al
deductivismo porque esta tesis es intrínsecamente frívola. Y esto es así porque
conduce a las personas que lo toman en cuenta a disminuir la creencia en
conclusiones totalmente plausibles, razonables y altísimamente probables. Por
ejemplo, si para un sorteo de lotería justa de 1000 billetes tengo en mi haber 999
de ellos, sería irracional no concluir que la ganaré, ya que la muy ínfima
posibilidad de que sea sorteado el billete que no poseo no debería ser suficiente
para no tener la seguridad que la ganaré. Análogamente, del hecho patente de
que las numerosas llamas en el pasado han sido calientes, lo natural sería tener la

256
LAKATOS, Imre, La metodología, p. 246.
257
STOVE, David, Popper y después, p. 163. Un caso análogo al del dogma de la actitud crítica es
el que se observa en ocasiones en los ámbitos académicos, cuando se celebra el resultado de una
investigación siempre y cuando sea novedoso, pasando a un segundo plano otros criterios
evaluativos fundamentales, como la validez argumentativa o la sistematicidad.
123

certeza de que así lo seguirán siendo en el futuro, ya que la mera posibilidad no es


suficiente para que no lo crea así: según el comportamiento estable
universalmente observado en las llamas del pasado, un contraejemplo de los
mismos sería tan improbable como para considerarlo una razón para no creer en
la conclusión inductiva.

La proposición “las premisas de un argumento inductivo pueden ser


verdaderas y su conclusión falsa”, es una verdad lógica y por lo tanto necesaria,
mientras que las premisas y la conclusión de una inducción son contingentes; pero
“una proposición verdadera en todo mundo posible no puede decir (en ningún
grado) algo a favor o en contra de una proposición sobre el mundo” 258. Por lo
tanto, no es razonable asumir la posibilidad lógica de la falibilidad de la inducción
como un criterio para no creer en las conclusiones de ese tipo de razonamiento.
Precisamente, la frivolidad del deductivismo radica en su prohibición de la creencia
en conclusiones inductivas —por muy razonable y sensato que sea hacerlo—,
simplemente por la verdad lógica de la posibilidad de falsedad de las mismas.

En este sentido, haciendo alusión a la aplicación de los filósofos de la


ciencia estudiados del deductivismo y de la invalidez de la inducción para
arremeter contra la creencia en las teorías científicas, dice Stove:

“se trata de la proposición de que cualquier teoría científica, a


pesar de toda la evidencia posible a su favor, puede ser falsa,
proposición gravemente anunciada por la caída de la física
newtoniana, amplificada desde entonces en los oídos mórbidos de
los filósofos sensibles, empleada y parafraseada sin límites, repetida
hasta la exclusión de cualquier otra verdad sobre la ciencia y
confundida con una razón para no creer en las teorías científicas;
precisamente esta proposición, tratada de esta manera, puede
decirse que conforma la reciente filosofía irracionalista de la
ciencia” 259.

258
ID., p. 165-166. A lo cual el australiano añade: “Si esto fuera posible, ¿Por qué se tiene que
abandonar el sillón? ¿Por qué no realizamos toda nuestra ciencia de una manera a priori?”.
259
ID., p. 167.
124

Volviendo a la acusación de Stove de frivolidad en Popper, Lakatos y


Feyerabend, mas no en Kuhn, el australiano justifica su afirmación alegando que,
pese a que el estadounidense comparte el deductivismo de los otros tres filósofos
estudiados, éste está realmente convencido de la ausencia de acumulación de
conocimiento en la historia de la ciencia. Convencimiento que no está en aquellos,
quienes “sólo lo sugieren y pretenden creerlo” 260.

Otro aspecto digno de resaltar de las afirmaciones del filósofo australiano


en el texto estudiado, es la concerniente al uso que llevan a cabo los autores
cuestionados de la palabra “podría” 261. Stove considera que éste es idóneo para la
frivolidad deductivista, al punto que lo interpreta como otro ardid literario más para
hacer plausible el irracionalismo. En este sentido, llama la atención respecto a la
persistente apelación de los filósofos irracionalistas al concepto de posibilidad para
negar la razonabilidad de la inducción y, en idéntica proporción, el rechazo al de
probabilidad para respaldar dicha razonabilidad. Respecto a esto, dice lo
siguiente:

“Las probabilidades no son menos objetivas que las


posibilidades. En cualquier filosofía de la probabilidad las alternativas
que resultan igualmente probables pueden considerarse igualmente
posibles con la misma adecuación. Y además, para que una
alternativa sea más probable que otra es lógicamente suficiente que
haya, para cada forma de obtención de la segunda, una forma
igualmente posible de obtención de la primera y no la conversa. Por
lo tanto, alguien que sea hipersensible a las posibilidades, pero
insensible a las diferencias de magnitud de las probabilidades, se
encuentra en un estado mental de confusión profunda y aun
patológica. Sin embargo, de alguna manera éste constituye el estado
mental real de la mayoría de los filósofos de la ciencia del presente y
en gran medida representa el estado mental de filósofos
deductivistas de la ciencia como nuestros autores.” 262

260
ID., p. 170.
261
“Might”, en la versión original. Véase STOVE, Scientific Irrationalism, p. 190.
262
STOVE, David, Popper y después, p. 171.
125

Finalmente, sostiene Stove que, lamentablemente, el deductivismo y el


irracionalismo están muy extendidos en la filosofía de la ciencia
contemporánea 263. Por lo tanto, la posibilidad de disponer de un ambiente en los
círculos de estudio de filosofía de la ciencia ajena a los vicios previamente
presentados es utópica.

263
Desde el tiempo en el cual Stove publicó la obra que hemos estudiado (1982) hasta nuestros
días, las concepciones, tendencias y hábitos intelectuales que critica no han mermado. Muy por el
contrario, consideramos que se han incrementado.
126

CONCLUSIONES. LA RACIONALIDAD DE DEFENDER LA INDUCCIÓN

La propuesta teórica de David Stove en el ámbito de la epistemología y la


filosofía de la ciencia, representa a nuestro modo de ver un importantísimo aporte
al acervo filosófico contemporáneo. Con su peculiar modo de ver el Problema de
la Inducción, uno de los más clásicos y controvertidos temas de la filosofía, se
hace posible enriquecer el debate filosófico. La discusión crítica, honesta y abierta,
es fundamental para aclarar las categorías filosóficas más importantes, y la obra
que hemos estudiado —así como también otras afines que hemos resaltado en la
Introducción— abre la ventana a la revisión de ciertas concepciones muy
populares en buena parte de los círculos intelectuales de la actualidad.

Quien atienda los pasajes previamente citados de Popper, Lakatos, Kuhn y


Feyerabend, sabiendo desprenderse de la simpatía excesiva que pueda obnubilar
el juicio sensato y objetivo, se dará cuenta de que es aceptable llevar adelante una
crítica de sus planteamientos, tanto en la forma en la cual lo presentan, como en
su contenido. Quizá algunos disientan con el estilo cáustico e irreverente del
filósofo australiano, quizá su sarcasmo pueda parecer excesivo e innecesario. Sin
embargo, quien piense de esa manera, si es consecuente, deberá rechazar por las
mismas razones a buena parte de los grandes filósofos de la historia de la
humanidad, empezando por los cuatro arriba mencionados. Todo filósofo cuyo
pensamiento haya trascendido, ha tenido algún grado de irreverencia hacia otro:
consideramos que, precisamente, es esta la condición que le permite ir más allá
de la mera duda o discrepancia de cualquier concepción filosófica, procediendo a
intentar la corrección o refutación de la misma. Por supuesto, cualquiera de éstas
dos últimas posibilidades no es plenamente satisfactoria sin la propuesta adicional
de una alternativa teórica, resultado de la autonomía de su facultad racional.
127

En el caso de Stove, su aguda crítica tiene, como hemos observado, dos


momentos: uno de forma, que podría enmarcarse en la filosofía del lenguaje, y
otro de fondo, que se sustenta en la lógica, la epistemología y la filosofía de la
ciencia.

En el caso de la crítica de forma, hemos visto que la denuncia es con


respecto al uso inadecuado de términos que tienen una importancia fundamental
en todo discurso tendente a dar cuenta de la investigación científica y su relación
con el mundo empírico. Hemos podido observar evidencia de que, en los escritos
de aquellos autores, tales categorías se encierran en comillas sin razón aparente o
simplemente son utilizadas de un modo distinto al habitual; además se presentan
proposiciones insertadas en contextos donde pierden su carácter lógico.

Consideramos que un cuestionamiento de tales hábitos literarios —con


independencia de si los mismos son practicados conscientemente o no— es muy
necesario. Suele suceder que ciertas personas critican de otras el estilo o la forma
según la cual esgrimen sus argumentos, con el fin de refutar el contenido de los
mismos, incluso sin evaluarlos finalmente. Esta práctica, evidentemente
reprochable, no debe confundirse con la de criticar la forma literaria para
evidenciar su inconveniencia, o la de la forma y el fondo; ni tampoco con la de la
forma como resultado del fondo. El caso que sostiene Stove que se da en los
cuatro filósofos de la ciencia que critica, es este último: sus vicios de expresión
responden a las premisas últimas que fundamentan sus planteamientos, y son
necesarios para presentarlas de manera plausible, o para referirse a temas
interesantes, que tales premisas impedirían tratar de manera coherente.

Muchas discusiones filosóficas son irresolubles, simplemente porque


surgen de la ambigüedad de los términos utilizados. Tal como planteaban los
positivistas lógicos, los problemas semánticos acarrean pseudo-problemas
filosóficos, además de interpretaciones erróneas. Por supuesto, no queremos con
esto indicar —como algunos de los filósofos de esa escuela— que la filosofía se
reduzca a explicitar aquellos pseudo-problemas, sino que la claridad es un
128

requisito indispensable para evaluar efectivamente los conceptos filosóficos. Por lo


tanto, de ser cierto que, como Stove alega, los casos de ambigüedad previamente
citados de Popper, Kuhn, Lakatos y Feyerabend son representativos de sus
escritos, entonces es correcto criticarlos en este aspecto. Por supuesto, quien
confunda la profundidad con la oscuridad no estaría de acuerdo con tal
apreciación.

Por otra parte, respecto a la crítica de fondo presentada por Stove a los
filósofos de la ciencia señalados, consideramos que es una contribución notable al
estudio del Problema de la Inducción y de las razones, así como a los orígenes,
del escepticismo, subjetivismo y relativismo en la filosofía de la ciencia
contemporánea. El sutil análisis lógico efectuado por Stove del argumento a favor
del escepticismo sobre la inducción y lo no observado, basándose en los textos de
David Hume, es muy significativo para la evaluación de las implicaciones reales de
dicho argumento. Nos muestra, entre otras cosas, distinciones que sólo un estudio
detallado puede detectar y que permiten interpretar con mayor precisión el alcance
del problema de la validez de la inducción en el pensamiento del escocés y en sus
seguidores. Asimismo, nos recuerda que es posible y coherente aceptar hasta
cierto punto el cuestionamiento humeano a la inducción y al mismo tiempo aceptar
esta forma de razonamiento como fuente de conocimiento o de creencia
razonable. Decimos “recuerda” porque basta con tomar como ejemplo una escuela
filosófica que en estos tiempos se encuentra mayormente olvidada —y, la mayoría
de las veces que se recuerda, es con profundo desprecio—, a saber, el
Positivismo Lógico.

Esta escuela inductivista aceptaba la crítica de Hume al razonamiento


inductivo sin sus consecuencias escépticas, tal como Stove. Y, teniendo plena
conciencia de las limitaciones de ese tipo de argumento, no se vieron impedidos
de hacer significativos avances en lógica probabilística, que condujeron a la
obtención de mayor confianza —por demás justificada— en el mismo. Y los
avances científicos subordinados a las pruebas y generalizaciones empíricas
parecen haberles dado la razón en su convicción de que la inducción, pese a su
129

falibilidad, es un medio del cual no podemos prescindir, si queremos dar cuenta de


lo que acaece.

Vale acotar que, como tantas otras personas, no coincidimos con muchas
de las conclusiones —en nuestra opinión, radicales— de los empiristas lógicos, ni
pretendemos hacer un ejercicio propagandístico de su pensamiento. Sin embargo,
debemos reconocer, tal como lo hace Stove, el gran mérito que tienen. Mérito que
se evidencia en la aplicación de su lógica no deductiva en la ciencia y en la
filosofía, además de la pertinencia actual de su método y de algunas de sus ideas.

Consideramos que en nuestros tiempos quizá sea el momento de revisar si


realmente está justificado el irracionalismo propio de la filosofía de la ciencia
contemporánea, cuestionado por Stove y que ha incidido en otras áreas de la
filosofía, así como en la sociedad. Si partiéramos del supuesto de que Stove está
en lo correcto, un interesante lugar donde podríamos comenzar la evaluación de
aquella postura escéptica sería desde la determinación del valor veritativo del
deductivismo, tesis identificada por el australiano y que, según éste, da origen al
irracionalismo en la filosofía de la ciencia contemporánea.

La defensa de David Stove a la inducción, sustentada en el probabilismo, y


que en la obra estudiada viene acompañada de mucho sentido común y humor
negro, nos parece altamente recomendable. Es una verdadera lástima que este
autor sea casi desconocido en nuestra lengua lo que, dicho sea de paso, supuso
una dificultad mayor para su estudio. Sin embargo, el esfuerzo de estudiar y
presentar a un autor, descubriendo su originalidad e importancia, nos ha parecido
digno de llevar a cabo. Además, vale decir que consideramos que el australiano
tiene el mismo nivel intelectual de los cuatro filósofos que critica, es decir, se nos
antoja tan genial como éstos.
130

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