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Las cruzadas fueron una serie de campañas militares comúnmente sostenidas por motivos

religiosos llevadas a cabo por gran parte de la Europa latina cristiana, en particular, de los
francos de Francia y el Sacro Imperio Romano. Las cruzadas, con el objetivo específico de
restablecer el control cristiano de Tierra Santa, se libraron durante un período de casi 200
años, entre 1095 y 1291. Otras campañas en España y en Europa oriental continuaron hasta
el siglo XV. Las cruzadas fueron sostenidas principalmente contra los musulmanes, aunque
también varias campañas se hicieron contra los eslavos paganos, judíos, los cristianos
ortodoxos griegos y rusos, los mongoles, los cátaros, husitas, valdenses, prusianos, y
principalmente a los enemigos políticos de los papas. Los cruzados tomaron votos y se les
concedió la penitencia por los pecados del pasado, a menudo llamada indulgencia.

Básicamente, parece que fueron motivadas por los intereses expansionistas de la nobleza
feudal, el control del comercio con Asia y el afán hegemónico del papado sobre las
monarquías y las iglesias de Oriente, aunque se declararan con principio y objeto de
recuperar Tierra Santa para los peregrinos, de los cuales los turcos selyúcidas, una vez
conquistada Jerusalén, abusaban sin piedad.

Posiblemente, las motivaciones de quienes participaban en ellas fueron muy diversas,


aunque en muchos casos se puede suponer también un verdadero fervor religioso.

Las Cruzadas fueron expediciones emprendidas en cumplimiento de un solemne voto para


liberar los Lugares Santos de la dominación musulmana. El origen de la palabra se remonta
a la cruz hecha de tela y usada como insignia en la ropa exterior de los que tomaron parte
en esas iniciativas

Las guerras que desde el siglo VIII mantenían discontinuamente los reinos cristianos del
norte de la Península Ibérica contra el musulmán Califato de Córdoba, y que la
historiografía conoce como Reconquista, continuaron de forma igualmente discontinua
desde el siglo XI contra los reinos de taifas, los almorávides y los almohades, en algunas
ocasiones con la calificación de cruzada otorgada por el Papa, como en la batalla de las
Navas de Tolosa (1212) o en su episodio final: la Guerra de Granada (1482-1492). En el
norte de Europa se organizaron cruzadas contra los prusianos y lituanos. El exterminio de la
herejía albigense se debió a una cruzada y, en el siglo XIII, los papas predicaron cruzadas
contra Juan Sin Tierra y Federico II Hohenstaufen.

Pero la literatura moderna ha abusado de la palabra aplicándola a todas las guerras de


carácter religioso, como, por ejemplo, la expedición de Heraclio contra los persas en el
siglo VII y la conquista de Sajonia por Carlomagno. Nuevamente resonó dicho término
durante la primera mitad del siglo XX, utilizado por las potencias del Eje o de su círculo de
influencia: la Guerra Civil Española o la invasión alemana de la URSS, recibieron tal
calificativo por parte de la propaganda oficial.

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